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CAPÍTULO 2
EL MISTERIO DE CRISTO
MISTERIOS DE SU VIDA - COSTADO ABIERTO - CORAZÓN DE JESÚS –
PROFETA DEL AMOR - MINISTRO DE LA RECONCILIACIÓN
(JUÁN JOSÉ ARNÁIZ ECKER)
1. Presentación
Nuestra espiritualidad se basa en el acercamiento a uno de los misterios de Cristo1.
Estos misterios son de una importancia que la cristología actual ha recuperado. Los misterios
le dan un rostro concreto al Dios a quien se dirige nuestra fe y consagración. Además, nos
indican las coordenadas imprescindibles para una reflexión correcta sobre él, en el sentido de
que en el centro no está una abstracta “esencia inmutable” sino una persona que actúa en la
historia con una “serie de hechos” que constituyen la revelación personal del Dios cristiano,
llevada definitivamente a cabo en la vida humana de Jesús de Nazaret. En él se resumen todas
las intervenciones de Dios en favor de su pueblo e incluso toda la historia de la humanidad
que se inició con Adán. En el Hijo se manifiesta totalmente Dios por lo que Él es “desde el
principio”.
Por lo tanto, la atención que desde siempre el Padre Dehon prestó a la vida histórica
de Cristo, y que en las siguientes páginas queremos simplemente introducir, se debe a que ahí
se revela el “misterio” de Dios, revelación que tiene su cima para nosotros en la transfixión
del costado del Señor Jesús, clavado en la cruz como cordero víctima pascual.
En absoluto se encontrarán en estos materiales los datos básicos para elaborar una
cristología dehoniana. Tan solo se quieren dar unos trazos para una lectura de “cristología
espiritual”. Porque no es posible entender la “singularidad” de Cristo sino refiriéndose al
Espíritu. Desde Pentecostés el Hijo no está presente en la historia más que en el Espíritu. Sólo
dejándose llenar y guiar por el Espíritu seremos introducidos en toda la verdad (Jn 16, 13) y
podremos ser profetas del amor y servidores de la reconciliación que contemplamos en le
Corazón abierto del Hijo, siendo pues testigos suyos hasta los confines de la tierra. El
Espíritu, y por tanto la vida espiritual dehoniana, no tiene la tarea de “superar” a Cristo, sino
de asegurar nuestra vinculación con él hasta el fin de los tiempos. Por eso el espíritu no hace
sino “recordar” (traer de nuevo al corazón) todo lo que Cristo ha dicho (Jn 14, 26).
Del misterio que contemplamos los dehonianos proviene la salvación cristiana,
salvación que, junto con todos nuestros hermanos cristianos, debemos traducir en la vida,
creer en la fe y celebrar en la liturgia. Por eso somos seguidores, en base al vínculo con el
Maestro que no sólo nos hace vivir como él, sino en dependencia de él y con él. Por eso es
ineludible una especial referencia a la concreción histórica de Jesús, a su vida, a sus opciones,
a las actitudes asumidas por él2. El “misterio de Cristo”3 contemplado por el Padre Dehon ha
de convertirse en nuestro “misterio”.
Seguimos la argumentación de M. SERENTHÀ, “Misterios de Cristo”: AA. VV., Diccionario teológico
interdisciplinar III, Salamanca 1998, 545-564.
2
J. J. ARNAIZ ECKER, La necesidad de establecer el icono cristológico de seguimiento antes de afrontar
procesos de refundación: DEH 2002/2, 65-80.
1
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2. Fuentes
-
Algunos escritos del P. Dehon
A. Misterios de la vida de Cristo
Fuente
Texto
CAM: OSP
2, 227-228
Estudiamos el punto de partida del camino nuevo en la oblación hecha por
amor, el perfeccionamiento de esta vía nueva en la dependencia amorosa;
llegamos a la consumación de esta vía nueva, consumación que es el propio
amor, el amor de un alma totalmente perdida en Dios con el Corazón de
Jesús. La vida escondida en Dios es la inmolación del corazón por
excelencia, es la que perfecciona las disposiciones de la profesión de
inmolación. ¿En qué consiste? Es la comunicación continua o casi continua
con Dios. O se hace desde fuera, como si alguien golpease la puerta, sino
desde dentro, con alguien que está en casa: Esto mihi in domum refugii (Sal
30,3). El Corazón de Jesús, en toda su vida, estuvo siempre perdido en Dios
en una oración continua que consistía en el amor y en la oblación de sí
mismo continuamente repetida. Ni perturbación ni inquietud estaban en su
Corazón. No hacía más que actos continuos de oblación y de amor, no
comunicaba sino habitualmente más que esto: había en Él un estado estable,
inmutable, estaba establecido en Dios. Ningún término expresa mejor esta
idea, era un estado habitual. [...] Para que la vida esté enteramente escondida
en Dios, es preciso que el amor sea desinteresado. El Sagrado Corazón no
procuraba ni su propia gloria, ni sus propios intereses, sino únicamente los de
Dios. Este desinterés entra en nuestra vocación, porque consagramos
nuestros méritos al Sagrado Corazón. Por eso, es necesario que nos
mantengamos en la humildad, en el abandono, y no nos inquietemos por
saber cuál es nuestro grado de santidad; no tener perturbaciones acerca de
nuestras imperfecciones y nuestros defectos; en una palabra, mirar poco para
nosotros mismos, sino mirar primero al Sagrado Corazón para servirlo,
contentarlo y amarlo.
B. El Costado abierto de Jesús
3
Fuente
Texto
CAM: OSP
2, 379-381
Hablando de este misterio adorable, san Juan adquiere un tono solemne que
nos hace percibir toda la importancia: “Ad Jesum autem cum venissent, ut
viderunt eum jam mortuum, non fregerunt ejus crura, sed unus militum
lancea latus ejus aperuit et continuo exivit sanguis et aqua: cuando se
acercaron a Jesús, le vieron muerto, no le rompieron las piernas, pero uno de
los soldados le perforó el corazón con una lanza y manó sangre y agua”.
Vemos aquí dos hechos principales: la apertura del Corazón adorable de
Jesús y la efusión del agua y la sangre. Después, el santo evangelista
exclama: “Et qui vidit, testimonium perhibuit, et verum est testimonium ejus;
et ille scit quia vera dicit, ut et vos credatis: yo sé que digo la verdad, para
que vosotros creáis”.
CST 16.
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¿Por qué, Apóstol santo, no has pedido este acto de fe para otros hechos más
graves que ocurrieron y que forman la base de toda la doctrina de la Iglesia?
¡Ah! Estos hablan por sí mismos y se pide la fe precisamente para las cosas
que sobrepasan la inteligencia humana. La apertura del Corazón de Jesús es
el misterio de los misterios, el fundamento de todos los demás, el misterio
del amor que fue entrevisto por las edades precedentes, pero que se nos
revela totalmente a nosotros. Sí, hagamos un acto de fe y amor; creamos en
la inmensidad del amor que Dios ha tenido por nosotros en el Corazón
Sagrado de Jesús. [...]
I. La apertura del Corazón de Jesús
Los santos Padres han subrayado la expresión de la que se sirve san Juan. Él
no dice que el costado del Salvador fuese golpeado o herido, sino que fue
abierto. Longinos, como dice Catalina Emmerich, fue tomado por un
movimiento profético del que no pudo sino dar cuenta, y su mano dirigida
por los ángeles, dirigió su lanza al costado abierto del Salvador.
Pero ¿qué significa esta apertura? San Bernardo, resumiendo toda la
tradición católica, nos lo dice: “Propheta vulneratum est, ut per vulnus
visibile, vulnus amoris invisibile videamus: Él fue herido para que su herida
visible nos hiciese conocer la herida invisible del amor”.
Para aquel que comprende, para aquel al que el Espíritu Santo ilumina,
vigilanti, como dice san Agustín, es la puerta de la vida que se abre, es el
secreto de Dios que es revelado. El Corazón herido de Jesús significa que es
por amor a nosotros, únicamente por amor, por lo que hizo todo lo que hizo,
por lo que vivió entre nosotros, por lo que murió por nosotros y por lo que
vive aún por nosotros en el cielo y en la santa Eucaristía. La lanza repite a su
manera lo que el Salvador había dicho a Nicodemo: “Sic Deus dilexit
mundum ut Filium suum unigenitum daret: Dios nos amó hasta entregar a su
Hijo único”. Lo hizo propiedad nuestra; todo nos pertenece, sus méritos, sus
misterios, su vida, su muerte, su gracia, su gloria y, sobre todo, su amor.
Porque, repite aún san Juan, aquellos a los que Jesús amó, los amó hasta el
final, es decir, sin fin y sin medida.
He aquí por qué la lanza abrió su Corazón material, para que nos hiciera
conocer la herida de su Corazón espiritual, de su amor que ha sido el obrero
de nuestra salvación y de nuestra Redención. En el momento de la muerte del
Salvador, el velo del Santo de los Santos se desgarró. Significa lo mismo que
el misterio del traspaso de la lanza.
Jesucristo, es el templo de Dios y su Corazón es el Santo de los santos, el
altar del amor donde se actúan todos los misterios y todos los sacrificios. Tal
es el significado primero de la apertura del Corazón adorable de Jesús. Este
misterio supera todos los demás, porque los contiene a todos. ¿Qué sería la
oblación del Salvador, su vida, su inmolación en la cruz, su misma muerte, si
estos misterios augustos no obtuviesen toda su savia de su Corazón?
¿Habrían podido reparar la gloria divina ofendida por el pecado, si Nuestro
Señor hubiese sido un simple reparador de justicia, por más que lo
hubiésemos merecido? ¿Qué gracias hubiésemos recibido? ¿Cuál hubiese
sido el papel de la misericordia si el Sagrado Corazón no se hubiese dirigido
con toda su fuerza a la pobre humanidad por el camino inefable de entregarse
totalmente a nosotros? Es un error acercarse a la reparación solo cuando
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contemplamos tales prodigios. La reparación no hace más que elevar el
obstáculo que el pecado pone entre nosotros y el amor. Pero una vez que este
obstáculo es salvado, el amor va mucho más lejos; abraza el corazón del
hombre, lo inunda de su gracia y lo deifica. Nos hace partícipes de la
naturaleza divina, como dice la santa Escritura.
¡Así es como el Sagrado Corazón nos amó! Tal debe ser el objeto de nuestra
eterna contemplación: Videbunt in quem transfiserunt. ¡Nosotros lo hemos
herido de amor!
C. El Corazón de Jesús
Fuente
Texto
CAM: OSP
2, 355-357
La devoción al divino Corazón de Jesús tiene como objeto directo los
sentimientos, los afectos interiores de nuestro dulce Jesús. Difiere en esto de
la devoción a las cinco llagas y al crucifijo, que se detiene en lo exterior.
Mientras que ella la contiene de una manera más excelente, porque busca en
lo más hondo de su intimidad el mismo fuego del sacrificio, ese amor que
entrega a Jesús a los suplicios y a la muerte por nosotros.
I. Cristo me amó y se entrega por mí a causa de su amor (Epístola a los
Gálatas)
Por amor fue flagelado y coronado de espinas; por amor se dejó clavar en la
cruz y murió. Christus factus est pro nobis obediens usque ad mortem,
mortem autem crucis. Es sobre la cruz como realiza enteramente la oblación
de amor y de inmolación que él hizo al entrar en la vida, pronunciando su
Ecce venio.
Y el amor de este Corazón es tan grande que tantos sufrimientos no lo
agotaron, sino que quiso sufrir más aún por nosotros. In finem dilixet nos.
Este Corazón nos amó hasta la locura, hasta agotarse por nosotros.
Las almas que aman este divino Corazón quedan por así decir en éxtasis ante
tanto amor. No se detienen largamente en los sufrimientos exteriores. Los
adoran, besan las heridas con respeto, pero se pierden en el Corazón, allí
donde la cruz lo alanceó, y exclaman: “Oh amor, oh amor que tanto has
amado, ¿qué pides en precio por tantos sufrimientos? ¡Ah! Que yo te ame un
poco; que yo te dé todo mi corazón, tan pequeño, cuya capacidad de amor es
tan falible; ¿podré yo rehusártelo?”. Y entonces un vivo reconocimiento se
enciende en este pobre pequeño corazón.
II. Amor de compasión
La contemplación de la ingratitud de las almas y particularmente de las
almas escogidas excitó en nosotros el amor de compasión, cuando
compartimos las angustias del Sagrado Corazón en el jardín de los Olivos.
Pero cuando vemos al Salvador llevar su cruz, extender sus brazos sobre ella
y morir por nosotros, hemos entrado en el dulce santuario de su Corazón.
¡Oh! nuestros sentimientos de compasión se acrecientan aún más. Nuestra
alma se embarga de un asombro amoroso, de una admiración indescriptible,
y nosotros exclamamos con Habacuc: Domine, audivi auditionem meam et
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expavi. Señor, estoy allí contemplando tu clave de obra de amor, tu santa
Pasión, tu dulce muerte, y no sé qué más decir; mi alma está embargada, está
encantada, está anonadada, sobre todo cuando te oye decir a la beata
Margarita María: “Para mí no cuenta nada todo lo que he sufrido por los
hombres, si me devolviesen un poco de amor”.
Esta consideración debe dominar a las demás en los amigos del Sagrado
Corazón. Todos los demás sentimientos, todas las demás virtudes no
satisfacen enteramente al Corazón de Jesús. Quiere, pues, evidentemente el
arrepentimiento, la penitencia, la mortificación, pero pide particularmente el
amor de reconocimiento y el amor de compasión. Si las otras virtudes son
piedras preciosas que ornamentan los vestidos de la Iglesia, el amor
entregado al Corazón de Jesús es el rubí que brilla con más brillo.
CAM: OSP
2, 389-390
“Timor non est in caritate: sed perfecta caritas foras mittit timorem: El amor
no conoce el temor, la caridad perfecta aleja el temor. – El temor es penoso;
lo que se teme no es perfecto en el amor. Nosotros amamos a Dios, que nos
amó primero” (Carta de san Juan, cap. 14).
I. La caridad es una amistad del hombre con Dios
Para comprender mejor lo que dice el Apóstol amado, nos hizo recordar el
principio que propuso santo Tomás: la esencia de la caridad consiste en la
amistad íntima que existe entre Dios y el hombre, Caritas est amicitia
hominis ad Deum, amistad que supera lo que un padre siente por su hijo, un
amigo por su amigo, un esposo por su esposa; amistad inefable en la cual no
podría creer, si la Escritura y los santos doctores no nos la atestiguan (II-II, q.
23 ss.)
Antes de llegar más lejos, no omitamos decir que el acto de amor es
puramente interior. Es un aliento del alma hacia Dios, es el beso tierno del
más tierno de los padres al que solo se puede solicitar por el seguro
sobrenatural de su gracia. Porque el hombre no tiene nada en sí mismo que le
pueda merecer esta divina sociedad.
El ejercicio del amor, que exalta tanto santo Tomás, fue fuertemente
despreciado por las tendencias rigoristas de los dos últimos siglos. Supuestos
doctores lo hacen un poco casi imposible por la exigencia imperiosa. Otros,
obedeciendo a una especie de pelagianismo, y alguna vez con una muy buena
intención, ignoran el resto de las enseñanzas del Angélico, no viendo, de
hecho, actos de amor más que en las acciones exteriores. Ellos los restringen
a la pura observancia de los mandamientos y de los deberes, pero no prestan
atención a que el primer mandamiento es totalmente distinto a los otros, y
que para observar la ley divina en todas sus prescripciones, el hombre
necesita un auxilio extraordinario y sobrenatural que solo el amor puede dar.
Es, dice san Alfonso, querer obligar a un ave a volar tras haberle cortado las
alas.
El acto de caridad es un acto de amor humano, tal como lo conocemos de
ordinario, parte de un acto del corazón, pero elevado por la gracia en el orden
sobrenatural, y su objeto es Dios que responde: por eso el auxilio
sobrenatural nos es necesario. Así es verdad que el acto de caridad perfecto
es, a la vez, imposible en la sola naturaleza humana y muy fácil con la
gracia, porque Dios nos da toda la fuerza de su Espíritu.
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II. El intermediario de esta amistad es el Corazón de Jesús
Pero, ¿cómo contrae Dios tal sociedad íntima con nosotros por el amor? Por
el Corazón Sagrado de Jesús, intermediario de esta amistad. Es este divino
Corazón lo que ama en nosotros porque le pertenecemos, y de este Corazón,
el Espíritu Santo viene a nosotros y hace exhalar de nuestra pobre alma
gemidos inefables por los que llamamos a Dios nuestro Padre, según la
expresión familiar que emplea san Pablo: Abbá, Pater.
En definitiva, es el Corazón de Jesús el que ama por nosotros; es a la vez, el
órgano del amor que Dios tiene por nosotros, y el del amor que nosotros
tenemos por Dios; es todo para nosotros y somos todo en él: Per ipsum, cum
ipso et in ipso. Sólo por el Corazón de Jesús se puede establecer entre Dios y
nosotros esta sociedad admirable de las pobres criaturas con su creador, con
Dios que se convierte en nuestro Padre y nuestro amigo. Por el Sagrado
Corazón tratamos filialmente, se puede decir amigablemente, con este gran
Dios tan fuerte y superior a nosotros. ¡Qué verdades tan bellas, tan
admirables, pero tan desconocidas!
Para que esta sociedad sea más íntima, dirijamos de ordinario todos nuestros
actos de amor no a Dios directamente, sino al mismo Sagrado Corazón. La
razón es que Nuestro Señor se ha hecho totalmente nuestro hermano, nuestro
amigo y nuestro esposo, y el temor se escurrirá de nuestros actos de amor si
nos dirigimos directamente a él. De otra manera, este Corazón, que es un
corazón de hombre, es también el Corazón de Dios; consiguientemente, un
acto de amor que va al Sagrado Corazón se dirige a Dios. Por otra parte, el
Sagrado Corazón ofrece a Dios Padre todo lo que le ofrecemos de una
manera infinitamente más digna de la majestad divina.
-
Regla de vida
A. Misterios de la vida de Cristo:
CST 16, 17, 77 y 83
CST
16
Llamados a servir a la Iglesia en la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón
de Jesús, nuestra respuesta supone una vida espiritual: un común acercamiento al
misterio de Cristo, bajo la guía del Espíritu, y una atención especial a todo aquello que,
en la inagotable riqueza de este misterio, corresponde a la experiencia del Padre Dehon y
de nuestros mayores.
17
Como discípulos del Padre Dehon, quisiéramos hacer de la unión a Cristo en su amor al
Padre y a los hombres, el principio y el centro de nuestra vida. Meditamos con
predilección estas palabras del Señor: Permaneced en y mí y en vosotros. Como el
sarmiento no puede dar fruto en sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si
no permanecéis en mí (Jn 15, 4). Fieles a la escucha de la Palabra y al compartir del Pan,
estamos invitados a descubrir cada vez más la Persona de Cristo y el misterio de su
Corazón y a anunciar su amor que excede todo conocimiento. Que Cristo habite por la fe
en vuestros corazones; que el amor sea vuestra raíz y vuestros cimientos; y así, con todo
el pueblo de Dios, lograréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo,
comprendiendo lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano. Así llegaréis a
vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios (Ef 3, 17-19).
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77
Nos ponemos con frecuencia a la escucha de la Palabra de Dios. Contemplamos el amor
de Cristo en los misterios de su vida y en la vida de los hombres; robustecidos por
nuestra adhesión a el, nos unimos a su oblación por la salvación del mundo. Así podemos
recibir el espíritu de sabiduría y de revelación, para descubrir y conocer verdaderamente
a Cristo Señor y la esperanza a que nos llama (Ef 1,17-18).
83
En la adoración, estrechamente unida a la celebración eucarística, meditamos las
riquezas de este misterio de nuestra fe, para que la carne y la sangre de Cristo, alimento
de vida eterna, transformen más profundamente nuestra vida.
B. El Costado abierto de Jesús:
CST 2 y 21
CST
2
Nuestro Instituto tiene su origen en la experiencia de fe del Padre Dehon. Aquella
experiencia que San Pablo expresó así: y mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el
Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí (Ga 2.20). El Costado abierto y el
Corazón traspasado del Salvador son para el Padre Dehon la expresión más evocadora de
un amor cuya presencia activa experimenta en su propia vida.
21
Con San Juan, vemos en el Costado abierto del Crucificado el signo de un amor que, en
la donación total de sí mismo, vuelve a crear al hombre según Dios. Contemplando el
Corazón de Cristo, símbolo privilegiado de este amor, somos consolidados en nuestra
vocación. En efecto, estamos llamados a insertarnos en este movimiento del amor
redentor, dándonos por nuestros hermanos, con Cristo y como Cristo. En esto hemos
conocido el amor; en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar
nuestras vidas por los hermanos (1 Jn 3, 16).
C. El Corazón de Jesús:
CST 2, 3, 4, 7, 19, 21 y 85
CST
2
Nuestro Instituto tiene su origen en la experiencia de fe del Padre Dehon. Aquella
experiencia que San Pablo expresó así: y mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el
Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí (Ga 2.20). El Costado abierto y el
Corazón traspasado del Salvador son para el Padre Dehon la expresión más evocadora de
un amor cuya presencia activa experimenta en su propia vida.
3
Del Corazón de Jesús, abierto en la cruz, nace el hombre de corazón nuevo, animado por
el Espíritu y unido a sus hermanos en la comunidad de amor que es la Iglesia (cf. Etudes
sur le Sacré-Coeur, I, p. 114)
4
Pero ve la causa más profunda de esta miseria humana en el rechazo del amor de Cristo.
Cautivado por este amor no correspondido quiere responder a él con una unión íntima al
Corazón de Cristo, y con la instauración de su Reino en las almas y en la sociedad.
7
Comprometidos así con El, para remediar el pecado y la falta de amor en la Iglesia y en
el mundo, ofrecerán, durante toda su vida, con sus oraciones y trabajos, con sus
sufrimientos y alegrías, El culto de amor y de reparación que su Corazón desea (cf. NQ
XXV,5).
19
Según su designio de amor, forjado antes de la creación del mundo (cf. Ef 1, 3-14), el
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Padre envió a su Hijo: lo entregó a la muerte por nosotros (Rm 8, 22). Resucitándolo, lo
ha constituido Señor, Corazón de la humanidad y del mundo, esperanza de salvación
para cuantos escuchan su voz. El, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer.
Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor
de salvación eterna (Hb 5, 8-9).
21
Contemplando el Corazón de Cristo, símbolo privilegiado de este amor, somos
consolidados en nuestra vocación. En efecto, estamos llamados a insertarnos en este
movimiento del amor redentor, dándonos por nuestros hermanos, con Cristo y como
Cristo. En esto hemos conocido el amor; en que él dio su vida por nosotros. También
nosotros debemos dar nuestras vidas por los hermanos (1 Jn 3, 16).
85
También nos sentimos íntimamente unidos a los santos que vivieron más claramente
nuestra vida de unión con el Corazón de Jesús.
D. Como Cristo, ministros de la reconciliación:
CST 7, 25, 78 y 79
CST
7
El Padre Dehon espera que sus religiosos sean profetas del amor y servidores de la
reconciliación de los hombres y del mundo en Cristo (cf. 2 Cor 5,18). Comprometidos
así con El, para remediar el pecado y la falta de amor en la Iglesia y en el mundo,
ofrecerán, durante toda su vida, con sus oraciones y trabajos, con sus sufrimientos y
alegrías, El culto de amor y de reparación que su Corazón desea (cf. NQ XXV,5).
25
Nuestro amor, que nos hace participar en la obra de la reconciliación, que anima todo lo
que somos, todo lo que hacemos y sufrimos por servir al Evangelio, sana a la humanidad,
la reúne como Cuerpo de Cristo, y la consagra para la Gloria y el Gozo de Dios.
78
Acogiendo el Espíritu que ruega en nosotros y viene en ayuda de nuestra debilidad (cf.
Rm 8, 26ss.) queremos alabar y adorar, en el Hijo, al Padre que cada día realiza entre
nosotros su obra de salvación y nos confía el ministerio de la reconciliación (cf. 2 Co
5,18)
79
De acuerdo con la llamada permanente del Señor a la conversión, estaremos atentos a
discernir el pecado en nuestra vida; y seremos solícitos en la celebración frecuente de su
perdón en el sacramento de la reconciliación.
E. Como Cristo, profetas del amor:
CST
2, 3, 4, 7, 9, 14, 17, 18, 20, 23, 25, 28,
29, 35, 40, 41, 43, 46, 53, 63, 79, 81, 84 y 95
CST
2
El Costado abierto y el Corazón traspasado del Salvador son para el Padre Dehon la
expresión más evocadora de un amor cuya presencia activa experimenta en su propia
vida.
3
En este amor de Cristo, que acepta la muerte como entrega final de su vida por los
hombres y como obediencia filial al Padre, el Padre Dehon ve la fuente misma de la
salvación.
4
Ve la causa más profunda de esta miseria humana en el rechazo del amor de Cristo.
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Cautivado por este amor no correspondido quiere responder a él con una unión íntima al
Corazón de Cristo, y con la instauración de su Reino en las almas y en la sociedad.
7
El Padre Dehon espera que sus religiosos sean profetas del amor y servidores de la
reconciliación de los hombres y del mundo en Cristo (cf. 2 Cor 5,18). Comprometidos
así con El, para remediar el pecado y la falta de amor en la Iglesia y en el mundo,
ofrecerán, durante toda su vida, con sus oraciones y trabajos, con sus sufrimientos y
alegrías, El culto de amor y de reparación que su Corazón desea (cf. NQ XXV,5).
9
En la Iglesia, hemos sido iniciados en la Buena Noticia de Jesucristo: Nosotros hemos
conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él (1 Jn 4, 16). Con todos
nuestros hermanos cristianos, confesamos, por el Espíritu, que Cristo es Señor, en quien
el Padre nos ha manifestado su amor, y que está presente en nuestro mundo para salvarlo.
14
Hacemos profesión de tender a la caridad perfecta, consagrándonos enteramente al amor
de Dios y al de nuestros hermanos.
17
Como discípulos del Padre Dehon, quisiéramos hacer de la unión a Cristo en su amor al
Padre y a los hombres, el principio y el centro de nuestra vida. […] Fieles a la escucha de
la Palabra y al compartir del Pan, estamos invitados a descubrir cada vez más la Persona
de Cristo y el misterio de su Corazón y a anunciar su amor que excede todo
conocimiento (cf. Ef 3, 17-19).
18
Vivimos nuestra unión a Cristo con nuestra disponibilidad y nuestro amor a todos,
especialmente a los humildes y a los que sufren. En efecto, ¿cómo comprender el amor
que Cristo nos tiene, si no es amando como él, en obras y de verdad? En este amor de
Cristo, encontramos la certeza de que la fraternidad humana podrá ser alcanzada y
obtenemos la fuerza para trabajar en su implantación.
20
Cristo realizó esta salvación suscitando en los corazones el amor al Padre y entre
nosotros: amor regenerador, manantial del crecimiento de las personas y de las
comunidades humanas, que encontrará su plena manifestación cuando todo sea
recapitulado en Cristo.
23
Nosotros entendemos la reparación como la acogida del Espíritu (cf. 1 Ts 4, 8), como
una respuesta al amor de Cristo a nosotros, una comunión con su amor al Padre y una
cooperación a su obra redentora en medio del mundo.
25
Nuestro amor, que nos hace participar en la obra de la reconciliación, que anima todo lo
que somos, todo lo que hacemos y sufrimos por servir al Evangelio, sana a la humanidad,
la reúne como Cuerpo de Cristo, y la consagra para la Gloria y el Gozo de Dios.
28
Ávidos de la intimidad del Señor, buscamos los signos de su presencia en la vida de los
hombres, donde actúa su amor salvador.
29
Sensibles a cuanto en el mundo actual pone obstáculos al amor del Señor, testificamos
que el esfuerzo humano, para llegar a la plenitud del Reino, necesita ser constantemente
purificado y transfigurado por la Cruz y la Resurrección de Cristo.
35
La vida de oblación, suscitada en nuestros corazones por el amor gratuito del Señor, nos
configura con la oblación de Aquel que, por amor, se entregó totalmente al Padre y
totalmente a los hombres.
40
Para expresar y realizar nuestra completa consagración a Dios, y para unir toda nuestra
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Page 39
vida a la oblación de Cristo, profesamos los consejos evangélicos por los votos de
celibato consagrado, de pobreza y obediencia (cf. LG 44, PC 1), que nos liberan para el
verdadero amor según el espíritu de las Bienaventuranzas (cf. LG 31).
41
Por el voto del celibato consagrado, don de Dios para los que lo comprenden (Mt 19, 11),
nos obligamos ante Dios a vivir la castidad perfecta en el celibato por el Reino y a seguir
a Cristo en su amor a Dios y a sus hermanos, y en su modo de estar presente entre los
hombres.
43
Siguiendo al Padre Dehon, tenemos la misión de testimoniar el amor de Cristo, en un
mundo empeñado en la búsqueda de una difícil unidad y de nuevas relaciones entre las
personas y los grupos.
46
El compartir nuestros bienes en el amor fraterno nos permite verificar que, en y con la
Iglesia, somos signo entre nuestros hermanos.
53
Jesús se sometió por amor a la voluntad del Padre: disponibilidad particularmente patente
en su atención y su apertura a las necesidades y aspiraciones de los hombres.
63
Nos dejamos penetrar por el amor de Cristo, y escuchamos su oración “Sint Unum”; nos
esforzamos en hacer de nuestras comunidades auténticos hogares de vida evangélica, en
particular por la acogida, la comunicación de bienes y la hospitalidad, pero respetando
siempre los lugares reservados a la comunidad.
79
Así como Jesús se complacía en conversar con el Padre, nosotros nos reservamos
tiempos de silencio y de soledad, para dejarnos renovar en la intimidad con Cristo y para
unirnos a su amor a los hombres.
81
Testamento del amor de Cristo que se entrega para que la Iglesia se realice en la unidad y
anuncie así la esperanza para el mundo, la Eucaristía repercute en todo lo que somos y en
todo lo que vivimos.
84
El culto eucarístico nos hace estar atentos al amor y a la fidelidad del Señor en su
presencia en nuestro mundo.
95
El Sint Unum (Jn 17, 11), puesto de relieve por el Padre Fundador, exige del candidato,
mediante una educación en el amor verdadero, la liberación progresiva del egoísmo, que
es el rechazo del amor de Dios y de la fraternidad. Esta primacía del amor reclama una
conversión permanente, y debe llevar al candidato a la disponibilidad para el servicio de
Dios y de sus hermanos, sobre todo de los más pobres y de los más débiles, en el espíritu
del Ecce venio.
-
Capítulos generales y Cartas de los PP. Generales
A. Misterios de la vida de Cristo
Fuente
Texto
XV Capítulo
General, DOC
VII, n. 83, 99
La vida histórica de Cristo a través de los diferentes misterios que la
componen se convierte así para el Sacerdote del Sagrado Corazón en lugar
de su reencuentro con Dios. He aquí por qué el Padre Fundador ha insistido
tanto en la meditación de los misterios de Cristo (Recordatio Mysteriorum),
vivido no tanto como un ejercicio espiritual sino como una configuración al
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amor de Cristo: “saber descubrir siempre –escribe– el amor de Nuestro
Señor bajo la corteza de sus misterios” (Coronas de Amor II, 10), y
especialmente en el de la pasión que permanece como “la clave de su
Amor” (Vida de Amor VII, 1). Este misterio, el Padre Dehon lo encuentra y
lo ve en la Eucaristía, que será siempre para él el signo y el lugar
privilegiados de una comunión personal en el misterio de la caridad divina,
revelada y comunidad en el misterio pascual de Cristo.
XV Capítulo
General, DOC
VII, n. 137,
122
Sin querer darnos un método de oración, el Padre Dehon nos dice cómo su
oración fue sobretodo contemplación de los misterios de la vida de Cristo y
comunión en el amor que es la fuente de todos los misterios. Lo que él
busca siempre es la unión a Jesús, la unión a sus disposiciones: “Aquel
bello tema de oración y de contemplación se une a las disposiciones, a los
actos de virtud, a los deseos, a las oraciones del Corazón de Jesús…” (Vida
interior, principios, Paris 1919, 266). Él acoge y se entrega. “Es el único
camino por el que puedo andar solidamente”, nos dice: - “las otras
direcciones pueden convencer mi espíritu, pero ellas no me seducen tan
fuertemente. Es mi camino, es mi vocación” (Extr., 163: 1905). Para
realizar esta unión de una manera habitual, el Padre Dehon seguía el
atractivo de su gracia, amaba regresar, durante el día, a los misterios
principales de la vida de Jesús. No fue para él otra cosa que un ejercicio
pasajero. Si queremos reencontrar esta comunión en los misterios de Cristo
de una manera vial y comprometedora, nos hace vivir con una atención
sostenida el desarrollo del año litúrgico y encontrar en la oración de la
Iglesia la invitación a unirnos a los misterios de la vida del Salvador. Será
deseable en otro lugar usar la posibilidad de inserir en el oficio una lectura
escogida, evocando tal o cual misterio (Instrucción “Tres abhinc annos”,
21)
XV Capítulo
General, DOC
VII, n. 159160, 131-132
Entre las tradiciones que nos dejó el P. fundador, hay una que le fue
particularmente querida, la práctica de la Hora Santa, cada jueves. La
Iglesia nos invita a reflejar en esta tradición como en toda sana tradición (cf.
SC 13 en la adaptación en la renovación litúrgica y teniendo en cuenta las
exigencia del servicio apostólico. O es cierto que para el P. Fundador lo
esencial de este ejercicio fue meditar el misterio de la Pasión y de la Muerte
del Señor, a fin de unirse y vivir. Nuestra fidelidad a la motivación
espiritual de la Hora Santa en una adaptación a la vida litúrgica nos
permite ampliar la comprensión de este ejercicio como una meditación y
una celebración de los misterios del Señor a la luz de su oblación
redentora. Por otra parte la simplificación de los tiempos de oración en la
Iglesia nos da el ejemplo que nos autoriza a reducir el tiempo de esta
meditación sobre los misterios. En consecuencia, el Capítulo pide a los
nuestros especificar su adoración del jueves según lo que sigue. En la
medida de lo posible, se organizará en comunidad una celebración de los
Misterios del Señor a la luz de su amor que se manifiesta sobretodo en el
Sacrificio redentor, a fin de introducir en nuestra vida el espíritu que nos es
propio. Este tiempo de meditación y de oraciones comunitarias se
prolongará durante la cuaresma y la vigilia del primer viernes de cada mes.
En efecto, en todo misterio de Cristo, hay un don y una llamada. Nuestra
adoración debe siempre ser acogida del Reino en ofrenda de nosotros
mismos por el que viene. Así nuestra vida de adoración en una comunión
con los misterios de Cristo, nos hace tomar conciencia de que el reino de
Dios trasciende toda comprensión y toda demarcación humana. Es Dios
solo quien asegura el crecimiento del reino. Así toda acción apostólica es
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mediadora de la vida totalmente gratuita de Dios: supone y expresa nuestra
contemplación: se cumple en verdad en un espíritu de adoración. “La vida
se manifestó, la hemos visto y damos testimonio… En cuanto a nuestra
comunión, es con el Padre y con su Hijo Jesucristo” (1Jn 1,2-3). En la
Eucaristía nuestro apostolado debe encontrar su luz y su vida; es hacia la
Eucaristía que nuestro apostolado debe tender (PO 5) y es así que está
edificada la Iglesia en la plenitud del Cuerpo de Cristo (Nota 12).
A.
BOURGEOIS,
Carta Vistas
las respuestas
y las
reacciones, 3
de mayo de
1968
Por esto, el amor de Jesucristo Salvador, debe residir en el corazón de
nuestro pensamiento, en el centro de nuestro corazón; en Cristo, cuya
presencia discernimos al igual que su amor obrando en nuestros hermanos;
de Cristo que nos enseña a mirarle y a servirle, a reconocerlo en los
misterios de su vida, en su Eucaristía y en la misma vida de la Iglesia; de
Cristo en el que creemos en el amor de Dios para testimoniar lo que hemos
creído. El “Corazón de Jesús” no nos dice ni nos enseña otra cosa. ¿Está
esto ya tan pasado de moda, o es inútil hoy día? Está permitido pensar que,
dejando aparte la elocuencia y la literatura, es más necesario que nunca para
nuestras vidas de sacerdotes, de religiosos, de cristianos, y que en el
desarrollo, que es de grandes sectores de la Iglesia y del mundo, este
testimonio, no de palabras sino por medio de la vida, tiene aún alguna
importancia. Esta era una de las grandes preocupaciones del P. Dehon:
guardar y volver a poner en su vida, en la nuestra, en la de los cristianos su
centro de gravedad que es Cristo, con un amor que no se satisface con
palabras sino con todo el corazón y toda la vida.
V.
Bressanelli,
Carta ¡Paz,
Ya veis, hermanos y hermanas, con cuántos personajes nos encontramos en
este tiempo de Navidad: de condición social diversa, cada uno con su
vocación particular, con su propia percepción del misterio de Dios, pero
todos unidos por la persona de Cristo. En esta variedad, vemos representada
nuestra Familia Dehoniana: cada uno con su vocación (religiosa, sacerdotal,
laical) y su historia personal, en situaciones ministeriales o profesionales
muy diferenciadas, pero todos unidos por Cristo, en su misterio de amor y
de oblación al Padre; todos unidos por el carisma del padre Dehon, por su
espiritualidad. Nosotros, Dehonianos, reconocemos en el nacimiento de
Jesús al niño que nos ha dado por el amor del Padre. En la presentación en
el Templo, nuestra oblación reparadora nos asocia a la oblación de Jesús, de
María y de José. En toda la vida de Jesús, somos los contemplativos de su
amor: en el signo de un corazón manso y humilde, de un buen Samaritano y
del buen Pastor y en el signo de su costado abierto. Movidos por tanto
amor, somos estimulados a llegar a ser los “profetas del amor y los
servidores de la reconciliación de los hombres y del mundo en Cristo” (CST
7). Estas son las actitudes espirituales que hacen de nosotros la Familia
Dehoniana y configuran nuestra misión en la Iglesia.
esperanza y
gozo!, 21 de
noviembre de
1996
B. El Costado abierto de Jesús
Fuente
Texto
A.
BOURGEOIS,
Discurso El
Capítulo ve
A lo largo de todo este camino, en la encrucijada de todos ellos, es Cristo
quién nos señala el camino. Creo al menos que El ha sido su luz y que es
precisamente su amor el que nos ha ayudado a salvar los obstáculos y a no
sucumbir. Si permanecéis conmigo... hacía Dios decir a su pueblo por el
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Page 42
con agrado:
clausura del
XV Capítulo
General, l de
julio de 1967
Profeta; yo creo que son las mismas palabras las que nos ha dirigido Cristo,
invitándonos a la contemplación do su costado abierto para penetrar hasta
su corazón.
V. Bressanelli,
Carta
Acercándose
la celebración,
13 de mayo de
1992
Sinceramente, nuestra solicitud por la Congregación no es sólo que aumente
en número, sino sobre todo que cada uno de los hermanos viendo y
atestiguando el misterio del Costado Abierto, realice en plenitud su vida -la
única que posee- en la perspectiva del Reino y de la Evangelización.
V.Bressanelli,
Carta La fiesta
del Corazón
de Jesús es un
momento de
gracia, 25 de
abril de 1994
El Corazón de Jesús: con este título o símbolo eclesial queremos expresar el
acontecimiento salvífico del Costado abierto y del Corazón traspasado de
Jesús en la Cruz, acontecimiento que nos abre un camino de espiritualidad y
una perspectiva, un modo especial y original de entender el misterio de
Cristo y nuestro puesto dentro de la misión de la Iglesia. Así vivió el
misterio de Cristo nuestro Fundador; así lo han vivido tantos de nuestros
hermanos que nos han precedido; y hoy lo viven tantos dehonianos, no
obstante las diferencias de edad, de cultura, a menudo incluso de
concepciones eclesiológicas diversas, pero en comunión entre ellos bajo
este don esencial. [..] El Salvador del Costado abierto y del Corazón
traspasado es la más alta manifestación del amor de Cristo, para con el
Padre y para con nosotros. Es la imagen humana más verídica de Dios
Amor infinito (amor/caridad, donación total). Pero es también una
anticipación profética de lo que debe ser o llegar a ser cualquier discípulo y
toda la Iglesia entera en el seguimiento de su Señor: una comunidad de
corazón abierto, “entregada” toda por la vida del mundo. El es también
“manantial”, “signo eficaz” de la realización de este amor en nuestra
historia y en nuestra vida, si nos dejamos animar y guiar siempre por su
Espíritu.
C. El Corazón de Jesús
Fuente
Texto
V.Bressanelli,
Carta La fiesta
del Corazón
de Jesús es un
momento de
gracia, 25 de
abril de 1994
Una vez más me he convencido del significado y de la importancia que
tiene el Corazón de Jesús en nuestra vida concreta. El P. Dehon lo veía
como un sol radiante, cuyos radios iluminan cada cosa a la luz del amor.
Para él honrar al Corazón de Jesús era “creer en el amor y creer con amor”
(V. I. ex. 97). “El Corazón de Jesús, escribe en Etudes, es todo el
Evangelio. En el Evangelio no se debe buscar más que su amor” (cf. O.
Spir. V, pp. 447 y 607): ¡el corazón lleno de amor, las manos colmadas de
dones! Esta es “su gracia”: El Corazón de Jesús. Este es el “tesoro precioso”
que nos ha confiado como “su herencia”.
V.Bressanelli,
Carta Tener un
corazón
semejante al
suyo, 20 de
1. El Corazón de Jesús: modelo ideal - P. Dehon: modelo histórico
La formación, para nosotros dehonianos, es un itinerario pedagógico de
vida que se deriva de la configuración de nuestro corazón y de todo nuestro
ser y actuar con el Corazón de Jesús. Y esto a partir de la experiencia de fe
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mayo de 1995
del Fundador.
“Tener un corazón semejante al suyo” es nuestra gracia y misión. Debemos
ver la formación dentro de esta perspectiva global, que le confiere ya un
modo de obrar. En la profunda humildad que lo caracteriza y más todavía
en un reconocimiento que crece con el correr de los años, el Padre Dehon
vive y expresa esta viva convicción: el Corazón de Jesús es el único y
verdadero ‘Fundador’” (cf. CFL II: STD 10, 63-66). Podemos añadir con
toda verdad: él es nuestro “formador”.
Jesús, en la riqueza inagotable de su corazón, es el camino nuevo del amor
que conduce hasta el don total de sí mismo (cf. OSP II, 227). El es el
Modelo por excelencia, el único Maestro. Desde el principio al fin de su
vida, nuestro Fundador contempla a Jesús en su Corazón en cada una de las
páginas del Evangelio, en el don total de su vida, que él completa
plenamente sobre la Cruz gloriosa. Su Corazón traspasado es “el misterio
de los misterios, el fundamento de todos los otros, el misterio del amor”
(OSP II, 379). En una contemplación más espontánea y conmovedora, el
Padre Dehon nos conduce al Corazón de Jesús en la acción cotidiana de
amor: su obediencia filial, su solidaridad, su infinita compasión por los
pobres y los oprimidos, su ternura y misericordia para con los pecadores, la
fuerza y la fidelidad de su amistad para con los que ha elegido.
Verdaderamente, este “modo de acercarse al misterio de Cristo” es la gracia
que hemos recibido por la mediación del Fundador. Para nosotros, llamados
a vivir sobre sus huellas, llega a ser “algo normal” (Cf. CST 16): acogemos
en Jesús el amor de Dios Trino; experimentamos el amor en su “santa
humanidad”, en cada “misterio”, palabra y gesto. Para “conocer bien a Jesús
se debe estudiar su Corazón y las maravillas de su amor” (OSP IV, 155). El
Corazón de Jesús es el modelo es el modelo según el cual es necesario
dejarse formar para “tener en nosotros los mismos sentimientos de él” (Flp
2,5).
La rica personalidad del Padre Dehon, con su carga humana, teológica,
espiritual y con su pasión en el servicio de la Iglesia en el mundo, debe
inspirarnos una acción educativa concreta, de tal forma que garantice
personas identificadas dehonianamente, felices y realizadas en su vida
consagrada, comprometidas muy estrechamente con la misión de la Iglesia,
optimistas y serenas en el acoger el desafío del mundo actual.
Ver al Fundador como un modelo histórico para “tener un corazón
semejante al Corazón de Jesús” nos hace descubrir el itinerario formativo
concreto a seguir, caracterizado por la “cordialidad”, la disponibilidad,
misericordia y solidaridad, con todo lo que esto comporta en la vida fraterna
en comunidad, en la comunión eclesial y en el compromiso con el mundo.
La RFG, que ahora entra en vigor, insiste en la fidelidad a la intuición
originaria del Fundador según la cual la formación debe promover: “C’est
dans 1’exprérience de foi du Pére Dehon que toute formation proprement
dehonienne truve son origine. Para cette voie..., nous pouvons á notre tour
entrer dans le mysterére du Coté transperceé et en recevoir les orientations
pratiques de notre vie communautaire apostolique” (1,3; cf. cap. 1).
“Tener un Corazón semejante al suyo”, como lo tuvo el Padre Dehon, es
una exigencia para todos nosotros, Sacerdotes del Corazón de Jesús, y para
toda la entera familia dehoniana.
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V.Bressanelli,
Carta
14.02.2002 Año
Dehoniano 28.06.2003, 14
de febrero de
2002
El Corazón de Jesús es el Verbo encarnado, rostro visible de la interioridad
misma de Dios y de sus sentimientos de amor gratuito hacia la humanidad.
En su oblación suprema, herido y abierto en la cruz, genera el hombre de
corazón nuevo y una nueva comunidad de hermanos. […] La experiencia de
Dios y la vida de fe han marcado la existencia del P. Dehon, que ha querido
infundirlas también en la Congregación. Nosotros, participando de su
carisma y de su proyecto de vida evangélica, debemos modelarnos sobre le
modelo ideal y absoluto que es el Corazón de Jesús y sobre el mismo P.
Dehon, que es nuestro modelo histórico. En el centro está el misterio del
Corazón de Jesús, signo del amor trinitario y encarnado de Dios, que nos
abre los horizontes de la disponibilidad filial hacia el Padre y de la
solidaridad humana, configurándonos con Cristo y asociándonos a su obra
de redención en la doble dimensión, la mística y la apostólica.
J. Ornelas
Carvalho,
Carta Un
Corazón para
la Misión, 13
de mayo de
2006
1. En la escuela del Corazón de Cristo
Renovar nuestra vida y nuestra misión a partir de nuestra espiritualidad,
como pretendió el XXI Capítulo General, significa volver a examinar la
corriente espiritual que, durante siglos, ha animado la Iglesia, centrada en el
icono del Corazón de Jesús como revelación humana del amor de Dios.
Característica de esta herencia espiritual que el P. Dehon ha dejado al
instituto es el encuentro entre la contemplación mística del Corazón de
Cristo, según las corrientes espirituales de su tiempo, y la sensibilidad a los
graves problemas sociales del principio de la era industrial, que lo llevaron
al compromiso en la transformación de la sociedad. La simbología o
iconografía del Corazón constituye el punto de unión de su vida y misión,
sea desde el punto de vista de la contemplación de Dios y su acción
salvadora, sea desde el compromiso en la transformación social.
Entender, vivir y repetir hoy esta intuición espiritual impone una
reconexión con los manantiales bíblicos y teológicos que le han dado
origen, de modo que se la pueda integrar, de modo fecundo, en la reflexión
y en la vida de la Iglesia. Sin ninguna pretensión de agotar el argumento,
presentamos para vuestra reflexión, oración y búsqueda, algunos puntos que
nos parecen importantes en esta renovación, teniendo como punto de
referencia nuestra misión.
La espiritualidad del Corazón de Jesús puede entenderse a partir de tres
dimensiones fundamentales: una visión integral del hombre (antropología)
y del misterio de Dios (teología), de donde mana el compromiso en la
construcción del mundo a partir del Evangelio.
1.1. El corazón o la visión integral del hombre (antropología). Esta visión
integral del misterio cristiano tiene que partir de la antropología bíblica,
donde el corazón representa la centralidad y la integridad de la persona, en
contraposición a la superficialidad y a la fragmentación; su interioridad y
verdad, que evitan visiones reductoras e instrumentalizaciones; su
responsabilidad y dignidad, en contraste con la enajenación, la explotación
y la injusticia.
En efecto, en la Biblia, el corazón, más que de la esfera afectiva, es símbolo
e icono de la verdad y el pensamiento propio de cada persona, siempre, de
algún modo, escondidos y que sólo Dios, el Creador, conoce íntimamente
(cf. Sal 7,10; 26,2; 139). Por esto, el corazón también representa la
posibilidad de trascendencia y diálogo; santuario donde Dios le habla al
hombre (Os 2,16…) y a partir del cual el hombre se puede abrir a la escucha
y a la alabanza de su Creador (Sal 9,2…). Por otra parte, el corazón también
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puede expresar el cierre a Dios (Sal 10,3…), el manantial del mal que puede
destruir el proyecto de Dios y la humanidad (cf. Gen 6,5). Por esto, la salida
de esta situación de falta de salvación se basa en el regalo de un corazón
nuevo, habitado por el Espíritu de Dios y capaz de entender y obrar según
nuevos criterios (cf. Ez 36,26s). Para éste, el regalo de un corazón sabio,
íntegro, verdadero, abierto a Dios y leal en la relación con los otros
constituye el objeto de la aspiración, educación y oración de la literatura
sapiencial (cf. Sal 90,12).
La antropología bíblica se abre a nuevos horizontes a partir de la
encarnación. Jesús, nuevo Adán, (cf. Rm 5,12ss) realiza la profecía de
Ezequiel del Corazón Nuevo habitado por la plenitud del Espíritu de Dios.
Él es el hombre nuevo, del Corazón plenamente abierto a la escucha del
Padre, para hacer su voluntad, y plenamente solidario con los hombres, de
los que se ha hecho hermano, para llevarles la vida en plenitud.
El "ecce venio" (Hb 10,5-7) y el Corazón traspasado (cf. Jn 19,31-37),
principio y al final de su existencia terrenal, son la revelación más
transparente de este proyecto de hombre nuevo, fiel a Dios y solidario con
los hombres, hasta dar la vida por ellos, en contraposición con el primer
Adán, que rechaza el plan de Dios y se convierte en asesino de su hermano.
En su vida y en su muerte redentora no tenemos solo un ejemplo a seguir,
sino también la posibilidad de configurarnos con su persona por medio del
don de la vida y el Espíritu que brotan de su costado traspasado.
1.2. El Corazón de Cristo, revelación del Padre. Por medio de este Hombre
Nuevo también tenemos acceso al rostro de Dios; la antropología del nuevo
Adán se abre así a la teología. El primer Adán ya estuvo bajo la mano
protectora y educadora de su Creador. Pero ahora, a través del Corazón de
Cristo -es decir, su interioridad, el misterio de su persona como Hijo del
hombre e Hijo de Dios- podemos entrever el misterio del mismo Dios, en la
medida en que se revela en su Hijo. El Corazón de Jesús se convierte en
camino hacia el Padre suyo y Padre nuestro. Y el centro (corazón) de lo que
descubrimos recorriendo este camino es que Dios es amor (cf. 1Jn 4,6-21).
A la luz de todo esto redescubrimos que la persona de Jesús, desde su
venida al mundo hasta el retorno al Padre, es manifestación del amor de
Dios a la humanidad. Sus gestos y sus actitudes hacia los enfermos y los
oprimidos, los amigos o los adversarios, su palabra, su esperanza y su
mensaje son manifestación del Corazón de Dios y su modo de ver y tratar a
los hombres. El Corazón de Cristo se vuelve así puerta y camino para el
Corazón de Dios, sea como revelación del Padre, sea como posibilidad de
comunión con Él, a través del Espíritu.
1.3. Actuar a partir del Corazón. Característica de este Hombre Nuevo,
revelación del Corazón de Dios, es la solidaridad con los hombres,
compartiendo su misma naturaleza y tomando sobre sí sus fragilidades y sus
dolores (cf. Jn 1,2.14; Flp 2,6-8). La comunión con Dios, en lugar de
alejarlo de los pecadores, de los enfermos y de los oprimidos, lo vuelve
solidariamente presente para compartir su condición de debilidad, pero
también para hacerles partícipes de su Espíritu, abriendo así, en esta
humanidad, un camino de esperanza y vida (cf. Hb 4,14-16; 5,5-10; 10,512).
Como sucede con Jesús, también en nosotros el regalo de su Espíritu
engendra no solamente un corazón abierto y capaz de comunión con Dios,
sino también un corazón solidario con los hombres, capaz de tomar sobre sí
sus esperanzas y sus dolores y de colaborar activamente en la construcción
de una humanidad nueva. De este modo, su Corazón, es decir, su modo de
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pensar y de actuar, es modelo y camino del corazón humano para la
construcción de la nueva humanidad. Para esto, en el texto de Mateo,
después de presentarse como el que levanta al hombre de su debilidad,
Jesús también invita a aprender de Él a plasmar el corazón de acuerdo con
el suyo en el espíritu de las bienaventuranzas: "Venid a mí todos los que
estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi
yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mt 11,28s).
D. Como Cristo, profetas del amor y ministros de la reconciliación
Fuente
Texto
A. Panteghini,
Carta Ya hace
un año, 10 de
mayo de 1980
6. “PROFETAS DEL AMOR (CST 7)
V.Bressanelli,
Carta
¡Paz,
esperanza
y
gozo!, 21 de
Noviembre
1996
En la actualidad hay una gran necesidad de nuestro servicio de amor y de
reconciliación. Los recientes acontecimientos de las guerras tribales, el
fenómeno de los prófugos, los desórdenes en África y, en general, la
situación del Tercer Mundo, donde tantos viven por debajo del umbral de la
dignidad humana, afectan de cerca no sólo a los dehonianos residentes en
aquellas tierras, sino a todos nosotros. Y también en el mismo Occidente
somos llamados a dar testimonio del Enmanuel y de su amor en una
sociedad secularizada, que inconscientemente tiene sed de Dios y recorre
tantos caminos buscando su rostro; somos llamados a trabajar por la
reconciliación en países en que se dan las divisiones económicas, étnicas,
raciales y religiosas.
V.Bressanelli,
Carta El don
de un corazón
fraterno, 20 de
mayo de 2007
Nuestra vocación carismática, como dehonianos, nos tiene que llevar a una
especial sensibilidad y a una atención constante y generosa en la
construcción de la comunión fraterna. Si no hay armonía entre nosotros,
hasta el punto que haya hermanos que no se hablen y no sean capaces de
colaborar, si nuestras comunidades no están reconciliadas, ¿cómo podemos
pretender ser “profetas del amor y testigos de la reconciliación” (Cst 7)?
Pero, aceptando la invitación de Aquel que nos llama a aprender de Él, que
es manso y humilde de Corazón (Mt 11, 29), es importante dejarnos
modelar cotidianamente por Su Espíritu, que nos vuelve capaces de acoger
a los hermanos y de comprometernos con ellos en la búsqueda y en la
realización de la comunión, a partir de la comunidad en la que
vivimos. Creer cuando todo va bien no es difícil. Mantener la esperanza y
ofrecer amor y reconciliación en medio de la discordia y del odio es un
fruto del Espíritu. Es Él quien nos hace realmente profetas del amor y
¿Qué tenemos que decir y hacer?
Muy modestamente, confiando en el Espíritu que nos ha puesto en esta
Congregación, debemos ser profetas del amor” de Dios en Jesucristo,
“servidores de la reconciliación de los hombres y del mundo” (Cst 7) en
este amor redentor.
Por todo lo que somos, por todo lo que hacemos, por todo lo que enseñamos
y vivimos en situaciones tan diversas, quisiéramos ser los humildes
testimonios de esta afirmación, la más vital y la más necesaria en nuestro
mundo: “Dios nos ama con un Amor que salva, que hace vivir, y este Amor
es Jesús, el Hijo predilecto, el Señor viviente, el Corazón de la humanidad
reconciliada”.
- Subsidi per la Formazione Dehoniana -
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servidores de la reconciliación, a partir de nuestras comunidades. No
podemos limitarnos a proferir palabras dulces porque hemos comido la miel
o a destilar amargura porque nos hemos tenido que beber el vinagre. Somos
hijos del Espíritu y gracias a eso tenemos la capacidad de invertir la cadena
de la revancha y el automatismo de la destrucción. El compromiso y la
esperanza nos hacen construir o reconstruir la comunión cada vez que es
necesario. Ésta es nuestra oblación y nuestra reparación a nivel de la
comunidad. Así la vida fraterna se convierte en señal de la presencia del
Señor y de esperanza para la construcción de un mundo nuevo.
V. Bressanelli,
Carta Testigos
y servidores de
la
reconciliación,
1 de junio de
1999
-
La reconciliación de la humanidad ya ha sido realizada por Cristo; pero a lo
largo de la historia es completada con nuestra participación (cf Col 1,24).
Esto sucede mediante el ministerio de la reconciliación, que nos ha
encargado el mismo Señor (cf 2 Cor 5,18-20), que ha confiado plenamente
en nosotros y ha sido gratuitamente misericordioso con nosotros (cf 1 Tim
1,12-14).
Ratio formationis generalis
A. El costado abierto de Jesús
Fuente
Texto
RFG 1.3
Es en la experiencia de fe del Padre Dehon donde toda la formación
propiamente dehoniana encuentra su origen. Por este camino de experiencia
personal de fe, nosotros podemos, a nuestra vez, entrar en el misterio del
Costado atravesado y recibir las orientaciones prácticas de nuestra vida
comunitaria apostólica.
RFG 3.1.c
Debemos estudiar de forma especial los fundamentos bíblicos del culto del
Sagrado Corazón; la tradición patrística que atañe al costado abierto; la
tradición mística y el ulterior desarrollo de la devoción al Sagrado Corazón,
de forma especial en el P. Dehon.
B. El Corazón de Jesús
Fuente
RFG 1.1
Texto
La preocupación por la formación en la Congregación no es de hoy. El
mismo P. Dehon, al comenzar su noviciado e incluso antes, se puso a la
escucha del Espíritu para ser formado según las disposiciones establecidas
por la Iglesia. Puso todo el cuidado para formar con su ejemplo de vida, sus
palabras y escritos, a los compañeros que el Corazón de Jesús le enviaba
para la fundación de la Obra. El sigue siendo para nosotros “el Buen Padre”
quien, por el valor de su vida y su personalidad, ha dado testimonio del
amor del Corazón de Jesús y propuesto una forma de responder a ese amor
“por la instauración de su Reino en las almas y en la sociedad”. Es un
excelente modelo a seguir para nuestra propia formación. Con él también,
- Subsidi per la Formazione Dehoniana -
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otros cohermanos se han consagrado a este ministerio considerado vital y
prioritario para el porvenir de la Obra. Para nosotros, el contenido de la
formación SCJ implica una aceptación personal y comunitaria de las
propuestas de la Regla de Vida, sobre todo de las Cst 16-18, en lo que atañe
al testimonio de que hay que llevar por el mundo el amor del Corazón de
Jesús y la unión de toda nuestra vida a su oblación reparadora al Padre por
los hombres.
RFG 1.2.a
León Dehon vivió su experiencia de fe con relación al Corazón de Jesús y la
respuesta de amor que tal relación implica. Esta fuente de inspiración debe
ser hoy reinterpretada por nosotros: “tendremos por lo tanto mucho cuidado
en distinguir lo que se refiere a las intuiciones fundamentales y permanentes
del Fundador, de los condicionantes históricos de una época pasada...”
RFG 3.4.1
[Préstese] una atención constante para encamar realmente el amor del
Corazón de Jesús dentro de la realidad humana y social.
RFG 3.6.1
Nosotros sabemos cuánto le importaba al P. Dehon el “Sint Unum”, como
Sacerdotes del Corazón de Jesús, la vida comunitaria es un elemento
esencial y fundamental de nuestra vida religiosa. Construir la comunidad es
un auténtico camino de conversión: para nosotros “la caridad debe ser una
esperanza activa de que los demás pueden convertirse con la ayuda de
nuestro apoyo fraterno”.
RFG 4.2.4.c
Nuestra misión en la Iglesia exige una atención particular a los problemas
de la justicia y la paz y por tanto una preparación adaptada y especializada
para este efecto. Seremos discípulos del P. Dehon, si sabemos, en nuestro
estudio y apostolado, unir la teología del Corazón de Jesús y la doctrina
social de la Iglesia.
C. Como Cristo, profetas del amor y ministros de la reconciliación
Fuente
Texto
RFG 2.1.2
El carisma dehoniano, que caracteriza nuestra vida religiosa, es un don del
Espíritu Santo a la Iglesia. Es en la experiencia de fe del P. Dehon donde la
formación encuentra su forma propia dentro de la Comunidad dehoniana:
experiencia del amor de Cristo y búsqueda de una humanidad nueva, dentro
de una solidaridad efectiva con los pobres y los marginados. Nuestra
espiritualidad se caracteriza por una manera típica dehoniana de comprender
y vivir toda la vida religiosa. Como seguimiento a Cristo y dentro de la
unidad del Cuerpo de la Iglesia, nuestra fisonomía religiosa debe
corresponder a la experiencia de fe del P. Dehon para el advenimiento (la
llegada) de una civilización del amor. Es por nuestra vida religiosa
apostólica que nosotros llenamos nuestra misión profética.
RFG 3.1
En el bautismo y por el Espíritu, Cristo nos une a El en un solo Cuerpo que
es la Iglesia. Discípulos del P. Dehon, nosotros queremos en un título
nuevo, “descubrir cada vez más la Persona de Cristo y el misterio de su
Corazón para anunciar su amor”, con el fin de que los demás crean.
Estamos llamados a “hacer de la unión con Cristo en su amor hacia el Padre
y hacia los hombres el principio y el fin de nuestra vida”.
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RFG 3.4.1
Nuestra colaboración a la obra de la salvación la vivimos como una
“reparación” entendida como: “acogida del Espíritu (cf. 1 Tes 4,8), como
una respuesta al amor de Cristo por nosotros, una comunión con su amor al
Padre y una cooperación a su obra redentora en medio del mundo”, en
solidaridad efectiva con los hombres y buscando nuevas modalidades de
inserción en la misión eclesiástica que nos permiten desarrollar las riquezas
de nuestra vocación.
Una verdadera experiencia del amor gratuito de Dios en el corazón de
Cristo, de tal forma que nuestra respuesta, en comunión con su amor por el
Padre, sea un auténtico testimonio de la misericordia ofrecida a todos y el
don total de nosotros mismos en la completa disponibilidad hacia nuestros
hermanos.
Se debe, por lo tanto, animar y estimular el estudio de la teología del amor
en S. Juan, la teología de la Redención y del pecado individual y social, la
patrística así como la reflexión sobre la concepción del amor y de la
reparación en el P. Dehon y en el ministerio de la reconciliación.
3. Algunas indicaciones bibliográficas
-
Libros
* RL= Registro Libros SCJ Roma
1.
2.
3.
4.
5.
F. Ducci, Colui che hanno trafitto (Milano 1998) [RL 3469]
A. de Sousa Braga - A. Carminati, Le mystere de la transfixion de Jesus: STD 1972
Perroux, Volgeranno lo sguardo a colui che hanno trafitto (Milano 1997) [RL 3433]
G. Manzoni, Il Cuore trafitto (Roma 1992) [RL 3025]
A. Carminati, Il Mistero del Cristo Trafitto e la Spiritualità d'oblazione (Bologna 1957)
[RL 3084]
6. M. A. Teixeira, La Voluntad de Dios como categoría teológica en los misterios de Cristo
(Roma 2004) [RL 3843]
7. J. J. Arnaiz, Ecker, La Recordatio Mysteriorum en el patrimonio espiritual de los S.C.J.
(Roma 2001) [RL 3500]
8. Tessarolo, Theologia Cordis. Appunti di teologia e spiritualità del Cuore di Gesù
(Bologna 1993) [RL 3624]
9. T. Benini, Il Cuore di Gesù dono del Padre (Bologna 1992) [RL 3012]
10. J. Deptula, L'Oggetto del culto al Cuore di Gesù secondo la teologia contemporanea
(Roma 1987) [RL 3511]
11. AA. VV., Teologia e spiritualità del Cuore di Gesù (Napoli 1983) [RL 3570]
12. AA. VV., Il Mistero del Cuore di Cristo. La Dimensione Riparatrice (1971) [RL 1970]
13. M. Neri, Gesù, affetti e corporeità di Dio: il Cuore e la Fede, Assisi 2007
-
Artículos
1. A. Díez, La unión a Cristo en su amor: DEH 84 (1994/2), 9-14
2. A. Tessarolo, Il simbolismo cristiano della parola “cuore”. Studio biblico: DEH 1989,
7-23
3. A. Vassena, Primato dell’amore nella spiritualita di p. Dehon: DEH 1986, 45-47
4. A. Vassena, Primato dell’oblazione d’amore nel carisma di p. Dehon: DEH 1978, 143156
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B. Van der Heiden, Il “buon Dio” e la realta dell’amore di Cristo: DEH 1972/3, 40-44
C. Colombo, La devozione al sacro Cuore nella vita del sacerdote: DEH 1981, 247-255
F. de Sales, Ser profetas del amor respecto al mundo: DEH 90 (1996/2), 83-88
F. Duci, L’evangelo del Cuore di Cristo: spiritualità scj ed evangelizzazione: DEH
1983, 197-208
9. F. Duci, Per una cristologia del Sacro Cuore: DEH 1980, 225-235
10. F. Lenzi, Il culto al Cuore di Cristo e l’impegno apostolico sociale: DEH 1982, 175185
11. F. Rodríguez Garrapucho, Reconciliación: don de Dios y fuente de vida nueva: DEH
1999/1
12. F. Sehnem, La misericordia del Corazón de Jesús en el sacramento de la
reconciliación: DEH 88 (1995/3), 83-94
13. G. Girardi, Il Cuore di Cristo nei nuovi testi liturgici: DEH 1975/9, 454-467
14. G. Girardi, Uniti a Cristo nel suo amore e nella sua oblazione al Padre: DEH 1978, 5163
15. G. Manzoni, Spiritualità e devozione al Cuore di Cristo: DEH 1988, 181-194
16. G. N. Zagaria, Culto del S. Cuore e carisma scj: DEH 1974/8, 35-45
17. J. Schroeder, Il sacro Cuore simbolo dell’amore di Dio: DEH 1984, 109-111
18. V. Percassi, La comunità religiosa, riflesso e realizzazione dell'amore del Padre: DEH
1999/3
5.
6.
7.
8.
4. Sugerencias: propuestas de aplicación a las etapas formativas
Este quizás sea uno de los temas que va más en correlación con el proyecto de
experiencia espiritual expuesto en el capítulo 1. Por eso nos limitamos simplemente a
recordar los elementos del misterio de Cristo que allí se explicitan.
En el postulantado se da una concentración primera de todos los elementos que en
las páginas anteriores hemos destacado. Se propone un primer y simple acercamiento al
momento histórico de la vida de Cristo que es la cruz, para que el postulante dirija, a partir de
ese dato mostrado, su mirada hacia atrás, hacia toda la aventura existencial de Jesucristo. Es
el momento de presentar la radicalidad, que en la experiencia religiosa de todos los tiempos,
supone el de la Encarnación, desde nuestra clave del Ecce venio. Un instrumento, válido para
este acercamiento, puede ser el de plantear una cristología inicial, espiritual, a partir de los
misterios de la vida de Jesús. La clave de interpretación de toda la aventura de Jesús, que
debe ir calando en los formandos, es la del amor que se descubre y que queda tematizado en
un símbolo: el Corazón.
Será en el noviciado, cuando todas las herramientas espirituales a nuestro alcancen
converjan para que se de la “experiencia evangélica” de Cristo. En ese sentido es el momento
de la lectura espiritual, profunda y guiada,del Evangelio de San Juan que nos de la base
bíblica para el acercamiento al Traspasado en su misterio de la Pasión, dentro de la dinámica
propuesta de acercamiento de lo más general a lo más particular: la Cruz, la Víctima, el
Costado y el Corazón.
Si bien todos estos pasos son recuperables y retomables en cualquier momento del
proceso, el escolasticado sería el momento de una mayor meditación de todo el alcance
práctico de las expresiones que nos vinculan misioneramente a Cristo profeta del amor, que
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anuncia la bienaventuranza del Reino con palabras y a Cristo ministro de la reconciliación
que anuncia el Reino con gestos.
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