Download - Basado en una antigua leyenda mexicana
Document related concepts
no text concepts found
Transcript
- Basado en una antigua leyenda mexicana ArrowWolf Mi hermano y yo estamos sentados frente a una gran hoguera, viendo fascinados la brujería que en ella realizaba nuestro abuelo. De las llamas surgen espíritus de nuestros ancestros, grandes lobos, mártires de antaño que dieron su vida en batalla. El abuelo nos contaba la historia de aquellas inolvidables guerras en las que una incontable cantidad de lobos otorgaba su vida por la seguridad de sus familias. Pero entre todos los guerreros, destacaba uno que había muerto por amor a su loba y no por amor a la guerra. Su nombre era Renamon, el Zorro Dorado. Cuenta la leyenda, que Él era un gran guerrero, incansable e indetenible en la batalla. Las crueles e incesantes guerras no bastaban para endurecer su corazón, dejando ir a más enemigos de los que mataba. Una cotidiana noche de luna llena, tomó un tiempo para ir a caminar, sumido en sus reflexiones. Atravesando las hojas que, alumbradas por la luz de la luna, parecían un velo, se encontró en un gran santuario de piedra. En Él, un destello dorado colmaba de luz a Renamon. Se encontraba de frente con Arrow, un místico Lobo Sumo Sacerdote. El ancestral santuario emanaba un profundo aroma a incienso y los intensos perfumes con los cuales Arrow estaba impregnado, embriagaban a Renamon, incitándolo a entrar. Misteriosos círculos adornaban el suelo, y el Lobo permanecía intacto. De repente una gran llamarada salto del círculo más grande. La llama se torno blanca y negra, adoptando la forma del dios Kevitzal, el dios panda emplumado, amo del día y la noche, de los opuestos y de la amistad. Con una voz tan suave como imponente, habla en una antigua lengua inaudible para el guerrero, para dirigirse a Arrow, el Lobo Sumo Sacerdote. Arrow se incorpora lentamente y observa atónito a Renamon. Aquellos eran dominios sagrados que ningún mortal había pisado antes. Veía en él un corazón puro, digno de un dios, y con sus profundos ojos encontró las visiones de su destino. Con sutileza abrió un portal en el círculo más pequeño. Misteriosas voces llenaban la inmensa sala y un tenue halo de luz esclareció en donde Arrow estaba sentado. Renamon, lentamente miró hacia abajo y una blanquecina luz desvaneció su consciencia. ¿Cuánto tiempo había pasado? Progresiva pero lentamente, Renamon abrió los ojos. Se encontraba en un magnifico prado, de bellos pastizales tan verde como la esperanza, al borde de un extenso lago de aguas tan cristalinas y puras como el diamante. Las flores inundaban las orillas del lago, semejantes al arco iris. Magnificas aves emergían de los arboles lindantes. Plumas tornasoladas caían al lago. Y de la luna, surgió una resplandeciente ave de fuego, tan azul como el firmamento nival, tan admirable como una aurora boreal. El ave lentamente se posó sobre una piedra ubicada en el lago. De entre las aguas, una figura asoma ligera y preciosa. Una loba, una Diosa, perfecta en aspecto y virtudes. Renamon quedó cautivado en su belleza, y su corazón de rubí, latía intensamente. El Zorro se había enamorado. El valor que mostraba en batalla en ese momento se había desvanecido, y empezaba a sentir una extraña sensación que recorría su cuerpo. Se acerco a ella. Estaba atando su cabello con ayuda de un bien trabajado peine de oro. Renamon tocó su hombro. Ella, lo miró a los ojos con una extraña sonrisa y exclamó dulcemente: - Soy Canis Rufus. Te había estado esperando todo este tiempo, Renamon. Te conozco desde antes que conocieras mi existencia, y he visto en los astros del cielo, y en tus ojos de cristal, que nuestro destino es permanecer juntos por siempre, atados por el destino que nos une. Él responde: - Soy un simple mortal. Vos sois una diosa. ¿Por qué nuestro destino es estar juntos si yo no podré permanecer siempre aquí, contigo? Acercándose a Él, le susurró al oído: - Iré contigo a la Tierra. Pero sólo te pido un favor. Si algo llegara a ocurrirme, regrésame a este lugar. Ambos se encaminaron hacia el lago. El ave de fuego azul había desaparecido; y en su lugar quedaba un camino que descendía hacia la Tierra. Lentamente descendían por bellas escalinatas de cristal. Las estrellas velaban los pasos de la Loba. Bajaban desde el reino de los dioses, atravesando todo el firmamento; hasta que llegaron, por fin. Los días sucesivos, fueron los más felices para Canis Rufus y Renamon; pero la felicidad… No dura para siempre. Llegaron emisarios con noticias del sur. Los coyotes, encabezados por el sanguinario Dingo Rojo, habían comenzado una rebelión. Renamon tendría que partir inmediatamente. Le encomendó la protección de Canis a Arrow. Éste se la llevo al santuario del valle en el que había estado antes Renamon. La última noche que estuvieron juntos la luna refulgía con un intenso color amarillo, los grillos cesaron sus cantos, y las estrellas estaban serenas. Canis aulló a la luna. Renamon, se sentó a escuchar. Al día siguiente envainó su espada y vistió su equipamiento y partió hacia la batalla. Las noches, largas se hicieron. La sangre de la batalla podía olerse a kilómetros de distancia. Se oía el blandir y la colisión de acero de las espadas, imperecederas lanzas, escudos rotos y tensos arcos; a cientos de pueblos de distancia. La batalla transcurría por su tercer mes, cuando un traidor llego con falsas noticias al santuario, noticias que desgarraron el corazón de Canis: Renamon, había caído en combate. Lloro y lloro cien noches; y tras cien lunas llorando, se desvaneció su consciencia, y cayó en un sueño del que no volvió a despertar. La rebelión había sido sofocada. Renamon volvía victorioso con la espada del Dingo Rojo envainada y equipada en la espalda; y los guerreros volvían con la satisfacción de que la guerra había terminado. Con la agilidad a la que blandía la espada se dirigió al santuario del valle. Arrow lo recibió con las terribles noticias. Con su corazón angustiado, se dirigió corriendo a donde yacía Canis. Veía su rostro, y recordando la promesa que había hecho, muy suavemente la tomo entre brazos y la llevo hasta un altar de piedra. Allí espero mil años el día en que ella finalmente regresara a donde pertenecía. Su voluntad era de piedra, y su amor, tan fuerte, que ambos se transformaron en volcanes, que hoy día continúan ardiendo, por que el eterno fuego de su amor... Es inextinguible.