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Homilia – Primer Domingo de Adviento (29 de noviembre 2015) Así que tengo que decirles, me sentí un poco divertido montar en una carroza en la Parada de Navidad en Spencer y Salisbury, el miércoles pasado. No me malinterpreten, me encantan los grandes eventos de la comunidad. Fue genial ver a tanta gente entusiasmada en una hermosa tarde de noviembre, y siempre estoy feliz de tener que pasar un tiempo con los miembros de nuestra parroquia. Lo que era extraño para mí era gritar " ¡Feliz Navidad! " en el día antes de Acción de Gracias. Hay una tendencia hoy para acelerar todo para obtener lo que da el placer más rápido y luego pasar rápidamente a conseguir otras cosas. Este tiempo del año realmente enfatiza esta desafortunada tendencia en nuestra sociedad, y es por nuestro propio interés si no nos apresuramos las cosas. ¡Imagínese que se prepara para celebrar el cumpleaños de un amigo por comer pastel de cumpleaños todos los días durante un mes previo a la fiesta! En el día del cumpleaños ya está tan harta de la torta y que ni siquiera quiere celebrar más. Orar por el amigo, reflexionar sobre su relación, y sacrificar para hacer o le conseguir un regalo, es la mejor preparación y hará que la celebración mucho más satisfactoria y francamente más agradable. El Adviento es un regalo de la Iglesia para recordarnos no apresurarse para llegar a la celebración, sin tener a aferrarse a los beneficios duraderos y mayores, que la celebración de la venida de nuestro Señor ofrece. Este primer Domingo de Adviento nos llama ser vigilantes, no ser soñolientos, como dice nuestro Señor en el Evangelio, a causa de " los vicios, el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida.” Necesitamos despertarnos a lo que es más importante; principalmente, la venida de nuestro Salvador. La cultura más amplia, no nos está ayudando para evitar esta somnolencia, como se nos ha alentado mucho en los últimos días para salir y gastar más dinero, a olvidarse de dar gracias, y para llegar a las tiendas en la noche del jueves para comprar más cosas. Este estímulo constante para conseguir más, sólo nos conduce a más ansiedad, y hasta emborracharse en la necesidad de tener más cosas Nuestro Señor no vino a hacernos ricos en bienes materiales; Él vino para que tengamos vida y la tengamos en plenitud. La oración después de la Comunión de la Misa de hoy dice: “ Por nuestra participación en esta Eucaristía, enséñanos, Señor, a no poner nuestro corazón en las cosas pasajeras, sino en los bienes eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.” Homilia – Primer Domingo de Adviento (29 de noviembre 2015) Tómese el tiempo este año para entrar verdaderamente en Adviento, para que estas palabras acerca de amar al cielo y aferrarse a lo que perdura su propio. Podemos estar ansioso para conseguir todo lo que conlleva la Navidad y las ansiedades de la vida cotidiana en general, pueden que nos han dejado en un lugar en este momento, de tener alejado de nuestro Señor. No dejes que se turbe vuestro corazón. Más bien, pasar un poco más tiempo de cada día en la oración de preparación, meditando en la forma en que nuestro Señor vino por primera vez al mundo. Rezar el rosario, especialmente los misterios gozosos, meditando en el hecho de que, si bien sabemos que el fin vendrá y habrá dificultades por delante, Nuestro Señor entró en el mundo después de que el arcángel Gabriel le dijo a nuestra Santísima Madre, " ¡No tengas miedo!" Si nos limitamos a volar a través de las fiestas y los regalos y de las decoraciones, perderemos el impacto de esas palabras y lo que deben hacer a nuestras vidas. Prepare su corazón para la venida de Emmanuel, haciendo un buen examen de conciencia, y yendo a la confesión. Orar por la gracia de estar vigilantes sobre de esas cosas en su vida que deben erradicarse porque esas cosas pueden separarse de Dios y al prójimo. Lo bonito es que si hacemos el esfuerzo por luchar hacia el cielo de esta manera, nuestro Señor se reunirá con nosotros y nos acompañe en el camino. Mis hermanos y hermanas en Cristo, al comenzar este breve tiempo de preparación para la celebración de la primera venida de nuestro Señor en la Navidad, oren por la gracia para entrar verdaderamente en esta temporada de gracia. Alabado sea Cristo Jesús! Ahora y por siempre.