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Estén despiertos y recen en todo momento
Dos cartas de Adviento
En base a materiales elaborados por Álvaro Ginel
“Materiales para el Adviento”, Editorial CCS, 12-15
Carta del hombre
Querido Dios:
Estoy pesimista. Tremendamente pesimista. No hay nada que hacer.
Acabo de leer a Isaías: Ven, pueblo de Jacob, marchemos a la montaña santa;
caminemos hacia la luz del Señor (Is 2,1-5).
A las claras: esto me parece un cuento. No lo entiendo. Yo mismo soy
consciente de mis resistencias a caminar y a emprender lo nuevo. No
emprendo el camino de lo nuevo porque me da miedo, y, en el fondo, estoy
convencido de que sería más feliz y mejor creyente. Pero me aferro a la actual
seguridad. Llegan edades de la vida en que uno, Señor, ya no quiere cambiar.
Rechina todo por dentro. Hay muchos que no nos creemos eso de «nacer de
nuevo».
He estado en una reunión en este inicio de Adviento y he vuelto
pesimista. Nos preocupamos tanto de la integridad y de las «comas y puntos»
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Estén despiertos y recen en todo momento
de tu mensaje que ya no sé si nos interesa la letra o el espíritu. Es tan
importante prevenir el error, que conservarlo nos está paralizando... Me duele
el alma... La salvación tiene que brotar por otras esquinas. No nos penetra tu
palabra. La leemos, la proclamamos, la tenemos en primer plano en la iglesia,
pero está lejos del corazón. El corazón nuestro se alimenta de nuestras
palabras, de nuestros miedos, de nuestros fracasos, de nuestro asegurar el
presente, de nuestras ganas de medrar y tener poder y renombre, de nuestros
recuerdos de ayer... No nos atrevemos a ir al futuro si éste supone que
tenemos que cambiar algo de lo que somos y tenemos, de lo que nos
asegura. Así, Señor, no anunciamos que tú llegas y que tú traes un futuro
nuevo.
En el fondo me duele todo esto. Hasta me pongo a pensarlo y disculpo a la gente diciéndome: ¡Cómo vas a pedir a tales personas a sus años
que cambien...! ¿Pero no es esto una contradicción? Si somos creyentes, lo
de la fe es un continuo éxodo, ¿o no? ¿Qué fe es la que tenemos? Yo creo
que más que fe tenemos certezas... La fe es caminar en la inseguridad de la
confianza ilimitada... La certeza es inmovilista.
Todo esto es lo que me vuelve
pesimista. Confieso que el peso de
los otros pesa sobre mí y me
dificulta abrirme yo mismo a la
esperanza y a lo nuevo. Tengo la
tentación de decirme: «Tira como
puedas, y déjate de historias. No hay
nada que hacer, así que no te
compliques la vida...».
¿Un poco triste, no? Pero esto
no es toda la verdad. No quiero caer
en ese error porque hoy esté
hablando desde la noche. Hay
estrellas... Me apunto a ver la noche
desde una estrella...
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Estén despiertos y recen en todo momento
Respuesta de Dios
Querido hombre:
He leído tu carta, como bien decías en ella, llena de pesimismo. Te
comprendo, pero no estoy de acuerdo. Tú tienes la impresión de que no ves
novedad de vida. Todo depende del ángulo desde donde miras los brotes de
vida.
Soy Dios de vida y Dios de vivos. No me gustan los predicadores de la
muerte y de la catástrofe. Éstos no me han entendido. A mí no se llega por el
miedo. A mí se viene por el camino de la paz, de la verdad, del amor...
¡Cuándo lo vais a entender!
¿Por qué no entras en lo que vivió mi enviado, mi Hijo...? Él se sentó a
la entrada del Templo y supo ver, en medio de la hipocresía y de la
apariencia, la vida que encerraba una mujer que dio unas pocas monedas,
pero dio todo lo que tenía y lo dio de corazón. Eso es vida.
Te recuerdo también que más de una vez tuvo que exclamar: «Les
aseguro que en Israel no he encontrado tanta fe». Para ver la nueva vida
tienes que ampliar tu horizonte de miras. La vida nueva no está sujeta a
grupos o instituciones que, en principio, tendrían que ser fuente de vida
nueva. Mira un poco más allá. Sal a los caminos donde viven los necesitados.
Este es el secreto. Nace vida donde hay sufrimiento y dolor humanos. Nace la
vida donde hay gritos de esclavitud y hermanos que saben escucharlos. Sí, la
vida sigue brotando y sorprendiendo en muchos rincones, en muchos
hombres y mujeres que no están marcados con ningún sello ni llevan etiqueta
alguna, pero sienten en su corazón la llamada de ir al encuentro del hermano.
Con la excusa de conservar la vida que han recibido, mucha gente lo
único que hace es encerrarse y apagar lentamente el don recibido. Se parecen
a las vírgenes necias, o al siervo perezoso que enterró el talento en la tierra.
Aunque te parezca increíble o imposible, yo, el Señor, te digo que hay más
vida de la que te imaginas. Si no la descubres es que te has encerrado en un
castillo impenetrable.
Tu pesimismo, querido hombre, es acusación. Te has acomodado en la
sala del bienestar y sólo sabes mirarte o mirar la TV. Te ocupas en controlarlo
todo, en conservarlo todo en vez de abrir la puerta a los que necesitan
cuidados. No te encarnas, y por eso no nace nada. ¡Si al menos en este
tiempo te abrieras a la verdad y a la palabra que te traigo! Estoy cerca, ¿por
qué no me ves? Nada más. Tu Dios que te quiere
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Estén despiertos y recen en todo momento
Para la reflexión
- ¿Qué motivos explican el pesimismo del hombre en la primera carta? ¿Por
qué se muestra pesimista?
- ¿Cómo responde Dios a este pesimismo?
- ¿Cuáles son nuestras resistencias, nuestros desalientos, nuestros
desencantos?
- ¿Cómo nos situamos en este adviento ante nosotros mismos, ante los
demás, ante Dios?
- Escribir una carta a Dios que exprese nuestra situación y nuestra actitud
personal
- Llegar después a un rato de oración e intentar escuchar la respuesta de
Dios.
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