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Lectura: Eclo 24,1-4.12-16; Ef 1,3-6.15-18 y Jn 1,1-18 1. Profundizando en la Navidad Acabamos de inaugurar el tiempo del Dios-con-nosotros. De verdad, ¿tendremos tiempo para Dios que sostiene y da sentido a nuestro tiempo? ¿Hemos comenzado un año para meditar y guardar en el corazón las intervenciones de Dios en nuestra vida? 2. Atentos a la Palabra que nos habla Hoy hemos conocido cómo la Palabra de Dios se ha acercado a nuestras vidas y esto nos ha de ayudar a profundizar en nuestra celebración de la Navidad. a) La Palabra de Dios ha acampado entre nosotros La alegría que el pueblo de Israel sentía porque nada menos que la Sabiduría de Dios, hecha persona, habitaba en medio de ellos, la sentimos nosotros con mayor razón, porque sabemos que Cristo Jesús, el Hijo de Dios, no solo nos ha traído la Palabra de Dios, sino que Él es la Palabra de Dios. Así lo hemos leído en san Juan: “En el principio existía la Palabra, y la Palabra era Dios”. Esto es lo que seguimos celebrando en Navidad, lo que nos llena de alegría, lo que da sentido a nuestra existencia. Nuestro Dios no es un Dios lejano; nos ha dirigido su Palabra, se ha dignado hablarnos, nos ha regalado su Palabra que es Cristo Jesús. b) Acoger a la Palabra en nuestras vidas Pero el evangelio nos ha puesto ante un dilema: ¿Le recibimos o no le recibimos? Juan ha dicho: “La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió”, “vino a su casa y los suyos no la recibieron”. Otros sí acogieron en sus vidas a esta Palabra de Dios; y a estos Dios les ha llenado de su gracia: “A cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre”; estos “han nacido de Dios”. ¿Podemos decir que el mundo de hoy se ha enterado de este regalo de Dios? ¿Podemos decir que nos hemos dejado interpelar por esta Palabra que Dios nos ha dirigido? Celebrar la Navidad es convencernos de que en la familia de Dios todos somos hijos, porque el Hijo de Dios se ha hecho nuestro ‘hermano’. c) Vivir en la verdad de esa Palabra Dios nos ha iluminado con su Palabra. A lo largo de todo el año iremos comparando su Palabra con las muchas palabras que escuchamos y trataremos de aceptar sus criterios. Si aceptamos la Palabra de Dios sucederá en nosotros lo que decía el evangelio: viviremos en la luz, seremos hijos de Dios y creceremos en esperanza. 1. Compromisos Nuestro Dios no es un Dios lejano; nos ha dirigido su Palabra, ha querido hablarnos, nos ha regalado su Palabra que es Cristo Jesús. Celebrar la Navidad es convencernos de que en la familia de Dios todos somos hijos, porque el Hijo de Dios se ha hecho nuestro ‘hermano’. Si aceptamos la Palabra de Dios nos sucederá lo que el evangelio de hoy anunciaba: viviremos en la luz, seremos hijos en la casa de nuestro Padre y creceremos en esperanza. “Señor, que sea siempre Navidad” Propuesta.Dios Padre, que nos has manifestado tu amor y tu ternura en el Niño de Belén, te pedimos hoy de todo corazón que nadie, en ningún lugar del mundo, quede al margen de ese amor. Pedimos de corazón: “Señor, que sea siempre Navidad” 1. Por el Papa Francisco, por nuestro Obispo N., por los párrocos, sacerdotes y diáconos, especialmente los que trabajan en nuestra parroquia, para que atiendan a sus hermanos con solicitud y con sentido de servicio. Oremos. 2. Por todos los consagrados y consagradas, por las monjas y los monjes, por los religiosos y religiosas para que crezcan en la fe, en la esperanza y en la caridad, fieles al misterio de la Navidad. Oremos. 3. Para que los cristianos que viven en países en que son perseguidos, encuentren fortaleza y esperanza en el Hijo de Dios que se ha hecho hombre para compartir nuestra vida. Oremos. 4. Por los pobres, los enfermos, los desplazados y por aquellos que les domina la tristeza, para que sepan que Dios, encarnado en el Niño Jesús ha venido a traer la alegría y la esperanza para todos. Oremos. 5. Para que nosotros sepamos recordar la Navidad en todo momento y para que crezca el amor a Dios en nuestras vidas, mediante la oración y el servicio a los demás. Oremos. Oración.Padre, escucha la oración de esta parroquia y haz que el mundo entero, guiado por la estrella luminosa del evangelio, sea, cada vez más, un lugar de fe, de paz y de fraternidad. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.