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¡PALABRAS MÁGICAS! Silvia Naranjo Cruz Rosario Pichardo Raya Rocío Rufo Pérez Un buen día de primavera, cuando todavía el sol no asomaba por la montaña, Belisa Crepusculario, se dirigió hacia el pueblo en busca de trabajo para poder ayudar a sus pobres padres y hermanos. Desde pequeña, Belisa, siempre se caracterizó por ser un niña cariñosa, servicial, y con un gran don, el de decir palabras que alegraban a la gente. Buscó por todo el pueblo, se recorrió las largas calles, de un lado para el otro, y la búsqueda no dio sus frutos. Belisa regresó muy triste a casa y se lo contó a sus padres. - Belisa no te preocupes. Dijo su madre. - Si no tengo trabajo no podré ayudar en casa. Dijo Belisa. -¡Te propongo una cosa!. Dijo la madre. Belisa miró a su madre con los ojos llenos de esperanza e impaciente por saber esa cosa que le tenía que proponer. - ¡Podrías ir casa por casa diciendo tus hermosas palabras!. Exclamó la madre. Así ayudarías a muchas personas. Añadió. - ¿Cómo? Preguntó Belisa. - Si, siempre desde pequeña, has sabido hacerlo, y todos se alegraban al escucharte. Belisa se quedó asombrada con la idea de su madre. Nunca hubiera pensado que se podía dedicar a esto. Pasó toda la noche dándole vueltas a esa idea tan brillante y decidió hacerle caso a su madre. Al día siguiente, se levantó preocupada ya que no sabía las palabras que debía decir a cada persona. Como su madre la vio tan agobiada, le dio un gran consejo que nunca debía olvidar: ¡LAS PALABRAS SALEN DEL CORAZÓN! Belisa tomó rumbo al pueblo y se dirigió a su primera casa. Allí vivía una señora mayor que se sentía muy sola, y desde el primer momento acogió a Belisa con mucho amor. - ¿Quién eres niña? Preguntó la señora. - Me llamo Belisa Crepusculario, y vengo a ayudarla con palabras bonitas. ¿Podría hacerle compañía un ratito? - Si por favor, me siento muy sola, y nadie viene a ver a esta vieja. Belisa empezó a recitar sus palabras mágicas mientras que la señora la escuchaba atentamente. “Si la compañía quieres tener, unas palabras mágicas yo te diré: ¡Si a la soledad quieres vencer, la vergüenza tienes que perder y a alguien conocer!”. La señora comenzó a sentirse extraña. Miró a Belisa y exclamó: - ¡Vamos al mercado! Belisa extrañada acompañó a la anciana y se dio cuenta de que sus palabras habían dado sus frutos. Cuando llegó allí vio a una mujer muy triste en su puesto y le dijo: -¿Qué le pasa a usted, señora? - Llevo más de un mes sin vender. Dijo la tendera. Belisa sintió que debía ayudarla, y comenzó a decir sus palabras mágicas: “Si en el mercado quieres vender, unas palabras mágicas yo te diré: ¡Si ganancias quieres tener, buenos alimentos debes poseer, y con una sonrisa deberás atender!” De repente se produjo un pequeño temblor y el puesto de gente se llenó. La tendera muy contenta, le agradeció a Belisa sus palabras y le recompensó con cinco monedas. Belisa se sintió muy orgullosa por ese día y regresó a casa. Cuando entró su madre la esperaba impacientemente, ya que algo muy importante había ocurrido. El rey había ido personalmente a su casa, puesto que precisaba urgentemente de las palabras de la niña. Ésta asombrada miró a su madre y le dijo: - ¿Ocurre algo mamá? - Me temo que sí Belisa. El hijo del Rey está muy enfermo. Necesita de tu ayuda. Dijo su madre. - ¿Y cómo lo puedo ayudar? No se me ocurre nada mamá. Añadió Belisa. - Recuerda que las palabras siempre salen del corazón. Ten confianza en ti y todo saldrá bien. Dijo la madre. Tras el día agotador, la niña se tumbó en la cama y no le costó conciliar el sueño. A la mañana siguiente se levantó sobresaltada. Tenía que ir a palacio y no sabía las palabras que debía decirle al príncipe para que éste venciese su enfermedad. Al terminar su desayuno como cada día, emprendió su camino, pero esta vez tenía que llegar hasta el palacio del Rey. Una vez allí la recibieron sus súbditos, quiénes le avisaron inmediatamente. El Rey dejó sus aposentos y fue corriendo a recibir a Belisa. Nada más verla, se llenó de esperanza y sin perder el tiempo la llevó hacia la habitación donde se encontraba el príncipe. Al entrar, Belisa se quedó impresionada con lo grande que era ésta. Parecía estar en una habitación mágica, con amplios ventanales y hermosas lámparas. Al fondo había una enorme cama donde se encontraba el príncipe. Éste mostraba un aspecto desmejorado, con grandes ojeras en la cara y un tono de piel que delataba su enfermedad. Belisa , nerviosa, se dirigió hasta él y armándose de valor comenzó a decir sus palabras mágicas: “Si de la enfermedad te quieres olvidar, unas palabras mágicas dirás: si sano yo me quiero poner, mucha voluntad debo tener” Al cabo de unos minutos, el príncipe recitó estas palabras, pero cuando terminó ningún cambio había notado. Belisa se extrañó de lo que había sucedido, y avergonzada se dirigió al Rey y le dijo: - Lo siento, no puedo curar a su hijo. - Confío en ti Belisa, sé que podrás. Vuelve a intentarlo. Añadió el Rey. Belisa comenzó a pensar cuál podría ser el motivo de su fracaso y se dio cuenta de que las palabras mágicas debían ser recitadas por ella, ya que era la única forma de que éstas funcionasen. Se acercó de nuevo al príncipe y recitó unas nuevas palabras: “Si de la enfermedad quieres salir, unas palabras mágicas te voy a decir: de la enfermedad te podrás curar, si luchas por la vida y vuelves a amar” De repente el príncipe se incorporó y con sólo una sonrisa hacia Belisa ella pudo saber que sus palabras habían funcionado. El Rey muy agradecido abrazó a Belisa y no tardó en decirle que sería nombrada ante el pueblo la “Consejera de Palabras”. Además le puso una casita cerca de palacio donde se fue a vivir con toda su familia, y en la cual pudo seguir atendiendo a la gente del pueblo. Para sorpresa de todos, el amor llegó al pueblo. Tras varios años después, el príncipe pidió matrimonio a Belisa y juntos comenzaron a vivir una nueva vida, sin dejar de lado el mundo de las palabras mágicas. ¡Y como dijo Don Fermín este cuento llegó a su fin! POESÍA ¡PALABRAS MÁGICAS! Un buen día de primavera, cuando todavía no estaba el sol fuera, Belisa Crepusculario llegó, y con sus palabras al pueblo cautivó. Tenía un gran don se ganaba a la gente con alegría, y esto a todo el mundo divertía. Para sorpresa de todos al príncipe enamoró, y con sólo dos palabras se ganó su corazón. ¡Qué gran don el de Belisa! ¡Qué gran don! Que con sólo una sonrisa, al pueblo se ganó. Figuras retóricas de la poesía: Anáfora: Se repite las mismas palabras al comienzo de la frase. ¡Qué gran don el de Belisa! ¡Qué gran don! Aliteración: repetición del sonido “s” a lo largo de toda la oración. “Y con sólo dos palabras se ganó su corazón”. Hipérbole: se produce una exageración, ya que no a todo el mundo tiene por qué divertirle. “y esto a todo el mundo divertía” Rima: le da musicalidad al poema. “primavera/fuera; llegó/cautivó”. Hipérbaton: se altera el orden de la frase. El orden lógico sería “Belisa Crepusculario llegó….un buen día de primavera” Epíteto: se le antepone un adjetivo innecesario “gran” al sustantivo “Don”. “!Qué gran Don!”. Metonimia: se nombra la parte por el todo. “ y con sólo dos palabras se ganó su corazón”.