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Misa de Instalación del CLT
14 de noviembre de 2015
Camilo Bernal, cjm
Al recordar hoy el nacimiento de nuestro Padre común san Juan Eudes, el
Señor Jesús nos concede la gracia especial de comenzar una nueva etapa en
la historia de la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen
Pastor. Tal como lo compartí en la Misa de apertura de su Capítulo General,
se trata de experimentar, a partir de la reunificación que han realizado, un
nuevo tiempo de gracia que permita, con renovado espíritu, continuar la
misión. Juntas en Misión fue el lema del Capítulo; ahora, es necesario dar
vida a todas las decisiones, concretar los planes propuestos y seguir
construyendo sobre lo que ya han edificado.
Como estamos en tiempo de gracia, permítanme iniciar dando gracias:
Agradecemos, en primer lugar, a Dios por toda la maravillosa historia de
misericordia vivida por esta bella Congregación, una historia singular y
ejemplar. Agradecemos al CLT que termina su período y, en particular, a la
Hermana Brigid Lawlor quien, durante 12 años, se consagró totalmente a sus
hermanas. Querida Brigid, has realizado un excelente trabajo! Por supuesto,
agradecemos a todas las hermanas que, como Consejeras o en otros
servicios generales, han dado lo mejor de sí mismas a la Congregación.
Naturalmente, en nombre de todas las hermanas aquí presentes, las que
están en misión en los diversos continentes y, en nombre de los Eudista,
damos la más cordial y calurosa acogida a la hermana Ellen Kelly y al nuevo
CLT. Ofrecemos esta Eucaristía para pedir a Dios que derrame copiosas
bendiciones sobre Ustedes, les conceda la fuerza del Espíritu Santo y les
transmita un entusiasmo contagioso para cumplir su misión: ser
misericordiosas como el Padre!
Agradezco su delicadeza, querida hermanas, al haber realizado la instalación
del nuevo CLT en este día 14 de noviembre. También agradezco haber
tomado las lecturas de la Misa en honor de San Juan Eudes. Todo ello es un
signo de comunión fraterna y un deseo de construir juntos, la Familia del Gran
Corazón, una Familia misericordiosa como el Padre!
La primera lectura nos presenta la obra de Dios como Buen Pastor,
prefigurando la misión de Jesucristo. El capítulo 34 de Ezequiel inicia con una
profecía contra los pastores de Israel, son pastores malos porque ellos se
apacientan a sí mismos… se han tomado la leche… no han fortalecido a las
ovejas débiles, no han cuidado a las enfermas, no han curado a las heridas,
no han buscado a la perdida… y, por falta de pastor, las ovejas se han
convertido en presa de las fieras del campo (Ez. 34,1-7). Entonces, el Señor
toma la decisión de asumir Él mismo, el cuidado de su propio rebaño. Pero,
qué hará el Señor como Buen Pastor? Dice: “Yo mismo cuidaré de mi
rebaño… velaré por mis ovejas… recobraré las dispersas…las sacaré de en
medio de los pueblos…las reuniré…las llevaré de nuevo a su suelo…las
pastorearé por los montes… las apacentaré en buenos pastos… allí
reposarán y pacerán… buscaré la oveja perdida, tornaré la descarriada,
curaré la herida, confortaré la enferma. (Ez 34,11-16). Todas son acciones
vitales por el bien de las ovejas para que ellas sobrevivan y tengan vida
abundante. También nos enseña sobre un nuevo estilo de pastoreo, un
pastoreo con justicia: juzgará entre oveja gorda y oveja flaca porque, entre
ellas mismas, han habido malos tratos (Ez 34,16-22).
Aquí tenemos un hermoso paradigma para una o un líder congregacional y,
por supuesto, para todo el CLT: realizar un pastoreo misericordioso con todas
las ovejas que se nos confían. Para ello, debemos cuidar, velar, recobrar,
sacar, reunir, llevar, apacentar, buscar, curar, confortar… Servicio que exige
lo mejor de cada animador congregacional: es necesario dar la vida por las
ovejas, por las hermanas y los hermanos, al estilo de Jesús Buen Pastor. Es
el modelo de un pastor misericordioso, que renuncia a sí mismo, a sus
intereses personales, a su propia vida, para que las ovejas que le son
confiadas, tengan vida y una vida abundante! Para ser este buen pastor, su
pensamiento, sus palabras, sus acciones, todo su ser, debe estar animado
por un corazón de misericordia que es el mismísimo Corazón de Jesús. Es
buen pastor porque lleva la misericordia a todas sus ovejas a fin de que ellas
pueda cumplir su misión en el mundo: ser misericordiosas como el Padre!
Por providencia de Dios, el papa Francisco ha propuesto el Año Santo de la
Misericordia, un tiempo de gracia para toda la Iglesia y para nuestra Familia.
El Papa nos recuerda que “Misericordia: es la palabra que revela el misterio
de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el que
Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita
en el corazón de cada persona… Misericordia: es la vía que une a Dios y al
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hombre…”
La misericordia es tema central en la vida y en el pensamiento de san Juan
Eudes. En efecto, uno de los ideales para sus hijas e hijos, lo expresa con
estas palabras: “nosotros somos los misioneros de la divina misericordia,
enviados por el Padre de las misericordias, para distribuir los tesoros de la
misericordia a los miserables, es decir, a los pecadores, y tratar con ellos con
un espíritu de misericordia, de compasión, de dulzura” (O.C. X, 399).
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Misericordiæ Vultus, 2
Para san Juan Eudes la misericordia, entendida como el amor
sobreabundante y gratuito de Dios para el hombre pecador, expresa un punto
esencial en el ser de Dios que viene a explicar, en último término, la fuente del
plan de salvación: su revelación a través de la Sagrada Escritura, su acción
en la historia de la salvación considerada tanto comunitaria como
personalmente, el gran misterio de la Encarnación, los estados y misterios de
Jesús, sus sentimientos, intenciones y disposiciones.
El Corazón, como punto central de su espiritualidad, se convierte, según su
propia interpretación, en la fuente de la misericordia que brota
inextinguiblemente de este Corazón santo: Es misericordioso el que lleva en
su corazón, por compasión, las miserias de los miserables (OC VIII, 53).
Parafraseando a nuestro Padre Eudes, podemos afirmar: “es Buen Pastor
quien lleva en su corazón, por compasión, las miserias de los miserables”. Es
claro que, siguiendo a san Agustín, el P. Eudes asume la etimología latina de
misericordia (miser = miseria; cor = corazón), un corazón que se conmueve
por amor, ante la necesidad o debilidad de la otra persona; así es el corazón
del Buen Pastor. En el fondo, se trata del mismo amor de Dios que se
manifiesta, en primer lugar a nosotros como pecadores, y también, a través de
nosotros a todos los hijos e hijas de Dios, incluso a los que nos hacen mal,
pues también ellos han salido del Corazón de Jesús.
La fuerza de esta espiritualidad, fundamentada en la Santa Palabra, se
desborda en forma realmente asombrosa más allá de lo que originalmente se
podría sospechar. En efecto, la misericordia es la característica que
providencialmente, y con el soplo del Espíritu Santo, ha impulsado las
fundaciones de san Juan Eudes y de Santa María Eufrasia. Como una sola y
única Familia hemos recibido, unos y otros, el carisma de la misericordia pues
existimos para encender el fuego de la misericordia en el mundo entero, para
renovar el espíritu cristiano en los bautizados, para trabajar por la dignidad de
la mujer y para formar buenos obreros del Evangelio.
La fuerza que mueve a las hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del
Buen Pastor - y también a los Eudistas - no es otra que la misericordia que
brota del Corazón de Jesús. La mirada compasiva de Jesús, Buen Pastor,
sobre la oveja perdida continúa presente en la espiritualidad y en la misión de
la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Buen
Pastor. No importa la situación o el lugar o las circunstancias donde se
encuentren, porque tienen muy claro el principio de ser misioneras de la
misericordia, según lo escribe santa María Eufrasia: ¿A favor de quién ha
hecho el Señor tantas maravillas? ¿Acaso para las almas escogidas, para sus
preferidas? No, no, queridas hijas. Todo lo ha hecho únicamente para
criaturas depravadas, que se habían perdido abandonando su camino. Vean
cuál es el amor de un Dios que nos ama perdidamente. Y nosotros ¿no vamos
a hacer nunca nada por él? ¿Nada le daremos en reciprocidad? ¡Sí! Le
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rescataremos algunas de estas almas adquiridas a su corazón.
La misericordia no puede reducirse a un sentimiento o a un buen deseo sino
que está llamada a traducirse en acciones concretas como lo encontramos en
nuestros maestros espirituales: Según san Juan Eudes “tres cosas son
requeridas para la misericordia: la primera es que tenga compasión de la
miseria del otro…la segunda que tenga una gran voluntad de socorrerlos en
sus miserias…la tercera que pase de la voluntad al efecto”. (O.C. VIII, 53).
Admirablemente, en santa María Eufrasia, encontramos un eco muy
encarnado de esta afirmación: “velen cuidadosamente sobre ellas (las
personas confiadas), descubriendo sus necesidades espirituales y corporales,
conduciéndolas prudentemente a los pastos del espíritu, propios del estado y
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condición de cada una de ellas”.
Damos gracias al Señor por esta espiritualidad de profunda raíz bíblica y
somos herederos y herederas del Corazón de Jesús. Hemos sido colocados
frente a un mundo y a una época que, si bien no quiere oír hablar de Dios, si
muestra interés, acepta y comprende el lenguaje de la misericordia. De esta
manera, la espiritualidad de nuestra Familia se convierte en un desafío que
exige, de parte nuestra, ingenio, creatividad, santidad personal y mucha
oración para ser las y los misioneros de la misericordia que Santa María
Eufrasia y San Juan Eudes soñaron para sus hijas e hijos.
Unámonos como la Familia del Gran Corazón, pleno de misericordia, para
continuar y completar la vida de Cristo. Esa es nuestra misión común! En el
Año Santo que se aproxima, el Papa Francisco enviará miles de misioneros
de la misericordia por el mundo entero. Aceptemos este llamado al igual que
Jesús lo hizo, llamó y envió a otros 72, de dos en dos, “para sanar a los
enfermos y decir a los pueblos: el Reino de Dios está cerca de ustedes” (Lc
10,9). Entonces, vayamos juntos, Buen Pastor y Eudistas, para llevar al
mundo el amor compasivo y misericordioso de Dios como la Familia del Gran
Corazón.
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3
De las pláticas de santa María Eufrasia Pelletier, 6 Angers, 1907, 39-41.
Ibid., 42-43.