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¿CÓMO ACERCARNOS A DIOS?
Lamentaciones 3:22-26
Las lamentaciones son poemas o canciones tristes. Los hechos que narra este libro son
excesivamente dolorosos. Probablemente fueron los más terribles de la historia del pueblo
judío. Ellos habían olvidado los mandamientos de Dios y se habían rebelado contra el Señor;
por tanto, Dios permitió que una nación llamada Babilonia los llevara cautivos.
Fue tan grande el dolor de los judíos, que se lamentaron y lloraron amargamente lejos de su
lugar de origen. Cada verso de 4 capítulos del libro, comienza con una letra diferente del
alfabeto hebreo. Con esto, los judíos estaban diciendo: esto es el “A a la Z” de mi dolor y
pena por la pérdida de mi hogar. Las lamentaciones, también son las oraciones más sinceras
que han podido elevarse al Señor.
En éste libro encontramos algunas lecciones que nos ayudarán a superar aquellos
paradigmas o incluso, la misma tradición que nos ha enseñado que Dios no escucha
oraciones tristes o que tampoco atiende clamores de dolor. Dios pide que lo busquemos
porque Él desea ser encontrado. Él pide que lo llamemos porque Él está presto a acercarse
a nosotros. Reflexionemos entonces en la manera como debemos acercarnos a Él:
CON SED ESPIRITUAL
El hombre, en la búsqueda de resolver la necesidad insaciable de su corazón, se
inclinó a la religión, a la ciencia, a la industria y a la política, creó modelos económicos
que llenaran sus expectativas, pero no encontró la respuesta. La sed de nuestro espíritu tiene
sólo una forma de ser saciada: Dios. Nuestra oración debe ser como la de aquel que sabe
que no hay nada más que pueda poner nuestra vida en perspectiva, excepto Dios.
1
Alguien dijo: “la oración que Dios espera, es aquella que termina desplazándome a mí y
entronizando al Señor en mi vida”. Buscar a Dios con sed, significa volcar a Él nuestra
atención y derramar como agua nuestro corazón. Aunque el amor de Dios es eterno y no
debemos dudar de Él, de algo debemos estar seguros, Él seca todas las fuentes de nuestro
entorno para luego ofrecernos el agua de vida que produce plenitud en nosotros.
Meditemos:
¿Has visto como Dios cierra puertas ante ti y luego toma tu mano para guiarte a un
mayor grado de plenitud?
2
APELANDO A SU MISERICORDIA
No hay mérito que podamos hacer para merecer a Dios, no hay nada que el ser
humano pueda hacer para estar cerca de Él. La Biblia dice: «No hay un solo justo,
ni siquiera uno; no hay nadie que entienda, nadie que busque a Dios. Romanos 3:10. Al
acercarnos a Dios, debemos reconocer que no hay nada bueno en nosotros, incluso nuestras
mejores virtudes o bondades, son como trapos sucios.
A veces, un grado de jactancia hace que no busquemos sinceramente a Dios. Con
frecuencia, nos comparamos con otros y decimos: yo no le hago mal a nadie, soy mejor que
mis vecinos o, no me equivoco tanto como otros. Debemos recordar entonces lo que dijo el
profeta Isaías: Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son
como trapos de inmundicia. Todos nos marchitamos como hojas: nuestras
iniquidades nos arrastran como el viento. Isaías 64:6. El privilegio de ser amados por Dios
no tiene nada que ver con lo bueno que aparentemente somos, sino con Su gran
misericordia.
CON DISPOSICIÓN A SU PUREZA
El fin de la oración no es cambiar el parecer de Dios, sino permitir que Dios nos
cambie. La restauración de Dios comienza con la purificación. Si nos acercamos a
Él, debemos tener la disposición para que nuestra forma de pensar y vivir sea transformada.
El pueblo judío se preguntaba ¿por qué éste sufrimiento? Lo que ignoraban, era que Dios
los estaba llamando a la pureza y había encontrado los medios para que se acercaran a Él.
Su deseo era devolverles la alegría y la esperanza, no sin antes, lavar sus corazones.
3
Nuestra dependencia vital a Dios descansa en la santidad. Sin Su Espíritu purificador es
imposible tocar Su gloria. El regreso a casa solo tiene un camino: la humillación.
Reconozcamos entonces que necesitamos a Dios, y que en nuestra fuerza no podremos
hacer nada. Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. ¡Pecadores, límpiense las
manos! ¡Ustedes los inconstantes, purifiquen su corazón! Reconozcan sus miserias,
lloren y laméntense. Que su risa se convierta en llanto, y su alegría en
tristeza. Humíllense delante del Señor, y él los exaltará. Santiago 4:8-10.
Aplicación
1. Reflexiona en la manera como te acercas a Dios. Recuerda que Él exalta
al que se humilla.
2. Recuerda que el único mérito que tenemos para acercarnos a Dios es
Jesucristo, el único mediador entre Dios y los hombres.
Para concluir la reunión
Dedica tiempo diariamente para encontrarte con la gracia transformadora de Dios,
despojando tu corazón de la tradición y apelando siempre con humildad a Su misericordia.