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Entrenando al ritmo de nuestro corazón Durante la década de los 70, comenzó la explosiva afición mundial por el trote y junto a él, sobrevino el progresivo incremento de la conciencia social por mejorar las condiciones de salud y bienestar físico. Esta actitud global permitió, al inicio, el desarrollo de múltiples disciplinas realizadas al aire libre, para abrir paso, en años sucesivos, a la mayoría de los deportes extremos, tan conocidos en la actualidad. Desde entonces, la humanidad ha recorrido muchos kilómetros en todas partes del mundo, con el ánimo de rebajar unos “kilitos extras”, sentirse mejor física y anímicamente, prevenir o recuperarse de una enfermedad cardiaca, lograr las óptimas condiciones corporales adecuadas frente a una competencia u oficio profesional, o tan solo para despejar la mente frente a las agobiantes responsabilidades impuestas por el ritmo de vida actual. En aquellos años, el célebre pugilista Floy Patterson, logró grandes hazañas dentro del cuadrilátero, pero cuando llegó el momento de colgar los guantes, lejos de detenerse, desarrolló una prolífera carrera como maratonista. Este hombre se convirtió, sin lugar a dudas, en un edificante ejemplo para muchos aficionados del deporte, y sobre todo para los principiantes ejecutantes de tan duras disciplinas. Fue precisamente al concluir triunfante una reconocida competencia, cuando fue entrevistado y emitió la frase recogida al principio de este artículo, ante la solicitud formulada por un periodista, de comparar la dificultad de las dos actividades deportivas. Esta forma elemental de razonamiento reflejaba justamente, el conocimiento que destacados atletas poseían, para aquel momento, sobre estrategias, hoy consideradas casi elementales en el entrenamiento de alta competencia. El desarrollo en el ámbito deportivo abarca la creación, y sistemática incorporación, de curiosas, múltiples y efectivas estrategias de entrenamiento. Por ejemplo, a principio de los años 70, no se adjudicaba la suficiente importancia a los ejercicios de estiramientos, y el calentamiento estaba precedido tan solo por múltiples saltos y/o trote violento sobre un punto, para luego proceder a trotar durante 30 minutos y pasar, a continuación, a realizar los ejercicios de fortalecimiento específicos de la disciplina deportiva de interés para el ejecutante. En años siguientes se hizo énfasis particular por inculcar la necesidad de comenzar, mediante extendidas sesiones de estiramiento previas al trote de calentamiento, para luego continuar ejecutando, nuevas posiciones de estiramiento. Hoy en día se compara al músculo frío con un caramelo, por su fragilidad al impacto, pero con la propiedad de permitir estirarse cuando se le calienta. Por esta razón, muchos entrenadores promocionan solo el estiramiento prolongado después de alcanzado un suficiente nivel de calentamiento muscular. El corazón es en esencia, un músculo vital para nuestro organismo, y su entrenamiento requiere de la atención precisa, debido a los muchos beneficios que un sano estilo de vida nos ofrece. Sin embargo, hace aproximadamente 20 años cuando se mencionaba el monitoreo cardíaco, en situación de reposo o durante la realización de alguna maniobra o actividad física, asumíamos de inmediato que hacíamos referencia a una materia solo posible dentro de un laboratorio esmeradamente acondicionado, donde curiosos científicos motivados al incipiente estudio de lo que hoy conocemos como la medicina deportiva, controlaban atentamente, las condiciones ambientales (temperatura del medio ambiental, viento en contra, viento a favor, inclinación de la pendiente, entre otras) para observar las peculiares respuestas del organismo en experimentación, tales como: el calor corporal, la frecuencia cardiaca, frecuencia respiratoria, presión arterial, variación en la captación de oxígeno desde el reposo hasta alcanzar nuestro esfuerzo máximo, expulsión de dióxido de carbono durante nuestra 1/3 Entrenando al ritmo de nuestro corazón espiración, y muchos más. Estos registros fisiológicos eran poco comprendidos para ese momento, pero gracias al tenaz trabajo de innumerables investigadores, junto a la imprescindible y valiosa participación de experimentados atletas, militares adiestrados y astronautas, se han podido establecer parámetros normales de comparación y más aún, sofisticar las técnicas de entrenamiento, a fin de conseguir junto al óptimo desarrollo de las virtudes del deportista, y la increíble superación de marcas mundiales, casi imposibles de ser batidas por medio de la utilización de los programas clásicos de preparación y acondicionamiento físico conocidos para la época. Con la proliferación de los medidores de ritmo cardíaco portátiles (MRC), se desmitificaron muchas apreciaciones y “reglas incuestionables”, imperantes entre los deportistas, e inculcadas firmemente por los entrenadores y profesores de educación física. Al permitir controlar de forma precisa y refinada la calidad y efectos que el entrenamiento tiene sobre nuestra economía vital, los MRC, se han convertido en los entrenadores personalizados de muchas personas motivadas a esforzarse por alcanzar mejores condiciones físicas, espirituales y mentales, quienes requerían de una herramienta confiable para vincular el cuerpo con la mente. Más aún, los MCR han permitido restituir la confianza de muchas personas que desean manejar los datos de bioinformación necesarios para controlar su rendimiento específico dentro de rangos propios y seguros. Estos monitores del ritmo cardiaco están conformados por un par de electrodos unidos a un trasmisor electrónico sellado, resistente al agua, y adherido al pecho por medio de una correa elástica. Los impulsos electromagnéticos trasmitidos, son recibidos en un monitor de pulsera, donde nos muestran los datos de manera muy precisa. Algunos modelos almacenan la información y otros, también permiten transferirla al computador personal, para la elaboración de tablas personales de desempeño, afín de comparar nuestros niveles de ejecución. Si bien estos dispositivos pueden ser percibidos como elementos distorsionantes de la espontaneidad del entrenamiento, por quien debuta en la actividad o inclusive por avezados atletas, acostumbrados a sus esquemas ortodoxos de preparación física, “luego de superada la etapa de sentirse como esclavo a un dispositivo mecánico, progresivamente se aprecia la sustancial mejora en la velocidad de ejecución, disminución en el tiempo de recuperación, y confianza de recibir la información exacta sobre los cambios operados en el cuerpo durante el desempeño del ejercicio” según ha comentado el experto Mark Allen, poseedor de múltiples títulos campeonato Ironman. Por supuesto, debo recomendar la visita al cardiólogo, para la realización de una prueba de esfuerzo, previa a la temporada de entrenamiento, de manera de establecer nuestra frecuencia cardiaca en reposo, ritmo cardiaco máximo y conocer el ritmo cardiaco del umbral anaeróbico, es decir, el momento en el cual nuestro corazón nos indica que nuestro cuerpo esta produciendo nocivamente, y como respuesta al ejercicio, más acido láctico del que puede procesar. Hoy en día existen atletas que dicen “conocerse”, al poder identificar precozmente, las señales de cansancio emitidas por su cuerpo respondiendo al esfuerzo desplegado. Pero en la actualidad, las celebres palabras de Floyd Patterson, no tienen la misma vigencia, ya que si necesitamos sentirnos totalmente agotados para detener nuestro esfuerzo físico, muchas veces durante el momento más exigente de la sesión de entrenamiento, lejos de trabajar eficientemente en mejorar nuestra condición, podemos estar realizando un sobre 2/3 Entrenando al ritmo de nuestro corazón entrenamiento o, peor aún, exponer a nuestro organismo a lesiones innecesarias, al someterlo a un requerimiento para el cual no se encuentra adecuadamente preparado. Definitivamente, ser el mejor no es tan importante como estar en plena forma, y para ello es imprescindible entrenar de manera inteligente, sistemática y eficiente, conociendo la respuesta real de nuestro cuerpo a los cambios en el ritmo de nuestro corazón. “En el maratón cuando te cansas te detienes y ya, mientras que en el boxeo, cuando te paras estás acabado”. Floyd Patterson. 3/3