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Adoración Eucarística
«Mujer ¿A quién buscas?»
CANTO…
Señor Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre,
resplandor del Padre e imagen suya,
nosotros te reconocemos presente
en el sacramento del pan y del vino y te adoramos.
Nuestros ojos no pueden fijar tu gloria
y sostener el esplendor de tu luz divina;
pero en este sacramento nosotros te reconocemos
y te adoramos en la fe
como los ángeles y los santos te contemplan y te alaban
an en el cielo.
ciel
Ahora nosotros caminamos en la fe y en la espera,
y tenemos como consuelo tu Palabra
y este santísimo sacramento de tu cuerpo.
De ambos tenemos extrema necesidad en esta vida:
de alimento y de luz;
y Tú nos has dejado tu cuerpo como alimento para nuestro camino.
Nosotros te damos gracias, Señor, por estos dones,
con los cuales nos haces descansar y nos das vida:
tu santísimo cuerpo y tu palabra.
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Tú quisiste de este modo manifestar tu amor hacia todos
todo los hombres;
Tú nos preparaste un gran banquete para todos los pueblos,
en el cual ya no es el cordero simbólico
sino que se nos da tu mismo cuerpo y sangre,
para que nosotros gustemos de la alegría de tu banquete
y bebamos del cáliz de la salvación.
A Ti nuestra alabanza y nuestro amor,
Por los siglos de los siglos.
Imitación de Cristo
Guía: Era el primer día de la semana, de madrugada, cuando María
Magdalena estaba allí, desolada, cerca del sepulcro vacío de su Señor
(cf. Juan 20,11-18).
María estaba allí, afuera y lloraba. Su alma estaba en ese llanto que
manifestaba su necesidad existencial de encontrarse en la presencia de
Aquel que ya era el fundamento de su existencia; pero no sabía ni cómo
ni dónde buscarlo. Estaba allí, desierta, pobre: ella misma era un
espacio de espera. Y su fuerza estaba en el permanecer en su lugar, en
no separar su corazón del lugar de su deseo.
A la madrugada de esa mañana pascual, María había llegado a través de
un largo viaje del corazón.
azón. A la mañana de la fe y de la llamada a seguir
al Señor se llega recorriendo un misterioso camino en la noche, bajo las
estrellas que aún no hablan. Los signos encontrados en el camino los
podemos descifrar, sólo después, cuando el plan de Dios se va
desplegando completamente bajo nuestra mirada de admiración.
Ana María Canopi
Resp. Oh Dios, Tú eres mi Dios, te busco desde la aurora,
aurora
mi alma tiene sed de Ti, por Ti suspira mi carne.
G.
As.
Al comienzo de la velada, golpeamos a tu puerta.
Ábrenos, Señor.
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G.
As.
En el corazón de la noche, buscamos tu rostro.
Mi corazón sabe que dijiste: «busquen mi rostro».
Yo busco tu rostro, Señor, no lo apartes de mí. (Sal 27,8-9).
27,8
G.
As.
Yo duermo, pero mi corazón vela (Cant 5,2).
e, busqué al amado de mi alma.
En mi lecho, durante la noche,
Lo busqué y no lo encontré (Cant 3,1).
1L.
Entonces buscarás al Señor, tu Dios, y lo encontrarás, si lo
buscas con todo tu corazón y con toda tu alma (Deut 4,29).
Mi alma te anhela de noche, a la mañana mi espíritu te busca
b
(Is 26,9).
2L.
Resp. Oh Dios, Tú eres mi Dios, te busco desde la aurora,
aurora
mi alma tiene sed de Ti, por Ti suspira mi carne.
1L.
2L.
1L.
2L.
1L.
Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me
abre, entraré en su casa y cenaremos juntos (Apoc 3,-20).
3,
Un ruido, es mi amado que golpea.
¡Ábreme,, hermana mía, mi amada, paloma mía, mi preciosa!
Porque mi cabeza está empapada por el rocío y mi cabellera
por la humedad de la noche.
Ya me quité la túnica, ¿cómo voy a ponérmela
la de nuevo?
Mi amado pasó la mano por la abertura de la puerta, y se
estremecieron mis entrañas. Me levanté para abrirle a mi
amado, y mis manos destilaron mirra, fluyó mirra de mis
dedos, por el pasador de la cerradura (Cantar 5,3-5).
5,3
Ustedes me buscarán
carán y no me encontrarán (Jn 7,34). Busquen
al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras está
cerca (Is 55,6).
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2L.
Yo misma le abrí a mi amado, pero él ya había desaparecido
(Cant 5,6). ¡El alma se me fue detrás de él! ¡Lo busqué, y no
lo encontré. Lo llamé y no me respondió!
1L.
Entonces, cuando ustedes me invoquen y vengan a
suplicarme, yo los escucharé; cuando me busquen, me
encontrarán, porque me buscarán de todo corazón, y yo me
dejaré encontrar por ustedes (Jer 29,12-13).
2L.
Me levantaré y recorreré la ciudad; por las calles y las plazas,
y buscaré al amado de mi alma (Cant 3,2).
1L.
Que arda el corazón de quien busca a Dios. Felices los que lo
buscan de todo corazón (Sal 119,2).
Yo te busco de todo corazón (Sal 119,19).
2L.
1L.
2L.
El Señor es bondadoso con lo que esperan en El, con aquellos
que lo buscan (Lam 3,25).
Busqué al Señor: El me respondió (Sal 34,5).
Resp. Oh Dios, tú eres mi Dios, te busco desde la aurora,
mi alma tiene sed de Ti, por Ti suspira mi carne.
1L.
2L.
«Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas? (Jn 20,15).
Señor, tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; mi alma
tiene sed de ti (Sal 63,1).
1L.
2L.
El buen Pastor llama a las ovejas, cada una por su nombre.
Va delante de ellas y las ovejas lo siguen (Jn 10,3-4).
«¡María!».
1L.
2L.
Ellas lo siguen porque conocen su voz (Jn 10,3-4).
«¡Maestro, mío!».
1L.
Que se alegren y se regocijen en ti, todos los que te buscan
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2L.
1L.
2L.
Sol.
(Sal 40,17).
Lo agarré, y no lo soltaré (Cant 3,2-4).
Mientras el Rey está
stá en su diván, mi nardo exhala su perfume.
Mi amado es para mí una bolsita de mirra, que descansa entre
mis pechos (Cant 1,12-13).
Mi amado es para mí y yo soy para mi amado (Cant 2,16).
Levántate amada mía, y ven hermosa mía. Porque ya pasó el
invierno. Cesaron y se fueron las lluvias. Aparecieron las
flores sobre la tierra, llegó el tiempo de las canciones (Cant
2,10-12).
La persona consagrada es la persona atrapada totalmente
por la belleza y por el amor de Cristo Señor.
A El solo debemos buscar, amar, servir y seguir.
La consagrada es la nostalgia, el empuje, el ansia y
el éxtasis del amor de Cristo.
Este amor total la aleja de cualquier otro deseo,
de cualquier otra esperanza, para dedicarla exclusivamente a
la contemplación, al culto,
a la conquista del amor personificado por Cristo.
De aquí la exigencia de seguirlo más de cerca,
de estar con El, imitarlo,
transformando en votos los tres consejos evangélicos:
para ser como El virgen, pobre, obediente.
De este modo se entra
ra en profunda comunión con El
deseando únicamente vivir en su presencia.
Padre Luis M. Faccenda
Del cantar de los cantares (3,1-4)
En mi lecho, durante la noche, busqué al amado de mi alma. ¡Lo busqué
y no lo encontré!
«Me levantaré y recorreré la ciudad;
dad; por las calles y las plazas, buscaré
al amado de mi alma». ¡Lo busqué y no lo encontré!
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Me encontraron los centinelas que hacen la ronda por la ciudad: «¿Han
visto al amado de mi alma?».
Apenas los había pasado, encontré al amado de mi alma. Lo agarré, y no
lo soltaré hasta que lo haya hecho entrar en la casa de mi madre, en la
habitación de la que me engendró.
Salmo 63
Resp. Oh Dios, tú eres mi Dios, te busco desde la aurora,
mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne.
1.
Señor, tú eres mi Dios,
yo te busco ardientemente,
mi alma tiene sed de ti.
Yo te contemplaré en el Santuario
para ver tu poder y tu gloria.
2.
Porque tu amor vale más que la vida,
mis labios te alabarán.
Así te bendeciré mientras viva
y alzaré mis manos en tu Nombre.
3.
Mientras me acuerdo de ti en mi lecho
y en las horas de la noche medito en ti,
veo que has sido mi ayuda
y soy feliz a la sombra de tu alas.
Del Evangelio según San Juan (20,11-18)
María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras
lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco,
sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido
puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?».
María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo
han puesto».
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Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo
reconoció.
Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella,
pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo
has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo».
Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo:
«¡Rabboní!», es decir «¡Maestro!». Jesús le dijo: «No me retengas,
porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir
ir a mis hermanos: “Subo
a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes”».
Silencio contemplativo
Reflexiones:
G.
«De madrugada... María Magdalena fue al sepulcro» (Jn
20,1). La discípula fiel no puede vivir sin el Señor, porque lo
ama apasionadamente: debe ir a buscarlo.
Resp. Jesús es, Jesús es Señor
1L.
María Magdalena, mujer fiel, tu amor es único:
¡Cómo quisiera imitarte!
Subes valientemente al Calvario con tu Señor,
para darle consuelo con tu presencia,
mientras El sufre por nuestros pecados.
Tu corazón estaba en angustia con el suyo.
Cuando fue bajado de la cruz,
tú ayudaste a preparar su cuerpo bendito
para la sepultura.
Hiciste todo lo que te era posible por tu Señor:
le diste todo lo que tenías.
Luego, te fuiste y quedaste en espera.
2L. Aquella noche, María no puede dormir, y reza con la Escritura:
«Yo duermo, pero mi corazón vela» (Cantar 5,2).
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Resp. Jesús es, Jesús es Señor.
1L.
2L.
1L.
2L.
1L.
María Magdalena precede a las otras mujeres y llega primera
al sepulcro vacío. En su amor impetuoso, sólo puede pensar
en una profanación: ¡el cuerpo amado ha sido robado!
Corre, y luego regresa llorando, porque su amor no la deja en
paz.
Ni siquiera escucha a los ángeles que le hablan. Prorrumpe
sólo en un doloroso y desconsolado lamento: «Se han llevado
a mi señor, y no sé dónde lo han puesto».
Cuando se da vuelta, vio a Jesús, pero no lo reconoció.
«Mujer, ¿por qué lloras?». «Señor, si tú lo has llevado, dime
dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo».
Es tan grande su dolor por la desaparición de Jesús que ni
siquiera le dice su nombre al que ha confundido con el
cuidador de la huerta. Y menos aún se preocupa por la
limitación de sus fuerzas, y ya se aleja de Jesús para volver a
la tumba.
Resp. Jesús es, Jesús es Señor.
2L.
Entonces, Jesús la llama: «¡María!». El nombre con el cual
Jesús acostumbraba a llamarla, le abrió los ojos y volvió a
despertar en ella, la profunda intuición del amor.
1L.
¡Su nombre en los labios del Señor! Nunca una palabra le
había resultado tan dulce. La escuchará en sus oídos hasta la
muerte, hasta cuando volverá a ver a Jesús en la gloria, en la
misma luz de Dios.
2L.
Ella se da vuelta y grita: «¡Rabboní!». Pronunció sólo esa
palabra y cayó a sus pies, abrazándolos fuertemente: había
encontrado a Aquel que su corazón amaba y deseaba.
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Página 8
María hace un acto de fe en Jesús: lo reconoce como a su
Señor y a su Dios. Nunca había dudado de El y de su poder,
pero no conocía el día ni la hora en el que habría vuelto para
manifestar su gloria al mundo. Ahora, El está allí, ante ella.
Resp. Jesús es, Jesús es Señor.
1L.
Lo que estaba desde el principio, lo que nosotros hemos
escuchado, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que
hemos contemplado y lo que nuestras manos han tocado: el
Verbo de la vida... nosotros lo anunciamos también a ustedes.
2L.
María Magdalena fue enseguida a anunciar a los discípulos:
«He visto al Señor» y también lo que le había dicho.
Resp. Jesús es, Jesús es Señor.
ORACION
Señor, que ninguna mañana nueva
venga a iluminar mi vida
sin que mi pensamiento se dirija a tu resurrección.
¡Que cada mañana, sea para mí, mañana de Pascua!
Y que cada día, cada despertar
traiga la alegría de la Pascua,
traiga también la conversión profunda:
que sepa en cada situación y en cada persona,
conocerte como quieres ser conocido hoy,
no como me parecías ayer,
sino como te muestras a mí, ahora.
Que cada episodio de mi jornada
sea un momento en el cual te escuche llamarme por mi nombre,
como llamaste: ¡María!
Concédeme responderte con una palabra sola
pero con todo el corazón: ¡Maestro mío!
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