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J.R. JIMÉNEZ
Vino, primero, pura,
vestida de inocencia;
Y la amé como un niño.
Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes;
y la fui odiando sin saberlo.
Llegó a ser una reina,
fastuosa de tesoros…
¡Qué iracundia de yel y sin sentido;
…Mas se fue desnudando.
Y yo le sonreía.
Se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.
Y se quitó la túnica
y apareció desnuda toda.
¡oh pasión de ni vida, poesía
desnuda, mía para siempre!
...................................................
Nacía, gris, la luna, y Beethoven lloraba,
bajo la mano blanca, en el piano de
ella...
En la estancia sin luz, ella, mientras
tocaba,
morena de la luna, parecía más bella.
Yo no volveré. Y la noche
tibia, serena y callada,
dormirá el mundo, a los rayos
de su luna solitaria.
Mi cuerpo no estará allí,
y por la abierta ventana
entrará una brisa fresca,
preguntando por mi alma.
No sé si habrá quien me aguarde
de mi doble ausencia larga,
o quien bese mi recuerdo,
entre caricias y lágrimas.
Pero habrá estrellas y flores
y suspiros y esperanzas,
y amor en las avenidas,
a la sombra de las ramas.
Y sonará ese piano
como en esta noche plácida,
y no tendrá quien lo escuche
pensativo, en mi ventana.
Arias tristes
SOLEDAD
En ti estás todo, mar, y sin embargo,
Teníamos los dos desangradas las flores
del corazón, y acaso llorábamos sin
vernos...
Cada nota encendía una herida de
amores...
-...el dulce piano intentaba
comprendernos-.
Por el balcón abierto a brumas
estrelladas
venía un viento triste de mundos
invisibles...
Ella me preguntaba de cosas ignoradas
y yo le respondía de cosas imposibles...
La Soledad Sonora
¡qué sin ti estás, qué solo,
qué lejos, siempre de ti mismo!
Abierto en mil heridas, cada instante,
cual mi frente,
tus olas van, como mis pensamientos,
y vienen, van y vienen,
besándose, apartándose,
en un eterno conocerse,
mar, y desconocerse.
Eres tú, y no lo sabes,
¡Cómo aprendemos a morir
tu corazón te late y no lo siente…
en ti, sueño!
¡Qué plenitud de soledad, mar solo!
¡Con qué belleza magistral
Diario de un poeta recién casado
nos vas llevando –por jardines,
que nos parecen cada vez más nuestrosal gran conocimiento de la sombra!
Poesía