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EJERCICIOS
ESPIRITUALES
EN LA ESCUELA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN
Pautas generales para mi oración personal
La oración es un arte y, como tal, pide un proceso de aprendizaje, con una
buena dosis de paciencia y de constancia. He aquí unas pautas generales que
pueden ser útiles en ese camino de aprendizaje y que puedes usar en los
momentos de meditación durante estos Ejercicios Espirituales, pero también a lo
largo del año en los momentos de retiro, e incluso, de forma más sencilla, en la
meditación diaria. — Cuando se comienza a tener práctica espiritual y se
convierte en un “artista de la oración”, uno mismo se construye y se establece
sus propias pautas.
1. Preparación.
Empieza buscando un lugar en el que te sientas cómodo, en tu habitación, en la
capilla, al aire libre. Un lugar y una postura que te evite la modorra y te
mantenga cómodamente despierto: ¡no te tumbes en la cama! De rodillas,
sentado, paseando... como prefieras; pero evita toda distracción. Prefiere aquel
lugar y aquella postura que te ayuden mejor a concentrarte. Serena y acompasa
tu respiración. Respira hondo varias veces seguidas, con el pecho y el estómago;
retén unos segundos el aire al inspirar y espirar. Relaja los músculos, evita toda
tensión. Toma conciencia de tu propio cuerpo, y ve relajando cada uno de tus
músculos, desde los pies hasta los músculos faciales. Dedica unos minutos a
centrar los sentidos: la vista (presta atención lo que ves desde donde estás,
detente en lo que te agrade o te llame la atención), el oído (cierra los ojos y
escucha los distintos sonidos que llegan a ti, por imperceptibles que sean), lo
mismo haz con el olfato y el tacto. Ofrécete al Señor y pídele que ordene toda tu
vida en su alabanza y su servicio. Sigue respirando acompasadamente a lo largo
del tiempo de oración personal.
2. Entrada en oración.
Desea encontrarte con el Señor. Sé consciente de que estás ante Dios, que está
cerca de ti y que te está hablando: necesitas ahora centrar los sentidos internos
para percibir su tenue presencia, al igual que ya has hecho antes con los
sentidos externos. Repite varias veces: “Habla, Señor, que tu siervo escucha!”
(1Sam 3); hazlo al ritmo de la respiración, lentamente. Saluda cordialmente a
Dios; dile que te dispones a rezar, a reflexionar a la luz de su mirada y de su
Palabra. Pídele al Espíritu Santo que te dé su fuerza en este rato de oración.
Recuerda cuál es la materia de oración para ese día, y cómo se inscribe el
ejercicio de oración que te preparas a realizar dentro del conjunto. Dile sobre
qué te dispones a rezar, pídele que te ayude a obtener frutos, en concreto dile
qué fruto te gustaría obtener de este rato de oración.
3. Cuerpo de la oración.
Toma la Biblia y lee el texto propuesto. No tengas prisa. Primero haz una
lectura lenta y seguida del texto elegido; cierra incluso los ojos y repite el texto
de memoria.
En un segundo momento, contempla lo leído con el corazón, sede de la
imaginación y del sentimiento; es decir, cierra los ojos e imagina paso a paso toda
la escena bíblica que acabas de leer: los personajes qué ven y oyen, qué dicen y
hacen. Imagínate tú mismo dentro de la escena: ¿qué ves y oyes, qué dices y
haces?, ¿qué sientes? Fíjate, qué sentimientos van apareciendo dentro de ti al
irte contemplando como un personaje más de la escena bíblica (maravilla, gozo,
confusión, ansia, vergüenza, temor, paz...).
En un tercer momento, medita sobre lo que significa Jesús para ti: relaciona la
escena contemplada con tu vida personal de cada día: ¿cómo interpela la
palabra de Dios tu manera de actuar y de pensar?
Considera qué implicaciones conlleva el mensaje de la escena bíblica: qué dice a
nuestra Iglesia de hoy, que dice a tu familia/comunidad, qué dice a nuestra
sociedad…
Mientras contemplas, meditas o consideras, conviene que vayas tomando notas
personales. No tengas reparo en escribir algo, aunque sea poco. El escribir te
ayudará a centrar tu oración y evitará distracciones. Más adelante puedes
retomar tus notas y seguir rezando sobre lo mismo. Te ayudará a mantener una
línea de fondo, a unir EE y vida cotidiana.
4. Coloquio final.
Acaba hablándole a Jesús “como un amigo habla a su amigo” (cf. EE 54). En
conversación sencilla y confiada con Jesús, el Señor que te llama, exprésale lo
que más llena tu corazón en este momento, después de contemplar y meditar la
Palabra.
5. Evaluación.
Al acabar tu oración, dedica unos minutos a tomar distancias de lo que has
hecho y vivido en ella. Evalúa cómo te ha ido ese rato de oración, a fin de tomar
nota para siguientes momentos. Obsérvate y reflexiona:
 ¿Cómo te encuentras al acabar?
 Escucha tu cuerpo: ¿cómo ha quedado después de este rato de oración?
 Escucha tu corazón: ¿qué sentimientos han ido apareciendo al contemplar?
 Escucha tu mente: ¿con qué te quedas de lo que has meditado y considerado?
 ¿Cómo te va ayudando el ambiente externo, tu disciplina personal, tu
serenidad…?
 Acaba resumiéndolo todo en una frase, un leit motiv que te acompañe en
adelante.
Recuerda que las actitudes básicas de toda oración cristiana son:
Aceptar la vida: para acoger a Dios, conviene, antes, aceptar la vida que te ha
tocado vivir, con sus limitaciones y, también, con sus posibilidades; con sus
luces y con sus sombras.
Mirar y escuchar: para descubrir a Dios, has de saber previamente observar en
profundidad lo que ocurre a tu alrededor, y aprender a escuchar a los demás;
captar la realidad profunda de lo que te rodea.
Crear predisposiciones: no puedo captar la bondad de Dios si no sé alimentar
pensamientos de bondad; si no sé expresarme ante los demás con palabras
amables; si no sé descubrir el lado positivo de las cosas y de las personas; si no
sé ser agradecido y dar las gracias; si no sé perdonar y pedir perdón; si no sé
callar y hacer silencio de vez en cuando.
Reconocer la presencia de Dios: con las gafas de la fe puestas, puedes reconocer
la presencia bondadosa de Dios en tu vida en la medida que aceptas la vida,
que sabes mirar y escuchar en profundidad los acontecimientos y las personas,
que sabes captar, con buena predisposición, la bondad de la vida.
Vivir desde una vida unificada: la presencia de Dios embarga toda tu persona.
No tiene sentido vivir en compartimentos estancos. Acción, oración, descanso,
trabajo, recreo, afectividad, compromiso, silencio, relación interpersonal,
celebración... todo encuentra su unidad en la vivencia del Evangelio y en la
presencia de Dios que lo impregna todo.
Vivir desde la comunidad cristiana: al igual que no existen personas aisladas,
no existen creyentes anónimos, ni cristianos de por libre. Jesús fundó una
comunidad de discípulos para estar con él y para continuar su misión. En
comunidad, en grupo, celebramos y vivimos, reflexionamos y animamos
nuestra fe y nuestra oración.
Ir tomando decisiones: la calidad de la oración personal y comunitaria no se
mide por las emociones que provoca, sino por las convicciones que crea, es
decir, por su repercusión en la vida de cada día. La auténtica oración nos hace
crecer en confianza, en paz y sosiego, en gozo de corazón, en firmeza y
constancia, en capacidad de afrontar dificultades, en generosidad y solidaridad,
en compromiso social y eclesial.
Procedimiento para la lectio divina personal
Básicamente el procedimiento de acercamiento a un texto bíblico se
realiza en tres momentos que corresponden a las tres potencias clásicas
de la antropología cristiana: memoria, afecto, e inteligencia. Con la
memoria leemos y retenemos el texto bíblico. Con el afecto contemplamos
lo que hemos leído y nos apropiamos de ello. Con la inteligencia
reflexionamos sobre lo que nos hemos apropiado y sacamos consecuencias
prácticas.
De ahí surgen los tres pasos fundamentales de toda lectio divina: lectura,
contemplación y meditación. Según sea un texto bíblico – narrativo,
discursivo, o pético – puede variar el procedimiento de aplicación de las
tres potencias.
1. Textos narrativos
Toma el texto bíblico sobre el que vas a hacer lectio. Aunque te resulte
muy conocido, léelo como si fuera la primera vez: detenidamente. Cierra
los ojos y repítelo de memoria.
En un segundo momento contempla la escena: imagínatela, recorriendo
con los ojos cerrados el lugar donde se desarrolla la escena; obsérvala a
los personajes conversando entre sí. Ve identificándote con cada uno de
ellos: ¿qué haces tú en su lugar?, ¿qué oyes?, ¿qué dices?, ¿qué sientes?
Fíjate, qué sentimientos se van suscitando en ti.
En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti: confronta lo
contemplado con tu vida personal.
2. Textos discursivos
Toma el texto bíblico sobre el que vas a hacer lectio. Aunque te resulte
muy conocido, léelo como si fuera la primera vez: detenidamente. Cierra
los ojos y repítelo de memoria.
En un segundo momento, repasa el texto leído frase por frase, o incluso
palabra por palabra, considerando el máximo de significados,
comparaciones, gustos y consolaciones, antes de pasar a una nueva frase
o palabra. Detente allí donde halles mayor consolación, todo el tiempo
que dure. Deja resonar en el silencio de tu corazón aquellas frases o
palabras que te resulten más sugerentes. No tengas prisa, detén el tiempo
en ti.
En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti las
resonancias suscitadas por el texto: confróntalo con tu vida personal.
3. Textos poéticos
Toma el texto bíblico sobre el que vas a hacer lectio. Aunque te resulte
muy conocido, léelo como si fuera la primera vez: detenidamente. Cierra
los ojos y repítelo de memoria.
En un segundo momento imagina cada una de las comparaciones y las
imágenes usadas por el autor del texto. Métete dentro de la escena e
imagínate en ella: ¿qué sentimientos suscita?
Por otra parte, considera frase por frase el texto captando el máximo de
significados y sugerencias. Detente allí donde halles mayor consolación,
todo el tiempo que dure. Deja resonar en el silencio de tu corazón
aquellas frases o palabras que te resulten más sugerentes. No tengas
prisa, detén el tiempo en ti.
En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti las
resonancias suscitadas por el texto: confróntalo con tu vida personal.
***
Estos tres procedimientos te
permitirán hacer lectio divina
sobre cualquier texto del
Antiguo
y
del
Nuevo
Testamento, especialmente de
aquellos que la Liturgia ha
seleccionado para la eucaristía
diaria, incluyendo el salmo
responsorial, y la salmodia del
Diurnal.
Diversas formas de orar
Primera forma de orar: considerar
– Útil para ir revisando y verificando la propia vida.
1. Antes de entrar en oración, reposa tu cuerpo y tu espíritu, considera a
dónde vas y a qué.
2. Pide gracia a Dios nuestro Señor para conocer en lo que has faltado,
pide también la gracia de enmendarte en adelante, pide ayuda para vivir
más evangélicamente.
3. Considera de forma pausada, pero no minuciosa, tu comportamiento
referido a cada uno de los puntos (los mandamientos, las virtudes y
defectos, las bienaventuranzas, las obras de misericordia, los consejos
evangélicos, etc.).
4. Acaba con un diálogo final a Jesucristo, recogiendo los sentimientos
dominantes. Al final, reza un Padrenuestro.
5. Al final haz examen de oración.
Segunda forma de orar: dejar resonar
– Útil para ir interiorizando y contemplando las oraciones más cotidianas, que poden caer
fácilmente en la monotonía.
1. Antes de entrar en oración, reposa tu cuerpo y tu espíritu, considera a
dónde vas y a qué.
2. Pide gracia a Dios nuestro Señor para aprender a orar.
3. Repasa una de las oraciones conocidas, palabra por palabra,
considerando el máximo de significados, comparaciones, gustos y
consolaciones, antes de pasar a una nueva palabra.
Detente allí donde halles mayor consolación, todo el tiempo que dure.
Puede hacerse a partir del Padrenuestro, del Avemaría, del Gloria al
Padre, del Magníficat, del Benedictus, de las Plegarias eucarísticas o de los
otros sacramentos, o de los Salmos, etc.
4. Acaba con un diálogo final a Jesucristo, recogiendo los sentimientos
dominantes que han ido apareciendo al contemplar la oración elegida.
Concluye rezando toda seguida esa misma oración contemplada.
5. Al final haz examen de oración.
Tercera forma de orar: a compás
– Útil para hacer oración intensa en momentos breves de meditación.
1. Antes de entrar en oración, reposa tu cuerpo y tu espíritu, considera a
dónde vas y a qué.
2. Pide gracia a Dios nuestro Señor para aprender a orar.
3. Repasa una de las oraciones conocidas, palabra por palabra, detente en
cada palabra el tiempo de una respiración completa, considerando
brevemente el significado de la palabra, o su resonancia en ti, o la persona
a quien va dirigida.
Puede hacerse a partir del Padrenuestro, del Avemaría, del Gloria al
Padre, del Magníficat, del Benedictus, de las Plegarias eucarísticas o de los
otros sacramentos, o de los Salmos, etc.
4. Acaba con un diálogo final a Jesucristo, recogiendo los sentimientos
dominantes. Al final, reza un Padrenuestro.
5. Al final haz examen de oración.
1. El encuentro con Jesús
1. Preparación.
Lee las Pautas generales para mi oración personal y realiza lo que allí te
propone como preparación a la oración. No es una pérdida de tiempo;
ayuda a la predisposición personal para acoger la presencia de Dios.
2. Entrada en oración.
Lee y sigue igualmente las Pautas. Pídele a Dios especialmente en esta
ocasión que te ayude a serenar tu corazón y a abrir tus oídos a su Palabra
a lo largo de todos estos días para encontrarte personalmente con Jesús.
3. Lee, contempla, medita.
A) En la primera hora de oración personal, toma tu Biblia y lee Jn 1,35-51.
Es el encuentro de Jesús con sus primeros discípulos.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, haz una lectura contemplativa, es decir, con
el corazón, sede de la imaginación y del sentimiento. Imagina que te hallas
presente en la escena, mira con atención lo que van haciendo los
discípulos, y también lo que hace Jesús; escucha lo que dicen. Imagina
que tú mismo eres primero Andrés, Pedro, Felipe, Natanael…, y después
Jesús mismo: ¿qué haces?, ¿qué oyes?, ¿qué dices?, ¿qué sientes? Fíjate,
qué sentimientos se van suscitando en ti (maravilla, gozo, ansia, temor,
paz, ilusión...).
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— “¿Qué buscáis?” pregunta Jesús. Respóndele tú mismo: qué buscas en
estos días de EE?, qué buscas, además, en esta etapa de tu vida?
— “Rabí, ¿dónde vives? – Venid y veréis”. ¿Dónde vive hoy Jesús?
¿Dónde se le puede encontrar? ¿Dónde se siente él a gusto?... Y, ¿dónde le
estás buscando tú?
— “¡Hemos encontrado al Mesías!” exclama Andrés. A lo largo de los
años… ¿qué has ido encontrando? ¿De qué se ha ido llenando tu mochila
de peregrino?
— “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” sentencia Natanael. Todos
acumulamos prejuicios; ¿cuáles son los tuyos respecto a tus hermanos de
comunidad, a la vida de la Inspectoría, a la misión juvenil actual, a la vida
de la Iglesia…?
— “Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel!” exclama
finalmente Natanael. ¿Y quién es Jesús para ti? Si tuvieras que
“inventarte” unos títulos, ¿cuáles aplicarías a Jesús, desde tu corazón?
B) Después de descansar unos momentos, toma Jn 21,1-14. Es el
encuentro del resucitado con sus antiguos discípulos en Galilea.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, haz una lectura contemplativa, es decir, con
el corazón, sede de la imaginación y del sentimiento. Imagina que te hallas
presente en la escena, mira con atención lo que van haciendo los
discípulos, y también lo que hace Jesús; escucha lo que dicen. Imagina
que tú mismo eres primero, Pedro, el discípulo amado, los otros
compañeros…, y después Jesús mismo: ¿qué haces?, ¿qué oyes?, ¿qué
dices?, ¿qué sientes? Fíjate, qué sentimientos se van suscitando en ti
(maravilla, gozo, ansia, temor, paz, ilusión...).
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— Pedro toma la iniciativa de salir a pescar y con ello arrastra a sus
compañeros. En tu vida, ¿en qué momentos y ocasiones has tomado y
tomas la iniciativa de actuar? ¿Has sabido implicar a otros hermanos o a
otras personas en el empeño? ¿Qué resultado apostólico has obtenido?
— Han trabajado en vano durante toda la noche. La sensación de
cansancio, o incluso de fracaso, nos acompaña en ocasiones. Repasa tus
cansancios y frustraciones, y confíalos al Señor.
— Cuando obedecen a Jesús, la pesca se vuelve eficaz y obtienen mucho
fruto. Rememora las ocasiones en las que, inesperadamente, el Resucitado
ha hecho fructificar tus esfuerzos educativos y pastorales. Agradéceselo.
— El discípulo amado reconoce la presencia misteriosa del Resucitado. A
lo largo de tu vida, ¿en qué personas y circunstancias has ido
reconociendo la presencia misteriosa del Resucitado? Y en la actualidad,
¿en qué personas y en qué momentos lo reconoces?
— Jesús ofrece su almuerzo de pan y de pescado; él mismo nos ofrece
cada día su palabra y su eucaristía. Dale las gracias y pídele que no te
falte nunca “su pan” de cada día.
4. Coloquio final.
Tal como se propone en las Pautas generales para mi oración personal,
después de haber leído, contemplado y meditado los dos textos
evangélicos, dedica un buen rato a dialogar con Jesús. Explícale qué has
hecho a lo largo de todo este rato de oración, lo que has leído en el
evangelio, los sentimientos que han ido apareciendo en tu corazón, lo que
te ha ido sugiriendo para tu vida de cada día… No tengas prisa. Háblale
como a un amigo íntimo.
Dale gracias, pídele perdón, solicita su gracia y su ayuda…
Toma el Salmo 138, que encontrarás en el Diurnal, en las Vísperas del
miércoles de la IV semana (corresponde al Salmo 139 de tu Biblia). Rézalo
muy despacio, según la Segunda Forma de Orar (consulta las pautas de
oración presentadas).
Es un salmo muy bello y expresivo. Mediante imágenes el autor expresa su
convicción: Dios nos conoce mejor que nosotros mismos, estamos en manos de
Dios, que nos ha creado tal como somos. Cristo, en la cruz, se puso en manos del
Padre, también nosotros expresamos mediante este salmo nuestra serena
confianza en Dios.
5. Evaluación.
Realiza la evaluación de cada una de las dos horas de oración, según las
Pautas presentadas. Si lo haces cada vez, irás aprendiendo a rezar a partir
de tu propia experiencia de oración. Vale la pena!
Para seguir rezando…
Si dispones de tiempo, puedes tomar otros textos evangélicos y seguir
leyendo, contemplando, meditando y rezando:
Mt 4,18-22. Llamamiento de los primeros discípulos.
Lc 5,1-11. No temas, desde ahora serás pescador de hombres.
Salmo 131 (132 en tu Biblia). Confianza filial en brazos de Dios.
2. Al soplo del Espíritu
Lee las Pautas generales para mi oración personal y realiza lo que allí te
propone como preparación a la oración (1) y entrada en ella (2).
Pídele al Señor el don del Espíritu para que te dé la fuerza de nacer de
nuevo a la vida de Dios.
3. Lee, contempla medita
A) En la primera hora de oración personal, toma tu Biblia y lee Jn 3,1-13.
Es el encuentro y el diálogo entre Jesús y Nicodemo, el maestro de la Ley
que no entiende de cosas del Espíritu.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, haz una lectura contemplativa, es decir, con
el corazón, sede de la imaginación y del sentimiento. Imagina que te hallas
presente en la escena, mira con atención lo que van haciendo los
discípulos, y también lo que hace Jesús; escucha lo que dicen. Imagina
que tú mismo eres Nicodemo que acude de noche al encuentro de Jesús, y
después Jesús mismo: ¿qué haces?, ¿qué oyes?, ¿qué dices?, ¿qué sientes?
Fíjate, qué sentimientos se van suscitando en ti (maravilla, preocupación,
ansia, temor, estupor, incomprensión...).
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— El diálogo parte del nacimiento. Recuerda a tus padres y hermanos.
Rememora tus años infantiles. Dale gracias a Dios por el don de la vida,
por el don de la familia…
— “Nacer de agua y de Espíritu” hace referencia al Bautismo y a la vida
de fe que éste inaugura. Recuerda a las personas que te iniciaron a la fe,
las que te enseñaron a rezar, las que te instruyeron en el catecismo o en la
clase de Religión. Da gracias a Dios por el don de la fe y por quienes
fueron su instrumento.
— “Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu”.
¿Qué obras de la carne se han ido manifestando en tu vida? ¿Qué obras
del Espíritu se han ido también manifestando en tu vida?
— “Oyes el ruido del Espíritu, pero no sabes de dónde viene ni adónde
va”. Qué signos de la presencia del Espíritu descubres a tu alrededor: en
tu comunidad, en la Asociación, en la Iglesia, en la sociedad…
— ¿Cuáles son las “cosas terrenas” de las que más sueles hablar, y cuáles
las cosas celestiales?
B) En la segunda hora de oración personal, toma tu Biblia y lee Jn 19,3842. Es el relato de la sepultura de Jesús: José de Arimatea y Nicodemo se
encargan de dar una digna sepultura al Maestro.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, haz una lectura contemplativa, es decir, con
el corazón, sede de la imaginación y del sentimiento. Imagina que te hallas
presente en la escena, mira con atención lo que van haciendo los
discípulos, y también lo que hace Jesús; escucha lo que dicen. Imagina
que tú mismo eres José de Arimatea, Pilato, Nicodemo, y después Jesús
mismo, ya difunto: ¿qué haces?, ¿qué oyes?, ¿qué dices?, ¿qué sientes?
Fíjate, qué sentimientos se van suscitando en ti (maravilla, duda,
preocupación, ansia, temor, estupor, incomprensión...).
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— José de Arimatea era discípulo oculto por miedo a los judíos. Haz una
lista de tus miedos más recurrentes. Ponlos en manos del Señor.
— José de Arimatea y Nicodemo vencen sus miedos y se atreven a
sepultar a Jesús cuando los otros han huido. ¿En qué situaciones has sido
capaz de sobreponerte a tus temores y a dar un paso adelante? ¿Qué te ha
impulsado o ayudado?
— Honran a Jesús con lienzos, mixturas aromáticas y un sepulcro nuevo.
¿Cómo honras tú al Maestro? ¿Qué eres capaz de ofrecerle o de hacer por
él?
— Depositaron el cuerpo de Jesús para que descansara en paz. ¿Qué paz
puedes tú ofrecerle al Maestro en medio del ajetreo de nuestro mundo?
¿Qué paz puedes ofrecer a los que en nuestro mundo sufren como sufrió
el Maestro?
— Al cerrar la tumba se cerraron también muchas esperanzas de los
discípulos puestas en Jesús. ¿Qué esperanzas están hoy cerradas a los
hombres y mujeres de nuestra sociedad?
4. Coloquio final.
Tal como se propone en las Pautas generales para mi oración personal,
después de haber leído, contemplado y meditado los dos textos
evangélicos, dedica un buen rato a dialogar con Jesús. Explícale qué has
hecho a lo largo de todo este rato de oración, lo que has leído en el
evangelio, los sentimientos que han ido apareciendo en tu corazón, lo que
te ha ido sugiriendo para tu vida de cada día… No tengas prisa. Háblale
como a un amigo íntimo.
Dale gracias, pídele perdón, solicita su gracia y su ayuda…
Toma el Salmo 41 en las Laudes del lunes de la II semana (corresponde al
Salmo 42 de tu Biblia). Rézalo muy despacio, según la Segunda Forma de
Orar (consulta las pautas de oración presentadas).
Un israelita en el exilio expresa su gran nostalgia: de su país, de su templo, de su
Dios. También Cristo expresó con él su nostalgia del Padre. Y nosotros, en medio
de las adversidades de la vida actual, expresamos nuestra nostalgia de la vida
eterna en el Reino del Padre.
5. Evaluación.
Realiza la evaluación de cada una de las dos horas de oración, según las
Pautas presentadas. Si lo haces cada vez, irás aprendiendo a rezar a partir
de tu propia experiencia de oración. Vale la pena!
Para seguir rezando…
Si dispones de tiempo, puedes tomar otros textos evangélicos y seguir
leyendo, contemplando, meditando y rezando:
Dt 30,11-20. La Ley de Dios —la palabra del Señor— está muy cerca de
nosotros.
Hch 9. Pablo es un maestro de la Ley, tocado por la gracia.
Col 3. Buscad los bienes de arriba.
3. La ceguera del pecado
Lee las Pautas generales para mi oración personal y realiza lo que allí te
propone como preparación a la oración (1) y entrada en ella (2).
Pídele al Señor la gracia de la iluminación para que puedas ver con los
ojos de la fe la realidad del mundo que te rodea.
3. Lee, contempla medita
A) En la primera hora de oración personal, toma tu Biblia y lee Jn 9. Es el
relato de la curación del ciego de nacimiento y la controversia que surge a
continuación sobre el pecado: para los fariseos el pecado es contravenir la
Ley del sábado, para Jesús el pecado consiste en no verle a él como
enviado de Dios.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, haz una lectura contemplativa, es decir, con
el corazón, sede de la imaginación y del sentimiento. Imagina que te hallas
presente en la escena, mira con atención lo que van haciendo los
discípulos, los vecinos, los padres, los judíos, el ciego y también lo que
hace Jesús; escucha lo que dicen. Imagina que tú mismo eres el ciego que
es interrogado por todos, o los judíos que acusan a los demás muy
seguros de sí mismos, y después Jesús mismo: ¿qué haces?, ¿qué oyes?,
¿qué dices?, ¿qué sientes? Fíjate, qué sentimientos se van suscitando en ti
(maravilla, preocupación, ansia, temor, estupor, incomprensión...).
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— Los vecinos preguntan. ¿Te interesas por la vida de los demás, con
caridad y sin marujeos? ¿Qué puedes decir de la vida de tus hermanos, de
las personas que trabajan en la casa, de los educadores, de los muchachos
y muchachas, y de sus padres…?
— Los padres se desentienden ante las autoridades. ¿Te desentiendes tú
también frente a las situaciones comprometidas? ¿Te desentiendes de los
demás, especialmente de los que te son menos simpáticos?
— Las autoridades judías condenan. ¿A quiénes condenas con más
frecuencia? ¿Qué es lo menos toleras y más condenas?
— El ciego va tomando protagonismo y acaba creyendo. ¿Te sientes
protagonista de tu vida? ¿Cómo los demás perciben tu fe?
— Jesús cura al ciego y sentencia a los judíos. ¿Te acercas a los
necesitados para hacer algo por ellos? ¿Tienes valor para condenar lo que
de antievangélico hay en ti y en los que te rodean?
B) En la segunda hora de oración personal, toma tu Biblia y lee Jn 12,4450. Es la declaración que Jesús hace al final de su vida pública: ha venido
como luz, pero no todos lo han acogido.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, repasa el texto leído frase por frase, o incluso
palabra por palabra, considerando el máximo de significados,
comparaciones, gustos y sentimientos, antes de pasar a una nueva frase o
palabra. Detente allí donde halles mayor resonancia, todo el tiempo que
dure. Deja resonar en el silencio de tu corazón aquellas frases o palabras
que te resulten más sugerentes. No tengas prisa, detén el tiempo en ti.
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— Jesús es la luz del mundo. ¿Cuáles son las sombras de tu vida, donde
no ha llegado todavía la luz de Cristo?
— Escuchar y cumplir las palabras de Jesús. ¿Qué hacer para cumplir más
fielmente la palabra de Jesús en tu vida?
— Jesús nos conduce al Padre. ¿Qué papel juega el Padre en tu vida de
oración? ¿Cómo inspira tu vida de cada día?
— Jesús no ha venido a juzgar, sino a salvar. ¿Qué ha venido a salvar en ti
misma?
— Nos juzgamos a nosotros mismos al acoger o no a Jesús. ¿Qué
actitudes, hábitos, opciones, sentimientos… de tu vida aún no han
acogido a Jesús y se han convertido a él?
4. Coloquio final.
Tal como se propone en las Pautas generales para mi oración personal,
después de haber leído, contemplado y meditado los dos textos
evangélicos, dedica un buen rato a dialogar con Jesús. Explícale qué has
hecho a lo largo de todo este rato de oración, lo que has leído en el
evangelio, los sentimientos que han ido apareciendo en tu corazón, lo que
te ha ido sugiriendo para tu vida de cada día… No tengas prisa. Háblale
como a un amigo íntimo.
Dale gracias, pídele perdón, solicita su gracia y su ayuda…
Toma el Salmo 31 en las Vísperas del jueves de la I semana (corresponde
al Salmo 32 de tu Biblia). Rézalo muy despacio, según la Segunda Forma
de Orar (consulta las pautas de oración presentadas).
Este salmo canta la desgracia del pecador y la fidelidad del justo. También
nosotros tenemos experiencia del pecado, y con este salmo queremos expresar
nuestra necesidad de conversión, nuestro rechazo del pecado, y nuestro
compromiso por vivir la vida que Dios espera de nosotros.
5. Evaluación.
Realiza la evaluación de cada una de las dos horas de oración, según las
Pautas presentadas. Si lo haces cada vez, irás aprendiendo a rezar a partir
de tu propia experiencia de oración. Vale la pena!
Para seguir rezando…
Si dispones de tiempo, puedes tomar otros textos evangélicos y seguir
leyendo, contemplando, meditando y rezando:
Jn 1,4-5. La luz de Dios ha vencido a las tinieblas del mundo.
Jn 8,12-20. Jesús es la luz del mundo.
Mt 13,18-23. Vosotros sois la luz y la sal del mundo.
4. El perdón del pecado
Lee las Pautas generales para mi oración personal y realiza lo que allí te
propone como preparación a la oración (1) y entrada en ella (2).
Pídele al Señor la gracia de.
3. Lee, contempla medita
A) En la primera hora de oración personal, toma tu Biblia y lee Jn 8,1-11.
Es el relato de la mujer adúltera, perdonada por Jesús.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, haz una lectura contemplativa, es decir, con
el corazón, sede de la imaginación y del sentimiento. Imagina que te hallas
presente en la escena, mira con atención lo que van haciendo el pueblo,
los escribas y fariseos, y Jesús mismo; escucha lo que dicen. Imagina que
tú mismo eres uno de los acompañantes que contempla la escena, o bien
uno de los fariseos, o bien la mujer adúltera, y después Jesús mismo: ¿qué
haces?, ¿qué oyes?, ¿qué dices?, ¿qué sientes? Fíjate, qué sentimientos se
van suscitando en ti (maravilla, preocupación, ansia, temor, estupor,
incomprensión...).
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— Ha sido sorprendida en adulterio. El adulterio es una falta de
infidelidad. ¿Cuáles son tus grandes o pequeñas infidelidades al
Evangelio, a tu vocación religiosa, a la fraternidad, a los consejos
evangélicos, a la oración…?
— Somos prontos a acusar a los demás. ¿Murmuras, expandes opiniones
desfavorables, lanzas juicios poco ponderados… sobre los demás?
— Le dijeron esto para comprometerlo. Jesús no cae en la trampa, pero
tampoco rehúye la cuestión. ¿Rehúyes las situaciones comprometidas, o
las afrontas con valentía?
— El que esté libre de pecado… Todos somos pecadores. ¿Cuáles son tus
pecados más recurrentes?
— “Yo tampoco te condeno”. Jesús rehabilita a la mujer. ¿Qué hacer tú
por los demás y por su rehabilitación?
B) En la segunda hora de oración personal, toma tu Biblia y lee Jn 5,1-18.
Es la narración de la curación del paralítico junto a la piscina de Betesda;
Jesús le cura la parálisis y le exhorta a no pecar más.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, haz una lectura contemplativa, es decir, con
el corazón, sede de la imaginación y del sentimiento. Imagina que te hallas
presente en la escena, mira con atención lo que van haciendo los
discípulos paseando junto a la piscina, los enfermos allí congregados, y
Jesús mismo; escucha lo que dicen. Imagina que tú mismo eres uno de los
acompañantes que contempla la escena, o bien el propio enfermo allí
postrado durante treinta y ocho años, y después Jesús mismo: ¿qué
haces?, ¿qué oyes?, ¿qué dices?, ¿qué sientes? Fíjate, qué sentimientos se
van suscitando en ti (maravilla, preocupación, ansia, temor, estupor,
incomprensión...).
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— Un hombre paralítico desde hacía treinta y ocho años. ¿Cuáles son tus
parálisis en tu vida de fe, de esperanza y de caridad?
— “¿Quieres quedar sano?”. ¿Qué haces para ir sanando las heridas que
te ha dejado la vida? ¿Qué podrías hacer?
— “Levántate y echa a andar”. ¿Qué pasos debes dar para progresar en tu
vida de oración, en el servicio a la casa y a los demás, en fraternidad hacia
los hermanos y colaboradores?
— Jesús infringe la ley del sábado por sanar a una persona que ha
perdido su esperanza. ¿Qué estas dispuesto a hacer por llevar un poco de
esperanza y de alegría a quien sabes que lo necesita?
— “Mi Padre sigue actuando y yo también actúo”. Dios es un “activista”.
¿En qué actúas tú? ¿En qué deberías echar una mano y no lo haces?
4. Coloquio final.
Tal como se propone en las Pautas generales para mi oración personal,
después de haber leído, contemplado y meditado los dos textos
evangélicos, dedica un buen rato a dialogar con Jesús. Explícale qué has
hecho a lo largo de todo este rato de oración, lo que has leído en el
evangelio, los sentimientos que han ido apareciendo en tu corazón, lo que
te ha ido sugiriendo para tu vida de cada día… No tengas prisa. Háblale
como a un amigo íntimo.
Dale gracias, pídele perdón, solicita su gracia y su ayuda…
Toma el Salmo 50 en las Laudes de los viernes (corresponde al Salmo 51
de tu Biblia). Rézalo muy despacio, según la Segunda Forma de Orar
(consulta las pautas de oración presentadas).
El salmista, dolorido por una enfermedad o por sus remordimientos, confiesa la
presencia profunda del pecado en su vida e implora a Dios el perdón y la
renovación de su corazón. De esta manera el salmista podrá cantar la salvación
de Dios y la acción de gracias constante.
5. Evaluación.
Realiza la evaluación de cada una de las dos horas de oración, según las
Pautas presentadas. Si lo haces cada vez, irás aprendiendo a rezar a partir
de tu propia experiencia de oración. Vale la pena!
Para seguir rezando…
Si dispones de tiempo, puedes tomar otros textos evangélicos y seguir
leyendo, contemplando, meditando y rezando:
Dt 22,13–23,1. Cinco casos sobre relaciones sexuales reprobables en la ley
judía, entre ellas el adulterio.
2Sam 11. El doble pecado de David (y su penitencia: 2Sam 12).
Lc 5,17-26. El perdón del pecado y la curación de un paralítico.
5. El agua viva de Jesús
Lee las Pautas generales para mi oración personal y realiza lo que allí te
propone como preparación a la oración (1) y entrada en ella (2).
Pídele al Señor la gracia de.
3. Lee, contempla medita
A) En la primera hora de oración personal, toma tu Biblia y lee Jn 4,126.28-30.39-42. Es el relato del encuentro de jesús con la mujer samaritana
y con el resto de samaritanos del pueblo. Jesús se presenta como Agua
que calma la sed.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, haz una lectura contemplativa, es decir, con
el corazón, sede de la imaginación y del sentimiento. Imagina que te hallas
presente en la escena, mira con atención lo que van haciendo los
discípulos, y Jesús mismo; escucha lo que dicen. Imagina que tú mismo
eres uno de los acompañantes que contempla la escena, o bien, , y
después Jesús mismo: ¿qué haces?, ¿qué oyes?, ¿qué dices?, ¿qué sientes?
Fíjate, qué sentimientos se van suscitando en ti (maravilla, preocupación,
ansia, temor, estupor, incomprensión...).
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— Jesús, cansado del camino. También tú arrastras cansancios, ¿cuáles
son? Preséntalos ante el Señor.
— Dame de beber, le pide Jesús a la mujer samaritana. ¿Qué te pide Jesús
a ti? ¿Qué le puedes ofrecer?
— Agua que salta hasta la vida eterna. La fe es el agua que salta hasta la
vida eterna. ¿Qué fuerzas te ha ido dando la fe hasta el presente? ¿Cómo
aumentarla en adelante?
— El de ahora no es tu marido. La mujer samaritana vive en la falsedad.
¿Cuáles son las falsedades en tu vida? ¿Cómo vivir en la verdad?
— Adorar al Padre en espíritu y en verdad. Don Bosco y los primeros
salesianos supieron en la acción ser contemplativos. ¿Cómo adorar al
Padre en espíritu y en verdad en medio de tu vida cotidiana?
B) En la segunda hora de oración personal, toma tu Biblia y lee Jn 7,37-40.
Es un texto breve, casi un grito de Jesús en la fiesta de los Tabernáculos:
Jesús ofrece el agua que brota para la vida eterna.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, repasa el texto leído frase por frase, o incluso
palabra por palabra, considerando el máximo de significados,
comparaciones, gustos y sentimientos, antes de pasar a una nueva frase o
palabra. Detente allí donde halles mayor resonancia, todo el tiempo que
dure. Deja resonar en el silencio de tu corazón aquellas frases o palabras
que te resulten más sugerentes. No tengas prisa, detén el tiempo en ti.
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— Quien tenga sed que venga a mí. ¿De qué tiene sed el mundo de hoy?
¿De qué tienes sed tú mismo?
— Venga a mí y beba. ¿Qué puedes beber en Jesús? ¿Qué es capaz de
darte? ¿Qué necesitas de él?
— “De sus entrañas manarán ríos de agua viva”. Y de tus entrañas, ¿qué
ha ido manado hasta ahora? ¿Qué agua viva puedes ofrecer a los demás?
— Refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él.
Los dones del Espíritu son amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad,
bondad, lealtad, modestia, dominio de sí (cf. Gal 5,22-23a). ¿Cómo los
vives tú? Los que más te faltan, pídeselos al Señor… con devoción!
4. Coloquio final.
Tal como se propone en las Pautas generales para mi oración personal,
después de haber leído, contemplado y meditado los dos textos
evangélicos, dedica un buen rato a dialogar con Jesús. Explícale qué has
hecho a lo largo de todo este rato de oración, lo que has leído en el
evangelio, los sentimientos que han ido apareciendo en tu corazón, lo que
te ha ido sugiriendo para tu vida de cada día… No tengas prisa. Háblale
como a un amigo íntimo.
Dale gracias, pídele perdón, solicita su gracia y su ayuda…
Toma el Salmo 62 en las Laudes del domingo de la I semana
(corresponde al Salmo 63 de tu Biblia). Rézalo muy despacio, según la
Segunda Forma de Orar (consulta las pautas de oración presentadas).
Este salmo contempla la jornada del creyente: en la madrigada se levanta para
asistir al templo durante la mañana. De regreso a casa se alimenta festivamente,
y al final de la jornada se acuesta en paz ante el Señor. Y es que su alma está
siempre unida a Dios. La sed de Dios se colma en su presencia.
5. Evaluación.
Realiza la evaluación de cada una de las dos horas de oración, según las
Pautas presentadas. Si lo haces cada vez, irás aprendiendo a rezar a partir
de tu propia experiencia de oración. Vale la pena!
Para seguir rezando…
Si dispones de tiempo, puedes tomar otros textos evangélicos y seguir
leyendo, contemplando, meditando y rezando:
Ex 17,1-7 y Num 20,1-13. El agua de la roca.
Ez 47,1-12. La fuente de agua viva.
1Cor 10,1-13. Todos bebían de la roca, que es Cristo.
6. Jesús, pan de vida
Lee las Pautas generales para mi oración personal y realiza lo que allí te
propone como preparación a la oración (1) y entrada en ella (2).
Pídele al Señor la gracia de.
3. Lee, contempla medita
A) En la primera hora de oración personal, toma tu Biblia y lee Jn 4,27.3138. Es la continuación del relato del encuentro de Jesús con la mujer
samaritana. Jesús tiene un pan, un alimento único: cumplir la voluntad
del Padre. Eso desconcierta a los discípulos que habían ido al pueblo a
por provisiones.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, haz una lectura contemplativa, es decir, con
el corazón, sede de la imaginación y del sentimiento. Imagina que te hallas
presente en la escena, mira con atención lo que van haciendo los
discípulos, y Jesús mismo; escucha lo que dicen. Imagina que tú mismo
eres uno de los discípulos que contempla la escena, y después Jesús
mismo: ¿qué haces?, ¿qué oyes?, ¿qué dices?, ¿qué sientes? Fíjate, qué
sentimientos se van suscitando en ti (maravilla, preocupación, ansia,
temor, estupor, incomprensión...).
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— Maestro come. Jesús está cansado del camino, tiene sed y siente
hambre. Los discípulos le ofrecen un alimento que no le llena. ¿Dónde
buscan su alimento los jóvenes, y los hombres y mujeres de hoy?
— Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió. La obediencia de
Jesús le llevará a la cruz. ¿Te has ido mostrando obediente a la voluntad
de Dios, con sus cruces, o más bien has ido buscando tus comodidades, y
poniendo excusas y falsas razones? ¿Qué crees que te pide Dios en esta
etapa de tu vida?
— … y llevar a término su obra. ¿Cuál crees que es “la obra de Dios” en
nuestro mundo? ¿Cómo cooperar con él para llevarla a término?
— Los campos ya están dorados para la siega. Cuando Dios contempla
nuestro mundo ¿qué frutos crees que percibe para la siega del Reino?
— Yo os envié a segar. Pide al Señor que mande abundantes y buenos
operarios a su mies, especialmente en el campo de la juventud.
B) En la segunda hora de oración personal, toma tu Biblia y lee Jn 6,3540.53-58. Es el discurso del Pan de Vida: Jesús en persona es el Pan que
Dios nos da para que tengamos vida en él.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, repasa el texto leído frase por frase, o incluso
palabra por palabra, considerando el máximo de significados,
comparaciones, gustos y sentimientos, antes de pasar a una nueva frase o
palabra. Detente allí donde halles mayor resonancia, todo el tiempo que
dure. Deja resonar en el silencio de tu corazón aquellas frases o palabras
que te resulten más sugerentes. No tengas prisa, detén el tiempo en ti.
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— “Yo soy el pan de vida”. ¿Cómo hacer de la palabra de Dios contenida
en la Sagrada Escritura el pan nuestro de cada día? ¿Te atreves a
comenzar una lectura completa de la Biblia?
— … y yo lo resucitaré en el último día. De todo lo que has ido viviendo
hasta ahora en tu vida ¿qué es lo que Dios hará pervivir, más allá de la
muerte? ¿Qué te gustaría llevarte contigo a la presencia gloriosa de Dios?
— Mi carne es verdadera comida. ¿Cómo hacer de la Eucaristía el motor
de tu jornada? ¿Cómo hacer converger toda tu jornada en la Eucaristía?
— Mi sangre es verdadera bebida. Jesús ha derramado su sangre por
nosotros. De su constado abierto manaron sangre y agua para la vida del
mundo. ¿En qué has gastado tu sangre a lo largo de tu vida? ¿Por quién
derramarías tu sangre? Agradece sinceramente a Jesús el don de su
sangre por ti y por los demás.
— Este es el pan que ha bajado del cielo. El cielo nos ha sido dado Jesús,
él es el don del Padre a la humanidad. ¿Qué otros dones has ido
recibiendo a lo largo de tu vida? Da gracias al Padre por todos ellos.
4. Coloquio final.
Tal como se propone en las Pautas generales para mi oración personal,
después de haber leído, contemplado y meditado los dos textos
evangélicos, dedica un buen rato a dialogar con Jesús. Explícale qué has
hecho a lo largo de todo este rato de oración, lo que has leído en el
evangelio, los sentimientos que han ido apareciendo en tu corazón, lo que
te ha ido sugiriendo para tu vida de cada día… No tengas prisa. Háblale
como a un amigo íntimo.
Dale gracias, pídele perdón, solicita su gracia y su ayuda…
Toma el Salmo 22 en la Hora Intermedia del domingo de la II y IV
semana (corresponde al Salmo 23 de tu Biblia). Rézalo muy despacio,
según la Segunda Forma de Orar (consulta las pautas de oración
presentadas).
Salmo de confianza en Dios. Como un pastor conduce, alimenta y defiende a su
rebaño, así el salmista se sabe en manos de Dios. Cristo es el Buen Pastor que
llega, incluso, a dar la vida por las ovejas. La mención de la mesa y la copa las
entendemos como referencia a la eucaristía, el perfume… al Espíritu. La
compañía de Jesucristo nos sosiega y nos consuela en cada circunstancia de la
vida.
5. Evaluación.
Realiza la evaluación de cada una de las dos horas de oración, según las
Pautas presentadas. Si lo haces cada vez, irás aprendiendo a rezar a partir
de tu propia experiencia de oración. Vale la pena!
Para seguir rezando…
Si dispones de tiempo, puedes tomar otros textos evangélicos y seguir
leyendo, contemplando, meditando y rezando:
– Ex 16. El maná y las codornices, don del cielo.
– 1Re 17,7-16. Elías da de comer a la viuda hambrienta y a su hijo.
– 1Cor 11,17-34. La Cena del Señor y la coherencia de vida.
7. Servidores de los demás
Lee las Pautas generales para mi oración personal y realiza lo que allí te
propone como preparación a la oración (1) y entrada en ella (2).
Pídele al Señor la gracia de.
3. Lee, contempla medita
A) En la primera hora de oración personal, toma tu Biblia y lee Jn 13,120.34-35. Es el relato de la despedida de Jesús de sus discípulos: les deja
un signo y les encomienda un mandato. Servicio y amor constituyen el
testamento de Jesús.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, haz una lectura contemplativa, es decir, con
el corazón, sede de la imaginación y del sentimiento. Imagina que te hallas
presente en la escena, mira con atención lo que van haciendo los
discípulos (el discípulo amado, Pedro, los otros), y Jesús mismo; escucha
lo que dicen. Imagina que tú mismo eres uno de los presentes en la
escena: el discípulo amado, o Pedro, o Judas, o bien Jesús mismo: ¿qué
haces?, ¿qué oyes?, ¿qué dices?, ¿qué sientes? Fíjate, qué sentimientos se
van suscitando en ti (maravilla, preocupación, ansia, temor, estupor,
incomprensión...).
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— Se pone a lavarles los pies. Recuerda las veces que en el Evangelio
Jesús se pone a servicio de la gente que acude a él.
— Si no te lavo no tienes parte conmigo. ¿Qué debe lavar Jesús de mi
vida, para que yo pueda tener parte con él?
— Os he dado ejemplo. ¿Qué hago para servir a los demás: en casa, en la
misión, en la Asociación…? ¿En qué debería servir más y mejor?
— Yo sé bien a quiénes he elegido. Jesús te ha elegido para ser de los
suyos. Te acepta tal como eres y te pone a servicio de los demás. ¿Aceptas
tú a los demás como Cristo te acepta a ti? ¿Qué puedes hacer para
“elegir” tú también a los que Dios ha elegido para vivir y trabajar contigo
en la Asociación?
— En esto conocerán que sois discípulos míos. ¿Cómo crees que conoce la
gente que convive contigo y que te trata, que tú eres discípulo de Jesús?
¿Qué puedes hacer para que se note más?
B) En la segunda hora de oración personal, toma tu Biblia y lee Jn 21,1519. Es la narración de la última aparición del Resucitado, junto al lago de
Genesaret. Después de la pesca inesperada y del desayuno preparado por
Jesús, viene el diálogo con Pedro.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, haz una lectura contemplativa, es decir, con
el corazón, sede de la imaginación y del sentimiento. Imagina que te hallas
presente en la escena, mira con atención lo que van haciendo los
discípulos, y Jesús mismo; escucha lo que dicen. Imagina que tú mismo
eres Pedro a quien Jesús se dirige, y después el propio Jesús: ¿qué haces?,
¿qué oyes?, ¿qué dices?, ¿qué sientes? Fíjate, qué sentimientos se van
suscitando en ti (maravilla, preocupación, ansia, temor, estupor,
incomprensión, alegría...).
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Y ¿qué te pregunta el Señor a ti? Y
¿qué le respondes tú al Señor?
— “Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero”. ¿Cómo sabe el Señor
que le quieres? ¿Cómo se lo has ido mostrando a lo largo de tu vida?
— “Apacienta mis ovejas”. ¿Qué espera el Señor de ti en esta etapa de tu
vida?
— “Otro te ceñirá y te llevará donde no quisieras”. ¿Dónde te ha ido
llevando la vida… los años… la obediencia…?
— “¡Sígueme!”. Renueva tú también, una vez más, tu compromiso de
seguimiento incondicional del Señor.
4. Coloquio final.
Tal como se propone en las Pautas generales para mi oración personal,
después de haber leído, contemplado y meditado los dos textos
evangélicos, dedica un buen rato a dialogar con Jesús. Explícale qué has
hecho a lo largo de todo este rato de oración, lo que has leído en el
evangelio, los sentimientos que han ido apareciendo en tu corazón, lo que
te ha ido sugiriendo para tu vida de cada día… No tengas prisa. Háblale
como a un amigo íntimo.
Dale gracias, pídele perdón, solicita su gracia y su ayuda…
Toma el Salmo 39 en la Hora intermedia del lunes de la II semana
(corresponde al Salmo 40 de tu Biblia). Rézalo muy despacio, según la
Segunda Forma de Orar (consulta las pautas de oración presentadas).
Este salmo combina la alabanza y la súplica. Dios, más que sacrificios externos,
quiere la entrega confiada del propio corazón para hacer siempre la voluntad de
Dios. Cristo cumplió hasta el final la voluntad del Padre. También nosotros.
5. Evaluación.
Realiza la evaluación de cada una de las dos horas de oración, según las
Pautas presentadas. Si lo haces cada vez, irás aprendiendo a rezar a partir
de tu propia experiencia de oración. Vale la pena!
Para seguir rezando…
Si dispones de tiempo, puedes tomar otros textos evangélicos y seguir
leyendo, contemplando, meditando y rezando:
Mc 8,27-38. Confesión de Pedro y reprensión de Jesús.
Mc 9,2-8. Pedro no entiende lo que está viviendo.
Mc 14,32-42. Pedro duerme mientras Jesús se enfrenta a su destino.
Mc 14,66-72. Pedro niega conocer a Jesús.
Jn 6,60-71. Cuando todos abandonan, Pedro sigue fiel a Jesús.
8. La madre de Jesús y sus discípulos
Lee las Pautas generales para mi oración personal y realiza lo que allí te
propone como preparación a la oración (1) y entrada en ella (2).
Pídele al Señor la gracia de.
3. Lee, contempla medita
A) En la primera hora de oración personal, toma tu Biblia y lee Jn 2,1-11.
Es el relato de las bodas en Caná de Galilea con la presencia de María, de
Jesús y de sus discípulos.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, haz una lectura contemplativa, es decir, con
el corazón, sede de la imaginación y del sentimiento. Imagina que te hallas
presente en la escena, mira con atención lo que van haciendo María y los
discípulos, y Jesús mismo; escucha lo que dicen. Imagina que tú mismo
eres uno de los presentes: los novios, los sirvientes, el mayordomo, los
discípulos, María, y después Jesús mismo: ¿qué haces?, ¿qué oyes?, ¿qué
dices?, ¿qué sientes? Fíjate, qué sentimientos se van suscitando en ti
(maravilla, preocupación, ansia, temor, estupor, incomprensión...).
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— La madre de Jesús le dice: No tienen vino. María se muestra atenta a
las necesidades de los demás. Repasa mentalmente las personas con las
que convives y aquellas con quien trabajas, piensa cuáles son sus
necesidades personales y espirituales. Reza por todas ellas a Jesús.
— Haced lo que él os diga. María nos conduce a Jesús y a cumplir su
palabra. ¿Qué te está diciendo Jesús a lo largo de estos días? ¿Cómo
llevarlo a la práctica?
— Has guardado el vino mejor hasta ahora. Jesús transforma el agua de
las purificaciones en el vino de la nueva alianza en su sangre. El vino
representa también la alegría del banquete escatológico. ¿Qué novedades
puede aportar el Evangelio todavía en tu vida? ¿Cómo hacerlas realidad?
— Los discípulos creyeron en él. Tú ya crees en Jesús, pero pídele que
aumente tu fe y que ésta se haga operante en el día a día.
— Bajó a Cafarnaún con su madre y sus hermanos. Jesús se encuentra en
familia, con los suyos. Recuerda a tu familia, presente y pasada, y reza
por todos ellos.
B) En la segunda hora de oración personal, toma tu Biblia y lee Jn 19,2527. Es relato de la crucifixión de Jesús con la presencia de María y del
discípulo a quien Jesús quería.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, haz una lectura contemplativa, es decir, con
el corazón, sede de la imaginación y del sentimiento. Imagina que te hallas
presente en la escena, mira con atención lo que van haciendo los
soldados, los presentes, el discípulo amado, María, y Jesús mismo;
escucha lo que dicen. Imagina que tú mismo eres María, el discípulo
amado, y después Jesús mismo: ¿qué haces?, ¿qué oyes?, ¿qué dices?,
¿qué sientes? Fíjate, qué sentimientos se van suscitando en ti (maravilla,
preocupación, ansia, temor, estupor, incomprensión...).
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— Jesús ha sido torturado, y ahora está clavado en la cruz, agonizando.
Piensa en todos los crucificados de nuestro mundo, del Tercer Mundo,
del cuarto mundo… compadécete de todos ellos y confíalos a la
misericordia del Señor.
— Junto a la cruz está su madre María, la hermana de su madre y mujer
de Cleofás, y María de Magdala. Le han seguido desde Galilea.
Representan la fidelidad en el seguimiento. ¿Cuánto te ha constado el
seguimiento de Jesús en la vida religiosa a lo largo de los años? ¿Cómo
seguir siéndole fiel en esta etapa de tu vida, y en un futuro?
— También está el discípulo amado, que no le ha abandonado. El amor
vence al temor. Tú también amas al Maestro y al Amigo. Pídele fuerza
para permanecer fiel, junto a él, en la cruz de cada día: la cruz de la
misión educativa, la cruz de la edad, la cruz de los achaques…
— “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Jesús nos entrega a su madre por madre
nuestra. Ella es Madre de la Iglesia. Reza a María por toda la Iglesia, por
todas las comunidades cristianas. Piensa qué necesita hoy la Iglesia, que
necesita la diócesis en la que vives y trabajas, qué necesita la parroquia a
la que perteneces… y pida a María por todas esas necesidades.
— “Ahí tienes a tu madre”. María es también tu Madre. Reza a María por
ti, por tus necesidades, por tus esperanzas, por tus dolores, por tus
gozos…
4. Coloquio final.
Tal como se propone en las Pautas generales para mi oración personal,
después de haber leído, contemplado y meditado los dos textos
evangélicos, dedica un buen rato a dialogar con Jesús. Explícale qué has
hecho a lo largo de todo este rato de oración, lo que has leído en el
evangelio, los sentimientos que han ido apareciendo en tu corazón, lo que
te ha ido sugiriendo para tu vida de cada día… No tengas prisa. Háblale
como a un amigo íntimo.
Dale gracias, pídele perdón, solicita su gracia y su ayuda…
Toma el Salmo 121 en las segundas Vísperas del común de la Virgen
María (corresponde al Salmo 122 de tu Biblia). Rézalo muy despacio,
según la Segunda Forma de Orar (consulta las pautas de oración
presentadas).
Salmo de los peregrinos al acercarse a la ciudad de David. Jerusalén es figura de
la Iglesia… y de María. En María hallamos al hijo de David, al que es el Príncipe
de la paz. Jerusalén, la Iglesia, María, nosotros… nuestra vida es un peregrinar
hacia Dios, de la mano de Jesucristo, el hijo de David.
5. Evaluación.
Realiza la evaluación de cada una de las dos horas de oración, según las
Pautas presentadas. Si lo haces cada vez, irás aprendiendo a rezar a partir
de tu propia experiencia de oración. Vale la pena!
Para seguir rezando…
Si dispones de tiempo, puedes tomar otros textos evangélicos y seguir
leyendo, contemplando, meditando y rezando:
— Lc 1,39-45. María, la mujer creyente.
— Lc 1,46-55. María, la profetisa de la Salvación.
— Ap 12,1-18. La Mujer y el dragón. La Iglesia perseguida encuentra su
esperanza en María, la nueva Eva.
9. Fidelidad al Maestro
Lee las Pautas generales para mi oración personal y realiza lo que allí te
propone como preparación a la oración (1) y entrada en ella (2).
Pídele al Señor la gracia de.
3. Lee, contempla medita
A) En la primera hora de oración personal, toma tu Biblia y lee Jn 12,1-8.
Es el relato de la unción de los pies de Jesús en Betania, en casa de sus
amigos Marta, Lázaro y María.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, haz una lectura contemplativa, es decir, con
el corazón, sede de la imaginación y del sentimiento. Imagina que te hallas
presente en la escena, mira con atención lo que van haciendo los
discípulos, los tres hermanos, y Jesús mismo; escucha lo que dicen.
Imagina que tú mismo eres uno de los acompañantes que contempla la
escena, o bien María, o Judas , y después Jesús mismo: ¿qué haces?, ¿qué
oyes?, ¿qué dices?, ¿qué sientes? Fíjate, qué sentimientos se van
suscitando en ti (maravilla, preocupación, ansia, temor, estupor,
incomprensión...).
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— Jesús se halla entre amigos. Repasa mentalmente las personas que te
son amigas. Considera sus valores y sus necesidades. Reza por ellas al
Señor.
— María de Betania despilfarra un ungüento carísimo en Jesús: la
generosa gratuidad del afecto. ¿Qué haces o puedes hacer para mostrarle
también tu afecto con generosidad hacia el Maestro?
— Judas Iscariote critica el gesto de María. Considera las veces que tú
criticas a los demás. Piensa en las personas que más criticas, y considera
si eres justo en tus apreciaciones. ¿Cómo las ve y las juzga el Señor?
¿Cómo te ve y te juzga a ti?
— “A los pobres los tenéis siempre con vosotros”. ¿Qué haces tú por los
pobres? ¿Qué puedes hacer por ellos?
— “A mí no siempre me tenéis”. ¿Cómo tener a Jesús siempre contigo?
¿Cómo puedes estar tú más con él?
B) En la segunda hora de oración personal, toma tu Biblia y lee Jn 20,1-18.
Es la narración del descubrimiento de la tumba vacía y del encuentro de
María Magdalena con el Resucitado.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, haz una lectura contemplativa, es decir, con
el corazón, sede de la imaginación y del sentimiento. Imagina que te hallas
presente en la escena, mira con atención lo que van haciendo María, los
discípulos, y Jesús mismo; escucha lo que dicen. Imagina que tú mismo
eres uno de los presentes en la escena (María Magdalena, el discípulo
amado, y Pedro), y después Jesús mismo: ¿qué haces?, ¿qué oyes?, ¿qué
dices?, ¿qué sientes? Fíjate, qué sentimientos se van suscitando en ti
(maravilla, preocupación, ansia, temor, estupor, incomprensión...).
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— María de Magdala se acerca de madrugada al sepulcro. Busca donde
espera encontrarlo. ¿Dónde buscas tú al Señor? ¿Dónde lo busca la gente?
¿Dónde lo buscan los jóvenes, hoy?
— Vieron los lienzos tendidos y el sudario. Son los signos de la vida del
Resucitado, aunque de entrada no lo comprende. ¿Qué signos de
resurrección hay a tu alrededor, aunque de entrada no lo parezca?
— El otro discípulo “vio y creyó”. El discípulo llega a la fe por la visión
de las señales vacías de la sepultura. ¿En qué personas, experiencias y
circunstancias se fundamenta tu propia fe?
— “María! – Maestro!” Al escuchar su propio nombre María reconoce al
Resucitado. ¿Qué signos de la acción del Resucitado descubres en ti?
— Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro. El
resucitado nos hermana en la confesión de un único Padre y Dios común.
¿Cómo crees que ven a Dios tus hermanos de comunidad? ¿Qué ve Dios
en cada una de ellas? ¿Cómo ganar en fraternidad por la fe en un Padre
común?
4. Coloquio final.
Tal como se propone en las Pautas generales para mi oración personal,
después de haber leído, contemplado y meditado los dos textos
evangélicos, dedica un buen rato a dialogar con Jesús. Explícale qué has
hecho a lo largo de todo este rato de oración, lo que has leído en el
evangelio, los sentimientos que han ido apareciendo en tu corazón, lo que
te ha ido sugiriendo para tu vida de cada día… No tengas prisa. Háblale
como a un amigo íntimo.
Dale gracias, pídele perdón, solicita su gracia y su ayuda…
Toma el Salmo 132 en la Hora intermedia del viernes de la IV semana
(corresponde al Salmo 131 de tu Biblia). Rézalo muy despacio, según la
Segunda Forma de Orar (consulta las pautas de oración presentadas).
Felicidad de la concordia fraterna. El amor fraterno es el signo visible de la fe
sincera.
Puedes tomar también la primera parte del Salmo 44 en las Vísperas de la
II semana (corresponde al Salmo 45 de tu Biblia). Rézalo de la misma
manera que el anterior.
Las nupcias del rey de Jerusalén. En el rey vemos la imagen del auténtico mesías
de Israel: Cristo Jesús; él es el esposo de la Iglesia, la comunidad cristiana.
5. Evaluación.
Realiza la evaluación de cada una de las dos horas de oración, según las
Pautas presentadas. Si lo haces cada vez, irás aprendiendo a rezar a partir
de tu propia experiencia de oración. Vale la pena!
Para seguir rezando…
Si dispones de tiempo, puedes tomar otros textos evangélicos y seguir
leyendo, contemplando, meditando y rezando:
Os 2. Las nupcias de Dios con el pueblo purificado de su infidelidad.
Cant 3. La novia busca al amor de su alma.
Ap 21. La nueva Jerusalén, engalanada para su esposo, Cristo.
10. Vivir en el amor
Lee las Pautas generales para mi oración personal y realiza lo que allí te
propone como preparación a la oración (1) y entrada en ella (2).
Pídele al Señor la gracia de.
3. Lee, contempla medita
A) En la primera hora de oración personal, toma tu Biblia y lee Jn 3,16;
13,1-2 y 1Jn 4,1-21. En ellos se nos pone de manifiesto el amor de Dios
manifestado en la entrega de Jesucristo, de donde se sigue que nuestra
vida cristiana viene necesariamente marcada por el amor a los hermanos.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, repasa el texto leído frase por frase, o incluso
palabra por palabra, considerando el máximo de significados,
comparaciones, gustos y sentimientos, antes de pasar a una nueva frase o
palabra. Detente allí donde halles mayor resonancia, todo el tiempo que
dure. Deja resonar en el silencio de tu corazón aquellas frases o palabras
que te resulten más sugerentes. No tengas prisa, detén el tiempo en ti.
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— Dios nos ha amado el primero. Considera cómo Dios habita en el
mundo y en las criaturas: dándoles el ser, el crecer, el sentir, el entender…
— Considera también la presencia del amor de Dios en la creación y en el
mundo: ¿qué signos de su amor descubres? Dale gracias sinceramente.
— Considera los beneficios recibidos de parte de Dios en la vida, desde tu
nacimiento hasta ahora. Exprésale con mucho afecto tu agradecimiento.
— Considera cómo se manifiesta el amor de Dios entre las personas que
tratas y conoces: tus hermanos de comunidad, los educadores, los
catequistas, los jóvenes y sus familias… Dale gracias de todo corazón.
— Considera cómo todos los dones (naturales, sociales, personales)
surgen de Dios y tienden a Dios. Por ello nuestra vida tiene sentido
cuando es reflejo del amor de Dios e instrumento de su bondad para con
los demás; de lo que se sigue que nos realizamos cuando nos ponemos a
disposición de su voluntad en este mundo y hacemos de nuestra vida y
nuestras obras una continua alabanza a su amor. Piensa en ello durante
unos minutos.
B) En la segunda hora de oración personal, toma tu Biblia y lee Jn 15,9-17.
Son las palabras de despedida de Jesús: el testamento del Maestro.
1. Léelo despacio, deteniéndote las veces que sea necesario. Cierra los ojos
e intenta reconstruirlo de memoria.
2. En un segundo momento, repasa el texto leído frase por frase, o incluso
palabra por palabra, considerando el máximo de significados,
comparaciones, gustos y sentimientos, antes de pasar a una nueva frase o
palabra. Detente allí donde halles mayor resonancia, todo el tiempo que
dure. Deja resonar en el silencio de tu corazón aquellas frases o palabras
que te resulten más sugerentes. No tengas prisa, detén el tiempo en ti.
3. En un tercer momento, medita sobre lo que significa para ti. Confronta
lo contemplado con tu vida personal:
— “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo, permaneced en mi
amor”. Una bonita síntesis de vida cristiana. Considera, pues, que si Dios
nos ha amado y nos ama sobremanera, con cuánto amor he de
corresponderle en mi vida de trato con él y con los demás. Examina tu
conducta al respecto.
— “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando”. Tenemos con
Jesús una relación y una confianza mutua de amistad. Nuestra vida
quiere ser expresión de esa amistad. ¿Qué puedes hacer para se
transparente aún más?
— “Soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis
fruto y vuestro fruto perdure”. ¿Qué frutos de conversión y de vida
cristiana espera Cristo de ti? ¿Cómo ponerlos por obra?
— Acaba repasando las fichas de oración personal de estos días de
Ejercicios… ¿Qué te ha ido diciendo el Señor día tras día? ¿Qué te queda
de esta experiencia intensa de escucha de la Palabra y de oración
evangélica? ¿Qué te llevas a casa? ¿Cómo darle continuidad, de ahora en
adelante?
“Toma, Señor, y recibe toda mi libertad, toda mi memoria, todo mi
entendimiento y toda mi voluntad, todo lo que tengo y poseo; tú me lo
has dado y a ti te lo devuelvo; todo es tuyo, dispón de mí y de lo mío
según tu entera voluntad; dame tu amor y tu gracia, que con ello me
basta” (Ignacio de Loyola, EE 234).
4. Coloquio final.
Tal como se propone en las Pautas generales para mi oración personal,
después de haber leído, contemplado y meditado los dos textos
evangélicos, dedica un buen rato a dialogar con Jesús. Explícale qué has
hecho a lo largo de todo este rato de oración, lo que has leído en el
evangelio, los sentimientos que han ido apareciendo en tu corazón, lo que
te ha ido sugiriendo para tu vida de cada día… No tengas prisa. Háblale
como a un amigo íntimo.
Dale gracias, pídele perdón, solicita su gracia y su ayuda…
Toma el Salmo 102 en Oficio de lectura del miércoles de la IV semana
(corresponde al Salmo 103 de tu Biblia). Rézalo muy despacio, según la
Segunda Forma de Orar (consulta las pautas de oración presentadas).
Himno al amor de Dios. Después de su curación el salmista ve en la salud
recobrada y en el pecado perdonado una muestra del amor providente de Dios. En
la resurrección de Cristo se manifiesta plenamente el amor de Dios. También
nuestra vida es un reconocimiento del amor con que Dios nos ama y nos impulsa
a amar.
5. Evaluación.
Realiza la evaluación de cada una de las dos horas de oración, según las
Pautas presentadas. Si lo haces cada vez, irás aprendiendo a rezar a partir
de tu propia experiencia de oración. Vale la pena!
Para seguir rezando…
Si dispones de tiempo, puedes tomar otros textos evangélicos y seguir
leyendo, contemplando, meditando y rezando:
Rom 8. El amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.
1Cor 13. La caridad es humilde, paciente, y servicial.
Rom 12. Amaos unos a otros sobrellevándoos mutuamente.
11. Al final de estos días
El Señor ha suscitado en mí…
De estos días, me llevo a casa…
Me gustaría prolongar lo vivido estos días, mediante…
EVALUANDO ESTA TANDA DE EE
1. De la metodología general de esta tanda de EE
– ¿Qué es lo que más te ha ayudado?
– ¿Qué te ha estorbado?
– ¿Qué has echado en falta?
2. De la temática desarrollada en los distintos días
– ¿Qué es lo que te ha resultado más útil para tu vida?
– ¿Qué te ha dejado indiferente?
– ¿Qué has echado en falta?
3. De las fichas con pautas para la oración personal
– ¿Qué es lo que más te ha ayudado?
– ¿Qué te ha estorbado?
– ¿Qué has echado en falta?