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LA MEJOR SEMILLA ES PARA LA MEJOR TIERRA
Dong Yu lan
El capítulo 16 de Mateo es uno de los más importantes de toda la Biblia. En él son revelados dos
misterios que manifiestan el significado del propósito eterno de Dios. En realidad, si tenemos
algún secreto, éste nos pertenece hasta que lo revelamos a alguien. Jesús llevó a Sus discípulos a
un lugar apartado y especial para preguntar primeramente lo que el pueblo decía de Él. Pedro
tuvo el privilegio de ser el primero en percibir y confesar que Jesús no era sólo un profeta
importante, sino el Cristo, el hijo del Dios viviente, es decir, el hombre perfecto y el Dios completo.
Aquí vemos que Dios el Padre, reveló Su misterio a Pedro (vs 16-17). Seguidamente, el mismo
Cristo dijo: “Y Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las
puertas del Hades no prevalecerán contra ella"(v.18). Así, Jesús mostró Su misterio: la iglesia. El
apóstol Pablo reunió los dos misterios en el gran misterio y lo reveló: "Por esto dejará el hombre a
su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.
Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia" (Efesios 5:31,32).
Podemos decir que esa palabra se constituyó en la gran semilla del Evangelio que vino para ser
sembrada en el corazón del hombre. En Maleo 13, el Señor Jesús, de manera sencilla, describió el
misterio de la voluntad de Dios y el de la vida humana, al compararse con un sembrador que salió
a sembrar.
Cuando unimos todas estas piezas, vemos que el Señor vino como la Palabra de la vida, para
entrar en la humanidad. Sí somos una buena tierra, que recibe la palabra y permite que ésta
penetre en nosotros para que germine y crezca le dará a Dios el debido fruto. La naturaleza divina,
con Sus atributos de amor, luz, justicia y santidad, podrá ser manifestada por medie de nuestras
virtudes humanas creadas, redimidas y elevadas por el vivir humano de Cristo. Entonces, Dios por
medio de la iglesia finalmente puede tener Su expresión ¡Qué gran misterio!
La tierra tiene que ser cuidada
No obstante, tal revelación no es tan sencilla de ser recibida. Entre los capítulos 13 y 16 de Mateo,
hay algunas experiencias que necesitan ser consideradas por nosotros. Para obtener una buena
tierra, hay necesidad de tratarla y cuidarla, debe ser debidamente regada y tener abiertos los
surcos para que la semilla y el agua penetren. Las hierbas dañinas y los espinos deben ser
arrancados. Estos capítulos nos muestran por lo menos cinco situaciones muy significativas: tres
de ellas son negativas y dos positivas. Las negativas son: la muerte de Juan el Bautista (14:1-12),
las impurezas del corazón (15:21-28) y la levadura de los fariseos y los saduceos (165-12) Las
positivas son las dos multiplicaciones de los panes y de los peces para que la multitud hambrienta
sea alimentada (14:13-21 y 15:32-39). Comer es la mejor señal de creer. Desde Génesis este tipo
fue usado para indicar la unión orgánica de Dios con el hombre (Génesis 2:9). El pan vivo que
descendió del cielo para ser nuestra comida es el mismo Señor Jesús (Juan 6:30-40).
Luego, vemos la multiplicación de los panes que indica la necesidad que el hombre tiene de creer,
es decir, recibir la Palabra de Dios, para que la vida divina sea sembrada en él. Seguidamente, lo
que el hombre recibe en su interior crece y llega a ser el alimento para otros Esto está bien
representado por la comida y también por la tierra y la semilla. Por tanto, el corazón es el órgano
que usamos para creer, tal como la tierra que recibe la semilla. Pero ¿qué tipo de corazón es el
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nuestro? Si somos una buena tierra donde cae la semilla divina de Mateo 16 ¿Cómo será nuestro
vivir? Sin duda, no viviremos de cualquier manera, sino para Cristo y la iglesia.
Un corazón nuevo y puro
En la primera parábola de Mateo 13, el Señor Jesús presentó cuatro tipos de suelo para
representar nuestro corazón. Uno de ellos, llamado buena tierra, fructificó a cien, a sesenta y a
treinta por uno (vs1-9). Para ser una buena tierra, nuestro corazón necesita de un tratamiento
equivalente a las experiencias mencionadas en los capítulos 14 al 16.
Por un lado, tenemos que alimentarnos del suministro divino, que es la Palabra, pero por otro,
necesitamos eliminar todo lo que puede perjudicar los frutos. En el caso de la muerte de Juan el
Bautista, ¿qué lección podemos obtener? El encargo de Juan fue preparar el camino para el Señor,
llevando a las personas al arrepentimiento y al bautismo. Tal situación, aunque indispensable no
puede dar vida, ya que sólo el Señor puede dar vida.
No podemos reconocer nuestra condición pecaminosa solamente, pero debemos positivamente
creer/recibir al Señor Jesús (Juan 1:12; Romanos 10:9-13). La ley es santa, y el mandamiento
santo, justo y bueno, no obstante, éstos no pueden dar vida (Romanos 7:12; Gálatas 3:21); pero,
creemos en el Hijo, tendremos la vida eterna (Juan 3:36; 5:24; 6-47). Ahora bien, Dios es Espíritu; y
los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren (Jn 4:24). Guardar la ley es un
asunto de lo correcto y lo equivocado, pero a partir de la venida del Señor Jesús, llegó la hora de
conocerlo espíritu (2 Corintios 5:16, 17). Tenemos que avanzar para obtener no un corazón mejor,
sino un corazón nuevo y un espíritu nuevo (Ezequiel 36:26,27).
Seguidamente vemos la condición del corazón de los fariseos, quienes se consideraban buenos y
criticaban a los discípulos del Señor por no lavarse las manos antes de comer. Sin embargo, Jesús
los llamó hipócritas y les dijo que el problema del hombre no es lo que entra en él, sino lo que sale
apuntando al corazón como la clave. Tenemos que percibir que si el corazón no es purificado los
frutos serán llenos de iniquidad. Esta limpieza no es algo que puede ser hecho por medio de
rituales o tradiciones, como el lavarse las manos, solamente con el lavamiento del agua por la
Palabra y el lavamiento regenerador del Espíritu (Efesios 5:26,27; Tito 3:5).
Finalmente, tenemos que cuidarnos de la levadura. El Antiguo Testamento, prohibía levadura en la
dieta de los israelitas (Ex 12:15). La levadura trae perjuicios para la buena alimentación. Ésta
aumenta y facilita el consumo de alimentos, sin embargo, introduce aquello que no es saludable.
El Señor advirtió a Sus discípulos en cuanto a la levadura de los fariseos y saduceos que eran las
doctrinas falsas. Además, el apóstol Pablo también habló de la levadura de maldad y de malicia (1
Corintios 5:7-8). Todo eso tiene que ser tratado para que el corazón sea una buena tierra.
Tenemos que limpiarnos de cualquier enseñanza que no corresponda a la palabra pura y saludable
de Dios, enseñanza que viene en forma de iniquidad en nuestro vivir. De esta manera, la preciosa
semilla caerá en nuestro corazón y fructificará. Si avanzamos del alma al espíritu nos volvemos a la
genuina Palabra de Dios, si ninguna mezcla, el resultado será Cristo y la Iglesia ¡Aleluya! ¡Dios, el
agricultor y sembrador, quedará muy feliz con el fruto de la tierra!
Tomado del Periódico Árbol de la Vida
Número 106. Pág. 5. Año 12
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