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Preguntas Esclarecedoras Por David Powlison ¿Por qué hice eso? ¿Por que reaccioné de esa manera? ¿Por que usé esas palabras y ese tono de voz? ¿O por qué pienso esas cosas? ¿O por qué me siento de esta manera? ¿O por qué recuerdo esa faceta particular de lo que ocurrió? ¿O por qué decidí tal cosa en esta situación? La pregunta “¿Por qué?” desencadena miles de teorías acerca de la naturaleza humana. ¿Por qué la gente hace lo que hace? Una “respuesta” a esta pregunta se encuentra detrás de cada teoría de la personalidad humana, y detrás de cada intento de remediar lo que aqueja a la raza humana. La perspectiva que uno tenga acerca de los motivos pondrá en su lugar e influenciará cada detalle de tal teoría y su práctica: ¿Te quedaste atrapado en algún escalafón en la jerarquía de necesidades? ¿O estás genéticamente predispuesto a ser agresivo? ¿O es el problema el que tus hormonas estén fuera de control? ¿O están tus impulsos síquico-instintivos en conflicto con los dictados de la sociedad? ¿Han sido reforzados tus impulsos por estímulos recompensantes? ¿O eres un Aries con Júpiter creciente? ¿O eres un Niño Adulto con experiencias traumáticas desdichadas y que te marcaron? ¿O estás compensando por tus complejos de inferioridad, buscando adquirir una mejor autoestima? ¿O un demonio llamado Adicción se ha infiltrado en una rendija de tu personalidad? ¿O tienes una deficiencia de voluntad? ¿O ignoras buena doctrina? ¿Eres temperamentalmente melancólico o sanguíneo, pesimista u optimista, introvertido o extrovertido? ¿Estás inmerso en la falsa conciencia ideológica que caracteriza a tu clase social? ¿Lo que te hablas a ti mismo no se corresponde adecuadamente con las raíces de tu identidad y dignidad? “Hice eso, pensé eso, sentí eso porque…” La gente trata incansablemente de determinar las razones que se hallan debajo de lo que se ve en la superficie. Las teorías que se tengan acerca de qué es lo que hace a la gente reaccionar en cierta manera u otra, se convierten inevitablemente en modelos de consejería. Las explicaciones que se dan conllevan a las soluciones: medícate, cura al niño que llevas dentro, echa demonios, satisface tus necesidades, no tomes decisiones importantes en días astrológicamente malos, reprograma tu monólogo interno, explora tu dolor, etc. Las razones asumidas y las respuestas apropiadas se debaten fieramente; debates que están agrupados y catalogados en miles de estantes de cualquier biblioteca universitaria. Pero nuestro Señor también tiene que decir mucho al respecto. El refuta vigorosamente las falsificaciones demostrando que la motivación humana tiene que ver con El. La consejería que es fiel a la Escritura debe ajustarse a lo que Dios dice concerniente a las razones e intenciones del corazón humano. La Escritura dice juzgar “los pensamientos y las intenciones del corazón” de acuerdo a criterios específicos por medio de los cuales Aquel que prueba los corazones, evalúa lo que ve en nosotros (Hebreos 4:12-13). Discerniendo nuestros dioses funcionales La lista de “preguntas esclarecedoras” en este capítulo proporciona ayuda para discernir los patrones de motivación de una persona. Las preguntas tienen el propósito de ayudarnos a identificar los amos impíos que ocupan posiciones de autoridad en nuestro corazón. Estas preguntas revelan “dioses funcionales”, es decir qué o quienes realmente controlan nuestras acciones, pensamientos, emociones, actitudes, recuerdos y expectativas particulares. Nótese que los “dioses funcionales” en una situación particular a menudo se oponen diametralmente al “Dios que profesamos.” Piensa en el instante en el que te pones ansioso, preocupado, y lleno de preocupaciones exageradas. Algo ocurrió, y no te lo puedes sacar de la cabeza. Ahora algo más está ocurriendo –te está consumiendo. Tu mente recurre una y otra vez a lo que ocurrirá mañana, retorciéndose sobre cada posible contingencia. A medida que el pecado de preocupación exprime más y más tu alma, quizás huyes hacia alguna solución fácil y escapista: vacías la cubeta de hielo, ves T.V., te masturbas, lees una novela, vas de compras, bebes una cerveza, juegas un juego. O quizás te apresuras a tomar control: haces una serie de llamadas telefónicas, trabajas toda la noche, reclutas a un séquito de seguidores, limpias tu casa, te enfadas. ¿Por qué está sucediendo todo esto? Como cristiano, profesas que Dios controla todas las cosas, y que todas las cosas ayudan a su gloria y tu bienestar último. Profesas que Dios es tu roca y refugio, una ayuda muy oportuna cualesquiera sean los problemas que enfrentas. Profesas adorarle, confiar en El, amarle, obedecerle. Pero en aquel momento –u hora, día, estación- de ansiedad, vives como si necesitaras controlar todas las cosas. Vives como si algo –el dinero, la aprobación de alguien, un sermón “exitoso”, tus notas en un examen, una buena salud, el evitar conflictos, el conseguir lo que quieres- importara más que el confiar y el amar a Dios. Vives como si algún sentimiento bueno y temporal pudiera proveerte refugio, como si tus acciones pudieran enmendar el mundo. Tu dios funcional compite con el Dios que profesas. Los incrédulos están bajo el control total de sus motivaciones impías –es decir, sus dioses funcionales. Sin embargo, los creyentes verdaderos están también a menudo severamente comprometidos, distraídos, y divididos por sus dioses funcionales. Afortunadamente, la gracia de Dios nos reorienta, nos purifica, y nos hace volver a nuestro Señor. La gracia hace que tanto el Dios que profesamos como nuestro Dios funcional sean el mismo. La obra transformadora de Cristo en nuestras vidas opera simultáneamente en dos dimensiones, la “vertical” y la “horizontal”, el Por qué y el Cómo. Dios está siempre reorientando nuestra adoración y nuestro camino, nuestros motivos y nuestro estilo de vida. Pablo describe el propósito de su ministerio de esta manera: “El objetivo de nuestra instrucción es el amor que nace de un corazón puro, una buena conciencia y una fe sincera” (1 Timoteo 1:5). El amor aquí se describe como la renovación de las relaciones horizontales. El corazón puro, la buena conciencia y la fe sincera indican la reconfiguración de la relación vertical. Un corazón impuro e inestable sirve a múltiples amos. Una conciencia mala y distorsionada malinterpreta las cosas y no nos guía, impidiéndonos entender la vida a la manera de Dios. Una fe hipócrita profesa, canta, y ora en una manera, pero confía en algo diferente cuando es sometida a prueba. Las traiciones del corazón, de la conciencia y de la fe producen pecados específicos. La restauración del corazón, de la conciencia y de la fe produce obediencias específicas. Este capitulo trata de la dimensión vertical, que orienta y da vida a la dimensión horizontal. Note que cada pregunta esclarecedora se ciñe alrededor del mismo asunto fundamental: ¿Quién o qué es tu Dios/dios funcional? Muchas de las preguntas se derivan simplemente de los verbos que describen tu relación con Dios: amor, confiar, temer, esperar, buscar, obedecer, tomar, refugiarse, y otros similares. Cada verbo contiene una lámpara que nos guía a Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida. Sin embargo, cada verbo se puede convertir también en una pregunta, como si se tratara de un espejo que nos muestra en donde nos estamos desviando. Cada pregunta recurre a la misma pregunta general, pero una de ellas podría ser más apropiada y útil que otra en una situación dada. Estas preguntas se utilizan mejor cuando se toman en cuenta los diferentes instantes, lugares, y gente que componen las situaciones individuales. Distintas maneras de formular la pregunta de motivación harán despertar a distintas personas. Las preguntas que siguen a continuación son preguntas tipo “¿Por qué?” en la forma concreta de preguntas tipo “¿Qué?”. Estas preguntas pueden ayudarte a sacar conclusiones acerca de aquello que guía específicamente la vida de una persona. No necesitas ver en el corazón de una persona, pero puedes hacer preguntas inteligentes al decirle: “¿Por qué estás molesto? ¿Por qué le manipulas a él? ¿Por qué estás ansioso en esta situación particular? ¿Por qué tienes un problema con un exceso de lascivia en ese instante particular?” La Biblia –la palabra penetrante y que da luz y que procede de Aquel que conoce los corazones- trata con lo que está detrás de nuestros comportamientos y emociones con el fin de exponer nuestras motivaciones delante de Dios. Una reorientación de los motivos a través de la gracia del Evangelio sólo puede suceder cuando se toma conciencia de las formas particulares de desorientación. Estas preguntas pueden utilizarse en muchas maneras. Cada una puede ser enfocada “microscópicamente,” para la disección detallada de un incidente particular en la vida de una persona. O cada una de ellas puede enfocarse de modo que se tenga una vista panorámica amplia, para descubrir los patrones periódicos que caracterizan la vida entera de una persona. En el curso de la consejería –y en tu crecimiento en gracia- te darás cuenta que el panorama y los detalles se complementan uno con el otro. Los detalles por sí mismos parecen triviales, sin embargo el panorama brinda un significado más amplio a tales ínfimos detalles. Las referencias bíblicas que se dan, apenas tocan la superficie del tratamiento que las Escrituras dan acerca de lo que motiva a las personas. Están allí para ayudarte a empezar tu propio estudio y reflexión. Asegúrate de responder las preguntas primero en forma “existencial,” es decir cuando respondas a “¿Qué es lo que te está motivando a ti o a otra persona?” no te apresures a dar la “respuesta cristiana correcta”. En cambio, esfuérzate primero en analizar honestamente tus dioses funcionales anormales. Un arrepentimiento conscientemente informado, hará que las “respuestas correctas” sean realmente las correctas y hará que el amor de Jesús sea tu gozo y esperanza. 1. ¿Qué amas? ¿Qué odias? Esta pregunta sobre el primer gran mandamiento te examina a ti y prueba tu corazón, alma, mente y fuerzas. No hay pregunta más profunda que se le pueda hacer a una persona en toda su vida. No hay explicación más profunda para el por qué haces lo que haces. Amores desubicados secuestran nuestros corazones de nuestro Señor y Dios verdadero (Véase Mateo 22:37-39; 2 Timoteo 2:2-4; Lucas 16:13-14). 2. ¿Qué quieres, qué deseas, qué ambicionas, qué codicias, qué desearías? ¿A qué deseos sirves y obedeces? Esto resume lo que las epístolas del Nuevo Testamento enseñan respecto a cómo opera en nosotros la naturaleza pecaminosa al ser guiada por el deseo. “Que se haga mi voluntad” y “Quiero ______” son a menudo bastante fáciles de entender. Dado que diferentes deseos gobiernan a las personas, 3. 4. 5. 6. 7. 8. provee detalles acerca de quién es esta persona, ahora, y en esta situación. Algunas veces la voluntad de otra persona tiene control sobre ti (como en presiones de grupo, en agradar a la gente, en comportamiento servil o camaleónico). En tales casos, la ambición de tu corazón es conseguir cualquier cosa buena que te prometan y evitar cualquier cosa mala con la que te amenacen: “Es mi ambición ser incluido, apreciado, aceptado y admirado por ti” (Véase Salmo 17:14-15; Salmo 73:23-28; Proverbios 10:3; 10:28; 11:6-7; Gálatas 5:1625; Efesios 2:3; 4:22; 2 Timoteo 2:22; Tito 3:3; 1 Pedro 1:14; 2:11; 4:2; 2 Pedro 1:4; 2:10; Santiago 1:14-15; 4:1-3). ¿Qué buscas, qué te propones, qué persigues? ¿Cuáles son tus objetivos y expectativas? Esta pregunta revela que tu vida es activa y que se mueve en cierta dirección. Tenemos propósitos. Las motivaciones humanas no son pasivas, como si las necesidades preprogramadas, instintos, o deseos fueran controlados desde fuera de nosotros al estar en condición de “insatisfechas”, “frustradas” o “condicionadas.” Las personas son verbos activos (Véase Mateo 6:32-33; 2 Timoteo 2:22). ¿Donde descansan tus esperanzas? La dimensión futura es prominente en la interpretación divina de las motivaciones humanas. La gente se sacrifica vigorosamente a fin de obtener aquello en lo que esperan. ¿Cuáles son estas cosas en las que esperamos? La gente desesperada ha visto sus esperanzas romperse. ¿Cuáles eran tales esperanzas rotas? (Véase 1 Pedro 1:13; 1 Timoteo 6:17). ¿Qué temes? ¿Qué es lo que no anhelas? ¿Qué es lo que tiende a preocuparte? Los miedos pecaminosos son como ambiciones pero al revés. Si quiero evitar algo, así cueste lo que sea –pérdida de reputación, pérdida de control, pobreza, mala salud, rechazo, etc.- entonces estoy controlado por un miedo codicioso. (Véase Mateo 6:25-32; 13:22.) ¿Qué se te antoja hacer? Esta es otra formar de hacer la pregunta 2: ¿qué deseas? Estar antojado significa dejarte guiar por tus deseos: “se me antoja insultar, no se me antoja hacer mis tareas.” (Véase Salmo 17:14-15; 73:23-28; Proverbios 10:3; 10:28; 11:6-7; Gálatas 5:16-25; Efesios 2:3; 4:22; 2 Timoteo 2:22; Tito 3:3; 1 Pedro 1:14; 2:11; 4:2; 2 Pedro 1:4; 2:10; Santiago 1:14-15; 4:1-3.) ¿Qué piensas que necesitas? ¿Cuáles sientes que son tus necesidades? Las preguntas 2 y 3 te hacen ver tus metas en función de lo que haces y de lo que persigues. Esta pregunta te permite descubrir tus metas en función de lo que esperas recibir, obtener y conservar. Aquellas cosas que tu sientes que son necesidades a menudo las interpretas como necesidades obvias que debes tener, y no como amos esclavizantes engañosos. Nuestra cultura de necesidad incita los instintos y hábitos de nuestra naturaleza pecaminosa. En la mayoría de casos, cuando una persona siente que ciertas cosas son sus necesidades, está en realidad expresando demandas idólatras de amor, entendimiento, deseo de control, aprobación, y realización. (Véase Mateo 6:8-15, 6:25-32, 1 Reyes 3:5-14; todas las oraciones en la Biblia expresan una reorientación de las necesidades que uno percibe como indispensables). ¿Cuales son los planes, agendas, estrategias e intenciones que planeas cumplir? Esta es otra manera de hacerte ver aquello que persigues. El egocentrismo que se filtra aún dentro de planes aparentemente nobles puede llegar a ser decepcionante. A nadie se le ocurriría decir: “El que nuestra iglesia se convierta en una megaiglesia me traerá fama, fortuna y poder,” pero tales motivaciones están presentes en la naturaleza humana. Su presencia, aunque sea secreta, corromperá y manchará las acciones de uno. (Véase Mateo 6:32-33; 2 Timoteo 2:22). 9. ¿Qué te hace saltar en un pie? ¿Alrededor de qué sol gira tu planeta? ¿En dónde encuentras tu jardín de deleite? ¿Qué ilumina tu mundo? ¿De qué fuente de vida, esperanza y deleite bebes? ¿Qué alimento sustenta tu vida? ¿Qué es lo que realmente te interesa? ¿Qué castillo construyes en las nubes? ¿Qué sueños imposibles te atormentan o aterran? ¿En torno a qué organizas tu vida? Muchas metáforas impresionantes se pueden con el mismo sentido que la pregunta, “¿En realidad, para qué estás viviendo?” En cierta manera, el ser gobernado por una sed profunda de intimidad, realización, respeto, salud, o fortuna no hace que estas cosas sean deseos legítimos y no problemáticas. Estos deseos actúan perversamente, colocándonos a nosotros mismos en el centro del universo. Fuimos creados para desear al Señor mismo sobre todas las cosas, para anhelar al Dador de dádivas, no para sus dádivas en sí mismas. La ausencia de bendiciones – rechazo, vanidad, revanchismo, enfermedad, pobreza- es a menudo el crisol en el que aprendemos a amar a Dios por lo que es El en sí mismo. En nuestra idolatría hacemos que los dones y dádivas sean nuestros bienes supremos, y convertimos al Dador en simple repartidor de nuestros deseos. (Véase Isaías 1:29-30; 50:10-11; Jeremías 2:13; 17:13; Mateo 4;4; 5:6; Juan 4:32-34; 6:25-69.) 10. ¿En dónde encuentras refugio, seguridad, confort, escape, placer? Esta es la pregunta a la que nos conducen los Salmos. Explora lo que hay al fondo de las cosas falsas en las que confías, en tus escapismos que toman el lugar del Señor en tu corazón. Muchos “comportamientos adictivos” son muy bien revelados por esta pregunta. A menudo surgen al calor de las preocupaciones y presiones de la vida y desempeñan el papel de refugios falsos. (Véase Salmos 23, 27, 31, 46, y alrededor de dos tercios del resto de los Salmos.) 11. ¿En qué o en quién confías? Confiar es uno de los verbos principales que describen tu relación con Dios –o con dioses falsos y mentiras. Varios salmos expresan bastante confianza en nuestro Padre y Pastor. ¿En que otro lugar depositas tus esperanzas, aquellas que guían tu vida y en las que tu vida está anclada? ¿En otras personas? ¿En tus habilidades o logros? ¿En tu tradición eclesial o teológica? ¿En tus posesiones? ¿En dietas, ejercicios, y seguros de salud? (Véase Proverbios 3:5; 11:28; 12:15; Salmos 23; 103; 131.) 12. ¿El desempeño de quién te interesa? ¿Sobre qué hombros descansa el bienestar de tu mundo? ¿Quién puede mejorarlo, hacerlo funcionar, hacerlo seguro, hacerlo exitoso? Esta pregunta te permite darte cuenta de autosuficiencia, o del deseo de realizarte por intermedio de tus hijos, o del hecho de poner tus esperanzas en conseguir el esposo o esposa idóneos, entre otras cosas. (Véase Filipenses 1:6; 2:13; 3:3-11; 4:13; Salmos 49:13; Jeremías 17:1-14.) 13. ¿A quién debes agradar? ¿De quién te interesa su opinión acerca de ti? ¿De quién deseas aprobación y temes rechazo? ¿Contra el sistema de valores de quién mides el tuyo? ¿A los ojos de quién estas viviendo? ¿De quién necesitas amor y aprobación? Cuando pierdes de vista a Dios, entras a una jungla de distorsiones. Tiendes a vivir delante de tus propios ojos o delante de los ojos de otros –o delante de ambos. Los “ídolos sociales” que incluyen aprobación y miedo pueden tomar formas numerosas: aceptación o rechazo, ser incluido o excluido, alabanza o crítica, afecto u hostilidad, adoración o humillación, intimidad o alienación, ser entendido o incomprendido. (Véase Proverbios 1:7; 9:10; 29:25; Juan 12:43; 1 Corintios 4:3-5; 2 Corintios 10:18.) 14. ¿Quienes son tus ejemplos de vida? ¿Qué clase de persona crees que deberías ser o quién te gustaría ser? Tu “ídolo” o “héroe” te revela. Aquellas personas representan o encarnan la “imagen” que aspiras tener. (Véase Romanos 8:29; Efesios 4:24; Colosenses 3:10.) 15. ¿En tu lecho de muerte, qué te haría sentir que tu vida valió la pena? ¿Qué le da significado a tu vida? Esta es la pregunta del libro de Eclesiastés. Aquel libro examina muchas opiniones –y las encuentra todas excepto una de ellas vanas. En algún momento que tengas, traduce Eclesiastés 2 en sus equivalentes modernos. (Véase todo el libro de Eclesiastés.) 16. ¿Cómo defines y mides el éxito o las fallas, lo correcto o erróneo, lo deseable o indeseable, en una situación particular? Los estándares a los que te adhieres y que empleas pueden estar locamente distorsionados. Dios intenta renovar tu “conciencia”, aquella por la cual te autoevalúas y con la que evalúas a los demás. Si vives tu vida “en tu propio entendimiento” o “en tus propios ojos,” vivirás como un necio. (Véase 1 Corintios 10:24-27; Proverbios 3:5; Jueces 21:25.) 17. ¿Qué te haría sentir rico, seguro, prospero? ¿Qué deberías tener para que tu vida brille? La Biblia usa a menudo la metáfora de tesoro o de la herencia para hablar acerca de las motivaciones. (Véase Prov. 3:13-18; 8:10f; 8:17-21; Mateo 6:19-21; 13:45-46; Lucas 16:10-15; 1 Pedro 1:2-7.) 18. ¿Qué te traería el mayor placer, felicidad y deleite? ¿Qué te traería la pena y miseria más grande? Las bendiciones y maldiciones son maneras en las que la Biblia describe la felicidad y la miseria. ¿Qué maquinaciones haces respecto a dónde y a cómo encontrar bendición? Tus maquinaciones revelan la cosa para la que vives. (Véase Mateo 5:3-11; Salmos 1; 35; Jeremías 17:7-8; Lucas 6:27-42.) 19. ¿Qué persona haría mejor las cosas de asumir el poder político? En naciones en las que la política es un foco principal de esperanzas idólatras, muchas personas ponen cada vez más sus esperanzas en el poder político. (Véase Mateo 6:10.) 20. ¿La victoria o éxito de quién alegraría tu vida? ¿Cómo defines la victoria y el éxito? Algunas personas “viven y mueren” en función al desempeño de su equipo deportivo local, las finanzas de su compañía, sus notas, o su apariencia física. (Véase Romanos 8:37-39; Apocalipsis 2:7; Salmos 96-99.) 21. ¿Cuáles percibes que son tus derechos? ¿A qué te sientes con derecho? Esta pregunta ilumina a menudo de manera insuperable los patrones motivacionales de personas irascibles, ofendidas, autosuficientes, autocompasivas. Nuestra cultura de “tengo derecho, merezco este beneficio” refuerza los instintos y hábitos de nuestra naturaleza pecaminosa. “Me merezco _______”? (Véase 1 Corintios 9; Romanos 5:6-10; Salmos 103:10.) 22. ¿En qué situaciones te sientes presionado o tenso? ¿En qué ocasiones estás confiado y relajado? ¿Cuando te sientes bajo presión, a qué recurres? ¿Qué es lo que piensas? ¿Cuáles son tus escapes? ¿De qué huyes? Esta pregunta examina desde una dirección ligeramente diferente. Muchas veces, ciertos patrones de pecado dependen de las circunstancias. Aclarando los aspectos significativos de la situación puede ser como colocarle un espejo a los motivos del corazón. Cuando hablar en público “te hace sentir” tenso, quizás tu corazón está dominado por tu propio desempeño ante los ojos de otros (temor al hombre y orgullo). Cuando el pagar las cuentas te genera ansiedad, quizás una forma de adoración al dinero opera dentro de ti. (Véanse las docenas de salmos que hablan acerca de refugio.) 23. ¿Qué te gustaría conseguir de la vida? ¿Qué pago te gustaría de las cosas que haces? ¿Qué conseguirías al hacer aquello? Esta es una manera concreta de repreguntar las preguntas 3 y 8, e ir al fondo de tus objetivos operativos. Los ídolos, mentiras y ambiciones te prometen cosas. Sirve a Baal y obtendrás fertilidad. Haz que aquel chico guapo te quiera, y te sentirás bien acerca de ti misma. Consigue $100,000, y se lo enrostrarás a aquella gente que pensó que nunca serías capaz de triunfar en la vida. (Véase Proverbios 3:13-18; Mateo 6:1-5; 16-18.) 24. ¿Qué cosas pides en oración? Tus oraciones a menudo te revelan un patrón de desorden y de enfoque en ti mismo. De las muchas cosas que pudieras pedir, ¿en qué te concentras? La oración es acerca de lo que deseamos; pedimos lo que queremos. ¿Reflejan tus oraciones –o la falta de ellas- los deseos de Dios o los deseos de tu vieja naturaleza? (Véase Santiago 4:3; Mateo 6:5-15; Lucas 18:9-14.) 25. ¿En qué piensas más a menudo? ¿Qué te preocupa u obsesiona? ¿En la mañana, a qué se dirige tu mente instantáneamente? ¿En qué fijas tu mente? Pon un espejo a tu divagar, para que puedas recomenzar tu caminar! (Véase Colosenses 3:1-5; Fil. 3:19; Romanos 8:5-16.) 26. ¿De qué hablas? ¿Qué cosas te son importantes? ¿Qué actitudes comunicas? Esta pregunta y la siguiente asume una conexión bien cercana entre motivaciones y comportamiento. Percibe no sólo lo que gente decide hablar sino el modo en el que dicen tales cosas. Nuestras palabras proclaman lo que nuestros corazones adoran. (Véase Lucas 6:45; Proverbios 10:19; Efesios 4:29.) 27. ¿Cómo pasas el tiempo? ¿Cuáles son tus prioridades? Percibe lo que tú y otros deciden hacer. Es una señal de las lealtades que operan en tu corazón. (Véase Proverbios 1:16; 10:4; 19-21; 24:33.) 28. ¿Cuáles son tus fantasías características, ya sean placenteras o temibles? ¿y los sueños que tienes despierto de día? ¿Sobre que tratan tus sueños nocturnos? Somos seres humanos responsables aún cuando estemos apartados en cierta manera de nuestra conciencia. Tus patrones de preocupación y deseo se manifiestan cuando sueñas despierto. (Véase Eclesiastés 5:3-7; Gálatas 5:16-25; Efesios 2:3; 4:22; 2 Timoteo 2:22; Tito 3:3; 1 Pedro 1:14; 2:11; 4:2; 2 Pedro 1:4; 2:10; Santiago 1:14-15; 4:1-3; Proverbios 10:3; 10:28; 11:6-7; Salmos 17:14-15; 73:23-28; Mateo 6:25-32; 13:22.) 29. ¿Cuales son las creencias funcionales que controlan el cómo interpretas tu vida y que determinan el cómo actúas? Hebreos 4:2 habla de los “pensamientos e intenciones” del corazón. Quizás podríamos traducirlo como “creencias y deseos.” Tanto las mentiras que crees como los deseos que persigues están detrás de tus pecados notorios. Las creencias operativas y funcionales de una persona controlan sus respuestas. Las maneras en las que entiendes a Dios, a ti mismo, a otros, al diablo, lo correcto y lo incorrecto, lo verdadero y falso, el pasado, presente y futuro…afectan todas las áreas de tu vida. (Véase toda la Biblia, donde Dios se propone renovar mentes oscurecidas en falsedad). 30. ¿Cuales son tus ídolos o dioses falsos? ¿En qué colocas tu confianza, o en qué pones tus esperanzas? ¿A qué recurres o qué persigues? ¿Dónde te refugias? ¿Quién es el salvador, juez, controlador, proveedor, protector de tu mundo? ¿A quién sirves? ¿Qué “voz” te controla? Toda esta lista de 35 preguntas tiene como objetivo encontrar cosas que usurpan el lugar de Dios en tu ser. Cada una de estas se puede considerar “metafóricamente” como un “ídolo” al cual somos leales. Las voces que escuchas imitan características específicas de Dios. Si comienzas a rastrearlas en todos los detalles de toda tu vida, tu habilidad para tomar en cuenta la perspectiva divina en forma específica y relevante madurará. (Véase toda la Biblia, especialmente las partes en donde Dios se propone a liberar a su pueblo de los ídolos para que sirvan al Dios vivo y verdadero; Ezequiel 14:1-8; Hechos 26:18; Colosenses 3:5; Efesios 5:5; 1 Tesalonicenses 1:9-10; 1 Juan 5:21; Jeremías 17:5; Santiago 4:11-12.) 31. ¿Cómo vives para ti? Esta es una manera general de preguntar cualquiera de estas preguntas. El ego toma miles de formas y se viste en miles de disfraces. (Véase Lucas 9:23-25; 2 Corintios 5:14-15.) 32. ¿En qué forma vives como esclavo del diablo? La motivación humana no es puramente “psicológica”, “psicosocial”, o “psico-socio-somática.” Cuando sirves a tus lujurias y mentiras, sirves a un enemigo personal que desea engañarte, esclavizarte y asesinarte. La motivación humana siempre toma partido por alguien: O sirves al diablo, o sirves al Señor, pero tienes que servir a alguien. (Véase Juan 8:44; Hechos 26:18; Efesios 2:2-3; 2 Timoteo 2:26; Santiago 3:1416.) 33. ¿En qué manera señalas implícitamente, “Si solo…” (consiguiera lo que quiero, evitara lo que no quiero, conservara lo que tengo)? Los “hubiera” son lenguaje popular que pueden revelarte muchas motivaciones, que a su vez pueden hacer que te entiendas a ti mismo y llevarte al arrepentimiento bíblico. (Véase 1 Reyes 21:1-7; Hebreos 11:25; Filipenses 3:4-11.) 34. ¿Instintivamente, qué es lo que te parece bien para ti? ¿Qué es lo que sientes que está bien para ti? ¿Qué opiniones tienes, qué cosas sientes que son ciertas? No sólo te “sientes que te gustaría” hacer ciertas cosas (pregunta 6 de arriba), sino que también “sientes que” ciertas cosas son verdaderas. Desde el punto de vista de Dios, la necedad es terca, mas la sabiduría tiene la capacidad de ser corregida, ya que escucha y aprende. (Véase Jueces 21:25; Proverbios 3:5; 12:15; 14:12; 18:2; Isaías 53:6; Filipenses 3:19; Romanos 16:18.) 35. ¿En donde se encuentra tu identidad? Como te definirías a ti mismo? La Biblia dice cosas radicales acerca del autoconocimiento, la identidad y las categorías de autoevaluación (lo que conocemos con el nombre de “conciencia”). Los lugares en los que la gente típicamente busca identidad son cisternas sin fondo. (Por ejemplo, estudia el libro de Efesios y anota cada palabra o frase que describe “identidad,” ya sea acerca de Pablo mismo, o de lo que solíamos ser, o de lo que somos ahora. Encontrarás más de treinta oraciones diferentes al respecto, en esta pequeña carta.) Implantando un Plan para el Cambio Este conjunto de preguntas te hará pensar mucho en cómo la vida de los seres humanos se relaciona con Dios en todas sus facetas. Déjame reforzar tres cosas que he encontrado que son de particular ayuda en mantener mis cabales, tanto en consejería como cuando he de arrepentirme de mis propios pecados. Primero, suelo hacerme una pregunta de diagnóstico doble: ¿Qué hay detrás y qué deseos salen a flote a través de ese patrón de vida pecaminoso? Explora el fondo de tu irritabilidad, egoísmo, desesperanza, escapismo, autojustificación, autocompasión, miedos paralizantes, queja –cualquier cosa que sea, y encontrarás un conjunto de mentiras específicas en las que crees y de ambiciones que persigues. La Escritura te prepara para que les hagas guerra, para que los saques a la luz. Segundo, los verbos que describen la relación de Dios con los seres humanos deben formar parte activa de tus pensamientos. Las personas no permanecen neutras respecto de Dios. O le aman, o le desprecian y aman otras cosas. O nos refugiamos en Dios, o huimos de el y confiamos en cualquier otra cosa. O tememos a Dios o le ignoramos y tememos alguna otra cosa. La Escritura cobra vida en nuevas formas a medida que desarrollas una sensibilidad para con el modo en el que los verbos que describen las actitudes del hombre delante de Dios se corresponden a la vida real. Con esta perspectiva se consiguen poderosas revelaciones para la consejería evangelística, así como ayuda para el crecimiento de los creyentes. Tercero, al darte cuenta cómo en realidad todas tus motivaciones se relacionan con Dios, percibes que lo que está mal en nosotros necesita una solución relacionada con Dios: la gracia, la paz, el poder, y la presencia de Jesucristo. La motivación humana se corresponde con la dimensión vertical. Las buenas noticias de Cristo no son un parche, ni un camino religiosamente afinado para satisfacer necesidades y deseos preexistentes. La fe viva en Jesucristo es la única solución real, la única motivación sana, la alternativa radical a miles de aberraciones. La santificación tiene como objetivo purificar el corazón y los miembros, con la finalidad de cambiar tanto las motivaciones como el comportamiento. Ambos interesan. Imagínate que estás sentado sobre una colina contemplando un lago a la distancia. En eso observas una lancha a motor pasar rauda sobre la superficie del agua. Tú ves y escuchas cómo se “comporta”: acelera desde el muelle, hace un viraje brusco, rebota sobre otra estela a alta velocidad, y de pronto apaga el motor, se deja llevar hacia las aguas cercanas a la orilla de un islote, y arroja un ancla fuera de borda. Por qué se comportó de esta manera? Si pudieras ver la lancha bien de cerca, descubrirías sus “motivos”. Encontrarías qué es lo que propulsa y dirige al bote: un motor V-8 de 200 caballos de fuerza, una rueda volante y un timón, los pensamientos e intenciones del piloto. ¿Por qué decidió el bote ir a la isla? ¿Para encontrar un tesoro escondido? ¿Para escapar de la policía? ¿Para llevar a la familia a un picnic? ¿Para probar el bote antes de comprarlo? ¿Para solicitar ayuda a un transeúnte porque se le acabó el combustible? Para poder entender a cabalidad y “ayudar” a la lancha, debemos hablar tanto de lo visible como de lo invisible, del comportamiento así como de las motivaciones. La Biblia trata tanto de resultados como de razones. Para evaluar y “aconsejar” a la lancha, necesitas conocer todo lo que se puede saber al respecto. Dios, el que conoce los corazones, recompensará a cada persona de acuerdo a sus obras (véase Jeremías 17:10). La Escritura nunca separa la motivación del comportamiento. El espejo de la Escritura muestra ambas cosas. La lámpara de la Escritura guía a ambas cosas. La gracia y el poder de Jesucristo cambian tanto la raíz como el fruto. El “primer gran mandamiento” trata acerca de raíces motivacionales: ¿Amas a Dios con todo tu corazón, alma, mente y fuerzas? ¿O hay alguna cosa que te divide y se roba tus sentimientos? El “segundo gran mandamiento” trata de los frutos del comportamiento: ¿Amas a tu prójimo como a ti mismo? ¿O abusas, atropellas, temes, evitas, odias, o ignoras a tu prójimo? El evangelio de Jesucristo nos lleva de las tinieblas a la luz. La gracia nos quita el corazón de piedra y nos enseña a conocer a Dios; la gracia reemplaza las manos y la lengua que hacen el mal, enseñándonos a vivir vidas más hermosas. Dos Ejemplos A cualquier persona, se le puede preguntar cualquiera de estas treinta y cinco preguntas en el modo en que están escritas o con algunas modificaciones. Pero no siempre se podrá preguntar estas preguntas frontalmente. Algunas veces es mejor simplemente escuchar y observar, observando el fruto en la vida de una persona buscando patrones que podrían indicar los compromisos funcionales del corazón. Una vez recuerdo a un hombre –al cual yo aconsejaba- que pedía disculpas profusamente, con evidente agitación y fastidio, cada vez que llegaba unos minutos tarde. Estas pequeñas cosas que observe en él, encajaban con otras piezas del rompecabezas que aun no habían tomado forma en nuestra conversación de consejería. Como me di cuenta después, él llegaba tarde porque no podía interrumpir las llamadas telefónicas o las visitas de otra gente, por temor a que se disgustaran con él. El pedía disculpas muchas veces porque temía que yo no lo iba a aceptar. El tenía muy pocos amigos verdaderos, a quienes o idealizaba como seres superiores o condenaba como criaturas inferiores. Estas pequeñas señales –las razones de su tardanza, agitación momentánea, disculpas fuera de lugar, una visión polarizada de otros- nos condujeron a un patrón que controlaba su vida: gente muy grande y Dios muy pequeño (Proverbios 29:25). Ese entrelazamiento de orgullo y temor al hombre es un desorden principal en nuestros corazones desordenados. Y tal cosa nos condujo de frente a Aquel que es digno de confianza: Jesucristo. Recuerda lo que dijimos al empezar: las explicaciones son pistas que conducen a las soluciones. Cuando este hombre encontró perdón y el poder para confiar en un nuevo Amo, él aprendió a hacer cambios prácticos. Antes que acobardarse o pavonearse, empezó a amar a la gente cada vez con mayor sinceridad y ternura a medida que empezó a ver a otros como lo que eran: en esencia no diferentes a él mismo. Déjenme terminar con un caso de estudio final. Una vez aconseje a un hombre que solía escapar habitualmente a las presiones de la vida con TV, comida, videojuegos, alcohol, pornografía, colección de antigüedades, novelas de ciencia ficción, haciendo pesas en el gimnasio. Hacía eso a la par que descuidaba el amor a su esposa e hijos; flojeaba en su trabajo; se tornaba evasivo y engañoso en sus comunicaciones con otros; calentaba asiento en el culto dominical de la iglesia. ¿Donde empezar? Había muchos problemas, muchos pecados de comisión y omisión. No estaba seguro que cosa tomar. Y luego se me ocurrió: Lea los salmos –como un todo! Casi todos los salmos, en una manera u otra, muestran al Señor como nuestro refugio en problemas, como el centro de nuestras esperanzas. Los salmos refutan implícitamente y explícitamente el tomar refugio en cualquier otro lugar; los salmos ofrecen amor constante y misericordia; los salmos nos animan a conocer y a obedecer a Dios en medio de las pruebas de la vida. Pero yo no había visto cuán serio era el patrón de lo que aquel hombre estaba viviendo. El ambicionaba facilidad, control, comodidad –y expresó sus ambiciones en docenas de maneras. Sus esfuerzos para cambiar los hacia a medias y no tenían éxito. Al convencerse del pecado específico en su corazón –el apartarse del Dios viviente a fin de buscar refugios idólatras- lo conmovió, y le hizo ver sus pecados de comportamiento en una manera nueva. Su necesidad por lo que Dios ofrecía –gracia sobre gracia, por una vida de fe obrando a través del amor- empezó a ser más intensa dentro de él. A medida que se daba cuenta de los patrones de vida, él incluso empezó a identificar pequeños trucos escapistas de los que no se había dado cuenta antes y que nunca había conectado a los pecados más escabrosos. Por ejemplo, maneras en las que utilizaba mal el humor, o en las que hacía excusas sutiles para sí mismo, o en las que sentía pena por sí mismo. Dios parecía muy lejano al comienzo del proceso, cuando estaba atrapado en la neblina; Dios parecía, muy, muy cercano, relevante, y deseable a medida que el proceso se desarrollaba. La gracia de Cristo llego a ser muy real y necesaria. El llegó a motivarse a cambios prácticos –a enfrentar las presiones y responsabilidades, a aprender a amar a otros, para la gloria de Dios. Dios había descubierto los motivos de su corazón, y aquella revelación le condujo a una gloriosa transformación.