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PALABRAS DE MADRE ADELA, SCTJM, PARA NUESTRA PEREGRINACIÓN A TIERRA SANTA
22 de Octubre, 2015- Fiesta de San Juan Pablo II
Queridos peregrinos:
Es un don inmenso poder caminar juntos en la contemplación amorosa del Evangelio,
en la escuela del Corazón de Cristo y así recorrer los Lugares Santos en donde tomó
lugar el gran Misterio de la Encarnación: “la Palabra se hizo carne y habitó entre
nosotros” (Jn 1, 14). Pronto partimos hacia Tierra Santa, esta tierra que contempló
todos los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de Nuestra Redención.
A Jesús por María! El Corazón de Nuestra Señora guarda, atesora todas las cosas,
todos los eventos, todas las palabras de Nuestro Señor. Su Corazón es la Escuela
luminosa y sencilla en donde aprendemos a escuchar, contemplar y atesorar la vida,
las palabras, el Corazón, la Persona, la Misión del Redentor. Ella es el camino
seguro, perfecto, puro y rápido para llegar al Corazón de Cristo…para adentrarnos en
Sus Misterios y para comprender Sus Palabras. Junto al Corazón de Nuestra Madre y a
través de Su Corazón, nos disponemos a contemplar, con Su Mirada, la profundidad
de estos misterios, recorriendo con Ella sus memorias, cada evento de la vida de
Cristo, cada palabra que proclamó anunciando el Reino del Padre, cada enseñanza
con la cual Jesús nos forma para vivir como hijos del Reino, cada signo y cada milagro
que hizo mientras pasó por estas calles y ciudades haciendo el bien. Con el Corazón
de María de Nazaret, guardaremos cada palabra, cada gesto, cada acción de Cristo,
en nuestros corazones y así, podremos atesorar y ponderar, los misterios de nuestra
salvación. Bajo la mirada de Nuestra Señora y la mirada de San José, iniciamos una
jornada de fe, una aventura de amor… caminamos con esperanza, igual que
caminaron tantos las tierras de Judea, Samaria, Galilea y Jerusalén…. Caminamos
como ellos, a sentarnos en la Escuela de Jesús, la Escuela del Evangelio: para
escuchar los tesoros del Reino de los Cielos.
Peregrinar por Tierra Santa debe evocar muchos sentimientos en nuestros corazones.
El primero, una profunda gratitud al Padre que nos envió a su Único Hijo para
salvarnos, para que tengamos vida nueva y eterna, para restaurar la imagen y
semejanza de Dios en nuestras almas. Una profunda apertura a la escucha a la
Palabra de Dios, esa palabra que tiene el poder de “hacer nuevas todas las cosas” y
de indicarnos con potente luminosidad el camino y la verdad para vivir en la novedad
del Reino. Un espíritu de contemplación, que es mirar con el corazón los misterios
del Amor de Dios: amor que se ha hecho carne, que se hizo semejante a nosotros en
todo, menos en el pecado. Amor que nos ha revelado nuestra más grande dignidad,
la verdad sobre Dios y también la verdad sobre el hombre. En el rostro del Niño
Jesús, en el rostro del Joven Jesús, en el rostro transfigurado de Jesús, en el rostro
desfigurado de Jesús, y en el rostro resucitado y glorificado de Jesús, contemplamos
el rostro del amor… ese amor que debe ser el origen, el camino y la meta de
nuestra vida: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en
el: Dios es amor” (1 Jn4:16)
Mientras recorremos de la mano de Nuestra Madre y vamos contemplando a cada
paso con ella, un Rosario: los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de la
vida de Cristo, y lo hacemos desde el Corazón de Aquella, que los vivió en plena
comunión de amor con El, les pido que crezcamos en nuestra contemplación del
Evangelio, para que sea el Evangelio la escuela en donde se forman nuestros
corazones para ser cristianos de convicciones firmes y permanentes; para que los
valores evangélicos sean la luz que dirige nuestras opciones, para que las enseñanzas
de Cristo formen nuestra mente y nuestra capacidad de hacer una lectura de fe ante
los acontecimientos de la vida, de la Iglesia y del mundo. Para que el Evangelio
transforme nuestros corazones, nuestros sentimientos, nuestras prioridades, nuestras
actitudes, nuestra forma de vivir para ser testigos coherentes y luminosos del
Evangelio.
También, les pido, que durante nuestra peregrinación en estas tierras que vieron a
Jesús nacer, que vieron su rostro de niño… que lo vieron crecer en su casa de
Nazaret… que lo vieron ponerse de pie ante una Sinagoga y revelarse como nuestro
Salvador, el Mesías… estas tierras que escucharon su voz, su palabra, sus
enseñanzas…. Estas tierras que lo vieron tocar las llagas de la humanidad, abrir los
ojos a los ciegos, liberar a los cautivos, sanar a los enfermos del alma y del cuerpo…
vieron las multiplicaciones de los panes y peces… las aguas tormentosas ser
calmadas… le vieron entrar en la oscuridad del corazón humano y desde allí brillar…
le vieron llorar y reír… le vieron pasar noches enteras en oración con su Padre….
Estas tierras que lo vieron transfigurado en el poder de su divinidad… Estas tierras
que le vieron amar hasta el extremo, donar su cuerpo y su Sangre, dejarse azotar,
coronar de espinas y crucificar… estas tierras que vieron el traspaso de Su Corazón y
también, abrirse las fuentes de la Misericordia para la humanidad. Estas tierras que
vieron la tumba vacía, y lo vieron resucitado…glorioso… que lo vieron aparecerse
tantas veces después de resucitado…y lo vieron ascender al Padre, para ir a
prepararnos un lugar en el cielo… Estas tierras donde él vivió en el seno de la Sagrada
Familia en Nazaret y que desde Galilea, formó a la nueva familia de Dios, la Iglesia…
Si, estas tierras que han sido testigos del gran amor de Dios, testigos de la
Encarnación del Verbo, testigos de la misericordia, testigos del Evangelio... que
caminemos a través de estas tierras, orando por el don inestimable de la paz, esa paz
que Jesús vino a establecer en el corazón humano, en las familias, sociedades y
naciones. Su Reino es Reino de paz, amor, justicia… solidaridad, de amor generoso y
oblativo… donde la persona humana es siempre el valor por excelencia.
Estas
Tierras Santas, que vieron caminar a los Corazones de Jesús y María, más que nunca
necesitan de nuestra oración, para que de forma nueva y definitiva experimenten el
Triunfo potente del amor y la vida que se
revela y comunica en los Corazones
Traspasados de Jesús y María.
Esta Tierra Santa porque aquí Dios se hizo
hombre y caminó entre nosotros para
salvarnos,
sanarnos,
elevarnos
y
restituirnos…. Aquí, Dios vino al encuentro de
la humanidad, y al encuentro de cada
hombre, de cada mujer… el Evangelio es
historia de encuentros entre Jesús y los
hombres, mujeres… y desde ese encuentro ya
nada fue igual: nos encontró a orillas de
lago, a orillas del camino, en una camilla, en
una sinagoga, en el umbral de la muerte, en las periferias, en las cuevas, en los
desiertos, en las fiestas, en los sufrimientos, en el pozo, enfermos, endemoniados,
desorientados, ciegos, sordos, mudos, en pecados graves… con noblezas y durezas,
con ansias de bien y con odios y venganzas… con capacidad de amor y con
indiferencias… nos encontró en todas las realidades de la humanidad. Dio de comer
al pobre y entro a cenar a la casa de un rico…. Habló en parábolas, lenguaje de los
sencillos… perdono a una adúltera y mostró a los hombres su responsabilidad ante el
pecado de los demás… Invitó a seguirle, a dejar las redes, a hacerse pescadores de
hombres, a vivir en el Reino de los Cielos y no con los valores del mundo…. Invito a
vivir en la dignidad de los hijos de Dios, a ser hombres y mujeres de las
Bienaventuranzas… Nos presentó las exigencias de la vida en el Reino, y nos llamó a
ser luz y sal del mundo… Nos encontró, nos atrajo hacia su Corazón… dio la vida por
nosotros en un Cruz… Resucitó….. el amor siempre triunfa. Y luego, nos envió,
desde la Escuela de Su Corazón, nos envió a predicar el evangelio a todas las
naciones, a ser sus testigos en el mundo, a llevar la Buena Noticia del Evangelio del
Amor, que es bello porque es exigente, y es exigente porque nos eleva a nuestra más
alta dignidad y nuestra más auténtica vocación: el amor.
Si, querida familia de peregrinos, peregrinamos a Tierra Santa, para encontrarnos
con el Corazón de Cristo, el Corazón de María, el Corazón de San José…. El corazón
de tantos que dejaron todo y le siguieron……… para encontrarnos con la Iglesia que
nació aquí en Tierra Santa… esa Iglesia que sembrada como un granito de mostaza se
expandió por el mundo entero hasta que llega hacer un árbol… esparcido por todo el
mundo. Esta peregrinación es un caminar hacia el encuentro… ya que aquí, Jesús,
Dios hecho hombre, vino a encontrarse con nosotros. Construyamos, como nos ha
pedido el Papa Francisco, la cultura del Encuentro, base de la cultura del amor.
Vayamos a Tierra Santa como peregrinos del Amor… para contemplar con ojos
nuevos, con corazones nuevos, los Misterios del Corazón de Cristo en la Escuela del
Evangelio. Que junto al Corazón de Nuestra Madre y el Corazón de San José,
contemplemos al Amor Encarnado… que ha venido a salvarnos, a enseñarnos a
construir el Reino de su Amor para hacer de este mundo, un hogar, una casa más
digna de la persona humana. Este reino del amor debe
reflejarse visiblemente y concretamente en la familia
humana, en las familias espirituales y en la familia de
Jesús que es la Iglesia.
De la mano materna de María, con las memorias de Su
Corazón, contemplaríamos esos misterios que revelan
con gran luminosidad y potencia, el amor hasta el
extremo de Cristo, Redentor del hombre. Que por la
intercesión de San Juan Pablo II, vivamos esta
peregrinación con una conciencia profunda de nuestro
propio Totus Tuus: Soy todo tuyo María, para ser todo
de Jesús!. A Jesús por María!!!! A Jesús con María! A
Jesús a través de María! Que reinen los Dos Corazones
en nuestros corazones y en el mundo entero!
Que nuestra peregrinación a Tierra Santa sea una
pequeña semilla que fomenta este tan añorado triunfo en el mundo y en el Medio
Oriente.
Madre Adela, sctjm
Fundadora
“He tenido un deseo personal muy intenso de venir aquí para orar en los lugares más importantes
que, desde los tiempos antiguos, fueron testigos de las intervenciones de Dios y de los milagros
que realizó. "Tú, el Dios que obras maravillas, manifestaste tu poder entre los pueblos"
(Sal 77, 15).
(Juan Pablo II, 21 de Marzo, 2000)