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Artículos
Originales
ANTECEDENTES Y ORIGEN DE LA VIROLOGÍA EN ESPAÑA
Rafael Nájera Morrondo
[email protected]
Profesor Emérito
Escuela Nacional de Sanidad
Instituto de Salud Carlos III
Madrid
L
a mayor parte de las enfermedaLas primeras referencias a enfermedes producidas por virus se enLa rabia ha sido la dades causadas por virus están relacuentran históricamente englocionadas con la viruela, la rabia y la
primera enfermedad y
fiebre amarilla, si consideramos
badas en el concepto de pestes o de
epidemia descrita
aquellos males cuyo diagnóstico se
fiebres. Así, con respecto a la generalmente aceptada como primera epidepuede considerar más o menos fidemia conocida, la llamada Peste de Atedigno históricamente, por sus caracnas, descrita por Tucídides en la Historia de la Guerra del
terísticas clínicas o epidemiológicas.
Peloponeso (siglo V a. C.), no podemos precisar su etiología, habiéndose propuesto muy distintas teorías, entre
Rabia
ellas la de que fue una epidemia de viruela [Figura 1].
Es la enfermedad más antigua documentada y, a la vez,
responsable de la producción de epidemias. El nombre
deriva del sánscrito,
rhabas, que significa
«atacar, violentar». La
primera referencia a la
rabia la encontramos en
el Código de Eshnunna
escrito en acadio en el
siglo XXI antes de Cristo
(a. C.), por tanto, anterior al Código de Hammurabi (1760 a. C.) y
muy anterior a los autores griegos. El código de
la ciudad-estado de
Eshnunna contiene las
primeras regulaciones
sobre control de animales, especificando multas
de 40 siclos a los dueños
de perros que causaren
la muerte por rabia a
otras personas. Considera a la rabia como uno
Figura1. Plaga de Atenas, por Nicolàs Poussin, óleo en la Galería de Sir Frederick Cook en
Richmond, Londres (© Wellcome Library, Londres. Wellcome Images, CC BY 4.0)
de los monstruos en poVirología | Volumen 18 - Número 2/2015
7
Artículo original: Antecedentes y origen de la Virología
teórica y genérica en la cual es difícil interpretar a qué
enfermedad se están refiriendo. La primera representación de los síntomas de la viruela se encuentra en uno de
los capiteles románicos de la catedral vieja de Pamplona
(siglo XII), el capitel de Job[7] [Figura 3].
sesión del ejército del dios Tiamat y que, a la muerte de
este, quedaron bajo el control de Ea, Damkina y su hijo
Asarluhi. Este último dejó Babilonia partiendo hacia
Elam y, como consecuencia del viaje, se ocasionaron epidemias, como la de la rabia, cuando esta enfermedad se
establecía en una zona. Constituiría, por tanto, la rabia
no solo la primera enfermedad referida, sino la más antigua epidemia documentada[1].
Figura 3.
Capitel de Job, románico,
de la Catedral Vieja de
Pamplona, hoy en el
Museo de Navarra
(reproducción con
permiso del mismo)
Celso y Galeno describen los síntomas y su tratamiento
por cauterización, de donde deriva el exorcismo o llave
de San Huberto. En nombre de San Huberto (656-727)
– primer obispo de Lieja y patrón de los cazadores– y para
conjurar la rabia, se recomendaba introducir un clavo al
rojo vivo en la herida[2] de los animales o personas mordidas por perros rabiosos. Posteriormente, en 1546, Fracastoro describió la enfermedad en detalle.
En España, la primera noticia sobre esta enfermedad la
recoge Villalba (1802) en una referencia al año 216 a. C.
Posteriormente, en el siglo I d. C., encontramos noticias
en el Dioscórides[3], en la traducción y ampliación del
médico humanista Andrés Laguna, con comentarios e
ilustración del propio Laguna [Figura 2].
Detalle del mismo capitel,
mostrando las
características pústulas de
la viruela en la cara y
palma de la mano de Job.
Por otra parte, en la momia del faraón Ramsés V, generalmente considerada como que presenta lesiones debidas
a la viruela, no ha sido demostrado este extremo, ya que
análisis realizados sobre muestras procedentes de la
misma y observadas por microscopía electrónica dieron
resultados negativos. No obstante, también se ha argumentado que la obtención de las muestras no fue lo suficientemente adecuada, debido a las limitaciones impuestas por los conservadores.
Como recogemos en un trabajo nuestro[8], el virus de la
viruela, según los datos procedentes de los análisis moleculares recientes, derivaría de un poxvirus de un roedor
africano, el jerbo. Este virus, un tateropoxvirus, habría
originado el alastrim y, posteriormente, la viruela.
Figura 2. Perro rabioso, ilustración tomada del
Dioscórides de Salamanca, 1566, edición del Instituto de
España. Madrid, 1968.
Viruela
Con respecto a la viruela, su conocimiento en el mundo
antiguo es incierto ya que no existen descripciones de
Villalba[9] relata, para el año 714 d. C., la introducción de
personas afectadas ni representaciones en la Biblia ni en
la viruela por los árabes, «desconocida hasta entonces de
[4]
los textos griegos ni latinos . Las descripciones en textos
los griegos y romanos y llevada a las demás partes de la
chinos[5] de 4 000 a 5 000 años a. C.
Europa». Una cita más precisa la hace
deben tomarse con ciertas precaucioel historiador árabe Ibn Idhari[10], refi[6]
nes ya que, como apunta Cockburn ,
riéndose a «una gran epidemia de viLa primera
ruela que clareó la población de Esla forma en que se hacían no responde
representación de la
al modelo hipocrático al que estamos
paña a partir del 714 y especialmente
viruela se encuentra en
acostumbrados – objetivo, y con una
en el año 748 y que, según Prieto
un capitel del siglo XII
Vives[11], muy bien pudo ser introdudescripción de los síntomas y signos–,
si no, por el contrario, de una forma
cida en la Península por los invasores
Virología | Volumen 18 - Número 2/2015
8
Artículo original: Antecedentes y origen de la Virología
africanos». Este punto es uno de los argumentos aducidos
por Sánchez-Albornoz para defender la desertización de
los territorios de la submeseta norte, al menos al norte
del río Duero[12].
El mismo autor hace referencia a la introducción, en el
año 1492, de la viruela en América. Y en 1580 reseña la
edición de la obra de Andrés Zamudio de Alfaro, titulada
Orden para la cura y preservación de las viruelas[13], describiendo una epidemia en Sevilla «que después de ser funesta á los niños, no perdonó á muchos viejos que las habían tenido, siendo Andrés de León el observador de este
raro suceso». Rareza que vuelve a describir en la epidemia
de 1585 y 1586 en el arzobispado de Toledo, «una epidemia de viruelas tan extraña, que casi todos los que las pasáron eran viejos». En 1587 hubo otra epidemia de viruelas «de que murieron más de cinco mil criaturas por el
otoño» en Madrid. También relata que en 1600 hubo
«una extravagante epidemia de viruelas que padeció este
año el reyno de Galicia, semejante á la del arzobispado de
Toledo, que casi á todos á quienes dio eran viejos, por los
años de 1585 y 1586». Y en 1626, «con motivo de ciertas
disputas médicas ó controversias médicas sobre el tabardillo y otras enfermedades», en un interesante planteamiento epidemiológico, el Dr. Rodrigo Manuel de
Huerta, «encargó a otro médico, nombrado Pedro Mancebo, que resolviese esta qüestion: Utrum si el morbo punticular, ó garrotillo, las viruelas y la angina sean contagiosas,
y si los que se dedican á curarlas, se exponen á ser contagiados. El Dr. Mancebo está por la negativa en la memoria
latina, que escribió así: Est disputatio utrumfebris punticularis vulgo tabardillo, variolae, et angina sint afecciones contagiosae, contagium pro gignentes assidentibus cum aegrotis.»
Figura 4. La gran obra de Joaquín de Villalba, publicada
en dos volúmenes en 1802.
tense se debe una de las mejores producciones de la Medicina para cortar las enfermedades contagiosas, con este
título: Disertación fisico-médica en la qual se prescribe un
método seguro para preservar á los pueblos de viruelas, hasta
lograr la completa extinción de ellas en todo el reyno: Madrid
por Don Joaquin de Ibarra, año 1784 en cuarto». En este
tratado se hace la primera alusión a la variolización: «que
la inoculación introducida desde principios de este siglo
en Europa, no extingue este mal, enemigo cruel del género humano; circunstancia que le estimuló a discurrir, si
seria posible á la vigilancia y zelo de un sabio Gobierno
la total extinción de esta epidemia»[14]. También describe, para las viruelas, «quatro estados de la enfermedad:
de principio, estado, supuración y desecacion» y defiende
vivamente la variolización para acabar con la frase:
«¡oxalá que el ilustrado Ministerio se dignase mandar
poner en práctica las reglas que contiene tan utilísimo
proyecto, tan bien recibido de otras naciones, como desatendido en la nuestra! [15]».
Ya en siglo XVIII, año de 1716, Villalba [Figura 4] refiere
una epidemia de viruelas en Aguilar de Campo [sic], «que
fueron preludio de un contagio pestilencial de garrotillos…» y a la que relaciona con las condiciones climatológicas y la deriva hacia una constitución pleuríticocatarral. En 1720 y 1721 vuelve a detallar varias epidemias,
una de ellas de paperas, y posteriormente otra de viruelas
que se produjo en 1726 «quitando la vida a diez mil
niños». En 1783 hace referencia a otra epidemia de viruelas padecida en Pastrana y que precedió a una «epidemia cruel de tercianas» que «comenzaron benignas, en
una niña; pero de repente, degeneradas en malignas, se
propagó el contagio varioloso por la canícula, y duró
Julio, Agosto, Setiembre y Octubre», extendiéndose en
consideraciones sobre los aspectos ambientales a los que
las achaca.
La verdad es que, a pesar de una gran oposición y de las
luchas que concitó su introducción, en 1798, catorce
años después de la obra de Francisco Gil se produce la
REAL CÉDULA DE S.M. Y SEÑORES DEL CONSEJO POR LA CUAL
SE MANDA PONER EN práctica en los Hospitales, Casas de
Misericordia y demás que inmediatamente dependen de la
Real munificencia el método de inoculación de viruelas en la
forma que se expresa. Año 1798. En Madrid. Años después, Fernández Morejón en su Historia Bibliográfica de la
Medicina Española (1850) comentaba la tardanza en in-
Finalmente, llegando al año 1784, glosa un conocido tratado de forma muy elogiosa: «Al zelo patriótico de Don
Francisco Gil, cirujano del real monasterio del Escurial y
su real sitio, é individuo de la Academia Médica MatriVirología | Volumen 18 - Número 2/2015
9
Artículo original: Antecedentes y origen de la Virología
(1648-1649), donde estuvo presente hasta 1655 en que
desapareció o se hizo prácticamente indetectable hasta
que fue reintroducida en 1751 por presos procedentes de
Veracruz y quedando endémica hasta 1901. A lo largo de
los últimos 350 años dio lugar a múltiples epidemias en
toda América, especialmente en el Caribe, la costa atlántica de EE.UU.[18], la Luisiana, especialmente Nueva Orleans, y a lo largo del Misisipi.
troducir su práctica y la existencia de importantes controversias: «los teólogos y los médicos se hicieron cargo
de ella e impugnaron y defendieron la inoculación desde
mediados del siglo, y aún podemos añadir que las preocupaciones y las pasiones menos nobles se reunieron desde
un principio para hacerla proscribir. Así, pues se apeló a
la religión; se predicó en público que era invención de
Satanás, que al patriarca Job le había inoculado el demonio la viruela y, por último, se la procesó».
De nuevo es Villalba quien, en 1801, documenta la primera epidemia de fiebre amarilla en España, dando noticia de la aparición en Cádiz en los años 1730 y 1731 de
una epidemia «acompañada de dos síntomas, ambos funestos, y nunca vistos en España; que eran unas manchas
ictéricas, lívidas o negras, precursoras ciertas de un vómito negro, que ejecutiva y aceleradamente mataban, y
de que escaparon muy pocos». Señala que la epidemia
fue estudiada por un médico de Sevilla, «à elección y propuesta del Dr. Cervi [19]» y, según apunta, el doctor Francisco Fernández Navarrete relató que «el vómito negro
entró en Cádiz por una embarcación americana, y que se
extendió a otras partes de nuestro continente». Así, describe que, en 1741, la ciudad de Málaga sufrió «la misma
especie de epidemia de vómito negro que padeció Cádiz
(…) con movimientos convulsivos, singultos, parótidas,
corrosiones ulcerosas en las encías con efusion de sangre
negricante, difícil de suspender (…) y el disipador general de ella fue un viento fresco y largo del mediodía que
disipó la impureza del ayre, y llenó la tierra de agua».
Poco después, la referida epidemia apareció en Ceuta,
«de semblante horroroso, con señales de contagiosa, y de
una iniciada pestilencia, con síntomas muy característicos de peste, que fuéron carbunclos, bubones, exânthemas, y otros de esta clase.»
No nos parece oportuno cerrar este apartado sin mencionar la expedición de Balmis, que no comentamos por
sobradamente conocida[8].
Fiebre amarilla
La fiebre amarilla, así como su vector, el Aedes aegypti,
de origen africano, pasan a América con el comercio de
esclavos[16]. Denominada «vómito negro» por los españoles, su primera descripción fidedigna se documenta en
Yucatán en 1648[17]. Los primeros casos de esta misteriosa
enfermedad aparecieron en junio, en Campeche, provocando la devastación total de la ciudad. Y, saltando de
unas ciudades a otras, se extendió presentando un cuadro
clínico y características epidemiológicas perfectamente
identificables: «Las víctimas de la peste sufrían un intenso dolor de cabeza y dolores óseos que parecía iban a
dislocarse o estrujarlos como si estuviesen en una prensa.
Muchos, pero no todos, progresaban a una fiebre vehemente, generalmente acompañada de delirio. Los verdaderamente desafortunados comenzaban a vomitar sangre
putrefacta y de ellos muy pocos sobrevivían, falleciendo
hacia el quinto día» [17] [Figura 5].
A partir de ese episodio, la fiebre amarilla se extendió
por todo el Caribe, islas de San Cristóbal (1648) y Cuba
En esos años, 1741, se produce el ataque de la flota británica a Cartagena de Indias, y en 1762 a La Habana. La
primera ciudad no pudo ser tomada gracias a la heroicidad de su defensor, Blas de Lezo, cuya figura se inscribe
como un héroe en la historia de España, y la ayuda de la
alta mortalidad entre las tropas inglesas, producida por
la fiebre amarilla. En el caso de La Habana, la estación
húmeda se retrasó, los mosquitos no proliferaron a
tiempo y los ingleses tomaron la Habana. El pobre Juan
de Prado Mayera Portocarrero y Luna fue condenado a
muerte por haber permitido la caída de la ciudad. A las
pocas semanas, la proliferación de los mosquitos y la
transmisión de la
fiebre amarilla ocasionó una altísima
La fiebre amarilla
mortalidad entre las
[20]
facilitó la defensa de
tropas inglesas .
Figura 5. Diego López de Cogolludo. Portada y primera
página de su Historia de Yucathan, 1688. Primera edición
publicada en Madrid, impresa por Juan García Infanzón.
(Wikipedia. La enciclopedia libre. Fundación Wikimedia,
Inc.).
Virología | Volumen 18 - Número 2/2015
Siempre según Villalba, en el año de
10
Cartagena de Indias y la
toma de La Habana
Artículo original: Antecedentes y origen de la Virología
1753, el médico de la Ciudad de Cartagena de Indias describe la epidemia que afectó a la tripulación de la escuadra del Excmo. Sr. D. Pedro de la Cerda, escribiendo el
Tratado del método curativo experimentado y aprobado de la
enfermedad de vómito negro, epidémico y freqüente en los
puertos de las Indias Occidentales. Cartagena de Indias,
1753. Dedicado a Fernando VI, el tratado detalla que «la
enfermedad acometía en los puertos de las dos Américas,
meridional y septentrional, y particularmente en los de
Vera-Cruz, Portovelo, Panamá y Cartagena», extendiéndose en toda una teoría etiopatogénica, preventiva y curativa. En el año de 1794 describe el origen de una gran
epidemia en La Habana, a raíz de la llegada de «dos fragatas inglesas (…) procedentes de varias provincias de
América y Filadelfia, donde poco há se padecía el vómito
negro ó fiebre amarilla, de resultas de unos cueros mal
adobados y corrompidos». En esta epidemia, «las ventajas
que consiguió en la curación de este mal el médico inglés
Don Juan de Holiday ó Domínguez (…) le movieron a
escribir un papel, que tituló: Tratado médico sobre la fiebre
amarilla, que se llama vómito negro en las provincias españolas de la América septentrional: distribuido en varias observaciones con un nuevo método para la curación de la peste que
experimentó el año de 94”. Villalba se extiende en una detallada descripción clínica y terapéutica de esta enfermedad, que se propagó con gran rapidez.
Figura 6. Telegrama de Carroll a Sternberg, informando
de que el germen de la fiebre amarilla era un virus
filtrable. Imagen tomada, con permiso, del libro Yellow
Jack. How Yellow Fever Ravaged America and Walter
Reed Discovered its Deadly Secrets, de John R. Pierce y
Jim Writer. John Wiley & Sons, Inc. Hoboken, New Jersey,
2005.
supresión casi total de los mosquitos transmisores de la
enfermedad, se produjo la eliminación de la enfermedad
en La Habana y en el mundo.
Primeros trabajos sobre Virología en
España
Para finalizar la documentación proporcionada por este
epidemiólogo, para el año 1800 describe de forma muy
extensa otra epidemia originada en Cádiz, de gran magnitud y, al parecer, coincidente con otras dos entidades
nosológicas, que afectó a Marruecos pero que solo en
parte puede ser atribuida a la fiebre amarilla.
Tras este recorrido por los antecedentes de algunas de las
enfermedades humanas producidas por virus, presentamos brevemente y por orden cronológico las referencias
de varios de los primeros trabajos científicos sobre virus
realizados en nuestro país, entre 1888 y 1937, desde la
primera publicación de Jaime Ferrán en 1888, que le confiere el título de primer virólogo español [Figura 7], hasta
la Guerra Civil. Por falta de espacio nos limitamos a su
enumeración para su conocimiento general, reservando
el análisis de su contenido y contexto para otra publicación. Los podemos dividir en trabajos relacionados con
los siguientes temas: vacuna antirrábica y rabia; vacuna
antivariólica; virus del herpes simple; virus y cáncer.
Más adelante, durante el siglo XIX se produjeron importantes epidemias de fiebre amarilla, como la que en 1821
asoló Barcelona[21]. Y, sobre todo, las sucesivas catástrofes
epidemiológicas que se produjeron durante todo el siglo
en La Habana y que, además de las vidas humanas que se
llevaron, impidieron durante años que se hiciera posible
la construcción del Canal de Panamá[22]. Iniciadas desde
la epidemia ya citada de Nueva Orleans, su gravedad dio
lugar a la primera Comisión Americana de la Fiebre
Amarilla para tratar de encontrar el modo de trasmisión
de la enfermedad. Las epidemias asociadas a la guerra de
independencia de Cuba provocaron las subsiguientes Comisiones, en las que, el papel del médico cubano Carlos
Finlay, y especialmente la Cuarta Comisión Americana
presidida por Walter Reed, fueron cruciales para demostrar el papel del mosquito en la transmisión de la enfermedad. Posteriormente se descubrió que esta era producida por un virus. Así, la fiebre amarilla fue primera
enfermedad humana en que se demostró la etiología
viral[23] [Figura 6]. Finalmente, destacar que tras tomar
las medidas de saneamiento ambiental que permitieron la
Virología | Volumen 18 - Número 2/2015
Figura 7. Jaime Ferrán y Clúa (1851-1929), primer
virólogo español (Retrato realizado por Eulogia Merle); y
monumento dedicado a su memoria en Madrid, calle de
la Princesa (Foto: Luis García, CC BY-SA 3.0).
11
Artículo original: Antecedentes y origen de la Virología
Vacuna antirrábica y rabia
un 82,5 % de positividad en 12.000 vacunados con
evolución de la pústula de forma similar entre la neurovacuna y la dermovacuna, aun cuando observa una
aparición más tardía en el caso de la neurovacuna.
Ferrán, J. (1888). «Sur la vaccination antirabique de
l’homme». Ann. Inst. Pasteur, Tome II, p. 97. Describe el «método de Ferrán» de vacunación antirrábica en cinco días, con bulbo fresco de animales inoculados con virus fijo, mezclado para su atenuación
con sublimado corrosivo, cada día seis inyecciones
(600 mg. en total).
Gallardo, E. (1926). «Aportaciones al estudio de la
neurovacuna». Arch. Inst. Nac. Hig. de Alfonso XIII
5: 19-27.
Gallardo, E. y Jiménez, J. (1926). «¿Es la vacuna
virus filtrable?». Arch. Inst. Nac. Hig. de Alfonso XIII
5: 35-37
Ferrán, J. (1888). «Sur l’incubation de la rage par
trépanation et sur un moyen noveau de produir cette maladie chez les lapins». Ann. Inst. Pasteur. Tome II, p.286.
Durán-Reynals, F. (1928). Potenciación del virus vacunal por extractos de ciertos órganos. En C. R. Soc.
Biol. Paris 99: 6-7.
Ferrán, J. (1889). «Vaccinations contre la rage faites au
laboratoire microbiologique municipal de Barcelone par
le Dr. Ferrán». Ann. Inst. Pasteur. Tome III, p. 206.
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actual». Medicina de los Países Cálidos 2: 113.
Salomon, V. (1900). «Expérimentalle Untersüchüngen
über Rabics». Thèse de Lausanne. En estudios experimentales de rabia, muestra que la mucosa pituitaria,
únicamente deja pasar el virus en el 36,6 % de los casos.
Gallardo, E. «Producción del virus vacuna y técnicas
de inmunización». I Congreso Nacional de Sanidad.
Madrid, 1934.
Ramón y Cajal, S. y García, D. (1905). Modificaciones histológicas del retículo neurofibrilar en la
rabia, hipertrofia, alteración y degeneración en los
ganglios raquídeos. En Bull. Instit. Pasteur 3: 298. Investigación realizada en perros y observaciones histológicas realizadas al sexto día post-inoculación.
Gallardo, E. (1934). Uso de la neurovacuna por vía
subcutánea. En Presse Med. 26. Vacuna 3 517 niños
en primovacunación, la mayoría lactantes, y 1 329 revacunaciones con positividades del 89,4 y el 57,98 %
respectivamente.
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28: 95.
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Mulas, F. (1936). Estudio comparativo experimental
de las vacunas fénicas. Superioridad de la vacuna de
Fermi. En Rev. d’Hyg. 58: 419.
Gallardo, E y Sanz, J. (1937). Uso del método de
Goodpasture, cultivando el virus sobre la membrana corioalantoidea del embrión de pollo. En
Presse Med. 137. Describen que un embrión permite preparar 250 dosis, constituyendo la mejor solución al problema de la purificación de la vacuna.
Dodero, J. (1938). Estudios de la rabia experimental, períodos de incubación más largos en climas con cambios
bruscos de temperatura. En Ann. Inst. Pasteur 61: 193.
Virus del herpes simple
Vacuna antivariólica
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de infección herpética en conejo, semejante a vacunación antivariólica. En C. R. Soc. Biol. Paris 97:
1692-1693.
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la vacunación de las terneras». Arch. Inst. Nac. Hig.
de Alfonso XIII 1: 179-188.
Levaditi, C., Sanchís-Bayarri y Schoen, R.
(1927 y 1928). Contribución al estudio de las
«neuroinfections mortelles autostérilisées». En
Ann. Inst. Pasteur 41:1292 y C. R. Soc. Biol.
Paris 98: 1414-1419.
Gallardo, E. (1924). «Valor práctico de la neurovacuna».
Arch. Inst. Nac. Hig. de Alfonso XIII 3: 112-124.
Gallardo, E. (1925). «De la valeur pratique du
neurovaccin». Ann. Inst. Pasteur 39: 543.
Levaditi, C. y Alberca-Lorente, R. (1928). Estudio de
las lesiones histopatológicas experimentales en conejos inoculados en el tronco nervioso ciático, con mar-
González, P. (1926). Uso de neurovacuna (cerebro de
conejo). En C. R. Soc. Biol. Paris 95: 274. Obtiene
Virología | Volumen 18 - Número 2/2015
12
Artículo original: Antecedentes y origen de la Virología
cha ascendente (centrípeta) que muestran mayor actividad. En C. R. Soc. Biol. Paris 98: 186.
Alberca-Lorente, R. «Estudio histopatológico de la encefalitis experimental». Tesis Doctoral. Madrid, 1928.
Hacemos también una recopilación de algunos otros trabajos, publicados hasta 1945 por españoles que trabajaron en
EE.UU:
Sobre vacuna antirrábica
Virus y cáncer
Casals, J. y Webster, L.T. (1940). Descripción de la
mejor inmunización en animales jóvenes (conejos).
En J. Bact. 39: 66.
Durán-Reynals, F. (1940). «A hemorrhagic disease occurring in chicks inoculated with the Rous and
Fuginami viruses». Yale J. Biol.Med. 13: 77-98.
Casals, J. y Palacios, R. (1941). Aplicación a la rabia
del método de fijación del complemento, con buenos
resultados. En Science 93: 162.
Durán-Reynals, F. (1941). «Age susceptibility of ducks
to the virus of Rous Sarcoma and variation in the virus
in the duck». Science 93: 501-502.
Clemente, P. (1943). Defensa del método de Högyes,
finalmente condenado. Rev. San. Hig. Púb. Madrid
17: 311.
Casals, J. (1945). Accidentes paralíticos tras la vacunación antirrábica. Ann. Int. Med. 23: 74-78.
Esta relación revela una cierta presencia de la Virología española en el panorama científico mundial anterior
a la Guerra Civil, destacándose posteriormente los trabajos realizados por científicos españoles fuera de nuestro
país.
REFERENCIAS
[1]
Wu Yuhong (2001). «Rabies and rabid dogs in Sumerian and
Akkadian literature». J. Am. Oriental Society 121: 32-43.
[2]
Esta práctica se mantuvo aún hasta después de Pasteur.
[3]
Pedacio Dioscórides Anazarbeo. De Materia Medica. Acerca de
la materia medicinal y de los venenos mortiferos. Traducción y
edición de Andrés Laguna directamente del griego (Amberes,
1555, Salamanca, 1563, seguida de otras cuatro en
Salamanca y seis en Valencia). Con influencias de la edición
latina de Jean de la Ruelle (París, 1516) y Annotationes in
Dioscoridem Anazarbeum. Edición del Instituto de España
(Teófilo Hernando), Madrid, 1968, sobre la de 1566.
[4]
[9]
Joaquín de Villalba (1802). Epidemiología española ó historia
cronológica de las pestes, contagios, epidemias y epizootias
que han acaecido en España desde la venida de los
cartagineses hasta el año 1801. Madrid, en la Imprenta de
don Mateo Repullés.
[10]
Ibn Idhari, Al-Bayan al-Mugrib; trad. Fagnan, II, pp 56-57;
tomado de Gonzalo Martínez Díez (2005). El Condado de
Castilla (711-1038): La historia frente a la leyenda. Junta de
Castilla y León. Marcial Pons. Historia. Valladolid.
Paul Kübler (1901). Geschichte der Pocken und der Impfung.
Verlag von August Hirschwald. Berlín.
[5]
K. Ch. Wong y L. Wu (1932). History of Chinese Medicine.
Tientsin Press. Shangai.
[6] Aidan Cockburn (1963). The Evolution and Eradication of
Infectious Diseases. The Johns Hopkins Press. Baltimore.
[7]
Rafael Nájera (2003). «Viruela, el azote más terrible». Mundo
Científico 245: 38.
Rafael Nájera (2011). «La Primera Representación de la
Viruela». Revista de la Sociedad Española de Virología 14:
11-17.
Véase, más adelante, la referencia al libro de Fernández
Morejón, Historia Bibliográfica de la Medicina Española.
[8] Rafael Nájera (2012). «La Erradicación de la Viruela». En
Erradicación y Control de las enfermedades producidas por
virus. (R. Nájera, coordinador). Fundación Ramón Areces.
Madrid.
Virología | Volumen 18 - Número 2/2015
[11]
Antonio Prieto y Vives (1926). Los reyes de taifas: estudio
histórico-numismático de los musulmanes españoles en el
siglo V de la Hegira (XI de J.C.). Madrid. p. 9.
[12]
Claudio Sánchez-Albornoz (1966). Despoblación y
repoblación del valle del Duero. Buenos Aires. p 408.
[13]
Andrés Zamudio de Alfaro (1579). Orden para la cura y
preservación de las viruelas. Editada en Madrid por Luis
Sánchez, en octavo.
[14]
Conviene tener en cuenta que en 1733 el Padre Feijoo fue el
primero en escribir en España sobre la variolización, basado
en las Memorias de Trevoux, aun cuando al parecer la
variolización se practicaba desde antiguo, como recoge Fray
Martín Sarmiento, al menos en pueblos de las montañas de
Mondoñedo (Lugo) y en otros de Segovia y Guadalajara
(Majaelrayo, Campillo de Ranas). Véase más información y
detalles en Nájera, 2012[8].
[15] En 1754 Rafael Osorio traduce la disertación de La
Condamine cuya publicación fue denegada por el
Protomedicato. Se producen posteriormente inoculaciones
13
Artículo original: Antecedentes y origen de la Virología
y publicaciones, en pro de la misma (Espallarosa, Capdevila,
O’Scanlan, Amar y Arguedas, Salvá y Campillo), y en contra
(Lardizabal, Gil, Gorraiz, Menos y de Llena, Fernández de
Castilla y Pinilla). Ver [8] para un análisis amplio del tema y
las luchas que se produjeron entre inoculadores y
antiinoculadores.
[16]
Hoy se acepta el origen africano del virus a partir de estudios
de su evolución genética tanto en África como en América.
Mayor variación en África que en América, lo que indica una
historia evolutiva más larga en África. John R. Pierce and Jim
Writer (2005). Yellow Jack—How Yellow Fever Ravaged
America and Walter Reed Discovered Its Deadly Secrets. John
Wiley & Sons, Inc. Hoboken. Nueva Jersey.
[17]
Diego López de Cogolludo (1688). Historia de Yucatán.
Madrid. Juan García Infanzón.
[18]
Benjamín Rush (1804). Relación de la Calentura Biliosa
remitente Amarilla que se manifestó en Filadelfia en el año
1793. Traducción de la Segunda Edición, publicada en
Filadelfia. Madrid, en la Imprenta Real.
Virología | Volumen 18 - Número 2/2015
14
[19]
Médico de gran prestigio, primer presidente de la Academia
Médica Matritense.
[20]
J. R. McNeill (2010). Mosquito Empires. Ecology and War in
the Greater Caribbean, 1620-1914. Cambridge University
Press. Especialmente interesantes son las consideraciones
epidemiológicas asociadas a los ataques ingleses a Cartagena
de Indias y La Habana.
[21]
Gaspar García, M. D. (1992). «La epidemia de fiebre amarilla
que asoló Barcelona en 1821 a través del contenido del
manuscrito 156 de la Biblioteca Universitaria de Barcelona».
Gimbernat 18: 65-72.
[22]
Para una descripción detallada de todos estos
acontecimientos se puede consultar: R. Nájera (2011).
“Influencia de la Fiebre Amarilla en la Construcción del Canal
de Panamá”. Revista de Ciencias y Humanidades de la
Fundación Ramón Areces 5: 31-41.
[23]
Telegrama enviado por James Carroll, miembro de la
Comisión, al Cirujano General del ejército americano, George
M. Sternberg, comunicándole que el agente de la fiebre
amarilla era filtrable.