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Y tú, ¿vas a enamorar a tu cliente? Vivimos en un mundo con una enorme oferta comercial. Las personas nos enfrentamos cada día al dilema de qué producto comprar, qué servicio elegir. Es el Sistema de Consumo. autor: Ignacio Jaén, Consultor de Branding y Formador de equipos directivos L as personas toman decisiones de compra en función de una serie de elementos que perciben a través de los sentidos y que tienen que ver con el producto en sí y con su imagen. Pero eso es solo la mitad de los elementos que nos ayudan a tomar una decisión. La otra mitad está en nuestra cabeza y la conforman aquellas creencias, opiniones y experiencias que hemos recibido o vivido y que, de alguna forma, tienen que ver con ese artículo que tenemos delante de los ojos. Cuando nos encontramos ante un producto en un lineal, ante un candidato en unas elecciones o a la hora de elegir una clínica dental, analizamos las percepciones que captamos a través de los sentidos (el color de la caja, el traje que lleva, lo que dice, la sala de espera...) comparándolas con esas otras experiencias que hemos tenido al ir al dentista, con el candidato del otro partido, con esas otras galletas que comimos, con las opiniones que nos manifestaron nuestros amigos, con nuestros prejuicios... y proyectamos sobre el producto, la persona o el negocio una imagen que es única, porque es fruto de nuestra experiencia. Esa imagen es lo que se conoce como “marca”. ¿Cómo influye el Branding en nuestras decisiones de compra? La marca es el conjunto de atributos positivos y negativos que proyectamos sobre los productos después de procesar la información que proyectó la empresa (a través del Marketing y la Comunicación corporativa) que mezclamos con nuestras experiencias. Como empresas no podemos modificar las experiencias que tienen los individuos almacenadas en sus cerebros. Sin embargo, podemos diseñar una información que permita influir en las percepciones que tendrán sobre nuestros productos o servicios para construir una imagen positiva, que beneficie a la consecución de nuestros objetivos empresariales. Esa construcción de la imagen es lo que conocemos como Branding. El Branding es un proceso de construcción de la imagen de marca de nuestra empresa, que tiene en cuenta lo que somos, lo que hacemos y cómo lo hacemos. Y he comenzado por lo que somos porque el Branding es, fundamentalmente, un proceso de construcción de lazos de confianza entre nosotros y nuestro público objetivo (clientes potenciales, público interno, prescriptores...). El Branding tiene en cuenta también la percepción que tiene ese público de nuestra marca. No tiene sentido pensar que la decisión de compra no79 Marzo 16 43 se basa en nuestra imagen proyectada y en las experiencias de nuestros clientes y olvidarnos de esta segunda parte en el proceso de construcción y de gestión de nuestra marca. En un proceso de análisis y diagnóstico estratégico, los responsables de Branding deciden el posicionamiento de la marca en función de lo que queremos proyectar, lo que proyectan nuestros competidores, el escenario estratégico en el que nos vamos a desenvolver, las carencias detectadas en nuestro público objetivo (necesidades insatisfechas y que podemos resolver con nuestros productos o servicios) y las percepciones de los clientes potenciales. Este posicionamiento es la ubicación de nuestra marca en el imago (imagen interna que representa nuestra marca en la mente) de nuestro cliente potencial. El objetivo es encontrar un lugar libre en su cerebro para ocuparlo con el mensaje adecuado: voy a resolver tus problemas, a cubrir esas carencias que tienes y a satisfacer esas necesidades que hoy no tienes cubiertas. Ese posicionamiento tendrá que estar alineado con lo que espera nuestro cliente potencial de un producto o de un servicio como el nuestro. Nuestra marca debe convencer a nuestro cliente de que somos la mejor opción para mejorar algún aspecto de su vida. Y para conseguirlo, nuestra marca debe enamorar a nuestro cliente. ¿Por qué enamorar a nuestro cliente? Las personas compramos desde nuestro sistema emocional (desde la parte del cerebro más antigua que controla las emociones) y no desde nuestro sistema racional (desde la parte del cerebro más moderna que controla el lenguaje y el pensamiento analítico). Es un hecho demostrado por la Biología. La mayoría de las decisiones corresponden a una percepción irracional que está basada en atributos intangibles (no racionales) y en la confianza de que esa es la mejor compra posible. Si tomásemos decisiones racionales, siempre elegiríamos el producto cuantitativamente mejor al mejor precio. Y eso no es así en la inmensa mayoría de las ocasiones. El proceso de desarrollo de la marca no es sencillo. Como he comentado antes, nace del análisis y la reflexión para encontrar aquello que somos como empresa y que nos va a conectar con nuestros clientes. La mayoría de las empresas hacen muy buenos productos y muchas de ellas tienen una gran capacidad y recursos para comunicarlo a sus clientes. Sin embargo, son muy pocas las empresas las que logran enamorarlos. Son muy pocas las em- 44 Ignacio Jaén, Consultor de Branding y Formador de equipos directivos presas que consiguen esa verdadera vinculación emocional con sus clientes. Los clientes se sienten enamorados por los productos que coinciden con ellos en valores emocionales. Esos valores se transmiten a través de la marca, el elemento que une el producto/servicio (lo tangible) con el anhelo de felicidad del cliente (lo intangible) a través de la Comunicación y el Marketing. Estas dos herramientas aseguran el débil lazo de unión entre la marca y el cliente, a través de la gestión de activos intangibles como la reputación y la confianza. Por tanto, el Branding es el proceso de construcción de la marca, que tiene como objetivo dotarla de la reputación necesaria para ganar la confianza imprescindible para enamorar al cliente y convencerle de que compre nuestro producto o servicio. ¿Cómo podemos enamorar a nuestro cliente? Como todo proceso, la gestión de la imagen de marca es un camino largo y lleno de obstáculos. La imagen de nuestra marca nació en el despacho del Director de Comunicación (Branding, Marketing... llámalo como mejor se adapte a tu organigrama), creció en el estudio de Diseño y en la agencia de Publicidad y se expandió en los lineales de los supermercados, en las páginas de los diarios y en la Web. Y durante todo ese camino ha tenido que sortear numerosos obstáculos: las reticencias de los clientes a probar un producto nuevo, las acciones de nuestros competidores que no están dispuestos a ceder su terreno y las opiniones de los miles de prescriptores, influenciadores y líderes de opinión que pueblan nuestro ecosistema. El éxito de nuestra marca depende de un solo elemento: conseguir la vinculación emocional. A través de la Comunicación y el Marketing, nuestra imagen se proyecta al mundo para buscar el posicionamiento que nos permita llegar hasta nuestros clientes potenciales. En una carrera como la de los espermatozoides por el útero femenino, muchas marcas salen, pero solo una va a ser la elegida por el individuo. Pero a diferencia de los espermatozoides, no es solo la voluntad y la perseverancia lo que nos mueve como empresa. Nos mueve el impulso de mejorar la vida de nuestros clientes. En el ADN de nuestra marca está un impulso por cambiar el mundo a través de nuestros productos o servicios. Cuando somos capaces de transmitir ese impulso a nuestros clientes se produce la conexión definitiva. Es la diferencia entre vender teléfonos móviles o hacer que tu mundo sea un poco mejor gracias a uno de ellos (este es el mensaje que subyace tras el Branding de Apple y su iPhone). Solo las marcas que conectan Para conectar con nuestro cliente debemos asumir que más importante que lo que hacemos o cómo lo hacemos es por qué lo hacemos. El verdadero motor del cambio está en nuestro interior, incluso como empresa o como marca. Si ese motor, ese por qué lo hacemos, conecta con el motor de nuestros clientes, se genera la confianza necesaria para vincular emocionalmente la marca con su cliente. Pero este proceso no es magia. Es un proceso que se basa en reputación y confianza. Para generar esa imagen de marca, el ingrediente fundamental es la información. Una información que se declina en el logotipo, los anuncios de publicidad, la web, el packaging de nuestro producto, las notas de prensa, las actualizaciones de estado en las redes sociales, la disposición de nuestra tienda, el escaparate, la atención al cliente por parte de nuestros empleados... Toda esa información tiene que construir una historia coherente con nuestro Branding, una historia coherente con el qué hacemos, el cómo lo hacemos y, sobre todo, el por qué lo hacemos. A esa historia, el Marketing moderno lo llama Storytelling, y no es otra cosa que un hilo conductor que da coherencia a todo el trabajo que realizamos en el proceso de construcción de nuestra marca. El Storytelling es el pegamento que asocia en el imago de nuestro público objetivo toda nuestra comunicación con el posicionamiento de nuestra marca. Y ese Storytelling debe enamorar a nuestro cliente. ¿Cómo construir una imagen que enamore? Estamos llegando al final del proceso. Es el momento de descubrir el secreto mejor guardado del Branding: cómo construir una imagen que enamore a nuestro cliente. Como si de un bizcocho se tratase, tenemos en un bol leche (nuestra marca), azúcar (nuestro producto), harina (nuestros clientes), una pizca de sal (la competencia), levadura (los prescriptores) y los huevos (el Storytelling). Puestos todos estos elementos juntos no levantan un bizcocho. Ni siquiera aunque los mezclemos bien (Comunicación y Marketing), en el orden adecuado y con el cuidado preciso para tener una mezcla homogénea. Hace falta el elemento fundamental para cocinar el bizcocho, para obtener la mezcla adecuada de todos los elementos que permita convertir una masa pegajosa y dulce en un alimento sano, nutritivo y enriquecedor para nuestra alimentación: el calor. En nuestro proceso de Branding, el calor son las relaciones. Unas relaciones basadas en transmitir valor a nuestro cliente a través de la información. Unas relaciones que se mantienen gracias a la confianza y a compartir un Storytelling común con ellos. Aunque Internet nos ha acercado a nuestros clientes, solo las empresas que saben por qué hacen lo que hacen llegan a conectar con su público. Pero antes de terminar, volvamos al principio. Vivimos en un mundo con una enorme oferta comercial. Las personas nos enfrentamos cada día al dilema de qué producto comprar, qué servicio elegir. Nuestro éxito como marca depende de la capacidad de aportar valor a nuestro “ “ emocionalmente con sus clientes podrán tener éxito. Nuestro éxito como marca depende de la capacidad de aportar valor a nuestro público objetivo público objetivo. Nuestro éxito como marca depende de que dejemos de pensar en nosotros mismos, en lo que hacemos y cómo venderlo, para situar al cliente en el centro de nuestro universo. En el momento en el que giramos todo nuestro mundo para enfocarlo a nuestro cliente, transformamos el proceso de Branding en un sencillo camino hacia el éxito. Cuando centramos toda nuestra atención en nuestro cliente, aprendemos a escuchar sus conversaciones, a dialogar, a conectar con él. Ha comenzado el engagement. Cuando es el centro de nuestro universo, la persona se siente querida, apreciada, y comienza a percibir que aquello que hacemos lo hacemos porque queremos mejorar su vida. Entonces todo cobra sentido, el Marketing de interrupción se transforma en Marketing de atracción, el cliente potencial se convierte en lead y el objetivo final no es vender más, es enamorar a nuestro cliente, porque un cliente enamorado de nuestra marca es un cliente fiel. Esta es la clave del éxito. no79 Marzo 16 45