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Andy Arencibia Concepción
Lo arquetípico y lo real
Escrituras teatrales en el
III Festival Nacional de Teatro
Santo Domingo 2013
A Raúl Martín por Concha Buika
A
demás de la temperatura, la República
Dominicana comparte con Cuba la intensidad con la que se vive cada suceso de la
vida cotidiana. No podía faltar en un festival de
teatro ese ritmo trepidante que uno percibe en los
colmados y en el mítico Barra Payán; el mismo
que ilustra el modo en que los ciudadanos manejan sus ostentosas yipetas: la quintaescencia del
orgullo cívico.
En esencia el visitante tiene dos opciones para
moverse por Santo Domingo. Los más valientes
se atreven con esos carritos atestados de personas donde un conductor colgado de la puerta te
convida a subirte, y tú, para adentro, le respondes
como lo haría el más recalcitrante de los españoles: “¿yo?, ¡¡¡ni de coña!!!”. Otra opción es tomar
un taxi, pero al manejar, los dominicanos se rigen
por la filosofía del más fuerte, la piedra angular de
la teoría del darwinismo social. Al tiempo en que
se imponen al otro chofer –en Cuba tenemos una
frase que lo define mejor: “le meten el pie”–, tú,
firme en el asiento, con ganas de llegar lo antes
posible a tu destino, no vaya a ser que sufras un
calamitoso accidente, te convences de que la
República Dominicana, pese a las tormentas tropicales y los sismos, es una tierra bendecida por
los dioses.
Dedicado en esta ocasión a la actriz y directora
teatral Flor de Bethania, el III Festival Nacional de
Teatro Santo Domingo 2013 llega a escena con la
misma velocidad: solo dos semanas (del 17 al 30
de junio), para treintiocho puestas en escenas, y
numerosas conferencias y encuentros con destacados teatristas del patio.
La curaduría cuidó distribuir los montajes en
teatro de adultos, teatro familiar, teatro de calle,
compañías invitadas. Junto a las conferencias
mostraron un amplio abanico de temáticas y
enfoques para la escena; abordaron el pasado y
el presente de la escena dominicana, los retos y
las perspectivas como bien se nombraron dos de
los coloquios, el primero a cargo del dramaturgo
Reynaldo Disla, el director Claudio Rivera y la
actriz María Ligia Grullón, en torno a la historia
del teatro callejero, los festivales de teatro escolar, la formación teatral; el segundo sobre “La
experiencia de las provincias”.
De las treintiocho puestas alcancé a ver veintiuna, pero creo que estas dan cuenta de la coherencia de la curaduría del Festival, y una visión
integral de la escena dominicana.
ARQUETIPOS, SÍMBOLOS, ARCAÍSMOS Y RITUALES
En El Quijote no existe, montaje del paradigmático Teatro Gayumba sobre un texto de Jorge Díaz,
Manuel Chapuseaux, líder del grupo, encarna la
eterna lucha de la genialidad frente los obstáculos
que imponen el tiempo y la desidia. El protagonista
de la historia es Miguel de Cervantes, figura rebelde
y contradictoria; su antagonista, Valerio, personaje
de una insalvable mediocridad. Del trabajo de
Chapuseaux hay que destacar la limpieza en las
transiciones, apoyada por la fina ejecución de una
partitura de acciones que linda con lo coreográfico,
y que imprime a un argumento, en ocasiones sombrío y desesperanzador, pese a su innegable ironía,
una connotada dimensión lúdica.
El juego es uno de los códigos esenciales de
la propuesta de Teatro Guloya, un teatro al que
su director, el actor y pedagogo Claudio Rivera,
cataloga como teatro gozoso.
El simbólico arribo de una catástrofe natural a
la isla de la que es parte la República Dominicana
es el eje sobre el cual se erige el discurso escénico de Tsunami, puesta en escena del también
emblemático grupo dominicano. Las deidades
Anaisa y Yemayá, potencias tutelares de la isla,
los integrantes de una familia disfuncional y un
emigrante son algunas de las máscaras, arquetipos esbozados de una dominicanidad latente,
puesta en juego por el Teatro Guloya.
Tsunami evidencia algunos de los rubros más
importantes del trabajo de Claudio Rivera y de
los actores Viena González, Ricky Molina, Saúl
Molina y Joan Del Villar: el trabajo prexpresivo del
actor a partir de las danzas tradicionales (como la
que le pone nombre al grupo); una dramaturgia
del actor que corporeiza el texto dramático, gracias al empleo de analogías, a la búsqueda de la
teatralidad contenida en la palabra, y al encuentro de una presencia escénica con la voz.
Desde un discurso metateatral, afín al juego
de la mise en abyme, Las penas saben nadar, montaje de la Compañía Juancito Rodríguez Presenta,
sobre el texto del dramaturgo cubano Abelardo
Estorino y con la dirección de Elvira Taveras,
reflexiona sobre el trabajo y la vida de una actriz
que carga una existencia plagada de fracasos y
frustraciones. Olga Bucarelly encarna a La actriz.
El trabajo de Bucarelly ostenta organicidad en un
despliegue de simpatía, candor y dolor. Bucarelly logra ubicar los afilados dardos del texto de
Estorino en el contexto del teatro dominicano,
(“porque hay una mafia, una piña, una piña de
directores, una piña de jurados, una piña de actores”), para criticar zonas tan conflictivas como
la tendencia a vivir del “ventú”, la falta de rigor
y entrega al trabajo del actor, dos preocupaciones de la misma Olga Bucarelly, quien asume un
personaje que es, como ella misma, un signo de
resistencia frente a la inopia y la muerte.
Siendo un festival con una fuerte presencia de
jóvenes, la mayor parte de ellos graduados de la
Escuela Nacional de Arte Dramático, el trabajo
del actor fue una preocupación primordial de
algunos noveles, y otros no tanto, pero sí jóvenes
directores. Es el caso de Hamlet Bodden, líder de
Machepa Teatro.
Con una trayectoria ya reconocida en el
panorama teatral de Santo Domingo, Bodden
presenta A.D.I.Ó.S., una hermosa parábola existencial acerca de la incomunicación humana. En
la escena los integrantes de una pareja exponen
todos los matices de sus desencuentros. Resulta
destacable la forma monológica
en los enunciados de los personajes, una zona de experimentación en la escritura de Bodden,
así como la uniformidad del vestuario que desplaza el conflicto
hacia una zona de mayor hondura: la incomunicación humana
en general y no solo la que atañe
a la pareja. Pero es en el actor
donde noto un mayor detenimiento, a la vez que una sólida
preocupación conceptual.
Hamlet Bodden y Wendy Alba
(ella más orgánica y clara) sostienen su faena sobre registros
extracotidianos del cuerpo, en
los cuales el uso de tensiones
connotan la incomunicación que
afecta a sus personajes. El trabajo corporal libera a la obra de
rasgos psicológicos para adentrar
los tópicos tratados en una zona
más universal y arquetípica.
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De Teatro Ícaro, con la dirección de Indiana
Brito, se presentó el montaje La lección, de Eugene
Ionesco, con las interpretaciones de Richarson Díaz,
Johanna González y Cindy Galán. En la puesta en
escena de Indiana Brito vuelven a brillar los actores,
quienes asumen el juego y la máscara como ejes de
los personajes y los conflictos a los que se abocan,
casi todos flotando en la intemporalidad. La puesta,
al ser demasiado fiel al texto, sin anclajes necesarios
en la contemporaneidad, impidió que el texto original generara nuevos significados.
Algo similar ocurre con el trabajo del director
Haffe Serulle al frente de dos montajes: De arriba
abajo, con la compañía Haffe Serulle presenta; y
Prostib, de Otro Teatro. La primera de ella marcó el
inicio del Festival, y es una obra que pudiera leerse
en consonancia con las investigaciones de Vladimir
Propp en torno al estudio de los mitos, del folklor,
y de las funciones del cuento maravilloso. El protagonista de la historia es un rey zanquero, amenazado por la ambición de una sombra que quiere,
con la complicidad del pueblo, apoderarse del reino.
Espectáculo creado para espacios abiertos, De arriba
abajo se nos muestra en un inicio como una obra
de interés, debido al trabajo corporal y vocal de los
actores, quienes llevan al límite las posibilidades de
la voz, y la búsqueda de una posición extracotididana del cuerpo; por el logro de imágenes sugestivas a partir del uso de las telas, y los zancos. Pero
la puesta no logra crecer en intensidad dramática, y
termina siendo algo amorfo, sin cohesión visual ni
dramática, pese al riesgo en la faena de los actores,
y al indudable atractivo de la concepción escénica.
La intemporalidad, el uso de arquetipos, la
concepción excesivamente ritual, son los signos
de Prostib, extraña parábola acerca del deseo
sexual, y del cuerpo de la mujer como detonador
de aquel. En Prostib es aún más notoria la tendencia a la abstracción, a la indefinición (como
defecto y no como búsqueda) en la concepción de
personajes y situaciones dramáticas. Es excesivo
el afán ritual, en algunas ocasiones vaciado de
sentido, sin lograr esbozar una situación dramática clara. Aunque al ubicar la puesta en escena
en el Bar del Palacio de Bellas Artes sea loable el
empeño del director por concebir un nuevo espacio de representación, donde el espectador tenga
una mayor participación.
METÁFORAS DE VIDAS AL OTRO LADO DEL MAR
El interés por personajes simbólicos que encarnan los vaivenes de la memoria, y la búsqueda de
la felicidad, definen la puesta en escena de Al otro
lado del mar, bellísimo texto de la autora salvadoreña Jorgelina Cerritos, llevada a escena por el
director cubano Raúl Martín al frente del grupo
Teatro Maroma, con las actuaciones de Karina
Noble y Víctor Pinales.
En Al otro lado del mar, dos personajes, Dorotea
y Pescador, se encuentran en una playa desierta.
Dorotea es abogada de profesión y se halla en el
ocaso de su madurez. Pescador no posee pasado,
presente, ni futuro; no tiene nombre y espera
poder rencontrar, con la ayuda de ella, a un perro,
a un amigo, y a una sirena.
A la escritura marcada por el lirismo y la nostalgia, se suma una puesta en escena que conjuga
elegancia visual (verificable en los gigantescos
telones de fondo que recrean cuadros impresionistas); una rigurosa investigación musical, y una
detenida dirección de actores que cuida y respeta
las premisas y los rasgos concebidos por Jorgelina Cerritos para sus personajes. Karina Noble,
en el papel de Dorotea, se muestra como una
actriz dúctil, de delicados movimientos y sólido
accionar que sabe hacer transitar a su personaje
por distintos estados; del hermetismo y la dureza,
hasta al candor y la entrega, siendo la sutileza la
mayor virtud de su interpretación.
Con un personaje más plano, y sin embargo
de mayor protagonismo dentro de la puesta en
escena, Víctor Pinales, en el rol del Pescador, es
un actor enérgico, con una proverbial voz a la que
sabe sacarle provecho en las situaciones más desesperadas. Al igual que Karina, le imprime ternura al Pescador, un personaje que supone un
gran reto, ya que a diferencia de Dorotea, en su
vida son mayores las zonas de incertidumbre y
desconocimiento, por lo que el personaje, sin un
actor pragmático, pudiera resultar, amen de simbólico, mas abstracto.
Un carácter contradictorio es el centro La Capitana, montaje de Richarson Díaz, al frente de la
compañía Pie de Puente sobre un texto suyo,
ganador del tercer premio en la edición del Premio Internacional de Teatro Casa de Teatro en el
año 2011. La obra, inspirada en la vida de diversas mujeres, en particular la de María Toledo y su
regreso a Santo Domingo acompañada del cuerpo
de su esposo, parte de muchas indagaciones y críticas como la estaticidad de los hechos históricos
en la nación dominicana, la reforma constante de
la constitución, la insularidad y el deseo a toda
costa de escapar de esta.
En la escena se hallan los restos de un buque
con numerosos calzados llenos de arena alrededor. Intentando bregar, el barco, La Capitana se
impone ante las adversidades de la naturaleza;
vocifera contra imaginarios marinos, otrora subordinados; le exige al hijo muerto ocupar al lado de
ella en el puesto de combate. Pese a todo, no ceja
en su empeño de llegar a algún lugar.
Clara Morel da vida a La Capitana en un trabajo
sostenido que aúna dolor extremo, y una intensa
carga emocional. Dota a la puesta en escena de la
claridad que nos llega a faltar, por momentos, en el
texto dramático. Sabe sacar belleza de una puesta
lúgubre que no busca ni el esteticismo, ni obvios
golpes de efecto. La actriz hace de La Capitana uno
de los montajes más sinceros de todo el festival.
La compañía Teatro Experimental Popular,
con la dirección de Basilio Nova, propone Danza
en el crepúsculo, un montaje que se aleja un tanto
de los argumentos simbólicos, y los personajes
arquetípicos. Más cercano a un teatro realista, de
hondura social, la obra indaga en la vida de dos
marginados: Cuco, antiguo gerente administrativo,
y Jovanna, una prostituta. La puesta reflexiona
sobre la llegada a la vejez de personas que nunca
han poseído nada y denuncia el desamparo que
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pueden llegar a sufrir estos seres. Si bien la claridad de los conflictos hace de la puesta en escena
un montaje más concreto y aterrizado en el aquí y
el ahora, sin dejar de aludir a un conflicto que no
tiene territorialidad específica, Danza en el crepúsculo adolece de un trabajo del actor que hubiera
podido otorgarle a la puesta registros diversos, que
contraviniera lo estático de la visualidad, verista
hasta el exceso. Pese a la agudeza en la creación de
los personajes por parte de Angelo Valenzuela, dramaturgo de la obra, y el entendimiento de los mismos por parte de los actores Basilio Nova, y Yamile
Sheker, (sobre todo el primero) siento que en ellos
faltó detenimiento, introspección; que el trabajo de
ambos descansó demasiado en el carisma y en los
sucesos hilarantes de la trama.
DRAMATURGIAS LATINOAMERICANAS
Un acierto de la curaduría del Festival es la
elección de puestas en escena que proponen acercamientos a la dramaturgia latinoamericana. Textos de Juan Carlos Gené, Alonso Alegría, Abelardo
Estorino, Mario Vargas Llosa; de autores jóvenes
como el venezolano Gustavo Ott, y de la salvadoreña Jorgelina Cerritos, son el punto de partida
de montajes que se definen por la diversidad de
puntos de mira, de temas y estéticas, aunque
no todos propongan una reapropiación crítica y
actualizada de la obra elegida.
Es el caso de Tu ternura molotov, de la compañía Teatro Aon, con la dirección artística de Oreste
Amador y las actuaciones de Nileny Dippton y el
anterior. Basada en la obra homónima de Gustavo
Ott, el texto expone la vida de una pareja de clase
media, Verónica y Daniel, cuya rutina se desarrolla entre la alucinante búsqueda de un hijo varón,
y otras muchas frivolidades… hasta que un día
cualquiera, el FBI les hace llegar un paquete.
Tu ternura molotov es otra vuelta de tuerca a la
típica metáfora, explotada por Hollywood hasta
el cansancio, del matrimonio cuyos integrantes
son dos desconocidos. Los protagonistas son una
exitosa periodista, involucrada en el pasado con
un miembro del movimiento Hamas, y Daniel, un
profesional que lleva en su conciencia la culpa de
no haber estado en el momento y el lugar indicado cuando un inocente lo necesitó. Pese al
revestimiento de comedia ligera, Tu ternura molotov es una aguda reflexión en torno a la responsabilidad moral.
El grupo Aon profundiza en el tono paródico
del ambiente en el cual vive la pareja, de ahí el
remarcado tono kitsch del diseño escenográfico
cargado de tonos claros, que recrea un ambiente
de casita de juguetes. Los actores privilegian con
coherencia dos momentos especiales de la obra:
el primero, el bloque dramático en el que se exponen los rasgos absurdos de la relación de pareja; el
segundo, es el de la anagnórisis. Pero a mi entender se descuida un tanto la discusión de ideas
que propone el texto, el campo ideotemático que
constituye su trasfondo discursivo. Al igual que a
los personajes de Tu ternura molotov, pienso que
en los actores faltó tomar partido frente a los conflictos expresados.
Texto de suma complejidad, por el tejido de
símbolos, alusiones bíblicas, intertextos literarios
y teatrales, por la convergencia de códigos de diferentes géneros dramáticos como el drama, la tragedia, la farsa y la mixtura de tendencias teatrales
divergentes como el teatro simbolista y el absurdo,
Memorial de cordero asesinado, de Juan Carlos Gené
es el punto de partida de la obra La batalla de los
ángeles, cuya puesta en escena estuvo a cargo de
Félix Germán con la Compañía Nacional de Teatro.
Una familia recorre un paraje desolado portando el ataúd en el que, según ellos, descansa
el poeta Federico García Lorca. Un Padre, una
Madre, y una hija, Gracia, recogen a las víctimas
de un conflicto bélico al tiempo en que predican
el amor y la paz. Juntos conforman un grupo teatral que exorciza los horrores de la guerra, y sueña
un posible final a la historia del poeta asesinado,
Federico García Lorca, aún hoy insepulto. La batalla de los ángeles es otro ejemplo de la elección de
argumentos donde prima lo simbólico, el uso de
metáforas, de imágenes, para articular una parábola de la existencia humana.
La puesta de Félix Germán muestra absoluto
respeto hacia el texto del cual parte; prefiere
incidir en el tejido de los personajes, en la caracterización que hacen los actores de los contradictorios seres que pueblan la fábula de Gené.
Loable resulta el trabajo escénico que apuesta
por la espectacularidad, por el trabajo plástico
en el que se cuida la composición, la distribución
de las figuras en el espacio, el contraste entre el
cuerpo y el fondo; por la grandilocuencia, sin que
esta desemboque en la futilidad ni el efectismo; y
en el tono sin estridencias. Pero a mi entender el
problema de la puesta en escena radica en el tono
de la misma, a lo largo de casi dos horas; en lo
acompasado de los sucesos dramáticos, desarrollados sin contraste entre unos y otros, sin necesarias gradaciones. A ello se suma el trabajo en la
por la joven actriz y directora Isabel Spencer al
frente del colectivo Las Maleducadas. Spencer
es una directora cuyo trabajo se caracteriza por
el enfoque de género, por la búsqueda de una
mirada femenina en el espacio. Fundadora también del colectivo Tres Gatas, el nombre de su
actual grupo hace referencia a su posición política,
a la negativa de compartir una educación basada
en la individualidad. Tanto en Tres Gatas como
con Las Maleducadas, Isabel Spencer busca un
arte más humano y comprometido socialmente.
En la puesta en escena que nos ocupa, Spencer privilegia el principio estético, el cuidado de los
lenguajes de la escena que guardan relación con la
visualidad, entre ellos el vestuario y el diseño espacial, ambos de una síntesis expresiva encomiable.
La escenografía (telones, respaldares de asientos,
mesas) remite a una verticalidad que connota, por
un lado el falocentrismo implícito en las relaciones
de Bernarda Alba con sus hijas (visto sobre todo
por la acentuada verticalidad con que es trabajada
la figura de la actriz Karina Valdez Castillo, quien
interpreta a la matriarca: vestido largo, peinado
que alarga el rostro) y por el otro, a la presencia
sublimada y sugerida de Pepe el Romano.
dirección de actores. Si bien es cierto que desde
la lectura de Memorial del cordero asesinado percibimos la diversidad de tonos en la concepción de
los personajes, la puesta de la Compañía Nacional
de Teatro no logra articular en un todo orgánico a
las interpretaciones, casi todas loables, pero casi
todas en registros divergentes; un problema saldado en la puesta El cruce sobre el Niágara, de la
actriz y directora Flor de Bethania.
La fe en el ser humano impulsa a los personajes de El cruce sobre el Niágara, texto del peruano
Alonso Alegría, merecedor del Premio Casa de las
Américas en el año 1969. Carlo, un joven casi adolescente, toca a la puerta de Blondin, consagrado
equilibrista que ha cruzado el Niágara catorce
veces, para reprocharle su falta de honestidad al
haber falseado uno de sus números.
La puesta prioriza el trabajo del actor por
encima del resto de los lenguajes de la escena.
Orestes Amador y Wilson Ureña, interpretan a
Blondin y a Carlo respectivamente, en un trabajo
que destaca por la organicidad, y la ausencia de
estridencias, por la búsqueda de matices para los
diversos momentos que marcan los encuentros
entres estos dos personajes.
Lorca vuelve a ser un interés dentro del Festival. La casa de Bernarda Alba es llevada a escena
La casa de Bernarda Alba, de Las Maleducadas,
es de esas puestas en escena en la que uno percibe
que ni sobra ni falta nada. Cada objeto escenográfico
posee un sentido conceptual, cada movimiento de las
actrices está cuidado, calculado.
Al pie del Támesis es la propuesta de Danilo Ginebra, con
Casa de Teatro. La obra de
Vargas Llosa pone en escena
a Raquel Saavedra y a Chispas
Bellatin, ambos con algo en
común: Pirulo. En el pasado un
suceso provocó la enemistad
y la consecuente separación
entre Chispas y Pirulo, antiguos
amigos. Ahora Raquel y Chispas se encuentran para saldar
deudas y de ser posible, esclarecer el pasado.
Estructurada sobre un sinfín
de tópicos vistos en el cine de
Fassbinder, Ozon y Almodóvar,
en filmes icónicos, como Querelle, Piedras de aguas sobre piedras calientes, La ley del deseo o
Todo sobre mi madre, Al pie del
Támesis habla, con un argumento un tanto predecible, de
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la homosexualidad reprimida de Chispas, de la transexualidad de Pirulo quien no es otra persona que la
misma Raquel, y por no agotar ningún lugar común,
la obra culmina con el viejo recurso del dream picture.
Pero los grandes problemas de la puesta en escena no
radican únicamente en el texto, aunque este sea un
factor decisivo. El problema se halla en la reapropiación de ese texto a manos del director y de los actores;
en la imposibilidad de estos de otorgarle a la puesta,
el tono de parodia, de enrarecimiento, e incluso de
sorna, insinuado por el mismo texto.
ALGO DE TEATRO FAMILIAR Y DE LA MUESTRA INTERNACIONAL
Dentro del apartado Teatro Familiar destaca la
puesta en escena: Concierto para un camarón encantado, de la compañía Anacaona Teatro. Basado en el
cuento de magia del francés Laboulaye, y dirigida por
el director cubano Husmel Díaz, el montaje brilla por
la precisión y la limpieza en el trabajo de los actores
Husmell Díaz y Lucina Edith Jiménez, quienes desempeñan los personajes de Loppi y Masicas, a lo que se
suma el austero trabajo del diseño escenográfico.
Quiero amanecer contigo otra vez constituyó una de
las propuestas más atractivas de la muestra internacional. Dirigida por el coreógrafo Marcelo Ruedas, la obra
integra elementos de la danza orgánica, con códigos de
los medios audiovisuales; experimenta con la acrobacia,
apela a habilidades extracotidianas. Lo más destacable
de la obra es el cuidado
en la estructura dramática que tiene como base
una historia de amor.
A MODO DE CODA
Más organizado que el tráfico de la ciudad, el Festival de Teatro Santo Domingo muestra una escena
heterogénea en la cual coexisten varias generaciones,
desde los consagrados hasta los más jóvenes, otorgándosele a cada cual su merecido espacio. El Festival no
se conforma con mostrar un escenario pacífico, asentado solo en los logros. Profundiza en las carencias, las
cuestiona; transgrede el hecho teatral para adentrarse
en problemáticas que atañen a la política cultural del
país. Confieso que me hubiera gustado acercarme a
ese otro teatro que se cultiva en la República Dominicana, ligado a la educación, al trabajo social, no tan
narcisista como el que vi en las salas de la capital.
Significativas resultaron las mesas a las que pude
asistir, sobre todo la relacionada con el teatro en las
provincias, porque se enfocó en temas que me hubieran gustado ver reflejados en la escena, en los cuerpos
de los actores, en el diseño sonoro o visual de la puesta
en escena. Hablo de esos temas que discursan sobre
el rol del teatro en las provincias y la experiencia en
los pueblos del Sur; sobre la efectividad de la relación
interinstitucional, la búsqueda de las relaciones integrales del teatro, la necesidad de anteponer el trabajo del
gestor cultural al cuadro político. No obstante la falta
de representación de estos temas en la escena, hay que
aplaudirle al Festival el riesgo y el rigor de muchas de
sus propuestas, así como su insistencia en que el teatro
forme parte de la imagen integral de su nación. m