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Psicología Conductual, Vol. 8, Nº 3, 2000, pp. 525-545
ESTADO ACTUAL DE LA RECAÍDA/RECURRENCIA DE LA
DEPRESIÓN MAYOR1
W. Edward Craighead, Alisha B. Hart y Joshua W. Madsen
University of Colorado, Boulder (Estados Unidos)
Resumen
En todas las partes del mundo, el trastorno depresivo mayor (TDM) es un serio
problema de salud y de una alta prevalencia. La recaída/recurrencia del TDM ocurre al menos en el 50% de las personas que padecen el trastorno, para los que es
un problema de salud crónico. Revisamos y resumimos los resultados de la investigación para las características demográficas, clínicas, y otras condiciones patológicas asociadas con la recaída/recurrencia del TDM. Concluimos ofreciendo algunas
sugerencias de cómo estas variables interactúan para incrementar el riesgo de
recaída/recurrencia del trastorno.
PALABRAS CLAVE: Trastorno depresivo mayor, recaída, recurrencia, diátesis-estrés, prevención.
Abstract
Throughout the world, major depression (MDD) is a prevalent and serious
health problem. Relapse/recurrence of MDD occurs in well over 50% of those individuals who suffer from the disorder, so it is a chronic health problem. We reviewed and summarized the research findings for demographic, clinical, and other
pathological conditions associated with relapse/recurrence of MDD. We concluded
by offering some suggestions of how these variables interact to increase the risk
of relapse/recurrence of the disorder.
KEY WORDS: Major depressive disorder, relapse, recurrence, diathesis-stress, prevention.
1 Este trabajo ha sido financiado, en parte, por la Beca nº R21MH59629-01 del National Institute
of Mental Health de los Estados Unidos al primer autor.
Correspondencia: W. Edward Craighead, Ph.D., University of Colorado, Department of Psychology,
Boulder, CO, 80309, USA. E-mail: [email protected]
Alisha B. Hart está ahora en el Centro Médico Universitario de Duke
Traducción realizada por Elisardo Becoña y María del Carmen Lorenzo
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El trastorno depresivo mayor
El trastorno depresivo mayor (TDM) es un problema de salud debilitante y de
gran prevalencia en todos los países en los que ha sido estudiado (Weissman et al.,
1996). En la «Encuesta nacional sobre comorbilidad en Estados Unidos» (U.S.
National Comorbidity Survey; Kessler et al., 1994), el TDM tenía las mayores tasas
de prevalencia a lo largo de la vida y de los últimos 12 meses (17% y 10%, respectivamente) de los 14 trastornos psiquiátricos principales. Estos datos son consistentes con otros estudios que demuestran que las tasas a lo largo de la vida del TDM
son del 25% para las mujeres y del 12% para los hombres (APA, 1994; Klerman y
Weissman, 1989). Además, la prevalencia del TDM ha ido incrementándose en las
cohortes más recientes (Klerman, 1988; Lewinsohn, Rohde, Seeley y Fischer, 1993;
Wickramaratne, Weissman, Leaf y Holford, 1989; Weissman, Fendrich, Warner y
Wickramaratne, 1992; Weissman et al., 1996).
El TDM se está convirtiendo en uno de los principales problemas de salud entre
los adolescentes y los adultos jóvenes. La edad del primer episodio del TDM ha ido
descendiendo (Burke, Burke, Regier y Rae, 1990; Kovacs y Gatsonis, 1994;
Lewinsohn, Clarke, Seeley y Rohde, 1994), de tal modo que el primer episodio está
entre los 15 y 29 años de edad (Burke et al., 1990; Kessler et al., 1994). El TDM
empieza a aumentar sustancialmente a partir de los 15 años de edad y es a partir
de este punto en el que la tasa de TDM empieza a divergir para los chicos y chicas
hasta que, cerca de los 20 años, hay el doble de chicas que de chicos con el diagnóstico de TDM. Esta tasa por género continúa así para el resto de la vida.
Los datos precedentes para las personas jóvenes son consistentes con aquellos
que surgieron del «Proyecto de vulnerabilidad cognitiva para la depresión, de
Temple-Wisconsin» (Temple-Wisconsin Cognitive Vulnerability to Depression
Project), donde Alloy y Abramson (1998) informaron que cerca de un cuarto de los
estudiantes de todo un instituto habían experimentado previamente un TDM.
Dentro del contexto de estos recientes informes de incrementos en el TDM entre los
jóvenes, Lewinsohn y sus colegas han estimado que «puede considerarse una tasa
de prevalencia a lo largo de la vida del TDM del 30% para las adolescentes»
(Lewinsohn et al., 1993, p. 117). Kessler y Walters (1998) concluyeron que «...la
depresión entre los jóvenes es un problema principal de salud pública en este país.
Un tercio de las mujeres jóvenes y un quinto de los hombres jóvenes han estado
deprimidos en algún momento de sus vidas y estas tasas están creciendo. Esta
depresión es normalmente recurrente (cursiva agregada) y está asociada con un
amplio rango de consecuencias adversas» (p. 13).
Se han documentado bien los efectos debilitantes y los enormes costes del TDM,
tanto para los individuos como para la sociedad. Considerado a lo largo de toda la
vida, el TDM tiene un impacto mayor sobre el funcionamiento laboral y social así
como sobre el nivel de utilización de los servicios de salud por los individuos afectados. Por ejemplo, cuando Johnson, Weissman y Klerman (1992) evaluaron el
impacto de la depresión en 18.571 participantes en el estudio ECA, encontraron
que los individuos con un TDM o una distimia indicaban un mayor uso de los servicios médicos generales o servicios de urgencia para los problemas emocionales, un
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mayor consumo de fármacos psicoactivos, peor salud física y emocional, mayor pérdida de tiempo en el trabajo y mayores tasas de intentos de suicidio. El «Estudio
sobre resultados médicos de los Estados Unidos» (U.S. Medical Outcomes Study;
Wells et al., 1989) encontró igualmente que los individuos con un TDM o con síntomas depresivos presentaron un funcionando similar o peor que el de los pacientes con enfermedades médicas crónicas importantes (Hays et al., 1995).
Los recientes datos sugieren, de modo importante, que la presencia de síntomas
depresivos (incluso cuando la persona no reúne todos los criterios para la TDM)
tiene un impacto longitudinal dañino sobre el nivel de funcionamiento personal y es
un importante predictor de un posterior TDM. Por ejemplo, la depresión subsindrómica parece producir tanto un deterioro de la salud como una carga económica
entre los adultos con un TDM (Johnson, Weissman y Klerman, 1992; Judd, Paulus,
Wells y Rapaport, 1996). Quizás algo más importante es que en un estudio longitudinal, la depresión subsindrómica durante la adolescencia predice un funcionamiento más pobre cuando estos individuos llegan a ser adultos jóvenes (Devine,
Kempton y Forehand, 1994); de forma más específica, los síntomas depresivos subsindrómicos entre los adolescentes predijeron el TDM en la edad adulta (Pine,
Cohen, Cohen y Brook,1999). En un seguimiento de 8 años de su muestra de la
comunidad, Lewinsohn et al. (2000) encontraron que mayores niveles de síntomas
depresivos en los adolescentes sin depresión (el promedio de edad era de 16,6 años)
predecían mayores niveles de peor funcionamiento social e incidencia del TDM, así
como el incremento del abuso de substancias psicoactivas hasta la edad de 24 años.
Afortunadamente, hemos desarrollado tratamientos eficaces y eficientes para el
trastorno depresivo mayor. Varios tipos de medicaciones antidepresivas producen
el alivio del trastorno en, aproximadamente, el 55-65% de los pacientes
(Schatzberg y Nemeroff, 1998). De modo semejante, dos formas de intervenciones
psicosociales han demostrado ser igualmente eficaces con pacientes externos que
sufren de depresión mayor (excluyendo aquellos con características psicóticas y
aquellos que están a punto de suicidarse) (Craighead, Craighead e Ilardi, 1998).
Desgraciadamente, la recaída y reaparición del trastorno, incluso entre aquellos
tratados con éxito, constituyen un problema clínico importante. La recaída/recurrencia es especialmente prevalente entre aquellos tratados de modo inapropiado
(con terapias ineficaces) y/o con dosis inadecuadas y/o un periodo de tiempo
demasiado corto, sin reparar si el tratamiento se llevó a cabo con medicación o psicoterapia; esto, desafortunadamente, caracteriza una parte de la práctica clínica.
En la última revisión importante sobre las recaídas después de la recuperación
del TDM, Belsher y Costello (1988) concluyeron que las tasas de recaída alcanzaron
el 50% a los dos años siguientes a la recuperación. Recientemente, los datos longitudinales del estudio de colaboración del Instituto Nacional de Salud Mental sobre
la psicobiología de la depresión (en el apartado de estudios clínicos) arrojaron información de resultados similares para el período de dos años, aunque para un periodo
de 15 años la tasa de recaída alcanzó un pasmoso 85% (Mueller et al., 1999).
Incluso entre aquellos que permanecían bien durante los cinco años siguientes a la
recuperación, la tasa de recaída a los 15 años fue del 58%. Debe hacerse notar que
este estudio se llevó a cabo antes de que se desarrollasen y estuvieran disponibles
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algunas de las medicaciones antidepresivas más eficaces (p.ej., los ISRSs y las psicoterapias, como la terapia cognitivo-conductual [TCC] y la psicoterapia interpersonal
[PI]). No obstante, con cada nuevo conjunto de datos relevantes, parece que el
TDM, aunque episódico, es un trastorno más crónico de lo que originalmente se
creía. El DSM-IV (APA, 1994) enfatizó esto señalando que del 50-60% de aquellos
que padecen un primer episodio de depresión mayor tendrán un segundo episodio,
el 70% de aquellos con dos episodios tendrán un tercero, y el 90% de aquellos con
tres episodios padecerán un cuarto. Las consecuencias de la depresión recurrente
son apoyadas por evidencias de que cada nuevo episodio del TDM es más grave que
el anterior (Maj et al., 1992) y que el periodo de tiempo disminuye entre cada episodio sucesivo (Angst, 1973, Frank et al., 1990; Lewinsohn, Zeiss y Duncan, 1989).
La recaída/recurrencia del TDM (objetivo de este artículo) es uno de los temas
más importantes relacionados con el trastorno. Hay varias razones por las que es
esencial reconocer la extensión de la prevalencia del mismo y los predictores de esta
recaída/recurrencia. En primer lugar, conociendo más sobre la recaída/recurrencia
nos permitirá modificar los tratamientos para que éstos no sólo se centren en el alivio de los problemas actuales sino también sobre la prevención de las recaídas.
Igualmente, se discutirán más adelante en este artículo algunos datos (véase
Craighead et al., 1998) que sugieren que al final de la terapia algunos tratamientos
psicosociales (sobre todo la TCC) pueden ser igual de eficaces que los tratamientos
somáticos, aunque las intervenciones psicosociales pueden, actualmente, tener
tasas de recaída más bajas durante el período de seguimiento. Iguales resultados ya
han sido presentados para el tratamiento del trastorno de pánico (Barlow et al.,
2000). En segundo lugar, comprender qué factores están asociados con la recaída/recurrencia puede permitirnos desarrollar programas de prevención eficaces
(administrados después de la recuperación de un episodio, pero no ligados al tratamiento del episodio). Tales esfuezos de prevención de la recurrencia tendrán la
máxima eficiencia si su objetivo son los individuos de mayor riesgo.
En resumen, el TDM es un problema clínico muy extendido, de gran prevalencia
y de un importante significado personal y social. La tasa del primer episodio se incrementa dramáticamente después de la pubertad y la tasa más elevada a los 15-29
años de edad es dos veces mayor para las mujeres que para los hombres que padecen el trastorno. Se han desarrollado medicaciones y psicoterapias eficaces para el
TDM, pero los beneficios no parecen ser particularmente duraderos, dado que no
menos del 50% de los pacientes sufre de una recaída/recurrencia del trastorno.
Proporciones similares o mayores de recurrencia del TDM ocurren entre los individuos que no reciben tratamiento para su primer episodio. Así, es esencial extender
nuestra comprensión de los factores asociados con la recaída/recurrencia del TDM.
Antes de proceder a una discusión de los factores demográficos, clínicos y otros factores patológicos asociados con la recaída/recurrencia del TDM, necesitamos prestar nuestra atención a las definiciones de recaída y recurrencia y a cómo se utilizan
actualmente. Junto con esas definiciones, proporcionaremos el resumen de los factores demográficos, clínicos y otros elementos patológicos asociados con la recaída/recurrencia del TDM seguida por una discusión de por qué la recaída/recurrencia
ocurre tan frecuentemente.
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Las definiciones de recaída/recurrencia
Los téminos remisión, recuperación, recaída y recurrencia son operacionalizados mejor de acuerdo con lo que ha llegado a denominarse las guías de
MacArthur (Frank et al., 1991). Aunque las guías de MacArthur han permitido
aumentar la consistencia de modo importante a través de los estudios, muchos de
los estudios revisados en este artículo han sido publicados o están en marcha
antes del uso extendido de estas definiciones. Por ello, en este artículo ha sido
necesario usar los términos recaída y recurrencia de forma intercambiable dado
que ellos han sido utilizados incoherentemente antes de que se publicasen las
pautas de MacArthur. No obstante, pensamos que es importante proporcionar
resúmenes de las guías de MacArthur tal como se están utilizando actualmente
en la investigación.
La remisión es definida como un período en el que no se reúnen todos los criterios para el TDM pero hay algunos síntomas significativos (es decir, la remisión
parcial) o las experiencias individuales indican no más que síntomas mínimos para
un período de tiempo especificado (es decir, la remisión completa). La remisión
completa se define como un período especificado de tiempo durante el que los
individuos experimentan no más de un número mínimo de síntomas.
Desafortunadamente, no hay todavía ninguna especificación del número de síntomas que igualan el «mínimo»; quizás esto sea más frecuentemente definido como
2 o menos síntomas. Además, no está uniformemente aceptado el periodo de
tiempo durante el que la persona debe estar en completa remisión para que podamos decir que ha ocurrido la recuperación completa ha ocurrido. Los dos periodos
de tiempo más ampliamente usados son 8 semanas y 6 meses; en el futuro, se
necesita desarrollar un acuerdo general con respecto a la definición de «síntomas
mínimos» y a la cantidad de tiempo que una persona puede estar en completa
remisión para poder afirmar que la persona está recuperada. Esto es especialmente
importante en la investigación, porque este periodo de tiempo determinará si un
episodio subsecuente se etiqueta como una recaída o una recurrencia. La recaída
es un retorno de los síntomas, a causa de los cuales el individuo se encuentra de
nuevo cumpliendo el diagnóstico completo de TDM durante el período de remisión, pero antes de la recuperación. Una recurrencia, por otro lado, es un nuevo
episodio de TDM cuyo inicio ocurre después de la completa recuperación del episodio anterior.
La última y extensa revisión sobre la recaída/recurrencia del TDM se encuentra
en Belsher y Costello en 1988. Hart, Craighead, Craighead e Ilardi (2000) han llevado a cabo recientemente una extensa actualización de la literatura sobre este
tema. Las siguientes secciones de este artículo están basadas en estas revisiones y
en los últimos informes de estudios relevantes; además, presentamos un breve
modelo para explicar por qué la recaída/recurrencia ocurre en niveles tan altos entre
los individuos previamente deprimidos.
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Predictores de la recaída/recurrencia
Las variables demográficas
Ninguna variable demográfica ha reunido el apoyo inequívoco como predictor
fiable de la recurrencia de la depresión. Aunque las evidencias de la investigación se
está acumulando en apoyo de una relación significativa entre la recaída y el género,
los resultados no son todavíam totalmente concluyentes. Desafortunadamente, los
estudios de investigación sobre variables demográficas difieren, a menudo, en términos de características de la muestra, la sofisticación de los análisis estadísticos
empleados y el tamaño de la muestra con el poder del efecto para descubrir diferencias significativas; así, hallazgos contrarios a través de los distintos estudios
deben interpretarse con estas consideraciones en mente.
El género
En su revisión, Belsher y Costello (1988) concluyen que el género no juega
ningún papel en la reaparición del TDM a continuación de la recuperación. Los
múltiples estudios realizados desde 1988 han encontrado que el género no predice la repetición del TDM (Buysse et al., 1997; Evans et al., 1992; Kessler et al.,
1993; Kessing, 1998; Lam, Green, Power y Checkley, 1996; Ramana et al., 1995;
Segal et al., 1992; Thase et al., 1992; Weissman et al., 1999). Sin embargo, otro
estudio más amplio y a largo plazo ha demostrado que es más probable que
recaigan las mujeres comparadas con los hombres (Kuehner; 1999; Mueller et
al., 1999). Lo que es quizás más importante aún, otros estudios han encontrado
que la relación entre el género y la recaída puede ser compleja y que los efectos
del género pueden variar según la longitud del período de seguimiento (véase
Kessing, 1998; Kessler et al., 1993; Kuehner, 1999; Lewinsohn et al., 1989;
Mueller et al., 1999). En resumen, parece que es más probable que las mujeres
experimenten una recaída/recurrencia del TDM cuando el período de seguimiento es de 5 o menos años; los períodos de seguimiento cortos producen
resultados inconsistentes.
La edad
Belsher y Costello (1988) describen los resultados con respecto a la edad y a la
recaída como complejos, porque la edad interactúa recíprocamente con otras variables para predecir la recaída. Sin embargo, la mayoría de los estudios que ellos consideraron se centran sobre la edad del primer episodio de depresión (revisada más
tarde en este artículo) en lugar de la edad actual. Con base en la falta de una relación significativa entre la edad actual (la edad en el momento de entrar en el estudio) y la recaída en los numerosos estudios, la edad sola no parece predecir de
forma fiable la recaída/recurrencia.
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El estado marital
El «Proyecto de Psicobiología del Instituto Nacional de la Salud Mental, de
Estados Unidos» (NIMH Psychobiology Proyect; Mueller et al., 1999) indicó que las
personas que nunca se habían casado tenían un 55% más probabilidades de recaer
que aquellas que estaban actualmente casadas o divorciadas. Thase et al. (1992),
en una muestra de 50 pacientes ambulatorios que cumplían los criterios RDC para
la depresión endógena, encontraron que era menos probable que los pacientes
casados experimentasen una recaída comparados con los solteros. Sin embargo, no
se ha demostrado ninguna relación fiable entre el estado marital y el riesgo de recaída en varios otros estudios (Lam et al., 1996; Ramana et al., 1995; Segal et al.,
1992), ni en los revisados por Belsher y Costello (1988). En resumen, parece que
cuando se compara a aquellos que están casados o divorciados con individuos que
nunca han estado casados, éstos tienen una mayor probabilidad de sufrir una recurrencia del trastorno. Aunque los datos son menos convincentes, también parece
probable que el estado marital no prediga la recurrencia entre los que están actualmente casados o divorciados.
Los factores de riesgo familiar
A pesar del hallazgo casi ubicuo de que una historia familiar positiva de trastornos afectivos es un factor de riesgo para el inicio del TDM (p.ej., Hammen, Burge,
Burney y Adrian, 1990; Warner et al., 1992), la mayoría de los estudios que han examinado el papel de una historia familiar positiva como predictor de la recurrencia
no han tenido resultados significativos (Lam et al., 1996; Ramana et al., 1995; Segal
et al., 1992). Una excepción notable es el hallazgo de Maj et al. (1992), donde la
historia familiar predijo la recaída a los 5 años de seguimiento, pero no a los 2 ó 3
años después de la recuperación. Es notable que la duración máxima del seguimiento en los tres estudios que fracasaron en encontrar una relación significativa
fuese sólo de 15 meses, por lo que posiblemente fallaron en detectar un impacto
de la historia familar que por naturaleza se retrasa más (p.ej., Maj et al., 1992). En
el único estudio que investigó la relación entre la recurrencia y la historia familiar,
que es revisado en Belsher y Costello (1988), Gonzales et al. (1985) demostraron
que la historia familiar de los trastornos del estado de ánimo surgía como un factor
de riesgo para 1-3 años después de la entrada en el estudio. Entonces, igual que
ocurría con el género, parece que una historia familiar de TDM predice la recaída,
pero no de forma consistente sino hasta después de un período de cinco o más años
posteriores al episodio indicado (índice).
Consistente con la literatura revisada por Belsher y Costello (1988), no se encontró que el estatus socioeconómico fuese un predictor significativo de la recaída
(Ramana et al., 1995). Igualmente, ni el nivel de educación (Segal et al., 1992), ni
el número de hijos (Ramana et al., 1995) demostraron ser factores de riesgo para la
reaparición del TDM; Belsher y Costello no informaron sobre estas últimas dos variables.
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Las variables clínicas
Numerosos estudios han examinado el papel de las variables clínicas (es decir,
aquellas que describen la historia de salud mental y los rasgos del episodio índice
del TDM) como predictores de la recurrencia. Entre éstos se incluyen el número de
episodios anteriores, la gravedad del episodio índice, los síntomas depresivos residuales, las tentativas de suicidio, los trastornos del estado de ánimo y otros trastornos comórbidos del Eje I y los trastornos de personalidad del Eje II.
Número de episodios previos
El número de episodios previos de depresión es el predictor clínico más ampliamente estudiado de la recaída de la depresión y los resultados son bastante concluyentes. La literatura revisada por Belsher y Costello (1988) demuestra, de forma
consistente, que el número de episodios previos predice de forma fiable el riesgo de
(o el tiempo para) la recurrencia con una sola excepción (Faravelli, Ambonetti, Pallanti
y Pazzagli, 1986). Desde esta revisión, seis estudios han mostrado una relación significativa positiva entre el número de episodios previos de TDM y el riesgo de recurrencia (Kessing y Andersen, 1999; Kessing, Andersen y Andersen, 2000; Maj et al.,
1992; Mueller et al., 1999; Segal et al., 1992; Solomon et al., 2000). Dos estudios
han informado de una relación positiva no significativa (Ramana et al., 1995; Thase
et al., 1992) y otro ha presentado resultados ambiguos acerca de la dirección de la
relación (Lewinsohn et al., 1989). Sin embargo, cuatro estudios no han informado de
ninguna relación significativa entre el número de episodios previos y la recaída
(Buysse et al., 1997; Giles et al., 1989; Ilardi, Craighead y Evans, 1997; Lam et al.,
1996). A la luz del hecho de que los estudios que informan de una relación significativa positiva tienen un buen diseño metodológico (por ejemplo, tamaños de muestra grandes, diseños prospectivos), es muy probable que exista una relación positiva
significativa entre el número de episodios previos y el riesgo de recurrencia a partir
de la recuperación desde el episodio evaluado. Por ejemplo, en un grupo mixto de
318 pacientes internos y ambulatorios, seguidos prospectivamente durante 10 años,
Solomon et al. (2000) encontraron que el riesgo de recurrencia de la depresión se
incrementaba un 16% con cada episodio sucesivo. Estos resultados son altamente
consistentes con los encontrados por Kessing y Andersen (1999), en donde el riesgo
esperado de recurrencia aumentaba un 15% siguiendo a cada episodio sucesivo de
depresión. Uno de los principales hallazgos del estudio de seguimiento de 15 años
del Proyecto de psicobiología clínica del NIMH es que el número de episodios previos
era un importante predictor de la recaída/recurrencia (Mueller et al., 1999).
La gravedad del episodio índice
Belsher y Costello (1988) revisaron un sólo estudio (Gonzales et al., 1985) que
había encontrado que conforme aumentaba la gravedad de la depresión, lo hacía
también el riesgo de recurrencia. Los hallazgos de la investigación examinaron los
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incrementos del episodio índice de depresión y la recurrencia, a pesar de que este
tiempo es muy inconsistente. Tres estudios (O’Leary, Costello, Gormley y Webb,
2000; Ramana et al., 1995; Thase et al., 1992) indicaron que conforme la gravedad
del episodio índice se incrementaba, también lo hacía el riesgo de recaída; por otro
lado, otros tres estudios no encontraron tal relación (Buysse et al., 1997; Charles et
al., 1989; Maj et al., 1992). Es plausible que las características de la muestra sean,
en parte, responsables de estos resultados discrepantes (véase Hart et al., 2000),
pero los resultados en este momento son claramente inconclusos.
La edad de comienzo del TDM
Ningún estudio revisado ha encontrado la edad de comienzo como un predictor
significativo de recurrencia (Buysse et al., 1997; Lewinsohn et al., 1989; Maj et al.,
1992; Ramana et al., 1995; Thase et al., 1992). Este hallazgo es consistente con el
argumento de Belsher y Costello (1988) de que la relación entre la edad de
comienzo y la recaída es compleja, dado que la edad interactúa con otras variables
en lugar de ejercer un efecto principal.
Los síntomas depresivos residuales
Distintos estudios no han encontrado apoyo para una relación significativa entre
la sintomatología residual postratamiento y el riesgo de recaída en el seguimiento
(Buysse et al., 1997; Ilardi et al., 1997; Lam et al., 1996; Segal et al., 1992). Sin
embargo, contrariamente a estos resultados, Thase y colaboradores (1992) demostraron que los individuos recuperados parcialmente tienen cinco veces más probabilidades de recaer que los individuos que habían logrado una recuperación
completa. Además, uno de los hallazgos más importantes del estudio de la psicobiología de la depresión del NIMH era «que la persistencia de síntomas subsindrómicos en los sujetos que podrían ser categorizados, de forma típica, como
recuperados predicen un tiempo tres veces más corto de recurrencia que aquellos
que consiguen un estado asintomático completo... De hecho, estas características
clínicas observadas prospectivamente parecen constituir un mejor predictor de la
recurrencia que las medidas de línea base previamente mencionadas» (Mueller et
al., 1999, p. 1005). Las diferencias en la metodología (p.ej., el uso de entrevistas clínicas versus autoinformes de la sintomatología depresiva) en estos estudios puede
dar cuenta, parcialmente, de los hallazgos discrepantes, pero, claramente, la persistencia de la depresión subsindrómica es un tema digno de estudio extenso.
Los intentos de suicidio
La relación entre la historia de intentos de suicidio y el riesgo de recurrencia de
depresión mayor se investigó en dos estudios. Ningún de ellos (Ramana et al., 1995;
Segal et al., 1992) encontró que los intentos de suicidio previos fuesen un predictor significativo de recaída del TDM.
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Los trastornos del estado de ánimo comórbidos
Belsher y Costello (1988) concluyeron que la relación entre «la depresión doble»
(un episodio de TDM superpuesto a un trastorno distímico preexistente) y el riesgo
para el TDM era inconsistente en los estudios (Keller, Shapiro, Lavori y Wolfe, 1982;
Keller et al., 1983; Gonzales et al., 1985). Dos nuevos estudios han mostrado también resultados sobre esta relación. Klein et al. (1998) encontraron que un diagnóstico comórbido de comienzo temprano (es decir, anterior a los 21 años) con el
trastorno distímico como problema comórbido predecía significativamente altas
tasas de recaída del TDM en pacientes ambulatorios adultos diagnosticados con un
TDM al entrar en el estudio. Contrariamente a estos hallazgos, IIardi y colaboradores (1997) no encontraron una relación significativa entre un diagnóstico concurrente de trastorno distímico y recurrencia del TDM. Debería hacerse notar que en
estos estudios se examinaron diferentes muestras: Klein et al. estudiaron pacientes
ambulatorios diagnosticados con aparición temprana de distimia mientras que Ilardi
et al. examinaron pacientes internados a los que no se les preguntó la edad de aparición del trastorno distímico. De esta forma, los resultados permanecen inconclusos. Dado el escaso número de estudios, la heterogeneidad de las muestras y la
ausencia de resultados consistentes, la conclusión más razonable es que queda
mucho trabajo por hacer antes de que la relación entre recurrencia del TDM y otros
trastornos del estado de ánimo puedan ser claramente comprendida.
Los trastornos del Eje I comórbidos distintos del estado de ánimo
Sorprendentemente hay una escasez de estudios con respecto al impacto de la
comorbilidad del Eje I para trastornos distintos al estado de ánimo sobre la recaída
del TDM. En un estudio de registro de casos en Dinamarca, Kessing (1999) analizó
los datos de las admisiones hospitalarias durante 1971-1993 para 17.447 individuos
con diagnóstico primario de depresión unipolar en la primera alta. Definieron la
recurrencia como una readmisión en un mínimo de ocho semanas después del alta
anterior, encontrando que conforme el número de episodios aumentaba también lo
hacía la proporción de pacientes con un diagnóstico comórbido de alguna forma de
alcoholismo. No había ninguna relación fiable entre otro diagnóstico en el Eje I y la
tasa de recurrencia.
Daley, Hammen y Rao (2000) examinaron prospectivamente el efecto de trastornos de comorbilidad distintos a los del estado de ánimo en una muestra de 128
mujeres adultas jóvenes seguidas durante cinco años. Encontraron que un trastorno
comórbido distinto al estado de ánimo predecía de forma fiable la depresión (primera aparición y recurrencia) después de controlar la psicopatología paterna y la
violencia familiar observada antes de los 16 años; sin embargo, el efecto del trastorno distinto sobre el estado de ánimo no permanecía significativo después de que
el estrés crónico y episódico fuese añadido al modelo predictivo de la depresión.
En conclusión, la evidencia sugiere que el trastorno de alcoholismo comórbido
está asociado a tasas más altas de recurrencia; sin embargo, la literatura existente
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en adultos no apoya el papel de los otros trastornos del Eje I como factores de riesgo
para la recurrencia. Obviamente, se necesitan más estudios sobre este importante
tema.
Los trastornos de personalidad del Eje II
A pesar de los datos concluyentes demostrando que los trastornos de personalidad comórbidos están asociados con una pobre respuesta al tratamiento para los
pacientes deprimidos (véase Ilardi y Craighead, 1994/1995; Shea, Widiger y Klein,
1992), sólo tres estudios bien controlados han examinado la relación entre la sintomatología del Eje II y el riesgo de recurrencia después de la recuperación de una depresión mayor (Ramana et al., 1995; Ilardi et al., 1997). Ramana y colaboradores (1995)
no encontraron ninguna relación significativa entre personalidad anormal y el riesgo
de recaída; en su estudio, la patología de la personalidad fue evaluada mediante el
«Cuestionario de evaluación de la personalidad» (Personality Assessment Schedule;
Tyrer, 1988) unas semanas después de la remisión de la depresión mayor. Por el contrario, Ilardi et al. (1997) encontraron que mayores niveles de patología de la personalidad en el pretratamiento y en el seguimiento, evaluada con las «Entrevista para el
examen de los trastornos de la personalidad» (Personality Disorder Examination
Interview; PDE; Loranger, Susman, Oldham y Russakoff, 1987), predecía de forma fiable la recurrencia del TDM. Específicamente, Ilardi y colaboradores encontraron que
los pacientes con un diagnóstico en el Eje II durante el seguimiento tenían un tiempo
de supervivencia esperado de sólo un 13% comparados con los pacientes que no
cumplían el criterio para un trastorno de personalidad en el seguimiento, después de
controlar para el seguimiento el BDI, la longitud del intervalo de seguimiento y las cogniciones depresotípicas. En los grupos B y C, aunque no en el grupo A, las puntuaciones dimensionales del trastorno de la personalidad están asociadas con una
disminución del tiempo de recaída. En un estudio prospectivo, Hart, Craighead y
Craighead (2000) encontraron también que los trastornos de la personalidad predijeron la recurrencia de la depresión entre estudiantes de universidad, de primer año, que
habían estado deprimidos antes de matricularse en la universidad.
Aunque menos controlados, cuatro estudios adicionales convergen para apoyar
la conclusión de que la comorbilidad de un trastorno en el Eje II predice la recaída
de la depresión mayor (Peselow, Fieve y DiFiglia, 1992; Pfohl, Coryell, Zimmerman
y Stangl, 1987; Thompson, Gallagher y Czirr, 1988; Zimmerman, Coryell, Pfohl,
Corenthal y Stangl, 1986).
Otros factores
Las variables cognitivas
Dos modelos ampliamente estudiados de la depresión han implicado un estilo
cognitivo disfuncional en el comienzo, mantenimiento y recurrencia de la depre-
536
CRAIGHEAD, HART
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MADSEN
sión (Beck, Prisa, Shaw y Emory, 1979; Abramson, Seligman y Teasdale, 1978).
Thase et al. (1992) encontraron que las puntuaciones en distorsiones cognitivas en
el postratamiento predicen significativamente la recaída. Sin embargo, indicaron
también que altos niveles de sintomatología residual estaban asociados con un
mayor riesgo para la recurrencia. Otros estudios han mostrado que las puntuaciones en distorsiones cognitivas y en sintomatología depresiva covarían a menudo
(p.ej., Hamilton y Abramson, 1983; Hollon, Kendall y Lumry, 1986), de tal modo
que la predicción de recaída puede ser más apropiada atribuirla a la sintomatología residual.
Incluso cuando se controlan los trastornos del Eje II, Ilardi et al. (1997) encontraron una tendencia a atribuir los acontecimientos positivos a causas internas, estables y globales, estando asociados con niveles más bajos de recaída. Aunque
limitado, hay algunos datos para sugerir que las disfunciones cognitivas del postratamiento están asociadas con la recurrencia de la depresión.
Los acontecimientos vitales
Basado en su revisión de la literatura sobre acontecimientos vitales, Belsher y
Costello (1988) concluyeron que sólo los acontecimientos negativos y sólo aquellos
que ocurren después de la recuperación del episodio índice estaban asociados con
la recaída en la depresión. Además, había sólo un riesgo mayor de recaída dentro
de los tres meses del acontecimiento vital negativo. La literatura más reciente
informa de hallazgos consistentes en sus conclusiones. Los acontecimientos que
preceden al episodio índice no son predictivos de la recurrencia (Coryell et al.,
1994), mientras que aquellos que ocurren durante el seguimiento están significativamente relacionados con la recaída (Lam et al., 1996; Segal et al., 1992). Debe
hacerse notar que estos últimos dos estudios encontraron un riesgo elevado para la
recurrencia empleando un tiempo para el acontecimiento posterior al tratamiento
de seis meses, en lugar de tres.
Varios estudios recientes han encontrado que acontecimientos vitales estresantes parecen precipitar repeticiones de la depresión (Daley, Hammen y Rao, 2000;
Moerk y Klein, 2000; Mundt et al., 2000). Daley et al. (2000) encontraron que el
estrés crónico predice, de forma significativa, sólo el inicio de la primera depresión,
mientras que el estrés episódico predice tanto la primera depresión como la recurrencia de la misma. En un estudio prospectivo que examinaba el impacto de los
acontecimientos vitales en las tasas de recaída, Mundt y colaboradores (2000)
siguieron prospectivamente a 50 pacientes internos con depresión endógena (CIE9; OMS, 1977) durante dos años después del alta. Evaluando la ocurrencia de los
acontecimientos vitales, todos los acontecimientos que los expertos evaluadores
juzgaron como dependiente de la enfermedad (Maier-Diewald et al., 1983) fueron
excluidos del análisis, en un esfuerzo por eliminar la depresión en sí misma como un
acontecimiento vital. Los acontecimientos principales, las situaciones estresantes
principales y las situaciones indeseables (según el Munich Event List; Maier-Diewald
et al., 1983; Wittchen et al., 1989) fueron más frecuentes, de forma significativa,
Estado actual de la recaída/recurrencia de la depresión mayor
537
en los tres meses anteirores a la recaída para el grupo de «recaída» que durante un
segmento de tiempo equivalente para el grupo de «no recaída».
Además, dos estudios (Lam et al., 1996; Segal et al., 1992) proporcionan algún
apoyo para la hipótesis de la congreuencia de los acontecimientos vitales. Esta hipótesis postula que los acontecimientos que ocurren en el dominio más pertinente de
un individuo (p.ej., interpersonal, desempeño) es más probable que activen una recaída depresiva que aquellos que ocurren en dominios personalmente no relevantes.
En resumen, los acontecimientos vitales negativos que aparecen después de la
recuperación de la depresión, especialmente aquellos congruentes con las áreas
personales importantes de un individuo, parecen estar relacionados significativamente con un incremento de la recurrencia del TDM.
La emoción expresada
Hooley, Orley y Teasdale (1986) indicaron que era más probable que los pacientes que tenían esposos con una elevada «emoción expresada» (EE) (expresiones de
crítica, hostilidad o actitudes de estar emocionalmente sobreimplicado) sufriesen
una recurrencia de la depresión en los nueve meses siguientes a la recuperación. En
un informe posterior de este estudio, Hooley y Teasdale (1989) encontraron que el
malestar marital (evaluado con la Escala de Ajuste Diádico; Spanier, 1976) y las críticas percibidas (evaluadas por dos escalas Likert de 10 puntos), tal como era indicado por los pacientes, estaban relacionados de forma significativa con la recaída a
los 9 meses. La crítica percibida era el predictor examinado más importante y mantuvo su asociación significativa con la recaída después de controlar el malestar marital y la EE. Estos datos se adecúan con los datos de los acontecimientos vitales, en
los que tener un esposo con alta EE es probable que produzca frecuentes acontecimientos vitales negativos. Sin embargo, estos hallazgos son limitados debido al
pequeño tamaño de la muestra del estudio y es necesario su repetición.
Las variables biológicas
Una extensa revisión de la biología de la recaída depresiva está más allá del
alcance de este artículo; no obstante, presentaremos una breve visión de los principales hallazgos. Hart et al. (2000) (al igual que Belsher y Costello, 1988) concluyen
que la mayoría de las evidencias sugiere que, para los pacientes con un TDM sin
supresión del cortisol durante el episodio índice, la persistente disregulación del cortisol después de la recuperación del TDM está asociada con un incremento del
riesgo de recaída en la depresión.
El papel de la reducción del triptófano (un aminoácido esencial) en precipitar una
vuelta pasajera de la sintomatología depresiva, en individuos anteriormente deprimidos, ha recibido recientemente una considerable atención. Varios estudios
(Delgado et al., 1999; Moreno et al., 1999; Smith et al., 1999) han demostrado que
la disminución del triptófano, un precursor de la serotonina, produce recaídas llamativas de depresión. Estos estudios emplearon definiciones muy liberales e idio-
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CRAIGHEAD, HART
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sincrásicas de recaída, porque el nivel de manipulación del triptófano produce típicamente una muy rápida vuelta a una sintomatología depresiva y de tipo aguda. Sin
embargo, este trabajo es relevante e importante por el patrón de hallazgos consistentes, la rápida induccción de la «recaída» depresiva debido a la disminución del
triptófano y por la vía que esta investigación abre, más allá del conocimiento sobre
los mecanismos biológicos que subyacen a la depresión mayor.
Se ha demostrado que los pacientes deprimidos experimentan, a menudo, anormalidades del sueño (véase Reynolds y Kupfer, 1987), como una disminución de las
ondas lentas del sueño (es decir, ondas delta), una reducción de los movimientos
oculares rápidos (REM), un aumento de la latencia del sueño (es decir, el tiempo
desde el comienzo del sueño para el primer periodo REM). Sólo recientemente se
ha examinado la utilidad de las anormalidades del sueño a la hora de predecir la
recurrencia de la depresión. En un estudio, la latencia REM reducida en el pretratamiento predecía una mayor tasa de recurrencias y una disminución del tiempo de
recurrencias (Giles, Jarrett, Roffwarg y Rush, 1987). Hay alguna indicación de que
esta relación es más importante para el primer episodio de los pacientes que para
los episodios recurrentes. Además de la limitada evidencia de que la latencia de REM
puede predecir la recurrencia, un estudio (Kupfer, Frank, McEachran y Grochocinski,
1990) ha demostrado que las disminuciones en las ondas lentas del sueño (delta)
están asociadas a la recaída en la depresión. Los participantes que recaen dentro del
año después de la finalización del tratamiento pueden ser distinguidos de aquellos
que no recaen con base en niveles bajos de ondas delta durante toda la noche.
Estos datos biológicos sugieren, de modo importante, que la disregulación biológica residual (p.ej., disregulación del eje HPA) está asociada con un incremento del
riesgo para la recurrencia del TDM. Esto parece incluso ser verdad cuando el
paciente experimenta el alivio sintomático. Es útil hacer notar que es una práctica
bastante común en los ensayos clínicos de investigación definir «recuperado» como
una reducción del 50% en las puntuaciones de los síntomas del TDM. Entonces,
muchos pacientes «recuperados» pueden tener sintomatología depresiva subsindrómica que puede covariar con la disregulación biológica.
Un modelo simple de recaída/recurrencia del TDM
La recaída/recurrencia ocurre con una alta tasa entre los individuos que han
sufrido un episodio previo a la tasa base de la población del TDM. Nosotros presentamos ahora un modelo simple para explicar esta tasa superior. Como han hecho
numerosos investigadores de la depresión, nosotros partimos de un modelo de diatesis/estrés del TDM desde hace varios años (véase Craighead, 1980). Dentro de este
modelo, tanto aquellos individuos con la mayor diátesis biológica (p.ej., resultado
de tener un padre biológico con un trastorno del estado de ánimo) como aquellos
que se han encontrado con un acontecimiento estresante importante (p.ej., muerte
de una persona cercana) tienen un gran riesgo de desarrollar un TDM. Esos individuos con una diátesis alta y un estrés elevado se encuentran, claramente, en el
mayor nivel de riesgo. Puede que aquellos que sufren un primer episodio debido
Estado actual de la recaída/recurrencia de la depresión mayor
539
principalmente a una situación estresante externa, no tengan que enfrentarse posteriormente a ese estímulo estresante y, en consecuencia, pueden estar entre los
sujetos con las tasas más bajas de recurrencia del trastorno. Sin embargo, los que
poseen una vulnerabilidad biológica tienen un futuro más pesimista, ya que esta
vulnerabilidad probablemente no desaparezca en la mayoría de estos individuos.
Además, parece probable que incluso entre aquellos sujetos con una baja vulnerabilidad biológica anterior al episodio puedan ser «marcados» por su primer episodio; esto ocurre de tal manera que reproduce en ellos una mayor vulnerabilidad
biológica para los episodios siguientes (p.ej., véase Post, 1992). Dichos individuos
biológicamente vulnerables se encuentran ante dos posibles cursos de acción:
seguir un plan de tratamiento (p.ej., medicaciones antidepresivas) por un largo período de tiempo (quizás toda la vida) o mejorar sus habilidades de afrontamiento ante
el estrés a un nivel muy alto, de modo que, aunque la vulnerabilidad biológica permanezca igual, su vulnerabilidad a la interacción de biología/estrés esté disminuida.
Finalmente, nosotros (al igual que muchos otros investigadores) incluimos un
papel para la diátesis psicológica en el modelo de diátesis/estrés. Los modelos cognitivos e interpersonales de la depresión postulan que esas deficiencias cognitivas y
conductuales caracterizan a los individuos vulnerables al TDM. Es completamente
posible que estas vulnerabilidades psicológicas puedan funcionar tanto como las
vulnerabilidades biológicas. Es decir, las vulnerabilidades psicológicas pueden
aumentar el riesgo de la primera aparición de un TDM cuando los individuos se
enfrentan con acontecimientos estresantes vitales. Además, los sujetos pueden quedar psicológicamente marcados por su primer episodio de TDM (Lewinsohn et al.,
1981; Rohde, Lewinsohn y Seeley, 1994) y, de ahí, incrementar su vulnerabilidad psicológica para futuros episodios. En nuestra experiencia clínica, la mayor cicatriz que
sufre el individuo es la pérdida del sentido del «sí mismo» como una persona psicológicamente saludable; así, tales individuos experimentan un incremento cognitivo para un futuro episodio. Esta «pérdida del sentido del sí mismo saludable» está
referida más a un problema interpersonal que a un problema cognitivo dentro del
modelo de la psicoterapia interpersonal (Weissman, Markowitz y Klerman, 2000);
sin embargo, el concepto es el mismo.
En resumen, dentro de un modelo interaccionista persona/ambiente del TDM
(véase Craighead, 1990), las ideas precedentes sugieren que un individuo que sufre
un episodio de TDM posee un riesgo mayor ante futuros episodios a causa de un
incremento en las vulnerabilidades biológicas, cognitivas y conductuales.
Este modelo encaja muy bien con los datos revisados que muestran que los
individuos que (aunque sus síntomas hayan menguado) tienen un mayor riesgo de
recaída/recurrencia padecen una disregulación biológica postratamiento, distorsiones cognitivas residuales y conservan patrones disfuncionales conductuales, como
aquellos asociados con problemas del Eje II. Cuando un individuo fracasa a la hora
de buscar tratamiento para el primer episodio, los datos de los estudios en la
comunidad muestran que aquellos con distorsiones cognitivas y problemas del Eje II
son los más vulnerables para la recaída/recurrencia; seguramente, lo mismo se
mantendría para aquellos con la vulnerabilidad biológica, aunque esto ha sido
menos estudiado.
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CRAIGHEAD, HART
Y
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Estas ideas con respecto a la recaída/recurrencia sugieren que los individuos que
han padecido un episodio de TDM se beneficiarían de un programa diseñado para
aumentar sus habilidades de afrontamiento tanto cognitivas como conductuales
(especialmente interpersonales). Tales programas podrían ofrecerse durante el
periodo de recuperación y deberían ser diseñados para fortalecer las habilidades de
afrontamiento de los individuos «bajo riesgo», tanto en las áreas interpersonales
como en las cognitivas. Los individuos «bajo riesgo» incluirían aquellos con algunos
síntomas continuos del TDM, distorsiones cognitivas permanentes y algún nivel de
dificultades interpersonales demostradas por la presencia constante de síntomas de
patología de los grupos B y C del Eje II. Estos programas necesitarían centrarse específicamente en el desarrollo de habilidades que prevendrían la vuelta de los síntomas depresivos. Dichos programas deberían, además, incluir información con
respecto a la identificación temprana del retorno de síntomas depresivos, con el fin
de que la intervención pudiera tener lugar antes del desarrollo de un episodio completo del TDM si se manifiestan las señales de un TDM. Nosotros estamos actualmente desarrollando y evaluando justamente tal programa. Sin ningún tipo de
prevención para los problemas de recurrencia, el futuro para los individuos que
sufren un TDM es desolador debido a las muy altas tasas esperadas de recurrencia
del trastorno (Mueller et al., 1999).
Conclusión
Los datos revisados en este artículo han demostrado que el TDM es un serio problema de salud. No sólo es un serio problema cuando ocurre inicialmente, sino que
un episodio de TDM confiere una futura vulnerabilidad para tasas de recaída/recurrencia de al menos un 50%. Datos recientes obtenidos a lo largo de un periodo
extenso sugieren que el incremento de la vulnerabilidad puede llegar a ser ser tan
alto como un 80-90%. Nosotros hemos sugerido que este incremento de la vulnerabilidad a las recaídas/recurrencias puede ser una función de la más alta vulnerabilidad inicial entre aquellos que padecen el trastorno así como un episodio sostenido
por la «marca» en las áreas biológica, cognitiva (especialmente en la visión propia
del sí mismo) e interpersonal.
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