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¿Cómo ser persona cuando
no puedes relacionarte
con otros?
Enlace a la noticia: Diario El Mundo
Salir a por el pan y el periódico un domingo
temprano, o a correr por el parque que hay
enfrente de casa, ir a la peluquería y decirle al
profesional cómo quieres el largo o el flequillo,
tomar café en un bar antes de ir al trabajo o
encontrarte con un compañero en mitad de cualquier
lugar y saludar con alegría y naturalidad. Todo
suena bastante normal pero, para algunas personas,
las actividades cotidianas que implican una
interacción social pueden tomar forma de reto, a
veces demasiado difícil de conseguir.
Hay una fuerza invisible y desconocida que oprime
el pecho, donde suele asentarse la ansiedad. Hay
un temor que recorre el cuerpo y lo agarrota, una
rigidez que no permite el movimiento y tampoco el
habla. Hay, también, un entorno que se antoja
adverso: miradas concentradas en un solo punto,
cuchicheos y miedo a hacer el ridículo, pavor a
ser evaluado de forma negativa; a no encajar.
Las arriba enumeradas son sólo algunas de las
sensaciones que cada día, a veces durante todas
sus horas, viven las personas que sufren lo que,
en la actualidad, se conoce como trastorno de
ansiedad social, aunque quienes lo padecen siguen
llamándolo fobia social. A Félix Ramos, el hombre
de la imagen de arriba, el mundo comenzó a
parecerle un lugar extremadamente arduo cuando,
con 17 años, le tocó hacer el servicio militar.
“Fue en la mili cuando me di cuenta de que me
separaba de la gente, que no quería saber nada de
las personas. Notaba que me observaban, que
hablaban de mí, que se reían. Me apartaba, me
apartaba mucho…”, reconoce. Hoy, 40 años después,
Félix, que también padece trastorno obsesivo
compulsivo (TOC), está “medianamente bien”.
“Soy capaz de salir con Mari, mi mujer, a hacer
las compras. Si voy en el metro y me empiezo a
sentir mal, porque hay mucha gente en movimiento,
me pongo los auriculares y trato de concentrarme
en la música y miro para abajo porque, si miro a
los lados, creo que me están mirando”, explica.
Con su Mari todo fue sencillo. La conoció antes de
hacer el Servicio Militar y, a su vuelta, le
estaba esperando. Con ella ha tenido dos hijos y,
aunque tuvo que dejar de trabajar pues le dieron
la baja permanente, Félix no pierde la ocasión de
avanzar siempre; muestra de ello es este
reportaje. “Cuando salgo de ese vagón del metro
soy una persona más”, afirma. “Trabajaba en Artes
Gráficas y me gustaba, llegué a oficial de
primera, me desenvolvía bien, pero tuve que dejar
de trabajar”, rememora.
Este hombre, al que le encanta dibujar, forma
parte de la primera agrupación “nacional de ayuda
mutua para superar la fobia social y otros
trastornos de ansiedad”, la Asociación Española de
Ayuda Mutua Contra la Fobia Social y los
Trastornos de Ansiedad (AMTAES). “La iniciativa
surge de los propios afectados, en el seno de
foros y chats relacionados con la fobia social. Un
pequeño grupo de seis personas decide que no es
suficiente hablar en nuestro círculo online sobre
nuestros problemas, sino que hay que dar un paso
más hacia la vida real”, explican desde AMTAES.
Este salto hacia el cara a cara es para el
psiquiatra Eduardo García-Camba, jefe del servicio
de psiquiatría del Hospital Universitario de la
Princesa (Madrid), más que digno de alabanza. “La
fobia social es, precisamente, una patología en la
que se plantea la evitación. Por tanto, es muy
loable que AMTAES contemple las reuniones
presenciales porque, así, consiguen salir de la
clandestinidad”, argumenta. De hecho, otro de los
objetivos de esta asociación es conseguir “que la
sociedad empiece a conocer mejor este tipo de
trastornos para salir de la tendencia al
aislamiento que originan”.
Dice al respecto Jordi Obradors, uno de los
responsables de Academia Conecta, gabinete
especializado en “habilidades sociales y
crecimiento personal”, que “la fobia social sigue
siendo desconocida para muchos y, lamentablemente,
muchos psicólogos y psiquiatras le dan poca
importancia. La mayoría de psicólogos no sabe cómo
enfocar estos casos y se limitan a decir que se
trata simplemente de timidez y que, con esfuerzo y
con la edad, se va superando”.
Sucede también que no es sencillo acceder a un
tratamiento psicológico. Según el estudio Atlas de
la Organización Mundial de la Salud (OMS), en
España “hay unos cinco psicólogos por 100.000
habitantes en la sanidad pública española“. “La
media europea es cuatro veces superior”, advierte
Antonio Cano Vindel, catedrático de Psicología de
la Universidad Complutense de Madrid y presidente
de la Sociedad Española para el Estudio de la
Ansiedad y del Estrés.
Una persona con fobia social siempre está pensando
si su conducta es adecuada o no, si se percibe su
ansiedad. Es lo que se conoce como distorsiones
cognitivas. No se perdonan la ansiedad y atribuyen
sus pensamientos a los otros, es decir, los
proyectan. Un tímido también siente ansiedad y
vergüenza, lo puede pasar mal pero, luego, se va
relajando y deja de pensar en sí mismo”, analiza.
Félix combinó durante varios años la farmacología
indicada por su psiquiatra con una terapia
psicólogica cognitivo conductual -“los fármacos no
son tan eficaces, lo es este tipo de terapia”,
cree Cano Vindel- que le ha “enseñado” a superar
limitaciones. “Mientras trabajé me gasté mi dinero
en ir al psicólogo, cuando tenía 30 y algo años,
decía en el trabajo que iba a comer a casa de mi
madre pero iba a terapia. Pero con los 600 euros
de pensión que tengo desde que me dieron la
absoluta no me lo puedo permitir”, resume.
Desde Academia Conecta, Obradors explica su
apuesta terapéutica para la fobia social:
“Primero, abordamos la parte intrapersonal del
individuo, que se conozca a sí mismo, trabaje su
autoestima y gestione las emociones que le
bloquean. Luego, nos centramos en entender a los
demás y cómo aprender a relacionarnos de forma
adecuada. La primera parte se realiza en sesiones
individuales, la segunda en dinámicas grupales
donde mejorar la comunicación verbal y no verbal,
cómo iniciar conversaciones…”.
Disfrutar de otros seres humanos, de su
conversación y de su compañía se entiende como
algo connatural a los individuos. Es por eso que,
desde AMTAES, algunos de sus 300 miembros y 250
simpatizantes se expresan como sigue: “Para
nosotros es dificilísimo, incluso imposible, lo
que se supone que todos los humanos podemos hacer
de fábrica: relacionarnos con los demás. Y el
sentimiento consiguiente es que somos seres
humanos defectuosos, o no totalmente humanos”.
Tanto la psicología como la psiquiatría insisten
en que una persona con trastorno de ansiedad
social puede salir adelante si “reconoce su
problema y se esfuerza por poner en práctica las
herramientas que aprende en las terapias”. Este
periódico lo ha comprobado después de pasar una
mañana entera en un banco, entre dos árboles, con
Félix Ramos.