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Transcript
La religión en las primeras
civilizaciones históricas IV
Egipto
Los egipcios creían en la sucesión cíclica del cosmos: todos los días, el dios
del sol, Amón-Ra, viajaba en su barca solar, junto con los demás dioses,
para adentrarse, con el ocaso, en el Duat o inframundo, y volver al reino
de los vivos al amanecer; en su trayecto nocturno, Amón-Ra debía
enfrentarse a numerosos peligros, entre los que destaca la lucha con la
serpiente Apofis, que intentaba volcar la barca y aniquilar a los dioses.
Dos representaciones de Amón-Ra en su barca solar.
La barca solar de
Keops es un navío
de casi 44 metros
de eslora, realizado
en madera de
cedro, que fue
enterrado
(desmontado en
1.224 piezas
acompañadas de
indicaciones para su
construcción) en un
foso a los pies de la
Gran Pirámide de
Keops en Giza,
alrededor de
2500 a.C. Fue
descubierta en
1954 y se conserva
en un museo junto
a la pirámide. Se
han encontrado
otras cinco fosas de
barcas funerarias
junto a la Gran
Pirámide, y otras
cinco más en las
proximidades de la
de Kefrén.
Egipto
Esta concepción cíclica del cosmos tenía profundas implicaciones, pues la
muerte se consideraba el inicio de una segunda vida a la que sólo podía
accederse en ciertas condiciones. El difunto debía someterse al Juicio de
Osiris ante un comité formado por 42 dioses; en él se comprobaba la
pureza de su corazón comparando en una balanza su peso con el de una
pluma de Maat. Si superaba el juicio, podía disfrutar de la vida de
ultratumba junto a los dioses en los Campos de Iaru, equivalente egipcio
de los Campos Elíseos grecolatinos; si no, sus restos eran devorados por
Amut (un dios monstruoso, mezcla de cocodrilo, león e hipopótamo).
Para ayudar al difunto en este viaje de ultratumba, se redactaron distintos
textos, entre los que destacan los Textos de las pirámides y el Libro de los
muertos.
Los Textos de las Pirámides son un repertorio de conjuros, encantamientos y súplicas, grabados en los
pasajes, antecámaras y cámaras sepulcrales de las pirámides del Imperio Antiguo con el propósito de ayudar
al faraón en su viaje al inframundo o Duat y asegurar su vida eterna. Son una recopilación de textos, sin
orden aparente, de creencias religiosas y cosmológicas muy antiguas, que debieron emplearse durante la
ceremonia funeraria. El primer lugar en el que se grabaron los Textos de las Pirámides fue en los muros de la
cámara sepulcral de la pirámide de Unis, el último faraón de la V dinastía; los textos están compuestos por
228 declaraciones. Posteriormente se convirtió en práctica habitual inscribirlos en el interior de las
pirámides de los faraones del Imperio Antiguo, llegando a 759 conjuros.
El Libro de los Muertos es un texto funerario compuesto por un conjunto de fórmulas mágicas o
sortilegios ilustrados que ayudaban al difunto, durante su estancia en el inframundo, a superar el
Juicio de Osiris y viajar a los Campos de Iaru. Las versiones más conocidas de este libro son el Papiro
de Hunefer (arriba, con el escriba conducido por Anubis hasta la balanza donde se pesa su corazón,
bajo la vigilancia de Amut y Thot; y posteriormente presentado por Horus ante Osiris, Isis y Neftis),
escrito hacia el año 1375 a.C.; y el Papiro de Ani (h. 1250 a.C.), ambos conservados en el Museo
Británico de Londres.
Detalle del Papiro de Ani (h. 1250), el más largo que ha llegado hasta nuestros días,
con casi 26 metros de longitud.
Papiro del Libro de los muertos de Nakht, 1350-1300 a.C., con escenas agrícolas.
Egipto
Ka, el espíritu.
Se dice con frecuencia que los
egipcios estaban obsesionados con
la muerte, pero más bien ocurría lo
contrario: estaban obsesionados
con la vida, hasta el punto de que
su principal preocupación era cómo
prolongarla indefinidamente. La
tarea no era sencilla, ya que, según
sus creencias, una persona estaba
compuesta por siete partes –las
más importantes de las cuales son
el cuerpo, el espíritu (ka) y el alma
(ba)– y para lograr la supervivencia
después de la muerte debían
preservarse todas ellas.
Ba, el alma.
Los egipcios pensaban que las personas se componían de siete partes:
1. El jat o cuerpo físico, que servía de soporte a los demás
elementos, por lo que debía de ser momificado para asegurar su
incorruptibilidad.
2. El sahu o cuerpo espiritual, un elemento incorruptible que
posibilitaba el acceso a los Campos de Iaru.
3. El ka o espíritu, fuerza vital que abandonaba al cuerpo tras la
muerte y que había que alimentar con ofrendas para asegurar la vida
eterna; se representaba como dos brazos alzados.
4. El ba o alma era lo que hacía único a un ser, lo que le
proporcionaba su “personalidad”. Solía representarse como un ave
con cabeza humana que durante el día abandonaba el cuerpo del
difunto y por la noche regresaba al sepulcro; para facilitar este viaje
diario del ba, en las tumbas se pintaban o esculpían “falsas puertas”.
5. El ib, simbolizado por el corazón, se consideraba la sede de los
pensamientos y las emociones.
6. El sheut era la sombra, sin la que una persona no podía existir. Se
la representaba como una silueta negra, y en algunos textos se
identifica a las estatuas de dioses o seres humanos como sus sombras.
7. El ren era el nombre que la persona recibía al nacer, y que podía
cambiar a lo largo de su vida. Para que el ren sobreviviera, era
necesario pronunciarlo, lo que explica su abundante presencia en
papiros y paredes de tumbas, así como la destrucción de estas
inscripciones en casos de manifiesta enemistad.
Sheut, la sombra.
Egipto
Momia del faraón Ramsés II.
Para preservar el cuerpo tras la
muerte, los egipcios recurrían a la
momificación del cadáver. Tras
limpiarlo y extraerle las vísceras, se
secaba sumergiéndolo en natrón, una
variedad natural de carbonato sódico;
a continuación el cuerpo se rellenaba
con serrín y se vendaba por completo.
Los órganos internos se trataban por
separado y se conservaban en cuatro
recipientes especiales, llamados vasos
canopos. El proceso, acompañado de
complicados rituales, duraba setenta
días y culminaba con la solemne
ceremonia fúnebre.
Egipto
“Empiezan metiendo por las narices del difunto unos hierros encorvados, y después de
sacarle con ellos los sesos, introducen allá sus drogas e ingredientes. Abiertos después los
ijares con piedra de Etiopía aguda y cortante, sacan por ellos los intestinos, y purgado el
vientre, lo lavan con vino de palma y después con aromas molidos, llenándolo luego de
finísima mirra, de casia, y de variedad de aromas, de los cuales exceptúan el incienso, y
cosen últimamente la abertura. Después de estos preparativos adoban secretamente el
cadáver con nitro durante setenta días, único plazo que se concede para guardarle oculto,
luego se le faja, bien lavado, con ciertas vendas cortadas de una pieza de finísimo lino,
untándole al mismo tiempo con aquella goma de que se sirven comúnmente los egipcios en
vez de cola. Vuelven entonces los parientes por el muerto, toman su momia, y la encierran
en un nicho o caja de madera, cuya parte exterior tiene la forma y apariencia de un cuerpo
humano, y así guardada la depositan en un aposentillo, colocándola en pie y arrimada a la
pared. He aquí el modo más exquisito de embalsamar los muertos”.
Heródoto, Historia.
Momia del faraón
Tutankamon.
Orantes sumerios (h. 2750-2500 a.C.), Chicago Oriental Institute.
No todos los egipcios podían
afrontar los enormes gastos que
suponía el proceso de
momificación y enterramiento
en sarcófagos. La mayor parte de
la población se conformaba con
envolver a sus muertos en una
estera o una piel de animal y
enterrarlos en la arena; el calor y
el viento del desierto desecaban
la mayoría de los cadáveres
antes de que llegaran a
descomponerse.
Ataúdes del sacerdote Seramón (Imperio Nuevo).
Los egipcios siguieron momificando a sus cadáveres durante la dominación romana (a partir de 30 a.C.), hasta que el emperador
Teodosio prohibió esta práctica funeraria en 392 d.C. En ocasiones colocaban sobre el rostro de la momia una plancha de madera
con el retrato pintado del difunto; se han encontrado unos 900 retratos de este tipo, casi todos en el área del oasis de El Fayum.
El arqueólogo Howard Carter descubrió la Tumba de Tutankamon en 1922 y estudió meticulosamente sus ataúdes.
Egipto
“La tumba de Tutankamon, descubierta en 1922 por el arqueólogo británico Howard Carter, era una
pequeña sepultura subterránea destinada a un personaje no real que debió ser transformada para acoger
al faraón ante su prematura muerte. Carter y su equipo fueron retirando y catalogando los 5.000 objetos
que encontraron en sus cuatro pequeñas cámaras, en un lento proceso que concluyó en 1932. Todo este
material se conserva en la actualidad en el Museo Egipcio de El Cairo.
En la estancia que Carter llamó Antecámara estaba apilado mobiliario, carros desmontados, armas,
vestidos y comida. La que llamó Anexo estaba llena de objetos, preferentemente vasijas, muebles, armas,
ungüentos y comida. En la Cámara Funeraria, la única decorada con pinturas, se encontraron cuatro
capillas de madera recubiertas de oro, encajadas cada una dentro de la anterior, que cubrían a su vez un
sarcófago de cuarcita roja que contenía tres ataúdes antropomorfos, también encajados uno dentro de
otro, de madera chapada en oro, los dos más exteriores, y de oro macizo el más interior. Dentro del
último estaba la momia del joven faraón, con la cabeza y los hombros cubiertos por la célebre máscara.
En la cuarta sala, que recibió el nombre de Cámara del Tesoro, se encontraron las vísceras momificadas del
rey y objetos empleados en el rito funerario.
Los alimentos que contenía la tumba eran panes, pasteles de trigo y cebada, espalda de buey y costillas
de cordero condimentadas con especias y miel, treinta grandes jarras de vino, así como dátiles, higos,
uvas y almendras. Entre las armas había 46 arcos, desde uno infantil de 30 cm hasta otro de 1,8 m de
largo, mazas, bumeranes y cuchillos. También se encontraron seis carruajes, cuatro de ellos ceremoniales,
de madera revestida con oro e incrustaciones de cristal, y los otros dos más ligeros que debían utilizarse
para cazar. Tutankamon debió coleccionar bastones, pues aparecieron 130. Entre la ropa se hallaron más
de cien taparrabos triangulares de lino que se ataban a la cintura, y 27 pares de guantes. Trece capas de
lino envolvían la momia del rey; hasta 143 joyas y amuletos se encontraron entre los pliegues de las telas;
entre ellos, un pectoral de oro y un cuchillo de oro con la hoja de hierro. El estudio de la momia reveló
que el rey medía 1,63 metros de altura.
Tutankamon y su esposa Anjesenamón debieron tener dos hijas que nacieron muertas, pues en la tumba
del rey se encontraron dos pequeños féretros que contenían dos fetos femeninos, uno de cinco meses y
otro que debió morir al nacer.”
Wikipedia (adaptación).
Antecámara de la tumba de Tutankamon. La disposición caótica de los objetos que formaban parte del ajuar del
faraón indica que la tumba fue parcialmente saqueada (al menos en dos ocasiones) poco después del
enterramiento, y que el contenido de la tumba fue restituido precipitadamente por los funcionarios
responsables de la necrópolis. Se estima que un 60 % de las joyas que contenía fueron robadas.
Disposición de las capillas y ataúdes de la tumba de Tutankamon: cuatro capillas doradas (1-4) encerraban un
sarcófago de cuarcita (a), y este, a su vez, tres ataúdes antropomorfos (b-d); en el último de ellos, de oro macizo,
reposaba la momia del faraón, con el rostro cubierto por una lujosa máscara de oro.
Ataúdes y
máscara de la
Tumba de
Tutankamon.
Máscaras funerarias del Imperio Medio (izquierda) y de la época de dominación romana (derecha).
Los vasos canopos (también llamados canopes o canópicos) albergaban las vísceras de los
difuntos, lavadas y embalsamadas, tras su momificación: el hígado (en el vaso de Amset,
con cabeza humana), los pulmones (Hapi, con cabeza de babuino), los intestinos
(Kebehsenuf, con cabeza de halcón) y el estómago (Duamutef, con cabeza de chacal).
Las vísceras del faraón Tutankamon se encontraron en un cofre canópico de alabastro (al fondo), encerrado a su vez
en un templete de madera chapada en oro, con friso de remate con uraeus y basamento en forma de trineo, y
custodiado por cuatro efigies de Serket, la diosa-escorpión.
Cofre canópico de Tutankamon
(Museo Egipcio, El Cairo). En
cada uno de sus cuatro orificios
se encontraron cuatro pequeños
ataúdes antropomorfos de oro e
incrustaciones.
Los antiguos egipcios tuvieron también la costumbre de momificar a multitud
de animales, tales como babuinos, bueyes, buitres, carneros, cocodrilos,
escarabajos, gansos, gatos, hipopótamos, halcones, ibis, leones, lobos,
mandriles, perros, ranas, ratas, toros y un largo etcétera.
Momias egipcias de un pez, un mono, una gacela y una cría de cocodrilo.
Egipto
Antes de enterrar la momia se celebraba un ritual denominado «Apertura
de la Boca y los Ojos», en el que se tocaba la cabeza de la momia con
diversos objetos ceremoniales para restaurarle los sentidos.
A continuación, la momia era acompañada a su cámara funeraria y se
sellaba el lugar, donde ya se había dejado el ajuar: comida, bebida, ropa y
otros artículos que pudiera necesitar para mantenerse en la otra vida. Los
restos momificados se acompañaban de numerosos amuletos protectores
(como los udyats o los escarabeos) y una serie de estatuillas de servidores
(ushebtis).
Como precaución por si se destruía la momia, se añadían duplicados
pintados o esculpidos del difunto, que podían sustituir al original por arte
de magia. En el exterior de la tumba, una estela funeraria conservaba el
nombre y los títulos del difunto.
“Tu boca está en perfecto estado,
porque la separo por ti, separo tus
párpados por ti. Oh Rey, abro tu boca
por ti con la azuela de Upuaut. Separo
tu boca por ti con la azuela de hierro
que separa la boca de los dioses. ¡Oh
Horus, abre la boca de este Rey! Horus
ha abierto la boca de este Rey […] con
el hierro que proviene de Seth, con la
azuela de hierro que separa la boca de
los dioses. La boca de este Rey se abre
con ella, y él se mueve y habla […]”.
Textos de las Pirámides.
La ceremonia de la Apertura de la Boca y los Ojos en el Papiro de Hunefer
(arriba). Para el ritual se utilizaban diversos utensilios (a la derecha), como
una especie de azuela ceremonial (mesjetyu), un cuchillo de sílex u
obsidiana en forma de cola de pez (peseshkef) o de cabeza de serpiente
(uerhekau) o incluso la pata de un ternero previamente sacrificado durante
el funeral. Con ellos se tocaban los orificios de la momia (la boca, los ojos,
la nariz y los oídos), que de este modo recuperaba el uso de sus sentidos.
Los ushebtis (literalmente, “los que responden”) eran figurillas de
cerámica, piedra o madera que debían acompañar, como
sirvientes, al difunto en la Duat. En algunas tumbas se han
encontrado más de un millar de servidores de este tipo, a veces
guardados en cajas o integrados en maquetas en las que se
representan distintos oficios. Los precedentes de estas estatuillas
se encuentran en las primitivas prácticas de ejecuciones rituales:
durante la I dinastía, el faraón Zoser fue inhumado junto a su
esposa, y en las inmediaciones se hallaron cadáveres de más de
trescientos servidores. Al finalizar la II dinastía, los sacrificios
rituales fueron reemplazados por reproducciones simbólicas.
Ushebtis: portadora de ofrendas
y maqueta con representación
de una casa (Museo de El Cairo).
Maquetas con ushebtis:
campesinos y guerreros nubios
(Museo de El Cairo).
Barcas con ushebtis.
Estelas funerarias de
Uadyi (el tercer faraón
de la primera dinastía,
llamado “el rey
serpiente”; h. 3000 a.C.)
y del artesano Irunefer y
su familia (que aparecen
representados bajo
Anubis, Osiris, Amenofis
I y la madre de éste,
Ahmose-Nefertari; h.
1200 a.C.), ambas
conservadas en el
Louvre.
La estela funeraria del alto funcionario
Amenemhat (Museo Kestner,
Hannover) contiene la siguiente
inscripción: “Yo fui como un padre para
los huérfanos, como un esposo para la
viuda, un abrigo para el que tiritaba, di
pan al hambriento, vestido al desnudo,
ayudé a un hombre ante su superior sin
que él se enterara. ¡Oh vosotros los
vivos que pasáis ante este estela!,
habréis de decir: mil piezas de pan y
cerveza sobre el altar a favor del
honorable Amenemhat y para su
esposa”.
En ocasiones, la estatua funeraria y la estela se unían conformando una estatua-cubo. A la izquierda, estatua-cubo de
Senenmut, alto funcionario de la corte de Hatshepsut, con su pupila Neferura (siglo XV a.C., Museo Egipcio de Berlín);
a la derecha, estatua cubo de Heteb (siglo XIX a.C., Museo del Cairo).
El proceso de momificación
culminaba con el
enterramiento, precedido de
una multitudinaria procesión.
En las imágenes, cortejo
fúnebre y detalle de las
plañideras representadas en la
tumba de Ramose, alto
funcionario de la época de
Akenatón (h. 1352-1335 a.C.).