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Transcript
Título del libro: VAMOS A VER ROMÁNICO
Autor del texto:
Autor de las ilustraciones:
Autora de las fotografias:
Diseño y maquetación:
Jaume Moya i Plana
Jaume Moya i Plana
Mercè Matas i Cuspinera
Josep M. Boronat i Pujals
Portada:
Contraportada:
San Martín de Artaiz (Navarra)
Ménsulas de la Iglesia de San
Pedro de Etxano, comarca de
la Valdorba, Navarra (España)
Edición a cargo de :
Grupo de Acción Local Zona Media de Navarra
Rúa Romana, 5 - 31300 - Olite (Navarra)
Teléfono: 948 740 739
www.navarramedia.org
Asociación Cederna Garalur
Berriobide 40, Planta Baja, Oficina 001
31013 Ansoáin (Navarra)
Teléfono: 948 206 697
www.cederna.eu
Impresión:
Imprenta Goldaracena - Tafalla
Depósito Legal:
NA-147/2012
ISBN 13: 978-84-96847-66-8
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra mediante impresión,
fotocopia, microfilm o cualquier otro sistema, actual o futuro, sin el permiso escrito
del editor.
VAMOS A VER ROMÁNICO
Jaume Moya i Plana
Vamos a ver Románico 5
ÍNDICE DE CAPÍTULOS
- PRESENTACIÓN..................................................................................7
- PREFACIO.........................................................................................11
- PRELIMINAR. UNIDAD Y DIVERSIDAD DE LA A. ROMÁNICA............15
- I. ¿VER O MIRAR LA ARQUITECTURA?.............................................21
- II. EL ESPACIO ARQUITECTÓNICO....................................................25
- III. LA CONSTRUCCIÓN DE LOS EDIFICIOS ROMÁNICOS ( I )............29
- IV. LA CONSTRUCCIÓN DE LOS EDIFICIOS ROMÁNICOS ( II )...........35
- V. LA COMPOSICIÓN DEL EDIFICIO ROMÁNICO...............................41
- VI. LOS MEJORES EDIFICIOS ROMÁNICOS.......................................53
- VII. GRANDES ITINERARIOS CON GRANDES EDIFICIOS ROMÁNICOS. 59
- VIII. LA ARQUITECTURA MONACAL ROMÁNICA..............................67
- IX. RESUMEN I CONCLUSIONES.......................................................73
- X. LIBROS RECOMENDADOS PARA EL CONOCIMIENTO GENERAL DE LA ARQUITECTURA ROMÁNICA..................................................75
Vamos a ver Románico 7
PRESENTACIÓN
Queremos descubrirte uno de nuestros tesoros, nuestro patrimonio
románico, que se caracteriza porque apenas se ha intervenido a lo
largo del tiempo, pudiéndose disfrutar así este estilo en su estado
más puro.
A través de este libro que tienes entre tus manos te brindamos la
oportunidad de sumergirte en el románico de nuestros territorios.
Te invitamos a que, página a página, recorras cada iglesia, cada
campanario o cada portada… Aprendiendo y disfrutando de la
sencillez y belleza de estos edificios que salpican nuestro paisaje y
vertebran nuestros pueblos.
Hemos intentado crear una didáctica herramienta para ayudarte a
comprender la arquitectura románica de nuestras comarcas, donde
también te proponemos la visita de una serie de edificios y rutas en
Europa para conocer una muestra representativa del patrimonio
románico.
Para llevar a cabo esta guía se ha contado con el trabajo y
experiencia de Jaume Moya i Plana, arquitecto, conferenciante y
guía especializado en arquitectura románica, que trata de acercar
con descripciones sencillas conceptos de elementos constructivos,
espacio y dimensiones para que quien quiera acercarse a este arte
pueda comprender el conjunto que da lugar al edifico románico.
Esta edición aúna el trabajo de los Grupos de Acción Local de
Cederna-Garalur y Zona Media de Navarra, y se enmarca en el
Proyecto de Cooperación “Románico Cercano”, subvencionado por
el Departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente, en el marco
del eje 4 (LEADER) del programa de Desarrollo Rural de la Comunidad
Foral de Navarra 2007-2013.
8. Vamos a ver Románico
El patrimonio románico, nuestro orgullo, se ha convertido en el nexo
de unión de nuestras comarcas que te invitamos a recorrer.
Un cordial saludo,
Cristina Arcona Armendáriz
José Mari Aierdi Fernández de Barrena
Prefacio
Vamos a ver Románico. 11
VAMOS A VER ROMÁNICO
Ideas básicas para conocer la arquitectura románica
PREFACIO
Cuántas personas actualmente se sienten empujadas, tras muchos
años de viajar con agencias “más o menos convencionales”, con
grupos de amistades o personas con afinidades comunes, colectivos
de otro tipo, buscan dar un giro en su forma de viajar, con cierto
cansancio de tantas promesas y ofrecimientos de grandes paisajes,
lujosos centros comerciales, sofisticadas instalaciones de baños
termales, paraísos hoteleros “con encanto” u otras maravillas
anunciadas, que en muchos casos resultan ser promesas incumplidas
o fuertes desengaños y desencantos para quien viaja.
Puede ser este deseo de cambio, la ocasión para buscar otras
alternativas al hecho de viajar.
Cada persona conoce sus aficiones y gustos, y conoce aquello en
lo que prefiere invertir su tiempo de ocio. Hay para quien sea la
práctica del deporte de competición o simplemente de placer,
recorrer carreteras a toda velocidad por el simple hecho de “hacer
kilómetros”, el conocimiento de la gastronomía tan diversa de cada
país, el disfrutar de las comodidades que los hoteles de gran lujo
ofrecen a sus clientes, las travesías de montaña en todos sus niveles
de especialización, u otras muchas formas de ocupar el tiempo libre
que la moderna industria viajera ofrece.
El viaje cultural
Hay otra forma de viajar, tan antigua como la humanidad, y que es sin
el menor asomo de duda, una fuente inagotable de conocimiento y
experiencias. De forma global podemos denominarlo viaje cultural,
o sea, aquél que tiene por objeto el conocimiento directo de las
12. Vamos a ver Románico
Prefacio
muchas formas de cultura de los pueblos, principalmente por la vía
de su contemplación y proximidad en el espacio en el que se produce
el hecho cultural.
Esto comporta la posibilidad de numerosas variantes, tantas como se
puedan calificar de productos culturales de las muchas civilizaciones
que existen o han existido en nuestra tierra. Está atado a la esencia
del viaje el objetivo que nos anima a salir de casa y el camino que
realizamos para llegar a él. Esto hace que cuando queramos conocer
alguna muestra cultural, tengamos que acercarnos a ella en el
espacio y en el tiempo. Es fácil entender esta última afirmación
cuando, dentro de la variada gama de muestras culturales, estamos
pensando en un concierto musical, una obra teatral o unas danzas
tradicionales, la apreciación de las cuales no se puede hacer desde
largas distancias. Incluso, podemos pensar que para apreciar este
tipo de creación, nos hará falta también una dosis de sensibilidad
y atención al hecho cultural, de forma que con la proximidad y la
sensibilidad ya tendremos lo suficiente para su disfrute.
Pese a lo que se ha dicho hasta aquí, y siempre en función de nuestro
nivel de exigencia cualitativa, nuestra delectación y sobre todo, nuestra
fruición intelectual de aquello que contemplamos, será mucho mejor
cuanto mejor sea nuestra comprensión del hecho contemplado. Aquí
entraría seguramente la necesidad de una buena explicación previa
o simultánea, nuestra preparación personal del motivo del viaje, sea
en forma de afición, estudio o lectura informativa, o, en caso de visita
guiada, la buena capacidad pedagógica de la persona que realiza la
visita guiada.
Llegados a estas simples consideraciones básicas para todo aquello
que constituye el cuerpo de este texto, es el momento de describir
una clase de viaje cultural especializado, que es aquel que tiene por
objeto el conocimiento de las artes plásticas de las diversas culturas,
las cuales fundamentalmente serán la arquitectura, la pintura y la
escultura.
Prefacio
Vamos a ver Románico. 13
De forma más extensa, nos referiremos a la primera de estas tres artes,
es decir, a la arquitectura por dos razones principales, el hecho de su
naturaleza compleja y poliédrica, y que en muchos casos, la pintura y
la escultura se encuentran incluidas dentro del hecho arquitectónico.
Es evidente que los viajes que tienen este objeto presentan también
varias facetas, sobre todo cuando no se trata de grupos de personas
muy especializadas, sino de gente aficionada más o menos interesada
en las artes plásticas, y que dentro del programa de estos viajes se
pueden incluir tanto la visita directa a monumentos arquitectónicos
como las entradas a museos, exposiciones temporales, centros de
estudios del arte, recintos arqueológicos y otros conjuntos similares.
En especial, y como se puede deducir del título general del presente
escrito, me referiré a la visión específica de la arquitectura medieval,
en concreto a la del periodo románico, pero sin dejar de lado los
periodos inmediatamente anteriores y posteriores, como son el
carolingio, bizantino, mozárabe, visigótico y todo el conjunto del arte
gótico, tan abundante y esplendoroso.
En el capítulo que sigue a este prefacio, indicado expresamente
como capítulo preliminar, se hacen unas observaciones sobre este
periodo románico, con la sana intención de dar a quien lea este libro
unos criterios o ideas básicas que le ayuden a distinguir los edificios
románicos de aquéllos que no lo son. La intención es buena; pese
a ello, y aunque algunos autores han calificado el Románico como
el primero y único estilo artístico internacional, las diferencias entre
edificios del mismo periodo puedan ser muy grandes, en función de
varios factores como la ubicación, la geografía, su uso y otras; de aquí
el título del capítulo que sigue, y que también podríamos calificar
como de “introducción a la cuestión”.
EL AUTOR
Capítulo Preliminar
Vamos a ver Románico. 15
Capítulo preliminar.
UNIDAD Y
ROMÁNICA
DIVERSIDAD
DE
LA
ARQUITECTURA
Alguien, en algún momento del pasado siglo XIX, calificó de
arquitectura románica la que se realizó en el occidente de Europa
entre los siglos X y XIII. Seguramente este alguien pensó ponerle
este nombre porque durante estos siglos aparecieron las lenguas
“románicas”, hijas del latín vulgar, y también porque, quizás, con un
nombre común, conseguía estudiar de forma unitaria su diversidad.
Estas arquitecturas tenían, en efecto, factores que colaboraban a su
unidad estilística. Dos de ellos, seguramente los más importantes,
podrían ser la gran influencia de la Iglesia Romana, tanto en el
aspecto religioso como en el aspecto de su poder económico y el
gran reforzamiento de la Orden Benedictina, como forma de vida
monástica, y al mismo tiempo con una gran influencia en la vida
cultural y social de la época.
Recordamos la pujanza de grandes monasterios que conocemos
por haberlos visitado, tanto en Francia (Cluny), en Cataluña (Ripoll,
Cuixà), en Navarra (Leyre) y en general en todo el continente europeo.
Fijémonos que, pese a la gran fuerza de estos factores unitarios, hay
también signos de gran diversidad, tanto procedentes de diferencias
de ubicación geográfica como de escuelas constructivas locales o
regionales.
Pensemos y recordemos como la presencia o la proximidad de los
materiales básicos de construcción llega a condicionar las formas
arquitectónicas, y que los estilos de las arquitecturas preexistentes
pueden también cambiar la construcción medieval. Si la tradición
constructiva del lugar conoce bien la construcción con ladrillos
cerámicos, quizás por la presencia de artesanos árabes, se hace
“románico con ladrillos” (Sahagún, León), y si hay cerca edificaciones
16. Vamos a ver Románico
Capítulo Preliminar
romanas, se reutilizan elementos de la antigüedad clásica en los
edificios románicos, como sucede por ejemplo en la iglesia de St. Just
de Valcabrère, cerca de Comminges (Sur de Francia).
Esta falta de homogeneidad del Románico permite que hablemos
de arquitectura “lombarda” del Norte de Italia, románico “puro”
del centro de Francia, románico en “ladrillo cerámico”, de iglesias
“de peregrinación” y de arquitectura “normanda”, refiriéndonos al
conjunto del arte Románico de Europa.
Hace falta añadir aquí otro matiz que todavía contribuye más a
acentuar la diversidad del románico. Nos referiremos a la cuestión
cronológica, es decir, a la datación temporal de los edificios
románicos. Pese a lo que se ha afirmado en los puntos anteriores no
se pueden tomar las fechas como definiciones rígidas e inmutables.
Así encontramos a menudo que los edificios del último cuarto del
siglo XI que en principio clasificamos como siglo del lombardo, ya
empiezan a presentar características del Románico pleno o segundo
románico; precisamente algunas de las iglesias de las comarcas
próximas al Pirineo, nos enseñarán unos aparejos de los muros de
piedra muy bien trabajados (propios del siglo XII) y en cambio los
documentos escritos los sitúan en el último cuarto del siglo XI. Una
explicación de este hecho es que la proximidad al Rosselló, en el sur
de Francia, ha facilitado la influencia de aquellos grandes maestros y
de los grandes monasterios que en él se ubican.
Las reformas
Hay también otro factor de diversidad en la arquitectura románica
que no se puede olvidar y que puede ser una fuente de confusión,
o al menos de dudas a la hora de su catalogación. Actualmente
hay muchos edificios románicos que todavía están en uso, y que a
consecuencia de ello, han sido modificados, adaptados o ampliados
para cumplir con las reformas del culto litúrgico, en el caso de los
edificios religiosos, o bien para las diferentes tácticas o equipamientos
Capítulo Preliminar
Vamos a ver Románico. 17
militares en castillos y fortalezas. En este proceso de adaptación,
las obras no solamente han seguido los nuevos programas de
necesidades sino que también han seguido los nuevos modos de
construir, o sea, los nuevos estilos aparecidos con el transcurso
del tiempo. Es muy frecuente encontrarse en un mismo edificio
de origen románico, capillas góticas, retablos barrocos, portadas
neoclásicas u otras variantes como resultado de los procesos antes
descritos; reformas que cambian a veces muy significativamente su
configuración original.
La restauración del patrimonio
No podemos tampoco dejar de mencionar en esta introducción un
fenómeno que también ha supuesto cambios y reformas en relación
al origen del edificio, el conjunto de los trabajos de conservación o
de recuperación de edificios malogrados por el paso del tiempo o por
otras causas, y que denominamos, de forma genérica, la restauración
del patrimonio arquitectónico.
Entendemos como patrimonio arquitectónico el conjunto de objetos
construidos (genéricamente “obra arquitectónica, construcciones,...”)
que reúne unas condiciones tales que hacen que la sociedad
sienta admiración por ellos o por sus autores, experimente ante
ellos sentimientos de nostalgia o que reúnen unas calidades tales
que los convierten en símbolos de épocas pasadas, recuerdos de
acontecimientos o actividades sociales.
Este patrimonio arquitectónico, transmitido de generación en
generación, sufre a lo largo del tiempo una degradación de varios
tipos, sea en sus elementos constructivos (materiales) en sus cambios
de usos o funciones (modos y costumbres) o por la agresión de la
propia sociedad (guerras, ideologías), como se ha mencionado antes.
Es muy frecuente -y así se puede observar en nuestra sociedad- que
nos lleguen hasta nuestros días ejemplares de este patrimonio en
estado de conservación lamentable, e incluso restos ruinosos de
18. Vamos a ver Románico
Capítulo Preliminar
edificaciones abandonadas, en un estado tal que dificulta su propio
proceso de comprensión o de identificación.
Esto hace que la sociedad en general y especialmente su administración
pública se plantee la problemática cuestión de “conservar” aquel
Patrimonio calificado como monumental. Esta conservación tendrá
como finalidad evitar la pérdida del monumento mediante una
serie de procesos que en conjunto se definen como restauración.
Como cualquier actividad humana, la práctica de la restauración de
monumentos tendrá varias lecturas y metodologías pero sobre todo,
provocará reacciones diferentes y a veces contradictorias al final del
proceso restaurador.
Es bien seguro que quien se aficione a visitar edificios artísticos o a
recorrer conjuntos de interés histórico o arqueológico experimente
diferentes reacciones de aceptación o rechazo, de placer o de
disgusto al contemplar el resultado de la restauración hecha en el
monumento objeto de su contemplación. Estas reacciones estarán
condicionadas por la capacidad crítica, el nivel de conocimientos
específicos o por el grado de sensibilidad ante el proceso creativo o
la obra arquitectónica.
Pero además hay una cuestión añadida esta reacción, que muchas
veces pasa desapercibida o que es conscientemente dejada a un
lado: el método o criterios empleados por la persona que dirige el
proceso de restauración.
Es por esto que:
a) No es racional, ni lógico, presuponer que la actuación restauradora
sea el resultado de unas decisiones tomadas a toda velocidad ante el
objeto a restaurar, en función de un capricho formal y subjetivo de
quien restaura.
b) No puede pensarse que la restauración haya de adecuarse a nuestro pensamiento preconcebido y deje el edificio restaurado tal y como
Capítulo Preliminar
Vamos a ver Románico. 19
lo hemos imaginado siempre.
c) No son finalmente válidas aquellas “fórmulas universales” que tenemos a veces en nuestro subconsciente y que nos sirven para diferenciar (o discriminar) aquello bien restaurado de lo mal restaurado.
En conclusión, será más provechoso y seguramente más correcto
desde el punto de vista de aquellos que estimamos el arte y la arquitectura, hacer un esfuerzo para comprender el proceso seguido
por especialistas. Hace falta pensar que es un trabajo pluridisciplinar
(realizado en conjunto por personas expertas en distintos campos)
en el que se estudian las dimensiones del objeto, tanto históricas
como arquitectónicas y simbólicas, y que las decisiones de actuación
tienen por objetivo principal devolver a la sociedad la posibilidad de
disfrutar de los beneficios de tener bien conservado nuestro Patrimonio monumental.
Capítulo I
Vamos a ver Románico. 21
Capítulo primero.
¿VER O MIRAR LA ARQUITECTURA?
Esta alternativa es la primera cuestión que nos plantearemos quienes
viajamos que después del proceso de selección personal descrito en
la introducción y con el sencillo bagaje que en ella se ha aportado,
habremos decidido optar por el viaje cultural, y más especialmente
para conocer la arquitectura medieval. ¿Dónde podemos encontrar
arquitectura medieval que nos justifique un viaje? Para los europeos
es muy fácil. La encontraremos en nuestra “casa” (o a poca distancia)
en la Península con gran abundancia, especialmente su mitad
septentrional, Cataluña, Aragón, Navarra, Castilla- León, etc. y en
Europa, en especial en Francia, Italia y Alemania, sin despreciar otras
naciones como Inglaterra, Irlanda y los países de Europa Oriental.
¿Cómo se puede escoger el itinerario del viaje cultural arquitectónico?
De muchas maneras, pero siempre es aconsejable agrupar mediante
un vínculo común los hitos a visitar, tal como su estilo arquitectónico,
su proximidad geográfica para evitar grandes desplazamientos, la
facilidad de acceso -especialmente al interior de los edificios-, la
proximidad de oficinas de turismo bien organizadas, la posibilidad de
conseguir guías locales, y de otros temas como la logística hotelera y
de restauración.
Tomadas estas decisiones y hecho el necesario recorrido en el espacio,
nos encontraremos delante del edificio y nos tocará plantearnos la
alternativa que da título al presente capítulo, es decir, ¿queremos
verlo o mirarlo? ¿Nos interesa guardar en nuestro cerebro sólo la
sensación visual del conjunto edificado, recordando a lo mejor
su entorno próximo?, o ¿queremos conseguir algo más?, como
entender su funcionamiento, el porqué de sus formas, la textura de
sus materiales u otras cuestiones.
22. Vamos a ver Románico
Capítulo I
Acto seguido, se expondrán una serie de consideraciones cuyo
objetivo es precisamente ayudar a conseguir algo más. Pese al
carácter generalista que reúnen las líneas que siguen, la voluntad
del autor es no caer en la tentación técnica de emplear un lenguaje
muy gremial o especializado, aunque tampoco se puede evitar el uso
de términos que, de paso, facilitarán la posterior lectura de otros
textos más específicos a quien aún no tiene una especial afición a la
arquitectura.
Un edificio medieval es en primer lugar una clase más de obra
arquitectónica, es decir, un producto de aquella rama del arte,
tan incomprendida y desconocida, pero al mismo tiempo, tan
imprescindible y próxima a todos que es la arquitectura.
Una obra arquitectónica, pese a su nombre un tanto ostentoso,
puede ser algo tan sencillo como una casa de labrador o una vivienda
unifamiliar entre medianeras y también tan compleja como una
catedral gótica, Palacio de Versalles o un rascacielos de Nueva York.
Esta variedad tan grande de obras de arquitectura, a las que más
simplemente podemos calificar de edificios, nos hace un poco difícil,
de entrada, su comprensión global. Cuando vamos a visitar un edificio,
sea o no románico, más grande o más pequeño, más complejo o
más sencillo, habremos de hacer un ejercicio de comprensión o de
atención para poder entender qué es aquello que estamos viendo.
Existen diferentes métodos para analizar la arquitectura, basándose
en consideraciones estéticas, culturales, sociológicas, funcionales y
otras muchas que han variado en las diferentes épocas y culturas. No
se pretende en estas líneas continuar, ampliar o contradecir aquello
que han dicho tantas personas especialistas en arte y arquitectura.
Lo que se intenta explicar es cuáles son los elementos esenciales de
la arquitectura, o dicho de otra manera, qué aspectos del edificio son
los que debemos buscar en primer lugar para entenderlo.
Capítulo I
Vamos a ver Románico. 23
Primera idea básica
La obra arquitectónica está hecha en el espacio, situada en un
espacio determinado, rodeada por él y delimitando una parte de este
espacio.
¿Esto qué quiere decir? Pues para empezar, que un edificio tiene un
espacio interior, un espacio exterior y un entorno o espacio que lo
rodea.
Segunda idea básica
El hecho de que conviene interpretar los edificios como obras
materiales que están en el espacio no nos debe hacer creer que tienen
“sólo” tres dimensiones físicas (ancho, alto y fondo). Es muy decisivo
el tiempo (cuarta dimensión) que nos situará en la historia, en la
época de su construcción y todas las circunstancias que rodearon el
proceso de su creación.
Tercera idea básica
La experiencia de la obra de arquitectura no se limita al propio edificio
que contemplamos. Su visión se prolonga en su entorno, en la ciudad,
en las calles y plazas, en los jardines y parques, que al mismo tiempo
que rodean el edificio, son caracterizados por él y lo ennoblecen
o desfiguran. Pero pese a su importancia, no podemos decir que
todo el valor de una obra arquitectónica esté en su calidad espacial,
sino que hay toda una suma de dimensiones (económicas, sociales,
técnicas, funcionales, artísticas) que lo caracterizan, complementan
y sobrevaloran.
Estas ideas básicas, que posiblemente quienes entienden y se
especializaron en la materia encontrarán elementales y muy
simplistas, pueden ser para quien ama la arquitectura, sin ser
profesional o poseer muchos estudios en ella, unos hitos en el camino
que nos animarán a apreciar más nuestra ermita, catedral o castillo.
24. Vamos a ver Románico
Capítulo I
El esfuerzo de comprensión del monumento nos será facilitado por
la observación de sus características que en los próximos capítulos
intentaremos describir y poder así aplicar estas ideas básicas a
los edificios medievales. Nuestro objetivo será añadir a las varias
dimensiones de la obra arquitectónica, una de nueva que será la
estimación y acto seguido otra, el respeto por la obra, nacido en cada
uno de nosotros de su mejor conocimiento y comprensión.
Nos puede ayudar en este punto, averiguar la existencia de Planes,
Proyectos o listados de Catalogación del Patrimonio edificado, en
los cuales es probable encontrar unas referencias que nos serán
útiles para iniciarnos en su conocimiento. Esta consulta se puede
hacer simplemente acudiendo a las Oficinas de Turismo Locales o
Comarcales, dónde al mismo tiempo nos podrán proporcionar datos
sobre la posibilidad de hacer visitas guiadas en grupos o individuales,
folletos con planos de las calles, ubicación de los edificios y otros
datos que nos ayudarán a la localización de nuestro objetivo.
Figura 1: Ilustración del Conjunto arquitectónico de Sant Pere del Burgal,
comarca del Pallars Sobirà ( Apunte del autor)
Capítulo II
Vamos a ver Románico. 25
Capítulo segundo.
EL ESPACIO ARQUITECTÓNICO
Habiendo expuesto en el anterior capítulo de forma general y a modo
de iniciación las ideas básicas que nos pueden servir para entender
la obra arquitectónica, intentaremos acto seguido aplicarlo con un
poco de detalle a los edificios y a los conjuntos arquitectónicos,
mayoritariamente religiosos, de la época románica. No entraré en la
definición de lo que entendemos por arquitectura románica, ni en sus
orígenes históricos o en las relaciones de este periodo arquitectónico
con los anteriores estilos, en cuanto a influencias mutuas de forma,
colores o materiales. Sólo quiero dejar aquí una observación sencilla
que no conviene olvidar: recordar que el románico se extiende por
todo el occidente europeo entre los siglos X y XIII y que existe una
gran diversidad en su conjunto, tal y como hemos expuesto en la
introducción (capítulo preliminar).
Pensamos en ejemplos bien conocidos del románico de Navarra y
constatamos las grandes diferencias entre la iglesia de San Pedro de
Olite y la del Monasterio de Leyre. A pequeña escala se reproduce
la diversidad y falta de homogeneidad que presenta la arquitectura
románica en Europa. Por eso podemos hablar de una arquitectura
prerrománica, propia del siglo X, de un primer arte románico o
románico lombardo, dominante en el siglo XI, de un segundo arte
románico o románico pleno, para el conjunto de la arquitectura del
siglo XII, y de un estilo propio del siglo XIII, más tardío, que hace la
transición al gótico, pero con ejemplos bastantes significativos como
son diversos monasterios cistercienses de gran importancia.
Hecha esta observación, intentaremos explicar por qué apuntamos
como primera idea básica la importancia del espacio en la obra
arquitectónica. Para hacerlo empezaremos a observar cómo se organiza
el interior de la iglesia románica en comparación con las arquitecturas
anterior y posterior, es decir, con la prerrománica y la gótica.
26. Vamos a ver Románico
Capítulo II
EL ESPACIO INTERIOR
La influencia de los templos paganos del arte antiguo, como los egipcios,
griegos y romanos, en los que la separación entre Dios y el hombre
es prácticamente total, se deja sentir todavía en el prerrománico,
marcando una diferencia entre el espacio de congregación de los
fieles, es decir la nave, y el espacio de culto, presbiterio o ábside.
La separación entre ambos espacios se consigue mediante elementos
constructivos como los arcos presbiteral o triunfal, peldañeados y
desniveles, y se acentúa con elementos muebles como cortinajes y
canceles. Estos elementos establecen una segregación entre nave y
presbiterio, y por lo tanto entre el género humano y Dios, aunque ya
se deja ver una intención de apertura que va convirtiendo el templo
en casa de plegaria común, y no en la casa privada y secreta de la
divinidad. El arquitecto románico da un paso adelante y manifiesta
una clara voluntad de integrar los diversos espacios, hecho que
conduce a la supresión de las barreras simbólicas entre Dios y la
humanidad. Por esto, utiliza y perfecciona la solución del ábside de
planta semicircular, detrás del presbiterio, cubierto con una bóveda
de cuarto de esfera, la cual recoge la cubierta de altura intermedia
comprendida entre la nave y el propio ábside, en algunos casos de
dimensión muy pequeña y que corresponde al presbiterio. Para
acentuar estos cambios de altura interior aparece a menudo un
arco que señala la “boca” del presbiterio, y denominado por algunos
autores arco triunfal, o simplemente, arco presbiteral. Con estos
simples artificios constructivos, los cambios de altura interior y el
arco triunfal, consiguen diferenciar, sin ocultar lo que podríamos
llamar el espacio de Dios dónde se ubica el altar y sólo accesible a los
presbíteros o ministros, del espacio de los fieles que es en general, la
nave o naves de la iglesia.
Muy a menudo, encontramos también como elemento que aún
señala más claramente esta diferencia, unos escalones que en
Capítulo II
Vamos a ver Románico. 27
sentido de subida, destacan los niveles de los pavimentos de ambos
espacios, y facilitan además el control visual y auditivo de los
presbíteros sobre el pueblo. Esta solución manifiesta una voluntad de
integración total, buscando una unidad global del espacio interior y
se va perfeccionando hasta las grandes cabeceras con varios ábsides
de aquellas grandes iglesias de peregrinaje del centro de Francia, en
las cuales las naves laterales continúan por los brazos del transepto
y el deambulatorio o girola, permitiendo así a los fieles recorrer todo
el templo, siguiendo un camino señalado por la propia arquitectura
y sin interferir en los actos de culto que se pueden estar celebrando
en el presbiterio. Queda claro que el grado de complejidad de estas
grandes iglesias es muy superior al de los pequeños templos rurales, y
por esto, se encuentra más frecuentemente en grandes monasterios
o en núcleos urbanos sitos en los grandes Caminos de peregrinación,
especialmente en el de Santiago.
Conviene también recordar cómo el artista románico utiliza otros
recursos siempre buscando aumentar y destacar esta forma de
concebir la nave como un espacio dirigido hacia el ábside, y atraer
la atención de los fieles hacia el que antes denominábamos “el
espacio de Dios”, dónde se concentra el culto divino. Esto lo consigue
reforzando la decoración mural, sea pictórica o escultórica, de los
muros de la nave con unos motivos o escenas figurativas que se van
disponiendo encima de ellos sucesivamente, hasta concluir en la
figura central del ábside, que tanto si se trata del Pantocrátor como
de la Virgen María, está representada en una escala más grande que
el resto de imágenes. Para acabar de redondear este efecto de foco
de atención, esta figura principal está siempre ubicada en el espacio
interior del cuarto de esfera que cubre el ábside románico en la
mayoría de los casos, recogiendo seguramente la tradición de los
mosaicos bizantinos, con colores vivos y actitudes mayestáticas.
El arquitecto románico utiliza también con finalidades similares el
recurso constructivo de prolongar la decoración del interior de los
ábsides, hecha a base de nichos, arcos, cornisas y lesenas, por los
28. Vamos a ver Románico
Capítulo III
muros del presbiterio e incluso algunas veces, por los paramentos
verticales de los muros de las naves. Así, utilizando los recursos
descritos, sean pictóricos, escultóricos o constructivos, se consigue
establecer una dirección en el espacio interior principal, que coincide
con el eje longitudinal del templo. Los fieles que participan de forma
bastante pasiva en los actos del culto, reciben una serie de influencias
o condicionantes, que los hacen dirigir su atención al acto principal
ubicado en el presbiterio, y al mismo tiempo, ser aleccionados con
las imágenes con temas bíblicos, especialmente evangélicos, o de
escenas de vidas de los Santos principales. No olvidamos que en los
siglos altomedievales el porcentaje de analfabetismo era altísimo,
y el recurso de la imagen era fundamental para la catequesis del
pueblo fiel.
Todo este proceso de reducción de barreras entre los fieles y la
divinidad llega a su plenitud en el periodo gótico. La perfección de
la técnica constructiva permite adelgazar y aligerar los elementos
estructurales, pilares, columnas y muros, en especial estos últimos,
hasta hacerlos casi transparentes y llegar a una unidad de los espacios
interiores y exteriores. Los grandes vitrales, las altas bóvedas, las
estilizadas columnas permiten la entrada de la luz exterior y así
conseguir un espacio “único” y de grandes proporciones que deja a
quien lo contempla en un estado de ánimo inquieto y desasosegado
por la grandeza e inmensidad de la obra que le rodea. Las grandes
dimensiones, y en especial, la gran altura interior, acentúan la
desproporción entre el templo y la persona, haciéndolo sentirse
como un ser pequeño y miserable ante el Dios al cual está dedicado
el templo gótico.
Capítulo III
Vamos a ver Románico. 29
Capítulo tercero.
LA CONSTRUCCIÓN DE LOS EDIFICIOS ROMÁNICOS ( I )
El espacio interior que caracteriza la arquitectura románica es,
pese a su aparente simplicidad, un conjunto de elementos bastante
complejos. Las proporciones de anchura y altura de las naves, la
iluminación natural, los desniveles existentes, e incluso el relieve
interior de los muros, conforman una atmósfera propia que nos
manifiesta de forma innegable que nos encontramos dentro de un
edificio románico.
En esta sensación personal que recibimos cuando contemplamos
estos espacios, representa un importante papel aquello que
podríamos llamar los elementos constructivos empleados en la
construcción del edificio. Al iniciar la contemplación podemos
adivinar formas geométricas simples, como rectángulos, cuadrados,
círculos o semicírculos, los cuales debidamente combinados entre sí,
configuran los muros, las cubiertas, los ábsides o las columnas. Pero
si nos fijamos algo más, y tratamos de ver cómo están hechos estos
elementos constructivos, nos daremos cuenta de que se componen
de pequeñas partes que son lo que denominamos materiales de
construcción.
¿Qué son estos materiales? Todos pensaremos inmediatamente en
la piedra, la cual unida con argamasa formará los muros, los pilares
y las columnas. Pero hay otros como la cal que mezclada con arena,
grava y agua permitía hacer morteros y hormigones; la madera, con
misión estructural formando vigas, jácenas y cerchas, o con función
auxiliar, para hacer ventanas, puertas o andamios; la tapia, masa de
tierra y paja, que se utilizaba en viviendas y construcciones sencillas;
el yeso, que permitía enlucir las paredes, y servía de aglomerante en
algunos casos, para hacer imágenes, capiteles y estucos en relieve,
aunque fue poco aplicado en el románico catalán; el hierro y el acero,
imprescindibles para hacer buenas herramientas de corte, toda clase
Capítulo III
30. Vamos a ver Románico
de llaves, rejas, barandillas, y la tecnología de los cuales representaba
una gran mejora en las nuevas construcciones; la cerámica, secada al
sol o cocida en los hornos de leña o carbón, para las tejas, ladrillos y
otras piezas de uso casero y diario.
No es suficiente pensar en los materiales de construcción. Hace
falta también tener presente lo que se llama el aparejo, que es la
forma en que las diversas piezas se disponen en los paramentos de
los muros, en los arcos y en las otras partes del edificio. No es igual
el aparejo del primer románico, el del siglo XI, hecho con carácter
rústico simplemente desbastando las piedras de dimensiones
reducidas haciendo aquello que denominamos sillarejos, que el
del segundo periodo, con sus paramentos perfectamente lisos y
un aparejo bastante trabajado, con piezas (sillares) de mayores
dimensiones en las que se adivina la mano de un oficial especializado:
el picapedrero o cantero, y la mejor calidad de sus herramientas de
corte. No podemos olvidar tampoco los muros hechos con piedras
totalmente irregulares tanto en forma como en medidas, construidos
con la misma técnica que los muros de “tierra”, es decir, con unos
encofrados o moldes que se llenaban en sucesivos tajos, mezclando
una pasta aglomerante a base de tierra arcillosa, arena y cal o aquello
a lo que genéricamente, designamos como argamasa.
Aparejo emplecton
Aparejo pseudo-isódomo
Aparejo isódomo
Aparejo en espiga
Aparejo romano
Aparejo reticular
Figura 2: Algunos tipos de aparejo
Capítulo III
Vamos a ver Románico. 31
Misión de la estructura
Tampoco acabamos la descripción del proceso constructivo si sólo
nos fijamos en los materiales y los aparejos, hace falta conseguir que
ambos sean estables, es decir, que se aguanten a sí mismos y resistan
las cargas exteriores e interiores; ésta es la misión de la estructura del
edificio. El románico puede caracterizarse por ser una arquitectura
de muros de carga, (aquello que llamamos habitualmente “paredes
maestras”), que unidos entre sí, constituyen unas cajas bastantes
rígidas que soportan las cubiertas y en general todo el peso del
edificio.
Debido a esta característica los muros tienen gruesos muy
importantes y escasas aberturas para no debilitarlos, por lo que
dejan entrar poca luz exterior. Cuando hace falta hacer una abertura,
sea puerta o ventana, el muro pierde su continuidad y por esto se
dispone encima de ella un arco, que forma una pequeña bóveda con
el mismo grueso que el muro y que descarga los pesos superiores
a ambos lados de la abertura. Estos arcos que pueden ser también
de varios gruesos, son siempre de medio punto, es decir una media
circunferencia, evolucionando en el siglo XII a una forma apuntada.
En casos muy sencillos y primitivos encontramos el dintel en lugar del
arco, que no es más que una pieza de piedra de mayores dimensiones
que los sillares de la pared, que igual que el arco, descarga los pesos
superiores a ambos lados de la abertura, con una función parecida a
la de las vigas.
Cuando los edificios tienen más de una sola nave, los muros de
carga interiores son sustituidos por unos arcos y unos pilares o unas
columnas, que hacen la misma función resistente que aquellos, pero
permiten la comunicación entre las diferentes naves, tanto visual
como auditiva y espacial.
32. Vamos a ver Románico
Capítulo III
Esta sustitución de muros por arcos y pilares, aparentemente tan
sencilla, comporta todo un abanico de soluciones constructivas que
dan una gran variedad de tipologías y espacios interiores. Sólo hace
falta pensar en que los pilares que apoyan los arcos pueden estar
más o menos separados, ser redondos o cilíndricos (columnas), de
planta cuadrada (pilastras), de diferentes alturas, etc.
Los empujes inclinados
Hemos visto hasta aquí de qué están hechos los edificios románicos,
cómo están hechos, y hemos explicado “de paso” la misión de su
estructura. A nadie se le escapa, simplemente mirando el grueso
de los muros, que estos deben pesar mucho, y es probable, que
pensemos que por esto son tan gruesos.
Figura 3: Los empujes inclinados (dibujo del autor)
Capítulo III
Vamos a ver Románico. 33
También puede ser que alguien llegue a pensar que han durado
tantos siglos porque estas dimensiones tan grandes le aumentan su
durabilidad. Todo esto es verdad, pero hay algo más en la estabilidad
de estos edificios que ha influido decididamente en su forma y en
sus dimensiones. Si nos fijamos en la forma que tienen los arcos y las
bóvedas, generalmente de medio punto, nos daremos cuenta de que
encima de ellos, hay cargados muchos elementos tales como muros,
techos, pavimentos, azoteas y tejados, y que todos ellos también
deben pesar muchas toneladas. Todos estos pesos, por aquello de la
fuerza de la gravedad, son fuerzas que siguen la vertical en dirección
hacia la tierra. Pese a esto, los arcos y las bóvedas, no son elementos
verticales, sino superficies curvas de gruesos pequeños y formados
con piezas pequeñas pero bien dispuestas unas junto a las otras
siguiendo su curvatura.
Este es su secreto. Pese a estar hechos con muchas piezas pequeñas
tienen la capacidad de transmitir los pesos que sostienen hacia los
elementos verticales en los que se apoyan, pero en forma de empujes
inclinados que tienen más o menos la dirección de la cara interior
de los arcos o bóvedas. Por esto, los muros son gruesos; tienen que
resistir el empuje inclinado y transportarlo lo más verticalmente
posible hacia la parte baja o al cimiento, si lo hay, y todo esto, lo
deben hacer sin volcar. El ingenio y la habilidad en la construcción
medieval han desarrollado mecanismos y disposiciones para que
los muros no pierdan la verticalidad, bajo la acción de los empujes
inclinados.
Capítulo IV
Vamos a ver Románico. 35
Capítulo cuarto.
LA CONSTRUCCIÓN DE LOS EDIFICIOS ROMÁNICOS (II)
En el anterior capítulo recordábamos como el espacio interior
de la arquitectura románica es muy complejo, pese a su aparente
simplicidad. Explicábamos la complejidad con la descripción de los
materiales de construcción empleados, el aparejo y la estructura del
edificio. Habiendo mencionado los muros, las columnas, los pilares
y los arcos, hemos de entrar ahora en la parte que más se destaca,
sobre todo en el espacio interior, que es la cubierta o lo que de forma
más común denominamos “el techo”.
En el Románico han dos tipos fundamentales de techos que son los
que se resuelven con estructura de madera y los que lo hacen con
bóveda de piedra.
Techos de madera son aquellos que conocemos todavía en la
construcción rural y en muchos edificios urbanos construidos hasta
inicios del siglo XX, hechos a base de envigados leñosos (troncos de
árbol) apoyados en los muros, de pared a pared, y encima de los
cuales se forman las pendientes de los tejados o los pavimentos de
las dependencias habitadas. Hay formas de estructura de madera
para cubiertas más complejas como son las cerchas, las cuales al
mismo tiempo soportan los envigados y forman las pendientes de la
cubierta.
Este tipo de estructura tiene ventajas importantes, sobre todo en
la forma en que los pesos de la cubierta se trasladan a los muros.
Estos pesos o cargas actúan de forma totalmente vertical, lo que hace
que sean absorbidos sin dificultades por los muros, más sensibles a
los empujes inclinados (ver capítulo anterior). Su sensación espacial
es muy visible, pues marca una dirección clara, perpendicular a
los muros y que divide la nave del edificio en tantos tramos como
espacios entre cerchas haya.
36. Vamos a ver Románico
Capítulo IV
La cubierta de cerchas se utilizó mucho en la arquitectura románica
del siglo XI y también en el siglo XII en las zonas donde la madera
era muy abundante (recordamos las iglesias del Valle de Boí en la
zona pirenaica). Evidentemente también este tipo de cubierta tenía
desventajas como dificultades de conservación propias de la madera
(pudrición, carcomas, etc.) y su combustibilidad o facilidad de ser
destruida por incendios, tan frecuentes en la época medieval, fueran
debidos a siniestros involuntarios o bien a los constantes conflictos
bélicos entre los señores feudales y otros poderes del momento.
Figura 4: Elementos de una cercha de madera (dibujo del autor)
La forma más característica de cubrir un espacio en el Románico es
sobre todo la bóveda de piedra. Por encima de la cimbra se formaban
las pendientes de la cubierta con diferentes materiales de relleno y
sobre éstos el material de cobertura propiamente dicho, como tejas
cerámicas, losas de piedra u otras.
Dada la importancia de esta forma de cubrir los espacios nos
entretendremos un poco para tratar de comprender qué es, cómo se
hace y cómo se comporta la bóveda.
Por su claridad transcribo a continuación la definición que aparece
en el Diccionario del Arte y de los Oficios de la Construcción, del que
es autor el Sr. Miquel Fullana, y que se cita en la bibliografía al final:
Capítulo IV
Vamos a ver Románico. 37
Bóveda.- “Obra de fábrica, de forma de arcada, que sirve
para cubrir un espacio comprendido entre paredes o pilares para
formar un techo o una cubierta, para sostener una escalera, etc.
Puede revestir multitud de formas, todas derivadas de una de las dos
fundamentales: la cilíndrica o la esférica.”
Para construir una bóveda, una vez levantados los muros, paredes o
pilares que la debían soportar, se disponía sobre ellos un encofrado
o cimbra de madera que hacía de contramolde de la forma interior y
sobre él, las losas de piedra de poco grueso y la argamasa que llenaba
los vacíos entre las piedras, ataba la bóveda y formaba al mismo tiempo
la cara superior de la misma. Claro que cuanto mejor sea la técnica
y la calidad de la mano de obra, mejor será el resultado obtenido;
podrán resultar desde bóvedas rústicas en las que prácticamente no
se ve la piedra, sino la argamasa con las señales del encofrado, o,
aquellas bien adoveladas y trabadas del siglo XII con varias formas y
proporciones. Las formas principales de las bóvedas románicas son
las de cuarto de esfera, utilizadas para cubrir los ábsides, las de cañón
seguido de sección semicircular en la cubierta de las naves principales
y de cañón de cuarto de círculo en las naves laterales.
Figura 5: Bóveda de cañón
(dibujo del autor)
Capítulo IV
38. Vamos a ver Románico
Existen otras muchas formas empleadas como las bóvedas por arista,
anulares, a sardinel, apuntadas, etc. pero su estudio detallado sería
muy extenso y objeto de un trabajo más adecuado para especialistas.
Mencionaremos tan sólo que los tipos más frecuentes en el románico
son la bóveda de cañón seguida de sección semicircular, la de cuarto
de círculo o de medio cañón, que es como la mitad de la anterior
y muy empleada en las naves laterales, la semiesférica, visible en
las cúpulas, la de horno o cuarto de esfera que cubre casi todos los
ábsides, y la bóveda por arista, muy frecuente en los cruces de las
naves o en las coberturas de las naves laterales.
Figura 5.1:
Bóveda de cañón de cuarto de círculo
Figura 5.2:
Bóveda por arista
Capítulo IV
Vamos a ver Románico. 39
PROBLEMAS ADICIONALES
(que también resolvió la arquitectura medieval)
Poniendo una bóveda al lado de otra y en paralelo, se equilibran los
empujes inclinados de signos contrarios, tanto si ponemos una nave
lateral a cada lado de la principal (bóvedas de cañón) cómo si se pone
un tramo adosado al otro en el caso de las bóvedas por arista.
Pero, ¿qué pasa en los extremos de las naves? ¿Cómo se aguantan
aquellos tramos que cierran la nave principal, tanto por la fachada
principal como por la fachada contraria o cabecera?
También quienes construían estos edificios encuentran una ingeniosa
Figura 6: Sección longitudinal lglesia
(dibujo del autor)
40. Vamos a ver Románico
Capítulo IV
solución, muy buena, en especial por el fondo de la nave, detrás del
altar mayor o presbiterio. Se acaba el espacio limitándolo con otra
bóveda, que también es la media cúpula del ábside. En el románico
se prueba todo, haciendo cosas cómo:
1) Aumentar mucho el grueso de los muros.
2) Adosar contrafuertes a las fachadas laterales.
3) Hacer porches muy importantes.
4) Disponer unas grandes torres (campanarios, agujas, etc.).
5) Poner unos ábsides como los del fondo, con doble cabecera.
(Ejemplo:Sant Pere del Burgal, en la Alta Ribagorza, Lleida)
Figura 7: Cabecera de Santa Maria de Obarra
(dibujo del autor)
Capítulo V
Vamos a ver Románico 41
Capítulo quinto.
COMPOSICIÓN DEL EDIFICIO ROMÁNICO
En los capítulos anteriores ya se han descrito a grandes rasgos las
partes del edificio románico, haciendo referencia a sus elementos
constructivos básicos, muros, cubiertas, bóvedas y otros, así como de
los materiales de construcción que se empleaban para su ejecución
material, y se ha hablado brevemente de la piedra, la madera, el
hierro, como componentes elementales de aquellas partes descritas.
No es suficiente para describir estos edificios lo que se ha expuesto.
Hace falta también explicar qué forma se da a los elementos
mencionados, y con todo esto, obtener el diferente aspecto,
proporción y volumetría del conjunto. Para esto, describiremos
someramente los siguientes componentes:
a) Las plantas
b) Los campanarios
c) Las portadas
d) Los elementos “singulares”
a) La planta
Denominamos planta de un edificio a la proyección horizontal de su
perímetro y de sus interiores, pilares, puertas, ventanas, escalones,
divisiones, etc. Es una forma gráfica de reflejar encima de un plano
a nivel (horizontal) su organización interior, muy a menudo con
las proporciones geométricas reales y con indicación a la escala
empleada al dibujarla.
La planta nos permite entender inicialmente las dimensiones
superficiales, los sentidos de circulación por su interior, la ubicación
de los accesos, y por lo tanto nos ayudará a captar su espacio interior,
del cual hablábamos en anteriores capítulos. Podríamos distinguir
42. Vamos a ver Románico
Capítulo V
dos grandes tipos de edificios románicos, los de planta de directriz
longitudinal y los de planta central.
El primer tipo (directriz longitudinal) es el más frecuente. Dentro de
este tipo el más sencillo es el de una única nave rectangular rematada
por un ábside, casi siempre orientado hacia el este, es decir, hacia
dónde sale el sol. Este ábside, tiene planta semicircular y en el caso
más común, tiene una sola abertura en funciones de ventana, ubicada
en el eje del mismo, y que permite la entrada de la primera luz del sol
naciente, iluminando el altar dónde se celebra el culto.
Cuando aumenta el número de naves de una a tres, tenemos una
planta muy empleada que es la planta basilical, ya utilizada en las
grandes iglesias paleocristianas, siguiendo un modelo de edificio civil
del imperio romano utilizado para la administración de la justicia.
Consta de tres naves paralelas rematadas cada una de ellas por un
ábside; generalmente la nave central es más ancha que las laterales y
por lo tanto, el ábside central también tiene dimensiones superiores
a los laterales. Debido a esto, se habla del ábside, refiriéndonos
al central, y de los absidiolos, cuando nos referimos a los ábsides
laterales.
Figura 8:Planta de nave única
Figura 9:Planta basilical
Capítulo V
Vamos a ver Románico 43
Con más frecuencia aparecen plantas de tres o más naves, siempre
en número impar y posición longitudinal, rematadas por una nave
transversal, perpendicular a las anteriores, denominada transepto, y
a la que se abren los ábsides en número de tres, cinco o hasta siete
ábsides (caso excepcional del monasterio de Ripio en la provincia de
Girona).
Otras variantes de planta de directriz longitudinal, menos utilizadas,
son la de nave única rematada por un ábside sobre el mismo eje, pero
que presenta también dos absidiolos a ambos lados del presbiterio,
en forma de trébol, a la que algunos autores denominan planta
trebolada o trilobulada.
Si se combina la nave única con la presencia del transepto, la planta
adopta una forma de cruz latina con los brazos de la cruz más o menos
acusados; esta forma, con el añadido de los ábsides abriéndose
directamente al transepto, permite dar importancia a la cabecera o
conjunto de los ábsides, pese a la simplicidad de la planta (un buen
ejemplo de este tipo es la de Sant Jaume de Frontanyà, en la comarca
barcelonesa del Berguedá).
Figura 10: Tres naves con transepto
Figura 11: Planta trebolada
44. Vamos a ver Románico
Capítulo V
Los edificios románicos con carácter religioso de planta central son
muy escasos en general. Su construcción es aparentemente sencilla
aunque la forma de su cubierta, una cúpula encima de la nave única,
acentúa mucho la verticalidad y centralidad del espacio en contraposición a las de nave longitudinal, en las que predomina la direccionalidad hacia al espacio del presbiterio. A pesar de su escasez, hay dos
ejemplos importantes en Navarra, que son las iglesias de Sta. María
de Eunate en Muruzábal y la del Santo Sepulcro de Torres del Río.
Figura 12: Planta de cruz latina
Figura 13: Planta central
b) Los campanarios
Constituyen un elemento muy característico de la arquitectura
románica. Simplificando mucho, podemos distinguir dos tipos
principales de campanarios, los de torre y los de pared.
El campanario de torre es esencialmente un prisma de base cuadrada
y de altura variable pero que destaca de la cubierta de la iglesia
poniendo una especie de contrapunto vertical a la horizontalidad
de las naves. Pueden tener hasta siete pisos con aperturas de
dimensiones diferentes y que, en general, aumentan al ir subiendo.
Capítulo V
Vamos a ver Románico 45
Es decir, son más grandes o numerosas las aberturas en los pisos altos
que en los bajos. Estos campanarios se pueden construir aislados,
junto a una de las fachadas laterales de la iglesia, como son la mayoría
de los hechos en el siglo XI, o bien construidos sobre los cimborrios
de planta octogonal que ocupan en planta el espacio de intersección
de la nave principal y el transepto.
Figura 14: Esquemas de campanarios de torre (dibujo del autor)
Los campanarios de pared, mejor denominados de espadaña,
consisten simplemente en prolongar la parte alta de una pared
o muro por encima de las cubiertas. Frecuentemente se disponen
encima de la fachada de poniente, y se perforan con dos o tres
aberturas sencillas, donde se disponen las campanas.
Figura 15: Esquemas de campanarios de paret (dibujo del autor)
46. Vamos a ver Románico
Capítulo V
c) Las portadas
Todo edificio se construye esencialmente para el uso o satisfacción
de quienes van a utilizarlo.
Por esto hace falta disponer siempre una puerta de acceso, como
mínimo, que en las iglesias románicas se sitúa en la fachada Sur, la de
mediodía, como norma general; a veces se encuentra en la fachada
Oeste, la de poniente, y muy raramente, en la del Norte, por razones
casi exclusivamente topográficas, salvo excepciones como la portada
de San Pedro ad vincula de Etxano, o la Asunción en Olleta (Navarra).
Cuando el edificio no es una simple ermita o una parroquia rural,
sino que está integrada dentro el conjunto de un monasterio regular
o canónico, entonces el número de puertas es de tres: una para el
acceso de los fieles, otra que se abre al claustro para el acceso de los
monjes y una tercera, de acceso al cementerio, para trasladar allí a
los difuntos tras la ceremonia funeraria.
La variedad de formas y medidas es muy amplía. En el primer periodo,
el denominado lombardo (siglo XI), se trata de puertas sencillas,
rematadas con un arco de medio punto o con dintel rectangular y
a veces con un arco de descarga y un tímpano, espacio semicircular
sito entre el arco y el dintel, decorado o liso.
En el siglo siguiente, la decoración escultórica de los templos se
enriquece tanto en el interior como en el exterior. Uno de los
puntos en el que la escultura se expansiona es precisamente en las
puertas, que se agrandan, transformándose en portadas. El arco
de medio punto que las remata superiormente se multiplica en
una serie de arcos concéntricos, dispuestos en degradación, con
ornamentación en las arquivoltas, y que descansan en columnas con
sus correspondientes capiteles y bases. Su complejidad llega a grados
muy altos de trabajo escultórico, con temas diversos, que han sido
objeto de estudio, tanto de su calidad escultórica como de su variado
Capítulo V
Vamos a ver Románico 47
simbolismo. Son especialmente destacadas las puertas del periodo
final, entre los siglos XII y XIII, que se localizan en comarcas orientales
de Cataluña, conquistadas y repobladas a los musulmanes, conocidas
como la Escuela de Lleida. Recordamos las de la Seu Vella de Lleida o
la espectacular portada Sur de la iglesia de Agramunt, en la comarca
leridana del Urgell. En Navarra son destacables la portada de San
Pedro de Etxano, y la de Santa María la Real de Sangüesa.
Figura 16: Ejemplo de portada (dibujo del autor)
d) Los elementos singulares
La visión de los edificios románicos, tan aconsejada en estas páginas,
da unos conceptos generales de su naturaleza y estructura que puede
parecer muy completa y satisfactoria. Pensamos en los ábsides, en
las bóvedas de cañón, en las plantas basilicales, los campanarios
lombardos, las arcuaciones ciegas, como elementos característicos
de los templos románicos. Todo esto es cierto, pero no totalmente,
porque hay otras estructuras que se salen de las tipologías genéricas
y que aumentan la complejidad de esta visión global. Especialmente,
por no complicar demasiado el contenido de este sencillo manual,
solo mencionaremos estas tres:
1.- Los espacios subterráneos.
2.- Los espacios altos.
3.- Los espacios de acceso.
48. Vamos a ver Románico
Capítulo V
1.-LOS ESPACIOS SUBTERRÁNEOS
Desde la antigüedad más remota el descenso a la tierra, a los espacios
más profundos, al sótano en el sentido más literal de “bajo tierra”,
ha tenido una relación espiritual con el regreso a la madre tierra y
a actos de introspección interior, como ayuda al recogimiento, al
silencio y a la reflexión.
Desde el punto de vista cristiano la cripta medieval, nombre
generalmente aplicado a los espacios situados debajo del nivel del
templo principal, enlaza con el regreso a la pureza y a la simplicidad
de la fe, en contraste con el esplendor de los espacios altos, más
iluminados y decorados, que nos pueden distraer de lo más esencial.
Este espacio, sótano o semisótano, aislado de la iglesia o comunicado
con ella, sea por escaleras o solo visualmente, puede tener varias
interpretaciones, en relación a su uso o significado.
Así, algunas teorías le atribuyen una finalidad litúrgica como simples
oratorios o capillas, otras lo consideran una necesidad estructural
provocada por la topografía del terreno sobre el que se asienta el
templo, otras le asignan una misión funeraria para el entierro de
personas ilustres o carismáticas, y todavía hay quien lo estudia como
lugar específico para el culto litúrgico en torno a mártires, santidades
o a sus reliquias.
Este culto a las reliquias tuvo un gran crecimiento y devoción popular
en el periodo románico, puesto que los fieles atribuían una fuerza
sagrada a los restos de las personas santificadas, que se debía
manifestar especialmente en el lugar donde éstas se encontraban,
y se creía capaz de proporcionar beneficios espirituales y materiales,
como la curación de diversas enfermedades. Solo hace falta pensar
en la gran transformación del mundo occidental originada por el
culto a las reliquias de los Apóstoles Pedro y Santiago, y las rutas
de peregrinación a Roma y a Santiago de Compostela. Importantes
ejemplos de criptas en Navarra son las de las iglesias de San Martín
Capítulo V
Vamos a ver Románico 49
de Tours de Orisoain y San Martín de Unx, la de la iglesia del Salvador
en Gallipienzo y la del Monasterio de Leyre.
Figura 17: La Cripta de Cardona (dibujo del autor)
2.- LOS ESPACIOS ALTOS
Así como las criptas se situaban en un nivel inferior al de las naves
de la iglesia, también aparecen unos espacios de culto situados a un
nivel superior. Ya en el tiempo alto-medieval, anterior al románico,
como el periodo carolingio, se inicia esta tradición. Las grandes
construcciones religiosas, tanto las catedrales, como los conjuntos
monásticos, presentan un cuerpo de edificación sito en la fachada de
poniente, que engloba la gran puerta de acceso y las características
torres laterales, al nivel de la planta baja, con un espacio alto situado
de forma inmediatamente superior y con carácter de tribuna,
generalmente de planta cuadrada y abierto a la nave central del
templo. Se le ha denominado genéricamente “cuerpo occidental”
(westwerk) de las catedrales imperiales y de las grandes iglesias
carolingias y otónicas.
50. Vamos a ver Románico
Capítulo V
Ya dentro del románico se recoge esta tradición constructiva, situando
en las fachadas occidentales unos complejos arquitectónicos de
acceso reservado a los laicos, generalmente familias de la nobleza, que
poseían una situación superior a la nave del pueblo y en el extremo
opuesto al espacio del culto reservado a Dios y a sus ministros, que es
el presbiterio y el altar. Un buen ejemplo es la tribuna de la Colegiata
de Cardona, en el Bages, abierta a la nave principal y situada encima
del pórtico de acceso principal.
Figura 18:
Cuerpo occidental o “westwerk” de Corvey
Figura 19: Tribuna de
Sant Vicenç de Cardona
Este espacio alto adquiere también otras funciones, aprovechando
precisamente su situación elevada y por lo tanto, la dificultad de
acceder y la posibilidad de controlarlo, como la de espacio de guarda
de los objetos preciosos de uso litúrgico o simplemente, de los tesoros
y donaciones de los fieles. En algunos casos todavía más singulares,
se ubican capillas para el culto especializado al Santo Sepulcro o a
San Miguel, casi siempre encima de los accesos por el Poniente, y
que también encontramos en algunas torres campanario, por las
mismas razones de su dificultad de acceso.
Capítulo V
Vamos a ver Románico 51
3.- LOS ESPACIOS DE ACCESO
Ya se ha comentado antes que la puerta de acceso al interior de las
iglesias estaba normalmente en la fachada sur o en la de poniente, y
que se podía destacar con más o menos ornamentación escultórica.
De forma excepcional, la puerta de la iglesia estaba protegida
de los elementos atmosféricos; sea mediante un porche que era
simplemente una cubierta inclinada, apoyada en la fachada del
templo; o por una galería porticada con diversos vanos, cubierta
con bóvedas de piedra y soportada mediante arcos y columnas con
capiteles decorados.
Se definía así un espacio de transición entre “el dentro y el fuera”, con
diversos usos que se describirán más tarde. Un interesante ejemplo
es el de Nuestra Señora de la Purificación de Gazólaz en Navarra.
Pese a esta excepcionalidad, la construcción de un espacio abierto
lateralmente, pero cubierto superiormente, es más frecuente en el
Románico del siglo XII, y en especial, en las iglesias castellanas. Hay
un interesantísimo estudio hecho por el Sr. I. Bango Torviso, publicado
en el año 1975, que no me resisto a mencionar, puesto que su título
es precisamente “Atrio y pórtico en el románico español”, y que en su
texto sugiere para el pórtico románico las siguientes funciones:
1) Funeraria, como espacio de enterramiento de personajes de
categoría alta.
2) Asamblearia, como espacio de celebración de reuniones laicas,
consejos municipales y administración de justicia.
3) Litúrgica, para celebrar actos religiosos como la penitencia pública
o exorcismos, ante la puerta de la iglesia.
4) Lugar de recreo, para mantener conversaciones y opiniones, antes
o después de los oficios, pero no para “bailar o cantar canciones
deshonestas” (sic).
52. Vamos a ver Románico
Capítulo V
Estos pórticos románicos eran totalmente abiertos , pese a que a
partir del siglo XV (según B. Torviso) se empezarán a cerrar para ser
utilizados como capillas, almacenes, o como una nave más del templo
al que se adosaban.
Figura 20: Galeria porticada castellana (Soria)
Capítulo VI
Vamos a ver Románico. 53
Capítulo sexto.
LOS MEJORES EDIFICIOS ROMÁNICOS
Es evidente que en esta vida “todo es relativo”, al menos así lo
creemos la mayoría. Incluso hubo un sabio, muy sabio, que elaboró
una teoría de la relatividad...
Estas frases preliminares quieren solo pedir la comprensión de quien
las lean, ante la aparente prepotencia del autor de estas líneas al
hacer una relación de la categoría de los edificios románicos. En
realidad solo se pretende que la relación que sigue sea una selección,
hecha con muy buena intención entre la gran cantidad de edificios
románicos que ha visitado personalmente, y que indica cuáles son
los mejores… para él.
Así de relativo y de poco científico es este proceso de selección;
con toda seguridad habrá criterios de selección más autorizados y
fundamentados que los míos, y que clasificarían otros ejemplos
como mejores. A pesar de todo esto, mis edificios románicos son
los que más me gustan, y por esta razón los he elegido y me atrevo
a recomendarlos. Estoy seguro de que al menos todos los que
mencionaré son de calidad reconocida como muy alta, y que tienen
todos ellos, un toque de singularidad, que los hace muy interesantes.
Hace falta también decir que todos los edificios seleccionados están
ubicados en zonas o países en los que se pueden encontrar muchos
más edificios románicos y por lo tanto, el éxito del viaje quedará
asegurado.
En las breves descripciones con las que acompaño a cada uno de los
edificios seleccionados, señalo este “toque de distinción”, así como
también su emplazamiento, a grandes rasgos, para orientar a quien
los quiera visitar, ver o mirar. La relación es además muy breve, pues
mi osadía llega al extremo de proponer solo seis grandes muestras,
que son:
54. Vamos a ver Románico
Capítulo VI
En Navarra, el conjunto monástico de San Salvador de Leyre, en el
término municipal de Yesa, en privilegiada situación sobre el embalse
homónimo, con un contenido histórico–artístico inigualable y una
cripta singular como pocas.
Figura 21:Fotografia de Leyre (Navarra)
En Cataluña, la Colegiata de Sant Vicenç, en la villa de Cardona,
ubicada arriba del cerro del Castillo, hoy Parador Nacional, en
la comarca del Bages (Barcelona). La gran muestra del románico
lombardo, consagrada en el año 1040.
Figura 22: Fotografia del conjunto de Cardona
Capítulo VI
Vamos a ver Románico. 55
En España, la Catedral de la capital de la provincia de Zamora, en
Castilla y León, de gran originalidad, con esplendoroso cimborrio y
una interesantísima Puerta de los Obispos.
Figura 23:Fotografia del cimborrio o de la Puerta de los Obispos (Zamora)
En Francia, la gran basílica de Saint Sernin o Saturnin de la villa de
Toulouse del Languedoc. Sus grandes dimensiones, los materiales
empleados en su construcción y la espectacular torre encima del
cimborrio, hacen de ella un magnífico ejemplo de las iglesias de
peregrinación del Camino de Santiago.
En Alemania, la catedral de la pequeña ciudad de Speyer (Spira),
situada cerca de Köln (Colonia), con unas dimensiones insólitas,
una magnífica cripta y un estado de conservación que justifican
totalmente la visita a esta catedral imperial.
56. Vamos a ver Románico
Figura 24: San Sernin de Toulouse
Capítulo VI
Figura 25: Catedral de Spira
En Italia, me atrevo a dirigiros hacia el Sur de la región de la Toscana,
más abajo de Siena, donde en un pequeño valle cerca de Montalcino
encontraréis el Monasterio de Sant’Antimo. El conjunto es un
resumen de la historia de la arquitectura, con una gran integración
en el entorno. Además, esta obra posee unos capiteles de una gran
perfeccion escultórica realizados por el Maestro de Cabestany,
escultor originario del norte de Cataluña.
Figura 26: Abbazia di Sant’Antimo
Capítulo VI
Vamos a ver Románico. 57
Creo necesario, después de esta selección hacer unas aclaraciones
y comentarios. En primer lugar, dejar claro que en Europa se puede
encontrar románico casi en cualquiera de sus países y naciones. La
implantación del Cristianismo, la aparición de los grupos de ermitaños
o anacoretas, la extensión de las grandes Órdenes monásticas, el
aumento del poder feudal en paralelo con el poder religioso, son
hechos históricos aparecidos en todo el continente europeo.
La única excepción serían los territorios que quedaron bajo el dominio
musulmán entre los siglos X y XIII, regiones donde la reconquista
se atrasó y en los que no se pudieron construir templos dedicados
a la religión cristiana; como ejemplo, mencionaríamos los reinos
islámicos del sur de Al-Ándalus. No son excepción ni tan solo los países
nórdicos, donde se encuentran las famosas iglesias del románico de
madera; pese a la importancia de la madera, se encuentra también
una arquitectura escandinava con muros de piedra muy gruesos,
tejados con fuertes pendientes y sencillas volumetrías, características
impuestas por su clima tan riguroso.
Capítulo VII
Vamos a ver Románico. 59
Capítulo séptimo.
GRANDES ITINERARIOS
ROMÁNICOS
CON
GRANDES
EDIFICIOS
Deberemos repetir aquí algunas de las consideraciones hechas
al inicio del capítulo anterior, porque también la selección a guisa
de recomendación que se expone está hecha a criterio del autor
de estas líneas, con toda la relatividad que esto pueda comportar.
Las propuestas son unos itinerarios de duración variable, en las
mismas regiones donde se han localizado los “mejores edificios” de
la anterior selección. Itinerarios que han sido escogidos porque el
conjunto de edificios que los componen tienen vínculos comunes,
los cuales permiten al viajero encontrar el que podríamos llamar, un
hilo argumental, sea por razones cronológicas, históricas, estilísticas
u otras.
Hace falta también advertir que el criterio de selección más decisivo
ha sido también, como la otra vez, el que se deriva de la experiencia
directa del autor, que los ha seguido varias veces, hecho que le
ha permitido conocerlos en directo, estudiarlos con una cierta
dedicación, y sobre todo, disfrutar mucho con su contemplación. Sin
más preámbulos, pasamos a enumerar los siguientes itinerarios:
Ruta 1ª.- Navarra
Este es un recorrido que nos llevará por la Zona Media y la Montaña
de Navarra.
Se inicia entrando desde la autovía del Camino a Puente la ReinaGares, punto de encuentro de dos ramales del Camino de Santiago
oficial. Es importante su puente románico, lugar de paso de peregrinos
que trascurren por delante de la iglesia de Santiago y la del Crucifijo.
Siguiendo hacia Valdorba, pasaremos por Eunate, curiosa Iglesia por
60. Vamos a ver Románico
Capítulo VII
su planta central y la arquería que la rodea. Cruzando la carretera
general NA-121 y la AP-15, entramos en Valdorba dirigiéndonos
hacia Olóriz y llegando hasta San Pedro de Etxano, con su singular
portada orientada al Norte. Desde aquí vamos hasta Orísoain a la
Iglesia de San Martín de Tours con su cripta. Saliendo por la parte alta
del pueblo, hasta Sansoain, el camino asfaltado nos lleva hasta Olleta
donde podemos observar los canecillos de su iglesia y el efecto de la
luz en su interior. Por el alto de Lerga nos acercamos a San Martín de
Unx, gran iglesia con magnífica cripta, muy próximo está el conjunto
medieval de Ujué con la iglesia de Santa María.
Nos vamos hasta Gallipienzo viejo para ver en el alto su iglesia y su
cripta. La ruta nos lleva hasta Sangüesa, donde destaca la portada de
la Iglesia de Santa María la Real, de gran calidad escultórica y la iglesia
de Santiago. De aquí nos dirigiremos al Monasterio de Leire, tras su
visita tomamos camino hacia Izagondoa para visitar la Iglesia de San
Martín en Artaiz, tomando dirección Monreal cogiendo el desvío a
Urroz Villa; y tras cruzar Unciti finalmente tomar dirección Artaiz.
Figura 27: Timpano de la fachada de Santa Maria la Real (Sanguesa)
Capítulo VII
Vamos a ver Románico. 61
Ruta 2ª.- Cataluña
Un itinerario muy corto, por la gran densidad de iglesias románicas
que hay, es en el término municipal de la Baronia de Rialb (Lleida).
Se inicia en las afueras de Ponts, con la visita a los restos del Priorat
de Gualter, actualmente en estado de ruina consolidada, y donde se
ubica el centro de interpretación del patrimonio de la zona.
Se sigue por la carretera que se dirige a Tremp atravesando el embalse
de Rialb, subiendo hasta Santa Maria de Palau de Rialb, magnífico
ejemplo del arte lombardo del siglo XI.
Volviendo después por la misma carretera, haciendo paradas en todo
un conjunto de veintitrés iglesias, entre las que destacan Sant Girvés
de la Torre, Santa Eulàlia de Pomanyons y Sant Iscle y Santa Victoria
de la Torre.
Todo esto se puede hacer en un solo día o como máximo, en un fin de
semana bien aprovechado.
Figura 28: Santa Maria de Palau de Rialb
62. Vamos a ver Románico
Capítulo VII
Ruta 3ª.- España
En unos ocho días se puede hacer un recorrido por el norte de Palencia
y Cantabria, de una gran variedad y riqueza artística. Empezar en
Aguilar de Campóo (Palencia), visitando el Centro de Estudios del
Románico, ubicado en el gran monasterio de Santa Maria la Real,
donde se puede obtener información de calidad contrastada.
A poca distancia, la comarca nos ofrece numerosos templos,
generalmente del románico del siglo XII, entre los que destacarían
los monasterios de San Andrés de Arroyo y de Sta. Maria de Mave, los
Apostolados de Moarves de Ojeda y de Pisón de Castrejón, en unos
paisajes muy destacables. Entrando en Cantabria, cabe recomendar
la visita a las tres grandes colegiatas, San Pedro de Cervatos, cerca
de Reinosa, Santa Cruz del municipio de Castañeda y Santa Juliana
en la villa de Santillana del Mar. Volviendo a Aguilar de Campoo, y en
dirección hacia el Este, entraremos en la comarca de Valderredible,
donde siguiendo el curso alto del río Ebro, encontraremos un insólito
conjunto de iglesias rupestres como las de Presillas, Arroyuelo y Sta.
Maria de Valverde y una cuarta Colegiata en San Martín de Elines.
Figura 29: Iglesia rupestre
Capítulo VII
Vamos a ver Románico. 63
Ruta 4ª.- Francia
La abundancia de ejemplos del Románico en Francia es muy grande
y muy conocida, por esta razón el itinerario que se propone es quizás
de los menos conocidos, pero con un estilo común que lo hace muy
singular.
Se encuentra en la región de Poitou con capital en la ciudad de
Poitiers, dónde podemos ver la joya de Notre-Dame-la-Grande, con
su impresionante fachada y la de Saint-Hilaire, de sólida arquitectura.
En la población de Saintes, próxima a la capital, una prioral del orden
cluniacense, dedicada a Saint-Eutrope con una cripta muy concurrida
y el antiguo convento de Sainte-Marie-des-Dames, con otra fachada
muy “poitevina”. También cerca de Poitiers hay ejemplos muy
conocidos como Parthénay, Saint-Jouin-de-Marnes y Civray, también
con una impresionante fachada.
Aprovechando la relativa proximidad a Poitiers, recomendamos
especialmente la visita a la catedral de la ciudad de Angoulême, con
una nave cubierta con cúpulas semiesféricas y una fachada con gran
decoración escultórica.
Figura 30: N.D. La Grande de Poitiers (Fachada principal)
64. Vamos a ver Románico
Capítulo VII
Ruta 5ª .- Alemania
El itinerario que se propone tiene como eje vertebrador el curso del
gran río, el Rhin, y como hilo argumental el Sacro Imperio RomanoGermánico. Las primeras visitas serán en la ciudad de Köln (Colonia),
a sus grandes iglesias de los Apóstoles, San Martín el Grande, San
Gereón, San Pantaleón y Santa María del Capítulo, todas ellas
románicas restauradas con gran cuidado y precisión germánica. No
olvidar la imprescindible visita a la catedral gótica de la ciudad.
A poca distancia de Köln se encuentra la ciudad de Aachen
(Aquisgrán), sede del gran complejo del Palacio de Carlomagno con
la extraordinaria Capilla Palatina, donde se encuentra el famoso sitial
o Trono del Emperador.
En relación con el arte del Imperio carolingio y otónido no pueden
dejar de verse las tres grandes catedrales imperiales de Worms,
Mainz (Maguncia) y sobre todo, la de Speyer (Spira), nombrada
anteriormente, que está calificada, como la Palatina de Aquisgrán,
de Patrimonio de la Humanidad, y que fue el edificio románico más
grande de Europa, antes de la construcción de Cluny III.
Figura 31: Capilla Palatina de Aquisgrán
Capítulo VII
Vamos a ver Románico. 65
Ruta 6ª .- Italia
La gran dificultad de escoger un itinerario para ver el mejor románico
de Europa, disminuye mucho en el caso italiano. Sin duda debemos
buscar el mejor románico en su cuna, el país de los maestros
lombardos, o sea, la Lombardía, al norte de Italia.
Edificios hechos con ladrillo cerámico, clara muestra de lo que es
dominar un oficio de constructor y unos conocimientos del material
llevado hasta las últimas consecuencias. La visita a Sant’ Ambroggio
de Milán, capital de la región, a San Vicenzo in Prato, al monasterio de
Chiaravalle, nos proporciona unas magníficas muestras del románico
de ladrillo. Vale la pena alejarse de Milán , hacia el norte, en el lago
de Como para ver el románico de piedra de Sant’Abbondio y el de San
Pietro dé Civate, cerca de Como y de Lecco.
No olvidemos acercarnos a las próximas ciudades de Brescia, donde
ver las dos catedrales (la vieja y la nueva), a Pavia, a ver San Michele,
a Rivolta d’Adda, dónde está San Sigismondo, etc.
Figura 32: Sant’Ambrogio de Milán
Capítulo VIII
Vamos a ver Románico. 67
Capítulo octavo.
LA ARQUITECTURA MONACAL ROMÁNICA
En los capítulos anteriores se han mencionado varias veces,
como ejemplos de edificios del primer románico (lombardo) o
del segundo (pleno) algunos conjuntos monásticos que sirvieron
como establecimiento, lugares de plegaria comunitaria, centros de
cultura e incluso, de gran actividad económica y social. También
se han mencionado, aunque de paso, las órdenes religiosas, y, en
especial, a los benedictinos en sus diversas reformas. La historia de
estas Órdenes religiosas es tan compleja que se sale de los límites
de este sencillo manual, pero también cree su autor que no puede
acabarlo sin hacer una breve referencia, dado que cada una de ellas,
y sobre todo sus Reglas o normas de vida religiosa, han influido en su
proyecto arquitectónico.
Las Ordenes religiosas
Surgen como continuación de la búsqueda de la perfección evangélica
llevada a cabo en los primeros siglos del Cristianismo de forma
individual por los anacoretas o eremitas, personas solitarias que
habitaban cuevas o rústicas viviendas ubicadas en parajes alejados
de los núcleos de población.
Se dice que San Benito de Nursia a finales del siglo V y principios del
VI, fue el patrón de la vida monástica, estableciendo además de los
votos de pobreza, obediencia y castidad, la condición de establecerse
en un lugar fijo. Todos sus preceptos y disposiciones se reúnen en la
Regla Benedictina, de tanta trascendencia que sirvió como modelo
para casi todas las otras Órdenes. Queda claro que los monasterios
benedictinos se extendieron rápidamente por toda Europa, llegando
casi a los mil doscientos núcleos, desde el más pobre y humilde hasta
la máxima expresión que fue la Abadía de Cluny, en el centro de
Francia.
68. Vamos a ver Románico
Capítulo VIII
Cronológicamente siguen a los benedictinos los premostratenses,
fundados por Sant Norbert de Gennet (o de Laon) el año 1120, no
como una Orden nueva, sino con la intención de reformar la vida
de los canónigos regulares de San Agustín, también denominados
agustinianos o agustinos.
Prácticamente en las mismas fechas, aparece una reforma de los
benedictinos, como reacción ascética al modelo de San Benito, tal
y como había evolucionado en el periodo cluniacense (de Cluny). Se
atribuye su fundación a San Bernardo, pero en realidad, la reforma
cisterciense surge también en la región francesa de la Borgogne,
en el centro de Francia, cuando un grupo de monjes cluniacenses,
encabezados por el denominado Robert de Molesmes, huyen el
año 1075 de un monasterio cluniacense (Saint Michel de Tonnerre)
para refugiarse en la soledad de Molesmes. Muy pronto este lugar
de Molesmes se transforma en un punto de reunión multitudinaria,
y Robert y los suyos vuelven a marchar para refugiarse en los
terrenos pantanosos e insalubres de Citeaux. Aquí se redacta la
carta fundacional del Císter, que contiene la filosofía de la nueva
fundación, y aquí ingresa el año 1112, Bernard de Clairvaux, miembro
de la nobleza con un grupo de otros nobles y familiares. Hombre de
gran personalidad y actitud ascética extrema, es capaz de dar un gran
empuje a la nueva Orden, hasta el punto de que, a su muerte, el año
1153, se habían fundado más de trescientos monasterios regidos por
los estatutos del Císter.
Figura 33: Conjunto monástico de Vilabertran
Capítulo VIII
Vamos a ver Románico. 69
Hasta aquí hemos mencionado las principales Órdenes monacales referidas a monjes que viven en comunidad y de acuerdo con los Dictados
de la Regla de San Benito y dedicados a la plegaria y al trabajo manual
e intelectual, siempre apartados del mundo dentro de sus monasterios.
Hay también en el periodo medieval y posterior, otras Órdenes cuyos
miembros no son monjes, sino canónigos, que también viven en una
Regla, que en este caso es la de San Agustín. Observan también los
tres votos básicos, administran los sacramentos y practican labores
benéficas, pero participan mucho más en la vida temporal, ejerciendo
una función pastoral fuera de los muros de su monasterio. Forman,
a veces, unas comunidades ubicadas en las catedrales, como consejo
asesor de los Obispos, o en monasterios denominados colegiatas
o canónicas, y su evolución histórica ha sido muy accidentada,
precisamente por su contacto directo con el poder temporal.
A finales del siglo XII, en una nueva búsqueda del ascetismo y de la
perfección evangélica, surgen nuevas Órdenes ya fuera de la Regla
Benedictina, entre las cuales señalaremos los franciscanos, fundados
por San Francisco de Asís, los dominicos, por Santo Domingo de
Guzmán y los singulares cartujos de Santo Bruno. Todas ellas con
nuevos planteamientos, pero su desarrollo queda ya fuera de la
época románica.
Los edificios monásticos
De la construcción de estos edificios sabemos pocas cosas. La ausencia
de documentos escritos o gráficos es casi total, si se exceptúan
algunas imágenes bastante idealizadas que aparecen en los tapices,
las vidrieras, algunas pinturas murales u otras fuentes. Pese a esto,
se hace difícil creer, y sobre todo a quien se dedica a la arquitectura o
a la construcción , que se pudieran ejecutar las grandes y complejas
construcciones donde se ubicaban las comunidades monásticas
sin una base gráfica, sean planos o esquemas de su replanteo,
cimentación o distribución de su organización espacial.
70. Vamos a ver Románico
Capítulo VIII
Posiblemente, su desconocimiento se debe a que estos documentos
se hacían con materiales degradables como pergaminos, tableros
de madera o similares. Es casi inevitable hablar del plano de época
medieval más antiguo, que todavía se conserva. Se trata de un gran
esquema de distribución de las diferentes dependencias de una gran
abadía, seguramente la de Sankt Gallen, en la actual Suiza, y que se
encontró casualmente porque en su cara posterior se habían escrito
unos textos bibliográficos.
Básicamente se puede afirmar que el conjunto monástico estaba
constituido por una iglesia y las dependencias “claustrales” donde
se desarrollaba la vida monástica, y que tenían carácter privado
(clausura) para los que no formaban parte de la comunidad . Todo
este conjunto se organizaba alrededor de un gran patio de planta
cuadrangular, herencia de las grandes villas romanas. Este espacio
central era el claustro, con carácter abierto y ajardinado, y a menudo
con un pozo y un lavatorio, y permitía que por sus cuatro caras o
pandas se pudiera circular, de forma que diera acceso a todas las
dependencias. Tenía también otra importante función que era la
de servir como lugar de encuentro, de silencio y de plegaria, y en
muchos casos también se usaba como espacio de enterramiento, sea
en la tierra o en los sepulcros alojados en los muros perimetrales,
formando los arcosolios.
En una de sus alas o caras se encontraba el acceso a la iglesia,
reservado exclusivamente a los miembros de la comunidad. En las
otras tres se ubicaban los otros espacios, generalmente denominados
dependencias canónicas o claustrales que describiremos acto
seguido:
En el este o levante, y cerca de la iglesia, la sala capitular, la
sacristía, la biblioteca o armarium, el locutorio y otros usos como
la sala de monjes, la escalera de subida al dormitorio, etc. Al norte,
frontalmente a la iglesia, se ubicaba el comedor o refectorio y las
otras dependencias directamente relacionadas con él, como la
Capítulo IX
Vamos a ver Románico. 71
cocina y el calefactorio, en la planta baja. En la planta alta, si había,
estaba el dormitorio de los monjes, en muchos casos comunicado
directamente con la iglesia para poder acceder a los oficios matinales
o nocturnos. Al poniente, se situaban los almacenes y zonas
administrativas algunas tan importantes como la gran despensa o
cilla, la escuela de novicios, la recepción de los peregrinos y otros
servicios que tenían además acceso desde el exterior. La parte
lindante con la iglesia se aprovechaba para la lectura al aire libre y
para instalar el gran lavatorio de los cistercenses.
Esta descripción es totalmente esquemática y por lo tanto, muy
variable en función de circunstancias, como la importancia del
monasterio, la Orden a la cual pertenecía, e incluso, la orografía del
lugar de emplazamiento u otras condiciones climáticas o geográficas.
Finalmente , y a guisa de recordatorio, señalar que en los claustros
y específicamente en las cuatro caras del jardín central, allí donde
se apoyaba la cubierta de las galerías claustrales por medio de
una serie de pórticos con arcos de medio punto descansando en
capiteles y columnas, se localiza casi siempre un conjunto de trabajos
escultóricos de diversa perfección técnica y estilística, y que conviene
examinar con detalle cuando se tiene la suerte de poder entrar, y más
si se cuenta con la ayuda de una persona competente que nos guíe.
72. Vamos a ver Románico
Capítulo VIII
Figura 34: Claustro de Vilabertran
Capítulo IX
Vamos a ver Románico. 73
Capítulo noveno.
RESUMEN Y CONCLUSIONES
En los anteriores capítulos se han hecho una serie de consideraciones
en torno a la obra arquitectónica con la finalidad, quizás no lograda
del todo, de facilitar la comprensión y la visión de la misma. Continuar
con el estudio del proceso constructivo o del análisis estático resultaría
un tanto pesado para quien apenas comienza su afición con por el
románico, pues entraríamos en un campo demasiado técnico. Por
esto quisiera el autor, hacer un resumen de aquello que considera
más fundamental y que en tres puntos breves podría ser:
1) La obra arquitectónica está hecha en el espacio, entendiendo como
tal el espacio interior, el espacio exterior y el espacio que lo rodea.
2) A las tres dimensiones físicas, anchura, altura y profundidad, hace
falta añadirle una cuarta dimensión que es el tiempo.
3) Al mirar la obra arquitectónica hace falta ver el lugar donde está
situada y las relaciones de la obra con su entorno.
Aquel que escribe estas líneas quiere además dejar en el espíritu
de quien con bastante paciencia y comprensión haya seguido los
anteriores capítulos, una sencilla idea:
La obra de arquitectura no tiene nunca una interpretación única.
Esto quiere decir que la misma obra arquitectónica se puede analizar
como una delimitación del espacio, como una demostración de las
posibilidades de la técnica constructiva, o como una aplicación de las
leyes de la ciencia física.
¿Y por qué no decir que es una manera de hacer evidente el poder
político? Desde los grandes faraones egipcios hasta el último
74. Vamos a ver Románico
Capítulo IX
dictador, todos han querido perpetuar su memoria dejando
obras arquitectónicas con pretensiones de eternidad. Incluso hay
interpretaciones historicistas, científicas o económicas que nos dan
a entender que hay relaciones directas entre la arquitectura y los
cambios importantes de la historia, los adelantos de la ciencia o los
progresos económicos y sociales de la humanidad.
Para quienes quieran profundizar o simplemente se interesen
por alguna de las ideas expuestas en este escrito, me permitiría
recomendar los libros contenidos en la bibliografía que se adjunta en
el capítulo final, y en la cual indico brevemente el contenido de cada
uno de los libros recomendados.
Quisiera despedirme y a modo de conclusión, con una última
exhortación, a ti que lees este trabajo, para que no te canses de ver y
mirar los edificios medievales, superando a veces las dificultades que
representa llegar, e intentes descubrir lo que hay de arquitectura...
más allá de los capiteles, las bóvedas de cañón, las arcuaciones
lombardas, las bóvedas nervadas o las vidrieras góticas.
Figura 35: Interior de Sant Vicenç de Cardona
Capítulo X
Vamos a ver Románico. 75
Capítulo décimo.
LIBROS RECOMENDADOS PARA EL CONOCIMIENTO
GENERAL DE LA ARQUITECTURA ROMÁNICA
a) Libros de contenido generalista
ARQUITECTURA CAROLINGIA Y ROMÁNICA
Conant, Keneth John
Madrid: Ediciones Cátedra - Grupo ANAYA, 2001
El autor describe de forma resumida y muy bien documentada la
evolución de la arquitectura religiosa desde los periodos pre- y
protorománicos, hasta el Románico maduro en las diferentes épocas
y países de Europa. Tanto los gráficos como los mapas son muy
pedagógicos y comprensibles.
“L’ARQUITECTURA ROMÀNICA A CATALUNYA”
Adell i Gisbert, Joan Albert
Sant Cugat del Vallès: Els llibres de la frontera,. 1986
Bajo la visión de un arquitecto que ha dedicado gran parte de su
actividad al estudio de los edificios románicos de Cataluña, el autor
explica cuáles son los elementos básicos del Románico de los siglos
XI y XII y describe con mucho oficio los principales ejemplos del
Románico catalán.
EL ARTE ROMÁNICO EN NAVARRA,
Fernández Ladreda, Martínez de Aguirre y Martínez Álava.
Editado por: Gobierno de Navarra, Departamiento de Cultura y
Turismo e Instituto Príncipe de Viana.
76. Vamos a ver Románico
Capítulo X
Completo estudio de la Arquitectura y Escultura monumental,
clasificado por épocas con descripciones de los principales
monumentos románicos de Navarra y con tres capítulos dedicados a
la imaginería, miniatura y artes suntuarias.
ARQUITECTURA, CONSTRUCCIÓN Y CIUDAD EN LA HISTORIA DE
OCCIDENTE
Rosell i Colomina, Jaume
Tremp : Garsineu Ediciones, 2001 (Volum 2.- El mundo medieval)
Se trata de un volumen de una historia de la Arquitectura que dedica
los capítulos 14, 15, 16 y 17 al estudio del Románico, con gran
capacidad de síntesis, y de muy fácil comprensión. El autor tiene
una larga experiencia docente tanto en la “Universitat Politècnica de
Catalunya” como en la “Escola Superior de l’Edificació de Barcelona”,
que se manifesta en sus textos.
b) Para profundizar algo en las cuestiones de la construcción
de los edificios románicos
EL ESQUELETO DE PIEDRA
Heyman, Jacques.
Madrid: Inst. Juan de Herrera, CEHOPU i CEDEX, 1999
Esta obra es un resumen de otro libro del mismo autor, en el que
expone la moderna teoría de las estructuras de fábrica sin un aparato
matemático complejo para su mejor comprensión. Son especialmente
claros para el estudio del Románico los capítulos 2 (Teoría estructural
de las fábricas) y el 4 (Bóvedas de fábrica).
Capítulo X
Vamos a ver Románico. 77
SABER VER LA ARQUITECTURA
Zevi, Bruno.
Buenos Aires: Editorial POSEIDON, 1963.
Es un ensayo sobre la interpretación espacial de la Arquitectura, escrito
por un joven arquitecto al final de la segunda guerra mundial. Este
joven era al mismo tiempo, catedrático de historia de la Universidad
de Venecia y profesor de un instituto vinculado a la de Roma. Dedica,
siempre con el fin de hacer del espacio el auténtico protagonista de
la Arquitectura, una parte del capítulo IV a la métrica románica y todo
el capítulo V a las diversas interpretaciones de la arquitectura bajo
los aspectos políticos, filosóficos, religiosos, etc.
DICCIONARIO DEL ARTE Y DE LOS OFICIOS DE LA CONSTRUCCIÓN
Fullana, Miquel.
Mallorca: Editorial MOLL , 1974
Se trata de una catalogación de palabras pertenecientes al mundo
de la construcción ilustrado con numerosos dibujos del mismo autor.
Además del diccionario propiamente dicho, contiene un glosario
ideológico ordenado por materias de la construcción.
Puede ayudar mucho al que quiera iniciarse en el conocimiento
de la construcción románica por la claridad de sus definiciones, su
vocabulario y sobre todo, por sus esquemas gráficos referidos a los
arcos, bóvedas, muros y otros sistemas empleados en la construcción
tradicional.