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REPORTAJE 76 El pasado otoño concluyó la restauración del Palau del Lloctinent, que entre 1836 y 1993 fue la sede del Archivo de la Corona de Aragón. Durante más de una década, a raíz del traslado del archivo a su nueva sede de la calle Marina, el edificio quedó vacío y pendiente de una rehabilitación arquitectónica que ha resultado ser de gran complejidad y dificultad técnica. El Palau del Lloctinent, una rehabilitación histórica en el Gótico TEXTO Rosario Fontova FOTOS B01 Arquitectes B.MM NÚMERO 68 OTOÑO-INVIERNO 2006 Sólido, compacto, con un aspecto exterior de fortaleza al que contribuye una torre en lo alto, el Palau del Lloctinent es el más secreto de los edificios que rodean la catedral de Barcelona. Durante un siglo y medio, entre 1836 y 1993, fue la sede del Arxiu de la Corona d’Aragó (ACA). Es fácil imaginar el antiguo depósito de legajos y pergaminos, el olor a papel crujiente, con anaqueles repletos y estudiosos manejando la lupa, descifrando el lenguaje oscuro de la burocracia cortesana. El palacio, sin embargo, estaba vacío desde hacía trece años y pendiente de una restauración integral, que ha llevado a cabo la firma de arquitectos de Lluís Domènech y Roser Amadó. Lluís Domènech recibió el encargo de modernizar el equipamiento que custodia la historia escrita de la Corona de Aragón en 1987, siendo ministro de Cultura el socialista Javier Solana. El entonces director general de Bellas Artes, Juan Manuel Hernández de León, había visto la restauración que el equipo catalán había realizado en la antigua editorial Montaner i Simó, un edificio modernista de ladrillo, como sede de la Fundació Tàpies, y les llamó para encargarse del archivo. La sede del archivo en el Palau del Lloctinent estaba entonces al límite de sus posibilidades. “El edificio, desde el punto de vista patrimonial, estaba des- trozado y los documentos corrían peligro a causa de las humedades”, recuerda Lluís Domènech. Había que tomar una solución drástica. Así, se planteó como solución la construcción de una nueva sede para el archivo en Marina con Almogàvers. El proyecto del nuevo ACA se redactó y aprobó entre 1898 y 1990, y el edificio se inauguró en 1993, siendo ministro de Cultura Jordi Solé Tura. En 1993 el Palau del Lloctinent quedó vacío, y debido a los sucesivos cambios ministeriales el proyecto de restauración no se retomó hasta 1999. De nuevo otro parón, que ha dilatado el proceso hasta el inicio de obras en el año 2002 y la finalización de la operación en septiembre de 2006. La rehabilitación del caserón que hace esquina con la calle Comtes se ha realizado con diversas asesorías históricas. Ya en 1988, los arquitectos se reunieron con el entonces director del archivo, Rafael Conde, y con Joan Ainaud de Lasarte, responsable de los museos de Barcelona. Ambos historiadores ya han fallecido, pero aportaron interesantes sugerencias al trabajo de los arquitectos. Según las diversas investigaciones históricas, el edificio tiene su origen en el decreto de las Cortes celebradas en Monzón en 1547 por el emperador Carlos V, que con la construcción aportaba un REPORTAJE 77 “El maestro de obras Antoni Carbonell realizó el palacio inspirándose en el gótico, pero introduciendo tendencias renacentistas como la balaustrada del patio y la galería de arcos”. nuevo palacio para residencia particular del virrey de Cataluña en el recinto del Palau Reial. El palacio de los virreyes terminó de construirse en 1558, con parte de los cimientos anclados en paredes de la antigua ciudad romana localizada en el subsuelo. La obra incluía un pasadizo que, por una parte, llevaba a través de un puente tendido sobre la calle a la tribuna real de la catedral y, por otra, a la Capilla Real de Santa Àgata, en la plaza del Rei. Estas construcciones constituían discretos caminos para evitar encuentros desagradables con el populacho. El maestro de obras Antoni Carbonell construyó el palacio inspirándose en la tradición del gótico, pero introduciendo tendencias renacentistas como la balaustrada corrida del patio y la elegante galería de arcos que se sostienen sobre columnas toscanas. En la escalinata de honor, Carbonell, armador de galeras en las Atarazanas, hizo construir un artesonado de madera de pino de Tortosa finamente trabajado que actúa como cúpula de forma trapezoidal y en el que se talló su sello. Mientras se edificaba el palacio se construyó también el mirador del Rei Martí, la torre de cinco plantas con armónicas hileras de ventanales que suele erróneamente datarse en la época en que fue construido el medieval Saló del Tinell, adonde conduce. En este palacio no llegó a vivir ningún virrey. Fue sede de la Inquisición y desde 1838, fecha en que fue cedido por la orden de monjas clarisas que lo ocupaba, se destinó a sede del archivo real. AHCB-AF El Palau del Lloctinent y el desaparecido convento de Santa Clara, en una imagen de alrededor de 1900. Debajo, el patio en los años veinte. En la página anterior, la fachada de la plaza del Rei después de la restauración, que ha devuelto a la piedra de Montuïc sus tonalidades características. ACA LAS MEJORAS DE LA REPÚBLICA Las primeras actuaciones que mejoraban el uso del edificio tuvieron lugar en 1931 por parte de la Delegación de Monumentos Artísticos de la República, según un proyecto del arquitecto Jeroni Martorell. Entre 1931 y 1936 se reformaron las salas de la planta noble y se restauraron el pórtico del patio y el artesonado del maestro Carbonell. También se suprimieron unas terrazas de la época de las clarisas y se habilitaron la biblioteca y la sala de consulta. Tras la guerra civil el palacio fue reformado, alterándose la posición de los forjados y construyéndose la vivienda particular con terraza del director en la planta superior, para lo que se mutiló el tejado. También se construyeron numerosas escaleras interiores para solucionar problemas de circulación y pequeños despachos y cubículos que acabaron de configurar un edificio en estado caótico. Cuando los arquitectos se enfrentaron a la tarea de reformar el maltrecho palacio tuvieron que respirar hondo. “Lo que encontramos era un desastre y realmente estábamos muy desanimados. Todo estaba mugriento y el edificio estaba muy agredido. Pero sabíamos cómo había sido y decidimos que nuestro trabajo debía consistir en devolver el palacio a su modelo inicial suprimiendo añadidos”, explica Domènech. Mientras, el equipo se entrenaba en la tarea abordando a dos pasos del palacio la rehabilitación, asimismo nada sencilla, del archivo histórico municipal de la Casa de l’Ardiaca, cuya biblioteca instalaron provisionalmente en un enorme container metálico de quita y pon adosado a la fachada del edificio. “En todo proceso de rehabilitación cuenta el uso inicial y la evolución histórica, que nos da pistas y sugerencias sobre el NÚMERO 68 OTOÑO-INVIERNO 2006 B.MM 78 REPORTAJE Arriba, la galería de arcos sobre columnas toscanas, uno de los elementos renacentistas que el maestro de obras Antoni Carbonell introdujo en un conjunto inspirado en la tradición gótica. A su derecha, el “pou de l’infern”, restituido al patio tras años de abandono en los sótanos. Junto a estas líneas, imágenes de la biblioteca, que ha conservado los anaqueles y el altillo de madera de los años treinta. B.MM NÚMERO 68 OTOÑO-INVIERNO 2006 REPORTAJE 79 “Las fachadas, hasta hace poco teñidas de gris y con algunas de sus hermosas ventanas cegadas, han recuperado el color blanco con destellos dorados de la piedra de Montjuïc”. trabajo a realizar”, insiste Domènech. Y explica el feliz hallazgo en el sótano del Palau del Lloctinent de un pozo de piedra “descoyuntado”, que había sido arrinconado hacía años. Consultando el Costumari, comprobó que su autor, Joan Amades, mencionaba el mismo pozo, que llevaba grabado el escudo de Sant Jordi, como el “pou de l’infern” a causa de que el agua salía caliente. El pozo ha sido restituido al patio del edificio, entre retazos de césped y pequeños canales de acero inoxidable por los que discurre el agua que mana de una fuente renacentista. De esta forma se restituye el aspecto original del patio, del que se ha retirado un surtidor neogótico colocado en 1955. El patio actúa como distribuidor de las dependencias del archivo y como plaza interior perfectamente visible a través de puertas enrejadas desde la calle Comtes y desde la plaza del Rei. En total, las nuevas dependencias proporcionan una superficie útil de 2.800 metros cuadrados de los iniciales 6.000 metros cuadrados. “Había que quitar lo superfluo y dejar sólo lo que era bueno. En el apartado de derribos y traslado a vertederos salió tres veces más material, entre cascotes y forjados eliminados, de lo que habíamos calculado. Cada metro cuadrado era una sorpresa”, cuenta el arquitecto. Durante la rehabilitación hubo que apear los arcos de la gran escalinata y se detectó un forjado aluminoso, además de producirse algún desprendimiento que obligó a colocar mallas de protección, entre otros problemas constructivos. “La dificultad técnica ha sido enorme”, resume Domènech. Las fachadas interior y exterior, hasta hace poco teñidas de gris debido a la suciedad y la contaminación, y con algunas de sus hermosas ventanas cegadas, han recuperado el color blanco con destellos dorados de la piedra de Montjuïc. Según el arquitecto, “esta fachada, de gran calidad, constituye el valor añadido del único edificio claramente renacentista de Barcelona”. Pero su estado era tan deficiente que el 30% del presupuesto total, que asciende a 7,6 millones de euros, se ha invertido en la rehabilitación de las fachadas. El edificio ha sido dotado con instalaciones de seguridad y antiincendios, de las que carecía. Los trabajos de rehabilitación, realizados por la empresa especializada SAPIC, han contado con la asesoría del jefe del Departamento de Restauración del Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), Joan Pey, y con la cooperación de los arqueólogos del vecino Museu d’Història de la Ciutat de Barcelona (MHCB), que dirige Antoni Nicolau, y que fueron inspeccionando el proceso de construcción, fundamentalmente en los sótanos. El antiguo ACA dispone ahora de una amplia sala de exposiciones con ventanas a la Baixada de Santa Clara, una sala de conferencias con doscientas plazas, con su correspondiente foyer, y una sala para investigadores donde se ha conservado la biblioteca de madera, con un altillo y barandilla, de los años treinta. Dos plantas superiores se destinan a uso científico o pedagógico del archivo y al depósito de documentos. El diseño interior, también a cargo de los arquitectos, se caracteriza por la calidez que le imprimen las paredes pintadas de amarillo oro, el mármol Macael del pavimento y madera de cerezo de las paredes interiores. En las ventanas de la escalinata de honor se han colocado cristales que se iluminan y que llevan grabados textos caligráficos de los antiguos manuscritos del archivo. “Ha sido un trabajo muy artesanal, cuidando todos los detalles”, señala el arquitecto. Y lo que al principio parecía un inconveniente, la lentitud en todo el proceso, ha resultado una ventaja. “Al tener tiempo puedes rectificar. En edificios con valor patrimonial no se puede ir con prisas. Cuando yo estudiaba, uno de mis profesores decía que todo arquitecto tiene que rehabilitar un edificio durante el ejercicio de su profesión. Y yo estoy completamente de acuerdo”, concluye Lluís Domènech. El artesonado de madera de pino de Tortosa, original del siglo XVI, que actúa como cúpula sobre la escalinata de honor. A la izquierda, hornacina y ventanas en los muros de la misma escalinata, con cristales iluminados en los que se han grabado textos de los antiguos manuscritos del archivo. NÚMERO 68 OTOÑO-INVIERNO 2006 B.MM