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Autor: Xurde Fernández Álvarez, 4°A (Primaria).
‘El caballero y la mitología asturiana’
Hace mucho tiempo en las montañas de Asturias existía una enorme serpiente con
alas como los murciélagos y el cuerpo cubierto de escamas tan duras, que no se le podía
hacer daño. Era el cuélebre, tenía muchos tesoros en su cueva. Todos los habitantes de
Asturias habían oído hablar de los tesoros que tenía el cuélebre y querían tenerlos. Muchos
se habían enfrentado a él, pero siempre tenían que huir ya que no podían acabar con él.
Además el cuélebre sembraba el terror por las montañas ya que atacaba a los
hombres y devorando el ganado.
Un día llegó a Asturias un caballero andante que buscaba fama y riquezas. Había
oído hablar del tesoro del cuélebre y decidió enfrentarse a él.
Atravesó los bosques, los ríos, las montañas y preguntaba a los asturianos que se
encontraba, dónde estaba la cueva del cuélebre. Éstos le indicaban el camino y decían que
no lo iba a conseguir porque era muy grande y fuerte; pero él no les hacía caso y continuaba
su camino.
Un día se adentró en un bosque y se perdió. Estuvo varios días dando vueltas pero
no podía salir de él. Cuando ya estaba más cansado apareció un hombre, cubierto de pelo,
con patas y cuerpo de cabra. El caballero se dio cuenta de quiena era él pues había oído
cosas sobre él. Era el busgosu, que indicándole el camino, le ayudó a salir del bosque.
Cuando salió de allí estaba tan cansado que se puso a descansar en un gran árbol
cerca del camino. Así llegó la noche. Se pronto oyó un ruido y unas voces lejanas, escuchó y
vio una procesión de almas en pena que llevaban huesos en vez de velas. Iban tocando una
campanilla y cantaban “Anda de día que la noche es mía”. El caballero sabía que era eso. Era
la güestia que traía la muerte; así que se levantó e hizo un círculo en el suelo y se metió en
él, la güestia pasó no le hizo nada.
Pasaron los días y las noches y no encontraba la cueva del cuélebre, hasta que un día
en una aldea muy lejana de las montañas se encontró con un viejo y sabio que le dijo dónde
encontrar al cuélebre y cómo acabar con él. Hizo lo que le dijo: llegó a la cueva y esperó
hasta la noche de San Juana. Esa noche era la única vez que el cuélebre se dormía. Y cuando
estuvo dormido, con su espada, le atravesó la garganta.
Cuando entró en la cueva se maravilló con los tesoros que había. Al final el caballero
encontró lo que buscaba y todos vivieron felices.