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TORCH El complejo “TORCH” fue propuesto por Nahmias en 1971, con la intención de reunir infecciones congénitas de presentación clínica similar. La descripción incluía el retardo del crecimiento y las afecciones oculares, del sistema nervioso y viscerales. Inicialmente, integraban este síndrome las infecciones por toxoplasmosis, rubéola, citomegalovirus y herpes simplex del recién nacido. Más tarde se amplió el registro, incluyendo sífilis, infección por parvovirus B19 y virus de inmunodeficiencia adquirida (VIH), entre otras. En la práctica clínica, la sigla “TORCH” adquirió gran popularidad y pasó a utilizarse no solo para identificar a los pacientes con este síndrome, sino también como un tipo de estudio de laboratorio. Una evaluación crítica de esta metodología diagnóstica fue publicada en 1983 por Leland y colaboradores. Durante un período de cuatro años, 603 pacientes fueron evaluados serológicamente con el “estudio de TORCH”, pero en ningún caso pudo llegarse al diagnóstico etiológico. Esta experiencia clínica, como otras, nos enseña que la utilización de la sigla TORCH con el fin de resolver el diagnóstico causal no sirve. La solicitud del “estudio de TORCH” por parte del médico delega en el bioquímico (con una visión muy restringida del paciente y de su entorno) la elección de la metodología diagnóstica, desaprovechando muchas de las herramientas disponibles para llegar al diagnóstico causal. Para poder elegir la metodología con mayor rendimiento diagnóstico, debemos analizar en cada paciente los antecedentes epidemiológicos, clínicos y serológicos maternos, y los datos clínicos del recién nacido. Proponemos la utilización de la sigla ACOSAR, que desarrollaremos en los próximos párrafos, para resolver el abordaje diagnóstico de los pacientes con síndrome de TORCH. MANIFESTACIONES CLÍNICAS DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL Cuando un recién nacido presenta hepatoesplenomegalia, calcificaciones cerebrales, púrpura o ictericia, deben considerarse las infecciones congénitas dentro de los diagnósticos diferenciales. En muchas instancias, y dependiendo del hallazgo clínico, el médico puede sospechar de un diagnóstico específico más fuertemente que otro. Por ejemplo: si hay calcificaciones cerebrales periventriculares, pensaríamos en CMV; si son periféricas, en toxoplasmosis, y si el paciente tiene cataratas es probable que se trate de una rubéola. En otras circunstancias, sin embargo, el diagnóstico etiológico dependerá de los resultados de los estudios microbiológicos. Analizaremos a continuación los diagnósticos diferenciales de aquellas manifestaciones clínicas que son especialmente sugestivas de infección prenatal y perinatal. Sistema nervioso central Retardo mental No tiene expresión clínica en el período neonatal. Los signos de espasticidad e hipotonía de las extremidades, que pueden manifestarse en el primer mes de vida, se asocian a microcefalia y disminución de la audición. En la evaluación de un paciente con potencial daño motor es particularmente útil la percepción que tengan los padres del desarrollo de este niño, en comparación con sus hermanos. Los pacientes con retardo mental no siempre registran anormalidades groseras en el examen neurológico. Por lo general, son detectados entre los 3 y 4 años 1 de edad. Solo en la tercera parte de los pacientes, en esta etapa, el examen físico y/o de laboratorio es específico y permite llegar a un diagnóstico etiológico. En la mayoría de los casos se desconoce la causa del retardo mental. Microcefalia La infección fetal en el primer trimestre del embarazo puede provocar una marcada disminución del crecimiento cerebral, manifestada con microcefalia al nacer. Estos niños tienen un pronóstico reservado, referido a su posibilidad de alcanzar un máximo desarrollo intelectual y motor. Pero debemos recordar que tanto la microcefalia como la macrocefalia son conceptos estadísticos y no necesariamente indican que el paciente tendrá disfunción cerebral. Dentro de las causas infectológicas, la microcefalia al nacer se asocia a infección por CMV, toxoplasmosis y rubéola congénita. Las secundarias, relacionadas con infección por herpes simplex y varicela, suelen desarrollarse durante el primer año de vida. Calcificaciones cerebrales Son tres las infecciones congénitas que se asocian con calcificaciones cerebrales: CMV (periventriculares), toxoplasmosis (periféricas) y por herpes simplex. Estas calcificaciones son raras en la rubéola congénita. Cuando se relacionan con microcefalia, debe confirmarse o descartarse la infección por CMV. Usualmente, los pacientes con calcificaciones cerebrales por infección congénita por CMV y toxoplasmosis sufren coriorretinitis asociada. Las calcificaciones cerebrales de la toxoplasmosis, a diferencia de otras infecciones congénitas, no necesariamente se vinculan a retardo psicomotor. En el nacimiento, la TAC de cerebro es el método más sensible para su detección. Convulsiones Las convulsiones se producen en el 40% de los pacientes con meningitis bacteriana neonatal. Cuando se trata de pacientes con meningitis no bacteriana, este porcentaje es mucho menor, a excepción de los casos de meningoencefalitis herpética, en los que la actividad convulsiva puede ser la única manifestación de la infección. Manifestaciones oculares Coriorretinitis Se asocia a infecciones congénitas por CMV, toxoplasmosis, rubéola, por herpes simplex, varicela y sífilis. Excepto en el caso de la rubéola, las lesiones son dispersas e irregulares, con áreas de pigmentación negra interpuestas con otras de despigmentación, con tamaños y localizaciones variables. La retinopatía no suele afectar la visión, a menos que esté comprometida la mácula. La aparición de la lesión en el fondo de ojo suele establecer el diagnóstico, principalmente en los casos de CMV y toxoplasmosis. Para descartar focos de coriorretinitis, un oftalmólogo entrenado debe realizar, dentro de los exámenes de rutina, un fondo de ojo. Otro síntoma sospechoso de coriorretinitis es la aparición de estrabismo en los primeros meses de vida. Cataratas Si bien la catarata ha sido descrita, inicialmente, en asociación con el CMV, es muy rara su relación con otra infección congénita que no sea la rubéola. En este caso, la catarata suele ser central, y no hay historia familiar de cataratas congénitas. La catarata 2 causada por rubéola se asocia con microftalmos, y en la mitad de los casos es unilateral. Estos pacientes suelen tener retinopatía generalizada en el ojo opuesto. Glaucoma El glaucoma congénito puede presentarse en los pacientes con síndrome de rubéola congénita, y es menos frecuente que las cataratas. Puede estar presente al nacer o desarrollarse durante la infancia. Los pacientes con glaucoma congénito, a diferencia de los que responden a otra causa, deben ser intervenidos rápidamente para realizar una descompresión quirúrgica del globo ocular y normalizar la presión intraocular. Microftalmos La microftalmia puede manifestarse como un ojo más pequeño pero funcionalmente normal. La mayoría tiene un defecto refractario que desemboca en hipermetropía. Puede asociarse a cataratas, coloboma, coriorretinitis u otros defectos congénitos. La causa es multifactorial y algunos pacientes tienen un patrón hereditario que la mayor parte de las veces es autosómico recesivo. Se lo describe asociado a infecciones congénitas como toxoplasmosis, rubéola, por CMV y, más raramente, por el virus herpes simplex y zoster. Otras manifestaciones oculares Tanto la iritis como la iridociclitis son manifestaciones de infecciones congénitas extremadamente raras. La conjuntivitis del recién nacido por lo general es química, pero debe descartarse, en los primeros días de vida, infección por N. gonorrhoeae, y después de la segunda semana de vida, por C. trachomatis. La queratoconjuntivitis herpética debe ser considerada en casos de pacientes con sospecha de infección por herpes simplex, aunque se puede presentar solo localizada en el ojo. La miopía es otra manifestación del síndrome de rubéola congénito, difícil de diagnosticar en forma precoz, especialmente cuando se acompaña con otra anormalidad ocular, como la catarata unilateral. Manifestaciones auditivas Sordera Se la asocia principalmente a infecciones congénitas por CMV y rubéola. En ambos casos, la sordera puede ser unilateral o bilateral; es habitualmente neurosensorial, y no tiene un patrón audiométrico característico. En la rubéola congénita, la sordera puede ser la única manifestación de este síndrome. El desarrollo neurológico de los pacientes con sordera a consecuencia de infección por CMV congénita puede ir desde lo normal hasta un déficit severo. En el seguimiento de los pacientes con el diagnóstico de alguna de las infecciones congénitas que puede causar trastornos auditivos, la audición debe ser revalidada hasta el año y medio de vida, ya que, inicialmente, puede darse un resultado normal y el defecto evidenciarse más tarde. Con respecto a la valoración del desarrollo neurológico e intelectual, los pacientes deben ser controlados hasta los 6 o 7 años, para concluir si tienen o no algún déficit mental. Manifestaciones cardíacas Cardiopatía congénita La única infección comprobada, en la actualidad, que se asocia con malformaciones congénitas es el síndrome de rubéola congénita. Se ha establecido 3 relación causal directa de defectos cardíacos como el ductus arterioso persistente, estenosis de la arteria pulmonar, estenosis de la válvula pulmonar, defectos septales, tetralogía de Fallot y daño miocárdico debido a necrosis muscular. Miocarditis Ha sido descrita en casos de recién nacidos con infección perinatal por virus coxsackie B, y generalmente es parte del compromiso sistémico que presentan. El pronóstico de vida es variable. También se ha documentado en pacientes con infección congénita por parvovirus B19, influenza, adenovirus, con hydrops no inmunológico e insuficiencia cardíaca secundaria. Los pacientes con síndrome de rubéola congénita que desarrollan miocarditis pueden presentar falla cardíaca en ausencia de malformaciones congénitas. Manifestaciones hematológicas Púrpura Característicamente, el rash petequial o púrpura, producto de una infección congénita, aparece el primer día de vida y puede persistir semanas o meses después del nacimiento. No necesariamente se asocia a plaquetopenia aunque suelen presentar esplenomegalia, con o sin hepatomegalia. Todo paciente recién nacido con rash petequial debe ser estudiado. Deben diferenciarse las causas no infecciosas (drogas, desórdenes inmunológicos, púrpura trombocitopénica trombótica, coagulación intravascular diseminada, etc.) de las infecciosas, como las relacionadas con infección congénita, de las cuales la más frecuente es la provocada por CMV. Ictericia Cuando aparece dentro de las primeras 24 horas de vida, las causas más probables son infección congénita o enfermedad hemolítica, tal como ABO o Rh. En los casos de enfermedad hemolítica, es muy importante establecer si hay organomegalias y púrpura. Este último caso no se presenta en los pacientes con enfermedad hemolítica y casi nunca se asocia con hepatoesplenomegalia. Ayudan a obtener el diagnóstico, desde el laboratorio, el recuento de plaquetas –cuyo resultado es siempre normal en la enfermedad hemolítica-, el examen de un frotis de sangre periférica, el test de Coombs que cuando es negativo nos hará sospechar infección congénita- y el aumento de la bilirrubina -ídem anterior, cuando es con predominio directo-. La ictericia como consecuencia de cualquier infección congénita puede tener un patrón muy variable y presentarse después de la primera semana de vida. Debe sospecharse fuertemente una causa infecciosa en los casos en los que se acompañe con hepatomegalia, esplenomegalia o púrpura, o los pacientes luzcan agudamente enfermos. Dentro de las causas infecciosas congénita y perinatal, deben descartarse infecciones por CMV, toxoplasmosis, sífilis, hepatitis virales, por Epstein-Barr, Chagas y bacterianas, como las producidas por E. coli y estreptococo β hemolítico grupo B. Otras Retardo del crecimiento Evidencia que la infección tiene un par de meses de evolución. Puede presentarse en cualquier infección congénita de evolución crónica, como la toxoplasmosis, por CMV, enfermedad de Chagas, sífilis, rubéola, etc. Teniendo en cuenta que pueden ser 4 muchas las causas del retardo de crecimiento, su sola presencia no sugiere descartar infección congénita. Hepatoesplenomegalia Las infecciones congénitas de causa viral pueden inducir hipertrofia del sistema reticuloendotelial sistémico y dar como resultado hepatomegalia, esplenomegalia o la combinación de ambas. Puede aparecer también en infecciones de origen bacteriano, como sífilis, por Listeria monocytogenes, etc., y en infecciones parasitarias, como la toxoplasmosis y el Chagas congénito. La hepatoesplenomegalia puede ser la única manifestación de una infección congénita aunque suele presentarse asociada al menos a otra manifestación clínica, como rash petequial o hiperbilirrubinemia. METODOLOGÍA DE ESTUDIO Ciertamente, las manifestaciones clínicas más específicas para cada infección congénita son, por lo general, las de menor frecuencia de aparición. Por ello, para llegar al diagnóstico etiológico debemos ordenarnos; en este sentido, proponemos la siguiente estrategia. En primer lugar, es necesario tener en cuenta que la palabra TORCH solo nos va a servir como guía para recordar algunas de las enfermedades infecciosas que pueden ser transmitidas durante la gestación. Esta sigla no nos facilitará el camino de la búsqueda del agente causal. Para esta segunda etapa, proponemos como guía la palabra ACOSAR. • Averiguar los antecedentes maternos previos al embarazo y durante el mismo: debe interrogarse en forma dirigida y concreta si la madre convive con niños pequeños, qué actividad desarrolla (si está en contacto con niños, discapacitados mentales o trabaja en alguna comunidad cerrada), si ha vivido en zonas con Chagas endémico, y si padeció o tuvo contacto con persona/s con alguna enfermedad infecciosa (en su mayoría son eruptivas). Con estos datos, y teniendo en cuenta la tabla 1, podrán descartarse aquellas patologías padecidas por la madre antes del embarazo, que dejan inmunidad protectora. • Controlar los estudios realizados durante el embarazo, con especial énfasis en los estudios microbiológicos; analizar los resultados y el seguimiento realizado durante el embarazo (tabla 2). Debemos recordar que hay que revisar y confirmar la información verbal referida por el obstetra y/o la paciente. Si la evaluación infectológica realizada por el obstetra durante el embarazo resultara incompleta, antes de comenzar a estudiar al recién nacido deberán solicitarse los estudios faltantes de la madre. Por ejemplo, si la madre se realizó un control para toxoplasmosis en el primer trimestre con IgG negativa, y no tiene controles posteriores, debe repetirse la IgG para toxoplasmosis, ya que si persiste negativa no es necesario realizarle al recién nacido ningún otro estudio sobre toxoplasmosis. Sin embargo, si pasó de negativa a positiva durante el embarazo, deberá descartarse toxoplasmosis congénita. • Organizar las posibles patologías y los estudios por solicitar. Después de conocer y analizar estos datos maternos, podrán priorizarse los estudios que deban solicitarse para el recién nacido. Es preciso recordar que infecciones congénitas como la sífilis, el Chagas, el herpes congénito y la toxoplasmosis son pasibles de tratamiento. El diagnóstico y tratamiento precoz pueden lograr la curación o disminuir su morbilidad. En el caso de otras infecciones, como por ejemplo la rubéola, por citomegalovirus (CMV) y la hepatitis B, conocer su diagnóstico mejora el seguimiento del paciente, posibilitando la detección y rehabilitación precoz de las secuelas. Llegado a este punto, es aconsejable 5 ordenar por patología, diseñando un cuadro en el cual puedan volcarse los antecedentes serológicos maternos (tabla 3). • Solicitar el estudio que tenga mayor rendimiento diagnóstico, según la evaluación realizada previamente (tabla 3). Además, es preciso efectuar fondo de ojo, ecografía cerebral y rayos X de huesos largos a todo recién nacido con diagnóstico presuntivo de infección congénita. • Analizar los resultados. Es importante recordar que los anticuerpos IgG atraviesan la placenta, tienen una vida media de seis a nueve meses, y la metodología de estudio para la identificación de anticuerpos IgM puede proporcionar como resultado falsos positivos. En algunos casos, es necesario repetir la serología IgG en los primeros meses de vida, como ocurre con los hijos de madres chagásicas o con sífilis adecuadamente tratadas, en los que la infección de los niños se descarta entre los 6 meses y el año de vida, con la negativización de la IgG para Chagas, o de la VDRL para sífilis. • Recordar que la palabra TORCH solo identifica algunas de las infecciones congénitas. El espectro de estas infecciones continúa en aumento. Nuevas siglas se han propuesto, y es probable que, con el tiempo, también queden desactualizadas. Adoptar esta estrategia facilitará, sin duda, la solicitud de los estudios complementarios y el seguimiento de cada paciente. Tabla 1. Infecciones intrauterinas y su relación con infecciones maternas previas • Infecciones previas que dejan inmunidad protectora: - Rubéola. - Toxoplasmosis. - Varicela. • Que dejan inmunidad relativa: - Citomegalovirus. - Herpes. • Que no dejan inmunidad: - Sífilis. - Tuberculosis. • Con riesgo para cada embarazo: - Chagas. - Hepatitis B. - SIDA. Tabla 2. Controles maternos durante el embarazo Para minimizar el riesgo de infección durante el embarazo, toda paciente debe ser evaluada con el siguiente plan en la primera consulta. • Siempre: - VDRL. - VIH (ELISA). - HBs Ag (antígeno de superficie para hepatitis B). - Urocultivo. • Si la madre no tiene estudios previos al embarazo o son negativos: - Rubéola, IgG (ELISA). - Toxoplasmosis, IgG (ELISA): si el resultado es positivo, deben procesarse muestras pareadas IgG (IFI), separadas por dos o tres semanas. • Si vive o ha vivido en zona endémica de Chagas: 6 - ELISA, hemaglutinación indirecta (HI), IFI, fijación de complemento, aglutinación o látex. Tabla 3. TORCH: qué estudios microbiológicos deben solicitarse Patología Madre Recién nacido Resultado durante Solicitar Solicitar el embarazo IgG (+) previa al Toxoplasmosis embarazo. IgG (+) de evolución IgG IF (pareada)*. IgG IF, IgM Isaga. incierta. IgG (-). IgG (ELISA). Esperar resultado de IgG: (-): nada, (+): ídem anterior. VDRL (-). VDRL. (-): nada, (+): Sífilis confirmar con FTAAbs; si es (+), VDRL en sangre, rayos X de huesos largos, PL para citoquímico y VDRL en LCR. VDRL (+). FTA-Abs. Si la FTA-Abs materna es (+), ídem anterior. IgG (+) previa al CMV embarazo. Si no tiene realizada. IgG (ELISA). (-): nada, (+): viruria para CMV por shell vial. Sin controles IgG (ELISA). Chagas serológicos. IgG (+). IgG por otro método. IgG (+), confirmado Búsqueda de por dos o más parasitemia (método métodos. de Stroud). Antecedentes de No sirve la serología. Cultivo viral de piel Herpes herpes genital o y mucosas para herpes. sospecha clínica. VIH (+). PCR cualitativa (a las VIH dos y seis semanas de vida). Sin controles previos. IgG (ELISA). (-): nada, (+): Rubéola solicitar IgM (ELISA). IgG (+) ELISA. ídem anterior. * Serología pareada significa que el laboratorio deberá procesar ambas muestras de sangre (de la madre y del hijo) en forma simultánea. Esto permite comparar los resultados y definir si el nivel de anticuerpos es el mismo para ambas, o existen 7 diferencias que, leídas en forma simultánea y comparativa, tienen alto valor predictivo de infección congénita cuando el título en el recién nacido es significativamente mayor que el de la madre. SEGUIMIENTO La VDRL debe repetirse junto a la serología para VIH y HBs Ag para hepatitis B, en el último trimestre en caso de pacientes de alto riesgo y cuando se diagnostique alguna infección de transmisión sexual. Las pacientes con mayor riesgo de adquirir infecciones urinarias durante el embarazo (antecedentes de infecciones urinarias recurrentes, diabéticas, con litiasis renal o con alteraciones funcionales o anatómicas de la vía urinaria) deben ser monitorizadas con urocultivos, por lo menos uno más durante el tercer trimestre. Además, si se registra alta predominancia de portación genital por estreptococo grupo B en la población estudiada, debe investigarse la portación vaginal y rectal en el tercer trimestre. 8