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Transcript
Año CLVII
Octubre-Diciembre 2011
DIÓCESIS
DE
CÁDIZ Y CEUTA
BOLETÍN OFICIAL
Núm. 2.581
I. IGLESIA DIOCESANA
B.O.O. 2.581
Pág. 686
B.O.O. 2.581
Del Obispo Diocesano
PASTORALES
NAVIDAD
El momento más valioso
Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres. Las zambombás y
los nacimientos nos dejan palpar la alegría de la Navidad. Revivir el misterio nos
amasa y hermana con Dios, porque si la fiesta es cristiana nunca es sólo un simple recuerdo sino la presencia activa de Dios y un renacimiento vital para el
hombre.
Cuando Dios se encarna en María ella teje en sus carnes mortales a Jesús con
un hilo de oro que es la naturaleza divina del Hijo de Dios. Desde entonces el
Emmanuel -el Niño Manué- renueva todas las cosas porque Dios está con nosotros, entre nosotros y en nosotros.
Lo más grande que ha ocurrido en la historia de la humanidad ha sido el
nacimiento de este Niño, un hombre que es precisamente el mismo Dios. Y el
mejor periodista que dio la noticia fue un ángel suyo: Os anuncio un gozo grande, hoy os ha nacido un Salvador. No obstante sólo se enteró un rey miedoso de
perder su poder, unos sabios de Oriente abiertos al Misterio y los más humildes
pastores.
El mensaje cristiano transmite, por tanto, que Dios está para siempre con
nosotros, que le hombre no está solo, y la gran alegría de que Dios transforma
la vida. El hombre dignificado es la consecuencia inmediata de nuestra fe, anterior incluso a cualquier anuncio o propuesta de vida moral o social. Cada persona refleja al Creador y se hace aún más amable como redimido. Hasta el día
de hoy no son separables el Dios trascendente de su carne amada y desposada
con Él. Dios-hombre nos educa para encontrar en cada persona el misterio
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escondido de Dios, su dignidad, su vocación, su humilde grandeza junto a sus
grandes miserias. Pero he aquí que es imposible hacerlo sin descubrir la grandeza incoercible de Dios a través de su humilde presencia.
Nada hay, por tanto, tan valioso como redescubrir ahora nuestra relación
vital con Cristo. La Navidad es siempre un regalo: Dios se da a sí mismo, ha aparecido la gracia de Dios. Pero este obsequio inimaginable reclama acogida, lucidez, atención, ya que este Alguien que nos ama es Dios mismo que quiere ser
amado, y convertir así nuestra vida en una fiesta. Por eso nos seduce -casi sin
notarlo- invitándonos con su ternura y suplicando nuestro amor, identificándonos sin sentirlo con su pequeñez y humildad -que es la nuestra-, arrullados por
su misericordia y calor.
A la arrogancia del pobre super-hombre sólo le queda la huida o, como hace
Herodes, una ladina disuasión. Es la que hoy nos acecha con esa banalización
moderna que fulmina cuanto toca, la que nos abriga de lujos fantásticos y promesas, pero nos deja -como a los maniquíes de los escaparates- perfectamente
vestidos pero sin vida, como disecados, aturdidos, desalmados.
El mundo secularizado, cada vez más encogido por su debilidad inconfesable y su incapacidad para salvar camina tan ciego que intenta reinventar la fiesta con un llamado espíritu de la Navidad que en realidad es su cara opuesta:
consumismo, ajetreo, bullicio... Este mundo que anhela la paz dichosa de la
Navidad y paladea con gusto el sabor de sus frutos pretende abiertamente cortar sus raíces sin caer en la cuenta de la terrible orfandad que le sobreviene. Es
más, ya ha experimentado que construir el mundo sin Dios termina inevitablemente atentando contra la dignidad del hombre. Lo que nos alegrará el corazón
no será una meliflua canción ambiental, ni esos ambiguos deseos de bien (reducidos luego a bienestar), sino Dios mismo, el gran don, la unión con Él y nuestra propia unidad.
El extravagante desposorio de Dios con el mundo es una iniciativa milagrosa, un entrar en comunión que experimenta y encuentra su norma en la
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Eucaristía. Es, sin duda, la primera aportación que la Iglesia hace al mundo.
Belén, etimológicamente, la casa del pan, vuelve a cada altar para dejarse adorar, para trascender nuestros límites con la carne de Hijo que nos da la Eternidad.
¡Que las zambombás nos despierten, y los belenes nos hagan renacer a la grandeza humana, a la dignidad, al gozo de ser hermanos y a la paz!
Cádiz, 24 de diciembre de 2011.
+ Rafael Zornoza Boy
Obispo de Cádiz y Ceuta
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HOMILÍAS
EN LA MISA DE TOMA DE POSESIÓN
S.A.I. Catedral de Cádiz, 22 de octubre de 2011
He aprendido nada más llegar esa copla vuestra, que canta:
“A Cái no le llaman Cái
que le llaman relicario,
porque tiene por patrona
a la Virgen del Rosario”.
Quiero que sea para ella mi primer saludo poniéndome bajo su amparo y
protección y ofreciéndole mi persona y ministerio. La visité nada más llegar y
esta tarde, con la Salve, le ofreceré la bula papal de mi nombramiento y, con
ella, mi persona y ministerio. Os encomiendo también a vosotros, al maternal
cuidado de la Virgen María.
1. Saludo al Sr. Nuncio Apostólico de Su Santidad en España, al Sr. Arzobispo
Metropolitano de Sevilla, a los Sres. Arzobispos y Obispos.
Saludo con especial gratitud a D. Antonio Ceballos, pastor de esta diócesis
durante los últimos dieciocho años, queridísimo de todos, de bondad ejemplar,
que ha dejado aquí su vida y su corazón, gobernando con acierto, con celo y
mansedumbre. Esta será siempre su casa, D. Antonio, porque también la tiene
en los corazones de todos y, aunque se aleje un tiempo de aquí, deseamos tenerle siempre cerca para gozar de su amistad y consejo.
Saludo cordialmente a las autoridades civiles, militares y académicas; a las
autoridades autonómicas, a la Sra. Alcaldesa y la corporación municipal.
Gracias por vuestra presencia.
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Os saludo afectuosamente a todos los diocesanos de Cádiz y Ceuta: al
Colegio Consultores, al Cabildo de la Catedral, a todos los sacerdotes, consagrados, religiosos y religiosas, seminaristas, laicos, asociaciones, movimientos,
hermandades. También a los medios de comunicación y a quienes participan en
esta retransmisión, especialmente a mi madre enferma y a los monasterios de
clausura.
Bienvenidos también cuantos habéis viajado desde Getafe y Madrid para
acompañarme: vicarios, sacerdotes, familias, jóvenes, seminaristas. Muchas gracias. Mi saludo para vosotros con especial cariño.
2. Me presento ante vosotros como el que viene en el Nombre del Señor. No
tengo más credenciales. Dios me ha conducido hasta aquí después de una intensa y gozosa vida sacerdotal y unos años de obispo. He dicho “sí” al Señor cuando El me lo ha propuesto por medio del Santo Padre, a quien corresponde el cuidado de todas las Iglesias, como dije “sí” cuando me llamó al sacerdocio, y cada
vez que me ha pedido otros servicios ministeriales. Así he caminado en mi vida
dejándome conducir por Dios en la docilidad que prometí –como todos vosotros, sacerdotes y consagrados– al comienzo de mi ministerio, con la satisfacción contínua y la experiencia de que El nunca defrauda, que llena de gozo el
corazón de los que le sirven.
3. Gracias, por tanto, en primer lugar, al Santo Padre que ha puesto su confianza en mi humilde persona. Transmita, Sr. Nuncio, a Su Santidad Benedicto XVI
mi agradecimiento y fidelidad. Espero, con la ayuda de Dios, no defraudar a la
Santa Iglesia, y servirla como el Señor espera de mí.
4. Hemos escuchado en el evangelio un diálogo cautivador entre Jesús
Resucitado y el apóstol San Pedro, una conversación realista en la que Pedro se
entrega humildemente al Señor, a pesar de su amor deficiente, y Cristo le pide
que apaciente sus ovejas. El apóstol deja la vida en sus manos y se pone enteramente al servicio de Dios. Me parece una escena especialmente elocuente en
esta celebración eucarística, donde se dice que celebramos mi “toma de posePág. 692
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sión”. Esta expresión canónica a mí personalmente me lleva a pensar en la toma
de posesión más importante de mi vida, la que la determina hasta el día de hoy.
Fue aquel momento en que, con el gesto de las manos extendidas, el obispo que
me ordenaba me impuso las manos invocando sobre mí la fuerza del Espíritu
Santo.
El Señor puso su mano sobre quienes recibíamos las sagradas órdenes, como
diciendo: este es mío; y somos suyos. Desde entonces, sencillamente la vida ya
no me pertenece. Dios, que me la dio, la tomó para una misión universal, eclesial. Y ahora me entrega a vosotros, Me parece que más que tomar esta diócesis
en propiedad para mí, soy yo quien se entrega a vosotros y sois vosotros quienes tomáis posesión de mí.
Quiero, por tanto, renovar hoy –como lo hace San Pedro–, mi amor a Cristo,
que nos hace capaces porque El es la fuente del amor. El es quien “nos amó primero”. El me pone a vuestro servicio y me vincula a vosotros, a quienes ya quiero servir abnegadamente con el corazón del Buen Pastor. Confío plenamente en
El pues, quien me toma entre sus manos, también, con ternura, “me cubre con
la palma de su mano”, que es lo que hacemos cuando bendecimos. Yo sé que
de su amor incondicional nos podemos fiar.
Pedidle al Señor por mi para que sea fiel a su Iglesia, que no es nuestra sino
suya. Que sepa conduciros hacia el Dios vivo, y os transmitir la fe, que es el gran
tesoro para este mundo y para nuestro tiempo. Rogadle que me conceda ser prudente y vigilante, que busque la verdad para mirar a cada uno con libertad de
espíritu y sin prejuicios. Yo le pido ser humilde y cercano, para transmitir la bondad de Dios, la relación viva con Jesus, el dialogo con El, y la gracia de sus
sacramentos.
5. Esta Iglesia de Cádiz y Ceuta tiene una antiquísima historia llena de frutos de
santidad, con profundas raíces cristianas que están patentes en sus santos, en su
espléndida piedad popular y en su patrimonio artístico. En ella encuentro una
fuerte llamada para imitar a sus pastores santos, y a la responsabilidad de proPág. 693
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fundizar en la fe de los apóstoles y de los mártires que nos han precedido –como
San Servando y San Germán– para acrecentar nuestra vida cristiana y responder
con fidelidad a la misión que el Señor nos confía hoy.
Desde la era apostólica en que llega a nosotros la fe hasta el Beato Juan Pablo
II, contemporáneo nuestro cuya fiesta celebramos hoy, podemos contemplar la
unidad de la Iglesia en su historia, que constituye ese “nosotros” de la fe por el
que nos reconocemos como “un solo cuerpo” (Rom 1, 3), y participamos en el
“yo” de la Iglesia que es sacramento de Cristo vivo en el mundo, con su misma
vida administrada en sus misterios por los pastores, con la misma verdad. Aun
parece que escuchamos al Papa Beato que nos dice, Duc in altum, “rema mar
adentro”, y que nos sigue invitando a ser santos, a ser amigos de Cristo, quien
camina a nuestro lado y guía a la Iglesia hacia la plenitud de la verdad y de la
vida. La voz de nuestro querido Juan Pablo II es acorde con los santos patronos
del siglo II, y con San Daniel y sus compañeros mártires, y con la del Beato José
Diego de Cádiz, y San Francisco Javier y San Juan de Ávila, apóstol de Andalucía
y próximo doctor de la Iglesia. Nuestra vida, nuestro corazón y nuestras palabras
están en continuidad armónica con todos ellos para mostrar a Cristo Redentor
del hombre, siempre actual, el mismo “ayer, hoy y siempre”, y que responde con
su eterna novedad a quien busca la vida para siempre.
6. No soy capaz de decir en este momento qué caminos pastorales concretos
haremos juntos, qué objetivos debemos compartir, pero es evidente que debemos profundizar en nuestro seguimiento de Cristo. Por tanto creo que acierto si
os propongo ya desde ahora, como nuestra gran meta, evangelizar. La iglesia
entera renueva hoy su esfuerzo por una nueva evangelización promovida por el
Santo Padre y esperada con ilusión por todos, para una sociedad que pierde la
esperanza cuando olvida sus raíces cristianas. Por lo que sé, coincide con vuestros recientes planes pastorales y el impulso del Sínodo Diocesano de hace diez
años.
“Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la
paz!” (Is 52, 7). Una sociedad herida por el nihilismo posmoderno no puede ser
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esperanzada. Donde reina la nada no puede haber alegría por algo, no hay futuro, ni eternidad, ni gozo. La vieja Europa devastada por las trágicas guerras del
s. XX recuperó sus bienes, pero no sus coordenadas para vivir. Ni siquiera la
sociedad del bienestar ha podido ocultar su vacío. La agobiante crisis económica ha puesto de manifiesto otra, la más profunda y determinante: la falta de valores, el imperio del egoísmo y, en suma, la pérdida de Dios.
A nosotros, cristianos de este pueblo, nos pueden faltar recursos, medios,
etc…; cualquier cosa menos esperanza. Ser cristianos nos impide caer en el
desánimo, si estamos “arraigados en Cristo, y firmes en la fe” (Col 2, 2). Lo nuestro, lo típicamente cristiano, es la esperanza, y con ella, el ánimo (virtus), el
gozo, no sólo de vivir y de experimentar que tenemos futuro, que Dios nos ama
y espera –(¡Él sí que cree en nosotros!)–, sino de ser portadores de la Buena
Noticia para el mundo, la que saca de las crisis, la que crea una nueva humanidad, la que necesita el mundo abatido y menesteroso que nos rodea. Y de esta
misión no podemos desertar. Quisiera, por tanto, desde ahora, renovar y alentar
la esperanza cristiana, porque el mensaje del evangelio es el mensaje del futuro, la respuesta de Dios a la búsqueda del hombre de hoy. Nada tan oportuno y
necesario, nada tan verdadero.
En la cultura secularizada del mundo occidental se tiende a hacer desaparecer a Dios de la conciencia pública, se desvanece el carácter singular de la persona de Cristo y se duda de los valores predicados por la Iglesia. Este es hoy
nuestro desafío, un reto providencial que debe hacernos reaccionar con ilusión,
lejos de la resignación y del desaliento. El mundo nos pide hoy más que antes
que seamos testigos, que demos razón de nuestra fe, que mostremos nuestro
gozo por ser seguidores de Jesucristo, que vive resucitado, que nos ha robado el
corazón y que nos enseña en la Iglesia la razón última de las cosas, puesto que
es la Verdad y la Vida.
Hermanos: “Que la esperanza os tenga alegres” (Rm 1, 14). Es urgente comunicar la alegría que nace de la fe y de la experiencia del amor de Dios. “¡Grita
jubiloso, porque Dios ha visitado a su pueblo!” escuchábamos al profeta Isaías.
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Las personas necesitan hoy ser llamadas de nuevo al objetivo último de su existencia; en su interior hay una profunda sed que sólo Dios puede saciar con su
amor infinito. Sin Dios, que nos da lo que nosotros por nosotros mismos no
podemos alcanzar (cf. Spe salvi, 31), nuestras vidas están realmente vacías. Cada
persona necesita cultivar una relación con Cristo, que ha venido para que tengamos la vida en abundancia (cf. Jn 10, 10). La meta de toda nuestra actividad
pastoral y catequética, el objeto de nuestra predicación, el centro mismo de
nuestro ministerio sacramental ha de ser ayudar a las personas a establecer y alimentar semejante relación vital con “Jesucristo nuestra esperanza” (1 Tm 1, 1).
7. Pero ¿qué debemos hacer? Lo primero, a mi entender, es “ser”: ser lo que
somos, vivir a fondo lo que el Señor nos ha concedido ya. Es preciso restablecer
la primacía del ser sobre el hacer, más aún, la primacía de la gracia, que es principio esencial para una programación pastoral (Cf. Past Greg 12). Seamos verdaderamente creyentes, amigos del Señor, coherentes, fieles de Cristo, cristianos.
Queridos sacerdotes, religiosos, laicos; jóvenes, adultos, ancianos o niños; casados, consagrados o solteros; vivamos nuestra vocación con santidad. Es decir,
vivamos intensamente nuestra fe, ahora que comenzaremos este “año dedicado
a la fe” que acaba de proponer el Santo Padre para “recordar la belleza y la centralidad de la fe, la exigencia de reforzarla y profundizarla a nivel personal y
comunitario” (Benedicto XVI, Angelus 17.10.2011). Seamos hombres nuevos y
testigos del Señor, “amigos del Hijo de Dios que nos da la vida y la vida en plenitud” (id., Porta fidei, 2).
Ser cristianos es compartir una relación con Dios que transforma la vida, y
nos proporciona una profunda fraternidad, una nueva humanidad, una voluntad
firme de servir a Dios a favor del hombre, una vida que es apertura a todos y que
transforma el mundo o quiere transformar al mundo según las ideas del Creador.
Y quien se deja transformar por Cristo, abre su corazón a la universalidad, a la
preocupación por todos, a un amor que no tiene barreras.
8. En cualquier situación social, política, o económica, tendremos que luchar
por mostrar la presencia de Dios en el mundo, que hace crecer lo humano cuanPág. 696
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do acepta que el hombre es imagen de Dios. Podemos expresar con nuestro
ejemplo, fácilmente visible en una cultura que se deshumaniza, que vivir cristianamente nos hace más humanos, más libres, si estamos anclados en la verdad, aunque contradiga la moda del momento, o la confusión del relativismo.
Por eso, con una firme conciencia cristiana, debemos ser promotores de una
caridad generosa, capaces de compartir los bienes, los trabajos, y hasta la vida
con los necesitados, los que no tienen trabajo, los emigrantes, los enfermos… y
ser defensores de los derechos de todos. Debo decir, por tanto, que me alegran
sobremanera las noticias de vuestra caridad y la atención a los necesitados, en
especial a los emigrantes, porque muestran la calidad de vuestra vida cristiana.
9. Hay que continuar haciendo todo lo que se pueda para aliviar las dimensiones humanas, morales y espirituales de la actual crisis económica. Cuando
hablamos de desempleo recordamos enseguida el número de los parados, pero
ellos no son un número, sino gente que sufre y que está herida en su dignidad
humana (cf. Caritas in Veritatis n. 25).
Nuestra Iglesia está al lado de los pobres, sirve a los que no tienen trabajo y
les ayuda a superar sus necesidades; hace ya grandes esfuerzos por alimentar a
los hambrientos y dar refugio a los sin techo. Y debemos seguir haciéndolos,
pues no podemos desfallecer, porque es un escándalo la pobreza general y la
gran falta de trabajo de nuestra sociedad, que debe exigirnos a todos colaborar
para encontrar modos eficaces para promover el bien común en la vida social y
económica. Es el momento de que cada uno asuma su propia responsabilidad
personal o institucional para crear puestos de trabajo y vencer la pobreza que
hace estragos. Y reconozcamos a la luz de Dios, como lo hace la Doctrina Social
Católica, que para construir una sociedad más justa, el hombre de hoy debe salir
de su relativismo moral y superar la cultura del egoísmo y de la muerte. Que la
pobreza haga brillar más en nosotros la riqueza del amor de Dios. Recordemos,
además, -con palabras de la Beata Teresa de Calcuta- que nadie tiene mayor
pobreza que quien no sabe amar.
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Os invito a vivir la “fantasía de la caridad”, como indicaba el Beato Juan
Pablo II, para hacernos profetas del amor de Dios y mostrar a todos la belleza de
la vida cristiana -también a los alejados de la Iglesia-, porque la felicidad que
buscamos tiene un nombre y un rostro: el de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios
hecho hombre que nos ama y nos busca.
10. Celebremos por tanto nuestra fe. Cristo el Señor, que resucitado vive para
siempre, se hace presente en esta santa liturgia que nos une en comunión con
Dios y con toda la Iglesia, presidida por este indigno siervo suyo, pero que por
la sacramentalidad de la Iglesia, por la fuerza del Espíritu, es sucesor de los apóstoles y representante del Señor. Pidamos por intercesión del Beato Juan Pablo II
que pueda gastar mi vida y serviros como Aquel que “no vino para ser servido,
sino para servir y dar su vida en rescate por todos". Pues mi oficio y autoridad
es un servicio a la unidad y a la comunión que solo se concibe como un servicio de amor (cfr. Christus Dominus 16), al servicio de Dios y al servicio de los
hombres. AMÉN.
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EN LA MISA DE PRESENTACIÓN
Catedral de Ceuta, 23 de octubre 2011
Queridos hermanos:
“La caridad y sólo la caridad salvará al mundo”, decía el Beato D. Orione. Y
añadía J. Maritain: “si, hace falta un diluvio de caridad”. Esta es precisamente la
gran revelación que escuchamos este domingo de boca del mismo Señor en este
día en que inicio aquí mi ministerio episcopal entre vosotros.
Os saludo a todos los aquí presentes: Al Sr. Vicario General, Cabildo de la
Catedral, sacerdotes presentes, a los Religiosos y religiosas, consagrados, a las
autoridades civiles, Excmo. Sr. Presidente Alcalde de Ceuta, autoridades militares…
El ministerio del obispo
He sido enviado a vosotros representando a Cristo, el Buen Pastor, para enseñar la fe, santificar y guiar al pueblo santo de Dios. Cristo resucitado, que vive
para siempre y está presente en su Iglesia por la acción del Espíritu Santo, constituye al obispo para hacerse presente como Padre y Pastor. Me presento a vosotros confiado en el Señor para un oficio que ha sido llamado “oficio de amor”
(San Agustín).
Mi agradecimiento al Santo Padre, Benedicto XVI, por su confianza, a quien
expreso aquí mi obediencia y afecto, pues él preside en la caridad a todas las
iglesias.
Os abrazo a todos. Quiero hacer mías vuestras preocupaciones y problemas,
vuestras satisfacciones y gozos, vuestras esperanzas y luchas.
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Dice Santo Tomás de Aquino que “nadie es pastor digno más que si llega a
hacerse uno con Cristo por la caridad”. Ruego, por esto, vuestra oración. Yo le
pido al Señor ser humilde y cercano para transparentarle a El, único obispo y
pastor de nuestras almas, a quien se dirigen los pasos de nuestra peregrinación
en esta vida. Pedidle que sea fiel a su Iglesia, que no es nuestra sino suya, no
para atar a los hombres, ni buscar poder o prestigio personal sino para conduciros hacia el Dios vivo, para transmitir la fe, que nos ha sido entregada no sólo
para nosotros, sino para los demás, para este mundo y nuestro tiempo. Orad para
que me conceda la prudencia humilde y vigilante, para buscar la verdad con
lucidez y mirar al mundo y a los hombres con libertad de espíritu y sin prejuicios. Que sepa transmitir la bondad de Dios que nos llega por una relación viva
con Jesucristo, dialogando con El, asociándonos a El en sus sacramentos, y en
su liturgia, hasta ser verdaderos discípulos.
Fidelidad a la vida y misión de la Iglesia
Puedo decir con San Pablo (cf 1Tes 1, 5ss) que conozco vuestra fe que “ha
resonado en todas partes”, que servís al Dios vivo y verdadero aguardando la
venida de su Hijo Jesús desde el cielo. Habéis seguido también el ejemplo del
Señor acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo.
Así “llegasteis a ser un modelo entre los creyentes”. Esto es, que queréis ser fieles viviendo la vida cristiana con esfuerzo y la predicáis el evangelio, y celebráis
con gozos la vida de Dios en los sacramentos, en la liturgia, que os llena su caridad.
El evangelio de hoy nos relata la pregunta de aquellos interesados en hacer
la voluntad de Dios. Es, ciertamente, la pregunta constante de quienes nos interesamos por Dios. Continuamente nos preguntamos ¿qué quiere Dios, cuál es su
voluntad? ¿qué quiere de mi? Jesús responde: “Amarás al Señor con toda tu alma
y todo tu ser”, y, con la misma fuerza, “amarás al prójimo como a ti mismo”.
Quiere decir con ello que Dios me ama y que es el amor de Dios lo que explica nuestra vida, toda nuestra existencia. Está mostrando que lo esencial de nuestra vida está en el diálogo de amor que establece Dios con el hombre, al que
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creó por amor y para amar, a su imagen y semejanza, y que toda la existencia,
la esencial relación con Dios y la relación entre nosotros se desarrolla en este
campo, y es en él donde se realiza la vida, o, de lo contrario, queda frustrada.
La predicación y vida de la Iglesia entera responde, por tanto, a los deseos
más íntimos del corazón del hombre, a su verdad más plena, y nunca nos deja
indiferente, siempre “conecta” con nosotros. En Cristo Jesús, Nuestro Señor,
vemos realizada la respuesta mejor, porque toda su vida está movida por el amor
al Padre y por su amor a los hombres, hasta el extremo de entregarla por completo, hasta morir por nosotros por amor.
Verdaderamente podemos comprender -conociéndole, escuchándole, y
siguiéndole-, que nuestra perfección moral va unida a esta aspiración y a su
ejemplo, algo que, por otra parte, es ciertamente imposible de conseguir por
nuestras propias fuerzas, si somos conscientes de nuestro pecado y confusión,
pero que se hace posible si somos sostenidos por El con su gracia salvadora, con
esa fuerza divina que gratuitamente concede a quienes confían en El, a quienes
entran en su vida, reciben el bautismo y viven injertados en El.
“Al atardecer de la vida te examinarán sobre el amor”, dice San Juan de la
Cruz. No basta, por tanto, cumplir los preceptos (y menos aún enredarse en disquisiciones bizantinas sobre ellos, como hacían aquellos fariseos). Es necesario
por consiguiente que entremos en el “alma” de Cristo, en su estilo, allí donde se
nos ofrece unidad a ser, donde la persona humana recupera su aspiración más
alta y puede ver cumplidos sus deseos más profundos, en aquel lugar donde se
ensamblan la mente y el corazón, los deseos y las obras, la mejor intención y su
realización.
Un mundo necesitado del amor de Dios
Para plasmar una sociedad más humana, más digna de la persona, es necesario revalorizar el amor en la vida social, a nivel político, económico, en la cultura, haciéndolo la norma constante y suprema de la acción. El amor es la forma
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más alta y más noble de relación de los seres humanos entre sí. Por eso debe
animar todos los ámbitos de la vida, debe estar presente en todas las relaciones
sociales. Sólo la caridad puede cambiar completamente al hombre y, al mismo
tiempo, representa el mayor mandamiento social, que espeta al otro y sus derechos, exige la justicia y promueve simultáneamente la misericordia, promueve
la solidaridad.
Por todo ello, este mandato del Señor Jesús cuyo ejercicio constituye propiamente la identidad del cristiano nos presenta la gran ayuda de la Iglesia al
hombre contemporáneo. La sociedad contemporánea, que advierte y vive profundamente una nueva necesidad de sentido y desea conocer del sentido de su
vida, de su acción y de su muerte, puede encontrar en Dios el sentido último de
su existencia. La caridad es el signo distintivo de los discípulos del Señor (cf. Jn
13, 35), y somos los cristianos quienes debemos ayudarles a hacerlo si vivimos
nuestra misión, tal y como se expresa en el Concilio Vaticano II (cf. Gaudium et
spes 41). Jesús nos invita a vivir fundamentados en su amor, a ser testigos de su
amor en el mundo, a ordenar en el amor todas las cosas para conducir nuestras
vidas a la perfección personal y social, a conducir la historia hacia el bien.
Un anuncio renovado de la Buena Noticia del evangelio
Comienzo mi pontificado celebrando esta Eucaristía, un acto de culto cristiano, cuya referencia imprescindible es la entrega de Cristo en la cruz. No
puede separarse la liturgia cristiana del culto de la vida, pues una entrega supone y exige la otra.
Dios nos pide que amemos a los demás con un amor concreto y verdadero,
no interesado; superar el interés, la utilización del otro, el racismo, el desprecio.
Quiere que seamos capaces de compartir los dolores y los gozos de la vida cristiana (cf. 1Tes). Ahora bien, para poder amar y servir a Dios hemos de adquirir
la libertad que supone abandonar los ídolos -como pedía Moisés a su pueblo en
el Sinaí (cf. Ex 22, 20ss)-. Este es mi mayor deseo: me gustaría que viviésemos
dando gloria a Cristo de modo eminente, dispuestos a vivir la civilización del
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amor, -de la que el hombre contemporáneo se aleja con el laicismo, el relativismo moral, el secularismo, infectado hoy por una pandemia de egoísmo que en
su origen prescinde de Dios porque piensa que sobra en su vida-. Una vez más
el amor al prójimo, el bien del hombre y la sociedad se enfrenta a la idolatría.
Los ídolos nos subyugan siempre. Valorar al otro como a uno mismo, respetar su
vida, su persona y sus derechos sin distinción de lengua, raza o religión, supone servir al amor que nos eleva, y aceptar la locura escandalosa del amor de
Dios, hacerla nuestra y contagiarla a los demás.
Esta es nuestra misión más noble: evangelizar. Para eso, con la palanca del
amor más acuciante, debemos entregarnos superando la mediocridad y -cada
uno en su vida y responsabilidad personal-, mostrar al mundo la sabia experiencia de los santos, cómplices del amor de Dios al servicio de una nueva sociedad.
Pero he aquí que se necesita un anuncio renovado de Cristo, incluso para los
bautizados. Algunos viven como si Cristo no existiese, y otros incluso repiten los
gestos y los signos de fe, especialmente a través de las prácticas de culto, sin que
se corresponda con ellos una acogida del contenido de la fe y una adhesión a
la persona de Jesús. Nuestra existencia personal no puede construirse prescindiendo del horizonte de la fe, sin incidencia en las relaciones interpersonales,
sociales y civiles, o relegada al ámbito privado. Ha de intervenir en el juicio y
en los comportamientos de modo patente, puesto que, si Dios ha perdido la centralidad que le corresponde en el hombre, en consecuencia, el hombre mismo
ha perdido su lugar. Es cada vez más urgente hacer entender al mundo que silenciar el deseo de Dios arraigado en lo más íntimo no puede ayudar a la verdadera autonomía del hombre.
La nueva evangelización debe sostener en nosotros el deseo de progresar
hacia una pastoral que se haga cargo de los problemas que están presentes en
la sociedad y por tanto, que afecten a la comunidad cristiana. Tenemos la gran
oportunidad de interpretar nuestro presente y actuar en este momento histórico
para hacer extraordinaria lo que es cualquier actividad ordinaria de la Iglesia.
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Este debe ser nuestro compromiso de amor, un compromiso que será eficaz,
teniendo a la vista vuestras experiencias pastorales que son expresión de una
dinámica en constante crecimiento: las parroquias, los movimientos antiguos y
los nuevos, las diversas órdenes religiosas, las asociaciones, codo a codo, sin
caer en la trampa de la fragmentación o la división.
La eucaristía que celebramos nos une en el amor que es fuente de comunión
para vivir como una familia, en armonía de todos los carismas y en la fuerza de
la donación, para ser testigos ante el mundo de que “Dios es amor” (1Jn 4, 8) y
tiende su mano a todos, a los más necesitados, para que lleguen a experimentar
el consuelo de la caridad y la luz de la fe.
Ofrecimiento final
Me pongo a disposición de todos vosotros. Suplico vuestra oración, vuestra
ayuda y consejo para guiar a la Iglesia de Cristo como el Buen Pastor, para que
sea siempre vínculo de unidad y de comunión como ejercicio de amor (servitium amoris), recuerdo y referencia del criterio del evangelio, que es la Buena
Noticia de Dios.
San Daniel y sus compañeros mártires fueron testigos del amor de Dios
entregando su vida. Me encomiendo a su intercesión y pido a María, la Virgen,
Nuestra Señora de África, nuestra patrona, que ha hecho vida con su humilde
docilidad a la gracia la encarnación del Hijo de Dios, que guíe mis pasos y fortalezca mi corazón para serviros con prudencia, hasta dar la vida por vosotros.
AMÉN.
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AGENDA DEL SR. OBISPO
OCTUBRE
24 Visita a la Cárcel de Algeciras.
Consejo Episcopal.
25 y 26 Reunión de los Obispos del Sur. Córdoba.
27 Reunión con Secretariado de Pastoral Familiar.
Reunión con Directora del Secretariado de Enseñanza.
Visita al Seminario.
28 Visita al centro Tierra de Todos y Reunión con Delegación de Migraciones.
Reunión con Delegado de Cáritas.
Reunión con Rector del Seminario.
Visita a sacerdotes enfermos en sus casas.
31 Visita a la instalaciones de COPE CÁDIZ.
Reunión con la Vicaría Judicial.
Reunión con Secretario de Hermandades y Cofradías.
NOVIEMBRE
1 Misa de la Fiesta de Ntra. Sra. de la Palma, Cádiz.
2 Misa por Todos los Difuntos en el Cementerio Mancomunado de Chiclana.
Reunión con Ecónomo y Gerente.
5 Retiro a los seminaristas.
Reunión con Secretario de Pastoral Universitaria.
Visita a monasterios de clausura
7 Reunión con los Arciprestes.
Consejo de Consultores.
8 Reunión con clero joven (quinquenio).
Reunión con Secretario de Catequesis.
9 Provincia Eclesiástica. Sevilla.
10 Missio de profesores de religión. Misa en Puerto Real.
11 Comisión del Clero Regional. Málaga.
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Asamblea diocesana de Cáritas. Benalup.
Apertura Semana de la Familia. Chiclana.
Encuentro de formación permanente del clero. La Oliva.
Missio profesores de religión. Misa en Los Barrios.
Reunión con profesores universitarios.
18 Encuentro con sacerdotes del arciprestazgo de Algeciras.
Clausura Semana de la Familia. Algeciras.
21-25 Conferencia Episcopal. Madrid.
26 y 27 Marcha de Jóvenes al Santuario de Ntra. Sra. De la Oliva. Vejer.
27 Encuentro de inmigrantes. Santuario Ntra. Sra. De la Luz. Tarifa .
28 Consejo Episcopal.
Visita a Salus Infirmorum. Cádiz.
29 Encuentro con Consejo de Hermandades y Cofradías. Cádiz.
30 Retiro de Adviento de sacerdotes. San Roque.
DICIEMBRE
1 Retiro de Adviento de sacerdotes. Bahía de Cádiz..
Encuentro con Movimiento de Cursillos de Cristiandad. S. Fernando.
2 Retiro de Adviento de sacerdotes. La Oliva. Vejer.
Confirmaciones. Parroquia de San José Artesano. San Fernando.
3 Retiro de Adviento de sacerdotes. Ceuta.
4 Encuentro de Cofradías de la Oración del Huerto. San Fernando.
Función principal de la parroquia de La Inmaculada. La Línea.
Encuentro con sacerdotes y laicos del arciprestazgo de La Línea.
11 Misa de la Virgen del Rosario.
12 Consejo Episcopal.
13 Encuentro con sacerdotes jóvenes .
Reunión con Movimiento Familiar Cristiano.
14 Encuentro con el Cabildo Catedralicio.
15 Beatificación Mártires Oblatos. Madrid.
19 y 20 Visitas institucionales al Ejército y Delegado del Gobierno en Ceuta.
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21 Misa Escuela de Magisterio de La Línea.
Comida de Navidad con sacerdotes.
22 Reunión con Junta de CONFER.
Comida de Navidad con sacerdotes.
23 Celebración navideña con el personal del Obispado.
Comida de Navidad con sacerdotes.
24 Misa en la Cárcel de Algeciras.
Misa del Gallo. Iglesia de la santa Cruz.
25 Misa de Navidad. Catedral.
28 Visita institucional a la Alcaldesa de Cádiz.
29 Celebración de villancicos con jóvenes. Catedral.
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Del Administrador Apostólico
PALABRAS DE MONS. ANTONIO CEBALLOS ATIENZA
EN EL ACTO DE BENDICIÓN DE LA RESIDENCIA DE
MAYORES "SAN JUAN DE DIOS", DE CÁDIZ
Cádiz, 5 de octubre de 2011
Muy queridos sacerdotes y diáconos, Ilustrísimas autoridades, presidente y
representantes de la Fundación Gerón y de la Fundación Carmen Pinillos,
Hermano Mayor de la Hermandad de la Santa Caridad, trabajadores y residentes de esfe centro, amigos todos.
Desde que el 22 de diciembre de 2006 se firmó el acuerdo de donación por
parte de la Hermandad de ta Santa Caridad al Obispado de esfe edificio para su
conversión en un geriátrico, hemos vivido toda una sene de situaciones difíciles,
que hoy entendemos que han merecido la pena, al ver el histórico Hospital de
San Juan de Dios convertido en un inmejorable centro para mayores.
Mi intención al aceptar el ofrecimiento que se me hizo, como bien sabéis,
no fue otro sino el poder ofrecer a los mayores de Cádiz un lugar donde pudieran ser cuidados con el cariño que merecen sus años y toda una labor que ha
hecho posible la calidad de vida de la que hoy disfrutamos.
Asimismo, quería evitar, en la medida de mis posibilidades, que toda una
plantilla de trabajadores perdiera su trabajo, con el que, como dice la Doctrina
Social de la lglesia: "no sólo se provee al sustento propio y de la familia, sino
que se contribuye a la realización de la persona y a la construcción de una
sociedad más justa y humana". Con mucho esfuerzo, con muchos sacrificios,
creo que, gracias a Dios, hemos logrado ambas cosas.
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Y junto con mi agradecimiento al buen Dios, no puedo olvidar a quienes han
sido colaboradores de la Providencia en esta tarea.
Gracias a la Hermandad de la Santa Caridad que, ante otras posibles ofertas,
como asociación de fieles, prefirió que fuera el Obispado quien recogiera el testigo de casi cinco siglos de historia al servicio de los más necesitados y desfavorecidos.
Gracias a la Fundación Gerón, su experiencia y generosidad fueron cruciales en momentos en los que parecía que todas las puertas se cerraban. En todo
momento mantuvieron su decisión de quedarse en Cádiz trabajando por sus
mayores. Gracias a la Fundación Carmen Pinillos, que continuando la obra de
su fundadora, ha dotado al centro del equipamiento necesario para prestar el
mejor servicio posible a las personas mayores.
Gracias a los técnicos del Obispado y al Consejo Diocesano para los Asuntos
Económicos, su asesoramiento y cualificación han sido fundamentales para llegar a este día.
Gracias también a los trabajadores, me consta que habéis aceptado sacrificios que eran necesarios para salvar la viabilidad del proyecto. Hoy podéis estar
safisfechos de que vuestro esfuerzo no ha sido en vano. Y, como no, también mi
gratitud a la Junta de Andalucía y al Ayuntamiento por su apoyo a este proyecto
en favor de la ciudad. Cuando ya me quedan pocos días al frente de esta querida Diócesis, me voy con la safisfacción de dejar abierta una casa, donde entre
otros, los sacerdotes que han gastado su vida por Dios, por el evangelio y por
los demás puedan recibir la atención y el cuidado que necesitan y se merecen.
Yo también, en Jaén, iré a una residencia de mayores, como uno más, pero
no descarto que sea en esta casa que hoy bendigo donde pueda venir más adelante a terminar mis días.
Gracias y enhorabuena a todos.
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HOMILÍA CON MOTIVO DE LA SOLEMNIDAD
DE LA PATRONA DE CÁDIZ
NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO
Cádiz, 7 de Octubre de 2011
“Proclama mi alma
la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en
Dios mi salvador”
(Lc. 1,46-55)
1. Un año más, vengo a estar con vosotros, queridos gaditanos
Un año más, esta mañana otoñal celebramos en Cádiz, la solemnidad de
Nuestra Señora del Rosario, nuestra Madre y Patrona. Toda la ciudad y sus alrededores está de fiesta.
Esta mañana, como un gaditano más, como un hijo más de esta buena
Madre, Nuestra Señora del Rosario, he querido estar con vosotros, queridos
gaditanos, para compartir, las penas y las alegrías, los gozos y las esperanzas de
este momento histórico que estamos viviendo. Estamos aquí para cantarte, contarte nuestra vida y darte gracias.
Estos días muchos gaditanos han venido a postrarse ante su Madre y Patrona,
La Virgen del Rosario y han dialogado con Ella: niños con sus ramos de nardos,
jóvenes y adultos han hecho su ofrenda de flores a la Virgen del Rosario.
A lo largo de este novenario predicado por el Padre Pedro Enrique hemos
tomado conciencia de que tenemos que trabajar con entusiasmo en la nueva
evangelización, sin cansancios y reconociendo que aunque los tiempos en los
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que estamos viviendo sean recios y difíciles, no obstante, hay que reconocer hay
que reconocer que son uno de los momentos más bellos de la historia. Y anoche el excelente pregón llevado a cabo por Mercedes Colombo que pedía a la
Virgen “la verdadera igualdad”, y hace unos momentos nuestra querida alcaldesa ha renovado el fervoroso voto a la ciudad. Todo ello nos sitúa en esta solemne celebración.
Durante, casi 18 años, Virgen del Rosario, he puesto bajo tu protección y
amparo los trabajos apostólicos que veníamos desarrollando en nuestra querida
y amada Diócesis de Cádiz y Ceuta. Hoy vengo a darte gracias y a entonar contigo mi pequeño Magníficat y a cantarte:
Salve, Virgen del Rosario, Señora del Amparo, tú sola a la vez eres Virgen y
Madre. ¡Salve Virgen y Esposa!
Salve, Virgen del Rosario,
por ti se confunden los sabios.
Salve, Virgen del Rosario,
oh puerto del mar de la vida.
Salve ,Virgen del Rosario,
de Vírgenes Madre y Maestra.
Salve. ¡Virgen y Esposa!
¡Madre de pobres y afligidos!
Salve, Dios te Salve.
Ya veis así ora y canta la Virgen del Rosario en el Magníficat en esta ciudad
trimilenaria a lo largo de los siglos.
2. Acción de gracia y alegría
Esta mañana acabamos de escuchar el canto del Magníficat, pronunciado y
vivido por María. Este cántico del Magníficat está traspasado por un dinamismo
pascual. Es decir, por una expresión de transformación que María vive en proPág. 712
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fundidad. Es un cántico para entonarlo como María hizo en tiempos recios y
fuertes como los que estamos viviendo.
Es un cántico de acción de gracias y de alegría en el que María ha dejado
atrás su turbación y perplejidad y entona un himno de alabanza en el que llama
a Dios, Santo y Poderoso, y lo hace desde su pequeñez y humildad de esclava.
3. Dejar hacer a Dios en la vida
La Virgen del Rosario sigue cantando: “El poderoso ha hecho obras grandes
en mí”
En María, en Nuestra Señora del Rosario, encontramos el resultado victorioso de lo que acontece cuando alguien consiente que Dios intervenga en su propia vida; es decir, “Dejar hacer a Dios en nuestra vida”. Esa intervención de ese
Dios que está siempre llamando a nuestra puerta para estar con nosotros, como
lo estuvo con la Virgen del Rosario y llenarnos de gracias, como la llenó a Ella
(cf. Lc. 1, 46-45). Esta mañana y siempre, queridos, gaditanos, os digo: “Dejad
hacer a Dios, en vuestra vida”, como Santa María del Rosario. Debéis consentir
que Dios intervenga en vuestra propia vida.
Y continúa la Virgen del Rosario:
4. Se alegra mi espíritu... porque ha mirado la humillación de su esclava
La Iglesia canta este día: “Alégrate Hija de Sión, grito, porque el Señor está
en ti”. María tú ha expresado en el Magníficat tu reconocimiento a la Trinidad
por todas las maravillas que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo ha obrado en tu
pobreza y humillación. Tú cantaste tu acción de gracias y expresaste tu alegría
incontenible (cf. Lc 1, 48). Esta mañana todos levantamos los ojos hacia, Virgen
del Rosario, que brillas ante los gaditanos como modelo de virtudes. Esta mañana todos tenemos los ojos fijos en ti, Virgen del Rosario, como Madre y Patrona
y queremos también cantar nuestro Magnitficat.
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5. Humillación de su esclava
Esta mañana os invito a que fijéis vuestros ojos en Nuestra Señora del Rosario
y le preguntéis: ¿qué sentía tú corazón cuando dijiste: “Ha mirado la humillación de tu esclava? (Lc 1, 48). Porque todos sabemos que “humillación” quiere
decir bajeza, anonadamiento, desprecio, condición del que se siente “desechado”. Tú misma, Virgen del Rosario, te llamas dos veces “esclava”. Y esclava quiere decir pequeñez, impotencia, falta de prestigio, de influencia y de poder en
medio del mundo en el que se vive, sufrimiento pesado, estado de desgracia,
aflicción dependencia de otros humillación general, baja capa social. Tú eres
consiente de ser un vaso de barro que el Señor lleno de virtudes, una esclava
colmada de maravillas.
Desde hoy, Virgen del Rosario, siempre que me sienta humillado o rebajado me voy a a cercar a ti que eres grande, porque aceptaste ser pequeña.
Y la Virgen del Rosario sigue cantando a los hambrientos...
6. Vueltos los ojos a los pobres y humillados de la tierra
Al comienzo de este canto del Magníficat, entonado por María, por Nuestra
Señora del Rosario, hemos visto a María vuelta enteramente a Dios, proclamando su grandeza: “el poderoso ha hecho obras grandes en mí”, cantando su alabanza, “su nombre es santo”.
En un segundo momento contemplamos como María, la Virgen del Rosario,
vuelve los ojos allí donde los tiene puestos Dios; Ella descubre la inclinación del
corazón de Dios por los pobres y humillados de la tierra y canta: “a los hambrientos los colma de bienes, y a los ricos los despide vacíos “ (Lc 1, 46-55). Es
decir, la Virgen descubre con sus propios ojos quienes son los que para Dios
están arriba , dentro y cerca, y quienes están abajo, fuera y lejos, y esa mirada
contemplativa le revela las preferencias, de un Dios todopoderoso que nunca es
imparcial.
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Santa María del Rosario, que todos los hombres y mujeres encuentren en la
Iglesia el lugar de la acogida en el que manifiesten su amistad y su paz, y ya no
sean extraños ni enemigos unos de otros.
Santa María del Rosario, Madre de los marginados, y de los que están en
paro, y de los alejados, ruega por nosotros, para que acogidos, bajo tu amparo,
seamos también nosotros amparo, acogida fraterna y defensa de los marginados
de nuestros barrios y los inmigrantes y desfavorecidos que nos llegan de todas
partes.
7. Eucaristía y acción de gracias
En esta Eucaristía, Santa María del Rosario, reconozcamos que en tu canto
del Magníficat tú has profesado tu alabanza a la Trinidad por todas las maravillas que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han obrado en tu pobreza y pequeñez.
Esta mañana, Señora del Rosario, al final de mi mandato apostólico y como
un Hijo más y en nombre de todos y cada uno de tus hijos quisiera recoger el
latido de sus corazones y pedirte ilusión, entusiasmo, fervor y audacia evangélica a la hora de la nueva evangelización. Veo que por ahí hay mucha gente desilusionada ante la difícil situación que atravesamos y no camina, si cree que vale
la pena caminar, ni le ve sentido a nada. Santa María del Rosario, lucero del
alba, luz de mi alma, infundenos ilusión, entusiasmo y fervor.
Santa María del Rosario, “Estrella del amor y la nueva evangelización”, quiero seguirte en la entrega generosa e ilusionada y no en el desencanto y desaliento. Sin ilusión la vida cristiana está condenada a la mediocridad y el mediocre no convence a nadie ni ta poco es feliz.
Santa María del Rosario, muchos están desilusionados por la situación
actual... Santa María del Rosario, ayúdanos a ser valiente, a que sepamos dominar el frío realismo que no nos deja ver la fuerza del Espíritu que abre caminos
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nuevos, ayúdanos a ser perseverantes y pacientes. La paciencia en estos momentos es tan necesaria como la generosidad. Tú, Santa María del Rosario, que escuchaste por boca del Ángel que para “Dios nada hay imposible” haznos comprender la posibilidad de lo imposible. Santa María del Rosario, tú fuiste pobre
y humilde, enseñanos a luchar cada día por ser pobres y de ese modo habría
menos pobres, pero como luchadores por ser ricos, por eso hay tantos pobres.
Santa María del Rosario, sé que el Evangelio no puede ser anunciado con
evangelizadores tristes y desanimados. Danos un corazón misericordioso y lleno
de esperanza, danos el entusiasmo de los mártires y confesores de la fe, de las
vírgenes y misioneros y de los apóstoles: danos el fervor de los santos.
Santa María del Rosario, llenanos de admiración por ti y por tu ciudad de
Cádiz. Exalta nuestro espíritu como tu lo hiciste con tu Magníficat. Santa María
del Rosario, danos fervor, mucho fervor... y ven junto a nosotros, sobre todo en
los momentos bajos: “que cuando llegue el dolor, que yo sé que llegará, no se
nos enturbie el amor ni se nos nuble la paz”.
Esta mañana, Santa María del Rosario permiteme que junto a tu Magníficat...
entone el mío al final de mi mandato apostólico, es éste: “Gustosamente me
complazco en mis debilidades, fragilidades, flaquezas y torpezas y en soportar
por Cristo oprobios y angustias porque cuando me siento débil, entonces soy
fuerte y vivo con ilusión y entusiasmo” (cf. 2Cor 12, 89).
Santa María del Rosario, tú que siempre me acompañaste en mis desvelos
apostólicos, acompañame también en mi nueva singladura.
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De la Cancillería Secretaría General
DECRETOS
ANTONIO CEBALLOS ATIENZA
Obispo Administrador Apostólico de Cádiz y Ceuta
Decreto
por el que se incardina al presbítero R.D. Antonio García-Berbel Molina,
de la Prelatura del Opus Dei.
Cádiz, 12 de octubre de 2011
Visto el escrito que nos ha presentado el presbítero incardinado en la Prelatura
del Opus Dei,
R. D. Antonio García-Berbel Molina
por el que solicita su incardinación en esta diócesis de Cádiz y Ceuta, en la que
presta sus servicios ministeriales desde que, el 7 de febrero del presente año, fue
nombrado Vicario de las Parroquias de Medina Sidonia:
Considerando
1º.- que el Excmo. Señor Prelado del Opus Dei, por decreto de 3 del presente
mes de octubre (Reg. Gen. R. Lib. VI, pág. 43), de acuerdo con el canon 270 del
Código de Derecho Canónico, ha concedido la oportuna excardinación;
2°.- que, durante el tiempo lleva ejerciendo su ministerio pastoral en esta diócesis, ha demostrado su cualificación y buena integración en el presbiterio; por
el presente, de conformidad con los cánones 265, 267 y 269 del citado Código:
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Concedemos la Incardinación Solicitada
Conforme a la costumbre de esta Curia, el presbítero emitirá la profesión de
fe y el juramento de fidelidad ante el Ordinario del lugar.
Dése traslado de copia de este decreto al interesado y a la Curia Prelaticia
del Opus Dei, para su conocimiento y efectos; y a la oficina del Boletín Oficial
del Obispado para su publicación.
Lo decretó, mandó y firma el Excmo. y Revmo. Señor Obispo Administrador
Apostólico de la Diócesis, lugar y fecha ut supra. Doy fe.
Por mandato de S. E. R.
+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo Administrador Apostólico de Cádiz y Ceuta
Por mandato de S. E. R.
Rvdo. Juan Carlos Brea Butrón, Pbro.
Canciller-Secretario.
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Acta de la Toma de Posesión de
Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Rafael Zornoza Boy
como Obispo de Cádiz y Ceuta
Hoy, sábado anterior al domingo treinta del tiempo ordinario, a las doce
horas del día veintidós del mes de octubre del año del Señor dos mil once, en
la Santa y Apostólica Iglesia Catedral de Cádiz, en España, inter missarum solemnia, y presidiendo la celebración el Sr. Nuncio de Su Santidad Monseñor Renzo
Fratini, de conformidad con lo indicado en el párrafo 4 del canon 382, y para
dar cumplimiento al párrafo 3 del mismo canon, en mi presencia, el Excmo. y
Rvdmo. Monseñor Rafael Zornoza Boy, hasta ahora Obispo titular de Mentesa y
Auxiliar de Getafe, muestra al Colegio de Consultores y de la Diócesis de Cádiz
y Ceuta las siguientes Letras Apostólicas:
"Benedicto Obispo, Siervo de los Siervos de Dios. Al Venerable hermano Rafael Zornoza Boy, hasta ahora Obispo titular de Mentesa y
Auxiliar de Getafe, Obispo electo de Cádiz y Ceuta, Salud y Bendición
apostólica. Solícitos del camino espiritual y de las necesidades pastorales de todos los fieles, queremos, ahora, designar un nuevo obispo de
Cádiz y Ceuta, habida cuenta de que el último sagrado pastor de ese
lugar, el Venerable hermano, Antonio Ceballos Atienza, abdicó voluntariamente de su oficio. Buscando un hombre de sana doctrina y costumbres y, al mismo tiempo, experto en el campo de la pastoral, hemos
pensado en ti, Venerable hermano, que, como sacerdote y Obispo
auxiliar, has mostrado singular empeño y diligencia en el anuncio del
Evangelio, en la administración de los sacramentos y en el gobierno de
las Comunidades. Así pues, desvinculado de la Iglesia titular de
Mentesa y del ministerio auxiliar de Getafe, con nuestra potestad apostólica, te constituimos Obispo de Cádiz y Ceuta, con los derechos y
obligaciones debidos. Dirigimos nuestro pensamiento al clero y a todos
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los fieles cristianos encomendados a tu cuidado pastoral, a los que
darás a conocer este nuestro decreto, mientras les exhorto a que, cumpliendo con empeño los preceptos divinos en la vida diaria, quieran
andar, bajo tu dirección, por el difícil y bello camino hacia la santidad.
El Espíritu Santo llene de gozo y de paz los corazones de todos los fieles de Cádiz y Ceuta, para que, al mismo tiempo, en esperanza y con
la ayuda y la fuerza salvadora y eficaz del mismo Paráclito, vayáis juntos, dando a Dios continuas gracias. Dado en Roma, junto a San Pedro,
el día treinta del mes de agosto del año dos mil once, séptimo de nuestro pontificado. Francisco Di Felice, Protonotario Apostólico".
Inmediatamente después de haberlas mostrado a cada uno de los ocho consejeros, el Canciller Secretario General de este Obispado y Secretario del
Colegio de Consultores, Rvdo. D. Juan Carlos Brea Butrón, que es uno de los
concelebrantes, lee en voz alta estas mismas Letras Apostólicas; y así ha tomado posesión canónica de la Sede Episcopal de Cádiz y Ceuta el Excmo. y
Rvdmo. Monseñor Rafael Zornoza Boy, de lo que doy fe, en el lugar y fecha arriba indicados.
In testimonium veritatis
Juan Carlos Brea Butrón, Pbro.
Canciller Secretario General
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RAFAEL ZORNOZA BOY
Obispo de Cádiz y Ceuta
Decreto
por el que se establece un Año de Gracia con motivo del CCXXV
aniversario de la creación de la parroquia de San José Extramuros, de Cádiz.
Cádiz, 15 de noviembre 2011
Visto el escrito que presenta el R. D. Óscar González Esparragosa, Cura de
la Parroquia de San José Extramuros, de Cádiz, y por el que, con motivo del
CCXXV aniversario de la creación de dicha parroquia, por decreto de 4 de febrero de 1787 de nuestro antecesor Mons. José Escalzo y Miguel, solicita se conceda a dicha iglesia parroquial gracias espirituales de las que los fieles se puedan
lucrar:
Considerando que es bueno agradecer a Dios su constante Providencia sobre
sus hijos, y que tan generosamente manifiesta por mediación del Bendito
Patriarca San José, por el presente, de conformidad con el canon 995 del Código
de Derecho Canónico, y con el artículo 11§1-1°, del Echiridion Indulgenciarum,
establecemos un Año de Gracia y concedemos
INDULGENCIA PARCIAL
a todos los fieles que, bien dispuestos, desde la Solemnidad de Cristo Rey del
presente año, hasta la misma del próximo año 2012, participen en alguna de las
celebraciones que en dicha iglesia parroquial tengan lugar en la Solemnidades
del Señor, de la Santa Madre de Dios y del Patriarca San José. Las condiciones
que los fieles habrán de cumplir son las siguientes:
l°.- Participar en algunas de las celebraciones indicadas, y orar en ese día por la
salud e intenciones del Romano Pontífice y del Obispo diocesano, y por la paz,
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la unidad y el incremento de la Santa Iglesia Católica. Se cumple este requisito
recitando devotamente el Credo, el Padrenuestro y la Salve.
2°.- Confesar los pecados sacramentalmente, con sincero arrepentimiento, en la
semana anterior o posterior a la celebración, excluyendo cualquier afecto al
pecado incluso venial.
3°.- Recibir la sagrada comunión eucarística, en la semana anterior o posterior
a la celebración, pero es deseable que se reciba en el mismo día en el que ésta
se realiza.
4°.- La indulgencia sólo se podrá lucrar una vez al día, y puede aplicarse tanto
en beneficio del propio fiel como por los difuntos.
Ruego al Bendito Patriarca San José que la celebración de este Año de Gracia
sirva de incremento a la vida espiritual y cristiana de todos sus devotos y feligreses de esa parroquia.
Dése traslado de copia de este decreto al solicitante para su conocimiento y
efectos, y a la oficina del Boletín Oficial del Obispado para su publicación.
Lo decretó, mandó y firma el Excmo. y Revmo. Señor Obispo de la Diócesis,
lugar y fecha ut supra. Doy fe.
Por mandato de S. E. R.
+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo Administrador Apostólico de Cádiz y Ceuta
Por mandato de S. E. R.
Rvdo. Juan Carlos Brea Butrón, Pbro.
Canciller-Secretario.
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NOMBRAMIENTOS
Rvdo. D. Guillermo Domínguez Leonsegui, Vicario General del Obispado de
Cádiz y Ceuta. Cádiz, 24 de octubre de 2011.
Rvdo. D. Francisco Correro Tocón, Vicario General del Obispado de Ceuta.
Cádiz, 24 de octubre de 2011.
Rvdo. D. Fructuoso Antolín Camacho, Vicario Episcopal de Pastoral. Cádiz, 24
de octubre de 2011.
Rvdo. P. Héctor Cáceres Zalazar, OCD, Párroco de Ntra. Sra. del Carmen, de
San Fernando. Cádiz, 28 de octubre de 2011.
Rvdo. P. José Manosalvas Eslava, OCD, Vicario Parroquial de Ntra. Sra. del
Carmen, de San Fernando. Cádiz, 28 de octubre de 2011.
Rvdo. P. Antonio Luis Leal Vadillo, OCD, Director Espiritual de la Venerable
Cofradía Carmelitana de Penitencia y Sacramental Hermandad de Nazarenos de
Nuestro Padre Jesús de la Paz en Real y Triunfal Entrada en Jerusalén y Nuestra
Madre y Señora María Santísima del Amparo, de Cádiz. Cádiz, 8 de noviembre
de 2011.
Rvdo. P. Carlos Quijano Sánchez, OCD, Director Espiritual de la Ilustrísima y
Venerable Archicofradía Sacramental de Nuestra Madre y Señora del Carmen
Coronada, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, de Cádiz. Cádiz, 8 de
noviembre de 2011.
Rvdo. D. Pedro J. Rodríguez Molina, Director del Secretariado Diocesano de
Pastoral de Juventud y Vocacional, por el plazo de un año. Cádiz, 8 de noviembre de 2011.
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Rvdo. P. Francisco Javier López Luna, SDB, Director Espiritual de la Hermandad
Salesiana de Penitencia de Nuestro Padre Jesús del Amor Despojado de sus vestiduras y María Santísima de la Concepción, de Cádiz. Cádiz, 10 de noviembre
de 2011.
Rvdo. P. José Antonio Perdigones Bautista, SDB, Director Espiritual de la
Fervorosa Hermandad Salesiana y Cofradía de Penitencia de Nuestro Padre Jesús
del Amor en su Entrada Triunfal en Jerusalén, María Santísima de la Alegría
Auxilio de los Cristianos, Gloriosa Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo,
María Santísima de la Paz y San Juan Bosco, de Algeciras. Cádiz, 10 de noviembre de 2011.
Rvdo. D. José Francisco Piñero Serván, Adscrito a la Parroquia de San José
Artesano, de San Fernando y Capellán del Monasterio de Ntra. Sra. del Rosario,
de San Fernando. Cádiz, 15 de noviembre de 2011.
Rvdo. D. José Manuel Carrascosa Moreno, Vicario Parroquial de San Juan
Bautista y San Antonio de Padua, de Chiclana de la Frontera. Cádiz, 1 de diciembre de 2011.
Rvdo. P. José Luis Millán Romero, OFM, Vicario Parroquial de Ntra. Sra. del
Rosario, de Cádiz, y Capellán de la Comunidad de Hermanas de la Compañía
de la Cruz, de Cádiz. Cádiz, 14 de diciembre de 2011.
Rvdo. D. Juan Carlos Brea Butrón, Párroco de San Servando y San Germán, de
Cádiz, por un plazo de seis años. Cádiz, 14 de diciembre de 2011.
Rvdo. D. José Luis Caburrasi Fernández, Párroco de Ntra. Sra. de Lourdes, de
Cádiz, por un plazo de seis años. Cádiz, 14 de diciembre de 2011.
Rvdo. D. Salvador Rivera Sánchez, Administrador Parroquial de Ntra. Sra. de la
Oliva, de San Fernando, hasta el nombramiento de nuevo párroco. Cádiz, 14 de
diciembre de 2011.
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Rvdo. D. Pedro Ortuño Estero, Vicario Parroquial de San José Extramuros, de
Cádiz. Cádiz, 14 de diciembre de 2011.
Rvdo. D. Jesús Cortejosa Gómez, Adscrito a la Parroquia de San Antonio de
Padua, de Chiclana de la Frontera. Cádiz, 14 de diciembre de 2011.
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NOMBRAMIENTO DE NUEVOS CABALLEROS
DE LA ORDEN DE SAN GREGORIO MAGNO
Cádiz, 14 de diciembre de 2011. En la mañana del día de la fecha, el Obispo
diocesano, Mons. Rafael Zornoza Boy, ha comunicado a Don Manuel Cerezo
Escámez y a Don Antonio Llaves Villanueva que, Su Santidad el Papa Benedicto
XVI, en reconocimiento a sus destacadísimos servicios a la Santa Iglesia
Católica, se ha dignado nombrarlos Caballeros de la Pontificia Orden de San
Gregorio Magno.
La imposición de la Cruz tendrá lugar (D.m.) al término de la celebración de
la Santa Misa de acción gracias que se celebrará en la iglesia parroquial de San
José Extramuros, de Cádiz, a las ocho de la tarde del domingo 22 del próximo
mes de enero.
Damos la enhorabuena a los nuevos Caballeros por tan merecido reconocimiento.
P. Guillermo Domínguez Leonsegui, Pbro.
Vicario General.
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NOMBRAMIENTOS
DE HERMANDADES Y COFRADÍAS
- Decreto por el que se nombra Hermano Mayor de la Hermandad Salesiana de
Penitencia y Cofradía Nazarenos de la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén y
María Santísima de la Alegría. Madre de la Iglesia y Auxilio de los Cristianos,
María Santísima de las Angustias y San Juan Evangelista, de la ciudad de La
Linea de la Concepción, Cádiz, a Don Álvaro Francisco Caraballo Sánchez.
Cádiz, 11 de octubre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermano Hermandad de Pentencia de Nuestro
Padre Jesús Nazareno y María Santíma de los Dolores, de San Fernando,
Cádiz, a Don Miguel Angel Cruceira Sánchez.
Cádiz, 17 de octubre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Comisario de la Antiquísima y Venerable
Hermandad de Penitencia del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz en el Calvario,
de Cádiz, a Don José María Núñez González.
Cádiz, 17 de octubre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermano Mayor de la Real y Venerable
Hermandad y Cofradía de Penitencia el Santísimo Cristo del Descendimiento
de la Santa Cruz y Nuestra Señora de los Dolores, de Cádiz, a Don Francisco
Oliva Correro.
Cádiz, 20 de octubre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermano Mayor de la Venerable Hermandad
del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y María Santísima de la Amargura, de
Cádiz, a Doña María del Mar Collado Segovia.
Cádiz, 20 de octubre de 2011.
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- Decreto por el que se nombra Hermana Mayor de Hermandad de Lignun
Crucis, de Conil de la Frontera, Cádiz, a Doña Juana Ariza Ligero.
Cádiz, 20 de octubre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermano Mayor de la Hermandad de Nuestro
Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de los Dolores, de Conil de la Frontera,
Cádiz, a Don Juan José Rosado Guerrero.
Cádiz, 20 de octubre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermana Mayor de la Venerable Hermandad
del Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo María Santísima de la Soledad,
de Conil de la Frontera, Cádiz, a Doña Juana María Zajara Vela.
Cádiz, 20 de octubre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermano Mayor de la Hermandad del
Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora de la Amargura, de
Conil de la Frontera, Cádiz, a Don Antonio Ramos Barroso.
Cádiz, 20 de octubre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermano Mayor de la Hermandad de Nuestra
Señora de las Virtudes, de Conil de la Frontera, Cádiz, a Don José Joaquín
Rodríguez Robles.
Cádiz, 20 de octubre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermano Mayor de la Hermandad de Nuestra
Señora del Carmen, de Conil de la Frontera, Cádiz, a Don Pedro José Muñoz
Leal.
Cádiz, 20 de octubre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermano Mayor de la Hermandad de Jesús del
Amor en su Entrada en Jerusalén y María Santísima de la Paz y Esperanza de
Conil de la Frontera, Cádiz, a Don Antonio Ramírez Lobatón.
Cádiz, 20 de octubre de 2011.
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- Decreto por el que se nombra Presidente del Consejo Local de Hermandades
y Cofradía de Algeciras, Cádiz, a Don Francisco Javier Vega Lizana.
Cádiz, 28 de octubre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermano Mayor de la Venerable Hermandad
de Penitencia del Santísimo Cristo de las Tres Caídas, María Santísima de la
Trinidad y San Juan de Mata, de Algeciras, Cádiz, a Don José Bueno Díaz
Cádiz, 10 de noviembre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermano Mayor de la Hermandad de Nuestra
Señora del Carmen, de Chiclana de la Frontera, Cádiz, a Don Rafael Angel
Ruz Butrón.
Cádiz, 18 de noviembre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermano Mayor de la Hermandad de Nuestra
Señora del Rocío, de la Línea de la Concepción, Cádiz, a Don Juan Antonio
Valle Lima.
Cádiz, 18 de noviembre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermano Mayor de la Cofradía de Nuestro
Padre Jesús Nazareno, Santo Cristo de la Fe, Santa Cruz de Jerusalén y María
Santísima de la Amrgura, de Algeciras, Cádiz, a Don Antonio Benítez Pecino.
Cádiz, 18 de noviembre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermano Mayor de la Venerable Hermandad
de Penitencia del Santísimo Cristo de la Salud y Nuestra Señora de los Dolores,
de Tarifa, Cádiz, a Don Pedro Castro Rodríguez.
Cádiz, 24 de noviembre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermano Mayor de la Hermandad de Nuestra
Señora del Rocío, de Algeciras, Cádiz, a Don Juan Manuel Gómez González.
Cádiz, 29 de noviembre de 2011.
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- Decreto por el que se nombra Hermano Mayor de la Cofradía de Penitencia
del Santo Sepulcro, Nuestra Señora de las Angustias y Santísimo Cristo de la
Caridad, de Tarifa, Cádiz, a Don Antonio Bello Gómez.
Cádiz, 22 de diciembre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermano Mayor de la Muy Ilustre, Antigua,
Venerable Franciscana Hermandad y Cofradía de Penitencia del Santísimo
Cristo de la Vera-Cruz y Nuestra Señora de la Soledad, de Cádiz, a Don Miguel
Angel Morgado Conde.
Cádiz, 22 de diciembre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermano Mayor de la Sacramental y Venerable
Hermandad de Nuestra Señora del Carmen y Cofradía de Penitencia del
Santísimo Cristo del Mar, Santa María, Madre de Dios, Luz y Esperanza
Nuestra, y San Juan Evangelista de La Línea de la Concepción, Cádiz, a Don
Javier Berraquero Marlasca.
Cádiz, 22 de diciembre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermano Mayor de la Venerable Hermandad y
Cofradía de Penitencia del Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia, María
Santísima de las Penas, San Juan Evangelista y Santa María Magdalena de San
Fernando, Cádiz, a Don Guillermo Zuaza León.
Cádiz, 22 de diciembre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermana Mayor de la Antiquísima y Venerable
Hermandad del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz en el Calvario (Cristo de las
Aguas), de San Roque, Cádiz, a Doña María Isabel Ruiz Cáceres.
Cádiz, 22 de diciembre de 2011.
- Decreto por el que se nombra Hermano Mayor de la Hermandad de
Nazarenos de Nuestro Padre Jesús en la Oración del Huerto y Nuestra Madre
de Dios y del Rosario, de Tarifa, Cádiz, a Don Antonio López Santos.
Cádiz, 22 de diciembre de 2011.
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- Decreto por el que se nombra Presidente del Consejo Local de Hermandades
y Cofradía de Barbate, Cádiz, a Don Diego Castillo Corrales.
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NOTA INFORMATIVA
RESIDENCIA DE MAYORES SAN JOSÉ,
DE SAN FERNANDO
Cádiz, 14 de diciembre de 2011. Ante las noticias que se están difundiendo
sobre la Residencia de Mayores San José, de San Fernando, este Obispado de
Cádiz y Ceuta, quiere informar de cuanto sigue:
1.- Desde hace meses, siguiendo los acuerdos del Consejo Diocesano para los
Asuntos Económicos, se vienen manteniendo contactos con la Congregación
de Hermanas Carmelitas de la Caridad de Vedruna, para buscar una solución
que garantice la viabilidad futura del Centro.
2.- Tras varios encuentros, el Obispado, propietario del edificio y titular de la
actividad, ha decidido encomendar la gestión de la Residencia a la
Fundación Gerón, dada su solvencia y experiencia en este campo.
3.- Desde el principio, el Obispado ha manifestado su pleno deseo a que las
religiosas continúen residiendo allí, prestando con su presencia la identidad
eclesial que siempre ha tenido y aportando la riqueza de su carisma.
4.- Las religiosas mayores, allí destinadas que necesiten atención geriátrica,
podrán utilizar todos los medios y servicios del Centro.
5.- Con esta decisión, nada cambiará, salvo el titular de la gestión y en lo posible, se intentará mejorar la ya excelente atención a los ancianos residentes.
6.- En todo momento, el Obispado ha reconocido y agradecido a las religiosas
su labor encomiable en este Centro desde que, hace 144 años, llegaron por
encargo del entonces Obispado diocesano y reitera su deseo de continuar
contando con ellas.
P. Guillermo Domínguez Leonsegui, Pbro.
Vicario General.
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NECROLÓGICAS
RVDO. P. DIEGO SÁNCHEZ VÁZQUEZ
El sacerdote Diego Sánchez Vázquez –el padre Diego- ha fallecido en la
Línea de la Concepción, ciudad donde desarrolló la mayor parte de su actividad
pastoral, a la edad de 78 años. Ha muerto como ha vivido: tratando de hacer el
menor ruido posible y evitando molestar a sus compañeros y amigos. Hombre
prudente, bondadoso y austero, ha convivido durante la mayor parte de su vida
profesional con los linenses y, en esta tierra, han madurado sus mejores frutos.
Como párroco, como profesor y como capellán de la prisión, ha orientado todas
sus energías hacia la meta que se fijó cuando, aún adolescente, decidió ingresar
en el Seminario de Cádiz.
En plena comunión con los sucesivos obispos y en conexión con sus hermanos, los sacerdotes, el padre Diego ha prestado una permanente atención a
los problemas más acuciantes que le planteaban los feligreses más desfavorecidos. Su testimonio vital, más incluso que sus medidas palabras, ha resonado en
nuestras conciencias como una permanente y explícita llamada a la trascendencia y, al mismo tiempo, como una cordial invitación al cultivo de los valores
humanos tan importantes como la sencillez, la laboriosidad y la alegría.
Desde mi perspectiva personal, los rasgos humanos que más me han llamado la atención de este creyente profundo, han sido su invencible paciencia, su
férrea disciplina, su permanente alegría y, sobre todo, su exquisita delicadeza.
Enemigo del capricho, de la frivolidad y de la superficialidad tradicional, el
padre Diego era un filósofo de las cosas elementales y un maestro de la simplicidad de la vida: sus reflexiones, sus consejos, sus actitudes y sus comportamientos estaban sustentados en un fondo de honradez y en un sustrato evangélico.
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Ha fallecido un hombre bueno que tomó la vida plenamente en serio y que
supo orientar sus esfuerzos hacia metas nobles y trascendentes. Su insaciable
avidez de saber, su viva curiosidad, su amplia capacidad de silencio, su aguda
facultad de escucha, su remansada delicadeza y, sobre todo, su permanente disposición de servicio, constituyen para todos nosotros una valiosa herencia. Su
muerte representa una pérdida irreparable para todos nosotros. Que descanse en
paz.
José Antonio Hernández Guerrero
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RVDO. D. JERÓNIMO COBACHO PINTO
El padre Jerónimo Cobacho es uno de esos seres humanos que, conscientes
de que han recorrido su trayecto vital terreno, aprovechan sus últimos momentos para preparar, de manera consciente y serena, su despedida de los familiares, de los compañeros y de los amigos. En las múltiples conversaciones que,
hace escasos meses, mantuve con él sobre los dolores físicos y sobre los sufrimientos del alma, me llamó la atención la agudeza con la que, aceptando la verdad de que las dolencias constituyen una de las características de nuestra condición temporal y una de las manifestaciones de nuestra radical fragilidad, él
reconocía que la manera de sobrellevarlas proporcionaban la prueba definitiva
de la talla humana y de la hondura espiritual de los mortales. Este recuerdo me
sirve para enmarcar la figura de un sacerdote bueno que, portando desde hace
ya muchos años sus dolencias físicas con ejemplar fortaleza, ha dedicado su
vida a proporcionar consuelo a los que sufrían los dolores en su cuerpo o la
amargura en su espíritu. El padre Cobacho, después de mirar a los ojos a la
enfermedad y de reconocer en ella a la mensajera de la muerte, decidió convivir con ella sin culparla del mensaje que le traía. Siguió su vida enredado en las
terapias prescritas, pero también supo burlar el cerco de la tristeza intentando
descubrir los valores que las crecientes limitaciones físicas encerraban.
Ahora recordamos con gratitud la sencillez y la generosidad con la que, en
sus diferentes ministerios en San Fernando, en Facinas y en el Tanatorio de
Chiclana, se entregaba a sus feligreses, y le agradecemos la manera tan generosa de la que acompañó a muchos enfermos en su soledad, estimulando sus esperanzas y proporcionándoles compresión, aprecio y calor. Porque si algo caracterizó al padre Cobacho, por encima de todas las cosas, de sus fortalezas y de
sus debilidades, de sus ensoñaciones y de sus frustraciones, fue su capacidad
para encajar las adversidades, su paciencia, su entereza, su constancia y su firmeza en sus convicciones.
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Frente a la muerte concebida como destrucción y como olvido, Jerónimo
Cobacho, con sus actitudes y con sus comportamientos, de manera aún más
clara que con sus palabras, nos ha ofrecido un visión esperanzadora para los
hombres y para las mujeres que aquí se han esforzado por comprender, por ayudar y por servir a sus compañeros de viaje. Su entera existencia nos proporciona esa otra visión positiva de un más allá que empieza aquí, en todos nosotros,
en el recuerdo inmarcesible y firme, en el amor fraterno, en la esperanza compartida. Al despedirnos le damos las gracias por tanta generosidad como supo
derramar entre nosotros. Que descanse en paz.
José Antonio Hernández Guerrero
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II. INFORMACIÓN GENERAL
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De la Santa Sede
CARTA APOSTÓLICA
EN FORMA DE MOTU PROPRIO
PORTA FIDEI
DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI
CON LA QUE SE CONVOCA EL AÑO DE LA FE
1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión
con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros.
Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja
plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un
camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con
el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el
paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que,
con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen
en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo–
equivale a creer en un solo Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4, 8): el Padre, que en la
plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que
en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo,
que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del
Señor.
2. Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he recordado la
exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez
más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo. En la
homilía de la santa Misa de inicio del Pontificado decía: «La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores, como Cristo han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad
con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud»[1].
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Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo
que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De
hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado[2]. Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la
fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas
personas.
3. No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf.
Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de
nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer
en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4, 14). Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que
son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). En efecto, la enseñanza de Jesús resuena todavía hoy con la misma fuerza: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por
el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn 6, 27). La pregunta planteada
por los que lo escuchaban es también hoy la misma para nosotros: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos la respuesta de Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6,
29). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación.
4. A la luz de todo esto, he decidido convocar un Año de la fe. Comenzará el
11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio
Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24
de noviembre de 2013. En la fecha del 11 de octubre de 2012, se celebrarán
también los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica,
promulgado por mi Predecesor, el beato Papa Juan Pablo II,[3]con la intención
de ilustrar a todos los fieles la fuerza y belleza de la fe. Este documento, auténtico fruto del Concilio Vaticano II, fue querido por el Sínodo Extraordinario de
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los Obispos de 1985 como instrumento al servicio de la catequesis[4], realizándose mediante la colaboración de todo el Episcopado de la Iglesia católica. Y
precisamente he convocado la Asamblea General del Sínodo de los Obispos, en
el mes de octubre de 2012, sobre el tema de La nueva evangelización para la
transmisión de la fe cristiana. Será una buena ocasión para introducir a todo el
cuerpo eclesial en un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe.
No es la primera vez que la Iglesia está llamada a celebrar un Año de la fe. Mi
venerado Predecesor, el Siervo de Dios Pablo VI, proclamó uno parecido en
1967, para conmemorar el martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en el décimo
noveno centenario de su supremo testimonio. Lo concibió como un momento
solemne para que en toda la Iglesia se diese «una auténtica y sincera profesión
de la misma fe»; además, quiso que ésta fuera confirmada de manera «individual
y colectiva, libre y consciente, interior y exterior, humilde y franca»[5]. Pensaba
que de esa manera toda la Iglesia podría adquirir una «exacta conciencia de su
fe, para reanimarla, para purificarla, para confirmarla y para confesarla»[6]. Las
grandes transformaciones que tuvieron lugar en aquel Año, hicieron que la necesidad de dicha celebración fuera todavía más evidente. Ésta concluyó con la
Profesión de fe del Pueblo de Dios[7], para testimoniar cómo los contenidos
esenciales que desde siglos constituyen el patrimonio de todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados, comprendidos y profundizados de manera
siempre nueva, con el fin de dar un testimonio coherente en condiciones históricas distintas a las del pasado.
5. En ciertos aspectos, mi Venerado Predecesor vio ese Año como una «consecuencia y exigencia postconciliar»[8], consciente de las graves dificultades del
tiempo, sobre todo con respecto a la profesión de la fe verdadera y a su recta
interpretación. He pensado que iniciar el Año de la fe coincidiendo con el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II puede ser una ocasión propicia para comprender que los textos dejados en herencia por los Padres conciliares, según las palabras del beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su
esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la
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Tradición de la Iglesia. […] Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio
como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el
Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del
siglo que comienza»[9]. Yo también deseo reafirmar con fuerza lo que dije a propósito del Concilio pocos meses después de mi elección como Sucesor de
Pedro: «Si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede
ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia»[10].
6. La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por
la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos
están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el
Señor Jesús nos dejó. Precisamente el Concilio, en la Constitución dogmática
Lumen gentium, afirmaba: «Mientras que Cristo, “santo, inocente, sin mancha”
(Hb 7, 26), no conoció el pecado (cf. 2 Co 5, 21), sino que vino solamente a
expiar los pecados del pueblo (cf. Hb 2, 17), la Iglesia, abrazando en su seno a
los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, y busca
sin cesar la conversión y la renovación. La Iglesia continúa su peregrinación “en
medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios”, anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva (cf. 1 Co 11, 26). Se siente fortalecida con la fuerza del Señor resucitado para poder superar con paciencia y
amor todos los sufrimientos y dificultades, tanto interiores como exteriores, y
revelar en el mundo el misterio de Cristo, aunque bajo sombras, sin embargo,
con fidelidad hasta que al final se manifieste a plena luz»[11].
En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su
muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los
hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch
5, 31). Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: «Por
el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que
Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros
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andemos en una vida nueva» (Rm 6, 4). Gracias a la fe, esta vida nueva plasma
toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección. En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el
comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida. La «fe que actúa por
el amor» (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción
que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12, 2; Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2
Co 5, 17).
7. «Caritas Christi urget nos» (2 Co 5, 14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los
caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra
(cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada
generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del
Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de
comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor
del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha
el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre
el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a
aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san Agustín, los creyentes «se fortalecen creyendo»[12]. El santo Obispo de Hipona tenía buenos motivos para expresarse de esta manera. Como sabemos, su vida fue una búsqueda
continua de la belleza de la fe hasta que su corazón encontró descanso en
Dios.[13]Sus numerosos escritos, en los que explica la importancia de creer y la
verdad de la fe, permanecen aún hoy como un patrimonio de riqueza sin igual,
consintiendo todavía a tantas personas que buscan a Dios encontrar el sendero
justo para acceder a la «puerta de la fe».
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Así, la fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para
poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande
porque tiene su origen en Dios.
8. En esta feliz conmemoración, deseo invitar a los hermanos Obispos de todo
el Orbe a que se unan al Sucesor de Pedro en el tiempo de gracia espiritual que
el Señor nos ofrece para rememorar el don precioso de la fe. Queremos celebrar
este Año de manera digna y fecunda. Habrá que intensificar la reflexión sobre la
fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea
más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio
como el que la humanidad está viviendo. Tendremos la oportunidad de confesar
la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo;
en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza
la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de
siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y
todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo.
9. Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la
fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también
una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de
modo particular en la Eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la acción de
la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza»[14]. Al mismo
tiempo, esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más
creíble. Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada[15], y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año.
No por casualidad, los cristianos en los primeros siglos estaban obligados a
aprender de memoria el Credo. Esto les servía como oración cotidiana para no
olvidar el compromiso asumido con el bautismo. San Agustín lo recuerda con
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unas palabras de profundo significado, cuando en un sermón sobre la redditio
symboli, la entrega del Credo, dice: «El símbolo del sacrosanto misterio que recibisteis todos a la vez y que hoy habéis recitado uno a uno, no es otra cosa que
las palabras en las que se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre,
sobre la base inconmovible que es Cristo el Señor. […] Recibisteis y recitasteis
algo que debéis retener siempre en vuestra mente y corazón y repetir en vuestro
lecho; algo sobre lo que tenéis que pensar cuando estáis en la calle y que no
debéis olvidar ni cuando coméis, de forma que, incluso cuando dormís corporalmente, vigiléis con el corazón»[16].
10. En este sentido, quisiera esbozar un camino que sea útil para comprender de
manera más profunda no sólo los contenidos de la fe sino, juntamente también
con eso, el acto con el que decidimos de entregarnos totalmente y con plena
libertad a Dios. En efecto, existe una unidad profunda entre el acto con el que
se cree y los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento. El apóstol
Pablo nos ayuda a entrar dentro de esta realidad cuando escribe: «con el corazón se cree y con los labios se profesa» (cf. Rm 10, 10). El corazón indica que
el primer acto con el que se llega a la fe es don de Dios y acción de la gracia
que actúa y transforma a la persona hasta en lo más íntimo.
A este propósito, el ejemplo de Lidia es muy elocuente. Cuenta san Lucas
que Pablo, mientras se encontraba en Filipos, fue un sábado a anunciar el
Evangelio a algunas mujeres; entre estas estaba Lidia y el «Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo» (Hch 16, 14). El sentido que encierra
la expresión es importante. San Lucas enseña que el conocimiento de los contenidos que se han de creer no es suficiente si después el corazón, auténtico
sagrario de la persona, no está abierto por la gracia que permite tener ojos para
mirar en profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de
Dios.
Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un
compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho
privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con
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él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente
porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo
que se cree. La Iglesia en el día de Pentecostés muestra con toda evidencia esta
dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el
don del Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio, haciéndolo franco y valeroso.
La misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de la comunidad cristiana cada uno recibe el bautismo, signo eficaz de la entrada en el pueblo de los
creyentes para alcanzar la salvación. Como afirma el Catecismo de la Iglesia
Católica: «“Creo”: Es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente, principalmente en su bautismo. “Creemos”: Es la fe de la Iglesia confesada por los obispos reunidos en Concilio o, más generalmente, por la asamblea
litúrgica de los creyentes. “Creo”, es también la Iglesia, nuestra Madre, que responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: “creo”, “creemos”»[17].
Como se puede ver, el conocimiento de los contenidos de la fe es esencial
para dar el propio asentimiento, es decir, para adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia. El conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio salvífico revelado por Dios. El asentimiento que
se presta implica por tanto que, cuando se cree, se acepta libremente todo el
misterio de la fe, ya que quien garantiza su verdad es Dios mismo que se revela y da a conocer su misterio de amor[18].
Por otra parte, no podemos olvidar que muchas personas en nuestro contexto cultural, aún no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad
el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un auténtico «preámbulo» de la fe, porque lleva a las personas por el
camino que conduce al misterio de Dios. La misma razón del hombre, en efecto, lleva inscrita la exigencia de «lo que vale y permanece siempre»[19]. Esta
exigencia constituye una invitación permanente, inscrita indeleblemente en el
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corazón humano, a ponerse en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos si no hubiera ya venido[20]. La fe nos invita y nos abre totalmente a este
encuentro.
11. Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos
pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e
indispensable. Es uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II. En
la Constitución apostólica Fidei depositum, firmada precisamente al cumplirse
el trigésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, el beato Juan
Pablo II escribía: «Este Catecismo es una contribución importantísima a la obra
de renovación de la vida eclesial... Lo declaro como regla segura para la enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión
eclesial»[21].
Precisamente en este horizonte, el Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe,
sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica.
En efecto, en él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia
ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la
Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los Maestros de teología a los
Santos de todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los
diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en
la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe.
En su misma estructura, el Catecismo de la Iglesia Católica presenta el desarrollo de la fe hasta abordar los grandes temas de la vida cotidiana. A través de
sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es una teoría, sino el
encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. A la profesión de fe, de hecho,
sigue la explicación de la vida sacramental, en la que Cristo está presente y
actúa, y continúa la construcción de su Iglesia. Sin la liturgia y los sacramentos,
la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el
testimonio de los cristianos. Del mismo modo, la enseñanza del Catecismo
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sobre la vida moral adquiere su pleno sentido cuando se pone en relación con
la fe, la liturgia y la oración.
12. Así, pues, el Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser en este Año un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan
por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural.
Para ello, he invitado a la Congregación para la Doctrina de la Fe a que, de
acuerdo con los Dicasterios competentes de la Santa Sede, redacte una Nota con
la que se ofrezca a la Iglesia y a los creyentes algunas indicaciones para vivir este
Año de la fe de la manera más eficaz y apropiada, ayudándoles a creer y evangelizar.
En efecto, la fe está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce
el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos.
Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos
distintos, tienden a la verdad[22].
13. A lo largo de este Año, será decisivo volver a recorrer la historia de nuestra
fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el
pecado. Mientras lo primero pone de relieve la gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida, lo segundo debe suscitar en cada uno
un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos.
Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició y
completa nuestra fe» (Hb 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y
todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del
sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria
de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio
de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debiPág. 752
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lidad humana para transformarla con el poder de su resurrección. En él, muerto
y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe
que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación.
Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que
sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En la visita
a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que
hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio
a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Confiada
en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de
Herodes (cf. Mt 2, 13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y
permaneció con él hasta el Calvario (cf. Jn 19, 25-27). Con fe, María saboreó los
frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo
para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4).
Por la fe, los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro (cf. Mt 10, 28).
Creyeron en las palabras con las que anunciaba el Reino de Dios, que está presente y se realiza en su persona (cf. Lc 11, 20). Vivieron en comunión de vida
con Jesús, que los instruía con sus enseñanzas, dejándoles una nueva regla de
vida por la que serían reconocidos como sus discípulos después de su muerte
(cf. Jn 13, 34-35). Por la fe, fueron por el mundo entero, siguiendo el mandato
de llevar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15) y, sin temor alguno, anunciaron a todos la alegría de la resurrección, de la que fueron testigos fieles.
Por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a
la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía,
poniendo en común todos sus bienes para atender las necesidades de los hermanos (cf. Hch 2, 42-47).
Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del
Evangelio, que los había trasformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor
don del amor con el perdón de sus perseguidores.
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Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando todo
para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad, signos concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar. Por la fe, muchos
cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la
palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos y
un año de gracia para todos (cf. Lc 4, 18-19).
Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en
el libro de la vida (cf. Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo largo de los siglos la
belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su
ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los
carismas y ministerios que se les confiaban.
También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor
Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia.
14. El Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. San Pablo nos recuerda: «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la caridad» (1 Co 13, 13).
Con palabras aún más fuertes —que siempre atañen a los cristianos—, el apóstol Santiago dice: «¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si
no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana
andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: “Id en
paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué
sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero
alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras,
y yo con mis obras te mostraré la fe”» (St 2, 14-18).
La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de
modo que una permite a la otra seguir su camino. En efecto, muchos cristianos
dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el
primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque prePág. 754
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cisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos
reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. «Cada
vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo
hicisteis» (Mt 25, 40): estas palabras suyas son una advertencia que no se ha de
olvidar, y una invitación perenne a devolver ese amor con el que él cuida de
nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el
que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de
la vida. Sostenidos por la fe, miramos con esperanza a nuestro compromiso en
el mundo, aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia» (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1).
15. Llegados sus últimos días, el apóstol Pablo pidió al discípulo Timoteo que
«buscara la fe» (cf. 2 Tm 2, 22) con la misma constancia de cuando era niño (cf.
2 Tm 3, 15). Escuchemos esta invitación como dirigida a cada uno de nosotros,
para que nadie se vuelva perezoso en la fe. Ella es compañera de vida que nos
permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por
nosotros. Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos
compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de
Cristo resucitado en el mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por
la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al
deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin.
«Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3, 1): que
este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues
sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero. Las palabras del apóstol Pedro proyectan un último rayo de luz
sobre la fe: «Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en
pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que,
aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en
la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así
la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas» (1 P 1, 6-9). La vida de los
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cristianos conoce la experiencia de la alegría y el sufrimiento. Cuántos santos
han experimentado la soledad. Cuántos creyentes son probados también en
nuestros días por el silencio de Dios, mientras quisieran escuchar su voz consoladora. Las pruebas de la vida, a la vez que permiten comprender el misterio de
la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo (cf. Col 1, 24), son preludio de
la alegría y la esperanza a la que conduce la fe: «Cuando soy débil, entonces
soy fuerte» (2 Co 12, 10). Nosotros creemos con firme certeza que el Señor Jesús
ha vencido el mal y la muerte. Con esta segura confianza nos encomendamos a
él: presente entre nosotros, vence el poder del maligno (cf. Lc 11, 20), y la
Iglesia, comunidad visible de su misericordia, permanece en él como signo de
la reconciliación definitiva con el Padre.
Confiemos a la Madre de Dios, proclamada «bienaventurada porque ha creído» (Lc 1, 45), este tiempo de gracia.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 11 de octubre del año 2011, séptimo
de mi Pontificado.
BENEDICTO XVI
[1] Homilía en la Misa de inicio de Pontificado (24 abril 2005): AAS 97 (2005), 710.
[2] Cf. Benedicto XVI, Homilía en la Misa en Terreiro do Paço, Lisboa (11 mayo 2010),
en L’Osservatore Romano ed. en Leng. española (16 mayo 2010), pag. 8-9.
[3] Cf. Juan Pablo II, Const. ap. Fidei depositum (11 octubre 1992): AAS 86 (1994), 113118.
[4] Cf. Relación final del Sínodo Extraordinario de los Obispos (7 diciembre 1985), II,
B, a, 4, en L’Osservatore Romano ed. en Leng. española (22 diciembre 1985), pag.
12.
[5] Pablo VI, Exhort. ap. Petrum et Paulum Apostolos, en el XIX centenario del martirio
de los santos apóstoles Pedro y Pablo (22 febrero 1967): AAS 59 (1967), 196.
[6] Ibíd., 198.
[7] Pablo VI, Solemne profesión de fe, Homilía para la concelebración en el XIX centenario del martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo, en la conclusión del “Año
de la fe” (30 junio 1968): AAS 60 (1968), 433-445.
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[8] Id., Audiencia General (14 junio 1967): Insegnamenti V (1967), 801.
[9] Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte (6 enero 2001), 57: AAS 93 (2001),
308.
[10] Discurso a la Curia Romana (22 diciembre 2005): AAS 98 (2006), 52.
[11] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 8.
[12] De utilitate credendi, 1, 2.
[13] Cf. Agustín de Hipona, Confesiones, I, 1.
[14] Conc. Ecum. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, 10.
[15] Cf. Juan Pablo II, Const. ap. Fidei depositum (11 octubre 1992): AAS 86 (1994), 116.
[16] Sermo215, 1.
[17] Catecismo de la Iglesia Católica, 167.
[18] Cf. Conc. Ecum. Vat. I, Const. dogm. Dei Filius, sobre la fe católica, cap. III: DS
3008-3009; Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina revelación, 5.
[19] Discurso en el Collège des Bernardins, París (12 septiembre 2008): AAS 100 (2008),
722.
[20] Cf. Agustín de Hipona, Confesiones, XIII, 1.
[21] Juan Pablo II, Const. ap. Fidei depositum (11 octubre 1992):AAS 86 (1994), 115 y
117.
[22] Cf. Id., Carta enc. Fides et ratio (14 septiembre 1998) 34.106: AAS 91 (1999), 3132. 86-87.
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MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL CARDENAL ANTONIO MARÍA ROUCO VARELA
CON OCASIÓN DE LA CELEBRACIÓN DE LA
FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA
MADRID, 30 DE DICIEMBRE DE 2011
Al venerado hermano Antonio María Cardenal Rouco Varela
Arzobispo de Madrid
Me es grato saludar cordialmente a Vuestra Eminencia, así como a los participantes en esa solemne Eucaristía celebrada en el centro de Madrid con motivo de la fiesta de la Sagrada Familia, para dar gracias a Dios por este gran misterio que ilumina todo hogar cristiano y dar muestra a la humanidad entera de
esperanza y alegría. Invito a todos a considerar esta celebración como continuación de la Navidad: Jesús se hizo hombre para traer al mundo la bondad y
el amor de Dios; y lo hizo allí donde el ser humano está más dispuesto a desear lo mejor para el otro, a desvivirse por él, y anteponer el amor por encima de
cualquier otro interés y pretensión. Así, vino a una familia de corazón sencillo,
nada presuntuoso, pero henchido de ese afecto que vale más que cualquier otra
cosa. Según el Evangelio, los primeros de nuestro mundo que fueron a ver a
Jesús, los pastores, «vieron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre»
(Lc 12,6). Aquella familia, por decirlo así, es la puerta de ingreso en la tierra del
Salvador de la humanidad, el cual, al mismo tiempo, da a la vida de amor y
comunión hogareña la grandeza de ser un reflejo privilegiado del misterio trinitario de Dios.
Esta grandeza es también una espléndida vocación y un cometido decisivo
para la familia, que mi venerado predecesor, el beato Juan Pablo II, describía
hace treinta años como una participación «viva y responsable en la misión de la
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Iglesia de manera propia y original, es decir, poniendo al servicio de la Iglesia y
de la sociedad su propio ser y obrar, en cuanto comunidad íntima de vida y
amor» (Familiaris consortio, 50). Os animo, pues, especialmente a las familias
que participan en esa celebración, a ser conscientes de tener a Dios a vuestro
lado, y de invocarlo siempre para recibir de él la ayuda necesaria para superar
vuestras dificultades, una ayuda cierta, fundada en la gracia del sacramento del
matrimonio. Dejáos guiar por la Iglesia, a la que Cristo ha encomendado la
misión de propagar la buena noticia de la salvación a través de los siglos, sin
ceder a tantas fuerzas mundanas que amenazan el gran tesoro de la familia, que
debéis custodiar cada día.
El Niño Jesús, que crecía y se fortalecía, lleno de sabiduría, en la intimidad
del hogar de Nazaret (cf. Lc 2,40), aprendió también en él de alguna manera el
modo humano de vivir. Esto nos lleva a pensar en la dimensión educativa
imprescindible de la familia, donde se aprende a convivir, se transmite la fe, se
afianzan los valores y se va encauzando la libertad, para lograr que un día los
hijos tengan plena conciencia de la propia vocación y dignidad, y de la de los
demás. El calor del hogar, el ejemplo doméstico, es capaz de enseñar muchas
más cosas de las que pueden decir las palabras. Esta dimensión educativa de la
familia puede recibir un aliento especial en el Año de la Fe, que comenzará dentro de unos meses. Con este motivo, os invito a revitalizar la fe en vuestras casas
y tomar mayor conciencia del Credo que profesamos.
Cuando sigo evocando con emoción inolvidable la alegría de los jóvenes
reunidos en Madrid para la Jornada Mundial de la Juventud, pido a Dios, por
intercesión de Jesús, María y José, que no dejen de darle gracias por el don la
familia, que sean agradecidos también con sus padres, y que se comprometan a
defender y hacer brillar la auténtica dignidad de esta institución primaria para la
sociedad y tan vital para la Iglesia. Con estos sentimientos, os imparto de corazón la Bendición Apostólica.
Vaticano, 27 de diciembre de 2011
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De la Conferencia Episcopal Española
XCVIII Asamblea Plenaria
Discurso Inaugural del
Cardenal Antonio Mª Rouco
Queridos Hermanos Cardenales, Arzobispos y Obispos,
Señor Nuncio,
colaboradores de esta Casa,
señores y señoras:
La Asamblea Plenaria de nuestra Conferencia Episcopal comienza hoy, según
el calendario previsto, su nonagésima octava reunión ordinaria. Al tiempo que
agradezco a nuestro Señor que podamos encontrarnos una vez más para ayudarnos en nuestro servicio al Pueblo de Dios, doy a todos los Hermanos obispos
la más cordial bienvenida y saludo con todo afecto a quienes nos acompañan
en esta sesión inaugural.
Deseo comenzar notando que se encuentra por primera vez entre nosotros
el señor obispo de Huesca y de Jaca, Mons. D. Julián Ruiz Martorell, consagrado el día 5 de marzo en la catedral oscense; y también el señor obispo de
Tarazona, Mons. D. Eusebio Hernández Sola, consagrado el 19 de marzo en
Veruela. Para ellos nuestra más cordial enhorabuena y nuestras oraciones. Mons.
D. Rafael Zornoza Boy ha tomado posesión de la diócesis de Cádiz-Ceuta el
pasado día 22 de octubre. Encomendamos al Señor la nueva misión que le ha
sido confiada. En las manos del Padre de las misericordias y de todo consuelo
ponemos el alma de los dos Hermanos que han muerto en estos meses: el obispo, emérito, de Guadix, Mons. D. Juan García-Santacruz Ortiz, fallecido el 12
de marzo, y el arzobispo, emérito, de Valencia, cardenal D. Agustín GarcíaGasco Vicente, fallecido el 1 de mayo en Roma. Descansen en paz.
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I. “Una verdadera cascada de luz”: la JMJ Madrid 2011
Comenzamos nuestros trabajos de esta Asamblea de otoño, cuando todavía
no se han apagado los ecos de la sonora riada de jóvenes de todo el mundo que
el pasado mes de agosto se dieron cita en Madrid, respondiendo a la llamada
que Su Santidad el Papa Benedicto XVI les había lanzado desde Sydney en 2008.
Acudieron por centenares de miles, contentos de venir a la gran fiesta de la
Jornada Mundial de la Juventud, deseosos de encontrarse con sus coetáneos del
orbe católico y de celebrar su fe en Jesucristo en esa asamblea tan especial que
es la Jornada Mundial de la Juventud, sin avergonzarse en absoluto de mostrar
ante el mundo entero su pertenencia al Señor y a la Iglesia.
Madrid y España entera quedaron gozosamente sobrecogidas; en particular,
nuestras comunidades eclesiales: ¡hay una juventud de hoy, alegre, educada,
sacrificada, expansiva y comunicativa que es Iglesia al cien por cien! ¡Es posible
transmitir la fe a las nuevas generaciones! Mejor dicho: ¡son los mismos jóvenes
quienes se han convertido en evangelizadores de sus compañeros y de los mayores! De este modo somero podemos describir los efectos más externos y generales de aquella gracia extraordinaria, de un valor espiritual y pastoral inmenso
-¡incalculable!- que ha sido la XXVI Jornada Mundial de la Juventud no solo para
Madrid, para las diócesis de su provincia eclesiástica y para todas las diócesis de
España, sino también, sin duda alguna, para toda la sociedad española.
1.- Preparación espiritual, pastoral y apostólica
Antes de la semana del 18 al 20 de agosto -cuando tuvo lugar, propiamente
hablando, la JMJ- la Iglesia que peregrina en España vivió un intenso proceso de
preparación espiritual, pastoral y apostólico, acompañado por la necesaria organización técnica y de comunicación social. Recordemos los momentos más
sobresalientes de esa preparación.
En primer lugar, hay que mencionar la peregrinación de la Cruz de las
Jornadas Mundiales y del Icono de la Virgen por toda la geografía española a lo
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largo de dos intensos años. El camino comenzó en Roma, el domingo de Ramos
de 2008, cuando los jóvenes y el arzobispo de Sydney, sede de la anterior
Jornada Mundial, hicieron entrega de la Cruz y del Icono a los jóvenes y al arzobispo de Madrid, en presencia del Papa. Allí arrancó su recorrido por todas las
diócesis de España, a partir de las de Madrid. Vosotros, queridos hermanos en el
episcopado, sabéis bien lo que supuso aquella peregrinación. Muchos habrían
deseado que la Cruz y el Icono se hubieran podido quedar por más tiempo. Su
presencia fue ocasión para un espléndido testimonio público de la fe, para la
adoración orante y para la penitencia que sigue a la conversión; todo protagonizado por los jóvenes de las diversas comunidades diocesanas, que participaron en los actos con un fervor y afluencia desconocidos, junto con padres, educadores y sacerdotes.
En segundo lugar, no podemos dejar de mencionar la caudalosa corriente de
oración e intensa plegaria que surcó sin parar los campos de nuestras Iglesias
diocesanas en aquel tiempo de preparación. Ocupan aquí un lugar eminente las
comunidades de religiosas contemplativas de toda España, pero tampoco se
pueden olvidar tantas y tantas comunidades parroquiales, asociaciones piadosas, de apostolado, etc.; y tantas almas, que presentaron en escondido su oración al Padre, haciendo ofrenda personal de sus vidas por los frutos de la Jornada
Mundial de la Juventud. Solo Dios sabe los nombres de todos ellos. Pero estamos seguros de que sin el fluir de la oración y del sacrificio así ofrecidos no
hubiera sido posible el acontecimiento de gracia que se nos ha dado vivir.
En tercer lugar, ya a las puertas de la semana culminante de Madrid, tuvieron lugar los llamados “Días en las Diócesis”. Fueron días en los que las comunidades diocesanas pudieron recoger los frutos de maduración interior y de
compromiso apostólico a los que había conducido la peregrinación previa de la
Cruz y el Icono de la Virgen por toda España, cuando llegó el momento de acoger a jóvenes peregrinos venidos de todos los puntos del planeta, en número cercano a los doscientos mil. A estos jóvenes se les ofreció la posibilidad de un
encuentro vivo con la historia y la realidad presente de la Iglesia en las distintas
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ciudades y lugares de España, con sus parroquias, familias, jóvenes, etc. Las
comunidades locales, que con tanta generosidad abrieron sus puertas a los peregrinos, se vieron agraciadas, en un ejemplar intercambio de dones, con el entusiasmo de quienes llegaban dispuestos a celebrar la fiesta de la fe, vivida y proclamada en la comunión de la Iglesia católica, celebrada en los sacramentos de
la penitencia y de la eucaristía y manifestada y verificada en la fraternidad y la
amistad compartida. Todo ello contagió ya en aquellos días a muchos pueblos y
ciudades de la alegría de la vida cristiana, públicamente expresada, y les ayudó
a redescubrir en su propia casa la riqueza humana del impagable tesoro de la fe
en Jesucristo. Parecía como si el lema de la JMJ 2011 -“Arraigados y edificados
en Cristo, firmes en la fe”- brillase ya por toda la geografía española, vertiendo
su luz bienhechora sobre todos, especialmente sobre los jóvenes.
2. Y llegamos a la semana de la JMJ en Madrid
a) Para ir a lo esencial de lo acontecido en los días de la JMJ, nada mejor que las
mismas palabras pronunciadas por el Santo Padre, el papa Benedicto XVI, en la
audiencia general del miércoles 24 de agosto, en Castelgandolfo, cuando hizo
un primer balance de los que él calificaba como «extraordinarios días transcurridos en Madrid para la Jornada Mundial de la Juventud». «Fue, y lo sabéis decía- un acontecimiento eclesial emocionante. Cerca de dos millones de jóvenes de todos los continentes vivieron, con alegría, una formidable experiencia
de fraternidad, de encuentro con el Señor, de compartir y de crecimiento en la
fe: una verdadera cascada de luz».[01]
Efectivamente, eso fue lo esencial que vivimos en aquellos días inolvidables
y lo que hemos podido comprobar por nuestra propia vivencia pastoral de los
mismos: ¡un acontecimiento eclesial emocionante, una experiencia festiva y un
echar raíces en el Señor!
Fue un acontecimiento eclesial emocionante, porque pocas veces se tiene la
ocasión de poder vivir así, en toda su plenitud católica, la comunión de tantos,
de todos en la Iglesia con quien es su Cabeza y Pastor visible, el Sucesor de
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Pedro y Vicario de Cristo. Pocas veces se tiene la experiencia de que tantos pastores, con tantos fieles, hagan visible en torno a Pedro la comunión católica: no
anduvieron lejos del millar los obispos llegados de todo el mundo; y fue notabilísimo el número de sacerdotes, cercano a los catorce mil. Fueron también
muchos consagrados y guías de la juventud los que acompañaron a los jóvenes
en esta magna asamblea. No hay duda: los jóvenes son los protagonistas de la
JMJ. Pero la JMJ no ha sido una concentración azarosa y amorfa; la JMJ ha sido
una gran asamblea de comunión eclesial. Los números no valen solo de por sí:
no se trata antes que nada de enumerar grandes cifras. Lo importante ha sido la
cualidad eclesial de los grandes números. Lo emocionante ha sido el buen ser
Iglesia de tantos y tantos jóvenes en torno a Pedro, con sus pastores y con sus
educadores en la fe, poniendo de relieve que la Iglesia, en su comunión jerárquica, es un don inapreciable de Dios para la humanidad.
La Jornada fue una experiencia festiva: sencillamente, ¡una Fiesta, con
mayúscula! Porque hizo aflorar desde el fondo de tantas almas jóvenes la inconfundible verdadera alegría de la fe: esa que es posible vivir en la generosidad del
sacrificio y en las contrariedades personales y sociales e incluso en la persecución; porque es la alegría que brota del existir personal en Cristo, en quien se ha
encontrado al Hermano, con quien somos hijos del Padre; al Amigo, que da su
sangre redentora por nosotros y nos fortalece con su Espíritu; al Señor, a quien
es posible consagrar por entero la vida y la muerte. El encuentro con Cristo se
celebra festivamente en el sacramento del perdón y en la participación activa en
la mesa del sacrificio eucarístico. En este contexto, la consagración que el Papa
hizo de los jóvenes al Sagrado Corazón de Jesús, ante la custodia, en la Vigilia
de Cuatro Vientos, adquirió un relieve y una fuerza totalmente única: «mira con
amor a los jóvenes aquí reunidos -rogaba el Papa-. Han venido para estar contigo y adorarte. Con ardiente plegaria los consagro a tu Corazón para que, arraigados y edificados en ti, sean siempre tuyos, en la vida y en la muerte».[02]
La JMJ, en fin, si fue una emocionante experiencia eclesial y una fiesta perfecta es porque ha pivotado sobre la edificación de la vida de los jóvenes en
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Cristo, piedra angular de todo el edificio. Todo tiende en la JMJ a ese fin. En la
Misa de inauguración de la Jornada, el obispo diocesano de Madrid, al dar la
bienvenida a los jóvenes, centró su homilía precisamente en este punto, en el
que se halla «la clave del éxito de toda Jornada Mundial de la Juventud», es
decir, en «dejarse encontrar por Él»,[03] por el Señor. Se celebró la Misa de la
memoria del beato Juan Pablo II, el providencial iniciador de las Jornadas
Mundiales, un “valiente de Cristo” a quien nada pudo apartar de su amor, hecho
en el que radica el secreto de la confianza que los jóvenes le otorgaron y el amor
de él por los jóvenes, a quienes no dudó en desafiar en nombre de la Verdad salvadora del Evangelio, que es Cristo mismo.
En esa dirección fueron también las catequesis que los obispos de todo el
mundo impartieron en las más variadas lenguas de la tierra en cerca de trescientos lugares: iglesias y otros grandes espacios. La afluencia de los jóvenes fue
masiva. Las comunidades que los acogieron quedaron edificadas por la devoción, la alegría y la dedicación con la que tantos chicos y chicas escuchaban la
explanación multiforme del lema de la Jornada: “Arraigados y edificados en
Cristo, firmes en la fe”. Escuchaban, compartían y celebraban la eucaristía todos
los días.
El sacramento de la reconciliación se celebró esos días por todo Madrid,
Alcalá y Getafe, convertidas en un gran templo de templos. Pero tuvo especial
significado la “Fiesta del Perdón”, como se llamó a la celebración continuada y
plurilingüe de confesiones en el parque del Retiro, transformado en lugar abierto para el encuentro con el Amor misericordioso de Dios.
Naturalmente, los encuentros y las celebraciones con el Santo Padre constituyeron los momento culminantes, que abrieron el espacio litúrgico, piadoso y
espiritual para el gran sí a Cristo: el personal e íntimo y el público y manifiesto,
delante de los ángeles y de los hombres: ¡delante de todo el mundo!
Recordémoslos brevemente.
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b) Benedicto XVI fue acogido por los jóvenes en la emblemática plaza madrileña de Cibeles, después de que también el pueblo de Madrid le hubiera tributado un recibimiento masivo, cálido, emotivo y entusiasta en su recorrido por las
calles de la ciudad desde el aeropuerto de Barajas a la Nunciatura y, de nuevo,
desde la Nunciatura hasta la Puerta de Alcalá. En medio de la incontenible emoción de aquel primer encuentro, el ambiente se llena de gestos simbólicos, y la
música, bella y festiva, elevaba los espíritus. En la liturgia de la Palabra, el Papa,
glosando la parábola de la casa edificada sobre roca (cf. Mt 7, 24-27), invitó sin
rodeos a los jóvenes: «Sed prudentes y sabios, edificad vuestras vidas sobre la
roca firme, que es Cristo». «Él no enseña lo que ha aprendido de otros, sino lo
que Él mismo es, el único que conoce de verdad el camino del hombre hacia
Dios».[04] Ese es el camino de la felicidad y de la libertad -les recordaba- no el
de creerse dioses que «desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no».[05]
En el monasterio de San Lorenzo de El Escorial el Papa sostuvo sendos
encuentros con religiosas y profesores universitarios jóvenes. El entusiasmo fue
indescriptible en ambos casos. El Santo Padre les emplazó a vivir a fondo su
vocación, con fidelidad generosa a Jesucristo y a la Iglesia. A ellas les recordó
que la radicalidad evangélica de la vida consagrada «significa ir a la raíz del
amor a Jesucristo, con un corazón indiviso, (...) con una pertenencia esponsal
como la que han vivido los santos». Lo cual «cobra una especial relevancia hoy,
cuando se constata una especie de eclipse de Dios».[06] A los profesores les
animó a ejercer como verdaderos maestros, hablándoles de que su tarea de universitarios consiste en la búsqueda de la verdad, antes que de la eficacia instrumental; y de que la verdad es inseparable del bien. Por eso -les dijo- «no debemos atraer a los estudiantes hacia nosotros mismos, sino encaminarlos hacia esa
verdad que todos buscamos; (...) a Cristo, en cuyo rostro resplandece la
Verdad».[07]
El Santo Padre presidió el ejercicio del viacrucis que, en la tarde del viernes,
discurrió, en medio de un gran silencio, entre las plazas de Colón y Cibeles. Al
final, invitaba a los jóvenes a llenarse del amor a Cristo, para entregarse, con Él,
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al amor a los hermanos: «La pasión de Cristo nos impulsa a cargar sobre nuestros hombros el sufrimiento del mundo, con la certeza de que Dios no es alguien
distante o lejano del hombre y sus vicisitudes. Al contrario, se hizo uno de nosotros para poder compadecer Él mismo con el hombre, de modo muy real, en
carne y sangre; (es) el consuelo del amor participado de Dios, y así aparece la
estrella de la esperanza».[08]
En la mañana del sábado, la catedral de Madrid no podía contener a los
miles de seminaristas, venidos de todo el mundo, que llenaban también la explanada a la que el templo se abre, para participar en la celebración de la Santa
Misa, presidida por Benedicto XVI. El Papa les dijo que «al veros, compruebo de
nuevo cómo Cristo sigue llamando a jóvenes discípulos para hacerlos apóstoles
suyos»; les recordó que «como seminaristas, estáis en camino hacia una meta
santa: ser prolongadores de la misión que Cristo recibió del Padre»; y, por eso,
les exhortó a «configurarse cada vez más con Aquel que se ha hecho por nosotros siervo, sacerdote y víctima; la tarea en la que el sacerdote ha de gastar toda
su vida».[09] «Una vida así, a pesar del posible ambiente adverso e incluso del
menosprecio, será nueva y atractiva para quienes buscan a Dios» -concluyó el
Papa.
Por la tarde, de camino hacia el aeródromo de Cuatro Vientos, donde iba a
tener lugar la gran Vigilia de oración, el Papa hizo un alto en la Fundación
Instituto San José para visitar a los jóvenes y mayores discapacitados y enfermos
que son atendidos allí. Les dijo que se encontraba agradecido al Señor por
haberlos conocido. El dolor y la enfermedad, particularmente cuando se hace
presente en vidas jóvenes -dijo el Papa- «suscita en nuestros corazones, frecuentemente endurecidos, una ternura que nos abre a la salvación». Citando su
encíclica Spe salvi, recordó que «la grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con quien lo padece».[10]
La Vigilia de Cuatro Vientos ofreció un espectáculo inolvidable. La inmensa
asamblea, multicolor y universal, soportó primero uno de los días más calurosos
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del verano madrileño, y luego fue azotada por una corta pero fuerte tormenta
veraniega, de lluvia y viento. Algunos jóvenes de los cinco continentes tuvieron
tiempo de formular al Santo Padre sus inquietudes, dudas y problemas personales o procedentes de los desafíos de su entorno. La respuesta fue, de hecho, la
exposición del Santísimo en la majestuosa custodia toledana de Arfe y la adoración en emocionante silencio de los dos millones congregados, estando a la
cabeza de todos el Papa, arrodillado, clavado ante el Señor, con sus jóvenes,
mientras ya amainaba la tempestad. «Os doy las gracias por el maravilloso ejemplo que habéis dado -dijo el Santo Padre al despedirse-. Igual que esta noche,
con Cristo podréis siempre afrontar las pruebas de la vida».[11]
La mañana del domingo amaneció radiante. Era el momento de la celebración de la eucaristía de clausura de la JMJ, de despedida y de envío. Era el
momento del sí clamoroso a Jesucristo resucitado y a su llamada, a seguirle por
la senda de la santidad y del compromiso apostólico en la comunión de la fe de
la Iglesia, cuya roca firme es la confesión de fe de Pedro (cf. Mt 16, 13-20). «No
se puede seguir a Jesús en solitario -comentó el Papa-. Quien cede a la tentación
de ir por su cuenta o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo o de
acabar siguiendo una imagen falsa de Él. (...) Os pido, queridos amigos, que
améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha permitido conocer
mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor».[12]
No podía el Papa volver a Roma sin haberse encontrado con los voluntarios
que ayudaron decisivamente al buen desarrollo de la JMJ. Camino del aeropuerto de Barajas hizo un alto en la Feria de Madrid, donde le esperaban en un
gran pabellón miles de aquellos chicos y chicas de la camiseta verde. Fue una
despedida intensa, como a un gran amigo. El Papa les dio las gracias, pero les
hizo también una última petición: es -les dijo- «la misión del Papa, el Sucesor
de Pedro, (…) que respondáis con amor a quien por amor se ha entregado por
vosotros». Y precisó, como resumiendo todo: «Es posible que en muchos de
vosotros se haya despertado tímida o poderosamente una pregunta muy senci-
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lla: ¿qué quiere Dios de mí? ¿Cuál es su designio sobre mi vida? ¿Me llama Cristo
a seguirlo más de cerca? ¿No podría yo gastar mi vida entera en anunciar al
mundo la grandeza de su amor a través del sacerdocio, la vida consagrada o el
matrimonio? Si ha surgido esta inquietud, dejáos llevar por el Señor».[13]
II. Los frutos de la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011
1. Frutos inmediatos y de fondo
No podemos desperdiciar la gracia tan singular de la JMJ de Madrid, a la que
el Papa ha calificado como «una estupenda manifestación de fe para España y,
ante todo, para el mundo».[14] Hemos de recoger sus frutos y hemos de aprovechar el impulso apostólico que de ella se deriva para proseguir con decisión
y confianza la tarea de la nueva evangelización en todos los campos, pero, en
particular, en la pastoral juvenil.
No es posible medir ni contar los efectos exactos que la gracia de la JMJ haya
podido tener en el corazón de los fieles, jóvenes y mayores. Pero sí sabemos que
son muchos los jóvenes y los mayores que han sido tocados por esa gran manifestación de fe; y que no son pocas las conversiones que se han operado y que
seguirán produciéndose gracias a ella. Muchos han vuelto a recibir los sacramentos mejor preparados, y otros se han acercado por primera vez o desde hacía
mucho tiempo a ellos como, por ejemplo, a la confesión. Consta que hay lugares donde se ven ahora colas junto a los confesionarios. Se han suscitado o decidido vocaciones para el sacerdocio y para la vida consagrada en jóvenes que ya
han dado el paso; otros disciernen todavía el camino que deben seguir y no
excluyen que el Señor les llame para alguna especial consagración. Muchos han
visto con mayor claridad la belleza del matrimonio y de la familia, vividos como
vocación cristiana, que es la de ellos y que tan urgentemente necesita nuestra
sociedad.
Tampoco es del todo posible calibrar con precisión las consecuencias espirituales de la profunda impresión que causó en toda la sociedad el estilo y caliPág. 770
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dad humana y religiosa de una juventud tan numerosa y sorprendentemente
pacífica, solidaria, generosa y alegre que convirtió toda la ciudad de Madrid y
alrededores en escaparate de una forma de vivir que irradia esperanza y entrega
para el trabajo, el servicio y la convivencia. Se trataba, sin duda, de una especial manifestación de la “humanidad nueva” que nace y se desarrolla con la fe
en Cristo, vivida con autenticidad.[15] Tal manifestación pública no puede dejar
de ayudar mucho a la obra de la nueva evangelización.
2. En la perspectiva del crítico momento social que vivimos
La Jornada Mundial de la Juventud ha supuesto, sin duda, para la Iglesia que
peregrina en España un formidable impulso apostólico que la ha llenado de ilusión y de esperanza. Incluso toda la sociedad se ha visto como aliviada, cuando
atravesamos momentos de tensiones y dificultades. No podemos olvidar la gravísima crisis económica, descubierta ya en el verano de 2008, que no hace más
que agravarse en toda Europa y también en España. Urge intensificar nuestra respuesta pastoral.
Los impulsos procedentes de la JMJ ayudarán, en efecto, a acrecentar la
implicación de todos en el servicio de la caridad y de la solidaridad con los que
más sufren los efectos de la crisis. Es necesario seguir incrementando los recursos económicos, a través de nuestras Cáritas, pero sobre todo tiene que seguir
aumentando el número de personas que se deciden a ofrecer su tiempo y sus
conocimientos presentándose como voluntarios de la caridad; se espera, en particular, la contribución personal de los jóvenes.
Pero también continúa, sin duda, siendo particularmente urgente apuntar a
las causas más profundas de la crisis, tan claramente señaladas en el magisterio
de Benedicto XVI a partir de su encíclica Caritas in veritate, y recogidas por la
Declaración ante la crisis moral y económica, publicada por esta Asamblea
Plenaria[16]. Se trata, en síntesis, y en el fondo, de la pérdida de valores morales, que va de la mano del relativismo y del olvido de Dios y de su santa Ley,
cuyas consecuencias son la corrupción política y económica, la codicia, la búsPág. 771
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queda del propio interés a toda costa, el menosprecio de la vida humana
mediante políticas y conductas abortistas y antinatalistas, la desprotección y la
disolución institucional del matrimonio y de la familia, la instrumentalización y
el deterioro de la educación. Todo ello no puede conducir más que a situaciones sociales y económicas muy delicadas.
Los jóvenes son precisamente los más afectados por ese trasfondo de relativismo moral, de escepticismo espiritual y religioso y de concepción egocéntrica
e individualista del ser humano y de la vida, que tanto daño les causa a ellos
mismos y al conjunto de la sociedad. Ellos deben ser protagonistas de su propio
presente y futuro. Pero para ello es necesario que se les ofrezcan los medios adecuados, empezando por una educación integral, que no se reduzca a una pobre
y a veces inmoral transmisión de conocimientos, sino que les capacite para el
desarrollo de todas sus posibilidades humanas. Solo así se podrá contar con
“hombres rectos” -como dice el Papa- de quienes quepa esperar una justa y solidaria comprensión del bien común y del desinteresado y entregado ejercicio del
trabajo y de la autoridad en la sociedad y en la comunidad política.
III. Hacia el Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal
1. La pastoral de la juventud
La pastoral juvenil va bien cuando el conjunto de la vida de la Iglesia tiene
buen pulso apostólico. Lo mismo se puede decir de la pastoral vocacional. Pero
es necesario prestarles una atención especial. Permítanme trazar algunas pinceladas sobre este tema.
El Plan Pastoral que estamos estudiando prevé la realización de un congreso
nacional sobre pastoral de la juventud, que tendría lugar antes de un año, si Dios
quiere. Como es sabido, los Planes Pastorales de la Conferencia no pueden ni
quieren sustituir a los de las diócesis, ámbito propio de la actividad pastoral
directa. El congreso no será, por tanto, un instrumento inmediato de trabajo
apostólico con los jóvenes, sino un foro en el que los responsables diocesanos
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y de otros ámbitos eclesiales puedan reflexionar en común y recibir estímulos
para el trabajo que hay que proseguir y mejorar. Parece que, en este contexto,
habría que prestar atención a asuntos como los siguientes.
La formación doctrinal ha de ser particularmente cuidada. El Santo Padre ha
querido hacer un particular “regalo personal” a todos los jóvenes que participaron en la JMJ de Madrid: y fue precisamente el llamado “Catecismo Joven de la
Iglesia Católica” o Youcat. El Papa lo define en el prólogo como un intento de
«traducir el Catecismo de la Iglesia Católica al leguaje de la juventud».[17] A
este significativo hecho se añade la reciente convocatoria del Año de la fe, que
comenzará el 11 de octubre de 2012, coincidiendo con los cincuenta años de
la apertura del Concilio Vaticano II y los veinte años de la promulgación del
Catecismo de la Iglesia Católica. Se trata de ofrecer una oportunidad a toda la
Iglesia de salir al paso de la «profunda crisis de fe que afecta a muchas personas»[18], por medio de una especial confesión y celebración de la fe, a las que
irá unido el testimonio correspondiente de la vida (cf. 9). El Año de la fe no es,
pues, solo para los jóvenes, ni tiene solo un sentido estrictamente catequético.
Sin embargo, el Papa pone un acento especial, para ese Año, en el uso del
Catecismo, en los contenidos de la fe y en su mejor transmisión a las generaciones futuras (cf. 10). Subraya, en efecto, que «para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo
de la Iglesia Católica un subsidio precioso e indispensable»; y añade que «el
Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe» (cf. 12). Será, pues, bueno que, en
este marco trazado por el Papa, la pastoral juvenil preste particular atención al
conocimiento de los contenidos de la fe, sin el que es difícil, por no decir imposible, la comunión en la Iglesia. Un campo doctrinal especialmente urgente para
los jóvenes en las circunstancias actuales es el del Evangelio del amor: la educación para conocer y vivir la verdad del amor humano en Cristo.
Naturalmente, la comunión con Cristo en la Iglesia tampoco es posible sin
el cultivo de los otros elementos esenciales de la vida cristiana, como son la par-
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ticipación activa en la liturgia y en la oración. Los jóvenes son capaces de tal
participación y están abiertos a comprenderla y a vivirla mejor. Será necesario
facilitarles los medios adecuados.
Como hemos recordado hace un momento, el Papa se dirigió a los jóvenes
durante la JMJ con un lenguaje estimulante y exigente, para proponerles el camino de la santidad, invitándoles a descubrir la voluntad de Dios sobre sus vidas y
a responder con amor decidido. La pastoral juvenil ha de mantener constantemente esa interpelación personal; ha de ser capaz de ofrecer cauces para que
los jóvenes puedan acceder al encuentro personal con Dios en Cristo y para ser
capaces de ordenar su vida de modo duradero hacia Él. Ese ha de ser el objetivo de todas las actividades, acciones y planificaciones. Que los chicos y chicas,
que se encuentran en un momento de la vida en el que han de tomar opciones
muy determinantes de toda su existencia, puedan hacerlo en la perspectiva básica de llegar a ser santos en todo: en el estado de vida elegido; en la profesión
para la que se preparan o que desempeñan; en el trabajo, en el ocio y en el disfrute de la creación y su belleza; en las relaciones de amistad; en la alegría y en
el dolor.
La introducción de los jóvenes a los caminos de una vida cristiana seria, que
aspira a la santidad, exige que se les ofrezcan ámbitos donde eso sea realmente
factible. Será muy difícil que ese propósito fundamental de la pastoral juvenil
cuaje realmente en hechos si los jóvenes participan en actividades apostólicas
más o menos esporádicas y quedan luego abandonados a los ambientes y grupos de diversión despersonalizadora e inmoral, o se les deja solos consumiendo
su tiempo aislados frente a alguno de sus aparatos informáticos o de comunicación. Es necesario ofrecerles cauces asociativos: a poder ser los ya conocidos y
experimentados, sean antiguos o más nuevos, siempre de acuerdo con las enseñanzas y directrices del Papa. No es nada aventurado afirmar que sin tales cauces asociativos no hubiera existido la juventud católica que ha constituido el
núcleo motor de la JMJ.
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La pastoral juvenil es el marco natural de la pastoral vocacional específica
para una vida de especial consagración. Esta resultará muy difícil si aquella no
discurre por las vías y los cauces que acabamos de referir. Y, a la inversa, una
pastoral juvenil orientada al discernimiento vocacional, dotada de los elementos esenciales de una buena formación doctrinal, litúrgica y espiritual, en un
marco de vida que permita desarrollar las virtudes cristianas, ofrecerá una base
estupenda para las acciones específicas que ayuden al descubrimiento de la
vocación de especial consagración. En esta Asamblea dialogaremos sobre una
ponencia titulada “Hacia una renovada pastoral de las vocaciones sacerdotales”.
2. La pastoral del matrimonio y de la familia
Entre los escenarios más importantes de la nueva evangelización, en cuyo
marco se desarrollará el Plan Pastoral de nuestra Conferencia, tiene especial relevancia la realidad de una cultura matrimonial y familiar gravemente herida, en
España y en el mundo, por el individualismo hedonista y el positivismo jurídico,
a los que ha conducido el alejamiento de Dios y de la verdadera humanidad.
Esperamos poder abordar con calma en esta Asamblea el estudio del documento acerca de “La verdad del amor humano”, que hubo de ser pospuesto la vez
pasada por falta de tiempo.
3. Próximos acontecimientos de relevancia para la Iglesia en España
Además del Año de la fe, convocado por el Papa con ocasión del cincuenta
aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, en los próximos años tendrán
lugar otros acontecimientos relevantes que serán tenidos en cuenta en nuestro
Plan Pastoral.
Benedicto XVI anunció el pasado mes de agosto en Madrid, al concluir la
celebración de la Santa Misa con los seminaristas, que declarará “próximamente” a San Juan de Ávila doctor de la Iglesia universal. Es un acontecimiento de
gracia que traerá consigo muchas bendiciones. La recientemente creada “Junta
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San Juan de Ávila, doctor de la Iglesia”, trae a nuestra Asamblea una propuesta
de acciones encaminadas a preparar la celebración de la declaración del doctorado que, previsiblemente, tendrá lugar en Roma, y también, a difundir la figura y la doctrina del nuevo doctor. El santo patrono del clero secular español,
ahora con una nueva proyección, será sin duda un estímulo para los nuevos
evangelizadores que hoy se necesitan.
Por otro lado, en el año 2015 se celebrará el quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, la primera mujer declarada doctora de la Iglesia.
Estudiaremos la conveniencia de solicitar la convocatoria de un Año jubilar teresiano, centrado especialmente en el cultivo de la oración, de la que la santa abulense fue y es maestra consumada. En cualquier caso, esta efemérides nos ofrece una ocasión particular para orientar nuestros planes apostólicos de manera
más decidida en la perspectiva de la santidad. La figura de la santa abulense ha
jugado un papel decisivo en la historia moderna de la mujer en la Iglesia. Su
influencia espiritual en ese fascinante panel de mujeres santas, que a lo largo,
sobre todo, de los siglos XIX y XX, ha enriquecido a la Iglesia con múltiples iniciativas de caridad, apostólicas y misioneras, ha sido extraordinaria.
Pronto va a hacer un año de la publicación de la Sagrada Escritura. Versión
oficial de la Conferencia Episcopal Española. La acogida que esta obra ha experimentado es, gracias a Dios, muy buena. También en los países hermanos de
lengua española. Ahora, a partir del próximo año, irán apareciendo los nuevos
libros litúrgicos, que incorporarán la traducción bíblica de la versión oficial de
la Conferencia. Se dará a conocer oportunamente un calendario indicativo de la
publicación progresiva de esos nuevos libros. Dios mediante, para el año litúrgico 2012/2013 se podrá disponer ya de los leccionarios básicos para ese año.
Estos acontecimientos son también ocasiones hermosas para la nueva evangelización. En concreto, ofrecen la oportunidad de ahondar en el significado de la
Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia[19] y también de la Sagrada Liturgia
como lugar especialmente apto para el encuentro con Cristo-Verbum Domini: el
Verbo eterno del Padre.[20]
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A modo de conclusión
Con nuestra Asamblea Plenaria ha coincidido el comienzo de un nuevo período político para España, después de las elecciones generales de ayer. Desde
nuestro ministerio de Pastores del Pueblo de Dios, deseamos a quienes han sido
elegidos para gobernar, en tiempos tan difíciles, acierto, serenidad y espíritu de
servicio en su noble y decisiva tarea. Como siempre hace la Iglesia con los
gobernantes, les ofrecemos el apoyo espiritual de nuestras oraciones y las de
todos los católicos.
Es oportuno recordar aquí algunas significativas palabras pronunciadas en
agosto por Su Santidad, el Papa Benedicto XVI, en la que también fue una visita suya a España. Al llegar al aeropuerto de Barajas dijo: la fe «es un gran tesoro que ciertamente vale la pena cuidar con actitud constructiva, para el bien
común de hoy y para ofrecer un horizonte luminoso al porvenir de las nuevas
generaciones. Aunque haya actualmente motivos de preocupación, mayor es el
afán de superación de los españoles, con ese dinamismo que los caracteriza, y
al que tanto contribuyen sus hondas raíces cristianas, muy fecundas a lo largo
de los siglos».[21]
Al despedirse, antes de volver a Roma, de nuevo en el aeropuerto, decía el
Papa: «España es una gran nación, que en una convivencia sanamente abierta,
plural y respetuosa, sabe y puede progresar sin renunciar a su alma profundamente religiosa y católica. Lo ha manifestado una vez más en estos días, al desplegar su capacidad técnica y humana en una empresa de tanta trascendencia y
de tanto futuro como es el facilitar que la juventud hunda sus raíces en
Jesucristo, el Salvador».[22]
Ese progreso es el que, con el Papa, los obispos españoles deseamos para
nuestra patria y por el que rogamos a Dios. Ofrecemos con ese fin nuestra específica y humilde colaboración. La modélica cooperación de todas las instancias
concernidas del Estado, de uno u otro color político, entre ellas y con diversos
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sectores de la sociedad -no solo con la Iglesia- puesta de manifiesto con ocasión
de llevar a buen puerto la celebración de la JMJ, ha de ser calificada de modélica. Ojalá que pueda repetirse en el futuro, no solo para ocasiones extraordinarias, sino también en la vida de cada día.
Ponemos en manos de santa María el trabajo de estos días. Ella es la estrella
de la nueva evangelización.
NOTAS
[01] Benedicto XVI, Audiencia general del miércoles 24 de agosto de 2011, en Ecclesia
3.586/87 (3 y 10-IX-2011) p. 14; y en Benedicto XVI, Discursos en la Jornada
Mundial de la Juventud en Madrid, edición preparada por Jesús de las Heras Muela,
BAC, Madrid 2011, p. 133.
[02] Benedicto XVI, Oración de consagración de los jóvenes al Sagrado Corazón de
Jesús, Vigilia de Cuatro Vientos, 20 de agosto de 2011, en Ecclesia 3584/85 (20 y
27.VIII.2011) p. 11; y en Discursos, BAC, p. 97.
[03] Antonio Mª Rouco Varela, Homilía en la Misa de apertura de la XXVI Jornada
Mundial de la Juventud, en Ecclesia 3584/85 (20 y 27.VIII.2011) p. 14; y en
Discursos, BAC, p. 20.
[04] Ecclesia, p. 28; Discursos, BAC, p. 51.
[05] Ecclesia, p. 29; Discursos, BAC, p. 53.
[06] Ecclesia, p. 30; Discursos, BAC, p. 58.
[07] Ecclesia, p. 36; Discursos, BAC, pp. 66s.
[08] El Papa cita aquí su encíclica Spe salvi, 39: Ecclesia, p. 37; Discursos, BAC, p. 70.
[09] Ecclesia, pp. 39s; Discursos, BAC, pp. 75 y 77.
[10] Ecclesia, p. 43; Discursos, BAC, pp. 87s.
[11] Ecclesia, p. 45; Discursos, BAC, p. 95.
[12] Ecclesia, p. 49; Discursos, BAC, pp. 105s.
[13] Ecclesia, p. 53; Discursos, BAC, pp. 120s.
[14] Benedicto XVI, Audiencia general del miércoles 24 de agosto de 2011, en Ecclesia
35.86/87 (3 y 10-IX-2011) p. 15; y en Benedicto XVI, Discursos BAC, p. 135.
[15] En todo caso, el impacto mediático objetivo fue excepcional: «13 veces mayor que
la no selección de Madrid como organizadora de los Juegos Olímpicos y 1,3 veces
superior a la beatificación de Juan Pablo II», según un estudio elaborado por la
Universidad de Navarra; cf. Ecclesia 3.586/87 (3 y 10-IX-2011) p. 8.
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[16] Cf. Boletín Oficial de la Conferencia Episcopal Española, 84 (2009) pp. 58-61.
[17] Youcat español. Catecismo joven de la Iglesia Católica. Prólogo del papa Benedicto
XVI, Encuentro, Madrid 2011, p. 9.
[18] Benedicto XVI, Porta fidei. Carta apostólica en forma de motu proprio con la que se
convoca el Año de la fe, en Ecclesia 3.595 (5.XI.2011) pp. 24-29. Los números indicados en el texto se refieren a los párrafos correspondientes de esta carta apostólica.
[19] Cf. XCI Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, Instrucción pastoral La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia, Edice, Madrid 2011; y www.conferenciaepiscopal.es/documentos
[20] Cf. Benedicto XVI, Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini, 30 de septiembre de 2010.
[21] Ecclesia, p. 25; Discursos, BAC, p. 42.
[22] Ecclesia, p. 55; Discursos, BAC, p. 128.
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Intervención de Mons. Renzo Fratini
Nuncio Apostólico
Eminentísimo Señor Cardenal Presidente,
Eminentísimos Señores Cardenales,
Excelentísimos Señores Arzobispos y Obispos,
Señoras y Señores:
Como representante del Santo Padre en España, me es muy grato acoger la
invitación presentada y poder saludarles fraternalmente al iniciar los trabajos de
la XCVIII Asamblea Plenaria.
En nuestro recuerdo están muy vivas las experiencias de la reciente Jornada
Mundial de la Juventud. Fue impresionante y altamente edificante el verdadero
ejemplo de fe y de civismo de más de dos millones de jóvenes. Este evento histórico, constituye un signo de esperanza importante en la misión de toda la
Iglesia. Los jóvenes buscan a Jesús. Con el Santo Padre postrado, todos le adoraron presente en el Santísimo Sacramento en medio de un silencio más elocuente que cualquier palabra. Sabían que Dios estaba ahí y El, con su Espíritu
Santo, ha fortalecido su fe, ha confirmado su caridad y los ha convertido ahora
en testigos de esperanza en sus ambientes.
El éxito de la Jornada Mundial de la Juventud está en la gracia del Señor, en
las oraciones que, movidas por el amor a la Iglesia y obedeciendo vuestras iniciativas, han elevado las almas contemplativas desde sus claustros, a las que se
han sumado las de tantos cristianos, familias, niños, jóvenes, adultos y también
enfermos que ofrecen al Señor su dolor. Con la oración, cada una de las Diócesis
ha sabido aprovechar la pastoral juvenil poniendo todos los medios a su alcance, implicando también en la acogida a instituciones y fieles. Ahora esa pastoral, reactivada y orientada con ilusión, debe continuar, ese es vuestro deseo.
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De hecho, y con el ánimo de recoger todas las fuerzas desplegadas aquel
día, el programa de esta Asamblea Plenaria presenta el nuevo Plan Pastoral.
Este Plan se sintetiza en la nueva evangelización. Pienso que el punto crucial de esta nueva evangelización se encuentra señalado en los Lineamenta para
preparar la próxima XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos
cuando - tomando los términos del Santo Padre - nos hablan de una “emergencia educativa”. La nueva evangelización y la iniciación a la fe debe ir acompañada hoy “por una acción educativa desarrollada por la Iglesia como servicio al
mundo”. Es urgente educar en la verdad. Esta tarea educativa consiste en “transmitir los valores fundamentales de la existencia y de un recto comportamiento”,
de forma que los jóvenes, viviendo su relación con Jesucristo, vean el sentido de
su vida y puedan contribuir en la sociedad mediante un compromiso de vida
auténtico, desde el cual ellos mismos sean capaces de cuestionar a los demás,
invitándoles a la búsqueda de Dios (Cf. Lineamenta, Sínodo de Obispos XIII
Asamblea General Ordinaria, n. 20).
Evidentemente que los primeros agentes de esta evangelización son los
sacerdotes. Esto supone una atención particular hacia el fomento vocacional,
siendo tarea de los directores espirituales, formadores y delegados diocesanos y
cuantos se entregan a esta pastoral, el debido discernimiento. Asimismo es de
particular importancia la atención en los seminarios a la formación filosófica y
teológica, siguiendo fielmente las directrices de la Santa Sede, y el fomento de
una auténtica vida espiritual, alma de toda vida sacerdotal.
La Iglesia en España tiene un preclaro modelo que ofrece a toda la Iglesia,
San Juan de Ávila. El Santo Padre, comprendiendo y apreciando altamente su
figura, convencido personalmente, ha acogido muy gustoso la petición presentada y, en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud ha querido cumplir por
si mismo su deseo de hacer pública la noticia de Su concesión al título de
Doctor de la Iglesia. Este maestro de santos es ejemplo de fidelidad sacerdotal;
su palabra será siempre estímulo de la prioridad de la vida espiritual, sin la cual
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sería imposible ejercer un ministerio fecundo e identificarse realmente con todos
los signos que comporta la propia identidad sacerdotal, la cual reclama totalmente la mente y el corazón en íntima unión con Jesucristo de por vida.
Ahora que tengo la oportunidad de estar con todo el episcopado español,
reciban muy de corazón mis más sentidas felicidades porque el Santo Padre ha
acogido favorablemente la solicitud de esta Conferencia Episcopal para la
Declaración de S. Juan de Ávila como Doctor de la Iglesia Universal; viva congratulación que extiendo también, con la seguridad de mi oración y mi cercanía
fraterna, por todas las gracias que el Señor, por intercesión de su Madre
Santísima la Virgen María, ha concedido a la Iglesia que peregrina en España a
través de la Jornada Mundial de la Juventud.
Muchas gracias.
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Nota ante las elecciones generales de 2011
1. El próximo día 20 de noviembre estamos todos convocados a las urnas. Con
este motivo, los obispos ofrecemos a los católicos y a cuantos deseen escucharnos algunas consideraciones que ayuden al ejercicio responsable del deber de
votar. Es nuestra obligación de pastores de la Iglesia orientar el discernimiento
moral para la justa toma de decisiones que afectan a la realización del bien
común y al reconocimiento y la tutela de los derechos fundamentales, como es
el caso de las elecciones generales.
2. En su discurso sobre los fundamentos del derecho, pronunciado el mes pasado ante el Parlamento federal de Alemania, el Papa recordaba que “el cristianismo nunca ha impuesto al Estado y a la sociedad un derecho revelado, un ordenamiento jurídico derivado de una revelación. Se ha referido, en cambio, a la
naturaleza y a la razón como verdaderas fuentes del derecho [...], la razón abierta al lenguaje del ser”. Nosotros hacemos nuestras consideraciones desde ese
horizonte de los fundamentos prepolíticos del derecho, sin entrar en opciones
de partido y sin pretender imponer a nadie ningún programa político. Cada uno
deberá sopesar, en conciencia, a quién debe votar para obtener, en conjunto, el
mayor bien posible en este momento.
3. No se podría hablar de decisiones políticas morales o inmorales, justas o
injustas, si el criterio exclusivo o determinante para su calificación fuera el del
éxito electoral o el del beneficio material. Esto supondría la subordinación del
derecho al poder. Las decisiones políticas deben ser morales y justas, no sólo
consensuadas o eficaces; por tanto, deben fundamentarse en la razón acorde
con la naturaleza del ser humano. No es cierto que las disposiciones legales
sean siempre morales y justas por el mero hecho de que emanen de organismos
políticamente legítimos.
4. En concreto, como ha señalado el Papa en agosto, aquí en Madrid, la recta
razón reconoce que hemos sido creados libres y para la libertad, pero que no
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actúan de modo conforme con la verdadera libertad quienes “creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces y cimientos que ellos mismos;
desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo
justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras
de otras preferencias; dar a cada instante un paso al azar, sin rumbo fijo, dejándose llevar por el impulso de cada momento”.
5. Por todo ello, hemos de llamar de nuevo la atención sobre el peligro que
suponen determinadas opciones legislativas que no tutelan adecuadamente el
derecho fundamental a la vida de cada ser humano, desde su concepción hasta
su muerte natural, o que incluso llegan a tratar como un derecho lo que en realidad constituye un atentado contra el derecho a la vida. Son también peligrosos
y nocivos para el bien común ordenamientos legales que no reconocen al matrimonio en su ser propio y específico, en cuanto unión firme de un varón y una
mujer ordenada al bien de los esposos y de los hijos. Es necesario promover nuevas leyes que reconozcan y tutelen mejor el derecho de todos a la vida, así como
el derecho de los españoles a ser tratados por la ley específicamente como
“esposo” y “esposa”, en un matrimonio estable, que no quede a disposición de
la voluntad de las partes ni, menos aún, de una sola de las partes.
6. La grave crisis económica actual reclama políticas sociales y económicas responsables y promotoras de la dignidad de las personas, que propicien el trabajo para todos. Pensamos en tantas familias, carentes de los medios necesarios
para subvenir a sus necesidades más básicas. Pensamos también en el altísimo
porcentaje de jóvenes que nunca han podido trabajar o que han perdido el trabajo y que, con razón, demandan condiciones más favorables para su presente
y su futuro. Son necesarias políticas que favorezcan la libre iniciativa social en
la producción y que incentiven el trabajo bien hecho, así como una justa distribución de las rentas; que corrijan los errores y desvíos cometidos en la administración de la hacienda pública y en las finanzas; que atiendan a las necesidades de los más vulnerables, como son los ancianos, los enfermos y los inmigrantes.
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7. El ordenamiento jurídico debe facilitar el ejercicio efectivo del derecho que
asiste a los niños y jóvenes a ser educados de modo que puedan desarrollar lo
más posible todas sus capacidades. Debe evitar imposiciones ideológicas del
Estado que lesionen el derecho de los padres a elegir la educación filosófica,
moral y religiosa que deseen para sus hijos. En cambio, ha de ser facilitada la
justa iniciativa social en este campo. La presencia de la enseñanza de la religión
y moral católica en la escuela estatal - como asignatura fundamental opcional es un modo de asegurar los derechos de la sociedad y de los padres que exige
hoy una regulación más adecuada para que esos derechos sean efectivamente
tutelados.
8. Recordamos de nuevo que se reconoce la legitimidad moral de los nacionalismos o regionalismos que, por métodos pacíficos, desean una nueva configuración de la unidad del estado español. Y también, que es necesario tutelar el
bien común de la nación española en su conjunto, evitando los riesgos de manipulación de la verdad histórica y de la opinión pública por causa de pretensiones separatistas o ideológicas de cualquier tipo.
9. Una sociedad que quiera ser libre y justa no puede reconocer explícita ni
implícitamente a una organización terrorista como representante político de ningún sector de la población, dado que el terrorismo es una práctica intrínsecamente perversa, del todo incompatible con una visión justa y razonable de la
vida.
10.Ante los desafíos que se presentan a la comunidad internacional, son necesarias políticas guiadas por la búsqueda sincera de la paz, basadas en el respeto al derecho, nacional e internacional, así como en la promoción del entendimiento y de la solidaridad entre los pueblos y las culturas.
Pedimos al Señor de la paz y a su Madre santísima que iluminen a quienes
vamos a votar, para que lo hagamos de manera verdaderamente libre y responsable.
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Nota de Prensa final de la XCVIII Asamblea Plenaria
Libertad religiosa y discriminación de los cristianos
El pasado 13 de octubre el Comité Ejecutivo de la CEE hizo público un
comunicado de solidaridad con los cristianos coptos de Egipto, a raíz de los violentos sucesos en los que fueron asesinadas en El Cairo más de una veintena de
personas. La Comisión Permanente hace suyo aquel comunicado en el que los
obispos españoles se unían a la tristeza expresada por el Papa Benedicto XVI y
en el que, a pesar de las dificultades, llamaban a mirar al futuro con esperanza
y a trabajar para que se respeten los derechos humanos de todos, en particular
los de las minorías.
En este mismo sentido, la Permanente saluda la Resolución contra la
Discriminación de los Cristianos, aprobada por la Asamblea Parlamentaria de la
Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). El documento, publicado en su sesión anual celebrada esta vez en Belgrado del 6 al 10
de julio, anima a los diferentes países a tutelar la libertad religiosa de los cristianos y a promover su contribución en la sociedad. Entre otros aspectos, la
Declaración recomienda abrir “un debate público sobre la intolerancia y discriminación contra los cristianos, así como garantizar la participación plena de los
cristianos en la vida pública”, al tiempo que insta a las iglesias cristianas a que
sigan contribuyendo con su ejemplo a la “defensa de la dignidad de todos los
seres humanos que comienza en la libertad y la cohesión social”.
Nota ante las próximas elecciones generales
Como es habitual cada vez que se celebran elecciones generales, los obispos hacen pública una Nota de orientación moral ante los comicios, que tendrán lugar el próximo 20 de noviembre.
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En dicha Nota, la Comisión Permanente ofrece una serie de consideraciones
desde el horizonte de los fundamentos prepolíticos del derecho, sin entrar en
opciones de partido y sin pretender imponer a nadie ningún programa político.
“Cada uno – se señala en el texto – deberá sopesar, en conciencia, a quien debe
votar para obtener, en conjunto, el mayor bien posible en este momento”.
Inspirados en palabras del Papa, pronunciadas en Alemania y en la Jornada
Mundial de la Juventud Madrid 2011, los obispos afirman que “las decisiones
políticas deben ser morales y justas, no sólo consensuadas o eficaces; por tanto,
deben fundamentarse en la razón acorde con la naturaleza del ser humano”. A
partir de ahí orientan el discernimiento moral, para la justa toma de decisiones
que afectan al bien común, sobre temas como el derecho a la vida, el matrimonio, la grave crisis económica actual, la educación, los nacionalismos, el terrorismo y los desafíos que se presentan hoy a la comunidad internacional.
Plan Pastoral
Otro de los temas que se ha tratado ha sido el nuevo Plan Pastoral de la
Conferencia Episcopal Española. Se ha presentado a la reunión un borrador de
documento que gira en torno a la Nueva Evangelización. El texto pasa a la próxima Asamblea Plenaria.
Documento sobre transmisión de la fe
La Comisión Permanente ha visto de nuevo el texto “Orientaciones pastorales sobre la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe”. Este documento seguirá siendo estudiado.
San Juan de Ávila
Los obispos han dialogado sobre las acciones que se podrían realizar con
motivo de la Declaración de San Juan de Ávila como Doctor de la Iglesia
Universal. Esta ha sido la primera reunión de la Comisión Permanente tras el
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anuncio que hizo Benedicto XVI, el pasado 20 de agosto en la Jornada Mundial
de la Juventud, al finalizar la Eucaristía con seminaristas de todo el mundo, que
el Santo Padre presidió en la Catedral de Santa María la Real de la Almudena.
La Comisión Permanente ha aprobado que la Junta Pro Doctorado San Juan
de Ávila cambie su naturaleza y sus funciones, llamándose ahora “Junta San Juan
de Ávila, Doctor de la Iglesia”, con el encargo de preparar la Declaración y la
promoción de la figura del nuevo Doctor.
La “Junta San Juan de Ávila, Doctor de la Iglesia” queda constituida por los
siguientes miembros:
Mons. D. Demetrio Fernández González, Obispo de Córdoba (Presidente)
Mons. D. Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla
Mons. D. Fco. Javier Martínez Fernández, Arzobispo de Granada
Mons. D. Santiago García Aracil, Arzobispo de Mérida-Badajoz
Mons. D. Juan del Río Martín, Arzobispo Castrense
Mons. D. Antonio Algora Hernando, Obispo de Ciudad Real
Mons. D. Ramón del Hoyo López, Obispo de Jaen
Mons. D. Jesús Catalá Ibáñez, Obispo de Málaga
Mons. D. Josep Ángel Sáiz Meneses, Obispo de Tarrasa
Rvdo. D. Santiago Bohígues Fernández, director del Secretariado de la Comisión
Episcopal del Clero
Rvdo. D. Ángel Pérez Pueyo, director del Secretariado de la Comisión Episcopal
de Seminarios
Dña. Encarnación González Rodríguez, directora de la Oficina para las Causas
de los Santos
D. Isidro Catela Marcos, director de la Oficina de Información de la CEE
La Junta presentará una programa de acciones a la Plenaria de noviembre.
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Otros temas
Los obispos han aprobado el orden del día de la XCVIII Asamblea Plenaria,
que se celebrará del 21 al 25 de noviembre de 2011. Además, han conocido la
propuesta de constitución y distribución para el año 2012 del Fondo Común
Interdiocesano, de los presupuestos de la CEE y de los organismos que de ella
dependen. Pasarán para su estudio y aprobación a dicha Plenaria.
Las Comisiones Episcopales han informado sobre el cumplimiento del Plan
Pastoral y se han revisado distintos asuntos de seguimiento.
Nombramiento de Obispo Consiliario de la Acción Católica Española
La Comisión Permanente ha nombrado Consiliario de la Acción Católica
Española a Mons. D. Carlos Manuel Escribano Subías, Obispo de Teruel y
Albarracín. Sucede a Mons. D. Atilano Rodríguez Martínez, Obispo de
Sigüenza-Guadalajara, que ocupaba el cargo desde enero de 2002.
Otros nombramientos
Rvdo. D. Juan Luis Martín Barrios, sacerdote de la diócesis de Zamora, como
Director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Pastoral y Director del
Secretariado de la Subcomisión Episcopal de Catequesis.
Rvdo. P. Luis de Prada García, del Instituto Religioso Discípulos de los
Corazones de Jesús y María (dcjm), como Director del Secretariado de la
Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida.
Rvdo. D. Manuel Fanjul García, sacerdote de la Archidiócesis de Oviedo, como
Director de Publicaciones de la Conferencia Episcopal Española. En la actualidad es Director de Libros Litúrgicos, cargo que seguirá desempeñando.
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Rvdo. P. Carlos Granados García, del Instituto Religioso Discípulos de los
Corazones de Jesús y María (dcjm), como Director General de la Biblioteca de
Autores Cristianos (BAC).
Rvdo. D. Alvar Miralles Rodríguez, sacerdote de la Diócesis de SegorbeCastellón, como Consiliario General de la Hermandad Obrera de Acción
Católica.
Rvdo. D. Óscar Lavín Aja, sacerdote de la Diócesis de Santander, como Asesor
Espiritual del “Movimiento Cultural Cristiano”.
Rvdo. D. José González Rabanal, sacerdote de la Diócesis de Palencia, como
Consiliario General del Movimiento “Profesionales Cristianos” de Acción
Católica Española.
Dª Ana Escobar Cotán, laica de la Archidiócesis de Valladolid, como Presidenta
General del Movimiento de Acción Católica “Juventud Estudiante Católica”
(JEC).
Rvdo. D. Fernando Altemir Pardo, sacerdote de la Diócesis de Huesca, como
Consiliario General de “Acción Católica General” (ACG).
La Comisión Permanente ha dado la autorización a la Comisión Episcopal de
Migraciones para el nombramiento de Dña. Belén Carreras Maya, M.Id. como
Directora del Departamento de Pastoral con los Gitanos.
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Acción de gracias y exhortación después de la
Jornada Mundial de la Juventud
25 de Noviembre de 2011
1. En nuestra Asamblea Plenaria del otoño, los obispos nos hemos reunido por
primera vez después de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que tuvo lugar
en Madrid el pasado mes de agosto. Hemos dado gracias a Dios, porque nos ha
permitido celebrar ese gran acontecimiento de gracia, y hemos reflexionado
acerca de su significado para la pastoral juvenil del futuro e incluso para toda la
obra de la nueva evangelización. Con este motivo, dirigimos estas palabras a los
hijos de la Iglesia que peregrina en España, a quienes el Señor ha encomendado a nuestro cuidado pastoral, con el deseo de alentar y sostener a todos en la
alegría de la fe y en el trabajo apostólico.
2. Como ha dicho el Papa, la JMJ ha sido “una verdadera cascada de luz”. No
cabe duda de que los días previos, llamados “días en las diócesis”, constituyeron ya una experiencia formidable de intercambio de dones que contribuyeron
mucho a que así fuera. Lo mismo se puede decir de la generosa acogida dispensada a todos por la ciudad de Madrid y los municipios vecinos. También fue
importantísimo el esfuerzo de organización de un acontecimiento de tanta complejidad, para el que fueron decisivos la aportación personal de miles de voluntarios, el trabajo de los técnicos y la cooperación ejemplar y multidireccional de
muy diversas instancias de la Iglesia, del Estado, y de la sociedad. Pero lo verdaderamente decisivo para que la JMJ haya sido una auténtica “cascada de luz”
ha sido el caudaloso río de jóvenes de todos los rincones de la tierra que desbordó físicamente Madrid y sus alrededores de serena y contagiosa alegría, convirtiendo espacios públicos y privados en lugares de confraternización y convivencia de alcance universal. Las imágenes de aquellos días están todavía frescas
en la mente y en el corazón de todos y no se olvidarán fácilmente.
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3. Damos gracias a quienes han hecho posible la JMJ. No podemos enumerar a
tantísimas personas que han prestado su inapreciable colaboración, en nuestras
diócesis, en Madrid, y en muchas otras partes del mundo. Pero hemos de nombrar con profundo reconocimiento al Santo Padre, el papa Benedicto XVI; y también al arzobispo de Madrid, el cardenal Rouco, junto con los colaboradores de
ambos. Tampoco podemos dejar de evocar al beato Juan Pablo II, el “Papa de los
jóvenes”, que puso en marcha esta formidable experiencia de apostolado.
4. ¿Qué nos dice la JMJ para alentarnos en la fe personal y en el apostolado? Es
lo que muy sencilla y brevemente queremos compartir con los católicos de
nuestras diócesis –sacerdotes, consagrados y fieles laicos– para exhortarlos a
proseguir y, si fuera necesario, reemprender con ánimo y confianza los arduos y
hermosos trabajos del Evangelio.
5. En primer lugar, la JMJ nos dice que la Iglesia es joven. Es cierto que hay entre
nosotros muchos jóvenes que no han sido iniciados en la fe o que lo han sido
de modo muy deficiente. No pocos se han apartado de la fe de sus padres. Es
mucho lo que queda por hacer. Urge la nueva evangelización. Pero la Iglesia
está viva y es joven. No solo porque ella es el Nuevo Pueblo de Dios, en el que
vive el Señor resucitado que opera, por la fuerza del Espíritu, la renovación continua de la creación y la redención de la humanidad, liberada de la vieja esclavitud del pecado. La Iglesia también es joven porque hay muchos, muchísimos
jóvenes, que son Iglesia con toda el alma; y que lo son de manera muy consciente: llenos de amor a Jesucristo, sin miedo a manifestarlo públicamente; llenos de entusiasmo apostólico para llevar a sus amigos y a toda la sociedad la salvación que solo se encuentra en Él; cultos y bien formados, porque han cultivado bien sus capacidades humanas; sensibles al sufrimiento material y espiritual
de los hombres; liberados de los prejuicios propios del humanismo inmanentista y de la cultura de la muerte; abiertos a la diversidad de culturas y a la nueva
unidad de todos los hombres en una Tierra cada vez más pequeña. La Iglesia es
joven, porque es de Cristo. La Iglesia es joven, porque el Señor le da el inmenso regalo de una juventud excepcional, que ha escuchado su llamada y que lo
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prefiere a Él a todas las promesas del mundo. Lo ha podido ver, con inmensa alegría, la sociedad española en los días de la JMJ. ¡La Iglesia es joven en su comunión apostólica y católica!
6. En segundo lugar, la JMJ nos dice que es posible la transmisión de la fe a los
jóvenes. No es fácil, pero ¡claro que es posible! No es fácil, porque hay mucho
ruido ambiental producido por potentes altavoces que siguen propalando la falacia de la supuesta libertad sin límites: sin Dios, sin Iglesia, sin padres, sin hermanos, sin patria, sin responsabilidad. No es fácil, porque muchas familias están
heridas; porque la escuela atraviesa por dificultades de todo tipo; porque en no
pocos casos los mismos ambientes eclesiales se encuentran mortecinos a causa
de la secularización interna padecida. No es fácil, pero la transmisión de la fe a
los jóvenes es posible cuando no se les escamotea el Evangelio en toda su fuerza y su belleza; cuando se les abre el camino hacia Jesucristo, el Hijo de Dios
vivo, sin adulteraciones ni recortes según la pobre medida de ideas humanas,
por interesantes que sean; cuando se les hace realmente posible desplegar su
capacidad de amar, en primer lugar al Dios que es Amor, y luego al prójimo, preparándolos para el sacrificio que el amor implica con una pedagogía realista y,
por tanto, exigente; cuando se les orienta en la comprensión de su vida como
elección y vocación divina a la que responder; cuando para todo ello –valiéndose del Catecismo de la Iglesia Católica, al que el Youcat ofrece un acceso en
lenguaje juvenil–, se les ayuda con una catequesis clara y sistemática, verdaderamente acorde con la doctrina católica, y se les invita a vivir en una compañía
que les permita hacer el camino de la fe sin sucumbir a las falsas promesas del
mundo: en asociaciones y grupos parroquiales o diocesanos, movimientos, etc.
Entonces –nos los dice también la JMJ– no solo es posible la transmisión de la fe
a los jóvenes, sino que ellos mismos se convierten en evangelizadores.
7. Efectivamente, en tercer lugar, la JMJ nos ha mostrado que los jóvenes constituyen un potencial de primer orden para la nueva evangelización. Es necesaria
una nueva evangelización, porque dramáticamente nueva es también la llamada cultura secularista, ese modo de vida público sin Dios, difundido en occi-
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dente, y también ya en otras partes del mundo. Es necesaria una nueva evangelización, porque, ante ese modo de vida, la Iglesia ha de renovar su ardor, su
coraje y su clarividencia, que hoy no pueden ser menores que los de los primeros cristianos. Pues bien, la Iglesia necesita especialmente a los jóvenes para esa
inmensa obra del Evangelio. Ellos han crecido en un mundo que lleva las marcas dolorosas del pecado de una existencia concebida al margen de Dios y de
su amor. Conocen ese mundo, saben lo que, en realidad, da de sí y por eso
–como los primeros cristianos, que, abandonando los ídolos, abrazaron la fe del
Dios vivo– son capaces del entusiasmo necesario para la nueva evangelización.
Ellos, también, como jóvenes, son fuertes, con la fortaleza de una fe límpida, de
un amor ardiente y de una esperanza grande. Ellos ya están ahí, dispuestos para
la tarea: se los ha visto en la JMJ de modo llamativo; pero los vemos también en
la vida ordinaria de nuestras iglesias, cuando, en nombre de Cristo, les pedimos
respuesta, les encargamos misión y les otorgamos confianza.
8. Aunque para muchos constituyera una sorpresa –agradable para la inmensa
mayoría de nuestra sociedad– la JMJ no fue algo inesperado. Fue el fruto del trabajo callado y constante de muchos evangelizadores, en particular, de muchos
sacerdotes y consagrados, que, en sus diócesis, parroquias, colegios, asociaciones, movimientos, grupos, etc., secundando la gracia de Dios, siguiendo las
orientaciones de la Iglesia y asumiendo el sacrificio personal que ello comporta, han tomado en serio el apostolado con los jóvenes y les han dado el protagonismo necesario. Son muchos los lugares donde se trabaja así. Por eso, no
podía ser inesperada la gozosa experiencia de la Jornada Mundial de la
Juventud. Quienes hacen ese trabajo diario, cuidado y poco visible, nos estimulan en el camino de la evangelización. Es el fruto de su labor el que sale a la luz
en las Jornadas Mundiales de la Juventud. Que Dios les siga ayudando y bendiciendo para el bien de los jóvenes, de la Iglesia y de toda la sociedad. Que bendiga también a todos los que con su oración constante y con la ofrenda de sus
vidas –en especial, las comunidades monásticas– son el corazón espiritual de
todo apostolado, como lo fueron de la JMJ.
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9. La Iglesia es joven. La transmisión de la fe a los jóvenes es un hecho. Ellos son
grandes evangelizadores en esta nueva hora de la Iglesia y del mundo. Damos
gracias a Dios de corazón por la Jornada Mundial de Madrid. Que el Señor bendiga a esta juventud, a sus guías y sacerdotes. Que todos, bajo la mirada llena
de amor de la Madre del Señor, causa de nuestra alegría, recorramos con buen
ánimo el camino de la santidad, que es el de la verdadera libertad: “arraigados
y edificados en Cristo, firmes en la fe” (cf. Col 2, 7).
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Declaración ante la crisis moral y económica
1. «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de
nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos
y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo»[1].
Ante las dificultades económicas y sociales de tantas familias y víctimas de
la crisis, nosotros, pastores de la Iglesia que peregrina en España, con esta declaración queremos transmitir una palabra de aliento y de esperanza. Animamos a
las comunidades cristianas y a todos los hombres de buena voluntad a discernir
el momento presente y a comprometerse con generosidad y solidaridad.
Conscientes de nuestra misión pastoral, nos proponemos más adelante ofrecer una reflexión más amplia y profunda sobre la actual crisis moral y económica.
La crisis económica que vivimos tiene que ser abordada, principalmente,
desde sus causas y víctimas, y desde un juicio moral que nos permita encontrar
el camino adecuado para su solución. No tenemos soluciones técnicas que ofrecer, pero sí entra dentro de nuestro ministerio iluminar con la doctrina social de
la Iglesia el grave problema de la crisis, teniendo presente la verdad sobre el
hombre, «porque la cuestión social se ha convertido en una cuestión antropológica»[2]. Sólo de esta manera podemos afrontar su auténtica solución.
Causas y víctimas de la crisis
2. Somos conscientes de la gravedad de la situación en la que nos encontramos,
por causas que tienen su origen en la pérdida de valores morales, la falta de honradez, la codicia, que es raíz de todos los males[3], y la carencia de control de
las estructuras financieras, potenciada por la economía globalizada. Todo ello ha
provocado la situación actual, cuyas repercusiones llegan a diversos ámbitos de
la vida social y afectan gravemente a los más débiles, con especial incidencia en
los países en vías de desarrollo.
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Es especialmente significativa la incidencia de la crisis en las familias, sobre
todo en las familias numerosas y en los jóvenes, como bien atestiguan los últimos estudios realizados por Caritas[4]. El contexto socioeconómico actual nos
muestra una tasa de desempleo disparada, hasta el punto de que hay muchos
hogares que tienen a todos sus miembros activos en desempleo, que no reciben
ingresos ni del trabajo ni de las prestaciones sociales.
La escasa protección social de la familia y las políticas anti-natalistas son
perniciosas para la sociedad y tendrán efectos económicos perjudiciales para las
generaciones futuras. El juicio de la reciente Encíclica del Papa ilumina y orienta nuestra situación en este ámbito: «La apertura moralmente responsable a la
vida es una riqueza social y económica. Grandes naciones han podido salir de
la miseria gracias también al gran número y a la capacidad de sus habitantes. Al
contrario, naciones en un tiempo florecientes pasan ahora por una fase de incertidumbre, y en algún caso de decadencia, precisamente a causa del bajo índice
de natalidad, un problema crucial para las sociedades de mayor bienestar»[5].
Los pequeños y medianos empresarios, así como los agricultores y ganaderos, viven en una angustiosa situación económica, asistiendo con impotencia a
la destrucción de empleo y cierre de sus empresas, perjudicando gravemente a
sus familias, su patrimonio y al mismo progreso de la sociedad.
Otro grupo de importancia notable es la población emigrante procedente de
países pobres: «Se trata de personas, para nosotros hermanos, que un día vinieron invitados, contratados, o simplemente atraídos por la fascinación de un
soñado paraíso. Muchos de ellos han colaborado con su trabajo y con sus servicios, en tiempos de prosperidad, a nuestro desarrollo y bienestar, aumentaron
considerablemente los recursos de nuestro país, de la caja de la hacienda pública y de la Seguridad Social, animaron el consumo, el mercado de la vivienda y
la vida laboral en general. Ahora, en momento de crisis, de paro y de recesión,
no podemos abandonarlos a su suerte»[6].
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Es evidente que la crisis está infundiendo miedo al futuro no sólo por la inseguridad respecto al posible mantenimiento del Estado de Bienestar, sino también
por las consecuencias que genera, al aumentar la tasa de desempleo y reducir la
actividad económica. Con todo, el desarrollo ha sido y sigue siendo un factor
positivo. Nuestro país ha experimentado un alto bienestar durante estos últimos
años; bienestar que no siempre ha sido administrado correctamente y que nos
ha llevado a vivir por encima de nuestras posibilidades.
No hay verdadero desarrollo sin Dios
3. «Dios es el garante del verdadero desarrollo del hombre en cuanto, habiéndolo creado a su imagen, funda también su dignidad trascendente y alimenta su
anhelo constitutivo de "ser más"»[7]. La raíz de nuestros problemas no está sólo,
ni principalmente, en las dificultades económicas para seguir manteniendo un
crecimiento y bienestar en un mundo sometido a crisis periódicas: «el primer
capital a salvar y valorar es el hombre, la persona, en su integridad»[8]. El verdadero desarrollo debe alcanzar a todo el hombre y a todos los hombres[9].
Inevitablemente debemos preguntarnos: ¿qué hombre queremos promover con
el estilo social que estamos procurando? ¿Podemos considerar como desarrollo
verdadero el que cierra al hombre en un horizonte intraterreno, hecho sólo de
bienestar material, y que prescinde de los valores morales, del significado trascendente de su vida? ¿Puede conseguirse el verdadero desarrollo sin Dios?
Ante todo, es necesario decir en estas circunstancias que el hombre que ha
conocido a Cristo se sabe responsable del cambio social en su auténtica verdad:
«El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y
hombres políticos que vivan fuertemente en su conciencia la llamada al bien
común»[10]. Esto demanda un mayor compromiso en el mundo de la educación
y en la vida pública, para erradicar en todo momento la corrupción, la ilegalidad y la sed de poder.
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Estamos llamados a tomar decisiones y a aliviar la miseria
4. El espectáculo del hombre que sufre toca nuestro corazón de creyentes. Dios
mismo nos empuja en nuestro interior a aliviar la miseria. No basta contemplar
la realidad compleja, sometida a una crisis muy grave; ni basta tomar conciencia de los problemas que está ocasionando. Es imprescindible un profundo sentimiento de solidaridad con todos los que sufren. Hay problemas derivados de
esta crisis que están exigiendo una respuesta inmediata.
5. Una de las preocupaciones más graves tiene que ver con la ocupación y el
empleo. No son fáciles ni de aplicación inmediata soluciones que sean verdaderamente eficaces. La pobreza y el desempleo degradan la dignidad del ser
humano. Por ello es necesario impulsar un nuevo dinamismo laboral que nos
comprometa a todos en favor de un trabajo decente que «sea expresión de la
dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que
asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su
comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las
necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a
trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y
hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo
que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación»[11].
6. Pedimos un trato humano y solidario con los emigrantes, pues la recién aprobada Ley de Extranjería restringe derechos que afectan decisivamente a su dignidad como personas. Una sociedad con un objetivo de auténtico progreso
humano se preocupa por el bien de todos y de cada uno[12].
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Nuestro compromiso permanente como Iglesia
7. La Iglesia realiza el servicio al mundo y a su progreso como exigencia de la
misión que ha recibido. A través de su doctrina social ilumina con una luz que
no cambia los problemas siempre nuevos que van surgiendo[13] y anima a comprometernos de forma más urgente en estos ámbitos:
La aspiración a lograr un desarrollo integral requiere una renovación ética de
la vida social y económica que tenga en cuenta el derecho a la vida: «La apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo. Cuando una sociedad
se encamina hacia la negación y la supresión de la vida, acaba por no encontrar la motivación y la energía necesaria para esforzarse en el servicio del verdadero bien del hombre. si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas
para la vida social»[14].
En un mundo globalizado, donde los pobres sufren la peor parte, la Iglesia
renueva su compromiso con ellos. Y lo hace porque este compromiso brota de
su misma entraña de misericordia, de la fe y de su misión evangelizadora. En
efecto, Jesús vino a anunciar la Buena Nueva a los pobres, reclamando también
de ellos la conversión y la fe. Jesús nos ha revelado que Él es servido y acogido
en los hambrientos y forasteros[15]. «Pues conocéis la generosidad de nuestro
señor Jesucristo, el cual siendo rico, por nosotros se hizo pobre a fin de que os
enriquecierais con su pobreza» (2 Cor 8,9). Debemos sentirnos Iglesia samaritana y solidaria con los pobres ante la angustia de tantas familias, jóvenes y
desempleados.
La iglesia ha tenido siempre entre sus compromisos la lucha contra la pobreza como una exigencia de la caridad, pues «el amor —caritas— siempre será
necesario incluso en la sociedad más justa»[16]; y, especialmente, en momentos en los que los más débiles se encuentran expuestos a cargar con el precio de
las consecuencias de la crisis.
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La comunidad cristiana, y en particular Cáritas, Manos Unidas y otras instituciones de caridad de la iglesia, están atendiendo y acompañando a los más
necesitados de nuestro país y de los países en vías de desarrollo, víctimas, también, de la crisis económica global y de la recesión. Agradecemos este signo de
solidaridad a quienes lo hacen posible: voluntarios, socios, donantes; y les animamos a seguir en esa lógica del don y de la gratuidad como expresión de fraternidad.
8. La crisis debe ser una ocasión de discernimiento y de actuación esperanzada
para cada uno de nosotros, para los responsables públicos y para las instituciones que pueden contribuir a una salida de ella. Pero, sobre todo, la crisis debería ayudarnos a poner en Dios la referencia verificadora de nuestras actitudes y
comportamientos. Sólo teniendo en cuenta la dimensión trascendente de la persona, podemos lograr un desarrollo humano integral: «Ante los grandes problemas del desarrollo de los pueblos, que nos impulsan casi al desasosiego y al abatimiento, viene en nuestro auxilio la palabra de Jesucristo, que nos hace saber:
"Sin mí no podéis hacer nada" (Jn 15,5). Y nos anima: "Yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el final del mundo" (Mt 28,20). Ante el ingente trabajo que
queda por hacer, la fe en la presencia de Dios nos sostiene, junto con los que se
unen en su nombre y trabajan por la justicia»[17].
Llamada final
9. Queremos finalizar esta declaración haciendo una llamada a las comunidades cristianas y a todos los hombres y mujeres que deseen unirse en un compromiso decidido para salir de la crisis, sabiendo que es prioritaria la conversión
del corazón para obtener los cambios sociales[18]. A este respecto, apuntamos:
El momento actual requiere tomar conciencia del sufrimiento de nuestros
hermanos más afectados por la crisis, y un compromiso más solidario de todos,
especialmente de los que tienen más capacidad para poner a disposición de los
demás los bienes y recursos recibidos de Dios.
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Es urgente un discernimiento sobre las decisiones de gasto tanto de los poderes públicos como de las familias y de cada uno en particular.
Fomentar la responsabilidad hacia el bien común y hacia las víctimas más
afectadas por esta situación.
Promover actitudes cristianas para el compartir es especialmente necesario
en esta coyuntura. Por ello, urgimos a las comunidades cristianas a que compartan sus bienes con los afectados por la crisis.
Algunos ya lo han hecho donando el 1% de sus ingresos como un signo de
su compromiso con los pobres. Por nuestra parte, la Conferencia Episcopal
Española, a través de Cáritas, se dispone a entregar un porcentaje que este año
será del 1,5% del fondo común interdiocesano.
Aun cuando la responsabilidad primera de promover soluciones para salir de
la crisis le corresponde a los poderes públicos, sin embargo será preciso también
que como iglesia samaritana colaboremos con otras instituciones y organizaciones sociales en la solidaridad con las víctimas de la crisis.
NOTAS
[1] Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes, 1.
[2] Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate, 75.
[3] Cf. 1 Tim 6,10.
[4] Cf. Caritas Española, VI Informe FOESSA, 2008.
[5] Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate, 44.
[6] Conferencia Episcopal Española, Comisión Episcopal de Migraciones, Mensaje de
la Jornada Mundial de Migraciones, 18-I-2009.
[7] Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate, 29.
[8] Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate, 25.
[9] Cf. Pablo VI, Carta encíclica Populorum progressio, 14.
[10] Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate, 71.
[11] Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate, 63.
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Cf. Juan Pablo II, Carta encíclica Sollicitudo rei socialis, 39.
Cf. Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate, 12.
Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate, 28.
Conferencia Episcopal Española, Reflexiones en torno a la «eclesialidad» de la
acción caritativa y social de la Iglesia, 12.
[16] Benedicto XVI, Carta encíclica Deus Caritas est, 28.
[17] Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate, 78.
[18] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1888.
[12]
[13]
[14]
[15]
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SUMARIO
I. INFORMACIÓN DIOCESANA
PASTORALES
Navidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .687
HOMILIAS
En la Toma de Posesión en Cádiz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .691
En la presentación en Ceuta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .699
Agenda del Sr. Obispo
Octubre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .705
Noviembre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .705
Diciembre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .706
Del Administrador Apostólico
En la Bendición de la Residencia San Juan de Dios (A. Ceballos) . . . . .709
Homilía con motivo de la Solemnidad de Ntra. Sra. del Rosario . . . . . .711
De la Cancillería Secretaria General
DECRETOS
Incardinación Antonio García-Bedel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .717
Acta de la toma de posesión del Ecmo. y Rvdmo. Sr.
D. Rafael Zornoza Boy como Obispo de Cádiz y Ceuta . . . . . . . . . . . .719
Año de Gracia Parroquia de San José . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .721
Nombramientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .723
Nombramientos de Caballeros de la Orden de San Gregorio Magno . . . . .727
Nombramientos Hermandades y Cofradías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .729
Nota Informativa Residencia de Mayores San José, de San Fernando . . . . .735
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Necrológicas
Diego Sánchez Vázquez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .737
Jeronimo Cobacho Pinto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .739
II. INFORMACIÓN GENERAL
De la Santa Sede
Motu Proprio “Porta Fidei” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .743
Mensaje del Santo Padre al Cardenal Antonio M.ª Rouco con ocasión
de la fiesta de la Sagrada Familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .759
De la Conferencia Episcopal Española
XCVIII Asamblea Plenaria
Discurso Inaugural del Presidente de la CEE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .761
Palabras Nuncio Apostólico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .781
Nota ante las próximas Elecciones Generales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .785
Nota de Prensa Final . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .789
Exhortación después de la JMJ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .795
Declaración ante la crisis moral y económica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .801
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INDICE GENERAL
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INDICE GENERAL
I. IGLESIA DIOCESANA
PASTORALES
Día Mundial de las Migraciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .5
Jornada de Oración por la unidad de los cristianos . . . . . . . . . . . . . . . . . .9
Infancia Misionera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .13
Jornada Mundial de la Vida Consagrada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .15
Manos Unidas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .21
Día del Seminario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .25
Cuaresma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .31
Día de la Mujer Trabajadora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .47
Semana Santa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .237
Jueves Santo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .241
Pascua de Resurreccción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .245
Ante el 1 de Mayo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .247
Beatificación de Juan Pablo II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .253
Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . .255
Campaña del Enfermo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .261
Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales . . . . . . . . . . . . . . . . .265
Día de Acción Católica y Apostolado Seglar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .271
Solemnidad de San Pedro y San Pablo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .277
Jornada Pro Orantibus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .281
Día de la Caridad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .285
Urgencia de una Nueva Evangelización: desafíos y posibilidades . . . . .467
Presencia de la Iglesia de Cádiz en 2012 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .485
Jornada de responsabilidad en el tráfico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .489
Jornada de las Gentes del Mar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .493
Día de los Abuelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .497
Navidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .687
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HOMILÍAS
En la solemnidad del Señor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .51
En la Fiesta del Bautismo del Señor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .57
En el 125 Aniversario de la Hijas de M.ª Auxiliadora . . . . . . . . . . . . . . . .59
En la Jornada de Vida Consagrada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .65
En el Centenario de la Fundación de la Institución Teresiana . . . . . . . . . .73
Con motivo de la Fiesta de los Servitas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .81
En la presentación de la Hospitalidad de Lourdes . . . . . . . . . . . . . . . . . .87
En la Ordenación de Diáconos Permanentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .95
Miércoles de Ceniza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .103
Bendición de Ramos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .289
En la Pasión del Señor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .291
En Misa Crismal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .295
En la Misa de la Cena del Señor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .303
En la celebración de la Pasión del Señor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .309
En la Vigilia Pascual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .315
En El Pontifical del Domingo de Resurrección . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .319
Con motivo de la Festividad de San José Obrero . . . . . . . . . . . . . . . . . .327
En la Consagración del Altar de la Parroquia de la Sagrada Familia . . . .333
En la proclamación del patronazgo de la Virgen del Carmen
de Barbate . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .337
En la Eucaristía de Acción de Gracias por la Beatificación
de Juan Pablo II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .343
En la clausura de las 3.ª Jornadas Católicas y Vida Pública . . . . . . . . . .349
En la Solemnidad de Pentecostés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .355
Con motivo de la ordenación de presbíteros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .361
En la Solemnidad del Corpus Christi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .369
En la Clausura de la VII Congregación General de las HH. Franciscanas
del Rebaño de María . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .499
En la Solemnidad de Santa María de África . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .505
En la Fiesta de la Virgen de la Oliva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .515
En la Toma de Posesión Cádiz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .691
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En la presentación en Ceuta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .699
En la Bendición de la Residencia San Juan de Dios (A. Ceballos) . . . . .709
En la Solemnidad de Ntra, Sra. del Rosario (A. Ceballos) . . . . . . . . . . . .711
Jornada Mundial de la Juventud de 2011
Saludo y bienvenida a los jóvenes participantes . . . . . . . . . . . . . . . . . .523
Catequesis para los jóvenes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .529
En la S.A.I. Catedral con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud
en la Diócesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .539
Palabras después del Ejercicio del Vía-Crucis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .545
En la Solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora . . . . . . . . . . . . . . .549
Catequesis para los jóvenes de la Diócesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .557
Con motivo del 250 Aniversario de la Cofradía de la Vera-Cruz . . . . . . .567
En la Coronación Canónica de María Santísima de los Dolores,
de la Orden Seglar Servita de Cádiz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .573
Acción de gracias en cada uno de los arciprestazgos de la Diócesis . . .585
Anuncio público del nombramiento del nuevo Obispo.
Mensaje de D. Antonio Ceballos Atienza con ocasión del nombramiento
de D. Rafael Zornoza Boy como Obispo Electo para la Diócesis . . . . . .589
Mensaje de saludo para la Diócesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .595
OTRAS INTERVENCIONES
Con ocasión de la concesión de la Insignia de Plata de la
Asociación “Salus Infirmorum” a siete profesores . . . . . . . . . . . . . . . . .375
AGENDA DEL SR. OBISPO
Enero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .107
Febrero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .108
Marzo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .109
Abril . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .379
Mayo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .380
Junio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .382
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Julio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .599
Agosto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .600
Septiembre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .602
Octubre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .705
Noviembre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .705
Diciembre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .706
De la Cancillería Secretaría General
DECRETOS
Autorización de establecimiento de columbarios en la Parroquia
de San José Artesano, de San Fernando (Nueva publicación) . . . . . . . . .111
Aprobación del Reglamentos del columbario en la Parroquia
de San José Artesano, de San Fernando (Nueva publicación) . . . . . . . . .113
Año de Gracia por la Coronación de Ntra. Sra. de los Dolores . . . . . . .115
Por el que se autoriza la procesión de Corpus Christi . . . . . . . . . . . . . .385
Por el que se confirman en sus cargos los oficios de la Curia Diocesana,
y se declaran disueltos el Consejo Diocesano del Presbiterio y el de
Pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .605
Por el que se reforman los estatutos de la Asociación Privada de Fieles
Nuestra Señora Salus Infirmorum, de Cádiz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .607
Por el que se autoriza al R. D. Andrés Drouet Salcedo para trasladarse
a la diócesis de Portoviejo, en Ecuador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .609
Por el que se reconocen los estatutos y se erige la Asociación Privada
de Fieles "Fraternidad Velad y Orad". . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .611
Incardinación Antoni García-Bedel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .717
Año de Gracia Parroquia de San José . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .719
Nombramientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .117, 387, 723
Nombramientos de Caballeros de la Orden de San Gregorio Magno . . . . .727
Nombramientos de Hermandades y Cofradías . . . . . . . . . . . . . .121, 391, 729
Ordenaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .123, 393
Pág. 817
B.O.O. 2.581
Congregatio de Cultus Divino
Gadicensis et septensis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .125
Necrológicas
Rvdo. P. Juan jiménez Zayas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .395
Diego Sánchez Vázquez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .737
Jeronimo Cobacho Pinto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .739
Crónicas Diocesanas
Memoria de la Actividad Judicial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .129
Acta de la Sesión del Consejo del Presbiterios (15-12-2010) . . . . . . . . .135
Acta de la Sesión del Consejo del Presbiterios (28-03-2011) . . . . . . . . .143
Peregrinación de la Cruz
Carta a los Jóvenes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .153
Saludo en la recepción de la Cruz y el Icono de María . . . . . . . . . . . . .155
Peregrinación de la Cruz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .157
Crónica de la visita a Cádiz de la Cruz y el Icono . . . . . . . . . . . . . . . . .161
Cáritas recibe la Medalla de Plata de la Ciudad de Cádiz . . . . . . . . . . .397
Antonio Ceballos Atienza, Gaditano de Ley 2011 . . . . . . . . . . . . . . . . .399
Imposición de la Medalla Pro Ecclesia et Pontifice a Maxi y Pruden . . .405
II. INFORMACIÓN GENERAL
De la Secretaría de Estado
Cartas de agracedimiento de la Secretaría de Estado . . . . . . . . . . . . . . . .41
Cartas de agradecimiento de la Secretaría de estado . . . . . . . . . . . . . . .169
Carta de agradecimento de la Congregatio pro
Gentium Evangelizatines . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .173
Carta de agradecimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .623
Mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Paz . . . . . . . .175
Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .191
Pág. 818
B.O.O. 2.581
Carta de Benedicto XVI a D. Antonio Ceballos . . . . . . . . . . . . . . . . . . .409
CONGREGATIO PRO EPISCOPIS
Gadicensis et septensis ed Administratoris Apostolici
nominatione decretum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .624
Homilía del Santo Padre con ocasión de la Beatificación
de Juan Pablo II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .417
Homilía del Santo Padre en la Festividad de Pentecostés . . . . . . . . . . . .423
Homilía del Santo Padre en la Festividad del Corpus Christi . . . . . . . . .429
VIAJE APOSTÓLICO A MADRID CON OCASIÓN
DE LA XXVI JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD
Conferencia de prensa del Santo Padre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .625
Discurso del Santo Padre en la Ceremonia de bienvenida . . . . . . . . . . .631
Discurso del Santo Padre en el Vía Crucis con los jóvenes . . . . . . . . . . .635
Discurso del Santo Padre en la visita al Instituto San José . . . . . . . . . . .639
Homilía del Santo Padre en la Vigilia con los jóven . . . . . . . . . . . . . . . .643
Homilía del Santo Padre en la Santa Misa con los Seminaristas . . . . . . .649
Homilía del Santo Padre en la Santa Misa para la Jornada Mundial . . . .653
Discurso del Santo Padre en el Encuentro con los voluntarios . . . . . . . .657
Discurso del Santo Padre en la ceremonia de despedida . . . . . . . . . . . .659
Anuncio ante la próxima declaración de San Juan de Ávila,
como Doctor de la Iglesia Universal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .663
Carta en forma de Motuo Propio “Quaerit Semper” . . . . . . . . . . . . . . . .665
Motu Proprio “Porta Fidei” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .743
Mensaje del Santo Padre al Cardenal Antonio M.ª Rouco con ocasión
de la fiesta de la Sagrada Familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .759
De la Conferencia Episcopal Española
XCVII ASAMBLEA PLENARIA DE LA CEE
Discurso Inaugural del Cardenal Antonio M.ª Rouco . . . . . . . . . . . . . . .197
Discurso del Nuncio Mons. Renzo Fratini . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .215
Pág. 819
B.O.O. 2.581
Nota de Prensa Final . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .219
Mensaje a los Jóvenes para la Jornada Mundial de la Juventud . . . . . . .225
Declaración con motivo del “Proyecto de Ley Reguladora
de los Derechos de las personas” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .433
Nota final de la CCXX reunión de la Comisión Permanente . . . . . . . . . .449
Palabras del cardenal Rouco en el acto de despedida de Benedicto XVI
con los voluntarios JMJ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .669
Saludo del Card. Antonio Mª Rouco en la misa con los jóvenes . . . . . .671
Palabras de agradecimiento por el nombramiento de San Juan de Ávila
como Doctor de la Iglesia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .673
Benedicto XVI anuncia que San Juan de Ávila será Doctor de la Iglesia 675
XCVIII Asamblea Plenaria
Discurso Inaugural del Presidente de la CEE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .761
Palabras Nuncio Apostólico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .781
Nota ante las próximas Elecciones Generales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .785
Nota de Prensa Final . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .789
Exhortación después de la JMJ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .795
Declaración ante la crisis moral y económica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .801
De los Obispos del Sur
Nota ante las próximas elecciones municipales . . . . . . . . . . . . . . . . . . .457
Pág. 820