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Transcript
Con el pueblo de Cataluña/ Xavier Novell, obispo de Solsona
Muchos fieles de la diócesis de Solsona seguís con interés los
acontecimientos sociales y políticos que está viviendo nuestro país. Os
sorprendisteis del anuncio de la fecha y la pregunta de una consulta para el
9-N. Seguisteis con atención la petición del permiso al Congreso de los
Diputados para llevarla a cabo y la negativa subsiguiente; y esperáis con
curiosidad u os preparáis con ilusión para la manifestación de esta próxima
Diada.
Hay quien considera que la Iglesia no tiene que hablar sobre este tema,
pero el papa Francisco lo hizo en una entrevista el pasado mes de junio.
Habló abiertamente de los procesos de independencia, distinguiendo entre
las emancipaciones y las secesiones. Identificó el proceso catalán como un
intento de secesión y evitó calificarlo moralmente, aunque mencionó las
condiciones en las cuales un proceso de este tipo seria obvio y justo.
Por ello, he considerado que, por mi parte, desde la doctrina social de la
Iglesia, necesitaba decir una palabra dirigida a todos los fieles de la
diócesis sobre la cuestión clave que tenemos planteada: ¿Tenemos derecho
o no a decidir nuestro futuro?
La doctrina católica sobre el derecho a la autodeterminación de los pueblos
y de las naciones es clara. El papa san Juan Pablo II, ante la asamblea de la
ONU, afirmó sobre la nación: «Su derecho a la existencia es ciertamente el
presupuesto de los otros derechos [...]: nadie, pues [... ] puede pensar
legítimamente que una nación no sea digna de existir. [...]. Este derecho
fundamental a la existencia no exige necesariamente una soberanía estatal
[...], pero a condición de que haya un clima de auténtica libertad,
garantizada por el ejercicio de la autodeterminación de los pueblos».
Cataluña cumple los elementos que la doctrina social de la Iglesia indica
sobre la realidad de la nación: cultura, lengua e historia. Basta con leer los
discursos del papa san Juan Pablo II en la ONU, en la Unesco, a los jóvenes
de Tokio y al cuerpo diplomático en la Navidad de 1982.
Los obispos de Cataluña solemnemente reconocieron nuestra identidad
nacional en el documento «Arrels cristianes de Catalunya»: «Los pueblos
que, como el caso de Cataluña, tienen conciencia de su historia anterior a la
formación del Estado, y mantienen, junto con esta conciencia, una cultura y
una lengua propias [...], guardan viva la convicción de que no provienen de
la división administrativa de un Estado-Nación [...]. Esta conciencia de ser
una realidad nacional previa [...] es lo que da sentido nacional a nuestro
país». Con motivo del 25 aniversario de aquella carta pastoral conjunta, los
actuales obispos de Cataluña nos adherimos a esta convicción en el
documento «Al servei del nostre poble».
El pueblo de Cataluña está convencido de que somos una nación. Así lo
afirma el preámbulo del Estatuto de Autonomía de 2006: «El Parlamento
de Cataluña, recogiendo el sentimiento y la voluntad de la ciudadanía de
Cataluña, ha definido Cataluña como nación de una manera ampliamente
mayoritaria». Y, de hecho, a pesar de que, en los últimos tres siglos, son
muchos los episodios históricos en los que se ha intentado eliminar o
limitar su identidad nacional, este pueblo no ha dejado de defenderla, y,
hoy más que nunca, quiere ejercer los derechos que le corresponden.
Así, cuando se afirma que Cataluña no tiene derecho a la
autodeterminación y que sería ilegal la consulta del 9-N, se está usando la
ley para impedir un derecho fundamental que es anterior y superior al
ordenamiento jurídico vigente. La Constitución de 1978 debería aplicarse
de tal manera que hiciera posible que las naciones que forman España
puedan decidir libremente su futuro.
Desde mi nombramiento como obispo de Solsona, he intentado
acompañaros como pastor. Por ello, tampoco me he callado sobre esta
cuestión, defendiendo tanto la libertad de la Iglesia respecto a cualquier
posicionamiento político como la legitimidad moral del derecho a decidir
de los ciudadanos de Cataluña. Os pido, por tanto, que no permanezcáis
ajenos a este proceso y, con espíritu democrático y pacífico, escoged con
tranquilidad de conciencia aquella opción ante la consulta que creáis mejor
para el bien de Cataluña.