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L a ev angeli zación e n l os con cili os celebr ad os en Améri ca
L atin a en tre 18 99 y 195 7
CARMEN JOSÉ ALEJOS / PAMPLONA
La Iglesia en América Latina se ha caracterizado, desde finales del siglo XIX,
después de la crisis de los procesos de emancipación, y a pesar de las muchas dificultades de todo tipo, por una notable proximidad con la Santa
Sede. Las enseñanzas pontificias han sido bien acogidas y estudiadas y esto
se comprueba claramente por la filial recepción con que el pueblo latinoamericano escucha al Papa y por las muchas manifestaciones de amor y respeto al sucesor de Pedro, como se ha podido comprobar en las visitas pastorales de Pablo VI a Colombia, de Juan Pablo II a todas las naciones del
Subcontinente, y de Benedicto XVI a Brasil, México y Cuba.
Esta cercanía se aprecia en la tarea conciliar y sinodal llevada a cabo en
el siglo XX. En efecto, el objetivo de unos y otros era adecuarse a las indicaciones de la Santa Sede, teniendo en cuenta las características propias de
cada país del continente americano. Así pues en este trabajo intentaremos
ofrecer una visión de conjunto de los concilios celebrados en América Latina antes del Concilio Vaticano II, que actuaron como instrumentos dinamizadores de la pastoral y la evangelización de aquel continente.
1. Situación de América Latina a finales del siglo XIX
Para entender la primera mitad del siglo XX hay que partir de la situación
de la Iglesia a lo largo del dramático siglo XIX, en que las nuevas repúblicas,
salvo las grandes Antillas que continuaban bajo dominación española, estuvieron zarandeadas por guerras civiles, guerras por el establecimiento de
las fronteras, guerras provocadas por el nuevo colonialismo anglosajón, o
fuertes debates entre liberales y tradicionalistas.
Una vez asentadas las repúblicas surgidas de la emancipación colonial,
comenzó la lenta recuperación de la vida católica latinoamericana entre
grandes dificultades político-sociales que determinaban la supervivencia
del clero, de los obispos y de la vida cristiana en su conjunto.
AHC 44 (2012)
242
Carmen José Alejos
En efecto, las repúblicas vivían entre la inestabilidad y la anarquía; los
nuevos Estados pretendieron, primero, manipular a la Iglesia y, más tarde,
suprimirla. En ambos casos se llegó a la verdadera persecución. Por tanto,
la iglesia perdió la presencia e influjo que había tenido, y actuó en una sociedad liberal, en una nueva cultura que no había sido creada por ella.
En esta iglesia formada por más de cien diócesis a finales del siglo XIX se
asentó una fuerte crisis de marginación; y también de bloqueo de su acción
pastoral como consecuencia de la fragmentación política, de la propia debilidad institucional y de la interna incomunicación entre las iglesias (es
necesario tener en cuenta la compleja geografía americana).
Sin embargo, la iglesia dio muestras de heroica fortaleza ante la persecución, el despojo de sus bienes, la soledad de los obispos (en muchos casos
perseguidos, desterrados, difamados y aún muertos) y de un clero cada vez
menos numeroso. Ante esta situación la iglesia latinoamericana se unió
más con la Sede de Pedro, que, desde León XII (1823-1829) a León XIII
(1878-1903) sabían “que se pretendía infiltrar, de parte de los regalistas, liberales y masones, el complejo antiromano (e incluso en algunos países se
buscaba crear) iglesias separadas del Papa” 1.
Si Pío IX (1846-1878) fue defensor de la perseguida iglesia en América
Latina, con León XIII la relación con el continente fue aún mayor.
Como se sabe, al fallecer Pío IX en 1878, León XIII tomó las riendas de la
Iglesia con el deseo de dar un fuerte impulso a la evangelización. Tendió
puentes a los novedosos aires políticos, económicos y culturales que se imponían. Y de este modo, se aceleró el tiempo de la Iglesia.
En efecto, si durante el siglo XIX se habían creado sólo 63 diócesis, con
la erección de nuevas sedes metropolitanas y diócesis por parte de Pío IX y
León XIII, la estructura eclesiástica se fue recuperando, como se aprecia en
el siguiente cuadro 2:
1
E. CÁRDENAS, El Concilio Plenario de la América Latina, 28 de mayo - 9 de julio de 1899.
Introducción histórica, in: Acta et Decreta Concilii Plenarii Americae Latinae, edición
facsímil, Ciudad del Vaticano 1999, 31.
2
Nos hemos detenido en 2004 para que se aprecie la creciente evolución a lo largo del siglo XX.
La evangelización en los concilios celebrados en América Latina
243
CUA DRO 1
SIGLO
DIÓ CES IS CR EA DAS 3
XVI
30
XVII
9
XVIII
11
XIX
63
Total
113
1900-1961
266
Total
379
1962-2004
280
Total
659
Al finalizar el siglo XIX, con una población de 62 millones, aproximadamente, había 20 sedes metropolitanas, 93 diócesis y algunos territorios misionales, 10.614 sacerdotes4 diocesanos y 4.164 religiosos. La extensión
hipotética de cada diócesis era de 100.000 km y a cada una correspondía
una población de 500.000-600.000 habitantes, esto significaba 3.829 fieles
por sacerdote. Al mismo tiempo la floreciente iglesia de Estados Unidos,
contaba, para diez millones de católicos, con 14 arquidiócesis, 71 diócesis,
11.636 sacerdotes de ambos cleros y 30 seminarios diocesanos, es decir, un
sacerdote por cada 859 católicos.
Para desarrollar un adecuado programa pastoral en América Latina,
León XIII echó mano de la experiencia sinodal de la Iglesia posterior al ciclo
revolucionario. En efecto, a partir del III Concilio Plenario de Baltimore
celebrado en 1884, el Papa impulsó la convocatoria de concilios provinciales en la América hispana, que, sobre todo, se celebraron en la década de
los noventa y sólo en las repúblicas más “tranquilas”. Como por ejemplo
México en que se celebraron cinco, o Quito donde se celebraron dos5.
De este modo se preparó la convocatoria del Concilio Plenario Latinoamericano, llevado a cabo en Roma en 1899.
3
Datos del “Annuario Pontificio”.
En 1960, contaba ya con 34.797 sacerdotes, repartidos casi al cincuenta por ciento entre
el clero regular y el secular. Datos tomados de E. CÁRDENAS , La Iglesia latinoamericana en la
hora de la creación del CELAM, in: VV.AA., CELAM, Elementos para su historia (1955-1980),
Bogotá 1982, 27-73.
5
E. LUQUE ALCAIDE, El ciclo conciliar latinoamericano de la era republicana, in: J. I. SARANYANA (dir.) - C. J. ALEJOS (coord.), Teología en América Latina, Volumen II/2: De las guerras de
independencia hasta finales del siglo XIX (1810-1899), Frankfurt – Madrid 2008, 873-1005.
4
244
Carmen José Alejos
Los datos que hemos aportado son necesarios para comprender varias cosas:
1º - la importancia de unir a todos los obispos latinoamericanos en torno a
la Sede de Pedro para apoyarse en su tarea misionera;
2º - la necesidad de afrontar los problemas pastorales de un modo conjunto
para buscar soluciones entre todos;
3º - el contenido de los decretos del Concilio.
En general, podemos afirmar que Latinoamérica inquietaba por varias razones: porque dependía todavía demasiado del clero europeo, al ser escaso
el clero autóctono; también porque los enormes conjuntos de emigrantes
europeos, conformados por millones de personas, corrían el riesgo de perder sus raíces cristianas; así mismo porque una defectuosa instrucción religiosa podía arrastrar a amplias muchedumbres a vivir formas de sincretismo religioso; también porque extensas guerras civiles o entre países habían repercutido sobre la estabilidad familiar y las buenas costumbres; y,
finalmente, porque la presión revolucionaria (menos la liberal, ya casi agotada, y sobre todo la incipiente revolución anarco-socialista) se cernía sobre muchas instituciones eclesiásticas. Se hacía precisa una enérgica acción
misional para solucionar, total o parcialmente, esas dificultades.
En efecto, los números de inmigrantes eran importantes. Se calcula que
sólo a Brasil y Argentina llegaron, entre 1870 y comienzos del siglo XX,
unos tres millones de emigrantes6. En 1900, Latinoamérica, incluido el Caribe, contaba ya con unos sesenta y dos millones de habitantes; su población,
pues, se había incrementado en un 50% en treinta años, pasando de cuarenta millones a más de sesenta7. A finales del siglo XIX había comenzado una
fuerte inmigración alemana, que se dirigía, sobre todo, al Brasil, y que aumentó al finalizar la Gran Guerra, en 1918.
6
Concretamente, de 1857 a 1933 arribaron a Argentina casi siete millones de emigrantes, de los cuales la mitad permaneció definitivamente en la República. Los tres momentos
de mayor esplendor inmigratorio argentino fueron los años 1887-1891, 1904-1914 y el sexenio 1922-1927.
7
En esas mismas fechas de cambio de siglo, las ciudades de más de cien mil habitantes
ya eran numerosas: Buenos Aires y Río de Janeiro alcanzaban el medio millón de habitantes;
sobre los 250.000 se situaban Santiago de Chile, La Habana y Montevideo; después seguían,
con más de cien mil, Bahía, Recife, Sao Paulo, Valparaíso, Lima, Bogotá y Puebla de los Ángeles.
La evangelización en los concilios celebrados en América Latina
245
Así pues el objetivo del Concilio, como se apuntaba en la sesión inaugural,
era netamente pastoral y buscaba: La mayor gloria de Dios, la defensa y propagación de la fe católica; el aumento de la religión y de la piedad; la salvación de las
almas; el esplendor de las Iglesias; el decoro y disciplina del clero, y la dignidad, defensa y ampliación del (…) Orden episcopal 8.
Es decir, se pretendía regenerar la iglesia americana con un nuevo impulso misionero y evangelizador, y para ello era necesario afrontar, entre
otras cosas, la precaria situación de los obispos y del clero. Sin ellos no era
posible la tan ansiada reconstrucción.
2. Historia y desarrollo del Concilio Plenario
Éste se celebró entre finales de mayo y principios de julio de 1899 en Roma,
convocado por León XIII y con la asistencia de la mitad del episcopado latinoamericano. En este trabajo solamente apuntaremos los datos más significativos9.
El Papa, al convocarlo, consideró que un concilio fortalecería la unidad
de la Iglesia en las naciones latinoamericanas, que tenían tantos elementos
comunes. De esta forma se superarían las dificultades políticas, sociales y
económicas, surgidas después de la Independencia, y que no habían favorecido un desarrollo adecuado de la Iglesia en proporción al número de católicos que allí vivían. En su carta de convocatoria, León XIII manifestaba que
se pretendía: meditar seriamente en el mejor modo de mirar por los intereses comunes de la raza latina, a quien pertenece más de la mitad del Nuevo Mundo10.
Se preguntó a los obispos en qué ciudad querían celebrarlo; y la mayor
parte escogió Roma por dos razones: porque era más accesible que cualquier ciudad latinoamericana, y porque de esta forma podrían manifestar
mejor su adhesión al Papa.
La sede quedó situada en el Colegio Pío Latinoamericano de Roma11. De
las 113 diócesis existentes en 1899, había 20 sedes vacantes; de las 93 res8
CÁRDENAS , El Concilio Plenario (como nota 1), 43.
Se puede consultar un estudio más detallado en: V. MARTINEZ ARTOLA - C. J. ALEJOS - J. I.
SARANYANA, Magisterio pontificio y Asambleas eclesiásticas en el siglo XX, in: J. I. SARANYANA
(dir.) - C. J. ALEJOS (coord.), Teología en América Latina, Volumen III: El siglo de las teologías
latinoamericanistas (1899-2001), Frankfurt – Madrid 2002, 40-60, y bibliografía en 41 nota 3.
10
LEÓN XIII, Carta apostólica Cum diuturnum, in: ASS 31 (1898-99) 321-322.
11
En la actual sede del Pontificio Colegio Pío Latinoamericano (PCPLat) se conservan
cuatro lápidas conmemorativas del Plenario con los nombres de los participantes. En la Biblioteca de este centro se halla la guía o libro de protocolos usado probablemente durante la
9
246
Carmen José Alejos
tantes, asistieron trece arzobispos y cuarenta obispos12. Es decir un 58% del
total del episcopado.
Acerca de los decretos del Plenario, no cabía esperar grandes novedades
teológicas y canónicas. Su objetivo misionero pasaba por restablecer las estructuras eclesiásticas y, para ello, era preciso unificar las directrices sobre
disciplina eclesiástica que facilitaran la labor en las diócesis latinoamericanas; y este objetivo no sólo se logró, sino que fue el punto de arranque de
un cambio trascendental en la Iglesia de América Latina, como veremos
más adelante.
Los decretos están comprendidos en 16 títulos que retoman la disciplina
de la Iglesia universal; la particular para América; y las aportaciones más
recientes de los concilios celebrados en los Estados Unidos de Norteamérica, en Europa y España en el siglo XIX, y en las provincias eclesiásticas de
las nuevas repúblicas latinoamericanas.
Las cuestiones sobre fe, revelación e Iglesia Católica, definidas en el Vaticano I, aparecen junto a temas meramente disciplinares, como los impedimentos y peligros de la fe, las diferentes personas eclesiásticas, el culto
divino, la disciplina sacramental, la formación de los candidatos al sacerdocio, la vida y honestidad de los clérigos, la atención prestada a la educación
católica de la juventud, la catequesis y doctrina cristiana, los acuerdos sobre el modo de conferir los beneficios eclesiásticos, entre otros asuntos.
Sin embargo, conviene destacar nuevamente que el Concilio Plenario
pretendía regenerar la iglesia americana, por lo que se hacía preciso establecer los puntos esenciales que articularan dicha regeneración. Era necesario dejar claros los elementos básicos y unificadores que permitieran restructurar las diócesis, las parroquias y toda la tarea que éstas desarrollaban. Hacía falta recordar cuál era la fe verdadera y las doctrinas contra la fe
que recorrían el continente y habían calado en la vida social, cultural y política.
Los obispos americanos tenían claro que la ruta para retomar la nueva
evangelización que León XIII impulsaba requería explicar qué males se cer-
celebración del Concilio: LEÓN XIII, Methodus servanda in Concilio Plenario episcoporum
Americae Latinae, Romae 1899, 43 pp. más índice. Colocación: H 37 / 11.
12
Asistieron de México 4 arzobispos (arz) y 9 obispos (ob), Costa Rica 1 ob, Haití 1 arz y 1
ob, Colombia 1 arz y 5 ob, Venezuela 2 ob, Ecuador 1 arz, Perú 1 arz y 3 ob, Chile 1 arz y 3 ob,
Argentina 1 arz y 6 ob, Paraguay 1 ob, Uruguay 1 arz, Brasil 2 arz y 9 ob. No asistieron Bolivia, Cuba, Puerto España, República Dominicana, Honduras, Nicaragua, Guatemala, El Salvador y Panamá.
La evangelización en los concilios celebrados en América Latina
247
nían para los católicos y cuáles eran los antídotos más eficaces. Por eso,
aunque el esquema que presenten los títulos de los decretos del Plenario
son los propios de cualquier concilio de aquella época, conviene destacar
que, están pensados para la situación real latinoamericana de finales del
XIX.
En efecto, para entrar en el siglo XX con un impulso renovado los decretos
señalan los desafíos que había que afrontar en América:
- las dificultades entre fe y razón tan difundidas a lo largo de los siglos
XVIII y XIX;
- las difíciles relaciones de la Iglesia con los Estados que impedían, entre
otras cosas, dar culto público a Dios, o el reconocimiento de la Iglesia como
sociedad visible;
- los ataques directos al matrimonio católico;
- las corrientes de pensamiento que causaban incertidumbre a los creyentes y que habían entrado con fuerza en las nuevas repúblicas;
- la proliferación de periódicos y libros contra la fe;
- el creciente influjo de las supersticiones, las sectas ilícitas y la masonería;
- el aumento de las escuelas de enseñanza neutrales, mixtas o laicas, en las
que se ignoraba a Dios;
- y la ignorancia en materia de fe de muchos creyentes.
El Concilio también dedicaba un abundante número de decretos a establecer las pautas de recomposición de la Iglesia con el fin de realizar la misión
evangelizadora encomendada por Jesucristo. Estos decretos se pueden
agrupar en los siguientes aspectos:
- la renovación y mejora de la tarea de gobierno y pastoral de los obispos y
de sus colaboradores diocesanos, ya fueran seculares o regulares;
- el cuidado del culto divino con el fin de restablecer una piedad profunda;
- la administración y recepción de los sacramentos, teniendo en cuenta
muy especialmente, la escasez de clero, o el aislamiento de parte de los católicos debido a las dificultades geográficas;
- la formación catequética de todos los fieles, fueran niños, jóvenes, adultos, pobres o ricos, indios, mestizos, negros o europeos;
- la necesidad de elegir y preparar adecuadamente a niños en seminarios
menores y mayores para que creciera el número de clero autóctono en todas las diócesis;
248
Carmen José Alejos
- la imperiosa urgencia de renovación de la vida y piedad del clero, para
que pudieran realizar una profunda tarea de evangelización en Latinoamérica;
- la importancia de la educación católica de niños y jóvenes en las escuelas
y Universidades;
- el impulso renovado de la enseñanza del catecismo;
- la implicación de los católicos en crear una cultura católica a través de
periódicos y libros;
- y la necesidad de renovar las costumbres morales de los católicos.
Al acabar el concilio, el 9 de julio de 1899, León XIII recibió a los obispos
participantes; en el discurso de despedida, el Papa señalaba las prioridades
para recomenzar una nueva evangelización en América Latina. Afirmó que
su primera solicitud era la formación de los futuros sacerdotes, para lo que
era necesario establecer o mejorar los seminarios; y que los seminarios
centrales tuvieran gran altura académica. En segundo lugar, señaló la preocupación que los obispos debían mostrar por el clero parroquial, y por el
trabajo de los párrocos en la catequesis de los niños. En tercer lugar, habló
de la importancia pastoral de las misiones rurales. Finalmente recomendó a
los obispos la obligación de convocar periódicamente a su clero para los
ejercicios espirituales.
Como se ve el punto sobre el que debía pivotar la misión americana era
el sacerdocio.
3. Influencia del Concilio
Se ha discutido el influjo real del Concilio en la iglesia latinoamericana a lo
largo del siglo XX. Sin embargo, podemos afirmar que no sólo prolongó su
presencia a través de la codificación de 191713, sino que sus decretos estuvieron vigentes en las diócesis latinoamericanas hasta el comienzo del
Vaticano II. Veámoslo detenidamente.
13
Un buen resumen de los intentos de codificación a lo largo de los siglos y su conclusión en el Código del 17 puede verse en el amplio estudio introductorio de la obra: J. LLOBELL
- E. DE LEÓN - J. NAVARRETE, Il libro De processibus nella codificazione del 1917: studi e documenti, Milano 1999.
La evangelización en los concilios celebrados en América Latina
249
En primer lugar, un estudio comparativo que hemos realizado 14 muestra,
en efecto, la continuidad entre las Instituciones del canonista Donoso 15, el
Concilio de 1899 y el Codex del 17. Por consiguiente, más que hablar de que
el Plenario perdió vigencia con la llegada del Código, habría que decir que
los codificadores contaron con un instrumento esencial que facilitó su labor.
En efecto, la tarea codificadora realizada por los americanos pudo influir en el ánimo de la curia romana, determinándola a realizar una labor
similar, quizá de más alcance, para la Iglesia universal. Esto sería el Código
del 17, en el que intervinieron, un buen número de peritos que habían trabajado en el Plenario de 1899. De hecho, uno de los elementos que indican
que el Concilio fue antecedente del Codex, es que repitieron muchos canonistas en uno y otro acontecimiento: el cardenal Vannutelli; el delegado
apostólico en Perú, Mons. Gasparri y el Padre Llevaneras, (ambos después
cardenales); así como los PP. Valenzuela, Eschbach, Wernz y Fernández16.
En segundo lugar, tras consultar los sínodos celebrados entre 1922 y
1961 para aplicar el Código de 1917, podemos constatar lo siguiente: unos y
otros sínodos muestran, de diferentes modos, que el Plenario sigue vigente.
Esto lo hacen bien señalando expresamente que siguen en uso sus decretos,
bien recogiendo qué decreto hace referencia a determinada cuestión, o
bien recordando que los sacerdotes deben tener entre sus libros de estudio
un ejemplar de las actas del Concilio.
Efectivamente, se ha investigado el influjo del Plenario en la Iglesia
americana, aunque todavía no se tiene una idea completa de las dimensiones de su impacto. Los decretos del Concilio abarcaban un amplio elenco de
aspectos de la vida eclesiástica. Algunos objetivos eran más accesibles,
otros menos; unas diócesis tenían más facilidades que otras para aplicarlos,
tanto por su situación geográfica, como por su “infraestructura” eclesial.
14
C. J. ALEJOS , La recepción del Concilio Plenario de América Latina en el Código de Derecho Canónico de 1917, in: L. F ERROGGIARO - V. M. OCHOA (coord.), Los últimos cien años de la
Evangelización en América Latina, Ciudad del Vaticano 2000, 417-427.
15
J. DONOSO, Instituciones de derecho canónico americano, Vol. 1-3, Paris 1868 (en Biblioteca Universidad de Navarra [UN] colocación: A.012.494.). Donoso (1800-1868) fue nombrado
obispo de Ancud en 1848 y de La Serena en 1853. Publicó por primera vez las “Instituciones”
entre 1848 y 1849; obra que fue estudiada por varias generaciones de sacerdotes latinoamericanos.
16
Cfr. P. GASPARRI - I. S EREDI, Codicis Iuris Canonici fontes, Roma 1923-1939, 9 vols.
250
Carmen José Alejos
No cabe duda que todos los prelados tuvieron el buen deseo de aplicar
los decretos en sus diócesis17. Según los estudios que hemos realizado, se
publicaron quince cartas pastorales presentando el Concilio que se celebraría en Roma; entre 1899 y 1957 se celebraron en América Latina al menos 14
concilios18 y 63 sínodos diocesanos19. El Plenario había determinado, en su
capítulo decimotercero (nn. 287 y 288 de las Actas), que se celebrase concilio provincial al menos cada doce años, y que se reuniesen frecuentemente
sínodos diocesanos o, al menos cada dos años, una junta de los párrocos y
sacerdotes más eminentes de la diócesis. Se apuntaba, no obstante, que se
evitase una excesiva actividad legislativa de esos concilios o sínodos, recomendando que se atuviesen a lo ya dispuesto.
En todo caso, podemos señalar que la reunión de obispos de 1899 provocó un movimiento sinodal y conciliar de amplio espectro en América Latina. Las diócesis se esforzaron por aplicar la normativa emanada del Plenario y, después, por ajustarse al Código de Derecho Canónico de 1917. Las
reuniones episcopales fueron muchas, aunque no siempre homogéneas: varían en función del número de diócesis representadas, su duración, la temática abordada, etc. Tampoco es uniforme la nomenclatura: en algunos
casos se les llama sínodos, en otros, concilio provincial.
En el siguiente cuadro se puede apreciar los países donde se celebraron
estas asambleas eclesiásticas. Como se ve, el impulso renovador y reformador del Concilio se continúa después de la promulgación del Código de Derecho Canónico de 1917.
17
En el Archivo Secreto Vaticano (ASV) hay abundante información de cómo los obispos
realizaron la aplicación del Plenario en sus diócesis. Por ejemplo pueden consultarse los
proyectos de los obispos que pertenecían en aquellos momentos a la Nunciatura del Perú en:
Archivio Nunziatura Apostolica in Peru (1862-1921), Nuncio Alessandro Bavona (1901-1907),
busta 54, fasc. 4, VI-1.
18
Vid. C. J. ALEJOS , Fuentes para el estudio de los concilios latinoamericanos del siglo XX,
in: AHIg 14 (2005) 301-311.
19
Cfr. F. G ONZÁLEZ, Aplicación, frutos y proyección del Concilio Plenario Latinoamericano, in: F ERROGGIARO - OCHOA (como nota 14), 255-317, aquí 255. Fidel González cita 58 sínodos, hemos encontrado alguno más en la Biblioteca Apostólica Vaticana (BAV), en la biblioteca del Pontificio Colegio Pío Latinoamericano, del Colegio Español y en la de la Congregación del Clero.
La evangelización en los concilios celebrados en América Latina
251
CUA DRO 2
Concilio s Pl e nario s
1899
Concilio s Pro vi nc ial es
Plenario Latinoamericano
1900-1909
I Cartagena (1902)
I Haití (1906
1910-1917
VII Lima (1912)
II Cartagena (1915)
1917 Códi go de Der echo Ca nó ni co
1920-1929
1930-1939
VIII Lima (1927)
Brasil (1939)
I Managua (1934)
Santiago Chile (1938)
1940-1949
Chile (1946)
1950-1959
Argentina (1953)
II Guadalajara (1954)
Ecuador (1957)
II Haití (1956)
1962-1965 Co nc ilio
Vati ca no II
En síntesis sabemos que:
El episcopado argentino se reunió en 1902, en 1905, en 1909 y en 1912. De
las ocho diócesis argentinas existentes en 1899, sólo cuatro realizaron algún sínodo: la de Tucumán, en 1905; la de Córdoba, en 1906; la de Paraná,
en 1915; y la de Cuyo, en 191620. La actividad sinodal se interrumpe hasta
1953 en que se celebra el concilio plenario de Argentina21.
20
Fuente: Boletín Eclesiástico de la diócesis de La Plata de 1900 a 1901; Revista Eclesiástica del Arzobispado de Buenos Aires. Publicación oficial, de 1901 a 1902; N. T. AUZA (recop.),
Documentos del Episcopado Argentino, vol. 1, 1889-1909, Buenos Aires 1993; y ID. (recop.),
Documentos del Episcopado Argentino, vol 2, 1910-1921, Buenos Aires 1994; N. C. DELLAFERRERA, El Concilio Plenario Latinoamericano y los sínodos argentinos de principios del siglo XX,
in: Anuario Argentino de Derecho Canónico 1 (1990) 87-140.
21
El episcopado elevó a Pío XI, ya en 1936, la petición de organizar un Concilio Plenario
y decidió organizarlo en 1938. Pero, la asamblea sinodal se retrasaría todavía quince años
debido a diversas dificultades. El Papa autorizó la celebración del concilio en carta de 30 de
septiembre de 1953; y se celebró del 8 al 15 de noviembre de ese año 1953. Los estatutos y
decretos, sometidos a examen por la Sagrada Congregación del Concilio, fueron aprobados,
con pequeñas correcciones, el 15 de julio de 1957. El cardenal Antonio Caggiano, presidente
efectivo de la Asamblea Plenaria del episcopado argentino, promulgó los decretos el 27 de
octubre, fiesta de Cristo Rey. Sin embargo, el conflicto de la Iglesia argentina con el gobierno peronista (1954-1955) y la posterior novedad del Concilio Vaticano II desactualizaron los
252
Carmen José Alejos
Los prelados brasileños se reunieron a partir de 1901 en los años 1904, 1907
y 1915 elaborando pastorales colectivas que ponían en práctica la legislación del Concilio. Además se convocaron los sínodos diocesanos de Diamantina (1903), Mariana (1904), Florianópolis (1910) y el segundo de Diamantina (1913). Después del Código del 17 hubo sínodos en Rio Janeiro (1949, ya
erigida en Arquidiócesis), Leopoldina (1954) y Caixas do Sul (1959)22. En
1939 se había celebrado el concilio plenario brasileño 23.
Los obispos colombianos quisieron dar carácter nacional a sus reuniones
episcopales, ya que solamente existían cuatro archidiócesis en el país. Para
ello, solicitaron a la Santa Sede que, al igual que había sucedido con los
obispos mexicanos, sus reuniones no fueran de cada una de sus provincias
sino de todo el territorio colombiano. Esto les fue concedido por la Sagrada
Congregación del Concilio el 15 de marzo de 1913. Las reuniones tuvieron
resultados de aquella asamblea plenaria, pasando sus decretos inadvertidos. Fuentes para su
estudio: Concilium Plenarium Episcoporum Reipublicae Argentinae, Praeside Emmo. ac Revmo.
Jacobo Aloysio Cardinale Copello [et] Antonii Cardinalis Caggiano, Firminus Ae. Lafitte:
Buenos Aires 1957, 253 pp., texto en latín y castellano. En: ASV, Fondo Concilii nº 10; y UN
colocación: LEG 053.152. El volumen contiene también un breve resumen de lo tratado en
cada una de las Congregaciones Generales. En la Congregación del Clero se conserva el expediente completo sobre el Concilio plenario argentino, colocación: Sacra Congregatio pro
Clericis, B 862 / C 748.
22
Años más tarde tuvo lugar un sínodo en Curitiva en 1988.
23
Fue autorizado por Pío XII, el 22 de marzo de 1939. Se celebró en Río de Janeiro, siendo
arzobispo Sebastiano Leme (1882-1942), en la primera mitad de julio de 1939, con asistencia
de 98 obispos. Fue aprobado por el Santo Padre en marzo de 1940. Sus actas se promulgaron
el 7 de septiembre de 1940, después de la aprobación de la Santa Sede, que lo definió como
un verdadero complemento del Código de 1917. Sabemos, además, que la intervención de
los canonistas en el Concilio fue muy notable. Fuentes para su estudio: Concilium plenarium
brasiliense: in urbe S. Sebastiani Fluminis Januarii anno Domini MDCCCCXXXIX celebratum,
(Vozes, Petrópolis 1940?), VII-XVI + 27 pp., en latín. En: ASV Fondo Concilii nº 1623 ; Pontificia
Universidad Urbaniana (PUU), colocación: Q 3b 43; Universidad Pontificia Salesiana (UPS),
colocación: 10-C-188; y UN, colocación: A 041.106.
Hay una segunda parte, titulada Appendices ad Concilium Plenarium Brasiliense, que consta
de 71 apéndices (decretos o instituciones) en 383 páginas, a las que siguen unos completísimos índices de materias de los decretos conciliares. En la Congregación del Clero se conserva el expediente completo, que incluye la correspondencia del nuncio y del cardenal de
Río con Roma, y las actas mecanografiadas de las dos sesiones solemnes celebradas, colocación: S. Sebastiam Fluminis Ianuari et altri, nº protocolo 3252/45. Posizione: Archivum Sacra
Congregatio Concilii, positiones anni 1947 mense ianuario litt. S ad Z.
La evangelización en los concilios celebrados en América Latina
253
lugar en los años: 1908, 1913, 1916, 1919, 1924, 1927, 1930, 1933, 1936, 1940,
1944, 194824.
Además, se sabe que se celebró el Primer Concilio Provincial en Cartagena
de Indias en 190225. Y el mismo obispo, Pedro Brioschi celebró otro concilio
de la archidiócesis doce años más tarde, en 191526; además de congregar un
sínodo diocesano cada 3 años (1905, 1908 y 1912)27. Posteriormente hubo
sínodos en Bogotá (1931)28 y Medellín (1950).
24
La primera Asamblea de la Conferencia Episcopal de Colombia se realizó en 1908. Fue
la segunda de América Latina, puesto que la primera se realizó en México en 1900. Las Actas
de las primeras once Asambleas de la Conferencia Episcopal (entre 1908 y 1944) se perdieron
con el incendio del Palacio Arzobispal, el 9 de abril de 1948. El primer libro de Actas que se
conserva es el de la XII Asamblea Plenaria (1948). Vid. 1908, 1912 y 1913. Conferencia episcopal de Colombia. Conclusiones y resoluciones y normas, Bogotá 1913, 346 pp. en: Biblioteca Apostólica Vaticana (BAV), colocación: R. G. Concili. III.65. Este ejemplar tiene, por
tanto, un gran valor para conocer la vida eclesial en los primeros años del siglo XX.
25
La recién creada diócesis de Cartagena de Indias, en 1900, fue la primera que celebró
un concilio provincial para aplicar las disposiciones del Plenario de 1899. El arzobispo de
Cartagena, Pedro Adán Brioschi, convocó el 6 de enero de 1902, a los obispos de Santa Marta
y Panamá, que constituían junto con Cartagena su provincia eclesiástica, para celebrar un
concilio provincial. Éste tuvo lugar desde el 8 de mayo al 1 de junio de ese año. Fue aprobado por la Santa Sede con fecha 13 de septiembre de 1904 y promulgado el 23 de abril de
1905. Fuentes para su estudio: Acta et Decreta Primi Concilii Provincialis Novae Carthagine in
America Meridionali anno Domini MCMII celebrati et a Sede Apostolica anno MCMIV examinati et recogniti, Mediolani 1905, 457 pp., edición bilingüe latín-castellano. Las actas y decretos publicados y el expediente con la correspondencia sobre el concilio entre la diócesis y la Santa
Sede pueden consultarse en: ASV Fondo Concilii nº 25. Las actas impresas también pueden
consultarse en BAV, colocación: R. G. Concili. IV.191 (1); y en PCPLat, colocación: BF 9/118.
Vid. V. F ORERO, El concilio provincial de Cartagena de Indias de 1902: historia, análisis y relación con el Concilio Plenario Latinoamericano de 1899, in: AHC 41 (2009) 95-214, 343-466 (=
Diss. theol. Pontificia Università della Santa Croce, Roma 2005). Vid. también J. PIEDRAHITA,
Del Concilio Plenario Latinoamericano a la Segunda Conferencia del Episcopado Latinoamericano, in: RACHE 11-12 (1968) 308-311.
26
La convocatoria tuvo lugar el 23 de mayo de 1915 y se celebró del 3 al 17 de octubre de
ese año. Fue aprobado por la Sagrada Congregación del Concilio el 28 de noviembre de 1916
y promulgado el 15 de agosto de 1917. Fuentes para su estudio: Acta et decreta secundi concilii
provincialis Nova Carthagine in America meridionali anno Domini MCMXV celebrati et a Sancta Sede
apostolica anno MCMXVI approbati, Mediolani 1918, 360 pp., edición bilingüe latín-castellano.
En: BAV, colocación: R. G. Concili. IV.191 (5).
27
Para las actas de los concilios de 1902, 1915 y los sínodos puede consultarse ALEJOS,
Fuentes para el estudio (como nota 18), 308-309. Una autobiografía y varias cartas pastorales
de Brioschi se encuentran en la Biblioteca de la Pontificia Universidad Urbaniana de Roma.
28
Se volvió a celebrar otro sínodo en Bogotá en 1989-1998.
254
Carmen José Alejos
En Costa Rica se celebraron varios sínodos que inspiraron y sostuvieron la
legislación eclesiástica costarricense. Antes del Código de 1917 se celebraron en la Diócesis de Costa Rica dos sínodos, el I en 1881 y el II en 1910. Con
posterioridad al Codex se celebraron otros tres una vez erigidas una arquidiócesis y una diócesis nueva: tuvo lugar el III Sínodo Diocesano y I Arquidiocesano en San José en 1924; el I Sínodo de la Diócesis de Alajuela, en
1938; y el IV Sínodo Diocesano y II Arquidiocesano llevado a cabo nuevamente en San José en 194429.
Los obispos chilenos se reunieron los años 1901, 1906, 1909, 1912, 1915,
1921 y 1923. Los temas prioritarios tratados en esas asambleas fueron la
educación cristiana de los niños y de los jóvenes, la catequesis y la acción
social. En la primera reunión, de 1901, se acordó programar un concilio
provincial para más adelante, con el fin de dar tiempo a que se implantase
el Plenario y que los obispos celebraran sínodos diocesanos. Sólo la diócesis
de San Carlos de Ancud celebró sínodo, en 1907. Después de la promulgación del Código de 1917 hubo los siguientes sínodos: IV Ancud (1954), I
Puerto Montt (1957), Talca (1960) y Copiapó (1961)30.
En Santiago de Chile se celebró un concilio provincial en el año 1938.
Acabado el Concilio, y mientras se trabajaba en Roma para la aprobación de
los decretos, Pío XI creó en el año 1939 con la bula Quo Provinciarum una
nueva división territorial de la Iglesia con dos nuevas archidiócesis (La Serena y Concepción). De Roma se propuso que se celebraran tres Concilios
provinciales partiendo del texto ya hecho del 38 o bien, hacer un Concilio
Plenario para todo el país, también con el mismo texto como fundamento.
Los obispos eligieron la segunda propuesta. De este modo hubo un concilio
celebrado en 1938, cuyos decretos no fueron publicados, sino que entraron
con algunas modificaciones en el Concilio Plenario del 194631.
29
Fuente: G. A. SOTO VALVERDE, El Concilio Plenario de América Latina y la Iglesia en Costa
Rica, in: F ERROGGIARO - OCHOA (como nota 14), 1327-1356.
30
Después del Concilio Vaticano II Chile tuvo una importante actividad sinodal: VIII Santiago (1967-1968), Linares (1967); Osorno, Antofagasta, Temuco, Araucanía, Concepción, Ancud y Rancagua celebraron en 1968 un sínodo en cada diócesis. En 1969 hubo reunión sinodal en las diócesis de Talca, Puerto Montt, Valdivia y Chillán (diócesis en la que hubo un
nuevo sínodo en 1970 y 1971). En Ancud se celebraron sínodo en 1976, 1977 y 1978. En La Serena en 1979 y Valparaíso en 1990.
31
Cfr. G. SANTA M ARÍA CUEVAS, Chile entre Concilios. Análisis histórico del Concilio provincial de Santiago (1938) y del Concilio plenario chileno (1946), Roma 2012 (= Diss. theol. Pontificia Università della Santa Croce), 345 páginas, pro manuscripto. Por tanto, se pueden
contabilizar como dos concilios diferentes ya que tienen autores distintos y variaciones en
La evangelización en los concilios celebrados en América Latina
255
En Venezuela se celebró la primera reunión en Caracas, en 1904, con sus
sufragáneos. Más tarde, en 1923, tuvo lugar una segunda conferencia episcopal, con el fin de actualizar la Instrucción Pastoral a las normas del Codex
de 1917. La tercera conferencia canónica se celebró en 1928 y la cuarta en
1934. Anteriormente, en 1930 se había celebrado la primera conferencia
episcopal extraordinaria en situaciones difíciles, lo que provocó la expulsión del país del obispo de Valencia, Mons. Montes de Oca32. Se celebró además un sínodo en la diócesis de San Cristóbal en 193533. Ya en el siglo XIX la
iglesia venezolana había sufrido mucho, con la endémica expulsión de sus
obispos a lo largo de la centuria. En 1860 sólo había tres obispados, y cinco
a finales de siglo.
En Puerto Príncipe (Haití) se celebraron concilios provinciales en 190634 y
195635; y un sínodo en la diócesis de Les Cayes en 1910.
el texto, en ocasiones, bastante notables (información verbal de Gabriela Santa María, enero
de 2013). Vid. M. C AMUS , La Iglesia Chilena y el Concilio Plenario de América Latina, in:
FERROGGIARO - OCHOA (como nota 14), 565-579. F. ARANEDA BRAVO, El primer Concilio Provincial,
in: La Revista Católica 847 (1938) 506-515.
32
Fuente: R. C ONDE TUDANCA, Influencia del Concilio Plenario Latinoamericano de 1899 en
la renovación de la iglesia venezolana a través de las primeras conferencias episcopales durante el período gomecista, in: Teología IUSI 9 (1992) 39-59; y B. E. PORRAS CARDOZO, El Concilio Plenario de América Latina y la Iglesia en Venezuela, in: F ERROGGIARO - OCHOA (como nota
14), 1164-1173.
33
Hace unos años tuvo lugar el Concilio Plenario Nacional Venezolano convocado con
motivo de los 500 años de la llegada del Evangelio a Venezuela, comenzado en 1998 y clausurado el 7 de octubre de 2006, por el Cardenal Jorge A. Medina Estévez.
34
Las actas de este concilio provincial están fechadas el 28 de enero de 1906 y firmadas
por Julien-Jean-Guillaume Conan, arzobispo de Puerto Príncipe. Celebrado desde el 21 al 28
de enero de 1906, para aplicar el Plenario a las sedes de Haití, contó con la asistencia de los
obispos de Cap Haïtien, François-Marie Kersuzan; el de Les Cayes, Jean-Marie-Alexandre
Morice; y Jules-Victor-Marie Pichon, arzobispo titular de Cabasa y coadjutor del arzobispo
de Puerto Príncipe. La aprobación del concilio fue posterior al 6 de julio de 1907, fecha en
que se reunieron los consultores para la revisión de las actas. En realidad, este concilio podría considerarse plenario ya que asistieron los obispos de las tres únicas diócesis que existían en la isla. Fuentes para su estudio: Portus Principis Concilium Provinciale 1906, Typographia
Pontificia, Roma 1906, 57 pp., en latín. Las actas publicadas y el expediente con la correspondencia sobre el concilio entre la diócesis y la Santa Sede pueden consultarse en: ASV
Fondo Concilii nº 68.
35
En realidad fue un sínodo que se le considera como concilio. Se celebró del 20 al 22 de
noviembre de 1956, siendo arzobispo de Puerto Príncipe, François Poirier. Fuentes para su
estudio: Estatus diocesanos, Impr. La Phalange: Puerto Príncipe 1957, XII + 209 pp. En: ASV
256
Carmen José Alejos
En Perú se celebraron concilios provinciales en Lima en 1909, 1912 y 192736;
y sínodos en Ayacucho (1910), Huaraz (1911), Puno (1912), Trujillo (1924),
Huancavelica (1951) y Lima (1959).
En Managua se celebró un concilio provincial en 193437 y un sínodo en la
diócesis de León en 192638.
En Honduras tuvo lugar un sínodo en Tegucigalpa en 1930.
En México, después del Concilio Plenario Latinoamericano, se celebraron
los siguientes sínodos: III Chilapa (1901), León (1903), IV Chilapa (1904), I
Puebla (1906), Huajuapán (1906), Chiapas (1908), II Huajapán (1910), Durango (1911).
Después de la promulgación del Código de 1917 los sínodos de: Aguascalientes (1919), Michoacán (1920), Tulancingo (1922), II Puebla (1929), Tamaulipas (1931), III Puebla (1937), Guadalajara (1938)39, Zamora (1943),
Yucatán (1945), Tulancingo (1946), Chiapas (1947), III Puebla (1953)40.
Fondo Concilii, nº 37. Puede consultarse los trámites y el Projet de Status Synodaux de l'Archidiocese de Port-au-Princ, en la Congregación del Clero, colocación: P 832 / Si 67.
36
W. HENKEL - J. I. SARANYANA, Die Konzilien in Lateinamerika Bd. II: Lima 1551-1927, Paderborn 2010 (= KonGe.D). El de 1909 no llegó a aprobarse, pero hemos podido consultar sus
actas mecanografiadas en la Biblioteca del Colegio Pío Latinoamericano de Roma.
37
El I Concilio Provincial de Managua se celebró los días 1, 2 y 3 de enero de 1934 en la
Iglesia Catedral de León, bajo la presidencia del Arzobispo de Managua. El metropolitano,
Mons. José Antonio Lezcano Ortega firmó el decreto de convocatoria Cum vicesimus annus (a
los veinte años de la erección canónica de la provincia eclesiástica de Nicaragua), el 16 de
abril de 1933, solemnidad de la Pascua de Resurrección. Sus decretos fueron aprobados por
Pío XI el 16 de abril de 1937. El decreto de aprobación de la Sagrada Congregación del Concilio es del 5 de mayo de 1937. Las actas fueron publicadas en la Tipografía Caroli Heuberger
de Managua en 1937, en latín. Se encuentran en ASV Fondo Concilii, nº 50. La Conferencia
Episcopal de Nicaragua dispone de algunos ejemplares de las actas y decretos publicados,
que las ha puesto disponibles en la página web de la Conferencia Episcopal de Nicaragua:http://www.tmx.com.ni/~cen/documentos/Concilios-Provinciales/Primero/index-latino.html.
38
En años posteriores se celebró un Concilio provincial en Managua 1992-1993 y tres
Sínodos diocesanos: Esteli (1995-1996), Arquidiócesis de Managua (1996-1999) y Matagalpa
(2001-2003).
39
Mons. Garibi, arzobispo de Guadalajara había convocado en 1938 el Primer sínodo diocesano de Guadalajara, las actas se publicaron en Imprenta Font: Guadalajara 1938, consta
de tiene 302 pp + XVIII. Se pueden consultar en PCPLat, colocación: BR 10/13.
40
Para valorar más estas reuniones eclesiásticas conviene tener en cuenta las dificultades de la iglesia mexicana durante los años de la Revolución iniciada en 1910 y especialmente durante la guerra cristera (1926-1929).
La evangelización en los concilios celebrados en América Latina
257
También tuvo lugar en 1954 un concilio provincial en Guadalajara41.
En El Salvador se celebraron dos sínodos: San Miguel (1931) y II El Salvador
(1940).
En Uruguay sólo hubo un sínodo en Montevideo en 195142.
En Ecuador no hay datos de reuniones eclesiásticas hasta el sínodo de Guayaquil (1951) y Ambato (1952), y el concilio plenario de 195743.
Todos estos datos pueden verse en los siguientes cuadros: en el 3 se incluyen todos los países latinoamericanos hayan tenido o no reuniones; en el 4
sólo se recogen los países que tuvieron actividad eclesiástica.
CUA DRO 3
PAIS
México
Costa Rica
41
SINO DOS (1899-1917)
8
1
CON CILI OS ( 1899- 1917)
Mons. José Garibi y Rivera pedía en una carta de 31 de diciembre de 1949 la convocatoria de un concilio para la provincia eclesiástica de Guadalajara, de la que era arzobispo. Se
aprobó su celebración por la Sagrada Congregación del Concilio el 9 de abril de 1951. Tuvo
lugar desde el 2 al 9 de mayo de 1954. Las actas que existen son las enviadas a la Congregación del Concilio para su aprobación. Los decretos fueron aprobados por Pío XII el 23 de
agosto de 1958. El decreto de aprobación de la Congregación del Concilio es del 27 de agosto
del mismo año. Puede consultarse el expediente completo en la Congregación del Clero, colocación: Sacra Congregatio Concilii, G 93 / C 748.
42
El siguiente se celebró en 2005.
43
A petición del cardenal de Quito, Carlos María de la Torre, a Pío XII, la Sagrada Congregación del Concilio aprobaba el 4 de julio de 1956 la celebración de un concilio plenario en
Ecuador. Se inauguró el 12 de diciembre de 1957 y se concluyó a finales del mismo mes. Los
decretos llegaron a Roma para su aprobación el 7 de noviembre de 1958. Una semana más
tarde la Congregación tomó la decisión de dilatar la aprobación de los textos conciliares, a la
espera de que llegasen doce ejemplares prometidos por el cardenal de Quito. Las actas no se
llegaron a imprimir, ya que cómo se sabe a finales de enero del año siguiente, 1959, Juan
XXIII anunció la convocatoria del Concilio Vaticano II, y el Plenario ecuatoriano quedó aparcado. Sin embargo, hay que señalar que ya en sus decretos se habla del CELAM, que se había
creado en 1955. Fuentes para su estudio: Decretos conciliares en ASV, Fondo Concilii nº 2, es
un manuscrito de 115 pp. En la Congregación del Clero se conserva el expediente completo
sobre el concilio plenario ecuatoriano: los decretos, en latín, constan de 138 folios mecanografiados, a los que se añade un folio final con las firmas de los veintitrés prelados asistentes, colocación: Sacra Congregatio Concilii, Q 48 / C 744.
258
Carmen José Alejos
Haití
Panamá
1
1
1 Provincial (1906)
Colombia
3
Perú
3
2 Provinciales (Cartagena de
Indias 1902 y 1915)
2 Provinciales (Lima 1909 y
1912)
Chile
Argentina
Brasil
Puerto España
Guatemala
Nicaragua
Honduras
El Salvador
República
Dominicana
Cuba
Puerto Rico
Venezuela
Ecuador
Bolivia
Paraguay
Uruguay
TO TAL
1
4
4
1
27
PAIS
SINO DOS (1917-1961)
CON CILI OS ( 1917- 1961)
México
12
1 Provincial (Guadalajara
Nicaragua
Costa Rica
Honduras
El Salvador
República Dominicana
Haití
Colombia
Venezuela
Ecuador
Perú
Chile
1
3
1
2
1
Argentina
Uruguay
5
1954)
1 Provincial (1934)
1 Provincial (1956)
2
1
2
3
4
1
1 Plenario (1957)
1 Provincial (Lima 1927)
1 Provincial (1938)
1 Plenario (1946)
1 Plenario (1953)
La evangelización en los concilios celebrados en América Latina
Brasil
Guatemala
Cuba
Puerto Rico
Panamá
Bolivia
Paraguay
Total
TO TAL A N TES D EL C VI I
3
259
1 Plenario (1939)
36
63
9
14
Es decir, después de un estudio detenido podemos afirmar que en el espacio geográfico y el tiempo señalados (entre 1899 y el comienzo del Vaticano II) y según los datos que hemos hallado, la Iglesia llevó a cabo, en los diferentes países americanos:
- 63 sínodos: 27 entre 1899 y 1917, y 36 desde el Codex hasta el Concilio Vaticano II;
- 14 concilios: 5 entre 1899 y 1917, y 9 desde esta fecha hasta el comienzo
del Concilio (4 de ellos plenarios y 10 provinciales).
A ello hay que añadir las asambleas eclesiásticas que no recibieron aprobación de ningún tipo y que para conocerlas, hay que acudir a los boletines
eclesiásticos y a los archivos diocesanos.
Sin embargo, parece ser que no hubo actividad sinodal ni conciliar, o por lo
menos no la hemos localizado, en Guatemala, Cuba, Puerto Rico, Bolivia y
Paraguay44.
CUA DRO 4
PAÍS
CON CILI OS ( 1900- 1957)
SÍNO DOS (1900-1957)
México
Costa Rica
Nicaragua
Honduras
El Salvador
R. Dominicana
Haití
Panamá
Colombia
Venezuela
Ecuador
1 Provincial (1954)
20
4
1
1
2
1
1
1
5
1
2
44
1 Provincial (1934)
2 Provinciales 1906/1956
2 Provinciales 1902/1905
1 Plenario (1957)
La única noticia de reunión sinodal en Paraguay es la realizada en Asunción en 1999.
260
Perú
Chile
Argentina
Uruguay
Brasil
Puerto España
TO TAL
Carmen José Alejos
3 Provinciales (09/12/27)
1 Provincial (1938)
1 Plenario (1946)
1 Plenario (1953)
1 Plenario (1939)
14
6
5
4
1
7
1
63
A modo de recapitulación, podemos afirmar que es evidente que el episcopado latinoamericano intentó aplicar las conclusiones del Concilio Plenario. Y tras el Código de 1917 siguió ese mismo impulso que permitió establecer unas estructuras eclesiales sólidas que dinamizaron y dieron nuevo empuje a la vida cristiana en los países al sur de Río Grande, que salían
de los tormentosos años del siglo XIX.
El Concilio supuso, por tanto, el retorno a la normalidad eclesial y, desde el punto de vista político-religioso, la toma de conciencia de que constituía una unidad. Los católicos latinoamericanos comprendieron que debían
comunicarse más entre sí, pues en la unión residía su principal fuerza.
Al mismo tiempo los datos que ofrecemos dan muestra de la intensa actividad de la iglesia católica y de su constante movilización en los primeros
60 años del siglo XX. Esta movilización y crecimiento estableció las bases
para generar un amplio movimiento de evangelización que ha visto un
gran desarrollo a lo largo del siglo XX. Una señal del creciente interés por
América ha sido la creación de nuevas diócesis a lo largo del siglo XX. En
efecto, el número de diócesis en los años que van desde el Plenario Latinoamericano de 1899 hasta el Concilio Vaticano II se triplicó. En concreto,
en 1899 había 113 diócesis; en 1961, 382, sin incluir las Antillas Menores; y,
desde esta fecha hasta principios del siglo XXI, también se ha multiplicado
el número de diócesis. En concreto, a fecha de 31 de diciembre de 2003, es
decir, teniendo en cuenta siempre los datos que aporta el Annuario Pontificio, el número de diócesis era de 662.
Es decir, que la renovación misionera de Latinoamérica fue un hecho. Y
la visión del Papa León XIII de apoyar la “nueva evangelización” en el sacerdocio tuvo sus frutos, como puede apreciarse en el Cuadro 5:
261
La evangelización en los concilios celebrados en América Latina
CUA DRO 5
DIÓ CES IS
México
Bolivia
Brasil
Chile
Colombia
Argentina
Ecuador
Perú
Uruguay
Venezuela
Guatemala
Haití
Cuba
Puerto España
R. Dominicana
Costa Rica
El Salvador
Honduras
Nicaragua
Panamá
Puerto Rico
Paraguay
1899
28 (6 mtr/22 dioc)
4 (1 mtr/3 dioc)
17 (2 mtr/15 dioc)
4 (1 mtr/3 dioc)
1248 (1 mtr/11 dioc)
949 (1 mtr/8 dioc)
7 (1 mtr/6 dioc)
8 (1 mtr/7 dioc)
3 (1 mtr/2 dioc)
6 (1 mtr/5 dioc)
550 (1 mtr/4 dioc)
5 (1 mtr/4 dioc)
351 (1 mtr/2 dioc)
252 (1 mtr/1 dioc)
153 mtr
116 54
45
45
1962 46
2004 47
48 (10 mtr/38 dioc)
7 (2 mtr/5 dioc)
137 (28 mtr/109 di)
19 (3 mtr/16 dioc)
28 (6 mtr/22 dioc)
46 (11 mtr/35 di)
9 (3 mtr/6 dioc)
19 (4 mtr/15 dioc)
8 (1 mtr/7 dioc)
15 (3 mtr/12 dioc)
7 (1 mtr/6 dioc)
5 (1 mtr/4 dioc)
6 (2 mtr/4 dioc)
78 (14 mtr/64 dioc)
10 (2 mtr/8 dioc)
250 (41 mtr/209 d)
24 (5 mtr/18 dioc)
64 (12 mtr/52 dioc)
60 (13 mtr/47 dioc)
15 (4 mtr/11 dioc)
25 (7 mtr/18 dioc)
10 (1 mtr/9 dioc)
32 (9 mtr/23 dioc)
12 (2 Metr/10 dioc)
9 (2 mtr/7 dioc)
11 (3 mtr/ 8 dioc)
4 (1 mtr/3 dioc)
4 (1 mtr/3 dioc)
5 (1 mtr/4 dioc)
2 (1 mtr/1 dioc)
4 (1 mtr/3 dioc)
2 (1 mtr/1 dioc)
3 (1 mtr/2 dioc)
4 (1 mtr/3 dioc)
382
11 (2 mtr/9 dioc)
7 (1 mtr/6 dioc)
8 (1 mtr/ 7 dioc)
6 (1 mtr/6 dioc)
7 (1 mtr/6 dioc)
6 (1 mtr/5 dioc)
5 (1 mtr/4 dioc)
12 (1 mtr/11 dioc)
662
Tomado del “Annuario Pontificio” de 1899 (pp. 43-46).
Tomado del “Annuario Pontificio” de 1962 (pp. 1340-1345). Para no complicar el cuadro no incluimos las Antillas Menores. Habría que añadir: 1 Administración Apostólica, 1
Abadía nullius, 2 Ordinariatos para fieles de rito oriental, 13 Prefecturas Apostólicas, 50 Prelaturas nullius, y 42 Vicariatos Apostólicos.
47
Tomado del “Annuario Pontificio” de 2004. El “Annuario” recoge los Ordinariatos Militares, las Prelaturas territoriales, Vicariatos Apostólicos, etc. Pero ha disminuido mucho su
número ya que en gran parte se han convertido en diócesis.
48
Incluía Panamá hasta 1903.
49
Incluye Paraguay que era una sola diócesis y dependió de Buenos Aires hasta 1929.
50
Las 4 diócesis sufragáneas eran: Comayagua (anterior nombre de Tegucigalpa), San
José de Costa Rica, Nicaragua y San Salvador.
51
Las 2 diócesis sufragáneas eran: San Cristóbal de la Habana y Puerto Rico.
52
La diócesis sufragánea era Roseau. No incluimos en las siguientes fechas las diócesis de
las Antillas menores.
53
Dependiente directamente de la Santa Sede.
46
262
Carmen José Alejos
Podríamos concluir, con Aldea y Cárdenas, que “el Concilio (Plenario Latinoamericano de 1899), no obstante las limitaciones que puedan atribuírsele, provocó una primera experiencia de cohesión continental en el interior de la Iglesia y del episcopado, y produjo un cuerpo disciplinar y doctrinal, expresado con gran coraje y sinceridad, que venía a fortificar la conciencia unitaria de la Iglesia latinoamericana”. También puso las bases para
la celebración de frecuentes reuniones en cada provincia eclesiástica. “Esta
prescripción –no muy fácil de cumplir– evolucionó pronto en algunas repúblicas hacia la forma de conferencias episcopales nacionales, que se fueron estructurando con mucha técnica con el correr de los años” 55.
54
Están incluidas las diócesis de Guadalupe y San Pietro sufragáneas de Burdeos (Fr.).
Habría que añadir los 6 Vicariatos Apostólicos dependientes de la S. C. de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios; otros 6 Vicariatos Apostólicos; y 3 Prefecturas Apostólicas.
55
Q. ALDEA – E. CÁRDENAS , La Iglesia del siglo XX en España, Portugal y América Latina, in:
H. JEDIN (dir.), Manual de Historia de la Iglesia, Barcelona 1987, vol. 10, 551-552.
Cath oli c Mi ssi on s in the XX Cen tury
WILLI HENKEL OMI / HÜNFELD
World War I caused enormous damage to Catholic missions. Benedict XV
submitted in 1917 a plan for peace negotiations. His greatest contribution
to mission, however, was the mission encyclical Maximum illud (1919) in
which he foresaw the end of colonialism. Peoples who had been so far under the rule of colonial powers were striving for political independence.
Benedict separated mission from politics grounding mission on the purest
spiritual foundations. Benedict asked for the formation of an indigenous
clergy and an indigenous hierarchy, who should become the leaders of the
mission Churches1. Benedict argued that the local cleric is closely connected with his fellow countrymen by virtue of his origin and mental faculties, by his feelings and aspirations. He is uniquely gifted to open the
hearts of his people to faith in Jesus Christ. The condition for this is a formation and training in all the courses, as they generally are given to
priests in more developed nations. Then if the storm of persecution should perhaps come upon them, there is no need to fear that on such a firm foundation they
will not be able to withstand enemy attacks 2.
Pius XI (1922-1939) continued and intensified the policy of his predecessor. “His mission program to promote evangelization in theory and in
practice was outstanding, as was evident in Vatican’s 1925 mission exhibit
and the key mission encyclical Rerum ecclesiae” 3. In this document he explained that all the faithful are responsible for mission through prayer and
sacrifice. He introduced “mission Sunday” to be celebrated every year. Pius
XI moved in 1925 the Society of the Propagation of the Faith from Lyon in
France to Rome, where it should collaborate closely with Propaganda Fide.
He entrusted this movement to Mgr Roncalli (later John XXIII). Since then
1
BENEDICT XV, Epistola Apostolica “Maximum illud” ad Patriarchas, Primates, Archiepiscopos,
Episcopos orbis catholici de fide catholica per orbem terrarum propaganda, die 30 novembris 1919, in:
AAS 11 (1919) 440-455, n° 11f.
2
Ibid., 7.
3
J. M ETZLER, Pius XI, in: Biographical Dictionary of Christian Missions, ed. G. H. ANDERSON
Grand Rapids – Cambridge U.K. 1998 (= BDCM), 539.
AHC 44 (2012)
264
Willi Henkel
the missionary union works in three secretariats: The Pontifical Union of
the Clergy, The Pontifical Work of St. Peter the Apostle, and The Pontifical
Missionary Childhood4.
Pius XI himself ordained 1926 the first six Chinese bishops in St. Peter’s.
He also recommended harmony between the foreign and the local clergy
warning them against setting barriers between both clergys. Pius XI sent
Mgr Celso Costantini as Apostolic Delegate to China, where the bishops
held in 1924 the National Synod in Peking5.
The Pope promoted missionary vocations, the formation of the local
clergy and of catechists. Pius XI recommended the opening of existing religious congregations to local people and the foundation of new congregations in mission countries. With this regard the Congregation Propaganda
Fide used to ask missionary bishops on the occasion of their visits ad limina
about minor and major seminaries in their dioceses and questions about
spiritual formation and new theological training courses for the local
clergy6.
The Decree Ad Gentes of the II Vatican Council presents a new vision of the
missionary activity of the Church. It explains the nature and scope of mission and describes the components of the work: witness, proclamation and
community; the local Church, the work of the laity, missionary spirituality
and formation of missionaries. The Decree outlines the renewed tasks of
the Congregation for the Evangelization of Peoples and of the Episcopal
Conferences. The document intends to serve as a basis for the renewal in
mission. The mentioned subjects and many new terms appear in the bibliography after Vatican Council, v.g.: evangelization, local Church, local theology, inculturation, development, dialogue, justice, liberation, liberation
theology and ecumenism. Vatican Council reaffirms the authority of the
Congregation for the Evangelization of Peoples over mission and all missionary activity. It enlarges its membership by adding 12 missionary bishops, 4 generals of religious orders, and 4 national presidents of papal mission works. Missionary cooperation on all the levels is encouraged.
4
Native Clergy in the Young Churches and the Pontifical Work of St. Peter the Apostle.
Pontifical Missionary Union, Rome 1976. Funds collected by the Society of St. Peter the
Apostle (from 1922 to 1974), 104.
5
C. C OSTANTINI, Réforme des missions au XXe siècle. Tournai 1960, 85-97.
6
The questions cf. Sylloge praecipuorum documentorum recentium Summorum Pontificum et S. Congregationis de Propaganda Fide necnon aliarum SS. Congregationum romanarum, Città del Vaticano 1939 (= Urbaniana I), 652-655.