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TRADICION, REVELACION E INCULTURACION 1
Sergio Zañartu, s.j.
1) LA FE CRISTIANA COMO HERENCIA
El cristianismo lo recibimos a través de una tradición2 y en una Iglesia. No lo
inventamos nosotros ni nuestros coetáneos. Es algo recibido a través de otros, y en ese
sentido heredado. Proviene a través de la predicación de la Iglesia y el testimonio de otros.
A lo que, por gracia de Dios, hemos respondido con la fe en ese Dios que se nos está así
revelando. Dice Pablo: "¿Cómo creerán en él, sin haberlo escuchado? ¿Cómo escucharán,
si nadie se lo anuncia? ¿Cómo lo anunciaran, si no han sido enviados? ¡Qué hermosos son
los pies de los que anuncian las buenas nuevas!... Así la fe por la predicación, y la
predicación es el anuncio de la palabra de Cristo (Rm 10, 14-17).3 Corresponde a la misión
que Jesús resucitado dio a sus apóstoles, sus testigos, y que por cadena ininterrumpida,
gracias a la presencia actuante de Cristo y su Espíritu, llega a nosotros.4 Es decir el
cristianismo es una religión de alianza de Dios salvador con su pueblo, de revelación
salvadora entregada a su Iglesia para ser transmitida hasta el fin del mundo. En esta
tradición (recibir y entregar) acabamos justamente de celebrar el segundo milenio de la
Encarnación del Verbo. La Iglesia (y en ella todos los cristianos) es precisamente el
instrumento de Dios para esta tradición. Tradición así, en sentido amplio, implica tanto el
acto de transmitir como todo lo transmitido (incluida la Escritura).
Lo que se transmite es como un depósito sagrado. Es la autocomunicación de
Dios al hombre, la salvación que se nos ofrece y que culmina en Cristo, palabra definitiva de
Dios. "Habiendo Dios hablado en los tiempos antiguos repetidas veces y de muchas
maneras por los profetas, en el período final en que nos encontramos nos habló por su Hijo a
quien estableció como heredero de todo, mediante quien también creó los mundos".5 Por
eso, la revelación oficial de Dios al hombre, fuera de la cual no hay salvación, termina con el
testimonio apostólico sobre lo de Cristo.6 Los apóstoles que reciben lo de Cristo y lo que el
Espíritu, infundido por el resucitado, les inspira en ese período fundacional del depósito
revelado, comienzan la transmisión de la fe de múltiples maneras, y dando testimonio de la
resurrección de Jesús. Esa es la herencia recibida. Siendo el Hijo la palabra definitiva, ya
no hay que esperar una nueva revelación pública antes de la gloriosa manifestación final de
nuestro Señor Jesucristo.7
2) TRADICION Y ESCRITURA
Cristo dio mandato a sus apóstoles que predicaran a todos el Evangelio,
prometido por los profetas y que él mismo cumplió y promulgó, comunicándoles para ello
1 Este artículo, con alguna abreviación, fue publicado en Revista Católica CII(2002)192-197.
2 El hombre es un ser de tradición. Vive desde las tradiciones recibidas y va innovando en relación a ellas.
3 Sigo a mi manera la traducción de TOB.
4 Cf. p. e. Mt 28, 19s. y par.
5 Hb 1, 1s.
6 La revelación de Cristo acontece gracias a la recepción por la fe de los apóstoles. Por eso necesitamos su testimonio,
que queda implicado en la misma revelación.
7 Cf. Vaticano II, Dei Verbum, 4
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dones divinos. "El mandato fue fielmente cumplido, tanto por parte de los apóstoles, que en
la predicación oral, con ejemplos e instituciones, transmitieron lo que ellos habían recibido de
la boca, trato y obras de Cristo, o aprendido por inspiración del Espíritu Santo, como por
parte de aquellos apóstoles y varones apostólicos que, bajo la inspiración del mismo Espíritu
Santo, consignaron por escrito el mensaje de salvación".8 En este sentido, la Escritura
neotestamentaria nace desde la Tradición9 donde se transmite el Evangelio, como una
especie de cristalización de ella, aunque por inspiración directa del Espíritu.10 Esta
inspiración directa del Espíritu hace que Dios sea su autor, aunque a través de autores
plenamente humanos, que escribieron todo y sólo lo que Dios quiso.11 La Escritura es un
gran regalo de Dios a su Iglesia para que, a pesar de los cambios de los tiempos a lo largo
de la historia, tuviéramos una norma, con la solidez de su letra incambiable, que nos
entregara el Evangelio de Salvación mediante una palabra directamente inspirada por Dios.
El Magisterio no está por encima de esa palabra sino a su servicio.12
Pero, ¿como interpretar la Escritura? Porque todos los herejes han dicho querer
interpretar la Escritura. Hay que interpretarla, pues, desde la tradición que es su contexto
originario. Estamos empleando ahora la palabra 'tradición' en sentido más técnico,
restringido, en cierta contraposición a Escritura y en referencia al medio de transmisión que
no es la escritura bíblica. La letra de la Escritura puede ser letra que mata, como acontecía a
los judíos en tiempo de Pablo.13 ¿Cómo puede llegar ella a nosotros como Palabra de Dios
viva, interpelante? Gracias a la tradición viva en la Iglesia. Tradición es toda la salvación de
Dios en Cristo, tradición que la Iglesia nos entrega en la liturgia14, en los Padres, en el
magisterio, y en todo lo que es su vida, porque la Iglesia "perpetúa y transmite a todas las
generaciones todo lo que ella misma es, todo lo que cree".15 Y nosotros, viviendo de esa
salvación por obra del Espíritu, estamos bien contextuados para ir entendiendo la expresión
de esa salvación que el mismo Espíritu dejó consignada en la Escritura. Y todo el pueblo
cristiano (p. e. la familia cristiana) es receptor y transmisor de esa revelación, es testigo. Así
los Padres de la Iglesia pusieron las primeras piedras de la tradición interpretativa.16 Los
santos van perfilando mejor su rostro. Pero el Magisterio es el que tiene la misión de
interpretarla auténticamente, con la asistencia del Espíritu.
8 Dei Verbum, 7.
9 Hasta en los primeros años de la predicación apostólica había tradición y todavía no Escritura neotestamentaria.
10 Observemos que el escrito nunca agota la realidad y vida que trata de trasmitir.
11 Cf. Dei Verbum, 11.
12 Cf. Dei Verbum, 10.
13 2Cor 3, 6ss.
14 En ella celebramos la plenitud del misterio salvífico.
15 Dei Verbum, 8.
16 'Interpretativa' se contrapone aquí a 'fundacional' de los apóstoles, que no por eso deja de ser también interpretativa.
Juan Pablo II nos dice: "Los Padres son igualmente los constructores, porque, sobre la base del único fundamento
puesto por los apóstoles, es decir sobre Cristo, ellos han edificado las primeras estructuras de la Iglesia de Dios. En
efecto, la Iglesia vive hoy día de la vida recibida de los Padres... Ellos han sido, pues, los Padres y lo serán siempre, ellos
que son, por así decirlo, una estructura estable de la Iglesia y que en ella realizan, a través de los siglos, una función
ininterrumpida. Es por eso que todo anuncio del Evangelio y todo magisterio posterior, para poder ser auténticos, deben
ser confrontados con su anuncio y su magisterio; todo carisma y todo ministerio deben alimentarse de la fuente viva de
su paternidad; toda piedra nueva que se agrega al edificio, que crece y se extiende cada día, debe situarse en la estructura
que ellos pusieron, y soldarse y unirse a ella" (Patres Ecclesiae, 1 (2-I-1980), AAS 72(1980)5s).
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En una palabra, Escritura y tradición son inseparables; igualmente lo es el
Magisterio de la Iglesia, que acompaña.17 Los tres unidos nos entregan la auténtica
revelación viva, el Evangelio de Dios, que es Jesucristo. Dice el Vaticano II: "La sagrada
tradición y la Sagrada Escritura,... por manar del mismo manantial divino, confluyen en cierto
modo en uno y tienden al mismo fin. Efectivamente, la Sagrada Escritura es habla de Dios
en cuanto que, por inspiración del Espíritu divino, se consigna por escrito; y la sagrada
tradición, por su parte, transmite íntegramente a los sucesores de los apóstoles la palabra de
Dios que fue a éstos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo, a fin de que, por la
iluminación del Espíritu de la verdad, fielmente la guarden, expongan y difundan por su
predicación; de donde resulta que la Iglesia no toma de la sola Sagrada Escritura su certeza
acerca de todas las cosas reveladas".18
3) LA REVELACION CONTINUA. SU INCULTURACION.
No hay revelación, autocomunicación de Dios, sin recepción de ella. El hombre la
recibe en la fe por gracia de Dios, por obra de su Espíritu.19 La Biblia es revelación en
cuanto es recibida como Palabra del mismo Dios. Y la fe del hombre es una entrega al
misterio del Dios salvador que se le revela. En este sentido la revelación continúa, no porque
no haya ya alcanzado su culminación en Cristo, sino porque sigue aconteciendo para los
nuevos creyentes a lo largo de la historia. Y como el Espíritu, maestro interior, va
conduciendo a los creyentes y a la Iglesia a toda verdad20, la comprensión de la revelación se
va enriqueciendo y profundizando en la Tradición.21 Y llegará el día final, en que ya no
caminaremos en el espejo de la fe sino contemplaremos cara a cara22: se nos revelará
plenamente Dios por la mediación de Cristo resucitado.23
Pero la Palabra de Dios siempre fue dicha y recibida en una cultura determinada.
Ella no existe al margen de las culturas. Aunque siempre inculturada, nunca se indentifica
con una cultura, sino que las trasciende a todas como Palabra del Dios trascendente 24 y
enviada a todos los hombres. Es propio de la Palabra viva de Dios interpelar siempre al
hombre para una mayor conversión y unión con Dios. En ese sentido, la palabra de Dios,
dicha en una cultura, nunca es estática sino que tiende a ir y está más allá de la cultura,
evangelizándola siempre con mayor profundidad. Es propio de la misión encargada por
Cristo, de la tradición, transmitir una Palabra viva de Dios (no anquilosada y sin fuerza), hacer
que la Escritura resuene como buena noticia para los que la reciben. Pero con el correr de la
historia, las culturas, matrices y reflejos de los hombres, van cambiando junto con éstos. Por
eso que la Tradición de la Iglesia debe estar también en continuo cambio, transculturación,
para permanecer la misma, pero interpelar a todo nuevo hombre en su propia cultura.
Este pluralismo en que se expresa el Evangelio, enriquece también su Tradición.
Mantener la unidad a lo largo de la historia y a lo ancho del mundo es un milagro notable del
17 Cf. Dei Verbum, 10.
18 Dei Verbum, 9.
19 En cierto sentido, Dios se recibe a sí mismo en la fe del hombre, y gracias a eso sigue siendo Dios y no se desvirtúa
pasando a ser un simple objeto del pensar humano.
20 Jn 16, 13. "Y así Dios que habló antaño, sigue hablando sin intermisión con la esposa de su Hijo amado" (Dei Verbum,
8).
21 Cf. Dei Verbum, 8.
22 1Co 13, 12. Cf. 1Jn 3, 2.
23 Dios será todo en todos (1Co 15, 28).
24 El misterio de Dios siempre será imperfectamente expresado en nuestro lenguaje analógico.
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Espíritu, al que contribuye la fijeza de la Escritura y las intervenciones del Magisterio. Pero
todos los fieles están dotados por el Espíritu de un sentido interior de la fe. Por eso que la
Iglesia, esposa y cuerpo del Señor resucitado y presente, aparte del carisma del magisterio,
como totalidad no puede errar en el creer. Pero el Evangelio históricamente no está
equidistante de las culturas sino que ha pasado por determinadas culturas y sus evoluciones.
Es herencia, como decíamos al comienzo; y no debemos prescindir de los antepasados, que
nos transmitieron la vida transformándola. Las cristalizaciones, a través de las cuales
recibimos la fe, constituyen en conjunto un tesoro que hay que estudiar y reverenciar siempre,
para así decantar mejor el Evangelio para nosotros. De ahí, además del continuo estudio de
la cultura bíblica, el aprecio de la Iglesia por el momento privilegiado de los Padres. Y pueden
haber nuevos Padres, como algunos santos, que hayan, en cierto sentido, 'engendrado'
significativamente a la Iglesia de hoy.
¿Qué tipos de desafíos principales de inculturación actual se podrían enumerar, a
guisa de ejemplo? Podríamos nombrar tres. El primer tipo es el de la misión a culturas no
cristianas, algunas de las cuales son poderosas como el hinduismo y el budismo. Se trata de
encuentro y no de imposición; de conversión libre que abarca no sólo a los evangelizados
sino al propio misionero. Porque la transculturación se realiza mediante un movimiento de
kénosis del misionero respecto a su propia cultura en la que lleva el Evangelio y de empatía
por la cultura que está evangelizando. Los evangelizados, en la medida en que la recepción
es vital y no alienante, reciben transformando desde lo que son. Pero esto suele ser sólo una
parte del largo camino por recorrer.25 Se necesitan muchas generaciones de transmisión
para que el evangelio llegue a ser el nuevo corazón de la cultura evangelizada, purificando el
núcleo religioso anterior.26
Este momento de evangelización de la cultura es
simultáneamente una correspondiente inculturación del Evangelio. Los santos 'reconocidos'
pueden jugar un gran papel en esto. Es un proceso que tiene que hacerse en comunión con
la Iglesia universal y ser reconocido por ésta.27 Esto ha sido un largo trabajo en Occidente,
realizado muchas veces en contextos de dominación y/o con culturas menos desarrolladas.
Un segundo desafío es el que plantea la cultura actual de Occidente en muchas
partes: pluralista, secularizada (atea en algunas capas), consumista, globalizante y con
predominio científico técnico. Es el hijo que se fue de la casa materna de la Iglesia en busca
de su autonomía, y que ya nada espera de ella, si es que no siente un rechazo visceral. Pero
sus raíces son cristianas y vive muchos de sus valores. Esto mismo lo hace estar como
vacunado contra la fe que abandonaron él o sus mayores. Fuera de una apologética que
busque superar los malentendidos y mostrarle que el verdadero centro integrador de sus
valores es la fe cristiana, lo que más puede llegarle es el testimonio a fondo del gratuito amor
cristiano que se compromete, sobre todo ante la falta de sentido en la que ha caído al perder
el núcleo de su antigua cultura. Se trata de una reevangelización o nueva evangelización,
como la llama Juan Pablo II.
Como tercer tipo, habiendo muchos intermedios, nos atravemos a presentar el
caso de América Latina en sus capas criollas.28 Pueblos jóvenes, que provienen de la
mezcla con Europa, y que actualmente están caminando, con mucha disparidad al interior de
sus sociedades, hacia el desarrollo y la globalización. Constituyen una buena porción de la
25 No se trata de un simple cortar y pegar sino de una transformación vital.
26 Las culturas se enuclean en torno a los valores y su fondo es religioso por presencia o por ausencia.
27 Quizás al comienzo del cristianismo era más fácil entrar de lleno en nuevas culturas. Justamente ahora que somos más
conscientes de la problemática, puede resultar más difícil, porque hay mucho más historia vivida.
28 No en las puramente indígenas o africanas.
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Iglesia católica universal. No tienen la misma historia que Europa y su situación eclesial
parece más vital que en muchos sitios de Europa, sintiendo a sus Iglesias como más
cercanas. De un rol muy dependiente dentro de la Iglesia universal quieren pasar a uno más
protagónico.29 Y no necesariamente tienen que llegar a lo mismo que describíamos antes
para algunas capas de Europa. Ese es el desafío de la nueva evangelización en América
Latina.
4) DISCERNIMIENTO DE LA VERDADERA LINEA DE LA TRADICION.
La verdadera evolución de la Tradición tiene que ser coherente para mantener la
unidad e identidad de la única revelación en Cristo. Justamente ese es el papel de la
Tradición viva: transmitir el único depósito, pero en forma transculturada para que siempre
interpele al hombre que le sea contemporáneo.30 Por tanto, tiene que ser la misma tradición
apostólica aggiornada. De ahí el constante volver de la Iglesia a la fuente originaria en la
escucha de la Palabra de Dios, dentro de un círculo hermenéutico de mutuo enriquecimiento
entre actualidad y fuente. Debe estar acorde con la experiencia de fe que el Espíritu imprime
en los creyentes que reciben el Evangelio, lo que se manifiesta en el sentido de la fe de los
fieles cristianos.31 Este acuerdo se transparenta en los frutos del Espíritu, como la paz y el
amor. También tiene que estar de acuerdo con la fe de la Iglesia universal y con el
Magisterio. Tiene que ser lo transmitido a lo largo de todas las generaciones, más allá de las
desviaciones o cosas propias de las épocas, con especial atención al sentir profundo de los
Padres.32 Pero sobre todo tiene que armonizar con la totalidad del misterio, con Jesucristo,
con su praxis y su pascua, y con el proyecto de Dios respecto al hombre a que nos dirigimos.
Esto último lo podemos constatar en que es recibido como buena noticia, en que convierte y
hace crecer y da frutos de santidad. Para esto hay que estar abierto a los signos de los
tiempos que Dios nos está dando en esta historia de salvación.33 Pero el gran actor de la
Tradición, de su profundización y del discernimiento respecto a ella, es el Espíritu de Dios.
Así podemos, en la fe, acceder con mayor verdad y pureza al Evangelio vivo, a la
autorrevelación de Dios.
29 Una muestra de ello es la teología de la liberación.
30 Toda tradición tiene que decir algo válido para los hombres a los que se dirige. Cuando no es así, se puede producir
un quiebre con la tradición en diversos aspectos, como sucede ahora a muchos contemporáneos, en una época con
mayor conciencia de la autonomía de la persona.
31 Cf. Vaticano II, Lumen Gentium, 12.
32 Es muy rico poder explicar la evolución del dato profundo de fe y vida a través de diversas épocas y circunstancias, y
siguiendo su dinamismo tender a proyectarlo en el presente y futuro.
33 Vaticano II, Unitatis Redintegratio, 4; Apostolicam Actuositatem, 14; Dignitatis Humanae, 15; Prebyterorum
Ordinis, 9; Gaudium et Spes, 4, 11. Cf. Recordemos que en los pobres encontramos al Señor y que en la fe de los pobres
de Espíritu se reflejan los rasgos profundos del verdadero rostro de Dios. La verdadera piedad popular (no el folklore)
hay que discernirla, quizás no tanto en cuanto fe de los pobres sino en cuanto 'popular' contrasta con lo más oficial y con
lo más cultivado. Cf. Puebla, 444ss.
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