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SÁBADO XXII DEL TIEMPO ORDINADIO
JORNADA DE AYUNO Y ORACIÓN POR LA PAZ
Homilía del P. Ignacio M. fossas
7 de septiembre de 2013
Col 1, 21-23; Sal 53,3-4.6.8 ( R. : 6a ); Lc 6,1-5
El quinto mandamiento (“No matarás") condena la destrucción voluntaria de la vida
humana. A causa de los males y de las injusticias que ocasiona toda guerra, la Iglesia
insta constantemente a todos a orar y actuar para que la Bondad divina nos libre de la
antigua servidumbre de la guerra. (CEC 2307).
En línea con esta indicación del Catecismo, el domingo pasado, durante la oración del
Ángelus, el Papa Francisco se hacía eco del clamor a favor de la paz que resuena en
el corazón de tantos hombres y mujeres de buena voluntad en todo el mundo. Se
refirió al conflicto de Siria, pero teniendo en mente todas las situaciones de guerra y de
conflicto que se dan actualmente; se preguntaba: ¿Qué podemos hacer nosotros por
la paz en el mundo? Como decía el Papa Juan XXIII, a todos corresponde la tarea de
establecer un nuevo sistema de relaciones de convivencia basadas en la justicia y en
el amor (cf. Pacem in terris [11 abril 1963]: AAS 55 [1963], 301-302). Y continuaba
expresando la convicción de que la paz es un bien que supera cualquier barrera,
porque es un bien de toda la humanidad. Y por eso invitaba a toda la Iglesia Católica,
a los cristianos de otras confesiones y a los hombres y mujeres de buena voluntad a
formar una especie de cadena de compromiso por la paz. Y repetía casi con un grito
dramático que lo que construye la convivencia en los pueblos y entre los pueblos, no
es la cultura de la confrontación, la cultura del conflicto, sino la cultura del encuentro,
la cultura del diálogo; éste es el único camino para la paz..
Movido por esta convicción y por la dramática situación internacional, -no olvidemos
que los conflictos en Egipto, Siria y antes en Irak y en general en todo el Oriente Medio
comprometen seriamente la vida y la continuidad de las comunidades cristianas de
aquella región, que son las más cercanas a los orígenes de nuestra fe-, movido por
estas convicciones, decía, el Papa ha establecido para la Iglesia Católica -e invitaba
también los no católicos- a que hoy fuera un día de ayuno y de oración por la paz en
Siria, en Oriente Medio y en el mundo entero… La humanidad tiene necesidad de ver
gestos de paz y de oír palabras de esperanza y de paz
Para los cristianos la paz no es sólo ausencia de guerra y no se limita a asegurar el
equilibrio de fuerzas adversas (CEC 2304). La paz terrenal es imagen y fruto de la paz
de Cristo, el “Príncipe de la paz” mesiánica (Is 9, 5). Por la sangre de su cruz, “dio
muerte al odio en su carne” (Ef 2, 16; cf Col 1, 20-22), reconcilió con Dios a los
hombres e hizo de su Iglesia el sacramento de la unidad del género humano y de su
unión con Dios. “El es nuestra paz” (Ef 2, 14) (CEC 2305).
Esta paz que nos viene de la cruz de Cristo tiene una doble dimensión: personal y
colectiva. A nivel personal se expresa en la reconciliación con Dios, en el hecho de
poder caminar en su presencia sin mancha y sin reproche de toda acusación, como
oíamos en la primera lectura. A nivel colectivo, la paz conlleva la acogida mutua entre
las personas y los pueblos, el diálogo, la tolerancia y el respeto así como el
establecimiento de un ordenamiento jurídico apropiado, que permita -entre otras
cosas- la libertad religiosa. Las injusticias, las desigualdades excesivas de orden
económico o social, la envidia, la desconfianza y el orgullo, que existen entre los
hombres y las naciones, amenazan sin cesar la paz y causan las guerras. Todo lo que
se hace para superar estos desórdenes contribuye a edificar la paz y evitar la guerra.
El Concilio Vaticano II fue muy realista en este campo y por eso decía la GS 78, 6: En
la medida en que los hombres son pecadores, les amenaza y les amenazará hasta la
venida de Cristo, el peligro de guerra; en la medida en que, unidos por la caridad,
superan el pecado, se superan también las violencias hasta que se cumpla la palabra:
“De sus espadas forjarán arados y de sus lanzas podaderas. Ninguna nación levantará
ya más la espada contra otra y no se adiestrarán más para el combate” (Is 2, 4) (CEC
2317). Pidámoslo por la intercesión de Santa María, Reina de la paz.