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III Sínodo Arquidiocesano de Paraná
Memoria, Presencia y Profecía
“En el contexto de la Nueva Evangelización,
la parroquia al servicio de una vida plena para todos”
Lineamientos de Trabajo
para los Grupos Sinodales de Estudio
correspondientes a la cuestión:
Parroquia y formación de
Agentes Pastorales
Índice
1.- Introducción
2.- A tener en cuenta
a) Marco teológico
b) Alcance del trabajo a elaborar
c) Los agentes de pastoral
d) Los laicos y la Parroquia
e) La formación:







concepto
objetivo
necesidad
características generales
dimensiones o aspectos
ámbitos o lugares
destinatarios y agentes
3.- Propuesta de trabajo para los Grupos Sinodales de Estudio
4.- Anexo
1
1- Introducción
El III Sínodo Arquidiocesano ha centrado su reflexión en la parroquia, espacio eclesial que el
Concilio Vaticano II ha señalado como modelo del apostolado comunitario. La diócesis, de la que la
parroquia es como una célula viva (Aparecida), busca revitalizar su acción pastoral respondiendo a
los desafíos que la cultura y la sociedad modernas, en continua evolución, le plantean. La
evangelización no puede prescindir de la colaboración y participación activa de los bautizados que,
unidos en la Iglesia por los vínculos de la comunión, traducen en acciones concretas los proyectos
pastorales. Dicha participación y compromiso convierten a los bautizados propiamente en “agentes
pastorales”, es decir en promotores activos de una acción eclesial que es continuación de la Misión
de Jesucristo quien, con la fuerza y el dinamismo de su Espíritu, continúa ofreciendo a los hombres
en su Iglesia, la salvación que en el Amor del Padre, encuentra su fuente y culminación.
La colaboración de los bautizados en la Misión de la Iglesia requiere una conciencia cada vez
más viva de su vocación y misión, objetivo al que se ordena su “formación” como agentes pastorales.
Sin una adecuada formación “multiforme y completa”, el apostolado de los bautizados perdería
eficacia y correría el peligro de convertirse en improvisación. Además de la formación general a todos
los cristianos, no pocas formas de apostolado, por la variedad de personas y de ambientes, requieren
una formación específica y peculiar.
En tal sentido la Novena Cuestión del III Sínodo Arquidiocesano, que tratará sobre “Parroquia
y Formación de Agentes Pastorales”, intentará, con el aporte de todos, realizar propuestas en
relación a la formación de los agentes de pastoral en el ámbito parroquial para que vivan mejor su
vocación y respondan de un modo más eficaz al mandato de Jesús: “…Vayan, y hagan que todos los
pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin
del mundo». (Mateo 28, 18-20)
2- A tener en cuenta
a)- Marco teológico
La Iglesia es un misterio de comunión que tiene su origen en la unidad del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo.
“El Padre eterno creó el mundo por una decisión totalmente libre y misteriosa de su sabiduría y
1
bondad. Decidió elevar a los hombres a la participación de la vida divina”. Luego del pecado, no los
abandona sino que los acompaña y prepara para la llegada de su Hijo.
Cristo, enviado por el Padre para la salvación del género humano, congrega a quienes creen en
Él, en la Iglesia, germen y comienzo del Reino de Dios sobre la tierra. La Iglesia, preparada por Dios
a lo largo de la historia de la salvación, fue instituida por Jesús naciendo principalmente de su entrega
total en la cruz.
El Espíritu Santo, enviado en Pentecostés, manifiesta la Iglesia a todos los hombres y la
santifica hasta el fin de los tiempos.
La Iglesia fue edificada sobre los apóstoles y enviada a anunciar la Buena Noticia de Jesucristo.
Es por eso que es apostólica. La Iglesia conserva y transmite fielmente todo aquello que Jesús confió
a los apóstoles y es enseñada, santificada y guiada por aquellos que son sus sucesores en el
ministerio pastoral, los obispos. La porción del Pueblo de Dios confiada al obispo para ser
apacentada con la cooperación de su presbiterio se llama “diócesis” y constituye una “Iglesia
particular” en la que se hace presente y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo. Todos y cada uno
de los obispos a quienes se ha confiado el cuidado de una Iglesia particular apacientan sus ovejas
bajo la autoridad del Romano Pontífice, como pastores propios, ordinarios e inmediatos, ejerciendo su
2
oficio de enseñarlas, santificarlas y regirlas .
La Iglesia es, por su misma naturaleza, misionera, es decir enviada por Cristo a todas las
naciones. Para realizar esta misión, el Espíritu Santo la enriquece con diversidad de dones
jerárquicos y carismáticos. Todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen
parte en esta misión, por lo que puede decirse que la vocación cristiana, por su misma naturaleza, es
1
2
Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 6.
Cf. Const. Vaticano II, Decreto “Christus Dóminus”, n 11.
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vocación al apostolado. Se llama “apostolado” a toda actividad de la Iglesia que tiende a propagar el
3
Reino de Cristo sobre la tierra .
Cristo, enviado por el Padre, es fuente y origen del apostolado de la Iglesia. En efecto, la misión
de la Iglesia es continuación en la historia de la Misión universal de Jesucristo Buen Pastor y Príncipe
de los pastores. La fecundidad del apostolado, tanto de los ministros ordenados como de los laicos,
depende de su unión vital con Cristo. El apostolado, según los dones y las necesidades, puede tomar
las formas más diversas, pero es siempre la caridad, conseguida sobre todo en la Eucaristía, el alma
4
de todo apostolado .
Todos los bautizados, cada uno según su particular vocación, están llamados a ser discípulos
pero también anunciadores (apóstoles misioneros) del mensaje de salvación.
Es por ello que se hace imprescindible atender a su formación permanente para ayudarlos a
crecer en la fe, configurarse con Cristo y reavivar el celo por la evangelización de los hombres.
b)- Alcance del trabajo a elaborar
La cuestión a tratar circunscribe el problema de la formación al ámbito parroquial.
Si bien la expresión “agentes de pastoral” comprende a ministros ordenados, consagrados y
laicos, su formación, al menos para los dos primeros casos, excede el ámbito parroquial. La
formación de los ministros ordenados, tanto la inicial en los seminarios como la permanente, es
responsabilidad de los obispos, y el trazado de sus lineamientos generales, competencia de la Santa
Sede. La formación de los consagrados a su vez, es responsabilidad de los Institutos religiosos
respectivos. En la parroquia por lo tanto, se debe atender fundamentalmente a la formación de los
agentes pastorales laicos.
La pastoral en la Iglesia – como queda expresado en el marco teológico – tiene como fuente y
punto de referencia necesario a Cristo Pastor, y la misión apostólica o pastoral, es continuada en la
Iglesia por los obispos, sus colaboradores los presbíteros, los religiosos y los laicos. Todos y cada
uno de ellos son los “agentes pastorales”, es decir, aquellos que llevan a cabo, cada uno según su
estado, la misión pastoral de la Iglesia.
Los Agentes -obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos(as) y laicos(as)- son los promotores del
dinamismo pastoral. No hay pastoral sin agentes. Estos han de trabajar en una forma conjunta (en
equipos y no como personas solas) y en corresponsabilidad con otras instancias pastorales. Esta
corresponsabilidad supone tener muy claros los objetivos propuestos para buscar la consecución de
los mismos y saber interactuar con otros agentes y en las diferentes estructuras (parroquias,
decanatos, comisiones arquidiocesanas, etc.).
c)- Los agentes de pastoral
La Iglesia en su Magisterio ha utilizado distintos términos para referirse a la “actividad pastoral”
y a quienes intervienen o colaboran en ella, es decir, los “agentes pastorales”.
En la base está el concepto de “misión” (“envío”) que Cristo confió a los Apóstoles y a través
de ellos, a toda la Iglesia. El concepto de “misión” se suele complementar con algunos adjetivos como
“apostólica”, “pastoral”, “evangelizadora”, etc. que le añaden otros matices significativos.
La expresión “agentes de pastoral” es fruto de un desarrollo terminológico que arranca con el
Concilio Vaticano II y se precisa y afianza en documentos del Magisterio eclesial sucesivo. La
expresión hace referencia a los sujetos que participan en la acción pastoral de la Iglesia, es decir en
su “misión”. La Conferencia de Medellín (año 1968), la utiliza con innumerables variantes (ministerio
pastoral, acción pastoral, pastoral de conjunto, pastoral eclesial, pastoral parroquial, etc.). En Puebla
(año 1979) se habla de “agentes de evangelización” y “agentes de comunión y participación” en
referencia, tanto a los ministros ordenados, como a los consagrados y laicos; es decir se trata de
expresiones alternativas y sinónimas a la de “agentes de pastoral”.
Santo Domingo (año 1992) desarrolla el concepto de “nueva evangelización” y en ese marco
habla de la necesidad de formación. Dice en efecto, que es necesario “formar hombres y
comunidades maduras en la fe” para dar respuesta a las situaciones actuales. Habla por primera vez
de la parroquia como comunidad de comunidades (también lo hará Aparecida) y exhorta a la
“comunión, participación y misión”. Habla particularmente de los laicos como “agentes” de
3
CATIC 863
Todos los conceptos expuestos a modo de síntesis en el marco teológico, están tomados de párrafos de
documentos del Concilio Vaticano II (LG, AA) y Catecismo de la Iglesia católica.
4
3
evangelización: “Los laicos son llamados por Cristo para ser agentes y destinatarios de la Buena
5
Noticia de la salvación”. Y emplea propiamente la expresión “agentes pastorales” repetidas veces.
Santo Domingo aborda también el tema de la formación de agentes pastorales señalando la
carencia en las diócesis de suficientes agentes calificados de pastoral, y considera indispensable
“promover el aumento y la adecuada formación de los agentes para los diversos campos de la
acción pastoral, conforme a la eclesiología del Vaticano II y el magisterio posterior”.
El documento de Aparecida (año 2007) acuña la expresión “discípulos misioneros”, extensiva a
todos los miembros de la Iglesia (laicos y jerarquía), para subrayar que la tarea de evangelizar,
supone la actitud del discípulo que permanece a la escucha de la Palabra del Maestro, que a su vez
debe anunciar.
d)-Los laicos y la Parroquia
La vocación cristiana es, por su misma naturaleza, vocación al apostolado. Hay en la Iglesia
diversidad de ministerios, pero unidad de misión. La misión pastoral que Cristo confió a los apóstoles
y a sus sucesores (los obispos) consiste en congregar y apacentar el rebaño de Dios, bajo la
autoridad del Romano Pontífice, ejerciendo su oficio de enseñar, santificar y regir, en cada iglesia
particular que les es encomendada (diócesis), como pastores propios, ordinarios e inmediatos.
En el ejercicio de su ministerio pastoral, los obispos cuentan como colaboradores con los
presbíteros - diocesanos o religiosos - quienes incardinados en una Iglesia particular o adscriptos a
ella, se consagran plenamente a su servicio. Unidos a su Obispo por los vínculos de la caridad
pastoral, los presbíteros forman un solo presbiterio y una sola familia. La comunión de voluntad de los
sacerdotes con su Obispo garantiza la fecundidad de su acción pastoral. Todos los sacerdotes
diocesanos han de estar además unidos entre sí y sentirse apremiados por la solicitud del bien
espiritual de su diócesis.
Cooperadores de manera principal del Obispo son los párrocos, a quienes, bajo la autoridad del
mismo, se les encomienda, como a pastores propios, la cura pastoral de una porción determinada de
la diócesis. En el ejercicio de su oficio pastoral, los párrocos y sus auxiliares de tal manera han de
cumplir su deber de enseñar, santificar y gobernar, que los fieles y comunidades parroquiales se
sientan realmente miembros tanto de la diócesis como de la Iglesia universal.
Los laicos por su parte, al haber recibido en el bautismo, participación en el ministerio
sacerdotal, profético y real de Jesucristo, cumplen en la Iglesia y en el mundo la parte que les atañe
en la misión total del Pueblo de Dios. Ejercen el apostolado con su trabajo por evangelizar y
santificar a los hombres y por perfeccionar e impregnar de espíritu evangélico el orden
temporal, de tal forma que su actividad sirva para la salvación de los hombres. Y como lo propio del
estado seglar es vivir en medio del mundo y de los asuntos temporales, Dios llama a los laicos a que,
con fervor de espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a modo de fermento.
A todos los cristianos por lo tanto, se impone la tarea de trabajar para que el mensaje de
salvación sea conocido y aceptado en todas partes por todos los hombres. Para llevar a cabo
este apostolado, el Espíritu Santo, que obra la santificación del Pueblo de Dios por medio del
ministerio y de los sacramentos, da también a los fieles dones peculiares para edificación de toda la
Iglesia. Es la recepción de estos carismas la que confiere a cada creyente el derecho y el deber de
ejercitarlos para bien de la humanidad y edificación de la Iglesia, en comunión con sus hermanos en
Cristo y sobre todo con sus pastores, a quienes toca juzgar la genuina naturaleza de tales carismas y
su ordenado ejercicio.
La participación de los laicos en el apostolado de la Iglesia es tan necesaria, que sin ella,
el propio apostolado de los pastores no podría lograr la mayoría de las veces su efecto.
Nutridos personalmente con la participación activa en la vida litúrgica de su comunidad, colaboran con
empeño en las obras apostólicas de la misma, devuelven a la Iglesia a los que quizá se han alejado,
cooperan en la difusión de la Palabra de Dios, sobre todo a través de la catequesis.
Aparecida recuerda que “Todos en la Iglesia estamos llamados a ser discípulos y misioneros”.
El texto se refiere a todos los miembros de la Iglesia en su carácter de agentes pastorales o
colaboradores de la acción pastoral.
Hay distintas formas de apostolado con que los laicos edifican a la Iglesia y santifican al mundo,
sea individualmente o asociados. La forma principal del apostolado individual es el testimonio que
nace de la fe, la esperanza y la caridad. El apostolado asociado es también muy importante. Las
asociaciones, creadas para el apostolado, apoyan a sus miembros, los forman y organizan de forma
que son de esperar frutos más abundantes que si cada uno trabaja separadamente.
5
Santo Domingo 2,1,1.3. En la expresión “agentes y destinatarios” se esboza la que será la expresión lema
de Aparecida “discípulos (destinatarios) y misioneros (agentes)”.
4
El apostolado de los laicos, ya sea individual o asociado, ha de ocupar su lugar correspondiente
en el apostolado de toda la Iglesia; más aún, el elemento esencial del apostolado es la comunión con
quienes el Espíritu Santo puso para regir su Iglesia.
La parroquia ofrece un modelo clarísimo del apostolado comunitario, porque reduce a unidad
todas las diversidades humanas que en ella se encuentran y las integra en la universalidad de la
Iglesia. Es fundamental que los laicos trabajen en la parroquia íntimamente unidos a sus sacerdotes,
cultiven sin cesar el sentido de diócesis, de la que la parroquia es como célula, dispuestos siempre a
consagrar también sus esfuerzos a las obras diocesanas, siguiendo la invitación de su Pastor.
El Documento de Santo Domingo recuerda que “El Pueblo de Dios está constituido en su
mayoría por fieles cristianos laicos. Ellos son llamados por Cristo como Iglesia, agentes y
destinatarios de la Buena Noticia de Salvación, a ejercer en el mundo, viña de Dios, una tarea
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evangelizadora indispensable”.
En las diócesis y parroquias se desarrollan distintas “pastorales específicas”: familiar, juvenil,
vocacional, litúrgica, catequética, de la caridad, carcelaria, ministros extraordinarios de la comunión,
pastoral misionera, etc. Cada pastoral requiere de proyectos, que incluyan la formación específica de
los agentes.
e) La formación
Concepto
La formación es un itinerario o proceso continuo, que abarca toda la vida del cristiano,
cualquiera sea la función que cumpla en la Iglesia. Puede caracterizarse como una tarea
permanente, integral y sistemática orientada a la maduración en la fe y el descubrimiento cada
vez más claro de la propia vocación, a fin de vivirla en el cumplimiento de la misión.
Aparecida lo expresa diciendo que el objetivo principal de la formación es: ayudar a los
bautizados a encontrarse con Cristo, para reconocer, acoger, interiorizar y desarrollar la experiencia y
los valores que constituyen la propia identidad y misión cristiana en el mundo.
Según el mismo documento, la formación supone cinco aspectos fundamentales: el encuentro
con Jesucristo (como fundamento de la vida cristiana), la conversión (como respuesta de fe), el
discipulado (como crecimiento o maduración en la fe), la comunión (integración en la vida comunitaria
de la Iglesia) y la misión (anuncio de Jesucristo)-( Cf. Aparecida 6,2.1)
Objetivo
La formación de los fieles laicos tiene como objetivo fundamental el descubrimiento cada
vez más claro de la propia vocación y la disponibilidad siempre mayor para vivirla en el
cumplimiento de la propia misión. (Juan Pablo II, Cristifideles laici, 58)
Necesidad
La formación de los agentes de pastoral se ha de colocar entre las prioridades de la diócesis y
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se ha de incluir en los programas de acción pastoral. Los obispos latinoamericanos en el mensaje
final de Aparecida señalaban “Es necesario formarnos y formar a todo el Pueblo de Dios para cumplir
con responsabilidad y audacia la tarea de ser discípulos y misioneros”. Y en el c. 6 (dedicado al tema
formación) reafirmaban la necesidad de “una clara y decidida opción por la formación”.
Características generales
El apostolado solamente puede alcanzar plena eficacia a partir de una formación multiforme y
completa. La exige no sólo el progreso espiritual y doctrinal del mismo seglar, sino también la
variedad de situaciones, personas y tareas a que tiene que acomodar su actividad.
Santo Domingo habla de la necesidad de una formación “integral, gradual y permanente de
los laicos mediante organismos que faciliten «la formación de formadores» y programen cursos y
escuelas diocesanas y nacionales”. A su vez Aparecida habla en la misma línea de una formación
“integral, kerigmática, permanente y dinámica”. Cada documento desde su perspectiva, reafirma
conceptos y aporta elementos complementarios que enriquecen la comprensión del problema.
6
7
Santo Domingo 93, 1.3.4
ChL 57
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Dimensiones o aspectos
Para los obispos de Aparecida, la formación debería abarcar las dimensiones: humana
comunitaria (para aprender a convivir en un mundo plural), espiritual (para fundar la existencia
cristiana en una profunda experiencia de Dios), intelectual (para posibilitar la reflexión, el
discernimiento, el juicio crítico y el diálogo, además de adquirir la competencia necesaria que los
distintos servicios eclesiales requieren) y pastoral y misionera (para mover al anuncio de Cristo en el
propio ambiente, manteniendo viva la inquietud por los alejados y los que no conocen a Cristo).
Se habla de una formación general, común a todos los cristianos, y de una formación
específica, que responda a los diversos ambientes y personas.
La formación para el apostolado supone una cierta formación humana, íntegra, acomodada al
ingenio y a las cualidades de cada uno. Se trata sobre todo de formación en valores humanos: la
competencia profesional, el sentido de la familia y el sentido cívico, y aquellas virtudes relativas a las
relaciones sociales, es decir, la probidad, el espíritu de justicia, la sinceridad, la cortesía, la fortaleza
de ánimo, sin las cuales ni siquiera puede haber verdadera vida cristiana; cultivar las relaciones
humanas, sobre todo, el arte de la convivencia fraterna, de la cooperación y del diálogo. Formación
espiritual como fundamento y condición de todo apostolado fructuoso. Sólida formación doctrinal,
bíblica, filosófica, teológica y ético-social. La formación para el apostolado no puede consistir en la
mera instrucción teórica. Formarse y perfeccionarse a sí mismos por la acción con los otros y a entrar
así en el servicio de la Iglesia.
Para Cristifideles laici la formación espiritual “ha de ocupar un puesto privilegiado” en orden a
crecer en la intimidad con Jesús, en la conformidad con la voluntad del Padre y en la entrega a los
hermanos. La formación doctrinal es fundamental, no sólo para la profundización de la propia fe, sino
también para ser capaces de «dar razón de la esperanza» cristiana frente al mundo y sus graves y
complejos problemas. Es absolutamente necesaria una catequesis sistemática según las edades y
situaciones de vida, y una más decidida promoción cristiana de la cultura, como respuesta a los
eternos interrogantes que agitan al hombre y a la sociedad de hoy. Para los laicos comprometidos en
el campo social y político resultará indispensable un conocimiento más exacto de la doctrina social de
la Iglesia.
Ámbitos o lugares
 La Iglesia universal: en la que el Papa desempeña el papel de primer formador de los
fieles. A él, como sucesor de Pedro, le compete el ministerio de «confirmar en la fe a los
hermanos», enseñando a todos los creyentes los contenidos esenciales de la vocación y misión
cristiana y eclesial.
 La diócesis: el Obispo tiene una responsabilidad personal con respecto a los fieles laicos, a
los que debe formar mediante el anuncio de la Palabra, la celebración de la Eucaristía y de los
sacramentos, la animación y guía de su vida cristiana. La capacitación de los agentes es una
responsabilidad indelegable de cada Iglesia Diocesana. En todos los niveles y ámbitos pastorales
es importante contar con agentes capacitados y formados.
 La parroquia: a la que corresponde desempeñar una tarea esencial en la formación más
inmediata y personal de los fieles. En ella se encuentra una inmensa variedad de situaciones, de
edades, de tareas que la convierten en un ámbito privilegiado para la formación comunitaria. Los
fieles deben experimentar la parroquia como una familia en la fe y la caridad, en la que
mutuamente se acompañen y ayuden en el seguimiento de Cristo. Deben ser lugares de formación
permanente. Esto requiere que se organicen en ellas variadas instancias formativas que aseguren
el acompañamiento y la maduración de todos los agentes pastorales y de los laicos insertos en el
mundo. Las Parroquias vecinas también pueden aunar esfuerzos en este sentido, sin
desaprovechar las ofertas formativas de la Diócesis.
 La familia: es la primera escuela de la fe, espacio y escuela de comunión, fuente de valores
humanos y cívicos. La familia, pequeña Iglesia, debe ser, junto con la Parroquia, el primer lugar
para la iniciación cristiana de los niños (Aparecida 6.4.1). Los padres cristianos, a quienes
pertenece la primera educación cristiana, deben también formar para el apostolado, disponiendo a
sus hijos desde la niñez para el conocimiento del amor de Dios hacia todos los hombres,
enseñándoles gradualmente, sobre todo con el ejemplo, la preocupación por las necesidades del
prójimo, tanto de orden material como espiritual.
 Los movimientos eclesiales y nuevas comunidades: expresan la dimensión carismática
de la Iglesia. Los movimientos deben mantener su especificidad, y debe ser valorado su aporte
para la formación de los agentes, pero dentro de una profunda unidad con la Iglesia particular, no
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sólo de fe sino de acción. Deben fomentar cuidadosa la formación de sus miembros para el
apostolado a través de una formación doctrinal, espiritual y práctica.
 Los centros educativos: la Iglesia está llamada a promover en sus escuelas una
educación centrada en la persona humana que es capaz de vivir en la comunidad, aportando lo
suyo para su bien. Es deber también de las escuelas, de los colegios y de otras instituciones
dedicadas a la educación, el promover la acción apostólica. Si falta esta formación porque los
jóvenes no asisten a esas escuelas o por otra causa, razón de más para que la procuren los
padres, los pastores de almas y las asociaciones apostólicas. Pero los maestros y educadores,
que por su vocación y oficio ejercen una forma extraordinaria del apostolado, han de estar
formados en la doctrina necesaria y en la pedagogía para poder comunicar eficazmente esta
educación. En las universidades y centros superiores de educación católica, es necesaria una
pastoral universitaria que acompañe la vida y el caminar de todos los miembros de la comunidad
universitaria, promoviendo un encuentro personal y comprometido con Jesucristo, y múltiples
iniciativas solidarias y misioneras.
Destinatarios y agentes
La formación es una tarea de todos; no es el privilegio de algunos, sino un derecho y un deber
de todos. Todos deben ser formados y ser capaces a su vez de formar a otros. Es necesario
promover y desarrollar la formación de los formadores, poniendo en funcionamiento los cursos
oportunos o escuelas para tal fin.
3- Propuesta de trabajo para los Grupos Sinodales de Estudio
En todos los Documentos de Trabajo de las Cuestiones tratadas en el Sínodo, se ha resaltado
la necesidad de la formación de los bautizados, tanto general como específica poder llevar adelante
una acción pastoral comprometida, orgánica, fiel a Dios y a su Voluntad para el hombre que vive en
este tiempo.
Les proponemos esta guía que nos ayudará a dar forma al Documento de trabajo de esta
cuestión específica.
Les pedimos:
I. Realizar una lectura reflexiva del marco doctrinal que se acaba de enunciar que intenta
recoger de modo sintético el riquísimo Magisterio de la Iglesia sobre esta cuestión.
Seguidamente responder:
II. En lo personal: ¿qué les brindó la Parroquia para ayudarlos en su proceso formativo? (tener
presente las diferentes dimensiones de la formación) Compartir y registrar las instancias formativas y
realizar una valoración de las mismas (riquezas y carencias).
III. Luego, pasar a mirar la realidad parroquial actual y hacer un relevamiento que comprenda:
a- ¿Quiénes son los Agentes de Pastoral de la Parroquia?
b- ¿Qué instancias de formación tienen en la actualidad en la Parroquia?
c- ¿Quiénes acompañan el proceso formativo?
d- ¿Se brinda una formación integral, es decir que abarque las diversas dimensiones de la
persona “humana y comunitaria, espiritual, intelectual, pastoral y misionera” (DA N° 280)?
e- ¿Se conoce la Doctrina Social de la Iglesia y se busca ponerla en práctica? ¿Tienen
ejemplos de ello?
IV. Partiendo del análisis de las propuestas formativas parroquiales y teniendo en cuenta los
desafíos de la sociedad actual, elaborar aportes sobre la futura formación de los Agentes
pastorales que tenga como ámbito principal la Parroquia.
Paraná, 14 de abril de 2016.
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Anexo
Cómo funcionan los Grupos Sinodales de Estudio
Los nombres pueden confundir si no los entendemos. Nos reunimos en grupos para reflexionar
juntos, intercambiar opiniones… pero todo tiene sentido si hacemos al final una propuesta al Sínodo.
Esta propuesta, como una respuesta a la consulta que nos hace nuestro Arzobispo sobre diez
cuestiones dentro del tema “la Parroquia”, es lo que nos debe motivar a encontrarnos y hacer un
proceso de discernimiento.
¿Cómo lo hacemos?
Antes que nada, elegimos un lugar y hora de reunión. Podemos reunirnos en casas de familia,
en los recreos del trabajo, en la parroquia… donde sea más fácil y cómodo el encuentro y el
intercambio de opiniones.
Una vez que estamos todos juntos, primero lo primero: invocamos al Espíritu Santo. Sin su
presencia y la Sabiduría que nos unge… solo palabras humanas tendremos.
Es importante que, si no lo hemos hecho antes, consensuemos la cuestión que queremos tratar
en ese día o (digamos por ejemplo) durante todo este mes. Podemos consultarlas en la página web
del Arzobispado. Podemos elegir una, varias o todas… es decisión del grupo.
Una vez reunidos, ¿qué?
Lo que haremos es un proceso de discernimiento que consta de tres etapas.
1.- Escuchar. Lo que dice la realidad a través de las cosas que nos pasan (hay varios
subsidios elaborados que nos pueden ayudar y que se pueden descargar de la web del Arzobispado).
Es bueno preguntarnos sinceramente como es el estado de la cuestión que vamos a debatir en la
parroquia y en los lugares en los que nos movemos cada día. Seguramente tendremos una visión
personal de esa realidad pero tratemos de escuchar también el parecer de otras personas.
Intentemos abarcar todos los aspectos de la misma (positivos y negativos), indagar sus causas y
consecuencias.
Los “Lineamientos”, de los cuales esto es un anexo, nos ayudan también a ver esta realidad
(además de darnos material para los dos puntos que siguen). Pero… no nos perdamos con tantos
temas. Simplemente elijamos un solo aspecto de la realidad y trabajemos sobre este. Con la certeza
de que, si trabajamos en el Espíritu Santo, El guiará a otros Grupos a tocar otros temas y así tener
una visión variada de la realidad.
2.- Iluminar. También debemos escuchar la Voz de Dios que nos llega a través de la
Revelación y del Magisterio. Hay una “Somera Guía para los Grupos Sinodales de Estudio” que
nos presenta un material básico de las enseñanzas de la Iglesia sobre cada una de las cuestiones (se
puede descargar de la web del Arzobispado). En esta parte encontraremos los criterios para
comprender lo que nos pide Dios frente a las realidades que percibimos en la escucha de la realidad.
Si bien Mencionamos a la Somera Guía, basta con leer solamente el texto anterior de los
“Lineamientos” para llevar adelante el siguiente punto.
3.- Proponer. El Espíritu, si somos dóciles, seguramente nos inspirará acciones que la Iglesia
debería llevar adelante en el tema que estamos discerniendo. Si bien las etapas anteriores son
necesarias y resultarán enriquecedoras para todos los participantes, necesitamos llegar a la más
importante que es elaborar propuestas para alcanzar el fin del Sínodo: “colaborar con el Obispo en
su tarea de convocar y hacer crecer la Iglesia local”.
El tiempo de encuentro (en horas o días) dependerá de cada grupo y del proceso que vayan
realizando sus participantes.
¿Qué hacemos con las propuestas?
Las presentamos a la Comisión Central del Sínodo para que se la acerque a la Comisión de
Trabajo de esa cuestión. Ellos tomarán nuestras propuestas, y la de otros cientos de grupos sinodales
de estudio, las procesarán y elaborarán un Instrumento de Trabajo para que sea usado en el debate
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de la Asamblea Sinodal. Así todos los que proponen algo suman su granito de arena al gran edificio
que estamos construyendo. Si lo hacemos, entonces se hace realidad lo que significa la palabra
griega “sínodo”: caminar juntos.
¿Cómo presentamos las propuestas?
Las ponemos por escrito en un texto que no puede tener más de 12 páginas de extensión. En
ese escrito podemos seguir el camino del discernimiento: escucha, iluminación y propuesta. Debemos
tener en cuenta que los dos primeros pasos no sean más extensos que el tercero. Debe llegar a
destino 45 días antes de que se trate dicha cuestión en la Asamblea Sinodal.
Lo
enviamos
a
la
Comisión
Central
a
través
de
este
email:
[email protected]. Eso le da curso al texto. Pero no ingresará
oficialmente, es decir no será del todo considerado, hasta que se presenten dos copias impresas
y firmadas por todos los integrantes del grupo, en la mesa de entrada de la Curia Arquidiocesana.
Para más datos sobre la presentación formal, como otras dudas, dirigirse al email que les acabamos
de dar.
Y ahora… ¿qué estamos esperando para comenzar las reuniones?
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