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Transcript
DIÓCESIS DE SAN CRISTÓBAL DE LA LAGUNA
I SÍNODO
DIOCESANO
NIVARIENSE
La Laguna - Tenerife - Islas Canarias
Febrero 1999
1
ÍNDICE GENERAL
MENSAJE DE SU SANTIDAD EL PAPA JUAN PABLO II . . . . . . . . . . . . . . . 5
DECRETO DE
PROMULGACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8
CARTA PASTORAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
CONSTITUCIONES SINODALES
NOTA INTRODUCTORIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
1.- Iglesia de Tenerife, ¿qué dices de ti misma?
- Introducción teológico-pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
- Constituciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40
2.- Identidad cristiana: quién es un fiel cristiano
y forma de existencia cristiana.
- Introducción teológico-pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48
- Constituciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
3.- Fundamento, exigencias y expresiones
de la comunión eclesial
- Introducción teológico-pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
- Constituciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
4.- El anuncio de Jesucristo y de su Mensaje
- Introducción teológico-pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108
- Constituciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120
5.- El servicio eclesial a los pobres y
el compromiso cristiano en la vida pública
- Introducción teológico-pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138
- Constituciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
2
6.- La celebración del Misterio de Cristo,
fuente y cumbre de la existencia cristiana
- Introducción teológico-pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199
- Constituciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 208
7.- Evangelización y renovación de la piedad popular
- Introducción teológico-pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 229
- Constituciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245
8.- Respuesta pastoral al desafío de las sectas
- Introducción teológico-pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 258
- Constituciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 264
9.- La familia, comunidad
evangelizada y evangelizadora
- Introducción teológico-pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 270
- Constituciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 303
10.- La Iglesia y los jóvenes.
- Introducción teológico-pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333
- Constituciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 344
11.- Las estructuras diocesanas al servicio
de la comunión y de la misión
- Introducción teológico-pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 355
- Constituciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 376
MENSAJES DEL SÍNODO
1.- A todos los diocesanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 402
2.- A los misioneros y misioneras de la diócesis . . . . . . . . . . . . . . 404
3.- A la Diócesis hermana de Canarias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 405
4.- A los católicos alejados de la Iglesia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 407
5.- A los no creyentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 408
6.- A todas las familias de la Diócesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 410
3
7.- A nuestros niños . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 411
8.- A los jóvenes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 412
9.- A los mayores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 415
10.- A los pobres, a los enfermos y a todos los que sufren . . . . . . . 416
11.- A los que están desempleados/as . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 418
12.- A los emigrantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 419
13.- A los internos en los centros penitenciarios . . . . . . . . . . . . . . . 421
14.- A los políticos y responsables de la administración pública . . 422
15.- A los cristianos de otras confesiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 423
16.- A los hombres y mujeres del pensamiento y la cultura . . . . . . 425
17.- A los profesionales de los Medios de Comunicación . . . . . . . . 428
DOCUMENTOS, DISCURSOS Y HOMILÍAS DEL OBISPO
“¿Hacia un Sínodo Diocesano?” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
“Hacia el Primer Sínodo de nuestra Iglesia Diocesana” . . . . . . . .
Homilía en la Constitución de la Asamblea Sinodal . . . . . . . . . .
Discurso de Apertura de la Asamblea Sinodal . . . . . . . . . . . . . .
Homilía de Apertura del Sínodo en la Catedral . . . . . . . . . . . . . .
Discurso de Clausura de la Asamblea Sinodal . . . . . . . . . . . . . .
Homilía de Clausura del Sínodo en la Catedral . . . . . . . . . . . . . .
.
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. 431
. 438
. 457
. 460
. 465
. 574
. 483
COMPONENTES DE LA ASAMBLEA SINODAL
Lista de los miembros de la Asamblea Sinodal . . . . . . . . . . . . . . . . 491
Miembros de los Organismos del Sínodo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 507
CRÓNICA DE LA HISTORIA DEL SÍNODO . . . . . . . . . . . . . . . . . . 515
ESTATUTO GENERAL Y REGLAMENTO DEL SÍNODO . . . . . . . . . 546
SUMARIO DE CONSTITUCIONES SINODALES [por temas] . . . . . 580
OTROS ÍNDICES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .592
ABREVIATURAS UTILIZADAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 596
4
MENSAJE Y BENDICIÓN APOSTÓLICA DE
SU SANTIDAD EL PAPA JUAN PABLO II,
Nº. 445.286
Vaticano, 1 de diciembre de 1998
MONS. FELIPE FERNÁNDEZ GARCÍA,
OBISPO DE SAN CRISTÓBAL DE LA LAGUNA. TENERIFE.
El Santo Padre Juan Pablo II saluda cordialmente al Señor Obispo de San Cristóbal de La
Laguna, Tenerife, al clero, comunidades religiosas
y pueblo fiel de esa querida diócesis canarias, con
motivo de la Clausura del Primer Sínodo Diocesano
celebrado en esa Iglesia particular, así como a los
prelados asistentes a la celebración con la que
concluyen los trabajos de tan significativo acontecimiento para la comunidad cristiana.
Al mismo tiempo, Su Santidad eleva plegarias
al Espíritu Santo para que los resultados alcanzados por el Sínodo produzcan abundantes frutos,
contribuyendo a un profundo proceso de renovación
personal y comunitaria, a un creciente sentido de
5
comunión en la fe y la acción pastoral, así como a
una proyección apostólica y misionera cada vez más
incisiva, que lleve a todos los sectores de la
sociedad tinerfeña los valores del Evangelio.
Con estos deseos, e invocando la intercesión
de la Virgen María, Madre de la Iglesia, el Sumo
Pontífice imparte a cuantos han participado en las
actividades
sinodales
la
implorada
Bendición
Apostólica, que complacido extiende a todos los
asistentes a esa celebración conclusiva.
Cardenal Angelo Sodano
Secretario de Estado de su Santidad.
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TELEGRAMA ENVIADO A SU SANTIDAD EL PAPA JUAN PABLO II
La Iglesia Diocesana de San Cristóbal de La
Laguna, al clausurarse el Primer Sínodo Diocesano de
su historia, agradece filialmente a V. Santidad el mensaje de aliento recibido y renueva su profunda comunión
con el sucesor de Pedro, felices todos sus fieles de pertenecer a la Iglesia una, santa, católica y apostólica.
San Cristóbal de la Laguna, Tenerife, ocho de
diciembre de 1998.
Felipe Fernández,
Obispo de Tenerife
6
DECRETO DE PROMULGACIÓN
Y
CARTA PASTORAL
7
DECRETO DE PROMULGACIÓN
NOS, DR. D. FELIPE FERNÁNDEZ GARCÍA,
POR LA GRACIA DE DIOS
Y DE LA SANTA SEDE APOSTÓLICA,
OBISPO DE SAN CRISTÓBAL DE LA LAGUNA,
HACEMOS SABER QUE:
H
abiendo clausurado solemnemente el pasado día 8
de diciembre de 1998 el I Sínodo Diocesano, tras
haberse recorrido las etapas programadas bajo el lema
general de Renovación, Comunión, Misión, y una vez
concluidos todos sus trabajos;
Habiendo recibido las propuestas aprobadas por la
Asamblea Sinodal Diocesana y habiendo hecho, por nuestra
parte, el debido y atento discernimiento de las mismas;
Por el presente, para gloria de la Santísima Trinidad,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, bien de la Iglesia de Dios que
peregrina en Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro, y
bien de los habitantes todos de estas islas occidentales de
8
Canarias, en virtud de nuestras facultades ordinarias, a tenor
del cn 466 del Código de Derecho Canónico, suscribimos las
propuestas presentadas, las aprobamos como constituciones
sinodales, tal y como aparecen publicadas, por mandato
nuestro, en el Boletín Oficial de este Obispado, y las promulgamos en los siguientes términos:
1. Las constituciones del I Sínodo Diocesano de San
Cristóbal de La Laguna entrarán en vigor el día 14 de septiembre, Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz y del
Santísimo Cristo de La Laguna.
2. Las normas sinodales constituyen derecho particular
en la diócesis y tienen valor para todo el territorio diocesano.
Su aplicación se establecerá progresivamente mediante las
disposiciones y los decretos que sean oportunos.
3. Con la entrada en vigor de las presentes constituciones sinodales, quedan abrogadas las normas diocesanas y las
costumbres contrarias a las mismas, prohibiéndose, para el
futuro, cualquier iniciativa opuesta.
4. La interpretación auténtica de las constituciones
sinodales y de las normas diocesanas queda reservada al
Obispo diocesano, escuchado, cuando él lo estime oportuno,
el Colegio de Consultores.
5. Invitamos a todos los fieles, especialmente a los
presbíteros, consagrados, consagradas y laicos más comprometidos en la marcha de nuestra Iglesia Diocesana, a
que estudien detenidamente las constituciones del presente Sínodo, se empapen debidamente de su espíritu y con tribuyan a su conocimiento y asimilación por parte del
mayor número posible de fieles con el fin de favorecer un
9
profundo proceso de renovación personal y comunitaria,
un creciente sentido de comunión en la fe y en la acción
pastoral, así como una proyección apostólica y misionera
cada vez más incisiva que lleve a nuestra sociedad los valores del Evangelio.
Dado en Candelaria, a los pies de la Imagen de la Virgen
de Candelaria, Patrona de Canarias, el día dos de Febrero de
1999, Fiesta de la Presentación del Señor.
† Felipe Fernández García
Obispo de Tenerife
Por mandato de su Excia. Rvdma.
Ismael Rodríguez Hernández
Secretario Canciller
10
CARTA PASTORAL
“EL ESPÍRITU SANTO Y NOSOTROS”
1. Desde el momento mismo en que pensé en un posible Sínodo Diocesano, pensé en el Espíritu Santo. Desde el
momento mismo en que invité a todo el Pueblo Santo de Dios
a manifestarme su opinión sobre la oportunidad o no de un
Sínodo Diocesano, lo hice consciente de que sólo con la gracia del Espíritu Santo sabríamos discernir lo que Dios quería
de nosotros (cf. ¿Hacia un Sínodo Diocesano?, nº 11).
Cuando anuncié públicamente la convocatoria del Primer
Sínodo en la historia de nuestra diócesis, lo hice «plenamente confiado en la luz, la fuerza y el aliento del Espíritu Santo».
Y cuando comenzamos a dar los primeros pasos preparatorios del Sínodo, los entendí como una aventura espiritual que
nos disponíamos a vivir «bajo la acción y el influjo del
Espíritu Santo» (cf. Hacia el Primer Sínodo de nuestra
Iglesia Diocesana, nº 9).
2. De hecho, a lo que podemos entender, nuestra aventura sinodal ha transcurrido así. De hecho, nuestro Sínodo no
hubiera podido iniciarse nunca ni, menos, concluirse sin la
presencia y la acción constante del Espíritu Santo. De hecho,
la invocación al Espíritu Santo por parte de la Iglesia
Diocesana ha sido una nota fielmente mantenida a lo largo
11
del proceso sinodal (cf. Oración del Sínodo), con especial
intensidad en la última etapa. De hecho, aquel sueño que
llevábamos dentro del alma desde el momento mismo de
comenzar a recorrer el camino sinodal, el sueño de poder llegar a decir un día: Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros... (Hch 15,28) se hizo realidad el día 8 de diciembre de
1998, cuando en la Santa Iglesia Catedral, concluidas las
sesiones de la Asamblea Sinodal Diocesana, me fueron presentadas las propuestas aprobadas. En esas propuestas, por
mí ahora suscritas y promulgadas como constituciones sinodales, no es difícil percibir la presencia del Espíritu. En ellas,
es el mismo Espíritu el que se hace presente para orientarnos,
corregirnos, encaminarnos, impulsarnos, alentarnos...
Si uno de los objetivos principales de la preparación al
Jubileo del Año 2.000 es, en palabras de Juan Pablo II, «el
reconocimiento de la presencia y de la acción del Espíritu,
que actúa en la Iglesia tanto sacramentalmente, sobre todo en
la Confirmación, como a través de los diversos carismas, tareas y ministerios que Él ha suscitado para su bien» (TMA 45),
cuantos formamos parte de esta Iglesia de Dios, que peregrina en Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro, hemos tenido un momento singularmente rico para percibir esa presencia y esa acción: la feliz celebración del Primer Sínodo en la
historia de nuestra Diócesis.
Sólo el Espíritu Santo, el Gran Don del Padre y del
Hijo, ha podido suscitar y sostener tantas iniciativas, tantos
esfuerzos, tanta entrega, tantos carismas, tanta ilusión, tanta
perseverancia, tanta esperanza, tanta concordia y tanta unidad, por encima de nuestras limitaciones y deficiencias, en
un clima de participación, libertad y responsabilidad, como
han sido necesarios desde el momento mismo de comenzar a
recorrer el camino sinodal con la recogida de datos y la selección de temas hasta llegar a su clausura después del largo e
12
intenso trabajo de los grupos sinodales y de las sesiones sinodales propiamente tales.
Y como ello ha sido así, bueno es dejar constancia de
ello. Cuanto en el Concilio Vaticano II, recogiendo el testimonio de las Escrituras y de la Tradición, se nos dice sobre la
presencia del Espíritu Santo en la Iglesia (cf. por ejemplo, LG
4; AG 4), hemos podido verlo con especial claridad en este
momento privilegiado de la Iglesia Diocesana que ha sido
nuestro Sínodo. Nunca debiéramos olvidarlo.
3. Pero, al acentuar, como es justo, la presencia y el
protagonismo absolutamente singular del Espíritu Santo en
la aventura de nuestro Sínodo, no puedo ni quiero dejar oscurecida la contribución del «nosotros». Si el acontecimiento
sinodal ha sido posible, gracias, sin duda, muy por encima de
todo, a la acción del Espíritu Santo, también lo ha sido, sin
que esto signifique situarnos en el mismo plano, gracias al
«nosotros» de la Iglesia Diocesana, gracias a que en nuestra
Iglesia Diocesana han sido muchos los presbíteros, consagrados, consagradas y laicos, que han dicho «sí» al Espíritu
Santo, «sí» al Sínodo, y han dejado en el camino mucho tiempo, estudio, esfuerzo, docilidad, sacrificio, oración, generosidad, amor...
Cuando concluyó la reunión eclesial que se nos describe en el libro de Los Hechos, c 15, se menciona, junto al
Espíritu Santo, el «nosotros» de la Iglesia, ese «nosotros» en
el que estaban incluidos, con los apóstoles y los presbíteros,
«los hermanos», es decir, los demás miembros de la Iglesia.
También en nuestro caso ha ocurrido lo mismo. Gracias a la
fe, la esperanza, la disponibilidad, la entrega de una gran porción de nuestra Iglesia Diocesana, la entrega de muchos «hermanos», ha sido posible nuestro Sínodo. Tampoco debiéramos olvidarlo.
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4. ¿El fruto? No poco fruto, difícil de medir, ha quedado recogido ya en el corazón de muchos diocesanos.
Pensemos, por ejemplo, en todo lo que ha sido crecer en información sobre la vida de la Iglesia y en un mayor conocimiento de la misma, avanzar en una mejor formación cristiana y
eclesial, vivir gozosamente una experiencia de fe, participación, diálogo, oración, comunión eclesial, sensibilidad apostólica... ¿Quién podría contar los frutos que, desde estas y otras
perspectivas, nos ha regalado el Señor a lo largo del recorrido
sinodal? Muchas veces lo decíamos mientras veníamos de
camino: Aunque no hubiera habido más, aunque no hubiésemos podido llegar a la fase conclusiva, aunque sólo hubiese
sido por todos estos frutos, ya hubiera merecido la pena
ponernos en el camino sinodal.
5. Ahora bien: Gracias al Espíritu Santo y a nosotros,
ha habido más. Y ese algo más son las propuestas aprobadas
por la Asamblea Sinodal. Las propuestas que, suscritas y promulgadas ahora por mí, están llamadas a ser, desde hoy y
para los próximos años, señales de orientación y marco de
actuación, criterios de espiritualidad diocesana, cantera de
proyectos pastorales en todos los niveles, normas de comportamiento personal e institucional en nuestra diócesis.
Es evidente que no todas las propuestas son de la
misma naturaleza. Y es algo que conviene tener muy en cuenta a la hora de afrontarlas. Hay un tipo de propuestas, que
podríamos englobar bajo el denominador de criterios teológico-pastorales. Tales criterios son vinculantes para cada uno
de nosotros, no en virtud de nuestro Sínodo, sino en virtud
de las enseñanzas mismas de la Iglesia. Valga, como ejemplo,
la propuesta que nos habla de «presentar, según la LG II, a la
Iglesia como Pueblo de Dios, que orienta su mirada a lo que
es común a todos los que formamos parte de él. Tener claro
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que la igualdad de todos los creyentes -ordenados, consagrados, consagradas o laicos- es anterior a los variados ministerios que desempeñamos para la edificación de la Iglesia (LG
32)». O valga aquella otra que nos invita a «valorar los tiempos litúrgicos fuertes como una manera pedagógica para
introducirnos en el misterio entero de Cristo, asumiendo el
ritmo y el sentido propios de cada uno de los tiempos».
Hay otro tipo de propuestas que son, más bien, llamadas espirituales o sensibilización de actitudes que cultivar
y que tienen, igualmente, sentido por sí mismas. Valgan,
como ejemplo, la llamada a una «profunda vida de oración»,
a la «necesaria coherencia fe-vida», o la invitación repetida a
tener un talante de acogida, cercanía, servicialidad. Estas llamadas y estas actitudes son como un programa siempre
abierto a la docilidad, fidelidad y generosidad de cada uno de
nosotros, y a cada uno nos corresponde, con la gracia de Dios,
intentar traducirlas en vida.
Hay, finalmente, otro tipo de propuestas que son, propiamente líneas operativas , postulados de acción. Y en este
tercer marco, podemos distinguir, todavía, dos clases: Unas
propuestas operativas que recuerdan la legislación ya vigente de la Iglesia y la urgen -piénsese, por ejemplo, en la alusión
a que haya efectivamente consejos parroquiales de asuntos
económicos en todas las parroquias- y otras, en cambio, más
propias de nuestra diócesis como, por ejemplo, cuando se
pide la creación de un determinado secretariado, la potenciación o puesta en marcha de determinados cauces de formación, la publicación de una Hoja Diocesana... Es aquí, en este
nivel, donde, por una parte, cuanto se urge, de lo que está ya
mandado por la Iglesia, debemos intentar ponerlo en práctica inmediatamente, si aún no lo hemos hecho y, por otra, en
cuanto a lo que puede ser normativa específica nuestra,
hemos de intentar, en bien de la comunión diocesana, aplicarla unidos bajo las orientaciones diocesanas.
15
En todo caso es claro que, en el marco de las constituciones sinodales, hay propuestas que todos y cada uno de
nosotros podemos y debemos meditar, intentar asimilar y
vivir, con la gracia de Dios, lo más fielmente posible ya, y
que, si se han formulado en el Sínodo, es porque son llamadas del Señor, aquí y ahora, a nuestra Iglesia, a cada uno de
nosotros. Otras propuestas urgen normas establecidas firmemente por la Iglesia en el nivel universal. A cada uno de
nosotros nos corresponde revisar en qué medida nos afectan
para cumplirlas. Finalmente, hay otras muchas propuestas
que responden a necesidades peculiares de nuestra diócesis
y a todos nos incumbe, en la medida en que nos atañen, aplicarlas debidamente para bien de nuestra Iglesia. En este caso,
es preciso hacerlo cuidando con especial atención no sólo su
cumplimiento sino también la comunión. Y todo ello, como
dije en mi homilía de clausura, no como una carga sino como
una gracia, no como un peso sino como una ayuda en nuestro caminar de cada día.
6. Desde esta perspectiva conviene recordar el doble
marco en el que nacen y se promulgan las presentes constituciones sinodales: Por una parte, el marco del Concilio
Vaticano II; por otra, el contexto de los cambios sociales, culturales y religiosos que está atravesando nuestra sociedad
canaria (cf. Hacia el primer Sínodo de nuestra Iglesia
Diocesana, nº 6 y 7).
En cuanto al Concilio Vaticano II, sin menosvalorar, en
modo alguno, el esfuerzo de asimilación que a lo largo de
estos más de treinta años se ha venido realizando en nuestra
diócesis por unos caminos o por otros -y justo es recordar en
esta perspectiva la Asamblea Diocesana, 1989, realizada bajo
el pontificado de mi antecesor, Mons. D. Damián Iguacen
Borau- me atrevo a afirmar que el acontecimiento sinodal ha
sido, sin ninguna duda, el mayor esfuerzo de recepción que
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se haya hecho nunca por parte de toda la diócesis, no ya del
Concilio Vaticano II, sino de otros documentos de excepcional importancia en la vida de la Iglesia posconciliar como
son, por ejemplo, el Nuevo Código de Derecho Canónico y el
Catecismo de la Iglesia Católica.
Las constituciones de nuestro Primer Sínodo
Diocesano, aunque no lleven muchas veces la cita adjunta,
han sido posibles y sólo pueden entenderse, entre otros factores, gracias al Concilio Vaticano II, al Magisterio de la Iglesia,
especialmente el de estos años posconciliares, y a la legislación actualmente vigente en la Iglesia Católica. En este mismo
contexto, dentro de la fe común y la común disciplina de la
Iglesia, han de ser leídas e interpretadas, como puede deducirse, fácilmente, de las introducciones doctrinales que las
preceden y que se publican bajo la personal responsabilidad
de sus autores.
En cuanto a los cambios sociales, culturales y religiosos por los que está atravesando nuestra sociedad canaria,
obvio es que han sido tenidos en cuenta como telón de fondo
siempre, y, en no pocos casos, como primer plano a la hora de
la reflexión, el discernimiento, la proposición. Baste aludir a
cuestiones como la piedad popular, el mundo de las sectas, la
pobreza y la marginación social, el fenómeno del turismo, la
movilidad demográfica... Nuestro Sínodo no ha ignorado esta
realidad y ha querido formular respuestas.
En este sentido se puede decir que, en el Sínodo, nuestra Iglesia Diocesana se ha revelado con singular esplendor
como sacramento de salvación en favor de los hombres y
mujeres de nuestras islas, especialmente de los más pobres,
sacramento del Reino de Dios aquí y ahora, sacramento del
Evangelio de Jesucristo, el crucificado y el resucitado, desde
el cual quiere contribuir generosamente a construir una
nueva sociedad y un mundo más habitable para todos.
17
Emerge, así, de las propuestas aprobadas, una Iglesia
que quiere ser humilde, pobre, orante, abierta a la sabiduría
de la cruz, viva, dinámica, participativa, libre, fiel, servidora,
ecuménica, misionera... Una Iglesia que pide cristianos
humildes, pobres, orantes, abiertos a la sabiduría de la cruz,
ricos en vida evangélica, dinámicos, participativos, libres,
fieles, servidores, ecuménicos, misioneros... ¡Todo un camino
para nosotros!
7. Recordado el marco en el que nacen y se promulgan
las constituciones de nuestro Primer Sínodo Diocesano, no
está de más tener también presente el horizonte que nos espera: El Jubileo del Año 2.000 y, en definitiva, el siglo XXI, casi
ya a las puertas.
En efecto, por una parte, el acontecimiento sinodal ha
sido, sin lugar a dudas, una preciosa manera, la mejor manera que hubiéramos podido pensar, de prepararnos al Gran
Jubileo del Año 2.000. En comunión con la Iglesia Universal
y con su cabeza visible, el sucesor de Pedro, nuestra Iglesia
Nivariense se ha dispuesto interiormente para acoger la gracia del Jubileo y se ha fortalecido con nuevas energías del
Espíritu para anunciar al mundo la Buena Noticia de
Nuestro Señor Jesucristo, el único Salvador del mundo, ayer,
hoy y siempre.
Por otra parte, el siglo XXI está ya, casi, llamando a
nuestra puerta con su nuevo mundo, los nuevos interrogantes y los nuevos retos que le esperan a la Iglesia.
¿Por dónde caminar en esa hora?
Sin quedar encerrada en ningún momento de su historia, no me cabe la menor duda de que en las constituciones
sinodales de nuestro Sínodo se le han señalado a nuestra
Iglesia los caminos y las pautas que está llamada a seguir. En
este sentido, haber podido celebrar nuestro Primer Sínodo,
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justamente en el cambio de siglo, me parece un nuevo regalo
del Señor a nuestra Iglesia Diocesana que nunca sabremos
agradecerle debidamente.
8. El Espíritu Santo y nosotros... Como singular fruto
de ambos, aunque sin confundir los distintos planos, hay que
leer las constituciones sinodales.
Porque creemos que son un fruto del Espíritu Santo,
podemos confiar que están en ellas los deseos del Espíritu
para nuestra Iglesia, lo que el Espíritu dice hoy a nuestra
Iglesia, lo que aquí y ahora está llamada a vivir y hacer nuestra Iglesia (cf. Ap 2 y 3).
Porque son fruto de nuestra cooperación con el
Espíritu, son también nuestras y son reflejo del momento presente de nuestra Iglesia Diocesana. Son muchas porque era
mucho lo que se quería decir; son sencillas y espontáneas
porque se quiso recoger y respetar, en cuanto fue posible, las
aportaciones más sencillas y espontáneas; hay aspectos que
se reiteran más de una vez porque se prefirió repetir a omitir;
son perfectibles porque no se buscó con tanto ahinco la perfección de la forma cuanto la fidelidad a lo propuesto; son
variadas y ricas, realistas y humildes, exigentes y viables,
esperanzadoras. Son las nuestras. Las que aquí y ahora nos
hemos dado nosotros bajo la acción del Espíritu Santo. Las
que marcan un hermoso camino en nuestra Iglesia: el camino
concreto que veníamos buscando y que estaba apuntado
desde el comienzo con las tres palabras del logotipo de nuestro Sínodo: renovación, comunión y misión.
9. Al leer las constituciones sinodales, no debiéramos
olvidarnos fácilmente de estas tres palabras. Porque son, sin
duda, clave correcta de su lectura e interpretación. Cuanto
favorezca la verdadera renovación personal, eclesial y social
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está en la línea de nuestro Sínodo. Cuanto favorezca la comunión eclesial está en la línea de nuestro Sínodo. Cuanto favorezca la misión, el anuncio de Cristo Salvador a los hombres
y mujeres que no lo conocen o están, por cualquier causa,
cerrados a Él, está en la línea de nuestro Sínodo. Cuanto dificultare o perjudicare la renovación, la comunión y la misión
estará en contra de nuestro Sínodo. El mensaje que el Santo
Padre tuvo a bien enviarnos con ocasión de la clausura, mensaje que tanto agradecimos y agradecemos, y al que quisimos
responder con nuestros mejores sentimientos de filial y gozosa comunión, confirma lo acertado de nuestros propósitos y
nos alienta a proseguirlos.
10. El Espíritu Santo y nosotros... La hermosa expresión del Libro de Los Hechos recoge bien nuestra experiencia
sinodal, el camino que hemos venido haciendo juntos gracias
a la luz, la fuerza y el aliento del Espíritu Santo, y gracias
también a la cooperación de tantos presbíteros, religiosos,
religiosas y laicos de nuestra Iglesia Diocesana.
Ahora bien: Si me he atrevido a poner tales palabras
como título de estas líneas, no ha sido solamente como fórmula de presentar el camino sinodal propiamente tal, concluido ya, sino como señal también de orientación para el
futuro, para la etapa que ahora se abre, la etapa de la puesta
en práctica de las constituciones sinodales.
Es preciso saberlo y tenerlo en cuenta desde el
momento mismo en que pensamos traducir en vida las disposiciones sinodales. En la etapa que ahora se abre, no podemos olvidarnos del Espíritu Santo, que el Padre y el Hijo han
regalado a su Iglesia y nos han regalado a nosotros. Sin el Don
del Espíritu Santo, sin contar con el Espíritu Santo, «Señor y
dador de vida» (Credo de la Iglesia), todas las constituciones
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sinodales quedarían en letra muerta. Es preciso, pues, que la
invocación al Espíritu Santo que, probablemente, creció en
nuestra diócesis a lo largo del camino sinodal, especialmente
en la última etapa, continúe viva, constante y ferviente. Ojalá
nos quedase, como una gracia más y bien singular del
Sínodo, una mayor devoción por parte de todos los diocesanos al Espíritu Santo. Su presencia y su influjo a la hora de
aplicar las orientaciones del Sínodo nos son también absolutamente necesarios. Él es, nos lo ha recordado el Papa a las
puertas del Tercer Milenio, «el agente principal de la nueva
evangelización» (TMA 45).
Pero tampoco aquí lo va a hacer todo el Espíritu Santo.
También aquí es necesario el «nosotros». También aquí es
imprescindible la cooperación de todos, si queremos hacer
realidad en nuestra vida personal, en la vida de nuestras
comunidades cristianas y en la vida de nuestra Iglesia
Diocesana, los principios y disposiciones del Sínodo. Y, por
eso, también aquí me atrevo a subrayar la necesidad del
«nosotros», la necesidad de que cada uno de nosotros nos sintamos y seamos corresponsables de la puesta en marcha del
Sínodo en nuestra diócesis, cada uno desde donde esté en la
Iglesia. Cada uno según su vocación y misión.
Desde esta perspectiva, bien puede decirse que el
camino continúa. El caminar juntos, unidos en el mismo
Espíritu y guiados por el mismo Espíritu, sigue abierto. Y
nuestra cooperación con el Espíritu Santo, plenamente dóciles a lo que aquí y ahora el Espíritu ha dicho a nuestra Iglesia,
sigue siendo no menos necesaria que lo fue en el recorrido
sinodal.
11. El Espíritu Santo y nosotros... En manos de María,
Madre del Señor y Madre de la Iglesia, quiero dejar la riqueza espiritual y pastoral que estas constituciones, como
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pequeñas semillas, llevan en su seno con la plena confianza
de que ella no dejará de acompañarnos maternalmente en
todo momento. «Ella, la Madre del amor hermoso, ha escrito
Juan Pablo II, será para los cristianos que se encaminan hacia
el Gran Jubileo del tercer milenio la estrella que guía con
seguridad sus pasos al encuentro del Señor» (TMA 59).
No puedo por menos de recordar igualmente, y una
vez más, a nuestros Beatos, P. José de Anchieta, Pedro de
Betancur, Ignacio de Acevedo y compañeros, mártires de
Tazacorte, a cuya intercesión encomiendo el futuro de nuestra Iglesia Diocesana y el fruto de nuestro Sínodo.
Que Santa María y nuestros Beatos intercedan por
nosotros en este momento tan especial: cuando acabamos de
celebrar el Primer Sínodo Diocesano de su historia, en vísperas ya del Gran Jubileo del Año 2.000 y a las puertas del siglo
XXI. Para gloria de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
San Cristóbal de La Laguna, a 2 de Febrero de 1999,
Fiesta de la Presentación del Señor.
† Felipe Fernández García
Obispo de Tenerife
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