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RAÍCES CRISTIANAS DE LA
CULTURA
Curso para la obtención de la DECA
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2009/2010
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1. EL VALOR DE LA PERSONA HUMANA Y SUS REPERCUSIONES EN LA EDUCACIÓN
“El hombre es la única criatura a la que Dios ha amado por sí misma” (Gaudium et spes, 24).
Estas palabras pronunciadas en el Vaticano II recogen una realidad evidente para el
cristianismo: el valor inestimable del ser humano, su dignidad. Somos personas. No podemos
er utilizados, manipulados, tratados como objetos, como medios.
Este es un mensaje muy actual, que tiene importantes repercusiones en las relaciones
humanas, y, en concreto, en la educación. ¿Qué significa ser amados y creados por Dios?
¿En qué consiste el pleno desarrollo de la personalidad? ¿Qué modelo de persona está
presente en la escuela?.
Hay que ayudar a los niños, teniendo en cuenta el progreso de la psicología, de la pedagogía
y de la didáctica, para desarrollar armónicamente sus condiciones físicas, morales e
intelectuales, para que adquieran un sentido pleno de responsabilidad en la búsqueda de la
verdadera libertad y en la construcción de la cultura.
Hay que prepararles para la participación en la vida social para que puedan participar
activamente en los diferentes grupos de la sociedad humana, estén dispuestos para el diálogo
con los otros y presten su colaboración para el bien común.
2. LOS MODELOS DE PERSONA EN LA EDUCACIÓN
a) Educar: nuestra tarea
Nuestra labor como educadores nos poen cada día en contacto con numerosas personas:
nuestros alumnos, los compañeros, las familias… niños, jóvenes, adultos, todos distintos,
todos originales, todos poseedores de una enorme riqueza que vamos intercambiando y de la
que todos nos beneficiamos.
b) Educamos para el pleno desarrollo de la persona humana
Los fines de nuestro sistema educativo están marcados en la Constitución Española cuando
afirma: “La educación tiene por objeto el pleno desarrollo de la persona” (Art. 27.2). Ahora
bien, cualquier proyecto educativo está marcado por el tipo de hombre que se quiere formar y
por el modelo de sociedad al que se pretende construir, en concreto por los fines que quiere
lograr”; por eso hemos de preguntarnos: ¿Qué antropología filosófica fundamenta nuestra
teoría pedagógica? ¿Qué modelo de persona subyace en la propuesta educativa de la LOE?.
La respuesta inicial parecer clara: un hombre/mujer competente. Pero… ¿competente para
qué? ….
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c) Modelos de persona y modelos educativos
En una aproximación general podemos decir que las diferentes concepciones antropológicas
nos acercan a dos modelos de persona:
1. Modelo del hombre clausurado: Que es el propuesto por los materialismos y las
filosofías reduccionistas.
2. Modelo del hombre abierto: Que es el propuesto por quienes reconocen el hecho
religioso, el ansia de infinito, la apertura a la trascendencia.
d) Tres modelos de persona/educación en la cultura actual: antropologías del siglo XX
d.1 Materialismo y evolucionismo: El materialismo se difunde desde los siglos XVIII y XIX,
aportando una revolución radical en la imagen del hombre. El hombre es una realidad material
como todas las otras cosas y está sujeto a las mismas leyes que el resto del mundo. En esta
atmósfera aparece la teoría evolucionista.
Desde esta visión toda filosofía, moral o religión, son “montajes ideológicos” (religión como
opio del pueblo). Pero la realidad es que para esta doctrina, el hombre es sólo un “conjunto de
relaciones sociales”. El hombre concreto, en cuanto persona individual queda relegado,
convirtiéndose en una simple función dentro del progreso de la sociedad.
d.2 Existencialismo y personalismo: La filosofía existencialista se inciia con Kierkegaard
(1813-1855) a quien interesa el hombre individual y concreto en la totalidad de su experiencia
personal. El hombre cobra conciencia de sí mismo cuando se sabe abierto a Dios y liberado
por Dios de sus culpas y angustias. La existencia humana significa una “existencia delante de
Dios”.
En el extremo opuesto está Nietzsche (1844-1890) quien protesta contra el cristianismo en
nombre de la humanidad. La vida es el valor supremo, pero considerada de un modo
biológico, natural. El objetivo es el superhombre, señor y dominador por encima del bien y del
mal, sostenido por la voluntad de poder, por lo que proclama: “Dios ha muerto”.
d.3 Fenomenología y ontología del hombre: Son aquellas filosofías que pretenden aclarar
la singularidad del ser espiritual personal y la posición singular del hombre en el conjunto del
mundo y de l vida, en un esfuerzo por analizar la esencia del ser humano (Scheler 18741928). Son filosofías fundadas en la tradición cristiana (especialmente en el tomismo) que se
esfuerzan por llegar a una valoración metafísica del ser humano.
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e) Vacío espiritual provocado por el ateísmo
El marxismo había prometido desenraizar del corazón humano la necesidad de Dios; pero los
resultados han demostrado que no es posible lograrlo sin trastocar ese mismo corazón.
El vacío espiritual provocado por el ateísmo ha dejado sin orientación a generaciones de
jóvenes, sin un sentido claro del sentido de sus vidas y al margen de las raíces religiosas de la
cultura de sus pueblos. Sin un mínimo interés por la dimensión trascendente del ser humano y
sin necesidad de la búsqueda del bien, la bondad, la belleza…
f) El desarrollo entendido bajo una dimensión humana integral
El desarrollo no debe ser entendido de manera exclusivamente económica, sino bajo una
dimensión humana integral. No se trata solamente de elevar a todos los pueblos al nivel del
que gozan hoy los países más ricos, sino de fundar sobre el trabajo solidario una vida más
digna, hacer crecer efectivamente la dignidad y la creatividad de toda persona, su capacidad
de responder a la propia vocación y, por tanto, a la llamada de Dios.
Hay que invertir los términos y reconocer íntegramente los derechos de la conciencia
humana, vinculada solamente a la verdad natural y revelada. En el reconocimiento de estos
derechos consiste el fundamento primero de todo ordenamiento político auténticamente libre.
Es importante reafirmar este principio por varios motivos:
-
Por el riesgo de nuevos totalitarismos
Por la propaganda de valores puramente utilitarios
Por las nuevas formas de fundamentalismo religioso
g) Nuestra responsabilidad histórica
Aquí desempeña un importante papel la propuesta del humanismo cristiano, de la enseñanza
religiosa escolar. Tenemos la responsabilidad histórica de presentar el Evangelio, la “buena
nueva” de una forma de vida fundada en la dignidad de todo hombre y mujer, de cualquier
raza, nación o credo, la “buena nueva” del valor de la persona humana que no puede ser
manipulada, degradada, convertida en objeto..
La situación espiritual de nuestro tiempo, en el que se padece el vacío y la falta de sentido,
hace más necesaria que nunca la educación religiosa que responde a la apertura a la
trascendencia. La experiencia religiosa supone en el hombre el ejercicio de la dimensión
espiritual en sus diferentes aspectos (racionalidad, libertad, responsabilidad…)
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La experiencia religiosa influye sobre el conjunto de la vida de la persona y se expresa con las
categorías de la época en que se vive. Esta expresión supone el diálogo de la fe con la
cultura, colaborando en la creación de una cultura y un hábitat cada vez más digno del ser
humano. Esta es la tarea preferente de la enseñanza religiosa escolar.
3.- CREADOS POR AMOR
1. La iniciativa de Dios
El punto de partida de a concepción del hombre desde una perspectiva cristiana siempre es el
amor y la acción de Dios. La concepción antropológica del cristianismo se fundamenta en la
creación de Dios, por amor. Cada uno de nosotros somos queridos y amados por Dios desde
siempre. Él tiene un proyecto de felicidad para la persona humana.
Ni el progreso ni el desarrollo de las ciencias, ni las grandes conquistas de la civilización han
logrado responder o acallar las cuestiones fundamentales sobre nuestro ser y nuestro lugar en
el mundo. La pregunta fundamental de todos los hombres es: ¿cómo se realiza este llegar a
ser hombre? ¿cómo se aprende este arte de vivir? ¿cuál es el camino de la felicidad?
No podemos identificarnos con un modelo de hombre clausurado, porque descubrir el ser
propio, el misterio de la persona, es siempre una necesidad que se traduce en un búsqueda
continua de su ser, su origen y su destino.
La antropología cristiana se fundamenta en la fe en que hemos sido creados por Dios, por su
amor y para el amor. La maravilla de este amor se manifiesta en que soy amado como sujeto,
como persona , por mí mismo.
2. Primer esbozo para un modelo educativo cristiano
- Somos criaturas de Dios, es decir, no somos autónomos, tenemos una dependencia de Él.
No somos dueños de la vida ni de la muerte.
- Dios nos ha hecho partícipes de la vida divina, por eso nuestra plenitud se encuentra en la
comunión con Él.
- La persona humana es una realidad unitaria, que presenta por un lado un carácter mundano,
que le vincula con toda la materia, y por otro un carácter personal, que le hace sujeto capaz
de amar, libertad y responsabilidad.
- Somos superiores al resto de los creado, por tanto sujetos de una dignidad única: no se
puede reducir una persona a sus componentes biológicos o materiales, y , desde luego, no se
puede manipular.
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- Somos responsables de la creación, puesta bajo nuestra tutela y cuidado. Somos
cooperadores de Dios creador.
4.- ¿A QUÉ EDUCAMOS EN CLASE DE RELIGIÓN?
El riesgo es perderse en el bosque de los objetivos inmediatos y distraernos con la práctica de
habilidades, mientras que descuidamos la educación en cuanto nos hace más humanos, más
íntegros, más comunicativos.
Por ello hay una serie de aspectos que hemos de atender prioritariamente desde la ERE:
-
Poner el énfasis necesario en la explicación amplia e íntegra de la esperanza
cristiana (resurrección, vida eterna, etc.), en conexión con una antropología abierta
a la trascendencia.
-
Explicitar bien la estrecha relación existente entre la esperanza escatológica y el
aliento ético de la vida humana en este mundo, evitando el error de considerar la fe
cristiana como escapatoria o evasión de la vida del mundo.
-
Proponer la comunión eclesial como el ámbito en que se puede vivir ya desde
ahora, en la vida sacramental, la futura y plena comunión con Dios.
-
Esclarecer la peculiaridad histórico-social de la mediación de la salvación de Dios
en el contexto de las múltiples ofertas religiosas que hoy se reciben.
5.- LOS PUNTOS CENTRALES DE LA RELIGIÓN CATÓLICA
a) EL AMOR DEL PADRE
El Credo comienza con la confesión de fe en Dios Padre. ¿Quién es este Padre en quien
creemos?.
El pueblo de Israel tuvo conciencia, desde el inicio, de la existencia de un Dios personal.
Tuvo la experiencia de Dios como Padre que guiaba su destino. La paternidad divina con
respecto a Israel se caracteriza por un amor intenso, constante y compasivo. A pesar de la
infidelidad del pueblo, y las consiguientes amenazas de castigo, Dios se muestra incapaz
de renunciar a su amor.
Una paternidad tan divina, y al mismo tiempo tan “humana” por los modos en los que se
expresa, resume en sí también las características
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que de ordinario se atribuyen al amor materno. Las imágenes del Antiguo Testamento en
las que se compara a Dios con una madre, aunque sean escasas son muy significativas..
Jesucristo aparece como el rostro del Padre. En su enseñanza, Jesús, fundándose en su
propia experiencia de Hijo, confirmó la revelación de Dios como Padre. La relación de
Jesús con el Padre es única. Cristo es el Hijo, y vive como tal. Sabe que el Padre lo
escucha siempre; sabe que manifiesta a través de él su gloria. El evangelio de Marcos nos
ha conservado el término arameo “Abbá”, con el que Jesús invocó al Padre.
En virtud de la muerte y resurrección de Jesús, Hijo único del padre, también nosotros,
como dice San Pablo, somos elevados a la dignidad de hijos y poseemos en Espíritu
Santo.
Características del amor del Padre
1. Un amor exigente: El amor convoca al amor. Por eso, el amor que Dios Padre siente
por nosotros no puede dejarnos indiferentes; más aún, nos exige corresponder a él con
un compromiso constante de amor.
2. Un amor compasivo. El perdón: El Antiguo Testamento nos presenta, de diversas
maneras, cómo el amor de Dios es compasivo y misericordioso: “como un padre siente
ternura por sus hijos, sient el Señor ternura por sus fieles”. En el Nuevo estamento, el
perdón de Dios se manifiesta a través de las palabras y los gestos de Jesús. Tomando
distancia contra algunas tendencias religiosas caracterizadas por una hipócrita
severidad con respecto a los pecadores, explica en varias ocasiones que la
misericordia de Dios es grande con respecto al que se equivoca.
3. La paternidad de Dios conlleva nuestra fraternidad: El misterio de la “vuelta a casa”
expresa admirablemente el encuentro entre el Padre y la humanidad, entre la
misericordia y la miseria, en un círculo de amor que no atañe sólo al hijo perdido, sino
que se extiende a todos. La experiencia de la paternidad de Dios conlleva la aceptación
de la fraternidad, precisamente porque Dios es Padre de todos, incluso del hermano
que se equivoca.
4. Testimoniar a Dios Padre. Respuesta al ateísmo y la indiferencia del mundo
moderno. El testimonio del verdadero rostro de Dios Padre es precisamente la
respuesta más convincente al ateísmo, lo que no excluye la correcta presentación de
los motivos de orden racional que llevan al conocimiento de Dios.
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B) LA GRACIA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
La Iglesia confiesa desde el principio la fe en Jesucristo; fe que se recoge en las himnos
cristológicos (Hb 1, 1-4; Col 1-15-20). También nosotros hoy nos sentimos interpelados por la
misma pregunta que hace casi dos mil años el Maestro dirigió a Pedro y a los discípulos que
estaban con Él. “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?”, “Y ustedes, ¿quién dicen
que soy yo?”.
También nosotros, para llegar al encuentro con el resucitado, como los discípulos de Emaús,
necesitamos hacer un camino con Él, a su lado, a su escucha…
¿Cómo acercarnos a Jesús?
Ante Jesús no podemos contentarnos con una simpatía simplemente humana, ni es suficiente
considerarlo sólo como un personaje digno de interés histórico. Hay muchas formas de
acercarse a Jesús -que frecuentemente caen en reduccionismos- pero solo existe una
posibilidad de encontrarse realmente con Él: la adhesión a su persona en el reconocimiento
de quién es: el Cristo. Nos acercamos a Jesucristo cuando nos percatamos de que Él no es el
mensajero, sino el mensaje mismo.
Jesucristo Hijo del Hombre
Jesucristo, Hijo del Hombre e Hijo de Dios: éste es el tema central sobre la identidad del
Mesías. Cuando Jesús utiliza el título “Hijo del Hombre” para habla de sí mismo, recurre a una
expresión proveniente de la tradición canónica del Antiguo Testamento presente también en
los libros apócrifos del Judaísmo. Esta identidad de Hijo del Hombre se presenta en un doble
aspecto: por una parte es representante de Dios, anunciador del Reino de Dios, profeta que
llama a la conversión. Por otra parte, es “representante” de los hombres, compartiendo con
ellos su condición terrena.
Ha venido para servir
El Hijo del Hombre define su misión como un servicio (Mc 10,45). Manifiesta un aspecto
sorprendente del comportamiento de Dios que, a pesar de tener el derecho y el poder de ser
servido, se pone “al servicio” de sus criaturas. Jesús expresa de un modo conmovedor esa
voluntad de servir mediante el gesto de la Última Cena, cuando lava los pies a sus discípulos:
un gesto simb´lico que quedará grabado en la memoria como una norma de vida: “Ustedes
también deben lavarse los pies unos a otros” (Jn 13,14)
Jesucristo, Hijo de Dios
Lo que Jesús hacía y enseñaba, alimentaba en los apóstoles la convicción de que Él no era
sólo el Mesías, sino también el verdadero “Hijo de Dios”. Fueron precisamente algunas de las
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afirmaciones proferidas por Jesús las que suscitaron contra Él la acusación de blasfemia que
le costaría la vida.
Hijo de Dios en la Cruz, único mediador
Como verdadero Dios, llevando su amor hasta el extremo, Jesús da la vida en la cruz por
nosotros. Su condición de verdadero Dios y verdadero hombre hace de Jesucristo el único
Mediador, aquel plenamente capaz de reconciliar al hombre con Dios. Él mismo manifiesta su
papel de único mediador cuando afirma:
Yo soy el camino: Jesús es el camino para llegar al Padre, porque ninguno va al Padre sino
por medio de Él. Jesús es el rostro humano de Dios. Sus palabras, sus hechos, songestos,
son el itinerario seguro para alcanzar la comunión con la divinidad.
Yo soy la verdad: Cristo es la verdad, porque es Dios mismo. Cuando Jesús está ante Pilato
proclama: “Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la
verdad”. La autenticidad de su palabra, sus obras, su vida y su persona proclama la Verdad
que Él mismo es.
Yo soy la vida: El hombre puede tener vida, la puede incluso dar, de la misma manera que
Cristo “da” su vida para la salvación del mundo. Cuando Jesús habla de este “dar la vida” se
expresa como verdadero hombre. Pero Él “es la vida”, porque es verdadero Dios. Lo afirma Él
mismo antes de resucitar a Lázaro: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11,25)
El Misterio Pascual: Redentor y Salvador por su muerte y resurrección
El hecho de que Jesucristo sea Camino, Verdad y Vida, aquel que ha venido para “que
tengamos vida abundante”, está íntimamente relacionado con el misterio del sufrimiento y de
la muerte.
Jesucristo, vencedor de la muerte, ha resucitado y vive para siempre. Esta confesión de fe
nos ha llegado como testimonio fundamental de las primeras comunidades cristianas, que
reconocieron en ello la máxima manifestación del amor de Dios. Su presencia real entre
nosotros, da sentido al dolor, da sentido y plenitud a la vida y es el fundamento de nuestra
propia resurrección.
La redención mediante la cruz
“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no
perezca, sino que tenga vida eterna”. El amor sigue siendo la explicación definitiva de la
redención mediante la cruz. Es la única respuesta a la pregunta “¿por qué?”.
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Ante este misterio podemos decir que sin el sufrimiento y la muerte de Cristo, el amor de Dios
hacia los hombres no se habría manifestado en toda su profundidad y grandeza. El
sufrimiento y la muerte se han convertido, así, en invitación, estímulo y vocación a un amor
más generoso.
La verdad es que no hay un problema que pese más sobre el hombre que el de la muerte y el
sufrimiento; pero por el sufrimiento y la muerte de Cristo, el sentido del sufrimiento humano
cambia radicalmente. En Cristo ha sido eliminada la maldición del mal. Es necesario descubrir
en él la potencia redentora del amor.
La resurrección de Cristo
El primero y mas antiguo testimonio escrito sobre la resurrección de Cristo se encuentra en la
primera carta de San Pablo a los Corintios, en la que el Apóstol habla de la “tradición viva” de
la resurrección de la que él había tenido conocimiento tras su conversión a la entrada de
Damasco.
La resurrección no es un producto de la fe de los apóstoles. La sacudida provocada por la
pasión y muerte en la cruz del su Maestro fue tan grande que algunos de los discípulos no
creyeron inicialmente en la noticia de la resurrección. En todos los evangelios encontramos la
prueba de esto. Lucas, en particular, nos hace notar que cuando las mujeres van a
comunicarle la noticia a los once, todas esas palabras les parecían como desatinos y no les
creían… (Lc 24, 9.11)
La resurrección es el culmen de la revelación. Es el fundamento de la fe cristiana, pues
creemos en Jesucristo vivo y resucitado de la muerte. La resurrección es confirmación de lo
que el mismo Cristo ha “hecho y enseñado”, de la autoridad de sus palabras y de su vida, de
la verdad de su misma divinidad, pues sólo Dios puede vencer a la muerte.
¿Qué es la salvación?: Salvación significa, de hecho, liberación del mal, especialmente del
pecado. El reino de Dios, que en Jesús irrumpe en la vida y la historia del hombre, constituye
el cumplimiento de las promesas de salvación que Israel había recibido del Señor. Jesús, el
Mesías prometido, proclama una salvación que ya comienza aquí. El centro de su mensaje, el
Reino de Dios, es una reino que “está cerca”: en él se cumplen todas las promesas. Esta es la
Buena Noticia; éste es el Evangelio.
Salvados para vivir eternamente: La victoria que Jesús ha logrado sobre la muerte, hace
partícipe a toda la humanidad en la medida que ésta recibe los frutos de la redención. Es un
proceso de admisión a la “vida nueva” a la “vida eterna”, que durará hasta el final de los
tiempos.
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C) LA COMUNIÓN DEL ESPÍRITU SANTO
Jesús nos ha llamado y tratado como amigos, dándonos a conocer todo lo que ha oído al
Padre (Jn 15,15). Para poder penetrar en su mensaje necesitamos la ayuda del Espíritu
Santo, que el Padre nos envía en nombre de Cristo para que nos enseñe y recuerde todo lo
que Él nos ha dicho. El Espíritu actúa en nuestro espíritu.
En el Credo llamado Símbolo niceno constantinopolitano se dice: “Creo en el Espíritu Santo,
Señor y Dador de vida, que procede el Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una
misma adoración y gloria, y que habló por los profetas”
Jesús anuncia la venida del Espíritu Santo: La primera fuente a la que podemos dirigirnos
es un texto de Juan, el llamado “discurso de despedida” de Cristo el día antes de la pasión y
muerte en la cruz. Jesús habla de la venida del Espíritu Santo en conexión con su propia
“partida”; anunciando su venida sobre los apóstoles.
El Espíritu Santo presentado por Jesús, especialmente en el discurso de despedida, es
evidentemente una Persona distinta de Él: “Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito”.
Siendo una persona, le pertenece un obrar propio, de carácter personal. El Espíritu Santo es
la definitiva revelación de Dios como Trinidad. Es revelación de la comunión de amor de las
Personas divinas entre sí y de la llamada a la comunión del hombre con Dios.
El Espíritu Santo: el Dios escondido
Aun actuando en la Iglesia y en el mundo, el Espíritu Santo, no se manifiesta visiblemente, a
diferencia del Hijo, que asumió la naturaleza humana y se hizo semejante a nosotros. El
conocimiento del Espíritu Santo, fundado en la fe en la revelación de Cristo, es mediante la
constatación de su presencia y de su actuación en nosotros y en el mundo.
En Pentecostés, el Espíritu Santo “extiende su sombra” sobre la Iglesia naciente. Lo que
había sucedido en el seno de María en la encarnación, encuentra ahora una nueva
realización. El Espíritu actúa como el Dios escondido. Pentecostés en una “teofanía”, es decir,
una poderosa manifestación de Dios.
La espiritualidad cristiana consiste en acoger toda la vida que el Espíritu nos da. No es un
esfuerzo de autoperfeccionamiento, como si el hombre con sus fuerzas pudiera promover el
crecimiento integral de su persona y conseguir la salvación. El corazón del hombre, herido por
el pecado, es sanado por la acción del Espíritu Santo.
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6.- LA IGLESIA
En muchos sectores de la sociedad (incluidos algunos de nuestros alumnos de la clase de
religión) sigue encontrando acogida la vieja expresión “Jesús sí, la Iglesia no”. Una frase que
plantea el problema de la disociación que se da actualmente entre la persona de Jesucristo y
su fundación: la Iglesia.
Esto nos sitúa ante cuestiones fundamentales: ¿Qué imagen se tiene hoy de la Iglesia?. La
Iglesia que vemos y vivimos ¿es la que Jesucristo quiere?, ¿Cuál es su misión en el mundo
de hoy?.
En esta situación, la expresión de la religiosidad puede caer en dos tentaciones: Primera, el
individualismo religioso que quiere “privatizar” la gracia, reduciendo la religión a una
cuestión que resolvemos “entre Dios y yo”. Y segunda: el sincretismo, una religión a medida,
fabricada con los ingredientes que me parezcan.
Quienes creemos en Jesucristo y hemos sido convocados en torno a Él, tenemos mucho que
aportar en torno a la desorientación existente; tenemos la misión de comunicar a la
humanidad que el plan de salvación de Dios no se reduce a la aportación a cada persona de
una salvación individual, sino que por Cristo, con Él y en Él hemos sido constituidos en Pueblo
de Dios, formamos parte de su Cuerpo, desde el cual recibimos la salvación de Dios, vivo y
presente en medio de nosotros.
La pregunta, entonces es: ¿Cómo podemos ayudar a que las personas que están junto a
nosotros se percaten de esta dignidad de la comunión en Cristo, descubran la realidad íntima
de la Iglesia?
Constatar la realidad del amor es la única forma de penetrar en lo que Jesucristo ha querido y
quiere para su Iglesia: “En esto conocerán que sois discípulos míos: si os amáis los unos a los
otros” (Jn 13,35).
6.1 El Misterio de la Iglesia
Adentrarnos por el camino del Amor, que es Jesucristo, exige una relación personal y
profunda con Él. Seguir a Cristo nos impulsa a suplir la unidad de todos sus seguidores, y de
todos los hombres, en un solo Cuerpo: nos sitúa en la Iglesia.
Al intentar profundizar en qué es la Iglesia, nos encontramos con una realidad que escapa a
nuestra capacidad de comprensión, cuando constatamos que en ella el amor de Dios
permanece a pesar de los defectos. Esta realidad misteriosa y visible es la Iglesia, nuevo
pueblo con el que Dios ratifica una alianza para siempre.
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6.2 Imágenes y manifestaciones de la Iglesia
El Vaticano II nos indicará dos grandes perspectivas: sacramento de salvación y Pueblo de
Dios.
La imagen de Pueblo de Dios se remonta a la elección de Israel, el antiguo Pueblo de Dios
con el que el Señor pactó una alianza. Este pueblo tiene unas características que le
distinguen claramente de todos los grupos religiosos, étnicos, políticos o culturales de la
historia:
-
Es el Pueblo de Dios: Dios no pertenece en propiedad a ningún pueblo.
Se llega a ser miembro de este pueblo no por el nacimiento físico, sino por “el
nacimiento de arriba”, “dela agua y del espíritu”.
Este pueblo tiene por jefe (cabeza)a Jesús el Cristo.
La identidad de este Pueblo es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios.
Su ley es el mandamiento nuevo: amar como el mismo Cristo nos amó.
Su misión es ser la sal de la tierra y la luz del mundo.
Su destino es el Reino de Dios.
6.3 La Iglesia es comunión
La comunión es el eje de toda la vida eclesial, y los atentados contra la comunión uno de los
mayores dramas. Las divisiones internas, los enfrentamientos, las rupturas, desfiguran el
Cuerpo de Cristo. En la vivencia de la comunión está la credibilidad del mensaje que
transmitimos: “Padre, que sean uno para que el mundo crea” (Jn 17,21)
El gran desafío que tenemos es vivir en comunión, signo y sacramento de la unión con Dios,
hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: ésta es la única manera de ser fieles
al designio de Dios y de responder a las esperanzas de nuestro mundo.
6.4 La Iglesia, sacramento universal de salvación
Con esa afirmación queremos expresar que la Iglesia no es sólo estructura visible, es
sacramento, es decir, realidad de la acción salvadora de Dios.
La Iglesia es instrumento de salvación, a través de la predicación de la Palabra y la
celebración de los sacramentos. Esto aparece con claridad en el mandato misionero de Jesús,
que esencialmente es enseñar y bautizar. La Iglesia primitiva entendió a la perfección este
mandato de Cristo: Lo principal de la comunidad eran la enseñanza de los apóstoles y la
fracción del pan. Los creyentes van de ciudad en ciudad anunciando la palabra; la respuesta a
la acogida de esta palabra es la recepción del bautismo.
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Cuando se afirma que la misión de la Iglesia es evangelizar, se está afirmando que por
mandato de Jesucristo, la misión de la Iglesia es anunciar el Reino de Dios; establecerlo en
medio de todas las gentes.
APORTACIÓN DECISIVA DEL CRISTIANISMO A LA CULTURA OCCIDENTAL
(Alfonso López Quintás)
Para aclarar si el Cristianismo ha jugado un papel decisivo y deberá seguirlo jugando
en la configuración de Europa, debemos analizar a fondo las raíces de la cultura europea. No
debemos quedarnos en las meras anécdotas. Las hay muy significativas. Por ejemplo, el
hecho de que los revolucionarios franceses de 1789 se hayan basado en la regla de los frailes
dominicos para redactar una constitución respetuosa con los derechos humanos. Ciertamente,
dicha regla era perfectamente “democrática” avant la lettre, y podía muy bien servir de
modelo. Pero este pormenor histórico, por sugestivo que sea, no puede considerarse como
decisivo en la marcha de la cultura. Lo verdaderamente decisivo son las raíces culturales, o
mejor, tal vez: las fuentes de la cultura, las convicciones radicales que marcan la vía a seguir,
fecundan las más relevantes realizaciones sociales de todo orden, dan sentido a la historia de
los pueblos. El Cristianismo no sólo es raíz de nuestra cultura –en el sentido de que es su
origen en buena medida-, sino fuente de toda vida cultural auténtica que queramos llevar en el
futuro.
Si queremos estar a la altura que exige este tema, no podemos permitirnos la menor
superficialidad, pues de ella arrancan mil malentendidos y prejuicios que perturban el
razonamiento.
La configuración de la vida social
El Cristianismo nace en Israel, dentro de un pueblo de mentalidad oriental, pero crece
en Roma, debido a la orientación que dio San Pablo a su labor apostólica. Allí reciben los
cristianos la mejor herencia griega y latina. Esa herencia es asumida y asimilada sobre todo
en los monasterios, que desempeñaron el papel de refugio de la cultura durante los siglos
“bárbaros”. Es impresionante pensar que durante los siglos I al IX después de Cristo se
elaboró esa maravilla de paz, equilibrio y altísima expresividad que es el canto gregoriano, del
que surgió la música occidental, la sacra y la profana. Que en el desconcierto cultural
provocado por la caída del Imperio romano se haya logrado una cumbre estética y religiosa
fue debido a la capacidad de los monjes de asumir lo mejor de la técnica musical griega –su
teoría de los ocho modos- y de la cultura religiosa y musical de la sinagoga hebrea, e integrar
ambos legados en la corriente de vida espiritual comunitaria suscitada por el Cristianismo.
La cultura -entendida en sentido amplio y profundo- fue fomentada con el fin de
propagar el Evangelio, que es, de por sí, fuente de unidad profunda y amplitud de espíritu. Los
monasterios enseñaron a los pueblos el arte de la agricultura y fertilizaron comarcas enteras;
organizaron la enseñanza de las artes liberales; transmitieron las letras antiguas, mediante un
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organizado sistema de copias. El selecto espíritu de los monjes supo convertir lo que fue un
trabajo de esclavos para los romanos en una labor ascética de gran elevación espiritual, que
todavía hoy nos asombra.
La vinculación al Absoluto, a la Trascendencia
Desde que San Pablo dio el salto de Asia a Europa, en su primer viaje a Grecia, la fe
cristiana abrió a los europeos horizontes nuevos que decidieron su orientación cultural y
espiritual. Por ejemplo, les inspiró un concepto claro, preciso y vivo, de la trascendencia, o,
más exactamente, del Ser Supremo que trasciende todo lo creado y no presenta un carácter
abstracto y difuso sino concreto, incluso personal.
La tensión hacia la Trascendencia en la arquitectura, el arte, la música y la literatura
El arte europeo no se entiende sin el influjo del Cristianismo, no sólo en cuanto a sus
temas sino, sobre todo, en cuanto a su espíritu.
Arquitectura. Es sintomático lo que sucedió en el albor mismo de la arquitectura sacra,
cuando los cristianos de Roma asumieron como base de la construcción de sus iglesias, no el
Panteón romano -de planta circular y espíritu estático-, sino los salones nobles llamados
basílicas, y los transformaron de modo que prevaleciera la directriz horizontal, que orienta la
vista de los creyentes hacia el altar del sacrificio y les hace vivir dinámicamente su espíritu de
peregrinos que marchan hacia la verdadera patria.
Artes plásticas. Las artes plásticas fueron cultivadas con esmero por la Iglesia desde
las pinturas simbólicas de las catacumbas hasta la capilla papal de Juan Pablo II en el
Vaticano, en la cual operan a porfía la teología del icono y la técnica de la pintura mural. La
labor mecenística de la Iglesia a lo largo de la Historia del arte occidental jugó un papel
decisivo en el desarrollo de la arquitectura y las artes plásticas. Por otra parte, la colaboración
de los religiosos y las diócesis en la conservación de los grandes monumentos y obras
artísticas es impagable. A través de todos los vaivenes estéticos del último siglo, la Iglesia
supo impulsar toda suerte de cambios, sin perder el sentido de lo que es auténtico arte.
La música. La música occidental nace con el canto gregoriano y se nutre de su estética
durante buena parte de su historia. El canto gregoriano asume la técnica musical griega de los
ocho modos y la pone al servicio de una mentalidad trascendente, heredada de la sinagoga
hebrea y cultivada fervorosamente en el monacato cristiano.. En el siglo IX llega a su máximo
logro. A partir del siglo XI se hace más popular y parece perder su quintaesencia, pero es
entonces cuando su inmensa vitalidad da lugar a dos estilos nuevos –el trovadoresco y el
polifónico-.
Una vez logrado su máximo esplendor, la polifonía clásica colaboró decisivamente en la
configuración del estilo barroco. Estudiemos las últimas raíces de las obras cumbre de
Haydn, Mozart y Beethoven, y veremos latir en ellas el espíritu cristiano.
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La literatura. Las grandes creaciones literarias europeas nacieron en un clima abierto
activamente al horizonte sobrenatural. No podemos entender a fondo esas cimas que son –
entre muchas otras- La divina comedia del Dante, El burlador de Sevilla de Tirso de Molina, El
Quijote de Cervantes, la Celestina de Rojas, el Fausto de Goethe, Los hermanos Karamazof
de Dostoievski sin la orientación de las gentes hacia un mundo superior, trascendente y
cercano al mismo tiempo, tal como se nos revela en la figura del Verbo Encarnado.
El teatro comenzó en las iglesias y fue llevado a la cumbre por diversos eclesiásticos –
Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca...-, columna vertebral de nuestro Siglo
de Oro. Al mercedario Tirso de Molina se debe uno de los tres tipos teatrales que alcanzaron
renombre universal en toda la historia: Don Juan, el Burlador de Sevilla.
El cultivo de la vida universitaria y del pensamiento
Es sabido que las primeras escuelas y universidades nacieron al amparo de
la Iglesia, dentro de los recintos catedralicios. La fecundidad de esta siembra
cultural resalta en hechos como los siguientes:
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Colaboración constructiva en la política expansiva de Europa
Si prescindimos de prejuicios, no tendremos dificultad en reconocer que
la labor realizada por la Iglesia católica –muy en concreto, por los
religiosos- en las campañas de expansión territorial de los estados
europeos raya en el heroísmo. Limitémonos, por razones de espacio, a
la tarea realizada por los religiosos españoles en el proceso de conquista
y colonización de América.
I. La labor cultural de los misioneros
Como consta en multitud de estudios realizados por profesionales de
la Historia, su labor fue determinante en diversos aspectos.
Colaboraron decisivamente a convertir la conquista, rápidamente, en una
verdadera colonización. Los misioneros no sólo llevaron el evangelio a
América, sino el canto, la arquitectura, las letras, el riguroso saber
universitario, el cultivo de la agricultura... El esfuerzo de los misioneros
por estudiar las lenguas indígenas y elevarlas a un nivel cultural es
altamente ejemplar. Basta recordar la espléndida labor realizada por los
misioneros jesuitas en las famosas Estancias de Argentina, Paraguay y
sur de Brasil para advertir que el trabajo realizado por la Iglesia en el
Nuevo Mundo fue de proporciones gigantescas.
La reivindicación y defensa de los derechos humanos
1. Desde el principio, la Iglesia cristiana colaboró de forma eficiente a la
abolición de prácticas inhumanas como la esclavitud. San Pablo escribe una
carta a Filemón y le insta cordialmente a tratar a su esclavo Onésimo como a
un hermano, a pesar de haber cometido éste una grave falta de disciplina. “Por
eso (...) te suplico a favor de mi hijo al que engendré en la prisión, Onésimo
(...). Pues quizá te fue retirado por poco tiempo, precisamente para que lo
recuperes para siempre, ya no como esclavo, sino como más que esclavo:
como hermano querido, muy querido para mí, cuanto más para ti, tanto en el
orden natural como en el Señor” (Flm 2, 8-16).
La apertura de un campo de libertad investigadora
Incluso la gran ciencia cultivada por Europa con éxito espectacular se
hizo posible, radicalmente, gracias a la idea que nos transmitió el Cristianismo
–bien apoyado aquí en la tradición judaica- de que el mundo fue creado por un
Dios personal trascendente. El mundo finito está muy vinculado a su Creador,
pero es distinto de él, y se rige por leyes propias, que ha recibido a una con su
existencia; merece inmenso respeto, pero no es algo sacro que resulte
profanado si lo sometemos a algún tipo de análisis o experimentación. Más
bien, el hombre tiene el encargo del Creador de poblar el mundo y dominarlo,
en el sentido positivo de investigar las leyes que lo rigen y convertirlo en un
lugar de habitación y encuentro. El hombre, en consecuencia, se distancia del
mundo para conocerlo y perfeccionarlo, no para alejarse de él y destruirlo.
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Necesidad de asumir el pasado cristiano
Descubrir el nexo profundo del Cristianismo y la historia del proceso de
constitución del espíritu europeo requiere una voluntad firme de penetrar en los
estratos donde se fraguan las grandes corrientes culturales. Por eso resulta
penoso que el Presidente de la Comisión encargada de redactar la Constitución
de la Unión Europea sólo cite como fuentes de nuestra cultura a Grecia, Roma
y la Ilustración. Deja de lado nada menos que toda la Patrística y la Edad
Media, a las que debemos –entre otros muchos dones- la transmisión viva y
creadora de la mejor cultura grecolatina y árabe, y -lo que es todavía más
valioso- la configuración de una filosofía original, profunda y sistemática. Suele
decirse que René Descartes es “el padre de la modernidad”. Pero el auténtico
Descartes no puede ser entendido sin conocer a fondo la Edad Media y el nexo
de la razón humana con la trascendencia divina. De ese Descartes abierto a la
trascendencia religiosa dependerá después el mejor Fichte y otros eximios
pensadores europeos. Cuanto más se estudia el pensamiento europeo, más
claramente se advierte que no tiene sentido prescindir del pensamiento
cristiano. No es riguroso; incumple las leyes básicas de la metodología de las
llamadas Ciencias del Espíritu.
Lo que procede hoy día no es olvidar ese pensamiento, sino purificarlo
de malentendidos, incrementarlo hasta desarrollar todas sus virtualidades. No
acabamos de lamentar las desventuras que provocó en Europa el hecho de
que algunas figuras determinantes de su destino hayan tenido una idea
precaria de lo que es y significa la vida religiosa cristiana. Basta pensar en
Hegel y Marx. ¡Qué rumbo tan distinto hubiera tomado Europa si esas mentes
privilegiadas hubieran dispuesto de un conocimiento aquilatado del
Cristianismo! La renovación de Europa habrá de venir por vía de ahondamiento
en sus raíces cristianas, no de ataque a las mismas. Es hora de movilizar la
inteligencia y purificar la voluntad para ver y reconocer esto con la debida
lucidez y decisión.
Resulta, por ello, difícilmente creíble que ciertos grupos sigan
empeñándose en privar a los escolares de un estudio serio de la vida religiosa.
A veces se achaca esta tendencia a un espíritu sectario. Tal vez sea, más bien,
cuestión de ignorancia, unida a cierta indiferencia respecto al papel que juega
la educación en el futuro de la sociedad. Si los niños y los jóvenes desconocen
la religión cristiana y su historia, no podrán adentrarse en el maravilloso mundo
de las artes plásticas, la arquitectura, la música, la literatura, la Historia, las
ciencias sociales, la filosofía, incluso las ciencias fisicomatemáticas, bien
entendidas. Esta penosa exclusión del mundo cultural supone una regresión
calamitosa. A ella se debe, en no pequeña medida, la llamada “catástrofe
antropológica” que muy lúcidos pensadores están delatando en la actualidad.
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