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TEMA: “Un solo corazón y una sola alma”.
CITA BÍBLICA SUGERIDA:
Leer Hechos de los Apóstoles 4,32-37.
“La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma.
Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían
ellos en común. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del
Señor Jesús con gran poder. Y gozaban todos de gran simpatía. No
había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían
campos o casas los vendían, traían el importe de las ventas, y lo ponían a los pies de los apóstoles, y
se repartía a cada uno según su necesidad. José, llamado por los apóstoles Bernabé (que significa:
hijo de la exhortación), levita y originario de Chipre, tenía un campo; lo vendió, trajo el importe y
lo puso a los pies de los apóstoles”.
1. ORACIÓN INICIAL: canto “Amar es entregarse”.
Amar es entregarse, olvidándose de sí,
- buscando lo que al otro pueda hacer feliz. (2)
¡QUÉ LINDO ES VIVIR, PARA AMAR! ¡QUÉ GRANDE ES TENER, PARA DAR!
- DAR ALEGRÍA Y FELICIDAD, DARSE UNO MISMO, ESO ES AMAR. (2)
Si amas como a ti mismo y te entregas a los demás,
- verás que no hay egoísmo que no puedas superar. (2)
2. INTRODUCCIÓN.
El signo primario de la iglesia católica, que Cristo fundó, es la unidad. Ésta es una característica de
las primeras comunidades. Todos los que se adherían a ellas, vivían esta unidad guiados por los
apóstoles, y se caracterizaban por tener “Un solo corazón y una sola alma”, una unidad fundada en
el respeto y la comprensión mutuos. ¿Esta imagen de la iglesia primitiva que nos revela el libro de
los hechos de los apóstoles es la misma que manifiesta actualmente nuestra la iglesia católica?
3. DESARROLLO DEL TEMA.
A. VER:
En un barrio popular de la ciudad vivía una ancianita sola en su casa. Todos los días acudía a la
primera misa de su parroquia. Los fieles la veían con alegría y le saludaban. Hubo un tiempo en que
la ancianita dejó de asistir a misa, cosa que les llamó la atención tanto al sacerdote como a los
feligreses. Después de una celebración eucarística, un grupo de personas, se pusieron de acuerdo
para visitarla. Al llegar a su casa la encontraron enferma y deshidratada; no había ido al médico por
no tener dinero ni quién la acompañara. Al ver sus necesidades hablaron sobre su situación con el
sacerdote y los demás fieles que coincidían en la misa matutina. Pronto buscaron soluciones: se
cooperaron económicamente para llevarla al médico y comprar sus medicamentos, le acercaron
alimentos y bebidas rehidratantes. El sacerdote la visitó, la confesó y le llevó la sagrada comunión.
Acordaron sus bienhechores en visitarla uno por día para asistirla en su recuperación y estar al
pendiente de ella. Un ministro extraordinario le llevaría la comunión mientras ella pudiera asistir
nuevamente al templo.
¿Conoces a tus vecinos? ¿Sabes si alguno tiene un problema o una necesidad? ¿Haces algo por esa
persona?
B. JUZGAR.
Existe una relación muy estrecha entre la cita bíblica que hemos compartido al inicio, con la que
leeremos a continuación, y que nos retrata claramente las características de la primera comunidad
cristiana. Está tomada del mismo libro de los Hechos de los apóstoles (2, 42-47): “Se reunían
frecuentemente para escuchar la enseñanza de los apóstoles, y participar en la vida común, en la
fracción del pan y en las oraciones. Ante los prodigios y señales que hacían los apóstoles, un
sentido de reverencia se apoderó de todos. Los creyentes estaban todos unidos y poseían todo en
común. Vendían bienes y posesiones y las repartían según la necesidad de cada uno. A diario
acudían fielmente e íntimamente unidos al templo; en sus casas partían el pan, compartían la
comida con alegría y sencillez sincera. Alababan a Dios y todo el mundo los estimaba. El Señor iba
incorporando a la comunidad a cuantos se iban salvando”.
Lucas nos cuenta brevemente la vida interna de la primera comunidad de Jerusalén como efecto
inmediato del don del Espíritu. Describe las actitudes y prácticas que expresan y mantienen esa
vida: la escucha de las enseñanzas de los apóstoles, la oración continua y la “fracción del pan”,
término con que la iglesia primitiva designaba a la eucaristía, que es el sacramento de la comunión
con Cristo, palabra y pan de vida (Jn 6, 34.51). Añade algo más: esta unión se manifiesta en la
comunión de bienes. Los ricos vendían sus propiedades y las repartían entre los pobres. Se ha dicho
que el evangelio de Lucas es el evangelio de los pobres. Esa preocupación por los desposeídos
aparecerá de nuevo a lo largo de todo el libro de los Hechos. De momento, en una frase escueta nos
indica que la comunidad practicaba algo tan revolucionario y tan nuevo entonces como ahora, es
decir, que los ricos repartieran sus bienes entre los pobres. Finaliza esta sección describiendo el
crecimiento rápido de la comunidad cristiana como signo de la presencia del Espíritu y también
como fruto de su fidelidad a Jesús. El testimonio de vida de los cristianos ayer y hoy es el impacto
mayor que acompaña todo proceso de evangelización.
La primera cita bíblica (Hch 4, 32-37) amplía la información sobre la comunidad, centrado en la
comunicación de bienes. Las tres afirmaciones con que nos describe Lucas la comunidad de
Jerusalén nos dejan sin saber qué pensar: “tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba
sus bienes como propios” y “no había entre ellos ningún necesitado”. ¿Se puede ser más utópico e
idealista? Sin embargo, Lucas era un hombre realista y con los pies en la tierra. Él mismo recoge en
su evangelio las palabras de Jesús de que los pobres estarán siempre con nosotros. Cometeríamos,
sin embargo, un gran error si no tomáramos en serio su testimonio sobre aquellos primeros
cristianos. Lucas no pretende ofrecernos un sistema evangélico de reforma social; presenta una
exigencia radical del mismo Evangelio que comenzó a hacerse ya realidad entre los primeros
creyentes aunque fuera de un modo limitado, tímido, que no funcionaría por mucho tiempo y quizás
no muy de acuerdo con las leyes de la economía.
C. ACTUAR.
En la primera comunidad cristiana había un problema serio de pobreza y la comunidad respondió a
las necesidades de los pobres de un modo heroico. ¿Hoy en día la comunidad cristiana católica
hacemos lo mismo por los problemas de nuestros pobres?
Su ejemplo está ahí cuestionando y apelando a los creyentes de hoy para que construyamos otro tipo
de sociedad más justa y equitativa. Es la fuerza de la utopía iluminando y empujando cada momento
histórico. Hay que tomar las palabras de Lucas como lo que son: ejemplo, llamamiento, denuncia,
aguijón y condena evangélica.
Observemos alrededor de nuestra comunidad parroquial e identifiquemos a los pobres, a los que
necesitan que compartamos con ellos nuestras riquezas y pongámonos en acción.
4. ORACIÓN FINAL.
ORACIÓN DE SAN FRANCISCO DE ASÍS
Haz de mí, Señor, un instrumento de tu paz.Que donde hay odio, ponga yo amor; donde hay ofensa,
ponga yo perdón; donde hay discordia, ponga yo armonía; donde hay error, ponga yo verdad; donde
hay duda, ponga yo fe; donde hay desesperación, ponga yo esperanza; donde hay oscuridad, ponga
yo luz; donde hay tristeza, ponga yo alegría.
Haz, Señor, que más busque yo dar que recibir consuelo; ofrecer, que recibir comprensión; amar,
que ser amado: porque sólo olvidándose de sí se encuentra uno a sí mismo, sólo en la muerte nos
despertamos a la vida. Amén.