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N TH 13 (2011) 115-13f
DIMENSIÓN PASTORAL DEL SACRAMENTO
DE LA PENITENCIA
D. JOSÉ DOMINGO GONZÁLEZ PÉREZ
PROFESOR DE TEOLOGÍA DOGMÁTICA EN EL ISTIGTENERIFE
RESUMEN
¿Por qué la gente ya no se confiesa? ¿Por qué la preocupación constante do
los Pastores de la Iglesia para que los ministros ordenados, concretamente de lo:
presbíteros, se confiesen regularmente? ¿Es que acaso no lo hacen? Y si fuera así
¿por qué la confesión también ha sufrido un olvido entre los sacerdotes que la ad
ministran? ¿Quizás hemos hecho algo mal al respecto, u olvidado algún aspecto
importante del mismo sacramento que ha debilitado su fuerza pastoral? ¿Tene
mos clara conciencia de la particular situación social y eclesial actual a la hora do
poner por obra la práctica pastoral del sacramento de la penitencia en el hoy do
nuestra historia? Son interrogantes nada fáciles de contestar y que, sin embargo
trataremos de analizar a lo largo de este trabajo, ayudados para ello del magisterio
reciente de la Iglesia, así como de la opinión de algunos teólogos especialistas el
la materia. Quiero dejar claro que este trabajo no puede ser en modo alguno ca
tegórico. Es mucho lo que se ha escrito en relación al sacramento de la confesiói
en los últimos años, y cada autor le da su particular acento. Sin embargo, par:
no divagar demasiado, he preferido recurrir en gran medida a "fuentes seguras'
que al menos nos muestren las bases claras sobre las cuales luego cada uno pode
realizar sus propias síntesis y conclusiones personales.
II
NI VARIA THEOLOGICA
SUMMARY
Why do people no longer go to confession? Why the constant concern of
the Pastors of the Church that the ordained ministers, specifically the diocesan
priests, receive this sacrament? Don't they do that, then? And if so, why has the
confession been also forgotten among the priests who administer this sacrament?
Perhaps have we done something wrong with regard to the subject under discussion or forgotten some important aspect of the sacrament itself that has weakened
its pastoral strength? Are we aware of the particular social and ecclesial current
situation when we have to administer the sacrament of Penance? Although these
are not easy questions to answer, we will try to analyze them in this work, aided
by the recent magisterium of the Church as well as by the opinion of some theologians who are experts in this area of study. There are many who have written
in relation to the sacrament of confession in recent years, and each author gives
their personal approach to this matter. However, not to digress too much, I have
preferred to make use of "reliable sources" which at least show us the clear basis
on which each one may carry out their own synthesis and personal conclusions.
SOMMAIRE
Pourquoi les gens ne se confessent plus? Pourquoi cette préoccupation constante des Pasteurs de l'Église pour que les ministres ordonnés, concrétement les
prétres, se confessent réguliérement? Ne le font-ils pas peut-étre? Et s'il en était
ainsi, pourquoi la confession a aussi été oubliée des prétres qui l'administrent? Avons-nous peut-étre fait quelque chose de mal á ce sujet, ou oublié un certain aspect
important du sacrement qui a affaibli sa force pastorale? Avons-nous conscience de
la situation sociale et ecclésiale particuliére actuelle au moment de mettre en ceuvre la pratique pastorale du sacrement de la pénitence de nos jours? Ce sont lá des
questions pas du tout faciles á répondre et que nous essayerons cependant d'analyser tout au long de ce travail, en nous aidant pour cela du Magistére récent de
l'Église, ainsi que de l'opinion de quelques théologiens spécialistes en la matiére.
Je vela faire comprendre que ce travail ne peut en aucune fa9on étre catégorique.
On a beaucoup écrit en ce qui concerne le sacrement de la confession durant ces
derniéres années, et chaque auteur lui donne son accent particulier. Toutefois, pour
ne pas trop divaguer, j'ai préféré recourir dans une grande mesure á des « sources
fiables» qui nous montrent au moins les bases claires sur lesquelles chacun pourra
ensuite effectuer ses propres synthéses et ses conclusions personnelles.
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I. INTRODUCCIÓN
El papa Benedicto XVI, en una homilía suya pronunciada en el marco de una
celebración eucarística con los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica el 15
de abril del año pasado decía lo siguiente:
Reflexionemos también sobre otro versículo: Cristo, el Salvador, concedió a
Israel la conversión y el perdón de los pecados [Hch 5, 31] —en el texto griego
el término es «metanoia»—, concedió la penitencia y el perdón de los pecados.
Para mí, se trata de una observación muy importante: la penitencia es una gracia. Existe una tendencia en exégesis que dice: Jesús en Galilea anunció una
gracia sin condición, totalmente incondicional; por tanto, también sin penitencia, gracia como tal, sin condiciones humanas previas. Pero esta es una falsa interpretación de la gracia. La penitencia es gracia; es una gracia que reconozcamos nuestro pecado, es una gracia que reconozcamos que tenemos necesidad de
renovación, de cambio, de una trasformación de nuestro ser Penitencia, poder
hacer penitencia, es el don de la gracia. Y debo decir que nosotros, los cristianos,
también en los últimos tiempos, con frecuencia hemos evitado la palabra penitencia, nos parecía demasiado dura. Ahora, bajo los ataques del mundo que nos
hablan de nuestros pecados, vemos que poder hacer penitencia es gracia. Y vemos que es necesario hacer penitencia, es decir, reconocer lo que en nuestra vida
hay de equivocado, abrirse al perdón, prepararse al perdón, dejarse transformar.
El dolor de la penitencia, es decir, de la purificación, de la transformación, este
dolor es gracia, porque es renovación, es obra de la misericordia divina. Estas
dos cosas que dice san Pedro —penitencia y perdón— corresponden al inicio de
la predicación de Jesús: «metanoeite», es decir, convertíos (cf. Me 1, 15). Por k
tanto, este es el punto fundamental.• la «metanoia» no es algo privado, que parecería sustituido por la gracia, sino que la «metanoia» es la llegada de la gracia
que nos trasforma'.
A mi humilde entender, este texto, aunque no posee gran relevancia dogmática (es una homilía), pone sin embargo de manera magistral el telón de fondc
para hacer una justa reflexión pastoral acerca de la situación y la praxis actual de'
sacramento de la penitencia en la sociedad y en la Iglesia contemporánea. Confesarse, hoy más que nunca, ha de ser realizar experiencia de gracia y de perdón
Una experiencia de gracia y de perdón que, a su vez, ha de llevar a la persono
a una corresponsabilidad consecuente con la gracia que le precede y acompañe
1 BENEDICTUS XVI, Concelebración eucarística con los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica
Homilía del Santo Padre Benedicto XVI (15-04-2010), www.vatican.va/holy_father/benedict xvi/
homilies/2010/documents/hf ben-xvi hom 20100415_pcb_sp.html, [acceso 27-02-2011].
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NIVARIA THEOLOGICA
también en este camino de permanente de «metanoia», de conversión, que es la
vida cristiana y que como hitos significativos en el camino, se manifiesta con toda
claridad cada vez que nos acercamos al sacramento de la Penitencia.
Ahora bien, si por un lado son interesantes acentos como éste de Benedicto
XVI, por otro, nos encontramos con la dificultad práctica de materializar, no ya
la dimensión penitencial del sacramento de la confesión, sino el ejercicio global
del mismo. Dicho más simplemente: ¿Por qué la gente ya no se confiesa? ¿Por
qué la preocupación constante de los Pastores de la Iglesia para que los ministros
ordenados, concretamente de los presbíteros, se confiesen regularmente? ¿Es que
acaso no lo hacen? Y si fuera así, ¿por qué la confesión también ha sufrido un
olvido entre los sacerdotes que la administran? ¿Quizás hemos hecho algo mal
al respecto, u olvidado algún aspecto importante del mismo sacramento que ha
debilitado su fuerza pastoral? ¿Tenemos clara conciencia de la particular situación social y eclesial actual a la hora de poner por obra la práctica pastoral del
sacramento de la penitencia en el hoy de nuestra historia? Son interrogantes nada
fáciles de contestar y que, sin embargo, trataremos de analizar a lo largo de este
trabajo, ayudados para ello del magisterio reciente de la Iglesia, así como de la
opinión de algunos teólogos especialistas en la materia.
Finalmente, dejar claro que este trabajo no puede ser en modo alguno categórico. Es mucho lo que se ha escrito en relación al sacramento de la confesión
en los últimos años, y cada autor le da su particular acento. Sin embargo, para
no divagar demasiado, he preferido recurrir en gran medida a "fuentes seguras"
que al menos nos muestren las bases claras sobre las cuales luego cada uno podrá
realizar sus propias síntesis y conclusiones personales. No estará demás recordar
en este sentido, lo que nos dice el Código de Derecho Canónico en relación al
sacramento de la Penitencia que, como veremos, tiene algunas consideraciones
muy concretas y muy prácticas con relación a la praxis del sacramento de la penitencia. Luego nos referiremos a algunos de los documentos papales recientes más
relevantes en este sentido: Dives in misericordia (30-11-1980) y Reconciliatio et
Paenitentia (02-12-1984), ambas de Juan Pablo II; así como al documento de la
Comisión Teológica Internacional La reconciliación y la penitencia del año 1982.
También diremos algo acerca de un interesante documento de la Conferencia
Episcopal Española titulado Dejaos reconciliar con Dios, publicado el 15-041989.
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II. DIMENSIÓN PASTORAL DEL SACRAMENTO DE
LA PENITENCIA A PARTIR DE LA CODIFICACIÓN
JURÍDICO-CANÓNICA ACTUAL DE LA IGLESIA
El código actual de Derecho Canónico, siguiendo la Tradición viva de lt
Iglesia, afirma que el sacramento de la Penitencia supone para el fiel cristianc
el perdón de los pecados cometidos después del bautismo, y asimismo, la recon•
ciliación con Dios y con la Iglesia2. Asimismo, se precisa que son la confesiór
individual e íntegra y la absolución los elementos que constituyen el único modc
ordinario con que el fiel, consciente de que está en pecado grave, se reconcilia
con Dios y con la Iglesia. Una absolución general, sin previa confesión indivi•
dual sólo podría darse en unas circunstancias tales que difícilmente se pueden dai
ordinariamente en la vida del fiel cristiano (peligro de muerte inminente, de une
catástrofe inminente...)3 .
El lugar propio de la confesión es el confesonario. Sin embargo, nada impide
que este sacramento pueda celebrarse en otros lugares cuando haya una "causa razonable". De todos modos, no podemos atentar deliberadamente contra e
derecho que tiene el fiel de no revelar su identidad, si es ese su deseo. Y es pre.
cisamente éste el motivo por el cual se ha de asegurar que en las iglesias haya
confesonarios provistos de rejillas entre el penitente y el confesor'.
En cuanto al ministro del sacramento de la penitencia', sólo es ministro de
sacramento de la Penitencia el sacerdote, el cual ha de tener la facultad de ejer
cenia. Tal facultad se recibe por concesión de la autoridad competente o ipso iun
(por derecho). Teniendo la facultad, se puede confesar en todo el mundo, bien
porque se sigue ipso iure, bien porque la Iglesia universal confirma la idoneidac
que se le ha concedido al confesor para administrar dicho sacramento en un te.
rritorio determinado (salvo que el Obispo diocesano del lugar se oponga en ur
caso concreto). Dicha facultad debe concederse por escrito en razón de la prueba
dado el reconocimiento que de esa facultad hace la Iglesia entera. Puede ser po:
tiempo determinado o indeterminado, y no se le podrá revocar sin causa grave
Otra curiosidad pastoral es que no se contemplan en el código aquellas licencia;
especiales para confesar sólo a un determinado sector de fieles6 .
2 Cf. CIC, can. 959-997.
3 Cf. CIC, can. 960-963.
4 Cf. CIC, can. 964.
5 Cf. CIC, can. 965-986.
6 Cf. J. MANZANARES, «Penitencia», en J. MANZANARES - A. MOSTAZA - J. L. SANTOS, Nuevo Derecha
parroquial, Madrid 1994, 273-275.
III
NIVARIA THEOLOGICA
En peligro de muerte, todo sacerdote —aún sin licencia, suspendido, excomulgado... - puede confesar válidamente. Por otro lado, el sacerdote que absuelve al
cómplice en pecado contra el sexto mandamiento del Decálogo fuera de peligro
de muerte, incurre en excomunión latae sententiae.
Al confesor se le exige, además, caridad pastoral con el penitente, fidelidad
a la doctrina del Magisterio, delicadeza y prudencia. Y en el c. 1388, § la, se
explicita que "el confesor que viola directamente el sigilo sacramental incurre en
excomunión latae sententiae".
Finalmente, el código recomienda que el rector del seminario no debe oír
confesiones sacramentales de sus alumnos, a no ser que se lo pidan espontáneamente y en casos particulares. Y por otro lado, el c. 986 nos dice que para que
los fieles puedan satisfacer fácilmente la obligación de la confesión individual,
procúrese que haya en las iglesias confesores disponibles en días y horas determinadas, teniendo en cuenta la comodidad de los fieles.
Con relación al penitente', se recuerda que todo fiel tiene derecho a recibir
el sacramento del perdón. De este derecho se desprende el deber consecuente
de que el penitente debe acercarse al sacramento con las debidas disposiciones:
examen de conciencia, dolor de los pecados y propósito de enmienda. Se deben
confesar los pecados graves cometidos (en especie y número), y se recomienda
que también los veniales.
Haciéndose eco de uno de los mandamientos de la Iglesia, todo fiel que haya
llegado al uso de razón, está obligado a confesar fielmente sus pecados graves al
menos una vez al año.
Todo fiel tiene derecho a confesarse con el confesor legítimamente aprobado
que prefiera.
Un último apunte se hace al espinoso tema de las indulgencias'. Espinoso
por el debate teológico y pastoral que, aún hoy, suscitan en el seno de la Iglesia.
A nosotros valga quedarnos con lo que se afirma sobre ellas en los cánones 992997: que todo fiel cristiano puede conseguir para sí mismo como por sus difuntos,
a manera de sufragio, indulgencias tanto parciales como plenarias (cf. c. 994). A
su vez, sólo el Romano Pontífice o aquel a quien la Sede Apostólica se la haya
concedido puede conferir válidamente indulgencias.
I 7 Cf. CIC, can. 987-991.
I 8 Cf. CIC, can. 992-997.
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III. LA CARTA-ENCÍCLICA DE JUAN PABLO II 1911/E!
I1V MISERICORDIA9 (3 o-11-19 8 o)
El 30 de noviembre de 1980, el Papa Juan Pablo II, casi estrenando su Pon
tificado, publica esta encíclica Dives in misericordia ([Dios] "Rico en misericor
dia"). Es un documento dividido en ocho grandes capítulos:
1. "Quien me ve a mi ve al Padre".
2. Mensaje Mesiánico.
3. El Antiguo Testamento.
4. La parábola del hijo pródigo.
5. El Misterio Pascual.
6. "Misericordia... De generación en generación".
7. La misericordia de Dios en la misión de la Iglesia.
8. Oración de la Iglesia en nuestros tiempos.
En resumen, se trata de poner el acento en el rostro revelado de Dios, como
un rostro misericordioso. La misma encarnación sólo tuvo sentido desde esta mi
sericordia entrañable. El maestro y modelo de lo que es la misericordia divina e:
Jesucristo, tanto en su enseñanza como en su obrar. En este sentido es representa
tiva, a la vez que simbólica, la parábola del Padre Misericordioso y el hijo pródi
go. El Misterio Pascual, contemplado desde la misericordia de Dios, nos habla di
un amor más fuerte que la misma muerte y mucho más fuerte que el pecado.
María puede ser denominada también como Madre de la misericordia, y 11
Iglesia, de generación en generación, debe ser testigo y profeta de la misericordia
de Dios con los hombres y de los hombres entre sí. Por eso es necesario que h
Iglesia pida con insistencia la misericordia divina para poder practicarla y pan
que sea una realidad de cada hombre y de la humanidad en su conjunto.
De los puntos que toca la encíclica, destacar los siguientes:
En primer lugar, el carácter dinámico de la misericordia divina; descubriendo
su esencia, no sólo en una mirada penetrante y compasiva (cf. cap. IV, n. 6) diri
gida al mal moral. Sino que su aspecto más profundo se pone de relieve cuando
se revalida, promueve y extrae el bien de todas las formas de mal existentes en e
mundo y en el hombre (cf. cap. IV, n. 6). Es así cómo descubrimos el porqué di
la encarnación de Cristo, de su vida, y de su protagonismo en el Misterio Pascual
I 9 Cf. IOANNES PAULUS II, Carta encíclica sobre la Misericordia Divina «Dives in misericordia
(30-11-1980),
www.vatican.va/holy_father/j ohn_paul_ii/encyclicals/documents/hfjp-ii_enc
30111980_dives-in-misericordia_sp.html, [acceso 07-03-2011].
12
NIVARIA THEOLOGICA
y es así como entendemos el porqué del actuar de los discípulos de Cristo y de
las primeras comunidades cristianas que, en voz de San Pablo, "vencían al mal
a fuerza de bien" (cf. Rom 12, 21). No se trata de "demonizar" el mundo, ni de
tampoco crear "mundos paralelos" al nuestro. Se trata de sacar lo malo que puede
haber en él, y que es fruto del pecado, para transformarlo a través de la recta vida
del cristiano, en bienes del Reino. Descubrimos así el carácter dinámico de la
vida del cristiano, y de su dimensión misericordiosa, más concretamente.'
En segundo lugar, destacar la íntima relación entre misericordia y ágape, entendido éste como "amor cristiano", amor de entrega. Y cómo es Cristo quien
refleja más claramente esta particular vinculación: En su resurrección Cristo ha
revelado al Dios de amor misericordioso, precisamente porque ha aceptado la
cruz como vía hacia la resurrección [...]. Éste es el Hijo de Dios que en su resurrección ha experimentado de manera radical en sí mismo la misericordia,
es decir, el amor del Padre que es más fuerte que la muerte (DiM, cap. V, n. 7).
Finalmente, esta dinámica de amor misericordioso y soteriológico, se prolonga
en la vida de su Iglesia, como anuncio y anticipo de la Salvación Eterna a la cual
todos estamos llamados.
En tercer lugar, destacar cómo la misericordia entraña justicia, pero no la
limita solamente a ella:
"Por más que [el mundo] sucesivamente recurra a la misma idea de justicia, sin embargo la experiencia demuestra que otras fuerzas negativas, como
son el rencor, el odio, e incluso la crueldad han tomado la delantera a la justicia... La experiencia del pasado y de nuestros tiempos demuestra que la justicia
por sí sola no es suficiente y que, más aún, puede conducir a la negación y al
aniquilamiento de sí misma, si no se le permite a esa forma más profunda que es
el amor plasmar la vida humana en sus diversas dimensiones" (DiM, n. 12).
Finalmente destacar el papel de la Iglesia como testigo -con obras y palabrasde la misericordia de Dios en medio de un mundo sacudido por experiencias y
sufrimientos fuertes. Sin embargo esa misericordia, no podrá nunca venir de ella
misma, sino que ha de ser la misericordia de Dios, siguiendo las huellas de la
Tradición viva de la Iglesia, la que siempre ha de manifestarse en su vida y su
historia (cf. DiM, comienzo del cap. VII).
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IV. LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POST-SINODAL
RECOIVCILIATIO ET PAEIVITEIVTIAP° DE JUAN PABLO
II (02-12-1984)
Esta exhortación apostólica es el resultado de los trabajos realizados por la VI
Asamblea General del Sínodo de los Obispos (1983-1984). En ella, como en le
DiM, se refleja claramente la tensa situación social que sufría el mundo por aquellos años de la Guerra Fría. Así, el Papa Juan Pablo II muestra en esta Exhortaciór
Apostólica el contenido de esa reconciliación verdadera que cambia el corazór
y la vida de los hombres en las circunstancias históricas concretas en las que
éste se encuentre; y que tiene su fuente en Dios mismo. Desde esta perspectiva
la Iglesia, en fidelidad a las palabras fundamentales del Evangelio "Convertíos
y creed en el Evangelio" (Mc 1, 15), afirma que la raíz de todos los conflictos y
sufrimientos del hombre y del mundo están en el pecado original y en los pecados actuales que los hombres hemos cometido. Así que no es posible desunir
reconciliación de conversión, pues cuando la reconciliación es verdadera supon(
siempre la liberación del pecado y los frutos de la penitencia (cf. ReP nn. 1-4).
En la primera de las tres partes que componen la Exhortación se nos presentan las bases teológicas de la reconciliación, que son: la condición pecadora de
hombre (nn. 5-6); el Misterio Pascual de Cristo crucificado y exaltado (n. 7); y
la misión de la Iglesia reconciliada y reconciliadora (nn. 8-9). La iniciativa de
la reconciliación está en Dios (n. 10), siendo la Iglesia el gran sacramento de le
reconciliación (n. 11).
En la segunda parte, se indica, en el contexto antropológico cristiano, la raíl
de toda división y herida del hombre en relación con Dios, consigo mismo, cor
los demás y con la creación, es decir, el pecado (cf. nn. 14-18). El Papa termine
esta segunda parte contemplando el Mysterium Pietatis: Jesucristo, en cuantc
"sacramento" de la misericordia de Dios y fuente de la gracia sobreabundante de
Dios para con el hombre (cf. nn. 19-22).
Y en la tercera parte, encontramos las "líneas operativas" que realizan dicho
reconciliación y penitencia: el diálogo (n. 25), la catequesis (n. 26) y los sacramentos (n. 27). Éstos, promueven en la Iglesia la reconciliación plena de lo;
hombres con Dios y, por consiguiente, de los hombres entre sí. Juan Pablo II, a
centrar la pastoral de la reconciliación en el sacramento de la Penitencia, parte
1
10 Cf. IOANNES PAULUS II, Exhortación apostólica post-sinodal «Reconciliatio et Paenitentia» sobrt
la reconciliación y la penitencia en la misión de la Iglesia hoy (02-12-1984), wwwvatican.va1
holy_father/john_paul_ii/apost_exhortations/documents/hfjp-ii_exh_02121984_reconciliatio
et-paenitentia_sp.html, [acceso 07-03-2011].
I2E
NIVARIA THEOLOGICA
de la convicción de que esta pastoral se dirige al hombre marcado por el pecado
en lo más íntimo de su ser y, además, relaciona el perdón de los pecados de cada
hombre con la reconciliación plena, realizada en el Misterio Pascual de Jesucristo. En este contexto, como el sacramento de la Penitencia está en crisis, lo más
urgente sería reafirmar la fe en este sacramento, en orden a lo cual se mencionan
en la exhortación un conjunto de claves fundamentales en las cuales descansa la
doctrina y la práctica de la penitencia sacramental (cf. n. 30). A saber:
- El Sacramento de la Penitencia es el camino ordinario para obtener el perdón
y la remisión de los pecados graves cometidos después del Bautismo.
- La segunda convicción se refiere a la función del Sacramento de la Penitencia
para quien acude a él. Este es, según la concepción tradicional más antigua,
una especie de acto judicial; pero dicho acto se desarrolla ante un tribunal de
misericordia.
- La tercera es el carácter terapéutico y medicinal del Sacramento de la Penitencia, en cuanto sacramentum salutis.
- La validez y vigencia de la división clásica de las partes de la confesión:
examen de conciencia, dolor de los pecados o contrición, confesión de los
pecados, absolución y penitencia, y propósito de enmienda.
- La penitencia como sacramentum Christi, pero también sacramentum Ecclesiae.
- La importancia de la práctica de la confesión en la vida y ministerio de los
sacerdotes.
En el aspecto celebrativo, el Papa aclara el sentido de la praxis doctrinal y
pastoral del Sacramento de la Penitencia en sus tres formas rituales actuales
(nn. 32-33).
Finalmente, nos recuerda el Papa algunas situaciones delicadas, como la de
los divorciados vueltos a casar civilmente y la de los sacerdotes en situación
irregular, a los que se invita a acoger con cariño y a la práctica de ejercicios de
piedad que, aún fuera de los sacramentos, muevan a una reconciliación plena
en la hora que sólo la Providencia conoce (n. 34).
Entre los aspectos positivos de la Exhortación Apostólica, destacar los siguientes:
- La comprensión del sacramento dentro de la Historia de la Salvación.
- La comprensión del sacramento dentro de la misión reconciliadora de la Iglesia.
- La clarificación de los conceptos "pecado social" y "pecado estructural".
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- La insistencia en la íntima relación entre reconciliación con Dios y reconci
liación entre los hombres.
- La estrecha relación entre "reconciliación" y "penitencia".
- El desarrollo claro y preciso del sentido y la función del ministro del sacra
mento de la reconciliación, así como de los actos del penitente: conversión
penitencia, confesión y satisfacción.
- La exposición positiva de las diversas formas de celebrar la penitencia.
Por otro lado, hay algunos aspectos no tan destacados en el documento:
- Cabría una mayor explicitación de lo que significa "reconciliación con la Igle
sia" y "reconciliación con el mundo" (aspecto dinámico de la confesión).
- La limitada valoración de la forma B de celebrar el sacramento, al cual sitúe
junto con la forma C, en referencia a la forma A. No sucede así en las "Orien
taciones" del actual Ritual de la Penitencia español, que coloca en prima
lugar la reconciliación de varios penitentes con confesión y absolución indi•
vidual, entendida ésta como la prototípica de la cual se derivan las otras dos
V. EL DOCUMENTO DE LA COMISIÓN TEOLÓGICP
INTERNACIONAL LA RECONCILIACIÓN Y Li
PENITENCIA DEL AÑO 1982u
Este documento tiene un valor dogmático relativo, pues viene a ser un docu
mento auxiliar al trabajo llevado a cabo por la VI Asamblea General del Sínodo
de los Obispos (1983-1984) de la cual ya hemos hecho mención. Por tanto, todo
lo que aquí encontramos lo hemos visto ya en el documento conclusivo del Sí
nodo Reconciliatio et Paenitentia. Sin embargo, lo saco a colación porque es ul
documento que en pocas páginas sintetiza el sentido global del sacramento de 1:
Penitencia: valor antropológico; fundamentos bíblicos, teológicos, cristológico
y eclesiales; evolución histórica del sacramento; consideraciones pastorales. El
este sentido, me detendré un momento en dichas consideraciones practico-pasto
rales que son las que más nos interesan en este momento.
En primer lugar, el documento recuerda que la penitencia cristiana se diferen
cia de otros ritos penitenciales existentes en otras religiones por el hecho de es e
mismo Jesucristo quien tiene la iniciativa y es él quien nos reconcilia con Dios
El hombre comienza a participar en esta dinámica de salvación en el momento
1
11 Cf. CTI, La riconciliazione e la penitenza (1982), en Id., Documenti (1969-2004), 218-254.
12
NIVARIA THEOLOGICA
en que movido por la fe y el arrepentimiento se decide a acoger la misericordia
divina a través de los cauces que propone la Iglesia. En este sentido hay siempre
un camino que pretende ser progresivo de crecimiento en fe y en gracia delante
de Dios, aun cuando puedan darse dificultades y crisis durante el mismo (carácter
progresivo de la conversión).
Dentro de la única penitencia encontramos diversidad de modos de ejercitarlo: el ayuno, la oración y la limosna, o en otro orden mucho más profundo, la
gracia sacramental que se derrama sobre el individuo en forma de perdón en el
sacramento del bautismo, la misma Eucaristía, la unción de enfermos y, cómo
no, en el sacramento de la Penitencia. También se añade el martirio como forma
excelsa que manifiesta una participación en el misterio de la Redención de Cristo,
incluso en su dimensión cruenta. La reconciliación con el hermano, las lágrimas
de la penitencia, el celo por la salvación del prójimo, la intercesión de los santos
y el amor en definitiva, pueden reconocerse también como formas válidas de
poner en práctica la penitencia cristiana. También se ponen de relieve en el documento las formas comunitarias de penitencia, tales como la oración en común,
la revisión comunitaria de vida, la corrección fraterna, el coloquio con el director
espiritual, los actos de caridad para con el prójimo, la reconciliación y el perdón
ofrecido al prójimo, etc. Las formas litúrgico-comunitarias penitenciales vienen
a poner de manifiesto esta dimensión comunitaria-eclesial de la penitencia cristiana: los tiempos litúrgicos eminentemente penitenciales (cuaresma y adviento)
y las celebrationes paenitentiales.
Dentro de la práctica de estas celebrationes paenitentiales se recoge lo dicho
en el Ordo Paenitentiae de la Congregación para el Culto Divino del año 1973,
que trata de asumir la reforma litúrgica iniciada en el Concilio Vaticano II, en
concreto, en lo referente a la praxis celebrativa del sacramento de la confesión;
presentando así las tres formas legítimas de la celebración penitencial de la Iglesia: la confesión y absolución individual, la celebración comunitaria de la penitencia con confesión y absolución individual, y la celebración de la penitencia
con confesión global y absolución general.
Otro punto interesante del documento es el inciso que hace acerca de la importancia de la conciencia de pecado, y de la distinción entre pecados graves y
veniales a la hora de confesarse. El confesor, con delicadeza y pedagogía cristiana deberá ir ayudando al penitente a ir adquiriendo esta "finura espiritual" que
favorecerá a su crecimiento en el camino de la santidad al cual todos estamos
llamados.
Como resumen de todo el documento, destacaría su intención de abrir el abanico de la práctica penitencial a lo que bien pudiéramos llamar la "Tradición viva
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de la Iglesia", y no caer en el reduccionismo de concebir la penitencia cristiano
simple y llanamente con su praxis sacramental, aún cuando ésta sea su forma má
excelsa:
La conciencia de la riqueza y variedad de las formas de penitencia está fre
cuentemente olvidada; por ello es necesario fortalecerla de nuevo y hacerla vale
tanto en la predicación de la reconciliación como en la pastoral de la penitencia
Un aislamiento del sacramento de la penitencia con respecto a la totalidad de L
vida cristiana llevada con espíritu de reconciliación conduce a una atrofia de
sacramento mismo. Un estrechamiento del acontecimiento de la reconciliaciói
a sólo pocas formas puede ser corresponsable en la crisis del sacramento de 1
penitencia y producir los conocidos peligros de ritualismo y privatización. Lo
diversos caminos de la reconciliación no deben por ello llevarse a una concurren
cia entre sí, sino más bien hay que exponer y hacer visible la interna unidad y
dinámica entre los modos concretos de realización. Las formas enumeradas má
arriba (cf. C, I, 3) son útiles, ante todo, con respecto al perdón de los «pecado
cotidianos». El perdón de los pecados puede otorgarse de modos diversos; el per
dón de los pecados cotidianos se concede siempre, cuando existe arrepentimiento
informado por el amor (contritio).
VI. EL DOCUMENTO DE LA CONFERENCl/
EPISCOPAL ESPAÑOLA DEJAOS RECONCILIAR COP
DIOSiz (15-04-1989)
La Instrucción Pastoral sobre el sacramento de la penitencia está dividid
en cuatro partes: Análisis de la situación, Pecado, Reconciliación y conversión,
El sacramento de la Penitencia: consideraciones teológicas, y Algunas orienta
ciones pastorales; más una introducción y un epilogo. El documento comienz
con un muy acertado análisis sobre la crisis actual de la práctica sacramenta
de la penitencia. Trata, por tanto, de "diagnosticar" las actitudes que configura]
la actual situación. La indiferencia religiosa, la pérdida del sentido de pecadc
sus inadecuadas interpretaciones, el empobrecimiento de la conciencia moral
la desafección a la Iglesia, la resistencia a la confesión de los pecados y cierta
"anomalías" en la práctica sacramental son algunos de los datos que se apunta
en este contexto de crisis. Este diagnóstico descriptivo invita a profundizar y
purificar nuestra necesidad de conversión.
I 12 Cf. CEE, Dejaos reconciliar con Dios (15-04-1989), www.conferenciaepiscopal.nom.e
documentos/Conferencia/pdf/LIBRO10.PDF, [acceso 09-03-2011].
12;
NIVARIA THEOL0GICA
Después se abre un capítulo sobre tres aspectos fundamentales que están en
el núcleo de la penitencia como sacramento: la universalidad del pecado, la reconciliación como un don, y la llamada a la conversión en la vida cristiana. La
instrucción aborda así de una manera sistemática todo lo referente al ministerio
de la reconciliación en la Iglesia, la naturaleza del sacramento, sus elementos,
su carácter personal y comunitario, sus protagonistas y las distintas formas de
celebración.
La última parte del documento episcopal está dedicada a todas aquellas orientaciones pastorales posibles en relación con la praxis de este sacramento. Entre
las sugerencias que se apuntan, se pueden destacar las siguientes: situación de la
penitencia dentro de la pastoral de la fe, necesidad de una renovación catequética,
formación de la conciencia moral y del sentido de pecado, e inserción del proceso
penitencial dentro de la vida cristiana. Los obispos también llaman la atención
sobre algunos abusos de la práctica sacramental de la Penitencia que han contribuido a cierta desorientación entre el Pueblo cristiano.
La Instrucción Pastoral Dejaos reconciliar con Dios es -a mi juicio- de gran
calado sociorreligioso, teológico y pastoral. Quizás la pega más grande que se le
pueda hacer es su longitud, teniendo en cuenta que es un documento pastoral. Sin
embargo, no lo es tanto si en ella se quiere explicar pormenorizadamente la situación de crisis por la que atraviesa hoy la práctica del sacramento de la Penitencia,
recuperar su aprecio, acordar con criterios eclesiales sus modos de recepción, y
presentar a la Iglesia como "sacramento de reconciliación".
No parece, por otro lado, que tenga una intención "novedosa". Más bien parece que su finalidad es catequética; de ahí que al final del mismo se adjunten
unos esquemas de estudio con vistas a un posterior trabajo catequético. Y que
también se subraye en dicho documento que sus destinatarios aunque sean "todos
los fieles" lo son "de una manera especial" los sacerdotes y cuantos tienen alguna
responsabilidad pastoral en relación con la praxis de este sacramento.
Finalmente, podemos decir que el texto en su conjunto nos muestra la imagen
de una Iglesia reconciliada y reconciliadora, dentro de una sociedad que, paradójicamente, se distingue por cultivar unos modelos de vida en los que brilla por su
ausencia cualquier tipo de realidad con dimensión penitencial.
128
N Ta 13 (2011) 115-131
VII. OTROS DOCUMENTOS INTERESANTES El'
CUANTO ALA PRAXIS PASTORAL DEL SACRAMENTC
DE LA PENITENCIA: EL ORDO PAENITENTIAE (1974,
Y EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (1992)
a. El Ordo Paenitentiae (1974)
El actual Ritual de la Penitencia" sigue en general las grandes líneas qu(
dirigen la revisión conciliar de los sacramentos. Concede gran importancia a
texto bíblico, como palabra viva actualizada por la Iglesia en el sacramento,
la participación activa de la comunidad y a la adaptación del rito litúrgico a la
diferentes situaciones de la comunidad.
En este sentido, el Ritual ha optado por tres formas distintas de celebración
Rito para reconciliar a un solo penitente; Rito para reconciliar a varios penitente
con confesión y absolución individual; y Rito para reconciliar a muchos peniten
tes con confesión y absolución general. Cabe destacar que en las "Orientaciones'
del Ritual español se hace una valoración particular de la segunda fórmula, con
siderando que la reforma litúrgica pedida por el Vaticano II aspira a que se recu
pere el aspecto celebrativo en todos los ritos que lo admitan. Así, la celebraciói
comunitaria de la penitencia contribuye mejor a expresar el sentido eclesial d.
este sacramento, que, como ya hemos visto, tiene una profunda riqueza y destacl
el valor de la mediación de la Iglesia en la gracia de la reconciliación'4.
b. El Catecismo de la Iglesia Católica (1992)
En el Catecismo de la Iglesia encontramos una muy buena síntesis del senti
do cristiano del sacramento de la penitencia y la reconciliación. Así, el Catecismo
habla de los diversos nombres que se le da a este sacramento (conversión, peni
tencia, confesión, perdón, reconciliación), del sentido del sacramento en la vid
ordinaria del creyente, de la conversión como un proceso que ha de acompaña
toda la vida del cristiano y que ha de ser interna y externa a la vez, de las diversa
formas de penitencia en la vida cristiana (oración, ayuno, limosna, eucaristía :
penitencia, la oración en general y la lectura orante de la Sagrada Escritura, lo
tiempos y días penitenciales...), del valor de la penitencia en cuanto sacramente
a través del cual Dios mismo perdona los pecados por medio de su Iglesia, d
los actos del penitente (contrición, confesión de los pecados, satisfacción), de
I
13 Cf. SACRA CONGREGATIO PRO CULTU Divixo, Ordo Paenitentiae, Ciudad del Vaticano 1974.
14 Cf. G. FLÓREZ, Penitencia y Unción de enfermos, Madrid 2001, 239-249.
12,
NIVARIA THEOLOGICA
ministro del sacramento, de los efectos de este sacramento, las indulgencias, y de
la celebración del sacramento".
Sin embargo, permítanme un último apunte acerca del Catecismo y del sacramento de la Penitencia y su incidencia en la práctica pastoral del mismo. En los
números 1846-1869 encontramos otra buena síntesis acerca del sentido cristiano
del pecado que no vendría mal ojear de nuevo, dado que como confesores debemos de tener claro cuál es la gravedad o no de lo que escuchamos en la confesión
de cara a hacer una justa valoración de los hechos.
VIII. ALGUNAS CONSIDERACIONES PASTORALES
EN TORNO AL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
SEGÚN J. RAMOS REGIDORI6
a. La importancia de la conversión
El valor principal que hemos de tener siempre a la vista en la práctica y en la
teología de la penitencia es la conversión, como dimensión propia de la vida del
cristiano, ya que la palabra de Dios nos revela a todos como pecadores, necesitados continuamente de conversión y de reconciliación. De aquí se deduce la importancia de una renovación de la catequesis y de la predicación sobre el pecado
y la conversión. Una renovación que tuviera en cuenta los siguientes elementos:
- La importancia de la actitud fundamental de la persona a la hora de juzgar el
valor moral de sus actos; así como las concretas desviaciones e incoherencias
que minan su rectitud de intención originaria.
- Revalorizar la dimensión social y eclesial del pecado, que liberan al sacramento de una concepción individualista, para colocarlo en su legítimo lugar
dentro de la "Economía de la Salvación".
- No olvidar el carácter habitualmente progresivo de la conversión, en donde
la confesión y la dirección espiritual tienen un papel fundamental, ya que son
instrumentos que sirven para "dosificar las fuerzas" en este camino vital.
- Esta conversión, hecha a la luz de la fe y suscitada por la palabra de Dios,
desemboca en la confesión, como reconocimiento de la propia culpabilidad e
infidelidad y en una petición de perdón y de reconciliación con la comunidad
I
15 Cf. CEC, nn. 1422-1484.
16 Cf. J. RAMOS REGIDOR, El Sacramento de la Penitencia, Salamanca 1997, 382-409.
130
N TH 13 (2011) 115-138
que también ha quedado herida por el cristiano pecador. Esta confesión y
petición de perdón se irá verificando luego en el progresivo cambio de actitud
y en las relaciones con Dios, con los demás, con la Iglesia, con la sociedad y
con la historia.
b. El sacramento de la penitencia y su uso
El cristiano tiene que convertirse continuamente de su ser pecador. Y una de
las formas, no la única, para encarnar y expresar en una dimensión eclesial este
esfuerzo suyo de conversión es el sacramento de la penitencia. Cuando se trata
de pecados mortales no hay objeción alguna. Pero el discurso también es válida
cuando se trata de otro tipo de pecados (veniales). Estos van dejando una huella
más o menos negativa en nuestra vida concreta, de forma que la gracia del sacramento puede servir también para corregir las marcas que esos pecados han dejada
en la vida concreta del pecador y en su contexto social".
c. Valores y limites de la confesión individual
La confesión individual posibilita un encuentro, un diálogo con otro, dente
del respeto más absoluto a la responsabilidad propia de cada persona. Se trataría
por tanto, no ya de un encuentro que favoreciese la sumisión de una persona a
otra, o bien la tendencia a descargar la responsabilidad de uno sobre otro, sine
de una confrontación y comprobación que ayudase a penetrar cada vez más en el
profundo significado de la propia conversión. Pero la confesión individual siempre puede quedarse en una mera búsqueda de consuelo psicológico. Entonces,
para que la confesión individual no pierda su verdadero significado, es necesaric
que se viva como un acontecimiento salvífico eclesial de conversión y de reconciliación. Esta dimensión eclesial no queda suficientemente puesta de manifieste
en la práctica habitual de la confesión individual.
d. Celebraciones comunitarias de la penitencia
El concilio Vaticano II ha favorecido el desarrollo de la dimensión comunitario-eclesial en la celebración de los sacramentos: Puesto que los ritos suponen,
según la naturaleza particular de cada uno, una celebración comunitaria caracterizada por la presencia y la participación activa de los fieles, recuérdese qut
ésta debe preferirse, en la medida que sea posible, a la celebración individual )
casi privada (SC 27). Por otra parte, se pide que se revisen el rito y las fórmula!
1 17 CE DH 1680.
13:
NIVARIA THEOLOGICA
de la penitencia, de forma que expresen más claramente la naturaleza y el efecto
del sacramento (SC 72). En este sentido, nos referimos aquí a las celebraciones
comunitarias de la penitencia con confesión y absolución individual, no a las
celebraciones de la penitencia con confesión y absolución general que, como ya
hemos dicho, quedan reservadas para casos muy puntuales y extremos. Las celebraciones comunitarias de la penitencia con confesión y absolución individual
bien podrían ayudar a resaltar el carácter eclesial del sacramento de la confesión.
Sin embargo, para que se realicen bien es necesario que se preparen adecuadamente y que se cuente con un buen número de confesores de tal manera que las
confesiones, aún siendo más concisas de lo habitual, no se conviertan en un ejercicio mecánico e impersonal de recitar pecados sin más. Esta última condición
del número de confesores no siempre es fácil de solventar si tenemos en cuenta la
escasez de clero que sufre la Iglesia actualmente.
Por todo ello, parece lo más sensato el combinar ambas fórmulas (individual
y comunitaria) no sólo como vía de salida al problema de la escasez de ministros
de la penitencia, sino también como forma de mostrar el valor de ambas dimensiones en la vida de gracia del creyente: la personal y la eclesial.
e. ¿Otras formas de celebrar la conversión y la reconciliación del cristiano?
Ya hemos mencionado diversas expresiones de piedad, que forman parte de
la vida de la Iglesia y que sirven para manifestar el deseo de conversión del cristiano y/o de la comunidad entera (oración, ayuno, limosna, la oración en general
y la lectura orante de la Sagrada Escritura, los tiempos y días penitenciales...)1'.
Pero además, han surgido en la Iglesia nuevas formas de celebración penitenciales que tratan de explicitar aún más dicha dimensión comunitaria de la vida
cristiana, también en su aspecto de pecado y de conversión. Me refiero a los
grupos llamados genéricamente de revisión de vida, que de muy diversas formas
y grados ponen su vida "al desnudo" ante los demás miembros del grupo. No es
cuestión de estigmatizar impunemente a todos estos grupos, pues la gran mayoría
saben mantenerse dentro de los límites del sentido común y del sano decoro que
también forma parte de la tradición cristiana. Con todo, es preciso hacer aquí una
serie de apreciaciones en orden a aclarar conceptos.
En primer lugar, la Iglesia no obliga a nadie a una confesión íntegra y "pública" de sus pecados; y estas estructuras o formas de encuentro, en algunos casos,
corren el peligro de ejercer cierta presión en este sentido. Además, estas reuniones presuntamente "penitenciales" pueden más bien convertirse en algo parecido
1
132
18 Cf. CEC, nn. 1422-1484.
N TH 13 (2011) 115-131
a reuniones de psicoterapia de grupo o de autoayuda, pero faltando de ordinario
una persona competente.
Ahora bien, gestos de perdón dentro de la familia, Iglesia doméstica, o la re
conciliación en un contexto comunitario (una comunidad conventual, p. e.), o entrz
dos cristianos que se han ofendido mutuamente, o bien todas las formas posibles d<
corrección fraterna, o de petición de consejo u oración por los hermanos en ordet
a la propia conversión, pueden ser verdaderamente acontecimientos salvíficos cele.
siales de perdón, aún no siendo celebraciones estrictamente sacramentales.
f. La Eucaristía como sacramento de la conversión y reconciliación del cristiano
Toda la celebración eucarística es una invitación a la conversión cristiana;
poner nuestra existencia manchada por el pecado sobre el altar de Dios para quo
nuestra vida, ofrecida junto con la de Cristo, pueda transformarse verdaderamen
te en ofrenda agradable a los ojos de Dios nuestro Padre. El acto penitencial dc
los ritos introductorios, la escucha atenta de la Palabra de Dios que nos interpela
el ofrecimiento a la misericordia divina de nuestros hermanos difuntos en el me•
mento de difuntos, la recitación del padrenuestro pidiendo que perdone nuestra:
ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden, el gesto comunitario
de darnos la paz, el Agnus Dei, la propia comunión de Cristo-eucaristía, todo ello
resuma gracia y perdón. Queda así puesto de manifiesto el carácter sacrificial
redentor y de memorial del sacramento de la Eucaristía: Cristo crucificado, muer
to y resucitado que se nos da para nuestra salvación en el Misterio eucarístico
Misterio en el cual encontramos una fuerte manifestación de la gracia divina que
transforma nuestra vida pecadora en vida divina como la de Cristo; de tal manen
que la eucaristía pueda ser y es en verdad "acción de gracias" al Padre por la sal
vación obtenida en Jesucristo, nuestro Señor.
Recuperar toda la teología penitencial que se encierra en el sacramento de 1;
Eucaristía ayudaría en no poca medida a valorar más y mejor el sacramento de 1;
Reconciliación, liberándolo de cualquier tentación de escrúpulo, pues se recono
cería más claramente el poder de la Eucaristía para perdonar los pecados veniale
cuando se vive con verdadera unción.
g. El sacramento de la penitencia y los niños
La celebración del sacramento de la penitencia, sobre todo bajo la forma di
confesión privada o individual, requiere una formación de la conciencia que est
estrechamente ligada al desarrollo psicológico, intelectual, emotivo y volitivo de
niño. Efectivamente, sólo de una forma progresiva es como se va formando en e
13
NIVAIIIA THEOLOGICA
niño la capacidad de convertirse, como respuesta libre a la llamada del Espíritu de
Cristo al amor de Dios y de los demás, que lleva consigo un real esfuerzo de desarraigo, de superación y de lucha contra sus actitudes egoístas-culpables. Además,
hay que tener presente que en este proceso de maduración humana y cristiana de la
conciencia moral del niño tiene una notable influencia la situación ambiental en que
se vive, y de manera especial la familia, la comunidad cristiana y la escuela.
Desde el punto de vista pastoral cabría hacer, por tanto, dos obsers;aciones
prácticas:
En primer lugar, la celebración del sacramento de la penitencia tiene que colocarse en el conjunto de una educación progresiva del niño en el sentido cristiano del
pecado y de la conversión. Con esta finalidad, seria oportuno comenzar con algunas
celebraciones comunitarias de la penitencia, no estrictamente sacramentales, en las
que los niños desempeñaran un papel activo. En este contexto, el encuentro del niño
con el sacerdote tiene que realizarse en un clima familiar y amigable, para llevarlo
así progresivamente, a la celebración del sacramento de la penitencia bajo la forma
de la confesión individual y bajo la forma de celebración comunitaria. Estas consideraciones, también valdrían para los jóvenes y adultos que se han alejado de la fe
y que se encuentran en un proceso de re-descubrimiento de la misma.
En segundo lugar, es necesario que la celebración del sacramento de la penitencia, ya sea en su forma estrictamente individual o en el marco de una celebración comunitaria, cuando va dirigida a niños, ha de poseer una fuerte carga
catequética. Por eso, será necesario que tenga lugar en el momento, la forma y
con el ritmo más adecuado al desarrollo psicológico y moral del niño, evitando
así que ésta se convierta en una acción rutinaria y sin sentido para el "pequeño
penitente". De lo contrario, una "mala experiencia" en asuntos tan íntimos y delicados como son los del foro interno en una edad tan sensible como es la infancia,
podría tener consecuencias fatales en el desarrollo ulterior del niño hacia una
actitud penitencial adulta, pudiendo incluso suscitar en su futuro inmediato una
actitud de total repulsa hacia el mismo.
IX. ALGUNAS CONSIDERACIONES PASTORALES
EN TORNO AL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
SEGÚN GONZALO FLÓREZI9
La iniciación cristiana, en relación al sentido y valor del sacramento de la
penitencia, tiene que centrarse principalmente en el perdón como don que abre al
1
134
19 Cf. G. FLóREZ, Penitencia y Unción..., 305-310.
N TH 13 (2011) 115-138
hombre pecador al camino de su liberación, de su regeneración y de su maduración en la fe y en el amor fraterno. En relación a la práctica del sacramento de h
penitencia, no es la explicación "pura y dura" del pecado lo que ha de prevalece]
en la iniciación cristiana del niño, del adolescente o del adulto, sino la presentación primera de lo que significa la gracia de Jesús, la gracia bautismal, por h
que el cristiano ha asumido la condición de hijo de Dios, miembro de su Iglesia
y heredero de su Reino.
Desde esta perspectiva, la planificación de la práctica penitencial en la comunidad cristiana debería atender con especial cuidado a las celebraciones comunitarias, adaptándolas a los diversos grupos, situaciones y circunstancias de
la comunidad en el marco de unos proyectos y objetivos pastorales que miren al
crecimiento, la maduración y el compromiso efectivo de los cristianos. A través
de dichas celebraciones, se puede alimentar en la vida de la comunidad un auténtico espíritu de fe y de humildad cristiana, de disponibilidad y de entrega a h
obra de la gracia, que imprima en la vida y actividad de los creyentes el verdaderc
sello de la identidad cristiana.
Por otro lado, las celebraciones comunitarias, si están programadas con esmero y regularidad, atendiendo a las diversas edades y grupos de la comunidad
pueden ser también instrumento pastoral muy eficaz para imprimir un ritmo y ur
tono de autenticidad a la práctica sacramental de los fieles y concretamente a 11
participación en la eucaristía.
También hay que valorar positivamente la práctica de otro tipo de celebracio.
nes y/o ritos penitenciales no-sacramentales. Si es importante para los católicos
que tengamos una idea clara y bien diferenciada de lo que es la reconciliación sa.
cramental y de su excelso valor, tenemos también que saber aprovechar la riquezs
expresiva de una liturgia y tradición espiritual cristiana que se nos ofrece come
vehículo e instrumento para vivir con mayor abundancia el misterio de la gracia
reconciliadora de Dios.
Finalmente, la penitencia cristiana no puede reducirse a actos puramente reli•
giosos o espirituales; o a esfuerzos ascéticos de purificación y perfección indivi•
dual, sino que ha de estar abierta a las exigencias de la conversión evangélica, de
la llamada a construir el Reino de Dios. Si la penitencia encuentra en el conflicto
interior del hombre su fundamento antropológico, descubre en los conflictos socia.
les y colectivos de la humanidad su alcance y sus exigencias. La penitencia está a
servicio de la Iglesia, de la comunidad cristiana, de su santidad, es un instrumente
que la Iglesia ha recibido de Dios para manifestar a través de la fe y de la vida de su:
fieles lo que ella es: signo e instrumento de la unidad de todos los hombres. Es as
como la palabra "reconciliación", en clave eclesial, recibe en el hoy de nuestra his
131
NIVARIA THEOLOGICA
toria una clara connotación social que, lejos de apartarse de su significado cristiano,
ahonda en sus exigencias más profundas y en sus consecuencias más prácticas.
X. CONCLUSIÓN
Es evidente que existe una crisis bastante generalizada respecto a la práctica
del sacramento de la Penitencia. De hecho ha disminuido la participación de los
fieles en este sacramento. Las causas pueden ser múltiples: el creciente secularismo y la indiferencia religiosa de nuestro mundo, el oscurecimiento de la conciencia moral, la desafección respecto de la Iglesia, las dudas sobre la necesidad
de la confesión... También pueden haber influido las rutinas, los abusos y las
arbitrariedades en la forma de celebrarlo.
Sin embargo, conviene caer en la cuenta de que, lo que aquí está en juego, no
es un aspecto parcial de la vida de la Iglesia, sino algo que afecta al conjunto de
la vida eclesial. Son tantos los elementos de la doctrina y de la vida cristiana que
confluyen en este sacramento, que la manera de celebrarlo y la importancia que
se le conceda pueden ser como un "test" que mida la vitalidad de la comunidad
cristiana concreta. Por eso debemos de analizar con responsabilidad el valor que
le estamos dando entre nosotros pastores a este sacramento: en nuestras vidas y
en las vidas de las comunidades cristianas a las cuales servimos.
Por otro lado, la comprensión y la participación en el sacramento de la penitencia dependen en gran parte del modo concreto como se celebre. Una celebración auténtica y digna será uno de los mejores medios para la renovación de la
pastoral sacramental-penitencial e, incluso, de toda la vida de la comunidad.
Tendremos que poner, pues, especial esmero y cuidado en las celebraciones
del sacramento, tanto en la preparación como en su acontecimiento concreto, de
manera que aparezca con toda claridad el carácter celebrativo del amor y del perdón de Dios, el gozo hondo y festivo de la vuelta del pecador a la casa del Padre
bueno, rico en misericordia, y la proclamación dichosa de la victoria de Cristo
crucificado y resucitado sobre el pecado y la muerte.
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