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Con la iglesia nos hemos
topado, Leñero
El oficio
Kafka
El oficio de
de Kafka
Cuadernillo
Cuadernillo de
de Carlos
Carlos Ramírez
Ramírez
Con la iglesia nos hemos
topado, Leñero
(Febrero 13, 2016)
A
unque todos la citan como de Miguel
de Cervantes en El Quijote, Miguel
de Cervantes no escribió: “con la
iglesia hemos topado, Sancho”, pero debió
hacerlo. Porque la iglesia como institución
sigue pesando en los ánimos de la sociedad.
El siglo XVII ajustó cuentas con el poder de
la iglesia con el nacimiento del Estado. Pero
mal que bien, la dialéctica Estado-iglesia
sigue dominando los espacios de ejercicio del
poder.
La visita del papa Francisco a México y el
fervor religioso de los mexicanos desde 1979
en que llegó por primera vez un papa a México coincidió con un debilitamiento del Estado
y de sus instituciones laicas; eso es seguro.
Por ejemplo, el fervor católico de 1979, festivo, sin conflictos ideológicos, contrastó con
las marchas religiosas motivadas por la jerarquía católica en mayo de 1961 cuando se dio
un enfrentamiento fuerte entre la iglesia y el
Estado que pudo haber llevado a una nueva
cristiada; en aquel año no hubo más que fricciones al grito de ¡cristianismo sí, comunismo
no! en las calles del Distrito Federal.
La literatura ha sido reacia al tema religioso; quizá algunas pincelas en las novelas
costumbristas del siglo XIX y en obras de la
primera mitad del siglo XX para ilustrar la
evolución posrevolucionaria de las comunidades campesinas; pero nada más. Esta ausencia de bibliografía podría hacer resaltar las
pocas obras sobre la religión, y aquí quiero
anotar dos: la obra de teatro Pueblo rechazado y la novela Redil de ovejas, ambas del
escritor católico Vicente Leñero. A diferencia
del reconocimiento, por ejemplo, a Chesterton o Graham Greene, dos muy importantes
escritores —y de paso católicos, por el conflicto humano religioso en la mayoría de sus
obras—, en México el peso de la iglesia en la
realidad es tan negativo que escribir sobre el
ambiente religioso no genera mucho interés
entre críticos y lectores.
Un poco por la visita papal pero más por
la decisión de Seix Barral de publicar toda la
obra de Leñero, la relectura de Redil de ovejas —en reedición de mayo de 2015, hace
menos de un año— debe llevar a una revisión
crítica de esa línea de la literatura religiosa,
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pero crítico no en sentido negativo sino de contextualización.
Y Redil de ovejas debe tener
una lectura referente: el guión
de la obra de teatro Pueblo Rechazado que publicó Leñero en
la Revista de la Universidad en
mayo de 1968 y que un año
después saldría como libro en
Cuadernos de Joaquín Mortiz.
Los temas de ambas obras
no tienen más referencia que
el abordamiento de temas religiosos en el contexto de la realidad: Pueblo
Rechazado trata de la experiencia del sacerdote Gregorio Lemercier en la primera mitad de los sesenta en Cuernavaca, con el
apoyo del entonces obispo progresista de la
diócesis Sergio Méndez Arceo: introducir el
psicoanálisis en los aspirantes a sacerdotes
para indagar su verdadera vocación. Leñero
conoció de cerca esa experiencia porque
vivió unas semanas en el seminario mientras terminaba de redactar Los albañiles. En
cambio, Redil de ovejas cuenta la historia del
conflicto social iglesia-Estado en mayo de
1961 cuando la iglesia sacó a los creyentes a
la calle para protestar contra la
radicalización política del gobierno en el escenario social de
la Revolución Cubana; Leñero
cuenta parte de la marcha desde dentro.
Los dos escenarios de la iglesia aparecen revelados: los
internos en cuanto a la fe de
los sacerdotes y los políticos de
cara a la realidad social y política. Ciertamente que Leñero
no es un escritor de contenido
político, pero estas dos obras
refieren problemas sociales y
políticos en los que la realidad
es parte esencial de la trama.
Y en ambas obras, Leñero realiza una propuesta estilística
novedosa; en Pueblo Rechazado aparece como tragedia
griega por el uso de coros y
en Redil de ovejas ejercita estructuras literarias no convencionales como la introducción
de voces que se asumen como
narradoras sin serlo.
Leí Redil de ovejas cuando trabajé en la
revista Proceso en la segunda mitad de los
setenta y tuve un espacio privilegiado: un
grupo de reporteros y editores —no más de
diez— fundamos El Mollete Literario, una
reunión todos los jueves después del cierre
de redacción de la revista semanal en el Vips
más cercano para comer molletes y tomar
café, desde las diez de la noche hasta el cierre
del lugar a las dos de la mañana, hablando
exclusivamente de literatura. Ahí me motivé
para leer a Leñero como escritor y no sólo
tratarlo como jefe. No le gustaba hablar de
sus propias obras, pero a veces
sin quererlo salían los temas.
El ambiente de Redil de ovejas refiere los grupos católicos
activistas, entre ellos la Asociación Católica de Jóvenes
Mexicanos que operaba como
grupo de acción política radical. La virtud de la novela de
Leñero radicó en su percepción
crítica del asunto religioso. La
primera edición de la novela
salió en 1967, justo en el año
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en el que el Vaticano impone su autoridad
sobre Lemercier para obligarlo a cerrar la
práctica psicoanalítica; la crisis llevó a Lemercier a colgar los hábitos y en ese mismo 1967
contraer nupcias. No hay muchos datos de
tiempos de redacción, pero se puede suponer que Leñero redactó casi simultáneamente
Pueblo rechazado y Redil de ovejas porque
la segunda circuló en 1967 y el primero en
1968. La crisis de Lemercier colapsó la experiencia progresista de Méndez Arceo en Cuernavaca para abrir la iglesia a los jóvenes.
La crisis del Estado con la iglesia católica
nació con la Independencia de México, e
inclusive Leñero ha tratado los juicios religiosos contra Hidalgo y Morelos en guiones
de teatro. La guerra cristera 1926-1929 tuvo
una salida institucional con la fundación del
Partido Nacional Revolucionario pero volvió a
entrar en crisis con la radicalización del Partido de la Revolución Mexicana en 1938. La
declaración de Manuel Avila Camacho en su
campaña presidencial diciendo “soy creyente”, en entrevista realizada por José C.
Valadés y publicada en la revista Hoy, medio
tranquilizó los ánimos pero de nueva cuenta
hubo un conflicto en1946-1947 que cuenta,
con sentido crítico, Martín Luis Guzmán en
Necesidad de cumplir con las leyes de Reforma. A la etapa posterior 1947-1961 se refiere Leñero en su novela —página 134— y
luego la proyecta a 1967 en que la iglesia
se partió por la presencia en sus filas de la
izquierda progresista, en el entendido de que
1967 produjo, por la lectura de su obra de
teatro y su novela, un conflicto religioso en
el propio Leñero: como atender al progresismo siendo de una institución conservadora.
Al final, Leñero encontró en la literatura una
puerta de salida a su conflicto de creencias;
después de 1967 Leñero siguió siendo católico pero ya sin subordinarse a los fanatismos
conservadores, y apoyó algunas otras expresiones radicales de la iglesia.
La relectura de las dos obras de Leñero
casi medio siglo después de haber sido redactadas y en un escenario de agotamiento
de la vertiente coercitiva de la religión tiene
como garantía la aportación estilística del autor; para mí, se trata de dos obras de literatura política sobre un sector usualmente errado como ostión, escritos por un autor que
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Campaña anticomunista realizada por el poblano, el obispo
Márquez y Toriz en el mitin del 4 de junio de 1961.
no varió su fe religiosa pese a la problemática
descrita. Después de la crisis de 1961 el Estado y la iglesia encontraron un acuerdo de
conveniencia-convivencia-connivencia a partir del reconocimiento por parte de la iglesia
de que el Estado es la autoridad máxima,.
Aunque asumiéndose como sector invisible
del sistema político priísta; hasta la sucesión
presidencial de 1994 la iglesia formaba parte
de la estructura de toma de decisiones sobre
candidatos presidenciales, aunque imponiendo condiciones fáciles de cumplir porque
tenían que ver con los protocolos religiosos
como el no-divorcio, el rechazo al aborto y ni
qué pensar en los temas homosexuales; en
1994 el candidato Luis Donaldo Colosio era
divorciado y no provocó ningún intento de
veto eclesiástico. El arribo de Fox y el PAN a
la presidencia no provocó el regreso de los
afanes de poder de la iglesia. El regreso de la
iglesia al espacio de poder se ha dado en el
sexenio del presidente Peña Nieto, más como
la búsqueda de un apoyo institucional que
por una fe enérgica.
Y si bien los temas de Lemercier y el
psicoanálisis en la conformación de la vocación sacerdotal y la disputa en las calles
entre el cristianismo y el comunismo, las dos
obras de Leñero cumplen con suficiencia su
vertiente de propuesta literaria e inclusive
con aportaciones experimentales que la literatura formal de finales de los sesenta repudiaba académicamente. Es decir, lo mejor
sería leer Pueblo rechazado y Redil de ovejas
como obras literarias, de ficción de una realidad. Mi relectura de Redil de ovejas se dio a
mediados del 2015 cuando apareció la nueva edición y la de Pueblo rechazado ocurrió
apenas en el contexto de la visita del papa
Francisco a México. Y el saldo fue primero
de reconocimiento literario al esfuerzo experimental de Leñero y a su valentía para
tratar temas que se sabe que le fueron muy
dolorosos en cuanto a su fe y convicciones:
los personajes, la narrativa, la estructura
novedosa y audaz para los sesenta en cuando a redacción son otras de las aportaciones
de Leñero. Por sí mismas, ocultando —si se
pudiera— las razones que lo llevaron a las
dos obras, Redil de ovejas y Pueblo rechazado dejan satisfecho al lector.
El oficio de Kafka
Cuadernillo de Carlos Ramírez
indicadorpolitico.mx
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