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REDESCUBRIENDO LA MISIÓN DEL TEÓLOGO A LA LUZ DE LA CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA DEI VERBUM ALEXANDER URREA DUQUE PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE TEOLOGIA UNIDAD DE POSGRADOS Bogotá, D.C., enero de 2013 1 REDESCUBRIENDO LA MISIÓN DEL TEÓLOGO A LA LUZ DE LA CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA DEI VERBUM ALEXANDER URREA DUQUE Monografía de grado, requisito para optar por el título de Maestría en Teología David Eduardo Lara Corredor Director de la Monografía PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE TEOLOGIA UNIDAD DE POSGRADOS Bogotá, D.C., enero de 2013 2 Nota de aceptación ____________________________ ____________________________ ____________________________ ____________________________ ____________________________ __________________________ Firma del presidente del Jurado _________________________ Firma del jurado _________________________ Firma del jurado La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por los alumnos en sus trabajos de síntesis; sólo velará por que no se publique nada contrario al dogma y la moral católica y por que las tesis no contengan ataques o polémicas puramente personales, antes bien, se vea en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia (Reglamento General de la Pontificia Universidad Javeriana. Artículo 23 de la Resolución No. 13 del 06 de junio de 1964). Bogotá, D.C., 2013 3 Dedicatoria A todos los miembros de mi familia Urrea Duque, A Stephen Sánchez compañero y amigo espiritual A Paula Acosta mi novia paciente e incondicional Alfonso Henao “el amigo”. 4 AGRADECIMIENTOS Dios, este trabajo recoge los frutos de los dos, espero que te agrade. A mi familia todos y cada uno de ellos me han ayudado; a mi novia y a la familia de mi novia gracias; a todos los miembros de la Facultad de Teología de la Pontifica Universidad Javeriana gracias por el apoyo incondicional. A David Lara, gran hombre, gran padre de familia, gran docente, director de esta monografía que me ayudo a alcanzar paso a paso los momentos de esta investigación; también, al P. Germán Neira, quien como lector de tesis me ayudó a ser más preciso en mis aportes, a los dos gracias; finalmente, a cada persona con la que he trabajado en las parroquias y seminarios, a Dios le pido que los cuide y acompañe, porque gracias a ellos también he llegado hasta este punto de mi historia. 5 ÍNDICE INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………...... 8 Capítulo I EL TEÓLOGO EN PROCESO DE DEFINICIÓN Aproximación desde el Concilio Vaticano II ……………………………….………12 13. 1. LAS COMPRESIONES SOBRE EL TEÓLOGO EN LA ETAPA PRE-CONCILIAR….. 2. EL APORTE A LA DEFINICIÓN DE TEÓLOGO EN EL CONCILIO VATICANO II.. .23 3. CUESTIONES GENERALES SOBRE LA CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA DEI VERBUM….……………….......................... 28 3.1. Dei Verbum 23. Deberes de los exégetas y de los teólogos……………33 3.2. Dei Verbum 24. Escritura y teología………………..……………………. 39 ELEMENTOS CONCLUSIVOS DE LA RELACIÓN ENTRE TEÓLOGOS Y MAGISTERIO... …………………………………………………..………………….43 4.1. Sobre el quehacer teológico de los teólogos………………………..........43 44 4.2. La Doctrina Católica como norma suprema……………………...………… 4.3. La Relación de la Iglesia Católica con la Escritura…………………........44 4.4. Relación del Teólogo con la Escritura……………………………………..45 Capítulo II COMPRENSIONES TEOLÓGICAS SOBRE EL TEÓLOGO Una fundamentación teológica desde la reflexión de la Comisión Teológica Internacional y la Congregación para la Doctrina de la Fe………………………46 1. NUEVAS LUCES PARA LA IDENTIDAD DEL TEÓLOGO EN LA ETAPA POST–CONCILIAR……………………………………….……..47 1.1. La doctrina de la Congregación para la Doctrina de la Fe…….…..…….50 1.2. La comprensión del teólogo en la Comisión Teológica Internacional…… 57 2. CARACTERÍSTICAS DEL MINISTERIO ACTUAL DEL TEÓLOGO EN LA VIDA DE LA IGLESIA…………………………………………………………………………60 2.1. Fidelidad a las fuentes de la tradición de la Iglesia................................60 2.2. Actualización Creativa de la Tradición……...………………………...……60 2.3. Espiritualidad de la Sabiduría Eclesial………………………………..……61 6 3. COMPRENSIONES TEOLÓGICAS DEL PAPEL DEL TEÓLOGO EN LA IGLESIA…………………………………………………………61 3.1. Ministerio actual del teólogo en Beniamino Stella………………………..63 3.2. La doble funcionalidad del ministerio de la Palabra en Francis Sullivan…………………………………………………………...........66 3.3. El Magisterio dual en el Cardenal Avery Dulles………………………….68 3.3. Desarrollo e independencia de la teología, en Richard McCormick..,,,,, 75 4. EL TEÓLOGO COMO INTÉRPRETE DE LA REVELACIÓN……….….………..75 76 5. EL QUEHACER TEOLÓGICO Y SUS RELACIONES: UNA CONCLUSIÓN….. 5.1. Relación de Congregación para la Doctrina de la Fe y los teólogos….76 5.2. Comisión Teológica Internacional y la teología hoy………………........77 5.3. Responsabilidades de los teólogos en el entendimiento y formulación de la Fe cristiana………………………………………………………………….78 5.4. Una tipología del teólogo…………….…….…….……………………….…79 Capítulo III 82 LA CENTRALIDAD DE LA REVELACIÓN EN LA LABOR DEL TEÓLOGO…….66 68 1. LA REVELACIÓN CONFIADA A TODA LA IGLESIA………………..…………….82 75 2. FUNCIONES PROPIAS DE LOS TEÓLOGOS EN LA TRANSMISIÓN DE LA 75 REVELACIÒN…………………………………………………………………………..85 76 2.1. Función investigativa y científica del teólogo, como fruto de la 76 interpretación de las escrituras………………………………………………..86 77 2.2. Función Mediadora del teólogo entre Dios y la comunidad de fe……… 90 2.3. Funciones propias del Teólogo en consonancia con el Depósito de la Fe… 94 3. LA CUESTIÓN DE LA LIBERTAD Y LA INTERPRETACIÓN EN EL QUEHACER DEL TEÓLOGO………………………………………………………………………..97 La misión canónica y el mandato………………………………………………………99 4. LA FE, PUNTO DE DIÁLOGO, ENTRE LOS TEÓLOGOS Y EL MAGISTERIO...104 5. SÍNTESIS Y CONCLUSIONES…..……..………………………………………….105 BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………………………...110 ANEXO: BIBLIOGRAFÍA COMENTADA…………………………………………….114 85 7 86 90 INTRODUCCIÓN Cada época trae consigo sus propias preguntas, sus propios desarrollos y sus propios entendimientos de la realidad. Para el caso de la teología, por el hecho mismo de estar en la historia y ser parte dinámica de la misma, va sufriendo transformaciones, gracias a los aportes que recibe de las nuevas interpretaciones de la realidad, que a su vez permite comprender el paso que se realiza entre la trascendencia y la encarnación es decir, entre la vida interna de Dios y el actuar de Dios en la historia.1 Así la revelación como automanifestación divina que implica la capacidad del sujeto humano de relacionarse con el misterio, permite comprender que ese actuar de Dios, exige la escucha atenta de su Palabra, como condición de fe de la comunidad, y, busca sin descanso ver cómo la imagen de Dios se desprende, se muestra y se palpa en medio de la transformación de la historia. Esa mostración de Dios, su Revelación, produce modificaciones en las comprensiones de la humanidad para la producción de una teología. Así, toda teología que quiere buscar, sin duda, la comprensión del revelar el acontecer de Dios en el mundo, tiene como función no solo ayudar a la identidad propia de la comunidad, sino también acompañar, provocar y discernir aquellas semillas del Verbo que se descubren en la historia, necesarias para el crecimiento en la fe.2 El interés de esta investigación nace del desafío de comprender y aportar al debate dos maneras de interpretar esa mostración de Dios: el Magisterio y la teología, que desde los sujetos sería el debate entre obispos y teólogos respectivamente, quienes han recogido las semillas del Verbo; el respectivo análisis tendrá como referencia el Concilio Vaticano II, donde Magisterio y 1 Didaskalia, Los métodos en Teología. El método de la teología de la Liberación Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, 2007, 166. 2 Ibíd, 166. 8 teología, obispos y teólogos, coinciden en la única finalidad de ayudar a su comunidad de creyentes a la comprensión de la Palabra.3 Sin embargo, en los últimos años, nuevas tensiones han surgido entre estos dos delegatarios de tan importante labor, generando preguntas tales como: ¿Cuál es el lugar del Magisterio? y, ¿cuál es el lugar de la teología? Dialéctica que por lo demás, ha tomado matices inesperados y a su vez se ha convertido en un tema de actualidad. Vistos estos dos interrogantes, no se puede determinar que existan ya elementos contundentes que permitan dar solución a la pregunta, que se ha propuesto indagar en esta investigación: ¿cuál es el papel que el teólogo debe cumplir dentro de la Iglesia para realizar su tarea fundamental? Y junto a esta pregunta, surgen otras: ¿se reduce la labor del teólogo a la fidelidad del Magisterio?, ¿no han afirmado los autores citados que la tarea, dada a unos y a otros, es la de buscar la verdad?, ¿está subordinada una a la otra?, ¿de qué depende la solidez de las afirmaciones teológicas? Pero, ¿no es acaso un estudioso de la fe, el teólogo? y por ser lo que es, ¿no está capacitado el teólogo para enseñar, como lo hace el Magisterio? o ¿es tarea exclusiva del Magisterio enseñar?, ¿quién tiene la potestad?, ¿quién o quiénes son los indicados?, ¿cómo, cuándo y por qué, se ha conectando, el ejercicio teológico con la autoridad de enseñar en la Iglesia? Aunque aquí recogidos estos interrogantes, llegar a atender dichas preguntas, formarían parte, si fuere necesario, de una tesis doctoral. De manera que lo aquí expuesto como problemática, abarca una gran porción de la Iglesia, a saber, Magisterio y teología; y se hace necesario optar, atendiendo a los límites de esta investigación, por una problemática de menor tamaño, que por ser menor no es de mayor importancia, que tratará de indagar dentro de las concepciones teológicas ya existentes, tanto de unos como en otros, la misión, 3 Figueiredo, Anthony J. The Magisterium-theology relationship, contemporary theological conceptions in the light of Universal Church teaching since 1835 and the pronouncements of the Bishops of the United States. Roma, Pontificia Universidad Gregoriana, 2001, 10. 9 vocación y papel del teólogo. Con estas inquietudes a la base, se busca identificar cuáles de estas concepciones pueden ayudar a definir una posible respuesta a la pregunta: ¿cuál es el papel que el teólogo debe cumplir dentro de la Iglesia para realizar su tarea fundamental? Por tanto, hay que reconocer que la teología de hoy oscila entre una teología débil, de testimonio, cargada de profetismo y marginalidad, pluralista, diversificada y contextual;4 y una teología, en palabras del Cardenal Kasper, eclesial, científica, abierta, sin perder su identidad, universalidad y catolicidad.5 Estas cualidades, no solo deben ser propias de la ciencia en cuestión sino de los sujetos involucrados que beben de tal proceder. Entonces, ¿Qué se busca problematizar? Efectivamente las comprensiones teológicas en torno al teólogo, su misión en la Iglesia, su capacidad de intervención y decisión. De este modo, la investigación tratará de referirse sobre algunos asuntos propios del sujeto creyente (el teólogo), que al parecer generan una discontinuidad en su labor hermenéutica, que lo llevan a apartarse de las reglas del saber crítico, necesarias para su quehacer teológico. Por eso, la cuestión general sobre la cual se moverá está investigación, es si después de la formación teológica inicial, las/los teólogas/os descuidan la tarea propia de la hermenéutica teológica en medio del dinamismo de vida, se hace necesario redescubrir la misión del teólogo(a) que le permita de nuevo atender los asuntos propios y de sus contemporáneos en torno a su tarea de intérprete de la Revelación en la perspectiva de la Constitución Dogmática Dei Verbum. ¿Cómo entonces llegar a unas conclusiones que sinteticen la tipología del teólogo a la luz de las comprensiones magisteriales y teológicas? Se dará de la siguiente manera. 4 5 Ibíd, 44. Kasper, W. Teología e Iglesia, Barcelona, Herder, 1989, 8. 10 En primer momento para alcanzar una identidad de la tipología del teólogo, se hará una aproximación inicial de las compresiones sobre el teólogo en la etapa Pre- conciliar, cuestión necesaria para alcanzar a precisar el aporte a la definición de teólogo dado el Concilio Vaticano II. Entre esas precisiones, la Constitución Dogmática Dei Verbum presenta dos numerales importantes en cuanto a los deberes de los exégetas y de los teólogos, Dei Verbum 23, y la relación que debe existir entre Escritura y teología Dei Verbum 24. Al final del capítulo se presentan los elementos conclusivos de la relación entre teólogos y Magisterio. En un segundo momento, se presenta una fundamentación teológica desde la reflexión de la Comisión Teológica Internacional y la Congregación para la Doctrina de la Fe, como nuevas luces para la identidad del teólogo en la etapa post– Conciliar; tales comprensiones teológicas del papel del teólogo en la Iglesia, hacen parte de las reflexiones alcanzadas por el Magisterio teológico en autores como Francis Sullivan, quien presenta la doble funcionalidad del ministerio de la Palabra; Cardenal Avery Dulles, sobre el Magisterio dual; Richard McCormick, sobre el desarrollo e independencia de la teología; y finalmente las compresiones de la Magisterio Eclesial en voz de Beniamino Stella en torno a la vocación del teólogo. Este que hacer teológico y sus relaciones, dan fe de las nuevas responsabilidades que los teólogos han alcanzado ya en el entendimiento y formulación de la Fe cristiana dejando claro al cierre del capítulo la tipología del teólogo. Como cierre del trabajo metodológico, el tercer y último momento, define la importancia de la Revelación en la labor del teólogo, por un lado porque la revelación esta confiada a toda la iglesia, y por el otro, es una de las funciones propias de los teólogos: la transmisión de la Revelación; esa transmisión como se verá, va de la mano de una función investigativa y científica como fruto de la interpretación de las escrituras y a su vez su función mediadora del teólogo entre Dios y la comunidad de Fe, funciones que están en consonancia con el depósito de la Fe. La Fe entonces se presentará como punto de diálogo, entre los teólogos y el Magisterio. 11 Capítulo I EL TEÓLOGO EN PROCESO DE DEFINICIÓN Aproximación desde el Concilio Vaticano II En este primer capítulo, se hace indispensable indagar teológicamente las comprensiones sobre la función interpretativa del teólogo a la luz de los numerales 23 y 24 del Documento Conciliar Dei Verbum. Se toma como punto nodal el Concilio Vaticano II, puesto que este encuentro Sinodal es un momento coyuntural y transformador desde donde la Iglesia comienza y sigue insistiendo en la tarea necesaria y fundamental que deben asumir los teólogos. En la constitución dogmática Dei Verbum, el Concilio le exige a su Iglesia en pleno, una interpretación de la Sagrada Escritura en las mismas condiciones y con la ayuda de una figura visible de los teólogos. De ahí que la misión del teólogo se sitúe no tanto en el horizonte de funciones y tareas que hay que cumplir, sino en el horizonte de una vocación común a la interpretación con la ventaja que propone el Concilio Vaticano II, insistiendo, en que la tarea no es patrimonio exclusivo de unos pocos sino que es vocación de todos. En tal sentido se presentan los momentos de este capítulo: primero, las posibles comprensiones sobre la identidad del teólogo en la etapa Pre-Conciliar, realizando un recorrido desde la antesala del Concilio Vaticano I, hasta los anotaciones previas al Concilio Vaticano II. Luego, los aportes dados en Concilio Vaticano II en cuanto a la definición de la identidad del teólogo, con especial atención en las cuestiones generales sobre la Constitución Dogmática Dei Verbum, y algunas cuestiones en Gaudium et Spes. Finalmente, se hará una precisión en torno a la Constitución Dogmática Dei Verbum No. 23 con el subtítulo: Deberes de los exégetas y de los teólogos y el número 24 sobre Escritura y Teología dejando claro los posibles avances a los que el teólogo puede llegar en el ejercicio de evangelización, como ministro de la Palabra y refuerzo a su identidad eclesial. 12 1. LAS COMPRESIONES SOBRE EL TEÓLOGO EN LA ETAPA PRECONCILIAR Se puede pensar en el teólogo como en aquella persona que, por vocación, se entrega al estudio de un acontecimiento que hunde sus raíces en el pasado, la revelación de Dios en la historia, pero como hijo de su tiempo, cargado de las provocaciones y tensiones del presente, teniendo que producir instrumentos para que ese acontecimiento sea comprensible y significativo también para el día de hoy.6 Como creyente, se ve avocado en su investigación por la certeza de la fe, pero como científico está sujeto a las reglas del saber crítico.7 Sin que la pretensión de la presente monografía sea un estudio de la historia de la Iglesia, cabe recalcar que el primer milenio de la historia de la Iglesia, está caracterizado por la inseparabilidad entre el saber teológico y el ministerio pastoral del Obispo.8 Dos cuestiones que estarán en pugna en los siguientes siglos. Los teólogos eran los grandes doctores de la Iglesia, y ellos, con algunas excepciones, eran nombrados Obispos. En cuando al Magisterio del Obispo se desarrollaba siendo teólogo y viceversa9; se nota una circularidad que pone de manifiesto la unidad y la complementariedad de las dos funciones. No es de extrañar esta afirmación, si se piensa que, la teología era considerada como sacra pagina o sacra doctrina,10 es decir, como comentario y esfuerzo de penetración en la Palabra de Dios para poderla vivir concretamente.11 6 Berzosa, Raúl, Hacer teología hoy, retos, perspectivas, paradigmas, Madrid, San Pablo, 1994, 114. 7 Figueiredo, Anthony J. The Magisterium-theology relationship, contemporary theological conceptions in the light of Universal Church teaching since 1835 and the pronouncements of the Bishops of the United States. Roma, Pontificia Universidad Gregoriana, 2001, 135. 8 Ibíd. 136. 9 Patiño, José Uriel. Historia de la Iglesia. Vol. II. Bogotá, San Pablo, 2007, 60. 10 A diferencia de contemporáneos suyos como San Alberto Magno o San Buenaventura que utilizan predominantemente el término theologia, Santo Tomás de Aquino privilegia el concepto de sacra doctrina, que aparece explicitado en diversos contextos de sus obras. La noción de sacra doctrina ha sido objeto de diferentes interpretaciones en la tradición tomista, hasta el punto de haberse hablado al respecto de una suerte de crux thomistarum. 11 Con la pregunta acerca de la sacra doctrina comienza tanto el Comentario de Santo Tomás al libro de las Sentencias de Pedro Lombardo (I Sent, prol., a. 1-5), como la Summa Theologiae (Ia, q. 1, a. 1-10). Esta ubicación sugiere ya la importancia de la comprensión de lo que el Aquino designa sacra doctrina. El tema aparece tratado también en la Expositio in Librum Boethii de Trinitate (q. 2, 13 Sin embargo, la aparición de las primeras universidades en el siglo XII y el comienzo de la distinción en los estudios escolásticos, llevará a la teología a separarse progresivamente de su cualidad de sacra pagina para convertirse en sententia y quaestio, y a reconocerse cada vez más como “ciencia”.12 Se convierte así, la teología, en una forma de conocimiento racional y científico del dato revelado.13 Lo que la fe acoge como don, la teología lo explica utilizando las leyes de la comprensión racional.14 Los teólogos se identifican con los grandes maestros de las universidades y las órdenes monásticas; así la teología se convierte en la cuna privilegiada para su formación.15 La identificación entre Obispo y teólogos es ya sólo una excepción. La doctrina crecerá en la comprensión, gracias a la ayuda de la razón, pero, a lo que se asiste, es a la primera gran división entre las escuelas teológicas.16 Se percibe, entonces, una acepción particular de la palabra teólogo, y esto a partir del siglo XIX con el cambio de significación de la teología, comprendida exclusivamente como justificación de la doctrina del Magisterio, que identifica al teólogo como a aquel que se apoya en esta doctrina, la pronunciada por el Magisterio tanto a la luz de los principios teóricos como lo son los de la philosophia perennis, y también, en el plano de la investigación histórica.17 El elemento apologético, que caracteriza a esta teología, convierte muchas veces al teólogo en un arquitecto de argumentaciones polémicas que en un intérprete a. 1-4; q. 5, a. 1 y 4; q. 6, a.1-2), en la Suma contra los gentiles (l. I, c. 3-9; l. II, c. 2-4; l. IV c. 1) y en otros textos menores. Figueiredo, 137. 12 Berzosa, 117. 13 Fisichella, R. El teólogo. http://mercaba.org/VocTEO/T/teologo.htm, consultado 24 de septiembre de 2012. 14 Didaskalia, Los métodos en Teología. El método de la teología de la Liberación, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, 2007, 10. 15 Berzosa, 118. 16 Ibíd, 130. 17 El centenario de la gran encíclica de León XIII, Aeterni Patris que desencadenó un gran movimiento en la Iglesia Católica para conectar de nuevo con la philosophia perennis y la auténtica teología, invita a retomar hoy las grandes cuestiones allí abordadas. 14 experto de los datos; de todas formas, su función se ve reducida a la de comentador de tales doctrinas.18 El Magisterio para Pío IX, por ejemplo, el título de “teólogo” estaba reservado para los profesores de las universidades pontificias.19 El concepto que da el Papa Pío IX, va de la mano de Gregorio XVI en cuanto al significado de la palabra Magisterio, referido a la capacidad de enseñar dentro de la Iglesia. Como lo afirma Pío IX en Qui Pluribus,20 se reconoce la competencia de la autoridad de la Iglesia para enseñar infaliblemente sobre la fe y la moral; en palabras suyas, se establece la fundación de la autoridad de enseñar por antonomasia así: Esta viva e infalible autoridad solamente existe en la Iglesia fundada por Cristo Nuestro Señor sobre Pedro, como cabeza de toda la Iglesia, Príncipe y Pastor; prometió que su fe nunca había de faltar, y que tiene y ha tenido siempre legítimos sucesores en los Pontífices, que traen su origen del mismo Pedro sin interrupción, sentados en su misma Cátedra, y herederos también de su doctrina, dignidad, honor y potestad.21 Ocho años más tarde, en 1854, el mismo Papa demostró su infalible autoridad de enseñar al definir el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María sobre su propia autoridad.22 Y continúa Pio IX en Tuas Libenter,23 donde reconoce que el acto de Divina fe, no está restringido solamente a los dogmas definidos por el Papa o por Concilios Ecuménicos, sino que la fe debía extenderse al Magisterio Ordinario de toda la Iglesia dispersa por todo el mundo.24 18 Hamer, Jerôme, Inter fidem et speciem. Dos consideraciones científicas sobre el estatuto de la teología, http://dspace.unav.es/dspace/bitstream/10171/13528/1/ST_XI-2_15.pdf, consultado el 24 de septiembre de 2012. 19 Patiño, Historia de la Iglesia, 67. 20 Pío IX, Encíclica Qui pluribus, Sobre la fe y la Religión. Noviembre 9 de 1846. Cf. Denzinger, H, Hünermann, P, El magisterio de la Iglesia, Barcelona, Editorial Herder, 1999, 1634 – 1638. 21 Ibíd. 22 Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, el 8 de diciembre de 1854. Denzinger-Hünermann, 2332 – 2334. 23 Pío IX, Carta al Arzobíspo de Múnich, Tuas Libenter. 21 de Diciembre de 1863. DenzingerHünermann, 1679 – 1684. 24 Figueiredo, 183. 15 Porque aunque se tratara de aquella sujeción que debe prestarse mediante un acto de fe divina; no habría, sin embargo, que limitarla a las materias que han sido definidas por decretos expresos de los Concilios Ecuménicos o de los Romanos Pontífices y de esta Sede, sino que habría también de extenderse a las que se enseñan como divinamente reveladas por el Magisterio Ordinario de toda la Iglesia extendida por el orbe y, por ende, con Universal y constante consentimiento son consideradas por los teólogos católicos pertenecientes a la fe.25 Es la primera vez que en un documento eclesial se habla explícitamente de un Magisterio Ordinario. El uso de este término por Pio IX también subraya dos prerrequisitos para el Magisterio Ordinario: el primero referido al sujeto, al Magisterio Ordinario que está expuesto en toda la Iglesia dispersa por el mundo, y por tanto, ella es educadora. El segundo referido al objeto, la materia que hay que enseñar son las cuestiones divinamente reveladas.26 Sin embargo, definido uno, el Magisterio, Pio IX definió más explícitamente el rol de los teólogos en una relación directa con la autoridad de enseñar de la Iglesia; en su carta Tuas Libenter,27 se hace explicita una tarea específica de los teólogos, referida a enseñar dentro del Magisterio Ordinario y a toda la iglesia dispersa por todo el mundo.28 El congreso de Múnich, produjo un documento en el cual se confirmaron las obligaciones que tienen los teólogos de sujetarse a los estamentos dogmáticos de la Iglesia. Esto no va en contra de su libertad, la cual es natural y necesaria para la investigación científica, afirmaba el Papa. Él temía que, al subrayar el tema de la libertad podría restringir aquellas áreas donde la influencia vinculante de la autoridad de enseñar de la Iglesia se extiende, cuestión que más adelante será puesta en conflicto.29 25 Tuas Libenter. Denzinger-Hünermann, 1680. Figueiredo 184. 27 Tuas Libenter. Denzinger-Hünermann, 1682. 28 Ibíd. 29 Ibíd. 26 16 Así, Pío IX insiste en que el Magisterio Ordinario enseña lo que es divinamente revelado, por esa razón unánime y constantemente el Magisterio se acompaña de los teólogos católicos en razón de su fe. Se puede afirmar, que estas cuestiones y otras, se suponen son llevadas al consentimiento de los teólogos por parte del Magisterio, de manera constante y universal, todo esto siguiendo el esquema propuesto por el Papa. Finalmente, Pio IX afirma que, la labor teológica está subordinada a la del Papa y a la de los Obispos, como se afirma en su Carta Inter Gravissimas,30 donde le asigna a la teología la tarea de soportar e ilustrar en conformidad con las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia las fuentes de la Revelación.31 En el Vaticano I, la constitución Dogmática Dei Filius,32 los padres conciliares repitieron la afirmación central dada en Tuas Libenter y que entregada por Pio IX,33 en lo concerniente a la infalibilidad del Magisterio Ordinario, afirma: Ahora bien, deben creerse con fe divina y católica todas aquellas cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o tradicional, y son propuestas por la Iglesia para ser creídas como divinamente reveladas, ora por solemne juicio, ora por su Magisterio Ordinario y Universal.34 Las cuestiones preparatorias del esquema de Dei Filius 35 muestran claramente el párrafo que habla sobre el Magisterio Ordinario y Universal, y cómo fue insertado sobre la base de la enseñanza de Tuas Libenter.36 En cuanto a la palabra “universal”, el texto de Dei Filius, lo adhiere a la expresión Magisterio Ordinario.37 El Obispo Conrad Martin, relator oficial de este documento, reconoció que la adición fue hecha para evitar la posibilidad de interpretar la frase “Magisterio 30 Pío IX, Inter gravissimas, Acta, vol. I, 28 de Octubre de 1870. Denzinger-Hünermann, 2315. Esta cuestión la presenta Pío XII, en Humani Generis No. 5, 6, 12, 13, 14, 15. 32 Concilio Vaticano I, Constitución Dogmática Dei Filius, sobre la fe católica 24 de abril de 1870. http://es.catholic.net/sacerdotes/222/2456/articulo.php?id=23281. Consultada el 24 de septiembre de 2012. 33 Tuas Libenter. Denzinger-Hünermann, 1682. 34 Capítulo 3, Sobre la Fe católica. Ibíd. 35 Roger, Aubert, Vaticano I, Capítulo II, La preparación inmediata. París, l´Orante, 1970, 56. 36 Tuas Libenter. Denzinger-Hünermann,1683. 37 Constitución Dogmática Dei Filius, Capítulo 3. http://es.catholic.net/sacerdotes/222/ 2456/articulo.php?id=2328. Consultada el 24 de septiembre de 2012. 31 17 ordinario” como referido solamente a la enseñanza papal.38 Así la nueva frase, indica que no solo el Papa enseña por sí mismo, sino que lo hace en unión con sus Obispos. En cuanto a la labor del los teólogos definida por el Concilio Vaticano I, está claro que Dei Filius, está siguiendo a Pio IX,39 donde se trata de disipar la mirada de los teólogos quienes vieron minimizada su tarea a la de definir dogmas. Sin embargo, como se verá en su momento, tales argumentos todavía prevalecen.40 Otro elemento significativo, en Dei Filius, es que no repite la expresión de Tuas Libenter referida al consenso constante y universal de los teólogos.41 En la discusión del segundo esquema de Dei Filius, se explicitó que la base para las doctrinas de la fe, no se reducen a las opiniones de los teólogos, sino más bien a las enseñanzas del Magisterio, el cual se define a sí mismo con las palabras de enseñanzas universales y como divinamente reveladas. 42 Esta conclusión, subraya el punto central que fue definido por los padres Conciliares que afirma la existencia de muchas verdades las cuales son el objeto de la fe; y sin embargo, no son definidas como artículos de fe, ni por los concilios, ni por el Papa. Este es el caso especial cuando los católicos se ponen de acuerdo en algún tema sobre la revelación, que es propuesto luego como enseñanza dentro del Magisterio Ordinario Universal. En este sentido Tuas Libenter afirma que tales verdades que son apoyadas universal y constantemente por los teólogos, pertenecen a la fe.43 En el caso de Dei Filius, habla de manera expresa y directa a los teólogos. El preámbulo presenta una lista de concepciones erróneas y escritos concernientes a la fe y a la razón que se han multiplicado en ese siglo XIX, así que discurre sobre 38 Figueiredo, 191. Denzinger-Hünermann, 3012. 40 Figueiredo, 192. 41 Ibíd, 193. 42 Figueiredo 193. 43 Ibíd, 194. 39 18 la fe teológica y los concernientes errores teológicos. Junto a esto, una lista de errores de los cuales los fieles se deben defender, como el racionalismo, naturalismo, o dejarse llevar por nuevas ideas, o el entendimiento de los dogmas que difieran de la manera como la Iglesia los presenta. Esto indica que se mantiene en pie la postura de Pio IX.44 En esta misma Constitución se hacen afirmaciones en contra del ateísmo y el tradicionalismo; y se afirma la capacidad fundamental del hombre para conocer la existencia de Dios por la luz natural de la razón. En cuanto al deísmo, se define el factor de la revelación, su gracia natural, como también la necesidad por conocer el orden sobrenatural.45 Todo esto fundamentado, en el Concilio de Trento, donde la fuente es la Revelación, la Escritura y las tradiciones no escritas; así también como las reglas de la interpretación, gracia dada a la Santa Madre la Iglesia que juzga el sentido verdadero de la interpretación del as escrituras.46 Mas como quiera que hay algunos que exponen depravadamente lo que el santo Concilio de Trento, para reprimir a los ingenios petulantes, saludablemente decretó sobre la interpretación de la Escritura Divina, Nos, renovando el mismo decreto, declaramos que su mente es que en materias de fe y costumbres que atañen a la edificación de la doctrina cristiana, ha de tenerse por verdadero sentido de la Sagrada Escritura aquel que sostuvo y sostiene la Santa Madre Iglesia, a quien toca juzgar del verdadero sentido e interpretación de las Escrituras Santas; y, por tanto, a nadie es lícito interpretar la misma Escritura Sagrada contra este sentido ni tampoco contra el sentir unánime de los Padres.47 Este último punto, que se será tratado de nuevo en el Concilio Vaticano II, se dirige precisamente en contra de los métodos nacientes en favor de los avances en el campo de la exégesis bíblica. 44 Figueiredo, 195. Patiño, Historia de la Iglesia, 125. 46 Figueiredo, 196. 47 Denzinger-Hünermann, 3007. 45 19 Sin embargo, entre los períodos de Vaticano I y el Papa Pio XII, se consolidó a fondo la autoridad de enseñar del Papa, pero creció la subordinación de parte de los teólogos cuando disienten del Magisterio papal. La enseñanza papal asumió un aura de seguridad después de la solemne definición de infalibilidad papal reafirmada en el Vaticano I, junto con la definición dogmática de la Inmaculada Concepción de la Virgen María como bien se notó antes, y su Asunción Corporal al Cielo en 1950.48 Para cuando llega el tiempo del Vaticano II, el Magisterio papal, se había establecido por sí mismo, como el más importante lugar de la actividad teológica.49 Ese momento transicional, se deben tener en cuenta dos factores muy bien conectados, que generarán un cambio enorme en estas comprensiones sobre la identidad del teólogo. El primer factor, tiene su base en la declaración dada por León XIII, sobre la neoescolástica, donde la teología y la filosofía oficial de la Iglesia deben estar fundadas, en particular sobre las enseñanzas de Santo Tomas de Aquino.50 Un segundo factor, muy relacionado con el ya citado, es que cualquier expresión teológica que no estuviera en esta línea tomasiana era considerado como desviada.51 Desde Pio X existió una vigorosa supresión del modernismo, que incluía los nuevos horizontes que la actividad teológica proponía en esos momentos.52 De igual manera, Pio XII demostró su preocupación por responder a las nuevas tendencias teológicas y filosóficas, caracterizadas por el término la nouvelle théologie, liderando la labor de delinear claramente el rol subordinado de la teología al Magisterio en la Encíclica Humani Generis.53 48 Pío XII, declaró en la Bula Munificentissimus Deus, el Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen en cuerpo y alma al Cielo el día 1 de noviembre de 1950. 49 Figueiredo, 203. 50 León XIII, Encíclica Aeterni Patris, sobre la restauración de la filosofía cristiana conforme a la doctrina de Santo Tomás de Aquino. 4 de Agosto de 1879. Denzinger-Hünermann, 2192. 51 Encíclica Aeterni Patris. Ibíd. 52 Figueiredo, 203. 53 Pio XII, Humani Generis, Carta encíclica, sobre las falsas opiniones contra los fundamentos de la doctrina católica, 12 de agosto de 1950. Denzinger-Hünermann, 2285. 20 Todo lo anterior provee a los pontífices, posteriores al Vaticano I, el contexto para discernir las características esenciales de la función y la identidad del teólogo, que llegaron a su total desarrollo en las enseñanzas de Pio XII como ya se ha citado. Entre ellas se puede enumerar cinco. La primera, es que la autoridad de enseñar se identifica estrictamente con el Papa y los Obispos y no con los teólogos; Benedicto XV une la tarea de cuidar la sacrae disciplina con la infalibilidad magisterial la cual ha sido entregada al Papa y los Obispos.54 Pio XII repite esta afirmación, en su alocución Si Diligis: Los Apóstoles son, por lo tanto, por derecho divino los doctores y maestros auténticos de la Iglesia. Además de los legítimos sucesores de los Apóstoles, es el Romano Pontífice para toda la Iglesia y los Obispos de los fieles confiados a su cuidado, no hay otros maestros divinamente constituida en la Iglesia de Cristo.55 La segunda, se refiere a que los Obispos pueden delegar a otros, en este caso a los teólogos, para asistirlos en su función de enseñar: Pero tanto, los obispos y, ante todo, el Maestro Supremo y Vicario de Cristo en la tierra, puede asociar a otros con ellos mismos en su trabajo de profesor, y el uso de sus consejos, sino que delegar en ellos la facultad de enseñar, ya sea por concesión especial, o por la concesión de una oficina a la cual está unida la facultad.56 La tercera característica, definible de la teología, es la de demostrar cómo las enseñanzas magisteriales se han desarrollado a partir de sus fuentes, asignándoles a los teólogos la tarea de dar argumentos a los principios de la fe y la refutación de herejías.57 En Pio XII, se le propone al teólogo la noble tarea de 54 Papa Benedicto XV, Epístola Motu propio Sacrae theologiae 11 de Diciembre de 1914. Denzinger-Hünermann,1463. 55 Papa Pio XII, Si diligis La alocución fue leída en Mayo 31 de 1954. http://www.ewtn.com/ library/PAPALDOC/P12SIDIL.HTM. Consultada el 24 de septiembre de 2012. 56 Ibíd. 57 Esto reposa en la Carta Apostólica Officiorum Omnium de Pio XI, del 1 de Agosto de 1922. Denzinger-Hünermann, 2192. 21 demostrar, cómo una doctrina definida por el Magisterio está contenida en las fuentes de la revelación. Los teólogos cooperan con el magisterio al explicar y defender lo que el magisterio ha enseñado.58 También es verdad que los teólogos han de volver constantemente a las fuentes de la Divina revelación, pues a ellos les toca indicar de qué modo se halle en las Sagradas Letras y en la Tradición, explícita o implícitamente, lo que por el Magisterio vivo es enseñado. 59 Una cuarta característica, es que los teólogos han de considerar como errónea la opinión de que los dogmas pueden evolucionar en su significado. Como lo afirma Pio X: El hecho de que muchos escritores católicos quieran ir más allá de los límites determinados por los Padres y de la Iglesia misma es sumamente lamentable. En el nombre de un conocimiento superior y la investigación histórica (dicen), que están buscando que el progreso de los dogmas que es, en realidad, nada más que la corrupción de los dogmas.60 Pio XII le dará más fuerza, a propósito de la visión histórica y relativista de la verdad en la nouvelle théologie, donde afirma que los dogmas no pueden jamás ser cambiados.61 En quinto y último lugar, la investigación teológica debe tener como punto de partida de su búsqueda, las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia. El Papa León XIII abre el camino hacia la interpretación bíblica en su Encíclica Providentissimus Deus, donde declara que las Escrituras deben ser interpretadas en el sentido que la iglesia posee, quien juzga el verdadero sentido que posee.62 El Papa afirma que la Iglesia no quería entorpecer los procesos de investigación de la Escrituras, pero 58 Figueiredo. 203. Denzinger-Hünermann, 3886. 60 Papa Pio X, Lamentabili, syllabus condenando los errores de los modernistas. Julio 3, 1907. 2001 – 2012. También aparece en la Encíclica Pascendi Dominicae Gregis. DenzingerHünermann, 2071- 2085. 61 Pío XII Alocución: Quamvis inquieti et difficiles Septiembre 17 de 1946. 62 León XIII de la Encíclica Providentissimus Deus, de 18 de noviembre de 1893. DenzingerHünermann, 1941. 59 22 esto es lo que siempre ha dicho la Doctrina Católica de la autoridad de la Iglesia como la norma suprema. El Concilio Vaticano abrazó la doctrina de los Padres, cuando renovando el decreto del Concilio Tridentino acerca de la interpretación de la Palabra de Dios escrita, declaró que la mente de aquél es que en las materias de fe y costumbres que atañen a la edificación de la doctrina cristiana, ha de tenerse por verdadero sentido de la Sagrada Escritura aquel que mantuvo y sigue manteniendo la Santa Madre Iglesia; a quien toca juzgar del verdadero sentido e interpretación de las Escrituras Santas; y que por tanto, a nadie es lícito interpretar la misma Sagrada Escritura contra este sentido ni tampoco contra el unánime consentimiento de los Padres.63 En términos similares, Benedicto XV condena el uso erróneo del método histórico crítico usado por estudiosos de la Escritura y confirma las presunciones de que la fe debe ser la norma básica para la interpretación de texto Sagrados. 64 Visto lo anterior, ciertos elementos de estas afirmaciones prevalecerán sin cambio en varios apartados del Concilio Vaticano II. A continuación se hará un barrido en ciertos documentos, de este momento histórico que le darán más perfil al objetivo central de este primer capítulo. 2. EL APORTE A LA DEFINICIÓN DE TEÓLOGO EN EL CONCILIO VATICANO II Del pensamiento del Papa Pio XII se registra y se cristaliza un modo de entender la labor del teólogo que, como se verá a continuación, irá evolucionando gracias a los desarrollos dados en los campos de las ciencias exegéticas, que beben de la hermenéutica y la literatura. De igual manera, se abona el campo sobre el cual se enraízan las nuevas concepciones sobre la Revelación que enmarcarán el 63 64 Ibíd, 3281. Granados, Carlos Enquiridión Bíblico, Madrid, BAC, 2010, 372 – 381. 23 desarrollo del Concilio Vaticano II y con más énfasis se busca la definición de teólogo y sus funciones dentro de este marco conceptual. 65 Antes del inicio del a primera sesión del Concilio Vaticano II, en octubre de 1962, el Papa Juan XXIII, vio necesario determinar la amplitud de la posible agenda para su deliberación por medio de la consulta con toda la Iglesia.66 Muchas recomendaciones fueron asumidas durante la etapa de consulta y fueron enviadas a varias comisiones, las cuales habían sido orientadas por el Papa para discutir los documentos del Concilio.67 En el discurso inaugural del Papa Juan XXIII, se presentó un nuevo tono a propósito de la relación entre magisterio y teólogos. Él propuso un modo de ejercitar la autoridad basada en la premisa: En nuestro tiempo, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad. Ella quiere venir al encuentro de las necesidades actuales, mostrando la validez de su doctrina más bien que renovando condenas.68 El modo proposicional de presentar la doctrina era para reexaminarla de modo que correspondiera más totalmente al carácter pastoral del Magisterio y la historicidad: Deber nuestro no es sólo estudiar ese precioso tesoro, como si únicamente nos preocupara su antigüedad, sino dedicarnos también, con diligencia y sin temor, a la labor que exige nuestro tiempo, prosiguiendo el camino que desde hace veinte siglos recorre la Iglesia.69 Y continua, en torno a los nuevos tiempos: 65 Figueiredo 211. Ibíd, 220. 67 Ibíd, 221. 68 Juan XXIII, Gaudet Mater Ecclesia, Discurso durante la inauguración del Concilio Vaticano II. 11 de Octubre de 1962. http://www.vatican.va/holy_father/john_xxiii/speeches/1962/documents/hf_jxxiii_spe_19621011_opening-council_sp.html. Consultado el 24 de septiembre de 2012. 69 Ibíd. 66 24 La tarea principal de este Concilio no es, por lo tanto, la discusión de este o aquel tema de la doctrina fundamental de la Iglesia, repitiendo difusamente la enseñanza de los Padres y Teólogos antiguos y modernos, que os es muy bien conocida y con la que estáis tan familiarizados. Para eso no era necesario un Concilio. Sin embargo, de la adhesión renovada, serena y tranquila, a todas las enseñanzas de la Iglesia, en su integridad y precisión, tal como resplandecen principalmente en las actas conciliares de Trento y del Vaticano I, el espíritu cristiano y católico del mundo entero espera que se de un paso adelante hacia una penetración doctrinal y una formación de las conciencias que esté en correspondencia más perfecta con la fidelidad a la auténtica doctrina, estudiando ésta y exponiéndola a través de las formas de investigación y de las fórmulas literarias del pensamiento moderno. Una cosa es la substancia de la antigua doctrina, del "depositum fidei", y otra la manera de formular su expresión; y de ello ha de tenerse gran cuenta con paciencia, si necesario fuese ateniéndose a las normas y exigencias de un magisterio de carácter predominantemente pastoral. 70 Sin embargo, los documentos conciliares no proveen un exhaustivo tratamiento del rol de los teólogos en su acción ministerial.71 La función del teólogo se ve tratada solo de manera esporádica y en un pequeño grupo de documentos. Un análisis de estos, permite buscar tales concepciones teológicas en torno a la figura del teólogo, con el fin de ir precisando en qué áreas puede tener lugar la misión del teólogo. A propósito, Figueiredo reconoce tres funciones con las que debe identificarse el teólogo, que en el Concilio Vaticano II se pueden encontrar con mayor precisión 70 71 Ibíd. Figueiredo, 228. 25 en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, la primera de estas funciones, 72 y, en Constitución Dogmática Dei Verbum73, la segunda y la tercera. En cuanto a la primera función que el autor reconoce, consignada en Gaudium et Spes, el documento agradece de manera explícita la labor de los teólogos en proveer una idoneidad contemporánea del mensaje de fe.74 Los teólogos, junto con los Obispos, deben interpretar los signos de los tiempos en orden a que el mensaje de la Iglesia pueda ser llevado apropiadamente a aquellos que deben oírla: Es propio de todo el Pueblo de Dios, pero principalmente de los pastores y de los teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la palabra divina, a fin de que la Verdad revelada pueda ser mejor percibida, mejor entendida y expresada en forma más adecuada.75 Esta función refleja la sensibilidad que poseen los Padres del Concilio a propósito de los cambios culturales, de manera que la fe pueda ser comunicada al mundo de hoy. Así que el Concilio, reconoce que deben empezar a hacerse unas recomendaciones en torno a la actividad y la identidad del teólogo. Ampliando un poco más, Figueiredo, reconoce varios elementos, de la GS en favor de la identidad del teólogo. Son ellos, en primer lugar los que deben saber distinguir entre el depósito de la fe y sus expresiones. En segundo lugar, la investigación teológica debe tener en cuenta la filosofía y la historia en un esfuerzo por descubrir los medios más efectivos para comunicar la doctrina cristiana a la cultura contemporánea. En tercer lugar, la teología debe llevar a muchos laicos a recibir una apropiada formación en las ciencias sagradas. En cuarto lugar, los 72 Gaudium et Spes Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, 7 de diciembre de 1965. 73 Constitución dogmática, Dei verbum Sobre la Divina revelación, 18 de noviembre de 1965. 74 Ibíd, No. 44 y 62. 75 Ibíd. 26 pastores deben animar al conocimiento positivo y no restringir las contribuciones de otros segmentos de la Iglesia, que pueda ofrecer, gracias a sus varias especializaciones, nuevas interpretaciones de la revelación.76 Junto a estas afirmaciones, Figueiredo suma las dos funciones que él propone como identificables dentro de la Constitución Dogmática DV, una de ellas en torno a la identidad del teólogo, y la otra, sobre la función del teólogo en la teología.77 En cuanto a la primera, la identidad del teólogo, este debe reconocer la cercanía existente entre Doctrina y Tradición. El Vaticano II, afirma que toda teología se debe mover sobre el depósito apostólico más que sobre un corpus doctrinal estático. La exposición dinámica de la DV sobre la Escritura y tradición provee a los teólogos de una reserva de suelo nutricio tan amplia que sobrepasa la Palabra Escrita de Dios sobre la cual ellos investigan la fe.78 Aquí de nuevo, el patrimonio de la Fe, se presenta en términos de un proceso de maduración y explicación que envuelve no solo las definiciones del Magisterio y la investigación funcional de los teólogos, sino también la contemplación, estudio y profundización y la vida experimentada en los fieles creyentes.79 La segunda función que identifica Figueiredo en DV, en torno a la función del teólogo en la teología, reconoce el Concilio Vaticano II la contribución que deben hacer los exégetas como los teólogos en la maduración y en la comprensión del mensaje revelado y junto con su respectiva enseñanza.80 Es propio de todo el Pueblo de Dios, pero principalmente de los pastores y de los teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la 76 Figueiredo, 228 – 230. Ibíd, 230. 78 DV No. 9. 79 Ibíd, No. 8. 80 Figueiredo, 231. 77 27 palabra divina, a fin de que la Verdad revelada pueda ser mejor percibida, mejor entendida y expresada en forma más adecuada.81 Para el Concilio, sin embargo, todos estos caminos por los cuales la teología y sus representantes contribuyen al entendimiento de la fe, están fundados en el reconocimiento de que el Magisterio es el juez final y el auténtico intérprete de la Palabra de Dios. Esto implica, según Figueiredo, que es un rol diferente, el de los estudiosos de la Escritura, en relación con juicio del Magisterio, en su fase transitoria de escuchar y de madurar en el juicio de sus decisiones.82 Estas afirmaciones, entregadas por un lado, por la tradición argumentativa de la misma Iglesia y expuestas por Figueiredo, poseen un entramado constitutivo, que como se presentó el capítulo introductorio, recogen varias comprensiones sobre la labor del teólogo. Sin embargo, para los límites de esta investigación, el documento Dei Verbum, posee otros elementos que deben ser iluminados en esta primera etapa de método de la teología de la acción. 3. CUESTIONES GENERALES SOBRE LA CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA DEI VERBUM Siguiendo el objetivo trazado para este primer capítulo, es de vital importancia no perder de vista el planteamiento que hace el Concilio Vaticano II sobre la interpretación bíblica que a su vez resulta determinante para la elaboración de toda teología, tanto en su época como en el presente, y en concreto, para la identificación del rol del teólogo a la luz de estos nuevos planteamientos. Conviene, por tanto, destacar algunos elementos claves y particulares de la Dei Verbum, que se deben sumar a los ya expuestos en el subtítulo anterior. Según 81 82 DV, No. 12. Figueiredo, 231. 28 está allí establecido, el objeto de la revelación es la auto manifestación de Dios y de su designio salvífico.83. Como consecuencia directa de esta afirmación se puede afirmar que el objeto de la Revelación no es la manifestación de verdades teóricas, de tesis, de disposiciones legales, o de formas específicas de comportamiento, esto por ejemplo atendiendo a la cuestión moral.84 Por otra parte, afirma la Dei Verbum que la revelación acontece en obras y palabras pero, su contenido se esclarece en Cristo mediador y plenitud de toda revelación. Esto quiere decir que el acontecimiento histórico de Cristo es la mediación y plenitud de toda revelación Divina. De allí que, todo intento de interpretación de la revelación histórica necesite referirse primariamente a Cristo, Dios habló inicialmente por los profetas. Ahora nos ha hablado en el Hijo.85 La economía cristiana, por ser la alianza nueva y definitiva, nunca pasará.86 Por tanto, se debe reconocer que lo que revela Dios-Padre en Jesús Dios-Hijo se constituye en alianza nueva y definitiva. La economía cristiana resulta ser la normativa para toda la humanidad. No la antigua alianza que sólo es inicialidad y preparación de la plenitud en Cristo. 87 En cuanto a la Tradición apostólica, afirma la Dei Verbum que crece en la Iglesia; crece la comprensión de las palabras e instituciones transmitidas,88 pero no hay contradicción con interpretaciones pasadas en la historia de la misma, sino que hay un crecimiento. La plenitud de la verdad no se ha obtenido en definitiva sino que se camina históricamente hacia ella. Según este criterio, es evidente que, a medida que se avanza en la historia, se crece en comprensión por la Tradición viva. De allí que, al interpretar hoy, es necesario guiarse por los elementos que hoy se tienen a disposición y que son un 83 DV, 2 y 6. Múnera, Alberto. S.J. Apuntes sobre Teología Moral. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, material de clase 2012, diapositiva No. 8. 85 DV, 2. 86 DV, 4. 87 Múnera, diapositiva No. 8. 88 DV, 8. 84 29 avance con respecto a los del pasado. Igualmente habrá que reconocer que una Tradición viva permitirá en el futuro una mejor interpretación que la actual. Por tanto, afirma Múnera, no hay una interpretación única y definitiva.89 Uno de los puntos esenciales de la Constitución DV, es afirmar que la Sagrada Escritura tiene que ser interpretada exegéticamente y que esta interpretación debe ser avalada por el juicio definitivo de la Iglesia.90 Esto quiere decir que una Teología fundamentada en una interpretación no conforme con la investigación exegética sometida al juicio definitivo de la Iglesia, resulta inválida. Esta afirmación taxativa del Concilio es lo que lleva a mirar con extrañeza documentos eclesiales posteriores al Concilio en las que no se tenga en cuenta este principio fundamental de la doctrina conciliar.91 Muy específicamente se refiere la Dei Verbum a la relación del Nuevo Testamento con el Antiguo Testamento. Por supuesto, se reconoce el valor y autoridad de este último, pero entendiendo que su finalidad fue la preparación profética de Cristo. Los libros del Antiguo Testamento contienen elementos imperfectos y pasajeros y manifiestan el proceso de pedagogía Divina. Alcanzan su plenitud de sentido en el Nuevo Testamento.92 De aquí resulta que no es válido interpretar el Antiguo Testamento desde él mismo sino desde el Nuevo, que le da su sentido verdadero. Una Teología basada en interpretación del Antiguo Testamento no realizada desde el Nuevo, según esta doctrina del Concilio, no sería aceptable en la Iglesia.93 Es enfático el Concilio en afirmar que lo revelado en Cristo no fue revelado a otras edades. El Nuevo Testamento es novedad total.94 En consecuencia, resulta una 89 Múnera, diapositiva No. 8. DV, 12. 91 Múnera, diapositiva No. 8. 92 DV, 14 -16. 93 Múnera, Diapositivas No. 8. 94 DV, 17. 90 30 Teología nueva, diferente a la del Antiguo Testamento, producto de la novedad absoluta que es Cristo.95 Ahora bien, no hay duda de que en el Nuevo Testamento se consignan elementos del Jesús histórico, sólo que tienen que ser considerados a la luz de la fe en Cristo resucitado.96 La consecuencia lógica de esta doctrina es que toda interpretación para el trabajo teológico tiene que tener en cuenta esta realidad. 97 Esto es lo que lleva a los teólogos contemporáneos, afirma Múnera, a tener en cuenta que muchos elementos de orden histórico descriptivo del Nuevo Testamento, tengan que ser asumidos como construcción de la comunidad primigenia cristiana que los compone a partir de su fe, lo que hace supremamente difícil llegar a datos absolutamente históricos, en el sentido actual de la palabra, como por ejemplo, cuando se piensa en los discursos atribuidos por el Nuevo Testamento a Jesús, de manera que no se puede afirmar que se trate de sus mismísimas palabras (ipsissima verba Iesus) 98 Por supuesto, según el Concilio, la Sagrada Escritura, así interpretada, es el alma de toda teología,99 y el conocimiento de la Escritura es conocimiento de Cristo.100 Por tanto, el teólogo es ante todo un creyente y su investigación está ya puesta en el horizonte de la revelación. El acto con que Dios se revela a la humanidad y la economía de su designio de salvación no son de suyo objeto demostrativo de su trabajo teológico, él acepta esta verdad tal como se la ha transmitido la tradición eclesial. Esto es lo que constituye el objeto de su fe. El teólogo, por tanto, no duda de los fundamentos de su saber teológico ni establece ideas nuevas, su trabajo no es el de producir la 95 Múnera, Diapositivas No. 8. DV, 19. 97 Múnera, Diapositivas No. 8. 98 Ibíd. 99 DV, 23-25. 100 DV, 25. 96 31 verdad, sino el de buscar la inteligibilidad de aquella verdad que él acepta y que sabe que es tal por la fe.101 La Palabra de Dios, objeto de estudio del teólogo, le viene en la Iglesia y a través de la Iglesia. La inteligibilidad de esta palabra, ya eclesialmente mediada, se dedica primariamente a la comunidad creyente, para que sepa dar razón de su fe (1 Pe 3,15). En este horizonte es donde se pone otra característica del teólogo: la eclesialidad.102 Ésta no es solamente una disposición personal que el teólogo tenga para con la comunidad creyente como bautizado, es ante todo una connotación de la propia teología. El ministerio del teólogo se hace más visible cuando, en virtud de su competencia, fruto de la investigación y del estudio personal, enseña a los demás. Pero al ser un ministerio en la Iglesia y de la Iglesia, que la relaciona de una manera totalmente peculiar con la revelación, la enseñanza del teólogo nunca se le da a título personal. En cuanto teólogo, es siempre una persona pública, ya que expresa la inteligencia de la fe eclesial. El teólogo como sujeto epistémico necesita claramente competencia y preparación científica, pero como sujeto eclesial se le exige obediencia y fidelidad para su enseñanza, oral y escrita.103 La missio católica del teólogo, antes de ser un acto jurídico, es una señal de la comunión eclesial que hace al teólogo responsable de su ministerio.104 Por consiguiente, el teólogo tendrá que tender, como objetivo permanente, a pasar constantemente de una intelligentia a una sapientia.105 101 Fisichella, Rino, La teologia del Giubileo, Non dire falsa testimonianza. Revista internacional de teología y cultura Communio. No. 165, Mayo – Junio. Milano, Jaka Book, 1999, 64. 102 Ibíd, 69. 103 Ibíd, 70. 104 Muy en la línea de 1 Cor 4,1-2: “Que todo hombre nos considere de esta manera: como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, además se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel.” 105 Fisichella, 72. 32 3.1. Dei Verbum 23. Deberes de los exégetas y de los teólogos.106 La Palabra de Dios revelada no es una colección de verdades que una vez dadas a conocer, haya que repetir de forma intelectual y pasiva. La DV, acentúa algunas dimensiones olvidadas en torno a la identidad del teólogo en reflexiones magisteriales anteriores. Sin embargo, la Constitución Dei Verbum, deja bien asentado el género de verdad que la Revelación contiene; se trata, fiel a lo afirmado en el Proemio, de una verdad vital y salvadora, verdad de salvación: “La verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo”.107 Con esta clave hay que entender el problema de la inerrancia de la Escritura por ejemplo, la verdad de la Escritura supone la realidad de los acontecimientos históricos cuando estos tocan el misterio de la Salvación y por cuanto también toca a los sujetos; de esto se sigue, desde el punto de vista de la historia, que todas las particularidades contadas en la Biblia no son necesariamente y siempre verdaderas, es decir, realmente sucedidas en la objetividad de los hechos. Pero incluso en este caso, estas particularidades guardan su verdad, toda su significación en el orden de la salvación.108 A esta configuración estructural de la Palabra de Dios escrita le corresponde un estudio interpretativo adecuado, aquel que tenga en cuenta su especificidad; sobre este particular los numerales 11 y 12 de DV son muy claros, y, la lógica del proceder hermenéutico que ofrecen, absolutamente coherente. Si Dios, en la persona del Espíritu, es quien inspiró a los autores sagrados, sin alterar para nada sus capacidades, la redacción de los libros sagrados, para llegar a captar lo que Él 106 Los exégetas católicos y los demás teólogos han de trabajar en común esfuerzo y bajo la vigilancia del Magisterio para investigar con medios oportunos la Escritura y para explicarla, de modo que se multipliquen los ministros de la palabra capaces de ofrecer al pueblo de Dios el alimento de la Escritura, que alumbre el entendimiento, confirme la voluntad, encienda el corazón en amor a Dios. Dei Verbum No. 23a. 107 Ibíd, No. 2. 108 Botella, Vicente, El Vaticano II en el Reto Del Tercer Milenio: Hermenéutica y Teología. Salamanca, San Sebastián, 1999, 180. 33 quiso decir a través de ellos, habrá que estudiar a fondo la humanidad del texto en la que su Palabra se hizo y sigue siendo comprensible.109 La revelación que la Sagrada Escritura contiene y ofrece ha sido puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. La Santa Madre Iglesia, fiel a la fe de los Apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia . En la composición de los Libros sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos, de este modo obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería.110 Y luego, en el siguiente numeral afirma, en lo referente a cómo se debe interpretar la Escritura: Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano (6), por lo tanto, el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores querían decir y Dios quería dar a conocer con dichas palabras. Para descubrir la intención del autor, hay que tener en cuenta, entre otras cosas, los géneros literarios. Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios. El intérprete indagará lo que el autor sagrado dice e intenta decir, según su tiempo y cultura, por medio de los géneros literarios propios de su época.111 109 Botella, 184. DV, No. 11. 111 Ibíd, No. 12. 110 34 Esta actividad interpretativa, consistirá en recorrer la estructura encarnada de la Palabra para encontrar en ella ese algo más que hace referencia a Dios, y que, únicamente será vislumbrable desde una situación análoga. La exégesis en manos de los teólogos, debe abrirse al vasto campo de las ciencias literarias, históricas, sociológicas y lingüísticas para determinar el sentido “más allá de la Escritura” o sea, el develamiento de la profundidad del texto, para encontrar su verdad. Junto a esto, el No. 21 trata sobre la Escritura como norma de fe: la predicación como anuncio de la fe, se ha de regir por esta norma. El No. 22 insiste en el tema, a propósito de la tarea de los teólogos y los exégetas: a estos maestros se les exige la tarea de preparar a los ministros de la palabra, para el servicio de los fieles cristianos.112 La Iglesia, esposa de la Palabra hecha carne, instruida por el Espíritu Santo, procura comprender cada vez más profundamente la Escritura para alimentar constantemente a sus hijos con la palabra de Dios; por eso fomenta el estudio de los Padres de la Iglesia, orientales y occidentales, y el estudio de la liturgia. Los exégetas católicos y los demás teólogos han de trabajar en común esfuerzo y bajo la vigilancia del Magisterio para investigar con medios oportunos la Escritura y para explicarla, de modo que se multipliquen los ministros de la palabra capaces de ofrecer al pueblo de Dios el alimento de la Escritura, que alumbre el entendimiento, confirme la voluntad, encienda el corazón en amor a Dios. El santo Sínodo anima a todos los que estudian la Escritura a continuar con todo empeño, con fuerzas redobladas, según el sentir de la Iglesia, el trabajo felizmente comenzado. 113 Por tanto, se propone que tanto exégetas como teólogos, encargados de la labor interpretativa de las Escrituras, y que bajo la vigilancia del Magisterio, puedan 112 Esta afirmación también aparece en Divino afflante Spiritu. Pío XII, en la Encíclica Divino afflante Spiritu, del 30 septiembre 1943. Denzinger-Hünermann, 2292. 113 35 investigar con medios oportunos, los ya citados arriba, la Escritura y explicarla, de modo que se multiplique los ministros de la palabra.114 El No. 24 es el más explicito, y habla de la predicación inmediatamente después de hablar sobre la teología; Alonso Schökel115 se preguntará en su comentario a la Dei Verbum: ¿podía haber comenzado por la predicación, subiendo después a la teología? El No. 25 recomienda la lectura de la Biblia, sobre todo a los dedicados por oficio al ministerio de la palabra, que es repetir lo que ya se ha afirmado en el No. 22. El común denominador es por tanto: el ministerio de la palabra, en sus diversas formas como se verá en el No. 24, su preparación teológica No. 22, su enriquecimiento con la lectura No. 25, su norma y su alimento No. 21. 116 La terminología, está dándole preferencia a la fórmula “ministerio de la palabra”; esta fórmula, afirma Schökel, liga toda la predicación de la Iglesia a la Palabra de Dios, si bien de un modo genérico que en su momento será necesario diferenciar.117 La Palabra de Dios, trasciende a todas sus manifestaciones humanas, afirma Schökel, por tanto, no se puede identificar adecuadamente con la palabra bíblica, porque se hace presente también en otras palabras humanas, concretamente en la palabra de la Iglesia en cuanto animada por el Espíritu. Y el autor se pregunta: La palabra de la Escritura, ¿la misma que la palabra viva de los apóstoles, enviados a predicar? La palabra de la Iglesia hoy, ¿se identifica con la palabra viva de los apóstoles? ¿Tiene que contentarse la Iglesia con repetir 114 Schökel, Alonso, Comentarios a la constitución Dei Verbum, sobre la Divina revelación. Madrid, BAC, 1969, 750. 115 Ibíd, 751. 116 Ibíd, 752. 117 Ibíd, 753. 36 simplemente la palabra Bíblica y la palabra de los apóstoles? Evidentemente, no.118 A estos cuestionamientos, Schökel responde: La predicación recibe de la Palabra de Dios sus dos cualidades fundamentales: su verdad y su fuerza. Establecida la Escritura en la primera generación de la Iglesia, la palabra escrita ejerce un dinamismo que le vine del Espíritu: necesita difundirse, expansionarse, actualizarse; así ella misma, desde dentro, engendra predicación y se hace presente en ella, con su verdad y con su fuerza.119 Es decir, el ministerio de la palabra queda ligado horizontalmente a la palabra bíblica, y por ella está ligado verticalmente a la acción del Espíritu; y no puede suplantar la palabra inspirada ni prescindir de ella. Por eso la predicación, que hace parte fundamental de ministerio de la palabra, debe volver siempre a toda la Biblia, y en particular a la predicación bíblica, para encontrar allí sustancia y su modelo. Schökel, propone desde la comprensión ya expuesta, como el ministerio de la palabra habla de una provocación a la Iglesia que lleve a la teoría y a la práctica la labor en la predicación pastoral, en la catequesis, en toda instrucción cristiana y la homilía: […] 21 Toda la predicación de la Iglesia se ha de alimentar y regir con la Sagrada Escritura. 23 […] de modo que se multipliquen los ministros de la palabra capaces de ofrecer al pueblo de Dios el alimento de la Escritura, que alumbre el entendimiento, confirme la voluntad, encienda el corazón en amor de Dios. 24 El ministerio de la palabra, que incluye la predicación pastoral, la catequesis, toda la instrucción cristiana y, en puesto privilegiado, la homilía, 118 119 Ibíd, 753. Ibíd, 754. 37 recibe de la palabra de la Escritura alimento saludable y por ella da frutos de santidad. 25 Todos los clérigos, especialmente los sacerdotes, diáconos y catequistas, dedicados por oficio al ministerio de la palabra, han de leer y estudiar asiduamente la Escritura para no volverse predicadores vacíos de la palabra, que no la escuchan por dentro; y han de comunicar a sus fieles, sobre todos en los actos litúrgicos, las riquezas de la palabra de Dios.120 Al parecer Schökel reconoce que no desea adentrarse en las discusiones de los teólogos, dejando inconclusa su intervención, pero presentado la pregunta: ¿no son también los teólogos ministros de la palabra?121 Ante esto, afirma la Dei Verbum que el Magisterio de la Iglesia realiza esta función, y ejerce la función que le ha sido encomendada de interpretar auténticamente la revelación.122 Se supone entonces, como es lógico, que el Magisterio, al ejercer su "servicio a la palabra", se ciñe a los principios que el mismo Magisterio ha dado a la Iglesia para prestar ese servicio. Es decir, que el Magisterio es el primero en estar obligado a someterse a los principios por él establecidos, muy particularmente a los que la Dei Verbum menciona. Es evidente que el Magisterio está obligado a interpretar la Sagrada Escritura valiéndose de la exégesis y de todos los instrumentos hermenéuticos necesarios propuestos por la Dei Verbum, en el Concilio Vaticano II.123 Por su parte, la teología y sus representantes, deben ceñirse a la interpretación autoritativa realizada por el Magisterio. Y es competencia de la teología recordar al Magisterio su propia exigencia autoritativa de ceñirse a las disposiciones establecidas en el Concilio Vaticano II sobre la interpretación de la Sagrada Escritura. 120 Ibíd, 753. Ibíd, 754. 122 DV, 10. 123 DV, 12. 121 38 Hasta aquí, entonces, se deben tener en cuenta los tres momentos descritos: el primero, referido a la exégesis, como aquel ejercicio interpretativo que, en manos de los teólogos, debe abrirse al vasto campo de las ciencias literarias, históricas, sociológicas y lingüísticas para luego determinar el sentido “más allá de la Escritura” o sea, el develamiento de la profundidad del texto, y llegar finalmente a encontrar su verdad. Le corresponde al teólogo, por tanto, un estudio interpretativo adecuado que le permita en segundo lugar, tomar la Palabra Escrita, aquella que ejerce un dinamismo que le viene del Espíritu, y que a su vez necesita ser difundida, expandida y actualizada, para que ella misma, desde dentro, engendre predicación, se haga presente con su verdad y con su fuerza dentro del ministerio de la Palabra. No hay que olvidar, que es tarea de los intérpretes, acudir al Magisterio de la Iglesia que ejerce la función que le ha sido encomendada, la de interpretar auténticamente la Revelación, ciñéndose a los principios que el mismo Magisterio ha dado a la Iglesia para prestar ese servicio. 3.2. Dei Verbum 24. Escritura y teología. 124 El No. 24 toca el tema de las relaciones entre Escritura y Teología, y dentro del contexto más general de la disertación es una relación tan antigua como necesaria que permite solo alcanzar una aproximación a tan impresionante historia. La primera encíclica moderna sobre la cuestión Escritura y teología, es Providentissimus, de León XIII, en 1893, que se pronunció en torno a los estudios 124 La Sagrada Teología se apoya, como en cimiento perdurable en la palabra escrita de Dios, al mismo tiempo que en la Sagrada Tradición, y con ella se robustece firmemente y se rejuvenece de continuo, investigando a la luz de la fe toda la verdad contenida en el misterio de Cristo. Las Sagradas Escrituras contienen la palabra de Dios y, por ser inspiradas, son en verdad la palabra de Dios; por consiguiente, el estudio de la Sagrada Escritura ha de ser como el alma de la Sagrada Teología. Dei Verbum No. 24. 39 bíblicos con una actitud defensiva y apologética, características de este período de la Iglesia.125 En los demás puntos deberá seguir la analogía de la fe y tomar como norma suprema la doctrina católica tal como está decidida por la autoridad de la Iglesia; porque, siendo el mismo Dios el autor de los libros santos y de la doctrina que la Iglesia tiene en depósito, no puede suceder que proceda de una legítima interpretación de aquéllos un sentido que discrepe en alguna manera de ésta. De donde resulta que se debe rechazar como insensata y falsa toda explicación que ponga a los autores sagrados en contradicción entre sí o que sea opuesta a la enseñanza de la Iglesia.126 Se nota, ya una restricción al reducirlo a la autoridad de la Iglesia, no teniendo en cuenta otros campos posibles y diversos. Una interpretación igualmente restrictiva y pobre la encontramos en las dos citas de Santo Tomás: la primera, se refiere a los principios de la ciencia teológica procedente de Dios inmediatamente por medio de la revelación, donde queda claro que la Escritura es la fuente de la teología. En cambio la segunda, por ejemplo, del modo de enseñar la sana doctrina, trata de la teología de controversia, en la que se disputa con los herejes mediante las autoridades de la Doctrina Sagrada, es poner de nuevo la ocupación apologética como enseñanza teológica.127 En un segundo momento, Spiritus Paraclitus,128 comenta Federico Pastor en su apreciación sobre la Dei Verbum: La necesidad de buscar en la Escritura el alimento conveniente a la vida espiritual. Y también, según lo pidan las circunstancias, - nótese la restricción -, argumentos bíblicos con los que se ilustren, confirmen y defiendan los dogmas de fe.129 125 Schökel, 736. Providentissimus Deus No. 30. Denzinger-Hünermann, 1941. 127 Ibíd, 738. 128 Encíclica del Papa Benedicto XV, Roma, Septiembre 15 de 1920. 129 Schökel, 738. 126 40 En un tercer momento, la Divino Aflante Spiritu,130 nace en circunstancias menos adversas, reconociendo que la Escritura ya no se considera como mera fuente de argumentos, sino de doctrina teológica de fe y costumbres. Consecuentemente, ayudará a proponer y confirmar los dogmas.131 Todo esto con el fin de que las escuelas de teología, usen como sistema para exponer la doctrina al pueblo, llevándolos a una vida santa y digna desde la proposición y la confirmación de los dogmas.132 Y la encíclica dogmática Humani Generis, de Pio XII, recuerda la necesidad de acudir a las fuentes de la revelación para evitar la especulación estéril y para rejuvenecer las disciplinas sagradas. Expresión que se mantendrá en el Concilio Vaticano II.133 Todos estos datos y otros que se mencionarán más adelante hacen parte de esta realidad. Sin embargo, este panorama hace parte del esfuerzo de renovación que tratará de impulsar el Concilio, con su deseo de adaptación al mundo moderno, donde la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia, hace parte de la constitución; es una actitud diferente, que abre las posibilidades a que sus fieles lean la Biblia, que se nutran de ella. Todo este proceso deja claro que el papel de la Biblia en el estudio de la teología es fundamental; la Escritura hace de fuente y da firmeza a la teología. Sin embargo, ¿estos son los únicos rasgos del quehacer teológico? ¿puede, según el Concilio, atribuirse a la Escritura un papel de máxima importancia en la investigación teológica? La Escritura como referente tiene como presupuesto, una tradición en el Magisterio reciente con un énfasis renovador teológico, que ha hecho desaparecer su situación restrictiva. Se han suprimido trabas precedentes, que permiten insertar la frase alma de la teología en contextos universales. 130 Encíclica del Papa Pío XII, Sobre la promoción de los estudios bíblicos, conmemorando el 50th aniversario de Providentissimus Deus. Roma 1943. Denzinger-Hünermann, 2183 – 2188. 131 Schökel, 739. 132 Ibíd, 739. 133 Ibíd, 740. 41 En cuanto al alma de la teología, es usada para designar el estudio de la Escritura por parte de cada fiel, de modo que pueda conseguir esos frutos de renovación que permita ahondar en toda la verdad contenida en el misterio de Cristo. En Sacrosanctum Concilium, 134 sobre la liturgia, frente al misterio de Cristo, afirma que la Escritura es uno de los caminos para exponer y ahondar en tal propósito.135 Toda teología ayuda indistintamente al conocimiento del misterio de salvación escondido en Dios creador y Salvador (…) Sabemos que Cristo es el centro de ese misterio, que se desarrolla en la historia salvífica. (…) Y la palabra de Dios es básicamente bíblica.136 Sabiendo entonces que la Palabra de Dios es básicamente bíblica, los teólogos deben reconocerla como principio vital, como realidad válida e inagotable. Se trata de la fijación de la revelación de la Palabra hecha Carne. Esta revelación es el objeto de toda la teología. En el momento que se pierde en mera especulación humana, la exégesis corre el riesgo y, de hecho, cae en él, a veces, la teología se convierte en letra muerta, en bronce que suena vacío, por cuanto se trata de la salvación.137 Beber de esta fuente, es un trabajo que debe hacer cada generación de creyentes, que les permite acercarse a su razón de ser. Es una aproximación, que les permite elaborar, desde la escucha de la Palabra, sus propias elaboraciones y formulaciones adecuadas a su época, eso sí, teniendo en cuenta los logros hechos por sus antecesores, y no deteniéndose en ellos, para evitar perder el camino de evolución de la revelación, que se da en las nuevas comprensiones de la fe. 134 Pablo VI, 4 de diciembre de 1963.http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_ council/documents/vat-ii_const_19631204_sacrosanctum-concilium_sp.html. Consultado el 24 de septiembre de 2012. 135 SC, No. 16. 136 Schökel, 746. 137 Ibíd, 747. 42 Esta es la razón del rejuvenecimiento continuo que alcanza la teología en su contacto directo con su fuente. Los diversos problemas surgidos en cada tiempo obtienen una solución en la Palabra de Dios viva. Pues la Escritura en la Iglesia no es un mero libro, sino una palabra actualizada en la liturgia y entendida en la Tradición138 Siendo la Escritura centro de quehacer teológico, debe aportar a todas las especializaciones que hacen parte de la teología, pasando desde la moral, hasta la sistemática. Porque toda la historia de la teología, empezando desde el mismo Pablo, pasando por los evangelistas, llegando a los padres, poseía un sistema de unidad como lo presenta Schökel: En una sola persona unían al obispo, teólogo, predicador y exégeta. Hoy nos es precisa una especialización, pero con apertura esencial al conjunto de la teología y de la vida cristiana.139 4. ELEMENTOS CONCLUSIVOS DE LA RELACIÓN ENTRE TEÓLOGOS Y MAGISTERIO Si bien se ha rastreado ya el estado de la cuestión, entre el Magisterio y la función del teólogo, desde los momentos preliminares al Concilio Vaticano II hasta llegar al mismo Concilio en la Constitución Dogmática Dei Verbum, es importante ir dejando claros aquellos elementos destacables en la relación entre los teólogos y el Magisterio de los Pastores en la etapa preconciliar y a su vez Conciliar, particularmente sobre el quehacer de los teólogos, la Doctrina como norma suprema y la relación de la Iglesia y del teólogo con la Sagrada Escritura. 4.1. Sobre el quehacer teológico de los teólogos. El Concilio señala la continuidad que debe existir entre el quehacer teológico y el seguimiento que acompaña la investigación de ejercicio teologal, referido a la 138 139 Ibíd, 748. Ibíd. 43 permanente analogía que debe acontecer desde la razón a la luz de la fe, Divino aflante Spiritu; así mismo, reconoce la necesidad de una teología que se esfuerce en presentar de manera sistemática el contenido de la revelación bíblica, particularmente en comentarios de contenido piadoso de las Sagradas Escrituras, labor que debía abrazar cada teólogo, aceptando la sacra pagina y doctrina christiana, como propuesta metodológica.140 4.2. La Doctrina Católica como norma suprema. Un segundo elemento, el tomar para la construcción teológica, como norma suprema la Doctrina católica, que como se explicitó en el subtítulo sobre la tarea de los teólogos y los exégetas, no puede suceder que se proceda hacia una legítima interpretación que discrepe en alguna manera de la posición oficial. En el Concilio Vaticano II esto se posibilitó, gracias a que las relaciones de los teólogos y el Magisterio eclesiástico no poseen para ésta época, el nivel de conflicto que existirá en la etapa posterior al Concilio Vaticano II. No así para el caso del Concilio Vaticano I, pues en su mayoría eran obispos, quienes poseían voz y voto; ellos fueron protagonistas en los debates y las formulaciones doctrinales, que llevaron a escribir las nuevas comprensiones teológicas como base para el futuro Concilio.141 4.3. La Relación de la Iglesia Católica con la Sagrada Escritura. El Concilio Vaticano II propuso que la Escritura fuese “el alma de la teología” (DV 24) abriendo la posibilidad de recurrir a la Escritura y a la Tradición de manera distinta en el quehacer teológico. Esta comprensión se rescata de la implicación de los teólogos en la construcción de los numerales 23 y 24 de la Dei Verbum, que son aportes nuevos tanto en el campo doctrinal como en el metodológico. 140 Zamora, Pedro Pablo, Vaticano II, cambio de modelo teológico y su influjo en la revisión del estatuto epistemológico. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, 2011, 201. 141 Ibíd, 127 y 159. 44 En primer lugar, la Escritura es cimiento perdurable no solo de la Iglesia sino de la teología, que le permite solidez y consistencia; ese contacto permite que la teología mantenga su viveza, actualidad e independencia.142 4.4. Relación del Teólogo con la Sagrada Escritura. A propósito de esta relación entre el teólogo y la Sagradas Escritura, ya propuesta en el Concilio Vaticano II, es la que le permite al teólogo reconocer que su construcción discursiva, no puede estar al margen de la Sagrada Escritura, sino que debe acudir a ella, una y otra vez, para hundir sus raíces en la tierra fecunda que alimenta e impulsa sus investigaciones. Por tanto, los teólogos deben ser conscientes de que la teología actual exige de ellos el ser buenos conocedores de las más recientes investigaciones teológicas, y, a su vez, preocupados por estar al día en los hallazgos bíblicos. Sin embargo, la Iglesia reconoce que para evitar las interpretaciones fundamentalistas, se deben tener en cuenta los criterios que todo exégeta y todo teólogo debe atender cuando se acerca a la Sagrada Escritura; criterios como la necesidad de una investigación exegética seria, una crítica literaria e histórica, y, tener presentes, los principios de una hermenéutica bíblica.143 142 143 Ibíd, 109 Ibíd, 114-115. 45 Capítulo II COMPRENSIONES TEOLÓGICAS SOBRE EL TEÓLOGO Una fundamentación teológica desde la reflexión de la Comisión Teológica Internacional y la Congregación para la Doctrina de la Fe El objetivo de este capítulo abarca las comprensiones alrededor del teólogo que se dieron con el impulso del Vaticano II, y desde el punto de vista de los contenidos, presenta las reflexiones que sobre la misión del teólogo se han constituido,144 en torno al ejercicio de integración del Magisterio y la Teología. Sin embargo, lo que se desea en este capítulo es analizar las comprensiones sobre el rol del teólogo, que nacen a partir de los planteamientos dados en documentos magisteriales, que surgieron posteriores al Concilio Vaticano I, y se complementan con las afirmaciones sobre el tema en el Concilio Vaticano II, como se explicitó en el capítulo anterior. Se establece entonces una fundamentación teológica desde las reflexiones dadas por la Comisión Teológica Internacional y la Congregación para la Doctrina de la Fe quienes velarán por estructurar y organizar tales comprensiones, dadas en el Vaticano II, a la luz de la búsqueda de identidad de los teólogos. A la luz de lo comprendido en la Dei Verbum en el capítulo anterior, es necesario presentar cómo la reflexión teológica contemporánea al Concilio Vaticano II, y posterior a él, reelaboraron nuevas comprensiones sobre el rol del teólogo, y analizar aquellas otra comprensiones nacidas en la etapa post- Conciliar que abrieron más el espectro tipológico de la misión del teólogo. 144 Constitución Pastoral Gaudium et Spes Diciembre 7 de 1965, No. 44. 62. http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_cons_19651207 _gaudium-et-spes_en.html, Consultada el 10 de Octubre de 2012. 46 1. NUEVAS LUCES PARA LA IDENTIDAD DEL TEÓLOGO EN LA ETAPA POST–CONCILIAR Es un factor que, en décadas posteriores al Concilio Vaticano II ocurridas luego de que el Papa Pablo VI presentara en Julio de 1968 el documento Humane Vitae,145 promulgado como Encíclica, trajo consigo un sin número de nuevas preocupaciones en torno a la tarea de enseñar de la Iglesia, que a su vez generó desacuerdo en un gran número de teólogos alrededor del mundo, y que de igual manera movió a muchas Conferencias Episcopales a que centraran su atención en una variedad de casos en torno a cuestiones como por ejemplo: la autoridad del Magisterio ordinario del Papa, particularmente en la cuestión del a ley natural; la cuestión en torno a la consulta entre el Romano Pontífice, los Obispos, los teólogos, y los fieles en la formulación de la enseñanzas de la Iglesia; la legitimidad y el derecho de disentir por parte de los teólogos y otros fieles; la relación entre razonamiento teológico y los pronunciamientos magisteriales; la responsabilidades eclesiales de los teólogos, entre otros. De esa lista de singulares preocupaciones, sobre todo hoy se continúa la discusión, en la cuestión acerca de la relación entre razonamiento teológico y los pronunciamientos magisteriales, problema que quedó abierto al cierre del capítulo primero y que continuará siendo desarrollado en este capítulo; sin embargo, se debe entrar a problematizar la pregunta en torno a ¿cuáles son las posibles responsabilidades eclesiales que los teólogos han de atender? Esta última cuestión, ha tenido mucha más fuerza desde el Papado de Juan Pablo II, pues en él se nota, de manera vigorosa, que se ejercitó en el magisterio papal en su gran mayoría de apariciones, discursos, cartas, encíclicas, y en un gran número de pronunciamientos durante toda su vida trató de solucionar tal problemática. Y efectivamente, su papado también atestiguó un gran número de intervenciones en torno al tema de la labor del teólogo; haciendo, sin embargo 145 Pablo VI, Carta encíclica Humanae Vitae, http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/encyclicals/ documents/hf_p-vi_enc_25071968_humanae-vitae_sp.html. Consultada el 10 de Octubre de 2012. 47 más énfasis en la relación que debe tener la investigación teológica con la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) y la labor regulatoria que realiza la Comisión Teológica Internacional (CTI). El Magisterio, amparado en esta dos instancias, ha buscado articular un rol eclesial para el teólogo dentro de la concepción del Vaticano II (CV II) sobre todo en la nueva comprensión eclesiológica que corresponde a la Iglesia como unidad orgánica o communio, o sea, a la Iglesia como sujeto unitario vivificado por el Espíritu Santo, llamada profundizar, anunciar y exponer fielmente a todos los hombres el así llamado depositum fidei.146 Sin embargo, sobre las responsabilidad del teólogo, no fue solamente el Papa Juan Pablo II, quien como se ha afirmado, ha hecho pronunciamientos a favor de un posible enumeración de funciones del teólogo, quien empieza poco tiempo pasado el Concilio Vaticano II; es el Papa Pablo VI, quien presentó un documento clave en donde precisa la relación que debe existir con más fuerza entre el teólogo y el Magisterio, todo esto consignado en discurso dado por Papa Pablo VI a los participantes del Congreso Internacional de teología del Concilio.147 Este documento presenta el interés de Pablo VI en articular un rol mediador de la teología con el Magisterio y los fieles. 148 En efecto, la teología con la inteligencia iluminada por la fe, y a la luz del Espíritu Santo, le pide al teólogo estar atento y dócil; él es responsable de conocer y penetrar con más profundidad los contenidos de la Revelación, todo con el fin de llamar la atención de la comunidad cristiana y especialmente del propio Magisterio, sobre los frutos de su investigación; porque a través de su enseñanza se convierte para todos los cristianos en 146 Código de Derecho Canónico No. 747. Pablo VI, Libentissimo Sane Animo, de Octubre de 1966. http://www.vatican.va/holy_father/paul _vi/speeches/1966/documents/hf_p-vi_spe_19661001_congresso-teologia_it.html Consultado el 10 de octubre de 2012. 148 Ibíd. 147 48 luz que permite luego trabajar juntos para difundir, ilustrar, justificar y defender la verdad junto con la autoridad del Magisterio.149 Con ésta mirada, y estas iniciativas oficiales, también, han puesto controles específicos, tales como el requerimiento de mandatum y missio canonica por un lado, en donde la expresión: “mandatum” se ha acuñado como el nuevo término técnico con el que se ha sustituido al precedente de missio canonica en el Código de Derecho Canónico en el numeral 812, dice: “Quienes explican disciplinas teológicas en cualquier instituto de estudios superiores deben tener mandato de la autoridad eclesiástica competente.” Y por otro lado, la Professio Fidei 150 -Profesión de Fe-, que al final adhiere a lo siguiente: Acepto y retengo firmemente, asimismo, todas y cada una de las cosas sobre la doctrina de la fe y las costumbres propuestas por la Iglesia de modo definitivo. Me adhiero, además, con religioso obsequio de voluntad y entendimiento a las doctrinas enunciadas por el Romano Pontífice o por el Colegio de los Obispos cuando ejercen el Magisterio auténtico, aunque no tengan la intención de proclamarlas con un acto definitivo.151 Ambos, tanto missio, como professio fueron dados en 1989, por la Congregación para la Doctrina de la Fe, por lo cual la Iglesia al parecer quiere institucionalizar el rol eclesial del teólogo.152 En un desarrollo paralelo, también aparece la Comisión Teológica Internacional (CTI) que ha debatido de manera permanente la cuestión sobre el rol eclesial del teólogo. Esto ha llevado a que se presenten diferentes distinciones sobre tal 149 Ibíd. El documento recoge tres cuestiones, la primera, la Nueva fórmula de la Profesión de Fe; la segunda, el juramento de fidelidad al asumir un oficio que se ha de ejercer en nombre de la iglesia; y por último, la Nota doctrinal ilustrativa de la fórmula conclusiva de la Profesión de Fe. http://www.vatican/va/ roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_1998_professio-fidei_sp.html# JURAMENTO_DE_FIDELIDAD. Consultado el 10 de Octubre de 2012. 151 Ibíd. 152 Ibíd, 179. 150 49 requerimiento en los últimos años y con mayor énfasis en el nuevo papado a cargo de Benedicto XVI.153 Lo que se busca por tanto, es presentar aquellas comprensiones elaboradas de un lado por la CDF y por otro lado por la CTI con el fin de presentar cómo han organizado y estructurado sus afirmaciones doctrinales, a la luz de la búsqueda de identidad de los teólogos. 1.1. La doctrina de la Congregación para la Doctrina de la Fe. La Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), originalmente llamada Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición, fue fundada por Pablo III en la Constitución Licet ab initio,154 para defender a la Iglesia de las herejías, consiguientemente, de reprimir los delitos contra la fe, prohibir libros y nombrar inquisidores en toda la Iglesia. Los Obispos que integraron tal Congregación tuvieron con frecuencia potestad en otros asuntos, ya por su dificultad específica ya por su singular importancia.155 Sin embargo, en 1908, por no estar adaptada ya a las circunstancias históricas la denominación de Inquisición Romana y Universal, fue cambiada por san Pío X, en la Constitución Sapienti Consilio, por la de Congregación del Santo Oficio. 156 El último cambio de nombre fue asignado por Pablo VI de esta manera: La hasta ahora llamada Sagrada Congregación del Santo Oficio, en adelante, se denominará Congregación para la Doctrina de la Fe, cuya misión es tutelar la doctrina de la fe y costumbres en todo el orbe católico.157 153 Ibíd, 180. Licet ab initio. Carta Aunque desde el inicio. Dada en 21 de julio 1542. http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_pro_14071997_s p.html. Consultada el 10 de Octubre de 2012. 155 Pablo VI, Carta apostólica motu proprio Integrae Servandae. Roma, 7 de diciembre de 1965. 156 Muñoz, Luís Miguel, Principios eclesiológicos de Pastor Bonus. Roma, Pontificia Universidad Gregoriana, 1999, 23. 157 Pablo VI, Carta apostólica. 154 50 En cuanto a la tarea de la Congregación, el Artículo 48 de la Constitución Apostólica sobre la Curia Romana Pastor bonus, promulgada por el Beato Juan Pablo II el 28 de junio de 1988, afirma: La tarea propia de la Congregación para la Doctrina de la Fe es promover y tutelar la doctrina de la fe y la moral en todo el mundo católico. Por esta razón, todo aquello que, de alguna manera toca este tema, cae bajo su competencia.158 La Congregación, de acuerdo con sus diversas competencias, posee tres secciones distintas: la sección doctrinal, la disciplinar y la matrimonial; dispone además, de un Colegio de Consultores. Todas las semanas, se celebran reuniones en las que participan sus Oficiales y Consultores.159 La Congregación, en conformidad con su razón de ser, promueve colegialmente encuentros e iniciativas para difundir la sólida doctrina y defender aquellos puntos de la tradición cristiana que parecen estar en peligro, como consecuencia de doctrinas nuevas no aceptables.160 Se da también una amplia colaboración con la Pontificia Comisión Bíblica y la Comisión Teológica Internacional, ambas presididas por el Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En sus oficinas tiene su sede también la Secretaría de la Comisión Interdicasterial para el Catecismo de la Iglesia Católica, cuyo Presidente es el Cardenal Prefecto de la misma Congregación.161 Desde hace unos años, la Congregación, en colaboración con la Librería Editorial Vaticana, publica sus documentos en la Colección Documenti e Studi. En esa colección reposa por ejemplo la Instrucción Donum Veritatis sobre la vocación eclesial del teólogo (IDV), que fue presentada por la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 24 de marzo de 1990, donde se define al teólogo como aquel 158 Muñoz, 23. Anuario Pontificio 2012. Vaticano, Librería Vaticano. 2012. 230 160 Pablo VI, Integrae Servandae. http://www.vatican.va/holy_father/ paul_vi/motu_proprio/ documents/hf_p-vi_motu-proprio_19651207_integrae-servandae_sp.html. Consultado el 12 de octubre de 2012. 161 Ibíd, Integrae Servandae. 159 51 llamado a intensificar su vida de fe y a unir siempre la investigación científica y la oración. Sin embargo, a tenor de lo ya expuesto es necesario no perder de vista las afirmaciones dadas por el Concilio Vaticano II, que han venido iluminando a la CTI y que a su vez propone las siguientes orientaciones generales sobre la actividad de la Teología en la Iglesia: Los que se dedican a las ciencias teológicas en los seminarios y universidades, empéñense en colaborar con los hombres versados en las otras materias, poniendo en común sus energías y puntos de vista. La investigación teológica siga profundizando en la verdad revelada sin perder contacto con su tiempo, a fin de facilitar a los hombres cultos en los diversos ramos del saber un más pleno conocimiento de la fe.162 Y continúa afirmando, acerca de la colaboración de la formación de los ministros sagrados: […] quienes podrán presentar a nuestros contemporáneos la doctrina de la Iglesia acerca de Dios, del hombre y del mundo, de forma más adaptada al hombre contemporáneo y a la vez más gustosamente aceptable por parte de ellos. Más aún, es de desear que numerosos laicos reciban una buena formación en las ciencias sagradas, y que no pocos de ellos se dediquen ex professo a estos estudios y profundicen en ellos. Pero para que puedan llevar a buen término su tarea debe reconocerse a los fieles, clérigos o laicos, la justa libertad de investigación, de pensamiento y de hacer conocer humilde y valerosamente su manera de ver en los campos que son de su competencia.163 Por otra parte es necesario recordar, que Teología y Magisterio al parecer poseen funciones distintas en la Iglesia, y que a su vez son irreductibles la una a la otra; 162 Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, Constitución Pastoral, Sobre la iglesia en el mundo actual. Roma, 7 de diciembre de 1965. 62 163 Ibíd, 62. 52 por esta razón, el trabajo del teólogo no consiste en repetir lo que enseña el Magisterio, pues si así fuera, la función teológica no existiría en la Iglesia.164 Sin embargo, el alcance que la Congregación para la Doctrina de la Fe presenta, está fundamentado por los aportes de la Comisión Teológica Internacional, que funciona bajo su jurisdicción. Así que, aquellos pronunciamientos dados por una son también legitimados por la otra. Por eso, es de vital importancia, traer a colación las concepciones teológicas que por ejemplo el Papa Juan Pablo II da en su discurso a los profesores de Teología reunidos en el convento de los capuchinos en Altötting permitió reconocer la irrenunciable autonomía de la Teología: El amor a la Iglesia concreta, que encierra en sí también la fidelidad al testimonio de la fe y al Magisterio eclesial, no enajena al teólogo de su tarea, ni resta a ésta nada de su irrenunciable autonomía. Magisterio y Teología tienen distintas tareas que cumplir. Por eso, no puede ser reducida la una a la otra. No obstante, ambas sirven a una sola totalidad.165 Y confirmó esta apreciación en su discurso a profesores y estudiantes universitarios en la catedral de Colonia el 15 de noviembre de 1980: La Iglesia desea una investigación teológica autónoma, distinta del Magisterio eclesiástico, pero conscientemente comprometida con él en el servicio común a la verdad de la fe y al Pueblo de Dios.166 Por otra parte, la Instrucción Donum Veritatis reconoce que la teología es una verdadera ciencia: A lo largo de los siglos la Teología se ha constituido progresivamente en un verdadero y propio saber científico. Por consiguiente, es necesario que el 164 Múnera, Apuntes de Clase. Diapositiva No. 8. Juan Pablo II, alocución del Santo Padre a los profesores de teología convento de los Capuchinos de Altötting, Martes 18 de noviembre de 1980. http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/1980/november/documents/hf_jp_ii_spe_1 9801118_professori-teologia_sp.html. Consultado 10 de Octubre de 2012. Alocución en Colonia 166 Ibíd. 165 53 teólogo esté atento a las exigencias epistemológicas de su disciplina, a los requisitos de rigor crítico y por lo tanto, al control racional de cada una de las etapas de su investigación.167 Muchas veces la teología, en razón de su obligación de interpretar permanentemente la realidad en conformidad con los progresos científicos de su momento, debe asumir proposiciones provenientes de la ciencia. Y esta ciencia goza de autonomía propia, como lo recuerda el Papa en su discurso de Colonia: Muchos ven el núcleo de estas preguntas en la relación existente entre la Iglesia y la moderna ciencia de la naturaleza, sintiéndose todavía un tanto molestos por los conocidos conflictos que surgieron al inmiscuirse la autoridad eclesiástica en el proceso de los adelantos del saber científico. La Iglesia lo recuerda y lo lamenta; hoy conocemos el error y los defectos de aquel proceder. Podemos decir que tales conflictos han quedado superados gracias a la fuerza convincente de la ciencia, gracias ante todo al trabajo de una Teología científica que, liberada de ataduras históricas, intenta una comprensión más profunda de la fe. 168 Esto quiere decir que ya no es posible proponer desde la religión verdades científicas, sino que la ciencia, en razón de su autonomía, es la que debe establecer sus propias verdades. Si tanto la religión como la ciencia se mantienen dentro de sus propios límites y con plena honestidad presentan sus verdades, se evitarán los conflictos entre estas dos instancias.169 En ejercicio de sus funciones, el teólogo presta su servicio a la comunidad cristiana y actúa por encargo y en nombre de la misma comunidad. No actúa por encargo y en nombre del Magisterio, si bien el oficio le es confiado por la autoridad eclesiástica, por medio de la misión canónica o el mandato de enseñar. Esa se 167 Instrucción DV, No. 7. Juan Pablo II, Alocución en Colonia. 169 Múnera, diapositiva No. 8. 168 54 convierte, entonces, en cierto sentido, en una participación de la labor del Magisterio.170 Pero en la realización de su actividad, el teólogo sabe que ineludiblemente debe presentar nuevas propuestas teológicas, aunque no puede ignorar que se trata solamente de una oferta a la Iglesia. Oferta que será o no aceptada en la comunidad eclesial, a medida que el Magisterio, ejerciendo su propia función, vaya realizando el discernimiento que le compete. Así se expresa el Papa en el citado discurso de la catedral de Colonia. 171 La Instrucción reconoce esta autonomía y la fe de la Iglesia como el lugar eclesial donde se ejerce, recordando una vez más que Magisterio y Teología operan como funciones diferentes en la Iglesia pero en estrecha colaboración y reciprocidad: El Magisterio vivo de la Iglesia y la Teología, aun con funciones diversas, tienen en definitiva el mismo fin: conservar al Pueblo de Dios en la verdad que hace libres y hacer de él la luz de las naciones. Este servicio a la comunidad eclesial pone en relación recíproca al teólogo con el Magisterio. Este último enseña auténticamente la doctrina de los Apóstoles y, sacando provecho del trabajo teológico, rechaza las objeciones y las deformaciones de la fe, proponiendo además con la autoridad recibida de Jesucristo nuevas profundizaciones, explicitaciones y aplicaciones de la doctrina revelada. La Teología, en cambio, adquiere, de modo reflejo, una comprensión siempre más profunda de la Palabra de Dios, contenida en la Escritura y transmitida fielmente por la Tradición viva de la Iglesia bajo la guía del Magisterio, se esfuerza por aclarar esta enseñanza de la Revelación frente a las instancias de la razón, y en fin, le da una forma orgánica y sistemática.172 Más aún, ratifica que una de las tareas del teólogo es ciertamente la de interpretar correctamente los textos del Magisterio, y para ello dispone de reglas 170 Ins. DV, No. 22. Juan Pablo II, Alocución en Colonia. 172 Ins. DV, No. 21. 171 55 hermenéuticas.173 Esto quiere decir que al teólogo corresponde explicar sistemática y orgánicamente la doctrina, frente a las instancias de la razón; frecuentemente tendrá que prestar también el servicio de interpretar los textos del Magisterio para que sean mejor comprendidos por la mayoría del Pueblo de Dios, que no posee los elementos indispensables para su correcta interpretación.174 Ahora bien, a pesar de la inequívoca declaración del Papa sobre la irrenunciable autonomía del teólogo y sobre la investigación teológica autónoma, distinta del Magisterio eclesiástico, es inevitable que surjan tensiones y conflictos entre estas dos fundamentales funciones en la Iglesia. El Papa es consciente de ello, pero, considera que el manejo del asunto se debe realizar en términos de conciliación a partir del intento de ambas instancias de clarificar la verdad.175 No habrá que excluir que surjan tensiones e incluso conflictos. Tampoco esto hay que excluirlo nunca de la relación entre Iglesia y ciencia. El fundamento está en la limitación de nuestra razón, que en su campo tiene los propios límites y que, por ello, está expuesta al error. Sin embargo, siempre podemos tener la esperanza de una solución conciliadora si construimos sobre la base de esa capacidad que posee la razón de tender a la verdad.176 Por lo tanto, tensiones siempre existirán entre Magisterio y teología, sus posturas son necesarias, diversas y complementarias, se debe llegar eso sí, a un ejercicio dialéctico entre una y otra que permita el alcance de la verdad para el bien de la Iglesia. 173 Ins. DV, No. 34. Múnera, diapositiva No. 8. 175 Ibíd. 176 Juan Pablo II, Alocución en Colonia. 174 56 1.2. La comprensión del teólogo en la Comisión Teológica Internacional. En el primer sínodo de los obispos, posterior al Concilio Vaticano II,177 se hizo la propuesta de crear una comisión de teólogos eminentes de distintas escuelas y de distintas partes del mundo, con el fin de ofrecer asistencia efectiva a la Santa Sede, y en particular a la Congregación para la Doctrina de la Fe, especialmente en cuestiones doctrinales de gran importancia. Al mismo tiempo se sugirió que las Conferencias Episcopales, después de consultar a las universidades y a las facultades de teología, indicaran nombres de teólogos para formar parte de ella. La intención de los miembros del Sínodo parecía clara: ofrecer un espectro de posiciones teológicas más amplio que el que solía ofrecerse a las congregaciones romanas, formado en su mayoría por teólogos residentes en Roma.178 En abril de 1969 el papa Pablo VI anunció la creación de la Comisión Teológica Internacional (CTI), aprobando al mismo tiempo unos estatutos provisionales para dicho organismo. La primera reunión tuvo lugar en octubre de 1969, repitiéndose a partir de entonces todos los años.179 Desde el principio hubo tensión en las relaciones entre la CTI y la Congregación para la Doctrina de la Fe. En 1974 la CTI fue reestructurada. A partir de 1982, en lugar de una comisión consultiva de la Santa Sede, que complementara o más bien contrarrestara la influencia exclusiva de los teólogos normalmente consultados por la Congregación para la Doctrina de la Fe, pasó a estar completamente subordinada a esta congregación.180 177 Al concluir el discurso inaugural de la última sesión del Concilio (14 de Septiembre de 1965), el mismo Pablo VI hizo pública su intención de instituir el Sínodo de los Obispos. Al día siguiente (15 de septiembre de 1965), al inicio de la Congregación general conciliar número 1280, el entonces obispo Péricle Felici, Secretario general del Concilio, anunció el Motu proprio Apostólica sollicitudo con el cual venía oficialmente instituido el Sínodo de los Obispos. Papa Juan Pablo II, Aprobación definitiva de los estatutos de la Comisión Teológica Internacional 1982, http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/ motu_proprio/documents/hf_jp-ii_motuproprio_06081982_tredecim-anni_sp.htm. Consultado el 10 de octubre de 2012. 178 Ibíd. 179 Šeper, Franjo Cardenal, Prefecto 1969 http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ cfaith/cti_documents/ rc_cti_doc_19690712_ statuto-provvisorio_sp.html Consultado el 10 de octubre de 2012. 180 Papa Juan Pablo II, Aprobación. No. 13. 57 Su presidente es el Cardenal Prefecto de la Congregación; sus miembros son seleccionados por él y aprobados por el Papa. Sus documentos son sometidos al Papa y sólo pueden ser publicados si la Santa Sede, en la práctica la Congregación para la Doctrina de la Fe, no opone dificultades. Los documentos de la CTI han sido editados en recopilación y son publicados en distintas revistas de teología en el momento de su aparición. De cara a la intención de esta investigación, son importantes estudios de la CTI sobre: Magisterio y teología (1975) Teología, cristología, antropología (1981). Quizá el momento culminante de su existencia, hasta ahora, fuera la redacción de su último documento, Teología hoy: Perspectivas, principios y criterios181 que busca trazar las líneas de trabajo para la teología actual. Por tanto, los siguientes apartados buscan priorizar las cuestiones referentes a la labor del teólogo dejando aún lado aquellas que, no siendo nombradas, no indican que pierdan importancia. Ese extenso informe publicado por la Comisión Teológica Internacional examina el papel de la teología y la importancia en la actualidad. La teología, después de todo, no es la reserva de académicos profesionales sino que también tiene lugar en la vida de las diócesis y en las parroquias; influye en las actividades pastorales de todos los grupos, en las homilías, en la catequesis para adultos, la preparación sacramental, entre otros; todos ellos son formados de manera importante por la teología. Según la comisión, este es un papel positivo de la teología dentro de la Iglesia católica, junto con los criterios que guían el trabajo de los teólogos. 182 Este documento fue elaborado con "respeto a todos los que persiguen la investigación teológica y con un profundo sentido de la alegría y el privilegio de una vocación teológica".183 La Comisión llama la atención sobre los tratamientos más profundos impartidos durante este período de tiempo, posteriores al Concilio Vaticano II, a los antiguos 181 Comisión Teológica Internacional, la Teología hoy: perspectivas, principios y criterios. Ibíd, No. 76c. 183 Ibíd, No. 43. 182 58 temas teológicos,184 debido a la renovación "en los estudios bíblicos, litúrgicos, patrísticos y medievales".185 Otra razón de dicho informe, fue pensar en el tiempo productivo para la teología que ha abierto "nuevos espacios para la reflexión"186, tales como el diálogo ecuménico, interreligioso e intercultural. Estos, dice la Comisión, son desarrollos fundamentalmente positivos. Sin embargo, los autores del informe señalan que las décadas transcurridas desde el Vaticano II fueron testigo de "una cierta fragmentación de la teología."187 Entrar en diálogo con la familia humana desafía al campo de la teología a mantener "su verdadera identidad",188 dice. Un criterio de la teología católica es que debe estar en constante diálogo con el mundo. Se espera que ayude a la Iglesia a leer los signos de los tiempos iluminados por la luz que viene de la Revelación Divina, y sacar provecho de ello en su vida y en la misión.189 Hoy el campo de la teología tiene la importante tarea de ayudar a "los fieles y el Magisterio de ver la importancia de los acontecimientos, sucesos y tendencias en la historia humana, y para discernir e interpretar las formas en que, a través de ellos, el Espíritu puede estar hablando a la iglesia y al mundo." 190 De hecho, su riqueza "da lugar a múltiples teologías"191 y demuestra cómo la Revelación es "recibida de diversas maneras por los seres humanos"192, según el informe. Sin embargo, en su diversidad "la teología está unida en su servicio a la verdad única de Dios."193 184 Ibíd, No. 79. Ibíd. 186 Ibíd, No. 1, 16, 77, 81. 187 Ibíd, No. 1, 5. 188 Ibíd, No. 1. 189 Ibíd, No. 58. 190 Ibíd, No. 53. 191 Ibíd, No. 75. 192 Ibíd, No. 77, 87. 193 Ibíd, No 74. 185 59 2. CARACTERÍSTICAS DEL MINISTERIO ACTUAL DEL TEÓLOGO EN LA VIDA DE LA IGLESIA. Por lo anterior, el informe de la Comisión Teológica Internacional ha recogido a lo largo de sus intervenciones, las múltiples posibilidades que puede abarcar el teólogo en su acción eclesial. Sin embargo estas, pueden ser agrupadas y relacionadas entre sí de las siguiente manera. En primer lugar, el teólogo debe mantener su fidelidad a las fuentes de la tradición de la Iglesia. En segundo lugar, debe ejercitarse en una actualización creativa de la tradición; y por último, debe poseer una espiritualidad que con afinidad a la Sabiduría Eclesial. 2.1. Fidelidad a las fuentes de la tradición de la Iglesia.194 El teólogo debe reconocer la primacía de la Palabra de Dios, Dios habla de muchas maneras y diferentes; debe tener, fidelidad a la tradición apostólica que es un criterio de la teología católica. Implica el estudio de la Sagrada Escritura, la liturgia y los escritos de los Padres y Doctores de la iglesia, y la atención a la enseñanza del Magisterio. También, debe prestar atención al "sensus fidelium" que es un criterio para la teología católica, esforzándose por descubrir y expresar con precisión lo que los fieles católicos creen realmente. Por eso el teólogo necesita la fe de la Iglesia como fuente, como contexto y como norma. 2.2. Actualización creativa de la Tradición.195 La teología como ciencia de la fe, ayuda al teólogo al entendimiento de la fe: fides quaerens intellectum. La teología tiene como objetivo comprender de una forma racional y sistemática la verdad salvadora de Dios. Por esta razón, el teólogo debe tratar de dar una presentación científica y racional que sirva de argumento para las verdades de la fe cristiana. De igual manera, debe integrar en sus investigaciones 194 195 Ibíd. 9, 36, 32, 15. Ibìd. 19, 73, 85, 24, 58, 44. 60 y métodos el proyecto unificado del intellectus fidei, e insistir en la unidad de la verdad y por tanto en la unidad fundamental de la teología misma. Esto es, no debe aislarse y debe abrirse al diálogo académico. Por otro lado, ya que el teólogo hace parte de los ministerios de la palabra, siguiendo a la Constitución Dei Verbum, por tanto hace parte también de toda la predicación de la Iglesia, y parte de toda la religión cristiana; por tanto, se ha de alimentar y regir con la Sagrada Escritura, y en esa relación no debe perder el constante diálogo con el mundo. Finalmente los teólogos están llamados a reconocer la competencia de los Obispos, y especialmente del colegio de los obispos encabezados por el Papa, para dar una interpretación auténtica de la Palabra de Dios de la mano de la Escritura y la tradición. 2.3. Espiritualidad de la Sabiduría Eclesial.196 Los teólogos deben tratar de estar siempre en comunión con la Iglesia; con un espíritu de mutuo aprecio y apoyo, atentos tanto a las necesidades y los comentarios de los fieles y, a la guía de los pastores de la Iglesia. El teólogo debe buscar y deleitarse con la sabiduría de Dios, que es locura para el mundo (cf. 1 Cor 1:18-25, 1 Cor 2:6-16). La teología implica una lucha por la santidad y una conciencia cada vez más profunda de la trascendencia del misterio de Dios. 3. COMPRENSIONES TEOLÓGICAS DEL PAPEL DEL TEÓLOGO EN LA IGLESIA En la literatura teológica se ha dedicado bastante atención a criticar la concepción clásica del Magisterio, en la relación existente con los teólogos.197 Desde un punto de vista positivo, una gran mayoría de estudiosos abrazan la fundación escriturística que soporta que el Papa y los Obispos, sucesores de los Apóstoles 196 197 Ibíd. 50, 99. Figueiredo, 55 61 en Cristo, posean el mandato de enseñar.198 Pero como bien lo afirma Figueiredo, existen teólogos que argumentan que la Escritura no absolutiza que la elaboración de las Enseñanzas de la Iglesia, reposen en la jerarquía solamente. La absolutización inherente en la concepción clásica ha llevado a liderar una división muy apretada entre la ecclesia docens y la ecclesia discens. Hoy es necesario reconocer que existen otros que hacen parte de la formulación de las enseñanzas de la Iglesia, especialmente a la luz de los cambios culturales y los cambios eclesiológicos, reflejados en el Concilio Vaticano II. 199 Esos otros teólogos, se alimentan del Concilio Vaticano II que provee, como se ha visto, una respuesta a la concepción de la misión del teólogo y con más precisión a un selecto grupo de documentos, como se ha querido presentar en esta disertación, a la luz de la Constitución Dogmática Dei Verbum y sus numerales 23 y 24. No siendo suficiente esta aproximación, es necesario atender a los pronunciamientos de la Congragación para la Doctrina de la Fe y la Comisión Teológica internacional ya expuestos en el capítulo anterior. Se necesita precisar con la ayuda de algunos teólogos las comprensiones teológicas que acompañan la definición de la misión del teólogo, atendiendo ya, no solo al ejercicio de exégesis en función de las Escrituras, lo cual es su labor fundamental, sino también, a una exégesis a los documentos Eclesiales que logre contribuir de manera positiva a la comunidad teológica, que desea definir su lugar en medio de la Iglesia. En cuanto a los documentos, Figueiredo, deja claro que a partir del Concilio Vaticano II se da un paso enorme en la percepción eclesiológica de la Iglesia, y que a su vez hace parte fundamental del cambio cultural que sufrirá la misma, lo cual ha garantizado que el nuevo estilo de Iglesia se ilumine desde esta perspectiva.200 Figueiredo propone un acercamiento detenido a las posturas de 198 Ibíd. .Ibíd. 200 Ibíd. 199 62 tres autores representativos sobre el problema que se ha venido discutiendo en esta monografía, y está referido a la misión del teólogo;201 estos autores son: Francis Sullivan S.J., Cardenal Avery Dulles y Richard McCormick. Junto a estos tres, es importante presentar en primer lugar, a Beniamino Stella, quien fuera Nuncio Apostólico en Colombia, y que con motivo de los 70 años de la facultad de teología se pronunció sobre el ministerio actual del teólogo en la Vida de la Iglesia, desde la perspectiva del Magisterio Eclesial ordenado. 3.1. Ministerio actual del teólogo en Beniamino Stella. En una presentación singular a cargo de Monseñor Beniamino Stella, 202 con el título: El ministerio del teólogo en la Iglesia,203 la misión del teólogo, es presentada bajo el concepto de ministerio. Su exposición resalta, en primer lugar, la figura de Natanael quien llega a Jesús gracias al testimonio del apóstol Felipe, manifestando cómo, el primero, estaba ante todo en búsqueda de la Verdad. Pienso, en efecto, que este matiz del llamado del Apóstol al seguimiento del Señor corresponde a la vocación de quien busca la verdad, esto es, del teólogo que tiene la misión especial de lograr, en comunión con el Magisterio, una comprensión cada vez más profunda de la Palabra de Dios comprendida en la Escritura inspirada y transmitida por la tradición viva de la Iglesia.204 Continúa afirmando Stella, hablando de la labor del teólogo y su misión, al citar la Congregación para la Doctrina de la Fe: 201 Ibíd. Nacido en Pieve di Soglio, Diócesis de Treviso, en Italia, el 18 de agosto de 1941, fue ordenado sacerdote el 19 de marzo de 1966, y consagrado obispo el 5 de septiembre de 1987. Su carrera diplomática la ha desarrollado en el Congo y República Centroafricana. También fue delegado apostólico en Chad. En 1993 fue nuncio apostólico en Cuba. Fue nombrado Nuncio Apostólico de Colombia entre los años 1999 y 2007. Actualmente es presidente de la Academia Pontificia Eclesiástica, una institución del Vaticano que tiene como fin formar a sacerdotes para cargos diplomáticos. 203 Stella, 32. 204 Ibíd, 32. 202 63 La verdad se busca con paciencia y generosa dedicación. Hay que ser honesto frente a ella; se debe quererla y buscarla con deseo para encontrarla con gozo. Amar la verdad implica no servirse de ella, sino servirla, esto es, no manipularla para que venga bien a los propios intereses o conveniencias.205 Stella, reconoce el interés por la búsqueda de la verdad que debe poseer el teólogo actual desde el seguimiento a Jesucristo. Al lado de esta postura, hacen eco las palabras de Schillebeeckx. Al teólogo, se le plantea la cuestión de la verdad (por molesta que resulte para la “mentalidad moderna”). Respetando tanto la intención creyente y la exigencia crítico-racional de nuestro ser humano, el teólogo advierte que, sea cual fuere la intensidad de las experiencias de fe, así como las identificaciones históricas de salvación y liberación humana, esas experiencias son problemáticas y no pueden significar una imposición obligatoria o vinculante para otros, mientras no se demuestre que, en tales experiencias e identificaciones de la salvación surgidas en el seno de una comunidad concreta de hombres, nos hallamos ante la realidad que los hombres llamamos en nuestra historia Dios, creador de todo lo que existe y existirá.206 De modo que, la búsqueda de la verdad ha llevado a que el teólogo, en reflexión crítica, reconozca que existe un dato histórico ineludible, que hace parte fundamental de su identidad y de su praxis profunda: la Revelación Plena de Dios en Jesucristo.207 205 Ibíd, 29. Schillebeeckx Edward, Jesús la historia de un viviente, Madrid, Trotta, 2002, 20. 207 Constitución Dogmática, Dei Verbum No. 2. 206 64 Nuestro tiempo presenta otro fenómeno con respecto a “Jesús de Nazaret”, por más que no constituya una novedad absoluta, desde el punto de vista histórico: no sólo son los hombres de las Iglesias quienes se interesan por Jesús de Nazaret. Los evangelios narran lo que Jesús significó para un grupo de hombres que más tarde se llamaron la ekklesía de Cristo. Los escritos antiguos, de esa comunidad, recopilados en el Nuevo Testamento, que fue leído, meditado y estudiado como su propio libro, siguen siendo hoy para los que confiesan pertenecer al movimiento de Cristo una fuente de reflexión crítica sobre su identidad y su praxis cristiana. 208 Por tanto, ambas posturas, tanto la de Stella como la de Schillebeeckx, presentan sin equivocación que el sujeto en cuestión, el teólogo, realiza, en ejercicio de su escrutinio intelectual, una reflexión crítica en búsqueda de la Verdad, a la luz del acontecimiento de Revelación. Sin embargo, ¿es posible llegar a un consenso entre el Magisterio y los teólogos? Stella rescata en palabras de Juan Pablo II, que tal interrogante tiene solución: 209 El teólogo es una persona de fe, henchida de amor por Iglesia, persuadido de que su misión de enseñar es un auténtico ministerio eclesial, y, por lo mismo, fiel al Magisterio, que no es freno para la recta investigación, sino garantía de verdad evangélica predicada por los apóstoles y transmitida sin interrupción hasta nosotros.210 208 Schillebeeckx, 21. En Palabras de Juan Pablo II: “La característica esencial de un gran teólogo es la humildad para esta con la Iglesia, para aceptar sus debilidades y las propias, porque sólo Dios es totalmente Santo. Nosotros, en cambio, siempre tenemos la necesidad de perdón.” Exhortación Apostólica Post-Sinodal Pastores Dabo Vobis. No. 67b. 210 Stella, 30. 209 65 3.2. La doble funcionalidad del ministerio de la Palabra en Fr. Francis Sullivan. En la concepción de Sullivan sobre el rol de los teólogos y del Magisterio, afirma que existe una relación común entre ambos y es que los dos están en función de la Palabra de Dios. Sin embargo, sigue Sullivan, poseen una autoridad distinta. Los Obispos tienen la autoridad de salvaguardar la pureza de la Palabra de Dios, porque ellos están dotados con el mandato de enseñar del Evangelio en nombre de Cristo. Los teólogos, por su parte, tienen la autoridad de buscar un entendimiento profundo de la fe, gracias a su experiencia disciplinar. Desde este punto de vista, el reconocimiento de la autoridad de uno y otro, determina el tipo de relación que deben llevar, que a su vez es una fuente de tensión, entre misión canónica y mandato y los límites de los disidentes.211 Con lo anterior, se rescata una cualidad propia de los teólogos, la de ayudar a determinar los grados propios de autoridad, cuando el Papa y los obispos enseñan. Es una tarea particular e importante, afirma el autor, puesto que ayuda a determinar las definiciones dogmáticas del Magisterio y en el ejercicio de su infalibilidad, por ejemplo, en el caso particular la ley natural. Figueiredo reconoce en el pensamiento de Sullivan el considerar los signos que permiten identificar enseñanzas infalibles, especialmente en el Magisterio Universal Ordinario; uno de esos signos, que al parecer Sullivan reconoce que tiene peso, es el carácter universal y constante consenso de los teólogos.212 Pero de las apreciaciones sobre el rol de los teólogos, que presenta Sullivan, es importante reconocer tres. La primera, referida a la teología como fides quaerens intellectum, puesto que los teólogos al igual que los obispos están a cargo de un ministerio de la Palabra, dirigida a llevar a los creyentes a un mejor entendimiento de la fe.213 En segundo lugar, la teología como carisma, donde Suvillan afirma que el ministerio de los teólogos se deriva directamente de un don carismático del 211 Sullivan, Magisterium 217. Figueiredo, 91. 213 Sullivan, Magisterium, 185. 212 66 Espíritu Santo, acota bastante bien con las enseñanzas del Concilio Vaticano II, la cual afirma que el Espíritu Santo distribuye los carismas sobre sus fieles a todos los niveles.214 En tercer lugar, la afirmación sobre esta comprensión de la tipología de los teólogos, se encuentra en el Concilio Vaticano II Decreto: Apostolicam Actuositatem, que declara que aquellos fieles creyentes que han recibido estos carismas tienen el deber y el derecho de usarlos en la Iglesia y en el mundo, para el bien de la humanidad y para la edificación de la Iglesia215; reconociendo ahora sí, el ministerio del Teólogo como un carisma, el cual es dado por Espíritu Santo a quien Él quiere. Entonces, la cuestión en torno a si es apropiado o no hablar de que es este derecho carismáticamente conferido, se subsana que es un “derecho Divino”.216 Se sigue entonces, que si la función del teólogo es la de un ministerio eclesial genuino, conferido por un Derecho Divino por medio de la acción del Espíritu Santo, el argumento de Sullivan plantea que la teología no necesita ser entendida como derivada de la autoridad de enseñar en la Iglesia. Él cree que es un peligro establecer, por medio de una base jurídica de una missio canonica o mandatum, la tarea del teólogo, con el fin de abrir lazos de colaboración entre los teólogos y el Magisterio. Para Sullivan, los teólogos poseen una clase específica de autoridad, la cual es derivada de su competencia disciplinar, que puede ser confirmada por una misión canónica o mandato y no derivada de ella.217 Ante estos signos, Sullivan propone, dos recomendaciones en relación a la labor que deben cumplir los teólogos, basados en la cooperación corresponsable y la asociación colegial. 214 LG. No. 12. AA. No. 3 216 Sullivan, Magisterium 202. 217 Sullivan, The theologians ecclesial vocation, 59 – 60. 215 67 La primera, exige un diálogo efectivo entre magisterio y teólogos, que en todo momento debe saber respetar las funciones específicas, tanto de unos como de otros, en su ministerio común de la Palabra de Dios.218 La segunda, sugiere que debe existir una colaboración entre obispos y teólogos en torno a cuestiones doctrinales que permita el establecimiento de estructuras y la aceptación de unos y otros, como posibles líneas de acción que aseguren la cooperación genuina para el bien de la Iglesia.219 Sullivan sugiere, que las Conferencias Episcopales conformen comisiones teológicas locales que permitan agrupar a teólogos de gran trayectoria dentro de la región, que ayuden a ser un cuerpo consultivo sólido, y, a su vez, permita que en la preparación de pronunciamientos doctrinales exista un aporte teológico científico.220 3.3. El Magisterio dual en el Cardenal Avery Dulles. En el despertar del Concilio Vaticano II, se debe reconocer la tarea enorme del Cardenal Avery Dulles,221 a propósito de tratar de concretar cuáles son los puntos principales que definen el rol del teólogo. Su nombre está vinculado con la teoría del magisterio dual, el cual implica que la Iglesia necesita dos clases de profesores, el profesor oficial, cuya tarea es la de establecer la doctrina de la Iglesia, y el teólogo, cuya función es la de investigar las cuestiones acerca de la fe con las herramientas críticas de la disciplina.222 Para justificar su teoría, el Cardenal Dulles reconoce que existe una gran tradición histórica y escriturística. En vista de su autoridad diferente, estas dos tradiciones reconocen que no existe una misión canónica que obligue a los teólogos a enseñar. Además, algunos han tenido la posibilidad de votar en los Concilios 218 Ibíd, 213 -214. Ibíd. 220 Cf. Figueiredo. 90. 221 Dulles, The Magisterium and Authority. 37. 222 Ibíd, 118. 219 68 Eclesiales, y de su disentimiento, tanto público como privado, ha contribuido a la búsqueda de la verdad.223 Sin embargo, esta concepción de Dulles ha cambiado, pues, posteriormente afirma que no existe un “doble magisterio” en la Iglesia. La razón fundamental para la revisión de su posición son los cambios eclesiales y la naturaleza secular y relativista de la cultura contemporánea.224 El Cardenal Dulles, y su nueva concepción, reconoce que la función del Papa y los Obispos es de simple jueces de la fe. La misión canónica, mientras no sea un requisito para hacer teología, es un signo de confianza que un Obispo deposita en algunos teólogos para representar la fe adecuadamente, sin olvidar que la instancia fundamental de toda la enseñanza magisterial debe ser de total aceptación. En el pensamiento tardío de Dulles, afirma Figueiredo, no hay lugar para el disentimiento público, aunque el disentimiento privado propiamente expresado puede contribuir al desarrollo de la doctrina. Figueiredo resume la postura de Dulles,225 en siete momentos de desarrollo en torno a la labor del teólogo. En un primer momento, Dulles reconoce que la formulación del “doble magisterio” insistía en que los teólogos dependían de los Obispos como la autoridad de la Iglesia, para la formulación de las enseñanzas; en una postura posterior reconoce que los teólogos dependen del magisterio para el total y confiable acceso al dato de la revelación. Aunque Dulles siempre había afirmado que solo el Magisterio oficial puede hacer juicios autoritativos en la Iglesia, él habla más claramente sobre la posición subordinada de la teología basada en la misión y el carisma que solo el Magisterio ha recibido para enseñar con la autoridad de Cristo. El sucesor 223 Ibíd. Ibíd. 225 Los documentos que citará en su presentación son: Mysterium Ecclesiae, las Doce Tesis de la Comisión Teológica Internacional y Don Ver. Dulles, “Magisterium and Theological Method” 297298. 224 69 de Pedro, y los obispos en comunión con él, son los únicos jueces de la doctrina. 226 En un segundo momento, sobre la misión de interpretar la verdad de la revelación, Dulles deja claro cuáles son los límites de la libertad de los teólogos: los teólogos deben ser dispensados para ser reexaminados.227 Pero, inclusive en cuestiones no definitivas, los teólogos no pueden contradecir o generar conflictos con las enseñanzas de la Iglesia sin razones serias. Dulles reconoce el derecho y la tarea de los teólogos en hacer saber a sus colegas o a los obispos sobre las dificultades de los tiempos actuales, la fuerza de los argumentos de soporte e inclusive el contenido de las enseñanzas oficiales no son definitivos.228 La autoridad teológica es legitimada por la cualidad de la disciplina y sus frutos en la vida de la Iglesia, y no por el establecimiento del interés de un grupo autónomo.229 El tercer momento, Dulles afirma que el rol del disentimiento del teólogo ha cambiado, ya que el teólogo que disiente, lo hace de alguna enseñanza particular de la Iglesia, y no sobre toda la Iglesia. Sin embargo, su preocupación en la búsqueda de la verdad, está en torno al problema sobre el disentimiento teológico referenciado como “deseable y normal” en la Iglesia y en la sociedad civil, ya que por un lado unos ven la acción con coraje al contradecir ciertas posturas; y otros, que aceptándolas, consideran a los teólogos como cobardes.230 En un cuarto momento, en cuanto a la función del teólogo de identificar los diferentes grados de enseñanza en la Iglesia, Dulles, ha llamado la atención sobre los pronunciamientos falibles de la Iglesia, que de acuerdo con él, caben dentro de esta categoría. Esto refleja la importancia que deben tener los teólogos en 226 Figueiredo, 130. Ibíd. 228 Ibíd. 229 Dulles, Magisterium, 315. 230 Figueiredo, 131. 227 70 contribuir al desarrollo de la doctrina expresando dónde pueden existir desacuerdos con tales enseñanzas.231 En el quinto momento, Dulles reconoce el rol hermenéutico de los teólogos que deben buscar presentar verdades antiguas en el lenguaje y los conceptos adaptados a las necesidades y las capacidades de su propia generación.232 Dulles, en un sexto momento, ha rechazado el requisito de una misión canónica para los teólogos, sobre la base que genera un conflicto con el reconocimiento de un magisterio teológico en la Iglesia. El autor también reconoce que la secularización de la teología ha privado a los maestros oficiales de la “asistencia confiada” en la transmisión de la fe y la investigación de nuevas preguntas teológicas.233 Por último, la posición sobre el rol de los laicos como una fuente teológica en la enseñanza de la Iglesia ha sido ya moderada. Dulles insiste sobre la necesidad de la teología en consultar el sensus fidelium, ya que toda la Iglesia está animada por el Espíritu Santo. Sin embargo, recuerda Figueiredo, que Dulles se mantiene en afirmar que el sensus fidelium reconocido como fuente teologal nunca debe estar separado de la guía de los pastores.234 3.4. Desarrollo e independencia de la teología, según Richard McCormick. Para McCormick,235 la teología comienza cuando la gente reflexiona sobre la fe y sus implicaciones en su comportamiento. Esta reflexión ocurre en diferentes tiempos históricos, con diferentes circunstancias y necesidades, donde la teología tiene un rol creativo e innovador con respecto a formulaciones doctrinales. La tarea de distanciarse de las enseñanzas de la Iglesia, de las formulaciones del 231 Ibíd, 131. Ibíd. 233 Ibíd, 133. 234 Ibíd, 134. 235 McCormick, Richard, S.J. The Teaching Role of the Magisterium and Theologians. New York. Roman and LittleField Publishers, 1969, 170. 232 71 pasado y proponer nuevas interpretaciones más adecuadas a las circunstancias y los signos de los tiempos es para el autor, unos de los roles más importantes de la función del teólogo. El teólogo está al servicio de la Iglesia. El ejerce su labor a plenitud, bien sea por su obediencia acrítica o por su desafiante irrespeto; ninguna de estas dos actitudes contribuye a la “purificación y el desarrollo del entendimiento del legado de la Iglesia.236 Aunque McCormick no es un eclesiólogo, sino un teólogo moralista, él está convencido que el camino para entender profundamente las marcas de la Iglesia debe entenderse desde la moral.237 Junto a esto, da especial atención a los teólogos, que afectan el modo como toda la teología, incluyendo la moral cristiana, es concebida en la enseñanza de la Iglesia. McCormick ve la función magisterial como un proceso pluridimensional en el cual todos los miembros de la Iglesia tienen la responsabilidad en hacer su tarea de preservar y profundizar en la fe, labor encomendada a toda ella. El Magisterio, no es más ni menos que la enseñanza de la Iglesia (…) esta Iglesia está compuesta por tres componentes bien diferenciados: el carisma profético; el carisma pastoral y doctrinal de la jerarquía; y el carisma científico de los teólogos.238 Esto indica que la interacción de estos varios carismas constituye la total función de enseñar en la Iglesia, y su propia integración conlleva a un Magisterio saludable, vigoroso y efectivo.239 En cuanto a la labor particular del teólogo, McCormick se distancia del modelo de la visión reducida de los teólogos como un “segundo magisterio”. 236 Ibíd. McCormick, Corrective vision, especialmente en el capítulo 1: Moral theology from 1940 to 1989. An overview. Y en el capítulo 4: How my mind has changed. 46-54. 238 McCormick, usa la expresión carisma de bastantes ocasiones en su obra, siguiendo la expresión de LG 12,2. Cf. Figueiredo. 136. 239 Ibid, 136. 237 72 A propósito, McCormick ve que es necesario, para el reconocimiento fundamental de la labor del teólogo, que se den dos prerrequisitos para madurar la función teológica. La primera, es la admisión de una competencia independiente para la teología y otras disciplinas; y en segundo lugar, la admisión de la indispensable competencia para la formación, la crítica y la defensa de los estamentos magisteriales. 240 Esto no quiere decir que los teólogos impidan la labor proclamatoria de los obispos. Ni quiere decir, que los teólogos se cierran ellos mismo del cuerpo de creyentes o de la jerarquía. Al contrario, la teología necesita ser reconocida como aquella que posee su propio propósito y herramientas en la búsqueda de la verdad en la Iglesia. Cuando esta labor se respeta, la enseñanza de la Iglesia no es formulada de una manera dictatorial desde una eclesiología piramidal. Al contrario, es un ejercicio de propio respeto para la necesidad de aprender, de consultar y, cuando es necesaria, de corrección.241 McCormick reconoce que en la práctica a los teólogos no siempre se les han permitido hacer su labor. Sin embargo, él reconoce tres desarrollos que han permitido su independencia competente en el aprendizaje de la Iglesia y el proceso de aprendizaje. El primero, muchos teólogos han sido llamados a acompañar y a contribuir en la formulación de la enseñanzas de la Iglesia, siempre escogidos en la línea de una posición predeterminada que termina siendo propuesta. La segunda, es que existe una opinión significante teológica o un consenso en contra de una enseñanza particular, lo que sugiere que la enseñanza en cuestión, necesita más tiempo para madurar, y que ciertas doctrinas morales en esta categoría, sin embargo, han sido promulgadas. Tercero, la crítica presentada por los teólogos frente a las formulaciones oficiales ha sido siempre considerada como un signo de arrogancia y deslealtad.242 240 Ibíd, 145. Ibíd. 242 Cf. McCormick, Reflexions on the Literature 496. 241 73 Figueiredo, reconoce que McCormick, identifica claramente seis características propias de la función del teólogo, siguiendo el modelo concéntrico de la Iglesia dado en el Concilio Vaticano II. Primero, los teólogos deben presentar sus análisis y conclusiones con un la debida modestia; cualquier posición que exista frente a un tema debe siempre tener un soporte teológico. Segundo, los teólogos deben poseer sensibilidad pastoral; McCormick quiere decir, que los teólogos deben aceptar la necesidad del Magisterio para presentar de vez en cuando una posición de autoridad, para el bien de la Iglesia, inclusive cuando la comunidad teológica tiene dificultades con su formulación. Tercero, los teólogos deben estar preparados para presentar de manera justa, por lo menos, una posición con la cual ellos están en desacuerdo. Cuarto, mientras es verdad que el Magisterio goza de la presunción de verdad, queda socavado cuando existe un corto circuito u omite el proceso de discusión propio. Quinto, los teólogos deben escribir, hablar y actuar siempre fomentando el respeto por el Magisterio. Por último, los teólogos deben estar en capacidad de admitir errores. Cuando todo lo anterior falla, las diferencias crean abismos y, por último, desorden.243 En palabras de Figueiredo se resume la postura de McCormick de esta manera: McCormick considera a los teólogos como un componente esencial de la mezcla de muchos corazones y mentes por medio del cual viene el anuncio de la fe y sus implicaciones en nuestro tiempo. La teología es el “brazo pensante” de la Iglesia, él dice, pero “que este brazo muere si es desconectado.244 Para McCormick, el concepto de Magisterio presenta a toda la Iglesia como la Maestra. El Papa, los Obispos, los teólogos y los laicos, en general, constituyen la total función de enseñar. Esta percepción se da a la luz de una visión concéntrica de la Iglesia, la cual ve la verdad leyendo desde un propio carisma de los fieles, 243 244 Figueiredo, 146. McCormick, Reflexions on the Literature, 497. 74 por medio del carisma científico de los teólogos, para llegar al carisma pastoral y doctrinal de los obispos. 4. EL TEÓLOGO COMO INTÉRPRETE DE LA REVELACIÓN La reflexión llevada hasta ahora, precisa el panorama de fundamentación sobre las propuestas que se han venido anotando en torno al redescubrimiento de la misión del teólogo. En el primer capítulo, referido a las comprensiones conciliares con el énfasis en DV, la Iglesia se exige a ella misma, una interpretación de la Sagrada Escritura por un lado, y por el otro, de los dogmas del Magisterio, en las mismas condiciones para cada uno de sus miembros, tanto el Obispo como el teólogo; en este horizonte de una vocación común a todos sus miembros, da a la interpretación su lugar principal en el nuevo modelo sostenible de Iglesia comunión, insistiendo, que la tarea no es patrimonio exclusivo de unos pocos sino que es vocación de todos. Según esto, aquel que interpreta, para el caso particular el conglomerado de teólogos, debe guiarse hoy, como se afirmaba en su momento, con las herramientas que tiene a su disposición (DV 23) y que son un avance con respecto a los del pasado. Igualmente habrá de reconocer, que una Tradición viva permitirá en el futuro una mejor interpretación que la actual; de allí, que no hay siempre una interpretación única y definitiva; tales interpretaciones, sean o de la Escritura o de los Dogmas de la Iglesia, están llamadas a pasar por una investigación exegética seria que esté sometida al juicio definitivo de la Iglesia. El teólogo se dedica de manera progresiva a un estudio interpretativo permanente de sus fuentes, de sus experiencias, de sus afirmaciones, que adecuado y constituido por su disciplina fundante, le permite tomar la Palabra Escrita y los pronunciamiento doctrinales como interlocutores constantes. 75 La teología se convierte entonces, en la interpretación del acto de vida creyente a la luz de la línea de sentido abierta por la revelación, desde la cual el creyente se apropia con autenticidad de la tradición religiosa en que ha sido formado, amplía el horizonte de comprensión de su ser como posibilidad, y asume la tarea de actualización del sentido y de realización de sí mismo.245 5. EL QUEHACER TEOLÓGICO Y SUS RELACIONES: UNA CONCLUSIÓN La teología ejerce un dinamismo que le viene del Espíritu como carisma, como observa McCormick, y que a su vez, necesita ser difundida, expandida y actualizada; que desde dentro, como sugiere Sullivan, engendre predicación, se haga presente con su verdad y con su fuerza, dentro del ministerio de la Palabra. Sin embargo, lo que hace llamativo al Concilio Vaticano II, es la recuperación del sensus fidei, referido al reintegro de aquellos teólogos que en la etapa preconciliar había sido objeto de sospechas. Algunos de estos teólogos hacen parte de los autores seleccionados para el desarrollo de esta investigación. Así, rastreados ya los argumentos del debate entre el Magisterio y la teología, es importante señalar los elementos esclarecedores que permiten valorar la relación entre el quehacer teológico y el Magisterio, entre la Congregación para la Doctrina de la Fe y los teólogos, entre la Comisión Teológica Internacional y la teología. A partir de ello, se puede dilucidar la responsabilidad de los teólogos en el entendimiento y formulación de la Fe cristiana, y la tipología del teólogo, desde los autores referidos en el capítulo. 5.1. Relación entre la Congregación para la Doctrina de la Fe y los teólogos. Sí para la reflexión posterior al Concilio Vaticano II, el Magisterio asume gran parte de la tarea teológica, en compañía de de la CDF, y viceversa, sin embargo, al 245 Sánchez, Olvani. ¿Qué significa afirmar que Dios habla? Del acontecer de la revelación a la elaboración de la teología. Bogotá, Bonaventuriana. 2007, 106. 76 Magisterio también le corresponde la tarea de distribuir y determinar el trabajo teológico hasta en sus resultados y conclusiones.246 Con la ayuda de la CDF, el Magisterio promueve colegialmente encuentros e iniciativas para difundir la sólida doctrina y defender aquellos puntos de la tradición cristiana que parecen estar en peligro, como consecuencia de doctrinas nuevas no aceptables; por otro lado, al teólogo se le exige, en razón de su función, mostrar de qué manera una doctrina definida por la Iglesia se encuentra en las fuentes de la revelación, en el mismo sentido que la Iglesia la ha definido. Por tanto, unos y otros, obispos y teólogos, tienen la especial tarea de volver constantemente a las fuentes de la Divina Revelación, para indicar de qué modo se halla explícita o implícitamente, en las Sagradas Escrituras y en la Tradición, lo que por el Magisterio vivo es enseñado.247 5.2. Comisión Teológica Internacional y la teología hoy. Desde su creación, la función de la CTI, consiste en ayudar a la Santa Sede y especialmente a la CDF, ha examinar cuestiones doctrinales de mayor importancia, especialmente aquellas que presentan nuevos aspectos.248 Si Escritura y Tradición son importantes, la CTI, reconoce que un criterio de la teología católica actual, es que ella, la teología, debe estar en constante diálogo con el mundo. Por un lado se le pide al teólogo, que ayude a la Iglesia a leer los signos de los tiempos iluminados por la luz que viene de la Revelación Divina, cuestión ya abarcada en capítulo I, y, por otro lado, sacar provecho de ello en su vida y en la misión que le es propia por vocación, cuestión ya presentada en el capítulo II, que abarca las múltiples posibilidades que tiene el teólogo en su acción eclesial. 246 Acta Apostolicae Sedis, No. 48 (1956) 362. http://www.vatican.va/archive/aas/index_sp.htm. Consultado 13 de Marzo de 2013 247 AAS 42 (1950): 568. 248 AAS 61 (1969); 540 -541. 77 5.3. Responsabilidades de los teólogos en el entendimiento y formulación de la Fe cristiana. En la etapa post Conciliar, se ha hecho notar la preocupación del Magisterio Eclesiástico por reconocer una justa libertad de investigación y enseñanza teológica, siempre y cuando se mantengan tales afirmaciones dentro de los límites de la Palabra de Dios, tal como se evidenció en grandes apartados del capítulo I y II. Sin embargo, en este caso concreto de la investigación, paralelo a las comprensiones eclesiales se encuentran las comprensiones teológicas alternas de varios teólogos, que han tratado de aproximarse a esa preocupación y buscan, aún más, ratificar una de las tareas principales del teología, que es ciertamente la de interpretar correctamente la revelación de Dios, teniendo como referentes primarios los textos Sagrados y, de igual manera, los elaborados por el Magisterio.249 Disponiendo en lo posible de reglas hermenéuticas, elementos críticos de la historia y otras ciencias, para el ejercicio de su carisma como ministro de la Palabra. Con esta dinámica, se demanda, como última instancia, una fuerza propositiva que lleve a la explicitación final de las relaciones de sentido que se han encontrado en torno a los nuevos derroteros de la experiencia interpretativa, de la cual debe gozar todo teólogo. Esta orientación, la de asumir como tarea fundamental la interpretación, debe llevar a construir un discurso teológico, que “no solamente interprete la realidad del creyente, sino que proyecte también otros modelos operativos para transformarla y muestre, justo en la praxis, la validez de su interpretación actualizadora”.250 249 COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, Interpretación de los dogmas, La conexión estrecha de Escritura, Tradición y Comunión de la Iglesia, http://www.vatican.va/roman_ curia/congregations/cfaith/cti_documents/rc_cti_1989_interpretazione-dogmi_sp.html. Consultado 14 de diciembre de 2012. 250 Schillebeeckx, E. La interpretación de la fe, aportes para una teología hermenéutica y crítica. Salamanca, Sígueme, 1973, 158. 78 5.4. Una tipología del teólogo. La postura de los cuatro autores presentados en este capítulo genera una dialéctica interesante sobre el lugar del Magisterio y el lugar de los teólogos en su acción eclesial. Tal diálogo permite presentar de manera conclusiva los siguientes elementos: el teólogo como persona de fe y persona intelectual; el teólogo como buscador de la verdad; el teólogo como ministro intérprete y maestro de la fe; el teólogo como colaborador incondicional del Magisterio. El teólogo como persona de fe y persona intelectual De manera unánime los autores expuestos, consideran que todo teólogo es un creyente y a su vez en un hombre capacitado para generar un mejor entendimiento de la fe. En cuanto a la capacidad que debe tener el teólogo para el entendimiento de la fe, McCormick afirma que los teólogos deben ser competentes en la manera como desarrollan sus análisis y sus conclusiones, sabiendo mantener el respeto cuando se pronuncia a favor o en contra de una doctrina; pero también debe saber admitir sus errores cuando se equivoca. Complementando esto, Sullivan y Dulles concuerdan en afirmar que el mejor entendimiento de la fe, es una tarea propia del teólogo, y que se hace necesario que en ese ejercicio de entendimiento de la fe (en la fe) no pierda de vista el dato histórico fundamental que Stella afirma es fundamental en toda labor teológica: Jesucristo es la Verdad. El teólogo como buscador de la verdad Si Jesucristo es la Verdad, Stella reconoce que la vocación del teólogo está bajo la jurisdicción de esa Verdad; esa Verdad se alcanza en comunión con el Magisterio, que permite una comprensión más acertada de la Verdad que no sea manipulable por los propios intereses y conveniencias de un sujeto particular. Bien lo afirmaba Sullivan al decir que un diálogo efectivo entre Magisterio y teología da como resultado un acercamiento a la Verdad que permite por un lado, al Magisterio, 79 establecer con más objetividad las doctrinas eclesiales; y por otro, le permite al teólogo investigar las cuestiones de la fe con las herramientas críticas propias como bien lo afirmaba Dulles. El teólogo como ministro, intérprete y maestro de la fe. Stella y Sullivan saben que la acción del teólogo es ministerial, don que le exige al poseer tal carisma, un deber y un derecho, al usarlo a favor de los creyentes; ya que la comunidad de fe es la que le exige al teólogo interpretar desde la fe la Verdad; y como bien lo afirma McCormick, el teólogo debe estar siempre en la búsqueda de nuevas interpretaciones que estén atentas a los signos de los tiempos. Con estas características del teólogo, éste se va convirtiendo para la comunidad de creyentes en un maestro de fe, que como bien lo afirma McCormick tiene la tarea, al igual que el Magisterio, de preservar y profundizar en la fe; por su supuesto el teólogo puede disentir en algunos aspectos de las formulaciones de fe, pero ya no disiente de la Iglesia, porque sabe que las enseñanzas ya formuladas son también un proceso en movimiento. El Teólogo como colaborador incondicional del Magisterio El sentimiento de independencia sobre la labor investigativa del teólogo se ve como común denominador en los autores citados; cada uno sabe que la teología posee por si misma un carácter fundamental: Dios se ha revelado. (DV No. 2). El teólogo por tanto, en un acto libre y consciente opta desde la Palabra como lo afirma Dei Verbum: Cuando Dios revela hay que prestarle "la obediencia de la fe", por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios prestando a Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad, y asintiendo voluntariamente 80 a la revelación hecha por El. Para profesar esta fe es necesaria la gracia de Dios, que proviene y ayuda, con los auxilios internos del Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da "a todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad". Y para que la inteligencia de la revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones.251 251 Dei Verbum No. 5. 81 Capítulo III LA CENTRALIDAD DE LA REVELACIÓN EN LA LABOR DEL TEÓLOGO Esta tercera parte de la disertación busca, después de haber analizado teológicamente las concepciones sobre la función interpretativa del teólogo a la luz de la Dei Verbum, y haber logrado, identificar, las comprensiones sobre el rol del teólogo en la Iglesia en los planteamientos dados en documentos magisteriales y con el esfuerzo de reflexión crítica en los autores citados, la necesidad de proponer, un punto de partida fundacional y liberador que permita una nueva comprensión sistemática de la misión del teólogo como intérprete de la Revelación. En tal sentido, el capítulo se desarrollará atendiendo de nuevo al tema de la Revelación, ya explicitado en el primer capítulo, como premisa, confiado a toda la Iglesia. Asumida esta proposición, se busca presentar al teólogo como intérprete de la revelación, interprete de los dogmas y a su vez la de proclamador, con el fin de comprender la afirmación: la fe, como puente de comunicación entre la teología y Magisterio. 1. LA REVELACIÓN CONFIADA A TODA LA IGLESIA La Dei Verbum, presenta la analogía del pueblo de Dios, en el Antiguo Testamento, con la Iglesia en el Nuevo Testamento.252 Es un dinamismo propio de la acción de Dios, que a su vez es una donación divina de verdad y gracia que conforma a la comunidad eclesial. Aquí entonces, se presenta claramente el binomio Revelación e Iglesia. La Iglesia no puede existir sin la Revelación, ya que la revelación no puede transmitirse si no es por la Iglesia. La Iglesia es presencia visible y actuación eficaz de la revelación en el mundo, preparada por Dios en la antigua alianza, llevada a plenitud en Cristo 252 DV. No. 7. 82 con su Espíritu y destinada a continuarse hasta su plena consumación en la visión gloriosa. 253 La Revelación, pues, ha sido entregada a la Iglesia para que, en el seno de esta comunidad de salvación, el mensaje cristiano llegue a todos sus destinatarios en este tiempo medio, desde la entronización del Jesús resucitado a la derecha del Padre y su segunda venida al fin de los tiempos como Juez glorioso de la humanidad entera.254 En palabras de Rahner: La Iglesia es la comunidad legítimamente establecida en su constitución social, en la que la revelación de Dios (como comunicación de sí mismo), escatológicamente consumada en Cristo, permanece presente para el mundo como realidad y verdad por la fe, esperanza y caridad.255 La Revelación entregada a la Iglesia y transmitida en la Iglesia, ha alcanzado, como bien lo afirma DV su estadio escatológico y definitivo: Con la venida de Cristo Dios, lleva a plenitud toda la revelación, […] ni hay que esperar otra revelación pública antes de su gloriosa manifestación de Jesucristo nuestro Señor. 256 Sin embargo, la tarea de transmitir este mensaje a la comunidad eclesial, es un proceso vital que está sometido a la ley de los cambios y de las transformaciones históricas en las que pernocta la Iglesia y sus miembros, especialmente para los teólogos.257 253 Ibíd No. 8b. Ibíd. 255 Rahner, Karl, Curso Fundamental sobre la fe. Introducción al concepto de cristianismo. Barcelona, Herder, 1979, 67. 256 Dei Verbum No. 4. 257 Comisión Teológica Internacional. Theology today. No. 1. 254 83 Esa trasmisión la llama Journet, como asintótica, es decir, la ley de la fidelidad al pasado para responder más conscientemente al imperativo del presente y abrirse a las exigencias del futuro sin traicionar el pasado.258 De manera que la presencia de la Revelación en la comunidad creyente y su transmisión viva a lo largo de su peregrinar histórico constituye la misión del pueblo cristiano entero, unido a sus pastores.259 La DV en el No. 10, reconoce que “El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado únicamente al Magisterio de la Iglesia”. Todo esto indica que el problema citado en los inicios de esta disertación todavía no está resuelto, ni ha tenido la intención de hacerlo, en torno a quién tiene la potestad de educar en la Iglesia. Sin embargo, como se ha visto en reflexiones anteriores, y gracias a estas, esta parte final de este estudio propone considerar, que toda la comunidad creyente está a cargo de la continuidad y la universalidad de la Revelación. Con la afirmación de la DV No. 10, la comunidad eclesial creyente es portadora de la Revelación, se sigue, que ella misma es esencialmente profética, por tanto, todos sus miembros comparten una función común; todos ellos están encargados de perpetuar la Revelación en el tiempo, y que a su vez se pueden distinguir como se ha visto en los números 23 y 24 unos ministerios de la palabra, que cumplen una función específica dentro del entramado eclesial. La transmisión de la revelación en el seno de la comunidad creyente está sometida a lo que podríamos llamar ley de los vasos comunicantes en aquello que los dos polos de la realidad eclesial, o sea, el Pueblo Cristiano y magisterio jerárquico, dan y reciben, respectivamente.260 Esa misma vocación docente, necesita beber de una actitud crítica recíproca: 258 Schökel. 315. DV, No. 10. 260 Schökel. 317. 259 84 El magisterio [de los pastores] controla que la teología perciba efectivamente el sentido autentico de la revelación y corrige eventuales reducciones y alteraciones. A su vez, la teología, de una parte, “verifica” que las proposiciones del magisterio se encuentren en los textos de la revelación y sean por tanto universalmente reconocibles. Y de otra parte, dado que la proposición de la fe se halla en último término en función de la misión de la Iglesia (es decir, de la evangelización), la teología verifica también, bajo este respecto, su pertinencia y su oportunidad, ejerciendo una función de estímulo.261 Por tanto, al Magisterio le corresponde custodiar el depósito de la fe, custodiar la doctrina de la fe y custodiar la verdad revelada. 2. FUNCIONES PROPIAS DE LOS TEÓLOGOS EN LA TRANSMISIÓN DE LA REVELACIÓN Si la Sagrada escritura es la fuente primaria desde la cual el teólogo asume su función interpretativa, es necesario reconoce que la Biblia es leída e interpretada en diferentes contextos, en la cultura contemporánea. Existe un rango que va desde la lectura individual de conocimientos generales hasta el colegio y las universidades en sus cursos de literatura. Los individuos pueden leer la Biblia como un documento clásico que una persona bien educada debe conocer; la Biblia está incluida en currículos académicos como escritura antigua clásica que ha ejercido una enorme influencia a través de la historia.262 Hayes, reconoce, que aunque el contenido exacto de la Biblia difiere en el Judaísmo y varias Iglesias cristianas, es un texto sagrado tanto para los judíos como para los cristianos, en especial para exégetas y teólogos. Desde entonces la Biblia ocupa un lugar único de autoridad en ambas tradiciones, juega un papel normativo en formar la vida y la fe. 261 262 Zamora, Pedro Pablo, 287 – 288. Hayes, John H. Exegesis Biblical, Louisville, John Knox Press, 2007, 191, 206. 85 La Biblia ejercita su rol normativo en múltiples caminos, dependiendo del contexto en el cual ella es usada; inclusive con la variedad de funciones. Sin embargo, el uso de la Biblia dentro de las comunidades religiosas difiere de la forma como la interpretación se hace en público, o a nivel general, o a nivel académico en una universidad. Dentro de los estudios de la Biblia, la exégesis es empleada en todos estos caminos en los cuales ella es leída y estudiada; sea que se use de manera privada o pública, secular o religiosa, formal o informal, los lectores de la Biblia hacen exegesis. Cabe señalar, que si bien la Biblia puede ser leída e interpretada de muchas maneras,263 los lectores serios de la misma en cada modalidad generalmente comparten un propósito común: alcanzar un entendimiento claro del texto bíblico. Sobre las múltiples posibilidades y funciones que pueden aparecer en el ejercicio de transmisión de la Revelación en los teólogos, es necesario tener en cuenta tres caminos, que basados en el uso de la Biblia, afianzan estas tareas: la de ser interpretes de la Palabra, ser proclamadores de la Palabra, y por último, intérpretes de los Dogmas a la luz de la Palabra. 2.1. Función investigativa y científica del teólogo, como fruto de la interpretación de las Escrituras. La tarea de la teología, como disciplina especializada, es la de articular la fe de la Iglesia y la fe del pueblo para cada una de las nuevas generaciones de creyentes; por tanto, los teólogos profesionales, tanto académicos como ministeriales, tienen esta tarea de manera sostenida como su soporte. Sin embargo, los teólogos profesionales no son los únicos encargados de la reflexión teológica; laicos y teólogos, sin acreditación académica, lo hacen también. Todo aquel que hace un 263 Pontificia Comisión Bíblica. (PCB) La interpretación de la Biblia en la Iglesia. No. 1, 3, 5, 7, 10. Cfr. http://www.deiverbum2005. org/Interpretation/interpretation_s.pdf. Consultada el 14 de diciembre de 2012. 86 consciente y concertado esfuerzo de reflexionar su fe y de manera organizada, formar estas reflexiones, está haciendo teología.264 Mientras que el trabajo de los teólogos profesionales, usualmente profesores trabajando en las dinámicas académicas y universitarias, tienen mucho en común con las reflexiones teológicas de los ministros, rabinos, profesores de religión y laicos, no hay que olvidar que el llamado del profesional en teología es particular; esto, porque ellos están haciendo teología de tiempo completo, son responsables en la formulación de una visión teológica actualizada para su generación. En su trabajo teológico constructivo, ellos buscan relacionar la fe con cada aspecto de la vida cotidiana.265 Y para ello, se requiere caminar por muchos senderos del conocimiento en la medida que ellos desarrollan su sistema teológico. Los teólogos reflejan, sobre las múltiples dimensiones de la fe, varios modos de reflexión teológica, los cuales tienen como punto de partida su propia experiencia; sin olvidar, que ellos trabajan en dos niveles: teórico y práctico. Por tanto, la labor del teólogo involucra pensamiento abstracto y trabajo intelectual, desde donde ellos construyen su sistema de pensamiento. Dentro del campo de la teología sistemática están inmersos en los estudios teológicos, pues, típicamente los teólogos sistemáticos construyen sus sistemas usando los tópicos ya estudiados, temas propios de la teología sistemática, como la doctrina de Dios, teología en su sentido más justo; naturaleza humana o antropología, doctrina de la salvación o soteriología, doctrinas de Cristo o cristología, doctrinas sobre el Espíritu o Pneumatología, y las comprensiones sobre el final de los tiempos o escatología.266 Existe también un campo de acción práctico de la teología sistemática, no confundida ésta con la pastoral o las actividades administrativas de una parroquia o lugar pastoral; inclusive, en aquellos que se focalizan en cuestiones teológicas y dedican su tiempo desarrollando sistemas de pensamiento están interesados usualmente en las implicaciones prácticas de su trabajo constructivo. 267 Ellos 264 DV, No. 12. DV, No. 8, 21. 266 Parra, Alberto, S.J. Textos, Contextos y pretextos. Teología fundamental, Bogotá, PUJ, 2003. 271 267 Ibíd, 161 – 189. 265 87 pueden estar interesados, por ejemplo, en el problema del mal; y comúnmente se apasionan por las formas que toma el mal en la vida moderna. Además, sus escritos teológicos y enseñanzas buscan dirigirse a concretas manifestaciones del mal en el mundo, y tratan de mitigarlo más no erradicarlo. Trabajando en esta perspectiva bimodal, en otro aspecto, los teólogos están trabajando con el pasado y el presente al mismo tiempo. Su punto de llegada puede ser articular la fe de su propia generación, pero ellos se ayudan de trabajos previos de otros teólogos. Desde que la teología se ha vuelto elemento central del Judaísmo y el Cristianismo en la historia, los teólogos modernos miran formulaciones anteriores para guiarse e inspirarse; en teólogos antiguos como Agustín, Tomas de Aquino, quienes desarrollaron sus propios sistemas de pensamiento, con especial aprecio por la labor histórica de los teólogos. Su campo de estudio es la Historia de la doctrina o la historia del pensamiento cristiano o judío.268 Sea que los teólogos se centren en el pasado o el presente, la interpretación de la Sagrada Escritura figura de manera prominente en sus trabajos, como se anotó anteriormente, pues, la Biblia es un documento fundacional del cristianismo y el Judaísmo. En cada tradición, muchos otros escritos han sido reproducidos con relación a la Biblia; estos contienen historias y tradiciones acerca de la Biblia o enseñanzas que explican cómo la Biblia debe ser interpretada y vivida. Muchos de estos escritos juegan un papel importante en la influencia de los roles de las comunidades judías o cristianas, sin embargo, la Biblia se mantiene como el texto nuclear alrededor del cual se hacen otras interpretaciones y escritos que han sido desarrollados. Porque gracias a su rol único como texto inspirado, posee por sí mismo una autoridad dentro de la comunidad que le sobrepasa a otros textos de gran influencia.269 Ese lugar central que la Biblia juega en ambas confesiones, no puede ser ignorada por ningún teólogo. Usualmente los testigos bíblicos, tales como los profetas en el 268 269 Ibíd, 229 – 251. Ibíd, 73 -102. 88 Antiguo Testamento o los Evangelios y Cartas en el Nuevo Testamento, son de gran importancia en el sistema teológico que los teólogos elaboran. Estos textos son los primeros testigos de la fe para judíos y cristianos, son rol normativo que juega en la conformación básica de creencias y comportamientos.270 Esta relación entre la Biblia y los teólogos hace que la exegesis bíblica sea indispensable en el trabajo de la teología, pues, en la medida que hacen sus trabajos teológicos, ellos caminan sobre la exégesis bíblica académica. Desde que los estudios teológicos y los estudios bíblicos hacen parte de las especialidades académicas, dentro del amplio campo de los estudios teológicos y religiosos, los teólogos deben confiar en el trabajo de los especialistas bíblicos. Todo porque la Biblia que ha sido figura central en la teología durante siglos, hace que los teólogos de hoy deban también volverse exégetas. Muchos de ellos han recibido educación especializada en el campo de los lenguajes bíblicos, sobre exégesis, sobre historia, y sobre la misma teología, aunque no quiere decir esto que sean especialistas bíblicos. Cuando los teólogos se apropian material de la Biblia en la construcción de su sistema, ellos también emplean los métodos exegéticos que ya se han discutido271. En la antigüedad, los teólogos usaban bastante la Biblia como texto de fuente argumentativa; ellos podían, por ejemplo, aducir pasajes bíblicos con alguna especialidad teológica, como Dios, Cristo, el Santo Espíritu. Si, ellos podían citar todos los textos de la Biblia soportando un punto de vista teológico, y traer tal o cual problema particular, centro de la discusión teológica. Algunos teólogos contemporáneos, continúan hoy realizando tal labor; pero muchos nuevos teólogos, comprenden hoy el cambio de perspectiva acerca de la Biblia que ha ocurrido en los últimos tres siglos. Es usualmente evidente, reconocer hoy, los resultados del estudio histórico-crítico de la Biblia.272 270 Pontificia Comisión Bíblica, Interpretación de la Biblia en la Iglesia. http://www.vatican.va/ roman _curia /congre gations/cfaith/pcb_documents/rc_con_cfaith_doc_19930415_interpretazione_it.html, Consultada el 14 de diciembre de 2012. 271 Parra, Textos, Contextos y pretextos. Teología fundamental, 229 -251. 272 Pontifica Comisión Bíblica. Interpretación. 89 De igual manera, los textos de teólogos actuales, que típicamente incluyen la Escritura como parte central de su trabajo, permiten que muchos exégetas principiantes puedan beneficiarse de la lectura de sus escritos. Se puede hacer exégesis de un pasaje bíblico para un curso de Biblia dentro de un seminario, y, de igual manera, se puede descubrir la riqueza, iluminado también la discusión de sus perícopas, con libros o artículos académicos de sistemática o teólogos historiadores. Junto a los comentarios bíblicos, la teología sistemática es una fuente valiosa para el estudio de este pasaje. Es necesario entonces, realizar tales conexiones entre la labor bíblica exegética y otros campos de la teología, en donde profesores y estudiantes tratan de discernir cómo la Escritura debe informar el modo como se debe pensar acerca del mundo y sus modos de vida. Por tanto, cualquier pronunciamiento de parte del Teólogo, lo hace en ejercicio de su labor investigativa, a la luz de la tradición de la Iglesia Universal, los hechos y las palabras reveladas por Dios, consignadas en la Sagrada Escritura y explicitadas por los padres y el Magisterio de la Iglesia católica.273 2.2. Función mediadora del teólogo entre la Revelación y la comunidad de fe. Como se ha afirmado anteriormente, la tarea académica de interpretación bíblica no es el único lugar donde se ejerce tal labor. La Biblia juega un papel central en la predicación de los judíos en medio de sus sinagogas y en los cristianos en medio de sus templos; por tanto, los predicadores deben también aprender a hacer exégesis. En los libros sobre homilética, frecuentemente se distinguen los datos entre exégesis y predicación. Esta es una distinción vital, la cual llama la atención porque existen diferencias importantes en estas actividades. 274 273 Pablo VI, Ad Gentes, Decreto sobre la actividad misionera de la iglesia, 7 de diciembre de 1965. 22. http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decree _1965 1207_ad-gentes_sp.html. Consultado el 13 de Marzo de 2013. 274 Sálesman, Eliécer, Manual de predicadores y catequistas. Bogotá, ABC, 1990, 45. 90 Así términos como exégesis, interpretación, o inclusive hermenéutica, se usan de manera intercambiada en las expresiones teológicas para la profundización bíblica; sin embargo, cada una se realiza con diferentes métodos, tipos y formas.275 Se puede distinguir entre la investigación exegética, recopilando información acerca de un pasaje desde varias fuentes y el desarrollo de una interpretación a modo de informe sobre un pasaje de la Escritura; por cuanto la interpretación es un ejercicio intelectual diferente, que requiere del interesado, comenzar haciéndose preguntas desde el nivel más básico, ¿qué quiere decir este texto? ¿se puede llevar a la gente a comprender el sentido pleno del Texto? ¿se puede hacer un resumen teológico del mensaje de tanta importancia?276 En sentido contrario, en los comentarios bíblicos se pueden encontrar elementos elaborados por los académicos honrando su exégesis, o sus análisis exegéticos a razón de la información y los datos que ellos ya han acumulado acerca del estudio de un texto. Allí, también aparece un segmento llamado reflexión teológica o reflexión pastoral; los comentadores bíblicos muestran la interpretación de un pasaje, junto con las implicaciones teológicas de su trabajo exegético.277 Sin embargo, esto no es suficiente en el camino de la exégesis a la proclamación representa otro diferente movimiento intelectual. Preparar un sermón es diferente que preparar una exégesis, la preparación de un sermón pasa momentáneamente por el camino de la exégesis, y, sin ser tan exhaustivo como la presentación de una perícopa en un curso de métodos exegéticos, aquí se está haciendo teología. Es importante para el teólogo saber que una de las diferencias básicas entre estas dos cuestiones, la homilética y la exégesis, es el auditorio. En el trabajo exegético, sea para una presentación de un artículo, una monografía o una sustentación doctoral, el auditorio está compuesto por exégetas o teólogos biblistas, o teólogos sistemáticos, encargados de la interpretación en este nivel; en cuanto a preparar 275 Egger, Wilhelm, Lecturas del Nuevo Testamento. Navarra, Verbo Divino, 1990. 45- 60. Cepedal, Tirso. Curso de Biblia, Proceso hermenéutico. Madrid, Verbo Divino, 2001, 25. 277 Ibíd. 276 91 una homilía, el teólogo podría cumplir con esa tarea, y aunque suene extraño, sus presentaciones poseen también elementos reflexivos que ayudan a su auditorio a reflexionar. Porque una homilía propone un primer momento de comprensión en orden a desarrollar una total comprensión del texto para beneficio personal. Inclusive cuando se escribe un artículo sobre una perícopa para la universidad o un curso en el seminario, característico de la labor teológica especializada en las áreas hermenéuticas, es muy común escribir más para el beneficio propio que para el beneficio del profesor. Se escribe para tener mayor profundidad y testimonio escrito sobre la comprensión de la perícopa, su alcance histórico, literario, teológico y pastoral.278 Un sermón, de manera contraria, tiene un auditorio diferente, la gente del templo o de la sinagoga. Los predicadores, pueden preparar sus sermones en su estudio privado, con comentarios bíblicos, libros sobre homilética, internet, todo en función profundización en la comprensión del texto que se va a preparar, pensando en las comunidades de creyentes a las que ellos están sirviendo; dentro de cada predicador vive un teólogo. Inclusive existen casos en los que el sermón es televisado para una audiencia mayor, o se transcribe para ser impreso. Sin embargo, en este contexto litúrgico que ampara no solamente a la confesión cristiana, aparecen las lecturas, los himnos, los salmos, las oraciones, los comunicados y otras celebraciones, donde el mensaje central lo dan los sermones, todo en función del ministerio de la Palabra circunscrito en la Revelación.279 Dentro de este contexto, el predicador está hablando a otros; este hablar a otros le exige una mínima preparación teológica espiritual, que permita alcanzar los fines de su misión, ya que el sermón, está basado para el caso de la Iglesia católica, en un leccionario, que ordena las lecturas diarias que acompañan los ritos propios de 278 279 Cepedal, 65. Sálesman, 45. 92 su celebración y, que a su vez, permite una preparación oportuna y temprana del texto antes del encuentro con su auditorio.280 Sin embargo, el sermón no se reduce a releer el texto durante la explicación o parafrasear el texto bíblico. El rol principal y único del predicador está por encima de leer el texto, es proclamar la Buena Nueva, para lo cual, el texto es primer testigo. Por tanto, al predicar el sermón se hace un ejercicio diferente al realizar una sustentación pública de un texto exegético; realizar la homilía requiere una habilidad del predicador para manejar los movimientos exegéticos, que permitan entrar y salir del texto en la medida que se desenvuelve el sermón. La predicación es un acto único en donde ocurre un acto de comunicación, donde alguien, que se ha preparado, esforzado y orado sobre el texto sagrado, presenta el mensaje del texto a un grupo de escuchas, aquí llamado auditorio, de quien usualmente el predicador conoce, puesto que tiene una relación al estar delegado a determinado lugar para conocerles y enseñarles.281 El auditorio sabe distinguir la predicación de la exégesis, porque el auditorio está compuesto por personas que viven cotidianamente en el mundo, conectados a su familia, empleados y empleadores, clientes, compradores, amigos, en fin, muchas personas. De igual manera, viven en diferentes contextos, casa, escuela, trabajo, gimnasio, industria, universidades; ellos experimentan el mundo por medio de las relaciones directas o mediadas por la televisión, la prensa, la internet, los computadores, y otros caminos. Con sus propios contextos, los miembros de la Asamblea asisten a la celebración, con el deseo de que el predicador sea capaz de conectar el texto bíblico y su enseñanza con ellos y con su mundo. Por eso, al pensar en la tarea del teólogo profesional, en el ejercicio de predicación, se puede afirmar que, por un lado, el teólogo en el desarrollo de sus potencialidades hermenéuticas, elabora sus comprensiones sobre el sensus plenus de un texto especifico de su predilección, a favor de sus deseos propios de investigación, llevando luego esas comprensiones a un diálogo interdisciplinar 280 281 Ibíd Cepedal, Aspecto teológicos, 132 – 133. 93 donde encuentra su auditorio; por otro lado, aunque su labor no está inmersa dentro de los ámbitos litúrgicos, sus escritos, ponencias, disertaciones, acaban siendo referente fundamental a través de libros, comentarios bíblicos, reflexiones bíblicas o pastorales para aquellos dedicados a la labor de la predicación a las comunidades de fe que representan. Por tanto, esa función mediadora que debe desarrollar el teólogo con la comunidad de fe, posee dos características principales siguiendo a Zamora: por un lado, confrontar la fe vivida por los creyentes con la Palabra de Dios y con la tradición viva de la Iglesia católica; y por el otro, proponer soluciones a los problemas que la fe de esos cristianos encuentran en su relación con la experiencia, la historia y la reflexión humana.282 2.3. Funciones propias del Teólogo en consonancia con el Depósito de la Fe. Si la Iglesia se ha identificado para sí como Madre y Maestra de la comunidad creyente, ella misma se ha cimentado en la fe de los Apóstoles y su propia interpretación acerca de la Revelación, a través de los dogmas. Todo dogma, es un enunciado que se refiere a experiencias fundantes de la fe para ser reiteradas una y otra vez; tal enunciado no pretende objetivar ni hipostasiar la experiencia subjetiva de nadie, sino remitir dinámicamente a las experiencias y a los sentidos propios de los horizontes de la revelación y la fe.283 Con esto se quiere afirmar que: Su punto de partida es la fe viva, práctica y operante por la caridad, fides qua creditur, y que la finalidad próxima es la de explicitar simbólicamente esa misma fe en una proposición categorial, fides quae creditur, y esto para dinamizar, encauzar o dirigir la misma práctica de la fe. Por eso, la Iglesia, como institución que proclama la Revelación en su Magisterio y su estructura, debe establecer sus intereses, finalidades, métodos y realidades 282 283 Zamora, 295. Parra, 252. 94 con las que está dispuesta a trabajar todo en función de incorporar un conocimiento que toque la existencia del hombre, la transforme desde el binomio fe y revelación.284 Para el caso de la teología, como aquella que busca estar en consonancia con el Depósito de la fe, el Papa Juan Pablo II la considera con una función específica en la Iglesia, distinta del Magisterio y dotada de una irrenunciable autonomía; sabiendo que la teología, como ciencia, posee su propia epistemología, sus propios métodos, su propio rigor crítico y su propio control racional, muchas veces el teólogo tiene que asumir proposiciones provenientes de las ciencias a las que la Iglesia reconoce su propia autonomía.285 Por tanto, es oficio del teólogo hacer nuevas propuestas teológicas a la Iglesia; pero, como enseña en nombre de la misma Iglesia, está sometido al discernimiento de sus proposiciones por parte del Magisterio. Este discernimiento posee su propia reglamentación. En este ejercicio, no se excluye que surjan tensiones y conflictos entre Magisterio y Teología; para lo cual, es lógico que se busque dentro de la Iglesia una solución conciliadora. Existe una reglamentación para buscar esta solución conciliadora, si se trata de teólogos, profesores de Facultades Eclesiásticas. De igual modo, aquí conviene una aclaración consecuencial: debido a la legítima autonomía de las ciencias, cuando éstas enfrentan un difícil y complicado problema y no logran todavía sobre él una clarificación final, ya no es posible tratar de imponerles desde la religión alguna verdad científica, según lo enseña el Concilio y lo recuerda Juan Pablo II.286 Por eso, los pronunciamientos del Magisterio ya no incluyen definiciones sobre asuntos científicos sino que van más allá de lo científico, aunque a veces asumen propuestas e hipótesis presentadas por las ciencias, es decir, de otro orden en la lógica de lo religioso-teologal o religioso-moral. En este campo, el Magisterio tiene la obligación de pronunciarse cuando hay un asunto que lo amerita, y a ese 284 Ibíd, 281 -282. G.S No. 36. 286 Múnera, Diapositiva No. 8. 285 95 pronunciamiento los católicos y teólogos deben presentar su religioso obsequio de entendimiento y voluntad, por supuesto en el sentido aclarado por el mismo Magisterio. Volviendo entonces a la problemática que se pronuncia en al ámbito de las ciencias, implica que las ciencias, en razón de su autonomía, tienen que seguir investigando esos problemas, a pesar de las intervenciones prudenciales del Magisterio; y que los teólogos, en razón de su irrenunciable autonomía tienen, también, la obligación de seguir en consonancia con las ciencias y de asumir sus verdades cuando sean concluyentes o reconocer que todavía no lo son cuando la discusión científica permanece.287 La estructuración de las ciencias en cuanto a campo o niveles del conocimiento transformador del hombre y de su mundo, permite establecer la esfera de la praxis y la esfera del conocimiento en el que es preciso situar lo teológico pastoral […] la Revelación y la fe, principio primero, peculiar e irrenunciable de la teología escapan en cuanto tales de los simples niveles de lo científico y los reductos más o menos estrechos de una disciplina y de una academia. […] La teología es apenas una tematización de un misterio de buena voluntad de Dios en Jesucristo. […] Tales son los principios propios e irrenunciables de la teología, intransferible a otro tipo de ciencia, sobre los que funda su quehacer.288 En ese diálogo con las ciencias, la teología no puede perder su horizonte de comprensión, sus intereses y finalidades, en la ardua tarea de captar y reflexionar el acontecer de Dios en la historia y a través de la historia; interpretación hecha por hombres y mujeres concretos para comunidades concretas, en el hoy de la propia historia. Debe recordar siempre que su misión está enmarcada en el horizonte de comprensión de la revelación de Dios y su promesa de salvación289; por ello, en su diálogo con las demás ciencias la teología puede establecer 287 Ibíd. Parra, 281 - 283. 289 Ibíd. 288 96 lenguajes y aportes a la solución de problemas concretos, que bien la podrían ubicar entre las ciencias histórico-hermenéuticas. Por eso, afirma Parra: La teología no es una ciencia natural ni ciencia social. Su estatuto como disciplina a partir de una praxis encuadra más convenientemente dentro de las ciencias humanísticas históricas o hermenéuticas pero en íntima relación y radical entronque con las praxis y los saberes liberadores propios de las ciencias naturales, de las ciencias sociales y de las mismas ciencias humanísticas o hermenéuticas.290 Por tanto, los teólogos tienen la obligación de atender al “sentido de la fe” poseído por la Iglesia en el pasado y en el presente. La Palabra de Dios, en efecto, se propaga de una manera vital a través de los tiempos en el “sentido común de la fe”, del que está animado el pueblo de Dios en su totalidad y según el cual la colectividad de los fieles, teniendo la unción que proviene del Santo, no puede equivocarse en la fe (LG 12).291 3. LA CUESTIÓN DE LA LIBERTAD Y LA INTERPRETACIÓN EN EL QUEHACER DEL TEÓLOGO La contribución positiva que ha logrado hacer la teología y sus representantes, en auxilio de las enseñanzas de la Iglesia, ha ido creciendo en reconocimiento a razón de los documentos oficiales y los aportes de sus miembros con mayor énfasis después del Concilio Vaticano II. Esto, gracias a los esfuerzos del Magisterio Papal en distinguir la función específica de los teólogos y la del Magisterio, sobre la base de su ministerio común, de un carisma y del cuidado de todos en mantener el dato Revelado sin modificación. 290 291 Ibíd, 284 -285. Zamora, 286. 97 Como se presentó en su momento, en el capítulo 1, las declaraciones del Papa Pablo VI en la Encíclica Humane Vitae, dieron pie para que de manera pública las fricciones entre algunos teólogos y la Congregación para la Doctrina de la Fe mostraran sus inconformismos, gracias a que los nuevos retos teológicos, en su indagación como ciencia, incidieron para que el Magisterio haya tenido que empezar afrontar la argumentación de sus enseñanzas; 292 todo esto, causaría para el mismo Magisterio, un retorno a una postura más restrictiva tanto en contenido como en ejercicio argumentativo, también, en el uso de requerimientos judiciales concernientes a la obediencia a la autoridad de enseñar en la Iglesia.293 Desde el punto de vista del Magisterio, la cuestión de la libertad en los pronunciamientos de los teólogos, trae a colación cuestiones como la labor del Magisterio, que ha de intervenir en orden a cumplir su función de salvaguardar la fe, mientras que al mismo tiempo, no esté violando la libertad científica necesaria para la investigación teológica. Al lado de esto, el Magisterio asume e insiste en dos límites que deben respetar los teólogos: el primero, es objeto especifico de la teología es el de investigar la fe; el segundo, la tarea del Magisterio, como juez final en cuestiones de la fe y la moral, de salvaguardar el depósito de la misma Fe. Como se ha presentado en los capítulos I y II, el énfasis ha cambiado en cuanto a estos dos límites citados. En el periodo preconciliar, el énfasis estaba dado a favor de la función judicial del Magisterio, como se indicó en su momento; no quiere decir esto, que atentara contra la libertad de hacer teología, sino más bien en ampliar la perspectiva de la tarea del Magisterio por defender la fe. En el recorrido hecho por el Vaticano II, se nota un cambio, en cuanto a la comprensión teológica dado a la Palabra Dios y de cómo debe llegar esta Palabra al hombre de hoy. El Concilio deja en firme que la teología no depende del Magisterio; pero, en cuanto al contenido de las reflexiones sobre la Palabra de 292 293 Pablo VI, No. 24 Figueiredo, 378. 98 Dios, éste debe continuar juzgando si las reflexiones humanas sobre la Palabra de Dios, son compatibles con la Fe. Desde el punto de vista de los teólogos, la cuestión es cómo reconciliar la autonomía del pensamiento y la libertad de pensamiento, en relación con la misión y mandato dado, lo cual siempre ha sido un principio fundamental de la ciencia y la cultura, sobre todo en los tiempos recientes, con la obligación de reconocer la autoridad del Magisterio, el cual llega a propósito de su doctrina a un estado de pensamiento teológico, como requisito de reconocimiento y sumisión. Para muchos teólogos, esta cuestión está particularmente encauzada en los términos de misión canónica o mandato, cuestión expuesta en el capítulo II. Sin embargo, el teólogo es ante todo un creyente, que se supone confiesa la fe de la Iglesia que representa, contenida en el credo, en los dogmas, en las declaraciones;294 junto a esto, su trabajo tiene una dimensión eclesial porque busca una mejor comprensión y aplicación del dato revelado a las nuevas situaciones históricas en las que tienen que vivir en su fe los cristianos y cristianas de hoy. La misión canónica y el mandato. Como se ha observado, el requisito de libertad para la misión canónica o mandato ha sido una fuente de tensión en cuanto a la relación de Magisterio y teología, como se comentó en los capítulos anteriores. Esta tensión aparece en las ya nombradas concepciones teológicas sobre el Magisterio. En la concepción clásica, los teólogos dependen totalmente de la autoridad de los obispos, quienes les dan la licencia para enseñar, y, que de igual manera, participan en la tarea única de enseñar en la línea de autoridad magisterial para enseñar. Sullivan, Dulles, y McCormick, concuerdan en afirmar que, en este requisito de misión canónica o mandato para todos los profesores de teología, puede parecer que la función teológica es derivada del Magisterio. Si esto fuera verdad, haría que 294 Zamora, 228. 99 se perdiera la necesidad de independencia necesaria en la acción teológica, ya que en la práctica, los resultados en las investigaciones teológicas son siempre contingentes para el Magisterio.295 Las cuestiones que rodean las misión canónica y el mandato, son múltiples y complejas, pues no solamente envuelven las cuestiones teológicas, sino otras que tocan la historia, la ley canónica, y la cuestión sobre la normas morales. Algunas de estas se han tratado dentro de los límites de cada capítulo, sin embargo, una detallada investigación, sobrepasaría los límites de esta disertación. En lo referente a la cuestión de la misión canónica o mandato, Figueiredo propone dos reflexiones que son necesarias en torno a la labor del teólogo.296 La primera, que el Magisterio nunca ha afirmado que los teólogos necesiten una misión canónica para hacer teología. Al contrario, los pronunciamientos magisteriales ubican la misión de la enseñanza de la fe en instituciones católicas. En Deus Scientiarum Dominus, Pio XI busca las entradas y salidas de la misión canónica para corregir la enseñanza;297 entre tanto, Pablo VI y el Beato Juan Pablo II, insisten sobre la necesidad de una misión canónica en virtud del servicio de los teólogos en la enseñanza de la verdad para la cual el Magisterio posee una tarea específica.298 La Congregación para la Doctrina de la fe, en Donum Veritatis, reúne la misión canónica a la participación y colaboración con la tarea del Magisterio en defender y promover la pureza de la Fe. 299 A la luz de estos pronunciamientos, es necesario al parecer hacer una distinción entre la enseñanza de la teología y el hacer la teología. Esto al parecer es la razón por la cual, el Magisterio, nunca ha proclamado que la misión canónica es requisito para hacer teología. Primero, parece evidente que el ser teólogo no necesariamente implique ser docente; cualquier persona puede hacer teología 295 Figueiredo, 374. Figueiredo, 374. 297 Pío XI, Constitución Apostólica, sobre las universidades y las facultades de los estudios Eclesiásticos, 24 de mayo de 1931. http://mercaba.org/PIO%20XI/deus_scientiarum_dominus.htm. Consultada el 14 de diciembre de 2012. 298 Figueiredo, 374. 299 Ibíd. 296 100 sobre la base de una decisión personal y con el uso de su inteligencia. En segundo lugar, el Magisterio se ha pronunciado, en reiteradas ocasiones, acerca de que en un teólogo de la Fe católica, su tarea no puede ser vista en los términos de experiencia, aplicación y razonamientos.300 Al contrario, la teología es la ciencia de la Fe, desde que el teólogo recibe el objeto de sus investigaciones por medio del testimonio, tradición, y proclamación de la comunidad de creyentes, quienes profesan la fe. Cuando la teología no bebe de esta fe, deja de ser teología, y, a su vez, no es teología Católica. En efecto, para un teólogo católico, la práctica de la fe viene antes de la inteligencia301, porque así sea un desarrollo fino de competencia académica, no puede compensar la pérdida al no estar inmerso en una comunidad de fe. Por eso el Papa Pablo VI, afirmaba que, la fe es más necesaria para un teólogo que el acumulado intelectual, porque la teología, no es otra cosa, que un orden conceptual. Por tanto, un teólogo católico no necesita tener una misión canónica para hacer teología, al estar inmerso en la fe de la Iglesia, ya tiene en esa fe compartida su prerrequisito indispensable. Bien lo afirma Alberto Parra, al reconocer que existen dos caminos por los cuales la teología y sus representantes, se dan a la tarea de producir teología, sea que operen por mandato o misión: una la teología académica y, otra, es la teología pastoral. Ambas vinculadas a las comunidades eclesiales han venido generado conflictos entre ellas mismas.302 Es necesario avanzar hacia la superación de los dualismos, tangencialidades, planos paralelos y separaciones entre la verdad y el sentido, entre la teología y la pastoral, entre el clero sabio y el pueblo ignorado, entre los clérigos ilustrados y los laicos desprovistos.303 300 Comisión Teológica Internacional. Teología hoy. Cfr. Boff, Clodovis. Epistemología y método de la teología de la liberación. En Ellacuría, Ignacio y Sobrino, Jon. Mysterium Liberationis. Tomo I. San Salvador, UCA, 1990, 79-113. 302 Parra, Alberto, S.J. Textos, Contextos y pretextos. Bogotá, PUJ. 2003. 45. 303 Ibíd. 301 101 Entonces formular la pregunta por lo propio de la teología, es asumir su condición hermenéutica, más allá de los textos impresos, la interpretación de la acción revelatoria de Dios; sin olvidar, que esta reflexión debe animar, iluminar y acompañar el caminar de las comunidades creyentes a través de la pastoral. Por ello: Que toda genuina teología es pastoral y que toda auténtica pastoral es hondamente teológica es consecuencia obvia de una teoría hermenéutica. Que el texto de tradición no es recuperable en su verdad y en su sentido sino desde el contexto de situación y con el pretexto de liberación es una experiencia común en las prácticas teológicas y pastorales propias de nuestro medio.304 4. LA FE, PUNTO DE DIÁLOGO, ENTRE LOS TEÓLOGOS Y EL MAGISTERIO Sí la teología es la reflexión inteligente de la fe y el Magisterio tiene la tarea específica de salvaguardar la transmisión fiel de la fe, resulta que estas distinciones unidas tienen un mismo objeto común, la fe, que ubica a los teólogos en una relación indispensable con el Papa y los Obispos. Si Dios ha tomado una decisión definitiva, de encarnarse y revelarse305, la garantía de que la teología permanezca fiel a este evento central de la revelación, es que beba de ésta fuente, la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio, como bien se observó en DV 10. Estas tres, constituyen las fuentes para la comprensión de la Revelación y para la transmisión del evento salvífico dado en Cristo; y, esta fidelidad se debe mantener en dos niveles, para que la fe provea los fundamentos para la relación entre teología y Magisterio. Un primer nivel es objetivo, los teólogos ofrecen al Magisterio una comprensión de la fe encontrada en la Iglesia. Los teólogos también ayudan a mediar con la 304 305 Ibíd. D.V. No. 2 102 comunidad de creyentes sobre los juicios de fe del Magisterio, como bien lo afirma Zamora en su tesis: En relación con el magisterio eclesiástico, los teólogos y las teólogas deben (a) llevar a conocimiento de la comunidad cristiana y de los pastores de la Iglesia los frutos de las propias investigaciones; (b) colaborar con diligencia en ilustrar, justificar y difundir ampliamente la verdad, cuando con autoridad es enseñada por el Magisterio de los pastores, y (c) dar a las enseñanzas del magisterio eclesiástico “las justificaciones que muestran lo razonable de la doctrina de fe”.306 Otro es el nivel subjetivo, la fe para el teólogo significa perder el egocentrismo o visión particular, en orden a confiar la vida de uno a otros. Pretender una libertad absoluta, sin límites ni condiciones, es un absurdo.307 El hecho de que sea un saber de fe, no lo humilla en lo más mínimo desde el punto de vista científico, ya que está dispuesto a mostrar que el saber crítico que procede de la fe es humano y que por tanto pertenece a la estructura global del sujeto. Su tarea, como científico, será la de indagar en los lenguajes y formas de comunicación que permitan reconocer cómo el acontecimiento histórico Jesús de Nazaret es, de forma definitiva e insuperable, la revelación del amor trinitario de Dios. Esta verdad es la que tiene que destacar con toda su plenitud de sentido, respetando la lógica de la revelación, para desempeñar esta tarea de teólogo en plena libertad de investigación. El resultado de estas investigaciones serán hipótesis teológicas o teologegúmenos. Por tanto, no se pueden proponer ni presentar como si se tratara de conclusiones indiscutibles. Siempre serán una “oferta” a toda la Iglesia y deberán someterse al debate teológico para confirmar su grado de 306 307 Zamora, 295. Ibíd, 228. 103 verdad. Es probable que muchas de estas investigaciones deban ser corregidas, ampliadas o superadas por otras mejor logradas.308 Pero, se trata de una libertad, que conviene recordarlo, no le llega ni de la ciencia ni de una concesión que se le haya hecho, sino que se arraiga en aquella profunda verdad que es el acontecimiento de la revelación. La verdad os hará libres (Jn 8,32) indica que, en la medida en que el teólogo sea plenamente fiel al objeto de su investigación, será también un experto cabal en aquel objeto y, por consiguiente, libre para poder comunicarlo en las diferentes formas del saber sin poder traicionarlo. Así pues, el referente de la libertad del teólogo habrá de seguir siendo la Palabra de Dios. En consecuencia, un teólogo en ejercicio de su libertad, participa de las acciones del Reino, por un lado, desde el camino recorrido en su ciencia y, por otro, es el motor de la reflexión histórico-cultural, significados y en la fe, sentido, que reorganiza la evangelización en su comunidad de vivencia, apostólica y de fe. 309 El seguimiento se constituye de estos dos caminos, ciencia y fe, desde la libertad, a un sabor de genuinidad a la teología hecha desde, en y con la comunidad.310 En estas realidades trabaja el teólogo, toda su existencia está impregnada de la historia de real de los hombres, que primero es vivida antes que escrita, en cuanto que es manifestación de la presencia y de la acción reveladora de Dios, que se debe leer siempre a la luz del Evangelio Eterno.311 El producto final que se busca en medio de las tareas que se han definido al final de este capítulo, interprete de la Revelación, interprete del dogma y proclamador, desde la libertad en el uso continuo de la fe, debe llevar a un hacer. El saber de la teología tendrá que verificarse y comprobarse en las concreciones históricas del amor de Dios en el hambriento socorrido, en el desnudo vestido, en el oprimido liberado, en el triste consolado, en el pobre 308 Ibíd, 229. Andrés Vela, Jesús S.J. “Reflexiones de un teólogo "pastoralista" sobre la teología.” Theologica Xaveriana, v.59 n.167, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, (enero-junio) 2009. 23. 310 Ibíd. 311 Parra, 284. 309 104 hecho heredero del Reino, poseedor de la tierra e hijo de Dios. Y es porque en la tarde de la historia, como decía un profeta, no seremos juzgados sobre el saber de la teología sino sobre el amor.312 5. SÍNTESIS Y CONCLUSIONES Concluyendo ya la reflexión de la presente monografía, cabe volver sobre la pregunta que orienta la misma, si las/los teólogas/os descuidan la tarea propia de la hermenéutica teológica en medio del dinamismo de vida, se hizo necesario, indagar sobre las cuestiones fundamentales sobre la función del teólogo, en varios documentos eclesiales, aquellos pronunciamientos pertinentes, con el deseo de redescubrir la misión del teóloga/o. Esta indagación permitió llegar a concluir cuáles son los asuntos propios, en torno a su tarea como intérprete de la Revelación en la perspectiva de la Constitución Dogmática Dei Verbum. En razón de lo anterior, y gracias a la fuerza fundamental marcada por el objetivo general, se pudo reconstruir la arquitectura de la labor del teólogo, que permitió dibujar un trazo sobre los posibles caminos que se debían recorrer para afirmar, la misión del teólogo como intérprete de la Revelación, permitiendo así ahondar en esas comprensiones de la labor eclesial a la cual está llamado teólogo (a). De la mano del Concilio Vaticano II, con especial atención en la Constitución Dogmática Dei Verbum, en primer lugar fue necesario leer la historia como el escenario donde acontece la acción de Dios en y desde la historia, y a su vez cómo se revela en y a través de la acción humana, con las condiciones propias,313 que dio pie a reconocer las distintas instancias eclesiales, todas ellas, que sin lugar a dudas, tienen un lugar importante en ayudar a esclarecer la auténtica misión del teólogo (a). 312 313 Ibíd. Peresson, 31 105 En este punto, quedaron varias afirmaciones claras sobre una primera función del teólogo como intérprete que le permite abrirse al vasto campo de las ciencias literarias, históricas, sociológicas y lingüísticas para luego determinar el sentido más allá de la Escritura o sea, el develamiento de la profundidad del texto, y llegar finalmente a encontrar su verdad. En segundo lugar, el reconocimiento por parte del Concilio Vaticano II, y la Dei Verbum, en la tarea que le corresponde al teólogo, en los desarrollos de un estudio interpretativo adecuado, tanto de las Sagradas Escrituras como las cuestiones del Dogma, que le permita difundir, expandir y actualizar en su presente, y dentro del ejercicio del ministerio de la Palabra en función de la Revelación, no perdiendo de vista la continuidad que debe existir entre el quehacer teológico y el seguimiento que acompaña la investigación de ejercicio teologal, referido a la permanente analogía que debe acontecer desde la razón a la luz de la fe por un lado, y por el otro, el acompañamiento del Magisterio. En tercer lugar, es el de tomar como norma suprema la Doctrina católica que, como se explicitó en el subtítulo sobre la tarea de los teólogos y los exégetas, y como norma próxima las Sagradas Escrituras, donde no puede suceder que se proceda hacia una legítima interpretación que discrepe en alguna manera de la posición oficial, y a propósito de este proceder, debe seguir las orientaciones doctrinales de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y la Comisión Teológica Internacional. Con estas luces, el análisis crítico de la mano de las orientaciones doctrinales de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y la Comisión Teológica Internacional,314 se presentó a los teólogos como los que ejercen su función, y en compañía del Magisterio, de construir y reconstruir las comprensiones sobre la fe de la comunidad a la que pertenecen y representan. Como par teológico, cada uno, teólogo y Magisterio, tiene la posibilidad de llevar a debate al centro de la Iglesia, las interpretaciones doctrinales que van naciendo en la reflexión exegética. 314 Ibíd, 31 106 Junto a lo anterior, siguiendo a Sullivan se considera que, el teólogo posee un ministerio por derecho Divino que se entiende como carisma gracias al dinamismo que le viene del Espíritu Santo, y por tanto, no queda circunscrito sobre un organum institucional, o sea la teología derivada de la autoridad de la Iglesia, sino como una capacidad dada por la divinidad que permite a los creyentes en todos los niveles un mejor entendimiento de la fe. Siguiendo estas fuerzas normativas de la Iglesia evidenciadas en los aportes tanto de la Dei Verbum, la CDF, la CTI, y la libertad dada por derecho divino por la fuerza del Espíritu, como base necesaria para que la relación de la teología y el Magisterio den frutos. Es necesario que el teólogo posea como intencionalidad última la transformación liberadora de la historia en la que se ha originado su aporte interpretativo,315 en la búsqueda de una renovación de la práctica creyente y de la comunidad cristiana dentro de la sociedad para hacerla más lúcida, más coherente con las exigencias del Evangelio y de la realidad, y más eficaz según los criterios del Proyecto de Jesús y la lógica del Reino.316 En la Revelación, Dios auto manifestándose a sí mismo sin restricción, permite que todo ser humano de respuesta desde la fe. Esta Revelación, acontece en el actuar de los teólogos, y como se ha verificado, es el elemento constitutivo de la acción eclesial; por eso al final de esta investigación, se proponen los puntos de partida fundacional y liberadora, a su vez como punto de llegada de la investigación, que permiten una nueva reinterpretación sobre la misión del teólogo en la Iglesia. Para ello se acudió a las varias interpretaciones que se recogen en tres apartados: la interpretación de la Biblia, porque gracias a su vocación, ministerio y mandato, posee por sí mismo la autoridad de desarrollar interpretaciones como ejercicio de afianzamiento de la fe en la comunidad que representa; la proclamación, que 315 316 Peresson, 36 Ibíd, 36 107 presenta la necesitad enorme de que el teólogo en el desarrollo de sus potencialidades hermenéutica siga elaborando sus comprensiones sobre sus propios intereses investigativos, sin el temor de llevar luego esas comprensiones a un diálogo interdisciplinar y a sus pares ministeriales que administran el Magisterio, donde encuentra su auditorio. De igual manera, a los teólogos que están inmersos en una sociedad pluralmente estructurada y que hacen parte de una Iglesia que se configura diferenciadamente, gracias al Concilio Vaticano II, les exige hoy al magisterio que cumplan su servicio pastoral de una manera crecientemente argumentativa. En esta situación, la herencia de la tradición de la fe, que a su vez hace de puente dialogal entre la teología y el Magisterio, sólo puede trasmitirse fructuosamente, si ambos poseedores de una responsabilidad pastoral y teológica, están dispuestos a un trabajo común de orden argumentativo, especialmente en el campo previo a definiciones dogmáticas del Magisterio. Por eso, ante las investigaciones científicas y técnicas de los tiempos recientes que ha alcanzado la teología, parece prudente evitar una toma de posiciones apresuradas, y fomentar, por el contrario, decisiones matizadas y que indican un nuevo camino. Finalmente, se ha hecho un ejercicio investigativo, que exigió una mirada obligada a las comprensiones históricas que partiendo desde antes de la Dei Verbum, pasando por ella y volviendo a ella, renovó las cuestiones sobre la identidad del teólogo, consideradas, neutras, desinteresadas, y solucionadas; en cuestiones que necesitan ser continuamente pensadas, a la luz de la Revelación y desde una respuesta en la fe. Asumido lo anterior, los teólogos hasta ahora están saliendo de sus categorías de pasividad pura, neutra e irrelevante y están entrando a una dinámica diferente y diferenciada en la labor a la cual, por vocación asumida o encontrada, se están haciendo cargo de la historia de la salvación comprometiéndose con un camino hermenéutico necesario, que sea capaz de maximizar la comprensión de la hondura inagotable del misterio. Este es el presupuesto fundamental sobre el cual 108 se desarrollo esta investigación: que el teólogo está siempre redescubriendo su misión, su rol, su tarea y sus responsabilidades, cuando logra comprender el acontecer de la revelación, a través de su experiencia interpretada, y construye orientaciones para la elaboración de la teología. El teólogo, por tanto, elabora su interpretación desde el horizonte de la Revelación, y, desde esta perspectiva, asume la dialéctica que se le presenta, entrando en diálogo desde la Fe, por un lado, y con el Magisterio, por otro, ya que representan la interpretación oficial, sin olvidar las otras interpretaciones creyentes y no creyentes. 109 BIBLIOGRAFÍA Bibliografía Básica Berzosa, Raúl. Hacer teología hoy, retos, perspectivas, paradigmas. Madrid: San Pablo. 1994. Botella, Vicente. El Vaticano II en el Reto Del Tercer Milenio: Hermenéutica y Teología. Salamanca: San Sebastián, 1999. Cepedal, Tirso. Curso de Biblia, Madrid: Verbo Divino, 2001. 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ANEXO BIBLIOGRAFÍA COMENTADA Este tema del debate entre el Magisterio y la teología, ha sido trabajado a fondo por Anthony Figueiredo, quien en su tesis doctoral señala el problema relacional existente entre el Magisterio y la Teología 317; Figueiredo reconoce que, a pesar de que existen numerosos textos históricos, sistemáticos y canónicos relacionados con el estudio en cuestión y la naturaleza de la enseñanza en la Iglesia, existen, de igual manera, una gran número de artículos que han tratado de comprender cómo debe funcionar esa relación. Continúa Figueiredo afirmando en su labor investigativa, que la cuestión no se ha llevado a los niveles de profundidad necesarios y que se hace urgente tratar de entablar una reflexión crítica en torno a la pregunta: ¿qué colaboración deben tener entre sí, para el entendimiento y la formulación de la Fe cristiana, el Magisterio y los teólogos? 318 317 318 Ibíd, 10. Ibíd, 11. 114 De igual manera, Raúl Berzosa en su libro Hacer teología hoy, retos, perspectivas, paradigmas, traza las posibles vías de reconocimiento de la labor del teólogo en la Iglesia a partir del método y su estatuto epistemológico. Junto a ellos, Francis Sullivan, en su libro Magisterium, the teaching authority in the Catholic Church,319 da profundidad a la compresión de la labor del teólogo en la Iglesia. Con Avery Dulles, en su libro titulado: Theology and Revelation, the Magisterium and the Authority in the Church,320 se ofrece una presentación de su teoría de “doble magisterio” en el artículo The two Magisteria. Sin embargo, Dulles habla también del nacimiento de un “tercer magisterio” a cargo del laicado. Aportes como los de Richard McCormick, especialmente desde la teología moral, en su obra: Corrective vision, Exploration in moral theology,321 señala, convencido, que el camino para entender profundamente las huellas de la Iglesia se debe hacer en un ejercicio, tanto en el Magisterio como en la Teología, de entender la moral.322 Sin embargo, McCormick da especial atención a los teólogos, reconociendo que sus pronunciamientos afectan el modo como toda la teología, incluyendo la moral cristiana, es concebida en la enseñanza de la Iglesia. Junto a lo anterior, se puede desplazar la cuestión a la academia, así en el marco de la conmemoración de los setenta años de vida de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana, cuya reflexión giró en torno al aporte de la Facultad de Teología a la construcción del saber teológico en Colombia, como palabra profética y de esperanza para la Iglesia y para el mundo, con el lema: “Dar razón de nuestra esperanza”323 se presentaron reflexiones, desafíos y orientaciones acerca del ser y el quehacer de la Facultad de Teología en la vida 319 Sullivan, Francis, S.J. Magisterium, the teaching authority in the Catholic Church, New York: Paulist, 1983, 150-151, 189. 320 Dulles, Avery, Theology and Revelation, the Magisterium and the Authority in the Church. New York, G. Devine, 1970, 29 – 45. 321 McCormick, Richard, S.J. Corrective Vision. Moral Theology from 1940 to 1989. New York. Roman and Little Field Publishers. 1982, 461 – 510. 322 Figueiredo 135, Cf. Corrective vision, especialmente en el capítulo 1: Moral theology from 1940 to 1989. An overview. Y en el capítulo 4: How my mind has changed. 46 – 54. 323 Stella, Beniamino, Congreso de Teología, Dar razón de nuestra esperanza: setenta años de la Facultad de teología (1937 – 2007). El ministerio del teólogo en la Iglesia, Colección apuntes de profesores. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana. 2007. 27 – 32. 115 de la Universidad324. Así mismo, propuestas para una teología de la esperanza en medio del conflicto325; junto a esto, se abordó la pregunta sobre el lugar y el papel de la teología en la pluralidad del mundo actual, 326 y, finalmente, algunos testimonios sobre la experiencias de teólogos de dicha universidad y sus retos en el desempeño de su labor teológica.327 La teología, como disciplina, se define por su estatuto epistemológico y por su método. Pero la ciencia por la ciencia no es posible sin la valoración del sujeto que produce el conocimiento, que para el caso es el teólogo. El teólogo no es teólogo por ser clérigo, ni por ser funcionario de una institución, ya que la teología no es conocimiento transitorio ni requisito de formación del seminario, sino cualificación de un ejercicio profesional que tiene sentido desde la misión.328 Bien lo afirma Berzosa, al referirse al desde dónde se deben situar y partir la teología y el teólogo, en torno a la pregunta sobre la misión del teólogo, su identidad y vocación: Desde la comunidad de fe (Angelini), el compromiso previo de lucha por la liberación (Gutiérrez) o la búsqueda de la verdad y libertad de todo hombre (instrucción vaticana 1990). El punto de partida condiciona el “estatuto epistemológico mismo” de la teología.329 324 Congreso Teología, Reflexiones y orientaciones para una nueva época, Parte I, Expositores: Germán Neira S.J., Gerardo Remolina, S.J., Gabriel Ignacio Rodríguez S.J., Mons. Beniamino Stella; Mons. Pedro Rubiano; Víctor Martínez S.J. 9 -39. 325 Congreso Teología, Una teología de la Esperanza en situación de conflicto. Parte II, Expositores: Silvestre Pongutá; Gustavo Baena, S.J., Juan Manuel Granados, S.J., Alberto Parra S.J., Alberto Múnera, S.J., Francisco de Roux S.J., Eduardo Díaz. Pbro. 40 -105. 326 Congreso Teología, Teología en un mundo Plural, Parte III, Expositores: Consuelo Vélez, José María Vigil, Héctor Eduardo Lugo OFM, Virginia R. Azcuy. 117 – 163. 327 Congreso Teología, Algunos testimonios de teólogos Javerianos, Parte IV, Expositores: Gabriel izquierdo S.J., Isabel Corpas de Posada, Jorge Téllez Fuentes. 173 -193. 328 Berzosa, Raúl, Hacer teología hoy, retos, perspectivas, paradigmas, Madrid, San Pablo, 1994, 203 – 215. 329 Ibíd, 203. 116 Por eso se podría afirmar que la historia de la teología también es la historia de los teólogos. Esta historia, sirve como referente para lograr extraer una posible identidad de teólogos. Así, en el marco histórico de la teología del siglo XX, Gibellini propone cuatro grandes momentos teológicos que pueden dar razón de la evolución y crecimiento del teólogo hoy.330 El primero llamado dialéctica, como respuesta y ruptura con la teología liberal, cuyo representante más cualificado sería K. Barth. Le sigue el giro antropológico, que comprendería como principales instancias la teología existencial de R. Bultmann, la teología hermenéutica de E. Fuchs y G. Ebeling; la teología de la cultura de P. Tillich y la teología trascendental de K. Rahner, sin olvidar, la nouvelle théologie, de línea católica francesa. En un tercer momento, la teología política preparada por la teologías de la historia, de la secularización, de la esperanza, que desembocarían en la teología de la liberación. Finalmente, la teología ecuménica y planetaria, con la irrupción de las teologías del tercer mundo, las teologías de género, las teologías ecuménicas y de las religiones. 331 En palabra de Berzosa, se propone: De la crisis modernista a la teología del magisterio; de la teología del magisterio a la teología de la revelación, pasando por la nouvelle théologie y el giro antropológico; de la teología de la revelación a la teología de la praxis; de la teología de la praxis a las teologías del genitivo; de las teologías del genitivo a las de los terceros mundos y contextuales; y finalmente, de la teología contextual a la teología diacrítica, ecuménica y de diálogo interreligioso.332 330 Berzosa, 210. Dulles, Avery, Revelation Theology, A history. Catholic Theology Since 191, New York, Seabury Press, 1969, 171 -180. 332 Berzosa, 46. 331 117 Si esta afirmación última es válida, hoy más que nunca la teología y sus representantes necesitan ahondar una reflexión auténtica que ofrezca respuestas capaces de orientar la identidad, la vivencia y la misión cristiana en cada contexto específico. Se sigue entonces, que teología y teólogos están caminando por el mismo rumbo; que en su quehacer conjunto crean nuevos espacios que han ido posibilitando el cuestionamiento de sus propios planteamientos, a través de un diálogo intraeclesial, donde entra a formar parte todo el conglomerado de la misma Iglesia en búsqueda de soluciones conjuntas para el bien del colectivo. Ante esto, Schillebeeckx, habla como teólogo dejando claro el camino que se debe recorrer para poder encontrar respuestas: Como creyente, quiero estudiar críticamente la inteligibilidad humana de la fe cristológica en Jesús, especialmente en sus orígenes. Teniendo, pues, muy presentes los numerosos problemas reales, en la práctica de mi objetivo es a la vez una Fides quaerens intellectum y un intellectus quaerens fidem;333 es decir, respetando igualmente la fe y la razón humana, quiero buscar el sentido inteligible que la fe cristológica en Jesús de Nazaret tiene para el hombre de hoy.334 Así, fe y razón, fe y praxis, deben hacer parte de la labor del teólogo, dándole validez a su quehacer al tratar de expresar, en lenguajes y formas entendibles, cómo el acontecimiento histórico Jesús de Nazaret se muestra como forma definitiva e insuperable de la revelación del amor trinitario de Dios. 335 Esto es lo que constituye el objeto de su fe.336 333 En su orden: La fe ilumina el intelecto; el intelecto ilumina la fe. Schillebeeckx, 25. 335 Lara David, Fides et praxis: una teología de la acción humana. En revista Theologica Xaveriana, v.60 n.169. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, (enero-junio), 2010. 2. 336 Rahner, Karl, Curso Fundamental sobre la fe. Introducción al concepto de cristianismo. Barcelona, Herder, 1979, 67. 334 118 En el contexto de la filosofía, y acudiendo de manera analógica a la teología, se podría asumir lo que Heidegger reconoce como amenazas que pueden acontecer en el camino del ejercicio de búsqueda de la Verdad, y donde el hombre en su esencia desvanece su horizonte al refugiarse en sus escapismos: La opinión de que esa imposición de la producción podría arriesgarse sin peligro, siempre que al lado de eso se conservase la validez de otros intereses, tal vez los de una fe. Es como si esa relación esencial en la que se encuentra el hombre con respecto a la totalidad de lo ente, por medio del querer técnico, pudiera disponer todavía de una estancia especial y separada en alguna construcción aneja, que fuera capaz de ofrecer algo más que un mero refugio pasajero en las propias ilusiones y autoengaños como, por ejemplo, la huida hacia los dioses griegos. 337 Por tanto, la labor crítica, reflexiva e interpretativa, deben estar siempre en cada una las acciones que debe realizar el teólogo. Desde los teólogos comentados, en el capítulo II, están Francis Sullivan S.J ., quien en su exhaustivo trabajo Magisterium, the teaching authority in the Catholic Church, a propósito del tema del Magisterio y la Teología, reconoce que “las suposiciones clásicas” que se habían elaborado en torno a este tema en discusión, han terminado gracias a “la crítica de la historia”.338 Esta crítica, muestra que el desarrollo de la doctrina no es una cuestión de un camino de un solo sentido, en razón a la auténtica enseñanza por el Magisterio y el asentimiento del resto de la Iglesia; al contrario, requiere que los Obispos escuchen todas las sombras de la opinión católica antes de alcanzar un juicio.339 337 Heidegger, M. ¿Y para qué poetas? Caminos de bosque, Madrid, Alianza, 1996, 241. Sullivan, Francis, S.J. Magisterium, the teaching authority in the Catholic Church, New York: Paulist, 1983 150-151, 189. También en su artículo, The Theologian's ecclesial vocation and the 1990 CDF instruction. Theological Studies 52, 1991, Roma, Gregorian University, 52. 339 Ibíd, The Theologian´s, 54 - 55. 338 119 Por otro lado, Avery Dulles,340 con su argumento hace una presentación desde la distinción de funciones tanto del Magisterio como de la Teología. Para la teología, en primer lugar, su función principal es la de investigar las cuestiones acerca de la fe; en segundo lugar, usando las herramientas de la crítica, propias de la disciplina, las afirmaciones doctrinales claman por una interpretación “epocal” en torno a una nueva significación de la noción de Magisterio, y, en torno a la noción de teología.341 Por último, Richard A. McCormick,342 está convencido de que en la medida que se conoce más profundamente la Iglesia, mejor se puede entender su moralidad;343 es decir, el autor reconoce un interés inicial dentro de sus argumentaciones sobre el carácter histórico de la verdad, lo que significa que, tanto en el campo de las intervenciones del Magisterio como de las intervenciones de la teología, ninguna de estas pueden estar fuera de la discusión moral, como si ellas estuvieran pensadas para estar ancladas en el pasado.344 Al contrario, lo que presenta el autor es el reconocimiento de los alcances del quehacer teológico, de la mano del Magisterio, ya que él cree, que en la medida que se va comprendiendo lo que el Magisterio es, también se va comprendiendo lo que la teología es. 340 Dulles, Avery, Theology and Revelation, the Magisterium and the Authority in the Church. New York, G. Devine, 1970. 29 – 45. 341 Ibíd. 342 McCormick, Richard, S.J. The Teaching Role of the Magisterium and Theologians. New York. Roman and Little Field Publishers. 1969. 239 -254. 343 McCormick, Richard, S.J. Corrective Vision. Moral Theology from 1940 to 1989. New York. Roman and Little Field Publishers. 1982. 461 – 510. 344 Ibíd, The teaching, 238. 120 121