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REDESCUBRIENDO LA MISIÓN DEL TEÓLOGO A LA LUZ DE LA
CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA DEI VERBUM
ALEXANDER URREA DUQUE
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE TEOLOGIA
UNIDAD DE POSGRADOS
Bogotá, D.C., enero de 2013
1
REDESCUBRIENDO LA MISIÓN DEL TEÓLOGO A LA LUZ DE LA
CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA DEI VERBUM
ALEXANDER URREA DUQUE
Monografía de grado, requisito para optar por el título de Maestría en Teología
David Eduardo Lara Corredor
Director de la Monografía
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE TEOLOGIA
UNIDAD DE POSGRADOS
Bogotá, D.C., enero de 2013
2
Nota de aceptación
____________________________
____________________________
____________________________
____________________________
____________________________
__________________________
Firma del presidente del Jurado
_________________________
Firma del jurado
_________________________
Firma del jurado
La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por los
alumnos en sus trabajos de síntesis; sólo velará por que no se publique nada
contrario al dogma y la moral católica y por que las tesis no contengan ataques o
polémicas puramente personales, antes bien, se vea en ellas el anhelo de buscar
la verdad y la justicia (Reglamento General de la Pontificia Universidad Javeriana.
Artículo 23 de la Resolución No. 13 del 06 de junio de 1964).
Bogotá, D.C., 2013
3
Dedicatoria
A todos los miembros de mi familia Urrea Duque,
A Stephen Sánchez compañero y amigo espiritual
A Paula Acosta mi novia paciente e incondicional
Alfonso Henao “el amigo”.
4
AGRADECIMIENTOS
Dios, este trabajo recoge los frutos de los dos, espero que te agrade. A mi familia
todos y cada uno de ellos me han ayudado; a mi novia y a la familia de mi novia
gracias; a todos los miembros de la Facultad de Teología de la Pontifica
Universidad Javeriana gracias por el apoyo incondicional. A David Lara, gran
hombre, gran padre de familia, gran docente, director de esta monografía que me
ayudo a alcanzar paso a paso los momentos de esta investigación; también, al P.
Germán Neira, quien como lector de tesis me ayudó a ser más preciso en mis
aportes, a los dos gracias; finalmente, a cada persona con la que he trabajado en
las parroquias y seminarios, a Dios le pido que los cuide y acompañe, porque
gracias a ellos también he llegado hasta este punto de mi historia.
5
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………...... 8
Capítulo I
EL TEÓLOGO EN PROCESO DE DEFINICIÓN
Aproximación desde el Concilio Vaticano II ……………………………….………12
13.
1. LAS COMPRESIONES SOBRE EL TEÓLOGO EN LA ETAPA PRE-CONCILIAR…..
2. EL APORTE A LA DEFINICIÓN DE TEÓLOGO EN EL CONCILIO VATICANO II.. .23
3. CUESTIONES GENERALES SOBRE LA
CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA DEI VERBUM….……………….......................... 28
3.1. Dei Verbum 23. Deberes de los exégetas y de los teólogos……………33
3.2. Dei Verbum 24. Escritura y teología………………..…………………….
39
ELEMENTOS CONCLUSIVOS DE LA RELACIÓN ENTRE TEÓLOGOS
Y MAGISTERIO... …………………………………………………..………………….43
4.1. Sobre el quehacer teológico de los teólogos………………………..........43
44
4.2. La Doctrina Católica como norma suprema……………………...…………
4.3. La Relación de la Iglesia Católica con la Escritura…………………........44
4.4. Relación del Teólogo con la Escritura……………………………………..45
Capítulo II
COMPRENSIONES TEOLÓGICAS SOBRE EL TEÓLOGO
Una fundamentación teológica desde la reflexión de la Comisión Teológica
Internacional y la Congregación para la Doctrina de la Fe………………………46
1. NUEVAS LUCES PARA LA IDENTIDAD DEL TEÓLOGO
EN LA ETAPA POST–CONCILIAR……………………………………….……..47
1.1. La doctrina de la Congregación para la Doctrina de la Fe…….…..…….50
1.2. La comprensión del teólogo en la Comisión Teológica Internacional……
57
2. CARACTERÍSTICAS DEL MINISTERIO ACTUAL DEL TEÓLOGO EN LA VIDA
DE LA IGLESIA…………………………………………………………………………60
2.1. Fidelidad a las fuentes de la tradición de la Iglesia................................60
2.2. Actualización Creativa de la Tradición……...………………………...……60
2.3. Espiritualidad de la Sabiduría Eclesial………………………………..……61
6
3. COMPRENSIONES TEOLÓGICAS DEL PAPEL DEL
TEÓLOGO EN LA IGLESIA…………………………………………………………61
3.1. Ministerio actual del teólogo en Beniamino Stella………………………..63
3.2. La doble funcionalidad del ministerio de la Palabra
en Francis Sullivan…………………………………………………………...........66
3.3. El Magisterio dual en el Cardenal Avery Dulles………………………….68
3.3. Desarrollo e independencia de la teología, en Richard McCormick..,,,,, 75
4. EL TEÓLOGO COMO INTÉRPRETE DE LA REVELACIÓN……….….………..75
76
5. EL QUEHACER TEOLÓGICO Y SUS RELACIONES: UNA CONCLUSIÓN…..
5.1. Relación de Congregación para la Doctrina de la Fe y los teólogos….76
5.2. Comisión Teológica Internacional y la teología hoy………………........77
5.3. Responsabilidades de los teólogos en el entendimiento y formulación
de la Fe cristiana………………………………………………………………….78
5.4. Una tipología del teólogo…………….…….…….……………………….…79
Capítulo III
82
LA CENTRALIDAD DE LA REVELACIÓN EN LA LABOR DEL TEÓLOGO…….66
68
1. LA REVELACIÓN CONFIADA A TODA LA IGLESIA………………..…………….82
75
2. FUNCIONES PROPIAS DE LOS TEÓLOGOS EN LA TRANSMISIÓN DE LA
75
REVELACIÒN…………………………………………………………………………..85
76
2.1. Función investigativa y científica del teólogo, como fruto de la
76
interpretación de las escrituras………………………………………………..86
77
2.2. Función Mediadora del teólogo entre Dios y la comunidad de fe……… 90
2.3. Funciones propias del Teólogo en consonancia con el Depósito de la Fe… 94
3. LA CUESTIÓN DE LA LIBERTAD Y LA INTERPRETACIÓN EN EL QUEHACER
DEL TEÓLOGO………………………………………………………………………..97
La misión canónica y el mandato………………………………………………………99
4. LA FE, PUNTO DE DIÁLOGO, ENTRE LOS TEÓLOGOS Y EL MAGISTERIO...104
5. SÍNTESIS Y CONCLUSIONES…..……..………………………………………….105
BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………………………...110
ANEXO: BIBLIOGRAFÍA COMENTADA…………………………………………….114
85
7
86
90
INTRODUCCIÓN
Cada época trae consigo sus propias preguntas, sus propios desarrollos y sus
propios entendimientos de la realidad. Para el caso de la teología, por el hecho
mismo de estar en la historia y ser parte dinámica de la misma, va sufriendo
transformaciones, gracias a los aportes que recibe de las nuevas interpretaciones
de la realidad, que a su vez permite comprender el paso que se realiza entre la
trascendencia y la encarnación es decir, entre la vida interna de Dios y el actuar
de Dios en la historia.1
Así la revelación como automanifestación divina que implica la capacidad del
sujeto humano de relacionarse con el misterio, permite comprender que ese actuar
de Dios, exige la escucha atenta de su Palabra, como condición de fe de la
comunidad, y, busca sin descanso ver cómo la imagen de Dios se desprende, se
muestra y se palpa en medio de la transformación de la historia. Esa mostración
de Dios, su Revelación, produce modificaciones en las comprensiones de la
humanidad para la producción de una teología. Así, toda teología que quiere
buscar, sin duda, la comprensión del revelar el acontecer de Dios en el mundo,
tiene como función no solo ayudar a la identidad propia de la comunidad, sino
también acompañar, provocar y discernir aquellas semillas del Verbo que se
descubren en la historia, necesarias para el crecimiento en la fe.2
El interés de esta investigación nace del desafío de comprender y aportar al
debate dos maneras de interpretar esa mostración de Dios: el Magisterio y la
teología, que desde los sujetos sería el debate entre obispos y teólogos
respectivamente, quienes han recogido las semillas del Verbo; el respectivo
análisis tendrá como referencia el Concilio Vaticano II, donde Magisterio y
1
Didaskalia, Los métodos en Teología. El método de la teología de la Liberación Bogotá, Pontificia
Universidad Javeriana, 2007, 166.
2
Ibíd, 166.
8
teología, obispos y teólogos, coinciden en la única finalidad de ayudar a su
comunidad de creyentes a la comprensión de la Palabra.3
Sin embargo, en los últimos años, nuevas tensiones han surgido entre estos dos
delegatarios de tan importante labor, generando preguntas tales como: ¿Cuál es el
lugar del Magisterio? y, ¿cuál es el lugar de la teología? Dialéctica que por lo
demás, ha tomado matices inesperados y a su vez se ha convertido en un tema de
actualidad.
Vistos estos dos interrogantes, no se puede determinar que existan ya elementos
contundentes que permitan dar solución a la pregunta, que se ha propuesto
indagar en esta investigación: ¿cuál es el papel que el teólogo debe cumplir dentro
de la Iglesia para realizar su tarea fundamental?
Y junto a esta pregunta, surgen otras: ¿se reduce la labor del teólogo a la fidelidad
del Magisterio?, ¿no han afirmado los autores citados que la tarea, dada a unos y
a otros, es la de buscar la verdad?, ¿está subordinada una a la otra?, ¿de qué
depende la solidez de las afirmaciones teológicas? Pero, ¿no es acaso un
estudioso de la fe, el teólogo? y por ser lo que es, ¿no está capacitado el teólogo
para enseñar, como lo hace el Magisterio? o ¿es tarea exclusiva del Magisterio
enseñar?, ¿quién tiene la potestad?, ¿quién o quiénes son los indicados?, ¿cómo,
cuándo y por qué, se ha conectando, el ejercicio teológico con la autoridad de
enseñar en la Iglesia? Aunque aquí recogidos estos interrogantes, llegar a atender
dichas preguntas, formarían parte, si fuere necesario, de una tesis doctoral.
De manera que lo aquí expuesto como problemática, abarca una gran porción de
la Iglesia, a saber, Magisterio y teología; y se hace necesario optar, atendiendo a
los límites de esta investigación, por una problemática de menor tamaño, que por
ser menor no es de mayor importancia, que tratará de indagar dentro de las
concepciones teológicas ya existentes, tanto de unos como en otros, la misión,
3
Figueiredo, Anthony J. The Magisterium-theology relationship, contemporary theological
conceptions in the light of Universal Church teaching since 1835 and the pronouncements of the
Bishops of the United States. Roma, Pontificia Universidad Gregoriana, 2001, 10.
9
vocación y papel del teólogo. Con estas inquietudes a la base, se busca identificar
cuáles de estas concepciones pueden ayudar a definir una posible respuesta a la
pregunta: ¿cuál es el papel que el teólogo debe cumplir dentro de la Iglesia para
realizar su tarea fundamental?
Por tanto, hay que reconocer que la teología de hoy oscila entre una teología
débil, de testimonio, cargada de profetismo y marginalidad, pluralista, diversificada
y contextual;4 y una teología, en palabras del Cardenal Kasper, eclesial, científica,
abierta, sin perder su identidad, universalidad y catolicidad.5 Estas cualidades, no
solo deben ser propias de la ciencia en cuestión sino de los sujetos involucrados
que beben de tal proceder.
Entonces, ¿Qué se busca problematizar? Efectivamente las comprensiones
teológicas en torno al teólogo, su misión en la Iglesia, su capacidad de
intervención y decisión. De este modo, la investigación tratará de referirse sobre
algunos asuntos propios del sujeto creyente (el teólogo), que al parecer generan
una discontinuidad en su labor hermenéutica, que lo llevan a apartarse de las
reglas del saber crítico, necesarias para su quehacer teológico.
Por eso, la cuestión general sobre la cual se moverá está investigación, es si
después de la formación teológica inicial, las/los teólogas/os descuidan la tarea
propia de la hermenéutica teológica en medio del dinamismo de vida, se hace
necesario redescubrir la misión del teólogo(a) que le permita de nuevo atender los
asuntos propios y de sus contemporáneos en torno a su tarea de intérprete de la
Revelación en la perspectiva de la Constitución Dogmática Dei Verbum.
¿Cómo entonces llegar a unas conclusiones que sinteticen la tipología del teólogo
a la luz de las comprensiones magisteriales y teológicas? Se dará de la siguiente
manera.
4
5
Ibíd, 44.
Kasper, W. Teología e Iglesia, Barcelona, Herder, 1989, 8.
10
En primer momento para alcanzar una identidad de la tipología del teólogo, se
hará una aproximación inicial de las compresiones sobre el teólogo en la etapa
Pre- conciliar, cuestión necesaria para alcanzar a precisar el aporte a la definición
de teólogo dado el Concilio Vaticano II. Entre esas precisiones, la Constitución
Dogmática Dei Verbum presenta dos numerales importantes en cuanto a los
deberes de los exégetas y de los teólogos, Dei Verbum 23, y la relación que debe
existir entre Escritura y teología Dei Verbum 24. Al final del capítulo se presentan
los elementos conclusivos de la relación entre teólogos y Magisterio.
En un segundo momento, se presenta una fundamentación teológica desde la
reflexión de la Comisión Teológica Internacional y la Congregación para la Doctrina
de la Fe, como nuevas luces para la identidad del teólogo en la etapa post–
Conciliar; tales comprensiones teológicas del papel del teólogo en la Iglesia, hacen
parte de las reflexiones alcanzadas por el Magisterio teológico en autores como
Francis Sullivan, quien presenta la doble funcionalidad del ministerio de la Palabra;
Cardenal Avery Dulles, sobre el Magisterio dual; Richard McCormick, sobre el
desarrollo e independencia de la teología; y finalmente las compresiones de la
Magisterio Eclesial en voz de Beniamino Stella en torno a la vocación del teólogo.
Este que hacer teológico y sus relaciones, dan fe de las nuevas responsabilidades
que los teólogos han alcanzado ya en el entendimiento y formulación de la Fe
cristiana dejando claro al cierre del capítulo la tipología del teólogo.
Como cierre del trabajo metodológico, el tercer y último momento, define la
importancia de la Revelación en la labor del teólogo, por un lado porque la
revelación esta confiada a toda la iglesia, y por el otro, es una de las funciones
propias de los teólogos: la transmisión de la Revelación; esa transmisión como se
verá, va de la mano de una función investigativa y científica como fruto de la
interpretación de las escrituras y a su vez su función mediadora del teólogo entre
Dios y la comunidad de Fe, funciones que están en consonancia con el depósito de la
Fe. La Fe entonces se presentará como punto de diálogo, entre los teólogos
y el
Magisterio.
11
Capítulo I
EL TEÓLOGO EN PROCESO DE DEFINICIÓN
Aproximación desde el Concilio Vaticano II
En este primer capítulo, se hace indispensable indagar teológicamente las
comprensiones sobre la función interpretativa del teólogo a la luz de los numerales
23 y 24 del Documento Conciliar Dei Verbum.
Se toma como punto nodal el Concilio Vaticano II, puesto que este encuentro
Sinodal es un momento coyuntural y transformador desde donde la Iglesia
comienza y sigue insistiendo en la tarea necesaria y fundamental que deben
asumir los teólogos. En la constitución dogmática Dei Verbum, el Concilio le exige
a su Iglesia en pleno, una interpretación de la Sagrada Escritura en las mismas
condiciones y con la ayuda de una figura visible de los teólogos. De ahí que la
misión del teólogo se sitúe no tanto en el horizonte de funciones y tareas que hay
que cumplir, sino en el horizonte de una vocación común a la interpretación con la
ventaja que propone el Concilio Vaticano II, insistiendo, en que la tarea no es
patrimonio exclusivo de unos pocos sino que es vocación de todos.
En tal sentido se presentan los momentos de este capítulo: primero, las posibles
comprensiones sobre la identidad del teólogo en la etapa Pre-Conciliar, realizando
un recorrido desde la antesala del Concilio Vaticano I, hasta los anotaciones
previas al Concilio Vaticano II. Luego, los aportes dados en Concilio Vaticano II en
cuanto a la definición de la identidad del teólogo, con especial atención en las
cuestiones generales sobre la Constitución Dogmática Dei Verbum, y algunas
cuestiones en Gaudium et Spes. Finalmente, se hará una precisión en torno a la
Constitución Dogmática Dei Verbum No. 23 con el subtítulo: Deberes de los
exégetas y de los teólogos y el número 24 sobre Escritura y Teología dejando
claro los posibles avances a los que el teólogo puede llegar en el ejercicio de
evangelización, como ministro de la Palabra y refuerzo a su identidad eclesial.
12
1. LAS COMPRESIONES SOBRE EL TEÓLOGO EN LA ETAPA PRECONCILIAR
Se puede pensar en el teólogo como en aquella persona que, por vocación, se
entrega al estudio de un acontecimiento que hunde sus raíces en el pasado, la
revelación de Dios en la historia, pero como hijo de su tiempo, cargado de las
provocaciones y tensiones del presente, teniendo que producir instrumentos para
que ese acontecimiento sea comprensible y significativo también para el día de
hoy.6 Como creyente, se ve avocado en su investigación por la certeza de la fe,
pero como científico está sujeto a las reglas del saber crítico.7
Sin que la pretensión de la presente monografía sea un estudio de la historia de la
Iglesia, cabe recalcar que el primer milenio de la historia de la Iglesia, está
caracterizado por la inseparabilidad entre el saber teológico y el ministerio pastoral
del Obispo.8 Dos cuestiones que estarán en pugna en los siguientes siglos. Los
teólogos eran los grandes doctores de la Iglesia, y ellos, con algunas excepciones,
eran nombrados Obispos. En cuando al Magisterio del Obispo se desarrollaba
siendo teólogo y viceversa9; se nota una circularidad que pone de manifiesto la
unidad y la complementariedad de las dos funciones. No es de extrañar esta
afirmación, si se piensa que, la teología era considerada como sacra pagina o
sacra doctrina,10 es decir, como comentario y esfuerzo de penetración en la
Palabra de Dios para poderla vivir concretamente.11
6
Berzosa, Raúl, Hacer teología hoy, retos, perspectivas, paradigmas, Madrid, San Pablo, 1994,
114.
7
Figueiredo, Anthony J. The Magisterium-theology relationship, contemporary theological
conceptions in the light of Universal Church teaching since 1835 and the pronouncements of the
Bishops of the United States. Roma, Pontificia Universidad Gregoriana, 2001, 135.
8
Ibíd. 136.
9
Patiño, José Uriel. Historia de la Iglesia. Vol. II. Bogotá, San Pablo, 2007, 60.
10
A diferencia de contemporáneos suyos como San Alberto Magno o San Buenaventura que
utilizan predominantemente el término theologia, Santo Tomás de Aquino privilegia el concepto de
sacra doctrina, que aparece explicitado en diversos contextos de sus obras. La noción de sacra
doctrina ha sido objeto de diferentes interpretaciones en la tradición tomista, hasta el punto de
haberse hablado al respecto de una suerte de crux thomistarum.
11
Con la pregunta acerca de la sacra doctrina comienza tanto el Comentario de Santo Tomás al
libro de las Sentencias de Pedro Lombardo (I Sent, prol., a. 1-5), como la Summa Theologiae (Ia, q.
1, a. 1-10). Esta ubicación sugiere ya la importancia de la comprensión de lo que el Aquino designa
sacra doctrina. El tema aparece tratado también en la Expositio in Librum Boethii de Trinitate (q. 2,
13
Sin embargo, la aparición de las primeras universidades en el siglo XII y el
comienzo de la distinción en los estudios escolásticos, llevará a la teología a
separarse progresivamente de su cualidad de sacra pagina para convertirse en
sententia y quaestio, y a reconocerse cada vez más como “ciencia”.12 Se convierte
así, la teología, en una forma de conocimiento racional y científico del dato
revelado.13 Lo que la fe acoge como don, la teología lo explica utilizando las leyes
de la comprensión racional.14 Los teólogos se identifican con los grandes maestros
de las universidades y las órdenes monásticas; así la teología se convierte en la
cuna privilegiada para su formación.15 La identificación entre Obispo y teólogos es
ya sólo una excepción. La doctrina crecerá en la comprensión, gracias a la ayuda
de la razón, pero, a lo que se asiste, es a la primera gran división entre las
escuelas teológicas.16
Se percibe, entonces, una acepción particular de la palabra teólogo, y esto a partir
del siglo XIX con el cambio de significación de la teología, comprendida
exclusivamente como justificación de la doctrina del Magisterio, que identifica al
teólogo como a aquel que se apoya en esta doctrina, la pronunciada por el
Magisterio tanto a la luz de los principios teóricos como lo son los de la philosophia
perennis, y también, en el plano de la investigación histórica.17
El elemento apologético, que caracteriza a esta teología, convierte muchas veces
al teólogo en un arquitecto de argumentaciones polémicas que en un intérprete
a. 1-4; q. 5, a. 1 y 4; q. 6, a.1-2), en la Suma contra los gentiles (l. I, c. 3-9; l. II, c. 2-4; l. IV c. 1) y
en otros textos menores. Figueiredo, 137.
12
Berzosa, 117.
13
Fisichella, R. El teólogo. http://mercaba.org/VocTEO/T/teologo.htm, consultado 24 de septiembre
de 2012.
14
Didaskalia, Los métodos en Teología. El método de la teología de la Liberación, Bogotá,
Pontificia Universidad Javeriana, 2007, 10.
15
Berzosa, 118.
16
Ibíd, 130.
17
El centenario de la gran encíclica de León XIII, Aeterni Patris que desencadenó un gran
movimiento en la Iglesia Católica para conectar de nuevo con la philosophia perennis y la auténtica
teología, invita a retomar hoy las grandes cuestiones allí abordadas.
14
experto de los datos; de todas formas, su función se ve reducida a la de
comentador de tales doctrinas.18
El Magisterio para Pío IX, por ejemplo, el título de “teólogo” estaba reservado para
los profesores de las universidades pontificias.19 El concepto que da el Papa Pío
IX, va de la mano de Gregorio XVI en cuanto al significado de la palabra
Magisterio, referido a la capacidad de enseñar dentro de la Iglesia.
Como lo afirma Pío IX en Qui Pluribus,20 se reconoce la competencia de la
autoridad de la Iglesia para enseñar infaliblemente sobre la fe y la moral; en
palabras suyas, se establece la fundación de la autoridad de enseñar por
antonomasia así:
Esta viva e infalible autoridad solamente existe en la Iglesia fundada por
Cristo Nuestro Señor sobre Pedro, como cabeza de toda la Iglesia, Príncipe
y Pastor; prometió que su fe nunca había de faltar, y que tiene y ha tenido
siempre legítimos sucesores en los Pontífices, que traen su origen del
mismo Pedro sin interrupción, sentados en su misma Cátedra, y herederos
también de su doctrina, dignidad, honor y potestad.21
Ocho años más tarde, en 1854, el mismo Papa demostró su infalible autoridad de
enseñar al definir el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María sobre
su propia autoridad.22 Y continúa Pio IX en Tuas Libenter,23 donde reconoce que el
acto de Divina fe, no está restringido solamente a los dogmas definidos por el
Papa o por Concilios Ecuménicos, sino que la fe debía extenderse al Magisterio
Ordinario de toda la Iglesia dispersa por todo el mundo.24
18
Hamer, Jerôme, Inter fidem et speciem. Dos consideraciones científicas sobre el estatuto de la
teología, http://dspace.unav.es/dspace/bitstream/10171/13528/1/ST_XI-2_15.pdf, consultado el 24
de septiembre de 2012.
19
Patiño, Historia de la Iglesia, 67.
20
Pío IX, Encíclica Qui pluribus, Sobre la fe y la Religión. Noviembre 9 de 1846. Cf. Denzinger, H,
Hünermann, P, El magisterio de la Iglesia, Barcelona, Editorial Herder, 1999, 1634 – 1638.
21
Ibíd.
22
Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, el 8 de diciembre de 1854. Denzinger-Hünermann, 2332 – 2334.
23
Pío IX, Carta al Arzobíspo de Múnich, Tuas Libenter. 21 de Diciembre de 1863. DenzingerHünermann, 1679 – 1684.
24
Figueiredo, 183.
15
Porque aunque se tratara de aquella sujeción que debe prestarse mediante
un acto de fe divina; no habría, sin embargo, que limitarla a las materias
que han sido definidas por decretos expresos de los Concilios Ecuménicos
o de los Romanos Pontífices y de esta Sede, sino que habría también de
extenderse a las que se enseñan como divinamente reveladas por el
Magisterio Ordinario de toda la Iglesia extendida por el orbe y, por ende,
con Universal y constante consentimiento son consideradas por los
teólogos católicos pertenecientes a la fe.25
Es la primera vez que en un documento eclesial se habla explícitamente de un
Magisterio Ordinario. El uso de este término por Pio IX también subraya dos
prerrequisitos para el Magisterio Ordinario: el primero referido al sujeto, al
Magisterio Ordinario que está expuesto en toda la Iglesia dispersa por el mundo, y
por tanto, ella es educadora. El segundo referido al objeto, la materia que hay que
enseñar son las cuestiones divinamente reveladas.26
Sin embargo, definido uno, el Magisterio, Pio IX definió más explícitamente el rol
de los teólogos en una relación directa con la autoridad de enseñar de la Iglesia;
en su carta Tuas Libenter,27 se hace explicita una tarea específica de los teólogos,
referida a enseñar dentro del Magisterio Ordinario y a toda la iglesia dispersa por
todo el mundo.28 El congreso de Múnich, produjo un documento en el cual se
confirmaron las obligaciones que tienen los teólogos de sujetarse a los estamentos
dogmáticos de la Iglesia. Esto no va en contra de su libertad, la cual es natural y
necesaria para la investigación científica, afirmaba el Papa. Él temía que, al
subrayar el tema de la libertad podría restringir aquellas áreas donde la influencia
vinculante de la autoridad de enseñar de la Iglesia se extiende, cuestión que más
adelante será puesta en conflicto.29
25
Tuas Libenter. Denzinger-Hünermann, 1680.
Figueiredo 184.
27
Tuas Libenter. Denzinger-Hünermann, 1682.
28
Ibíd.
29
Ibíd.
26
16
Así, Pío IX insiste en que el Magisterio Ordinario enseña lo que es divinamente
revelado, por esa razón unánime y constantemente el Magisterio se acompaña de
los teólogos católicos en razón de su fe. Se puede afirmar, que estas cuestiones y
otras, se suponen son llevadas al consentimiento de los teólogos por parte del
Magisterio, de manera constante y universal, todo esto siguiendo el esquema
propuesto por el Papa.
Finalmente, Pio IX afirma que, la labor teológica está subordinada a la del Papa y
a la de los Obispos, como se afirma en su Carta Inter Gravissimas,30 donde le
asigna a la teología la tarea de soportar e ilustrar en conformidad con las
enseñanzas del Magisterio de la Iglesia las fuentes de la Revelación.31
En el Vaticano I, la constitución Dogmática Dei Filius,32 los padres conciliares
repitieron la afirmación central dada en Tuas Libenter y que entregada por Pio
IX,33 en lo concerniente a la infalibilidad del Magisterio Ordinario, afirma:
Ahora bien, deben creerse con fe divina y católica todas aquellas cosas que
se contienen en la palabra de Dios escrita o tradicional, y son propuestas
por la Iglesia para ser creídas como divinamente reveladas, ora por
solemne juicio, ora por su Magisterio Ordinario y Universal.34
Las cuestiones preparatorias del esquema de Dei Filius
35
muestran claramente el
párrafo que habla sobre el Magisterio Ordinario y Universal, y cómo fue insertado
sobre la base de la enseñanza de Tuas Libenter.36 En cuanto a la palabra
“universal”, el texto de Dei Filius, lo adhiere a la expresión Magisterio Ordinario.37
El Obispo Conrad Martin, relator oficial de este documento, reconoció que la
adición fue hecha para evitar la posibilidad de interpretar la frase “Magisterio
30
Pío IX, Inter gravissimas, Acta, vol. I, 28 de Octubre de 1870. Denzinger-Hünermann, 2315.
Esta cuestión la presenta Pío XII, en Humani Generis No. 5, 6, 12, 13, 14, 15.
32
Concilio Vaticano I, Constitución Dogmática Dei Filius, sobre la fe católica 24 de abril de 1870.
http://es.catholic.net/sacerdotes/222/2456/articulo.php?id=23281. Consultada el 24 de septiembre
de 2012.
33
Tuas Libenter. Denzinger-Hünermann, 1682.
34
Capítulo 3, Sobre la Fe católica. Ibíd.
35
Roger, Aubert, Vaticano I, Capítulo II, La preparación inmediata. París, l´Orante, 1970, 56.
36
Tuas Libenter. Denzinger-Hünermann,1683.
37
Constitución Dogmática Dei Filius, Capítulo 3. http://es.catholic.net/sacerdotes/222/
2456/articulo.php?id=2328. Consultada el 24 de septiembre de 2012.
31
17
ordinario” como referido solamente a la enseñanza papal.38 Así la nueva frase,
indica que no solo el Papa enseña por sí mismo, sino que lo hace en unión con
sus Obispos.
En cuanto a la labor del los teólogos definida por el Concilio Vaticano I, está claro
que Dei Filius, está siguiendo a Pio IX,39 donde se trata de disipar la mirada de los
teólogos quienes vieron minimizada su tarea a la de definir dogmas. Sin embargo,
como se verá en su momento, tales argumentos todavía prevalecen.40
Otro elemento significativo, en Dei Filius, es que no repite la expresión de Tuas
Libenter referida al consenso constante y universal de los teólogos.41 En la
discusión del segundo esquema de Dei Filius, se explicitó que la base para las
doctrinas de la fe, no se reducen a las opiniones de los teólogos, sino más bien a
las enseñanzas del Magisterio, el cual se define a sí mismo con las palabras de
enseñanzas universales y como divinamente reveladas. 42
Esta conclusión, subraya el punto central que fue definido por los padres
Conciliares que afirma la existencia de muchas verdades las cuales son el objeto
de la fe; y sin embargo, no son definidas como artículos de fe, ni por los concilios,
ni por el Papa.
Este es el caso especial cuando los católicos se ponen de acuerdo en algún tema
sobre la revelación, que es propuesto luego como enseñanza dentro del
Magisterio Ordinario Universal. En este sentido Tuas Libenter afirma que tales
verdades que son apoyadas universal y constantemente por los teólogos,
pertenecen a la fe.43
En el caso de Dei Filius, habla de manera expresa y directa a los teólogos. El
preámbulo presenta una lista de concepciones erróneas y escritos concernientes a
la fe y a la razón que se han multiplicado en ese siglo XIX, así que discurre sobre
38
Figueiredo, 191.
Denzinger-Hünermann, 3012.
40
Figueiredo, 192.
41
Ibíd, 193.
42
Figueiredo 193.
43
Ibíd, 194.
39
18
la fe teológica y los concernientes errores teológicos. Junto a esto, una lista de
errores de los cuales los fieles se deben defender, como el racionalismo,
naturalismo, o dejarse llevar por nuevas ideas, o el entendimiento de los dogmas
que difieran de la manera como la Iglesia los presenta. Esto indica que se
mantiene en pie la postura de Pio IX.44
En esta misma Constitución se hacen afirmaciones en contra del ateísmo y el
tradicionalismo; y se afirma la capacidad fundamental del hombre para conocer la
existencia de Dios por la luz natural de la razón. En cuanto al deísmo, se define el
factor de la revelación, su gracia natural, como también la necesidad por conocer
el orden sobrenatural.45 Todo esto fundamentado, en el Concilio de Trento, donde
la fuente es la Revelación, la Escritura y las tradiciones no escritas; así también
como las reglas de la interpretación, gracia dada a la Santa Madre la Iglesia que
juzga el sentido verdadero de la interpretación del as escrituras.46
Mas como quiera que hay algunos que exponen depravadamente lo que el
santo Concilio de Trento, para reprimir a los ingenios petulantes,
saludablemente decretó sobre la interpretación de la Escritura Divina, Nos,
renovando el mismo decreto, declaramos que su mente es que en materias
de fe y costumbres que atañen a la edificación de la doctrina cristiana, ha
de tenerse por verdadero sentido de la Sagrada Escritura aquel que sostuvo
y sostiene la Santa Madre Iglesia, a quien toca juzgar del verdadero sentido
e interpretación de las Escrituras Santas; y, por tanto, a nadie es lícito
interpretar la misma Escritura Sagrada contra este sentido ni tampoco
contra el sentir unánime de los Padres.47
Este último punto, que se será tratado de nuevo en el Concilio Vaticano II, se
dirige precisamente en contra de los métodos nacientes en favor de los avances
en el campo de la exégesis bíblica.
44
Figueiredo, 195.
Patiño, Historia de la Iglesia, 125.
46
Figueiredo, 196.
47
Denzinger-Hünermann, 3007.
45
19
Sin embargo, entre los períodos de Vaticano I y el Papa Pio XII, se consolidó a
fondo la autoridad de enseñar del Papa, pero creció la subordinación de parte de
los teólogos cuando disienten del Magisterio papal. La enseñanza papal asumió
un aura de seguridad después de la solemne definición de infalibilidad papal
reafirmada en el Vaticano I, junto con la definición dogmática de la Inmaculada
Concepción de la Virgen María como bien se notó antes, y su Asunción Corporal
al Cielo en 1950.48
Para cuando llega el tiempo del Vaticano II, el Magisterio papal, se había
establecido por sí mismo, como el más importante lugar de la actividad teológica.49
Ese momento transicional, se deben tener en cuenta dos factores muy bien
conectados, que generarán un cambio enorme en estas comprensiones sobre la
identidad del teólogo. El primer factor, tiene su base en la declaración dada por
León XIII, sobre la neoescolástica, donde la teología y la filosofía oficial de la
Iglesia deben estar fundadas, en particular sobre las enseñanzas de Santo Tomas
de Aquino.50 Un segundo factor, muy relacionado con el ya citado, es que
cualquier expresión teológica que no estuviera en esta línea tomasiana era
considerado como desviada.51
Desde Pio X existió una vigorosa supresión del modernismo, que incluía los
nuevos horizontes que la actividad teológica proponía en esos momentos.52 De
igual manera, Pio XII demostró su preocupación por responder a las nuevas
tendencias teológicas y filosóficas, caracterizadas por el término la nouvelle
théologie, liderando la labor de delinear claramente el rol subordinado de la
teología al Magisterio en la Encíclica Humani Generis.53
48
Pío XII, declaró en la Bula Munificentissimus Deus, el Dogma de la Asunción de la Santísima
Virgen en cuerpo y alma al Cielo el día 1 de noviembre de 1950.
49
Figueiredo, 203.
50
León XIII, Encíclica Aeterni Patris, sobre la restauración de la filosofía cristiana conforme a la
doctrina de Santo Tomás de Aquino. 4 de Agosto de 1879. Denzinger-Hünermann, 2192.
51
Encíclica Aeterni Patris. Ibíd.
52
Figueiredo, 203.
53
Pio XII, Humani Generis, Carta encíclica, sobre las falsas opiniones contra los fundamentos de la
doctrina católica, 12 de agosto de 1950. Denzinger-Hünermann, 2285.
20
Todo lo anterior provee a los pontífices, posteriores al Vaticano I, el contexto para
discernir las características esenciales de la función y la identidad del teólogo, que
llegaron a su total desarrollo en las enseñanzas de Pio XII como ya se ha citado.
Entre ellas se puede enumerar cinco. La primera, es que la autoridad de enseñar
se identifica estrictamente con el Papa y los Obispos y no con los teólogos;
Benedicto XV une la tarea de cuidar la sacrae disciplina con la infalibilidad
magisterial la cual ha sido entregada al Papa y los Obispos.54 Pio XII repite esta
afirmación, en su alocución Si Diligis:
Los Apóstoles son, por lo tanto, por derecho divino los doctores y maestros
auténticos de la Iglesia. Además de los legítimos sucesores de los
Apóstoles, es el Romano Pontífice para toda la Iglesia y los Obispos de los
fieles confiados a su cuidado, no hay otros maestros divinamente
constituida en la Iglesia de Cristo.55
La segunda, se refiere a que los Obispos pueden delegar a otros, en este caso a
los teólogos, para asistirlos en su función de enseñar:
Pero tanto, los obispos y, ante todo, el Maestro Supremo y Vicario de Cristo
en la tierra, puede asociar a otros con ellos mismos en su trabajo de
profesor, y el uso de sus consejos, sino que delegar en ellos la facultad de
enseñar, ya sea por concesión especial, o por la concesión de una oficina a
la cual está unida la facultad.56
La tercera característica, definible de la teología, es la de demostrar cómo las
enseñanzas magisteriales se han desarrollado a partir de sus fuentes,
asignándoles a los teólogos la tarea de dar argumentos a los principios de la fe y
la refutación de herejías.57 En Pio XII, se le propone al teólogo la noble tarea de
54
Papa Benedicto XV, Epístola Motu propio Sacrae theologiae 11 de Diciembre de 1914.
Denzinger-Hünermann,1463.
55
Papa Pio XII, Si diligis La alocución fue leída en Mayo 31 de 1954. http://www.ewtn.com/
library/PAPALDOC/P12SIDIL.HTM. Consultada el 24 de septiembre de 2012.
56
Ibíd.
57
Esto reposa en la Carta Apostólica Officiorum Omnium de Pio XI, del 1 de Agosto de 1922.
Denzinger-Hünermann, 2192.
21
demostrar, cómo una doctrina definida por el Magisterio está contenida en las
fuentes de la revelación. Los teólogos cooperan con el magisterio al explicar y
defender lo que el magisterio ha enseñado.58
También es verdad que los teólogos han de volver constantemente a las
fuentes de la Divina revelación, pues a ellos les toca indicar de qué modo
se halle en las Sagradas Letras y en la Tradición, explícita o implícitamente,
lo que por el Magisterio vivo es enseñado. 59
Una cuarta característica, es que los teólogos han de considerar como errónea la
opinión de que los dogmas pueden evolucionar en su significado. Como lo afirma
Pio X:
El hecho de que muchos escritores católicos quieran ir más allá de los
límites determinados por los Padres y de la Iglesia misma es sumamente
lamentable. En el nombre de un conocimiento superior y la investigación
histórica (dicen), que están buscando que el progreso de los dogmas que
es, en realidad, nada más que la corrupción de los dogmas.60
Pio XII le dará más fuerza, a propósito de la visión histórica y relativista de la
verdad en la nouvelle théologie, donde afirma que los dogmas no pueden jamás
ser cambiados.61
En quinto y último lugar, la investigación teológica debe tener como punto de
partida de su búsqueda, las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia. El Papa León
XIII abre el camino hacia la interpretación bíblica en su Encíclica Providentissimus
Deus, donde declara que las Escrituras deben ser interpretadas en el sentido que
la iglesia posee, quien juzga el verdadero sentido que posee.62 El Papa afirma que
la Iglesia no quería entorpecer los procesos de investigación de la Escrituras, pero
58
Figueiredo. 203.
Denzinger-Hünermann, 3886.
60
Papa Pio X, Lamentabili, syllabus condenando los errores de los modernistas. Julio 3, 1907.
2001 – 2012. También aparece en la Encíclica Pascendi Dominicae Gregis. DenzingerHünermann, 2071- 2085.
61
Pío XII Alocución: Quamvis inquieti et difficiles Septiembre 17 de 1946.
62
León XIII de la Encíclica Providentissimus Deus, de 18 de noviembre de 1893. DenzingerHünermann, 1941.
59
22
esto es lo que siempre ha dicho la Doctrina Católica de la autoridad de la Iglesia
como la norma suprema.
El Concilio Vaticano abrazó la doctrina de los Padres, cuando renovando el
decreto del Concilio Tridentino acerca de la interpretación de la Palabra de
Dios escrita, declaró que la mente de aquél es que en las materias de fe y
costumbres que atañen a la edificación de la doctrina cristiana, ha de
tenerse por verdadero sentido de la Sagrada Escritura aquel que mantuvo y
sigue manteniendo la Santa Madre Iglesia; a quien toca juzgar del
verdadero sentido e interpretación de las Escrituras Santas; y que por tanto,
a nadie es lícito interpretar la misma Sagrada Escritura contra este sentido
ni tampoco contra el unánime consentimiento de los Padres.63
En términos similares, Benedicto XV condena el uso erróneo del método histórico
crítico usado por estudiosos de la Escritura y confirma las presunciones de que la
fe debe ser la norma básica para la interpretación de texto Sagrados. 64 Visto lo
anterior, ciertos elementos de estas afirmaciones prevalecerán sin cambio en
varios apartados del Concilio Vaticano II. A continuación se hará un barrido en
ciertos documentos, de este momento histórico que le darán más perfil al objetivo
central de este primer capítulo.
2.
EL APORTE A LA DEFINICIÓN DE TEÓLOGO EN EL CONCILIO
VATICANO II
Del pensamiento del Papa Pio XII se registra y se cristaliza un modo de entender
la labor del teólogo que, como se verá a continuación, irá evolucionando gracias a
los desarrollos dados en los campos de las ciencias exegéticas, que beben de la
hermenéutica y la literatura. De igual manera, se abona el campo sobre el cual se
enraízan las nuevas concepciones sobre la Revelación que enmarcarán el
63
64
Ibíd, 3281.
Granados, Carlos Enquiridión Bíblico, Madrid, BAC, 2010, 372 – 381.
23
desarrollo del Concilio Vaticano II y con más énfasis se busca la definición de
teólogo y sus funciones dentro de este marco conceptual. 65
Antes del inicio del a primera sesión del Concilio Vaticano II, en octubre de 1962,
el Papa Juan XXIII, vio necesario determinar la amplitud de la posible agenda para
su deliberación por medio de la consulta con toda la Iglesia.66
Muchas recomendaciones fueron asumidas durante la etapa de consulta y fueron
enviadas a varias comisiones, las cuales habían sido orientadas por el Papa para
discutir los documentos del Concilio.67 En el discurso inaugural del Papa Juan
XXIII, se presentó un nuevo tono a propósito de la relación entre magisterio y
teólogos. Él propuso un modo de ejercitar la autoridad basada en la premisa:
En nuestro tiempo, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar la
medicina de la misericordia más que la de la severidad. Ella quiere venir al
encuentro de las necesidades actuales, mostrando la validez de su doctrina
más bien que renovando condenas.68
El modo proposicional de presentar la doctrina era para reexaminarla de modo que
correspondiera más totalmente al carácter pastoral del Magisterio y la historicidad:
Deber nuestro no es sólo estudiar ese precioso tesoro, como si únicamente
nos preocupara su antigüedad, sino dedicarnos también, con diligencia y sin
temor, a la labor que exige nuestro tiempo, prosiguiendo el camino que
desde hace veinte siglos recorre la Iglesia.69
Y continua, en torno a los nuevos tiempos:
65
Figueiredo 211.
Ibíd, 220.
67
Ibíd, 221.
68
Juan XXIII, Gaudet Mater Ecclesia, Discurso durante la inauguración del Concilio Vaticano II. 11
de Octubre de 1962. http://www.vatican.va/holy_father/john_xxiii/speeches/1962/documents/hf_jxxiii_spe_19621011_opening-council_sp.html. Consultado el 24 de septiembre de 2012.
69
Ibíd.
66
24
La tarea principal de este Concilio no es, por lo tanto, la discusión de este o
aquel tema de la doctrina fundamental de la Iglesia, repitiendo difusamente
la enseñanza de los Padres y Teólogos antiguos y modernos, que os es
muy bien conocida y con la que estáis tan familiarizados. Para eso no era
necesario un Concilio. Sin embargo, de la adhesión renovada, serena y
tranquila, a todas las enseñanzas de la Iglesia, en su integridad y precisión,
tal como resplandecen principalmente en las actas conciliares de Trento y
del Vaticano I, el espíritu cristiano y católico del mundo entero espera que
se de un paso adelante hacia una penetración doctrinal y una formación de
las conciencias que esté en correspondencia más perfecta con la fidelidad a
la auténtica doctrina, estudiando ésta y exponiéndola a través de las formas
de investigación y de las fórmulas literarias del pensamiento moderno. Una
cosa es la substancia de la antigua doctrina, del "depositum fidei", y otra la
manera de formular su expresión; y de ello ha de tenerse gran cuenta con
paciencia, si necesario fuese ateniéndose a las normas y exigencias de un
magisterio de carácter predominantemente pastoral. 70
Sin embargo, los documentos conciliares no proveen un exhaustivo tratamiento
del rol de los teólogos en su acción ministerial.71 La función del teólogo se ve
tratada solo de manera esporádica y en un pequeño grupo de documentos. Un
análisis de estos, permite buscar tales concepciones teológicas en torno a la figura
del teólogo, con el fin de ir precisando en qué áreas puede tener lugar la misión
del teólogo.
A propósito, Figueiredo reconoce tres funciones con las que debe identificarse el
teólogo, que en el Concilio Vaticano II se pueden encontrar con mayor precisión
70
71
Ibíd.
Figueiredo, 228.
25
en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, la primera de estas funciones,
72
y,
en Constitución Dogmática Dei Verbum73, la segunda y la tercera.
En cuanto a la primera función que el autor reconoce, consignada en Gaudium et
Spes, el documento agradece de manera explícita la labor de los teólogos en
proveer una idoneidad contemporánea del mensaje de fe.74 Los teólogos, junto
con los Obispos, deben interpretar los signos de los tiempos en orden a que el
mensaje de la Iglesia pueda ser llevado apropiadamente a aquellos que deben
oírla:
Es propio de todo el Pueblo de Dios, pero principalmente de los pastores y
de los teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu
Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la
palabra divina, a fin de que la Verdad revelada pueda ser mejor percibida,
mejor entendida y expresada en forma más adecuada.75
Esta función refleja la sensibilidad que poseen los Padres del Concilio a propósito
de los cambios culturales, de manera que la fe pueda ser comunicada al mundo
de hoy. Así que el Concilio, reconoce que deben empezar a hacerse unas
recomendaciones en torno a la actividad y la identidad del teólogo.
Ampliando un poco más, Figueiredo, reconoce varios elementos, de la GS en
favor de la identidad del teólogo. Son ellos, en primer lugar los que deben saber
distinguir entre el depósito de la fe y sus expresiones. En segundo lugar, la
investigación teológica debe tener en cuenta la filosofía y la historia en un esfuerzo
por descubrir los medios más efectivos para comunicar la doctrina cristiana a la
cultura contemporánea. En tercer lugar, la teología debe llevar a muchos laicos a
recibir una apropiada formación en las ciencias sagradas. En cuarto lugar, los
72
Gaudium et Spes Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, 7 de diciembre de
1965.
73
Constitución dogmática, Dei verbum Sobre la Divina revelación, 18 de noviembre de 1965.
74
Ibíd, No. 44 y 62.
75
Ibíd.
26
pastores deben animar al conocimiento positivo y no restringir las contribuciones
de otros segmentos de la Iglesia, que pueda ofrecer, gracias a sus varias
especializaciones, nuevas interpretaciones de la revelación.76
Junto a estas afirmaciones, Figueiredo suma las dos funciones que él propone
como identificables dentro de la Constitución Dogmática DV, una de ellas en torno
a la identidad del teólogo, y la otra, sobre la función del teólogo en la teología.77
En cuanto a la primera, la identidad del teólogo, este debe reconocer la cercanía
existente entre Doctrina y Tradición. El Vaticano II, afirma que toda teología se
debe mover sobre el depósito apostólico más que sobre un corpus doctrinal
estático. La exposición dinámica de la DV sobre la Escritura y tradición provee a
los teólogos de una reserva de suelo nutricio tan amplia que sobrepasa la Palabra
Escrita de Dios sobre la cual ellos investigan la fe.78
Aquí de nuevo, el patrimonio de la Fe, se presenta en términos de un proceso de
maduración y explicación que envuelve no solo las definiciones del Magisterio y la
investigación funcional de los teólogos, sino también la contemplación, estudio y
profundización y la vida experimentada en los fieles creyentes.79
La segunda función que identifica Figueiredo en DV, en torno a la función del
teólogo en la teología, reconoce el Concilio Vaticano II la contribución que deben
hacer los exégetas como los teólogos en la maduración y en la comprensión del
mensaje revelado y junto con su respectiva enseñanza.80
Es propio de todo el Pueblo de Dios, pero principalmente de los pastores y
de los teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu
Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la
76
Figueiredo, 228 – 230.
Ibíd, 230.
78
DV No. 9.
79
Ibíd, No. 8.
80
Figueiredo, 231.
77
27
palabra divina, a fin de que la Verdad revelada pueda ser mejor percibida,
mejor entendida y expresada en forma más adecuada.81
Para el Concilio, sin embargo, todos estos caminos por los cuales la teología y sus
representantes contribuyen al entendimiento de la fe, están fundados en el
reconocimiento de que el Magisterio es el juez final y el auténtico intérprete de la
Palabra de Dios. Esto implica, según Figueiredo, que es un rol diferente, el de los
estudiosos de la Escritura, en relación con juicio del Magisterio, en su fase
transitoria de escuchar y de madurar en el juicio de sus decisiones.82
Estas afirmaciones, entregadas por un lado, por la tradición argumentativa de la
misma Iglesia y expuestas por Figueiredo, poseen un entramado constitutivo, que
como se presentó el capítulo introductorio, recogen varias comprensiones sobre la
labor del teólogo.
Sin embargo, para los límites de esta investigación, el documento Dei Verbum,
posee otros elementos que deben ser iluminados en esta primera etapa de
método de la teología de la acción.
3. CUESTIONES GENERALES SOBRE LA CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA
DEI VERBUM
Siguiendo el objetivo trazado para este primer capítulo, es de vital importancia no
perder de vista el planteamiento que hace el Concilio Vaticano II sobre la
interpretación bíblica que a su vez resulta determinante para la elaboración de
toda teología, tanto en su época como en el presente, y en concreto, para la
identificación del rol del teólogo a la luz de estos nuevos planteamientos.
Conviene, por tanto, destacar algunos elementos claves y particulares de la Dei
Verbum, que se deben sumar a los ya expuestos en el subtítulo anterior. Según
81
82
DV, No. 12.
Figueiredo, 231.
28
está allí establecido, el objeto de la revelación es la auto manifestación de Dios y
de su designio salvífico.83. Como consecuencia directa de esta afirmación se
puede afirmar que el objeto de la Revelación no es la manifestación de verdades
teóricas, de tesis, de disposiciones legales, o de formas específicas de
comportamiento, esto por ejemplo atendiendo a la cuestión moral.84
Por otra parte, afirma la Dei Verbum que la revelación acontece en obras y
palabras pero, su contenido se esclarece en Cristo mediador y plenitud de toda
revelación. Esto quiere decir que el acontecimiento histórico de Cristo es la
mediación y plenitud de toda revelación Divina. De allí que, todo intento de
interpretación de la revelación histórica necesite referirse primariamente a Cristo,
Dios habló inicialmente por los profetas. Ahora nos ha hablado en el Hijo.85 La
economía cristiana, por ser la alianza nueva y definitiva, nunca pasará.86
Por tanto, se debe reconocer que lo que revela Dios-Padre en Jesús Dios-Hijo se
constituye en alianza nueva y definitiva. La economía cristiana resulta ser la
normativa para toda la humanidad. No la antigua alianza que sólo es inicialidad y
preparación de la plenitud en Cristo. 87
En cuanto a la Tradición apostólica, afirma la Dei Verbum que crece en la Iglesia;
crece la comprensión de las palabras e instituciones transmitidas,88 pero no hay
contradicción con interpretaciones pasadas en la historia de la misma, sino que
hay un crecimiento. La plenitud de la verdad no se ha obtenido en definitiva sino
que se camina históricamente hacia ella.
Según este criterio, es evidente que, a medida que se avanza en la historia, se
crece en comprensión por la Tradición viva. De allí que, al interpretar hoy, es
necesario guiarse por los elementos que hoy se tienen a disposición y que son un
83
DV, 2 y 6.
Múnera, Alberto. S.J. Apuntes sobre Teología Moral. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana,
material de clase 2012, diapositiva No. 8.
85
DV, 2.
86
DV, 4.
87
Múnera, diapositiva No. 8.
88
DV, 8.
84
29
avance con respecto a los del pasado. Igualmente habrá que reconocer que una
Tradición viva permitirá en el futuro una mejor interpretación que la actual. Por
tanto, afirma Múnera, no hay una interpretación única y definitiva.89
Uno de los puntos esenciales de la Constitución DV, es afirmar que la Sagrada
Escritura tiene que ser interpretada exegéticamente y que esta interpretación debe
ser avalada por el juicio definitivo de la Iglesia.90 Esto quiere decir que una
Teología fundamentada en una interpretación no conforme con la investigación
exegética sometida al juicio definitivo de la Iglesia, resulta inválida.
Esta afirmación taxativa del Concilio es lo que lleva a mirar con extrañeza
documentos eclesiales posteriores al Concilio en las que no se tenga en cuenta
este principio fundamental de la doctrina conciliar.91
Muy específicamente se refiere la Dei Verbum a la relación del Nuevo Testamento
con el Antiguo Testamento. Por supuesto, se reconoce el valor y autoridad de este
último, pero entendiendo que su finalidad fue la preparación profética de Cristo.
Los libros del Antiguo Testamento contienen elementos imperfectos y pasajeros y
manifiestan el proceso de pedagogía Divina. Alcanzan su plenitud de sentido en el
Nuevo Testamento.92
De aquí resulta que no es válido interpretar el Antiguo Testamento desde él mismo
sino desde el Nuevo, que le da su sentido verdadero. Una Teología basada en
interpretación del Antiguo Testamento no realizada desde el Nuevo, según esta
doctrina del Concilio, no sería aceptable en la Iglesia.93
Es enfático el Concilio en afirmar que lo revelado en Cristo no fue revelado a otras
edades. El Nuevo Testamento es novedad total.94 En consecuencia, resulta una
89
Múnera, diapositiva No. 8.
DV, 12.
91
Múnera, diapositiva No. 8.
92
DV, 14 -16.
93
Múnera, Diapositivas No. 8.
94
DV, 17.
90
30
Teología nueva, diferente a la del Antiguo Testamento, producto de la novedad
absoluta que es Cristo.95
Ahora bien, no hay duda de que en el Nuevo Testamento se consignan elementos
del Jesús histórico, sólo que tienen que ser considerados a la luz de la fe en Cristo
resucitado.96 La consecuencia lógica de esta doctrina es que toda interpretación
para el trabajo teológico tiene que tener en cuenta esta realidad. 97
Esto es lo que lleva a los teólogos contemporáneos, afirma Múnera, a tener en
cuenta que muchos elementos de orden histórico descriptivo del Nuevo
Testamento, tengan que ser asumidos como construcción de la comunidad
primigenia cristiana que los compone a partir de su fe, lo que hace supremamente
difícil llegar a datos absolutamente históricos, en el sentido actual de la palabra,
como por ejemplo, cuando se piensa en los discursos atribuidos por el Nuevo
Testamento a Jesús, de manera que no se puede afirmar que se trate de sus
mismísimas palabras (ipsissima verba Iesus) 98
Por supuesto, según el Concilio, la Sagrada Escritura, así interpretada, es el alma
de toda teología,99 y el conocimiento de la Escritura es conocimiento de Cristo.100
Por tanto, el teólogo es ante todo un creyente y su investigación está ya puesta en
el horizonte de la revelación.
El acto con que Dios se revela a la humanidad y la economía de su designio de
salvación no son de suyo objeto demostrativo de su trabajo teológico, él acepta
esta verdad tal como se la ha transmitido la tradición eclesial. Esto es lo que
constituye el objeto de su fe. El teólogo, por tanto, no duda de los fundamentos de
su saber teológico ni establece ideas nuevas, su trabajo no es el de producir la
95
Múnera, Diapositivas No. 8.
DV, 19.
97
Múnera, Diapositivas No. 8.
98
Ibíd.
99
DV, 23-25.
100
DV, 25.
96
31
verdad, sino el de buscar la inteligibilidad de aquella verdad que él acepta y que
sabe que es tal por la fe.101
La Palabra de Dios, objeto de estudio del teólogo, le viene en la Iglesia y a través
de la Iglesia. La inteligibilidad de esta palabra, ya eclesialmente mediada, se
dedica primariamente a la comunidad creyente, para que sepa dar razón de su fe
(1 Pe 3,15). En este horizonte es donde se pone otra característica del teólogo: la
eclesialidad.102 Ésta no es solamente una disposición personal que el teólogo
tenga para con la comunidad creyente como bautizado, es ante todo una
connotación de la propia teología. El ministerio del teólogo se hace más visible
cuando, en virtud de su competencia, fruto de la investigación y del estudio
personal, enseña a los demás.
Pero al ser un ministerio en la Iglesia y de la Iglesia, que la relaciona de una
manera totalmente peculiar con la revelación, la enseñanza del teólogo nunca se
le da a título personal. En cuanto teólogo, es siempre una persona pública, ya que
expresa la inteligencia de la fe eclesial. El teólogo como sujeto epistémico necesita
claramente competencia y preparación científica, pero como sujeto eclesial se le
exige obediencia y fidelidad para su enseñanza, oral y escrita.103
La missio católica del teólogo, antes de ser un acto jurídico, es una señal de la
comunión eclesial que hace al teólogo responsable de su ministerio.104 Por
consiguiente, el teólogo tendrá que tender, como objetivo permanente, a pasar
constantemente de una intelligentia a una sapientia.105
101
Fisichella, Rino, La teologia del Giubileo, Non dire falsa testimonianza. Revista internacional de
teología y cultura Communio. No. 165, Mayo – Junio. Milano, Jaka Book, 1999, 64.
102
Ibíd, 69.
103
Ibíd, 70.
104
Muy en la línea de 1 Cor 4,1-2: “Que todo hombre nos considere de esta manera: como
servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, además se requiere de
los administradores que cada uno sea hallado fiel.”
105
Fisichella, 72.
32
3.1. Dei Verbum 23. Deberes de los exégetas y de los teólogos.106
La Palabra de Dios revelada no es una colección de verdades que una vez dadas
a conocer, haya que repetir de forma intelectual y pasiva. La DV, acentúa algunas
dimensiones olvidadas en torno a la identidad del teólogo en reflexiones
magisteriales anteriores.
Sin embargo, la Constitución Dei Verbum, deja bien asentado el género de verdad
que la Revelación contiene; se trata, fiel a lo afirmado en el Proemio, de una
verdad vital y salvadora, verdad de salvación: “La verdad profunda de Dios y de la
salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo”.107
Con esta clave hay que entender el problema de la inerrancia de la Escritura por
ejemplo, la verdad de la Escritura supone la realidad de los acontecimientos
históricos cuando estos tocan el misterio de la Salvación y por cuanto también
toca a los sujetos; de esto se sigue, desde el punto de vista de la historia, que
todas las particularidades contadas en la Biblia no son necesariamente y siempre
verdaderas, es decir, realmente sucedidas en la objetividad de los hechos. Pero
incluso en este caso, estas particularidades guardan su verdad, toda su
significación en el orden de la salvación.108
A esta configuración estructural de la Palabra de Dios escrita le corresponde un
estudio interpretativo adecuado, aquel que tenga en cuenta su especificidad; sobre
este particular los numerales 11 y 12 de DV son muy claros, y, la lógica del
proceder hermenéutico que ofrecen, absolutamente coherente. Si Dios, en la
persona del Espíritu, es quien inspiró a los autores sagrados, sin alterar para nada
sus capacidades, la redacción de los libros sagrados, para llegar a captar lo que Él
106
Los exégetas católicos y los demás teólogos han de trabajar en común esfuerzo y bajo la
vigilancia del Magisterio para investigar con medios oportunos la Escritura y para explicarla, de
modo que se multipliquen los ministros de la palabra capaces de ofrecer al pueblo de Dios el
alimento de la Escritura, que alumbre el entendimiento, confirme la voluntad, encienda el corazón
en amor a Dios. Dei Verbum No. 23a.
107
Ibíd, No. 2.
108
Botella, Vicente, El Vaticano II en el Reto Del Tercer Milenio: Hermenéutica y Teología.
Salamanca, San Sebastián, 1999, 180.
33
quiso decir a través de ellos, habrá que estudiar a fondo la humanidad del texto en
la que su Palabra se hizo y sigue siendo comprensible.109
La revelación que la Sagrada Escritura contiene y ofrece ha sido puesta por
escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. La Santa Madre Iglesia, fiel a
la fe de los Apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y del
Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en
cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo tienen a Dios como
autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia . En la composición de
los Libros sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de
todas sus facultades y talentos, de este modo obrando Dios en ellos y por
ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios
quería.110
Y luego, en el siguiente numeral afirma, en lo referente a cómo se debe interpretar
la Escritura:
Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano (6),
por lo tanto, el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso
comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores querían decir y
Dios quería dar a conocer con dichas palabras. Para descubrir la intención
del autor, hay que tener en cuenta, entre otras cosas, los géneros literarios.
Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de
diversa índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros
literarios. El intérprete indagará lo que el autor sagrado dice e intenta decir,
según su tiempo y cultura, por medio de los géneros literarios propios de su
época.111
109
Botella, 184.
DV, No. 11.
111
Ibíd, No. 12.
110
34
Esta actividad interpretativa, consistirá en recorrer la estructura encarnada de la
Palabra para encontrar en ella ese algo más que hace referencia a Dios, y que,
únicamente será vislumbrable desde una situación análoga.
La exégesis en manos de los teólogos, debe abrirse al vasto campo de las
ciencias literarias, históricas, sociológicas y lingüísticas para determinar el sentido
“más allá de la Escritura” o sea, el develamiento de la profundidad del texto, para
encontrar su verdad. Junto a esto, el No. 21 trata sobre la Escritura como norma
de fe: la predicación como anuncio de la fe, se ha de regir por esta norma. El No.
22 insiste en el tema, a propósito de la tarea de los teólogos y los exégetas: a
estos maestros se les exige la tarea de preparar a los ministros de la palabra, para
el servicio de los fieles cristianos.112
La Iglesia, esposa de la Palabra hecha carne, instruida por el Espíritu
Santo, procura comprender cada vez más profundamente la Escritura para
alimentar constantemente a sus hijos con la palabra de Dios; por eso
fomenta el estudio de los Padres de la Iglesia, orientales y occidentales, y el
estudio de la liturgia. Los exégetas católicos y los demás teólogos han de
trabajar en común esfuerzo y bajo la vigilancia del Magisterio para
investigar con medios oportunos la Escritura y para explicarla, de modo que
se multipliquen los ministros de la palabra capaces de ofrecer al pueblo de
Dios el alimento de la Escritura, que alumbre el entendimiento, confirme la
voluntad, encienda el corazón en amor a Dios. El santo Sínodo anima a
todos los que estudian la Escritura a continuar con todo empeño, con
fuerzas redobladas, según el sentir de la Iglesia, el trabajo felizmente
comenzado. 113
Por tanto, se propone que tanto exégetas como teólogos, encargados de la labor
interpretativa de las Escrituras, y que bajo la vigilancia del Magisterio, puedan
112
Esta afirmación también aparece en Divino afflante Spiritu.
Pío XII, en la Encíclica Divino afflante Spiritu, del 30 septiembre 1943. Denzinger-Hünermann,
2292.
113
35
investigar con medios oportunos, los ya citados arriba, la Escritura y explicarla, de
modo que se multiplique los ministros de la palabra.114
El No. 24 es el más explicito, y habla de la predicación inmediatamente después
de hablar sobre la teología; Alonso Schökel115 se preguntará en su comentario a la
Dei Verbum: ¿podía haber comenzado por la predicación, subiendo después a la
teología? El No. 25 recomienda la lectura de la Biblia, sobre todo a los dedicados
por oficio al ministerio de la palabra, que es repetir lo que ya se ha afirmado en el
No. 22.
El común denominador es por tanto: el ministerio de la palabra, en sus
diversas formas como se verá en el No. 24, su preparación teológica No.
22, su enriquecimiento con la lectura No. 25, su norma y su alimento No.
21. 116
La terminología, está dándole preferencia a la fórmula “ministerio de la palabra”;
esta fórmula, afirma Schökel, liga toda la predicación de la Iglesia a la Palabra de
Dios, si bien de un modo genérico que en su momento será necesario
diferenciar.117
La Palabra de Dios, trasciende a todas sus manifestaciones humanas, afirma
Schökel, por tanto, no se puede identificar adecuadamente con la palabra bíblica,
porque se hace presente también en otras palabras humanas, concretamente en
la palabra de la Iglesia en cuanto animada por el Espíritu. Y el autor se pregunta:
La palabra de la Escritura, ¿la misma que la palabra viva de los apóstoles,
enviados a predicar? La palabra de la Iglesia hoy, ¿se identifica con la
palabra viva de los apóstoles? ¿Tiene que contentarse la Iglesia con repetir
114
Schökel, Alonso, Comentarios a la constitución Dei Verbum, sobre la Divina revelación. Madrid,
BAC, 1969, 750.
115
Ibíd, 751.
116
Ibíd, 752.
117
Ibíd, 753.
36
simplemente
la
palabra
Bíblica
y
la
palabra
de
los
apóstoles?
Evidentemente, no.118
A estos cuestionamientos, Schökel responde:
La predicación recibe de la Palabra de Dios sus dos cualidades
fundamentales: su verdad y su fuerza. Establecida la Escritura en la primera
generación de la Iglesia, la palabra escrita ejerce un dinamismo que le vine
del Espíritu: necesita difundirse, expansionarse, actualizarse; así ella
misma, desde dentro, engendra predicación y se hace presente en ella, con
su verdad y con su fuerza.119
Es decir, el ministerio de la palabra queda ligado horizontalmente a la palabra
bíblica, y por ella está ligado verticalmente a la acción del Espíritu; y no puede
suplantar la palabra inspirada ni prescindir de ella. Por eso la predicación, que
hace parte fundamental de ministerio de la palabra, debe volver siempre a toda la
Biblia, y en particular a la predicación bíblica, para encontrar allí sustancia y su
modelo.
Schökel, propone desde la comprensión ya expuesta, como el ministerio de la
palabra habla de una provocación a la Iglesia que lleve a la teoría y a la práctica la
labor en la predicación pastoral, en la catequesis, en toda instrucción cristiana y la
homilía:
[…] 21 Toda la predicación de la Iglesia se ha de alimentar y regir con la
Sagrada Escritura.
23 […] de modo que se multipliquen los ministros de la palabra capaces de
ofrecer al pueblo de Dios el alimento de la Escritura, que alumbre el
entendimiento, confirme la voluntad, encienda el corazón en amor de Dios.
24 El ministerio de la palabra, que incluye la predicación pastoral, la
catequesis, toda la instrucción cristiana y, en puesto privilegiado, la homilía,
118
119
Ibíd, 753.
Ibíd, 754.
37
recibe de la palabra de la Escritura alimento saludable y por ella da frutos
de santidad.
25 Todos los clérigos, especialmente los sacerdotes, diáconos y
catequistas, dedicados por oficio al ministerio de la palabra, han de leer y
estudiar asiduamente la Escritura para no volverse predicadores vacíos de
la palabra, que no la escuchan por dentro; y han de comunicar a sus fieles,
sobre todos en los actos litúrgicos, las riquezas de la palabra de Dios.120
Al parecer Schökel reconoce que no desea adentrarse en las discusiones de los
teólogos, dejando inconclusa su intervención, pero presentado la pregunta: ¿no
son también los teólogos ministros de la palabra?121
Ante esto, afirma la Dei Verbum que el Magisterio de la Iglesia realiza esta
función, y ejerce la función que le ha sido encomendada de interpretar
auténticamente la revelación.122 Se supone entonces, como es lógico, que el
Magisterio, al ejercer su "servicio a la palabra", se ciñe a los principios que el
mismo Magisterio ha dado a la Iglesia para prestar ese servicio. Es decir, que el
Magisterio es el primero en estar obligado a someterse a los principios por él
establecidos, muy particularmente a los que la Dei Verbum menciona. Es evidente
que el Magisterio está obligado a interpretar la Sagrada Escritura valiéndose de la
exégesis y de todos los instrumentos hermenéuticos necesarios propuestos por la
Dei Verbum, en el Concilio Vaticano II.123
Por su parte, la teología y sus representantes, deben ceñirse a la interpretación
autoritativa realizada por el Magisterio. Y es competencia de la teología recordar al
Magisterio su propia exigencia autoritativa de ceñirse a las disposiciones
establecidas en el Concilio Vaticano II sobre la interpretación de la Sagrada
Escritura.
120
Ibíd, 753.
Ibíd, 754.
122
DV, 10.
123
DV, 12.
121
38
Hasta aquí, entonces, se deben tener en cuenta los tres momentos descritos: el
primero, referido a la exégesis, como aquel ejercicio interpretativo que, en manos
de los teólogos, debe abrirse al vasto campo de las ciencias literarias, históricas,
sociológicas y lingüísticas para luego determinar el sentido “más allá de la
Escritura” o sea, el develamiento de la profundidad del texto, y llegar finalmente a
encontrar su verdad.
Le corresponde al teólogo, por tanto, un estudio interpretativo adecuado que le
permita en segundo lugar, tomar la Palabra Escrita, aquella que ejerce un
dinamismo que le viene del Espíritu, y que a su vez necesita ser difundida,
expandida y actualizada, para que ella misma, desde dentro, engendre
predicación, se haga presente con su verdad y con su fuerza dentro del ministerio
de la Palabra. No hay que olvidar, que es tarea de los intérpretes, acudir al
Magisterio de la Iglesia que ejerce la función que le ha sido encomendada, la de
interpretar auténticamente la Revelación, ciñéndose a los principios que el mismo
Magisterio ha dado a la Iglesia para prestar ese servicio.
3.2. Dei Verbum 24. Escritura y teología. 124
El No. 24 toca el tema de las relaciones entre Escritura y Teología, y dentro del
contexto más general de la disertación es una relación tan antigua como necesaria
que permite solo alcanzar una aproximación a tan impresionante historia.
La primera encíclica moderna sobre la cuestión Escritura y teología, es
Providentissimus, de León XIII, en 1893, que se pronunció en torno a los estudios
124
La Sagrada Teología se apoya, como en cimiento perdurable en la palabra escrita de Dios, al
mismo tiempo que en la Sagrada Tradición, y con ella se robustece firmemente y se rejuvenece de
continuo, investigando a la luz de la fe toda la verdad contenida en el misterio de Cristo. Las
Sagradas Escrituras contienen la palabra de Dios y, por ser inspiradas, son en verdad la palabra
de Dios; por consiguiente, el estudio de la Sagrada Escritura ha de ser como el alma de la Sagrada
Teología. Dei Verbum No. 24.
39
bíblicos con una actitud defensiva y apologética, características de este período de
la Iglesia.125
En los demás puntos deberá seguir la analogía de la fe y tomar como
norma suprema la doctrina católica tal como está decidida por la autoridad
de la Iglesia; porque, siendo el mismo Dios el autor de los libros santos y de
la doctrina que la Iglesia tiene en depósito, no puede suceder que proceda
de una legítima interpretación de aquéllos un sentido que discrepe en
alguna manera de ésta. De donde resulta que se debe rechazar como
insensata y falsa toda explicación que ponga a los autores sagrados en
contradicción entre sí o que sea opuesta a la enseñanza de la Iglesia.126
Se nota, ya una restricción al reducirlo a la autoridad de la Iglesia, no teniendo en
cuenta otros campos posibles y diversos. Una interpretación igualmente restrictiva
y pobre la encontramos en las dos citas de Santo Tomás: la primera, se refiere a
los principios de la ciencia teológica procedente de Dios inmediatamente por
medio de la revelación, donde queda claro que la Escritura es la fuente de la
teología. En cambio la segunda, por ejemplo, del modo de enseñar la sana
doctrina, trata de la teología de controversia, en la que se disputa con los herejes
mediante las autoridades de la Doctrina Sagrada, es poner de nuevo la ocupación
apologética como enseñanza teológica.127
En un segundo momento, Spiritus Paraclitus,128 comenta Federico Pastor en su
apreciación sobre la Dei Verbum:
La necesidad de buscar en la Escritura el alimento conveniente a la vida
espiritual. Y también, según lo pidan las circunstancias, - nótese la
restricción -, argumentos bíblicos con los que se ilustren, confirmen y
defiendan los dogmas de fe.129
125
Schökel, 736.
Providentissimus Deus No. 30. Denzinger-Hünermann, 1941.
127
Ibíd, 738.
128
Encíclica del Papa Benedicto XV, Roma, Septiembre 15 de 1920.
129
Schökel, 738.
126
40
En un tercer momento, la Divino Aflante Spiritu,130 nace en circunstancias menos
adversas, reconociendo que la Escritura ya no se considera como mera fuente de
argumentos, sino de doctrina teológica de fe y costumbres. Consecuentemente,
ayudará a proponer y confirmar los dogmas.131 Todo esto con el fin de que las
escuelas de teología, usen como sistema para exponer la doctrina al pueblo,
llevándolos a una vida santa y digna desde la proposición y la confirmación de los
dogmas.132
Y la encíclica dogmática Humani Generis, de Pio XII, recuerda la necesidad de
acudir a las fuentes de la revelación para evitar la especulación estéril y para
rejuvenecer las disciplinas sagradas. Expresión que se mantendrá en el Concilio
Vaticano II.133
Todos estos datos y otros que se mencionarán más adelante hacen parte de esta
realidad. Sin embargo, este panorama hace parte del esfuerzo de renovación que
tratará de impulsar el Concilio, con su deseo de adaptación al mundo moderno,
donde la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia, hace parte de la constitución;
es una actitud diferente, que abre las posibilidades a que sus fieles lean la Biblia,
que se nutran de ella.
Todo este proceso deja claro que el papel de la Biblia en el estudio de la teología
es fundamental; la Escritura hace de fuente y da firmeza a la teología. Sin
embargo, ¿estos son los únicos rasgos del quehacer teológico? ¿puede, según el
Concilio, atribuirse a la Escritura un papel de máxima importancia en la
investigación teológica? La Escritura como referente tiene como presupuesto, una
tradición en el Magisterio reciente con un énfasis renovador teológico, que ha
hecho desaparecer su situación restrictiva. Se han suprimido trabas precedentes,
que permiten insertar la frase alma de la teología en contextos universales.
130
Encíclica del Papa Pío XII, Sobre la promoción de los estudios bíblicos, conmemorando el 50th
aniversario de Providentissimus Deus. Roma 1943. Denzinger-Hünermann, 2183 – 2188.
131
Schökel, 739.
132
Ibíd, 739.
133
Ibíd, 740.
41
En cuanto al alma de la teología, es usada para designar el estudio de la Escritura
por parte de cada fiel, de modo que pueda conseguir esos frutos de renovación
que permita ahondar en toda la verdad contenida en el misterio de Cristo. En
Sacrosanctum Concilium,
134
sobre la liturgia, frente al misterio de Cristo, afirma
que la Escritura es uno de los caminos para exponer y ahondar en tal propósito.135
Toda teología ayuda indistintamente al conocimiento del misterio de
salvación escondido en Dios creador y Salvador (…) Sabemos que Cristo
es el centro de ese misterio, que se desarrolla en la historia salvífica. (…) Y
la palabra de Dios es básicamente bíblica.136
Sabiendo entonces que la Palabra de Dios es básicamente bíblica, los teólogos
deben reconocerla como principio vital, como realidad válida e inagotable. Se trata
de la fijación de la revelación de la Palabra hecha Carne. Esta revelación es el
objeto de toda la teología.
En el momento que se pierde en mera especulación humana, la exégesis
corre el riesgo y, de hecho, cae en él, a veces, la teología se convierte en
letra muerta, en bronce que suena vacío, por cuanto se trata de la
salvación.137
Beber de esta fuente, es un trabajo que debe hacer cada generación de creyentes,
que les permite acercarse a su razón de ser. Es una aproximación, que les permite
elaborar, desde la escucha de la Palabra, sus propias elaboraciones y
formulaciones adecuadas a su época, eso sí, teniendo en cuenta los logros
hechos por sus antecesores, y no deteniéndose en ellos, para evitar perder el
camino de evolución de la revelación, que se da en las nuevas comprensiones de
la fe.
134
Pablo VI, 4 de diciembre de 1963.http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_
council/documents/vat-ii_const_19631204_sacrosanctum-concilium_sp.html. Consultado el 24 de
septiembre de 2012.
135
SC, No. 16.
136
Schökel, 746.
137
Ibíd, 747.
42
Esta es la razón del rejuvenecimiento continuo que alcanza la teología en
su contacto directo con su fuente. Los diversos problemas surgidos en cada
tiempo obtienen una solución en la Palabra de Dios viva. Pues la Escritura
en la Iglesia no es un mero libro, sino una palabra actualizada en la liturgia
y entendida en la Tradición138
Siendo la Escritura centro de quehacer teológico, debe aportar a todas las
especializaciones que hacen parte de la teología, pasando desde la moral, hasta
la sistemática. Porque toda la historia de la teología, empezando desde el mismo
Pablo, pasando por los evangelistas, llegando a los padres, poseía un sistema de
unidad como lo presenta Schökel:
En una sola persona unían al obispo, teólogo, predicador y exégeta. Hoy
nos es precisa una especialización, pero con apertura esencial al conjunto
de la teología y de la vida cristiana.139
4. ELEMENTOS CONCLUSIVOS DE LA RELACIÓN ENTRE TEÓLOGOS Y
MAGISTERIO
Si bien se ha rastreado ya el estado de la cuestión, entre el Magisterio y la función
del teólogo, desde los momentos preliminares al Concilio Vaticano II hasta llegar al
mismo Concilio en la Constitución Dogmática Dei Verbum, es importante ir
dejando claros aquellos elementos destacables en la relación entre los teólogos y
el Magisterio de los Pastores en la etapa preconciliar y
a su vez Conciliar,
particularmente sobre el quehacer de los teólogos, la Doctrina como norma
suprema y la relación de la Iglesia y del teólogo con la Sagrada Escritura.
4.1.
Sobre el quehacer teológico de los teólogos.
El Concilio señala la continuidad que debe existir entre el quehacer teológico y el
seguimiento que acompaña la investigación de ejercicio teologal, referido a la
138
139
Ibíd, 748.
Ibíd.
43
permanente analogía que debe acontecer desde la razón a la luz de la fe, Divino
aflante Spiritu; así mismo, reconoce la necesidad de una teología que se esfuerce
en presentar de manera sistemática el contenido de la revelación bíblica,
particularmente en comentarios de contenido piadoso de las Sagradas Escrituras,
labor que debía abrazar cada teólogo, aceptando la sacra pagina y doctrina
christiana, como propuesta metodológica.140
4.2.
La Doctrina Católica como norma suprema.
Un segundo elemento, el tomar para la construcción teológica, como norma
suprema la Doctrina católica, que como se explicitó en el subtítulo sobre la tarea
de los teólogos y los exégetas, no puede suceder que se proceda hacia una
legítima interpretación que discrepe en alguna manera de la posición oficial. En el
Concilio Vaticano II esto se posibilitó, gracias a que las relaciones de los teólogos
y el Magisterio eclesiástico no poseen para ésta época, el nivel de conflicto que
existirá en la etapa posterior al Concilio Vaticano II. No así para el caso del
Concilio Vaticano I, pues en su mayoría eran obispos, quienes poseían voz y voto;
ellos fueron protagonistas en los debates y las formulaciones doctrinales, que
llevaron a escribir las nuevas comprensiones teológicas como base para el futuro
Concilio.141
4.3.
La Relación de la Iglesia Católica con la Sagrada Escritura.
El Concilio Vaticano II propuso que la Escritura fuese “el alma de la teología” (DV
24) abriendo la posibilidad de recurrir a la Escritura y a la Tradición de manera
distinta en el quehacer teológico. Esta comprensión se rescata de la implicación
de los teólogos en la construcción de los numerales 23 y 24 de la Dei Verbum, que
son aportes nuevos tanto en el campo doctrinal como en el metodológico.
140
Zamora, Pedro Pablo, Vaticano II, cambio de modelo teológico y su influjo en la revisión del
estatuto epistemológico. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, 2011, 201.
141
Ibíd, 127 y 159.
44
En primer lugar, la Escritura es cimiento perdurable no solo de la Iglesia sino de la
teología, que le permite solidez y consistencia; ese contacto permite que la
teología mantenga su viveza, actualidad e independencia.142
4.4.
Relación del Teólogo con la Sagrada Escritura.
A propósito de esta relación entre el teólogo y la Sagradas Escritura, ya propuesta
en el Concilio Vaticano II, es la que le permite al teólogo reconocer que su
construcción discursiva, no puede estar al margen de la Sagrada Escritura, sino
que debe acudir a ella, una y otra vez, para hundir sus raíces en la tierra fecunda
que alimenta e impulsa sus investigaciones.
Por tanto, los teólogos deben ser conscientes de que la teología actual exige de
ellos el ser buenos conocedores de las más recientes investigaciones teológicas,
y, a su vez, preocupados por estar al día en los hallazgos bíblicos. Sin embargo, la
Iglesia reconoce que para evitar las interpretaciones fundamentalistas, se deben
tener en cuenta los criterios que todo exégeta y todo teólogo debe atender cuando
se acerca a la Sagrada Escritura; criterios como la necesidad de una investigación
exegética seria, una crítica literaria e histórica, y, tener presentes, los principios de
una hermenéutica bíblica.143
142
143
Ibíd, 109
Ibíd, 114-115.
45
Capítulo II
COMPRENSIONES TEOLÓGICAS SOBRE EL TEÓLOGO
Una fundamentación teológica desde la reflexión de la Comisión Teológica
Internacional y la Congregación para la Doctrina de la Fe
El objetivo de este capítulo abarca las comprensiones alrededor del teólogo que
se dieron con el impulso del Vaticano II, y desde el punto de vista de los
contenidos, presenta las reflexiones que sobre la misión del teólogo se han
constituido,144 en torno al ejercicio de integración del Magisterio y la Teología.
Sin embargo, lo que se desea en este capítulo es analizar las comprensiones
sobre el rol del teólogo, que nacen a partir de los planteamientos dados en
documentos magisteriales, que surgieron posteriores al Concilio Vaticano I, y se
complementan con las afirmaciones sobre el tema en el Concilio Vaticano II, como
se explicitó en el capítulo anterior. Se establece entonces una fundamentación
teológica desde las reflexiones dadas por la Comisión Teológica Internacional y la
Congregación para la Doctrina de la Fe quienes velarán por estructurar y organizar
tales comprensiones, dadas en el Vaticano II, a la luz de la búsqueda de identidad
de los teólogos.
A la luz de lo comprendido en la Dei Verbum en el capítulo anterior, es necesario
presentar cómo la reflexión teológica contemporánea al Concilio Vaticano II, y
posterior a él, reelaboraron nuevas comprensiones sobre el rol del teólogo, y
analizar aquellas otra comprensiones nacidas en la etapa post- Conciliar que
abrieron más el espectro tipológico de la misión del teólogo.
144
Constitución Pastoral Gaudium et Spes Diciembre 7 de 1965, No. 44. 62.
http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_cons_19651207
_gaudium-et-spes_en.html, Consultada el 10 de Octubre de 2012.
46
1. NUEVAS LUCES PARA LA IDENTIDAD DEL TEÓLOGO EN LA ETAPA
POST–CONCILIAR
Es un factor que, en décadas posteriores al Concilio Vaticano II ocurridas luego de
que el Papa Pablo VI presentara en Julio de 1968 el documento Humane Vitae,145
promulgado
como
Encíclica,
trajo
consigo
un
sin
número
de
nuevas
preocupaciones en torno a la tarea de enseñar de la Iglesia, que a su vez generó
desacuerdo en un gran número de teólogos alrededor del mundo, y que de igual
manera movió a muchas Conferencias Episcopales a que centraran su atención
en una variedad de casos en torno a cuestiones como por ejemplo: la autoridad
del Magisterio ordinario del Papa, particularmente en la cuestión del a ley natural;
la cuestión en torno a la consulta entre el Romano Pontífice, los Obispos, los
teólogos, y los fieles en la formulación de la enseñanzas de la Iglesia; la
legitimidad y el derecho de disentir por parte de los teólogos y otros fieles; la
relación entre razonamiento teológico y los pronunciamientos magisteriales; la
responsabilidades eclesiales de los teólogos, entre otros.
De esa lista de singulares preocupaciones, sobre todo hoy se continúa la
discusión, en la cuestión acerca de la relación entre razonamiento teológico y los
pronunciamientos magisteriales, problema que quedó abierto al cierre del capítulo
primero y que continuará siendo desarrollado en este capítulo; sin embargo, se
debe entrar a problematizar la pregunta en torno a ¿cuáles son las posibles
responsabilidades eclesiales que los teólogos han de atender?
Esta última cuestión, ha tenido mucha más fuerza desde el Papado de Juan Pablo
II, pues en él se nota, de manera vigorosa, que se ejercitó en el magisterio papal
en su gran mayoría de apariciones, discursos, cartas, encíclicas, y en un gran
número de pronunciamientos durante toda su vida trató de solucionar tal
problemática. Y efectivamente, su papado también atestiguó un gran número de
intervenciones en torno al tema de la labor del teólogo; haciendo, sin embargo
145
Pablo VI, Carta encíclica Humanae Vitae, http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/encyclicals/
documents/hf_p-vi_enc_25071968_humanae-vitae_sp.html. Consultada el 10 de Octubre de 2012.
47
más énfasis en la relación que debe tener la investigación teológica con la
Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) y la labor regulatoria que realiza la
Comisión Teológica Internacional (CTI). El Magisterio, amparado en esta dos
instancias, ha buscado articular un rol eclesial para el teólogo dentro de la
concepción del Vaticano II (CV II) sobre todo en la nueva comprensión
eclesiológica que corresponde a la Iglesia como unidad orgánica o communio, o
sea, a la Iglesia como sujeto unitario vivificado por el Espíritu Santo, llamada
profundizar, anunciar y exponer fielmente a todos los hombres el así llamado
depositum fidei.146
Sin embargo, sobre las responsabilidad del teólogo, no fue solamente el Papa
Juan Pablo II, quien como se ha afirmado, ha hecho pronunciamientos a favor de
un posible enumeración de funciones del teólogo, quien empieza poco tiempo
pasado el Concilio Vaticano II; es el Papa Pablo VI, quien presentó un documento
clave en donde precisa la relación que debe existir con más fuerza entre el teólogo
y el Magisterio, todo esto consignado en discurso dado por Papa Pablo VI a los
participantes del Congreso Internacional de teología del Concilio.147 Este
documento presenta el interés de Pablo VI en articular un rol mediador de la
teología con el Magisterio y los fieles. 148
En efecto, la teología con la inteligencia iluminada por la fe, y a la luz del
Espíritu Santo, le pide al teólogo estar atento y dócil; él es responsable de
conocer y penetrar con más profundidad los contenidos de la Revelación,
todo con el fin de llamar la atención de la comunidad cristiana y
especialmente del propio Magisterio, sobre los frutos de su investigación;
porque a través de su enseñanza se convierte para todos los cristianos en
146
Código de Derecho Canónico No. 747.
Pablo VI, Libentissimo Sane Animo, de Octubre de 1966. http://www.vatican.va/holy_father/paul
_vi/speeches/1966/documents/hf_p-vi_spe_19661001_congresso-teologia_it.html Consultado el 10
de octubre de 2012.
148
Ibíd.
147
48
luz que permite luego trabajar juntos para difundir, ilustrar, justificar y
defender la verdad junto con la autoridad del Magisterio.149
Con ésta mirada, y estas iniciativas oficiales, también, han puesto controles
específicos, tales como el requerimiento de mandatum y missio canonica por un
lado, en donde la expresión: “mandatum” se ha acuñado como el nuevo término
técnico con el que se ha sustituido al precedente de missio canonica en el Código
de Derecho Canónico en el numeral 812, dice: “Quienes explican disciplinas
teológicas en cualquier instituto de estudios superiores deben tener mandato de la
autoridad eclesiástica competente.”
Y por otro lado, la Professio Fidei
150
-Profesión de Fe-, que al final adhiere a lo
siguiente:
Acepto y retengo firmemente, asimismo, todas y cada una de las cosas
sobre la doctrina de la fe y las costumbres propuestas por la Iglesia de
modo definitivo. Me adhiero, además, con religioso obsequio de voluntad y
entendimiento a las doctrinas enunciadas por el Romano Pontífice o por el
Colegio de los Obispos cuando ejercen el Magisterio auténtico, aunque no
tengan la intención de proclamarlas con un acto definitivo.151
Ambos, tanto missio, como professio fueron dados en 1989, por la Congregación
para la Doctrina de la Fe, por lo cual la Iglesia al parecer quiere institucionalizar el
rol eclesial del teólogo.152
En un desarrollo paralelo, también aparece la Comisión Teológica Internacional
(CTI) que ha debatido de manera permanente la cuestión sobre el rol eclesial del
teólogo. Esto ha llevado a que se presenten diferentes distinciones sobre tal
149
Ibíd.
El documento recoge tres cuestiones, la primera, la Nueva fórmula de la Profesión de Fe; la
segunda, el juramento de fidelidad al asumir un oficio que se ha de ejercer en nombre de la iglesia;
y por último, la Nota doctrinal ilustrativa de la fórmula conclusiva de la Profesión de Fe.
http://www.vatican/va/
roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_1998_professio-fidei_sp.html#
JURAMENTO_DE_FIDELIDAD. Consultado el 10 de Octubre de 2012.
151
Ibíd.
152
Ibíd, 179.
150
49
requerimiento en los últimos años y con mayor énfasis en el nuevo papado a cargo
de Benedicto XVI.153 Lo que se busca por tanto, es presentar aquellas
comprensiones elaboradas de un lado por la CDF y por otro lado por la CTI con el
fin de presentar cómo han organizado y estructurado sus afirmaciones doctrinales,
a la luz de la búsqueda de identidad de los teólogos.
1.1. La doctrina de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
La Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), originalmente llamada Sagrada
Congregación de la Romana y Universal Inquisición, fue fundada por Pablo III en
la Constitución Licet ab initio,154 para defender a la Iglesia de las herejías,
consiguientemente, de reprimir los delitos contra la fe, prohibir libros y nombrar
inquisidores en toda la Iglesia. Los Obispos que integraron tal Congregación
tuvieron con frecuencia potestad en otros asuntos, ya por su dificultad específica
ya por su singular importancia.155
Sin embargo, en 1908, por no estar adaptada ya a las circunstancias históricas la
denominación de Inquisición Romana y Universal, fue cambiada por san Pío X, en
la Constitución Sapienti Consilio, por la de Congregación del Santo Oficio.
156
El
último cambio de nombre fue asignado por Pablo VI de esta manera:
La hasta ahora llamada Sagrada Congregación del Santo Oficio, en
adelante, se denominará Congregación para la Doctrina de la Fe, cuya
misión es tutelar la doctrina de la fe y costumbres en todo el orbe
católico.157
153
Ibíd, 180.
Licet ab initio. Carta Aunque desde el inicio. Dada en 21 de julio 1542.
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_pro_14071997_s
p.html. Consultada el 10 de Octubre de 2012.
155
Pablo VI, Carta apostólica motu proprio Integrae Servandae. Roma, 7 de diciembre de 1965.
156
Muñoz, Luís Miguel, Principios eclesiológicos de Pastor Bonus. Roma, Pontificia Universidad
Gregoriana, 1999, 23.
157
Pablo VI, Carta apostólica.
154
50
En cuanto a la tarea de la Congregación, el Artículo 48 de la Constitución
Apostólica sobre la Curia Romana Pastor bonus, promulgada por el Beato Juan
Pablo II el 28 de junio de 1988, afirma:
La tarea propia de la Congregación para la Doctrina de la Fe es promover y
tutelar la doctrina de la fe y la moral en todo el mundo católico. Por esta
razón, todo aquello que, de alguna manera toca este tema, cae bajo su
competencia.158
La Congregación, de acuerdo con sus diversas competencias, posee tres
secciones distintas: la sección doctrinal, la disciplinar y la matrimonial; dispone
además, de un Colegio de Consultores. Todas las semanas, se celebran
reuniones en las que participan sus Oficiales y Consultores.159
La Congregación, en conformidad con su razón de ser, promueve colegialmente
encuentros e iniciativas para difundir la sólida doctrina y defender aquellos puntos
de la tradición cristiana que parecen estar en peligro, como consecuencia de
doctrinas nuevas no aceptables.160
Se da también una amplia colaboración con la Pontificia Comisión Bíblica y la
Comisión Teológica Internacional, ambas presididas por el Cardenal Prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe. En sus oficinas tiene su sede también la
Secretaría de la Comisión Interdicasterial para el Catecismo de la Iglesia Católica,
cuyo Presidente es el Cardenal Prefecto de la misma Congregación.161
Desde hace unos años, la Congregación, en colaboración con la Librería Editorial
Vaticana, publica sus documentos en la Colección Documenti e Studi. En esa
colección reposa por ejemplo la Instrucción Donum Veritatis sobre la vocación
eclesial del teólogo (IDV), que fue presentada por la Congregación para la
Doctrina de la Fe, el 24 de marzo de 1990, donde se define al teólogo como aquel
158
Muñoz, 23.
Anuario Pontificio 2012. Vaticano, Librería Vaticano. 2012. 230
160
Pablo VI, Integrae Servandae. http://www.vatican.va/holy_father/ paul_vi/motu_proprio/
documents/hf_p-vi_motu-proprio_19651207_integrae-servandae_sp.html. Consultado el 12 de
octubre de 2012.
161
Ibíd, Integrae Servandae.
159
51
llamado a intensificar su vida de fe y a unir siempre la investigación científica y la
oración.
Sin embargo, a tenor de lo ya expuesto es necesario no perder de vista las
afirmaciones dadas por el Concilio Vaticano II, que han venido iluminando a la CTI
y que a su vez propone las siguientes orientaciones generales sobre la actividad
de la Teología en la Iglesia:
Los que se dedican a las ciencias teológicas en los seminarios y
universidades, empéñense en colaborar con los hombres versados en las
otras materias, poniendo en común sus energías y puntos de vista. La
investigación teológica siga profundizando en la verdad revelada sin perder
contacto con su tiempo, a fin de facilitar a los hombres cultos en los
diversos ramos del saber un más pleno conocimiento de la fe.162
Y continúa afirmando, acerca de la colaboración de la formación de los ministros
sagrados:
[…] quienes podrán presentar a nuestros contemporáneos la doctrina de la
Iglesia acerca de Dios, del hombre y del mundo, de forma más adaptada al
hombre contemporáneo y a la vez más gustosamente aceptable por parte
de ellos. Más aún, es de desear que numerosos laicos reciban una buena
formación en las ciencias sagradas, y que no pocos de ellos se dediquen ex
professo a estos estudios y profundicen en ellos. Pero para que puedan
llevar a buen término su tarea debe reconocerse a los fieles, clérigos o
laicos, la justa libertad de investigación, de pensamiento y de hacer conocer
humilde y valerosamente su manera de ver en los campos que son de su
competencia.163
Por otra parte es necesario recordar, que Teología y Magisterio al parecer poseen
funciones distintas en la Iglesia, y que a su vez son irreductibles la una a la otra;
162
Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, Constitución Pastoral, Sobre la iglesia en el mundo
actual. Roma, 7 de diciembre de 1965. 62
163
Ibíd, 62.
52
por esta razón, el trabajo del teólogo no consiste en repetir lo que enseña el
Magisterio, pues si así fuera, la función teológica no existiría en la Iglesia.164
Sin embargo, el alcance que la Congregación para la Doctrina de la Fe presenta,
está fundamentado por los aportes de la Comisión Teológica Internacional, que
funciona bajo su jurisdicción. Así que, aquellos pronunciamientos dados por una
son también legitimados por la otra. Por eso, es de vital importancia, traer a
colación las concepciones teológicas que por ejemplo el Papa Juan Pablo II da en
su discurso a los profesores de Teología reunidos en el convento de los
capuchinos en Altötting permitió reconocer la irrenunciable autonomía de la
Teología:
El amor a la Iglesia concreta, que encierra en sí también la fidelidad al
testimonio de la fe y al Magisterio eclesial, no enajena al teólogo de su
tarea, ni resta a ésta nada de su irrenunciable autonomía. Magisterio y
Teología tienen distintas tareas que cumplir. Por eso, no puede ser reducida
la una a la otra. No obstante, ambas sirven a una sola totalidad.165
Y confirmó esta apreciación en su discurso a profesores y estudiantes
universitarios en la catedral de Colonia el 15 de noviembre de 1980:
La Iglesia desea una investigación teológica autónoma, distinta del
Magisterio eclesiástico, pero conscientemente comprometida con él en el
servicio común a la verdad de la fe y al Pueblo de Dios.166
Por otra parte, la Instrucción Donum Veritatis reconoce que la teología es una
verdadera ciencia:
A lo largo de los siglos la Teología se ha constituido progresivamente en un
verdadero y propio saber científico. Por consiguiente, es necesario que el
164
Múnera, Apuntes de Clase. Diapositiva No. 8.
Juan Pablo II, alocución del Santo Padre a los profesores de teología convento de los
Capuchinos
de
Altötting,
Martes
18
de
noviembre
de
1980.
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/1980/november/documents/hf_jp_ii_spe_1
9801118_professori-teologia_sp.html. Consultado 10 de Octubre de 2012. Alocución en Colonia
166
Ibíd.
165
53
teólogo esté atento a las exigencias epistemológicas de su disciplina, a los
requisitos de rigor crítico y por lo tanto, al control racional de cada una de
las etapas de su investigación.167
Muchas
veces
la
teología,
en
razón
de
su
obligación
de
interpretar
permanentemente la realidad en conformidad con los progresos científicos de su
momento, debe asumir proposiciones provenientes de la ciencia. Y esta ciencia
goza de autonomía propia, como lo recuerda el Papa en su discurso de Colonia:
Muchos ven el núcleo de estas preguntas en la relación existente entre la
Iglesia y la moderna ciencia de la naturaleza, sintiéndose todavía un tanto
molestos por los conocidos conflictos que surgieron al inmiscuirse la
autoridad eclesiástica en el proceso de los adelantos del saber científico. La
Iglesia lo recuerda y lo lamenta; hoy conocemos el error y los defectos de
aquel proceder. Podemos decir que tales conflictos han quedado superados
gracias a la fuerza convincente de la ciencia, gracias ante todo al trabajo de
una Teología científica que, liberada de ataduras históricas, intenta una
comprensión más profunda de la fe. 168
Esto quiere decir que ya no es posible proponer desde la religión verdades
científicas, sino que la ciencia, en razón de su autonomía, es la que debe
establecer sus propias verdades. Si tanto la religión como la ciencia se mantienen
dentro de sus propios límites y con plena honestidad presentan sus verdades, se
evitarán los conflictos entre estas dos instancias.169
En ejercicio de sus funciones, el teólogo presta su servicio a la comunidad
cristiana y actúa por encargo y en nombre de la misma comunidad. No actúa por
encargo y en nombre del Magisterio, si bien el oficio le es confiado por la autoridad
eclesiástica, por medio de la misión canónica o el mandato de enseñar. Esa se
167
Instrucción DV, No. 7.
Juan Pablo II, Alocución en Colonia.
169
Múnera, diapositiva No. 8.
168
54
convierte, entonces, en cierto sentido, en una participación de la labor del
Magisterio.170
Pero en la realización de su actividad, el teólogo sabe que ineludiblemente debe
presentar nuevas propuestas teológicas, aunque no puede ignorar que se trata
solamente de una oferta a la Iglesia. Oferta que será o no aceptada en la
comunidad eclesial, a medida que el Magisterio, ejerciendo su propia función, vaya
realizando el discernimiento que le compete. Así se expresa el Papa en el citado
discurso de la catedral de Colonia. 171
La Instrucción reconoce esta autonomía y la fe de la Iglesia como el lugar eclesial
donde se ejerce, recordando una vez más que Magisterio y Teología operan como
funciones diferentes en la Iglesia pero en estrecha colaboración y reciprocidad:
El Magisterio vivo de la Iglesia y la Teología, aun con funciones diversas,
tienen en definitiva el mismo fin: conservar al Pueblo de Dios en la verdad
que hace libres y hacer de él la luz de las naciones. Este servicio a la
comunidad eclesial pone en relación recíproca al teólogo con el Magisterio.
Este último enseña auténticamente la doctrina de los Apóstoles y, sacando
provecho del trabajo teológico, rechaza las objeciones y las deformaciones
de la fe, proponiendo además con la autoridad recibida de Jesucristo
nuevas profundizaciones, explicitaciones y aplicaciones de la doctrina
revelada. La Teología, en cambio, adquiere, de modo reflejo, una
comprensión siempre más profunda de la Palabra de Dios, contenida en la
Escritura y transmitida fielmente por la Tradición viva de la Iglesia bajo la
guía del Magisterio, se esfuerza por aclarar esta enseñanza de la
Revelación frente a las instancias de la razón, y en fin, le da una forma
orgánica y sistemática.172
Más aún, ratifica que una de las tareas del teólogo es ciertamente la de interpretar
correctamente los textos del Magisterio, y para ello dispone de reglas
170
Ins. DV, No. 22.
Juan Pablo II, Alocución en Colonia.
172
Ins. DV, No. 21.
171
55
hermenéuticas.173 Esto quiere decir que al teólogo corresponde explicar
sistemática y orgánicamente la doctrina, frente a las instancias de la razón;
frecuentemente tendrá que prestar también el servicio de interpretar los textos del
Magisterio para que sean mejor comprendidos por la mayoría del Pueblo de Dios,
que no posee los elementos indispensables para su correcta interpretación.174
Ahora bien, a pesar de la inequívoca declaración del Papa sobre la irrenunciable
autonomía del teólogo y sobre la investigación teológica autónoma, distinta del
Magisterio eclesiástico, es inevitable que surjan tensiones y conflictos entre estas
dos fundamentales funciones en la Iglesia. El Papa es consciente de ello, pero,
considera que el manejo del asunto se debe realizar en términos de conciliación a
partir del intento de ambas instancias de clarificar la verdad.175
No habrá que excluir que surjan tensiones e incluso conflictos. Tampoco
esto hay que excluirlo nunca de la relación entre Iglesia y ciencia. El
fundamento está en la limitación de nuestra razón, que en su campo tiene
los propios límites y que, por ello, está expuesta al error. Sin embargo,
siempre podemos tener la esperanza de una solución conciliadora si
construimos sobre la base de esa capacidad que posee la razón de tender
a la verdad.176
Por lo tanto, tensiones siempre existirán entre Magisterio y teología, sus posturas
son necesarias, diversas y complementarias, se debe llegar eso sí, a un ejercicio
dialéctico entre una y otra que permita el alcance de la verdad para el bien de la
Iglesia.
173
Ins. DV, No. 34.
Múnera, diapositiva No. 8.
175
Ibíd.
176
Juan Pablo II, Alocución en Colonia.
174
56
1.2.
La comprensión del teólogo en la Comisión Teológica Internacional.
En el primer sínodo de los obispos, posterior al Concilio Vaticano II,177 se hizo la
propuesta de crear una comisión de teólogos eminentes de distintas escuelas y de
distintas partes del mundo, con el fin de ofrecer asistencia efectiva a la Santa
Sede, y en particular a la Congregación para la Doctrina de la Fe, especialmente
en cuestiones doctrinales de gran importancia. Al mismo tiempo se sugirió que las
Conferencias Episcopales, después de consultar a las universidades y a las
facultades de teología, indicaran nombres de teólogos para formar parte de ella.
La intención de los miembros del Sínodo parecía clara: ofrecer un espectro de
posiciones teológicas más amplio que el que solía ofrecerse a las congregaciones
romanas, formado en su mayoría por teólogos residentes en Roma.178
En abril de 1969 el papa Pablo VI anunció la creación de la Comisión Teológica
Internacional (CTI), aprobando al mismo tiempo unos estatutos provisionales para
dicho organismo. La primera reunión tuvo lugar en octubre de 1969, repitiéndose a
partir de entonces todos los años.179 Desde el principio hubo tensión en las
relaciones entre la CTI y la Congregación para la Doctrina de la Fe. En 1974 la
CTI fue reestructurada. A partir de 1982, en lugar de una comisión consultiva de la
Santa Sede, que complementara o más bien contrarrestara la influencia exclusiva
de los teólogos normalmente consultados por la Congregación para la Doctrina de
la Fe, pasó a estar completamente subordinada a esta congregación.180
177
Al concluir el discurso inaugural de la última sesión del Concilio (14 de Septiembre de 1965), el
mismo Pablo VI hizo pública su intención de instituir el Sínodo de los Obispos. Al día siguiente (15
de septiembre de 1965), al inicio de la Congregación general conciliar número 1280, el entonces
obispo Péricle Felici, Secretario general del Concilio, anunció el Motu proprio Apostólica sollicitudo
con el cual venía oficialmente instituido el Sínodo de los Obispos. Papa Juan Pablo II, Aprobación
definitiva
de
los
estatutos
de
la
Comisión
Teológica
Internacional
1982,
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/
motu_proprio/documents/hf_jp-ii_motuproprio_06081982_tredecim-anni_sp.htm. Consultado el 10 de octubre de 2012.
178
Ibíd.
179
Šeper, Franjo Cardenal, Prefecto 1969 http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/
cfaith/cti_documents/ rc_cti_doc_19690712_ statuto-provvisorio_sp.html Consultado el 10 de
octubre de 2012.
180
Papa Juan Pablo II, Aprobación. No. 13.
57
Su presidente es el Cardenal Prefecto de la Congregación; sus miembros son
seleccionados por él y aprobados por el Papa. Sus documentos son sometidos al
Papa y sólo pueden ser publicados si la Santa Sede, en la práctica la
Congregación para la Doctrina de la Fe, no opone dificultades.
Los documentos de la CTI han sido editados en recopilación y son publicados en
distintas revistas de teología en el momento de su aparición. De cara a la intención
de esta investigación, son importantes estudios de la CTI sobre: Magisterio y
teología (1975) Teología, cristología, antropología (1981).
Quizá el momento culminante de su existencia, hasta ahora, fuera la redacción de
su último documento, Teología hoy: Perspectivas, principios y criterios181 que
busca trazar las líneas de trabajo para la teología actual. Por tanto, los siguientes
apartados buscan priorizar las cuestiones referentes a la labor del teólogo dejando
aún lado aquellas que, no siendo nombradas, no indican que pierdan importancia.
Ese extenso informe publicado por la Comisión Teológica Internacional examina el
papel de la teología y la importancia en la actualidad. La teología, después de
todo, no es la reserva de académicos profesionales sino que también tiene lugar
en la vida de las diócesis y en las parroquias; influye en las actividades pastorales
de todos los grupos, en las homilías, en la catequesis para adultos, la preparación
sacramental, entre otros; todos ellos son formados de manera importante por la
teología. Según la comisión, este es un papel positivo de la teología dentro de la
Iglesia católica, junto con los criterios que guían el trabajo de los teólogos. 182
Este documento fue elaborado con "respeto a todos los que persiguen la
investigación teológica y con un profundo sentido de la alegría y el privilegio de
una vocación teológica".183
La Comisión llama la atención sobre los tratamientos más profundos impartidos
durante este período de tiempo, posteriores al Concilio Vaticano II, a los antiguos
181
Comisión Teológica Internacional, la Teología hoy: perspectivas, principios y criterios.
Ibíd, No. 76c.
183
Ibíd, No. 43.
182
58
temas teológicos,184 debido a la renovación "en los estudios bíblicos, litúrgicos,
patrísticos y medievales".185 Otra razón de dicho informe, fue pensar en el tiempo
productivo para la teología que ha abierto "nuevos espacios para la reflexión"186,
tales como el diálogo ecuménico, interreligioso e intercultural. Estos, dice la
Comisión, son desarrollos fundamentalmente positivos.
Sin embargo, los autores del informe señalan que las décadas transcurridas desde
el Vaticano II fueron testigo de "una cierta fragmentación de la teología."187 Entrar
en diálogo con la familia humana desafía al campo de la teología a mantener "su
verdadera identidad",188 dice.
Un criterio de la teología católica es que debe estar en constante diálogo
con el mundo. Se espera que ayude a la Iglesia a leer los signos de los
tiempos iluminados por la luz que viene de la Revelación Divina, y sacar
provecho de ello en su vida y en la misión.189
Hoy el campo de la teología tiene la importante tarea de ayudar a "los fieles y el
Magisterio de ver la importancia de los acontecimientos, sucesos y tendencias en
la historia humana, y para discernir e interpretar las formas en que, a través de
ellos, el Espíritu puede estar hablando a la iglesia y al mundo." 190 De hecho, su
riqueza "da lugar a múltiples teologías"191 y demuestra cómo la Revelación es
"recibida de diversas maneras por los seres humanos"192, según el informe. Sin
embargo, en su diversidad "la teología está unida en su servicio a la verdad única
de Dios."193
184
Ibíd, No. 79.
Ibíd.
186
Ibíd, No. 1, 16, 77, 81.
187
Ibíd, No. 1, 5.
188
Ibíd, No. 1.
189
Ibíd, No. 58.
190
Ibíd, No. 53.
191
Ibíd, No. 75.
192
Ibíd, No. 77, 87.
193
Ibíd, No 74.
185
59
2. CARACTERÍSTICAS DEL MINISTERIO ACTUAL DEL TEÓLOGO EN LA
VIDA DE LA IGLESIA.
Por lo anterior, el informe de la Comisión Teológica Internacional ha recogido a lo
largo de sus intervenciones, las múltiples posibilidades que puede abarcar el
teólogo en su acción eclesial. Sin embargo estas, pueden ser agrupadas y
relacionadas entre sí de las siguiente manera. En primer lugar, el teólogo debe
mantener su fidelidad a las fuentes de la tradición de la Iglesia. En segundo
lugar, debe ejercitarse en una actualización creativa de la tradición; y por último,
debe poseer una espiritualidad que con afinidad a la Sabiduría Eclesial.
2.1. Fidelidad a las fuentes de la tradición de la Iglesia.194
El teólogo debe reconocer la primacía de la Palabra de Dios, Dios habla de
muchas maneras y diferentes; debe tener, fidelidad a la tradición apostólica que
es un criterio de la teología católica. Implica el estudio de la Sagrada Escritura, la
liturgia y los escritos de los Padres y Doctores de la iglesia, y la atención a la
enseñanza del Magisterio. También, debe prestar atención al "sensus fidelium"
que es un criterio para la teología católica, esforzándose por descubrir y expresar
con precisión lo que los fieles católicos creen realmente. Por eso el teólogo
necesita la fe de la Iglesia como fuente, como contexto y como norma.
2.2. Actualización creativa de la Tradición.195
La teología como ciencia de la fe, ayuda al teólogo al entendimiento de la fe: fides
quaerens intellectum. La teología tiene como objetivo comprender de una forma
racional y sistemática la verdad salvadora de Dios. Por esta razón, el teólogo debe
tratar de dar una presentación científica y racional que sirva de argumento para las
verdades de la fe cristiana. De igual manera, debe integrar en sus investigaciones
194
195
Ibíd. 9, 36, 32, 15.
Ibìd. 19, 73, 85, 24, 58, 44.
60
y métodos el proyecto unificado del intellectus fidei, e insistir en la unidad de la
verdad y por tanto en la unidad fundamental de la teología misma. Esto es, no
debe aislarse y debe abrirse al diálogo académico.
Por otro lado, ya que el teólogo hace parte de los ministerios de la palabra,
siguiendo a la Constitución Dei Verbum, por tanto hace parte también de toda la
predicación de la Iglesia, y parte de toda la religión cristiana; por tanto, se ha de
alimentar y regir con la Sagrada Escritura, y en esa relación no debe perder el
constante diálogo con el mundo. Finalmente los teólogos están llamados a
reconocer la competencia de los Obispos, y especialmente del colegio de los
obispos encabezados por el Papa, para dar una interpretación auténtica de la
Palabra de Dios de la mano de la Escritura y la tradición.
2.3. Espiritualidad de la Sabiduría Eclesial.196
Los teólogos deben tratar de estar siempre en comunión con la Iglesia; con un
espíritu de mutuo aprecio y apoyo, atentos tanto a las necesidades y los
comentarios de los fieles y, a la guía de los pastores de la Iglesia. El teólogo debe
buscar y deleitarse con la sabiduría de Dios, que es locura para el mundo (cf. 1
Cor 1:18-25, 1 Cor 2:6-16). La teología implica una lucha por la santidad y una
conciencia cada vez más profunda de la trascendencia del misterio de Dios.
3. COMPRENSIONES TEOLÓGICAS DEL PAPEL DEL TEÓLOGO EN LA
IGLESIA
En la literatura teológica se ha dedicado bastante atención a criticar la concepción
clásica del Magisterio, en la relación existente con los teólogos.197 Desde un punto
de vista positivo, una gran mayoría de estudiosos abrazan la fundación
escriturística que soporta que el Papa y los Obispos, sucesores de los Apóstoles
196
197
Ibíd. 50, 99.
Figueiredo, 55
61
en Cristo, posean el mandato de enseñar.198 Pero como bien lo afirma Figueiredo,
existen teólogos que argumentan que la Escritura no absolutiza que la elaboración
de las Enseñanzas de la Iglesia, reposen en la jerarquía solamente.
La absolutización inherente en la concepción clásica ha llevado a liderar
una división muy apretada entre la ecclesia docens y la ecclesia discens.
Hoy es necesario reconocer que existen otros que hacen parte de la
formulación de las enseñanzas de la Iglesia, especialmente a la luz de los
cambios culturales y los cambios eclesiológicos, reflejados en el Concilio
Vaticano II. 199
Esos otros teólogos, se alimentan del Concilio Vaticano II que provee, como se ha
visto, una respuesta a la concepción de la misión del teólogo y con más precisión
a un selecto grupo de documentos, como se ha querido presentar en esta
disertación, a la luz de la Constitución Dogmática Dei Verbum y sus numerales 23
y 24. No siendo suficiente esta aproximación, es necesario atender a los
pronunciamientos de la Congragación para la Doctrina de la Fe y la Comisión
Teológica internacional ya expuestos en el capítulo anterior.
Se necesita precisar con la ayuda de algunos teólogos las comprensiones
teológicas que acompañan la definición de la misión del teólogo, atendiendo ya, no
solo al ejercicio de exégesis en función de las Escrituras, lo cual es su labor
fundamental, sino también, a una exégesis a los documentos Eclesiales que logre
contribuir de manera positiva a la comunidad teológica, que desea definir su lugar
en medio de la Iglesia.
En cuanto a los documentos, Figueiredo, deja claro que a partir del Concilio
Vaticano II se da un paso enorme en la percepción eclesiológica de la Iglesia, y
que a su vez hace parte fundamental del cambio cultural que sufrirá la misma, lo
cual ha garantizado que el nuevo estilo de Iglesia se ilumine desde esta
perspectiva.200 Figueiredo propone un acercamiento detenido a las posturas de
198
Ibíd.
.Ibíd.
200
Ibíd.
199
62
tres autores representativos sobre el problema que se ha venido discutiendo en
esta monografía, y está referido a la misión del teólogo;201 estos autores son:
Francis Sullivan S.J., Cardenal Avery Dulles y Richard McCormick. Junto a estos
tres, es importante presentar en primer lugar, a Beniamino Stella, quien fuera
Nuncio Apostólico en Colombia, y que con motivo de los 70 años de la facultad de
teología se pronunció sobre el
ministerio actual del teólogo en la Vida de la
Iglesia, desde la perspectiva del Magisterio Eclesial ordenado.
3.1. Ministerio actual del teólogo en Beniamino Stella.
En una presentación singular a cargo de Monseñor Beniamino Stella, 202 con el
título: El ministerio del teólogo en la Iglesia,203 la misión del teólogo, es presentada
bajo el concepto de ministerio. Su exposición resalta, en primer lugar, la figura de
Natanael quien llega a Jesús gracias al testimonio del apóstol Felipe,
manifestando cómo, el primero, estaba ante todo en búsqueda de la Verdad.
Pienso, en efecto, que este matiz del llamado del Apóstol al seguimiento del
Señor corresponde a la vocación de quien busca la verdad, esto es, del
teólogo que tiene la misión especial de lograr, en comunión con el
Magisterio, una comprensión cada vez más profunda de la Palabra de Dios
comprendida en la Escritura inspirada y transmitida por la tradición viva de
la Iglesia.204
Continúa afirmando Stella, hablando de la labor del teólogo y su misión, al citar la
Congregación para la Doctrina de la Fe:
201
Ibíd.
Nacido en Pieve di Soglio, Diócesis de Treviso, en Italia, el 18 de agosto de 1941, fue ordenado
sacerdote el 19 de marzo de 1966, y consagrado obispo el 5 de septiembre de 1987. Su carrera
diplomática la ha desarrollado en el Congo y República Centroafricana. También fue delegado
apostólico en Chad. En 1993 fue nuncio apostólico en Cuba. Fue nombrado Nuncio Apostólico de
Colombia entre los años 1999 y 2007. Actualmente es presidente de la Academia Pontificia
Eclesiástica, una institución del Vaticano que tiene como fin formar a sacerdotes para cargos
diplomáticos.
203
Stella, 32.
204
Ibíd, 32.
202
63
La verdad se busca con paciencia y generosa dedicación. Hay que ser
honesto frente a ella; se debe quererla y buscarla con deseo para
encontrarla con gozo. Amar la verdad implica no servirse de ella, sino
servirla, esto es, no manipularla para que venga bien a los propios intereses
o conveniencias.205
Stella, reconoce el interés por la búsqueda de la verdad que debe poseer el
teólogo actual desde el seguimiento a Jesucristo. Al lado de esta postura, hacen
eco las palabras de Schillebeeckx.
Al teólogo, se le plantea la cuestión de la verdad (por molesta que resulte
para la “mentalidad moderna”). Respetando tanto la intención creyente y la
exigencia crítico-racional de nuestro ser humano, el teólogo advierte que,
sea cual fuere la intensidad de las experiencias de fe, así como las
identificaciones históricas de salvación y liberación humana, esas
experiencias son problemáticas y no pueden significar una imposición
obligatoria o vinculante para otros, mientras no se demuestre que, en tales
experiencias e identificaciones de la salvación surgidas en el seno de una
comunidad concreta de hombres, nos hallamos ante la realidad que los
hombres llamamos en nuestra historia Dios, creador de todo lo que existe y
existirá.206
De modo que, la búsqueda de la verdad ha llevado a que el teólogo, en reflexión
crítica, reconozca que existe un dato histórico ineludible, que hace parte
fundamental de su identidad y de su praxis profunda: la Revelación Plena de Dios
en Jesucristo.207
205
Ibíd, 29.
Schillebeeckx Edward, Jesús la historia de un viviente, Madrid, Trotta, 2002, 20.
207
Constitución Dogmática, Dei Verbum No. 2.
206
64
Nuestro tiempo presenta otro fenómeno con respecto a “Jesús de Nazaret”,
por más que no constituya una novedad absoluta, desde el punto de vista
histórico: no sólo son los hombres de las Iglesias quienes se interesan por
Jesús de Nazaret. Los evangelios narran lo que Jesús significó para un
grupo de hombres que más tarde se llamaron la ekklesía de Cristo. Los
escritos antiguos, de esa comunidad, recopilados en el Nuevo Testamento,
que fue leído, meditado y estudiado como su propio libro, siguen siendo hoy
para los que confiesan pertenecer al movimiento de Cristo una fuente de
reflexión crítica sobre su identidad y su praxis cristiana. 208
Por tanto, ambas posturas, tanto la de Stella como la de Schillebeeckx, presentan
sin equivocación que el sujeto en cuestión, el teólogo, realiza, en ejercicio de su
escrutinio intelectual, una reflexión crítica en búsqueda de la Verdad, a la luz del
acontecimiento de Revelación. Sin embargo, ¿es posible llegar a un consenso
entre el Magisterio y los teólogos? Stella rescata en palabras de Juan Pablo II, que
tal interrogante tiene solución: 209
El teólogo es una persona de fe, henchida de amor por Iglesia, persuadido
de que su misión de enseñar es un auténtico ministerio eclesial, y, por lo
mismo, fiel al Magisterio, que no es freno para la recta investigación, sino
garantía de verdad evangélica predicada por los apóstoles y transmitida sin
interrupción hasta nosotros.210
208
Schillebeeckx, 21.
En Palabras de Juan Pablo II: “La característica esencial de un gran teólogo es la humildad para
esta con la Iglesia, para aceptar sus debilidades y las propias, porque sólo Dios es totalmente
Santo. Nosotros, en cambio, siempre tenemos la necesidad de perdón.” Exhortación Apostólica
Post-Sinodal Pastores Dabo Vobis. No. 67b.
210
Stella, 30.
209
65
3.2. La doble funcionalidad del ministerio de la Palabra en Fr. Francis
Sullivan.
En la concepción de Sullivan sobre el rol de los teólogos y del Magisterio, afirma
que existe una relación común entre ambos y es que los dos están en función de
la Palabra de Dios. Sin embargo, sigue Sullivan, poseen una autoridad distinta.
Los Obispos tienen la autoridad de salvaguardar la pureza de la Palabra de Dios,
porque ellos están dotados con el mandato de enseñar del Evangelio en nombre
de Cristo. Los teólogos, por su parte, tienen la autoridad de buscar un
entendimiento profundo de la fe, gracias a su experiencia disciplinar. Desde este
punto de vista, el reconocimiento de la autoridad de uno y otro, determina el tipo
de relación que deben llevar, que a su vez es una fuente de tensión, entre misión
canónica y mandato y los límites de los disidentes.211
Con lo anterior, se rescata una cualidad propia de los teólogos, la de ayudar a
determinar los grados propios de autoridad, cuando el Papa y los obispos
enseñan. Es una tarea particular e importante, afirma el autor, puesto que ayuda a
determinar las definiciones dogmáticas del Magisterio y en el ejercicio de su
infalibilidad, por ejemplo, en el caso particular la ley natural.
Figueiredo reconoce en el pensamiento de Sullivan el considerar los signos que
permiten identificar enseñanzas infalibles, especialmente en el Magisterio
Universal Ordinario; uno de esos signos, que al parecer Sullivan reconoce que
tiene peso, es el carácter universal y constante consenso de los teólogos.212
Pero de las apreciaciones sobre el rol de los teólogos, que presenta Sullivan, es
importante reconocer tres. La primera, referida a la teología como fides quaerens
intellectum, puesto que los teólogos al igual que los obispos están a cargo de un
ministerio de la Palabra, dirigida a llevar a los creyentes a un mejor entendimiento
de la fe.213 En segundo lugar, la teología como carisma, donde Suvillan afirma que
el ministerio de los teólogos se deriva directamente de un don carismático del
211
Sullivan, Magisterium 217.
Figueiredo, 91.
213
Sullivan, Magisterium, 185.
212
66
Espíritu Santo, acota bastante bien con las enseñanzas del Concilio Vaticano II, la
cual afirma que el Espíritu Santo distribuye los carismas sobre sus fieles a todos
los niveles.214
En tercer lugar, la afirmación sobre esta comprensión de la tipología de los
teólogos, se encuentra en el Concilio Vaticano II Decreto: Apostolicam
Actuositatem, que declara que aquellos fieles creyentes que han recibido estos
carismas tienen el deber y el derecho de usarlos en la Iglesia y en el mundo, para
el bien de la humanidad y para la edificación de la Iglesia215; reconociendo ahora
sí, el ministerio del Teólogo como un carisma, el cual es dado por Espíritu Santo a
quien Él quiere. Entonces, la cuestión en torno a si es apropiado o no hablar de
que es este derecho carismáticamente conferido, se subsana que es un “derecho
Divino”.216
Se sigue entonces, que si la función del teólogo es la de un ministerio eclesial
genuino, conferido por un Derecho Divino por medio de la acción del Espíritu
Santo, el argumento de Sullivan plantea que la teología no necesita ser entendida
como derivada de la autoridad de enseñar en la Iglesia. Él cree que es un peligro
establecer, por medio de una base jurídica de una missio canonica o mandatum, la
tarea del teólogo, con el fin de abrir lazos de colaboración entre los teólogos y el
Magisterio. Para Sullivan, los teólogos poseen una clase específica de autoridad,
la cual es derivada de su competencia disciplinar, que puede ser confirmada por
una misión canónica o mandato y no derivada de ella.217
Ante estos signos, Sullivan propone, dos recomendaciones en relación a la labor
que deben cumplir los teólogos, basados en la cooperación corresponsable y la
asociación colegial.
214
LG. No. 12.
AA. No. 3
216
Sullivan, Magisterium 202.
217
Sullivan, The theologians ecclesial vocation, 59 – 60.
215
67
La primera, exige un diálogo efectivo entre magisterio y teólogos, que en todo
momento debe saber respetar las funciones específicas, tanto de unos como de
otros, en su ministerio común de la Palabra de Dios.218
La segunda, sugiere que debe existir una colaboración entre obispos y teólogos en
torno a cuestiones doctrinales que permita el establecimiento de estructuras y la
aceptación de unos y otros, como posibles líneas de acción que aseguren la
cooperación genuina para el bien de la Iglesia.219 Sullivan sugiere, que las
Conferencias Episcopales conformen comisiones teológicas locales que permitan
agrupar a teólogos de gran trayectoria dentro de la región, que ayuden a ser un
cuerpo consultivo sólido, y, a su vez, permita que en la preparación de
pronunciamientos doctrinales exista un aporte teológico científico.220
3.3. El Magisterio dual en el Cardenal Avery Dulles.
En el despertar del Concilio Vaticano II, se debe reconocer la tarea enorme del
Cardenal Avery Dulles,221 a propósito de tratar de concretar cuáles son los puntos
principales que definen el rol del teólogo. Su nombre está vinculado con la teoría
del magisterio dual, el cual implica que la Iglesia necesita dos clases de
profesores, el profesor oficial, cuya tarea es la de establecer la doctrina de la
Iglesia, y el teólogo, cuya función es la de investigar las cuestiones acerca de la fe
con las herramientas críticas de la disciplina.222
Para justificar su teoría, el Cardenal Dulles reconoce que existe una gran tradición
histórica y escriturística. En vista de su autoridad diferente, estas dos tradiciones
reconocen que no existe una misión canónica que obligue a los teólogos a
enseñar. Además, algunos han tenido la posibilidad de votar en los Concilios
218
Ibíd, 213 -214.
Ibíd.
220
Cf. Figueiredo. 90.
221
Dulles, The Magisterium and Authority. 37.
222
Ibíd, 118.
219
68
Eclesiales, y de su disentimiento, tanto público como privado, ha contribuido a la
búsqueda de la verdad.223
Sin embargo, esta concepción de Dulles ha cambiado, pues, posteriormente
afirma que no existe un “doble magisterio” en la Iglesia. La razón fundamental para
la revisión de su posición son los cambios eclesiales y la naturaleza secular y
relativista de la cultura contemporánea.224
El Cardenal Dulles, y su nueva concepción, reconoce que la función del Papa y los
Obispos es de simple jueces de la fe. La misión canónica, mientras no sea un
requisito para hacer teología, es un signo de confianza que un Obispo deposita en
algunos teólogos para representar la fe adecuadamente, sin olvidar que la
instancia fundamental de toda la enseñanza magisterial debe ser de total
aceptación. En el pensamiento tardío de Dulles, afirma Figueiredo, no hay lugar
para el disentimiento público, aunque el disentimiento privado propiamente
expresado puede contribuir al desarrollo de la doctrina. Figueiredo resume la
postura de Dulles,225 en siete momentos de desarrollo en torno a la labor del
teólogo.
En un primer momento, Dulles reconoce que la formulación del “doble magisterio”
insistía en que los teólogos dependían de los Obispos como la autoridad de la
Iglesia, para la formulación de las enseñanzas; en una postura posterior reconoce
que los teólogos dependen del magisterio para el total y confiable acceso al dato
de la revelación. Aunque Dulles siempre había afirmado que solo el Magisterio
oficial puede hacer juicios autoritativos en la Iglesia, él habla más claramente
sobre la posición subordinada de la teología basada en la misión y el carisma que
solo el Magisterio ha recibido para enseñar con la autoridad de Cristo. El sucesor
223
Ibíd.
Ibíd.
225
Los documentos que citará en su presentación son: Mysterium Ecclesiae, las Doce Tesis de la
Comisión Teológica Internacional y Don Ver. Dulles, “Magisterium and Theological Method” 297298.
224
69
de Pedro, y los obispos en comunión con él, son los únicos jueces de la doctrina.
226
En un segundo momento, sobre la misión de interpretar la verdad de la revelación,
Dulles deja claro cuáles son los límites de la libertad de los teólogos: los teólogos
deben ser dispensados para ser reexaminados.227 Pero, inclusive en cuestiones
no definitivas, los teólogos no pueden contradecir o generar conflictos con las
enseñanzas de la Iglesia sin razones serias. Dulles reconoce el derecho y la tarea
de los teólogos en hacer saber a sus colegas o a los obispos sobre las dificultades
de los tiempos actuales, la fuerza de los argumentos de soporte e inclusive el
contenido de las enseñanzas oficiales no son definitivos.228
La autoridad teológica es legitimada por la cualidad de la disciplina y sus
frutos en la vida de la Iglesia, y no por el establecimiento del interés de un
grupo autónomo.229
El tercer momento, Dulles afirma que el rol del disentimiento del teólogo ha
cambiado, ya que el teólogo que disiente, lo hace de alguna enseñanza particular
de la Iglesia, y no sobre toda la Iglesia. Sin embargo, su preocupación en la
búsqueda de la verdad, está en torno al problema sobre el disentimiento teológico
referenciado como “deseable y normal” en la Iglesia y en la sociedad civil, ya que
por un lado unos ven la acción con coraje al contradecir ciertas posturas; y otros,
que aceptándolas, consideran a los teólogos como cobardes.230
En un cuarto momento, en cuanto a la función del teólogo de identificar los
diferentes grados de enseñanza en la Iglesia, Dulles, ha llamado la atención sobre
los pronunciamientos falibles de la Iglesia, que de acuerdo con él, caben dentro de
esta categoría. Esto refleja la importancia que deben tener los teólogos en
226
Figueiredo, 130.
Ibíd.
228
Ibíd.
229
Dulles, Magisterium, 315.
230
Figueiredo, 131.
227
70
contribuir al desarrollo de la doctrina expresando dónde pueden existir
desacuerdos con tales enseñanzas.231
En el quinto momento, Dulles reconoce el rol hermenéutico de los teólogos que
deben buscar presentar verdades antiguas en el lenguaje y los conceptos
adaptados a las necesidades y las capacidades de su propia generación.232
Dulles, en un sexto momento, ha rechazado el requisito de una misión canónica
para los teólogos, sobre la base que genera un conflicto con el reconocimiento de
un magisterio teológico en la Iglesia. El autor también reconoce que la
secularización de la teología ha privado a los maestros oficiales de la “asistencia
confiada” en la transmisión de la fe y la investigación de nuevas preguntas
teológicas.233
Por último, la posición sobre el rol de los laicos como una fuente teológica en la
enseñanza de la Iglesia ha sido ya moderada. Dulles insiste sobre la necesidad de
la teología en consultar el sensus fidelium, ya que toda la Iglesia está animada por
el Espíritu Santo. Sin embargo, recuerda Figueiredo, que Dulles se mantiene en
afirmar que el sensus fidelium reconocido como fuente teologal nunca debe estar
separado de la guía de los pastores.234
3.4. Desarrollo e independencia de la teología, según Richard McCormick.
Para McCormick,235 la teología comienza cuando la gente reflexiona sobre la fe y
sus implicaciones en su comportamiento. Esta reflexión ocurre en diferentes
tiempos históricos, con diferentes circunstancias y necesidades, donde la teología
tiene un rol creativo e innovador con respecto a formulaciones doctrinales. La
tarea de distanciarse de las enseñanzas de la Iglesia, de las formulaciones del
231
Ibíd, 131.
Ibíd.
233
Ibíd, 133.
234
Ibíd, 134.
235
McCormick, Richard, S.J. The Teaching Role of the Magisterium and Theologians. New York.
Roman and LittleField Publishers, 1969, 170.
232
71
pasado y proponer nuevas interpretaciones más adecuadas a las circunstancias y
los signos de los tiempos es para el autor, unos de los roles más importantes de la
función del teólogo.
El teólogo está al servicio de la Iglesia. El ejerce su labor a plenitud, bien
sea por su obediencia acrítica o por su desafiante irrespeto; ninguna de
estas dos actitudes contribuye a la “purificación y el desarrollo del
entendimiento del legado de la Iglesia.236
Aunque McCormick no es un eclesiólogo, sino un teólogo moralista, él está
convencido que el camino para entender profundamente las marcas de la Iglesia
debe entenderse desde la moral.237 Junto a esto, da especial atención a los
teólogos, que afectan el modo como toda la teología, incluyendo la moral cristiana,
es concebida en la enseñanza de la Iglesia.
McCormick ve la función magisterial como un proceso pluridimensional en el cual
todos los miembros de la Iglesia tienen la responsabilidad en hacer su tarea de
preservar y profundizar en la fe, labor encomendada a toda ella.
El Magisterio, no es más ni menos que la enseñanza de la Iglesia (…) esta
Iglesia está compuesta por tres componentes bien diferenciados: el carisma
profético; el carisma pastoral y doctrinal de la jerarquía; y el carisma
científico de los teólogos.238
Esto indica que la interacción de estos varios carismas constituye la total función
de enseñar en la Iglesia, y su propia integración conlleva a un Magisterio
saludable, vigoroso y efectivo.239
En cuanto a la labor particular del teólogo, McCormick se distancia del modelo de
la visión reducida de los teólogos como un “segundo magisterio”.
236
Ibíd.
McCormick, Corrective vision, especialmente en el capítulo 1: Moral theology from 1940 to 1989.
An overview. Y en el capítulo 4: How my mind has changed. 46-54.
238
McCormick, usa la expresión carisma de bastantes ocasiones en su obra, siguiendo la
expresión de LG 12,2. Cf. Figueiredo. 136.
239
Ibid, 136.
237
72
A propósito, McCormick ve que es necesario, para el reconocimiento fundamental
de la labor del teólogo, que se den dos prerrequisitos para madurar la función
teológica. La primera, es la admisión de una competencia independiente para la
teología y otras disciplinas; y en segundo lugar, la admisión de la indispensable
competencia para la formación, la crítica y la defensa de los estamentos
magisteriales. 240
Esto no quiere decir que los teólogos impidan la labor proclamatoria de los
obispos. Ni quiere decir, que los teólogos se cierran ellos mismo del cuerpo
de creyentes o de la jerarquía. Al contrario, la teología necesita ser
reconocida como aquella que posee su propio propósito y herramientas en
la búsqueda de la verdad en la Iglesia. Cuando esta labor se respeta, la
enseñanza de la Iglesia no es formulada de una manera dictatorial desde
una eclesiología piramidal. Al contrario, es un ejercicio de propio respeto
para la necesidad de aprender, de consultar y, cuando es necesaria, de
corrección.241
McCormick reconoce que en la práctica a los teólogos no siempre se les han
permitido hacer su labor. Sin embargo, él reconoce tres desarrollos que han
permitido su independencia competente en el aprendizaje de la Iglesia y el
proceso de aprendizaje. El primero, muchos teólogos han sido llamados a
acompañar y a contribuir en la formulación de la enseñanzas de la Iglesia, siempre
escogidos en la línea de una posición predeterminada que termina siendo
propuesta. La segunda, es que existe una opinión significante teológica o un
consenso en contra de una enseñanza particular, lo que sugiere que la enseñanza
en cuestión, necesita más tiempo para madurar, y que ciertas doctrinas morales
en esta categoría, sin embargo, han sido promulgadas. Tercero, la crítica
presentada por los teólogos frente a las formulaciones oficiales ha sido siempre
considerada como un signo de arrogancia y deslealtad.242
240
Ibíd, 145.
Ibíd.
242
Cf. McCormick, Reflexions on the Literature 496.
241
73
Figueiredo, reconoce que McCormick, identifica claramente seis características
propias de la función del teólogo, siguiendo el modelo concéntrico de la Iglesia
dado en el Concilio Vaticano II. Primero, los teólogos deben presentar sus análisis
y conclusiones con un la debida modestia; cualquier posición que exista frente a
un tema debe siempre tener un soporte teológico. Segundo, los teólogos deben
poseer sensibilidad pastoral; McCormick quiere decir, que los teólogos deben
aceptar la necesidad del Magisterio para presentar de vez en cuando una posición
de autoridad, para el bien de la Iglesia, inclusive cuando la comunidad teológica
tiene dificultades con su formulación.
Tercero, los teólogos deben estar preparados para presentar de manera justa, por
lo menos, una posición con la cual ellos están en desacuerdo. Cuarto, mientras es
verdad que el Magisterio goza de la presunción de verdad, queda socavado
cuando existe un corto circuito u omite el proceso de discusión propio. Quinto, los
teólogos deben escribir, hablar y actuar siempre fomentando el respeto por el
Magisterio. Por último, los teólogos deben estar en capacidad de admitir errores.
Cuando todo lo anterior falla, las diferencias crean abismos y, por último,
desorden.243 En palabras de Figueiredo se resume la postura de McCormick de
esta manera:
McCormick considera a los teólogos como un componente esencial de la
mezcla de muchos corazones y mentes por medio del cual viene el anuncio
de la fe y sus implicaciones en nuestro tiempo. La teología es el “brazo
pensante” de la Iglesia, él dice, pero “que este brazo muere si es
desconectado.244
Para McCormick, el concepto de Magisterio presenta a toda la Iglesia como la
Maestra. El Papa, los Obispos, los teólogos y los laicos, en general, constituyen la
total función de enseñar. Esta percepción se da a la luz de una visión concéntrica
de la Iglesia, la cual ve la verdad leyendo desde un propio carisma de los fieles,
243
244
Figueiredo, 146.
McCormick, Reflexions on the Literature, 497.
74
por medio del carisma científico de los teólogos, para llegar al carisma pastoral y
doctrinal de los obispos.
4. EL TEÓLOGO COMO INTÉRPRETE DE LA REVELACIÓN
La reflexión llevada hasta ahora, precisa el panorama de fundamentación sobre
las propuestas que se han venido anotando en torno al redescubrimiento de la
misión del teólogo.
En el primer capítulo, referido a las comprensiones conciliares con el énfasis en
DV, la Iglesia se exige a ella misma, una interpretación de la Sagrada Escritura por
un lado, y por el otro, de los dogmas del Magisterio, en las mismas condiciones
para cada uno de sus miembros, tanto el Obispo como el teólogo; en este
horizonte de una vocación común a todos sus miembros, da a la interpretación su
lugar principal en el nuevo modelo sostenible de Iglesia comunión, insistiendo, que
la tarea no es patrimonio exclusivo de unos pocos sino que es vocación de todos.
Según esto, aquel que interpreta, para el caso particular el conglomerado de
teólogos, debe guiarse hoy, como se afirmaba en su momento, con las
herramientas que tiene a su disposición (DV 23) y que son un avance con
respecto a los del pasado. Igualmente habrá de reconocer, que una Tradición viva
permitirá en el futuro una mejor interpretación que la actual; de allí, que no hay
siempre una interpretación única y definitiva; tales interpretaciones, sean o de la
Escritura o de los Dogmas de la Iglesia, están llamadas a pasar por una
investigación exegética seria que esté sometida al juicio definitivo de la Iglesia.
El teólogo se dedica de manera progresiva a un estudio interpretativo permanente
de sus fuentes, de sus experiencias, de sus afirmaciones, que adecuado y
constituido por su disciplina fundante, le permite tomar la Palabra Escrita y los
pronunciamiento doctrinales como interlocutores constantes.
75
La teología se convierte entonces, en la interpretación del acto de vida
creyente a la luz de la línea de sentido abierta por la revelación, desde la
cual el creyente se apropia con autenticidad de la tradición religiosa en que
ha sido formado, amplía el horizonte de comprensión de su ser como
posibilidad, y asume la tarea de actualización del sentido y de realización de
sí mismo.245
5. EL QUEHACER TEOLÓGICO Y SUS RELACIONES: UNA CONCLUSIÓN
La teología ejerce un dinamismo que le viene del Espíritu como carisma, como
observa McCormick,
y que a su vez, necesita ser difundida, expandida y
actualizada; que desde dentro, como sugiere Sullivan, engendre predicación, se
haga presente con su verdad y con su fuerza, dentro del ministerio de la Palabra.
Sin embargo, lo que hace llamativo al Concilio Vaticano II, es la recuperación del
sensus fidei, referido al reintegro de aquellos teólogos que en la etapa preconciliar
había sido objeto de sospechas. Algunos de estos teólogos hacen parte de los
autores seleccionados para el desarrollo de esta investigación.
Así, rastreados ya los argumentos del debate entre el Magisterio y la teología, es
importante señalar los elementos esclarecedores que permiten valorar la relación
entre el quehacer teológico y el Magisterio, entre la Congregación para la Doctrina
de la Fe y los teólogos, entre la Comisión Teológica Internacional y la teología. A
partir de ello, se puede dilucidar la responsabilidad de los teólogos en el
entendimiento y formulación de la Fe cristiana, y la tipología del teólogo, desde los
autores referidos en el capítulo.
5.1. Relación entre la Congregación para la Doctrina de la Fe y los teólogos.
Sí para la reflexión posterior al Concilio Vaticano II, el Magisterio asume gran parte
de la tarea teológica, en compañía de de la CDF, y viceversa, sin embargo, al
245
Sánchez, Olvani. ¿Qué significa afirmar que Dios habla? Del acontecer de la revelación a la
elaboración de la teología. Bogotá, Bonaventuriana. 2007, 106.
76
Magisterio también le corresponde la tarea de distribuir y determinar el trabajo
teológico hasta en sus resultados y conclusiones.246
Con la ayuda de la CDF, el Magisterio promueve colegialmente encuentros e
iniciativas para difundir la sólida doctrina y defender aquellos puntos de la tradición
cristiana que parecen estar en peligro, como consecuencia de doctrinas nuevas no
aceptables; por otro lado, al teólogo se le exige, en razón de su función, mostrar
de qué manera una doctrina definida por la Iglesia se encuentra en las fuentes de
la revelación, en el mismo sentido que la Iglesia la ha definido. Por tanto, unos y
otros, obispos y teólogos, tienen la especial tarea de volver constantemente a las
fuentes de la Divina Revelación, para indicar de qué modo se halla explícita o
implícitamente, en las Sagradas Escrituras y en la Tradición, lo que por el
Magisterio vivo es enseñado.247
5.2. Comisión Teológica Internacional y la teología hoy.
Desde su creación, la función de la CTI, consiste en ayudar a la Santa Sede y
especialmente a la CDF, ha examinar cuestiones doctrinales de mayor
importancia, especialmente aquellas que presentan nuevos aspectos.248
Si Escritura y Tradición son importantes, la CTI, reconoce que un criterio de la
teología católica actual, es que ella, la teología, debe estar en constante diálogo
con el mundo. Por un lado se le pide al teólogo, que ayude a la Iglesia a leer los
signos de los tiempos iluminados por la luz que viene de la Revelación Divina,
cuestión ya abarcada en capítulo I, y, por otro lado, sacar provecho de ello en su
vida y en la misión que le es propia por vocación, cuestión ya presentada en el
capítulo II, que abarca las múltiples posibilidades que tiene el teólogo en su acción
eclesial.
246
Acta Apostolicae Sedis, No. 48 (1956) 362. http://www.vatican.va/archive/aas/index_sp.htm.
Consultado 13 de Marzo de 2013
247
AAS 42 (1950): 568.
248
AAS 61 (1969); 540 -541.
77
5.3. Responsabilidades de los teólogos en el entendimiento y formulación de la Fe
cristiana.
En la etapa post Conciliar, se ha hecho notar la preocupación del Magisterio
Eclesiástico por reconocer una justa libertad de investigación y enseñanza
teológica, siempre y cuando se mantengan tales afirmaciones dentro de los límites
de la Palabra de Dios, tal como se evidenció en grandes apartados del capítulo I y
II.
Sin embargo, en este caso concreto de la investigación, paralelo a las
comprensiones eclesiales se encuentran las comprensiones teológicas alternas de
varios teólogos, que han tratado de aproximarse a esa preocupación y buscan,
aún más, ratificar una de las tareas principales del teología, que es ciertamente la
de interpretar correctamente la revelación de Dios, teniendo como referentes
primarios los textos Sagrados y, de igual manera, los elaborados por el
Magisterio.249 Disponiendo en lo posible de reglas hermenéuticas, elementos
críticos de la historia y otras ciencias, para el ejercicio de su carisma como
ministro de la Palabra.
Con esta dinámica, se demanda, como última instancia, una fuerza propositiva
que lleve a la explicitación final de las relaciones de sentido que se han
encontrado en torno a los nuevos derroteros de la experiencia interpretativa, de la
cual debe gozar todo teólogo. Esta orientación, la de asumir como tarea
fundamental la interpretación, debe llevar a construir un discurso teológico, que
“no solamente interprete la realidad del creyente, sino que proyecte también otros
modelos operativos para transformarla y muestre, justo en la praxis, la validez de
su interpretación actualizadora”.250
249
COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, Interpretación de los dogmas, La conexión
estrecha de Escritura, Tradición y Comunión de la Iglesia, http://www.vatican.va/roman_
curia/congregations/cfaith/cti_documents/rc_cti_1989_interpretazione-dogmi_sp.html. Consultado
14 de diciembre de 2012.
250
Schillebeeckx, E. La interpretación de la fe, aportes para una teología hermenéutica y crítica.
Salamanca, Sígueme, 1973, 158.
78
5.4. Una tipología del teólogo.
La postura de los cuatro autores presentados en este capítulo genera una
dialéctica interesante sobre el lugar del Magisterio y el lugar de los teólogos en su
acción eclesial. Tal diálogo permite presentar de manera conclusiva los siguientes
elementos: el teólogo como persona de fe y persona intelectual; el teólogo como
buscador de la verdad; el teólogo como ministro intérprete y maestro de la fe; el
teólogo como colaborador incondicional del Magisterio.
El teólogo como persona de fe y persona intelectual
De manera unánime los autores expuestos, consideran que todo teólogo es un
creyente y a su vez en un hombre capacitado para generar un mejor
entendimiento de la fe. En cuanto a la capacidad que debe tener el teólogo para el
entendimiento de la fe, McCormick afirma que los teólogos deben ser competentes
en la manera como desarrollan sus análisis y sus conclusiones, sabiendo
mantener el respeto cuando se pronuncia a favor o en contra de una doctrina; pero
también debe saber admitir sus errores cuando se equivoca. Complementando
esto, Sullivan y Dulles concuerdan en afirmar que el mejor entendimiento de la fe,
es una tarea propia del teólogo, y que se hace necesario que en ese ejercicio de
entendimiento de la fe (en la fe) no pierda de vista el dato histórico fundamental
que Stella afirma es fundamental en toda labor teológica: Jesucristo es la Verdad.
El teólogo como buscador de la verdad
Si Jesucristo es la Verdad, Stella reconoce que la vocación del teólogo está bajo la
jurisdicción de esa Verdad; esa Verdad se alcanza en comunión con el Magisterio,
que permite una comprensión más acertada de la Verdad que no sea manipulable
por los propios intereses y conveniencias de un sujeto particular. Bien lo afirmaba
Sullivan al decir que un diálogo efectivo entre Magisterio y teología da como
resultado un acercamiento a la Verdad que permite por un lado, al Magisterio,
79
establecer con más objetividad las doctrinas eclesiales; y por otro, le permite al
teólogo investigar las cuestiones de la fe con las herramientas críticas propias
como bien lo afirmaba Dulles.
El teólogo como ministro, intérprete y maestro de la fe.
Stella y Sullivan saben que la acción del teólogo es ministerial, don que le exige al
poseer tal carisma, un deber y un derecho, al usarlo a favor de los creyentes; ya
que la comunidad de fe es la que le exige al teólogo interpretar desde la fe la
Verdad; y como bien lo afirma McCormick, el teólogo debe estar siempre en la
búsqueda de nuevas interpretaciones que estén atentas a los signos de los
tiempos.
Con estas características del teólogo, éste se va convirtiendo para la comunidad
de creyentes en un maestro de fe, que como bien lo afirma McCormick tiene la
tarea, al igual que el Magisterio, de preservar y profundizar en la fe; por su
supuesto el teólogo puede disentir en algunos aspectos de las formulaciones de
fe, pero ya no disiente de la Iglesia, porque sabe que las enseñanzas ya
formuladas son también un proceso en movimiento.
El Teólogo como colaborador incondicional del Magisterio
El sentimiento de independencia sobre la labor investigativa del teólogo se ve
como común denominador en los autores citados; cada uno sabe que la teología
posee por si misma un carácter fundamental: Dios se ha revelado. (DV No. 2). El
teólogo por tanto, en un acto libre y consciente opta desde la Palabra como lo
afirma Dei Verbum:
Cuando Dios revela hay que prestarle "la obediencia de la fe", por la que el
hombre se confía libre y totalmente a Dios prestando a Dios revelador el
homenaje del entendimiento y de la voluntad, y asintiendo voluntariamente
80
a la revelación hecha por El. Para profesar esta fe es necesaria la gracia de
Dios, que proviene y ayuda, con los auxilios internos del Espíritu Santo, el
cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da
"a todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad". Y para que la
inteligencia de la revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo
perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones.251
251
Dei Verbum No. 5.
81
Capítulo III
LA CENTRALIDAD DE LA REVELACIÓN EN LA LABOR DEL TEÓLOGO
Esta tercera parte de la disertación busca, después de haber analizado
teológicamente las concepciones sobre la función interpretativa del teólogo a la luz
de la Dei Verbum, y haber logrado, identificar, las comprensiones sobre el rol del
teólogo en la Iglesia en los planteamientos dados en documentos magisteriales y
con el esfuerzo de reflexión crítica en los autores citados, la necesidad de
proponer, un punto de partida fundacional y liberador que permita una nueva
comprensión sistemática de la misión del teólogo como intérprete de la
Revelación.
En tal sentido, el capítulo se desarrollará atendiendo de nuevo al tema de la
Revelación, ya explicitado en el primer capítulo, como premisa, confiado a toda la
Iglesia. Asumida esta proposición, se busca presentar al teólogo como intérprete
de la revelación, interprete de los dogmas y a su vez la de proclamador, con el fin
de comprender la afirmación: la fe, como puente de comunicación entre la teología
y Magisterio.
1. LA REVELACIÓN CONFIADA A TODA LA IGLESIA
La Dei Verbum, presenta la analogía del pueblo de Dios, en el Antiguo
Testamento, con la Iglesia en el Nuevo Testamento.252 Es un dinamismo propio de
la acción de Dios, que a su vez es una donación divina de verdad y gracia que
conforma a la comunidad eclesial.
Aquí entonces, se presenta claramente el binomio Revelación e Iglesia. La Iglesia
no puede existir sin la Revelación, ya que la revelación no puede transmitirse si no
es por la Iglesia. La Iglesia es presencia visible y actuación eficaz de la revelación
en el mundo, preparada por Dios en la antigua alianza, llevada a plenitud en Cristo
252
DV. No. 7.
82
con su Espíritu y destinada a continuarse hasta su plena consumación en la visión
gloriosa. 253
La Revelación, pues, ha sido entregada a la Iglesia para que, en el seno de esta
comunidad de salvación, el mensaje cristiano llegue a todos sus destinatarios en
este tiempo medio, desde la entronización del Jesús resucitado a la derecha del
Padre y su segunda venida al fin de los tiempos como Juez glorioso de la
humanidad entera.254
En palabras de Rahner:
La Iglesia es la comunidad legítimamente establecida en su constitución
social, en la que la revelación de Dios (como comunicación de sí mismo),
escatológicamente consumada en Cristo, permanece presente para el
mundo como realidad y verdad por la fe, esperanza y caridad.255
La Revelación entregada a la Iglesia y transmitida en la Iglesia, ha alcanzado,
como bien lo afirma DV su estadio escatológico y definitivo:
Con la venida de Cristo Dios, lleva a plenitud toda la revelación, […] ni hay
que esperar otra revelación pública antes de su gloriosa manifestación de
Jesucristo nuestro Señor. 256
Sin embargo, la tarea de transmitir este mensaje a la comunidad eclesial, es un
proceso vital que está sometido a la ley de los cambios y de las transformaciones
históricas en las que pernocta la Iglesia y sus miembros, especialmente para los
teólogos.257
253
Ibíd No. 8b.
Ibíd.
255
Rahner, Karl, Curso Fundamental sobre la fe. Introducción al concepto de cristianismo.
Barcelona, Herder, 1979, 67.
256
Dei Verbum No. 4.
257
Comisión Teológica Internacional. Theology today. No. 1.
254
83
Esa trasmisión la llama Journet, como asintótica, es decir, la ley de la fidelidad al
pasado para responder más conscientemente al imperativo del presente y abrirse
a las exigencias del futuro sin traicionar el pasado.258
De manera que la presencia de la Revelación en la comunidad creyente y su
transmisión viva a lo largo de su peregrinar histórico constituye la misión del
pueblo cristiano entero, unido a sus pastores.259 La DV en el No. 10, reconoce que
“El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido
encomendado únicamente al Magisterio de la Iglesia”.
Todo esto indica que el problema citado en los inicios de esta disertación todavía
no está resuelto, ni ha tenido la intención de hacerlo, en torno a quién tiene la
potestad de educar en la Iglesia. Sin embargo, como se ha visto en reflexiones
anteriores, y gracias a estas, esta parte final de este estudio propone considerar,
que toda la comunidad creyente está a cargo de la continuidad y la universalidad
de la Revelación.
Con la afirmación de la DV No. 10, la comunidad eclesial creyente es portadora de
la Revelación, se sigue, que ella misma es esencialmente profética, por tanto,
todos sus miembros comparten una función común; todos ellos están encargados
de perpetuar la Revelación en el tiempo, y que a su vez se pueden distinguir como
se ha visto en los números 23 y 24 unos ministerios de la palabra, que cumplen
una función específica dentro del entramado eclesial.
La transmisión de la revelación en el seno de la comunidad creyente está
sometida a lo que podríamos llamar ley de los vasos comunicantes en
aquello que los dos polos de la realidad eclesial, o sea, el Pueblo Cristiano
y magisterio jerárquico, dan y reciben, respectivamente.260
Esa misma vocación docente, necesita beber de una actitud crítica recíproca:
258
Schökel. 315.
DV, No. 10.
260
Schökel. 317.
259
84
El magisterio [de los pastores] controla que la teología perciba
efectivamente el sentido autentico de la revelación y corrige eventuales
reducciones y alteraciones. A su vez, la teología, de una parte, “verifica”
que las proposiciones del magisterio se encuentren en los textos de la
revelación y sean por tanto universalmente reconocibles. Y de otra parte,
dado que la proposición de la fe se halla en último término en función de la
misión de la Iglesia (es decir, de la evangelización), la teología verifica
también, bajo este respecto, su pertinencia y su oportunidad, ejerciendo una
función de estímulo.261
Por tanto, al Magisterio le corresponde custodiar el depósito de la fe, custodiar la
doctrina de la fe y custodiar la verdad revelada.
2. FUNCIONES PROPIAS DE LOS TEÓLOGOS EN LA TRANSMISIÓN DE LA
REVELACIÓN
Si la Sagrada escritura es la fuente primaria desde la cual el teólogo asume su
función interpretativa, es necesario reconoce que la Biblia es leída e interpretada
en diferentes contextos, en la cultura contemporánea. Existe un rango que va
desde la lectura individual de conocimientos generales hasta el colegio y las
universidades en sus cursos de literatura. Los individuos pueden leer la Biblia
como un documento clásico que una persona bien educada debe conocer; la
Biblia está incluida en currículos académicos como escritura antigua clásica que
ha ejercido una enorme influencia a través de la historia.262
Hayes, reconoce, que aunque el contenido exacto de la Biblia difiere en el
Judaísmo y varias Iglesias cristianas, es un texto sagrado tanto para los judíos
como para los cristianos, en especial para exégetas y teólogos. Desde entonces la
Biblia ocupa un lugar único de autoridad en ambas tradiciones, juega un papel
normativo en formar la vida y la fe.
261
262
Zamora, Pedro Pablo, 287 – 288.
Hayes, John H. Exegesis Biblical, Louisville, John Knox Press, 2007, 191, 206.
85
La Biblia ejercita su rol normativo en múltiples caminos, dependiendo del contexto
en el cual ella es usada; inclusive con la variedad de funciones. Sin embargo, el
uso de la Biblia dentro de las comunidades religiosas difiere de la forma como la
interpretación se hace en público, o a nivel general, o a nivel académico en una
universidad. Dentro de los estudios de la Biblia, la exégesis es empleada en todos
estos caminos en los cuales ella es leída y estudiada; sea que se use de manera
privada o pública, secular o religiosa, formal o informal, los lectores de la Biblia
hacen exegesis. Cabe señalar, que si bien la Biblia puede ser leída e interpretada
de muchas maneras,263 los lectores serios de la misma en cada modalidad
generalmente comparten un propósito común: alcanzar un entendimiento claro del
texto bíblico.
Sobre las múltiples posibilidades y funciones que pueden aparecer en el ejercicio
de transmisión de la Revelación en los teólogos, es necesario tener en cuenta
tres caminos, que basados en el uso de la Biblia, afianzan estas tareas: la de ser
interpretes de la Palabra, ser proclamadores de la Palabra,
y por último,
intérpretes de los Dogmas a la luz de la Palabra.
2.1. Función investigativa y científica del teólogo, como fruto de la
interpretación de las Escrituras.
La tarea de la teología, como disciplina especializada, es la de articular la fe de la
Iglesia y la fe del pueblo para cada una de las nuevas generaciones de creyentes;
por tanto, los teólogos profesionales, tanto académicos como ministeriales, tienen
esta tarea de manera sostenida como su soporte. Sin embargo, los teólogos
profesionales no son los únicos encargados de la reflexión teológica; laicos y
teólogos, sin acreditación académica, lo hacen también. Todo aquel que hace un
263
Pontificia Comisión Bíblica. (PCB) La interpretación de la Biblia en la Iglesia. No. 1, 3, 5, 7, 10.
Cfr. http://www.deiverbum2005. org/Interpretation/interpretation_s.pdf. Consultada el 14 de
diciembre de 2012.
86
consciente y concertado esfuerzo de reflexionar su fe y de manera organizada,
formar estas reflexiones, está haciendo teología.264
Mientras que el trabajo de los teólogos profesionales, usualmente profesores
trabajando en las dinámicas académicas y universitarias, tienen mucho en común
con las reflexiones teológicas de los ministros, rabinos, profesores de religión y
laicos, no hay que olvidar que el llamado del profesional en teología es particular;
esto, porque ellos están haciendo teología de tiempo completo, son responsables
en la formulación de una visión teológica actualizada para su generación. En su
trabajo teológico constructivo, ellos buscan relacionar la fe con cada aspecto de la
vida cotidiana.265 Y para ello, se requiere caminar por muchos senderos del
conocimiento en la medida que ellos desarrollan su sistema teológico.
Los teólogos reflejan, sobre las múltiples dimensiones de la fe, varios modos de
reflexión teológica, los cuales tienen como punto de partida su propia experiencia;
sin olvidar, que ellos trabajan en dos niveles: teórico y práctico. Por tanto, la labor
del teólogo involucra pensamiento abstracto y trabajo intelectual, desde donde
ellos construyen su sistema de pensamiento. Dentro del campo de la teología
sistemática están inmersos en los estudios teológicos, pues, típicamente los
teólogos sistemáticos construyen sus sistemas usando los tópicos ya estudiados,
temas propios de la teología sistemática, como la doctrina de Dios, teología en su
sentido más justo; naturaleza humana o antropología, doctrina de la salvación o
soteriología, doctrinas de Cristo o cristología, doctrinas sobre el Espíritu o
Pneumatología, y las comprensiones sobre el final de los tiempos o escatología.266
Existe también un campo de acción práctico de la teología sistemática, no
confundida ésta con la pastoral o las actividades administrativas de una parroquia
o lugar pastoral; inclusive, en aquellos que se focalizan en cuestiones teológicas y
dedican su tiempo desarrollando sistemas de pensamiento están interesados
usualmente en las implicaciones prácticas de su trabajo constructivo.
267
Ellos
264
DV, No. 12.
DV, No. 8, 21.
266
Parra, Alberto, S.J. Textos, Contextos y pretextos. Teología fundamental, Bogotá, PUJ, 2003. 271
267
Ibíd, 161 – 189.
265
87
pueden estar interesados, por ejemplo, en el problema del mal; y comúnmente se
apasionan por las formas que toma el mal en la vida moderna. Además, sus
escritos teológicos y enseñanzas buscan dirigirse a concretas manifestaciones del
mal en el mundo, y tratan de mitigarlo más no erradicarlo.
Trabajando en esta perspectiva bimodal, en otro aspecto, los teólogos están
trabajando con el pasado y el presente al mismo tiempo. Su punto de llegada
puede ser articular la fe de su propia generación, pero ellos se ayudan de trabajos
previos de otros teólogos. Desde que la teología se ha vuelto elemento central del
Judaísmo y el Cristianismo en la historia, los teólogos modernos miran
formulaciones anteriores para guiarse e inspirarse; en teólogos antiguos como
Agustín, Tomas de Aquino, quienes desarrollaron sus propios sistemas de
pensamiento, con especial aprecio por la labor histórica de los teólogos. Su campo
de estudio es la Historia de la doctrina o la historia del pensamiento cristiano o
judío.268
Sea que los teólogos se centren en el pasado o el presente, la interpretación de la
Sagrada Escritura figura de manera prominente en sus trabajos, como se anotó
anteriormente, pues, la Biblia es un documento fundacional del cristianismo y el
Judaísmo. En cada tradición, muchos otros escritos han sido reproducidos con
relación a la Biblia; estos contienen historias y tradiciones acerca de la Biblia o
enseñanzas que explican cómo la Biblia debe ser interpretada y vivida. Muchos de
estos escritos juegan un papel importante en la influencia de los roles de las
comunidades judías o cristianas, sin embargo, la Biblia se mantiene como el texto
nuclear alrededor del cual se hacen otras interpretaciones y escritos que han sido
desarrollados. Porque gracias a su rol único como texto inspirado, posee por sí
mismo una autoridad dentro de la comunidad que le sobrepasa a otros textos de
gran influencia.269
Ese lugar central que la Biblia juega en ambas confesiones, no puede ser ignorada
por ningún teólogo. Usualmente los testigos bíblicos, tales como los profetas en el
268
269
Ibíd, 229 – 251.
Ibíd, 73 -102.
88
Antiguo Testamento o los Evangelios y Cartas en el Nuevo Testamento, son de
gran importancia en el sistema teológico que los teólogos elaboran. Estos textos
son los primeros testigos de la fe para judíos y cristianos, son rol normativo que
juega en la conformación básica de creencias y comportamientos.270
Esta relación entre la Biblia y los teólogos hace que la exegesis bíblica sea
indispensable en el trabajo de la teología, pues, en la medida que hacen sus
trabajos teológicos, ellos caminan sobre la exégesis bíblica académica. Desde que
los estudios teológicos y los estudios bíblicos hacen parte de las especialidades
académicas, dentro del amplio campo de los estudios teológicos y religiosos, los
teólogos deben confiar en el trabajo de los especialistas bíblicos. Todo porque la
Biblia que ha sido figura central en la teología durante siglos, hace que los
teólogos de hoy deban también volverse exégetas. Muchos de ellos han recibido
educación especializada en el campo de los lenguajes bíblicos, sobre exégesis,
sobre historia, y sobre la misma teología, aunque no quiere decir esto que sean
especialistas bíblicos. Cuando los teólogos se apropian material de la Biblia en la
construcción de su sistema, ellos también emplean los métodos exegéticos que ya
se han discutido271.
En la antigüedad, los teólogos usaban bastante la Biblia como texto de fuente
argumentativa; ellos podían, por ejemplo, aducir pasajes bíblicos con alguna
especialidad teológica, como Dios, Cristo, el Santo Espíritu. Si, ellos podían citar
todos los textos de la Biblia soportando un punto de vista teológico, y traer tal o
cual problema particular, centro de la discusión teológica.
Algunos teólogos contemporáneos, continúan hoy realizando tal labor; pero
muchos nuevos teólogos, comprenden hoy el cambio de perspectiva acerca de la
Biblia que ha ocurrido en los últimos tres siglos. Es usualmente evidente,
reconocer hoy, los resultados del estudio histórico-crítico de la Biblia.272
270
Pontificia Comisión Bíblica, Interpretación de la Biblia en la Iglesia. http://www.vatican.va/ roman
_curia /congre gations/cfaith/pcb_documents/rc_con_cfaith_doc_19930415_interpretazione_it.html,
Consultada el 14 de diciembre de 2012.
271
Parra, Textos, Contextos y pretextos. Teología fundamental, 229 -251.
272
Pontifica Comisión Bíblica. Interpretación.
89
De igual manera, los textos de teólogos actuales, que típicamente incluyen la
Escritura como parte central de su trabajo, permiten que muchos exégetas
principiantes puedan beneficiarse de la lectura de sus escritos. Se puede hacer
exégesis de un pasaje bíblico para un curso de Biblia dentro de un seminario, y,
de igual manera, se puede descubrir la riqueza, iluminado también la discusión de
sus perícopas, con libros o artículos académicos de sistemática o teólogos
historiadores. Junto a los comentarios bíblicos, la teología sistemática es una
fuente valiosa para el estudio de este pasaje.
Es necesario entonces, realizar tales conexiones entre la labor bíblica exegética y
otros campos de la teología, en donde profesores y estudiantes tratan de discernir
cómo la Escritura debe informar el modo como se debe pensar acerca del mundo
y sus modos de vida.
Por tanto, cualquier pronunciamiento de parte del Teólogo, lo hace en ejercicio de
su labor investigativa, a la luz de la tradición de la Iglesia Universal, los hechos y
las palabras reveladas por Dios, consignadas en la Sagrada Escritura y
explicitadas por los padres y el Magisterio de la Iglesia católica.273
2.2. Función mediadora del teólogo entre la Revelación y la comunidad de fe.
Como se ha afirmado anteriormente, la tarea académica de interpretación bíblica
no es el único lugar donde se ejerce tal labor. La Biblia juega un papel central en
la predicación de los judíos en medio de sus sinagogas y en los cristianos en
medio de sus templos; por tanto, los predicadores deben también aprender a
hacer exégesis. En los libros sobre homilética, frecuentemente se distinguen los
datos entre exégesis y predicación. Esta es una distinción vital, la cual llama la
atención porque existen diferencias importantes en estas actividades. 274
273
Pablo VI, Ad Gentes, Decreto sobre la actividad misionera de la iglesia, 7 de diciembre de 1965.
22. http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decree _1965
1207_ad-gentes_sp.html. Consultado el 13 de Marzo de 2013.
274
Sálesman, Eliécer, Manual de predicadores y catequistas. Bogotá, ABC, 1990, 45.
90
Así términos como exégesis, interpretación, o inclusive hermenéutica, se usan de
manera intercambiada en las expresiones teológicas para la profundización
bíblica; sin embargo, cada una se realiza con diferentes métodos, tipos y
formas.275
Se puede distinguir entre la investigación exegética, recopilando información
acerca de un pasaje desde varias fuentes y el desarrollo de una interpretación a
modo de informe sobre un pasaje de la Escritura; por cuanto la interpretación es
un ejercicio intelectual diferente, que requiere del interesado, comenzar
haciéndose preguntas desde el nivel más básico, ¿qué quiere decir este texto?
¿se puede llevar a la gente a comprender el sentido pleno del Texto? ¿se puede
hacer un resumen teológico del mensaje de tanta importancia?276
En sentido contrario, en los comentarios bíblicos se pueden encontrar elementos
elaborados por los académicos honrando su exégesis, o sus análisis exegéticos a
razón de la información y los datos que ellos ya han acumulado acerca del estudio
de un texto. Allí, también aparece un segmento llamado reflexión teológica o
reflexión pastoral; los comentadores bíblicos muestran la interpretación de un
pasaje, junto con las implicaciones teológicas de su trabajo exegético.277
Sin embargo, esto no es suficiente en el camino de la exégesis a la proclamación
representa otro diferente movimiento intelectual. Preparar un sermón es diferente
que preparar una exégesis, la preparación de un sermón pasa momentáneamente
por el camino de la exégesis, y, sin ser tan exhaustivo como la presentación de
una perícopa en un curso de métodos exegéticos, aquí se está haciendo teología.
Es importante para el teólogo saber que una de las diferencias básicas entre estas
dos cuestiones, la homilética y la exégesis, es el auditorio. En el trabajo exegético,
sea para una presentación de un artículo, una monografía o una sustentación
doctoral, el auditorio está compuesto por exégetas o teólogos biblistas, o teólogos
sistemáticos, encargados de la interpretación en este nivel; en cuanto a preparar
275
Egger, Wilhelm, Lecturas del Nuevo Testamento. Navarra, Verbo Divino, 1990. 45- 60.
Cepedal, Tirso. Curso de Biblia, Proceso hermenéutico. Madrid, Verbo Divino, 2001, 25.
277
Ibíd.
276
91
una homilía, el teólogo podría cumplir con esa tarea, y aunque suene extraño, sus
presentaciones poseen también elementos reflexivos que ayudan a su auditorio a
reflexionar.
Porque una homilía propone un primer momento de comprensión en orden a
desarrollar una total comprensión del texto para beneficio personal. Inclusive
cuando se escribe un artículo sobre una perícopa para la universidad o un curso
en el seminario, característico de la labor teológica especializada en las áreas
hermenéuticas, es muy común escribir más para el beneficio propio que para el
beneficio del profesor. Se escribe para tener mayor profundidad y testimonio
escrito sobre la comprensión de la perícopa, su alcance histórico, literario,
teológico y pastoral.278
Un sermón, de manera contraria, tiene un auditorio diferente, la gente del templo o
de la sinagoga. Los predicadores, pueden preparar sus sermones en su estudio
privado, con comentarios bíblicos, libros sobre homilética, internet, todo en función
profundización en la comprensión del texto que se va a preparar, pensando en las
comunidades de creyentes a las que ellos están sirviendo; dentro de cada
predicador vive un teólogo. Inclusive existen casos en los que el sermón es
televisado para una audiencia mayor, o se transcribe para ser impreso. Sin
embargo, en este contexto litúrgico que ampara no solamente a la confesión
cristiana, aparecen las lecturas, los himnos, los salmos, las oraciones, los
comunicados y otras celebraciones, donde el mensaje central lo dan los
sermones, todo en función del ministerio de la Palabra circunscrito en la
Revelación.279
Dentro de este contexto, el predicador está hablando a otros; este hablar a otros le
exige una mínima preparación teológica espiritual, que permita alcanzar los fines
de su misión, ya que el sermón, está basado para el caso de la Iglesia católica, en
un leccionario, que ordena las lecturas diarias que acompañan los ritos propios de
278
279
Cepedal, 65.
Sálesman, 45.
92
su celebración y, que a su vez, permite una preparación oportuna y temprana del
texto antes del encuentro con su auditorio.280
Sin embargo, el sermón no se reduce a releer el texto durante la explicación o
parafrasear el texto bíblico. El rol principal y único del predicador está por encima
de leer el texto, es proclamar la Buena Nueva, para lo cual, el texto es primer
testigo. Por tanto, al predicar el sermón se hace un ejercicio diferente al realizar
una sustentación pública de un texto exegético; realizar la homilía requiere una
habilidad del predicador para manejar los movimientos exegéticos, que permitan
entrar y salir del texto en la medida que se desenvuelve el sermón. La predicación
es un acto único en donde ocurre un acto de comunicación, donde alguien, que se
ha preparado, esforzado y orado sobre el texto sagrado, presenta el mensaje del
texto a un grupo de escuchas, aquí llamado auditorio, de quien usualmente el
predicador conoce, puesto que tiene una relación al estar delegado a determinado
lugar para conocerles y enseñarles.281
El auditorio sabe distinguir la predicación de la exégesis, porque el auditorio está
compuesto por personas que viven cotidianamente en el mundo, conectados a su
familia, empleados y empleadores, clientes, compradores, amigos, en fin, muchas
personas. De igual manera, viven en diferentes contextos, casa, escuela, trabajo,
gimnasio, industria, universidades; ellos experimentan el mundo por medio de las
relaciones directas o mediadas por la televisión, la prensa, la internet, los
computadores, y otros caminos. Con sus propios contextos, los miembros de la
Asamblea asisten a la celebración, con el deseo de que el predicador sea capaz
de conectar el texto bíblico y su enseñanza con ellos y con su mundo.
Por eso, al pensar en la tarea del teólogo profesional, en el ejercicio de
predicación, se puede afirmar que, por un lado, el teólogo en el desarrollo de sus
potencialidades hermenéuticas, elabora sus comprensiones sobre el sensus
plenus de un texto especifico de su predilección, a favor de sus deseos propios de
investigación, llevando luego esas comprensiones a un diálogo interdisciplinar
280
281
Ibíd
Cepedal, Aspecto teológicos, 132 – 133.
93
donde encuentra su auditorio; por otro lado, aunque su labor no está inmersa
dentro de los ámbitos litúrgicos, sus escritos, ponencias, disertaciones, acaban
siendo referente fundamental a través de libros, comentarios bíblicos, reflexiones
bíblicas o pastorales para aquellos dedicados a la labor de la predicación a las
comunidades de fe que representan.
Por tanto, esa función mediadora que debe desarrollar el teólogo con la
comunidad de fe, posee dos características principales siguiendo a Zamora: por
un lado, confrontar la fe vivida por los creyentes con la Palabra de Dios y con la
tradición viva de la Iglesia católica; y por el otro, proponer soluciones a los
problemas que la fe de esos cristianos encuentran en su relación con la
experiencia, la historia y la reflexión humana.282
2.3. Funciones propias del Teólogo en consonancia con el Depósito de la Fe.
Si la Iglesia se ha identificado para sí como Madre y Maestra de la comunidad
creyente, ella misma se ha cimentado en la fe de los Apóstoles y su propia
interpretación acerca de la Revelación, a través de los dogmas. Todo dogma, es
un enunciado que se refiere a experiencias fundantes de la fe para ser reiteradas
una y otra vez; tal enunciado no pretende objetivar ni hipostasiar la experiencia
subjetiva de nadie, sino remitir dinámicamente a las experiencias y a los sentidos
propios de los horizontes de la revelación y la fe.283 Con esto se quiere afirmar
que:
Su punto de partida es la fe viva, práctica y operante por la caridad, fides
qua creditur, y que la finalidad próxima es la de explicitar simbólicamente
esa misma fe en una proposición categorial, fides quae creditur, y esto para
dinamizar, encauzar o dirigir la misma práctica de la fe.
Por eso, la Iglesia, como institución que proclama la Revelación en su Magisterio y
su estructura, debe establecer sus intereses, finalidades, métodos y realidades
282
283
Zamora, 295.
Parra, 252.
94
con las que está dispuesta a trabajar todo en función de incorporar un
conocimiento que toque la existencia del hombre, la transforme desde el binomio
fe y revelación.284
Para el caso de la teología, como aquella que busca estar en consonancia con el
Depósito de la fe, el Papa Juan Pablo II la considera con una función específica en
la Iglesia, distinta del Magisterio y dotada de una irrenunciable autonomía;
sabiendo que la teología, como ciencia, posee su propia epistemología, sus
propios métodos, su propio rigor crítico y su propio control racional, muchas veces
el teólogo tiene que asumir proposiciones provenientes de las ciencias a las que la
Iglesia reconoce su propia autonomía.285 Por tanto, es oficio del teólogo hacer
nuevas propuestas teológicas a la Iglesia; pero, como enseña en nombre de la
misma Iglesia, está sometido al discernimiento de sus proposiciones por parte del
Magisterio. Este discernimiento posee su propia reglamentación.
En este ejercicio, no se excluye que surjan tensiones y conflictos entre Magisterio
y Teología; para lo cual, es lógico que se busque dentro de la Iglesia una solución
conciliadora. Existe una reglamentación para buscar esta solución conciliadora, si
se trata de teólogos, profesores de Facultades Eclesiásticas.
De igual modo, aquí conviene una aclaración consecuencial: debido a la legítima
autonomía de las ciencias, cuando éstas enfrentan un difícil y complicado
problema y no logran todavía sobre él una clarificación final, ya no es posible tratar
de imponerles desde la religión alguna verdad científica, según lo enseña el
Concilio y lo recuerda Juan Pablo II.286
Por eso, los pronunciamientos del Magisterio ya no incluyen definiciones sobre
asuntos científicos sino que van más allá de lo científico, aunque a veces asumen
propuestas e hipótesis presentadas por las ciencias, es decir, de otro orden en la
lógica de lo religioso-teologal o religioso-moral. En este campo, el Magisterio tiene
la obligación de pronunciarse cuando hay un asunto que lo amerita, y a ese
284
Ibíd, 281 -282.
G.S No. 36.
286
Múnera, Diapositiva No. 8.
285
95
pronunciamiento los católicos y teólogos deben presentar su religioso obsequio de
entendimiento y voluntad, por supuesto en el sentido aclarado por el mismo
Magisterio.
Volviendo entonces a la problemática que se pronuncia en al ámbito de las
ciencias, implica que las ciencias, en razón de su autonomía, tienen que seguir
investigando esos problemas, a pesar de las intervenciones prudenciales del
Magisterio; y que los teólogos, en razón de su irrenunciable autonomía tienen,
también, la obligación de seguir en consonancia con las ciencias y de asumir sus
verdades cuando sean concluyentes o reconocer que todavía no lo son cuando la
discusión científica permanece.287
La estructuración de las ciencias en cuanto a campo o niveles del
conocimiento transformador del hombre y de su mundo, permite establecer
la esfera de la praxis y la esfera del conocimiento en el que es preciso situar
lo teológico pastoral […] la Revelación y la fe, principio primero, peculiar e
irrenunciable de la teología escapan en cuanto tales de los simples niveles
de lo científico y los reductos más o menos estrechos de una disciplina y de
una academia. […] La teología es apenas una tematización de un misterio
de buena voluntad de Dios en Jesucristo. […] Tales son los principios
propios e irrenunciables de la teología, intransferible a otro tipo de ciencia,
sobre los que funda su quehacer.288
En ese diálogo con las ciencias, la teología no puede perder su horizonte de
comprensión, sus intereses y finalidades, en la ardua tarea de captar y reflexionar
el acontecer de Dios en la historia y a través de la historia; interpretación hecha
por hombres y mujeres concretos para comunidades concretas, en el hoy de la
propia historia. Debe recordar siempre que su misión está enmarcada en el
horizonte de comprensión de la revelación de Dios y su promesa de salvación289;
por ello, en su diálogo con las demás ciencias la teología puede establecer
287
Ibíd.
Parra, 281 - 283.
289
Ibíd.
288
96
lenguajes y aportes a la solución de problemas concretos, que bien la podrían
ubicar entre las ciencias histórico-hermenéuticas.
Por eso, afirma Parra:
La teología no es una ciencia natural ni ciencia social. Su estatuto como
disciplina a partir de una praxis encuadra más convenientemente dentro de
las ciencias humanísticas históricas o hermenéuticas pero en íntima
relación y radical entronque con las praxis y los saberes liberadores propios
de las ciencias naturales, de las ciencias sociales y de las mismas ciencias
humanísticas o hermenéuticas.290
Por tanto, los teólogos tienen la obligación de atender al “sentido de la fe” poseído
por la Iglesia en el pasado y en el presente. La Palabra de Dios, en efecto, se
propaga de una manera vital a través de los tiempos en el “sentido común de la
fe”, del que está animado el pueblo de Dios en su totalidad y según el cual la
colectividad de los fieles, teniendo la unción que proviene del Santo, no puede
equivocarse en la fe (LG 12).291
3. LA CUESTIÓN DE LA LIBERTAD Y LA INTERPRETACIÓN EN EL
QUEHACER DEL TEÓLOGO
La contribución positiva que ha logrado hacer la teología y sus representantes, en
auxilio de las enseñanzas de la Iglesia, ha ido creciendo en reconocimiento a
razón de los documentos oficiales y los aportes de sus miembros con mayor
énfasis después del Concilio Vaticano II. Esto, gracias a los esfuerzos del
Magisterio Papal en distinguir la función específica de los teólogos y la del
Magisterio, sobre la base de su ministerio común, de un carisma y del cuidado de
todos en mantener el dato Revelado sin modificación.
290
291
Ibíd, 284 -285.
Zamora, 286.
97
Como se presentó en su momento, en el capítulo 1, las declaraciones del Papa
Pablo VI en la Encíclica Humane Vitae, dieron pie para que de manera pública las
fricciones entre algunos teólogos y la Congregación para la Doctrina de la Fe
mostraran sus inconformismos, gracias a que los nuevos retos teológicos, en su
indagación como ciencia, incidieron para que el Magisterio haya tenido que
empezar afrontar la argumentación de sus enseñanzas;
292
todo esto, causaría
para el mismo Magisterio, un retorno a una postura más restrictiva tanto en
contenido como en ejercicio argumentativo, también, en el uso de requerimientos
judiciales concernientes a la obediencia a la autoridad de enseñar en la Iglesia.293
Desde el punto de vista del Magisterio, la cuestión de la libertad en los
pronunciamientos de los teólogos, trae a colación cuestiones como la labor del
Magisterio, que ha de intervenir en orden a cumplir su función de salvaguardar la
fe, mientras que al mismo tiempo, no esté violando la libertad científica necesaria
para la investigación teológica.
Al lado de esto, el Magisterio asume e insiste en dos límites que deben respetar
los teólogos: el primero, es objeto especifico de la teología es el de investigar la fe;
el segundo, la tarea del Magisterio, como juez final en cuestiones de la fe y la
moral, de salvaguardar el depósito de la misma Fe.
Como se ha presentado en los capítulos I y II, el énfasis ha cambiado en cuanto a
estos dos límites citados. En el periodo preconciliar, el énfasis estaba dado a favor
de la función judicial del Magisterio, como se indicó en su momento; no quiere
decir esto, que atentara contra la libertad de hacer teología, sino más bien en
ampliar la perspectiva de la tarea del Magisterio por defender la fe.
En el recorrido hecho por el Vaticano II, se nota un cambio, en cuanto a la
comprensión teológica dado a la Palabra Dios y de cómo debe llegar esta Palabra
al hombre de hoy. El Concilio deja en firme que la teología no depende del
Magisterio; pero, en cuanto al contenido de las reflexiones sobre la Palabra de
292
293
Pablo VI, No. 24
Figueiredo, 378.
98
Dios, éste debe continuar juzgando si las reflexiones humanas sobre la Palabra de
Dios, son compatibles con la Fe.
Desde el punto de vista de los teólogos, la cuestión es cómo reconciliar la
autonomía del pensamiento y la libertad de pensamiento, en relación con la misión
y mandato dado, lo cual siempre ha sido un principio fundamental de la ciencia y la
cultura, sobre todo en los tiempos recientes, con la obligación de reconocer la
autoridad del Magisterio, el cual llega a propósito de su doctrina a un estado de
pensamiento teológico, como requisito de reconocimiento y sumisión. Para
muchos teólogos, esta cuestión está particularmente encauzada en los términos
de misión canónica o mandato, cuestión expuesta en el capítulo II.
Sin embargo, el teólogo es ante todo un creyente, que se supone confiesa la fe de
la Iglesia que representa, contenida en el credo, en los dogmas, en las
declaraciones;294 junto a esto, su trabajo tiene una dimensión eclesial porque
busca una mejor comprensión y aplicación del dato revelado a las nuevas
situaciones históricas en las que tienen que vivir en su fe los cristianos y cristianas
de hoy.
La misión canónica y el mandato.
Como se ha observado, el requisito de libertad para la misión canónica o mandato
ha sido una fuente de tensión en cuanto a la relación de Magisterio y teología,
como se comentó en los capítulos anteriores. Esta tensión aparece en las ya
nombradas concepciones teológicas sobre el Magisterio. En la concepción clásica,
los teólogos dependen totalmente de la autoridad de los obispos, quienes les dan
la licencia para enseñar, y, que de igual manera, participan en la tarea única de
enseñar en la línea de autoridad magisterial para enseñar.
Sullivan, Dulles, y McCormick, concuerdan en afirmar que, en este requisito de
misión canónica o mandato para todos los profesores de teología, puede parecer
que la función teológica es derivada del Magisterio. Si esto fuera verdad, haría que
294
Zamora, 228.
99
se perdiera la necesidad de independencia necesaria en la acción teológica, ya
que en la práctica, los resultados en las investigaciones teológicas son siempre
contingentes para el Magisterio.295
Las cuestiones que rodean las misión canónica y el mandato, son múltiples y
complejas, pues no solamente envuelven las cuestiones teológicas, sino otras que
tocan la historia, la ley canónica, y la cuestión sobre la normas morales. Algunas
de estas se han tratado dentro de los límites de cada capítulo, sin embargo, una
detallada investigación, sobrepasaría los límites de esta disertación.
En lo referente a la cuestión de la misión canónica o mandato, Figueiredo propone
dos reflexiones que son necesarias en torno a la labor del teólogo.296 La primera,
que el Magisterio nunca ha afirmado que los teólogos necesiten una misión
canónica para hacer teología. Al contrario, los pronunciamientos magisteriales
ubican la misión de la enseñanza de la fe en instituciones católicas.
En Deus Scientiarum Dominus, Pio XI busca las entradas y salidas de la misión
canónica para corregir la enseñanza;297 entre tanto, Pablo VI y el Beato Juan
Pablo II, insisten sobre la necesidad de una misión canónica en virtud del servicio
de los teólogos en la enseñanza de la verdad para la cual el Magisterio posee una
tarea específica.298 La Congregación para la Doctrina de la fe, en Donum Veritatis,
reúne la misión canónica a la participación y colaboración con la tarea del
Magisterio en defender y promover la pureza de la Fe. 299
A la luz de estos pronunciamientos, es necesario al parecer hacer una distinción
entre la enseñanza de la teología y el hacer la teología. Esto al parecer es la razón
por la cual, el Magisterio, nunca ha proclamado que la misión canónica es
requisito para hacer teología. Primero, parece evidente que el ser teólogo no
necesariamente implique ser docente; cualquier persona puede hacer teología
295
Figueiredo, 374.
Figueiredo, 374.
297
Pío XI, Constitución Apostólica, sobre las universidades y las facultades de los estudios
Eclesiásticos, 24 de mayo de 1931. http://mercaba.org/PIO%20XI/deus_scientiarum_dominus.htm.
Consultada el 14 de diciembre de 2012.
298
Figueiredo, 374.
299
Ibíd.
296
100
sobre la base de una decisión personal y con el uso de su inteligencia. En
segundo lugar, el Magisterio se ha pronunciado, en reiteradas ocasiones, acerca
de que en un teólogo de la Fe católica, su tarea no puede ser vista en los términos
de experiencia, aplicación y razonamientos.300
Al contrario, la teología es la ciencia de la Fe, desde que el teólogo recibe el objeto
de sus investigaciones por medio del testimonio, tradición, y proclamación de la
comunidad de creyentes, quienes profesan la fe. Cuando la teología no bebe de
esta fe, deja de ser teología, y, a su vez, no es teología Católica. En efecto, para
un teólogo católico, la práctica de la fe viene antes de la inteligencia301, porque así
sea un desarrollo fino de competencia académica, no puede compensar la pérdida
al no estar inmerso en una comunidad de fe. Por eso el Papa Pablo VI, afirmaba
que, la fe es más necesaria para un teólogo que el acumulado intelectual, porque
la teología, no es otra cosa, que un orden conceptual. Por tanto, un teólogo
católico no necesita tener una misión canónica para hacer teología, al estar
inmerso en la fe de la Iglesia, ya tiene en esa fe compartida su prerrequisito
indispensable.
Bien lo afirma Alberto Parra, al reconocer que existen dos caminos por los cuales
la teología y sus representantes, se dan a la tarea de producir teología, sea que
operen por mandato o misión: una la teología académica y, otra, es la teología
pastoral. Ambas vinculadas a las comunidades eclesiales han venido generado
conflictos entre ellas mismas.302
Es
necesario
avanzar
hacia
la
superación
de
los
dualismos,
tangencialidades, planos paralelos y separaciones entre la verdad y el
sentido, entre la teología y la pastoral, entre el clero sabio y el pueblo
ignorado, entre los clérigos ilustrados y los laicos desprovistos.303
300
Comisión Teológica Internacional. Teología hoy.
Cfr. Boff, Clodovis. Epistemología y método de la teología de la liberación. En Ellacuría, Ignacio
y Sobrino, Jon. Mysterium Liberationis. Tomo I. San Salvador, UCA, 1990, 79-113.
302
Parra, Alberto, S.J. Textos, Contextos y pretextos. Bogotá, PUJ. 2003. 45.
303
Ibíd.
301
101
Entonces formular la pregunta por lo propio de la teología, es asumir su condición
hermenéutica, más allá de los textos impresos, la interpretación de la acción
revelatoria de Dios; sin olvidar, que esta reflexión debe animar, iluminar y
acompañar el caminar de las comunidades creyentes a través de la pastoral. Por
ello:
Que toda genuina teología es pastoral y que toda auténtica pastoral es
hondamente teológica es consecuencia obvia de una teoría hermenéutica.
Que el texto de tradición no es recuperable en su verdad y en su sentido
sino desde el contexto de situación y con el pretexto de liberación es una
experiencia común en las prácticas teológicas y pastorales propias de
nuestro medio.304
4.
LA FE, PUNTO DE DIÁLOGO, ENTRE LOS TEÓLOGOS Y EL
MAGISTERIO
Sí la teología es la reflexión inteligente de la fe y el Magisterio tiene la tarea
específica de salvaguardar la transmisión fiel de la fe, resulta que estas
distinciones unidas tienen un mismo objeto común, la fe, que ubica a los teólogos
en una relación indispensable con el Papa y los Obispos. Si Dios ha tomado una
decisión definitiva, de encarnarse y revelarse305, la garantía de que la teología
permanezca fiel a este evento central de la revelación, es que beba de ésta
fuente, la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio, como bien se observó en
DV 10. Estas tres, constituyen las fuentes para la comprensión de la Revelación y
para la transmisión del evento salvífico dado en Cristo; y, esta fidelidad se debe
mantener en dos niveles, para que la fe provea los fundamentos para la relación
entre teología y Magisterio.
Un primer nivel es objetivo, los teólogos ofrecen al Magisterio una comprensión de
la fe encontrada en la Iglesia. Los teólogos también ayudan a mediar con la
304
305
Ibíd.
D.V. No. 2
102
comunidad de creyentes sobre los juicios de fe del Magisterio, como bien lo afirma
Zamora en su tesis:
En relación con el magisterio eclesiástico, los teólogos y las teólogas deben
(a) llevar a conocimiento de la comunidad cristiana y de los pastores de la
Iglesia los frutos de las propias investigaciones; (b) colaborar con diligencia
en ilustrar, justificar y difundir ampliamente la verdad, cuando con autoridad
es enseñada por el Magisterio de los pastores, y (c) dar a las enseñanzas
del magisterio eclesiástico “las justificaciones que muestran lo razonable de
la doctrina de fe”.306
Otro es el nivel subjetivo, la fe para el teólogo significa perder el egocentrismo o
visión particular, en orden a confiar la vida de uno a otros. Pretender una libertad
absoluta, sin límites ni condiciones, es un absurdo.307 El hecho de que sea un
saber de fe, no lo humilla en lo más mínimo desde el punto de vista científico, ya
que está dispuesto a mostrar que el saber crítico que procede de la fe es humano
y que por tanto pertenece a la estructura global del sujeto.
Su tarea, como científico, será la de indagar en los lenguajes y formas de
comunicación que permitan reconocer cómo el acontecimiento histórico Jesús de
Nazaret es, de forma definitiva e insuperable, la revelación del amor trinitario de
Dios. Esta verdad es la que tiene que destacar con toda su plenitud de sentido,
respetando la lógica de la revelación, para desempeñar esta tarea de teólogo en
plena libertad de investigación.
El resultado de estas investigaciones serán hipótesis teológicas o
teologegúmenos. Por tanto, no se pueden proponer ni presentar como si se
tratara de conclusiones indiscutibles. Siempre serán una “oferta” a toda la
Iglesia y deberán someterse al debate teológico para confirmar su grado de
306
307
Zamora, 295.
Ibíd, 228.
103
verdad. Es probable que muchas de estas investigaciones deban ser
corregidas, ampliadas o superadas por otras mejor logradas.308
Pero, se trata de una libertad, que conviene recordarlo, no le llega ni de la ciencia
ni de una concesión que se le haya hecho, sino que se arraiga en aquella
profunda verdad que es el acontecimiento de la revelación. La verdad os hará
libres (Jn 8,32) indica que, en la medida en que el teólogo sea plenamente fiel al
objeto de su investigación, será también un experto cabal en aquel objeto y, por
consiguiente, libre para poder comunicarlo en las diferentes formas del saber sin
poder traicionarlo. Así pues, el referente de la libertad del teólogo habrá de seguir
siendo la Palabra de Dios.
En consecuencia, un teólogo en ejercicio de su libertad, participa de las acciones
del Reino, por un lado, desde el camino recorrido en su ciencia y, por otro, es el
motor de la reflexión histórico-cultural, significados y en la fe, sentido, que
reorganiza la evangelización en su comunidad de vivencia, apostólica y de fe. 309
El seguimiento se constituye de estos dos caminos, ciencia y fe, desde la libertad,
a un sabor de genuinidad a la teología hecha desde, en y con la comunidad.310
En estas realidades trabaja el teólogo, toda su existencia está impregnada de la
historia de real de los hombres, que primero es vivida antes que escrita, en cuanto
que es manifestación de la presencia y de la acción reveladora de Dios, que se
debe leer siempre a la luz del Evangelio Eterno.311 El producto final que se busca
en medio de las tareas que se han definido al final de este capítulo, interprete de
la Revelación, interprete del dogma y proclamador, desde la libertad en el uso
continuo de la fe, debe llevar a un hacer.
El saber de la teología tendrá que verificarse y comprobarse en las
concreciones históricas del amor de Dios en el hambriento socorrido, en el
desnudo vestido, en el oprimido liberado, en el triste consolado, en el pobre
308
Ibíd, 229.
Andrés Vela, Jesús S.J. “Reflexiones de un teólogo "pastoralista" sobre la teología.” Theologica
Xaveriana, v.59 n.167, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, (enero-junio) 2009. 23.
310
Ibíd.
311
Parra, 284.
309
104
hecho heredero del Reino, poseedor de la tierra e hijo de Dios. Y es porque
en la tarde de la historia, como decía un profeta, no seremos juzgados
sobre el saber de la teología sino sobre el amor.312
5. SÍNTESIS Y CONCLUSIONES
Concluyendo ya la reflexión de la presente monografía, cabe volver sobre la
pregunta que orienta la misma, si las/los teólogas/os descuidan la tarea propia de
la hermenéutica teológica en medio del dinamismo de vida, se hizo necesario,
indagar sobre las cuestiones fundamentales sobre la función del teólogo, en varios
documentos eclesiales, aquellos pronunciamientos pertinentes, con el deseo de
redescubrir la misión del teóloga/o. Esta indagación permitió llegar a concluir
cuáles son los asuntos propios, en torno a su tarea como intérprete de la
Revelación en la perspectiva de la Constitución Dogmática Dei Verbum.
En razón de lo anterior, y gracias a la fuerza fundamental marcada por el objetivo
general, se pudo reconstruir la arquitectura de la labor del teólogo, que permitió
dibujar un trazo sobre los posibles caminos que se debían recorrer para afirmar,
la misión del teólogo como intérprete de la Revelación, permitiendo así ahondar en
esas comprensiones de la labor eclesial a la cual está llamado teólogo (a).
De la mano del Concilio Vaticano II, con especial atención en la Constitución
Dogmática Dei Verbum, en primer lugar fue necesario leer la historia como el
escenario donde acontece la acción de Dios en y desde la historia, y a su vez
cómo se revela en y a través de la acción humana, con las condiciones propias,313
que dio pie a reconocer las distintas instancias eclesiales, todas ellas, que sin
lugar a dudas, tienen un lugar importante en ayudar a esclarecer la auténtica
misión del teólogo (a).
312
313
Ibíd.
Peresson, 31
105
En este punto, quedaron varias afirmaciones claras sobre una primera función del
teólogo como intérprete que le permite abrirse al vasto campo de las ciencias
literarias, históricas, sociológicas y lingüísticas para luego determinar el sentido
más allá de la Escritura o sea, el develamiento de la profundidad del texto, y llegar
finalmente a encontrar su verdad.
En segundo lugar, el reconocimiento por parte del Concilio Vaticano II, y la Dei
Verbum, en la tarea que le corresponde al teólogo, en los desarrollos de un
estudio interpretativo adecuado, tanto de las Sagradas Escrituras como las
cuestiones del Dogma, que le permita difundir, expandir y actualizar en su
presente, y dentro del ejercicio del ministerio de la Palabra en función de la
Revelación, no perdiendo de vista la continuidad que debe existir entre el
quehacer teológico y el seguimiento que acompaña la investigación de ejercicio
teologal, referido a la permanente analogía que debe acontecer desde la razón a
la luz de la fe por un lado, y por el otro, el acompañamiento del Magisterio.
En tercer lugar, es el de tomar como norma suprema la Doctrina católica que,
como se explicitó en el subtítulo sobre la tarea de los teólogos y los exégetas, y
como norma próxima las Sagradas Escrituras, donde no puede suceder que se
proceda hacia una legítima interpretación que discrepe en alguna manera de la
posición oficial, y a propósito de este proceder, debe seguir las orientaciones
doctrinales de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y la Comisión Teológica
Internacional.
Con estas luces, el análisis crítico de la mano de las orientaciones doctrinales de
la Congregación para la Doctrina de la Fe, y la Comisión Teológica
Internacional,314 se presentó a los teólogos como los que ejercen su función, y en
compañía del Magisterio, de construir y reconstruir las comprensiones sobre la fe
de la comunidad a la que pertenecen y representan. Como par teológico, cada
uno, teólogo y Magisterio, tiene la posibilidad de llevar a debate al centro de la
Iglesia, las interpretaciones doctrinales que van naciendo en la reflexión exegética.
314
Ibíd, 31
106
Junto a lo anterior, siguiendo a Sullivan se considera que, el teólogo posee un
ministerio por derecho Divino que se entiende como carisma gracias al dinamismo
que le viene del Espíritu Santo, y por tanto, no queda circunscrito sobre un
organum institucional, o sea la teología derivada de la autoridad de la Iglesia, sino
como una capacidad dada por la divinidad que permite a los creyentes en todos
los niveles un mejor entendimiento de la fe.
Siguiendo estas fuerzas normativas de la Iglesia evidenciadas en los aportes tanto
de la Dei Verbum, la CDF, la CTI, y la libertad dada por derecho divino por la
fuerza del Espíritu, como base necesaria para que la relación de la teología y el
Magisterio den frutos.
Es necesario que el teólogo posea como intencionalidad última la transformación
liberadora de la historia en la que se ha originado su aporte interpretativo,315 en la
búsqueda de una renovación de la práctica creyente y de la comunidad cristiana
dentro de la sociedad para hacerla más lúcida, más coherente con las exigencias
del Evangelio y de la realidad, y más eficaz según los criterios del Proyecto de
Jesús y la lógica del Reino.316
En la Revelación, Dios auto manifestándose a sí mismo sin restricción, permite
que todo ser humano de respuesta desde la fe. Esta Revelación, acontece en el
actuar de los teólogos, y como se ha verificado, es el elemento constitutivo de la
acción eclesial; por eso al final de esta investigación, se proponen los puntos de
partida fundacional y liberadora, a su vez como punto de llegada de la
investigación, que permiten una nueva reinterpretación sobre la misión del teólogo
en la Iglesia.
Para ello se acudió a las varias interpretaciones que se recogen en tres apartados:
la interpretación de la Biblia, porque gracias a su vocación, ministerio y mandato,
posee por sí mismo la autoridad de desarrollar interpretaciones como ejercicio de
afianzamiento de la fe en la comunidad que representa; la proclamación, que
315
316
Peresson, 36
Ibíd, 36
107
presenta la necesitad enorme de que el teólogo en el desarrollo de sus
potencialidades hermenéutica siga elaborando sus comprensiones sobre sus
propios intereses investigativos, sin el temor de llevar luego esas comprensiones a
un diálogo interdisciplinar y a sus pares ministeriales que administran el
Magisterio, donde encuentra su auditorio.
De igual manera, a los teólogos que están inmersos en una sociedad pluralmente
estructurada y que hacen parte de una Iglesia que se configura diferenciadamente,
gracias al Concilio Vaticano II, les exige hoy al magisterio que cumplan su servicio
pastoral de una manera crecientemente argumentativa. En esta situación, la
herencia de la tradición de la fe, que a su vez hace de puente dialogal entre la
teología y el Magisterio, sólo puede trasmitirse fructuosamente, si ambos
poseedores de una responsabilidad pastoral y teológica, están dispuestos a un
trabajo común de orden argumentativo, especialmente en el campo previo a
definiciones dogmáticas del Magisterio. Por eso, ante las investigaciones
científicas y técnicas de los tiempos recientes que ha alcanzado la teología,
parece prudente evitar una toma de posiciones apresuradas, y fomentar, por el
contrario, decisiones matizadas y que indican un nuevo camino.
Finalmente, se ha hecho un ejercicio investigativo, que exigió una mirada obligada
a las comprensiones históricas que partiendo desde antes de la Dei Verbum,
pasando por ella y volviendo a ella, renovó las cuestiones sobre la identidad del
teólogo, consideradas, neutras, desinteresadas, y solucionadas; en cuestiones
que necesitan ser continuamente pensadas, a la luz de la Revelación y desde una
respuesta en la fe.
Asumido lo anterior, los teólogos hasta ahora están saliendo de sus categorías de
pasividad pura, neutra e irrelevante y están entrando a una dinámica diferente y
diferenciada en la labor a la cual, por vocación asumida o encontrada, se están
haciendo cargo de la historia de la salvación comprometiéndose con un camino
hermenéutico necesario, que sea capaz de maximizar la comprensión de la
hondura inagotable del misterio. Este es el presupuesto fundamental sobre el cual
108
se desarrollo esta investigación: que el teólogo está siempre redescubriendo su
misión, su rol, su tarea y sus responsabilidades, cuando logra comprender el
acontecer de la revelación, a través de su experiencia interpretada, y construye
orientaciones para la elaboración de la teología. El teólogo, por tanto, elabora su
interpretación desde el horizonte de la Revelación, y, desde esta perspectiva,
asume la dialéctica que se le presenta, entrando en diálogo desde la Fe, por un
lado, y con el Magisterio, por otro, ya que representan la interpretación oficial, sin
olvidar las otras interpretaciones creyentes y no creyentes.
109
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ANEXO
BIBLIOGRAFÍA COMENTADA
Este tema del debate entre el Magisterio y la teología, ha sido trabajado a fondo
por Anthony Figueiredo, quien en su tesis doctoral señala el problema relacional
existente entre el Magisterio y la Teología 317; Figueiredo reconoce que, a pesar de
que existen numerosos textos históricos, sistemáticos y canónicos relacionados
con el estudio en cuestión y la naturaleza de la enseñanza en la Iglesia, existen,
de igual manera, una gran número de artículos que han tratado de comprender
cómo debe funcionar esa relación. Continúa Figueiredo afirmando en su labor
investigativa, que la cuestión no se ha llevado a los niveles de profundidad
necesarios y que se hace urgente tratar de entablar una reflexión crítica en torno a
la pregunta: ¿qué colaboración deben tener entre sí, para el entendimiento y la
formulación de la Fe cristiana, el Magisterio y los teólogos? 318
317
318
Ibíd, 10.
Ibíd, 11.
114
De igual manera, Raúl Berzosa en su libro Hacer teología hoy, retos, perspectivas,
paradigmas, traza las posibles vías de reconocimiento de la labor del teólogo en la
Iglesia a partir del método y su estatuto epistemológico.
Junto a ellos, Francis Sullivan, en su libro Magisterium, the teaching authority in
the Catholic Church,319 da profundidad a la compresión de la labor del teólogo en
la Iglesia. Con Avery Dulles, en su libro titulado: Theology and Revelation, the
Magisterium and the Authority in the Church,320 se ofrece una presentación de su
teoría de “doble magisterio” en el artículo The two Magisteria. Sin embargo, Dulles
habla también del nacimiento de un “tercer magisterio” a cargo del laicado.
Aportes como los de Richard McCormick, especialmente desde la teología moral,
en su obra: Corrective vision, Exploration in moral theology,321 señala, convencido,
que el camino para entender profundamente las huellas de la Iglesia se debe
hacer en un ejercicio, tanto en el Magisterio como en la Teología, de entender la
moral.322 Sin embargo, McCormick da especial atención a los teólogos,
reconociendo que sus pronunciamientos afectan el modo como toda la teología,
incluyendo la moral cristiana, es concebida en la enseñanza de la Iglesia.
Junto a lo anterior, se puede desplazar la cuestión a la academia, así en el marco
de la conmemoración de los setenta años de vida de la Facultad de Teología de la
Pontificia Universidad Javeriana, cuya reflexión giró en torno al aporte de la
Facultad de Teología a la construcción del saber teológico en Colombia, como
palabra profética y de esperanza para la Iglesia y para el mundo, con el lema: “Dar
razón
de nuestra esperanza”323 se
presentaron
reflexiones, desafíos y
orientaciones acerca del ser y el quehacer de la Facultad de Teología en la vida
319
Sullivan, Francis, S.J. Magisterium, the teaching authority in the Catholic Church, New York:
Paulist, 1983, 150-151, 189.
320
Dulles, Avery, Theology and Revelation, the Magisterium and the Authority in the Church. New
York, G. Devine, 1970, 29 – 45.
321
McCormick, Richard, S.J. Corrective Vision. Moral Theology from 1940 to 1989. New York.
Roman and Little Field Publishers. 1982, 461 – 510.
322
Figueiredo 135, Cf. Corrective vision, especialmente en el capítulo 1: Moral theology from 1940
to 1989. An overview. Y en el capítulo 4: How my mind has changed. 46 – 54.
323
Stella, Beniamino, Congreso de Teología, Dar razón de nuestra esperanza: setenta años de la
Facultad de teología (1937 – 2007). El ministerio del teólogo en la Iglesia, Colección apuntes de
profesores. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana. 2007. 27 – 32.
115
de la Universidad324. Así mismo, propuestas para una teología de la esperanza en
medio del conflicto325; junto a esto, se abordó la pregunta sobre el lugar y el papel
de la teología en la pluralidad del mundo actual,
326
y, finalmente, algunos
testimonios sobre la experiencias de teólogos de dicha universidad y sus retos en
el desempeño de su labor teológica.327
La teología, como disciplina, se define por su estatuto epistemológico y por su
método. Pero la ciencia por la ciencia no es posible sin la valoración del sujeto que
produce el conocimiento, que para el caso es el teólogo. El teólogo no es teólogo
por ser clérigo, ni por ser funcionario de una institución, ya que la teología no es
conocimiento transitorio ni requisito de formación del seminario, sino cualificación
de un ejercicio profesional que tiene sentido desde la misión.328
Bien lo afirma Berzosa, al referirse al desde dónde se deben situar y partir la
teología y el teólogo, en torno a la pregunta sobre la misión del teólogo, su
identidad y vocación:
Desde la comunidad de fe (Angelini), el compromiso previo de lucha por la
liberación (Gutiérrez) o la búsqueda de la verdad y libertad de todo hombre
(instrucción vaticana 1990). El punto de partida condiciona el “estatuto
epistemológico mismo” de la teología.329
324
Congreso Teología, Reflexiones y orientaciones para una nueva época, Parte I, Expositores:
Germán Neira S.J., Gerardo Remolina, S.J., Gabriel Ignacio Rodríguez S.J., Mons. Beniamino
Stella; Mons. Pedro Rubiano; Víctor Martínez S.J. 9 -39.
325
Congreso Teología, Una teología de la Esperanza en situación de conflicto. Parte II,
Expositores: Silvestre Pongutá; Gustavo Baena, S.J., Juan Manuel Granados, S.J., Alberto Parra
S.J., Alberto Múnera, S.J., Francisco de Roux S.J., Eduardo Díaz. Pbro. 40 -105.
326
Congreso Teología, Teología en un mundo Plural, Parte III, Expositores: Consuelo Vélez, José
María Vigil, Héctor Eduardo Lugo OFM, Virginia R. Azcuy. 117 – 163.
327
Congreso Teología, Algunos testimonios de teólogos Javerianos, Parte IV, Expositores: Gabriel
izquierdo S.J., Isabel Corpas de Posada, Jorge Téllez Fuentes. 173 -193.
328
Berzosa, Raúl, Hacer teología hoy, retos, perspectivas, paradigmas, Madrid, San Pablo, 1994,
203 – 215.
329
Ibíd, 203.
116
Por eso se podría afirmar que la historia de la teología también es la historia de los
teólogos. Esta historia, sirve como referente para lograr extraer una posible
identidad de teólogos. Así, en el marco histórico de la teología del siglo XX,
Gibellini propone cuatro grandes momentos teológicos que pueden dar razón de la
evolución y crecimiento del teólogo hoy.330
El primero llamado dialéctica, como respuesta y ruptura con la teología liberal,
cuyo representante más cualificado sería K. Barth. Le sigue el giro antropológico,
que comprendería como principales instancias la teología existencial de R.
Bultmann, la teología hermenéutica de E. Fuchs y G. Ebeling; la teología de la
cultura de P. Tillich y la teología trascendental de K. Rahner, sin olvidar, la
nouvelle théologie, de línea católica francesa. En un tercer momento, la teología
política preparada por la teologías de la historia, de la secularización, de la
esperanza, que desembocarían en la teología de la liberación. Finalmente, la
teología ecuménica y planetaria, con la irrupción de las teologías del tercer mundo,
las teologías de género, las teologías ecuménicas y de las religiones. 331
En palabra de Berzosa, se propone:
De la crisis modernista a la teología del magisterio; de la teología del
magisterio a la teología de la revelación, pasando por la nouvelle théologie
y el giro antropológico; de la teología de la revelación a la teología de la
praxis; de la teología de la praxis a las teologías del genitivo; de las
teologías del genitivo a las de los terceros mundos y contextuales; y
finalmente, de la teología contextual a la teología diacrítica, ecuménica y de
diálogo interreligioso.332
330
Berzosa, 210.
Dulles, Avery, Revelation Theology, A history. Catholic Theology Since 191, New York, Seabury
Press, 1969, 171 -180.
332
Berzosa, 46.
331
117
Si esta afirmación última es válida, hoy más que nunca la teología y sus
representantes necesitan ahondar una reflexión auténtica que ofrezca respuestas
capaces de orientar la identidad, la vivencia y la misión cristiana en cada contexto
específico.
Se sigue entonces, que teología y teólogos están caminando por el mismo rumbo;
que en su quehacer conjunto crean nuevos espacios que han ido posibilitando el
cuestionamiento de sus propios planteamientos, a través de un diálogo intraeclesial, donde entra a formar parte todo el conglomerado de la misma Iglesia en
búsqueda de soluciones conjuntas para el bien del colectivo.
Ante esto, Schillebeeckx, habla como teólogo dejando claro el camino que se debe
recorrer para poder encontrar respuestas:
Como creyente, quiero estudiar críticamente la inteligibilidad humana de la
fe cristológica en Jesús, especialmente en sus orígenes. Teniendo, pues,
muy presentes los numerosos problemas reales, en la práctica de mi
objetivo es a la vez una Fides quaerens intellectum y un intellectus
quaerens fidem;333 es decir, respetando igualmente la fe y la razón humana,
quiero buscar el sentido inteligible que la fe cristológica en Jesús de
Nazaret tiene para el hombre de hoy.334
Así, fe y razón, fe y praxis, deben hacer parte de la labor del teólogo, dándole
validez a su quehacer al tratar de expresar, en lenguajes y formas entendibles,
cómo el acontecimiento histórico Jesús de Nazaret se muestra como forma
definitiva e insuperable de la revelación del amor trinitario de Dios. 335 Esto es lo
que constituye el objeto de su fe.336
333
En su orden: La fe ilumina el intelecto; el intelecto ilumina la fe.
Schillebeeckx, 25.
335
Lara David, Fides et praxis: una teología de la acción humana. En revista Theologica Xaveriana,
v.60 n.169. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, (enero-junio), 2010. 2.
336
Rahner, Karl, Curso Fundamental sobre la fe. Introducción al concepto de cristianismo.
Barcelona, Herder, 1979, 67.
334
118
En el contexto de la filosofía, y acudiendo de manera analógica a la teología, se
podría asumir lo que Heidegger reconoce como amenazas que pueden acontecer
en el camino del ejercicio de búsqueda de la Verdad, y donde el hombre en su
esencia desvanece su horizonte al refugiarse en sus escapismos:
La opinión de que esa imposición de la producción podría arriesgarse sin
peligro, siempre que al lado de eso se conservase la validez de otros
intereses, tal vez los de una fe. Es como si esa relación esencial en la que
se encuentra el hombre con respecto a la totalidad de lo ente, por medio del
querer técnico, pudiera disponer todavía de una estancia especial y
separada en alguna construcción aneja, que fuera capaz de ofrecer algo
más que un mero refugio pasajero en las propias ilusiones y autoengaños
como, por ejemplo, la huida hacia los dioses griegos. 337
Por tanto, la labor crítica, reflexiva e interpretativa, deben estar siempre en cada
una las acciones que debe realizar el teólogo.
Desde los teólogos comentados, en el capítulo II, están Francis Sullivan S.J .,
quien en su exhaustivo trabajo Magisterium, the teaching authority in the Catholic
Church, a propósito del tema del Magisterio y la Teología, reconoce que “las
suposiciones clásicas” que se habían elaborado en torno a este tema en
discusión, han terminado gracias a “la crítica de la historia”.338 Esta crítica,
muestra que el desarrollo de la doctrina no es una cuestión de un camino de un
solo sentido, en razón a la auténtica enseñanza por el Magisterio y el asentimiento
del resto de la Iglesia; al contrario, requiere que los Obispos escuchen todas las
sombras de la opinión católica antes de alcanzar un juicio.339
337
Heidegger, M. ¿Y para qué poetas? Caminos de bosque, Madrid, Alianza, 1996, 241.
Sullivan, Francis, S.J. Magisterium, the teaching authority in the Catholic Church, New York:
Paulist, 1983 150-151, 189. También en su artículo, The Theologian's ecclesial vocation and the
1990 CDF instruction. Theological Studies 52, 1991, Roma, Gregorian University, 52.
339
Ibíd, The Theologian´s, 54 - 55.
338
119
Por otro lado, Avery Dulles,340 con su argumento hace una presentación desde la
distinción de funciones tanto del Magisterio como de la Teología. Para la teología,
en primer lugar, su función principal es la de investigar las cuestiones acerca de la
fe; en segundo lugar, usando las herramientas de la crítica, propias de la
disciplina, las afirmaciones doctrinales claman por una interpretación “epocal” en
torno a una nueva significación de la noción de Magisterio, y, en torno a la noción
de teología.341
Por último, Richard A. McCormick,342 está convencido de que en la medida que se
conoce más profundamente la Iglesia, mejor se puede entender su moralidad;343
es decir, el autor reconoce un interés inicial dentro de sus argumentaciones sobre
el carácter histórico de la verdad, lo que significa que, tanto en el campo de las
intervenciones del Magisterio como de las intervenciones de la teología, ninguna
de estas pueden estar fuera de la discusión moral, como si ellas estuvieran
pensadas para estar ancladas en el pasado.344 Al contrario, lo que presenta el
autor es el reconocimiento de los alcances del quehacer teológico, de la mano del
Magisterio, ya que él cree, que en la medida que se va comprendiendo lo que el
Magisterio es, también se va comprendiendo lo que la teología es.
340
Dulles, Avery, Theology and Revelation, the Magisterium and the Authority in the Church. New
York, G. Devine, 1970. 29 – 45.
341
Ibíd.
342
McCormick, Richard, S.J. The Teaching Role of the Magisterium and Theologians. New York.
Roman and Little Field Publishers. 1969. 239 -254.
343
McCormick, Richard, S.J. Corrective Vision. Moral Theology from 1940 to 1989. New York.
Roman and Little Field Publishers. 1982. 461 – 510.
344
Ibíd, The teaching, 238.
120
121