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"Voto por el candidato no por el partido": explicación de un comportamiento razonable Carlos Ernesto Ichuta Nina* Resumen A menudo se entiende el voto por una persona como una actitud irracional. En este artículo rebatimos esa idea, porque la personalización electoral provendría de la influencia de tres aspectos principales: 1) una estructura institucional que ofrece incentivos para que el elector oriente su voto hacia una persona; 2) una actitud socialmente compartida, que tiene que ver con la confianza, cada vez menor, hacia los partidos políticos y actitudes orientadas a la eficacia representativa; 3) un comportamiento individual que, influido por los dos aspectos anteriores, se orienta hacia la elección de una persona con base en un criterio razonado del voto. Para comprobar esta hipótesis es- * tudiamos, comparativamente, a los electores de México y Bolivia en los últimos eventos electorales. Palabras clave: personalización electoral, comportamiento razonado, voto por el candidato, Bolivia, México. Abstract We understood the vote for a person like an irrational attitude often. In this article we refute that idea, because the “electoral personalization” would come of three principal factors: 1) a institutional structure that offer incentives for that the voter guide her vote toward a person; 2) an attitude socially share, that have that to see with less and less trust toward the Candidato a doctor en Sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Maestro en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede Académica México (FLACSO). Becario investigador por el Programa de Becas CLACSO- Asdi 2006-2008, del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Temas de interés: movimientos sociales, comportamiento electoral, lucha democrática y cultura política. Los juicios y afirmaciones expresados en este artículo son responsabilidad del autor, y el Instituto Electoral del Estado de México no los comparte necesariamente. 35 party politics, and the generation of attitudes guide for the representative effectiveness; 3) an individual behaviour that guide toward the choice of a person on the basis of a criterion reasonable. For to verify these hypothesis, we examine comparatively to the electors Mexicans and Bolivians in the last electoral events. Key words: electoral personalization, razonable behaviour, vote for candidate, Bolivia, Mexico. Explicaciones teóricas de la personalización de la política La personalización electoral, entendida como el voto orientado más por el candidato que por el partido, ha sido vista permanentemente con animadversión, como la manifestación de una emotivización de la política (Sartori, 1997: 115-119) o como una actitud exclusivamente afectiva (Linz, 1996: 64; Braud, 1993: 178), por lo que su ejercicio supondría naturalmente una insensatez, en la medida en que carecería de racionalidad y evitaría la sofisticación del elector. 1 Sin embargo, independientemente de los estudios de geografía humana,1 donde el comportamiento electoral es explicado como conductas de agregados sociales, las teorías del comportamiento electoral no se han preocupado por el tema de la personalización electoral, posiblemente porque son estrictamente rígidas. El modelo sociológico del voto afirma que un elector vota determinado por las presiones sociales de su entorno (Lazarsfeld et al., 1960; Lipset, 1972; Key, 1955); el modelo psicológico del voto postula que el elector vota determinado por su filiación partidaria (Campbell et al., 1965); y el modelo racional del voto establece que un elector se comporta como un consumidor, calculando costos y beneficios (Downs, 1957; Fiorina, 1978). Si nos atreviéramos a pensar la personalización electoral en los márgenes de la rigidez de esas teorías, tendríamos tres resultados: a) dentro del modelo sociológico sería un voto basado en la identificación social del elector con su candidato; b) en el modelo psicológico sería una actitud afectiva, pues en ésta las evaluacio- Los estudios de geografía humana, de origen principalmente europeo, explican el comportamiento electoral como una acción colectiva; es decir, el comportamiento de agregados sociales. Por tanto, su grado de generalidad es muy amplio como para poder acceder, por medio de él, al estudio del comportamiento individual de los electores. Véase a Lagroye (1994). 36 nes son marginales; c) en el modelo racional supondríamos un alto nivel de sofisticación política, pues los cálculos políticos requerirían de una cercanía elector-votante, pocas veces existente. Como se ve, adecuándonos a cada teoría, corremos el riesgo de dejar de lado la importancia de la complementariedad explicativa, para el caso del voto personalizado. En la medida en que el elector no sólo vota en función de puras evaluaciones individuales, prescindiendo de ellas o por mera presión de su entorno, ninguna de esas teorías se puede considerar descartable, porque, ante todo, el votante es parte de un entramado político, social y económico. ra mental. Al estudiar esa estructura mental, la rigidez de los modelos teóricos se diluye, aunque ello no los invalida, puesto que nos ofrecen construcciones típico-ideales de los electores, que llegan a servir como modelos de contrastación. Por ejemplo, muchos han manifestado su duda sobre la existencia de electores completamente racionales, como Mary Douglas, quien ofrece una respuesta como lo haría la teoría sociológica o psicológica, en el sentido de que no es que el individuo sea irracional o racional, lo que sucede es que está menos acostumbrado a proceder con cálculos sofisticados de probabilidad (Douglas, 1996: 61-63). Considerando esto, se podría afirmar que el comportamiento electoral personalizado es razonable, porque el elector piensa su voto con base en juicios de lo bueno y lo malo. Pero ello escapa al control de los modelos teóricos del comportamiento electoral, porque lo que hacen esos estudios es explicar el comportamiento de los electores en el voto y no su estructu- A pesar de esas discusiones, los modelos teóricos del comportamiento electoral han influido de distintas maneras en el desarrollo de la disciplina en México y Bolivia.2 Particularmente en México, predominan los estudios de orientación racional que, en general, dan énfasis al asunto económico como factor determinante en las evaluaciones del elector, por lo 2 La disciplina se encuentra mucho más avanzada en México que en Bolivia. Mientras que los estudios mexicanos experimentaron un “boom” con el proceso de transición democrática, adoptando sobre todo el modelo racional, en Bolivia la disciplina se estancó en el modelo sociológico y los estudios de carácter descriptivo. Las principales explicaciones de estas diferencias son: a) la cercanía de la academia mexicana con la estadounidense, donde los análisis electorales adoptan niveles sofisticados; esta lejanía ha provocado en la academia boliviana la adopción de métodos de análisis europeos, principalmente la geografía electoral, mediante aquellos estudiosos que tuvieron la oportunidad de estudiar en Francia (sobre todo Romero, 1993, 1998); b) a pesar del impulso que ciertas instituciones prestan al análisis electoral en Bolivia, como la Fundación Boliviana Para la Capacitación Democrática y la Investigación (FUNDEMOS) y el Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales (ILDIS), éstos apoyan precisamente las investigaciones de carácter descriptivo, al punto de llegar a publicar meros reportes electorales. En cambio, el apoyo a la investigación en México fomenta el diálogo interdisciplinar; instituciones como la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales (SOMEE), fomentan además el debate académico, mediante la realización de continuos congresos; c) la falta de recursos informativos y económicos para la actividad académica es grave en Bolivia, lo que hace posible el egoísmo y el monopolio informativo. Y no es el caso de México, por lo ya dicho. 37 que pueden considerarse más sofisticados (Magaloni, 1994, 1996, 1999; Magaloni y Poiré, 2004; Poiré, 1992, 1999, 2000; Beltrán, 2000). Incluso han surgido estudios con el tema de la aversión al riesgo, es decir, de la existencia de un elector que mantiene su voto por una misma opción con base en un cálculo racional expresado en el dicho: “más vale lo viejo conocido que lo bueno por conocer” (Buendía, 1997, 2000a, 2000b; Buendía y Somuano, 2003; Beltrán, 2003). Pero pocos estudios han tratado el tema de la personalización electoral. Los que lo han hecho entienden el tema de tres formas: 1) Como la expresión de un fenómeno en torno a la figura de un caudillo, por lo que se podría pensar en un voto orientado básicamente por afectos. Sería el caso del voto por Cuauhtémoc Cárdenas, en México, cuya votación obtenida en 1988 tenía una gran dosis de expresión neocardenista (Molinar y Weldon, 1990). En Bolivia, la expresión electoral del caudillismo ha sido analizado a través de estudios de mayor alcance sociológico (Archondo, 1996; Mayorga, 1991). 2) Como un comportamiento electoral donde no habría evaluación de un futuro sino de la coyuntura en la cual un candidato puede sobresalir 38 por sus atributos, sea através del uso indiscriminado de los medios de comunicación (Moreno, 2004), sea por capacidad de convencimiento, que en ocasiones rebasa lo prácticamente posible (Magaloni y Poiré, 2004). Ello es cercano a la idea del líder manipulador de masas, que también en Bolivia ha sido profundamente analizado, a través de estudios de corte antropológico y sociológico, donde destacan los casos de los líderes neopopulistas Max Fernández y Carlos Palenque (Mayorga, 1991; Archondo, 1996). 3) Como un comportamiento electoral que funciona bien en ámbitos sociales reducidos, como el municipal, porque las atenciones que un alcalde debe prestar a la población se enfocan a tareas básicamente prácticas, lo que permite que los electores dejen de lado la afinidad partidaria y elijan al que ellos consideran la persona indicada para la gestión municipal (Hoffman, 1988, 1989; Valdivia, 1988). Como ya hemos dicho, el problema de esas explicaciones es que ven al voto personalizado como determinado por afectos. Sin embargo, en el caso de los estudios que ponen el énfasis en el nivel municipal, se encuentra ya una explicación alternativa que es necesario retomar: la evaluación pragmática que definiría la elección de un candidato. Esto quiere decir que las condiciones o incentivos para expresar el voto personalizado se encontrarían mucho más allá de la propia sensibilidad del elector. Precisamente, desde nuestro punto de vista, el voto personalizado sería definido, en primer lugar, por el sistema político presidencial, predominante en los países latinoamericanos, que fomenta la competición unipersonal, porque en un sistema de tal naturaleza el presidente lo es todo. Los sistemas electorales de mayoría o de segunda vuelta, o la forma en que se constituye la competición electoral, donde las acciones políticas de los gobiernos o los candidatos tienden a personalizarse, sólo son una adecuación a la forma del sistema político presidencial. En segundo lugar, existen rasgos históricos de la cultura política latinoamericana que fortalecen las características personalizadoras de los sistemas presidenciales o los orien- 3 tan a asumir tales características, en aquellos casos en los que el sistema presidencial no es puro, como el boliviano. Esos rasgos tienen que ver principalmente con el caudillismo y el populismo, dominantes en la historia política de los países de la región, que fomentaron la personalización de la política y que en condiciones democrático-electorales derivan en la expresión personalizada del voto. En tercer lugar, como adelantamos, todo ello permite la expresión de una actitud razonable por parte del elector, en el sentido de Jürgen Habermas, como un criterio de elección basado en componentes éticos y contextuales, porque las preferencias se fundan en torno a la distinción de lo “bueno” y lo “malo” y según lo que se cree son las necesidades del contexto (Habermas, 1998: 161-164).3 Por tanto, una decisión razonable va más allá de la acción individual, porque el elector parte por establecer qué candidato sería bueno o sería malo, según su propio esquema de valores adecuado a su sociedad. Lo razonable proviene de la conjunción de dos aspectos: las razones públicamente defendibles y la independencia del “interés particular” de los actores, en tanto pretensión de verdad. Así, implica el reconocimiento público a aquellas verdades idiosincrásicas y opacas, a través de las cuales la concepción pública de la justicia obtiene autoridad moral. Por eso tiene que encajar en el contexto de las concepciones del mundo consideradas verdaderas (Habermas, 1998: 163). En otras palabras, deriva de la percepción del mundo y de su distinción, y no nace del mero interés individual. 39 Condiciones institucionales para la manifestación del voto personalizado elecciones están dirigidas a elegir de modo directo a una persona para el mando de la nación. Los sistemas presidenciales ofrecen fuertes incentivos para la manifestación no sólo del voto personalizado, sino también para la personalización de la política (Lijphart, 1997: 150-161); puesto que los partidos compiten por un puesto unipersonal (Linz, 1997: 32), el cual concentra gran parte del poder del gobierno (Mainwaring y Shugart, 2002). Sin embargo, ello no quiere decir que en los sistemas parlamentarios el voto personalizado no exista, pues éste se puede dirigir hacia los candidatos para primer ministro; lo que sucede es que en esos sistemas hay menos incentivos para la expresión de la política personalizada. Además, en casi todos los sistemas presidenciales, las reglas electorales definen la elección del presidente por mayoría, lo que permite que el ganador se quede con todo o con gran parte del poder. Por tanto, la lucha electoral se centra en los dos candidatos más fuertes, por lo que la regla de la mayoría conduce a la competición bipartidista (Duverger, 1974: 245-267). Es decir, aunque México y Bolivia tengan sistemas predominantemente mayoritarios, en la medida en que combinan la representación proporcional con la elección de diputados plurinominales por lista cerrada (Becerra et al., 2000; IFE, 1998; Ferrufino, 1998), el puesto que se disputa es el de una persona, lo que hace que la variable clave de la elección sea el candidato.4 En el caso de México, los incentivos para el voto personalizado son mayores, por su carácter “hiperpresidencialista” (Carpizo, 1979; Cosío, 1975), que a pesar de la transición no ha cambiado radicalmente (Lujambio, 2000). Incluso en un sistema “presidencialista híbrido”, como el boliviano (Gamarra, 1999), las 4 Incluso el sistema de partidos coadyuva a la personalización electoral, porque en las condiciones democráticas actuales, dejan de ser partidos de cuadros o partidos de masas para profesionalizarse elec- Incluso el sistema electoral boliviano es abiertamente personalizado. El código electoral estipula que dada la crisis de representación que los partidos políticos atravesaron en los años noventa, se debía buscar mayor cercanía entre representantes y representados, lo que se logró a través de una papeleta electoral multicolor y multisigno, donde se incorporó la foto del candidato a la presidencia y del candidato a la circunscripción uninominal. La aprobación de una nueva constitución en 2009 no cambia en esencia ese postulado. El sistema electoral mexicano, que se reconoce como un “sistema mayoritario segmentado”, fomenta también la personalización electoral, porque trabaja con la fórmula de mayoría relativa. 40 toralmente (Duverger, 1974; Panebianco, 1990; Bartolini, 1996), se desentienden de los debates ideológicos y van a la caza de votos, incentivados justamente por un puesto unipersonal. Las falsas promesas de campaña, la política pragmática y el clientelismo político sólo justifican esa búsqueda. Es decir, en las condiciones democrático-electorales actuales, los partidos se ven obligados a transformarse, sobre todo por la crisis de representación por la que atravesaron en los años noventa (Manz y Zuazo, 1998; Braud, 1993; Dos Santos, 1992; Novaro, 2000; Hofmeister, 2003). Según la tesis de la crisis de representación, los partidos como organizaciones monolíticas se hacen poco confiables para la población, porque son acusados de irresponsables y no representativos de sus demandas, lo que repercute en un proceso de personalización de la política, que consiste en hacer depender su futuro de los candidatos llamados “carismáticos” o creíbles. Por ello, el elegido no es el portavoz de sus electores, sino su hombre de confianza, su trustee, que suscita confianza por sus cualidades personales y sus relaciones sociales no políticas (Manin, 1992: 20). Esto repercute en una dependencia hacia las personalidades que no tienen que pertenecer nece- sariamente al ámbito de la política y que configuran otros tipos de dinámicas electorales. Por tanto, son las condiciones institucionales las que incentivan al voto personalizado y que derivan en una competencia electoral personalizada. Condiciones político-culturales de la personalización electoral La crisis de representación de los partidos políticos tiene que ver además con la inexistencia de partidos fuertemente institucionalizados. Aquellas estructuras políticas casi monolíticas, de fuerte disciplina interna y donde la actuación política estaba dada por convicción o en torno a asuntos ideológicos, han sido escasas o no han existido. Quizá los únicos partidos de tal naturaleza, pero con poca recepción, han sido los partidos comunistas. Lejos de ello, la política latinoamericana se ha caracterizado por tener como protagonistas de su historia a caudillos y líderes populistas quienes han reproducido modos de ver la política en sentido personalizado. Además, las instituciones menos confiables para los ciudadanos, en los últimos años, son aquéllas donde es menor la identificación de 41 las personas: los partidos políticos (Véase gráfico 1). Que la gente vote por ellos es por simple organización institucional de la democracia repre- sentativa, que requiere de los partidos como componentes del congreso y de la democracia misma. Gráfico 1. 1996-2008. América Latina: confianza en instituciones políticas (porcentajes promedio) 45 40 38.5 34.4 35 30.1 30 27.4 27.6 25 23.2 22 21.6 22 20 15.9 15 10 5 0 Presidente Administración pública Poder Judicial Bolivia Partidos políticos Congreso México Fuente: Latinobarómetro (2008). El gráfico 1 es revelador del fenómeno de la personalización de la política, por la contradicción que existe entre el bajo porcentaje de confianza expresado hacia los partidos políticos en los países que venimos refiriendo y la relativa confianza expresada hacia el presidente, que es justamente el referente del poder personalizado. 42 En un nivel más específico, la personalización electoral es mucho más nítida todavía, aunque pocos estudios se refieren a este fenómeno, ya en 1997, en un estudio del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, el candidato era considerado el más importante, en el orden de las preferencias de los electores (Véase gráfico 2). Aunque la encuesta es de años atrás, considerando aún la vigencia del régimen priista, podemos desprender de esa información que el voto personalizado no necesa- riamente provendría de una situación crítica de los partidos políticos, sino que efectivamente contribuyen en ello la forma de organización y la historia política de un país. Gráfico 2. 1997. México: factores influyentes en la elección 70 60 53 50 40 28 30 20 12 10 3 4 Ninguno Ns/Nc 0 El candidato El partido Ambos Fuente: Meyenberg (1997). Para explicar la tendencia del voto personalizado en Bolivia, tampoco contamos con estudios de cultura política actualizados, mucho menos de difusión. Sin embargo, en un estudio realizado por nosotros, en Bolivia y México, sobre el perfil del votante, entre los años de 20052006 pudimos encontrar que entre 100 electores entrevistados, más del 40% tendían a valorar al candidato, como factor primario para decidir el voto (Véase gráfico 3). 43 Gráfico 3. ¿Qué valora más cuando tiene que votar? 70 60 60 50 43.3 40 30 23.3 20 20 16.7 16.7 10 6.6 0.1 0 El candidato El partido El programa Bolivia Según el gráfico 3, esa disposición incluso supera a un elemento tan importante como el programa político. Sin embargo, considerando el nivel de politización del boliviano, en los últimos años, la valoración de este factor es notoriamente superior respecto al votante mexicano. En contraste, el mexicano tiene una disposición mayor a votar por el partido que el boliviano, aunque eso no reduce la disposición mayor de bolivianos y mexicanos a votar por el candidato. Del mismo modo y en términos generales, de la lectura del gráfico se puede afirmar que el votante boliviano es comparativamente más integral que el mexicano, pues para votar el primero considera mucho más factores que el segundo. 44 Todos esos elementos 3.3 0 Ns/Nc México Si no dispusiéramos de esa información considerando que la cultura política es un conjunto de actitudes socialmente compartidas (Almond y Verba, 1970) la personalización de la política, a la que nos referimos, haría de la personalización electoral algo predecible, en función también de los arreglos o los incentivos señalados. Sin embargo, la cultura política es también un complejo universo de percepciones, transformación y producción alternativa de significados y contenidos específicos de la política (Giglia y Winocur, 2002: 92); es decir, es un conjunto heterogéneo (Tejera, 1999), por lo que la personalización electoral podría considerarse una actitud como muchas otras, aunque, plausible de ser dominante, como vemos en el mismo gráfico. Voto por el candidato, no por el partido5 Para penetrar en la estructura mental de los electores realizamos, a través de un estudio de mayores proporciones, entrevistas semiestructuradas y grupos focales, basados en el principio de la heterogeneidad social.6 Por los resultados a las preguntas, dividimos a los electores en dos grupos: aquéllos que podríamos denominar electores partidizados (que votan más por el partido que por el candidato) y aquéllos que podríamos denominar electores personalizados. Sin embargo, de un total de 70 entrevistados, en Bolivia y México, sólo 10 dijeron haber privilegiado al partido, en el ordenamiento de sus preferencias electorales. Electores partidizados Los escasos electores con una clara tendencia a favor de un partido establecen una separación entre el candidato y el partido: “ora sí quien sea el candidato no importa verdad, si prefieres a un partido”. De acuerdo con ese modo de ordenar sus preferencias, estos votantes actuarían 5 6 de un modo tradicional: “yo siempre he votado por el mismo partido… porque desde mis papás votaban por ese partido”. Sin embargo, por obvias razones este tipo de voto se aplicaría a favor de aquellos partidos de fuertes raíces históricas, es el caso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México, del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y de Acción Democrática Nacionalista (ADN) en Bolivia. Sin embargo, a diferencia de los estudios que encuentran en los votos basados en la preferencia partidaria cierta inclinación enraizada, aun en el voto hacia un partido existen argumentos evaluativos, referidos principalmente a la experiencia que determinado partido pudiera tener: “voto hace muchos años así, porque tienen experiencia, por eso voto por ese partido, porque se preocupaba por los pobres”. Por este tipo de sentido, el votante partidizado llega a expresar aquello que los estudiosos identifican como un "voto tradicionalista", un "voto de retribución" o un "voto duro". Incluso es posible, en ese sentido, que un votante partidizado sea llevado más por los afectos, aunque eso no supone su plena irracionalidad. Este acápite está basado en una pequeña parte de un estudio de mayor alcance y que tiene que ver con la búsqueda del perfil latinoamericano. Esta investigación se encuentra en su fase de conclusión. Para cada uno de los contextos considerados, hicimos dos grupos focales, cada uno de ellos conformado por 10 personas. Realizamos además 35 entrevistas semiestructuradas, llegando a un total de 70. Las preguntas exactas pueden verse en los anexos. 45 Es más, cuando el votante partidizado se encuentre en la necesidad de evaluar al candidato, por arribista o por carisma, lo evalúa a través del prisma del partido. Si la relación del candidato con el partido es considerada apropiada, entonces existirá una ratificación óptima del voto hacia el partido, y el candidato, aun cuando no lo sienta, será respaldado de manera considerada; en otros casos, si el votante no expresa resignación, el candidato podría provocar incluso la desafección del votante hacia el partido. En el caso de la Ciudad de México, eso explicó la victoria electoral de Marcelo Ebrard, candidato a jefe de gobierno por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), en 2006. Sus electores trataron de “analizar qué tanto tiene que ver él con el partido, si en verdad es como quisiera el partido… pues en esto de la defensa de los explotados”. En el caso del candidato presidencial de ese mismo partido, Andrés Manuel López Obrador, las valoraciones en cuya relación con el partido no encuentro graves inconformidades, las valoraciones personalizadas provinieron de los sectores adversos no sólo a su postura, sino también a su imagen en sentido personalizado: “¿votar por Obrador? Tendría que estar mal de la cabeza, porque ese tipo es un naco”. Esta misma 46 dinámica explica por qué Felipe Calderón, candidato presidencial por el Partido Acción Nacional (PAN), fue denostado entre los sectores populares “es como el hijo de Carlos Slim, o como dicen no, un ‘cachorro del imperio’”. En cambio, para aquellos que votaron por Calderón primó a su favor una combinación de actitudes personalizadas y partidizadas. En Bolivia, la elección de Evo Morales, del Movimiento al Socialismo (MAS), se basó fundamentalmente en una actitud personalizada, principalmente porque el partido era considerado como un manojo de movimientos sociales, en los que los sindicatos productores de hoja de coca definieron su sentido y respaldo al todavía dirigente cocalero y presidente del país. Por eso, como los electores conservadores mexicanos, los votantes adversos al MAS aducían que no votarían por Morales, por ser “narcotraficante”, “cocalero”, “indio”, “ignorante”, etc. Ese antivalor, en algunos casos fue roto por la presencia de su acompañante de fórmula, Álvaro García Linera, un intelectual de clase media cuyo respaldo se justificó de la siguiente manera: “si voy a votar, va a ser por el Linera, no porque sea masista”. A pesar de esas predisposiciones la dinámica electoral favorece mucho en algunos casos a la generación de sensibilidades a favor del candidato, “se ha acercado a nosotros, a la gente de los barrios populares”, lo que redunda, sin embargo, en la personalización electoral. Cuando ello ocurre, el principal detractor del voto personalizado suele ser la personalización del contrincante “lo que quiere hacer Obrador es robarles el corazón a los pobres, como si los problemas del país tuvieran que dividirse entre pobres y ricos”. Es decir, por medio de la personalización electoral es muy difícil obtener, en contraste, un voto leal por algún partido, puesto que es más factible que la preferencia por otra alternativa también se encuentre personalizada. Finalmente, como adelantamos, hay ciertos electores que, sin definir claramente una filiación partidaria, establecen una relación de equilibrio entre el candidato y el partido. Es decir, para ellos el candidato es el partido y el partido no se podría concebir del mismo modo sin el candidato en cuestión. Éste fue el caso de López Obrador, en México, y de Morales, en Bolivia. En ambos, el partido se personificó: “se preocupa por los problemas de las grandes mayorías, porque el partido quizá vio que quería una nueva Bolivia”, “sin Obrador no habría PRD, y sin el PRD Obrador tampoco sería él, ¿si me entiendes?, porque es su ideología y tiene buenas intenciones”. En estos electores, por tanto, el candidato no podría separarse del partido, porque no existe una línea clara de separación: “el Evo (Morales) es aymara, es uno como nosotros, por eso le hemos apoyado; ahora el MAS es nomás pues el partido del pueblo oprimido”; “Obrador ha ayudado a la gente mayor y las gentes grandes ahora apoyan al PRD, hasta las mamás solteras ya tienen protección del gobierno”, “Obrador pos es de izquierda, así como el PRD”. Es decir, en los casos en los que el elector se encuentra fuertemente identificado con un partido las evaluaciones pueden estar ausentes, y es posible que sus evaluaciones personalizadas se dirijan a aquellos candidatos que denostan. En los casos en los que el votante partidizado desiste participar, es porque el candidato no era lo que esperaba y no encontró otras opciones adecuadas, probablemente por la reputación de un partido; “habiendo otra gente más capaz, eligen al Evo, así no hay cómo vencerle a los partidos oligarcas”. Y en los casos en los que el candidato y el partido son una y la misma cosa, esta simbiosis llegaría a constituir una potente fuerza política, si es que 47 se sabe aprovechar convenientemente puesto que finalmente el voto personalizado es efímero, acomodaticio y definido por las circunstancias. Es decir, mientras el voto por el partido puede considerarse leal, el voto personalizado es veleidoso. Electores personalizados El elector personalizado hace claras evaluaciones: “Ay, ¡no! Cómo voy a votar por un naco y corriente que ni al presidente le tiene respeto, ¡o sea!”, “Evo es un indio, y en Bolivia no todos somos indios”. Aunque parezca trivial, las evaluaciones personalizadas, en contra de un candidato, se generan principalmente por antivalores y animadversiones, quizá en eso radica el que muchos analistas identifican en el voto personalizado un gran contenido de emotividad, omitiendo el sentido de la evaluación: “¿Calderón? Pos ora sí que no hay tipo más mentiroso, yo no le creo nada”, “Evo representa a una parte del país nada más, y ni siquiera es un tipo que haya estudiado”. Precisamente, a favor de López Obrador y Morales, se expresó un voto claramente personalizado en las elecciones de 2006 y 2005, respectivamente. 48 A favor de estos candidatos, cada uno en su contexto, operaron tres factores de respaldo: a) una suerte de identificación personal (“es como nosotros”, “saca la cara por nosotros los pobres”); b) en virtud de ello, el candidato personalizaba la posibilidad de un cambio político (“quiere sacarnos de la pobreza”, “los pobres podemos estar por encima de los ricos”); c) y la identificación del candidato como alguien capaz de responder por las esperanzas o las expectativas manifestadas por los electores (“hay que ver de dónde viene, eso es una garantía de que cumpla con nosotros”, “es una persona sencilla, no se va malear como los ricos”, “tiene buenos pensamientos”). Sin embargo, a pesar de que lo razonable del voto personalizado se adecua a las necesidades del contexto y entraña un sentido de responsabilidad social, existe un tipo de tendencia que podría considerarse inadecuada o atípica, su carácter inconstante: “Ay es que el Linera está bien papucho”; “Ebrard, pos es que está guapo, ¿va?”. No obstante, este tipo de tendencia podría desaparecer, en situaciones en las cuales el nivel de politización es alto, como en el caso de Bolivia, donde esos juicios fueron menos encontrados que en México. Sin embargo, por estar determinado por la coyuntura, el voto personalizado constituye el elemento principal de la volatilidad electoral. Además, el voto personalizado puede llegar a ser enormemente vulnerable, porque la coyuntura es cambiante y en su naturaleza intervienen una serie de aspectos que corresponden al plano de la vida cotidiana, como los chismes, las frivolidades, las acusaciones, etcétera, los cuales no niegan su sentido razonable, pues en función de ello es que se constituyen los asuntos de la vida cotidiana. Desde ese punto de vista, el voto personalizado sería la manifestación de la informalización de la política, en la medida en que llegaría a prescindir de los partidos, aunque éstos fueran fundamentales como entes representativos. Es decir, si bien el partido es importante como aparato burocrático, cuando el voto personalizado se expresa, su fortaleza dependería de un candidato fuerte, con aceptación y atributo carismático. Por ese motivo, y paradójicamente, el voto personalizado sería la manifestación más constante, basada en la inconstancia de las sensibilidades políticas. Sin embargo, cuenta con una enorme potencialidad para la democracia, porque el candidato favorecido por esas tendencias se encontraría sujeto a la lógica de la responsabilidad social y la rendición de cuentas, pues los votantes serían orientados por lo que el candidato dice ser, puede hacer y puede cumplir. El líder tiene así un capital que debe saber cuidar; si lo hace, podría pasar a constituirse en un paladín o incluso en un caudillo, cuyos casos paradigmáticos son Hugo Chávez, en Venezuela, y Morales, en Bolivia. Si no lo hace, podría ser cambiado con la facilidad con la que apareció. Pero considerando que el carisma siempre será un bien escaso, si los candidatos adecuados faltan, podrían hacer que la democracia representativa se atrofiara. Conclusiones La personalización electoral no tiene que ver con ningún sentido irracional del voto. Dada la volatilidad electoral que implica y que se supone se sustenta en evaluaciones de corto plazo, más bien el voto partidizado sería irracional, pues muchas veces suele sostenerse en la tradicionalidad de los afectos. Es así, porque en el voto personalizado intervienen una serie de consideraciones que son propiamente razonadas por los electores y que son válidas para ellos y consideradas adecuadas para todos. Eso que hemos denominado un comportamiento razonable, significa que el voto personalizado es resultado 49 del entretejido de una serie de argumentos entre los que interviene, principalmente, el reconocimiento de algún atributo de parte del elector hacia el candidato. Ello no solamente hace posible su afecto, sino que implica un sentido de responsabilidad que si no es conocido por el candidato elegido podría generar su pronta deslegitimación. No obstante, la existencia de un voto razonado, en sentido personalizado, no implica que no existan otros tipos de comportamientos que podrían darle sentido a las organizaciones partidarias o podrían corroer la democracia. Siendo así, los partidos deben luchar contra ellos mismos y contra la idiosincrasia de la sociedad; es decir, el reto de los partidos no es sólo sepultar la frivolidad de la cual podría alimentarse el voto personalizado, sino también ser capaces de generar sobre ellos otro tipo de conexiones políticas, en un mundo cada vez más visual, inmediatista y desideologizado. Sin embargo, aun cuando los partidos se encuentren sometidos a una situación en la que parece primar la informalización de la política, las valoraciones de los electores obedecen a impulsos considerados lógicos por ellos mismos y cuya crítica no se 50 puede hacer de modo gratuito. Si los votantes eligen representantes, los eligen bajo esos sentidos evaluativos, criticar esos juicios sería calificarlos como ignorantes. Es decir, la personalización electoral tampoco debe tomarse como algo inaceptable. Constituye un nexo que por más indeseable que pueda ser, requiere la transformación de los elegidos, incluso a favor del partido. Si la personalización electoral existe, es porque hay factores que la posibilitan, si se los demerita o se los ataca se debería considerar su procedencia que, como hemos visto, se encuentra inscrita en la forma institucional del sistema político y en la historia de la cultura política que están definidas por la personalización de la política. El comportamiento electoral personalizado no es, por tanto, una conducta emanada de la simple necesidad del individuo, es un tipo de comportamiento razonable constituido en función de las condiciones existentes. Esto se debe entender muy bien, pues emergen como un juicio de la distinción de lo bueno y lo malo y, como cada individuo tiene un punto de vista particular, los elegidos deben procesar esos pareceres distintos o coincidentes, con el fin de darle sustento a la democracia electoral. Bibliografía • • • • • Almond, Gabriel y Sidney Verba. 1970. La cultura cívica. Estudios sobre la participación política democrática en cinco naciones. Madrid: EURAMERICA/FOESSA. pectivo”. Política y gobierno (segundo semestre): 2-7. • Beltrán, Ulises. 2003. “¿Venciendo la incertidumbre? El voto retrospectivo en la elección presidencial de 2000 en México”. Política y gobierno (segundo semestre): 2-10. • Braud, Philip. 1993. El jardín de las delicias democráticas. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. • Becerra, Ricardo et al. 2000. La mecánica del cambio político en México. Elecciones, partidos y reformas. México: Cal y Arena. 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La Paz: ILDIS. 55 Anexo 1 Guía de entrevista • ¿Por qué votar por ese candidato y por qué no por otro? • En la pasada elección presidencial ¿por qué partido político votó? • ¿Si para usted es importante el candidato, percibe que él fue carismático? • ¿Por qué votó por ese partido político? • ¿Respondieron a su voto respecto a su expectativa guardada por el candidato o el partido? • ¿Por qué no votó por otro partido político? • Cuando acudimos a votar generalmente tenemos en mente tres factores que pueden determinar nuestro voto: el partido político, el programa político, el candidato político y, en algunos casos, la ideología. En su caso ¿cuál fue el factor más importante a la hora de votar por ese partido? • ¿Si usted votó más por el candidato, por qué votó por él? • ¿Si usted no votó más por el candidato, qué opina de él? • ¿Qué le ofrecía el candidato (o el partido) político para que usted vote por él? • ¿Qué consideró (aspectos políticos, sociales y económicos) a la hora de decidir su voto por la opción por la cual se decidió? 56 Anexo 2 Preguntas matrices para el trabajo con grupos focales • En la pasada elección presidencial ¿por qué partido político votaron? • ¿Por qué? • Cuando acudimos a votar generalmente tenemos en mente tres factores que pueden determinar nuestro voto: el partido político, el programa político, el candidato político y, en algunos casos, la ideología. En su caso ¿cuál fue el factor más importante a la hora de votar por ese partido? • ¿Qué consideraron (aspectos políticos, sociales y económicos) a la hora de decidir su voto por la opción por la cual se decidieron? • ¿Respondieron a su voto respecto a su expectativa guardada por el candidato o el partido? 57