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Colonización privada y tenencia de la tierra en La Pampa. Poder económico y provincialización IX Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 2003 Pese a existir voces precursoras de la provincialización de los territorios nacionales desde la misma sanción de la ley 1532 que los creó en 1884, los movimientos autonomistas en La Pampa registran una fecha fundacional : el 24 de noviembre de 1907. En la convención que sesionó ese día en Santa Rosa, se produjo un velado enfrentamiento social entre los latifundistas que desalentaban toda experiencia autonómica y la joven burguesía urbana que la propiciaba en todos sus términos, reflejo de un choque de clases que tenía su equivalencia política a nivel nacional. Con los años sobrevinieron otras organizaciones, todas con el mismo resultado : la negativa del Congreso Nacional siquiera a tratar en recinto los proyectos de provincialización, algunos de los cuales tuvieron por fuente al mismo presidente Yrigoyen. Detrás de estas maniobras negadoras estaba la mano de los terratenientes, con la excusa de que provincia era equivalente a mayores impuestos y “el secreto y la base del progreso sorprendente de La Pampa es precisamente la falta de esos impuestos”, como afirmara en una declaración la Sociedad Rural pampeana en diciembre de 1907. Todo este accionar buscó su legitimación en el librecambismo como sostén del “progreso” y en las críticas a todo vestigio de “injerencia” estatal en la economía. Nos interesa, entonces, indagar cómo se construyó este poder en La Pampa y su equivalencia en otros territorios nacionales, el tipo de tenencia de la tierra, de colonización y de poblamiento que se impulsó de manera funcional al modelo dominante, como asimismo la acción del Estado Nacional en consolidar este proceso. Para ello, el recorte temporal comprenderá los primeros veinticinco años del siglo XX. Sabido es que los beneficiarios de la legislación agraria en la zona pampeana fueron los suscriptores del empréstito de 1878, derivado de la ley dictada para subvencionar la Campaña del Desierto, los que se cobraron en tierra pública su inversión con suma rapidez. Un fuerte suscriptor del empréstito fue Ataliva Roca, hermano de Julio A., que de ese modo accedió a 180.000 hectáreas en la zona central de La Pampa. Por esa vía, también recibieron inmensos predios los Alvear, Iraola, Castex, Anchorena, Cambaceres, etc. (1). Pero también se sumó a la nómina de suscriptores una cantidad importante de inversores ingleses. En 1 ocasiones, estas propiedades podían cambiar de mano, como fue el caso de Antonio Devoto, que formó la sociedad anónima Estancias y Colonias Trenel, sobre la base de las 327.500 hectáreas que compró en 1905 a la Compañía Sud Americana de Tierras, cuyo directorio residía en Londres. Por otra parte, las leyes con cierta intención antilatifundista fueron desnaturalizadas, en función de una de las mayores rigideces del modelo -la propiedad de la tierra- y el mismo Estado se encargó de hacerlo. Sobre estas bases, experiencias colonizadoras como las de Santa Fe o Entre Ríos quedaron reducidas a la mínima dimensión económica y geográfica. Esto significa que no existió una oferta abierta de tierras a bajo costo para los nuevos colonos y "ésta es una de las características distintivas de la colonización argentina, así como que los nuevos territorios se distribuyeron en enormes extensiones entre los antiguos propietarios, los grandes financieros o los especuladores" (Cortez Conde y Gallo,1973). A partir de esta concentración, se produjo un aumento desproporcionado del precio de la tierra con respecto a los rendimientos de explotación. Esto explica que "la inversión en ella solo sería ventajosa para quien la poseyera, imposibilitando el acceso a la tierra a nuevos sectores..." (2). El Estado era corresponsable de los valores ficticios que tenían los campos en el territorio, al poseer aún miles de leguas fiscales en las que no permitía explotación ni poblamiento. El aumento vegetativo de la hacienda en campos particulares hacía que se estreche el margen de los disponibles, a su vez muy demandados (3). Entonces, los precios "inverosímiles" eran su consecuencia lógica . Podemos suponer que ésta fue la base material de los grandes propietarios, mayormente residentes en Buenos Aires, que desde la Sociedad Rural de La Pampa tuvieron éxito en impedir la autonomía, tejiendo una alianza de los latifundistas "legales" con los "usurpadores", los que tendrían que probar la legalidad de sus posesiones en una futura Pampa Central provincializada (4). Una señal de la existencia de esta categoría de "intrusos" también entre los grandes hacendados, nos la ofrece una nota que en octubre de 1890 envió el titular de la Oficina Central de Tierras y Colonias a su superior, el Ministro del Interior. Firmado por Nicasio Oroño, el texto alude a documentos sobre derechos posesorios en los territorios nacionales, en estos términos : "Al examinar dichos expedientes ha podido llamar mi atención la informalidad con que en todos o en la mayor parte de los casos se ha procedido al producir la prueba testimonial, sobre la que por rara excepción la ley permite basar el reconocimiento de derechos reales" (5). También es posible alimentar la idea de que una base material/social diferente en La Pampa equivalía a desarmar ese poder en base a una política colonizadora en gran escala y dirigida por el Estado. Pero también pudimos observar que el librecambismo y la exaltación de la iniciativa 2 privada -y la consecuente depreciación de toda actividad estatal- era uno de los supuestos que bajaban incólumes desde las más altas esferas oficiales, ya sean éstas del "régimen" o de la "causa". En este terreno, el radicalismo, más que substituir, complementa la tarea iniciada en la década del 80 (6). Si hasta algún momento prevaleció la colonización oficial, el ingreso de La Pampa al escenario nacional se produjo cuando la decisión de impulsar la colonización privada, sobre todo en tierras marginales, estaba ya tomada. "Sucedió que luego de la Conquista del Desierto -explica M. Rapoport- las mejores tierras estaban ya repartidas y el desarrollo agrícola tomaría un camino diferente al de los Estados Unidos, basándose en sistemas de tenencia precaria de la tierra" (7). Las consecuencia sociales de este proceso tuvieron gravitación en ciertas actitudes de los poseedores de la tierra frente a la provincialización y las que tuvieron aquellos que se podrían categorizar ampliamente como "no poseedores". Nos estamos refiriendo a que la extrema concentración de la propiedad de la tierra y el predominante sistema de arrendamiento, imposibilitaría la existencia de una clase media rural que, como en los Estados Unidos o en Canadá, había sido "el actor central de la democratización política y de la transformación productiva del país" (8). Cabe preguntarse : si la formación de la clase media rural fue débil, por las causas apuntadas y tampoco los estratos medios pudieron formarse urbanamente sobre la base de una industrialización que no existió, ¿cómo se formó la clase media argentina en este período? Varios estudios prueban que el crecimiento de los sectores medios urbanos dependió mucho más de las actividades administrativas que de las industriales (J.C.Tedesco,1975), es decir que se formaron a la sombra del Estado (9). En La Pampa, la nación operó con un sistema de vender grandes extensiones a precio venal. Así, tierras adquiridas a ocho pesos la hectárea fueron vendidas parceladas a cien con plazo de seis años y con un interés del ocho por ciento anual. El propietario vendedor percibía así, en los intereses de un solo año, el valor del costo de su tierra. Algunos colonos pudieron hacer frente y otros tuvieron que devolver la tierra, perdiendo los pagos parciales realizados. Uno de los intentos de poner freno o prevenir situaciones de este tipo provino del diputado Castellanos, quien en 1903 redactó un proyecto de ley creando un impuesto especial sobre los latifundios, entendiendo por tal todo terreno de propiedad con una extensión superior a las diez mil hectáreas. Lo que aquí interesa son los datos relevantes del acaparamiento de propiedades que argumentó el autor del proyecto. En los territorios nacionales, las propiedades de 10.000 a 40.000 has. sumaban 929.000 has.; las de 40.000 a 80.000 sumaban 2.800.000 has. y mayor aún era el espacio que ocupaban las propiedades de más de 80.000 has. Todas estas enormes extensiones permanecían improductivas en gran medida, en poder de 3 terratenientes y pagando apenas ochenta mil pesos de contribución territorial. Este impuesto, aplicado en territorio pampeano, "es abonado en la casi totalidad de los casos en la Capital Federal donde residen los más de los propietarios rurales", afirmaba la Memoria de la Gobernación publicada en 1905. Y prosigue : "Se abona sobre la base de una evaluación que no solo es reducidísima sino que data de muchos años atrás, es decir de cuando los campos de la Pampa Central eran desconocidos y reputados poco menos que improductivos". A esta inequidad se sumó la presión de los terratenientes -y el esfuerzo legal de sus abogados- por evitar que los municipios en La Pampa graven los somovientes, en ejercicio de las facultades que les acordaba la ley 1532. La gestión de la Sociedad Rural de La Pampa por evitar que los impuestos a las guías se apliquen en Victorica y Quemú, tuvo por destinatario directamente al Ministerio del Interior. Y esto pasaba en 1915, luego de extensos conflictos por el mismo motivo en años anteriores. Otro elemento a considerar era la maniobra de las grandes casas exportadoras que imponían severas condiciones para comprar el cereal, negando en los hechos - muy tempranamente y por todo lo expresado- la idea del “derrame” hacia los sectores de menores ingresos del progreso resultante de la libertad del mercado. La privatización del poblamiento Descartada entonces la colonización dirigida y asistida desde el Estado, lo que suponía la "protección" y "seguimiento" tanto del colono como de su producción, La Pampa se convirtió en un gran escenario de remates de “pueblo y colonia” en torno de las estaciones de ferrocarril. El negocio de grandes firmas rematadoras y compañías colonizadoras no pesaba en grado dramático sobre los colonos, en cuanto a su subsistencia como tal, mientras se dieran buenas cosechas o la productividad de la tierra más razones climáticas permitieran, como en 1904, que La Pampa fuera galardonada con el primer lugar por sus cultivos de alfalfa. Pero fue suficiente que se desataran casos de sequía prolongada en departamentos sureños en 1910 para que quede al desnudo todo el sistema. En materia de estimulación y fomento, se ponía como ejemplo a los EE.UU. donde en veinte años "el solitario far west se convirtió en un semillero de pueblos" (10). Sin embargo, la Dirección de Inmigraciones se limitaba a recibir inmigrantes, "despacharlos" y abandonarlos a su suerte. Los enfrentamientos entre terratenientes y colonos que no pudieron cumplir con sus contratos y con sus deudas con el comercio en 1912, tuvieron por epicentro a Uriburu y dieron lugar al nacimiento de la Liga Agraria de La Pampa. Esa confrontación tuvo por objetivo evitar los 4 embargos y desalojos y se propagó a Macachín. Luego se apagó tras varios meses de conflicto, pero las condiciones quedaron intactas para su reanudación. Tal es así que en junio de 1913 numerosos colonos de La Pampa enviaron una nota al diputado Alfredo Palacios denunciando que habían perdido todo el capital invertido y que nunca pudieron pagar las semillas entregadas por el gobierno tres años atrás con motivo de la sequía. Este grave problema de los arrendamientos se agudizó precisamente en proximidades de la Primera Guerra Mundial. En este momento clave, "la modalidad de agricultura extensiva alcanzó sus límites...y no fue posible incorporar nuevas tierras para explotar. Entonces, para proteger su nivel de beneficios, el terrateniente, en lugar de intensificar la explotación mediante mayores inversiones, prefirió resarcirse realizando sucesivos aumentos en los precios de los arrendamientos" (11). Tras los reclamos de 1912, la experiencia acumulada y el grado de organización alcanzado por los colonos, determinó la movilización de la Liga Agraria de La Pampa en 1919 con un programa mínimo. Los cinco puntos de este programa formaron parte de un manifiesto al pueblo argentino y de un proyecto de legislación agraria presentado ante el Congreso Nacional. Ellos eran : 1º Arrendamientos por cinco años, renovables por cuatro años más. 2º Inembargabilidad de los útiles de trabajo, caballos, semillas y alimentación de un año. 3º - Indemnización de las mejoras introducidas en los campos. 4º - Nacionalización del seguro. 5º Anulación de toda cláusula en los contratos que afecte al interés social restringiendo la producción. Una variante de colonización privada fue la ensayada, sin resultado, por Fortunato Anzoátegui, quien proyectó fraccionar 30.000 hectáreas en Naicó en chacras de 100 hectáreas. La novedad era que en torno a esa estación se levantaría un sistema de colonización que consistía en entregar la "chacra hecha", "ya que el colono con capital de cierta importancia no es caso frecuente en nuestra economía agrícola", como indicara el terrateniente en una nota que envió al funcionario nacional. Un tipo colonización donde intervino lo "confesional" fue el desarrollado por la Jewish Colonization en el sur pampeano con un rasgo distintivo : los colonos judíos debían constituir cooperativas. Pero la desproporción entre contratos de arrendamiento y de venta nos lleva a concluir que la colonización "confesional" no presentaría una alternativa "humanizadora" a la establecida con criterio estrictamente empresarial. Ambas tuvieron, para el poblamiento del territorio, todas las limitaciones de la colonización privada. Para evaluar en perspectiva este fenómeno interrelacionado de latifundio/ferrocarriles/creación de pueblos/colonización, nos adelantaremos algunos años para conocer el panorama que El Heraldo de 5 Victorica presentaba en su edición del 8 de noviembre de 1925. "Los latifundios en el territorio cada vez se van arraigando más", afirmaba este medio para solicitar a renglón seguido que las autoridades deben controlar su existencia pues se propaga, precisamente, por la ausencia de "vigilancia". Esta falta de intervención del Estado -recuérdese toda la exaltación liberal de la iniciativa privada desde el inicio mismo del territorio- también condujo a la formación de poblaciones "supeditadas a la sola voluntad del propietario del terreno", el que consigue la radicación de un vecindario que invierte su capital y su trabajo en él sin ninguna garantía de estabilidad y sin ningún derecho. Los casos más comunes se dieron en torno a estaciones de ferrocarril donde el arriendo de los solares tuvieron condiciones usurarias. Ahora bien, prosigue El Heraldo, “esta población, radicada en estas condiciones es la que se encarga de atraer nuevos arrendatarios para colonizar el mismo campo, al mismo tiempo que se va valorizando con su propio esfuerzo el precio de la tierra”. Conseguido este propósito, el propietario, para cerrar el negocio, está facultado legalmente para pedir el desalojo judicial de los pobladores. Los ejemplos incluyen a Winifreda y a un buen número de colonias. Es interesante observar que acá también se presenta al latifundio como "el más grandioso obstáculo que puede oponerse al progreso de determinada región", pero con el agregado de que se pide la intervención del Estado, su "control". Las referencias al Estado "ausente" no tenían en cuenta que con su laissez faire, al contrario, estaba muy presente facilitando este tipo de operaciones de la que participaban varios factores de poder para contribuir, desde La Pampa, a formar el "país abanico", tal como lo calificara Alejandro Bunge. Un testimonio sobre la gravedad de esta situación, que afectó también a otros territorios nacionales, fue la emigración de colonos a Australia que se produjo en Chubut y Santa Cruz en 1915, precisamente porque en ese país podían conseguir el título de la tierra con mayor facilidad (12). El problema de la tenencia de la tierra y sus consecuencias en el poblamiento no era ignorado. Más bien era soslayado. Hay informes de gobernación donde se asume que la radicación de inmigrantes dependía de medidas que lo fijen a la tierra y a su vez carecer de competencia para brindar una solución (13). Un optimismo desarrollista Por otra parte, los sectores medios en La Pampa, cuando se referían críticamente al latifundio, no lo incluían en un sistema de poder ni lo relacionaban con alguna clase social en particular, sino que veían en él actitudes individuales, personales. Este es un ejemplo : "El latifundio es 6 una de las calamidades que han obstaculizado más seriamente el progreso y la producción. Pueblos y ciudades cercados materialmente por grandes extensiones de tierra, cuyos propietarios mantienen improductivas, se ven detenidos en su desarrollo natural y obligados a quedar reducidos siempre a un mismo límite porque el capricho de una persona así lo exige" (14). Este tipo de categorizaciones fue compartida por W.Jaime Molins en su libro “Nuestra Pampa” (1922). Allí, al latifundista se le adosa el término "indolente", alguien para quien "el usufructo del predio está en la locación parcelaria, fuente cómoda de sus más seguros ingresos". Para Molins, el latifundio es un resultado del despoblamiento y no a la inversa. Entonces, la proximidad de los grandes centros operaría como un conjuro que lo exterminaría mediante "la subdivisión testamentaria, el ferrocarril y la colonia". El latifundio es así presentado como una rémora feudal que no nació ni desaparecerá por decisiones políticas, de Estado, sino por efecto de una ley "natural" de la economía. Entonces, por peso propio, "La Pampa feudataria se redimirá en muy corto plazo con el aumento vegetativo de su población y el expandimiento de sus ferrocarriles". Este tipo de conceptualización, creemos, ignora el carácter capitalista que ya tenía el agro, extensivo a la formación social argentina en su conjunto. Es más, el panorama que presenta El Heraldo de Victorica en 1925, cuya síntesis se explicitó párrafos atrás, es indicativo de penetraciones capitalistas, claro que a la medida de nuestras sociedades periféricas y dependientes. Horacio Tarcus, desarrollando las ideas de José Boglich, sostiene que la oligarquía terrateniente no se apropiaba de una renta feudal, sino de una verdadera renta capitalista de la tierra, beneficiándose particularmente con la renta diferencial que provenía de la generosa prodigalidad de las tierras pampeanas. Y si los contratos de locación del agricultor con el terrateniente admitían algunos vestigios feudales, estallarían con el Grito de Alcorta (1912) y los movimientos agrarios posteriores que reclamaron el “contrato libre” y la rebaja de los arrendamientos (15). De cualquier manera, es interesante observar que la ubicación del latifundio en el eje atraso/modernización que plantea Molins, está prefigurando concepciones de la sociología funcionalista que Gino Germani desarrolló décadas después en la Argentina. Por de pronto, la divisoria de aguas que hace Molins en materia de provincialización, funciona así : "Para la vieja feudalidad, la autonomía gubernativa significaba una revisación de valores materiales que pondrían en evidencia el máximo de ganancia sobre el mínimo de contribuciones fiscales" y en el extremo opuesto, serían partidarios del advenimiento de la provincia tanto el colono como el criador "rústico", para dar ejemplos, "algún vasco analfabeto del oeste o algún italiano progresista del sur". Esta particular forma de considerar las relaciones sociales, llevó a Molins a opinar que los intentos provincialistas como el de la convención 7 de 1907 tuvieron un pecado original : eran "prematuros", es decir que estaban bien intencionados pero el ambiente pampeano era "feudal". Luego, la introducción del capitalismo agrario brindaría sí los merecimientos necesarios. Por tal motivo afirma que "la razón provincialista surge después con la incorporación de nuevos pueblos, colonias, el expandimiento de la industria agropecuaria". Un optimismo desarrollista. El "máximo de ganancia" a que alude Molins no sería una estrategia de la "vieja feudalidad" sino un estilo de crecimiento que, sobre otros, eligió la gran burguesía argentina. A. Pucciarelli señaló sobre tal estilo que "la búsqueda de ganancias extraordinarias relativamente seguras, subordinó totalmente a otras estrategias de acumulación basadas en la innovación tecnológica, en las inversiones de riesgo, en la multiplicación de las actividades económicas y en la ampliación de los mercados" (16). Si relacionamos el juego de estas opciones con la provincialización, observamos que para una dirigencia político-parlamentaria consustanciada con ese "estilo" o al menos no dispuesta a alterarlo, la presencia de La Pampa y de todos los territorios nacionales en el Congreso o en las elecciones nacionales era irrelevante, aunque en algunos casos la causa provincialista les haya resultado simpática y curiosos sus defensores. NOTAS (1) Amieva, Evar Orlando. El Parque Luro. Fondo Editorial Pampeano, Santa Rosa. 1996. En las tierras de Ataliva Roca, su yerno Pedro Luro construyó su “castillo” y coto de caza. (2) Cortez Conde, Roberto y Gallo, Ezequiel. La Formación de la Argentina Moderna. Paidos. 1973. (3) Diario La Capital de Santa Rosa. 8.8.1903. (4) Esta categoría de latifundistas "intrusos" la introdujo I. Orizaola Roldán en su Historia del Provincialismo en La Pampa. 1934 (5) Semanario La Pampa Central de Gral. Acha. 9.11.1890. (6) Cortez Conde, Roberto - Gallo, Ezequiel. Op.cit. (7) Rapoport, Mario. Historia Económica, Política y Social de la Argentina. Edic.Macchi. 2000. (8) Este concepto pertenece a Lucio Castro en Auge y Caída de un Proyecto de Nación. La política exterior argentina 1860-1930, citado por Mario Rapoport, Op.cit. (9) Tedesco, Juan Carlos. La Educación Argentina entre 1880 y 1930. Crecimientos y desequilibrios. Centro Editor de América Latina. 1975. (10) Diario La Nación de Buenos Aires. 24.11.1907. (11) La cita está extraída de Los Forjadores del Cereal de Liliana Kusnir de Winkler en Historia Integral de la Argentina. CEAL. 1980. (12) Archivo General de la Nación. Fondo Ministerio del Interior. Expte. 6391. (13) Informe del gobernador Arturo Algañarás al presidente de la Comisión de Territorios Nacionales de la Cámara de Diputados, Francisco Riú, en 1918. Archivo Histórico Provincial de La Pampa 8 (14) Diario La Autonomía de Santa Rosa. 17.1.1916. En la misma nota se pide a los diputados que recuerden a Rivadavia, quien obligó a los latifundistas, mediante grandes impuestos, a subdividir sus propiedades. (15) Boglich, José - La Cuestión Agraria. Claridad. Bs.As. 1937. (16) Pucciarelli, Alfredo. Argentina en la paz de dos guerra 1914-1945. Biblos. 1993, edición compartida con Waldo Ansaldi y José C. Villarruel 9