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lunes, 23 de noviembre de 2009 • 20,15 horas
ARA MALIKIAN
NAIRÍ GRIGORIÁN
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Ara Malikian
violín
Ara Malikian es uno de los más brillantes y expresivos violinistas de su generación. Poseedor de un estilo propio, forjado a partir de sus orígenes y
ricas vivencias musicales, su violín se alza como una de las voces más originales e innovadoras del panorama musical internacional.
Nacido en Líbano, en el seno de una familia Armenia, Ara Malikian se inició
en el violín a muy temprana edad, de la mano de su padre. Dio su primer
concierto con 12 años, y a los 15 recibió una beca del Gobierno alemán
(DAAD) para cursar estudios en la Hochschule für Musik und Theater
Hannover. Después amplió sus estudios en la Guildhall School of Music &
Drama, de Londres, y recibió lecciones de Franco Gulli, Ruggiero Ricci, Ivri
Gitlis, Herman Krebbers, o miembros del Alban Berg Quartett.
Una inagotable inquietud musical y humana han llevado a Ara Malikian a
profundizar en sus propias raíces armenias y asimilar la música de otras
culturas del Medio Oriente (árabe y judía), Centro Europa (gitana y kletzmer), Argentina (tango) y España (flamenco), todo ello dentro de un lenguaje muy personal en el que se dan la mano la fuerza rítmica y emocional
de estas músicas con el virtuosismo y la expresividad de la gran tradición
clásica europea.
Su calidad y nivel como violinista han sido reconocidos en numerosos
concursos, entre los que destacan el «Felix Mendelssohn» (1987, Berlín,
Alemania), «Pablo Sarasate» (1995 Pamplona, España), «Niccolo Paganini»
(Génova, Italia), y otros muchos. Además, como solista ha sido invitado en
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más de cuarenta países: Nueva York (Carnegie Hall), París (Salle Pleyel),
Viena (Musikverein), Toronto (Ford Center), Madrid (Auditorio Nacional
y Teatro Real), Zúrich (Tonhalle), Londres (Barbican Center),Tokio, Estambul, Berlín, Atenas, Venecia, Los Ángeles, Taipei, Hong Kong, Kuala Lumpur,
Cuba, Bogotá, Múnich, Praga, y un largísimo etcétera. Asimismo, ha colaborado en conciertos para violín y orquesta, bajo la batuta de directores
como Mariss Jansons, Peter Maag, Jesús López Cobos, Miguel Ángel Gómez-Martínez, Luis Antonio García Navarro, Peter Schneider, Juan José
Mena, Pedro Halffter, Alejandro Posada, Cristóbal Halffter, José Luis Temes
o Salvador Brotons.
Ara Malikian tiene una amplia discografía, que incluye Las cuatro estaciones
de A. Vivaldi (más de 80.000 copias vendidas para UNICEF), las Sonatas y
Partitas de J. S. Bach, Los 24 caprichos para violín solo de N. Paganini, las Seis
sonatas de Eugene Ysaÿe, las Tres sonatas de R. Schumann, así como gran
cantidad de obras de Pablo Sarasate, Enrique Fernández Arbós y Astor
Piazzolla. También música armenia, música flamenca (junto al guitarrista
José Luis Montón: Manantial y De la felicidad); y música de Fernando Egózcue, recogida en el disco Lejos, junto al compositor a la guitarra.
Recientemente ha iniciado un proyecto junto con la Orquesta Sinfónica
de Castilla y León para grabar varios conciertos para violín y orquesta
de compositores españoles; el primer disco publicado contiene los conciertos de Xavier Montsalvatge y Luis de los Cobos. Acaba de lanzar al
mercado también el Concierto para violín y orquesta de Aram Khachaturian, y el álbum Seasons, en el que se recogen Las cuatro estaciones Porteñas, de Astor Piazolla.
Ara Malikian ha mostrado siempre un especial interés en acercar la música
a todos los públicos. Para ello creó Mis primeras cuatro estaciones, una versión dramatizada de Las cuatro estaciones de A. Vivaldi, que se ha representado por toda España.Y en 2009, Cuentos del mundo: Armenia, un nuevo
espectáculo familiar en el que, con la narrativa como hilo conductor, se
disfruta de la música de Ara Malikian y su conjunto.
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Nairí
Grigorián
piano
Nairí Grigorián Avakimov es una pianista española de origen armenio que
reside en Zaragoza desde 1991. Comienza sus estudios de Piano a los 5
años de edad bajo la dirección de Yegorova, quien también fue profesora
de Bella Davidovich. A los 7 años entró a la Special Central Music School
del Conservatorio de Moscú, siendo Vladimir Bunin el responsable de su
educación musical desde entonces.
En esta etapa estudia con Lev Naumov, Nelly Eguizarova y Flier. A los 17
años concluye sus exámenes con Premio de Honor, interpretando el Concierto para piano y orquesta, Op. 23 de P. I. Tchaikovski y los Estudios Sinfónicos de R. Schumann, entre otras obras. Además, es bien conocida su
labor pedagógica y reconocida por el gran número de premios internacionales logrados por sus alumnos, en estos momentos más de 137.
En 2002 obtiene la Medalla de Oro del Ministerio de Cultura de Italia por
el mérito a su labor pedagógica e interpretación y realiza una extensa actividad como miembro de jurado en concursos internacionales. Asimismo,
durante los años 2002, 2003, 2004 y 2005 fue miembro del Concurso Internacional de Piano Camilo Togni en Brescia (Italia), y durante los meses
de agosto de 2003 y 2004 fue asistente del profesor Aquiles Delle-Vigne
en el Festival Internacional Mozarteum en Salzburgo.
Desde 2004 es profesora del Conservatorio Superior de Róterdam (Holanda) y su actividad como concertista se ha desarrollado en las principales
capitales europeas, interpretando un repertorio clásico reconocido por
su personal ejecución.
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Comentarios al programa
Con Beethoven queda establecida la definitiva igualdad y equilibrio entre
los sonidos del piano, o fortepiano, y del instrumento acompañante u «obbligato», ya sea el cello o el violín, en el campo de la cuerda presionada. El
diálogo e intercambio de las frases musicales solo se obtienen con el autor
alemán quien, con los cercanos antecedentes de Haydn y Mozart, conduce
hasta su cúspide la línea en que se sustentaba la disertación musical del
teclado y que venía naciendo en la escritura galante para clave, enfrentándose a la antigua sonata a solo de raíz barroca, acompañada de bajo
continuo. El instrumento que colaboraba con el fortepiano o el clave, en
esta preferencia elegida por los clásicos de centroeuropa, se usaba «ad libitum»: se podía emplear con cualquier instrumento, violín, cello o flauta,
a no ser que apareciese la indicación «obbligato», que se puede apreciar
en la mayoría de las obras de la época. El cello conoció, en la segunda mitad del XVIII, un gran auge y evolución, pero fue el violín el instrumento
rey del siglo de las luces, junto a los de teclado.
Beethoven había estudiado de niño el violín y la viola. A finales de siglo
hubo una considerable evolución el perfeccionamiento del arco moderno, siendo François Tourte el primer impulsor de estos avances, para
que más tarde Viotti, en la escuela francesa, y Pierre Rode y Rodolphe
Kreutzer en la vienesa, desarrollasen las posibilidades del instrumento.
Beethoven aunó los logros de la escuela francesa y las contribuciones
del estilo de Viena, aportando así fuertes y novedosas vías de expresión
que rápidamente se hicieron realidad, en una serie de obras en las cuales el genio del músico se evidenció plenamente. Beethoven se acerca
por completo a los esquemas que Mozart había pergeñado para su colección de sonatas para teclado y violín, mostrando una profunda transformación durante los años en que escribe para esta formación. Las
sonatas del Op. 12 son obras típicamente vienesas que, aunque muestran ya novedades tímbricas y diversos efectos sonoros, todavía se encuentran bajo la influencia e Haydn.
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Las sonatas del Op. 23 y 24 toman un camino prerromántico por lo amplio
de su estilo y por la riqueza de sus ornamentos. Una tendencia que continuará en las del Op. 30 y Op. 47, en las que se encuentra la conocida
como Sonata Kreutzer. Escrita entre 1802 y 1803 y, como todas las sonatas
de Beethoven para dos instrumentos, son auténticos dúos en los que
tanto el piano como el violín alcanzan una misma categoría de virtuosismo
y protagonismo. En la primera audición, en 1805, ya figuraba en la partitura
editada la dedicatoria a Rodolphe Kreutzer, profesor de violín de origen
francés, de quien se ha dicho que no la llegó a interpretar por considerar
la obra «ininteligible». Según un crítico de la época, «Beethoven había llevado hasta tal extremo su deseo de originalidad, que había llegado a resultar grotesco». El violinista inglés George Polgreen Bridgetower, quien
iba a interpretarla, en principio, se negó a hacerlo, calificando la sonata
como «la música de un loco», y hasta Tolstoi, en su novela La sonata a
Kreutzer, escribió dos páginas de absurdas insensateces en contra de
Beethoven y de su genial obra.
El primer movimiento, «Adagio sostenuto. Presto» es más enérgico, dramático y completo que los dos siguientes. Se inicia por medio de una
introducción lenta a cargo del violín solo que, en «fortissimo», canta
una frase melódica apoyada por el mismo instrumento en dobles, triples
y hasta en cuádruples cuerdas al enunciar el acorde del inicio; el piano
recoge la frase y se prepara la entrada del «presto», que se presenta
con una impetuosidad imparable. Transcurrirá este movimiento con una
sucesión de melodías dialogantes, finalizando el movimiento con una
amplia coda que mezclará nuevos apuntes con los ya conocidos. El «Andante con quattro variazioni» se compone de las dos partes que marca
la tradición.
El primer tema será expuesto por la parte central del piano y en su repetición pasará a ser recordado por el violín. En la primera variación, el
piano cobrará un casi total protagonismo sobre el apunte rítmico del violín, que se prodigará más en el cambio de tema.Tras las abundantes ornamentaciones de la cuarta variación, aparecerá la coda en aire de fantasía.
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En el «Finale. Presto», el comienzo está a cargo del violín con el contrapunto del piano que se enlaza a un tema de ritmo característico, y tras un
breve motivo el piano continuará con una bella y melódica frase. La coda
viene apoyada por la primera idea y la concluye una nueva afirmación del
movimiento inicial.
Nacido trece años más tarde que Debussy, tras tener a los 20 años las revelaciones de Preludio a la siesta de un fauno, de Pelléas y Mélisande y de
las obras de los jóvenes rusos Balakirev o Rimski-Korsakov, Ravel había
conocido naturalmente el ambiente «impresionista». Pudo contar con la
liberación musical conseguida por Debussy, pero adoptó muy a su estilo,
y con su propia personalidad, las transparencias, los movimientos paralelos
de acordes fundamentales, los encadenamientos excepcionales de agregaciones elaboradas, las modulaciones súbitas, la paleta orquestal de luces
irisadas, o la concisión en el discurso exento de cualquier grandilocuencia.
Pero Ravel era simplemente él mismo, Maurice Ravel. Su melodía es de
un dibujo cerrado, de una absoluta originalidad, basada en modelos antiguos y de las escalas llamadas «defectivas», como la pentafónica. Su armonía, más bien frecuentemente ácida, está basada en un pequeño número de acordes de los que, paradójicamente, obtiene gran variedad de
sonoridades. El ritmo, en Ravel, es franco, tradicional como la forma, la cual
se refiere voluntariamente a módulos clásicos, con un primer movimiento
basado en dos ideas opuestas, como en la Sonata para piano y violín en Sol
mayor, escrita entre 1922 y 1927, y que es la que hoy nos ocupa. Conviene
señalar que Ravel escribió, en 1887, un movimiento de sonata para violín
y piano, publicado después de su muerte, un «Allegro moderato», con la
indicación de «muy dulce». La obra no ha gozado de excesiva popularidad
y su estreno de forma «oficial» tuvo lugar en Nueva York, para celebrar el
centenario del autor, en 1975.
La Sonata n.º 2 en Sol mayor es una obra plena de hallazgos inéditos e
inusuales, de escritura escueta, y en la que los dos instrumentos se
muestran individualizados, apreciándose esta particularidad tanto en la expresividad como en la sonorización. El «Allegretto» es el tiempo más extenso, con una exposición temática muy variada, en el que se suceden
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«staccati», acordes en yuxtaposición y con un inesperado final en «fugato».
El segundo movimiento, un «Blues» en «moderato», es una demostración
del gusto de Ravel por el jazz; el tratamiento del violín evoca las sonoridades del saxofón o el banjo, mientras que el piano perfectamente podría
cumplir las funciones de la percusión «jazzística». El tercer y último movimiento, «Perpetuum mobile», en «Allegro» es el más breve de la sonata.
El comienzo es un motivo bucólico, en el que la repetición de notas y los
arpegios del violín restan personalidad al instrumento, tan provisto de virtuosismo a lo largo de la partitura.
Aunque nacido en Tymoszowka, localidad situada en Ucrania, el origen de
Karol Szymanowski es totalmente polaco; en el seno de su familia, de antiguo abolengo y refinada educación, se cultivaban diversas artes; la literatura, la pintura y la música eran prácticas habituales entre ellos. El joven
Szymanowski recibió sus primeras clases de piano en casa, su padre, violoncellista y pianista, se ocupó de la educación musical de su hijo.También
su tío, Gustav Neuhaus, en Jelisabethgrad, enseñó al futuro compositor diversas materias en cuestión de música. Más tarde, en Varsovia, Szymanowski se prepara para iniciar su carrera como compositor. A los 23 años
se relaciona con el grupo «Joven Polonia», que trataba de introducir en el
arte polaco las últimas innovaciones de la música europea.
Durante toda su vida, el músico viajó casi constantemente para, en 1919,
instalarse en Varsovia pero, a causa de una enfermedad, la tuberculosis,
que le acompañaría a lo largo de su vida, finalizada el 29 de marzo de
1937, Szymanowski se trasladaba con frecuencia a las montañas de Zakopane, en los Altos Tatras. Durante aquellas estancias, el compositor descubrió el folclore de los montañeses, lo que aumentó su interés por la música
popular. Se dice que el estilo de Szymanowski es poliforme, y que viene
de la influencia de artistas y movimientos diversos, pero mantuvo en cada
etapa compositiva numerosos rasgos personales. Recuerdos de Chopin,
Scriabin, Wagner, Richard Strauss o Max Reger no son extraños en sus
primeras obras, para, posteriormente, acogerse al impresionismo conservando una forma propia.
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En su última etapa, Szymanowski se adapta a la corriente folclorista, representada por Stravinski y Bartók. Para la música polaca, la obra de este
compositor constituyó un movimiento auténticamente revolucionario, llevando a los medios musicales, aún retrógrados, un nuevo aliento, suscitando una gran revolución estética e insistiendo en la apremiante necesidad de encontrar un lenguaje moderno.
Su obra Nocturno y Tarantella, para violín y piano, toma, junto a otras composiciones para violín, como Mitos o el Primer Concierto, motivos de clara
raíz folclórica u orientalizante, incluyendo los recuerdos a los temas españoles debidos a Lalo, Sarasate o Saint-Saëns. Las dos partes presentan un
violín de sonoridades innovadoras y las ornamentaciones exponen unos
desarrollos seductores ricamente inspirados. Su escritura data de 1915 y
está dedicada a Augusto Ivanski.
Juana Bonafé
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Programa
PRIMERA PARTE
L. v. BEETHOVEN
Sonata para violín y piano n.º 9 en La, Op. 47 «A Kreutzer»
Adagio sostenuto. Presto
Andante con variazioni
Finale. Presto
DURACIÓN APROXIMADA 34 min.
SEGUNDA PARTE
M. RAVEL
Sonata para violín y piano n.º 2 en Sol
Allegretto
Blues
Perpetuum mobile
DURACIÓN APROXIMADA 18 min.
K. SZYMANOWSKI
Nocturno y Tarantella para violín y piano, Op. 28
DURACIÓN APROXIMADA 12 min.
ARA MALIKIAN
NAIRÍ GRIGORIÁN
Imprime: Navarro & Navarro Impresores • D. L. Z-4.134/2009 • La organización se reserva el derecho de variaciones de días y sustituciones de orquestas, solistas y programas por causas obligadas de fuerza mayor.
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