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LA HOJA VOLANDERA
RESPONSABLE SERGIO MONTES GARCÍA
Correo electrónico [email protected]
En Internet www.lahojavolandera.com.mx
LA EDUCACIÓN DESDE EL PUNTO
DE VISTA SOCIOLÓGICO
Karl Mannheim
1893-1947
Karl Mannheim (nació el 27 de marzo en Budapest, Hungría; murió el 9 de junio en Londres, Inglaterra) es el fundador de la sociología del conocimiento. Asegura que el ser humano se moldea dentro y para una determinada sociedad y que la educación, por lo tanto, es una de las técnicas para influir en la
conducta humana y como un medio de control social. Sus obras fundamentales son:
Ideología y utopía (1929) y Diagnóstico de
nuestro tiempo (1941).
La crisis actual de la democracia y del liberalismo debe
llevar a la conciencia de los países que todavía gozan de
la libertad algunas de las deficiencias de su sistema en las
alteradas condiciones del mundo. La democracia y la libertad sólo podrán salvarse si estudiamos la conformación gradual de los estados totalitarios, y no para imitar
sus métodos sino para encontrar las causas de los cambios estructurales que hicieron de la dictadura una de las
posibles respuestas a la situación del mundo moderno.
Sólo podemos esperar encontrar soluciones que estén en
armonía con nuestros ideales democráticos y liberales si
conocemos las causas que llevaron a otras sociedades democráticas, incapaces de hacer frente a la nueva situación, a aceptar el sistema dictatorial. Aunque las causas
que condujeron a ese colapso fueron muy complejas y
hay que echar la culpa en primer lugar a los defectos de
la organización política y económica de nuestro tiempo,
nadie puede negar que la falta de resistencia espiritual jugó un papel muy considerable en esa ruina. No solamente el sistema educativo era en esos países inadecuado para la educación de masas, sino que asimismo los procesos
psicológicos operantes fuera de la escuela quedaban sin
un control social auténtico y de esa suerte habían de llevar necesariamente al caos y a la desintegración.
No deben, pues, dejarse engañar por esta calma
momentánea las grandes democracias de Occidente,
que, a causa de su mayor seguridad económica, no se
han enfrentado todavía con una crisis inmediata. Funcionan también en ellas las mismas fuerzas que están transformando la estructura entera de la sociedad en todo el
mundo, y hemos de preguntarnos si de hecho se encuen-
tran mejor que las democracias caídas por lo que se refiere a sus sistemas educativos. Los gobiernos democráticos no pueden enorgullecerse de haber descubierto formas satisfactorias de control social que puedan sustituir a
las que ejercía la comunidad como estructura social hoy
desvaneciente, ni tampoco técnicas psicológicas nuevas
para hacer frente a las necesidades de la sociedad de
masas. Sólo puede evitarse una quiebra psicológica general si somos capaces de percibir con rapidez la naturaleza de la nueva situación y de definir de nuevo, de
acuerdo con ella, los propósitos y medios de la educación democrática.
Esta reforma de los propósitos y métodos democráticos y liberales necesaria para que puedan adaptarse a
una nueva sociedad, requiere que examinemos la educación desde el punto de vista sociológico. Comenzaré por
especificar algunas de sus consecuencias:
1) La educación no moldea al hombre en abstracto,
sino dentro y para una determinada sociedad.
2) La unidad educativa última no es nunca el individuo, sino el grupo, el cual puede variar de tamaño, fines
y funciones. Ahora bien, con éstos han de variar al mismo tiempo los modelos predominantes de acción a los
que deben sujetarse los individuos en tales grupos.
3) Los fines educativos de la sociedad no se pueden
comprender en forma adecuada mientras estén separados de las situaciones a que en cada edad se ha de hacer
frente y del orden social para el cual se conciben.
4) Los códigos y las normas no son para el sociólogo fines en sí mismos, sino siempre la expresión de un
juego recíproco entre el individuo y el grupo. El hecho
de que las normas no sean en sí absolutas, sino que se
modifiquen con los cambios del orden social, ayudando
de esa suerte a resolver los problemas con que la sociedad se enfrenta, no es cosa que puede ser vista desde la
experiencia de un individuo aislado. Para este individuo
tienen que mostrarse como decretos absolutos e inalterables y sin esta creencia en su estabilidad no podrían funcionar. Su verdadera naturaleza y su función en la sociedad, como formas de adaptación colectiva, sólo se muestra si seguimos su historia a lo largo de muchas generaciones, poniéndolas continuamente en relación con su
trasfondo social en permanente cambio.
5) Estos fines educativos y su contexto social se
transmiten a la nueva generación con las técnicas educativas dominantes. A su vez las técnicas educativas no se
Marzo 25 de 2009
desarrollan jamás en forma aislada, sino siempre como
una parte del desarrollo general de las “técnicas sociales”. Por eso, sólo puede entenderse adecuadamente la
educación si la consideramos como una de las técnicas
para influir en la conducta humana y como un medio de
control social. La más ligera variación en esas técnicas y
controles de carácter más general se refleja en la educación en su estricto sentido, tal como ésta se lleva a cabo
entre los muros de la escuela.
6) Mientras más consideremos a la educación desde
el punto de vista de nuestra reciente experiencia, como
uno de los muchos modos de influir en la conducta humana, más evidente se hace que aun la técnica educativa
más eficaz está condenada al fracaso a menos que se la
ponga en relación con las restantes formas de control social. Ningún sistema educativo es capaz de mantener en
la nueva generación la estabilidad afectiva y la integridad
mental, a menos que esté unida en una estrategia común
con las influencias sociales que actúan fuera de la escuela. Sólo mediante la cooperación con ellas, y en nuestros
días en modo especial, es posible poner un freno a las influencias sociales que, de otra suerte, desorganizan la vida de la comunidad. Sólo mediante un ataque coordinado sobre los efectos desorganizadores de la sociedad de
masas en la mentalidad individual, se puede esperar poner un dique al tipo de psicosis de masa que se produjo
en el Continente europeo.
Esta actitud sociológica hacia la educación encontrará seguramente resistencia entre los educadores de la era
liberal para quienes el único propósito digno de la educación consistía en el desarrollo de una personalidad independiente. Creyeron haber salvado la autonomía de la
personalidad al olvidar el análisis de la situación social en
que el hombre tiene que actuar y sobrevivir.
Hoy sabemos que la ceguera para lo social lejos de
ser una virtud es más bien un modo caduco de mirar a la
realidad, y que no se sirve ni a la causa de la libertad, ni
a la idea de la personalidad si se es ciego para la
significación de los factores ambientales.
En la era victoriana, cuando una pequeña élite controlaba los asuntos de la democracia, una actitud idealista
hacia le educación, despreocupada de su contenido social, podía no causar gran daño. Las condiciones sociales
en que se formaron esas pequeñas élites presentaban todavía oportunidades suficientes a la individualización.
Nada existía en las circunstancias de esos privilegiados
que pudiera impedir la formación de una personalidad
completa en todos aquellos cuyas habilidades innatas les
permitían aprovechar lo mejor de tales oportunidades. Ni
tampoco el olvido de la importancia de las condiciones
sociales condujo entonces a síntomas visibles de crisis
dentro de las masas, porque, no obstante la pobreza de
su vida material, estaban protegidos espiritualmente por
la vida en comunidad y porque los métodos tradicionales
de controlar la conducta humana funcionaban bastante
bien debido a la lentitud del desarrollo social. Ahora
bien, esta ceguera para la circunstancia social en que se
forma la personalidad sólo queda sin castigo mientras la
democracia es una democracia de la minoría. El método
aislador del pensamiento liberal tendía a convertir a todo
elemento en un absoluto, por eso se consideraban tanto
los propósitos como las técnicas de la educación como
entidades buenas o malas por sí mismas, sin tener en
cuenta su medio social. Pero tan pronto como las masas
se hacen políticamente activas, son necesarias nuevas formas de educación, y de la selección y mantenimiento de
los patrones normativos en extremo individualizados de
la élite se transforman en asuntos que interesan a todo el
público. En esta fase ya no es posible limitar el problema
de la educación a la escuela. No se puede seguir considerando a la educación como un intercambio entre dos individuos, el maestro y el discípulo; no puede seguir siendo contemplada como una relación privada y personal,
sino como una parte del contexto más amplio del problema social.
Otra tendencia infecunda se encontraba en el hecho
de que se educaba el carácter para la vida, pero esta “vida” significaba algo muy vago generalmente: una especie
de vacío dentro del cual, merced a una armonía misteriosa, todo resultaba lo mejor posible. Hoy sabemos que este vacío llamado “vida” es, en una gran dimensión, la sociedad, con sus instituciones y situaciones sujetas a cambio y variación.
La educación liberal, con su falta de comprensión
para lo social, funcionaba bastante bien cuando, como
en las épocas de prosperidad y expansión general, cualquiera que tuviera cierta fortaleza de carácter tenía la
probabilidad de hacer un camino en la vida. Fracasa, sin
embargo, cuando cesan la prosperidad y la expansión y
lo distintos grupos quedan abandonados a sus propios recursos; cuando la desocupación y falta de movilidad minan la energía de los individuos aislados. La ignorancia
del punto de vista sociológico no elimina los problemas
sociales, sino que lleva a un caos completo, marcado por
la influencia ascendente de todos aquellos que tratan de
establecer el orden social no por medio de la orientación
científica, sino por el decreto dictatorial. La miopía sociológica de los pensadores dogmáticos nos impide darnos
cuenta de que ya poseemos métodos dentro de la estructura liberal y democrática, que, adecuadamente desarrollados, pudieran ayudarnos a hacer frente a la situación
cambiante. Pero para que esto pueda suceder dentro de
las condiciones de la sociedad de masas sin abrir el camino de la dictadura y de la conformidad mecánica, la democracia y el liberalismo deben abandonar su optimismo
irresistible y su política de laissez-faire, y estudiar los principios que regulan las tendencias sociales. No debemos,
pues, creer que un conocimiento de las condiciones sociales dominantes en una sociedad de masas equivale a
una nivelación de la personalidad. Es siempre posible
fragmentar la gran sociedad en unidades más pequeñas y
fomentar dentro de ellas las condiciones que acrecientan
las diferencias individuales entre los miembros de un
grupo.
Fuente: Karl Mannheim, “La educación desde el punto de vista sociológico” en De educación y otros temas, antología por Sergio Montes
García, UNAM-FES Acatlán, México, 2008, pp. 198-201.
PROFESOR, consulta la HV en Internet. En este número:
De los profesores: “Panorama de los medios electrónicos en México” (Parte II y última)
por Alma Rosa Alva de la Selva.
De los estudiantes: “La tarea de educar en la convivencia y el amor” por María Fernanda Raya Quintana.
De la HV: “El currículum oculto de las escuelas” por Iván Illich.