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En el corazón del buque hospital más grande del mundo
EL TIEMPO estuvo cuatro días en el gigantesco centro asistencial. Esto fue lo que
encontramos.
Los esposos Karin y Tom Crawford, dos odontólogos pensionados de los Estados Unidos,
aún recuerdan que, en su primer viaje a Colombia en 2011, recibieron de regalo tres
libras de café que un habitante de Tumaco (Nariño) les entregó mientras sonreía
mostrando la nueva dentadura que le acababan de implantar en el barco hospital más
grande del mundo.
“Doctora, usted me ha cambiado la vida”, le dijo a la odontóloga Camilo Barajas, quien con
el paso de los años había perdido buena parte de sus dientes.
“Siempre lo recordamos, don Camilo nos abrazó con tanto cariño y tanto agradecimiento.
Además el café que nos regaló era el más apetecido a bordo del buque”, manifestó Karin
Crawford, quien regresó a Colombia la semana pasada como parte de la misión médica
que viaja en el USNS Comfort. Esta vez el buque hospital más grande del mundo llegó a
Buenaventura para atender gratuitamente y con alta tecnología a los habitantes del
puerto.
La pareja de odontólogos hacen parte del equipo de 150 profesionales que viajan por el
mundo atendiendo a las poblaciones más vulnerables. Durante nueve meses sacrifican
comodidades y contacto con sus familias (la señal de celular y de internet es intermitente
durante el viaje) para poder conseguir más sonrisas como las de don CamiloLos Crawford
se sumaron en nombre de una ONG. Ella, de 65 años, y él, de 72, decidieron dedicar el
resto de sus días a servir a los más necesitados, a bordo del buque hospital que viaja por
Centro América y América del Sur en una misión humanitaria y de entrenamiento militar
en casos de emergencia.
El USNS Comfort, después de cuatro años de haber anclado en Tumaco, volvió a
Colombia. Esta vez el lugar elegido por la misión Promesa Continua 2015 fue el puerto de
Buenaventura (Valle del Cauca). Allí se conocerán nuevas historias, como la de don
Camilo, quizás más conmovedoras, de personas que veían lejana la posibilidad de recibir
un tratamiento médico integral y hasta una compleja cirugía, si el caso lo amerita.
El buque cuenta en su estructura con dos torres, una de 8 pisos y otra de cuatro, 12 salas
de cirugías, 1.000 camas para hospitalización, equipos de ultrasonido y rayos X, un
completo banco de sangre y una gigante farmacia, además de los más sobresalientes
médicos, quienes esperan a bordo la llegada de sus nuevos pacientes, quienes serán
llevados a la nave en un helicóptero o en una de las lanchas rápidas que van hasta tierra a
recogerlos. Por su tamaño y peso el buque no se puede acercar al puerto en donde
correría gran riesgo de encallar.
La tripulación está conformada por 65 marinos civiles y 1.215 profesionales de la salud,
entre militares y voluntarios.
Este gigante proyecto es financiado en su totalidad por el Gobierno de los Estados Unidos
con un costo de 40 millones de dólares por cada misión. Se suman las donaciones que
realizan varias ONG, que además de dinero y provisiones conceden el tiempo de servicio
de sus médicos voluntarios.
Desde el arribo a las costas colombianas, el pasado miércoles empezaron los trabajos de
evaluaciones clínicas. El sábado se iniciaron las primeras intervenciones quirúrgicas de
111 personas calificadas para estos procedimientos. Los pacientes residen en
Buenaventura y Juanchaco.
Para la misión médica del Comfort los logros en Colombia son muy importantes si se
tiene en cuenta que en el buque la capacidad proyectada de cirugías por día es de cien, en
casos de contingencia o desastre.
En las brigadas, como la de Buenaventura y Juanchaco, para que una persona sea
intervenida quirúrgicamente es de antemano sometida a un estudio que realizan médicos
del Gobierno anfitrión.
Una de las situaciones que los médicos tienen en cuenta para determinar la necesidad de
un procedimiento es que esta persona no sea portadora de ningún tipo de enfermedad
infectocontagiosa.
En la atención, dijo uno de los galenos, se les da prioridad a aquellas que no estén
afiliadas a ningún sistema de salud.
La historia clínica del paciente es transmitida desde tierra a la junta médica de
especialistas que permanece a bordo.
Son ellos quienes tras examinar la información ordenan el traslado del paciente al buque.
EL TIEMPO estuvo varios días a bordo de este hospital marítimo.
En su interior, sus actividades comienzan cuando todavía el sol está sin asomar.
Desde las 4 de la mañana, se observa a muchas personas en movimiento, entre estos los
relevos de marinos y personal de la guardia.
A las 6, todo el personal a bordo se dirige a los tres comedores, uno es para los médicos,
enfermeras y personal del hospital. El otro es el de los ingenieros encargados del cuarto
de máquinas y un tercer restaurante es el de los marinos civiles, que son 65 en total. El
personal tiene una hora para desayunar.
Su interior es una gigantesca edificación que a simple vista no tiene características de ser
un barco; todo está impecablemente y organizado: oficinas, consultorios médicos, sala de
emergencia, recepción y ascensores con capacidad para transportar al tiempo hasta dos
pacientes en sus respectivas camillas.
Se vive a diario una vida llena de acción, porque siempre están en preparación,
uniformados de un lado para otro. Son muchas las escaleras para los 12 pisos que
conforman las dos torres de acero.
Sin embargo, existen horas de entretenimiento. Cada viernes un médico neoyorquino y
una anestesióloga dominicana dictan tres horas de baile. Enseñan pasos de salsa
colombiana: Grupo Niche y Joe Arroyo.
En cada dependencia, en los baños, en el comedor, siempre hay disponible un
dispensador de gel antibacterial o jabón líquido.
“Por tantas personas en un solo sitio, hay que guardar las precauciones en cuanto a la
asepsia”, manifestó Miguel Cubano, subjefe del grupo médico.
Colombianos a bordo
Entre las más de 1.200 personas que viajan en el Comfort, EL TIEMPO descubrió varias
historias, entre estas las de los colombianos que trabajan en la misión como operarios o
voluntarios: dos nacionalizados en EE. UU., un médico de padres colombianos casado con
una caleña y dos mujeres militares de la Armada Nacional, además de un jefe de
máquinas que fue llevado en adopción a los Estados Unidos y quien asegura que nunca ha
dejado de querer a su país de origen.
David Silbelberg Orozco dejó Colombia cuando tenía cinco años y una familia radicada en
EE.UU. lo adoptó. Según le contó María Helena Orozco, su madre adoptiva, una médica
colombiana nacida en Anserma (Caldas) y casada con un ciudadano de origen alemán, fue
ella quien tomó la decisión de acoger a un niño en su familia: “Quiero adoptar un hijo,
pero quiero que sea colombiano”.
Los esposos Silbelberg viajaron a Bogotá y fue en esta ciudad en donde por intermedio
del Bienestar Familiar se dio la adopción de David.
Silbelberg Orozco estudió Arquitectura de Navío y desde hace cuatro años trabaja en el
gigantesco cuarto de máquinas, desde donde se genera todo el movimiento del buque,
además de un singular sistema de desalinización del agua de mar. El preciado líquido es
calentado a elevadas temperaturas; su vapor mueve el motor de la nave y este mismo
vapor es aprovechado y convertido en agua potable. Además, allí se procesa oxígeno para
el hospital.
Juliana Corredor Ramírez es teniente de corbeta y médica de la Armada Nacional. Hace
cinco años se graduó profesionalmente y un año después ingresó a la milicia. El próximo
año ascenderá a teniente de fragata. En marzo del 2015 fue seleccionada junto a otra de
sus compañeras para integrar el grupo de apoyo de las naciones amigas en la misión
Promesa Continua.
Con ella abordó la suboficial Miller Cortés, una de las enfermeras de abordo. Ambas se
unieron a la expedición en Guatemala el pasado 22 de abril.
Para las colombianas esta ha sido una experiencia innovadora como militar.
“Es satisfactorio llegar a un país y que seamos reconocidas como colombianas. Al
terminar cada misión dejamos de recuerdo los colores de nuestra bandera”, dijo la
teniente Corredor, quien hace consultas médicas generales en uno de los dos puestos que
son instalados en cada país. Atiende todo tipo de patologías y formula, cuando no es
necesaria una intervención quirúrgica. En una de las salas de cirugías la sargento Cortés
asiste como auxiliar anestesióloga.
El médico Miguel Cubano, subdirector científico de la misión, también es colombiano. Su
madre es de Buga (Valle) y su esposa es de Cali, a quien conoció hace varios años en el
hospital San Juan de Dios. “Es decir que estoy por los dos lados untado de
colombianidad”, dijo.
Heredó la medicina, porque su madre y su padre se graduaron como médicos en
Barcelona (España). Recibió su título de médico en Puerto Rico. Se fue a trabajar a los EE.
UU. en donde ingresó a la Escuela Naval. Su madre le transmitió el espíritu de servir. “Ella
hace parte de las Damas Rosadas Colombianas en Puerto Rico”, puntualizó.
Está entre los 10 mejores de los Estados Unidos
El Comfort es un buque hospital considerado el noveno centro asistencial más grande de
los Estados Unidos. Cuenta con las más modernas instalaciones de traumatología de ese
país. Su misión es flexible. Además de las misiones de ayuda humanitaria en América, está
preparado para apoyar situaciones de guerra y en casos de desastres.
LEO MEDINA JIMÉNEZ
Redacción Justicia
Diario El Tiempo, 13 de Julio de 2015. Página 14.