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Nota publicada en Diario El DIA del domingo 27-10-13 en Suplemento Séptimo Día
“La Plata es una gran ciudad médica que tiene 3 millones de habitantes”
Eduardo Cueto Rúa, médico y profesor con rica trayectoria. Especializado en pediatría y gastroenterología.
Las dos crisis de la medicina. Las estrategias de un docente al tomar los exámenes. “Los snacks son mortales”
Por MARCELO ORTALE
“La Plata es una gran ciudad médica que tiene 3 millones de habitantes… Abarca desde Dolores a buena
parte del sur del Gran Buenos Aires. Afortunadamente existe en nuestra ciudad una afiatada red de
hospitales, empezando por el Hospital de Niños. Tenemos entre nosotros centros de alta complejidad y eso
en medicina vale mucho, en todo sentido”, dice Eduardo Cueto Rúa con décadas de trayectoria hospitalaria y
también como profesor en la facultad de Medicina.
“Yo siento que vivo en una ciudad que, sin duda, es capital para la vida de muchos habitantes de la
Provincia”, añade el profesional, reiterando conceptos incluidos en su reciente libro “Causas, Casos y Cosas”,
básicamente destinado a analizar una de sus especialidades, la que más quiere, la celiaquía.
“Siento que vivo en una ciudad universitaria, en donde la verdad y el conocimiento son lo importante. Me
parece además muy apropiada esta cita de Alvin Toffler: el conocimiento es la forma de poder más
democrática que existe”.
Su padre, Ladislao Jacinto Cueto, fue también médico y es la última generación de los Cueto, ya que a partir
de ella pasaron a llamarse Cueto Rúa. La historia que cuenta merece una novela extensa. El primer Cueto que
anduvo por tierras americanas se llamaba Jacinto y fue un casi anónimo soldado del conquistador extremeño
Hernán Cortes, que desarticuló el imperio azteca. Alguno de sus descendientes bajó primero a Lima y peleó
para Pizarro. Y sus siguientes vinieron a Buenos Aires y terminaron como conspiradores contra Cisneros, en
las famosas jabonerías de mayo de 1810. Un caso notable fue el de los once integrantes de la familia Cueto,
nueve de los cuales murieron en la Guerra del Paraguay. Uno de los dos sobrevivientes fue el que vino a La
Plata y aquí echó raíces.
El primer Cueto Rúa, de apellido compuesto, fue Julio, tío del entrevistado, un político conservador de la
pasada década del 60, considerado como un intelectual brillante. “Julio asistía una vez a un curso de
posgrado en al Universidad de Dallas y dialogaba mucho con el profesor. Un día el profesor fue a ver al rector
de la Universidad y le dijo: en mi clase tengo un alumno que sabe mucho más que yo. Así que le pido que lo
nombre en mi lugar. A mi tío le dio mucha vergüenza pero fue así nomás, lo nombraron profesor”.
El entrevistado reseña que su padre se casó con María Delia Gutiérrez Navas y que vivieron un tiempo en
Verónica. “Allá se hizo médico clínico del pueblo”. Además de Eduardo tuvieron a María Delia, María Angela
y María Matilde. Cuenta que después de cursar primario y secundario en el San Luis, él también estudió
medicina – “estaba signado, nunca pensé en otra cosa que ser médico”- y luego se casó Lucila Carrera, con la
que tuvieron cuatro hijos: Mercedes (diseñadora), Ladislao (abogado), Santiago (sociólogo) y Pilar (fotografìa
y cine). “Además somos todos pinchas, tenemos la marca indeleble. Pero no somos fanáticos, ni enemigos de
Gimnasia”.
Entre otros cargos, Cueto Rúa fue jefe del servicio de Gastroenterología del Hospital de Niños (ya jubilado);
es profesor adjunto de la cátedra de Pediatría de la facultad de Medicina de la UNLP; profesor director del
curso de posgrado de Gastroenterología, Heptalogía y Nutrición Pediátrica de la UNLP; fundador del primer
Club de Madres Celíacos (1978), segundo club existente en el mundo; fundador de la Asociación Celíaca
Argentina; miembro de las sociedades argentinas de Pediatría y Gastroenterología; miembro invitado de la
Sociedad Española de Gastroenterología Pediátrica, entre otras instituciones. Es también autor del libro “Un
modo de ser”, editado en inglés con circulación en los Estados Unidos.
¿Por qué eligió la pediatría como especialidad?
“Siempre había pensado dedicarme a la cirugía plástica reconstitutiva. Hasta que asistí a las clases de
pediatría que daban tres eminencias, cuya principal preocupación era la de enseñar... Y no todos tienen esa
inquietud… Fueron los doctores Armendáriz, Morano y Brock. Fueron las tres clases que más me gustaron en
la vida. Por ellos elegí la especialidad”
¿Usted los siguió como profesor, se inspiró en ellos?
“Sí. Hay profesores a los que no les gusta hablar con los alumnos... A mí me encantan los alumnos, me
encanta motivarlos. Cuando terminan el examen sobre la materia, yo les hago algunas preguntas más. Le
comento cuáles son esas preguntas: dígame alumno, ¿qué es el tiempo para usted? O a veces les hago una
pregunta más sencilla: ¿podría definirme qué es una mesa, para que sirve una mesa? Esta última es muy
graciosa, a veces me responden y yo les replico: mire, eso que dijo es una biblioteca, no una mesa…Le doy
mucha importancia a este diálogo final porque ellos contestan con lo que tienen puesto…Otra estrategia que
empleo es ponerle un signo clínico al alumno. Su paciente, le digo, tiene 4 años de edad, usted está en una
guardia y el chico viene con cefaleas, con edemas. Usted tiene la compañía de otros médicos en la guardia.
¿Qué hacen? Porque esas son las preguntas que valen, que no están en los manuales pero que están en la
vida…Y yo pienso, si en diez minutos no me dice nada es porque no tiene nada en la cabeza…Yo digo que se
aprende en estado de emoción”
¿Qué porcentaje promedio es el que aprueba cuando usted toma exámenes?
Está el caso de Borges, que nunca aplazó a ningún alumno… “Aprueba siempre más del 90 por ciento. Borges
tenía razón, cuando un profesor aplaza se está aplazando a él mismo. Lo cierto es que está muy baja la
cultura general de los alumnos”
¿Cuál es la principal crisis de la profesión médica?
“Hay dos crisis, la primera es la de la atención primaria de la salud. La que debe ocuparse de prevenir las
enfermedades. La que debe educar para prevenir enfermedades como la diabetes o la obesidad. Nadie dice
que los snacks son mortales. Hay gente que vive toda la vida con snacks y gaseosas. Miré, si usted toma una
gaseosa gastó 20 pesos. Y en veinte años…orinó un 0 kilómetros…Pero mientras tanto le queda el azúcar, que
va al hígado. A mi me preguntan las madres, pero qué puede beber mi hijo. Les contesto: que beba lo mismo
que bebió Julio César, Sócrates, San Martín: agua. Que beban agua. Y la otra crisis es la de la medicina de alta
complejidad, que cada día es más cara, más compleja” A cualquier paciente de la alta complejidad hoy se le
hace difícil que un médico le hable…pareciera que siempre están expidiendo órdenes para que el paciente se
haga exámenes… “Es así. Es preocupante la falta de humanismo que existe en la medicina. Pero además, nos
estamos acercando –en lo que se refiere al conocimiento médico- a la frontera de la vida. Se debiera poner el
acento en humanizar la relación con los pacientes. Además está el problema de la sobreasistencia. El
paciente entra al consultorio y pareciera que el médico ya le está pidiendo que coleccione pruebas y escribe
en las recetas, casi sin hablar. Le piden de todo a los pacientes y los pacientes salen como vacíos. Se van
pensando…ni me tocó…Y eso es muy preocupante para un sistema de salud”
¿Cuál es su posición con respecto a la cirugía plástica…? Hoy está de moda…
“La Argentina es uno de los centros mundiales de cirugía plástica. Aquí entran a jugar posturas personales. Yo
creo que se puede envejecer perfectamente con la dignidad que dan las arrugas…De todos modos, existe la
posibilidad de que uno termine siendo de plástico. A veces no se puede reconocer a una persona
operada…porque finalmente los operados se parecen…Labios de arriba hinchados, se ríen igual, la cara no se
les mueve…Evidentemente hay un abuso, un abuso que responde un erróneo concepto de belleza”.
Quedó para el final lo que más lo identifica, su tarea médica contra la celiaquía, contra la parasitosis, su
especialidad. Pero como de ella habla siempre, le queda este poco espacio. ¿Qué puede decir en forma
sintética sobre la celiaquía?
“Lo primero, que la celiaquía no es una enfermedad, sino un modo de ser. Lo segundo, que La Plata tiene el
récord de diagnósticos en celiaquía. En nuestra ciudad no hay persona que no sepa lo que es la celiaquía, y
eso responde a la promoción mediática que tuvo. En La Plata se armó un grupo inspirado en las enseñanzas
del médico Horacio Toccalino, que se ocupó de investigar a fondo la celiaquía. Se colaboró también en la
elaboración de legislación de avanzada. Ahora la historia continúa, se sigue investigando la genética, la
inmunidad, el gluten, posibles tratamientos…y todo con final abierto”.
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Más de medio millón de personas en la Argentina sufren intolerancia al gluten y nueve de cada diez que
padecen esa enfermedad lo ignoran. Hay mujeres que en su vida tuvieron cinco abortos y recién a los 50
años se enteraron que eso ocurrió porque sufrían celiaquía. La falta de diagnóstico temprano genera
infertilidad, malestar, cefaleas. Existe una visión errónea: la obra social le da plata a los celíacos para comer.
¿Son realmente enfermos? “Lo mejor sería abaratar costos en el país, y así no habría que andar buscando
subsidios. Cueto Rúa forma parte de quienes combaten contra la “enfermedad desconocida”, una
enfermedad que suele confundirse con otras. Se sabe que una de cada 143 personas es celíaca. Pero esa
persona no lo sabe. La obra sigue con final abierto.
Leer más en http://www.eldia.com.ar/edis/20131027/septimodia0.htm