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Tratamiento de síndromes dolorosos específicos Manuel Castillo Padrós Adjunto de la Unidad de Cuidados Paliativos Hospital Universitario Nuestra Señora de la Candelaria. Santa Cruz de Tenerife Los pacientes afectados de cáncer sufren dolor en múltiples localizaciones con fisiopatologías diferentes. Sus características clínicas dependerán de los diferentes patrones de la enfermedad y de los mecanismos generadores del dolor. Es útil añadir a la forma tradicional de clasificar el dolor oncológico, ya expuesta con anterioridad en este curso, una descripción de los síndromes más típicos asociados con los diferentes procesos tumorales. El tratamiento del dolor oncológico, guiado por síndromes dolorosos concretos, favorece el considerar un tratamiento multimodal, constituido por el empleo de fármacos y técnicas analgésicas específicas que aporten una mayor probabilidad de obtener un buen control del dolor en síndromes de mayor complejidad [1-3]. La identificación de un síndrome doloroso se basa en el reconocimiento de un grupo de síntomas y signos (conocido normalmente como «cluster») que se asocian con mayor frecuencia a un tipo de cáncer. Esto es contemplado en uno de los sistemas de Abordaje integral del dolor oncológico pág. 20 clasificación desarrollado por el grupo de trabajo de dolor oncológico de la Sociedad Internacional del Dolor, IASP (tablas 1, 2 y 3) [1]. De forma general, ha de considerarse que estos síndromes dolorosos presentan varias de las características del dolor de difícil control, como son la intensidad del dolor, la presencia de dolor irruptivo y la de dolor neuropático. Dolor por afectación ósea Las metástasis óseas son una de las causas más frecuentes de dolor crónico en pacientes con cáncer, especialmente en los de pulmón, mama y próstata, aunque no todas las metástasis óseas son dolorosas [2-4]. El dolor asociado con metástasis óseas puede ser debido a la invasión directa del tumor, la presencia de una fractura patológica secundaria o por daños de las estructuras adyacentes. Los mecanismos implicados son la Tabla 1. Clasificación sindrómica del dolor oncológico somático Afectación neoplásica Indicación Afectación neoplásica de huesos y articulaciones De estructuras somáticas Tejidos blandos y miscelánea Comentarios • Síndrome de base del cráneo • Síndromes vertebrales, afectación sacra, pelvis, huesos largos, infiltración articular • Dolor óseo generalizado: - Debido a metástasis óseas múltiples - Debido a infiltración de médula ósea • Dolor en pared torácica por lesión costal • Fracturas patológicas: - Huesos largos - Vértebras - Pelvis - Costillas - Otros • Lesión de mucosa oral • Infiltración de la piel y tejido subcutáneo - Músculo y fascia en pared torácica o abdominal - Músculo y fascia en miembros - Músculo y fascia en cabeza y cuello • Infiltración de tejido retroperitoneal • Infiltración pleural Tabla 2. Clasificación sindrómica del dolor oncológico visceral Afectación neoplásica Visceral Indicación Esófago Hígado, conducto biliar, bazo Páncreas, vísceras abdomen superior Órganos abdominales (con/sin obstrucción) Uréter Vejiga Recto/tejido perirrectal Comentarios Mediastínico Referido por afectación diafragmática Epigástrico Difuso abdominal Irradiación abdominal-ureteral Suprapúbico Perineal MÓDULO 3 pág. 21 Protocolos en Cuidados Paliativos Tabla 3. Clasificación sindrómica del dolor oncológico neuropático Afectación neoplásica Estructuras nerviosas Indicación Comentarios • Nervios periféricos por masa paraespinal, en pared torácica, masa retroperitoneal, tumor óseo o de tejidos blandos • Lesion paraneoplásica, quimioterapia • Plexo neurológico por: lesión vertebral, metástasis leptomeníngeas, neoplasias intraespinales • Sistema nervioso central Mononeuropatías Radiculopatía o «síndrome de cola de caballo» activación directa de los nociceptores por la invasión tumoral, la alteraciones mecánicas por la presencia de microfracturas o la liberación local de factores de crecimiento y/o mediadores químicos [4,5]. Según la visión actual del dolor óseo por cáncer, este es un estado de dolor complejo que involucra componentes tanto de dolor inflamatorio como neuropático, así como elementos que parecen específicos y diferenciados de otros síndromes [6]. Dolor por afectación vertebral Uno de los sitios más comunes de metástasis óseas son las vértebras. Su expresión clínica dependerá del nivel de la lesión en la columna vertebral y de la presencia de lesión neurológica. Es habitual la presencia de dolor en la vértebra afectada que se irradia de forma unilateral o bilateral hacia delante en cinturón (sobre todo en presencia de fracturas). Abordaje integral del dolor oncológico pág. 22 Polineuropatía Plexopatía cervical, braquial, lumbosacra, sacra, cefalea o dolor cervical o dorsal (afectación meníngea) Dolor debido a: mielopatía, lesión intracerebral (sin hipertensión intracraneal) Cefalea por hipertensión intracraneal El dolor incidental de aparición brusca con los movimientos suele ser de alta intensidad, lo que determina que se precise una dosificación exquisita de los opioides basales y de rescate para evitar que el tratamiento de las crisis dolorosas conduzca a la sobredosificación en pacientes que guardan reposo [7,8]. En el tratamiento, se considera: a) valorar la posibilidad de realizar una vertebroplastia o cifoplastia [9,10], especialmente en caso de fractura, y radioterapia en pacientes que no la hayan recibido previamente; b) la administración de corticoides [11,12], que pueden ser de utilidad al disminuir el daño secundario al edema; c) el empleo de analgésicos opioides; d) la adición de un coanalgésico en dosis crecientes al tratamiento opioide de base si existe un dolor neuropático, y e) el empleo de citrato de fentanilo como medicación de rescate en los episodios de dolor incidental. Ante la sospecha de una compresión de la médula espinal (el dolor la puede prece- der en semanas o meses) se recomienda la realización de una resonancia magnética (RM) diagnóstica. La prescripción inicial de corticoides, por ejemplo, dexametasona 16 mg/día, está recomendada para disminuir el daño neurológico. El tratamiento de elección es la radioterapia, reservando la cirugía para tumores radio-resistentes, progresión de la clínica durante la radioterapia o en pacientes ya radiados. La instauración de estos tratamientos dependerá de la supervivencia estimada del paciente [13,14]. Dolor por metástasis pélvicas y de la cadera La afectación de la articulación de la cadera generará dolor con la sedestación prolongada y con la deambulación, pudiendo extenderse por el muslo hasta la rodilla. La afectación de las estructuras del anillo pélvico puede provocar síntomas similares a los del síndrome piriforme (dolor glúteo/ciático que empeora con la rotación interna de la cadera). La afectación del sacro se caracteriza por un dolor intenso que afecta a la zona interglútea, ambos glúteos, el perineo y el dorso del muslo. Este dolor puede empeorar con la movilización de la cadera. El tratamiento comprende, primero, la radioterapia como tratamiento de elección y, segundo, los analgésicos, especialmente opioides (por la intensidad del dolor), con el empleo de citrato de fentanilo como tratamiento de rescate en los episodios de dolor incidental. En el caso de afectación sacra ha de considerarse la cementación percutánea (sa- croplastia), sobre la que existen publicados varios casos clínicos con éxito en el alivio del dolor, de inicio inmediato y meses de duración [15,16]. Dolor por afectación de la base del cráneo Se produce por afectación neoplásica a partir de la extensión local de un cáncer de la zona nasofaríngea o por metástasis a distancia de otros tumores (con más frecuencia mama, pulmón o próstata). Dependiendo de la extensión aparecerán síndromes dolorosos específicos por afectación de los nervios craneales. El diagnóstico diferencial debe establecerse con la extensión leptomeníngea (carcinomatosis meníngea) y con algunos síndromes para-neoplásicos. La afectación focal y las imágenes de tomografía computarizada (TC) o RM orientan el diagnóstico correcto [17,18]. La selección del tratamiento depende del pronóstico vital del paciente y de la naturaleza del tumor subyacente. La radioterapia es generalmente el tratamiento estándar, pudiendo plantearse en pacientes seleccionados la extirpación quirúrgica o la radiocirugía («Gamma Knife», normalmente para lesiones con un diámetro < 30 mm) [18]. El tratamiento comprende: a) técnicas intervencionistas (bloqueos de nervios y plexos) de forma temprana; b) la prescripción de analgésicos según la escalera de la OMS, con el adecuado tratamiento del dolor irruptivo/ incidental, y c) el empleo de coanalgésicos según el grado de control del dolor [17,18]. Se describen a continuación dos síndromes que son frecuentemente infradiagnosticados: MÓDULO 3 pág. 23 Protocolos en Cuidados Paliativos • Síndrome del cóndilo occipital. Dolor unilateral en región occipital asociado con paresia ipsilateral del nervio hipogloso (XII par craneal). Típicamente, los pacientes sufrirán diferentes grados de disartria, pudiendo padecer además disfagia (menos frecuente). En la exploración puede existir dolor a la palpación occipital e inflamación local. • Síndrome del agujero yugular [17]. Cefalea unilateral del lado afecto en la zona retroauricular, faríngea y occipital. Se acompaña de un déficit neurológico variable (posible afectación de los pares IX, X y XI), pudiendo presentar entre otras disartria y disfagia de intensidad variable, desviación de la lengua y, posiblemente, síndrome de Horner. Su presentación clínica hace que se confunda con frecuencia con un problema vascular. Dolor por metástasis óseas múltiples La extensión neoplásica a múltiples zonas óseas limitará la posibilidad del empleo de técnicas locales para el control del dolor. Con respecto al tratamiento, debería considerarse: • Isótopos radiactivos (los más utilizados son estroncio y samario) en pacientes con supervivencias prolongadas [19-22]. El inicio de la acción analgésica es rápido (unos días, unas pocas semanas) y se mantiene con frecuencia durante unos meses. En pacientes bien seleccionados, el tratamiento se tolera con escasas complicaciones. El efecto secundario de mayor riesgo es la mielosupresión, con un descenso Abordaje integral del dolor oncológico pág. 24 máximo del recuento de leucocitos y plaquetas entre la tercera y la quinta semana después de la administración, recuperando los niveles basales a partir de la sextaoctava semana. Su contraindicación sería, pues, el antecedente de mielosupresión y la alteración de la función renal (filtrado glomerular superior a 30 ml/min). Debería evitarse el empleo de quimioterapia o de bifosfonatos en las 6 semanas previas, no siendo además candidatos a los radioisótopos los pacientes que hayan recibido radioterapia hemicorporal ni los que presentan intensa captación de todo el esqueleto en la gammagrafía («patrón de superscan»). Hay descritos cuadros paradójicos de hiperalgesia (efecto flare, llamarada) que aparecen en el 10-20% de pacientes, atribuido a un fenómeno de respuesta por parte del tumor o a la administración conjunta de andrógenos. Tiende a desaparecer dentro de las primeras 48 horas y es un factor de pronóstico positivo en la respuesta al tratamiento [22]. • Bifosfonatos, que presentan efecto analgésico y disminuyen el riesgo de fracturas patológicas [23-25]; el empleado con mayor frecuencia es el ácido zoledrónico. • Una alternativa a ellos, con mayor coste, es el denosumab [26-28]. Es un anticuerpo monoclonal IgG2 que se dirige y se une con gran afinidad y especificidad al RANKL (ligando de receptor activador para el factor nuclear kappa B), impidiendo la activación de su receptor. En consecuencia, se inhibe la formación, la función y la supervivencia de los osteoclastos, con la consecuente disminución de la resorción ósea. Su administración es subcutánea y no produce en los días siguientes a su administración ni el síndrome seudogripal ni el incremento del dolor en las zonas afectadas que puede ocurrir con el ácido zoledrónico. Dolor por afectación de tejidos blandos La afectación de piel, tejido celular subcutáneo y músculo por metástasis a distancia o progresión local es frecuente en tumores del área nasofaríngea, sarcomas y mesoteliomas. En todos los casos es habitual tener dolor local de características nociceptivas o mixtas. Puede existir también dolor miofascial debido a contracturas o calambres musculares, que pueden asociarse a una lesión local, nerviosa o ser causadas por una anormalidad bioquímica (hipercalcemia o hiponatremia de origen paraneoplásico). Además del tratamiento analgésico habitual, se puede valorar realizar la punción de la zona afectada, habitualmente con guiado ecográfico, con la aplicación de anestésicos locales o de toxina botulínica en el caso de contracturas musculares [29,30]. En los pacientes con afectación pleural puede aparecer dolor en la pared torácica por la infiltración tumoral directa de costillas, espacios intercostales o pleura parietal, lo cual se puede acompañar de una afectación de los nervios intercostales con dolor de características mixtas (somáticas y neuropáticas) de difícil control que puede precisar de las técnicas intervencionistas (neurólisis o radiofrecuencia de plexos o nervios), de la radioterapia y de la asociación de coanalgésicos al tratamiento con opioides. El tratamiento eficaz de la tos puede ayudar al control del dolor incidental relacionado [31,32]. El «síndrome del psoas» está causado por la progresión local de un tumor pélvico, el crecimiento de una afectación ganglionar o la presencia de una infección local. Genera un dolor profundo, opresivo, quemante, en zona lumbar y sacra (plexopatía lumbosacra proximal L1-4), que puede irradiarse hacia la cadera y el muslo. Es habitual el alivio parcial con la flexión de la cadera y el empeoramiento con su extensión. Sus características serán las de un dolor mixto (nociceptivo + neuropático + espasmo muscular) y para él se emplean analgésicos opioides, coanalgésicos, relajantes musculares y corticoides. En pacientes con expectativas vitales prolongadas, podríamos considerar su estudio con ecografía, TC o RM para valorar un tratamiento local (punción, evacuación, extirpación, radioterapia) [33-35]. Dolor por afectación visceral Este dolor puede producirse por la infiltración, irritación, distensión u oclusión de cualquier estructura visceral, variando su manifestación según la zona afectada. El dolor es difuso o mal localizado o referido, según la distribución metamérica de la víscera afectada, continuo o cólico sin una distribución horaria específica. Estos síndromes son frecuentes en pacientes con neoplasias del tracto gastrointestinal, genitourinario y con afectaciones pleurales. Síndrome de distensión hepática La distensión de la cápsula hepática por metástasis múltiples, hepatomas de gran ta- MÓDULO 3 pág. 25 Protocolos en Cuidados Paliativos maño o por la infiltración u oclusión del tracto biliar o vena porta, provoca dolor. La irritación diafragmática por la afectación de la porción superior de la cápsula puede dar lugar a dolor referido a la parte superior del hombro ipsilateral. Además del tratamiento opioide, se emplean de forma común los corticoides para disminuir el «efecto masa por el edema». Aunque de forma habitual se ha empleado la radioterapia para el tratamiento de lesiones focales, no forma parte todavía de la práctica estándar su empleo con intención analgésica en grandes lesiones o metástasis múltiples. Un estudio reciente que empleaba una dosis única de 8 Gy aplicada al hígado en su totalidad apoya esta indicación por su sencillez, eficacia y buena tolerancia (36). Esta complicación causada por tumores pélvicos (como el cáncer de ovario), del tracto gastrointestinal o por carcinomatosis peritoneal, produce dolor abdominal, continuo o cólico, de localización difusa, relacionado con la distensión intestinal, isquemia mural y la tensión del mesenterio. Se acompaña, además, con los síntomas de la oclusión como náuseas, vómitos y estreñimiento. La clínica varía según la zona de oclusión. El tratamiento eficaz de las náuseas y vómitos ayuda al control del dolor incidental relacionado [40,41]. Síndrome de dolor perineal por infiltración tumoral Síndrome de dolor por afectación retroperitoneal La presencia de adenopatías retroperitoneales o la progresión local de tumores abdominales (como el cáncer de páncreas) puede producir dolor de características viscerales o mixtas (con frecuencia por la invasión del plexo celíaco). En el caso del cáncer de páncreas, el paciente manifestará dolor epigástrico y en zona media de la espalda que, en ocasiones, empeora con el decúbito. En pacientes con expectativas vitales prolongadas la realización de un bloqueo del plexo celíaco o de los nervios esplácnicos puede ser una técnica que consiga reducir las necesidades de analgesia en estos casos [37-39]. Abordaje integral del dolor oncológico Síndrome de dolor por obstrucción intestinal pág. 26 Se asocia con mayor frecuencia con tumores de colon-recto, tracto reproductor femenino y el sistema genitourinario distal. El dolor se exacerba habitualmente por la sedestación y muchas veces con las deposiciones. Puede existir un componente de tenesmo rectal o vesical intenso [42]. En el tratamiento se considera: a) técnicas intervencionistas con bloqueo de la cadena simpática (plexo hipogástrico y ganglio impar) [43] ―pueden ayudar a reducir las necesidades de analgésicos―; b) empleo transitorio de esteroides para el descenso de la inflamación, y c) utilización de analgésicos y asociación de los coanalgésicos según la respuesta obtenida. Síndrome de dolor por obstrucción del tracto urinario Causado habitualmente por un bloqueo a la expulsión de orina a nivel ureteral. Su origen más frecuente es la progresión local de tumores pélvicos (colon-recto, genitourinarios y ginecológicos). Su presentación puede ser brusca o insidiosa, con dolor en el costado que se irradia a fosa renal y zona inguinal. Puede desarrollarse una hidronefrosis si la oclusión es mantenida, diagnóstico que se establece por una analítica con valores de insuficiencia renal y por las imágenes ecográficas compatibles. En pacientes con expectativas vitales prolongadas se precisará la realización de nefrostomías (que por sí solas pueden aliviar el dolor al ofrecer una salida a la orina acumulada) y posteriormente, si es posible, la canalización ureteral (conocida como catéteres «doble J»). En caso de precisar tratamiento opioide, dada la concurrencia de insuficiencia renal se recomienda el empleo de fentanilo, buprenorfina o metadona [44]. Dolor por afectación de estructuras nerviosas Hasta el 40% de los pacientes con dolor oncológico pueden presentar dolor neuropático. Está causado por la afectación neoplásica de nervios periféricos, raíces nerviosas, plexos y médula espinal [45-48]. En relación con el tratamiento, han de considerase las posibilidades analgésicas de las técnicas in- tervencionistas (p. ej., el bloqueo del plexo celíaco o los nervios esplácnicos en procesos abdominales o torácicos o el bloqueo del ganglio estrellado en los síndromes dolorosos de la extremidad superior) [43,49]. Dolor secundario a metástasis o carcinomatosis meníngea Esta afectación es provocada con mayor frecuencia por cáncer de pulmón, de mama, linfoma y leucemia. Su presentación clínica es variada: cefaleas (con o sin signos de hipertensión intracraneal), dolores de espalda, molestias siguiendo uno o varios territorios radiculares, entre otros. El dolor se puede acompañar de focalidad neurológica (motora o sensitiva) que, en ocasiones, si la afectación es extensa, no se ajusta a otros diagnósticos de neuropatías localizadas o cambia con el tiempo, lo que hace sospechar el diagnóstico. Su confirmación se realiza normalmente por RM y punción lumbar [50,51]. Dolor secundario a radiculopatías La alteración de la función sensitiva y/o motora de una raíz nerviosa genera dolor, que se iniciará en la columna y se irradiará al territorio inervado por dicha raíz. El dolor puede aumentar con las maniobras de Valsalva o con los movimientos y, generalmente, disminuye en el reposo (con excepciones). Puede ser continuo (parestésico) o intermitente (lancinante) y presentar zonas de disestesia, alodinia o hiperalgesia. En pacientes con cáncer avanzado se producirá a MÓDULO 3 pág. 27 Protocolos en Cuidados Paliativos partir del crecimiento local de tumores que afecten a los cuerpos vertebrales o por metástasis o tumores con afectación meníngea. La confirmación de su origen se realiza habitualmente por RM y en algunos pacientes con electromiografía y estudio de las velocidades de conducción. Dolor secundario a plexopatías Sus características son similares a las explicadas al hablar de radiculopatías, aunque cubrirán territorios más extensos: • Plexopatía cervical. Originada con mayor frecuencia por el crecimiento local de un cáncer de cabeza y cuello o por la afectación de los ganglios linfáticos cervicales. El dolor se localizará en la región periauricular y cara anterior del cuello, alcanzando ocasionalmente el hombro. Puede acompañarse de un síndrome de Horner. • Plexopatía braquial. El dolor se localizará según la zona de lesión. Cuando ésta se produce en su cara superior, por metástasis ganglionares, el dolor se inicia en el hombro. Cuando se lesiona la cara inferior, como en el tumor de Pancoast, el dolor se iniciará en el codo extendiéndose posteriormente hacia la mano. El dolor se acompañará en su evolución de alteración de la sensibilidad y pérdida de fuerza de la extremidad. • Plexopatía lumbosacra. Se produce con mayor frecuencia en tumores de recto, cérvix, mama, sarcomas y linfomas. El dolor se localizará según la zona de lesión. Cuando ésta se produce en su cara superior puede afectar a los nervios ilioingui- Abordaje integral del dolor oncológico pág. 28 nales, iliohipogástricos, y/o femorogenitales, y se caracteriza por dolor inguinal y abdominal bajo, a menudo acompañado por perdida de sensibilidad pero raramente por pérdida motora. Cuando se lesiona la cara inferior se asocia con entumecimiento de los pies y debilidad en la flexión de rodillas y tobillos. Se asocia con dolor sacro bajo continuo y severo, que puede ser unilateral, o medio, con o sin dolor rectal, a menudo con pérdida de sensibilidad perineal y disfunción vesical o intestinal. Dolor neuropático tras quimioterapia Es un síndrome doloroso infradiagnosticado e infratratado. Los agentes quimioterápicos implicados son, especialmente, los derivados del platino y los taxanos, que provocan una neuropatía axonal que afecta al ganglio de la raíz dorsal y, en menor medida, al nervio periférico; según el agente y las dosis las lesiones son reversibles. Su inicio, aunque puede ser agudo, es normalmente insidioso. El dolor puede aparecer con el primer ciclo de quimioterapia y aumentar su gravedad a medida que continúa el tratamiento. Los pacientes se quejan de parestesias en manos y pies y algún grado de pérdida motora, alterándose la propiocepción y los reflejos. En el tratamiento es habitual emplear los coanalgésicos en monoterapia o combinados entre ellos, sin el uso de opioides excepto en situaciones de cáncer en fase terminal [52]. Los datos de un estudio reciente muestran que los cannabinoides son efectivos en la prevención del desarrollo de dolor neuropático tras el tratamiento con paclitaxel [53]. Bibliografía 1. Caraceni A, Portenoy RK; the working group of the IASP task force on cancer pain. An international survey of cancer pain characteristics and syndromes. Pain. 1999;82:263-74. 2. Portenoy RK. Treatment of cancer pain. Lancet. 2011;377:2236-47. 3. Wilson,J, Stack C, Hester J. Recent advances in cancer pain management. F1000 Prime Reports. 2014;6:10. 4. Tubiana-Hulin M. Incidence, prevalence and distribution of bone metastasis. Bone. 1991;Suppl 1:S9-10. 5. Clohisy DR, Mantyh PW. Bone cancer pain. 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