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Dra. María del Carmen Ogallar.
Mi madre, María del Carmen Ogallar de Yunis, nació en la ciudad de San Nicolás el 20 de agosto de
1930, fruto del matrimonio entre el Dr. Pablo Ogallar y María Delia Luzuriaga.
Durante la infancia cursó sus estudios en la Escuela Normal y al definir su vocación terminó la
escuela secundaria en el Colegio Nacional.
En el año 1948 asistió a la Cruz Roja, filial San Nicolás, entidad dirigida por sus padres, egresando
como enfermera. Luego, en 1949 ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad del Litoral, con
asiento en la ciudad de Rosario, egresando en 1955 con el diploma de MEDICO CIRUJANO. Ese era
el título de los profesionales que estudiaban en esta casa de altos estudios, hoy la Universidad
Nacional de Rosario.
Siendo estudiante conoció a quien fuera el compañero de toda su vida, Fortunato Yunis, durante el
primer año de la carrera, ya que papá fue su instructor de Anatomía. Él se recibió primero, y cuando
se recibió mi madre, se casaron en diciembre de 1955. Fruto de esa unión nacieron 5 hijos, María
del Carmen, Jorge Pablo, Juan Carlos, Teresita Delia y Francisco José, entre los años 1957 y 1964.
Ni bien se instalaron en esta ciudad abrieron un consultorio que compartían en el domicilio donde
vivían, Alem 18. También empezó a trabajar en la Asistencia Pública y en la Clínica San Nicolás,
siempre dedicándose a atender mujeres, como obstetra y ginecóloga.
Hacia el año 1964 se mudó a la casa nueva que el matrimonio había construido, en Alem 60, donde
había dos consultorios, uno para papá y otro para mamá. En 1968, pasó a integrar en calidad de
socia el INSTITUTO MEDICO de la MUJER situado en la calle Italia 45. Esta sociedad con los doctores
Mario Bas, Manuel Zárate y Juan Carlos Bertolini, se mantuvo hasta que se jubiló de la profesión a los
71 años.
Simultáneamente, después de trabajar en la Asistencia Pública, concursó por un cargo en el Hospital
San Felipe, donde se desempeñó en su especialidad a lo largo de más de 20 años.
Cuando se jubiló fue convocada por la Asociación de Médicos Jubilados y Pensionados de nuestro
Círculo, y para ella fue una experiencia muy grata, ya que le permitió seguir en contacto con colegas
y viajar para plantear cuestiones ante la Caja de Previsión. Esta nueva actividad, por así decirlo de
corte sindical, la inquietaba y a la vez motivaba.
En el año 2005, la Universidad Nacional de Rosario agasajó a la promoción 1955, y como la
acompañé pude apreciar lo que ocurría por aquellos años de estudiantes. En una foto donde se veía
a toda la promoción sólo había seis mujeres. Abrirse camino en la profesión era poco común, diría
no aceptado por sus pares. Pero el apoyo familiar fue incondicional. Su madre María Delia se había
trasladado a la ciudad de La Plata en el año 1920 para ingresar a la universidad. Es decir que si mi
abuela había podido recibirse como doctora en Ciencias de la Educación mi madre podía estudiar
medicina y recibirse.
Fue la primera médica de la Ciudad de San Nicolás y trabajó sin acusar cansancio. Tenía mucho
carácter para todo,
era brava en el buen sentido y a su energía no se la podía medir.
Quienes han estado cerca en sus años de juventud, de buena moza, elegante, alta y rubia, de
cuando le decían con cariño “La gringa”, como la llamaba papá, sus hermanos, sus padres, sus
amigos, pueden rememorar eso, su fuerza.
Desde que recuerdo, mi padre le compraba telas, él venía de una familia que tenía una tienda y de
eso al tacto sabía. Con esas telas mamá iba al sastre y se hacía trajes… trajes con dos polleras
iguales, porque eran para trabajar. En un mundo donde abundaban hombres ella entendía que tenía
que ser formal, que tenía que tener su pelo impecable, con una higiene a prueba de exámenes.
En no pocas noches, cuando una paciente estaba por a dar a luz, ella se acostaba vestida porque en
cualquier momento tenía que salir corriendo a la clínica o al hospital. No la iban a encontrar
desprevenida ni tampoco iba a llegar tarde a una cirugía o un parto.
Muchas pacientes me comentaban que ella las tranquilizaba. Aparte del tema médico recuerdan esa
actitud. Al final de su labor profesional llegó a atender tres generaciones simultáneas de una misma
familia, abuelas, madres y nietas.
Otro hecho que me impresionó porque lo desconocía, en una cena de LALCEC, hace como 15 años,
se me acerca una señora y me dice: Vos sos la hija de la Dra. Yunis, le dije que sí y luego me dijo,
mándale muchos saludos a tu mamá y comentale, que de la Cooperadora del Hospital sabemos lo
que está haciendo…. después averigüé, dejaba gran parte de sueldo en el Hospital, comprando
medicamentos, taxis, etc., a las pacientes que atendía. Es que desesperaba por la necesidad de la
gente y esa era una de sus tantas maneras de colaborar.
Se sentía orgullosa de ser médico, había derribado muchas barreras para llegar a donde llegó. Se fue
capacitando todas las veces que pudo. Tuvo un compañero que la comprendió en lo que quería
hacer y también se desvelaba con ella cuando había pacientes complicadas durante la noche y
muchas veces les tocó operar juntos.
También rescaté que no escondía lo que sabía, compartía su conocimiento, su entrenamiento. E hizo
docencia con enfermeras y médicos que se iniciaban en la especialidad.
Primero se jubiló del Hospital, y luego de su consultorio. Había trabajado 45 años como médico.
Había cumplido. Su físico le pasó cuentas por tanto esfuerzo y por haberse postergado para los
demás. Falleció a los 82 años, el 17 de abril de 2013.
Luego de su fallecimiento, palabras de colegas y amigos me llenaron el alma, uno de ellos me dijo:
“A tu mamá yo la quería mucho, pero más la respetaba. Ella era íntegra, era honesta y decía lo que
pensaba”.
A todos los que la conocimos nos dejó su huella y muchas enseñanzas.
María del Carmen Yunis