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EN BUSCA DE UNA FILOSOFIA
DE LA CIENCIA MÉDICA
Antonio Paolasso
Médico
INTRODUCCIÓN
¿Hay filosofía en la Medicina?
s raro que un médico intente hablar de filosofía de la medicina en términos
estrictamente filosóficos y, generalmente, quienes lo hacen no son
precisamente los médicos. Pero he visto una serie de escritos sobre la
filosofía de la medicina, la publicación de algunos principios filosóficos de
médicos sobre filosofía de la medicina y me llama la atención que ninguno
de ellos obtenga un concepto filosófico concreto y preciso sobre la medicina en general. Se habla
mucho de la naturaleza de la ciencia médica, del ejercicio de la medicina, de la ética médica, de
los fines de la medicina, pero justamente como ciencia en sí y el rol humano del médico no es lo
que filosóficamente se ha tratado. Esa razón ha despertado mi interés para intentar conjugar
muchos criterios que puedan conformar una “filosofía de la Medicina” en forma clara y ajustada
a algunas verdades.
E
Para mejor ubicar el contexto médico, empezaré con consideraciones sobre la relación de
la medicina y otras ciencias en el punto de vista de los progresos adquiridos. Junto a la Física, la
Química y la Tecnología, las ciencias médicas han logrado un poderoso avance y perfección en
lo científico. Son las ciencias que más espectacularmente han progresado en beneficio de la salud
y la vida humana, alcanzando niveles casi prodigiosos de conocimientos e instrumentos. Pero es
evidente que el hombre, genéricamente, no llegó al mismo nivel de progreso en lo espiritual.
Los logros científicos, en su mayoría han resultado ser muy útiles, especialmente los
tecnológicos, y la física, la química y la medicina han encontrado conocimientos de los
mecanismos de la naturaleza que nos acercan mucho a la mejor comprensión de los fenómenos
naturales. Sin embargo, también esos niveles de conocimientos han desatado una serie de teorías
más especulativas que científicas y han generado principios de incertidumbre y dudas que se
traducen asimismo en teorías sobre el alcance, el fin y los medios de la ciencia. La interpretación
de los datos científicos es ardua y no siempre imparcial. El médico asistencial o práctico no tiene
opciones científicas amplias pues debe limitarse a conocer las conclusiones de los investigadores
que hacen experimentos y publican sus resultados en congresos y otras ponencias y publican
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
libros o en revistas científicas de amplio consenso científico, para que sus hallazgos puedan ser
conocidos y repetidas las investigaciones por otros investigadores médicos (estudios
multicéntricos). Pero cuando las conclusiones de los investigadores son contradictorias (como
ocurre cuando se milita en determinadas escuelas médicas), al médico de trinchera sólo le queda
la opción de deliberar y optar por la escuela que estima como más certera (o la que más se acepta
en el medio en el que se desempeña). Nunca un médico común podrá corroborar por sí si los
conceptos médicos que recibe de los investigadores son veraces o eficaces. Cuando se trata de
medicamentos o tratamientos, sólo la estadística práctica propia le dirá si lo propuesto es bueno o
no alcanza resultados eficaces. Pero si lo que debe adquirir es un concepto médico, esto no le
ninguna oportunidad para corroborar empíricamente si lo que se le informa es correcto, o no. A
veces, determinadas especialidades permiten comparar con los casos prácticos, los conceptos
teóricos o abstractos. Otra posibilidad es que un médico dedique varias horas del día a
investigar toda la bibliografía disponible sobre un tema médico en particular y esto le permita
comparar lo obtenido en otros medios médicos con lo que observa en su propio ámbito de
desempeño. Pero el costo de la información es económicamente muy grande y el tiempo que
insume conocer toda la bibliografía posible, no permite que el médico común pueda obtener la
perfección deseable. Otro problema es cuando un médico revisa conocimientos, pero no para
conocer y reflexionar, sino sólo para rebatir otras ideas, en virtud de que él detenta ideas médicas
fundamentalistas. Esto sucede a menudo cuando hay que enfrentar escuelas médicas tecnológicas
y de ciencia “dura” que no admiten fuera de los resultados de laboratorio ninguna teoría o idea
que pueda sustentarse sobre aquello que no puede ser sometido a la investigación tecnológica. Es
lo que ocurre con los médicos que realizan estudios sobre cuestiones fenomenológicas que
atañen a fenómenos psíquicos o espirituales. La medicina humanística y la que pretende incluir
al espíritu del hombre como parte del fenómeno de la enfermedad (mente-cuerpo) es la más
rechazada por los medios científicos médicos que sólo aceptan resultados reproducibles por
medio de determinados parámetros, con resultados “siempre iguales” y sin fenómenos
colaterales (que no permiten enfocar objetivamente en un concepto científico férreo
indiscutible). Esto ocasiona confusión de ideas tanto en los científicos como en los médicos
prácticos, aún en aquellos que alcanzan grandes lauros académicos por haberse destacado en
alguna rama médica (pero el premio Nobel por un descubrimiento científico no autoriza a la
sabiduría filosófica). A la medicina actual, además de un riguroso tratamiento científico, hay que
observarla desde un punto de vista empírico y pragmático. Hay muchas cosas que ocupan un
gran lugar en la medicina y que, precisamente, no hacen a la autenticidad de la misma.
También, hay que reconocerlo, cada avance científico significa un acto más de
“artificialización de lo natural”, pues el hombre debe encontrar “medios artificiales” para
reproducir o cambiar hechos naturales. En su desarrollo, las ciencias en general y la tecnología
en particular, han conducido a experimentos inventados por el hombre y de ahí nace el concepto
de “artificialidad” que conllevan, pues ninguno de los experimentos y resultados son propios de
los medios y mecanismos de la naturaleza, sino surgen de instrumentos ideados y creados por el
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hombre. Asimismo, en los artefactos científicos que remedan lo natural, como puede ocurrir con
las clonaciones transgénicas, el proceso es artificial, aunque como dice Descartes “se limitaría
tan sólo a utilizar el que es natural” para producir lo artificial (lo hecho por la mano del
hombre). Esto obraría como el cuento que narra que un hombre se presenta ante Dios y le dice
“Señor, voy a crear un hombre de la misma forma que tú lo hiciste” y Dios le contesta “Hazlo”.
Entonces el hombre se inclina a tomar un puñado de tierra y cuando va a modelar el barro, Dios
le dice: “Ah, no. Detente. Debes usar una tierra que debes crear tú para proceder del mismo
modo que yo”. De igual modo la transgenia y la clonación deberían crear sus propios genes, pero
aunque esto ocurra, obligadamente se debería reconocer que esos genes artificiales copian la
estructura de los naturales, pues de otro modo no serían genes.
Las ciencias médicas, usando de los conocimientos de las otras ciencias y de los nuevos
instrumentos tecnológicos, han progresado casi espectacularmente en la cirugía y han
perfeccionado los instrumentos de detección de enfermedades permitiendo diagnósticos más
cercanos a la verdad de la patología o enfermedad. La farmacología acompaña a la cirugía y a la
clínica en los avances científicos y logra medicamentos mucho más efectivos para la mayoría de
las afecciones. No obstante, el hombre no ha disminuido ni la morbilidad ni la mortalidad, en
términos generales, y estadísticamente acompañan al crecimiento demográfico, altas tasas de
enfermedades y enfermos, en parte por razones geopolíticas y en parte por cuestiones
socioeconómicas. Se han erradicado epidemias que asolaban a la población mundial o universal
y se han casi exterminado algunas enfermedades infecciosas (ej. viruela). Se han disminuido
algunas tasas de mortalidad (especialmente en cáncer y VIH), y ampliado la supervivencia a
mayor edad, pero por cada enfermedad que se controla o erradica, aparecen nuevas virosis o los
fantasmas de virosis simples como el sarampión, la varicela y otras que de infecciones
“normales” se han tornado mortales y que exigen revacunaciones. Incluso algunas de las
enfermedades que antes se padecían más en la infancia y que dejaban anticuerpos suficientes
como para no repetir el cuadro infeccioso ni en la infancia ni en la adultez, hoy han mostrado
facetas ignoradas como es que alguna de estas virosis se instalen en vacunados o recidiven en
adultos. La reaparición de la sífilis, cuando se comenzaba a controlar mejor el sida, es otro
fenómeno que llama la atención a los medios científicos médicos. A esto se suma el bacilo de la
tuberculosis, viejo flagelo de la humanidad, que después de algunos años de un control que
auguraba su erradicación, renace con cepas de bacilos resistentes a todos los antibióticos y
drogas antituberculosas (multirresistencia) y de alta tasa de mortalidad. Las mutaciones virales,
como le ocurre a la gripe, hacen que esta afección, a pesar de la supuesta eficacia de las vacunas
del momento, ocasione brotes o epidemias graves y de alta mortalidad. Salvando los números de
las engañosas estadísticas, es como que apenas el hombre domina o comprende mejor una plaga,
aparece otra. No podemos soslayar nueva virosis como el ébola que aún no están dominadas. En
el balance de logros y fracasos, surge una paridad que hace que la medicina no alcance sus
fines nobles de erradicar eficientemente las enfermedades y los riesgos de muerte prematura,
es decir, de muerte no natural.
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Otro problema gigante que crece día a día, más que el cáncer, es el distrés que termina
siendo un factor de morbimortalidad (enfermedad y muerte) muy extendido. Además, es la causa
inimaginable de enfermedades que antes se consideraban exclusivamente de predisposición
familiar (ej. Diabetes II). Como veremos más adelante el distrés nace del concepto de estrés, una
reacción fisiológica normal. Pero cuando esta reacción pasa de los límites normales y es etiología
de enfermedades, así como la fiebre y la inflamación dejan de ser síntomas cuando se prolongan
y exacerban, el estrés se torna patológico merece una nueva denominación y que consiste en
llamársele distrés.
Hay otras cuestiones que luego llamaré “construcciones sociales” (no en el sentido que lo
usan algunos filósofos actuales, sino para señalar problemas médicos que surgen en la vida social
pero no son provocados espontáneamente por la naturaleza sino por las conductas humanas. Esto
significa que el término “construcción social” no es usado en este trabajo como “idea inventada
por el hombre”) sino para distinguir algunos de los problemas habituales de la medicina de la
sociedad.
El médico en el cuadro social actual
En el contexto mundial de hoy, en general, la medicina está en una encrucijada debido a
los graves problemas sociales y económicos que impiden mantener un sistema de salud igual
para todos y administrar eficientemente los medios técnicos y económicos para prestar un
servicio eficiente y universal. Sólo unos pocos acceden totalmente a los beneficios de la
medicina actual. Empero, no es sólo un proceso cuantitativo sino también cualitativo. Los
médicos están inmersos en los grandes problemas actuales de la profesión:
1. Acceso adecuado al conocimiento necesario para la correcta prestación profesional,
debido a problemas de medios y los costos de la actualización académica y gruesos
defectos en formación universitaria dentro de las facultades de medicina, donde no
siempre la enseñanza mantiene una excelencia y eficiencia acorde con las necesidades del
ejercicio de la profesión.
2. La crisis del sistema de salud en lo institucional, también por causas económicas.
3. El manejo indebido que de los servicios médicos profesionales hace el sistema de salud
público y privado. Al médico se le encara como un factor económico de productividad y
no como un valioso elemento profesional artesanal. Además de la escasa infraestructura
que disponen las instituciones médicas de prestación de servicio, se suma una exigencia
de rendimiento o trabajo estándar (número de horas de trabajo, cantidad de pacientes en
un tiempo determinado) que impide el acto médico completo y correcto. No puede un
médico, por ejemplo, atender en una hora diez pacientes como pretenden algunas clínicas
privadas o los nosocomios públicos. Tanta es la influencia económica en lo médico, que a
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la enfermedad se le mide con “aforos” a pagar por ella (caso de las llamadas
“enfermedades desastrosas”) y se le impone impuestos (IVA, ingreso bruto) que
naturalmente debe costear el enfermo directamente en una parte y en otra a través de
medicina prepaga o una obra social a las que naturalmente, también debe pagar. En otros
términos: el enfermo debe pagar por su enfermedad en forma obligatoria y coercitiva. Si
no cuenta con medios económicos suficientes, su destino es el sufrimiento y la muerte. El
médico es un “instrumento” económico porque para ejercer su profesión, o cobra
honorarios (los cuales incluyen a los impuestos) o cobra un sueldo (que cuando pasa de
una cifra determinada también abona impuestos que obran como impuesto al sueldo u
honorarios), que de una forma u otra eroga el enfermo. A su vez, el médico solicita
estudios y receta medicamentos que también tienen un costo y pagan impuestos. Esto
significa, al menos en Argentina, que la medicina padece una exacción impositiva que
castiga por igual a médicos y enfermos, pero que tiene mayor repercusión en el ejercicio
de la medicina, lo cual analizaré más detalladamente en otro de estos puntos.
4. La pérdida de maestros de la medicina y de líderes espirituales que den ejemplos y
enseñanza de la ética y moral del ejercicio de la medicina
5. El manejo equivocado de la vocación (o la falta de vocación) que lleva a estudiar una
determinada rama de la medicina que permita al médico ganar más y no conducirse por la
simple guía de una vocación desinteresada de la profesión médica. Ser desinteresado no
significa que el médico no perciba una justa remuneración por su trabajo, sino que no
especule para lucrar sin ningún tipo de normas e interese más cuánto pagará el paciente,
que el servicio eficaz que se le deba prestar. Incluso, un médico puede llegar a la
delincuencia de lucrar en desmedro del paciente, al cual lejos de solucionar su problema
de salud, se le llega a ocasionar un daño mayor o la muerte, si ello conviene al interés
monetario del médico.
6. El desconocimiento o el descuido del ejercicio del juramento de Hipócrates (el cual toma
diferentes formas en las distintas universidades), pero que básicamente exige la fidelidad
del médico al paciente antes que otros intereses y el respeto a los colegas. Hoy los
médicos que trabajan exclusivamente para intereses pecuniarios como son los seguros y
las aseguradoras de riesgos del trabajo responden a las normas de esas empresas en el
sentido de no prestar el servicio necesario y correspondiente o de negar patologías para
evitar que sean indemnizadas o tratadas. El médico no debe fraguar, ocultar u omitir
diagnósticos sino informarlos y dejar que sean las instituciones financieras las que
dispongan si indemnizan o no, si prestan servicios o no. Algo similar ocurre en algunas
obras sociales y prepagas. La fidelidad, en lo estrictamente médico, es siempre hacia el
paciente y no hacia el patrón que paga. Pero ocurre que el sistema obliga al médico a la
conducta corrupta porque si no responde a las exigencias, se le priva del empleo. Empero,
más vale perder un puesto que prostituir la medicina. Y debe respetarse el juramento
hipocrático para que no se transforme en juramento hipócrita.
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7. El bajo perfil personal en lo cultural y en la educación también personal hacen que la
persona de algunos médicos no sea la más adecuada para el ejercicio de la medicina, pues
muchos médicos se muestran ante los pacientes en forma soez, irónica, descuidada, con
soberbia, desinterés, prejuicios, discriminaciones, etc. Y éstos no son casos aislados sino
que cada vez más aumenta el número o frecuencia de estos profesionales que deshonran a
la figura del médico y generan el irrespeto y la violencia de los pacientes, los cuales
terminan generalizando a todos los profesionales, sin distinguir quién es quién.
8. La investigación científica médica es errática y los diversos experimentos multicéntricos
sumados a las conclusiones de los cónclaves científicos mundiales, presentan una
heterogeneidad de aspectos de una misma enfermedad sobre etiologías y tratamientos.
Esto permite la formación de “escuelas médicas” de orden continental o nacional. En
Argentina es clásico que la medicina se guíe por criterios médicos de la llamada “escuela
sajona” que involucra a EE. UU. y países europeos, especialmente Inglaterra. No
obstante, hay grupos médicos que optan por la llamada “escuela hispanoamericana”
encabezada por autores españoles y seguida por autores latinoamericanos. Estas “escuelas
médicas” se manejan con principios científicos distintos y hasta contradictorios, empero
suelen coincidir en muchos aspectos médicos originados en estudios multicéntricos que
permiten un consenso científico universal (condición sine qua non para considerar como
más auténtico y veraz un dato científico médico). Por ejemplo, las secuelas de un
traumatismo encefalocraneano han tomado estado de aceptación tanto por las escuelas
sajonas como las hispanolatinoamericanas. Pero hay disidencias y contradicciones en las
secuelas traumáticas que afectan al tejido conectivo de articulaciones y otras estructuras.
Tampoco hay consenso en la etiología, secuelas, evolución y denominación de lesiones
óseas de columna vertebral. Esto, naturalmente, origina diagnósticos y tratamientos
equívocos.
9. El exceso, en el caso de la Argentina, de impuestos que debe pagar para ejercer la
profesión y dichos impuestos no están de acuerdo a las ganancias reales sino a formulas
fijas que pone el gobierno para que el médico pague, gane o no, dinero alguno. El sistema
fiscal no admite que un médico, por imperio de su profesión ejerza con gratuidad sus
servicios o cobre honorarios ínfimos cuando el estado económico de sus pacientes no le
permiten abonar el justo honorario por el servicio prestado. La denominada AFIP obliga
a un pago mensual fijo, tenga o no tenga ingresos el profesional. En muchas
oportunidades, se ha establecido una tasa fija por los llamados “ingresos brutos” (una
verdadera paradoja fiscal puesto que se pretende cobrar por ingresos que no existen). Si
el médico es asalariado, a partir de una cantidad determinada que perciba como sueldo,
debe pagar lo que primariamente se denominó “impuesto a las ganancias” y como se
desnaturalizó constituyendo un verdadero “impuesto al trabajo”, hoy las autoridades le
denominan con el eufemismo de “impuesto al ingreso”. Si bien el impuesto tiene un
carácter general para todos los asalariados, en el caso del médico no se reconoce que por
su estado especial de profesional de una ciencia muy particular como es la medicina tiene
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costos que exigen ingresos apropiados, pues el médico debe contar con un consultorio
propio, un teléfono, un vehículo (porque no puede por la obsolescencia del transporte
público, viajar en colectivo, tren, trole o tranvía los que no le permiten llegar en tiempo y
forma para atender pacientes domiciliarios o a su empleo), una vestimenta adecuada,
instrumental apropiado, etc., todo esto en el orden humano personal. En el orden técnico,
el avance permanente de los conocimientos médicos le obliga a comprar libros
actualizados, al menos, cada tres años, estar suscripto a revistas que le permitan el acceso
más rápido y eficiente a las novedades médicas y asistir a congresos, simposios y otras
reuniones similares tanto en el orden provincial, como en el orden nacional y en el orden
mundial. Todo eso tiene un costo excesivo. Si el médico no tiene medios de ingresos
suficientes, termina siendo un deudor del fisco lo que le lleva a que se le confisque
bienes como la vivienda, o un vehículo, o artículos del hogar. Por otro lado no puede
acceder a la actualización pertinente de sus conocimientos y queda rezagado
peligrosamente puesto que un mal acto médico o un acto médico defectuoso le cuesta una
denuncia por una mala praxis, la cual no sólo llega a indemnizaciones cuantiosas, sino
que puede involucrar el encarcelamiento, la pérdida de la matrícula, etc. Esta situación
impone un nuevo gasto obligatorio que es el llamado “seguro de responsabilidad
profesional”, el que le es exigido compulsivamente por hospitales o nosocomios públicos
o privados y en la inscripción para atender mutualizados u obras sociales. Al gobierno no
le importa nada de los costos para ejercer la profesión médica y arremete con todos los
medios de castigo posibles contra el profesional que no paga seguro por responsabilidad
profesional, AFIP, ingresos brutos y el impuesto al ingreso. La presunción fiscal es que
un médico, por ser tal, gana mucho. No se prueba tal aserto, sólo se presume y en
consecuencia se tiene como verdad absoluta. Por último, el profesional queda totalmente
marginado sin poder ejercer su profesión ni tener carrera profesional. En el caso de los
consultorios particulares o prepagas, el costo económico e impositivo se traslada a los
honorarios y esto crea un drama tanto para el paciente como para el médico, puesto que el
costo real del honorario de una consulta resulta muy alto. Por ello, el paciente queda sin
servicios médicos y el profesional con ingresos insuficientes o nulos. Para poder acceder
al cobro de honorarios altos, muchos médicos se especializan en una rama médica que los
haga únicos para prestar tal servicio y esto obliga a los pacientes a pagar necesariamente
el costo de una consulta o un acto médico determinado. Esos profesionales
superespecializados viajan al extranjero y residen en centros selectivos para formarse y
adquieren instrumentos de avanzada. El costo del estudio y de los instrumentos es sideral
y esto hace que el honorario trepe a sumas impensadas, puesto que además del costo
original del estudio, de los instrumentos en sí, de la infraestructura en que se desempeña
el superespecialista, debe erogar todos los impuestos y gastos que hemos analizado. Por
otro lado, el impuesto denominado IVA (impuesto al valor agregado) se aplica a los
alimentos y a los medicamentos y esto resiente la salud de los que no llegan a ganar lo
que se denomina “canasta básica” y crea otro problema médico que es el costo excesivo
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de medicamentos necesarios, debido al IVA y a otros impuestos que el laboratorio carga
al costo por el reembolso de patentes. Por más que el médico realice un diagnóstico
impecable, el acto médico queda trunco por la falta de un estudio o de un tratamiento
adecuado. En el caso del médico de altos ingresos, también debe erogar IVA. El único
impuesto profesional que un médico debería pagar es el de ganancias, las cuales se
calculan estrictamente por la diferencia que resta entre las ganancias y los gastos
necesarios de manutención y esa diferencia sólo debe monitorear los gastos suntuarios,
el lucro, las rentas y gruesas cuentas bancarias. No sobre sueldos supuestamente altos
ni por honorarios que no alcanzan ni para cubrir los gastos mínimos personales y los
que genera el ejercicio de la profesión.
En realidad, el problema de la persona del médico y el modo personal de ejercer la
medicina, como los modos de la investigación médica científica, es un tema algo extenso y
difícil de desmenuzar en detalle. Tampoco tiene mucho sentido hacerlo a los efectos de este
trabajo. He enfocado superficialmente el tema para cerrar un análisis previo necesario de cómo
se muestra la medicina en su totalidad, para poder dedicarme luego a buscar el punto de vista
filosófico sobre este fenómeno harto complicado en sí. La medicina, además del problema del
médico y del ejercicio técnico de la profesión, implica observarla como ciencia muy particular e
insertarla en el contexto de todas las ciencias para mejor comprender su naturaleza. Esto
significa la crítica filosófica de la medicina como ciencia.
Finalmente (aparte de hablar de la medicina como ciencia y su ubicación en el rol de las
ciencias, su naturaleza como ciencia, y del médico como operador técnico de la ciencia médica),
obviamente habrá que hablar de otras condiciones como es el arte de la medicina y la parte moral
o ética de la medicina en sí y de la aplicación de la tecnología médica (bioética). Esto implica
analizar el modo de pensar, el sentido de la ciencia médica y las principales cuestiones que
involucra un análisis filosófico.
El ser humano y la ciencia médica
En todo esto no debe perderse el panorama que implica a la medicina como una ciencia
exclusiva. ¿Qué significa esto? El fin de la medicina es exclusivamente tratar al hombre y sus
anormalidades psicofísicas, entre ellas las llamadas enfermedades, para mantener el denominado
“estado de salud” y con él, la vida misma. Luego, dada la esencia o naturaleza de la entidad
humana, esto torna a la medicina en un tema asaz difícil porque la naturaleza humana es en sí
una cuestión no alcanzada con plenitud por ninguna ciencia, religión o filosofía. Obviamente, no
ocurre lo mismo con los experimentos del átomo y sus partículas ni el estudio de las ciencias
matemáticas o químicas. Acercarse al ser humano no es tarea fácil para ningún pensador de la
humanidad presente y pasada. Se han logrado algunos aciertos parciales que nos despejan
bastante la esencia o espíritu del hombre, pero todavía no está nada claro el fenómeno en
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cuestión. Los accesos para definir el espíritu humano, especialmente a través de la mente,
además del concepto metafísico puro de la filosofía, se ha recurrido a la tecnología de
inspeccionar el funcionamiento fisiológico de la mente y de todos estos intentos surgieron ideas
bastantes dispares entre sí. Lo cierto es que no se aclaró mucho, aunque la fusión de la ciencia
biológica con la médica (neurociencias) y la filosofía han logrado encontrar aspectos muy
particulares de la mente humana que nos acercan un poco a la verdad de la esencia humana. Lo
malo es que algunos de esas investigaciones son usadas para ser interpretadas bajo el
materialismo filosófico y despojarlas de las formas espirituales conocidas bajo el aspecto de
fenómenos que no se ajustan al materialismo. Contrariamente, al menos, una parte de la ciencia
médica comienza a preocuparse por la tríada espíritu (alma)-mente-cuerpo. El primer fenómeno
que encuentran todos los que intentan estudiar al hombre, es la presencia de un ente con varios
puntos de vistas dobles: en primer lugar la fusión de un soma (cuerpo) y de una psiquis (mente)
lo que no puede llevar a una definición que englobe en un solo concepto o palabra, fuera de
hombre, al fenómeno dual del cuerpo y del alma. Descartes sólo consideró las dos partes pero no
las unió. Heidegger trató mucho la esencia corpórea y espiritual pero llega a conclusiones de un
ser encerrado que sólo se manifiesta por “modos de ser”. Sólo la filosofía antropológica logra
definir al hombre como “ser carnoespiritual” y consigue así una palabra medianamente cercana
a la descripción más ajustada de la dualidad humana. Aunque esta cuestión parezca ajena a la
ciencia médica en sí, supuestamente ciencia muy objetivada con estudios tecnológicos y
semiológicos, la medicina tuvo grandes problemas a resolver sobre la forma en que el hombre
enferma. Hubo un intento, a través de la medicina antropológica, de considerar la forma en que
el hombre enferma, pues cuando lo hace sufre la enfermedad en forma muy distinta a una planta
o a un animal.
Cuando nace la medicina debe habérsela con las plagas, enfermedades y traumatismos
ocasionados por accidentes, la naturaleza o las guerras. Sin embargo, en la antigüedad, aún
dentro de esta objetividad científica, lo espiritual no dejó de preocupar a los primeros médicos y
muchos de ellos como Hipócrates y Galeno debieron tocar tangencialmente el problema de lo
espiritual en lo médico. Hoy (comienzos del siglo XXI) las experiencias médicas de todos los
siglos pasados han encontrado el meollo médico de cómo enferma el cuerpo humano y la mente
juega un rol básico en la fisiopatología. El giro de lo meramente anatomofuncional para
considerar la patogenia y la fisiopatología hacia la intervención de la mente en el organismo del
hombre, ha llevado a la medicina al plano de una disciplina más integral que poco a poco va
develando los misterios de la conjunción cuerpo-mente bajo la particularidad espiritual que
muchos fenómenos médicos muestran o plantean.
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
La medicina holística y la llamada del cuerpo-alma-mente o cuerpo-mente-alma, ocupa
muchas tribunas médicas en las facultades de medicina (Dr. Herbert Benson,1 Larry Dossey, 2 Dr.
Dale Matthews 3) y poco a poco los libros van incorporando las nuevas experiencias médicas de
cómo el cuerpo enferma por la mente o como la mente se altera cuando el cuerpo se deteriora o
cómo influye la mente en adquirir enfermedades orgánicas e infecciosas. El distrés, al cual ya
destaqué, es una de las vedettes médicas que va llenando un tremendo espacio para explicar lo
inexplicable en la medicina.
Otro de los grandes problemas de la medicina (o mejor dicho, de los médicos) fue
explicar cosas que resultaban misteriosa en la etiología o causa de enfermedades o malestares
psicofísicos. Los primeros médicos hablaban de la “miasma” como un flujo ambiental patológico
o de “humores” como causa interna de enfermedades. Poco a poco se conjugaron factores
ambientales con los orgánicos y se congeniaron teorías dispersas. No obstante, los médicos que
repetían estas teorías terminaron creando mitos que no podían corroborar con experimentos
objetivos.
Esos mitos se repetían primero en las enseñanzas directas o clases orales y después la
costumbre alcanzó los textos médicos los cuales se plagaron de conceptos míticos. Lo que no se
podía explicar con ciencia se describía con meras creencias tenidas como conceptos o principios
médicos ciertos. La repetición de conceptos no probados por estudios fehacientes se realizaba
aún en textos médicos de gran prestigio científico. Esa costumbre predominó durante el siglo
XX y se perpetúa aún en los comienzos de este siglo. La medicina actual tiende a seguir
manteniendo viejos mitos sin detenerse a observar detenidamente los fenómenos médicos y a
meditar los procesos y etiologías para llegar a conocimientos certeros, como lo exige y predica
la Medicina de la Evidencia.
La Medicina de la Evidencia es un formidable instrumento que surge de la metodología
semiológica para asegurar que un diagnóstico y una etiología sean certeros. La certeza es
necesaria no sólo para el médico común (porque le asegura un tratamiento y un pronóstico
mejor) sino que se transforma en imprescindible cuando opera la Medicina Legal. Esta ciencia
básica para las lites (juicios), necesita emitir conceptos claros sobre causa (etiología) y
diagnósticos certeros de lesiones. Por eso, la Medicina Legal debe complementarse con la
1
cardiólogo docente de la Facultad de Medicina de Harvard y presidente del Instituto Mente-Cuerpo de Boston,
Benson Herbert - EL EFECTO MENTE CUERPO: LA MEDICINA DE LA CONDUCTUAL, UN CAMINO
PARA MEJORAR SU SALUD. Barcelona. Grijalbo, 1980.
2
codirector del Grupo de Asesores sobre Intervenciones Mente/Cuerpo de la Oficina de Medicina Alternativa de los
Institutos Nacionales de salud de Estados Unidos. Larry Dossey - LA ORACIÓN ES UNA BUENA MEDICINA
(Prayer Is Good Medicine), Obelisco Ediciones, 1999
3
Profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Georgetown, es director de un Centro para el Tratamiento
de la Artritis y del Dolor, en Clearwater (Florida, EE.UU.). Dale A. Matthews y Connie Clark - THE FAITH
FACTOR. PROOF OF THE HEALING POWER OF PRAYER. Editorial: Penguin Group US, 1999
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Medicina de la Evidencia para que ambas esclarezcan los conflictos legales de daños corporales,
especialmente en lo relativo a la Medicina Laboral o en lo forense. Los médicos yerran en sus
diagnósticos y factores etiológicos por no aplicar una correcta semiología, por manejarse con
mitos médicos y por analizar inadecuadamente los antecedentes de una afección para conocer
cuál es la incidencia en el cuerpo humano. Veamos algunos de estos mitos hoy vigentes.
Entre los mitos médicos más comunes están presentes la edad, la diátesis personal, la
predisposición familiar, “lo genético”, el sexo, etc. Hay patologías muy discutidas como la
artrosis y la hernia de disco. No es lo mismo una artrosis en una persona de alta edad que no ha
trabajado, que en un trabajador que realizó durante años esfuerzos articulares repetitivos. La
artrosis (denominada equívocamente fisiológica porque es generalizada y afecta después de los
70 u 80 años) generalmente es indolora4 y suele ser un hallazgo de los denominados catastrales
(aparecen en las radiografías en forma azarosa pues no se investigaba artrosis). Se encuentran en
personas que no han usado en forma extrema sus articulaciones. En cambio la artrosis de una
persona mayor de 50 años que ha trabajado mucho, es siempre dolorosa y afecta más a las
articulaciones usadas en el trabajo. Esta simple diferencia, ignorada por los médicos, es lo que
marca para solucionar el conflicto que se establece cuando hay que dictaminar sobre una
artrosis en un trabajador de edad avanzada. La tendencia actual es decir que se debe a la edad y
rechazar sin más, la causa traumática del sobreuso (abuso) articular realizado mientras se ha
vivido o trabajado. El dictamen se basa en la edad del paciente y en la supuesta imposibilidad de
saber cómo y cuándo desarrolla su artrosis. El médico, en este caso, descalifica todos los
antecedentes que suelen presentarse como pruebas como es el tipo de trabajo que el actor realiza
y el tiempo que lo estuvo llevando a cabo. Además, pone en evidencia que parece ignorar que la
edad no es factor etiológico probado, sino factor denominado de riesgo de aparición. El mito
de la artrosis y la hernia de disco producida por la edad, aparece en un estudio noruego. El
concepto de “enfermedad degenerativa” surge en 1950 por publicaciones realizadas en el Acta
Ortopédica Scandinávica, iniciadas por los trabajos de los investigadores Hansen5 y Olsson.6
Estos investigadores trabajaron sobre la columna vertebral de perros, la cual tiene 7 vértebras
lumbares, en lugar de las 5 que tiene el hombre. En una población de perros de corta estatura
(como los vulgarmente denominados “salchichas”) encontraron degeneración discal en el
segundo año de vida, mientras que en perros de mayor estatura, la degeneración discal se
presentaba a mayor edad, entre los 8 a 10 años de edad. En los perros de corta estatura, a los
4
Borrachero del Campo, PATHOS (7) Artrosis 1:16, España, 1986. Digo que se considera fisiológica en términos
equívocos, porque en realidad todo cuerpo humano realiza muchos esfuerzos articulares normales aunque no sean
laborales y, naturalmente, esos movimientos normales repetidos afectan con el correr del tiempo a todas las
articulaciones. En la vejez influye mucho el estado osteomuscular, es decir si los músculos trabajan correctamente o
los huesos tienen suficiente tenor de calcio. El desgaste de una articulación que lleva a la artrosis, produce
deformación ósea subyacente en un hueso debilitado.
5
Hansen, H. J. – A PATHOLOGIC-ANATOMICAL INTERPRETATION OF DISC DEGENERATION IN
DOGS, Acta orthop. Scand., 20: 280, 1951
6
Olsson, L. E – OBSERVATIONS CONCERNING DISC FENETRATION IN DOGS, Acta orthop. Scand., 20:
349, 1951
12
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
cuales estos autores denominaron “razas condrodistróficas” presentaba una degeneración discal
que llamó “enfermedad sistémica discal” precedida por una metamorfosis condroide del núcleo
pulposo distribuida uniformemente en toda la columna. El 75% de los perros de esta raza
presenten al año de edad una transformación de todos los núcleos pulposos en tejido condroide
hialino y un alto porcentaje de estos núcleos presentaba degeneración calcificada. A esto se le
llamó degeneración tipo 1. En las razas de alta estatura y presentación tardía de la degeneración
discal, más común en el pastor alemán, la degeneración del núcleo pulposo es del tipo fibroso,
más que del tipo condroide. En este caso le llamaron degeneración discal tipo II. Es de notar que
el trabajo de Hansen se titula como “interpretación de la degeneración del disco en perros”,7 es
decir, queda bien establecido que es una mera interpretación y no algo comprobado tal cual y que
es exclusivo de perros. No obstante esta teoría es abonada después por otros estudios
interpretativos y no probatorios. Es común en las ciencias médicas formular hipótesis sobre los
mecanismos etiopatogénicos cuando no se conocen los mismos. Generalmente, estas hipótesis se
basan en analogías con otros experimentos ciertos, usando el principio de que “una verdad a
medias, es una verdad creída cierta”. La idea de “diátesis”, “predisposición”, “genético”, etc. ha
servido para explicar muchas anormalidades, pero no siempre eran fundadas en experimentos
ciertos y comprobados, sino en meras creencias o hipótesis por extensión, traspasación o
analogías de conceptos y fenómenos repetidos sin fundamentos en muchos libros médicos,
especialmente en la escuela médica anglosajona. Las neurociencias y la biología molecular
genética han cambiado todos los parámetros y conceptos y hoy no es fácil emitir teorías en el
aire o por suposiciones o comparadas con fenómenos en animales.
Con criterio, muchos estudiosos han preferido la vía de la autopsia en humanos para
probar y comprobar la etiología de lesiones anatómicas hasta ahora desconocidas. Esta
metodología aclaró mucho las lesiones cerebrales postraumáticas y, en especial, las lesiones
vertebrales y de discos intervertebrales. La génesis de las discopatías y la artrosis fue explicada,
debida a las similitudes de las lesiones detectadas por la bioquímica a nivel microscópico, por
muchas experiencias comprobadas debidamente en humanos y por las halladas e interpretadas en
los animales, particularmente el perro. Pero la realidad es otra muy distinta para una columna
vertebral de cuadrúpedo y la de un bípedo. Empero, ambas sufren por la misma causa: las
posturas adoptadas y los esfuerzos realizados, a los que suman los macro o microtraumatismos,
es decir, causas meramente mecánicas, más que idiopáticas, congénitas, genéticas,8 errores
metabólicos, etc. Además, por la naturaleza tisular, hay una coincidencia grandes entre el
proceso degenerativo de las articulaciones y de los discos intervertebrales. Discopatías y artrosis
han compartido los mismos sinsabores de la investigación médica para arribar a conclusiones
ciertas. Una cosa queda bien clara: no hay enfermedad degenerativa propiamente dicha en los
casos que la degeneración surge de un traumatismo o uso abusivo de un órgano, sino proceso
7
Interpretan que las degeneraciones encontradas en los perros se debía a la edad, siendo ésta la causa de la
degeneración
8
Los términos idiopático, congénito y genético no comprobados son entelequias
13
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
degenerativo en curso. Hoy, la ciencia médica, respaldada en investigaciones multicéntricas
ciertas y no especulativas, con estudios prospectivos y seguidos paso a paso en cada proceso, ha
demostrado que el uso mecánico de las articulaciones es la causa principal de su desgaste y
patología, más que otros factores genéticos o congénitos o de predisposición familiar.
El trabajo y el deporte son las principales actividades que afectan a las articulaciones y a
los discos intervertebrales y le siguen los traumatismos (macro y microtraumatismos). Los
microtraumatismos dejaron de ser una entelequia para ser una entidad médica cierta, a pesar de
la oposición de muchos médicos a admitir la existencia del microtraumatismo. Ahora ya es un
agente traumático reconocido por la medicina y la ley. No hay una enfermedad degenerativa
como entidad médica nosológica independiente, en la artrosis y en una hernia discal. La
enfermedad degenerativa generada en patologías como la hernia de disco y la artrosis, es
cuando un proceso degenerativo originado por causas mecánicas o traumáticas se cronifica.
El problema está en definir que es enfermedad degenerativa. La degeneración significa
“deterioro”, “transformación de una forma superior a otra inferior, especialmente, cambio de
un tejido a otra forma inferior o de menor o nula actividad funcional” (Diccionario Médico
Dorland) “alteración de los tejidos o elementos anatómicos con cambios químicos de la
sustancia constituyente y pérdida de los caracteres esenciales y funciones” (Diccionario Médico
Salvat 2ª edición). Ningún diccionario médico define que es “enfermedad degenerativa”. Los
libros médicos, en general, tampoco definen que es una enfermedad degenerativa y sólo se
limitan a considerar enfermedades degenerativas a la artrosis, Alzheimer, Parkinson, artritis etc.
Muchos hablan de la enfermedad degenerativa del disco intervertebral pero no citan los trabajos
científicos que acreditan la existencia de tal enfermedad, sino que por mera traspolación
(traspasación) de conceptos originados en otras degeneraciones se presupone una enfermedad
degenerativa del disco, siempre sacando conclusiones retrospectivas (una vez que se diagnostica
específicamente la discopatía), pero nunca con casos prospectivos (estudios anteriores a la
manifestación de dicha discopatía). Algunos autores han propuesto llamar enfermedad
degenerativa a “un desequilibrio en los mecanismos de regeneración, que en no se debe
fundamentalmente a factores psicosomáticos o físicos externos que ocasionen falla de
regeneración (aplasia) o exceso descontrolado de regeneración (neoplasia). Se originan por la
alteración anatómica y funcional de los tejidos de cualquier órgano, aparato, o sistema. Pueden
afectar a los huesos, al cerebro, al sistema nervioso, al metabolismo, etc. y también a las
articulaciones. Es común en las articulaciones influyan principalmente el antecedente de
trabajos penosos o traumatismos” (Slide Share, Internet, 2010) Esta definición es errónea
porque involucra a los traumatismos y trabajo penoso como antecedentes pero no como causa del
proceso degenerativo, aunque al comienzo de la definición incluye a etiologías por factores
físicos externos. En este caso, si la definición es interpretada como que una enfermedad
degenerativa es también causada (no influenciada) por factores físicos externos como traumas
y trabajos penosos, estaríamos en un concepto correcto.
14
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Pero presuponer que los factores físicos externos no son causa sino factores
desencadenantes, de riesgos o predisponentes, es un error de concepto que involucra la creencia
de la una enfermedad degenerativa preexistente. Es error porque tal evento no está probado
científicamente con un claro estudio prospectivo que demuestre la existencia previa cierta de la
degeneración. Para mí lo correcto sería separar el término “enfermedad degenerativa” del
término “proceso degenerativo postraumático” reservando el primero para las enfermedades
específicas que producen transformación de un tejido normal en otro enfermo que altera la
función normal de un órgano o una articulación. Es el caso de las enfermedades reumáticas como
la artritis reumatoide, la dermatomiositis, escleroderma, polimiositis, vasculitis sistémicas,
enfermedad mixta del tejido conectivo, fiebre reumática y todas las enfermedades del tejido
conectivo de causas no traumáticas, degeneración albuminoide, amiloidea, adiposa, etc. En
cambio la detección de un proceso degenerativo en un órgano o articulación sometida a traumas
de cualquier naturaleza o a un abuso (sobreuso) repetido no debe declararse como enfermedad
degenerativa sin la previa aclaración científica (no especulativa) de su etiología y cronicidad.
La falta de precisión etiológica conlleva el error grosero de confundir una enfermedad
degenerativa propiamente dicha, con el proceso degenerativo que desencadena las causas
mecánicas mencionadas (traumas, sobreuso) y se tilda de enfermedad degenerativa a una
dolencia a la cual se le niega la causa mecánica para pretender que su causa es la misma que la
de una degeneración amiloidea, adiposa, una enfermedad reumatoide, etc. En esta situación, el
uso indebido del término “enfermedad degenerativa” (demuestra en primer lugar que el médico
que así lo estima está ignorando el significado etiológico y etimológico del concepto
“enfermedad degenerativa”) ha causado mucho daño porque no sólo no le permite al médico
considerar las verdades causas de una patología, sino que la idea equívoca no permite practicar la
prevención ni el tratamiento correcto. En causas más sutiles como es el de la Medicina Legal en
que un diagnóstico o un concepto etiológico perjudica a los litigantes de un juicio, el mito
médico provoca el daño jurídico irreparable como es negar la justa indemnización de un daño
anatomofuncional provocado por un accidente o en ocasión del trabajo o del deporte.
He traído a colación esta larga digresión sobre mitos médicos, con ejemplos muy
puntuales, para demostrar como la ciencia médica crea sus propios mitos y los repite, a veces
siglos, para cubrir el vacío de la ignorancia de un fenómeno médico. Sé que alguien puede
pensar que no hay mucha relación entre un hecho científico concreto y el concepto filosófico,
pero para filosofar sobre la ciencia médica, hay que conocer sus falencias y sus aciertos para
conocer hasta donde es posible la exactitud científica y cuáles son las probabilidades cierta de
fallas verdaderas. He descrito el mito médico en detalle, pues de otra forma es inadvertido tanto
para el médico como para el lego en medicina. Lo malo que cuando el mito es repetido y
transmitido por médicos que se consideran maestros rectores en la enseñanza de la medicina, el
mito adquiere la categoría de conocimiento médico científico cierto. Esta faceta mítica de la
medicina es útil saberla porque ayuda a conocer mejor la esencia de la actual ciencia médica.
Pero la faceta mítica de la medicina no sólo se hace patente en consideración de la etiología de
15
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
procesos patológicos, sino que incluso llega al plano de las definiciones que deberían ser
consideradas como rectoras para comprender el sentido de la medicina.
Si uno pretende encontrar definiciones concretas de valor científico universal como es,
por ejemplo, la definición de qué es “enfermedad”, se encontrará con la sorpresa de que muchas
definiciones denotativas (las de los diccionarios) no concuerdan con las connotativas (las
definiciones personales de autores o investigadores médicos) y crean conceptos muy polémicos o
generan criterios no adecuados para un concepto de “enfermedad”. La falta de consenso o las
discordancias groseras desilusionan a muchos filósofos o autores médicos que terminan por caer
en el descreimiento de la existencia real de un ente “enfermedad” para aceptar que estos términos
son meras abstracciones mentales sin expresión objetiva en la realidad. Como todo extremismo o
exageración, cae una relatividad errónea cuando duda de la existencia de la enfermedad, puesto
que el fenómeno de “hombre enfermo” es real y existe. El problema dialéctico o semántico no
debe perder de vista este hecho o factum para llegar a dudar de él, o lo peor, negarlo. En este
tópico relativo a los mitos médicos, cobra relevancia lo postulado por Descartes en su regla II
del DISCURSO DEL METODO: “solamente hemos de ocuparnos de aquellos objetos para
cuyo conocimiento cierto e indudable parecen ser suficientes nuestras mentes”.
Al extenderse sobre el sentido de la regla, Descartes escribe cosas que pueden aplicarse
estrictamente al problema del mito médico. A fin de no apropiarme de las ideas cartesianas me
veo obligado a transcribir literalmente el escrito: “Toda ciencia es un conocimiento cierto y
evidente. Un hombre que duda de muchas cosas no es más sabio que el que nunca ha pensado en
ellas; incluso lo es menos que este último si se ha formado sobre algunas de ellas una opinión
falsa. Y por ello vale más no estudiar nunca que dedicarse a temas hasta tal punto difíciles que,
al no ser posible distinguir lo verdadero de lo falso, se vea uno forzado a admitir como cierto lo
que es dudoso, pues en tal caso no hay tanta esperanza de aumentar la instrucción de uno
cuanto peligro de disminuirla. Así pues, por medio de esta proposición rechazamos todos los
conocimientos que no son más que probables y declaramos que no hay que dar crédito más que
a lo que es perfectamente conocido y a aquello de que no se puede dudar. Los eruditos tal vez se
convenzan a sí mismos de que son muy pocos los conocimientos de esta clase, porque un defecto
muy común al género humano les ha hecho descuidar el prestarle su atenta reflexión, como si
fueran demasiados fáciles y demasiado al alcance de todo el mundo. Mi opinión, sin embargo,
es que tales conocimientos son mucho más numerosos de lo que ellos piensan y bastan así para
demostrar de una manera ciertas innumerables proposiciones, sobre las cuales no se han podido
razonar hasta el momento más que de una manera probable. Por haber considerado indigno de
un hombre erudito el confesar que ignora algo, se han habituado de tal manera a disfrazar sus
razones ficticias que al final han acabado por convencerse a sí mismos de ellas y después de ello
las han hecho valer como verdaderas”. He citado este texto cartesiano pero lo hago con la
aclaración de las evidentes salvedades que el mismo merece, pues indudablemente fueron
realizadas para cuestiones generales. Pero si se asimilan al tópico específico de los mitos
16
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
médicos, de las meditaciones cartesianas se pueden extraer conclusiones muy válidas para la
ciencia médica.
Es verdad que el conocimiento a fondo de todos los datos médicos conocidos es “misión
imposible” para un solo médico, pero un colega mío sentenció muy acertadamente: “No hay
ningún tema médico que no esté tratado en algún libro o estudio. Lo difícil es obtener esas
fuentes. Cuando se plantea un dilema en medicina es porque una de las partes no ha recibido la
información pertinente o no cree en ella por un mero relativismo infundado o la persistencia de
un prejuicio”. La experiencia y la preocupación de ampliar mi biblioteca y los medios de obtener
datos, han confirmado completamente la razonabilidad de los asertos de ese colega. Cabe
analizar otro tema más en lo relativo a las ciencias médicas, al cual recurriré repetidamente en
este trabajo. El hombre, en su doble naturaleza de ser animal y ser racional, enferma de un modo
distinto al de los otros seres vivientes y “vive” su enfermedad también con sentimientos
diferentes. Este fenómeno, advertido por la antropología filosófica, determina otro fenómeno a
considerar desde un pensamiento crítico distinto y nuevo: la medicina antropológica. Como lo he
mostrado en este muy breve pantallazo general sobre ciertas facetas y cuestiones de las ciencias
médicas, un pensar filosófico obliga a tener en cuenta los detalles o partes del problema médico,
para poder apuntar a un todo que esas partes constituyen. Para que ese todo sea armónico y se
ajuste a su verdadera naturaleza, escapando de los equívocos en que es pasible que se sumerja, es
necesario, entonces, un correcto pensar lo que significa, como lo repetiré mucho, repensar la
medicina en todo lo que le es explícito e implícito.
Quizás muchos lectores pensarán que este parágrafo presente es una especie de ensalada
que introduce demasiados elementos aparentemente desconectados con el planteo filosófico,
pero era necesario conocer aspectos de las ciencias médicas que muchos desconocen, incluso los
propios médicos. Creo que el filosofar exige un conocimiento acabado del factum pues de otro
modo, toda filosofía no será la adecuada sino abarca o engloba todo el problema sino sólo partes
de ese problema o del factum. Toda filosofía correcta contiene lo formal y lo esencial para
distinguir entre ellos, del mismo modo que lo aspectual de lo global.
Finalmente debo señalar que la ciencia médica, como todas las ciencias en general,
aportan un conocimiento obtenido desde un punto de vista determinado, lo que concluye siendo
un pensamiento aspectual y no un pensamiento englobador. Para acercarse a un concepto
filosófico de la ciencia médica es menester tratar antes la forma de pensar de la ciencia médica
en particular como parte de la ciencia en general. Empezaré por el sentido de la ciencia médica
para analizar luego lo aspectual.
17
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
I
CIENCIA Y SENTIDO
n alguna medida, buscar una filosofía de una cosa o ente es, en cierto modo,
indagar sobre su esencia y sentido. Por eso creo insoslayable iniciar este trabajo
con una exploración de la esencia y el sentido de la ciencia en general, para luego
abordar a la ciencia médica en particular. Comenzaré por abordar la cuestión del
sentido de la ciencia médica.
E
“Aún cuando la ciencia y la tecnología pudieran emplearse como medios para alcanzar
un fin, el sentido del resultado dependerá siempre de si los fines para cuya consecución se usan
son buenos. Pero la decisión sobre el sentido de los objetivos escapa al área de la ciencia y la
tecnología. Si no queremos marchar totalmente a la deriva, esa decisión debe tomarse desde un
punto de vista que permita dirigir la mirada al hombre en su conjunto y al conjunto de su
realidad, y no meramente a un pequeño segmento de ésta” (Werner Heisenberg).9
Es evidente que la afirmación sensata de Heisenberg encierra en sí la imposibilidad
absoluta de la ciencia, y como parte de ella la tecnología, de abarcar una realidad por completo,
puesto que la ciencia es siempre un punto de vista muy concreto y limitado de la realidad, es, al
decir de Heinsenberg de “un pequeño segmento de ésta”. Otro concepto importante de la
aseveración de Heisenberg es que la ciencia, por sí misma, no puede fijar el “sentido de los
objetivos” puesto que todo sentido está dentro de una valoración de la realidad y del hombre
inmerso en esa realidad.
Víctor Frankl10 postula que existe una voluntad de sentido que actúa como una fuerza
primaria que busca el sentido de las cosas, especialmente el sentido de la vida y estima que esta
voluntad de sentido no es “racionalización secundaria” originada en impulsos instintivos. No
constituye un mecanismo de defensa ni formación de reacciones, ni principio de fe, sino que es
una cuestión de hechos concretos. Por lo tanto, esta voluntad de sentido no es un impulso moral
ni un impulso religioso, sino un impulso vital o esencial del hombre. Por lo tanto, no es un
invento de la conciencia del hombre, sino un sentimiento inherente.
En lo relativo al sentido de la vida, Frankl dice del suprasentido que opera como una
fuerza que “excede y sobrepasa la capacidad intelectual del hombre… Lo que se le pide al
9
Autor de la teoría cuántica matricial, del principio de incertidumbre y de otras teorías físicas modernas (Werner
Heisenberg – FISICA Y FILOSOFÍA Y FILOSOFÍA, Ediciones La Isla, Bs. As. 1959)
10
Víctor Frankl – EL HOMBRE EN BUSCA DE SU SENTIDO
18
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
hombre no es, como predican muchos filósofos existenciales, que soporte la insensatez de la
vida, sino más bien que asuma racionalmente su propia capacidad para aprehender toda la
sensatez incondicional de esa vida”.
Esta búsqueda de sentido que el hombre naturalmente ejerce y que Frankl había
denominado como la voluntad de sentido, es una cuestión de hecho y no de fe. Es decir, algo que
concretamente existe, se crea o no en esta voluntad. Una cosa “sin sentido” para el hombre es
como si no existiera, es una nada. El animal, que supuestamente vive sin buscar el sentido de las
cosas, habita un lugar asignando a los objetos y sensaciones que en ese ámbito se dan, el papel
de cosas meramente estimúlicas (estimuladoras de los sentidos).
Vivir en el mundo, para Chopra, es aprender a ser un pontífice de uno mismo. Es
aprender a llevar al interior a nuestro exterior, como una especie de puente que une a ambos.
Puedo por un instante salir de mi interior pero sigo unido a él por el puente que me permite,
como un cordón umbilical, estar fuera pero sin salir del todo de adentro. Desde mi yo me
proyecto a otros pero sin abandonar mi mismidad. Esta particular situación misteriosa, es la que
llevó a algunos religiosos a pensar que la inexistencia es la verdadera forma de ser y vivir. Esto
es: para conocer al mundo debo hacer una extrospección pero esa inspección exterior la hago
desde dentro de mí.11 No salgo con todo afuera para pegarme a un solo objeto. Esta actitud de
ver desde adentro hacia fuera es la sabiduría que hace a la esencia del hombre y le permite
“proyectar” su interior intelectivo, afectivo y volitivo (su espíritu), hacia su exterior. Pero sólo
eso: lo proyecta sin abandonarlo. No pierde su humanidad.
En cambio, el científico hace todo lo contrario: sale completamente de su interior para
quedarse definitivamente en el exterior, fundido con el objeto a fin de llegar a conocerlo. He ahí
su error: sólo podrá fijarse en una parte única del objeto sin obtener el todo. Queda con la visión
de una parte, de un aspecto (visión aspectual). Sabrá mucho de esa cosa y esto lo hace erudito.
Pero no sabrá nada del todo y esto le hace perder la sabiduría.
Sabio es el que puede tener y mantener una visión del todo (cosmovisión), ubicando a
cada parte de ese todo. Hace síntesis. El científico o erudito hace análisis. Y cuando hace
síntesis, reconstruye el todo como un hato de partes. Pero al romper el todo en partes, sólo puede
conocer un costado de cada parte y por esta razón no puede armar el rompecabezas del todo, con
la misma armonía y equilibrio que ese todo tenía antes de ser particularizado (hecho partes). El
sabio ve al todo y aprende a descubrir sus aspectos o partes pero sin un análisis particular sino
con un abarcamiento global del todo. El todo es el completo horizonte de su contemplación,
11
El hombre es pontífice porque establece un puente desde adentro hacia fuera (extrospección) y puede viajar dentro
de sí mismo (introspección). Es también un puente porque introyecta (proyecta hacia dentro) los extrospeccionado y
lo devuelve afuera como pensamiento trascendental (primera trascendencia)
19
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
mientras que la observación de partes por separado, como sucede en la ciencia, constituye
horizontes parciales y sucesivos.
De ese modo, vista una parte, un horizonte en particular, una vez superado debe buscarse
el que sigue, la parte que continúa y esto nunca acaba. En esta concepción, el todo se vuelve
aparentemente un concepto inabarcable e inalcanzable. La visión interior, desde dentro del todo
no integra al mismo como formado de partes, sino que se abarca como inmensidad. Es lo que da
el saber intuitivo y misterioso, milagroso. Es una forma de existir inexistiendo12 (no se considera
acá al existir de la misma forma que lo hace el existencialismo).
Algunos encuentran la unidad al integrarse al todo, con el cosmos y el caos (y esto los
aleja de la angustia del existir y de la nada mundana), al imbuirse de un sentimiento religioso de
fe en Dios (fe religiosa). Otros piensan que la unidad está en el hombre mismo y para ello deben
concentrarse en sí mismo y no multiplicarse. Es lo que predomina en las doctrinas orientales que
profesan el aislamiento social. El hombre tiene una misma esencia, un mismo espíritu, un
mismo universo, un mismo todo, una misma universalidad. No puede haber diferencia en lo
absoluto. Sólo cuando se cae en la relatividad se encuentran diferencias y disenso. Lo
absoluto es siempre consenso. La perfección es consenso absoluto entre uno mismo y el
universo.
Debemos aprender a distinguir entre esencia y forma, pues detenernos sólo en las formas
nos aleja de la esencia. Esto es una verdad filosófica tan trillada que resulta de Perogrullo. El
todo, lo absoluto, la perfección, la verdad, la felicidad es el encuentro y conocimiento de la
esencia. Lo falso, el sufrimiento, la imperfección está en la formalidad, en la modalidad o moda
(mero conocimiento de las formas y modos). El que tiene su espíritu pleno no tiene vacíos. El
que necesita de lo exterior para llenarse, sobre todo llenarse externamente, es porque tiene un
vacío espiritual (vacío interior) que vive con la temporalidad. El que tiene plenitud espiritual no
tiene necesidades mundanas ni necesita llenarse de objetos exteriores. Su única necesidad es no
perder el encuentro consigo mismo, ni su plenitud interior. Cada día debe alimentar esa
espiritualidad, la cual siempre es posible de ser más y más.
El vacío espiritual también cada día necesitará tener más, pero ese más sólo serán cosas y
objetos. Posesiones temporales. La moda. Con lo cual, cada vez que logre tener más, en realidad
tendrá menos. Tendrá más cosas y menos espiritualidad. Tendrá más y será menos. Ser más, o
menos, no tiene nada que ver con la temporalidad, estrictamente, sino con la espiritualidad.
Tener muchos bienes materiales puede llevarnos, y realmente nos lleva, a ser menos en lo
espiritual. La posesión de riquezas nos hace sentir menos plenos. Esto, de algún modo, lo predicó
Jesús (al que cito en forma independiente de la religión y sólo sobre la base de sus meras ideas
objetivas). En alguna medida, es lo que ocurre mucho con la ciencia médica que cada vez llena
12
Alcanza el conocimiento sin salir de su mismidad o sistencia (sí mismo)
20
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
más volúmenes, pero en la práctica sólo triunfan muy pocos de todo el universo del
conocimiento médico científico actual.
Contrariamente, quien cultiva sólo lo espiritual nunca tendrá bienes materiales, pero
siempre tenderá a ser más profundo en el curso de su vida. Su riqueza será mayor a la de
cualquier otro hombre con bienes pero desespiritualizado. Descartes, en su DISCURSO DEL
METODO, describe reglas morales que él considera necesarias para el encausamiento de la
dirección de la mente en el pensamiento. En su tercera regla coincide con mi opinión cuando
dice: “Confieso, no obstante, que es necesario un largo ejercicio y una meditación
frecuentemente reiterada para acostumbrarse a mirar las cosas desde este punto de vista, y creo
que es en esto, principalmente en lo que consiste el secreto de aquellos filósofos que, en otro
tiempo, pudieron sustraerse al imperio de la Fortuna y, a pesar de los dolores y de la pobreza,
rivalizar con sus dioses en la posesión de la felicidad; porque, ocupándose sin cesar en
considerar los límites que les eran prescritos por la Naturaleza, se persuadían tan perfectamente
de que nada estaba en su poder más que sus pensamiento, que esto sólo les bastaba para
impedirles tener afección alguna por las demás cosas; y disponían de ellos tan absolutamente
que tenían alguna razón en estimarse más ricos y poderosos, más libre y felices, que ninguno de
los demás hombres, quienes, no poseyendo esta filosofía, por muy favorecidos de la Naturaleza y
de la fortuna que pueden ser, nunca disponen de aquel modo de todo lo que desean”.
Para encontrar un sentido de la ciencia humana, primero debe hallarse un sentido de la
existencia del hombre. De otro modo, no habrá un sentido en la obra humana, si no se conoce el
sentido de la propia existencia del hombre. El hombre, para existir, necesita comprender su
existencia, encontrarle un sentido. Según Heidegger, sentido es aquello en que se funda la
comprensibilidad de algo, sin presentarse ello mismo a la vista expresa y temáticamente. Al
encontrar el sentido de su existencia, le acucia la necesidad de poder desarrollar su ser, de un
“poder ser” y para esto necesita fundar un proyecto existencial.
Por esta razón Heidegger sostiene que “Sentido significa el “aquello sobre el fondo de lo
cual” de la proyección primaria partiendo de la cual puede concebirse la posibilidad de algo en
cuanto es aquello que es. El proyectar abre posibilidades, es decir, aquello que “hace posible”.
Poner de manifiesto el “aquello sobre el fondo de lo cual” de una proyección quiere decir abrir
aquello que hace posible lo proyectado. Este poner de manifiesto requiere metodológicamente
proseguir la proyección que sirve de base a una interpretación y que no está expresa las más de
las veces, de tal manera que lo proyectado en el proyectar resulte abierto y apresable bajo el
punto de vista de su “aquello sobre el fondo de lo cual”.
Para poder existir (poder ser), el hombre necesita abrirse al mundo (ser abierto) donde
está arrojado (yecto) y para poder encontrarse con sí-mismo, ser-sí-mismo, necesita avanzar,
21
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
trascender y es ahí donde juega el proyecto.13 Si queda simplemente en el estado de “estar ahí”
sin “ser ahí” (estar en una posición y quedarse en ella) queda caído en una cotidianidad donde no
se encuentra a sí mismo y no puede resolver el “ser ahí”, en el mundo. El ser en el mundo le
impide ser sí mismo pues no está concentrado en sí sino en lo que ocurre a él mientras vive fuera
de sí en el mundo del sentido que él se ha creado. Para debe instaurar su propio mundo y lo hace
sin el sentido correcto. No trasciende y queda “caído” extrañado de sí mismo (abyecto). Por eso,
el sentido de su existencia le absuelve de quedar caído o abyecto.
Heidegger aclara: “cuando decimos que un ente “tiene sentido”, esto significa que se ha
vuelto accesible en su ser, que es lo primero de todo que, proyectado sobre su “aquello sobre el
fondo de lo cual”, tiene sentido propiamente. Un ente sólo “tiene” sentido porque abierto por
adelantado como ser, resulta comprensible en la proyección del ser... Existiendo se comprende a
sí mismo, pero tal suerte, que ese comprender no representa un puro aprehender, sino que
constituye el ser existencial del “poder-ser” fáctico” “Tomando, desde el punto de vista
existenciario, formalmente, sin mencionar a cada nuevo paso el pleno contenido de su
estructura, el “precursor estado de resuelto”, el “ser relativamente al” más peculiar y señalado
“poder ser”. Cosa semejante sólo es posible si el “ser ahí” en general puede advenir a sí en su
posibilidad más peculiar y en este “poder advenir a sí” mantiene la posibilidad como
posibilidad, es decir, existe. El poder “advenir” a sí en la señalada posibilidad, manteniéndola,
es el fenómeno original del “ad-venir”. Para poder profundizar más el sentido de “advenir”,
Heidegger sigue explicando: “si es inherente al ser del “ser ahí” el propio o impropio “ser
relativamente a la muerte”, éste a su vez sólo es posible como “advenidero”, en el sentido
acabado de indicar y que se ha de determinar más todavía. “Advenir” no mienta (evoca) aquí
un ahora que aún no se ha vuelto “real”, pero que llegará a ser, un buen día, sino el venir en
que el “ser ahí” adviene a sí en su más peculiar “poder ser”. El “precursar” hace al “ser ahí”
propiamente advenidero, pero de tal suerte que el mismo “precursar” sólo es posible en tanto
que el “ser ahí”, en cuanto siendo en general, adviene a sí ya siempre, es decir, es advenidero
en su ser en general”.
El lenguaje de Heidegger es muy abstracto y exige un entrenamiento y concentración
para abarcarlo y comprenderlo. Pero el sentido aproximado de la idea del filósofo sobre el
término advenir no es el que el diccionario español (RAE) determina como “venir o llegar,
suceder o sobrevenir”. La palabra, etimológicamente, proviene del latín advenire, el cual
indicada “acercarse” Heidegger indica como advenir, el “acercamiento” del hombre a su propio
ser, a su ser-sí-mismo, esto es, “llegar a su ser” pero para hacerlo obligadamente debe dejar que
su ser se manifieste abiertamente (exista) y esto lo logrará en el “curso” de esa existencia. Pero
puede advenir antelando esa existencia, como un “precursarla” y esto lo logra dando un sentido a
la misma y antelando su curso mediante el proyecto. Es decir, yo puedo vivir mi vida
pasivamente y dejar que, de acuerdo a las circunstancias, vaya tomando decisiones cotidianas.
13
Proyecto es “arrojado hacia delante”, en este caso “delante” es el futuro
22
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Esto me permite transitar mi vida en toda mi edad. Pero no me permite ordenarla, ponerle una
meta y decidir una vocación. Las decisiones de un proyecto nacen en diferentes circunstancias, y
muchas de ellas dependen de un período previo de vida, es decir, de transcurrir una infancia o
una adolescencia, e incluso una adultez, que permitan construir un proyecto existencial.
De ahí que el hombre adviene a su ser en cualquier momento de su existencia y lo puede
hacer como un proyecto, o bien, comprendiéndose desde un pasado y visualizando un futuro. Por
esto Heidegger dice: “tomar sobre sí el “estado de yecto” significa ser propiamente el “ser
ahí” como en cada caso ya era. Pero el tomar sobre sí el “estado de yecto” sólo es posible si el
“ser ahí” advenidero puede “ser” su más peculiar “como en cada caso ya era”, es decir, un
“sido”. Sólo en tanto el “ser ahí” en general “es” en el sentido de “yo soy sido” puede advenir
a sí mismo en el advenir retroviniendo. Propiamente advenidero, es el “ser ahí” propiamente
sido”.
En modo superficial y muy grueso, estas palabras de Heidegger parecen indicar que el
hombre nace en un estado determinado en el cual está inmerso y es el “estado de yecto” (caído).
Por lo tanto así (en estado de caído) podrá ser de raza negra o blanca (o cualquier etnia), pobre,
analfabeto o erudito, un alfeñique o un hombre de un físico privilegiado, con una gran riqueza y
una amplia cultura. Es decir, está caído en el mundo en que nace y se cría dentro de un
determinado estado personal y social. Haré una pequeña digresión para considerar que un
médico o un investigador médico está en “estado de yecto” cuando pasiva y superficialmente,
practica y trata a la ciencia médica, más en forma mítica que filosófica. Es decir, actúa como
autómata y no como ser pensante. Queda enquistado en la comodidad de aceptar “lo que se hace”
y no en el esfuerzo de “lo que corresponde hacer”. Vive en estado de inautenticidad sin
preocuparse por lo auténtico, lo que constituye un fenómeno frecuente en la actual realidad de la
ciencia médica.
Cuando el “caído en el mundo” pretenda encontrarse a sí mismo, ocuparse para conocer
su ser, necesariamente deberá “acercarse” al mismo en forma retrospectiva, esto es, desde el
“haber sido” o “como en cada caso ya era”, esto es, un “yo soy sido” (me doy cuento de lo que
soy a medida que lo he ido siendo). Esto lo llama Heidegger “advenir retroviniendo” y este
discurrir es lo que, en cierto modo, sería un “volver al pasado” en el sentido que hoy tiene esta
palabra, para proyectarse al futuro.
Barylko interpreta a esto como “mira para atrás. Recorre tu vida. Lo verás”.14 Pero, en
el fondo de la cuestión, en el hombre no son sus condiciones eventuales de su “ser ahí” en un
momento determinado de su vida o su existencia, sino la consideración estricta de su ser íntimo,
de la “verdad” de su propio ser, de su esencia como hombre y no como individuo inmerso en un
medio o mundo particular. Esto logra comprenderlo con “las cosas que le van ocurriendo”.
14
Jaime Barylko – SABIDURÍA DE LA VIDA, Emecé Editores, Bs. As., 2002
23
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Pero aunque este acercarse a sí mismo lo hace retrospectivamente, en el momento en que
lo está haciendo, lo debe realizar frente a los entes que tiene en su entorno, los que se
“presentan” en ese entorno (según Heidegger, “lo presente en el mundo circundante”).15 Luego,
enfrentar la cuestión de advenir a sí mismo es hacerlo frente a los entes que se le presente en ese
instante. Por lo tanto, el término presente significa “en el sentido de presentar”.
Heidegger explica que “La temporalidad hace posible la unidad de la existencia, la
facticidad y la caída. Estos elementos no están simplemente amontonados como tampoco la
temporalidad misma, la que va “con el tiempo” componiéndose de advenir, sido y presente. La
temporalidad no “es”, en general, un ente. No es, sino que “temporacía” (algo que palpa o
percibe a medida que va transcurriendo el curso de la vida, el cual el hombre ha denominado
como tiempo). Es decir, lo que se considera temporalidad en realidad es una acción continua que
podría expresarse un verbo hipotético: temporaciar, esto es, hacer tiempo mientras se vive. Es lo
que Heidegger llama temporacía a manera de conjugación de este supuesto verbo temporaciar)
¿Por qué, sin embargo, no podemos menos de decir: “la temporalidad „es‟ de tal o cual forma y
sólo puede hacer comprensible por medio de la idea aclarada del ser y del “es” en general? La
temporalidad temporacía, y temporacía posible modos de ella misma. Estos modos hacen
posible la multiplicidad de los modos del ser del “ser ahí”, ante todo la posibilidad fundamente
de la existencia propia e impropia”.
Con estas aclaraciones, Heidegger deja definitivamente comprendido que la
temporalidad no es algo objetivo ni subjetivo, no tiene entidad propia, sino es un fenómeno que
depende de un todo del desarrollo del ser del hombre, de la manifestación de los modos de ser
del mismo, los cuales marcarán los hechos de la temporalidad, “hará o hace el tiempo”
(temporacía) y en este transcurrir se hace el ser y el tiempo y, de alguna manera, esto oficia
como que el tiempo o temporalidad “se hace a sí misma” (La temporalidad temporacía, y
temporacía posible modos de ella misma). Luego, más que entidad, la temporalidad es una
cuestión abstracta directamente vinculada al ser del hombre. Sin el ser del hombre no hay
temporalidad y esto es lo que ha llevado a ser considerada una nota fundamental del ser del
hombre. Es, a la vez, el transcurrir de la existencia (cronos) y el desarrollo de la esencia
(Kairos). En este fenómeno sui generis es donde nace la confusión del concepto de tiempo y
temporalidad en la vulgaridad. En la idea filosófica, la cuestión es distinta según lo estructura
Heidegger y la temporalidad no es algo sujeto a máquinas de medición ni puede ser representada
por nada material.
15
Barylko explica el “mirar hacia atrás” como que “nadie el mosaico de la existencia en el cual está insertado, ni el
significado de los sucesos. Hay éxitos que más valiera que no hubieran jamás acaecido: te alejaron de ti mismo.
Hay fracasos que bien evaluados, te devolvieron o te introdujeron en situaciones supremamente valiosas”
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Heidegger considera que lo que más marca a la temporalidad humana es la muerte; y por
esto considera que el ser humano es un “ser relativamente a la muerte”: “en semejante “ser
relativamente a su fin” existe el “ser ahí” total y propiamente como el ente que puede ser “yecto
en la muerte”. El “ser ahí” no tiene un fin al llegar al cual pura y simplemente cesa, sino que
existe finitamente. El advenir propio que temporacía primariamente la temporalidad que
constituye el sentido del “precursor estado de resuelto”, se desemboza con ello él mismo como
finito. Pero ¿no “prosigue el tiempo”, a pesar del “ya no ser ahí” yo mismo? Y ¿No puede aún
haber “en el advenir” y advenir desde él una infinidad de cosas? Estas preguntas deben
responderse afirmativamente. A pesar de ello, no encierran objeción alguna contra la finitud de
la temporalidad original porque, sencillamente, ya no tratan de ésta. La cuestión no es lo que
pueda acaecer aún “en un tiempo que prosiga”, ni qué clase de “advenir a sí” pueda hacer
frente “desde este tiempo”, sino cómo está constituido originalmente el “advenir a sí” mismo en
cuanto tal. Su finitud no quiere decir primariamente un cesar, sino que es un carácter de la
temporación misma... el carácter extático del advenir original reside justamente en que concluye
el “poder ser”, es decir, es concluso él mismo y en cuanto tal hace posible la comprensión
existencial resuelta del “no ser”. El “advenir a sí” propio y original es el sentido del existir en
el “no ser”.
En este texto, la muerte es el culmen de todas las posibilidades, las cuales se hacen reales
sólo en el curso de la vida. Por eso Heidegger nos llama la atención sobre la finitud de la vida,
para que considerando que “temporizamos” mientras vivimos pero ese “tiempo” se acaba con la
muerte, que no es la simple aniquilación del cuerpo y del alma, sino que debe ser visto como una
culminación de nuestras posibilidades. Por eso si miramos al futuro y sobre todo a nuestro
destino de seres mortales (ser para la muerte), es ahí donde nace la preocupación por todo
proyecto existencial, el cual parte de los proyectos cotidianos (trabajar, estudiar, etc.).16
Naturalmente, el proyecto cotidiano o el existencial tendrán lugar si damos un sentido a
nuestra vida personal. Si no, estamos condenados a ser ab-yectos, o sea, vivir como vegetales
empujados por la corriente, de la misma manera que una hormiga es gregaria en su comunidad o
un borrego sigue a su manada, sin plantearse por qué procede así, o, si debiera proceder de otra
forma.
De lo relativo a la muerte nace el concepto de inmortalidad. Aunque etimológicamente
esta palabra niega a la muerte pues se refiere a “lo que no muere”, tácitamente existe porque
existe la muerte. Si no fuera así no se hablaría de inmortalidad. Por esta razón se dice que “el
alma es inmortal” porque no puede morir. Si hablamos de muerte es porque ésta sucede a quien
vive. Y no sé si es porque el hombre se “apega” a la vida por un sentimiento de placer o percibe
16
Es verdad que el juego de palabras que Heidegger emplea para analizar la temporalidad del hombre puede
resultar redundante y poco inteligible sino se lee en forma concentrada lo que trata de decir. Una vez que se
comprende su juego dialéctico, uno empatiza con el autor porque realmente dice su filosofía de un modo que la hace
original y más asequible a la esencia de las cosas, en este caso, el tiempo humano.
25
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
la grandeza de su espíritu y piensa que el mismo no debe sucumbir, precisamente, por ser un
fenómeno tan espectacular. De ahí que piensa en la inmortalidad como reencarnación o que el
alma deja este mundo para subsistir en otro.
Muchos subliman el problema y ven en la reproducción el flujo permanente e inacabable
de la vida humana y en esto se “manifiesta” la eternidad, una especie de inmortalidad. La
eternidad es que cada vez que muere un ser humano, nacen dos, o más, nuevos, lo que se hace
patente en el crecimiento demográfico de la humanidad. Por eso Barilko refiere: “la
inmortalidad es tiempo, sucesión de tiempos: la vida, la muerte, la inmortalidad”. En lo opuesto
está la eternidad. La inmortalidad es la falta de temporalidad porque el inmortal vive para
siempre. No tiene fin, aunque puede haber tenido un principio. La eternidad es intemporal. No
tiene principio ni fin. Barylko la define como: “tiempo redondo, del tiempo no tiempo”. Esto
significa que si bien la eternidad es ausencia de tiempo, precisamente por esa característica
indirectamente se liga al tiempo, puesto que sin él no habría concepto de eternidad.
La eternidad, aunque no es alcanzada para sí por el hombre como ser vivo, es factible que
la roce en forma mística y eso la hace factible, según Barylko, aquí y ahora, como el tiempo
sobre-saliente, ex – cepcional (kairos) que se alcanza en el éxtasis del misticismo. El estado de
mortales o mortalidad nos lleva a concebir la inmortalidad. La trascendencia metafísica nos
conduce a la eternidad. Vivir sabiendo que se va a morir nos produce desasosiego. El éxtasis
místico nos da sosiego. En el transcurrir de la vida, el tiempo fluye “todo el tiempo”, según
Barylko “la marcha es regular, sin distinciones, sin diferencias. Lo que fluye es igual a lo que
fluye”.
Así, todo es transitorio y el tiempo devora al tiempo y a la vida del hombre. En la
existencia, el tiempo excepcional, el kairos, para Barylko es “el milagro ejercido en mi
construcción del mismo”. Yo, personalmente, agregaría “la construcción de sí mismo” y esa
trascendencia metafísica no fluye sino asciende en tiempo libre, en el ocio creativo que rebasa el
tiempo natural medido. En la trascendencia no hay tiempo ni fluye el tiempo. Es intemporal e
inespacial. Es puro kairos. Aunque no sea del todo comprensible, la temporalidad, ya sea como
temporacía de Heidegger o como el “cronos” del almanaque, es precisamente lo que conlleva el
cambio y el sentido de las ciencias.
He realizado este largo análisis de temas muy abstractos pero que de alguna manera
inciden en el sentido de la vida humana y en todas las actividades del hombre a lo largo de la
historia de la humanidad. Este sentido comprende no sólo un pasado y un futuro, sino que abarca
muy particularmente el presente, pues desde el hoy deberé enlazar todo el tiempo (pasado,
presente y futuro) para comprender y dar sentido a toda la cultura humana, la obra total del
hombre y de modo taxativo, a las ciencias humanas. El conocimiento científico en general y el
médico en general es pasajero, es decir transitorio. Transita en el tiempo y cambia en su
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
desarrollo o devenir. Sin embargo el científico o el médico que transitan junto con el
conocimiento, no siempre tienen conciencia de lo efímero del pasaje o tránsito porque no
advienen avizorando el futuro de sus conocimientos actuales, ni toman en cuenta la experiencia
(el pasado) que demuestra la fugacidad del conocimiento. Justamente, es ahí donde está el
sentido del tiempo en la ciencia, otros de los componentes del sentido esencial de cada ciencia.
Igualmente la vida cotidiana de todo hombre se desarrolla sobre la base de una temporalidad
medida por el calendario y el reloj, pero cada instante consciente se mueve dentro de una
temporalidad que nada tiene que ver con la cronometría mecánica, pues hay segundos que se
viven como horas y horas que parecen segundos. Hay hechos que exigen meter una hora dentro
de un segundo y otros que necesitan que un segundo valga como una hora. Muchos perciben que
su día es tan pesado que se ha vivido como un siglo, mientras que otros piensan que un siglo
vivido ha transcurrido como un día. Estas vivencias personales no tienen nada que ver ni con el
reloj ni con el almanaque sino con la impresión subjetiva de cada persona en sí. El enfermo es un
hombre que posee todas las alternativas de la temporalidad humana y conlleva el peso de la vida
teniendo a la muerte como fantasma. Mientras que otros “saludables” creen que la muerte es
patrimonio de otros y a ellos no le alcanzará. Son muy pocos los sanos y los enfermos que toman
conciencia de la muerte como algo natural de la vida y que la vida tiene valor inagotable en el
presente y no con lo pasado o lo que vendrá. De ese modo el presente es un puente valioso para
apreciar todo lo precioso de una vida intensa la cual se corona con la muerte, siendo la muerte un
corolario natural pero nunca la extinción total de algo que es y que puede seguir siendo aún
después de muerto.
He necesitado de esta larga digresión filosófica sobre el ser humano y su esencia en la
existencia, la inexistencia, la temporalidad, la muerte, etc., para tener una idea más clara del
difícil sentido de la esencia humana, lo que hace, asimismo, aún más difícil el sentido de toda
ciencia. Pero más particularmente en la medicina, donde el médico vive más en función de lo
temporal que de lo esencial. Retomando la idea de Heisenberg, hemos aclarado que la cuestión
del sentido es más del espíritu y la filosofía que de la ciencia, aunque la epistemología intente
dar una “filosofía de la ciencia” al constituir una “doctrina de los fundamentos y métodos del
conocimiento científico”.
Es obvio que la epistemología habla de “fundamentos” y “métodos” del “conocimiento
científico” pero no del sentido de dicho conocimiento. La epistemología constituye otra ciencia
por sólo ocuparse desde un punto de vista de lo que la ciencia es en sí. Mi idea es que al hablar
de filosofía de la ciencia no es referirse a la problemática de la ciencia en abstracto, pues no
tendría mucho sentido filosofar una abstracción. La ciencia, en concreto, es una disciplina que el
hombre ha determinado para adquirir un conocimiento analítico primero y sintético después, de
todos los entes que existen para determinar en ellos la verdad de algo. Pero la metafísica de la
ciencia no es la misma que la de la filosofía ni la de la fe. El pensamiento científico
27
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
tradicionalmente ha desarrollado los principios de Roger Bacon17 en dirección a que la ciencia
nace en la observación primero mediante el uso de instrumentos, de la experimentación después
y de los conocimientos obtenidos se apela a la deducción e inducción para obtener un dato
científico final. Reduce el método científico a dos grandes pasos: experiencia y razonamiento,
creando la ciencia reduccionista o aspectual (Opus maius). Como consecuencia del “método
científico” rutinario aparecieron las ciencias matemáticas, las biológicas (entre ellas la
medicina), las fisicoquímicas, las tecnológicas, etc. La escolástica, del mismo modo que los
antiguos griegos y latinos, intentó metodizar el pensamiento para dar reglas a un curso racional
lo más correcto posible (lógica) y es el esfuerzo pionero de las “ciencias espirituales”. Sin
embargo, a pesar del esfuerzo de los científicos de la humanidad precedente, no fue posible
establecer reglas o métodos fijos e infalibles.
El desarrollo del conocimiento científico desbordó muchos principios y leyes que los
primeros científicos establecieron en la creencia de una cierta inmutabilidad de los procesos
naturales. La profundización en la obtención de datos científicos, cada vez más profusa y
paradójica, demostró que la ciencia no tiene reglas inmutables.
Cada vez que se conoce mejor un fenómeno, cambia todo concepto previo del mismo.
Einstein cambió las reglas fijas de las matemáticas euclidianas; el conocimiento de las
subpartículas atómicas echa por tierra muchos conceptos prejuiciados sobre la esencia de la
materia y la energía. La genómica funcional inyectó otros datos sobre el funcionamiento de los
genes que altera fundamentalmente muchas de las ideas surgidas de las leyes de Mendel. Y así,
sucesivamente, toda ley o conocimiento científico considerado en un momento de la historia
como absoluto, con el transcurrir de las nuevas investigaciones, se vuelve totalmente relativo o
equívoco, lo que hace temblar todo principio científico y la mentada “exactitud” de muchas
ciencias.
La “artificialización” mediante la ciencia
Es evidente que toda ciencia tiene como objeto inmediato la naturaleza, entiendo por ella
a lo que existe naturalmente en el universo. Pero hete aquí que tan ilustre idea conlleva un fin
paradójico: para estudiar lo natural debe analizarlo, desmenuzarlo y convertirlo en algo distinto a
lo que “naturalmente” fue. Esto es lo que siempre iteraré como la “artificialización de lo
natural”. Es decir: hace el análisis de lo natural pero lo sintetiza artificialmente. El producto final
de la ciencia deja su esencia natural, propia, para resultar una nueva entidad que si bien se basa
en lo natural, cambia su esencia recreada por el método científico. Así resulta ser una obra del
hombre y no de la naturaleza y en esto estriba su “artificialidad”. La creatividad humana es
múltiple. Ergo: la creación científica del hombre también es múltiple.
17
Roger Bacon – OPUS MAIUS (Obra mayor); OPUS MINUS (Obra menor) y OPUS TERTIUM (Obra tercera)
28
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Sin embargo, veremos como a medida que la ciencia humana avanza, cambian sus
métodos e instrumentos. Con los nuevos instrumentos, al decir de McLuhan,18 el hombre realiza
una “extensión de sus sentidos” a modo de un zoom expansivo que le permite multiplicar sus
sentidos al máximo. La tecnología le provee lentes maravillosas que le llevan a escudriñar lo
microscópico y otros aparatos que le permiten “ver” partículas subatómicas. De igual modo otros
aparatos tecnológicos amplían su oído y otros sentidos. Esa aparatología tecnológica revive el
sueño de los alquimistas de la piedra filosofal y la panacea universal que permite la
transmutación de la materia sin límites, pues no sólo permite escudriñar la esencia de la materia,
sino que, de algún modo, ayuda a transmutarla (fisión del átomo, captación de subpartículas
atómicas, combinaciones fisicoquímicas sintéticas, etc.)
La tecnología avanzada permite que el hombre sintetice moléculas y partículas y obtenga
sustancias impensadas. Pero no sólo pretende conseguir la transmutación de la materia sino
también generar la clonación de la vida humana, como lo ha conseguido en algunos animales
(oveja, vaca). En lo biológico las pretensiones científicas ya no son conocer, estrictamente, la
esencia de la naturaleza, sino asumir el poder natural de procrear vida y otros entes naturales, por
medios artificiales.
Incluso, las llamadas ciencias espirituales también apelan a la tecnología como el
SPECT.19 Este estudio muestra cómo reacciona el cerebro humano frente a las diferentes
emociones y patologías psiquiátricas. Pero la deducción científica ha jugado algunas trampas y
muchos investigadores han interpretado al fenómeno de la reacción cerebral como el evento que
causa la emoción o la patología. Han confundido efecto con causa. Ya no es el espíritu el que
mueve al cuerpo, sino que mediante el cerebro, el cuerpo genera al espíritu. Otro error propio
del pensamiento aspectual.
Por estas, y otras razones, juzgo que la medicina actual necesita ser repensada para
retornar al justo camino de una ciencia que filosóficamente debe tender a la búsqueda de la
verdad en sus fines y no a la aceptación de métodos engañosos que le llevan al error y la
falsedad, a los mitos, al desencuentro entre el desarrollo de la ciencia y la práctica cotidiana de la
misma. Si los médicos y los investigadores médicos no intentan rellenar de sentido auténtico a la
ciencia médica, no habrá reencuentro o proyecto auténticamente válido que depure a la medicina
de sus desvíos y errores que paradójicamente conllevan más el daño que la reparación de la
salud.
Marshall MacLuhan – EL MEDIO ES EL MENSAJE, Editorial Paidós, 1997
Este método de tecnología de imágenes se denomina SPECT (sigla inglesa donde S = escáneo; P = positrones; E =
emisión, C = computarizado; T = tomográfico) y se puede traducir como escáneo tomográfico computarizado por
emisión de positrones. Es un método superior a la RMN y se hace en base a sustancias radiactivas y las imágenes
recogidas se procesan por computadora.
18
19
29
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Encontrar el sentido justo es también usar el lenguaje correcto para expresar los
fenómenos médicos. El lenguaje correcto es el que expresa la verdad de un fenómeno médico,
lo que se advierte cuando adquiere consenso científico universal y en los hechos médicos no
hay contraposición, ni dilemas, ni polémicas con los conceptos que las palabras expresan o
comunican.
He referido esta gran digresión sobre reglas y principios científicos y los medios
tecnológicos que amplían los sentidos del hombre y los medios creativos del hombre, para
concluir que en determinadas ciencias, modificando los medios de adquirir el conocimiento,
modifican los puntos de vista. Desde luego, las correcciones de los puntos de vista obligan
también a introducir nuevos conceptos que desmienten o desplazan los existentes o traen nuevos
puntos de vista (susceptibles de ser alterados en el futuro). Esto nos da un panorama del sentido
actual de las ciencias en general y de la ciencia médica en particular.
Para acercarnos más a un sentido auténtico de la ciencia médica debo reiterar que el
pensamiento científico siempre es aspectual, esto le lleva a ser cambiante y múltiple. Estas
cualidades son las que exigen conocer el sentido de la ciencia en general y de las ciencias
médicas en particular. Antes dije que no era lo mismo hablar de ciencia en forma general y
abstracta, sino que es necesario referirse a ciencias concretas para poder determinar una filosofía
de la ciencia, más particularmente de la ciencia médica. De todos modos, la cuestión principal de
la instantaneidad de los hechos médicos y de la relatividad que conllevan, no debe llevarnos a
preocuparnos de este aspecto estrictamente formal de la ciencia médica, dado que es lógico e
irreversible. Ha ocurrido, ocurre y seguirá ocurriendo.
El punto central de la filosofía médica debe recaer esencialmente en el “hombre
enfermo” que pierde su estado de salud y en el “hombre sanador”, aquél cuya vocación e
interés es lograr restablecer el estado de salud o, al menos, mejorar el estado de enfermedad.
La ciencia médica es el instrumento o la forma que une a la dupla hombre enfermo-hombre
sanador. No hay que olvidar que primero ocurre el fenómeno del hombre enfermo y del
hombre sanador y de este factum nace el instrumento llamado ciencia médica. Tanto para el
hombre sano como el enfermo, el desarrollo de su vida o la evolución de su enfermedad se da
en el curso del tiempo o temporalidad y esa noción se vive en forma diferente en cada hombre
sano o enfermo.
El sentido de la medicina no es el medio (tecnología) sino la vida y la salud. El fin de la
medicina es el resultado: curar y no sólo usar medios. Toda la responsabilidad del médico
recae en la cura y no en el uso de medios. Aunque use medios correctos si no logra curar al
enfermo, no ha cumplido la meta de la ciencia médica y de su profesión. En cualquier terreno
que tenga lugar un acto médico, siempre el fin y la meta de dicho acto es lograr la cura de la
enfermedad que le toca asistir.
30
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Dado el carácter de ciencia de la medicina, ya he dicho que siempre se comporta como un
conocimiento adquirido desde un punto de vista y esto establece que el pensamiento médico es
un pensamiento aspectual. Esto deberé iterarlo muchas veces en el transcurso de este trabajo.
Luego el sentido de la ciencia médica siempre estará signado por su condición aspectual, lo que
obliga a introducir en las consideraciones filosóficas de la medicina, su condición de
pensamiento aspectual.
31
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
II
LA MEDICINA COMO PENSAMIENTO ASPECTUAL
¿Qué es el pensamiento aspectual?
ara comenzar el enfoque filosófico de la ciencia médica ya he destacado hasta el
hartazgo que es menester remarcar que esencialmente la ciencia médica pasada y
actual, emerge de un llamado “pensamiento aspectual” que indica que todo
conocimiento que adquiere no es absoluto y holístico, sino relativo y parcial, sujeto
a revisión en cada punto de vista que se aplique al mismo fenómeno. Luego, no es
una ciencia de conclusiones definitivas sino transitorias. Este concepto, que parece de
Perogrullo, es fundamental para entender a lo que pretende ser el pensamiento filosófico de la
medicina, como ciencia y profesión.
P
Hay que conocer, entender y comprender cabalmente lo que significa, en sí, el llamado
pensamiento aspectual, pues de su naturaleza surgirá una idea más clara y fehaciente de la
esencia de la ciencia humana y de su correcta ubicación dentro del marco de una verdad
absoluta. Esto nos ayuda a considerar la filosofía de la ciencia médica como un encuentro con la
verdad absoluta de su auténtico ser.
Es indudable que la aprehensión de la realidad objetual, el conjunto de objetos que nos
rodean, es a través de una percepción parcial de un objeto que se convierte en el foco principal
de la percepción y la atención. Esto es lo que se conoce habitualmente como punto de vista. Así,
extraemos datos de los objetos de la realidad según la perspectiva, ángulo de visión o punto de
vista en que nos coloquemos. Esos datos también formarán conocimientos parciales y, de
acuerdo al tipo de conocimiento, tendremos a veces que formar palabras para expresar ese
conocimiento. La palabra, como instrumento de conocimiento, es algo que se interpreta a la luz
de experiencias e intereses cambiantes, situación que se debe a los cambios culturales
mencionados anteriormente y estos cambios significan, a su vez, cambiar también los puntos de
vista (realidad aspectual).
Pero a veces esa mirada parcial enfoca una parte de las cosas, a las que considera un
objeto de observación, para describir el fenómeno de aparición de ese ente o cosa. El objeto
puesto así “ante los ojos” y “ante las manos”, es manipulado por el hombre, el que se limita a
describir su exterior, buscando a través de él inquirir sobre el interior, pero no con el abordaje
indirecto de su pensamiento trascendente, sino como un “acceso directo”, violento. Y decimos
violento porque en este intento de conocer al ente, lo objetiva para manipularlo en su exterior, tratando de
penetrar sin rodeos en la esencia. Obviamente el acceso violento es en un solo punto y no abarca la
totalidad del objeto.
32
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Esta forma de acceder al conocimiento de las cosas, es lo que considero el punto de vista
o aspecto que se encuentra muy lejos de poder llegar en forma inmediata al ser verdadero de las
cosas. El punto de vista se conforma sólo con describir lo que las cosas parecen ser. Nunca es
totalizador, nunca llega al ser de las cosas. Es una forma meramente descriptiva de una parte del
todo, al que nunca llega a conocer dado que siempre mira una parte. Esto es propio del
pensamiento científico que sólo busca conocer lo inmediato: lo que está “ante los ojos” y “a la
mano”, sin ir más allá.
Es un pensamiento rígido, no trascendente, que necesita una estructura condicionada para
estar “siempre igual” ante la contemplación de un ente o cosa (parámetros).20 Si las condiciones
del ente observado como objeto no son siempre iguales (parámetros) la ciencia los rechaza, no
los admite dado que no pueden ser reproducidas exactamente igual en un laboratorio. Todo
enfoque de un ente que no pueda ser objetivado con la observación rígida que somete a la
deducción y es ponderado (medido y pesado), es desechado por no ser científico. El punto de
vista o aspecto es sólo un abordaje parcial de las cosas y viene a ser como una especie de
captación relámpago de una parte de la cosa. No capta el todo. Como es parcial y rápida es una
especie de “flash” que captura y congela la parte observada.
La visión aspectual se puede graficar de esta forma:
Punto de vista
objeto
zona o punto ciego
No es pensamiento fluido, envolvente, totalizador. El pensamiento totalizador es propio
del hombre auténtico y es el que alcanza la plenitud de las cosas. Sólo el pensamiento totalizador
llega a la verdad y es propio del ser abierto de la persona auténtica. El pensamiento objetivador,
o pensamiento aspectual, es inauténtico, rígido. Únicamente cambia, cuando se busca otro punto
de vista y, a veces, el nuevo aspecto de una cosa contradice el anterior. Naturalmente, lo que
ocurre es que se está enfocando algo distinto. Otra parte distinta aunque sea el mismo objeto o
fenómeno. Luego el pensamiento aspectual es contradictorio.
20
Según la Real Academia Española (RAE) parámetro es “dato o factor que se toma como necesario para analizar
o valorar una situación”, es decir, fijar las condiciones para que un fenómeno científico se reproduzca exactamente
igual que el primer experimento
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
El pensamiento aspectual es inauténtico e induce más a la falsedad que a la verdad. Es
fundamental para nosotros destacar la diferencia de ambos pensamientos, dado que el hombre
muchas veces cree que el pensamiento aspectual es absoluto, mientras que el totalizador es
relativo. Y allí cae en la confusión de creer que la ciencia es el camino más válido para el
conocimiento de las cosas. La educación auténtica debe mostrar que la ciencia es uno de los
caminos para llegar al conocimiento pero no es el mejor. El pensamiento crítico o totalizador,
siempre estará más cerca de la verdad. Estos conceptos son fundamentales para entender a la
ciencia médica, la cual suele confundir frecuentemente lo aspectual con lo absoluto.
El sentido de “realidad aspectual” (un aspecto de la realidad dado por un particular punto
de vista), transforma a la palabra en un instrumento de valor relativo (dado que como el
contenido es arbitrario y el significado cambiante, de acuerdo al cambio de punto de vista) al que
no puede dársele un significado absoluto, continuo e inagotable. Sin embargo, a pesar de esta
arbitrariedad, se le asigna al vocabulario y a las palabras un sentido de unidad formal y como
algo “comunitario”, asimismo como una unidad de sentido. Todo esto en un intento de no perder
a la palabra como un “valor comunicativo”.
Pero, realidad no es sólo el conjunto de las cosas que están ahí solamente. Si advertimos
bien, a este concepto se ha agregado de lo “alrededor nuestro”, “se muestra en nuestro mundo”.
Esto presupone que, además del conjunto de cosas exteriores, está nuestra conciencia, nuestro
yo, que examina ese conjunto. En consecuencia sería:
Realidad = conjunto de cosas y fenómenos que nos rodean + nuestra conciencia que
observa, siente y juzga
En estos conceptos hay que incluir lo objetivo, es decir, aquello que está “a la vista” y “a
la mano”, que existe, que está fuera de sí y de nosotros. También lo subjetivo como lo propio de
nuestro interior, lo que no se manifiesta “a la vista” y “a la mano”.
En estos términos, la RAE pone las siguientes definiciones: objetivo es lo “perteneciente
o relativo al objeto en sí y no a nuestro modo de pensar o de sentir”, “lo que existe fuera del
sujeto que lo conoce”, “fin o intento”. Objeto es “todo lo que puede ser materia de
conocimiento o sensibilidad de parte del sujeto, incluso este mismo”, “lo que sirve de materia o
asunto al ejercicio de las facultades mentales”, “término o fin de los actos de las potencias”,
“fin o intento a que se dirige o encamina una acción u operación”, “materia o asunto de que se
ocupa una ciencia”. Subjetivo es lo “relativo o perteneciente al sujeto, considerado en
oposición al mundo externo”, “relativo a nuestro modo de pensar o sentir, y no al objeto del
mismo”. Sujeto es “asunto o materia sobre la que se habla o escribe”, “el espíritu humano
considerado en oposición al mundo externo, en cualquiera de las relaciones de sensibilidad o
34
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
conocimiento y también en oposición a sí mismo como término de conciencia”. En Gramática,
sujeto es quien lleva a cabo una acción o de quien se predica o anuncia una cosa.
En la ciencia médica el fenómeno objetivo de la enfermedad siempre está ligado a la
interpretación subjetiva del médico o del investigador de las ciencias médica. De ahí la
frecuencia de considerar a muchos fenómenos médicos bajo la faz subjetiva del que debe
descifrarlo y de ahí el error permanente de emitir dictámenes de lo que el médico o investigador
cree y no lo que es propio del fenómeno en sí.
Los filósofos existencialistas tratan de captar al hombre tal como es en la realidad, como
él se siente a sí mismo en una concreta situación histórica. Antes se pensaba filosóficamente que
el hombre era una entidad abstracta como una mente frente al universo. Los existencialistas
ponen como reflexión filosófica más importante a nosotros mismos y a los problemas vitales que
nos atormentan aquí y ahora. Esto, en alguna medida, exige la aplicación del “método subjetivo”
basado principalmente en la introspección. La dificultad del método es la ambigüedad con que se
toma al término “subjetivo”. Mientras que a la palabra “objetivo” la aplicamos sin mayores
explicaciones, no podemos hacer lo mismo con la palabra “subjetivo” que está cargada más de
connotaciones que de denotaciones.
Desde el punto de vista filosófico y científico, la aceptación más frecuente de la palabra
“subjetivo” está referido a algo con sentido de “parcial, falseado por algún prejuicio” o,
también, como un sinónimo de una cosa “fantasiosa o idealizada”. También lo “subjetivo” es
valorado como algo muy particular que carece de universalidad. Pero no es así. La subjetividad
es propia del hombre porque su yo21 (como esencia consciente) es un fenómeno interno,
subjetivo. Y este yo es el valorador de la realidad. Pero para evaluar esa realidad debe hacerlo
con método. Lo del método objetivo o científico no se discute y se acepta sin mayores
connotaciones. Cuando se habla del método subjetivo debe procederse de igual forma, pues se
debe entender que con el término “método subjetivo” nos referimos a una particular forma de
abordar las cosas, tanto filosóficamente como científicamente, cuando la objetividad resulta
insuficiente. O para adquirir conocimientos en los cuales se precisa en forma absoluta, la
participación personal.
Ninguna máquina puede reemplazar al hombre para realizar una meditación
trascendental. Sólo su subjetividad. En última instancia, si bien parte de los objetos y de los
sentidos, todo conocimiento es subjetivo. Ergo, no hay que temer en las conclusiones a que
arribe el método subjetivo en cosas referentes como la moral, los valores, los sentimientos y la
fe. Las posibilidades de yerro son las mismas que la del método objetivo. La dificultad consiste
en saber disciplinar correctamente el método subjetivo. De no hacerlo, se hace posible la
Acá la palabra “yo” queda despojada de toda denotación y connotación pues sólo la empleo en el sentido de
mencionar la “mismidad personal”, la interioridad individual de cada hombre
21
35
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
intrusión de fantasías o creencias falsas, pues “se piensa más con el corazón que con el cerebro”.
No obstante, el corazón es muy necesario para la fe y los sentimientos, pero debe estar sujeto al
cerebro. Es lo que hoy conocemos como “inteligencia emocional”.
Hemos traído a colación todas estas definiciones para mostrar que en la realidad cabe
tanto lo objetivo como lo subjetivo, pues ambos son caras de una misma moneda, porque dicho
directamente, todo objeto está referido a un sujeto. En esto de la subjetividad personal es
importante saber discernir entre prejuicios, intuiciones o creencias. De no poder distinguir entre
ellos, es factible la intromisión de un concepto subjetivo sin fundamento en la realidad ni en la
razón que conduce a la verdad. Es ver las cosas como “parecen ser” pero no son. Es pretender
que las cosas sean como uno quiere y no como se muestran esencialmente.
Hegel22 admite que sujeto y objeto no son términos que puedan darse ni pensarse
aislados. La interpretación según la cual el sujeto va hacia el objeto y se limita a reproducir sus
características o determinaciones, es falsa. Sujeto y objeto son términos correlativos, no dos
entidades separadas; y, como términos correlativos, actúan uno sobre el otro, en un proceso
constante. No hay una realidad fija, dada allí, que el sujeto tenga que conocer reflejándola o
aprehendiéndola. Sujeto y objeto se oponen en un proceso creador. La realidad no es una
realidad hecha, que podamos simplemente contemplar de una vez para siempre. La realidad se
construye, momento a momento, como también, de algún modo, se construye el sujeto. Hay un
principio de mutabilidad permanente en la realidad, en el sujeto y en el objeto. No obstante, no
debe perderse el principio de que la mutabilidad es de formas y no de la esencia. O cambia la
forma de presentación del fenómeno o cambia el punto de vista del sujeto observador del
fenómeno. Sin embargo, no es la mutabilidad del punto de vista en un momento dado la que nos
debe preocupar, sino que la subjetividad que aprecia el objeto cambiante tenga capacidad de
advertir y admitir que lo que observa es de una forma en un instante y de otra forma en otro
instante. Cuando esto se conoce o se aprende, la reflexión nos obliga a ver el flash de un aspecto
de la realidad como tal y no quedarnos con el flash como cosa definitiva, absoluta y siempre
igual.
A lo sostenido por Hegel, nosotros agregaremos ahora una definición más concreta de
realidad y que esa mutabilidad depende de lo que es la realidad en sí y del hombre que la observa
y explica. Por tanto, insistimos en considerar que realidad debe ser considerada como conjunto
de todas las cosas determinadas o indeterminadas que están u ocurren en nuestras
circunstancias externas e internas y que de algún modo son percibidas por nosotros,
produciendo efectos, estimulaciones, acciones o reflexiones. Luego, en lo atinente a la realidad,
hay dos cosas que discernir: la realidad en sí como conjunto de cosas que existen y el hombre
que está inmerso en esa realidad. En nuestra memoria filética (aquella que nos es dada
22
GEORG WILHELM FRIEDRICH HEGEL - CIENCIA DE LA LÓGICA (Wissenschaft der Logik) Editorial:
Ediciones Solar. Buenos Aires. 4ª edición, 1976
36
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
esencialmente para distinguir lo verdadero de lo falso) tenemos las herramientas suficientes para
que la interacción entre objeto y sujeto humano permita al hombre descubrir o develar lo que las
cosas son en sí.
Si el hombre no desarrolla esa habilidad ancestral caerá en la visión falsa de la realidad o
en la simpleza de apreciar sólo lo que las cosas parecen ser o cómo él quieren que sean
(cosificación). El Dalai Lama cree que “cosificar la realidad” involucra tanto la incomprensión
de su naturaleza vista esencialmente como vacía, sea visto esto en forma absoluta o relativa,
tanto a la naturaleza fenomenológica de la realidad como a su naturaleza ontológica. Desde la
perspectiva budista la realidad cotidiana y relativa es el reflejo fenomenológico de nuestras
experiencias cotidianas fundadas más en la percepción sensorial que en la cognición mental.
Sólo el nivel último revela su verdadera naturaleza y este nivel es la perfección espiritual. La
percepción sensorial puede tener, y de hecho lo tiene, percepciones falsas o equivocadas. Pero,
en palabras de la cognición conceptual, existe un número infinito de perspectivas sobre cualquier
cosa que se presente en la mente. Allí no se trata sólo de saber si es blanco o negro, sino si es
verdadero o falso. Para esto, la cognición mental selecciona determinados rasgos concretos del
objeto en cuestión, cosa que no ocurre con la percepción sensorial. La selección cognitiva
mental es la que determina lo verdadero. No confunde cualidades formales con las notas
fundamentales o esenciales.
Sin embargo, puede ocurrir que la selección funcione de modo distinto en diferentes
personas y esto lleva a que dicha selección en unas personas elimine un aspecto determinado del
objeto y lo considera verdad, mientras que otra elimina otra cosa que puede ser lo contrario de lo
que eliminó la primera y también lo considera verdad (visión aspectual que sólo considera
algunas partes de un todo). Cuando la selección se realiza sobre todos los aspectos del objeto
(visión global u holística que considera a un todo constituido por partes que pueden ser
diferentes entre sí) mediante la meditación profunda o pensamiento crítico metafísico, hay menos
probabilidades de errar, que cuando se observa la cosa u objeto sólo desde algunos de sus
aspectos. La visión global criteriosa lleva a un conocimiento más cabal de la cosa y a una verdad
más absoluta. La visión aspectual, aunque sea muy minuciosa, sólo lo es de una parte del todo y
por lo tanto es un conocimiento parcial que lleva a una opinión que puede tener sólo una verdad
parcial (la referida al aspecto estudiado o meditado). La visión global, holística es propia de la
filosofía y de la metafísica y la perspectiva budista. La visión aspectual lo es de la cotidianeidad
y de la ciencia en general.
El Dalai Lama dice: “La estrecha relación que existe entre el modo en que nos
percibimos en relación con el mundo y nuestro comportamiento como respuesta a esa
percepción de nosotros mismos, supone que nuestra comprensión de los fenómenos en sí, es
probable que hagamos determinadas cosas que nos perjudiquen y que perjudiquen a los demás.
Cuando nos paramos a considerar este asunto, empezamos a darnos cuenta de que, en
37
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
definitiva, no podemos desgajar ningún fenómeno del contexto en que se producen otros
fenómenos. En el transcurso de nuestra vida cotidiana nos dedicamos a innumerables
actividades diferentes y recibimos una inmenso aporte sensorial de todo aquello que nos vamos
encontrando. El problema de la percepción errónea, que por supuesto varía de un grado a otro,
surge habitualmente en función de nuestra tendencia a aislar determinados aspectos
particulares de un suceso o una experiencia y a considerar que constituyen la totalidad de los
mismos. Eso desencadena un estrechamiento de la óptica, y de ahí se suele dar el salto a la
formación de falsas expectativas. Sin embargo, cuando consideramos la realidad en sí misma,
rápidamente cobramos conciencia de su infinita complejidad, y nos damos cuenta de que
nuestra percepción habitual de esa realidad es a menudo inapropiada. De no ser así, los
conceptos de ilusión e incluso de delirio carecerían de todo sentido. Si las cosas y los
acontecimientos se desarrollaran siempre de acuerdo con lo que esperamos, no tendríamos ni
noción siquiera de autoengaño, de idea falsa o de error de percepción”. Este texto
admirablemente expresado con sencilla maestría nos confirma de que nuestra percepción,
comprensión e interpretación de nuestra realidad cotidiana no siempre es la correcta, lo que
incluye los experimentos científicos, los cuales no siempre llegan a una conclusión definitiva y
verdadera, sino que todo descubrimiento y concepción científica, especialmente en las ciencias
médicas es relativa y mutable a medida que se perfeccionan las técnicas acordes con el avance
tecnológico. Ahora, que yo intente demostrar la relatividad de concepciones científicas, de
ninguna manera implica que califico peyorativamente la realidad, sino sólo intento mostrar que
no es posible creer en la infalibilidad de hechos científicos fundamentado sólo en métodos, sino
que hay que prever la falibilidad de métodos y conclusiones científicas, las cual, evidentemente
existe.
En el fondo de todas estas concepciones o puntos de vista, tanto occidental como budista
(oriental), yace la cuestión de una definición semántica de la mente humana, a fin de evitar la
confusión lógica que produce intentar la comprensión del mundo, puesto que el uso de la mente
humana nos lleva a una multiplicidad de posibilidades sobre formas indeterminadas de aparecer.
Las cosas aparecen siempre de una forma tal que no son explícitas “de entrada” a la mente
humana. Esto ocasiona la circunstancia de que cada uno, según su cultura, el entrenamiento de
sus sentidos y su adiestramiento mental, llegue a conclusiones diferentes, variadas e
innumerables (prácticamente cada persona, un punto de vista) tanto en lo cotidiano como en lo
científico, artístico e, incluso, en lo filosófico.
Sin embargo, este fenómeno no merma la capacidad inherente al espíritu humano para
conocer la verdad.
Es evidente que la decantación milenaria de las culturas lleva a diferentes caminos y
perfeccionamiento. El occidental vive más en función de su mundo objetivo, externo, de su
entorno, el oriental prefiere indagar más su mundo interno. Es indudable que hay dos cosas
38
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
indiscutibles y verdaderas: hay una realidad y un hombre inmerso en esa realidad. La realidad
(como mero conjunto de cosas interpretadas por un ser humano) es siempre algo externo u
objetivo al ser humano, aun cuando se perciban estímulos internos, a lo que la mente traba de
objetivar para poder aprehenderlos, formar idea y conceptos y lograr un tipo de conocimiento de
lo que le ocurre. El hombre vigil que aprehende lo externo y lo interno, en lo relativo a lo interno
mediante la introspección de algún modo lo hace externo y objetivo al llevarlo a nivel de
conciencia, es decir, hace consciente lo inconsciente lo que permite conocer o percibir la
mismidad.
Cognición o encuentro del hombre con la realidad
¿Qué es la cognición?
Para la RAE, cognición es “conocimiento, acción y efecto de conocer”. Luego,
etimológicamente el término cognición es el conocimiento por excelencia y, en consecuencia,
tiene relación directa con todo proceso por el cual el hombre genera y desarrolla conocimiento.
Por su naturaleza, el conocimiento está fundamentado en facultades intelectuales como
propiedad básica del intelecto. Por esta razón, conocimiento es sinónimo de “entendimiento,
inteligencia y razón natural”. Es una facultad humana esencial. Así, conocer es “averiguar por
el ejercicio de facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas, de
forma tal que es entender, advertir, saber, echar de ver que todo objeto percibido es distinto de
todo lo que no es él, como asimismo todo lo que se experimenta y siente”. Para Fatone, todo
conocimiento es una relación que implica necesariamente dos términos:
1. el cognoscente o sujeto
2. lo conocido u objeto
Luego, hay un sujeto que conoce, un objeto conocido y una cierta relación entre ese
sujeto y el objeto conocido que constituye el conocimiento. En consecuencia, existe una relación
construida por el sujeto pues consiste en una actividad de éste para entrar en relación con el
objeto.23 Hasta acá, las definiciones han funcionado como que definir el conocimiento es algo
relativamente sencillo. Pero si se intenta profundizar los conceptos denotativos nos
encontraremos con muchas preguntas tales como: ¿cuál es la naturaleza de la relación?, ¿es una
relación posible?, ¿es posible siempre?, ¿tiene límites y cuáles son?, ¿cuál es su valor?, ¿cuál es
el instrumento para que el objeto se presente ante el sujeto como el objeto qué es realmente?
Todas estas preguntas conducen a la teoría del conocimiento o gnoseología. La gnoseología se
encuentra de igual modo que el dilema del huevo y la gallina (¿quién fue primero?), pues toda
teoría del conocimiento implica una cuestión metafísica y lo metafísico exige un conocimiento
previo. No obstante, para “conocer al conocimiento” debemos valernos de palabras y a través de
ella con el lenguaje que manejamos.
23
Vicente Fatone – LÓGICA Y TEORÍA DEL CONOCIMIENTO, Editorial Kapelusz, Bs. As. 1951
39
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Finalmente, toda cuestión metafísica termina siendo un problema de palabras, pues la
palabra es el elemento básico para formular toda teoría o pensar metafísicamente. Esto es lo que
exige un manejo genuino, claro y certero de la palabra, debiendo tener un consenso total sobre
el significado de la misma, pues de otro modo, es imposible toda comunicación y toda teoría y
toda estructuración inteligente del pensamiento. Ergo, si conocer es percibir, advertir, echar de
ver, etc., necesariamente, conocer es un “ver un objeto” (lo que incluye la objetivación de lo
subjetivo) y de ponerlo en evidencia. Por esa razón, evidenciar o ver un objeto o una cuestión
implica siempre una contemplación.24 Como todo objeto de conocimiento puede ser material o
inmaterial, puede ser externo o ser una sensación o un acto mental puro, evidenciar es tratar de
ver dichos objetos con claridad, es decir, verlos como son realmente. Por esto se pone atención
en ellos, se les considera y se les juzga. Saber lo que las cosas son, es buscar la verdad. Esta es la
función de la inteligencia y su esencia misma. Platón concibió que la inteligencia ilumina los
objetos para hacerlos claros y nítidos y por esto habló de la “luz de la verdad”. Cicerón la
interpreta como “saber leer dentro de las cosas” (intus legere). Cada uno de nosotros tiene, así,
una “visión de las cosas” por la cual forma una “imagen” de ellas y esto constituye “las ideas”.
Es un “abrir los ojos a la realidad”. Esta es la causa de que conocer es ver y el verdadero
conocimiento infinito es una “mirada a la que nada se le oculta” Aristóteles, como Platón,
también sostuvo que conocer es una actividad no sólo sensorial (vista, tacto, gusto, oído, olfato)
sino también era un proceso de percepción, comprensión, concepto, pensamiento y abstracción.
El postulado principal de la escuela griega es el conocimiento es una contemplación (uno de los
postulados de la teoría del conocimiento).
Otra concepción es que a las cosas no sólo se las “ve” o evidencia, sino que también para
ser conocidas más profundamente, deben ser “incorporadas” a nuestro intelecto. Por eso
aprehendemos esas cosas, hacemos abstracción de ellas y así “incorporamos” los conocimientos
a nuestra mente. Esta “asimilación” de los conocimientos es lo que origina el concepto de que
las ideas “nutren” a la mente.25 También fue Aristóteles unos de los primeros de hablar de una
“facultad apetitiva del alma” por conocer y eso es lo que mueve a la inteligencia. Este concepto
de “incorporación” nos lleva a otro postulado de la teoría del conocimiento: el conocimiento es
una asimilación. En este punto se plantea otra cuestión. El conocimiento sólo como visión o
contemplación y asimilación, lleva a una concepción realista y simplista. Realmente, todo
conocimiento que la mente del hombre adquiere, es una forma de hacer “nacer y engendrar una
idea”. Este “engendro de idea” es como si el hombre que conoce, recrea el objeto del
conocimiento y lo enriquece. Incluso, el término “concepción” que se refiere a la “formación de
concepto” está íntimamente ligado a esta idea de engendrar. Aristóteles previó esto cuando hizo
referencia a “conocimiento general” que en cierto modo significa el conocimiento que genera.
Será Hegel quien culmina este pensamiento de que conocer es engendrar o “crear”, y, así,
24
25
Contemplar es poner la atención en algo material o espiritual, para considerarlo y juzgarlo
J. De Tonquédec – LA CRITIQUE DE LA CONNAISSANCE
40
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
origina otro postulado de la teoría del conocimiento: el conocimiento es una creación. En
realidad, conocer es todo eso: ver o contemplar (primer movimiento), asimilar o incorporar
(segundo movimiento) y engendrar o crear (tercer movimiento) y todos estos movimientos
producen el “proceso del conocimiento”. Balmes piensa: “Por medio de las sensaciones se
despierta en el alma una actividad independiente de ellas, de un orden superior al sensible; la
cual eleva los materiales de la sensación a la esfera intelectual, y engendra las ideas. El criterio
de la verdad no está en los sentidos, sino en el entendimiento; las reglas del mundo intelectual
no se confunden con los fenómenos sensibles. Cada sentido de por sí presenta el objeto externo
bajo el aspecto correspondiente, pero estos aspectos, a más de estar limitados a la esfera del
sentido que los percibe, son puramente individuales, y de aquí la necesidad de un receptáculo
donde se una y coordine esta variedad de impresiones”.26 Este filósofo considera al pensamiento
aspectual como surgido de meras sensaciones y de ahí la formación de “variedad de
impresiones”, es decir, de múltiples impresiones, esto es, múltiples puntos de vista. Por eso
advierte de “la necesidad de un receptáculo donde se una y coordine esta variedad de
impresiones”, que es el tema del pensamiento crítico y englobador que luego trataré. Debido a
estas características del proceso de conocer, se han elaborado dos grandes teorías o “grupos de
concepciones”.
1. el constructivismo: es una idea de Jean Piaget27 que postula una concepción
evolutiva, en el sentido de que el conocimiento verdadero, al ser asimilado y
engendrado, consiste en una correspondencia con una realidad objetiva sobre la
cual se desarrolla un punto de vista por lo que el conocimiento que resulta es una
“construcción humana”. Por esta razón, la mente no “copia” una realidad ni es un
mero reflejo de ella sino que la manera personal de conocer el mundo lo
transforma de acuerdo al punto de vista. Esto ocurre porque observamos o
aprehendemos una realidad con dimensiones espaciales, temporales y causales a
través de una abstracción reflexiva y de ella surgirá la idea también personal de la
realidad aprehendida y abstraída. Esta doctrina establece de algún modo el
relativismo que significan los puntos de vista personales y el sentido que cada
hombre da al mundo que percibe y relaciona al conocimiento, con la forma
personal de cada individuo para establecer relaciones con las cosas, con otros
hombres y consigo mismo. Sin embargo, es una concepción que abarca una
condición real o una de las etapas del conocimiento.
2. el construccionismo es postulado por Kenneth Gergen28 y sostiene que las
concepciones personales sobre el mundo y sobre la propia persona, son artefactos
sociales producidos como resultado de las relaciones en que participamos. Esta
Jaime Balmes – HISTORIA DE LA FILOSOFÍA, Editorial Iberia, Barcelona, 1952
Jean Piaget - LA CONSTRUCCIÓN DE LO REAL EN EL NIÑO. Buenos Aires: Proteo, 1965
28
(Kenneth Gergen - HACIA LA TRANSFORMACIÓN EN EL CONOCIMIENTO SOCIAL, 2ª edición,
Londres: Sage, 1994) (Kenneth Gergen - CONSTRUCCIÓN SOCIAL EN EL CONTEXTO. London: Sage, 2001)
26
27
41
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
teoría sería válida tanto para los conocimientos más amplios de nuestra cultura,
como a los conceptos científicos y morales, resultando así que una perspectiva
sociomoral que se adopta en una discusión se relaciona íntimamente con el
funcionamiento de tal relación, más que con principios éticos o morales
abstractos. Esta doctrina propone que el rechazo o aceptación de un concepto no
es consecuencia de su validez objetiva, sino de las circunstancias sociales en que
se analiza. De este modo, el significado en sí de los diversos conceptos
provendría de cómo se interprete dentro de las formas interaccionales de las
personas que sostienen dichos conceptos. Por lo tanto, la teoría construccionista
no niega ni afirma la existencia de una realidad externa a las personas, sino que
propone que el conocimiento que se adquiere sobre las cosas o cuestiones, será
resultado de las formas de las relaciones en las que participamos. Esta afirmación
va contra todo dogmatismo y es opositora a las tendencias de creer que se posee la
verdad absoluta. En consecuencia, el desarrollo de un niño (que naturalmente lo
hace en forma espontánea y con su ritmo propio), en lo relativo al conocimiento
no es un problema del individuo sino de una concepción fundamentalmente
social, en la que una persona no desarrolla estructuras cognitivas únicamente
debido a procesos de maduración o de interacción individual con el entorno en
que vive. Según esta teoría, la persona “reconstruye la realidad” siempre en
relación con otros y sus reconstrucciones están determinadas por los patrones
de esas relaciones. Como conclusión, el adulto no sólo tiene que crear las
condiciones del desarrollo cognitivo de los niños, sino que en la interacción entre
adultos, niño y medio, el adulto es responsable de los procesos cognitivos que el
niño desarrollará.
Ambas teorías comparten fenómenos que se dan en la realidad pero que no son la verdad
en sí mismos, sino meros efectos de las formas de conocer. Siempre en cada acto mental de
conocimiento funciona un constructivismo y un construccionismo, según la cuestión a conocer.
Esto es así porque suponer lo contrario, es aceptar un relativismo casi absoluto, que impide al
hombre conocer o acercarse al ser de las cosas (acceso imposible a la ontología). He citado estas
escuelas filosóficas para que cuando deseche algo como mero constructivismo o
construccionismo, no lo hago al azar, sino conociendo deliberadamente lo que ello implica. El
hombre “construye” siempre un concepto, especialmente el científico, pero en lo filosófico y
metafísico se nos revelan conocimientos que están lejos de todo tipo posible de construcción.
La “visión de paralaje”29
Zizek es un filósofo esloveno que reside y enseña en la Argentina y ha editado una obra
dedicada a estudiar la esencia del pensamiento aspectual, la que centra en las condiciones del
29
Slavoj Zizek – VISIÓN DE PARALAJE, Fondo de Cultura Económica, México, 2006
42
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
sujeto y del objeto. Sobre este particular piensa: “la actividad del sujeto es, en su aspecto más
fundamental, la actividad de someterse a lo inevitable, el modo fundamental de la pasividad del
objeto, de su presencia pasiva, es lo que nos mueve, molesta perturba, traumatiza como sujetos:
el objeto es en su aspecto más radical „lo que objeta‟, lo que perturba el andar calmo de las
cosas. Por lo tanto, la paradoja es que los roles están invertidos (respecto de la noción
convencional de sujeto activo que obra sobre el objeto pasivo), el sujeto es definido por una
pasividad fundamental y es el objeto de donde proviene el movimiento”. Este concepto de
“movimiento del objeto” es lo que Zizek llama el objeto paralaje.
Sobre esta cuestión prosigue su tesis: “la definición común de paralaje es: el aparente
desplazamiento de un objeto (su deslizamiento de posición sobre un contexto) causado por un
cambio en la posición de observación que brinda una nueva línea de visión. El giro filosófico
que debe agregarse, por supuesto, es que la diferencia observada no es simplemente „subjetiva‟
debido al hecho que el mismo objeto que existe „allá afuera‟ es visto desde dos lugres o puntos
de vista diferentes. Es más bien, como habría tenido que formularlo Hegel, que sujeto y objeto
están inherentemente „mediados‟ de modo que un desplazamiento „epistemológico‟ en el punto
de vista del sujeto refleja siempre un desplazamiento ontológico en el objeto mismo. O para
decirlo en términos lacanianos, la mirada del sujeto está inscripta desde siempre en el objeto
percibido, bajo la forma de su „punto ciego‟ que está „en el sujeto más que el propio objeto”, el
punto desde el cual el objeto devuelve la mirada.” “El materialismo significa que la realidad
que veo nunca es „total‟, no porque una parte importante me eluda, sino porque contiene una
mancha, un punto ciego, que señala mi inclusión en ella. “El objeto puede, por lo tanto,
definirse como un puro objeto de paralaje: no es únicamente que dibuje el cambio con el
desplazamiento del sujeto; solo existe –su presencia sólo puede distinguirse- cuando el paisaje
es contemplado desde cierta perspectiva.” El pensamiento de Zizek es creativo al buscar una
especie de metáfora y traspolar el vocablo paralaje desde la astronomía a la filosofía, para poder
acentuar facetas del conocimiento aspectual que hemos venido analizando. Realmente los
objetos se muestran como “objetos de paralaje”30 dado que un mismo objeto varía, cambia, se
vuelve diferente de acuerdo al ángulo desde el cual se le observa, o bien, de acuerdo al método
de observación (con aparatos o sin ellos, en forma de análisis o de síntesis, etc.) Incluso,
volvemos a la idea con que comenzamos este trabajo: el contexto cultural, el modo y el
instrumento con que se observa, hecho también resaltado por el filósofo esloveno. El criterio de
Zizek es transformar la aparente pasividad del objeto frente a la actividad del observador, para
acercar la idea creativa de que en realidad, el pasivo es el observador pues el objeto se vuelve
activo al ofrecer aspectos cambiantes. Se puede coincidir, o no, con este enfoque puesto que se
supone ontológicamente que ambos entes, hombre y objeto (sujeto y objeto) son siempre los
mismos y es el hombre el que cambia el ángulo de visión (a menos que sea un objeto móvil que
30
Paralaje etimológicamente viene del griego y significa cambio, diferencia. Es un término exclusivo de la
Astronomía para indicar la diferencia entre las posiciones aparentes que en la bóveda celeste tiene un astro, según el
punto desde donde se supone observado.
43
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
vaya ofreciendo a la observación facetas distintas en cada movimiento). Pero la idea de Zizek no
es la movilidad en sí del objeto como objeto móvil, sino que el conocimiento y el aspecto del
objeto se modifican según el modo de ver del sujeto. Realmente, ocurre así. El transcurso de la
humanidad y el desarrollo cultural o el paso de una cultura a otra, son la prueba fehaciente de
que un mismo objeto puede ser visto totalmente diferente y cambiado de una época a otra, de una
sociedad a otra. Frente a esto, legítimo pensar que entonces lo que se “mueve” no es el objeto
sino la forma de verlo del sujeto y el contexto cultural o social en que éste se desenvuelve
(aunque es admisible que el paralaje pueda ser de ambos según las circunstancias). En este punto
debo advertir una vez más que el fenómeno del desplazamiento del sujeto o del objeto y del
punto de vista no implica que todo sea relativo, sino que el fenómeno u objeto o ente siempre son
la misma cosa y en esto la esencia es absoluta. De todas maneras, sea cual fuera, el método o
forma de tomar conocimiento de un objeto, he admitido y acepto plenamente que es un “objeto
paralaje” por la mera circunstancia de ser cambiable según la perspectiva de visión o el marco de
interpretación. El doble camino del sujeto hacia el objeto (extrospección o introspección) y del
objeto al sujeto (introyección) torna, en cierta medida, a ambos como “móviles” o entes activos.
Otro pensamiento interesante es el “punto ciego” que menciona Zizek, pues
verdaderamente, la visión aspectual tiene un punto de concentración pero deja fuera de su campo
aspectos extensos que configuran una “zona ciega”, es decir, aquello que no se ve o que el
hombre no ve. Se explicaría así que cuando se cambia la posición de observar, pueda accederse a
esa “zona o punto ciego”, pero puede ocurrir que aquello que era visible se torne invisible, o sea,
que entra en una “zona o punto ciego”. Este juego de zonas de visión y zonas de ceguera también
podría ser lo que permite entender porque una vez que se cambia la visión, se adoptan criterios
contradictorios. Naturalmente, la tendencia es negar lo que no se ve y aceptar lo visible. De este
juego surgen, desde la visión filosófica o metafísica, la integración de zonas ciegas y zonas
visibles y por eso habíamos afirmado que un pensamiento integrador, holístico, abarcador es
mejor y más sabio que el mero pensamiento aspectual al cual es adicta la ciencia. La ciencia no
puede aceptar lo que no ve y siempre está en “lo material” mientras que a “lo inmaterial” lo
introduce en forma soslayada y dubitativa. Este es el materialismo que aduce Zizek, aunque él
no lo vea circunscriptamente como yo lo propongo. De mi parte he dado una interpretación
puntual al concepto de materialismo del filósofo esloveno, el cual siempre hemos venido
sosteniendo para dilucidar la tradicional puja entre “lo espiritual” y “lo científico”. Lo
importante de estas conclusiones es que la ciencia, como mirada aspectual, siempre tendrá un
punto ciego. Es lo que fundamenta la aparición y aceptación de nuevas teorías sobre cuestiones
científicas, de tal modo que las nuevas teorías, iteramos, suelen ser contradictorias y/u opuestas a
las conocidas y formuladas con los anteriores puntos de vista. Esto ocurre en todas las ciencias e,
incluso, la metafísica y la filosofía. Los aspectos dogmáticos o rituales de la religión pueden
estar sujetos, a pesar de su aparente absolutismo, a cambios, según sea la óptica del instante en
que se modifican criterios, usos o ritos u otras cuestiones religiosas modificables. Todo esto que
he venido discerniendo sobre el pensamiento aspectual en general, es aplicable totalmente al
44
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
conocimiento que la ciencia médica provee. El fenómeno de la aspectualidad médica no necesita
mayor demostración pues está claramente probado en el devenir evolutivo del conocimiento
médico. Las innumerables “escuelas médicas” y sus puntos de vista han sido cambiantes en
forma continua desde que comenzó la historia de la medicina. Aún hoy, en pleno siglo XXI no
sería presuntuoso afirmar que “cada segundo” cambia el conocimiento de la ciencia médica, lo
que hace patente su inestabilidad y lo efímero de los postulados. La simple observación de los
fenómenos médicos ha llevado a que la medicina conozca y describa enfermedades o cuadros
patológicos, los cuales quedan incorporados al conocimiento médico con el nombre del médico o
investigador médico que logra describir y sistematizar un cuadro patológico particular. Incluso,
muchas enfermedades llevan hasta dos o más nombres cuando el mismo fenómeno ha sido
advertido por profesionales distintos en diferentes lugares o países. Esta realidad de la ciencia
médica es uno de los mejores ejemplos de cómo un punto de vista particular puede atrapar y
particularizar un fenómeno relacionado con la salud del hombre. Incluso, la mera observación de
cuadros de dolencias, cómo es el caso del llamado “fuego de San Antonio” u otros nombres
similares que se daba a la enfermedad vascular de los miembros, especialmente los inferiores,
que sufrían las personas que realizaban peregrinajes religiosos largos, hacía que se interpretara
estas afecciones como un fenómeno propio de los peregrinos. Posteriormente, la investigación
médica corroboró que la enfermedad se debía a un hongo que afectaba al pan de centeno que los
peregrinos llevaban por mucho tiempo y este hongo producía una sustancia vasoconstrictora (que
contraía a los vasos sanguíneos) a tal punto de impedir la circulación de la sangre lo que
provocaba la necrosis (muerte) de los tejidos por falta de oxígeno y nutrientes. El concepto de
una afección considerada desde un punto de vista particular como era que el fenómeno se
produjera mayormente en las peregrinaciones largas, es el que lleva a creer que tenía alguna
causa de origen religioso. Pero este punto de vista cambia cuando la ciencia tiene medios para
detectar el hongo y conocer la sustancia que afectaba a los vasos. Esto permite transformar una
creencia casi supersticiosa en un conocimiento médico fundamentado debidamente. Por otro
lado, persistir en el pensamiento aspectual nos conduce a interpretar a la medicina sólo desde un
punto de vista materialista, anatomofuncional, positivista, etc., situación que es advertida por
muchos pensadores interesados en la filosofía de la medicina, como no adecuada a una verdadera
filosofía de la ciencia médica. La verdad de la ciencia médica es que tiene puntos de vistas
materialistas, positivistas, anatomofuncionales, biologistas, etc., pero también coexisten
conceptos holísticos, que escapan a lo meramente considerado científico.
Ergo, si vamos a hablar de filosofía de la medicina, debemos aceptar el multifacetismo
inherente de esta ciencia lo que nos lleva a una actitud coherente de no sólo considerar a la
filosofía de la medicina en sí, sino, como lo propone Bunge, tener en cuenta también, una
“filosofía para médicos”. Por estos hechos circunstanciales y la necesidad de mejorar el
conocimiento médico, la forma de pensamiento aspectual que usa la ciencia médica debe ser
cambiada a una forma de pensar envolvente o totalizador. Eso lo analizaré en el capítulo
siguiente.
45
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
III
PENSAMIENTO HOLÍSTICO vs. PENSAMIENTO
ASPECTUAL
¿Qué significa pensamiento holístico o englobador?
uando nacemos lo hacemos en una geografía determinada, en una sociedad
específica con una cultura particular, en una familia individual (mi familia). Nos
desarrollamos aprendiendo, desde la cuna hasta la adultez, lo que nos enseña
primero la familia, luego la escuela, el entorno vecinal o barrial, nuestros amigos,
la cultura de la sociedad, el trabajo y, en general, lo que se adquiere “en la calle”,
esto es, en la vida de relación cotidiana. Todo ese conocimiento viene bajo la forma de conceptos
científicos aprendidos primero en la escuela (matemáticas, historia, ciencias, lenguaje, etc.)
después en la universidad; de las costumbres y creencias del medio social y de todos los
prejuicios sobre lo que correspondería al vivir.
C
La mayoría de nuestro saber es un conocimiento empírico y apriorístico, más de tipo
opinión de que de conocimiento cierto. Esta referido a un conocimiento aspectual. Cuando
adquirimos conciencia de nuestro vivir y de los conflictos del entorno que nos llevan a
situaciones críticas en donde no se avizora una solución posible, es cuando nos encontramos
frente a una necesidad de repensar todo lo que sabemos. Otras veces la inquietud de repensar no
se origina en un conflicto o crisis, sino que nace de un mero estímulo intelectual despertado en el
ambiente académico o adquirido a través de lecturas o conversaciones de tono crítico o de una
“curiosidad” filosófica.
Una vez que se presenta esta necesidad de repensar lo sabido, es cuando se necesita
“aprender a pensar” y esta tarea ímproba se vuelve agobiante debido a que todas las
circunstancias que nos rodean están como hechas para oponerse a que lleguemos a conocer
certeramente aquellas cosas que nos interesan profundamente para nuestra vida. Aunque parezca
de Perogrullo, o sea, quizás un argumento muy esgrimido con exceso, aparecen las eternas
cuestiones del “ser de las cosas”, en especial, de qué es “lo que yo soy”.
En este trance puede también deslizarse la inquietud por saber cuál es la forma más
correcta del “ser humano”, esto es, la forma más ubicada cerca de nuestra real esencia. Sin
dudas, todo pensamiento o repensamiento, para lograr un acercamiento al conocimiento certero,
deberá ser profundo, completo y total. O, por lo menos, tender a serlo. Es el propósito del
llamado pensamiento englobador.
46
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Nosotros utilizaremos el término “englobador” pero debemos escapar a creer que su uso
se debe a una influencia de esta era de “globalización”. No hay tal influencia puesto que nuestra
intención no es entender por englobador a “lo globalizado”. Mientras que etimológicamente
englobar significa poner en un globo y denotativamente es “incluir o considerar reunidas
varias cosas en una sola”, globalización es una generalización referida al globo terráqueo, de
forma tal que significa expandir en toda la extensión del mismo una cosa.
Ergo, por englobador entendemos a aquello que envuelve totalmente a un objeto o
cosa, lo comprende en forma total, de manera que lo incorpora al conocimiento desde todos
los puntos de vista posibles. “Encierra” al objeto in toto dentro del conocimiento. Por lo tanto,
englobar es encerrar algo, globalizar es extender algo a todo el globo terráqueo.
El pensamiento englobador es lo que hoy también se conoce como holístico o integral.
Consiste en concentrarse en una sola cosa para obtener todo el conocimiento posible de ella. Esta
“comprensión completa” es el fin o teleología de la verdad y la certeza, también meta filosófica,
metafísica y científica.
La idea del pensamiento englobador no es nueva. Ya fue insinuada por los griegos y
mejor definida por Karl Jaspers31 quien hablaba de “lo abarcador”,32 lo que puede interpretarse
como una actitud metafísica del ser, que se aparta de la corriente filosófica tradicional
racionalista, para recuperar el concepto de la physis griega.
En el concepto de Jaspers, la filosofía del ser es siempre una cuestión metafísica porque
el ser no es un objeto susceptible de ser examinado por métodos racionales científicos (al menos
en el concepto tradicional de “ciencia”). Esto por un lado y por otro lado, el “conocimiento” de
una cosa o cuestión no es “algo” que se entrega o se ofrece espontáneamente en su todo, sino
mostrando sus partes. Dicho de otra forma: el todo de una cosa o cuestión jamás se nos entrega
en el orden del conocimiento. De ahí que lo “absoluto” del conocimiento de una cosa sea, de
algún modo, inalcanzable. Esto es lo que explica que siempre haya un “nuevo punto de vista”
que origina el llamado pensamiento creativo: encontrar algo nuevo en lo ya conocido.
Precisamente en busca de la mayor precisión y de todos los puntos de vista posibles, surge el
pensamiento englobador que siempre es un pensamiento creativo y abarcador.
Jaspers entiende que la capacidad abarcadora del hombre está primero en la existencia
(ser-ahí), luego en la conciencia y finalmente en el espíritu. Así, todo lo que conocemos se nos
da en el marco de un “horizonte” natural (physis) que desborda todo límite de ese conocimiento,
31
en su libro RAZÓN Y EXISTENCIA, Editorial Nova, Bs. As. 1959
Abarcar, etimológicamente, significa “ceñir con los brazos” (abrazar) una cosa. Por extensión también es tener
con la mano algo (asir); “contener, implicar o encerrar en sí”; “ceñir, rodear, comprender”; “percibir o dominar la
vista, de una sola vez, algo en su totalidad”; “tomar alguien a su cargo muchas cosas, a un mismo tiempo” (RAE)
32
47
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
porque dichos límites se pierden en la lejanía. Desde este concepto, se debe comenzar con lo que
se “tiene a la mano”, “lo que se puede abrazar” en forma inmediata y una vez que se comprende
en un punto de vista totalizador, hay que trascender el límite alcanzado para seguir oteando el
horizonte inmediato e ir incorporando paulatinamente otros límites de conocimiento.
Luego, para Jaspers, “lo abarcador” es aquello que envuelve a todos los horizontes
posibles: a la existencia, al mundo y a la trascendencia para llegar a buscar la “totalidad del ser”,
esto es, la “verdad” filosófica. Con este concepto, el filósofo existencialista no agotó toda la
semántica de la palabra que emplea, por lo que no “abarca” la totalidad de denotaciones y
connotaciones de la palabra “abarcar”. Por eso, no permite que esa palabra o logo sea el
instrumento eficiente de la “comunicación” e “interpretación” filosófica que él desea. En el
idioma español, la palabra “abarcar” tiene tres aspectos antagónicos:
1. uno etimológico que es lo que se puede abrazar o “ceñir con los brazos” para lo
cual es necesario previamente asir la cosa, tenerla “a la mano” y “a la vista”. Esto
opera como el “abarcamiento individual de la cosa”.
2.
uno denotativo que es que una vez que la cosa es tenida “a la mano” y “a la vista”
y está “ceñida por los brazos”, recién queda “contenida” o “encerrada en sí” para
ser rodeada por la vista con la intención de que “la vista” domine, de una vez, la
totalidad de ese algo (punto de vista abarcador o englobador.
3. por último, también abarcar tiene una connotación algo distinta de su etimología:
es cuando alguien quiere tener a la vista, no ya una cosa, sino “todas las cosas”
que pueden ser vistas a un mismo tiempo. Esto escapa al concepto primario de
que abarcar es sólo lo que se puede rodear con los brazos en una cercanía. Este
último aspecto semántico es compatible con lo referido como “otear un horizonte”
y es el que está más cerca del concepto jasperiano.
De ahí que concluyamos que Jaspers usa un término polisémico,33 lo que no es
desacertado, según sus intenciones, para el método filosófico, pues resulta muy apropiado para el
razonamiento trascendente. La polisemia, como la filosofía, permite “abarcar” todo lo posible de
una cosa, en este caso, una palabra.
Jaspers insinuó todos los usos de “abarcar” pero no lo aclaró directamente porque adoptó
el último criterio semántico que acabamos de remarcar, al decir: “Ahora bien: vivimos y
pensamos, no obstante, en todo momento dentro de un horizonte. Por el hecho de haber
33
La polisemia es la presentación de los significados múltiples de una palabra, los que se alcanzan a través del
diccionario, o del habla cotidiana, o de la intención que cada uno quiere darle a esa palabra cuando la usa. Pero el
verdadero significado de una palabra reside en la etimología, es decir en las raíces de las cuales surgió porque el que
la inventó lo hizo para reflejar un fenómeno primario.
48
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
horizonte, o sea, de anunciarse constantemente algo ulterior del que es abarcado en el horizonte
obtenido, nace la cuestión de lo abarcador. Lo abarcador no es aún el horizonte dentro del cual
se nos aparece toda manera determinada de lo real y del ser-verdad, sino es aquello dentro de
lo cual está incluido cada horizonte particular como en lo simplemente incluyente”. Esto deja
bien claro y expreso el pensamiento de Jaspers: lo abarcador es el horizonte total de todos los
horizontes posibles.
Pero si se lee detenidamente el pasaje anterior, al comienzo del mismo, habla del
“horizonte obtenido” y, luego, de “horizonte particular”, por lo que indirectamente “lo
abarcador” debe tener dos etapas bien claras, como una consecuencia natural:
una primera etapa que no es expansiva sino exclusiva como es el encuentro
inmediato con cosa o cuestión concreta que se presenta en forma individual y
particular (como parte de un todo). Es acá donde el pensamiento abarcador o
englobador cumple la premisa etimológica de la palabra pues intenta, en una sola
mirada, encerrar la totalidad de la cosa para tener de ella un conocimiento certero
o el ser-verdad. Alcanzado supuestamente este conocimiento, lo dejamos
almacenado en nuestra memoria. Luego lo comunicamos a otros para confrontar
otros criterios y apreciar “lo cierto” de nuestro punto de vista si hay coincidencia
de todos esos puntos de vista (“horizonte particular” u horizonte inmediato e
individual de lo que está “a la mano”). En esta etapa es cuando la ciencia médica
se encuentra con el fenómeno médico a estudiar. La costumbre del estudio
médico no es ver el fenómeno como parte de un todo, sino que lo analiza como
un fenómeno autónomo. Es acá donde el investigador médico o el médico
profesional debe realizar el cambio del pensamiento aspectual al englobador
considerando lo que ve como una parte de un todo al que no debe perder de vista
para insertar el fenómeno en estudio dentro del marco de la totalidad. Este
ejercicio de pensamiento englobador fue el que originó la rama médica de la
medicina psicosomática.
superada esa etapa de conocimiento y consenso totalizador de la certeza o verdad
del ser de una cosa, lo abarcador irá tras otra cuestión o cosa, conexa o no, con la
que acaba de conocer. Así procederá hasta obtener el conocimiento de un mayor
número de cosas que están en su existencia, en su mundo y que le son de
incumbencia inmediata (totalidad de horizontes). Este método permite a la
ciencia médica saber mucho más acerca de enfermedades relacionadas con el
medio ambiente y los factores personales del paciente o enfermo. También
cambia la comprensión sobre la persona enferma, lo que puede determinar
encontrar un factor adicional del tratamiento en busca de la curación.
49
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Este es el concepto de Jaspers: la extensión de un primer horizonte a otro ulterior y así
sucesivamente hasta lograr abarcar la mayor parte posible de la totalidad del “mundo” humano
(acá funciona la denotación semántica de abarcar, en el sentido de “tomar alguien a su cargo
muchas cosas a un mismo tiempo”). Ergo: no quedarse en un punto de vista sino indagar sobre
todos los puntos de vista posibles.
Características del pensamiento englobador
Si bien en “lo englobador”, como en “lo abarcador”, se intenta llegar al conocimiento
total primero de las partes y luego del todo, es comprensible que esto no sea logrado por un solo
individuo, ni por toda la humanidad en un solo instante histórico. El “todo” del mundo del
hombre se va manifestando parcialmente a través de la historia y de los cambios generacionales.
Esto lo remarcó muy bien Ortega y Gasset.34
El horizonte abarcador o englobador, que agota los puntos de vista posibles de una cosa o
cuestión, o del mundo en un momento histórico particular, puede llegar a considerarse, de alguna
manera, como absoluto por consenso universal de una generación de pensadores en “esas
circunstancias” históricas. Pero en los momentos históricos posteriores, las generaciones que
siguen alcanzan otro horizonte para abarcar y considera como relativo, lo que la generación
anterior creyó absoluto.
Luego, históricamente, se nos indica que el hombre siempre tendrá un conocimiento
relativo y no absoluto del ser de las cosas y de sí mismo. La historia le permite al hombre ir
desarrollando diversos modos de ser y cada período de vivencia de la humanidad, deparará
nuevos conocimientos y nuevos puntos de vista. ¿Acaso podía el cavernario prehistórico
imaginar un viaje a la Luna? ¿Hubiera concebido Aristóteles o Platón una comunidad política
complicada como las actuales o una sociedad sin esclavos? ¿Cristo habría predicado su
Evangelio en la sociedad mediática actual con la misma eficiencia y alcance que logró en su
época? Estas cuestiones han generado en algunos pensadores actuales que el hombre no es un ser
concluso, sino inconcluso, que se va desarrollando a medida que transcurre la historia.
Frente a todas estas posibilidades, pienso que la capacidad del pensamiento englobador es
una forma o “modo de ser” propio del hombre; que está facultada para ayudar al hombre en sus
circunstancias inmediatas, en forma individual y grupal. La suma de habilidades que la mente
humana desarrolla en el devenir histórico tiene más que ver con el “homo faber” que con el
“homo sapiens”. Los griegos antelaron la posibilidad del desarrollo técnico y científico del
hombre, pero nadie puede anticipar si el hombre tendrá en un futuro más neuronas que hoy,
mayor cantidad de circuitos cerebrales para desarrollar otras facultades superiores que ahora no
manifiesta. O bien, aprender a manejar un mayor número de neuronas en relación al que hoy usa.
34
En su obra EN TORNO A GALILEO
50
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
El crecimiento del conocimiento del hombre es algo fáctico y siempre este conocimiento
es más de la materia, que del ser de las cosas. Lo que no está develado aún es todo el ser de las
cosas y del hombre en sí. Por eso la historia ayuda a ir mostrando los diferentes modos de ser, sin
que a nuestro criterio esto signifique el hombre se está desarrollando, en el sentido de adquirir
nuevas facultades (esta idea no está conexa con el sentido de la teoría evolucionista de Darwin,
la que se refiere a la evolución biológica de las especies, sino está en relación al homo sapiens en
sí, evolucionado biológicamente y ya acabado como espécimen humano. La evolución que el
concepto propone es sólo de la inteligencia)
Simplemente creemos que el hombre tiene poderes y facultades no desarrolladas, o al
menos, no conocidas en su totalidad, pero dichas facultades y conocimientos ya están instalados
en el hombre, aunque todavía no las hace patente. No es patrimonio de un desarrollo biológico a
venir, sino la evolución de lo ya existente en lo biológico. En cuanto a la posibilidad de que el
hombre se perfeccione a sí mismo mediante la ciencia y la tecnología, cambiando sus genes, esto
está presumido pero no mostrado ni demostrado.
Alterará alguna fisiología o patología de sus genes, pero los hechos nos van mostrando
que todo lo que artificialmente el hombre modifica en la Naturaleza, tarde o temprano ésta pasa
“su factura” y lo artificial no pasa nunca a ser parte de esa Naturaleza, sino más bien es
rechazado mediante sanciones “naturales” como es la contaminación ambiental que ayuda a
cambiar climas y a devastar las riquezas naturales. También envenena el cuerpo y la mente del
hombre. O como el caso de los animales clonados, éstos padecen progeria que determina un
desarrollo anormal (artrosis) y muerte prematura. Lo único demostrado científicamente hasta
ahora, es que el uso correcto del cerebro genera la neurogénesis (aparición y desarrollo o
activación de nuevas neuronas y sinapsis) hecho que desde la época de Ramón y Cajal se creía
imposible. No se admitía la generación o la activación de nuevas neuronas e incluso se daba
número presuntos de esas células que se admitía como creadas por única vez y una vez muertas
era imposible la actividad de nuevas neuronas.
El pensamiento englobador es el instrumento mejor presentado para que el hombre pueda
comprender su propia vida y obra y pueda llegar a comprender que la Naturaleza es algo que le
ha sido dado para complementar su existencia, pero no un juguete destructivo o a destruir. La
ambición de dominar lo que le rodea está fuera de lugar, si no puede dominarse a sí mismo.
Pretender conocer el universo antes de lo que él es, es tan hueco y vano y es un signo de falla de
la sensatez.
Toda la ciencia desplegada probablemente ha introducido confort (quizás en demasía), ha
dominado algunas pestes o enfermedades consideradas plagas, pero no ha disminuido el impulso
homicida que destruirse a sí mismo y a otros. Tampoco se ha demostrado que esa ciencia mejoró
51
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
su inteligencia, afecto y voluntad, esto es, su espíritu. El mayor precio que ha pagado por su
avance científico es haber perdido de vista a la forma correcta de pensar y esto le ha creado la
mayor crisis espiritual de la historia. Incluso en el trato del médico con sus enfermos (relación
médico-paciente) si el médico no logra comprenderse a sí mismo, difícilmente podrá comprender
a su paciente. Daré un ejemplo muy grueso: el médico que fuma no tendrá ni autoridad ni
conocimiento certero de cómo evitar que su paciente fume y enferme por el tabaco.
El pensamiento englobador (o como quiera llamársele, el nombre no es lo importante) es
lo que puede redimirlo de estos y otros males y antelar un futuro con mejores esperanzas. Todo
el mundo está clamando que “hay que cambiar” algo. Lo que pocos dicen y nadie le presta
atención es que la única meta importante actual debe ser cambiar al hombre mismo. Luego,
secundariamente, cambiarían los políticos, los científicos, los filósofos, los artistas y con ellos, la
sociedad toda. No hay que poner metas utópicas ni proponer cosas ideales. El hombre es fuente
de bien y de mal. Así hay que englobarlo y pensarlo y desde esta perspectiva tratar de obtener “lo
mejor” de él, limando sus imperfecciones naturales. No hay un hombre totalmente bueno ni
totalmente malo. Hay hombres posibles de cambiar.
Junto con Ortega y Gasset debemos rememorar que el pensamiento englobador no tiene
funciones lúdicas, a pesar de que posee capacidad para desarrollarlas. Su fin principal es
dedicarse exclusivamente a “las cosas inmediatas que le son inherentes y con las cuales tiene
que “habérselas”. Para el filósofo español, si el pensamiento englobador no se dedica a lo
fundamental para el hombre de “hoy y aquí”, caería en la curiosidad malsana pues emplea su
principal y más útil facultad para dedicarse a indagar por las cosas que pueden llegar a
interesarle pero que no son las que él verdaderamente necesita. Esta razón es la que justifica a la
crítica de que se esmera en conocer el espacio y gasta una fortuna cuantiosa en hacerlo, mientras
su espíritu se desmorona y el hambre, la miseria y la enfermedad afecta a más de la mitad de la
humanidad de este incipiente siglo XXI. Este hecho opera como el ejemplo del jugador
compulsivo que dilapida sus ganancias en el juego mientras se abandona personalmente y deja
sin protección a su familia.
Otra ironía es que la ciencia biológica intenta dominar como nunca, la estructura
molecular de todos los fenómenos fisiológicos del cuerpo humano, especialmente los del
cerebro. Esta biología molecular ha hecho, además, avances espectaculares en el conocimiento
del genoma (conjunto de genes) del hombre y de animales y las disciplinas que estudian la parte
psíquica, neurotransmisores, endocrinia y aparato inmunológico, ha llegado a establecer
complicadísimas intercomunicaciones neuronales con un cortejo de sustancias neuroquímicas
que en forma interminable se agregan a esta red también interminable de conexiones
intercelulares y de reacciones biofisicoquímicas.
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Esta maraña entretiene a los científicos de la biología, los que ingenuamente creen estar
descubriendo los secretos del espíritu en las reacciones materiales del cerebro. Así se está
hablando de los “centros” o “zonas” que intervienen en la memoria, en el misticismo, en las
emociones, en la inteligencia y otras facultades mentales y espirituales. Es tanta la ingenuidad
que muchos de ellos llegan a pensar que esas facultades se “forman” en el cerebro humano, de
un modo que este órgano es el que genera dichas facultades. Confunden el instrumento con la
esencia de las cosas. Así, el cerebro es el origen de la “idea” Dios y de todo lo concerniente a la
fe, también el cerebro es el centro de los sentimientos y de las emociones y de todos los
productos mentales del hombre. Este fenómeno tiene analogía con los “fisiologistas” antiguos
que aseguraban, en forma absoluta, que los sentimientos radicaban en el corazón y en el hígado.
Lo que debe estar bien claro para los científicos y pensadores de ayer, hoy y mañana es la
verdad irrefutable, casi dogmática, de que ningún fenómeno proveniente del hombre tendría
existencia sin el instrumento llamado cuerpo. La asociación indisoluble e inseparable de
funciones espirituales (llamadas alma o espíritu) y del cuerpo del hombre constituye en sí un
“todo” sin partes. Las partes son compartimentos que el hombre intelectualmente distingue a
medida que observa y estudia los fenómenos espirituales y, por razones de interpretación y
explicación, debe separarlos para conocerlos mejor. Éste es el error o pecado original de la
ciencia: objetiva y separa las cosas para conocerlas mejor, pero termina dando por absoluto un
conocimiento relativo de la parte. Pierde de vista el todo.
En cambio la filosofía se ocupa del todo, sin conocer la parte en muchas ocasiones. Es
aquí donde el pensamiento englobador juega su principal rol y objetivo: integrar el conocimiento
de las partes con el todo, en forma armónica y sin soslayar ninguna de esas partes, puesto que el
resultado será un todo incompleto. De este modo debe terminar toda contraposición entre materia
y espíritu, entre ciencia de lo material (ciencias tradicionales) y ciencia del espíritu (ciencias
espirituales). Tiene que concebirse una ciencia holística u antropológica donde cada vez que se
hable de lo espiritual se tenga en cuenta cómo opera sobre lo material y viceversa. Materia y
espíritu son partes incontrovertibles del mundo actual del hombre y, en su proyección macro y
microcósmica, de todo el universo. Si no ¿por qué tanto afán en averiguar si hay vida similar a la
humana o de cualquier otra forma, en alguno de los planetas o satélites u otro de los elementos
que están en el espacio sideral?
Es cierto que la ciencia médica es una ciencia materialista en tanto y cuanto debe estudiar
la anatomía, fisiología y fisiopatología del cuerpo humano. Pero en muchos casos, la etiología
remite a fenómenos que deben involucrarse más con lo espiritual que con lo material, lo que
obliga a que la medicina también incursione en cuestiones no materiales como es el distrés y
trastornos similares. La biología en general y la humana en particular, comparten muchos
fenómenos con otras ciencias como la física, la química, las matemáticas (usada para fijar
parámetros para la investigación, la estadística, la epidemiología, etc.), por lo que la medicina
53
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
termina siendo una ciencia inter y multidisciplinaria. Incluso, dentro de las mismas disciplinas de
la ciencia médica, es hoy muy necesario integrar un conocimiento mediante los últimos estudios
multicéntricos de consenso científico universal. Así, se impone que si se encuentra, por ejemplo,
un trastorno genético en una determinada dolencia, es necesario determinar si ese trastorno
genético es hereditario o si es una mutación adquirida no hereditaria (afecta el ADN somático de
la mitocondrial, pero no el gonadal del núcleo celular). Por eso es necesario comenzar a ver una
dolencia desde todos los puntos de vistas posibles de la ciencia médica actual: neurociencias,
biología, genómica funcional, estudios prospectivos, psicoimnunoendocrinología, etc.
Más le valdría al hombre de este siglo XXI preocuparse profundamente en tener bien en
claro qué es en sí, o al menos en el modo como se manifiesta, todo lo relativo a la vida en
general y, en lo particular, a su vida y su espíritu, en especial a su modo de enfermar. Aún se está
debatiendo en muchos foros qué es la vida del hombre y cuándo comienza, y todavía se habla de
alma, mente, espíritu y vida como cosa indistintas. Y hasta se ha llegado a pensar que todos los
seres vivientes, salvo la forma material, llegan a poseer una misma especie de inteligencia. Así
se habla de inteligencia animal y vegetal. Esta grosera interpretación semántica de inteligencia
ha perdido de vista lo fundamental: la inteligencia es el único signo que diferencia al hombre de
todos los otros seres vivos y de las cosas existentes.
La facultad de la inteligencia del hombre no está guiada por instintos ancestrales que se
repiten en la especie colectivamente, sino que el pensamiento y la obra del hombre es distinta
para cada hombre, lo que no le ocurre a la abeja, a la hormiga, a la flor (según el concepto de
inteligencia de Maurice Maeterlink aplica a estos seres vivientes). Estos animales y vegetales
operan acciones que la mente humana concibe como inteligentes, pero no son acciones que
buscan la verdad o el sentido de las cosas, sino actos maravillosos que busca con suma habilidad
perpetuar la especie o espantar depredadores, es decir, son exclusivamente actos de instintos
ancestrales para preservar la especie y nada más. Ningún animal o planta se plantea el sentido de
su vida o la verdad de las cosas. Simplemente las vive y las usa de acuerdo a sus necesidades
vitales o biológicas.
En cambio, el hombre, antes que indagar por el orden del universo, debe buscar como
conocer su propio orden externo inmediato y en lo interno desarrollar su inteligencia mediante el
uso correcto de su pensamiento. Esto es, considerar su macrocosmos y su microcosmos, dicho en
un determinado lenguaje. Desconocer cómo debe pensar y los elementos que componen el
mecanismo o proceso de su pensamiento, le impide ordenar un modo coherente y inherente de
pensar, para lograr un producto trascendente. Este es el principal desafío de una humanidad
perdida sin horizonte espiritual y en verdadero caos interior.
La crisis espiritual que tanto remarcamos como el conflicto predominante del hombre
actual, sólo podrá ser revertida si el hombre aprende a pensar debidamente. Por eso ahora,
54
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
muchos estudiosos están insistiendo en esto, aunque a pocos les interesa y casi todos lo ignoran.
El pensamiento englobador, y otras formas de pensar, debe ser conocidas y cultivadas para que el
hombre vuelva a llenar de contenido los significados de su vida y existencia, su propio ser y el
ser de los otros entes de su mundo, a fin de reencontrarse con su mundo y los principios
superiores que rigen su cosmos.35
Pero en el caso de la ciencia médica, además de aprender y cultivar el pensamiento
englobador, el médico (y el investigador médico) deben cobrar conciencia de que un
pensamiento englobador se alcanza sólo si hay concordancia entre objeto y sujeto. El sujeto de la
ciencia médica es el médico, ya sea como médico asistencial o como investigador, y como sujeto
debe autoconsiderarse y conocerse para poder así comprender y empatizar con el objeto de la
ciencia médico que es el enfermo y la enfermedad. Conocer la subjetividad es tarea de un
pensamiento reflexivo, el cual a su vez ejerce también una función crítico y esto genera el
denominado pensamiento crítico.
35
La palabra cosmos es usada aquí con la interpretación de los griegos antiguos: el ámbito de todo lo conocido.
55
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
IV
PENSAMIENTO CRÍTICO
La filosofía en Balmes sobre el pensamiento crítico
J
aime Balmes, un filósofo del siglo XIX, escribió varias obras destacadas, pero
una de las más humildes que tituló HISTORIA DE LA FILOSOFÍA, contiene un
capítulo, que tituló “Ojeada sobre la filosofía y su historia”, donde el autor vierte
jugosos conceptos. En este escrito, Balmes perfila las bases fundamentales más sencillas del
pensar filosófico. Hasta se podría decir que, con una cierta ingenuidad, simplifica el concepto de
la filosofía previendo lo que ahora se intenta del pensar filosófico: que recobre una claridad
sencilla y esté centrado en las “cosas fundamentales de la vida”. Que se despoje de retóricas
intelectuales pesadas, de intelectualismos brillantes pero incomprensibles y de citas latinas y
griegas (escritas en esos idiomas) sólo explícitas para los eruditos académicos. El pensar
filosófico y el discurso filosófico deben recobrar un lenguaje libre de recovecos ingeniosos o de
frases rimbombantes pero intranscendentes. Quien mejor comprendió esto, en Argentina, es el
desaparecido Jaime Barylko, que, accidentalmente, detenta las mismas iniciales en el nombre
que Balmes. Barylko dejó escritas varias obras de pensar filosófico pero elaboradas con un
lenguaje sencillo, salpicado de frases populares, para explicar mejor a que temas se refería.
La propuesta de Balmes, arranca con la aseveración “existe algo” e inmediatamente
indica que esta afirmación de lo fenomenológico (lo que aparece a la luz, lo que se percibe)
induce las preguntas siguientes:
¿Cómo lo sabemos?
¿Cuáles son nuestros medios de percepción?
¿Es legítimo el testimonio de éstos?
¿En qué funda su legitimidad?
¿Qué cosas existentes conocemos?
¿Cuál es la naturaleza de ellas?
¿Qué relaciones tienen entre sí?
¿Tienen origen? ¿Cuál es?
¿Tienen un fin? ¿Cuál es?
Estas cuestiones están centradas en lo relativo al mundo o circunstancias que rodean a la
vida del hombre. Pero la filosofía también debe calar hondo en la vida misma del hombre y la
razón de su existencia en particular.
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Para esto Balmes propone otra serie de preguntas esenciales:
¿Existo?
¿Qué soy?
¿De dónde he salido?
¿Cuál es mi destino?
¿Qué es ese conjunto de objetos que me rodean y me afectan?
¿Cuál es su origen?
Los interrogantes planteados por Balmes centran en cuestiones muy básicas como son el
hombre y el universo que le rodea. Balmes, como religioso, agrega la cuestión de Dios. Parecería
que Balmes plantea las preguntas “usuales” en una iteración monótona. Realmente lo que el
filósofo parece querer es incitar el replanteo de las preguntas filosóficas clásica para invitar a un
nuevo y original “repensar” a esas preguntas. Para este filósofo, estas cuestiones universales no
son “objeto de escasa importancia” sino el “objeto de la filosofía”, por excelencia. Critica que se
ha abusado de la filosofía con “cavilaciones” a veces certeras en la forma con qué se expresan,
pero muchas erradas sobre las cuestiones fundamentales que él plantea. Especialmente en lo
relativo a Dios. Sin embargo, la crítica mayor es la cantidad de objetos pocos importantes
sometidos a un pretendido pensar filosófico. Insiste en ese abuso de la filosofía, pero llega a la
conclusión que el hecho de haber sido abusada, no descalifica a la filosofía como método válido
para seguir buscando las respuestas necesarias a las preguntas del espíritu del hombre. Resalta
que los logros obtenidos por el hombre, “por cualquier adelanto”, envanece al mismo. De este
fenómeno no escapa la filosofía. Empero la circunstancia de los yerros no debe condenar al
hombre a quedar “estacionario” por renunciar a su vocación de búsqueda de la verdad. En el
parágrafo 371, Balmes afirma: “Donde hay un hombre que piensa sobre un objeto, inquiriendo
su naturaleza, sus causas, sus relaciones, su origen, su fin, allí hay un filósofo. Donde hay dos
hombres que se comunican recíprocamente sus ideas, que se ilustran o contradicen, se ponen de
acuerdo o disienten, allí hay discusiones filosóficas”. A través del texto, Balmes va destacando
el desprestigio de la filosofía manejada por sofistas y no por filósofos, que de alguna manera
hizo perder prestigio a las últimas generaciones griegas y a algunos pensadores romanos.
Asimismo critica a los que en lugar de filosofar directamente se detienen a estudiar las
escuelas filosóficas existentes. En el parágrafo 373 escribe: “La filosofía es la razón
examinando: la diferencia está en el más y en el menos, en la extensión y en la forma, pero el
fondo es el mismo... Los fenómenos intelectuales, como radicados en seres dotados de
espontaneidad y libertad, presentan por doquiera el carácter de los sujetos en que se
desenvuelven: variedad, oposición, libertad. Cuando veáis una clasificación muy precisa, como
salida de un molde, tened por seguro que el clasificador, o finge, o se alucina”.
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
En referencia a la trascendencia de la filosofía en la sociedad, Balmes piensa que sólo
cuando el pensar filosófico se aplica a las ciencias, éstas dan “conquistas prácticas” en el orden
material. Pero la filosofía aplicada a la sociedad en sí ha dado muy escasas conquistas. Incluso,
en el orden moral y religioso, estima que no hay ninguna conquista práctica filosófica. Da como
prueba de sus asertos los adelantos científicos, pero deja bien claro que “la sociedad no se ha
formado ni se conserva por la filosofía”. Cita los esfuerzos de Platón pero piensa que los
mismos se volatilizaron con los tiempos y sólo han logrado “arrumbar las teorías”. Para evitar el
desvío, considera que se tuvo que “apelar al buen sentido” y, en esa dirección, fue más sensata
la conducta de Solón que la de la Platón. Sostiene que la filosofía ha logrado conseguir algunos
bienes sociales, produciendo “escarmiento y desengaño” en algunas cosas y un “caudal de
prudencia” en otros. Esto podría ser alguna ventaja, pero los principios ventajosos encierran un
cierto empirismo: se refieren a hechos concretos en donde las experiencias humanas reciben
lecciones directamente de la práctica. Es como “las quemaduras que nos enseñan desde niños a
no tocar el fuego”.
Balmes no llegó a conocer a Heidegger. Si esto hubiera sido posible, habría encontrado
una prueba palpable de sus afirmaciones predictivas. Heidegger, como Balmes, cree que es
imposible llegar al verdadero ser del hombre, en forma directa, por la filosofía. Sólo es posible
tener una idea de esa esencia, en forma incompleta, a través de los “modos del ser”.
Naturalmente, como religioso profeso, Balmes afirma que el origen del hombre está en Dios, su
creador. Pero esto lo sostiene desde el punto de vista de la fe y no de la filosofía. Escapa a su
propio planteo, expresando sus convicciones religiosas personales. No obstante, pienso, en lo
personal, que hay tendencias actuales a considerar más filosóficamente a la creación divina del
hombre, precisamente por sus atributos espirituales. Ninguna filosofía puede explicar mejor esos
atributos sin recurrir a un principio superior.
El parágrafo final de este capítulo que escribe Balmes, que lleva el número 389, nos deja
este pensamiento: “Además, el conocer de antemano y con toda certeza las verdades
fundamentales relativas al hombre, al mundo y a Dios, en vez de dañar a la profundidad del
examen filosófico, la favorece; jamás, entre los antiguos, se elevó la filosofía al alto grado a que
ha llegado después de la aparición del cristianismo. La existencia de Dios, su infinidad, su
providencia, la espiritualidad del alma, su libertad, su inmortalidad, la diferencia entre el bien y
el mal, todas las relaciones morales en su inmensa amplitud, han sido tratadas en las escuelas
de los filósofos cristianos, con una sublimidad que asombraría a Platón y Aristóteles. En las
regiones de la metafísica y de la moral, el espíritu humano se muestra tanto más poderoso
cuanto más participa de la influencia del cristianismo”. Naturalmente, este aserto de Balmes
cobra relieve si, prescindiendo, en lo posible, de la fe religiosa, se considera a Cristo como un
“filósofo del amor y la caridad”, nota fundamental del ser auténtico del hombre (reconocido
ahora por “ser con…” de Heidegger).
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
El pensamiento criterioso o crítico en Balmes
La filosofía de Balmes estuvo siempre a favor de un pensamiento que no aceptase las
cosas por sus meras formas, sino que debía intentarse la profundidad para llegar a la verdad, a la
certeza sin dudas, pero siempre por métodos bien nítidos. El criterio o la crítica no es nada más
que un medio, norma, que se establece a través de la evidencia (lo que está a nuestra vista, lo que
se ve, lo que se deja ver), siendo esta evidencia una verdadera “certeza del espíritu” (Santo
Tomás, Descartes) “sin manera alguna de ponerse en duda”. Debe distinguirse, dice Fatone,
entre la evidencia de un juicio de experiencia (la que se debe a un fenómeno visible por todos) y
la evidencia de un juicio de razonamiento (la comprobación de una hipótesis o tesis racional
mediante un correcto razonamiento). De acuerdo al análisis de la evidencia que hicimos en un
parágrafo anterior, todo objeto de evidencia de un juicio de experiencia sólo es pasible de ser
conocido mediante la simple mostración (mera exposición ante la vista), toda cuestión de
evidencia de un juicio de razonamiento debe ser demostrada (elaborando un razonamiento o
cadena de razonamientos no contradictorios e incontrovertibles)
El empleo de un lenguaje adecuado y asequible, en Balmes, fue una de sus inquietudes.
La forma del inquirir filosófico, fue otra. Su obra signada por una inspiración religiosa en ningún
momento apela al dogmatismo sino que siempre se mantiene en un rango racional lúcido. Se
esfuerza por ser claro y contundente. No sólo en el análisis del devenir histórico filosófico, sino
también del método de la filosofía. En ese sentido escribe otra obra36 con la intención de que el
filósofo escudriñe la realidad con la idea de no aceptar la mera apariencia de las cosas y los
fenómenos, sino que los enfoque con un sentido de análisis crítico, es decir, con pensamiento
crítico.
Pensamiento crítico
Volveré a iterar algunos conceptos sobre la esencia del hombre desde la filosofía
antropológica para mejor comprender la intención de este parágrafo. El ser del hombre es un ser
desconocido. Es como si estuviera dentro de un círculo al cual no puede entrarse. Es un ser
encerrado en sí mismo (sistencia del ser). Esta sistencia o mismidad cuando no es transcendida
por el hombre, éste queda convertido en un ser encerrado, ensimismado que no convive en el
mundo. Es el caso de ermitaños o eremitas que se enclaustran en una cueva y rehúyen vivir en
sociedad. Por esto, el ser ensimismado, el que no se manifiesta, no constituye un hombre
propiamente dicho, por lo que Aristóteles que el hombre que vive sólo o es Dios o es bestia. El
hombre para manifestar su ser debe salir de esa mismidad o sistencia, es decir, “llevarla afuera”
lo que significa ex-sistencia (ex = fuera; sistencia = de sí). Es decir, que el hombre cuando sale
de su sistencia, de su mismidad, comienza su existencia, o sea, que comienza a vivir fuera de sí.
Pero fuera de sí no es la expresión que se usa corrientemente para indicar a un hombre iracundo
36
Jaime Balmes – EL CRITERIO – Linkgua Ediciones S.L., España, 2008
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
sino que en este caso significa que el ser sale de su encerramiento sistencial o mismidad, para
existir y se convierte en un ser abierto. Esta es otra de las notas fundamental del ser del hombre.
Y necesariamente, al ser abierto es cuando comienza a ser con otros seres. Este ser con... es otra
nota fundamental del hombre que lo lleva a convivir con otros seres humanos como condición
fundamental de su ser. Así el hombre es un ser social. En esta primera trascendencia, el hombre
toma contacto con la realidad o conjunto de seres y cosas que le rodean y este primer
acercamiento con los fenómenos (modo directo con que las cosas se muestran a la luz de la
naturaleza) le lleva a elaborar un concepto aspectual (desde un determinado punto de vista) en
donde las cosas parecen ser (apariencia). Este pensamiento aspectual, parcial, primero, de la
apariencia de las cosas a la luz natural, lleva a la formación de la opinión (mera doxa de los
griegos). La opinión es un concepto relativamente superficial sujeto siempre a un punto de vista,
por lo que las conclusiones a las cuales arriba son siempre contingentes (puede ser o no ser).
Luego no alcanza la certeza absoluta.
Una vez que el hombre ha establecido su mundo, instrumentándolo y llenándolo de
sentido, a través del espacio y del tiempo humano, donde vive como un ser abierto o social en
comunión con otros seres iguales, el hombre con su razón o inteligencia, pasa a establecer un
criterio (del griego juzgar), un pensamiento crítico de su mundo, donde juzga su existencia
mundana. El criterio es “una norma para conocer la verdad”, “juicio o discernimiento” que
permite la crítica que es el “arte de juzgar de la bondad, verdad y belleza de las cosas”. Este
juzgamiento o pensamiento crítico, debe elevarse sobre el espacio físico del mundo e ir a un
plano que va más allá de lo físico y que constituye la metafísica. A través de la metafísica, el
hombre establece un pensamiento crítico o trascendente y puede hacerlo:
a través de la razón únicamente y llega a la filosofía
o bien a través del sentimiento o fe que profesa con la religión.
Esto constituye una segunda trascendencia: el hombre con su razón o su sentimiento a
través de la fe, transciende su mundo físico, accede a lo metafísico y se encuentra con la filosofía
o la religión. Estas dos condiciones marcarán distintos modos de ser. El pensamiento
trascendente o crítico establece una nueva forma de comprender a sí mismo o comprenderse.
Forma juicio de sí mismo y revela su forma de ser con el pensamiento trascendente. Por ser un
pensamiento de autocomprensión es un pensamiento reflexivo, como luego veremos, pero
también, a su vez, es un pensamiento que permite distinguir con certeza lo estético, lo ético y lo
moral, en busca de la verdad y la bondad, pues puede distinguir lo verdadero de lo falso y lo
bueno de lo malo. La primera trascendencia le permite al hombre conocer las cosas y las
cuestiones fundamentales, pero no le permite distinguirlas con certeza plena. La segunda
trascendencia es la que le permite alcanzar la perfección espiritual y darle la dignidad de ser
inteligente.
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Una vez que el hombre alcanza su segunda trascendencia con el modo de pensar crítico,
vuelve al mundo con esa distinta forma de juzgarlo y establece así una nueva o tercera
trascendencia: el regreso al mundo con el pensamiento trascendente, que permite al hombre
indagar sobre el ser de las cosas a fin de develar (des-velar) (quitar el velo) a ese ser y
comprender más profundamente su ser y el de otros.
Así va descubriendo los que las cosas son y quiere llenar con un nuevo sentido
existencial a su mundo, buscando la autenticidad (mostrar su ser verdadero). La verdad no es
otra cosa que las cosas se revelen con su propio ser, es decir, lo que las cosas son. Cuando las
cosas no revelan su identidad o ser real, aparecen (parecen ser) como falsas. No son en sí, sino
parecen ser otra cosa. Luego, la falsedad es lo que las cosas parecen ser pero no son. El hombre
auténtico adquiere autoridad: hace las cosas por sí mismo (hacer con autenticidad) con su ser
verdadero, y así como autenticidad es manifestarse con verdad, autoridad es hacer con verdad.
El término autoridad está aquí más cerca del castellano autoría que es la calidad de autor, o sea,
“el que es causa de alguna cosa”, pero también puede ser interpretado como lo define la RAE
como una potestad o facultad que se detenta como “persona revestida de algún poder” por su
propio mérito. El ser humano dotado de autenticidad y autoridad, puede ahora antelar su
existencia. Para conocerse, el hombre aprende a reflexionar. Pido disculpas por este parágrafo
iterativo pero lo consideré necesario para integrar y redondear determinados conceptos en un modo
global. El pensamiento crítico, aplicado a la ciencia y en particular a la ciencia médica, consiste en que el
científico debe permanentemente monitorear el producto científico a fin de verificar si realmente
responde a un fenómeno verdadero o es un fenómeno condicionado artificialmente por la ciencia. La
autoridad de un científico no sólo reside en su saber sino también en que su obra tenga concordancia con
una realidad auténtica y no supuesta o inventada.
El pensamiento reflexivo como instrumento de desarrollo
El pensamiento crítico es una continua meditación y esto lo destaca Descartes cuando
aconseja “que es necesario un largo ejercicio y una meditación frecuentemente reiterada” para
adiestrar la mente (concepto que comparte el budismo que no involucra a Dios ni ninguna
religión). Y la meditación, en sí, es una reflexión. Dijimos que el pensamiento crítico nos
permite autocomprendernos, es decir, comprendernos o conocernos a sí mismos. El desarrollo
intelectual estará en relación directa al conocimiento que se tenga de sí mismo. ¿Cómo se
adquiere este conocimiento? En esta cuestión, el eje pasa por el pensamiento reflexivo. La
reflexión es el pensamiento concentrado, ordenado y dirigido voluntariamente hacia nuestro
interior, sobre sí mismo, para indagar nuestras tendencias y deseos, para formar las
decisiones, para realizar críticas y para hacer análisis y síntesis. Es la primera arma que nos
llevará al conocimiento profundo, a develar el primer contacto con las cosas para darle un primer
sentido mundano. Es también lo que permite conocer la vocación y ayuda a iniciarla. Es lo que
permite el proyecto cotidiano y el estilo de vida a adoptar (proyecto existencial).
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
La reflexividad es una propiedad indisolublemente vinculada al carácter relacional del
sujeto reflexivo y sin ella no cabría concebir la noción de “sí mismo” ni hacer juicio alguno de
valor, acerca de la misma. El carácter de relacional le permite relacionarse con sí mismo pero
también con los otros y esta última condición coloca a la reflexividad en el campo de la
comunicación. Mediante la reflexividad el hombre es capaz de tomarse a sí mismo como objeto
de percepción y puede percibirse como una parte de la realidad. En este caso la reflexividad mira
una realidad interna pero en relación con una realidad externa o realidad de otros. La diferencia
esencial entre esas dos posibles formas de acceso a la realidad radica en el contexto:
los demás me perciben en un contexto (semiótica) de realidades (signos) externas
que contribuye a hacer inteligible mi conducta
en la propia percepción uno mismo dispone de un contexto más amplio: el de
todas las vivencias habidas en el discurrir biográfico personal. Vivencias que a su
vez están sujetas a una valoración subjetiva por las connotaciones afectivas de las
mismas.
El pensamiento reflexivo puede verse desde dos perspectivas: una es la que acabamos de
exponer, como pensamiento dirigido a sí mismo, a introspeccionar la realidad interna. Otra
perspectiva es pensamiento reflexivo como el pensamiento destinado a reflexionar, esto es,
“considerar nueva o detenidamente algo”. En este sentido, el pensamiento reflexivo es un
pensamiento crítico y se considera como meditación. La RAE nos dice que meditar es “aplicar
con profunda atención el pensamiento a la consideración de una cosa o para discurrir sobre los
medios de conocerla y conseguirla”. De esto es evidente que “profunda atención” es
concentración y concentración es “fijar la mente en un punto”. En cierta medida, “repensar las
ciencias” no sería otra cosa que aplicar el pensamiento crítico reflexivo para distinguir entre lo
meramente aspectual y lo que tiene más carácter de global.
Para esto debo hacer una abstracción de los sentidos, que es como prescindir de la vista,
el oído, el olfato, el gusto y el tacto. No debo distraer estos sentidos usándolos al mismo tiempo
que deseo meditar. Esta primera premisa me dice claramente que debo buscar un “espacio físico
de aislamiento” o aprender a aislarme “en medio de la vorágine”. Lo primero es más sencillo que
lo segundo, aunque ambas cosas son factibles. Empecemos por lo más sencillo y comprensible:
aislarnos físicamente. Esto lo hacemos automáticamente cuando vemos una película,
escuchamos música o leemos atentamente algo. Luego, es cuestión de observar atentamente
como disponemos los sentidos en esas situaciones para después aprender a hacerlo cuando
estemos dispuestos a meditar. Esta educación de los sentidos es primordial. Sin ella no hay
concentración, sin concentración no hay meditación.
Cuando oramos con devoción, es decir, “conversamos con Dios”, estamos en absoluta
prescindencia de los sentidos. La meditación es lo mismo que la oración. Es una conversación
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
con nosotros mismos, en lugar de conversar con Dios. Por lo tanto la predisposición para la
meditación es la misma que la predisposición a orar. De igual manera el científico, el artista y el
filósofo cuando van a crear algo de su especialidad, se concentran tan profundamente que esto
también es meditación. Nosotros tenemos que aprender a concentrarnos en las cosas inmediatas a
nuestra necesidad cotidiana. Esta actitud significa aprender a vivir. No es cuestión de pensar
cualquier cosa, sino sólo aquellas que nos van en forma inmediata, con la que tenemos que
habérnosla sin escapatoria alguna. Una de ellas es la salud. Hay dos formas de habérnosla con la
salud: para prevenirla o para curarla. En ambas situaciones debemos meditar. La oración es una
forma de meditar como lo veremos luego.
En esta particular cuestión, Herbert Benson, médico norteamericano que luego
estudiaremos, ha escrito un libro.37 En él describe como muchos pacientes enfermos del corazón
aprendieron a disminuir el estrés y con ello mejoraron la hipertensión arterial, los accesos
anginosos y otros malestares cardíacos. Estos estudios relacionados con la religión fueron
realizados en un marco estrictamente científico con experimentos del doble ciego y
randomización.
La meditación es estudiada por la medicina norteamericana desde finales de la década del
„60 y ha ido en auge hasta el presente. Luego, meditar en medicina no es sólo aprender a pensar
sino también aprender a prevenir y curar las enfermedades. La concentración necesita
básicamente dos cosas importantes: deseo intenso y voluntad férrea para hacerlo. Sin ellas no
habrá perseverancia o tesón. Hay dos cosas a tener en cuenta para meditar, aparte de la
concentración o anulación de los sentidos: la relajación y la respiración.
La concentración eficaz
La concentración es la técnica meditativa básica que consiste en centrar la atención en un
solo objeto. Es universal y tradicional en todas prácticas meditativas espirituales y fuera del
campo de la espiritualidad. Para centrar la atención en un punto es preciso dejar de lado los
innumerables pensamientos y deseos que revolotean por la mente y que operan a modo de
distracciones. Kierkegaard decía: “la pureza de corazón significa querer sólo una cosa”
Aprender la capacidad de concentración necesaria para realizar un determinado trabajo
con eficacia y éxito es una acción que exige un adiestramiento o educación previos. La completa
y exacta concentración en una tarea nos lleva a producir pensamientos y hechos con gran calidad
y menor tiempo y a la altura de los más competentes. Adquirir la capacidad de enfocar la
atención en forma completa en una tarea determinada puede ser la clave del éxito, mientras que
la distracción o dispersión mental puede ocasionar el fracaso, aun de lo que tenía asegurado un
37
Hebert Benson - LA RESPUESTA DE LA RELAJACIÓN (The Relaxation Response), EE.UU., 1975
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
éxito. Es lo que ocurre con el deportista que comienza a trabajar con ahínco una competencia,
toma la delantera pero es derrotado por “desconcentrarse” en el transcurso de la gesta.
Fijar la atención es crear una “zona” de extrema concentración que lo hace inmune a las
distracciones. Para esto se necesitan algunas de las siguientes condiciones (de las cuales muchas
coinciden con las máximas morales que Descartes se impuso a sí mismo):
 Practicar la concentración y la tarea a realizar: la clave es saber fijar la atención
y evitar las interferencias internas y externas que nos distraigan, realizando la
tarea totalmente ensimismado en ella en forma repetitiva, varias horas al día
 Investigar y usar el mejor sistema: la rutina de trabajo que se ha comprobado
como eficiente nos lleva a sistematizar todas nuestras acciones en función de la
eficiencia. Csikszentmihalyi38 asegura que la adquisición de nuestra propia
“zona”: “es lo mismo que hace un atleta antes de competir o un sacerdote antes
de oficiar. La conducta regida por el hábito los ayuda a concentrarse en la tarea
que tiene por delante. La actividad ritual afina la mente”. Todos debemos y
podemos crear un ritual para casi cualquier tarea que debamos desarrollar, más
aún en este caso especial de la concentración.
 Hacer más difíciles las tareas personales: ponerse vallas propias o sea inventarse
retos, ayuda no sólo a concentrarse para resolver esos retos, esto es, obligarse a
utilizar todo el potencial posible que tenemos a nuestra disponibilidad. Cuanto
más alto sea el grado de dificultad más nos ayudará a conseguir gradualmente
nuestra “zona”. El estado de fluidez perfecto se produce cuando nuestras
capacidades están a la altura de nuestros propios retos (Csikszentmihalyi). Esto
funciona como que no hay que competir con otros sino con nosotros mismos. La
autocompetencia nos produce mayor perfección.
Ventajas fisiológicas de la meditación
El estudio Davidson39 demostró que la meditación de una hora diaria, seis días a la
semana aumenta la concentración de anticuerpos cuando se realiza una vacuna y que prepara
para afrontar mejor el estrés, además de activar regiones del cerebro relacionadas con el buen
humor. Todo esto provoca una sensación de bienestar que puede durar hasta cuatro meses
Csikszentmihalyi, Mihaly – FLUIDEZ: LA PSICOLOGÍA DE LA EXPERIENCIA ÓPTIMA (Flow: The
Psychology of Optimal Experience)
39
Realizado por el psicólogo Richard Davidson en la Universidad de Wisconsin, EE.UU. Lutz, A.; Slagter,
H.A.; Dunne, J.D.; Davidson, R.J. - REGULACIÓN DE LA ATENCIÓN Y EL SEGUIMIENTO EN LA
MEDITACIÓN Tendencias en Ciencias Cognitivas 12(4):.. 163-169, 2008
38
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
después de dejar de meditar. Davidson sostiene: “la meditación produce cambios biológicos
medibles en el cerebro y en el resto del cuerpo. No hace daño, puede ser muy eficaz y es posible
combinarlas con otros tratamientos”. Chopra agrega: “somos los únicos seres de la Tierra que
podemos cambiar nuestra biología por lo que pensamos y sentimos”.
Practicar meditación es una de las claves para obtener un modelo de vida. Meditar nos
ayuda a eliminar o descartar toxinas, evitar o destrabar el estrés, pero lo más principal es que nos
permite conectarnos con toda la energía espiritual y la energía fundamental del universo. Es una
actividad en la que el tiempo deja de existir tal y cómo se lo conoce, pues nos transportamos a
otro estado debido a que el silencio para meditar y el pensamiento concentrado, alcanzan otra
dimensión más allá del tiempo y el espacio cotidiano y común. En la nueva dimensión de la
meditación predomina la paz interior y pone a nuestra disposición la práctica del fluir del dar y
recibir amor, sin límites de nada. La consecuencia de todo esto es conseguir el equilibrio entre la
mente, el cuerpo y el espíritu, en lo que predomina paralelamente el amor, la plena conciencia
del presente y la entrega que son los ingredientes fundamentales para lograr ese arte de vivir. Y
también nos ayuda a interpretar los fenómenos y las cosas que nos ocurren a fin de
comprenderlos y encontrarles un sentido acorde con lo que esos fenómenos son en sí. En lo
referente a la medicina, el científico y el médico que aprenden a meditar los fenómenos médicos
que le tocan enfrentar, estarán mejor habilitados para lograr el pensamiento crítico y englobador
y mejorar la calidad del conocimiento y la práctica médica.
La reflexividad como origen de la comunicación
La reflexividad permite a un individuo conocer sobre sí mismo, pero este conocimiento o
saber, en alguna medida, depende o sucede de la representación verbal. Toda idea interna o
externa se hace patente a través del signo o significado de una palabra. Aún para referirme a mí
mismo, en mi mismidad, auto refiriéndome a mí en mi pensamiento, necesito hacerlo con
palabras. La reflexividad es útil sólo si el ser reflexivo puede concretar sus sensaciones internas
(recodificación) en algo análogo al lenguaje verbal, es decir, si “encuentra” la palabra apropiada
para definir sus sensaciones íntimas. Sólo al formularse una idea clara de su interior a través de
su lenguaje o código conocido tendrá para sí y para otros el conocimiento de sus circunstancias
psíquicas o espirituales, sobre todo, las vinculadas al área instintiva y emocional y así podrá
“verbalizar” lo inconsciente.
Demás está decir que lo que posee en el área inteligente o intelectual será expresable por
su propio peso si la reflexión fue lo suficientemente eficaz para recoger, conocer y expresar las
sensaciones profundas de la mismidad. En una segunda etapa, una vez producido el contacto con
la realidad y establecido nuestro mundo pleno de sentido, la meta siguiente es el pensamiento
trascendental o meditación profunda con que el hombre transciende el plano físico de sí mismo
y su mundo, para ir más allá, a un plano metafísico por el cual llegará a la filosofía o a la
65
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
religión. Ambas o una de ellas, le servirá para completar el sentido de su vida y de su mundo y
formular el proyecto existencial definitivo.
El pensamiento trascendente es una deliberación superior del hombre sobre sí mismo y
su mundo y el cosmos que le rodea, permitiendo esta deliberación encontrar una dimensión
intelectual suprema. El hombre encuentra con este pensamiento la máxima expresión de su
potencia racional elevándolo al máximo nivel de inteligencia racional. Es el pensamiento
totalizador, envolvente por excelencia y la esencia del pensamiento crítico. Es el arma más
certera del hombre para penetrar en su esencia y en la naturaleza de las cosas que le rodean,
dándoles un sentido definitivo a la luz de la filosofía o de la religión, o de ambas. No tenemos
experiencia sobre personas que alcancen el pensamiento trascendental sin haber pasado primero
por el pensamiento reflexivo, dado que para comprender a las cosas, primero el hombre debe
comprenderse a sí mismo, porque la fuente del sentido es él. Estimo que la reflexión es el paso
primero de la meditación, en el sentido que he dado a estas palabras. El desarrollo final del
intelecto va a depender del conjunto de conocimientos y cultura que cada hombre acumule para
sí, como de las habilidades y destrezas que desarrolle, siendo este conjunto lo que le dé
capacidad total. Culminará su desarrollo la adquisición de un pensar trascendental.
Piaget sostiene que la inteligencia estructura la conducta y la afectividad lo emotivo, y el
desarrollo intelectual es la historia de la formación de la personalidad. Resume el desarrollo
intelectual en estos puntos:
1. el desarrollo intelectual es un proceso continuo que comienza con el nacimiento y
culmina en la adolescencia (nosotros disentimos con Piaget en el sentido de que
creemos que no culmina sino que continúa durante toda la vida útil, mientras el
individuo tiene sus facultades intelectuales indemnes)
2. el desarrollo de la inteligencia sigue un orden progresivo común a la especie
3. cada etapa hunde sus raíces en la anterior y se continúa en la siguiente
4. cada fase es cualitativamente diferente a la anterior
5. los individuos alcanzan diferentes niveles dentro de este proceso, aunque en el
cerebro humano sano existe la posibilidad de alcanzar todas las etapas
6. la madurez implica la integración de los distintos aspectos del desarrollo,
afectividad, etc.
Pensamiento crítico: base del pensamiento aspectual y pensamiento totalizador
El pensamiento crítico es una especie de pensamiento totalizador. Repetiré algunos
conceptos sobre pensamiento aspectual y pensamiento englobador, a fin de mejor comprender al
pensamiento crítico.
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Al establecer su existencia y querer llenar de sentido el mundo, el hombre mira a las
cosas de formas diferentes. Cuando su mirada es envolvente, totalizadora, inquisidora con el
pensamiento trascendental, logra penetrar y develar el ser de los entes. Descubrir qué son los
entes y llenarlos de sentidos. Pero a veces su mirada es parcial y enfoca una parte de las cosas, a
las que considera un objeto de observación, para describir el fenómeno de aparición de ese ente o
cosa. Ya he afirmado que el objeto puesto así “ante los ojos” y “ante las manos”, es manipulado
por el hombre, el que se limita a describir su exterior, buscando a través de él inquirir sobre el
interior, pero no con el abordaje indirecto de su pensamiento trascendente, sino como un “acceso
directo”, violento.
El punto de vista, según lo analicé antes, se conforma sólo con describir lo que las cosas
parecen ser. Nunca es totalizador, nunca llega al ser de las cosas. Es una forma meramente
descriptiva de una parte del todo, que sólo busca conocer lo inmediato sin ir más allá de esa
inmediatez, incluso ignorando la existencia de la mediatez. Es un pensamiento rígido que exige
las condiciones del ente observado como objeto siempre iguales (parámetros) y si éstas cambian
no se aceptan los resultados. Dije que en estas circunstancias, todo enfoque de un ente que no
pueda ser objetivado con la observación rígida que somete a la deducción y es ponderado
(medido y pesado), es desechado por no ser científico. Recordaré también que cuando se cambia
el punto de vista, se llega a observar otra parte distinta del fenómeno en estudio, la cual puede
resultar distinta a la primera parte observada.
En esta perspectiva, el pensamiento aspectual resulta contradictorio e induce más a la
falsedad que a la verdad. Es muy importante aprender a distinguir las contradicciones de los
puntos de vistas para no confundir realidad con verdad o de creer que la verdad “es lo que se
ve”. En absoluto, el carácter de real da carácter de verdad. Tampoco el hecho de ser un
fenómeno significa que sea real (las visiones o alucinaciones son fenómenos que aparecen como
reales y son imaginarios). ¿Por qué no todo lo que se percibe como real puede ser tal o verdad?
La percepción depende de la integridad funcional de nuestra mente y nuestros sentidos.
Cualquier falla en ellos nos da una percepción anormal o deformada. No es infrecuente que
muchas percepciones que creemos reales sean imaginarias. También nuestro punto de vista está,
no sólo condicionado por la integridad de los sentidos y la mente, sino por nuestras convicciones,
cultura y forma de pensar.
Si no balanceamos todo esto, es fácil caer en el error, el cual se agrava cuando creemos
que nuestro error es la verdad. Hay que ser muy cauteloso antes de aceptar por real y verdad
cualquier fenómeno que nos impacta. Nuestra mente debe realizar una especie de autocensura y
autocrítica, con una estricta comprobación (chequeo) de que nuestra percepción no es anormal y
no está “teñida” por preconceptos. Esta forma de control es lo que constituye el juzgar correcto y
la adquisición de “criterio” (buen criterio), ambas cosas necesarias para el pensar y el actuar
auténtico.
67
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
En filosofía se confía a la lógica o dialéctica, la función de formación de un juicio
correcto. El juicio correcto implica desechar el mero juicio aspectual que constituye sólo un
abordaje parcial de las cosas y viene a ser como una especie de captación relámpago de una parte
de la cosa, lo que le impide una detenida “visión completa”. Su rapidez e instantaneidad
constituye una especie de “flash” que capta y congela la parte observada dejándola inmóvil para
su contemplación. La inmovilización instantánea quita toda fluidez al fenómeno estudiado y,
desde luego, esa rigidez origina un pensamiento para nada fluido, y al no fluir no puede abarcar
al fenómeno sobre el cual discurre
Dije e itero que es fundamental para nosotros diferenciar ambos pensamientos, por el
peligro cierto de llegar a creer que el pensamiento aspectual es siempre absoluto, mientras que el
totalizador es siempre relativo. El pensamiento crítico o totalizador, siempre estará más cerca
de la verdad. Este hecho es el que permite afirmar como antes destaqué, que la ciencia es un
camino importante para adquirir el conocimiento de los fenómenos, pero no se debe olvidar que
también hay otros modos de llegar al conocimiento de los entes.
El progreso de la humanidad, tanto en lo científico como en lo filosófico dependerá de
que el hombre logre desarrollar nuevas formas de pensar. Y ¿qué es lo nuevo? De ninguna
manera, dijimos, lo nuevo es algo distinto a lo que el hombre es, ni se refiere a un ser nuevo. Es
el mismo ser de siempre, inmutable en sí, pero que adquiere la capacidad de manifestarse de
una forma distinta. En esto consiste la creatividad. Y lo nuevo, desde mi perspectiva, es la
creatividad o particularidad de ver “lo viejo” con un “punto de vista diferente u original” (nuevo)
El funcionamiento de nuestro pensamiento oscila constantemente entre dos polos, de
acuerdo a lo que antes vimos en un parágrafo anterior:
1. el pensamiento realista y
2. el pensamiento imaginativo.
El pensamiento realista es el que sigue las reglas de la lógica y está adaptado a la realidad
exterior en que el hombre vive. El pensamiento imaginativo es más difícil de definir, dado que la
palabra imaginación se emplea en tres sentidos:
1. como imaginación práctica: un individuo que tiene imaginación para resolver un
problema en forma original
2. una imaginación lingüística o verbal : la imaginación que califica la originalidad
de los medios con que un individuo se expresa a través de la palabra para
producir el efecto que busca en quien ha dirigido su mensaje lingüístico o verbal
68
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
3. una imaginación creadora que es la capacidad o facultad de combinar imágenes
en conjunto o en sucesiones que imitan los hechos de la Naturaleza, pero que no
representan nada real ni existente (definición aristotélica). Estos conceptos
convierten a la imaginación en una capacidad para utilizar las representaciones de
la realidad, sustituyendo a las percepciones sensoriales por los elementos
formados en el pensamiento.
La imaginación resulta así un término medio entre el pensamiento lógico y el
pensamiento sumergido en el mundo interior (casi autismo). Personalmente, en general y en
coincidencia con algunos psicólogos, hablaré de imaginación creadora cuando un sujeto, situado
frente a un problema, descubre una solución original, es decir, no conocida ni pensada antes.
Dicho de otra forma: frente a viejos problemas encuentra nuevos enfoques o soluciones y esto es
la creatividad.
Para ello es necesario que la imaginación creadora rompa los moldes de la rutina o
hábitos de pensamiento y para esto necesita de una cualidad importante o básica: la flexibilidad.
Sólo un pensamiento flexible crea. El pensamiento rígido mantiene el “statu quo” (“siempre lo
mismo”). La flexibilidad es la adaptabilidad del individuo a situaciones nuevas. Para adaptarse
debe utilizar el aprendizaje y el desaprendizaje.
Condiciones para un pensamiento crítico
Preparación atencional y habilidad introspectiva
Las diferentes modalidades de la meditación fueron llamadas por Varela y Lutz,
“estrategias de preparación atencional”. La preparación atencional está relacionada con el
estado de una persona, anterior al momento de percepción. Está referida a cómo se encuentra la
persona antes de tener una percepción. Lo importante era averiguar cómo se encontraba el estado
atencional en un estado mental ordinario o cotidiano y cómo en la meditación. Cuál es la
diferencia de atención entre una persona no concentrada y la concentrada en la meditación.
Analiza el estado mental instalado inmediatamente antes de un determinado momento de
percepción.
Los estudios realizados demostraron que, generalmente, en una persona con estado
mental ordinario, resulta imposible determinar el estado emocional concreto con que abordan el
momento del reconocimiento o de percepción, pero en el estado de concentración o meditación,
la persona es capaz de permanecer en un estado concreto y estable poco antes de la percepción,
lo que permite controlar con gran precisión el momento del reconocimiento, es decir, el estado
presente décimas de segundo antes de que se presente o produzca la percepción. Este estudio es
parte del estudio de las relaciones entre la actividad cerebral y los estados mentales.
69
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
La dificultad mayor de los estudios e investigaciones en laboratorio es que los sujetos
sobre los cuales se experimenta e investiga son motivados en forma diferente de cómo lo hacen
en la vida cotidiana fuera del laboratorio. Esto ocasiones reacciones múltiples y distintas que
introducen variables no contempladas en las reacciones normales o naturales y no inducidas por
el estudio. Son las que generalmente llevan a resultados difusos o datos aproximados, a pesar de
la excelente exactitud de los aparatos tecnológicos y técnicas de detección de la neurociencia.
Los estados mentales inducidos por el pedido de evocar una determinada imagen o un
recuerdo emocional despiertan reacciones distintas en los diversos sujetos de experimentación y
esto produce resultados incongruentes. No ocurre lo mismo con sujetos entrenados en la
meditación que pueden concentrarse con mayor eficacia en lo que se les pide.
En consecuencia, los polos de la neurociencia pasan por dos variables básicas y
fundamentales: el entrenamiento del sujeto observador científico y la preparación o
adiestramiento del sujeto del experimento. La confluencia de sujetos observadores hábiles y de
sujetos de experimento adiestrados permiten los avances de la neurociencia cognitiva pues se
pueden obtener resultados más precisos con sujetos que sean capaces de generar una y otra vez, a
voluntad, determinados estados mentales y de sujetos que sean capaces de percibirlos y
describirlos avezadamente. Bajo estas condiciones se aprecia en cada uno de los estados
mentales estudiados la presencia de una actividad global del cerebro y, coyunturalmente, alguno
que otro efecto focal y, en forma general, hay lateralidad muy equilibrada entre ambos
hemisferios.
Todo esto conforma el fenómeno de habilidad introspectiva, es decir, la mejor capacidad
de una persona para introyectar imágenes y mejorar la percepción no sólo en la captación sino en
la comprensión y esencia de los fenómenos o cosas percibidas e introyectadas.
Método empírico razonado
Otro aspecto importante en las condiciones del pensamiento crítico es la tesis de Carl
von Weizsäcker40 de la importancia del empirismo en la ciencia (lo que es compatible con el
empirismo especial de la ciencia médica). Este autor sostenía que la materia se puede conocer de
dos maneras: por medios fenomenológicos o por inferencia. Solía colocar como ejemplo la
manzana agusanada: exteriormente aparece a la mera vista una mancha parda externa muy
característica y de este hecho puntual se asume un hecho fenomenológico. Naturalmente de la
experiencia de haber visto muchas manzanas agusanadas, la presencia de la mancha particular,
aunque no se vea, se sabe que dentro de la manzana hay un gusano (inferencia).
40
Carl Friedrich von Weizsäcker – LA IMPORTANCIA DE LA CIENCIA, Ed. Labor, Barcelona, 1972
70
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
El Dalai Lama Tenzin Gyatso cita a Weizsäcker y agrega: “En la filosofía budista
existe el principio según el cual los medios con que ponemos a prueba una proposición
específica deben estar de acuerdo con la naturaleza del objeto analizado. Si, por ejemplo, la
proposición concierne a hechos físicos observables, incluida la propia existencia, dicha
proposición concierne a generalizaciones inferidas de nuestra experiencia de la realidad (como,
por ejemplo, la naturaleza transitoria de la vida o la interrelación de los elementos con la
realidad) dicha proposición deberá aceptada o refutada con el empleo de la razón,
especialmente la deducción. Es así como el budismo acepta el método de la deducción razonada,
de manera muy similar al ejemplo de Weizsäcker”.41
Este método junto con los otros, es el camino para obtener la certeza de la verdad de un
conocimiento y evitar el relativismo que surge de diferentes puntos de vistas no razonados en
forma global. Además, insisto, no hay que perder de vista que la sensatez está relacionada con el
sentido común, en lo relativo a la percepción simple pero veraz de la interpretación de un
fenómeno, al cual se lo interpreta racionalmente (a la luz de la recta razón).
El entrenamiento de la mente
La ductilidad del cerebro, comprobada por las investigaciones de la neurociencia, puede
ser aumentada con el adiestramiento mental, siendo uno de los medios la meditación. Estas
prácticas provocan cambios cerebrales que mejoran la salud mental y física y promueven estados
de ánimo positivos, como puede ser la felicidad. Estos estados de ánimo no son rasgos biológicos
inmutables que se puede heredar por un medio genético estricto, sino son estados mentales
pasibles de ser sometidos a transformación con entrenamiento mental debido.
Las transformaciones permanentes del cerebro y la personalidad que promueven el
bienestar personal, son denominadas, por Davidson, “rasgos alterados” de conciencia. Este autor
afirma: “los resultados parecen evidenciar la posibilidad de que uno pueda seguir avanzando en
el proceso de transformación y, como reiteradamente han afirmado algunos grandes
contemplativos, acabe liberando su mente de las emociones conflictivas. Entonces, empieza a
cobrar sentido la noción de iluminación”.
Si bien la posibilidad de liberar la mente de las emociones destructivas trasciende el
marco de la psicología posmodernista, no es un óbice para los que hacen del entrenamiento de la
mente un hábito y entregan su vida al cultivo de las cualidades espirituales. Este entrenamiento
permite alcanzar la libertad interna ideal como punto final de proceso de desarrollo del potencial
humano y que en algunas concepciones religiosas constituye el arquetipo de la santidad. En esta
cuestión lo que realmente hay que aprender es la humildad y la disciplina mental, de la forma en
41
Dalai Lama – EL UNIVERSO EN UN SOLO ATOMO
71
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
que lo hace el verdadero meditador que puede disciplinar su mente y se libera de las emociones
negativas.
El entrenamiento mental no debe ser buscado y usado como un espectáculo circense de
demostración de superpoderes mentales, ni para realizar otros tipos de proezas o disfrazar
milagros. El auténtico desarrollo espiritual no consiste en lograr determinados estados
excepcionales o en la realización del autocontrol psicofísico como puede ser la anulación del
reflejo del sobresalto o el dominio espectacular de la respiración y los latidos cardíacos, sino en
lograr manejar las emociones destructivas (celos, ira, miedos, etc.) de forma tal que puedan
anularse o llevarse a una mínima expresión.
Asimismo, lo básico del desarrollo espiritual es la capacidad de adquirir la ecuanimidad,
la paz interior (en lo mental y en lo emocional) pero muy especialmente es la capacidad de lograr
encontrar la verdad de las cosas y la bondad personal. El adiestramiento mental ayuda a que las
personas vivan con más tranquilidad y es aplicable, especialmente, a las que sufren o
experimentan mayor cantidad de altibajos espirituales o de estados de ánimo, buscando en modo
particular, el estado de bienestar físico y mental. Pero el científico que entrena su mente no sólo
obtiene su mejoramiento como persona, sino que llega a adquirir el don de analizar la realidad
con más posibilidades de desentrañar su verdad y lograr conceptos certeros de los fenómenos
que interesan a la ciencia médica. Pero lo más esencial es que puede superar al pensamiento
prejuiciado que tiene una idea fija que interpreta de igual forma a todo y evitar el apasionamiento
negativo o dañino para sustituirlo por la pasión auténtica de la verdad.
El científico médico, como el médico común, no sólo debe buscar su perfección científica
y profesional, dado que es necesario para el ejercicio y los fines de las ciencias médicas, poseer
valores éticos. Esto es posible mediante una formación de una personalidad acorde con los fines
de la medicina: interesarse por el prójimo para aliviar sus miserias físico-espirituales. Se ha
dicho que no sólo de pan vive el hombre, lo que permitiría deducir, en otra tesitura, que no sólo
de la ciencia vive un médico.
Es importante y elemental que el médico sea un buen científico, esto es, posea el
conocimiento eficaz y ortodoxo de la ciencia médica, pero lo más relevante es que sea un “buen
hombre” y sepa cómo aplicar su conocimiento científico con el método compatible con el fin
supremo que hemos marcado a la medicina: con mucho amor al prójimo.
Si bien es cierto que muchos médicos y científicos médicos buscan en forma muy
particular tener un “buen currículum”, es decir destacarse adquiriendo fama y a otros sólo les
interesa ser eficientes o “los mejores” únicamente para obtener ganancias suculentas, un médico
correcto no debe perder de vista que además de sus elecciones personales de fama y fortuna,
debe primar el respeto y la preocupación por su prójimo enfermo. Este prójimo no debe usarse
72
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
como mero “conejillo de Indias” ni como fuente de lucro, sino debe ser estimado por sobre todo
otro interés, a tal punto que además de la excelencia científica, se logre una excelencia como
persona.
Este detalle es el que diferencia a la ciencia médica de toda otra ciencia humana y es el
sello para una filosofía muy particular. El interés primordial del médico y la medicina como
ciencia, por sobre todo otro interés, es lograr el bienestar físico, espiritual y social de lo que se
considera “persona enferma”.
He enfocado los diferentes modos del pensamiento aplicado a las ciencias. Creo ahora
conveniente enfocar algo muy elemental: cómo se forman los pensamientos y cuáles son los
métodos del pensamiento en sí. Todo este trabajo puede parecer farragoso y “despegado” del
tema central de este trabajo, pero ninguna filosofía se puede construir sino se especifican clara y
exhaustivamente los métodos para concebir los conceptos filosóficos. Esta es la meta de tanta
preocupación por dejar bien esclarecido todo lo relativo a lo que puede considerarse un “pensar
correcto”.
73
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
V
PENSAMIENTO Y EL MÉTODO DE PENSAR
H
emos descrito parcialmente los mecanismos o procesos que la mente pone en
marcha para producir un pensamiento. Ahora corresponde analizar la forma cómo
el hombre usa de esos procesos para producir su “modo de pensar”.
Antes, creo oportuno una nueva digresión. Sabemos por mera o simple experiencia que
existe diversidad en cada hombre, tanto como individuo o como persona. Hay diversidad
biológica y hay diversidad para percibir, interpretar y expresar. Hay diversidad para sentir. Hay
diversidad para hacer.
Esta diversidad es propia de su modalidad o modos de ser. ¿Tendrá su ser una naturaleza
diversa? Siempre llamó la atención del hombre su propia diversidad. Lo primero que advierte es
la bipolaridad o presencia de las duplas antinómicas o contradictorias (contrarios). Su mente
puede concebir abstractos que fluctúan entre el ser y el no-ser. Entre el bien y el mal. Entre lo
bello y lo feo. Entre el amor y el odio. Entre la vida y la muerte. La naturaleza, partiendo de este
último principio, también es dual al permitir la vida y la muerte. Parece que la dualidad es una
constante que nos acompaña con el clásico “par de contrarios”. No debe asustarnos, entonces,
ante la disparidad. Lo que debe preocuparnos es nuestro afán de encasillarnos en uno de los
contrarios y, desde allí, negar lo otro. Esta tendencia a la refutación es como si mi verdad es sólo
oponerme a la verdad del otro. En realidad, para escapar a los fundamentalismos de los opuestos,
los filósofos griegos, en especial Aristóteles y Sócrates, proponían los “estadios medios” o
términos medios entre un opuesto y otro. De ese modo la virtud y la ética en general, sabiendo la
fuerte tendencia humana a depender o padecer los opuestos, cuando se va desarrollando la vida,
especialmente la social, antes de tomar partido por lo totalmente bello o lo totalmente feo, se
debe considerar un estadio intermedio entre los dos polos. Es como cuando se habla de “blanco”
y de “negro”, de la mezcla de ambos, nace el “gris”. ¿Es este estadio intermedio que proponen
los filósofos griegos para una mezcla de los extremos? Pienso que no es más que mezclar los
sentimientos opuestos, lo cual en sí es harto difícil, pues resultaría una emulsión inestable como
la que surge de mezclar agua y aceite, a la vez que se produce un artefacto sin identidad alguna
pues no se puede usar como agua ni como aceite. Creo que la virtud está en saber tomar distancia
de extremos exagerados (prudencia) y la sabiduría en elegir cuál es la condición más buena que
debe imperar en una determinada situación. Se puede rechazar sin odiar, o al menos sin acción
violenta alguna, como se puede amar sin llegar al apego enfermizo. Tampoco se debe pensar
que todo se reduce a dividir a las personas en amadas y odiadas, puesto que alguna vez en la vida
74
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
puede darse la circunstancia de depender de quien se odia. De todas maneras, una vida con
enemigos no es muy deseable.
Pero, ¿qué es la verdad y en qué reside? Esta pregunta revolotea siempre que se plantea la
esencia de una cuestión y por eso es necesario iterarla hasta el tedio. Así, sucesivamente, cada
hecho, cosa o cuestión primero planteará una pregunta y luego formulará o intentará dar una
respuesta. Inmediatamente, la misma persona u otra opondrá un contrario. Esto puede ocurrir
cuando se plantea amar u odiar. La misma definición de las palabras llevará dos facetas: la
denotación y la connotación. La denotación del consenso colectivo plasmada en el diccionario y
la connotación individual con que cada uno pone el significado a cada palabra.
Casi por consenso histórico, la versión más aceptada de verdad sería la coincidencia
entre lo que pensamos o creemos de una cosa, hecho o cuestión y lo que esos entes son. Junto a
la verdad, reclamamos autenticidad: la capacidad del ser de manifestarse tal cual es. La
coincidencia entre el ser y el pensar (verdad) y la coincidencia entre el modo de ser y el ser
(autenticidad) dará autoridad al hacer y al decir. Esta cuestión ya la analicé y ahora sólo
recordaré que la autoridad es que cada cosa que se hace o se dice lleve en sí la verdad y la
autenticidad del ser de cada cosa, hecho o cuestión (portar lo que se es). Esto nos conduce,
entonces, a la cuestión pura de averiguar cuándo algo es verdad y cuándo es falsedad (la no
coincidencia de lo que se piensa con el ser real de lo pensado).
La diversidad de los contenidos del pensamiento humano fluctúa según el punto de vista
personal. La expresión del punto de vista personal u opinión, es lo que empuja siempre a que
otro oponga su opinión a una previamente expresada. La puja entre expresión y refutación
decanta con el tiempo y el consenso que cada opinión vaya cosechando. En el fondo, la cuestión
procede como un hecho estadístico: a mayor consenso (universalidad), mayor identidad con lo
considerado verdad.42 Si la intención de la refutación es tratar de ayudar a aclarar o comprender
una realidad, la tarea de discutir a través de un diálogo comprensivo, será lo mejor (filosofismo).
La cuestión fundamental no es la diversidad de ver, sentir, actuar y pensar, sino que el hombre
busque encontrar el sentido unívoco de la verdad, la cual necesariamente debe ser una en lo
absoluto. No es posible concebir que haya esencias humanas (el ser humano) diferentes para
cada hombre. Si fuera así, genéricamente no podría existir lo que consideramos hombre. Por eso
es sabia la tendencia a buscar el sentido común, la certeza de lo absoluto de la verdad. Pero si la
intención es imponer una opinión, o discutir por discutir, o hablar (no dialogar sino monologar)
para “ganar” en poner el punto de vista personal, hablamos de sofismo.
Históricamente, el hombre ha perseguido una forma o manera de lograr el mejor
pensamiento (verdadero y auténtico). Inventa la dialéctica y la lógica. Pero esto no es suficiente.
42
Aunque no siempre ocurre así con todos los temas, al menos en las ciencias médicas un concepto es mayormente
aceptados cuando en forma multicéntrica se comprueba su existencia.
75
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Su mente le traiciona y le lleva a caminos puristas o perfeccionistas que le aleja de una realidad
no tan perfecta y cae en la mera abstracción intelectual. O peca de un pragmatismo o empirismo
simplista que le hace perder la profundidad y quedar en la superficialidad. O se pierde en los
vericuetos de sus trampas intelectuales de raciocinios abstractos y carentes de un sentido certero.
El camino intermedio no es lo usual. El superficial no entiende al profundo y el profundo rechaza
al superficial. No hay diálogo entre ellos sino discusión con disenso, excluyendo toda
comprensión.
La expresión del pensamiento personal queda inmersa entre la banalidad física
(superficialidad, inmanencia, simple opinión o creencia, etc.) y trascendencia metafísica. La
trascendencia lucha entre lo objetivo (ciencia) y lo subjetivo (filosofía o religión). Puede haber
coincidencia entre ambas posturas y consenso (globalidad, holística) o disenso dispar lo que
lleva a una especie de autismo o ensimismamiento (encierro en sí mismo) y cada tendencia
queda “en lo suyo”, sin comunicarse. Primero se piensa que la filosofía es superior a la ciencia,
luego que la ciencia es más que la filosofía y finalmente se cae en la posición de que la filosofía
es una ciencia. O que la ciencia es un modo de filosofar (epistemología). Lo que parece ignorarse
es que ambas son hijas de un mismo padre y no entes distintos de su creador. La lógica es que
debiera discernirse, de una vez por todas, lo que es conocimiento puro (filosofía y similares) de
lo que es conocimiento aplicado (ciencia). Y reconocer, también definitivamente, la intención
con que cada hombre elige ser filósofo o científico. O aceptar la fe en lugar del conocimiento y
volcarse a la religión. Las tres cosas son válidas en sí, de acuerdo a la vocación personal. No son
excluyentes. Pueden ser coincidentes. Lo importante es que sean veraces, auténticas y no
destructivas.
La coincidencia, necesariamente, depende de la voluntad y del modo de conocer personal.
También de la forma de expresión. Si yo tengo intención de buscar la coincidencia, acomodaré
mi modo de pensar y conocer a la forma en que pueda lograr coincidir. Pero si mi primera
intención es discrepar, todo queda empantanado en dos posiciones distintas y opuestas o distintas
y paralelas, pero no encontradas y fusionadas. A lo sumo, algunos intentos logran mezclar
conceptos, pero en el fondo siguen distintos. Otra forma de coincidir es por azar. Opera la
similitud. Si yo encuentro un pensamiento o concepto similar al mío, me sumo al otro. Pero
puede ocurrir que dos pensamientos similares coexistan sin encontrarse. Ergo, habrá formas
diferentes de coincidir, o no, en algo.
¿Hay posibilidad de salir del círculo vicioso de la diferencia o diversidad? ¿O el hombre
quedará eternamente atado a su dualidad?
Es evidente que el azar no soluciona la cuestión. Hay cosas muy claras y sencillas. La
solución, si se cree en ella, necesariamente deberá venir por un camino lógico: la sinceridad
consigo y los otros. Si mi verdadera pasión es encontrar la verdad y autenticidad, deberé poner
76
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
toda mi voluntad en comprender, primero a la realidad inmediata, mi propio pensamiento y luego
analizar todos los puntos de vista de los otros, sin ánimos de refutar sino simplemente conocer.43
Finalmente, mi definición surgirá de una obligada síntesis para concluir en lo que más se acerca
a un conocimiento aceptado universalmente como el más veraz y auténtico. Sólo la universalidad
me salvará de errar, siempre y cuando esa universalidad sea decantada en el tiempo y en la
experiencia de la humanidad y no fruto de una coyuntura histórica o cultural (como ocurre con
los dogmas religiosos).
Hay cuestiones que tienen probada universalidad. Una de ellas es que la mayoría de la
humanidad coincide en lo que se cree qué es el bien, en el sentido de lo valioso, lo que produce
satisfacción y evita la frustración, pero que, fundamentalmente, objetivamente no causa ningún
tipo de daño o escándalo. La otra universalidad es el amor. Para lograr un entendimiento real y
ortodoxo a esta universalidad, lo primero es aclarar qué se entiende con las palabras bien y
amor, ambas muy vapuleadas en todos estos siglos pasados. En el presente hay algunas
voluntades para coincidir, a pesar de los que ponen “palos a la rueda”.
La otra cuestión es si mi quehacer de búsqueda será para pura satisfacción personal e
íntima, o con afán de lograr mejorar las relaciones interpersonales. Acá surge la otra cuestión
universal: la otroridad, la alteridad, la projimidad, etc. El otro. El que plantea necesariamente
otra dupla uno-otro, yo-tú, nos y otros. La dupla puede interpretarse como que el otro es un
“igual a mí” e integramos una unidad del ser de una misma identidad, o, definitivamente, pensar
que el otro es “diferente a mí”. Ambos criterios están presentes y en la realidad predomina el
último. Esto hace que el hombre actual esté ensimismado y extrañado o enajenado. Siempre es
un extraño al otro y ajeno a él. Mientras que el “igual a mí” es el universal de mayor consenso
histórico y de una parte menor de la humanidad actual.
Ambas concepciones llevan a dos conductas distintas. Amo al otro, o soy indiferente, o
enemigo.
Seguir analizando este tema del hombre, su pensamiento y su conducta, es volver a
iniciar la cuestión tan debatida en la historia y cultura del hombre. Creo que esta simple
digresión de “ubicación” con que analizaremos nuestro pensar individual, mi pensar, es sólo para
eso. Para ubicar parcialmente el contexto, en sus partes más elementales y ya clásicas. El
hombre, su ser, su modo de ser o conductas o personalidad y la búsqueda de la excelencia de la
vida humana.
43
Aristóteles llama esto la dialéctica como arte de descubrir la verdad del ser de las cosas, en contraposición a la
dialéctica sofista que sólo buscar “opinar de todo” sin interesarle si es verdadero o falso, pero fundamentalmente
cultivar el arte de la refutación. El dialéctico que busca la verdad es el dialéctico-filósofo, mientras que el que
meramente refuta es el dialéctico-sofista (no filósofo)
77
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Esta búsqueda ha sido permanente. Pero los resultados actuales son confusos. Lo cierto es
que casi el 90% de la humanidad se debate en una crisis amplia que va desde lo personal a lo
social e histórico y no sólo comprende la biografía personal y la historia de la humanidad, sino
que compromete a lo que se considera el mundo y el destino futuro del hombre. Parece que ni la
ciencia, ni la filosofía ni la religión han conformado un hombre inteligente, sino que cada vez
más se bestializa.
El 10% que resta es la piedra que sirve de base a la conformidad de algunos que
ingenuamente piensan “no todos somos iguales en la perversidad”, “no todo está perdido”, hay
“progreso”, etc.
Mi intención es sencilla: quiero obtener un pensar lo menos complicado, más efectivo y
que realmente me ayude y ayude a “otros”. Esa otroridad que me preocupa radica primero en mis
padres, mis hermanos, mi esposa y mis hijos y nietos. Mi familia. El “otro” más inmediato. No
puede pensar en que son extraños, aunque nos comportemos como tales. Quiero expiar la culpa
que pueda caberme por no saber salir del enajenamiento y compartir con ellos mi existencia.
También quiero que ellos aprendan a compartir la suya conmigo y el resto de la gente que nos
acompaña. Ese resto es la segunda parte de la preocupación como una extensión de la primera.
No sé si esto es autenticidad y es verdad. Pero es parte de mi búsqueda de la excelencia. Para
esto me basaré en el bien o bondad, en el amor, en la conducta no dañina ni escandalosa y en la
comprensión mejor del mundo en que vivo. Podré criticar, pero trataré de que sea crítica que
ayude y no que destruya lo que no debe destruirse o escandalice sin un fin valedero. Podré juzgar
a otros, pero quisiera hacerlo con la misma vara con que yo me mido. Si comprendo, quiero
hacerlo con la mejor forma, a fin de evitar un gran margen de error y tratar de achicar en lo
posible dicho margen. Si busco conocer, que ese conocimiento sea lo más cercano a lo que las
cosas son y que esa cercanía no sea tan individual que me aleje de la universalidad
comprobadamente eficaz. En esto coincido con Descartes, en lo relativo a que la forma personal
de pensar debe ser regida por reglas claras y sencillas que se alejen de retóricas retorcidas o de
planteos abstractos para fincar en lo más objetivo y veraz y no crear relativismos más míticos
que reales.
Retomemos ahora la cuestión de este parágrafo. La forma de pensar es importante. De
ella dependerá el producto del pensamiento. La primera intención para ponerme a pensar es tratar
de poner toda mi voluntad sincera primero, luego pulir los procesos intelectuales para evitar el
punto de vista equívoco o por lo menos, el de mayor equívoco y por último, no despojar a mi
pensamiento de la afectividad para no volverlo demasiado conceptualista a tal punto que se
desnaturalice. Creo que debe haber equilibrio entre voluntad, intelecto y afectividad.
Lo primero a considerar es el contexto en el cual voy a pensar. En él me encuentro con el
ambiente que me rodea, el lenguaje en que nací y hablo, la cultura que alcancé a conocer. Ya
78
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
tengo, entonces, consideradas mis primeras limitaciones. Las otras limitaciones dependerán de lo
que yo soy, de cómo expreso mi ser y la orientación que seguí para lograr expresarme. En esto
entra mi preparación para la vida y el desarrollo que he dado a mi persona. Sin más vueltas: mi
educación.
Dentro de lo personal, también está presente el entrenamiento mental que he realizado
para pensar.
Por lo tanto:
1.
2.
3.
4.
pensaré con palabras que ya encierran un sentido y un significado particular
estoy inserto en una cultura también particular
comparto un mundo o ambiente inmediato muy estrecho y condicionado
recibí una instrucción formal en la enseñanza escolar que va desde la escuela
primaria, la secundaria y la terciaria y universitaria
5. me he entrenado para tener una mente abierta, concentrada, analítica, comprensiva
y universal (he aprendido técnicas orientales y occidentales, he leído partes de
otras formas de pensar y de usar la mente)
6. mi afectividad está identificada con mi sentimiento y mi intelectualidad, no
separando a uno de otro, sino tratando de equilibrarlos.
7. me guía el interés de vivir mi propia vida con la mayor prudencia, más
satisfactoriamente y aportar algo para otros, pensando en aumentar el caudal del
pensamiento que apoya el bien, el amor, la sensatez y evade el daño, el escándalo
y la estupidez
¿Por qué describo todo esto? Porque tengo la esperanza que lo que escribo sobre mi
pensamiento, sea leído por otros, y que para su mejor comprensión, se conozca algunos de los
condicionamientos por los cuales he llegado a esa forma de pensar. Asimismo, mostrar mis
intenciones.
Al leer a todos los principales pensadores y científicos de la humanidad, desde la
Antigüedad hasta este siglo XXI en que estoy inmerso, incluyendo tanto a Oriente como a
Occidente, me he encontrado con una selva impenetrable de palabras. De estilos literarios. De
métodos diversos y diferentes. También he buceado la religión y personalmente soy católico,
apostólico, romano. Pero nada de esto me ata para liberarme de preconceptos. Cuando voy a
pensar una cuestión, dejo de lado todo prejuicio y conocimiento previo para lograr entender qué
es lo que trato. A mi impresión personal luego la someto a crítica y juzgamiento y por último, a
comparación con otros puntos de vista.
79
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
De todo esto, me admira la profundidad intelectual de los filósofos occidentales, el
avance de la ciencia occidental, especialmente la biología y la tecnología, la relativa sencillez y
espiritualidad oriental y la inspiración mística de la religión. Pero mi identificación total queda
sumergida en lo espiritual. Me asusta y confunde la retórica de la filosofía occidental que descree
en la espiritualidad. La conozco, la entiendo y la domino. Pero, como a otras personas, no me
lleva a identificarme con los ornatos retóricos. Tampoco me opongo a ellos. Creo que cada uno
ha contribuido a enriquecer el saber del hombre y también mi saber personal. De ellos he
aprendido la existencia de ese conocer. Mas, primero la religión y luego el pensar trascendente,
me inspiraron una vocación espiritual. A pesar de ser médico y tener una formación académica
científica y profundamente biologista, mi contacto con los enfermos me ha enriquecido al
permitir conocer muchas formas de ser. Mi afán de relacionarme con políticos, economistas,
filósofos, artistas y científicos, a conversar con ellos, me ha permitido conocer directamente las
manifestaciones de cada uno. Personalmente me incliné por una parte del arte que es el canto
lírico y cultivé cuando adolescente, la poesía.
Esta conducta diversa me llevó a enfrentarme con los diferentes puntos de vista de cada
hombre en particular y de la humanidad histórica y presente, en general. La experiencia personal
me enriqueció. Me ayuda a comprender mejor. Pero no quiero ser soberbio y creer que todo esto
me autoriza a ser mejor que otros o que he logrado una forma más perfecta de ser y pensar. Todo
esto está muy lejos. No soy de ningún modo ni un genio ni un dechado de perfección. Por ser
imperfecto me ocupé de tratar de conocer lo que se considera perfección. Aspiro a ella. Mis
ambiciones es dar o encontrar un sentido a mi vida y testimoniar con ella.
Creo en los valores de la honestidad, la moral y la ética y toda la cohorte que acompaña a
ellos. Pero mi mayor sustento es mi adhesión a lo que se ha llamado el espíritu humano. Pienso
que en él residen todos los secretos y misterios y la razón de ser. Quizás exagere. Pero, en este
sentido, prefiero el exceso que la escasez. Acepto al espíritu, como concepto, de que es una
expresión del alma, la cual, a su vez, sería la vida operando sobre mi cuerpo en particular. Esa
vida se transforma en alma que sustenta cada célula mía por separado. Esto me emparienta con
otros seres vivos, a los cuales me incorpora en la escala animal. Luego, todos los seres vivos
deben de tener su propia ánima o energía vital que los hace vivos. Pero esa alma humana, la mía,
al llegar a las células del cerebro, ahí se expresa como espíritu. Esto es, la esencia espiritual de
hombre.
¿Cuál es esa esencia espiritual? De todas las propuestas me pareció más atractiva la de
Bertrand Russell, en el sentido de que la expresión de la esencia espiritual es a través de la
inteligencia, la afectividad y la voluntad. El espíritu es la síntesis de esas tres cosas. También,
básicamente, acepto que el espíritu usa de un proceso que depende de las neuronas o células
cerebrales y ese proceso es la mente. En síntesis: la vida se concreta en un organismo en
particular y lo anima (alma) en todas sus células. Pero en el hombre, esa alma al llegar al
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
cerebro, instala un medio de expresión que es la mente y a través de ella surge la vida humana
como una totalidad formada por las partes de la inteligencia o intelecto, los sentimientos o
afectividad (que comprende las emociones y los instintos) y la voluntad. De todos modos, vale la
pena no perder de vista que la idea de Russell, en el fondo, no define ninguna esencia del
espíritu, sino es otra manera de describir los efectos del espíritu humano. Si bien el intelecto, la
afectividad y la volitividad son apariencias esenciales, debemos reconocer que en esencia el
espíritu humano, como el alma misma, es mucho más. Como Heidegger, debemos aceptar que
Russell, ciertamente, está mostrando los modos de ser del espíritu. Sus notas fundamentales.
La vida espiritual sería la meta de mi intención y ella involucra ser intelectual, pero
también dejar expresar mi afectividad y mi voluntad, sin que ninguna de ellas prime sobre la otra
(equilibrio, armonía y prudencia). El entrenamiento mental requiere la voluntad extrema de
lograr la concentración (meditación o pensar transcendente) y evitar que sobre él influyan
instintos y emociones. Pero que no estén ausentes los sentimientos de complacencia o
satisfacción, de amor; y sea efectiva la ausencia de la ira y el odio. En esto coincido con los
orientales y Jesús.
Mi inteligencia me dice que debo aceptar un método o camino para pensar.44 Esto no es
nuevo. También lo sabían Aristóteles, Platón, Sócrates y más cercanamente Hegel, Kant,
Descartes, y todos los otros pensadores afines de la modernidad y la contemporaneidad. Ellos
me ayudaron a ordenar muchas cosas y a rendir admiración a sus conocimientos. Pero sólo Buda
y Jesús y en menor grado Mahoma, han influido con su pensamiento al mundo y la humanidad,
para lograr cambiar algunas cosas y ayudar a una mejor expresión espiritual en algunos casos.
Los filósofos cautivan por la brillantez del pensamiento y el academicismo riguroso. Para los
intelectuales puros esto es oro. Pero, lamentablemente, todo el esplendor intelectual queda como
patrimonio de unos pocos que lo traspasan a otros pocos y así la filosofía profunda no trasciende
a la humanidad, considerada masivamente como el número de todos los individuos que la
conforman. Habría que considerar, entonces, si yo me enrolaré en la escasa elite de los
intelectuales que cultivan y acceden a ese “pensamiento superior” de la intelectualidad u optaré
por otra profundidad: la del pensamiento espiritual que, además de lo intelectual, abarca lo
afectivo y lo volitivo. Y que ese pensamiento pueda ser compartido, de algún modo, por la
mayoría de los otros, aún de los que carezcan de profundidad y superioridad mental. Otra forma
de pensamiento llamada “mente superior”. Es evidente que tomar uno u otro camino es parte de
la vocación y la intención personal.
He decidido optar por la llamada mente superior (superior en el sentido de ascendencia o
trascendencia, como fruto de un elaborado entrenamiento mental y el propósito de una
Creo que una idea muy acertada la expresa Enrique Dussel: “Los elementos de este método son los que en el
pensar contemporáneo se describen en la llamada ontología fundamental, porque incluye el análisis de todo lo que
soy en el momento de enfrentarme en la cotidianeidad del ente, para comenzar sólo entonces la superación por el
pensar hacia lo que las cosas son”(LA DIALÉCTICA HEGELIANA, Editorial Ser y tiempo, Mendoza, 1972)
44
81
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
depuración intelectual, emotiva y volitiva), no porque esto signifique que me impulsa el deseo de
una perfección soberbia, sino por considerar que ella involucra mejor al verdadero ser humano,
el que piensa, siente y hace. Pero este quehacer no es el mismo que el de la ciencia. Es el
quehacer de buscar la transformación propia primero y luego de otros, para mejorar y extender
un movimiento mayor en busca de una humanidad mejor. Evitar el vacío espiritual actual de la
mayoría. No desprecio los que optan por la filosofía, la ciencia o la religión. Creo que ellos harán
lo suyo y también hacen su aporte con mayor o menor trascendencia. Pero me preocupa que ni la
filosofía, ni la ciencia, ni la religión, han obtenido un paradigma de hombre equilibrado,
sensato y que lleve una vida digna acorde con su esencia. Parece, que en lo personal, cada
filósofo, científico y religioso ha cerrado un círculo en su rededor. Esto no le permite llegar a
otros en forma extensa (a mayor número de personas) sino que su saber se limita a su persona y a
un relativo pequeño entorno (al que puede llegar por sus discípulos inmediatos o a través de un
libro, una escuela de pensamiento o una creencia determinada). El pensamiento de la mente
superior es el mejor elemento para un investigador científico porque le ayudaría a interpretar al
producto de su investigación desde una perspectiva más amplia y efectiva para atenuar el posible
error de un concepto o el defecto de un producto.
La necesidad y la miseria (material y espiritual) de la humanidad, me duele. Y como no
puedo dar materialmente lo que se necesita, me siento obligado a dar de mí. Esto es, compartir
mi mismidad. Para poder llegar a eso, debo ofertar una mismidad cálida y de calidad. Aportar
algo distinto y mejor. Debo, por lo tanto, poseer esa riqueza interior primero y después pensar en
compartirla.
Al salir al ruedo, tendré que superar la diversidad y comprenderla para adaptarme. La
sensatez es el medio más idóneo. Si soy demasiado intelectual, me encontraré con la pobreza
intelectual de otros, si soy demasiado espiritual, hallaré el vacío de otro, si soy demasiado
voluntarioso chocaré con la abulia. Para transformar la tibieza y la indiferencia, tengo que
caminar un sendero de acercamiento y esto obliga a una pesada tarea de empatizar y de tolerar
para aprender a comunicar. Digo pesada porque no es fácil entrar en el mundo sin contaminarse
con lo que hay en él. Por eso, la firmeza de mis decisiones y el tesón para realizarlas necesita de
una voluntad fuerte y ordenada, entrenada o educada para no caer en un mero voluntarismo. La
inteligencia es para sortear las dificultades de comprender la realidad y los entes que hay en ella.
La afectividad es para desear ayudar y comprometerme a hacerlo sin que haya de por medio otro
interés mezquino. Hay que cultivar los sentimientos que construyen y evitar los que destruyen.
La afectividad me responde con el amor, la tolerancia auténtica, la responsabilidad y la
honestidad.
Ahora, adoptados esos recaudos, estaré en condiciones mejores de comunicarme conmigo
y con otros. Esto no quiere decir que lo mío es lo correcto o lo mejor. Simplemente lo siento y
presiento como una necesidad de llenar algo que se aprecia como vacío. Sé con certeza y
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
sensatez que no todos piensan igual y que mucha gente no quiere, no sabe y no puede
comprender este sentido de la vida. La ciencia busca llenar el vacío material tras el utópico
progreso de un confort físico. La filosofía busca la perfección del intelecto y del conocimiento.
La religión persigue la adhesión a una idea determinada de Dios que cada iglesia sustenta. La
espiritualidad, en cambio, es sentirse y sentir a los otros como parte de un todo que nos
identifica. Este sentir identificador es el motor que mueve a la religión y otras expresiones
místicas de acercar un hombre a otro. Es el que conforma el impulso de la espiritualidad. Habrá
que usar algunos principios intelectuales, poner mucho sentimiento, y toda la voluntad. Es un
querer con un amar y un sentir guiado por el pensamiento inteligente. La espiritualidad abarca
todos los aspectos del ser o modos de ser. Comprende y respeta a todos. Pero la idea básica es
lograr un denominador común a todos donde lo religioso, lo filosófico, lo científico, lo social, lo
político, lo personal en suma, no influya a tal punto de romper la interconexión. Ese
denominador común es que todos los hombres puedan acercarse a todos los hombres, sin pensar
en los puntos en que discrepan sino en los que coinciden. En esto subyace algo similar a la
tolerancia, pero no a la tolerancia del “todo vale”, sino a la tolerancia de “lo tolerable”. Esto es,
tolerar lo que vale de cada persona. Lo intolerable deberá ser siempre lo disvalioso, lo dañino o
destructivo. Desde esta intención, la perfección espiritual es la que debe guiar al científico para
evitar que el producto de su investigación pueda dañar, más que beneficiar a la humanidad.
El camino de este quehacer espiritual será el método. Puede conllevar una dialéctica o un
diálogo, primero interior y después exterior, una introspección y una extrospección, un pensar y
una comunicación que exprese el pensar. Dijeran algunos filósofos un aquende y un allende,
pero de forma tal que no sean direcciones opuestas, sino enfiladas hacia el encuentro para una
fusión enriquecedora de ambas. Lo contrario puede ser un ensimismamiento letal o una pura
existencia sin trascendencia, esto es, vivir enajenado o extrañado.
No hay dudas que el vehículo principal es la palabra y la acción el instrumento de la
palabra. Para mejor entender este objetivo-intención-meta, citaremos a Paúl Ricoeur: “los
valores acerca de los que hablamos aquí residen en las actitudes concretas ante la vida, en tanto
que forman sistema y que no son puestas en cuestión de manera radical por los hombres
influyentes y responsables”.45 Seguidamente, este autor hace referencia a que esas actitudes
interesan en lo relativo a la tradición misma, al cambio, al comportamiento común de las
personas y, frente a ellas, importa el “uso de los instrumentos posibles”. Éste es el principal
sentido de nuestra dialéctica: ir a la cotidianeidad actual, con nuestro total potencial de ánimo
interior, para buscar en ella los valores tradicionales, recuperarlos y lograr un cambio de
conducta y actitud... y nuevas aptitudes. Siguiendo a Ricoeur deberemos ir desde lo superficial a
lo profundo. A lo superficial habrá que repensarlo con una crítica auténtica para conocer en qué
consiste esa superficialidad y la axiología depreciada que conlleva. Mientras que habrá que:
sondear cuáles instrumentos están disponibles para hacer esto, lograr el cambio de actitud
45
Paúl Ricoeur – HISTOIRE ET VÉRITÉ, Seuil, París, 1964
83
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
mediante la adquisición de nuevas aptitudes para ir hacia lo profundo, en busca de los valores
eternos del ser (el núcleo ético-mítico de Ricoeur)
No es nuestra intención buscar una dialéctica elaborada como hasta ahora ha perseguido
la filosofía. Los miles de libros sobre dialéctica han dejado ya varias definiciones, pero creemos
que más importante que el buceo intelectual y la pulida expresión que hace a esa dialéctica, es
lograr un medio de expresión y comunicación más fluido. Esto es, más asible para el común de la
gente a la cual se proyecta nuestra intención.
Para mí, el núcleo principal, sin más vueltas está en el espíritu humano. Al que hay
conocer es a ese espíritu y acceder a sus modos de ser de la forma más directa y evidente. Si nos
detenemos a elaborar una doctrina con el clásico juego dialéctico de la filosofía, quedaremos,
como quedaron todas las dialécticas, en el mero campo de la intención y sin un logro efectivo. Si
bien, el logro inmediato del esfuerzo filosófico fue trazar el método o camino para llegar al
espíritu, el acceso al mismo es limitado para los no-filósofos. Pero, en nuestra intención, ese
espíritu no se tratará como un ente abstracto sino como la potencia o energía personal, la que
cada uno lleva en sí. Buscando ese espíritu y logrando descubrirlo, lo ético-mítico aflorará desde
lo mejor del bagaje cultural. Los valores han sido dados y conocidos. La Ética si bien no ha
agotado todo lo relativo a su materia, prácticamente ha sedimentado con los principales valores
éticos. No se trata de buscar una nueva ética. Simplemente es rescatar lo valioso y adoptarlo y
adaptarlo a las necesidades espirituales actuales. Recrear lo mejor de lo existente. El movimiento
dialéctico será para desencostrar esos valores depreciados para reactivar las potencias
espirituales sobre una base axiológica. Es lo más práctico e inmediato para el hombre común.
Mientras tanto, la filosofía podrá seguir su rumbo académico y ampliar sus consideraciones en el
contexto histórico, cultural o coyuntural y desde allí gestar el otro movimiento espiritual, al que
considero más pragmático. No obstante, la necesidad inmediata está en lo espiritual.
Hay que reencontrar una nueva filosofía pragmática espiritual, una nueva psicología
espiritual y una nueva ciencia más espiritualizada y menos materialista (aunque le pese a
Bunge). Principalmente renovar las ciencias biológicas y en particular las dirigidas al hombre
como la medicina, inyectándole la inquietud por lo espiritual. De seguir ausente lo espiritual, el
camino evidente es el del yerro. El método o dialéctica es antropológica esencialmente. Para ello
habrá que usar del único instrumento dialéctico posible: la palabra. Y los entes obligados son el
hombre y su vida, pues de ella surgirá la cuestión filosófica relativa a la salud, la enfermedad y la
curación.
Esto presupone que quien sea acicateado por la inquietud espiritual, además de conocer,
debe practicar una senda virtuosa. Tener un saber dialéctico pero compartido con una
afectividad amorosa y una voluntad para hacer, esto es, aplicar ese saber a la vida cotidiana.
Construir lo cotidiano en dirección a la verdad y la autenticidad es lo que llevará, obligadamente,
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
al proyecto existencial final de cada uno a esa fuente primaria de su ser verdadero. Pero lo hará
con autenticidad y autoridad. También con libertad. La virtud personal será el instrumento o
modelaje para que otros tengan una guía dialéctica y una conducta práctica. Ambas son
necesarias para enseñar y aprender. Para educar y obtener un cambio. Porque el fin último es
esto: el cambio radical y profundo.
Sintetizando un poco todo lo antepuesto concluiremos que la forma de pensar o método
deberá ser dialéctica, pero no carente de sensibilidad o afectividad y de plena intención de
hacer, esto es aplicar el saber dialéctico para obtener el cambio de la vida personal cotidiana.
El cambio es de la inmanencia por la trascendencia. Evitar el ensimismamiento o el
enajenamiento y que el hombre vuelva a encontrar el eje real y verdadero y alcance su propia
realización como ser humano. Esto es, como ser espiritual e inteligente, bondadoso y
cuidadoso de sí y de otros.
En esta tesitura, la convivencia natural armoniosa no tendrá necesidad de rótulos
políticos, económicos, religiosos, sociales, filosóficos o de otra naturaleza. No importará tanto
cual es la “sociabilidad” del hombre, su cultura, su historia, su nacionalidad o su biografía
personal. Importará sólo que un hombre aprenda a convivir con otros hombres con dignidad,
libertad y respeto. La cooperación necesaria para subsistir (la necesidad material) y otros
problemas o conflictos, se autosolucionarán si detrás hay un hombre preparado y cultivado. Un
hombre educado espiritualmente. Esto nos devuelve, un poco, de los que ya pensaron en alguna
forma de una dialéctica espiritual.
He procedido a esta larga, tediosa e iterativa digresión realizada a modo muy personal
para ir a la intención final de este parágrafo: si yo no me perfecciono como persona, mal podré
ser un excelente profesional médico. Si como médico no busco la excelencia personal y
profesional, mal podré optar por ser un científico médico que aplique correctamente la ciencia
médica y tampoco podré interpretar debidamente a esa ciencia para lograr sus fines de mejorar la
salud dañada o tener conceptos claros sobre los conocimientos médicos.
En la cuestión del método de pensar es fundamental para este trabajo referirse al pensar
filosófico. Para esto veremos conceptos generales del pensamiento y en lo particular hablaremos
de aspectos del pensar filosófico en el sentido de tener presente que una auténtica filosofía tiene
por meta buscar la verdad.
La cuestión del concepto verdad
Diré en varias ocasiones que la filosofía es una búsqueda de la verdad. Siempre al
hombre se le planteará la cuestión de su conocimiento o saber. Todos conocemos que ese saber o
conocimiento está ligado indisolublemente a su mente y ésta a su intelecto y el instrumento del
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
mismo es el cerebro. Luego, para conocer la esencia de las cosas, lo que las cosas son en sí,
siempre dependerá del buen funcionamiento de su intelecto y de su cerebro.
Aún, preestableciendo que ambos son óptimos, también se sabe que el intelecto, y con él
la mente, en cada hombre funciona como el software de una computadora: cada PC tendrá su
propio software o programación. En el hombre, esta programación intelectual lo es a través de la
cultura adquirida. El hombre culto es el hombre cultivado, o sea, aquél que ha adquirido
nociones de cosas o cuestiones, de una forma determinada. Esta determinación, repito, le es dada
por el lenguaje, por la tradición cultural que hereda y por el medio en que se desarrolla. A mayor
evolución lingüística y extenso conocimiento de misma, a la más amplia y difundida tradición
cultural y a un medio estimúlico de la mente en general y del intelecto en particular, surgirá una
mejor programación intelectual que le llevará a comprender en manera más profunda las
particulares cuestiones sometidas a su inteligencia.
Siempre que hablamos de la esencia del hombre, de lo qué el hombre es, había que
definir lo que era mundo y ahí hablamos de un medio estimúlico o físico (de ahí que este trabajo
repetirá conceptos hasta el cansancio, aún usando el método informático de “cortar y pegar”, lo
que incluye encontrar la idéntica repetición de lo escrito en otro parágrafo. La intención es
recordar exactamente, lo que se viene exponiendo). Para instaurar un ámbito de sentido, de
comprensión y de inteligencia, el hombre debía trascender lo meramente estimúlico y dar sentido
a todas las cosas. Esto, en antropología filosófica, era considerado la primera o más primitiva
trascendencia.
Pero no podía quedarse ahí. Debía ir a un plano superior, es decir, alcanzar lo que está
más allá de lo físico: lo metafísico. En esta nueva trascendencia, su segunda, el hombre debía
alcanzar el plano del pensamiento abstracto donde el sentido dado a cada cosa debía ser la base
del entendimiento de su propia esencia y de su fin en el mundo. Es ahí donde llegaba a la
filosofía, a la sabiduría o a la fe (humana o religiosa). En lo metafísico estaba lo epistemológico,
el encuentro con lo absoluto y el mundo de lo abstracto puro. Pero como hombre material y
mundano no puede quedarse exclusivamente y por siempre en lo abstracto. Debe volver a lo
concreto y este viaje de regreso de lo metafísico a lo físico, es lo que le obliga a convivir en ese
mundo, pero esta vez con un proyecto de vida. Un proyecto vital. Un proyecto existencial.
Naturalmente, vivir en el mundo, en lo inmediato significa un proyecto cotidiano. El proyecto
existencial era algo más que la meta de los proyectos cotidianos. Era transcurrir una vida plena
de sentido, auténtica, con autoridad y llena de verdad.
Es aquí donde entra el problema de la verdad. La verdad no es otra cuestión que las cosas
se revelen con su propio ser, es decir, lo que las cosas son. Cuando las cosas no revelan su
identidad o ser real, aparecen (parecen ser) como falsas. No son en sí, sino parecen ser otra
cosa. Luego, la falsedad es lo que las cosas parecen ser pero no son. Hasta acá el enunciado
parece muy claro y fácil de decir. El problema es descifrar qué significa “lo que las cosas son”
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
dado que precisamente se busca la verdad por no conocerse esa esencia. El otro problema es
cómo llegaremos a “saber lo que las cosas son”. Estas dos cuestiones también fáciles de plantear
llevan el meollo de lo que tratamos de entender por verdad y no sólo realizar el planteo sino
también buscar la solución o el camino.
Si nos quedamos con el mero planteamiento y las preguntas, es evidente que nunca
llegaríamos a atisbar lo que puede ser la verdad. Para esto es que se corre el riesgo de formar los
conceptos sobre las posibles naturalezas de las cosas y cómo acceder a ellas mediante las
facultades intelectuales o mentales, en general. No hay otro camino. Por eso Cicerón define a la
inteligencia como el intus legere, o sea, el instrumento más idóneo para “leer dentro” de las
cosas, esto es lo mismo que decir, indagar lo que las cosas son.
Vistas así las cosas, no habría otro modo humano de acceder a la supuesta verdad, a
menos que otros mecanismos como la percepción extrasensorial o la revelación por fuera de los
mecanismos intelectuales, nos hagan llegar el mensaje sobre lo que las cosas son. Nuestra
inteligencia puede, por los mecanismos de la deducción, inducción y la intuición, llegar a
asomarse a lo que se cree puede ser la verdad.
Pero, nunca nadie podrá decir: “yo poseo la verdad absoluta”. Lo que sí es lícito decir y
pensar es que abarcando varios puntos de vista sobre una misma cosa o cuestión, es más factible
acercarse a lo que eso es, a su esencia. Luego, la verdad el algo que debe buscarse, salvo que sea
algo encontrado al azar (serendepidad).46 O una cosa que nos sea revelada por inspiración o
intuición propia o sobrenatural (revelación divina).
Vicente Fatone47 comienza su tratado sobre la verdad con el concepto de la verdad como
concordancia. Cita a Santo Tomás quien analizó el concepto de la verdad es la concordancia
del pensamiento con su objeto. Fatone expresa que todo pensamiento suele estar referido a un
objeto, el cual puede ser real, ideal o imaginario.
Realidad y pensamiento en el contexto de la verdad
Ya hemos definido en parágrafo anterior nuestro concepto de la realidad lo cual iteramos
nuevamente para mejor comprender el proceso de pensar. Luego, corresponde ahora determinar
cómo es el proceso intelectual o pensamiento.
del inglés serendepity = “suerte para hallar cosas valiosas por accidente o azar” La palabra inglesa serendepity,
que el español adecuó como serendipia o serendepidad fue acuñada por el británico Horace Walpole. Con ella se
alude, sobre todo en investigación, a los hallazgos de respuestas a enigmas, o de documentaciones importantes, que
se hacen en forma aparentemente casual.
47
LÓGICA Y TEORÍA DEL CONOCIMIENTO, Editorial Kapelusz, Bs. As. 1951
46
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
El pensamiento es la “potencia o facultad de pensar” y pensar es “imaginar, considerar
o discurrir, reflexionar, examinar con cuidado, una cosa para formar un dictamen, sentencia u
opinión”. El pensamiento representa el “conjunto de ideas propias de una persona o de una
colectividad”. Como operación intelectual es la etapa que coordina y unifica todos los procesos
mentales que hemos descrito para llegar al conocimiento de las cosas y poder expresar todo lo
que ese conocimiento despierta o desarrolla en nuestra mente. El pensamiento es una verdadera
“red de significados o sentidos” dados a las cosas y que a partir de esos sentidos llegamos a una
noción completa, a la cual también relacionamos en una verdadera “red de nociones”.
Una vez que se ha concretado la elaboración mental del pensamiento, el hombre está en
condiciones de realizar una serie de operaciones intelectivas inteligentes: reflexionar
(“considerar nueva o detenidamente una cosa”); hablar (“formar, articular y proferir palabras
para darse a entender o comunicarse con otras personas”); usar el criterio (“juicio o
discernimiento que usa de normas para conocer la verdad y que a través de la crítica tiene el
arte de juzgar la bondad, la verdad y la belleza de las cosas, transcendiendo a la
metafísica)(usar el pensamiento crítico); comunicarse a través del lenguaje hablado, escrito o
gesticulado, a través de hechos y acciones y otros fenómenos.
Asimismo, usar del juicio. Juicio involucra “seso, cordura y asiento” pero también
implica el sentido de dictamen que es “opinión que se forma o emite sobre una cosa” y opinión
es el “parecer que se forma de una cosa cuestionada” “sentir o estimación en que coincide la
generalidad de las personas acerca de asuntos determinados” De esta forma vemos que opinión
está ligada al parecer, es decir, a los que las cosas parecen ser pero no lo son. Por esto, los
griegos la llamaban la mera doxa u opinión simple.
Se genera con el primer acceso a la cosa donde se ha percibido y formado concepto de las
cosas sin criterio profundo, debido a que en lugar de englobar toda la cosa, se accede a ella desde
un simple punto de vista que juzga un aspecto de la cosa y genera un concepto o pensamiento
aspectual (como resultado de un mero proceso intelectivo por lo que le llamamos pensamiento
procesal, pero que no se completa con el criterio). Este pensamiento aspectual queda sólo con la
idea que la mente ha formado de las cosas con la sola percepción y definición aspectual (el
aspecto de la cosa sin penetrar en su naturaleza), por lo que constituye una verdad relativa, es
decir, hace referencia al aspecto que se ve de la cosa o lo que la cosa parecer (pero no es). El
concepto originado en la verdad relativa es siempre contingente, o sea, que “puede suceder o
no” (en términos ontológicos: “puede ser o no ser”), por lo que es un concepto sin certeza.
Contrariamente, el pensamiento crítico o filosófico o metafísico es el que intenta llegar a
la verdad absoluta de las cosas, lo que éstas son en sí misma, conforme a su esencia. Es el
pensamiento trascendental, envolvente, englobador, propio de la inteligencia comprensiva y por
lo tanto es globalizador o totalizador. Penetra en la cosa desde todos los puntos de vista para
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
comprenderla como un todo. Este pensamiento está dirigido a lo necesario (aquello que no
puede dejar de ser lo que es) y por lo tanto se acerca a lo absoluto, es decir, tiene plena certeza
(pensamiento certero).
Sintetizaremos todo en el esquema siguiente:
ente
abstracción-aprehensión
idea
signo
conocimiento o gnosis
entendimiento o comprensión
inteligencia
signo-sentido
concepto
pensamiento crítico
juicio
signo lingüístico
palabra o logos
pensamiento- procesal
pensamiento- contenido
filosofía
opinión-sentencia
alethea (descubrir lo que las cosas son)
mera doxa (lo que no es)
verdad absoluta
lo necesario
comunicación
verdad relativa
lo contingente
(expresión del pensamiento)
Principios de la lógica (rectitud en el método de pensar)
He considerado a la lógica como una disciplina científica que intenta estudiar la
estructura del pensamiento y establecer reglas que aseguren un pensar correcto, evitando
desviaciones que lo alejen de la verdad o forma auténtica de pensar. Por su naturaleza, la Lógica
ha establecidos principios, en el sentido de “base, origen, razón fundamental sobre la cual se
procede discurriendo en cualquier materia”.
Fatone reseña los principios más clásicos:
Principio de identidad, cuyo enunciado general es “toda cosa es idéntica
a sí misma”, es decir, no puede ser otra cosa. Aristóteles concebía a la
identidad como un principio de entidad en el sentido de que era una
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
unidad del ser, o sea: una cosa es una cosa. Más o menos como que la
cosa es lo que es y no puede ser otra cosa.
Principio de contradicción, el que referido a una cosa puede ser
enunciado como que “es imposible que algo sea y no sea al mismo tiempo
y en el mismo sentido”
Principio de exclusión (tercero excluido): opera como una consecuencia
lógica del principio de contradicción, puesto que algo que no puede ser
verdadero y falso a la vez, si es verdadero excluye lo falso y viceversa. De
igual modo se procede con las antinomias ser-no ser, afirmaciónnegación, correcto-incorrecto, etc.
Principio del devenir: no es un principio propiamente dicho y surgió de
los principios de contradicción y exclusión, planteado por Hegel. El
principio de contradicción es claro: una cosa no puede ser y no ser al
mismo tiempo. Pero esto no excluye con el devenir del tiempo, o sea, con
un cambio de los tiempos, lo que hoy es o no es, mañana puede ser lo
contrario. Es el principio más aplicado a las ciencias médicas.
Principio de razón suficiente: “Todo lo que es, por alguna razón que le
hace ser como es y no de otra manera”. La fuerza de este principio reside
en que es ontológico y no lógico estrictamente, puesto que se refiere a lo
que las cosas son y no a los juicios formulados sobre ellas.
Principio de razón deficiente: es una consecuencia o corolario del
principio de razón suficiente, y cuyo enunciado es: “lo que no es, no es
porque no hay ninguna razón para que lo sea”.
Todos estos principios son independientes, es decir, operan por sí sin que necesiten de
otro apoyo. Pero esto no significa que el pensamiento no pueda tener una red de conexiones con
estos principios, en forma simultánea, lo que lleva a que puedan existir relaciones entre ellos.
Los principios puros de identidad, contradicción y razón suficiente no derivan de ningún otro.
Los principios que nosotros hemos separado y resaltado por su valor coadyuvante, como es el de
exclusión, devenir y razón deficiente, no son puros sino derivados de los otros tres, como lo
hemos señalado oportunamente. Creo oportuno señalar que estos principios enunciados por
Fatone son muy propicios por sus contenidos para ser tenidos en cuenta en el razonamiento de
una filosofía de la ciencia médica, puesto que permiten ajustar los conceptos científicos con un
método sumamente explícito que permite acercarse a la verdad, evitando lo falso, uno de los
postulados imprescindibles para un pensamiento filosófico.
La intelectualidad del hombre (homo intelligibilis)
De esta forma, podemos acceder a una cosa con el mecanismo intelectual, formarnos una
idea y una opinión, sólo porque hay un proceso mental o un pensamiento procesal. Es el
90
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
pensamiento simple, cotidiano que lleva a obtener un concepto aspectual de todo lo que cae bajo
nuestros sentidos o sentimientos. Quien mejor define esta situación es Sartori. La ignorancia o
desconocimiento de la naturaleza de las cosas y modo como operan sobre la vida y el cuerpo
humano nos plantea muchas incógnitas, las cuales no pueden ser llevadas al territorio científico
estricto por ser, a veces, una cuestión inmaterial. Pero muchos hombres han tratado por todos los
medios de “cientifizar” a los fenómenos, estableciendo nuevos métodos de investigación que
pueden ser estandardizados en tablas y medidas. La validez de esos métodos es lo que hoy se
discute en medios científicos, dada la tenaz resistencia de los “academicistas” que se aferran al
cientificismo estricto de tener parámetros fijos y universales para repetir y catalogar un
fenómeno bajo análisis científico. Conviene recordar que la ciencia es capaz de tomar un todo y
dividirlo en partes (análisis), sobre todo en cosas materiales y luego reconstruir un todo con esas
partes (síntesis), pero raramente puede tomar partes separadas y restituir un todo (síntesis) en
cuestiones no materiales. El poder de síntesis en lo no material es más propio de la metafísica
filosófica o del sentimiento metafísico de la fe o creencia.
Mientras el científico, al decir de Sartori, es un pensamiento de homo sensibilis, el
metafísico es el pensamiento del homo intelligibilis. Mientras un hombre piensa en el fenómeno
que puede captar sólo con sus sentidos, el otro lo comprende y lo resume en un concepto
abstracto, fruto exclusivo del trabajo mental introspectivo y no del análisis extrospectivo.
Giovanni Sartori48 sostiene que “el homo sapiens debe todo su saber y todo el avance de su
entendimiento a su capacidad de abstracción”. Nosotros hemos analizado la facultad mental de
abstraer, mediante la cual el hombre incorpora a su mente ideas o imágenes de las cosas que
percibe a través de los sentidos, pero también de aquellas que no son perceptibles y son
producidas por la propia mente, como son los conceptos. Esos conceptos parten de las imágenes
de la percepción o imágenes objetivas, o bien, nacen en imágenes subjetivas, irreales o
imaginadas (idea elaborada por la mente, imaginada, sin el dato de los sentidos y por una simple
percepción extrasensorial, interna o endógena. Imagen puramente mental). Tanto las imágenes
abstractas producto del estímulo de los sentidos por un objeto exterior o imagen exógena, como
las meramente producidas por la mente o la imaginación sin la participación de los sentidos o
imagen endógena, son imágenes elaboradas por un proceso mental.
Luego, esto hizo pensar a Platón y otros filósofos que esas imágenes alejan al hombre del
mundo real, objetivo, del mundo del ambiente o medio que lo circunda. Por un lado, porque las
imágenes abstraídas de fenómenos reales, nunca expresan fielmente al objeto observado ni lo
reproducen tal cual, por lo que no pueden expresarlo así ni por la reproducción gráfica o pintura,
ni muchos menos por el signo abstracto que es la palabra. En cuanto a las imágenes abstractas
endógenas, que luego veremos, por ser subjetivas y no materializarse en la realidad, son mucho
más difíciles de expresar y entender por no tener un referente específico sino sólo una idea casi
individual o personal.
48
Autor de HOMO VIDENS. LA SOCIEDAD TELEDIRIGIDA, editado en Italia en 1998
91
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Sartori define claramente que determinadas palabras del lenguaje del hombre son
simplemente símbolos lo que quiere decir que son “representaciones sensorialmente perceptible
de una realidad, en virtud de rasgos que se asocian con ésta por una convención socialmente
aceptada”. Esto significa, en la explicación del autor, que la mente admite figuras, imágenes de
cosas perceptibles por el tacto, el oído, el gusto, el olfato o el ojo (cosas que se ven, cosas
visibles). A este grupo pertenecen los nombres propios y las “palabras concretas” que se refieren
a un objeto común a todos (cama, mesa, carne, automóvil, gato, mujer, etc.). Para Sartori, esto
constituye “nuestro vocabulario de orden práctico”, el que se maneja cotidianamente en nuestra
vida común. Pero hay otro orden de palabras que constituyen un “vocabulario cognoscitivo y
teórico”, cuyo carácter abstracto puro (imagen endógena) no le da correlato en objetos o cosas
perceptibles por nuestros sentidos. Luego, el significado de esas abstracciones interiores o
intelectuales no se puede traducir con una imagen mental concreta, como ocurre con los
símbolos.
De este modo, para Sartori, ciudad es un concepto que de algún modo forma un
símbolo o figura visualizable. Pero, por ejemplo, ¿quién puede formar un símbolo o imagen
mental con las palabras nación, Estado, soberanía democracia, representación, burocracia y otras
similares? De igual modo ocurre con los clásicos abstractos que designan cualidades: belleza,
fealdad, bondad, maldad; los que designan valores como virtud, ética, moralidad, etc. y, por
lógica, con lo referido a la espiritualidad. Esto sucede porque los conceptos abstractos son
productos exclusivos de nuestra mente y cuya entidad no es posible imaginar en una figura
concreta y común a todos. Sólo nuestra mente puede denotar un poco y connotar muchos
conceptos como justicia, legitimidad, legalidad, libertad, igualdad, derechos. Pero mientras esa
mente sólo puede hacer “visible” en forma contingente algunas cualidades cuando son referidas a
un objeto en particular (una flor puede ser bella o fea, una persona puede ser buena o mala), los
conceptos referidos a entidades puramente abstractas, sin que se pueda referir a una cosa en
concreto, constituyen abstracciones “no visibles” en modo alguno.
Este concepto de algunos abstractos como entidades invisibles e inexistentes, sin
embargo, no es óbice para que el hombre maneje conceptos cotidianos referidos a la realidad
social, política y económica que en particular está inmersa cada persona de la sociedad
humana. Las palabras: desocupación, inteligencia, felicidad, son abstractos fundamentados
únicamente en un pensamiento conceptual que no tiene ningún sostén real. Si queremos darle un
sustento de “visibilidad” sólo lo haremos como lo hacemos con las cualidades: tomamos un
sujeto concreto y le aplicamos el abstracto. Así, la desocupación se hará “visible” a través de la
imagen concreta del desocupado o desempleado. Otro concepto como la felicidad será posible
visualizarlo a través de la fotografía de una cara con expresión plácida y sonriente, una “cara
feliz”. La palabra libertad, siguiendo la idea de Sartori, tiene “representatividad” en la figura de
un preso liberado. Obviamente, la palabra igualdad tendrá una concretización en la comparación
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
entre dos objetos similares a los que llamamos “iguales”. En cambio, la palabra inteligencia no
es posible hacerla concreta sin la imagen de un cerebro. Esto es debido a que en ese órgano
residen las facultades intelectuales y el poder de inteligibilidad.
Pero Sartori remarca que esta forma de imaginar asociaciones es una actitud
peligrosa, como antes lo destacó Platón, que lleva a distorsionar mucho el significado ajustado
de esos conceptos abstractos. A modo de explicación, nos dice que la imagen de un hombre
desocupado o desempleado no lleva a comprender cabalmente la causa de la falta de trabajo y
como resolver esa coyuntura. Simplemente es una asociación un tanto burda, de tener una idea
concreta del desempleo, pero sólo desde un punto de vista: el hombre sin trabajo. Para poder
completar todas las implicancias del término abstracto desempleo o desocupación laboral, habrá
que acudir a otras concepciones metafísicas o modos de conclusiones extraídas del análisis de
una realidad (es el trabajo de las ciencias sociales, económicas, políticas, psicológicas, de las
filosóficas, etc.). Nunca, por sí, un abstracto, con sólo pronunciarlo, nos dirá todo su contenido
en forma particular. Los contenidos concretos del abstracto se materializan también en
situaciones concretas. Así no todos los liberados de una cárcel abarcan toda la extensión del
término libertad ni todos los pobres concretos del orbe nos explican qué es la pobreza, como
tampoco conocer a un grupo de enfermos nos dice clara y completamente que significa la palabra
enfermedad.
El manejo social del lenguaje por parte de agrupaciones humanas ha permitido clasificar
a muchos pueblos como primitivos o avanzados. Los pueblos primitivos son los que conservan
una organización tribal y sólo se comunican con palabras concretas, es decir, las referidas a la
realidad inmediata circundante y a objetos exclusivamente perceptibles. Este tipo de lenguaje
concreto les facilita la comunicación entre sí, pero de ninguna manera les otorga una capacidad
que Sartori llama “científico-cognoscitiva”. Esto significa que esos pueblos tienen el don de
entenderse entre sí, de comunicarse, pero de ningún modo podrán progresar “científicamente”
porque no poseen el sentido del análisis y la síntesis de la disciplina llamada ciencia.
Contrariamente, los llamados pueblos avanzados son los que han adquirido el lenguaje abstracto,
especialmente el construido por un andamiaje lógico (sometido a las reglas de la lógica) que es
lo que permite el “conocimiento analítico-científico”. Esos pueblos “avanzados” son
propulsados por la tecnología y las ciencias en general y por una “mente culta” en particular. Es
la mente del “pensamiento abstracto” que es el da lugar al arte de pensar y puede ser la base de
una comunicación más elaborada y de la transmisión de conceptos basados en la capacidad de la
dialéctica del análisis y la síntesis, no sólo de lo científico, sino también de las cuestiones
abstractas.
De esta manera, Sartori concluye que “todo el saber del homo sapiens se desarrolla en
la esfera de un mundus intelligibilis (de conceptos y de concepciones mentales) que no es en
modo alguno el mundus sensibilis, el mundo percibido por los sentidos”. Dicho de otra forma,
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
esto puede enunciarse como que el conocimiento total del hombre actual, civilizado o
“avanzado” es producto no sólo de las impresiones de sus cinco sentidos, del mundo percibido
exclusivamente por los sentidos (mundus sensibilis), sino que también está completado por los
conceptos puramente mentales y sin representación sensible que son los abstractos y que
pertenecen al mundo intelectual (mundus intelligibilis). Esto nos puede retrotraer a conceptos
tales como el sensismo o doctrina epistemológica basada en el mundus sensibilis que postulaba
que exclusivamente las ideas del hombre son símbolos “calcados”, derivados de las meras
experiencias sensibles (Condillac).49
Esta doctrina del sensismo, si bien expresa un fenómeno real y existente, al no ser la
expresión cabal de cómo el hombre llega a formar sus conceptos, no prosperó por intentar su
primacía. Otra cosa hubiera sido si se la ubicase como parte del proceso mental de la
conceptuación. Como reacción al sensismo y tratando de explicar las cosas al revés, Kant
sostenía que las ideas o idea es, según cita Sartori, “un concepto necesario de la razón al cual
no puede ser dado en los sentidos ningún objeto adecuado”.
Tanto el sensismo como el kantismo expresan dos fundamentalismos, si bien parten de
hechos fenoménicos concretos. Hay imágenes que nacen de los sentidos pero sólo el cerebro,
sede de la inteligencia, es capaz de dar forma y, por lo tanto, imprimirle un significado para
formar un concepto. Esto ya lo vimos en el esquema que hicimos de las funciones mentales
intelectuales. Luego, todo conocimiento médico, si bien es concebido desde el materialismo
propio de la medicina, no está exento de ser pasible al sometimiento de la razonabilidad, a fin de
darle la correcta dimensión de un hombre que no sólo es una entidad biológica material con
fenómenos visibles. Naturalmente, si queremos ir al fondo de la cuestión, llegaremos a la
conclusión kantiana de que sólo la inteligencia es capaz de formar todos los conceptos, tanto los
que nacen de la percepción sensible como los que forma exclusivamente la mente. De ahí que
hubiera que admitir únicamente la existencia del mundus intelligibilis como proceso final del
conocimiento y de toda otra actividad espiritual. Esto nos transforma en homo sapiens y nada
más. ¿Por qué estas cuestiones de lo sensibilis y lo intelligibilis?
Paul Brunton postula que el cuerpo “evidentemente se convierte en un instrumento por
medio del cual se conoce el mundo objetivo, un mundo enteramente diferente del mundo interior
de la yoidad, con el cual somos uno. Sentimos que ese mundo externo está por completo
separado de nosotros. Las sensaciones que se graban en nuestra mente son nuestro único
vínculo con el mundo objetivo”. Luego, lo sensibilis es una etapa obligada de la instrumentalidad
que representa nuestra corporalidad para luego completarse con lo intelligibilis que es nuestra
yoidad o mismidad, lo que nosotros somos realmente. Por eso, sensibilidad e inteligibilidad
constituyen una misma cosa, una unidad de ser en nosotros. Somos hombres, en tanto tengamos
una corporalidad y una yoidad.
49
Etienne Bonnot Condillac - ORIGEN DE LOS CONOCIMIENTOS HUMANOS, Tecnos, Madrid, 1999
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
He apelado, otra vez, a una larga digresión para comprender mejor como el cerebro capta
la realidad a través de los sentidos o bien por sensaciones interiores. Cuando sólo se dedica a
formar conceptos de las cosas sensibles, es el pensamiento cotidiano, procesal que habíamos
determinado. Para que este pensamiento pueda formar juicios válidos debe ser sometido a la
crítica de la inteligencia, fuente del entendimiento. Sólo así es posible entender o comprender las
cosas. Sería válido acá introducir otra digresión sobre la inteligencia y el comprender.
La inteligencia como el comprender y el saber la verdad
La esencia de la inteligencia puede ser bosquejada con bastante certeza, dado lo
complicado de la cuestión, desde el punto filosófico. Desde un punto de vista etimológico,
inteligencia proviene del latín intelligentia, que etimológicamente proviene de intus legère,
término empleado por Cicerón que se traduce como un “leer dentro” y que abarcaría a la
capacidad para entender, comprender e inventar.
¿Qué es esto de “leer dentro”? Cicerón la entendió como “leer dentro de mí”. En esta
cuestión interviene la antropología filosófica la que entiende que leer dentro es la capacidad que
tiene la inteligencia de escudriñar el interior de las cosas para ir aproximándose al ser
(esencia) de las mismas.
Para ejercer la facultad de “leer dentro” de las cosas, la inteligencia opera como un haz de
luz circular, que al llegar a las cosas forma un círculo luminoso a su alrededor, quedando la cosa
inmersa bajo el foco directo de ese haz luminoso:
inteligencia
cosa
De esta forma la cosa queda aprehendida (prendere) dentro de un círculo (circum). La
cosa “prendida dentro del circo” da lugar al proceso de comprensión (circumprendere) que sería
la “acción de comprender” y comprender es “abrazar, ceñir, rodear por todas partes una cosa
para contener o incluir en sí esa cosa para entenderla, alcanzarla y penetrarla en su esencia”.
La luz (del griego fos) de la inteligencia hace que las cosas se asomen y se den a esa luz como
fenómenos (lo que se da a la luz) que sería “toda manifestación o asomo, tanto material como
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
espiritual, de las cosas”. Mediante la comprensión, la inteligencia devela el ser de las cosas y las
llena de significado, es decir les da un contenido y un sentido a todas las ideas y al signo
lingüístico lo define, o sea, le confiere una definición que puede ser personal (connotativa) o
convencional y general (denotativa). Una vez que la inteligencia llena de sentido y comprensión
a todos los signos mentales abstractos, (instaura el mundo) el siguiente proceso mental será la
formulación de juicios. Sin apresurarse a conceptos definitivos, se puede considerar que la
inteligencia humana se manifiesta como un sistema jerarquizado de procesos y estrategias
cognitivos, debidos a la interacción entre la herencia, la organización cerebral, la conducta y el
entorno social de la persona, que le permiten resolver problemas y desarrollar su creatividad.
He usado todas estas digresiones para abarcar un panorama más completo sobre las
facultades mentales, el pensamiento, la inteligencia, el entendimiento y la forma con qué el
cerebro llega a la formación de conceptos. La conceptuación puede surgir de un mero proceso
mental o bien de una abstracción más elaborada o inteligible, por intervención de la inteligencia
y su facultad de entendimiento o comprensión. Así, cuando se observa un objeto, según el
clásico caso citado por todos los autores que hablan de la verdad, como es el metal oro, puede
suceder que efectivamente lo observado sea oro o, en su defecto, algo que se parece al oro. En el
primer caso, es lo que se entiende por concordancia y pensamiento o entendimiento al haber
formado el concepto oro (metal dorado, precioso, maleable, etc.). Esto es lo que se acepta, por
lógica, como verdad. Pero si el objeto observado “parece metal dorado” pero no lo es (como
ocurre ahora con los plásticos “dorados”, es decir, barnizado con una pintura que les da el
aspecto áureo o de oro), no habrá concordancia o entendimiento entre el objeto observado y el
concepto formado. Esto es la falsedad, concepto opuesto a la verdad.50 La confusión entre verdad
y falsedad es propia de la percepción sensual o sensitiva, la que se realiza a través de los
sentidos. Los sentidos perciben formas y son esas formas las que los engañan e inducen a formar
el concepto equivocado. El concepto recogido estrictamente por los sentidos sólo pueden
conservar la forma y esto significaría que esa forma, en sí, es carente o desprovista de todo
contenido o significación abstracta. Cuando el cerebro decide formar una idea, una imagen
abstracta, pronto deberá también darle un contenido o significado. Y es acá donde juega la
inteligencia. Si el contenido es dado por un mero proceso intelectual, sin apoyo o intervención de
la crítica inteligente, el concepto que surja es meramente formal o aspectual y por lo tanto no
tendrá un sentido completo, sino parcial. De ahí que muchos enunciados de la ciencia médica
surjan de una casuística determinada, percibida por el autor de esos enunciados, pero al
carecer de una compleja elaboración intelectual que depure el contenido y el modo de obtener
ese contenido, se cae en el fenómeno frecuente de la temporalidad. Hoy el enunciado se acepta,
pero puede ser abandonado o cambiado un tiempo posterior. Luego, no hay un entendimiento o
comprensión y por lo tanto no habrá una perfecta concordancia entre objeto y entendimiento. El
pensamiento que origine será en primer lugar procesal y en segundo lugar, cuando haya obtenido
50
Cuando el objeto a pensar está recubierto por una forma aparente no real, se dice que la verdad consisten en
aprender y poder quitar al objeto el velo que lo cubre, esto es, des-velar al objeto para saber qué es en su esencia
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
un contenido éste no pasará de ser un juicio de mera doxa, es decir, una opinión. En esta
circunstancia, se está expresando una idea y un pensamiento o un concepto de lo que las cosas
“parecen ser”, es decir, como “aparecen” a los sentidos. Esto es una verdad relativa. Relativa
porque está relacionada con el dato del sentido, sin el análisis inteligente. Sólo cuando el
contenido del pensamiento es sometido a la crítica inteligente para ser entendido o comprendido
en todos sus aspectos, se forma el pensamiento crítico o filosófico y éste es el que nos puede
acercar a lo que hemos considerado una verdad más absoluta y menos relativo. Esto es lo que
llegamos a apreciar como el “conocimiento certero”. Todo este proceso es el que ayudaría a
descartar las dudas sobre la dificultad que plantea la pregunta ¿cómo puedo saber que hay
concordancia entre mi pensamiento y la realidad? El conocimiento certero del pensamiento
verdadero lo será en tanto y en cuanto se pueda establecer una verificación de la concordancia.
La verificación es “probar” que la cosa es verdad y para esto se deberá realizar un examen de la
misma. Ese examen puede ser intelectual o instrumental. En el caso del oro, será instrumental.
Pero en el caso de las cuestiones abstractas deberá ser intelectual. En esta situación, la
verificación será probable por el consenso universal, constituido por todos los puntos de vista
posibles a través de la experiencia de todos los hombres o la humanidad en sí.
Pero no todo es tan sencillo como pensar, inteligir y verificar o buscar el consenso. Hay
que considerar el instrumento del pensamiento y la inteligencia, esto es, el hombre que está
inmerso en la realidad. ¿Cómo “funciona” este hombre? Cabe, ahora, profundizar un poco más la
cuestión realidad. Como punto siguiente de reflexión es lícito preguntar: ¿una misma realidad
(o también realidad en forma indeterminada) es igual para todos? o ¿cada uno interpreta la
realidad en modo diferente? En estas preguntas, para ser contestadas con una buena precisión,
es necesario desmenuzar las respuestas en una serie de reflexiones.
La primera reflexión es que, sin dudas, los objetos o cosas, que se dan en la realidad, son
un todo único, su percepción por los sentidos no afectados (indemnes), es idéntica, la naturaleza
es única y, evidentemente, un mismo objeto no puede tener identidades o naturalezas distintas.
Esta reflexión está referida al objeto en sí, sin la interpretación de un sujeto, o sea, a la
presentación del fenómeno (fenómeno puro), a la “cosa” que “se da” o “está ahí” como mero ser
en un ámbito estimúlico. El ámbito estimúlico es el que permite estimular la percepción por los
sentidos o por la intuición o por la sensación interna (percepción que causa sensaciones
subjetivas) o imágenes por representación ideográfica, es decir a la mera formación de una
idea, no sujeta a la abstracción por la percepción de un fenómeno objetivo (la idea formada es
puramente una imagen mental sin correlación con ningún ser que tenga existencia fuera de la
mente que forma esa idea).
La segunda reflexión es, también sin dudas, de que la captación de la realidad por un
sujeto observador o perceptor de estímulos de cualquier naturaleza, necesita tener un estado de
conciencia determinado para que sus sentidos o sensaciones internas puedan ser estimuladas en
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
forma normal y debida, es decir, la forma en que habitualmente todas las personas viven,
captan e interpretan la realidad circundante. La conciencia plena es cuando la persona está
vigil (despierta completamente), sus sentidos están atentos o concentrados en la percepción de un
fenómeno o cosa y esos sentidos no padecen ninguna alteración. A su vez, los mecanismos
intelectuales o mentales que permiten la captación (abstracción), formación de ideas, conceptos y
juicios, también deben funcionar normalmente (sin estar afectados por alteraciones físicas,
psiquiátricas, ni conceptos “a priori”) y que permitan percibir la realidad “tal cual”.
La tercera reflexión es que debe considerarse como “condición sin la cual”, que la forma
de la interpretación de la realidad sea adecuada, es decir, se acerque lo más posible a la
verdadera naturaleza de las cosas percibidas. Esta reflexión, a su vez, genera otras como ser:
la interpretación directa, mera, pura de la cosa como ente “que aparece”, es
decir, saber interpretar si es real o irreal, si es conocido o desconocido, si tiene o
no un sentido previo, si es falso o verdadero. Esta reflexión cabe porque no es lo
mismo interpretar a un animal visto como lobo o como perro, o a una imagen
como ilusoria (alucinación) o real. Si la interpretación básica, simple o directa
falla, es seguro que toda la realidad será trastocada y deformada.
la interpretación reflexiva que es la que realiza el sujeto cuando intenta
descubrir la naturaleza de la cosa o fenómeno observado y darle un sentido. La
interpretación reflexiva puede ser hecha de dos maneras (las más sobresaliente
entre otras posibles):
a) en una forma global, abarcadora, considerando la cosa interpretada como un
todo o
b) en una forma parcial, como un simple punto de vista, es decir, teniendo en
cuenta sólo un aspecto (interpretación aspectual).
El hombre por su naturaleza inteligente, a diferencia del animal, además de una
percepción de la realidad en forma directa o pura, como algo solamente estimúlico, casi
automáticamente tiende a interesarse por la naturaleza o esencia de la cosa (lo que las cosas son)
y, por tanto, inmediatamente trata de ubicarlas en el contexto de su existencia o de su proyecto
existencial, lo que significa darle un sentido. Ya afirmé que una cosa “sin sentido” para el
hombre es como si no existiera, es una nada.
El animal, que supuestamente vive sin buscar el sentido de las cosas, habita un lugar
asignando a los objetos y sensaciones que en ese ámbito se dan, el papel de cosas meramente
estimúlicas. Son cosas que afectan a sus sentidos como algo que “le sirve para...” (para
satisfacer un instinto de hambre, sed o sexual, para protegerse, para morar, para marcar un
territorio) y en ese sentido usa de los seres animados e inanimados que le rodean. Sus
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
sensaciones internas son solamente instintivas y se guía por ellas para subsistir, para placer, o
para temerles o huir de ellas. Sus sensaciones básicas son afectivas (cuando cuida de su cría,
convive con su pareja o integra un conjunto como manada, rebaño, enjambre, es decir, como
animal gregario) o son agresivas (ataca para defensa, para matar su presa que le alimenta, para
evitar que otro ocupe su territorio) o son simplemente de miedo o temor que le causa angustia y
provocan el reflejo de huida o de lucha.
En el animal, el conflicto siempre desata, en forma neta, la resolución por la lucha o la
huida. Pero nunca queda siderado crónicamente. Por eso no padece “enfermedades por estrés”,
salvo que esté privado de su libertad, por algún motivo (enjaulado, entrampado o cercado por
vallas naturales). El hombre, en forma diferente al animal, vive interpretando su realidad,
cargándola de sentidos y transforma su ámbito estimúlico, en un “mundo” (un ámbito con
sentido) y enseguida comienza a “instrumentar” su mundo, instaurando la cultura. Es decir,
cultiva su medio y lo llena de instrumentos para adaptarlo a su gusto o necesidad. La
transformación de un medio o ámbito estimúlico puede ser: para mejorar lo natural o para
destruirlo o para instalar lo artificial (el instrumento físico creado por el hombre).
El sentido que el hombre da a las cosas, puede ser hecho en forma de interpretación
directa y de ese modo, una piedra es sólo una piedra que “le sirve para...” instrumento, arma,
construir un muro, etc. y de ese modo vive circunstancialmente. En este caso, su proyecto vital
es siempre un proyecto cotidiano: aquel que sólo le sirve para “vivir al día” y satisfacer sus
necesidades inmediatas. O bien, el hombre puede adoptar una interpretación reflexiva y además
de darle a las cosas un sentido físico, mediante una reflexión profunda y crítica transciende su
mundo cotidiano y pasa a buscar un sentido metafísico. De esta forma inquiere ya en forma
global y no sólo con un punto de vista o aspecto, sobre la esencia de las cosas (lo que las cosas
son en sí) y darles un sentido englobador y más cierto. En este plano florecen ciertas ciencias de
la comprensión y la filosofía, la epistemología de las ciencias aspectuales, la conducta moral o
ética, la fe religiosa, la vida virtuosa. El hombre ya no sólo vive “para...” satisfacer necesidades
materiales, sino agrega un “porqué” vive y acepta un proyecto existencial más profundo que el
meramente cotidiano. La vida tiene un sentido completo que abarca lo físico y lo metafísico y el
hombre ya no es un mero instrumentador de ambientes, sino que vive la plenitud de su
espiritualidad, acercándose a la identidad plena de su condición de ser “pensante”, “inteligente”,
dotado de un logos o verbum o palabra que puede conducirle a un estilo de vida armónico
consigo y con el universo (todo lo que le rodea).
Verdad en la realidad: tendencia a lo bueno
Las condiciones de la conciencia, como juez de lo bueno y lo malo
Fundado en estas reflexiones extraídas de los pensadores filósofos de las últimas décadas,
que parten de las raíces del pensamiento griego liderado por Aristóteles y Platón (y a través de
99
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
él, Sócrates), se afirma el deseo de lograr una perfección espiritual que esté en correspondencia
y armonía con la verdadera naturaleza del hombre. Esta naturaleza que es principalmente
buscadora de la verdad, de la esencia de las cosas y de la manifestación del hombre como ser
inteligente que puede dominarse a sí mismo y manejar su ambiente, instalando una calidad de
vida que sea “excelente”, placentera y totalizadora. Para que esto ocurra, los dos polos
principales de la vida (el hombre y su realidad o circunstancias) deben lograr una afinación a tal
punto que les permita usar debidamente las potencias intelectuales, afectivas y volitivas del
hombre, y la realidad sea vivida siempre con tendencia a lo bueno, evitando o superando lo
malo. La escuela filosófica española, encabezada por Ortega y Gasset y sus discípulos han
hecho hincapié en reflexionar sobre “el hombre y sus circunstancias” siguiendo de algún modo
los preceptos de una filosofía antropológica basada en la fenomenología y algunos principios
del existencialismo. Naturalmente, no del existencialismo denostado por mucho pensadores
filosóficos por las conclusiones de Sartre, y otros pensadores, sino por el existencialismo que
sólo trata filosóficamente la vida que el hombre desarrolla cuando decide manifestarse, es
decir, mostrar “modos de ser”, dejando su “sistencia”, su “mismidad”, su “subjetividad”, su
“intimidad”, todo lo relativo a “sí mismo” para salir al mundo y obrar de diferentes modos.
Cuando estos modos son “globalizados”, es decir, universales (ambos conceptos utilizados en el
sentido de que ocurren en todos los hombres de idéntica manera y sin excepción), serán
interpretados como notas fundamentales de la esencia no conocida del hombre. Por eso habíamos
afirmado que cuando el hombre “sale de sí”, abandona su intimidad, queda fuera de su sistencia
(sí mismo), empieza su existencia (ex = fuera; sistencia = sí mismo). La existencia humana es la
“capacidad de relación consigo mismo y con las cosas exteriores”, pero no es una subjetividad
ni vive encerrada en sí misma, ya que el ser mismo únicamente se realiza en comunicación con
otro ser igual a él. La importancia de la comunicación es que no sólo hace posible el ser, sino
que es también el camino hacia la verdad en todas sus formas. La verdad unívoca está en la
“validez de las afirmaciones que están consolidadas por una intuición inteligente y una
evidencia lógica, a través de conocimientos exactos para la conciencia en general” (Karl
Jaspers)51
Todo lo anterior nos conduce a una nueva cuestión que es la conciencia. La conciencia,
por su propia definición es el mundo interior del hombre. Es la “propiedad del espíritu humano
de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo
experimenta. También representa el conocimiento interior del bien y del mal y el conocimiento
exacto y reflexivo de las cosas”.
Bien pensada, la conciencia es la que nos permite darnos cuenta o percatarnos de las
cosas o de juzgar una ley o la moral. En otras palabras: conciencia es darnos cuenta de lo que
nos está pasando a nosotros y de lo que pasa alrededor nuestro y juzgar a las cosas que pasan
con un sentido de ética y moral. La conciencia, en alguna manera, es la forma de aprehender
51
Karl Jaspers - FILOSOFÍA DE LA EXISTENCIA, Madrid, 1968
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
la realidad. Otras definiciones la explican como el “conocimiento inmediato de sí mismo que
tiene el ser humano, de sus estados mentales y de relación con la realidad, integrado por un
grado suficiente de vigilancia (funcionamiento nervioso) y de lucidez (funcionamiento
psicológico)”.52
Para que la conciencia esté activa (lo que ocurre cuando el hombre está despierto o
consciente), desarrolla la atención o estado de vigilia (estado de conciencia) en el que las
células de la corteza cerebral se mantienen en un estado de excitación continua. Las funciones de
la conciencia, que se basan en la información de los sentidos, crean modelos de lo que le parece
que es el mundo. Tales modelos reúnen algunas peculiaridades:
1. son constantemente “puestos al día” con informaciones nuevas que llegan al
encéfalo desde el mundo exterior, de modo que pueden crear un cuadro de
imágenes en movimiento
2. pueden “engañar” al cerebro cuando el mundo exterior no coincide con el cuadro
interior de imágenes como ocurre con las alucinaciones y las ilusiones visuales,
auditivas u olfativas.
Esta última característica de esos modelos, nos alertan de que no hay un mundo exterior
que obligadamente sea real para el cerebro, es decir, que este lo capte “tal cual” es. En última
instancia, para cada persona o individuo, solamente existe el mundo que su cerebro construye.
Esta afirmación es muy importante para poder entender y manejar el simple modelo de
información que nos llega al cerebro y que forma las ideas. Nos demuestra que no siempre el
cerebro puede construir una idea adecuada, debido a un error de percepción, ya sea porque el
órgano no está disponible o porque el punto de vista no sea el correcto. También nos demuestra
que el encéfalo puede ponerse a funcionar de distintas maneras y cada una produce un mundo
interior diferente.
Es importante tener en cuenta los estados de conciencia. Este tema se refiere a la forma
en que se puede encontrar la conciencia en lo relativo a su funcionamiento. Se diferencian varios
estados de conciencia, dependiendo de la intensidad y rapidez de la actividad de ésta, de su
claridad y de la comprensión de su contenido. Así tendremos:
 Estado de máxima claridad de conciencia o de conciencia plena
 Estados de enturbiamiento u obnubilación de conciencia o conciencia onírica
(estado de preconciencia o subconciencia): estados oníricos, estupor, confusión,
estado crepuscular, etc.)
52
Ang, Gonzalo – DICCIONARIO ILUSTRADO DE CULTURA ESENCIAL, España, 1999
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
 Estado de falta absoluta de conciencia o pérdida de conocimiento: la anulación de
la conciencia es total cuando hay desvanecimiento o desmayo o lipotimia, sueño
profundo y coma.
Nos hemos referido con anterioridad a que el hombre para tomar contacto, percibir o
conocer las cosas, debe estar en estado de conciencia plena, el cual le permite ejercitar todas sus
facultades mentales. La conciencia es un estado vigil, dijimos, es decir, el hombre consciente
está despierto. No está alucinado, confuso, ni semiconsciente. Está completamente en pleno uso
de sus sentidos y su razón.
Este estado de conciencia, a modo de un punto luminoso potente (foco), se concentra en
modos diferentes con la realidad:
1. Puede captar la realidad “tal cual” se le presenta a sus sentidos, es decir, conocer
lo que ve, a modo de una simple lente de cámara fotográfica. Sus sentidos
registran la presencia de la cosa, sin cuestionar su esencia. Esto ha sido
interpretado por algunos pensadores como conciencia natural.
2. Pero puede ocurrir y ocurre, que el hombre decide enfocar la realidad pensando
en ella, buscando un sentido y un significado de las cosas, formando un concepto
y un juicio sobre las mismas. Esta sería una conciencia reflexiva, la que puede
ejercer sobre las cosas exteriores (conciencia crítica) o reflexionar sobre sí
mismo, sobre su propio yo (autoconciencia).
3. Cuando esta conciencia reflexiva, deja el objeto físico (factum) para trascender a
lo metafísico, se transforma en conciencia de lo absoluto, tratando de indagar el
fin último de las cosas, lo que las cosas son realmente en sí, lo absoluto. La duda
de muchos filósofos es saber si el hombre tiene capacidad de abarcar lo absoluto.
Más aún: ¿existe lo absoluto?, ¿o es sólo una idea creada por el hombre? De
cualquier manera, hay una tendencia innata a través de todos los siglos de buscar
y de encontrar la razón suprema de todo: lo absoluto.
El enturbiamiento de la conciencia o estado de obnubilación de la conciencia puede
ocurrir por una emoción violenta o el estupor que causa el fenómeno de estupidización que es
como una obnubilación parcial de conciencia que sume en una especie de estado de estupidez.
Hay situaciones o drogas que se convierten en un estupefaciente (que produce estupefacción o
pasmo, estupor) (estupor es una disminución de la actividad de las funciones intelectuales,
acompañada de cierto aire o aspecto de asombro o indiferencia). En cuanto a la estupidez la
comprenderemos como una torpeza notable para comprender las cosas, en la que aparece esta
disminución de la actividad de las funciones mentales (déficit de conciencia) que produce una
serie de torpezas, anulando las posibilidades de un funcionamiento o desarrollo intelectual
correcto. Incluso, la estupidez de algún modo es la falta de sensatez. El hipnotismo o las
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
situaciones que ejercen un efecto hipnótico permiten que quien se encuentra bajo su influjo
puede ser inducido a conductas por sugestión.
Otro efecto que se produce es el fenómeno de enajenación que permite que se instale la
transformación de confundir la ficción con la realidad. La enajenación es un fenómeno en el cual
la persona está desposeída o privada de su estado pleno de conciencia o puede esta fuera de sí
donde se le entorpecen o turban el uso de la razón y de los sentidos. También consiste en un
estado de distracción o dispersión mental total donde hay falta de atención (déficit de atención)
o bien un estado embeleso o privación del juicio (esta privación cuando se instala en forma
permanente se conoce como locura o demencia). El embeleso es una suspensión transitoria o
arrebato, del uso de los sentidos (cautivamente o arrobamiento).
En cuanto a lo relativo entre conciencia y saber, Heidegger ha definido que “el ser de la
conciencia, como conciencia, es estar sabiendo” y mientras esto ocurre “el ser del objeto, como
objeto es el estar siendo sabido”. Luego, “el ser de algo para una conciencia es el saber”. Estas
conclusiones heideggerianas rematan el pensamiento de que la conciencia, en cualquiera de sus
modos de ser, es el único instrumento válido del hombre para manifestar su inteligencia y todas
sus notas fundamentales, y la vía exclusiva del conocimiento y del saber. A estos párrafos que
anteceden hay que remarcarlos o subrayarlos o ponerlos en mayúscula porque son la llave que
permitiría a estudiosos y educadores ponerlos en la pista para que cuando estudien o intenten
comunicarse o modelar al hombre, sepan que los signos o señales que recibe no siempre pueden
ser interpretados con una determinada intención.
Por esto es fundamental conocer muy bien la forma en que, el hombre a estudiar o
educar, percibe y recepta las señales, para adecuar los códigos de estudios o de comunicación a
esa especial condición del receptor. Así, también, sabemos que la conciencia o el estado de
receptividad pueden ser modificados por las situaciones ambientales, los fármacos, las propias
emociones y otras variables. Atendiendo todos los conceptos que hemos expuesto, en síntesis, se
puede apreciar que la palabra “conciencia” se utiliza para referirse a varios fenómenos y
procesos.
Por ende, tendremos que:
1. se usa como sinónimo de vigilia o conciencia vigil (estar despierto y en contacto
con el mundo externo). La relación entre vigilia y conciencia es muy estrecha, por
lo que suelen considerarse sinónimos. La percepción es totalmente sensorial y hay
completo estado de atención. Se observan las cosas con interés y concentración.
Es la llamada conciencia clara.
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
2. como conciencia moral para lo cual se relaciona con los conceptos del mal y del
bien para lo cual debe observar un conjunto de normas y valores para regir la
conducta, lo que se adquiere con el proceso de socialización
3. como conciencia de percepción o sea “darse cuenta”, advertir los sucesos y los
objetos externos que capta continuamente el aparato sensorial de nuestros órganos
(percepción sensorial); como así también las cosas que “nos pasan por la cabeza”
como pensamientos, recuerdos e imágenes mentales diversas y otros fenómenos
mentales como la telepatía, premonición, etc. (percepción extrasensorial). En la
percepción extrasensorial, como puede ser un éxtasis, los sentidos quedan fuera de
uso y la conciencia está en una especie de “estado de suspensión”. Se está
despierto pero no hay percepción sensorial. No hay atención exterior, sino
interior.
4. como conciencia onírica o preconciencia que es una especie de estado intermedio
entre el vigil y el sueño. Ocurre antes de dormirse y al despertar. No se está
durmiendo propiamente ni se está despierto del todo. No hay estado de conciencia
plena sino de semiinconsciencia. Es la conciencia de las imágenes hipnagógicas.
En este sentido conciencia no es igual que vigilia. Hay un estado de conciencia
nublada.
5. como conciencia intelectiva o estado de conciencia que permite usar el intelecto
para adquirir el saber. Es un estado necesario para el aprendizaje y la adquisición
del conocimiento en general.
6. como conciencia volitiva en relación a la toma de decisiones, la deliberación y, en
consecuencia, a proceder a una conducta determinada en un “querer” y en un
“querer hacer”
Según algunos cálculos, cerca de cien mil millones de neuronas constituyen el SNC
(naturalmente nadie las contó una por una y con precisión). El porcentaje mayor de estas células
está en la corteza cerebral que se encuentra en la superficie de ambos hemisferios cerebrales. La
superficie de cada hemisferio contiene las células que elaboran los códigos neuronales que
provienen de los sentidos. Tales códigos envían información sobre los estímulos ambientales, a
las áreas receptivas de la corteza, donde la información es procesada por columnas de células y
transferida a las áreas de asociación, que se encuentran adyacentes, de modo que pueda
combinarse con informaciones procedentes de la memoria, de los sentidos y de otras áreas
cerebrales. Esta función de asociación es muy compleja y explicaría la delicada esencia del
pensamiento humano y de las otras funciones intelectuales.
De esta forma también se recibe la información de las vías nerviosas sensitivas al sistema
reticular activador, el que estimula la actividad y la atención en toda la corteza cerebral. La
información sensitiva sale del encéfalo, desde la corteza motora a través de las vías motoras y de
ahí a la medula espinal, última operadora de sensaciones sensitivas y de impulsos motores. La
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
combinación de la información de estas diferentes fuentes y su elaboración por la corteza,
produce el fundamento de la conciencia. Las células reticulares excitadoras están extensamente
conectadas con todo el sistema nervioso, tanto sensitivo como motor, y son estimuladas por
impulsos nerviosos procedentes tanto de afuera como de adentro del cuerpo y sus distintas
partes. Si por cualquier motivo se corta la entrada de información sensorial o sensitiva
(percepción externa e interna), la excitación de la corteza cerebral cambia y la calidad de
conciencia se modifica. El estado de conciencia se modifica según haya luz o oscuridad, ruido o
silencio, indemnidad o ruptura de las vías sensoriales. O se altera según haya pérdida del estado
de conciencia (inconsciencia), sueño o alucinaciones.
Otra cuestión fundamental es la relación entre conciencia, atención mental y la
concentración mental. La atención mental es denotativamente la acción de aplicar
voluntariamente el entendimiento a un objeto espiritual o sensible, tener en cuenta o en
consideración cosa alguna. En lo relativo a la conciencia, podemos definir a la atención como la
concentración de la conciencia y concentración es la acción de reunir en un centro o punto lo
que estaba separado. La llamamos atención mental para diferenciar otras denotaciones y
connotaciones de la palabra atención. Es como si la conciencia se enfocara en un punto
determinado y ahí coloca la cosa o cuestión a considerar. De alguna manera, opera como la
comprensión de la inteligencia, por lo que puede representarse con este esquema similar:
conciencia
cosa
La atención estaría representada por el haz de las dos líneas que abarcan el círculo, el cual
representa el punto donde está concentrada la cosa o cuestión que interesa.
El mundo que nos rodea es complejo. Muchos estímulos simultáneos bombardean
nuestros órganos sensoriales, de modo que, para que el medio sea coherente para nosotros y
podamos desempeñarnos y conducirnos en él de manera apropiada, es indispensable que
hagamos una selección que nos permita percibir lo que es relevante para nuestro interés y hacer a
un lado lo irrelevante. Tanto nuestros sentidos internos (la cinestesia que es la percepción de la
postura y del movimiento propios, sinestesia es la sensación en una parte, asociada o secundaria
a la producida en otra parte; sensación percibida en un sentido por el estímulo de otro y la
cenestesia que es la percepción visceral que se manifiesta cuando tenemos hambre o sed o
necesitamos ir al baño) como de los sentidos externos (vista, oído, tacto, olfato y gusto), nos
ayudan en la tarea de prestar atención a nuestro cuerpo y su rededor. La capacidad de enfocar
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
esos sentidos hacia estímulos específicos es lo que consideramos y llamamos atención y a la
atención sostenida la denominamos concentración. Lo contrario es la dispersión mental. La
atención mental depende de muchos factores:
1. Factores del organismo: es la atención en función de algunas necesidades
corporales o física, por ejemplo, hambre (la atención se concentra en estímulos
olorosos y visuales relacionados con la comida); si desea llegar a un lugar
determinado, la atención se concentra en el sistema de señales que nos lleven a
destino; el impulso sexual nos llevará hacia las personas atractivas (sex appeal).
Así, los diversos intereses nos llevarán a la búsqueda de estímulos pertinentes
específicos. Esto es lo que hace que cada persona enfoque su atención de manera
distinta. Tanto la diversidad de intereses como la tendencia a concentrarse más o
menos en el detalle o en la situación global, dependen del tipo de personalidad.
Los obsesivos tienden a fijarse con mayor concentración en detalles. Los
“impresionistas” (que se dejan llevar por impresiones) tienden a percibir las
situaciones de manera global y con algún grado de dispersión y asociándolas a
emociones de agrado y desagrado.
2. Factores de la naturaleza del estímulo: en este punto hay que discernir tres
situaciones distintas:
intensidad del estímulo que atrae la atención y hace que se aparte del objeto o
de la situación en la que se concentraba anteriormente, por ejemplo, cuando
oímos un ruido fuerte o vemos una luz potente. Es un estímulo intenso que
estimula atención involuntariamente y en forma no deliberada.
novedad del estímulo: todo lo nuevo o en general, diferente, atrae la atención
y ya no se advierten hasta que desaparecen. Son percepciones de estímulos de
poca intensidad a los que enfocamos deliberadamente. Esto ocurre
generalmente con las modas o hábitos distintos a los nuestros que nos llevan a
advertir la vestimenta o el peinado de una persona, la pintura distinta de una
fachada conocida, etc.
repetición del estímulo: cuando un estímulo se repite indefinidamente y en
forma continua se produce el fenómeno de habituación y esos estímulos dejan
de llamar la atención a tal punto que dejan de advertirse o percibirse, obrando
de modo como si desaparecieran. Esto ocurre con el tic tac de un reloj y otros
sonidos monótonos.
Un aspecto interesante es lo relacionado con la dispersión mental o desatención.
Cuando se desvía la atención o se pierde la concentración aparece el estado de dispersión mental
o desatención que es todo lo contrario de concentración, pues acá se separa o desparrama lo que
estaba ubicado en un punto o centro de reunión. La dispersión mental es una alteración de la
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
atención por varios trastornos y constituye un déficit de atención. Es importante para los
fundamentos de una filosofía de la medicina, tener en cuenta estos mecanismos mentales o los
estados mentales que permiten la formación del pensamiento, tanto en lo filosófico como en lo
científico. El médico debe saber “prestar la debida atención” a sus menesteres profesionales,
debiendo “tener plena conciencia” no sólo en el saber darse cuenta de lo que debe en lo
científico, sino un elemento que le permita no perder de vista lo moral y lo ético.
El “sistema de la verdad”
Completamos así, con un pantallazo sobre la realidad, la conciencia y el hombre inmerso
en la realidad, los factores que rodean al proceso mental de búsqueda de la verdad. Establecer
que un hecho es verídico lleva a una serie de verificaciones y todo eso constituye la búsqueda de
la verdad, la cual consiste en acumular representaciones y verificar unas mediante las otras. Este
quehacer conduce a establecer a la verdad como coherencia. La coherencia de la verdad, según
Fatone, está dada por la total congruencia con otras verdades. Esto funcionaría como que un
conocimiento se apoya en otro para establecer una verdad y que la verdad debe, a su vez,
coincidir con otras verdades, estableciéndose una especie de sistema de la verdad. Esto es más
patético cuando se quiere establecer una verdad científica. Para decir que el pensamiento de una
persona o del hombre en general, es verdadero hay que aceptar, de algún modo, el postulado del
idealismo que pregona que la verdad descansa en una unidad última del conocimiento y esa
unidad es tal que los elementos del conocimiento están relacionados de manera que no pueden
ser conocidos sino en función del todo y, a su vez, el todo no puede ser conocido sino en función
de aquellos elementos. La unidad del conocimiento es una concatenación que implica la lógica,
la coherencia o congruencia y todo lo que significa la búsqueda de la verdad. Habíamos
adelantado que la verdad es una concordancia y una verificabilidad. Esto determina que la
verdad sea también una relación, puesto que siempre hay un nexo relativo entre pensamiento y
objeto, siendo el objeto a lo cual se refiere la verdad. Pero también dijimos que había un sistema
de la verdad que exigía congruencias o coherencias con otras verdades, expresadas como
pensamientos dentro del mismo sistema. Esto operaría como que habría una verdad en relación
con el pensamiento y su objeto y una verdad en relación compatibilidad y coherencia entre un
pensamiento y otro, sobre todo cuando esos pensamientos son puntos de vista de una misma
cuestión. Esta cuestión podría englobar algunas doctrinas que hablan de proposiciones y
símbolos.
Pienso que en realidad, se habla de una misma cosa, que sea física o metafísica, todo
objeto o cosa o cuestión está sometida, obligadamente, a puntos de vista diferentes y son esos
puntos de vista que sobre un mismo objeto puedan dar pensamiento, proposiciones, distintas
aparentemente. Por eso se apela a la concordancia, la congruencia, la compatibilidad, la
verificabilidad y otras propiedades que luego veremos, para asegurarnos que no haya
discordancia fundamental con los puntos de vista, sino que todos confluyan a la unidad de
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
pensamiento a la que hemos hecho referencia. Es evidente que las oposiciones no son distintivas
de la verdad. Una cosa o es blanca o es negra, desde el mismo punto de vista. Pero puede suceder
que desde otros puntos de vista tenga zonas grises o distintas a las del primer punto de vista.
Muchas oposiciones son aparentes si luego se verifica que pertenecen a un mismo objeto
(oposiciones relativas). Sólo las oposiciones absolutas, aquellas que no admiten otros puntos de
vista son las incompatibles con la verdad. Un mismo objeto, bajo un mismo punto de vista,
nunca podrá ser blanco y negro a la vez. Una de estas oposiciones es falsa.
Quizás, unas de las características fundamentales de la verdad sea la evidencia,
entendiendo por la misma a la “certeza clara, manifiesta y tan perceptible, que nadie pueda
racionalmente dudar de ella” (RAE) Si bien la etimología de evidencia puede estar en el verbo
ver, en realidad no es referencia literal al sentido de la vista, sino prácticamente a la videncia
interior de la inteligibilidad, esto es, de la inteligencia. Esa videncia inteligible es la que permite
a la inteligencia “leer” dentro de las cosas. La videncia proveniente de los sentidos o videncia
sensorial es la que nos permite mediante la vista u ojos, visualizar un fenómeno perceptible. Pero
hay cuestiones que son imperceptibles al sensorio, pero pueden ser sentidas o percibidas por lo
extrasensorio. Sucede cuando un objeto o cuestión se presenta a la mente como si fuese una
visión física o percepción visual, cuando en realidad es una mera sensación interna con
prescindencia absoluta de los sentidos. Este fenómeno se conoce como clarividencia.
En las cuestiones tanto físicas o materiales como inmateriales, concretas como abstractas,
la verdad de la naturaleza o esencia de estas cuestiones se nos presenta como clarividencia y
esto es lo equivale a evidencia. La evidencia, en las cuestiones físicas y concretas es el objeto
perceptible; en esta coyuntura para probar la verdad simplemente muestro 53el objeto y el punto
de vista. En el caso de razonamiento o sensaciones internas, la evidencia es el juicio y acá la
evidencia para probar la verdad es la demostración. En ambos casos, la mente siempre termina
expresándose con un concepto pleno de sentido. Cuando el concepto que surge del análisis y
verificación del objeto no ofrece dudas ni contradicciones y cuando el juicio que surge del
concepto abstracto no es opuesto a la lógica, la razón y el sentido común, estamos ante la
evidencia de una cosa. Luego, esa evidencia surge de una estricta experiencia, o sea, de un juicio
categórico, o de un razonamiento ordenado o juicio hipotético. Algunos autores distinguen a la
experiencia sólo como evidencia de hechos y razón suficiente únicamente por juicios
asertóricos.54 En cambio, el mero razonamiento, como evidencia de forzosidad, es razón
suficiente de los juicios apodícticos, para lo cual tienen que ser “incondicionalmente ciertos y
Mostrar o mostración es “manifestar o poner a la vista una cosa, enseñarla o señalarla para que se vea, al
mismo tiempo que se expone el punto de vista que la explica, la da a conocer y cuál es la convicción de
certidumbre” La mostración es experiencia pura. Demostrar o demostración es el “señalamiento, manifestación de
una cosa partiendo de una prueba o de verdades universales y evidentes. También es la comprobación por hechos
ciertos o experimentos repetidos, cuyo fin y término es el procedimiento deductivo”. La demostración es
razonamiento puro.
54
Asertórico o asertorio es el “juicio que no excluye la posibilidad lógica de una contradicción”. Asertivo es
simplemente lo afirmativo mientras que aserto es afirmar que se tiene la certeza de una cosa.
53
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
necesariamente válidos”. Lo apodíctico siempre está precedido por la frase “por lo tanto” y sus
conclusiones son premisas convencionales, hipotéticas, condicionado a la verdad de las
premisas. Si las premisas del juicio son ciertas y válidas, habrá verdad. La evidencia es
considerada por algunas escuelas o doctrinas filosóficas como carácter o estado objetivo de la
verdad, mientras que la certeza es el carácter o estado subjetivo de la verdad. Para que la verdad
sea tal deberá reunir ciertos criterios o criterios de la verdad:
1. La evidencia que ya analizamos.
2. La ausencia de contradicción o principio de no-contradicción. Es principio
simplemente enuncia que una verdad para ser tal no tiene que tener un caso o
cosa que contradiga lo que enuncia. Es un criterio vulgar que supedita la verdad a
la contingencia, pues dejaría de ser verdad si llega a probarse o comprobarse
alguna contradicción.
3. La autoridad, que es el testimonio que consideramos digno de crédito y la que da
la certeza moral. El hombre auténtico adquiere autoridad: hace las cosas por sí
mismo (hacer con autenticidad) con su ser verdadero, y así como autenticidad es
manifestarse con verdad, autoridad es hacer con verdad. El término autoridad
está aquí más cerca del castellano autoría que es la calidad de autor, o sea, “el
que es causa de alguna cosa”, pero también puede ser interpretado como lo
define la RAE como una potestad o facultad que se detenta como “persona
revestida de algún poder” por su propio mérito.
4. La certeza. Hemos analizado parcialmente el concepto de certeza como estado
subjetivo, es decir, un estado de espíritu, al que Santo Tomás califica de firmeza
de adhesión de la capacidad cognoscitiva a su objeto cognoscible. Según esta
definición, el espíritu queda fijado a su objeto porque el objeto mismo está fijo:
es lo que es y no es otra cosa (Aristóteles). Esa fijeza es la que evita vacilar y
produce la convicción.55 Brochard56 afirma que si bien la evidencia provoca
certeza ambos son sinónimos porque designan la misma cosa, tanto desde un
punto de vista subjetivo, como desde un punto de vista objetivo. Pero no sería
prudente insistir tanto en lo objetivo y lo subjetivo porque si no tendría que
separarse evidencia de certeza, dado que evidencia implicaría, en términos
absolutos, sólo la presencia de un ser que se ve y la posesión de un objeto. Pero,
en el plano intelectivo, la evidencia y la certeza se funden en el concepto y por lo
tanto son una unidad, una misma cosa. De no ser así, la evidencia debería ser
siempre un objeto que se ve mientras que la certeza sería sólo un estado subjetivo
que no puede ser referida a un objeto. Toda evidencia implica una certeza y toda
certeza resulta evidente.
55
Convicción o convencimiento es tener por probada una cosa de manera que racionalmente no se pueda negar
Víctor Brochard - ÉTUDES DE PHILOSOPHIE ANCIENNE ET DE PHILOSOPHIE MODERNE: 467, Vrin,
Francia, 1974
56
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
5. La duda o principio de duda fue el método introducido por Descartes, quien
propuso que cuando algo o una cosa se nos aparece con razones insuficientes para
ser considerada falsa o verdadera, no tendrá ninguno de esos caracteres hasta que
se muestre o demuestre uno de ellos (carácter dudable). Luego, para que una
cosa sea totalmente verdadera o falsa debe tener el carácter de indudable, es
decir, no presentar dudas o razones de insuficiencia. La duda se considera como
una suspensión o vacilación o indeterminación del ánimo entre dos juicios o dos
decisiones, o bien acerca de un hecho o una cosa, lo que se transforma en una
proposición para ventilarla y resolverla. Es una suspensión voluntaria y
transitoria del juicio para dar espacio y tiempo al espíritu a fin de que coordine
todas sus ideas y todos sus conocimientos para superar la vacilación y la
indeterminación. La duda es un método transitorio válido para plantear una
cuestión cuya definición no es clara y debe ser sometida a la comprobación. Pero
no puede ser un método sistemático pues se transformaría en escepticismo y no
sería posible alcanzar ningún conocimiento ni verdad. Precisamente el
escepticismo niega toda posibilidad de conocimiento, pero encierra la trampa de
“dudar de la duda” y si no puedo conocer el ser de las cosas significa que esas
cosas no existen. Luego, si no hay existencia no puede haber ni duda ni
escepticismo, puesto que si “no se es” “no se puede ser nada”. Habría
inexistencia total. Empero, “ser escéptico” implica “ser algo” y si se “es” es
porque se conoce esa existencia. En otras palabras: hay conocimiento del
escepticismo, lo que por sí implica claramente que no puede haber noconocimiento.
6. La opinión, de la cual ya también introduje algunos conceptos, es cuando hay un
juicio obtenido por un estricto razonamiento, lo cual le confiere la apariencia de
verdadero, pero cuando se analizan sus razones de fondo pueden encontrarse
insuficientes o contradictorias. La opinión siempre admite la existencia de la
contradicción. Por esto se le ha considerado un sinónimo de “parecer” que según
expliqué es lo que las cosas parecen ser, pero pueden ser o no. Esta contingencia
de la opinión es lo que la hace totalmente opuesta a la verdad, en donde las cosas
son lo que son y no lo que parecen ser. Luego, toda verdad, para ser tal, no debe
ser una opinión. La opinión es propia del homo o mundus sensibilis de Sartori, es
decir, se apoya sólo en el dato de los sentidos o en ideas prefijadas. No somete las
cosas al análisis de la verificación y comprobación. Es un concepto particular que
carece de universalidad. Los sofistas creyeron que introducían el pensamiento
crítico cuando sostenían que los conceptos no dependían de la mutabilidad del
objeto, la cosa o la cuestión, sino de la mutabilidad del espíritu. Esta relatividad
de que las cosas serán, según el ánimo o espíritu con que se conozcan o conciban,
es lo que originó la mera doxa de Platón y cargó al sofismo del carácter de un
“mero decir” sin decir nada. Vulgarmente, sería expresarse con la intención de un
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
“hablar por hablar” sin razonar totalmente lo que se habla o razonando en forma
dudable o falsa. El sofismo es declarar enunciados retóricos pero sin el sustento
razonable de certeza o evidencia. Es un mero presentar de contingencias no
probadas lo que equivale a decir que es una “discusión bizantina” donde se
discute sólo por el ejercicio de la discusión y sin intención de buscar la verdad.
Para que la opinión pierda el carácter de sofista, Aristóteles la propuso como
“conocimiento probable”, esto es, pasible de ser sometido a investigación y
comprobación y opone así opinión a ciencia, considerando a esta última como un
“conocimiento forzoso”. En este caso una opinión oficiaría como una hipótesis o
teoría. Es evidente que Aristóteles no alcanzó la vislumbrar el “conocimiento
aspectual” propio de la comprobación meramente física y desde un solo punto de
vista. La cosa vista siempre desde un mismo ángulo tiende a parecer cierta. La
ciencia es siempre aspectual y esto hace que sus conclusiones puedan ser
contradictorias. Luego, la certeza científica lo que es siempre desde un mismo
punto de vista, al cual se accede por parámetros.57 En ese aspecto, la filosofía
existencialista, especialmente la sustentada por Heidegger, Jasper, Ortega y
Gasset, es mucho más completa porque critica la aspectualidad de la ciencia y
preconiza el pensamiento englobador o abarcador como una forma de acceder a la
cosa o cuestión desde varios puntos de vistas. Esto conformaría una nueva técnica
científica: la de recopilar todos los puntos de vista de una cosa para conformar
mejor la verdad del conocimiento (algunas ciencias usan la comparación58 y se
llaman ciencias comparativas). La verdad estaría dada, científicamente, por un
criterio holístico de igualdad o semejanza de criterios en puntos de vista
comparados. Paul Brunton59 escribe: “los datos parciales sólo pueden llevar a
resultados parciales. Sólo la totalidad de los datos puede llevarnos a la verdad
perfecta” Esto alejaría definitivamente el problema de la opinión o el
pensamiento aspectual que afecta a la ciencia. Platón complica un poco más el
concepto de opinión y lo coloca en “el espacio que separa la nada del ser
absoluto”. Luego el que opina no es sabio ni ignorante puesto que tiene
conocimiento de las apariencias, de lo mudable, de lo transitorio. Para Platón, la
opinión se mueve en el mundo de las “imágenes” que son sombras de la realidad,
mientras que la ciencia es conocimiento de la esencia, de lo inmutable y eterno y
está fija en la contemplación del mundo de las “ideas”. A pesar de lo
aparentemente confuso en el pensamiento platónico, éste confirma el carácter
Si bien parámetro se define como “variable que, en una familia de elementos, sirve para identificar cada uno de
ellos mediante su valor numérico”, en la realidad de la ciencia son todas las variables que se fijan
predeterminadamente para lograr un resultado. Luego, esto significa fijar el objeto en un solo punto de vista.
Cuando varían los parámetros, varía el punto de vista y el concepto del conocimiento de la cosa.
58
Comparación o comparar es “fijar la atención en dos o más objetos para descubrir sus relaciones o estimar sus
diferencias o semejanzas”
59
Paul Brunton - LA BÚSQUEDA DEL YO SUPERIOR: 85, Editorial Kier, Bs. As., 1987
57
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
mutable de la opinión y su fijación en los objetos. Probablemente, el criterio de
ciencia de Platón está más cerca del pensamiento existencialista actual sobre el
pensamiento englobador o abarcador y el carácter de conocimiento holístico o
global (contempla todos los puntos de vista posibles). En una cosa hay
unanimidad en todos los pensadores: la opinión no es científica ni expone la
verdad.
Verdad y conocimiento
Verdad y conocimiento están indisolublemente ligados puesto que la verdad es el
conocimiento de lo que las cosas son. El conocimiento, por otra parte, es un hecho cierto y no
una posibilidad. Debido a que no siempre se creyó esto, es que aparecieron teorías o doctrinas
sobre la posibilidad y límites del conocimiento. Así hay una gama entre el dogmatismo que ni
siquiera se plantea la posibilidad del conocimiento sino que lo que da por hecho cierto y el
escepticismo que plantea la imposibilidad del conocimiento. En realidad, dentro del escepticismo
hay corrientes (escepticismo clásico) que más que negar la existencia del conocimiento, sostenía
que era imposible fundamentar las razones del conocimiento.
Pirrón, sin embargo, tenía preocupaciones más morales que gnoseológicas, pues entendía
que la sabiduría, más que adquisición de conocimiento era una especie de imperturbabilidad del
espíritu, la que exigía abstenerse de juzgar. La abstención de juzgar llevó a una suspensión del
juicio, que luego secundariamente se transformó en una negación de la posibilidad del
conocimiento. Este secundarismo pirrónico es el que originó al escepticismo como doctrina que
postula la negación de un conocimiento posible. El escepticismo no niega la apariencia de las
cosas. La miel es dulce y eso es irrebatible. De lo que duda es de la sensación de dulzura y cuáles
son las razones para afirmar taxativamente que la miel es dulce. Esto es lo que se entiende por
verdad o falsedad del juicio y la posibilidad o imposibilidad de fundamentar cualquiera de las
conclusiones del juicio, con lo cual, no hay demostración de las afirmaciones y, por lo tanto, no
hay explicación posible de los hechos observados o las cuestiones planteadas.
Luego, para el escepticismo, la apariencia es inconciliable con la razón, porque ésta
podría no distinguir apariencias falsas de apariencias verdaderas. La duda exige suspender todo
juicio y abstenerse de afirmar si algo es falso o verdadero. A lo sumo, la cosa “está ahí” y
“parece ser” falsa o verdadera. Esto es lo que, para el escéptico, no se puede saber. Los
escépticos apoyan su doctrina en los hechos probadamente contradictorios de opiniones
reconocidas.
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En el siglo XVI reaparece la corriente escéptica llamada escepticismo moderno, cuyo
exponente principal fue Montaigne.60 Su tesis, como la pirrónica, arranca con un fondo moral
relativo al criterio de verdad: para tener por cierta una afirmación hay que sustentar el criterio
que diga en qué se reconoce la verdad y la certeza o en qué, la falsedad. Para demostrar que este
criterio de verdad es válido hay que enunciar un nuevo criterio de validez, el que a su vez debe
ser convalidado con otros criterios y así sucesivamente. El lema “nada es explicable” se apoya en
el enunciado de que la verdad exige, por lo menos, tres caracteres “evidentes”: forzosidad,
universalidad e inmutabilidad. Si esos caracteres se pueden adquirir con el conocimiento
sensible, esto es, a través de los sentidos, no hay nada que explicar sino simplemente aceptar lo
que se ve. Pero cuando un criterio no es perceptible por los sentidos, esto no es explicable porque
yo no puedo ver lo que no veo y otros tampoco podrán ver lo que yo no veo. En cambio, en lo
sensible, yo veo lo que veo y otros pueden ver lo que estoy viendo. Este escepticismo acepta el
conocimiento sensible, a través de los sentidos, pero niega el conocimiento intelectual, el de los
abstractos y el generado por sensaciones interiores extrasensoriales. Con ese criterio es difícil
establecer si algo es bueno o malo, si es feo o bello, si hay amor u odio, etc. En el fondo, niega al
pensamiento crítico la posibilidad de hallar la verdad de las cosas con el simple análisis,
verificación y universalidad e inmutabilidad de conceptos. Pero el error evidente es pensar que si
yo no lo veo otros tampoco podrán.
La posibilidad de la mutabilidad de un concepto, de acuerdo a nuevos puntos de vista o la
imposibilidad de demostrar la inmutabilidad de un concepto en forma absoluta, crea una nueva
corriente de pensamiento escéptico basada en el llamado relativismo. El relativismo resalta que
todo conocimiento puede ser percibido en forma distinta según las características de cada
individuo. Lo que es verdad para el vidente puede no serlo, o serlo parcialmente, para el no
vidente. Lo que el vidente dice que es rojo, el ciego o un daltónico no podrán afirmar lo mismo.
Este ejemplo grosero intenta aplicarse a otro más fino y profundo: los diferentes modos de
pensar y conceptuar un hecho, cosa o cuestión. Luego, todo conocimiento dependerá de cada
persona en particular.
La verdad no está sujeta a situaciones personales relativas, sino a los conceptos
universales que trascienden todo concepto individual, situacional y de época. La verdad es
intemporal e inespacial. No ubica en el tiempo y el espacio y no depende exclusivamente de los
sentidos y las cosas visibles. Luego, no reside en las circunstancias ni el medio. Las conclusiones
que en determinado medio o tiempo se puedan sacar sobre un objeto no significan que sean
verdad. Son sólo creencias, esto es, conocimientos que se creen verdaderos o se consideran como
verdaderos para una persona en particular, o un grupo de persona, o una época determinada. Sin
embargo, esto no es trascendente. Creencia es un término que deriva del verbo creer el cual es
definido por la Real Academia Española (RAE) como “tener por cierta una cosa que el
60
Montaigne, Michael de - LOS ENSAYOS. Colección Ensayo 153. 1738 páginas. Quinta edición. Barcelona: El
Acantilado, 2007
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entendimiento no alcanza o que no está comprobada o demostrada”, “pensar, juzgar, sospechar
una cosa o estar persuadido de ella”, “tener una cosa por verosímil o probable”, “dar crédito o
asenso a las cosas, sin suficiente fundamento”.
En consecuencia, creencia es un “firme asentimiento y conformidad con alguna cosa o
completo crédito que se presta a un hecho o noticia como seguros o ciertos”. Estos conceptos
diferencian a creencia del saber al cual se considera como un conocimiento cierto. Las creencias
son conocimientos, del algún modo, inciertos pero a los cuales se le rodea de una certeza
subjetiva a la cual se tiene como certeza real y objetiva. Esta es la condición muy particular de
toda creencia. Quien sustenta una creencia no pone en dudas el objeto de su fe. Simplemente se
limita a aceptarlo como verdadero o real aunque carezca de la certeza plena. Pero de acuerdo a lo
que he venido postulando, una creencia sólo será verdad o verdadera, cuando cumpla los
postulados que son necesarios para tener la condición de verdad. Esto significa que una creencia
puede falsa o verdadera. Pero el sólo hecho de creer que algo es verdad no lo transforma en
verdad.
Volviendo a la cuestión de que la realidad se oculta bajo apariencias que no siempre son
posibles de conocer si no se realiza el esfuerzo de acceder a la verdad, esto es, a lo que la cosa es
y no lo que parece. Si partimos de la premisa que nuestro conocimiento es el fruto de
generalizaciones amplias o extensas y que los hechos son infinitos, llegaremos a la conclusión
lógica de que este sistema de reducciones sucesivas funciona como ir de verdades parciales a
verdades generales, en forma progresiva lo que hace que la generalización sea extensa. Pero esta
necesidad de reducir una verdad amplia en una serie infinita nos lleva a una imposibilidad de
alcanzar el conocimiento absoluto, pues el conocimiento humano está siempre condicionado por
el mecanismo de reducción de verdades particulares a verdades generales. En esta tarea, pensar
es sinónimo de condicionar.
Como lo absoluto, para ser tal, tiene que ser incondicionado, por lo tanto escapa a la
posibilidad del condicionado conocimiento humano. Esto es lo que se conoce por agnosticismo o
doctrina de la imposibilidad del conocimiento de lo absoluto por medio de un conocimiento
relativo. Esto sería otra forma de relativismo basada en la naturaleza del conocimiento respecto a
la posibilidad del conocimiento de la realidad. Spencer61 elabora una teoría del conocimiento
partiendo de la premisa de que el pensamiento no puede salir de la esfera de la conciencia y ésta
“no es posible sino por la antítesis entre el sujeto y el objeto... Partiendo de lo particular, jamás
podremos, aun en nuestras más altas generalizaciones, elevarnos sobre lo finito... Cuando
intentamos responder a las más elevadas cuestiones de la ciencia objetiva, el entendimiento nos
descubre su propia impotencia y la ciencia subjetiva nos hacer que esa impotencia es resultado
de las leyes del entendimiento”. Luego, lo infinito es inalcanzable.
61
Herbet Spencer - LOS PRIMEROS PRINCIPIOS, Hard Press, 2012
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Fatone analiza estas posiciones relativistas y agnósticas y manifiesta que confunden dos
problemas: el del conocimiento en sí mismo (su esencia) y el de los conocimientos concretos
adquiridos. Mientras lo primero es una facultad inherente a la inteligencia del hombre, lo
segundo es producto de las circunstancias y del desarrollo vital de la humanidad. De ahí las
contingencias que los relativistas oponen a esos conocimientos concretos. Si bien la facultad o el
mecanismo del conocimiento establece relaciones, no significa que el conocimiento en sí sea
relativo sino que es relacionante o relacionador, que no es lo mismo. Yo agrego que todas las
objeciones relativistas dan la impresión de referirse al conocimiento sensible que se adquiere
sólo en estado de conciencia. Este es el conocimiento sensorial que necesita de una serie de
relaciones para mejor condicionarlo al intelecto.
Pero hay otro conocimiento que no depende de los sentidos y que nace en la yoidad o
mismidad y que sólo es percibido extrasensorialmente como sensaciones internas. Estos
conocimientos son los abstractos que forma nuestra mente para referirse a ellos, como es el caso
que repetimos hasta el cansancio, de lo pertinente a esas endosensaciones que se expresan en
parte como sentimientos (odio, amor, ira) y en parte como cualificaciones o calificaciones
(belleza, fealdad) o principios éticos o morales (mal, bien, bondad, maldad) o como creencias
interiores, íntimas o fe.62 El conocimiento en sí, como función intelectual puede ser adquirido en
pleno estado de conciencia o en estado de inconsciencia (hipnosis, sueño, coma, o trance). Hay
claras experiencias de disciplinas como el yoguismo, los encuentros cercanos a la muerte, las
reanimaciones y las resucitaciones, que son testimonios irrefutables de que se puede conocer
hechos y cosas fuera del estado de conciencia. La conciencia sólo es necesaria para expresar
ese conocimiento.
Estos conceptos sirven para refutar al solipsismo, forma de escepticismo y por carácter
transitivo del relativismo, que sostenía que “no se puede salir de la conciencia” puesto que la
aprehensión de la realidad exterior e interior, son hechos de conciencia. El solipsismo o
semetipsismo es una derivación del pensamiento de San Agustín63 que al rebatir a los escépticos
afirmó: la duda universal es imposible porque llevaría a dudar de la propia existencia. Existo;
en esto no puedo engañarme, porque si no existiese, no podría ni siquiera engañarme y dudar.
El solipsista reduce a todo el conocimiento de la realidad a su yo y luego éste es el que establece
la verdad. El solipsismo confunde a la conciencia con los contenidos de la conciencia en parte y
admite un no-yo distinto del yo. Esto le ocurre porque tiene que establecer si lo que no es su yo
tienen independencia en sí, o no la tiene con respecto a su yo. Es como decir, si lo creado por el
yo se independiza o no de él. En realidad, el solipsista cree que su yo es el creador del
conocimiento, con lo que desconoce que su yo crea algo no porque sea un ente creador sino
62
Hice referencia a este conocimiento innato e inherente al hombre, ancestral, que las neurociencias catalogan ahora
como “memoria filética”. Ese conocimiento es subyacente en nuestro inconsciente. Cuando se revela a la conciencia
puede hacerlo por reflexión, intuición, creatividad, inspiración, etc. Los creyentes hablan de una “revelación” divina
que produce Dios cuando se ilumina la conciencia con la fe.
63
San Agustín – CONFESIONES, LD Books, 2006
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porque necesita crear algo para afirmar su propio yo. De esta forma debe aceptar la realidad de la
duda y la realidad del ser que dudaba. Pero no alcanza a abarcar que la verdad no es algo
dependiente, o relativo, a un estado de conciencia o a la yoidad. La verdad es una demostración
que necesita de la conciencia para ser expresada y que la yoidad es un instrumento pero no la
causa.
Pensamiento de Heidegger sobre la verdad
Antes de analizar el pensamiento de Heidegger64 sobre la verdad, creemos conveniente
dilucidar, una vez, que entenderemos por real. Etimológicamente, real (del latín rei) es todo lo
relativo a la cosa: lo que la cosa es, causa y efectos de la cosa, etc. Para Heidegger, hablar de la
verdad “se trata de la esencia de la verdad”, esto es, lo que la verdad es en sí. Para esto no hay
que analizar casos concretos de “verdades” sino el concepto en sí, como expresión de una
generalidad abstracta. Por esta razón, el filósofo alemán piensa que el sólo hecho de preguntar
por la esencia puede llevarnos a un extravío en lo que él considera el “vacío de lo general”.
Quizás lo que quiso expresar con la frase “vacío de lo general” se debe a que la
generalización implica usar conceptos abstractos, lo que no tendría un sustento real, en una cosa
concreta y de existencia física. Es más o menos lo que hemos venido remarcando de todas las
escuelas de pensamiento y doctrinas que dudan de lo abstracto o lo no visible, por su
“inconsistencia” formal y esencial y que puede parecer como un mero producto de un
mecanismo intelectual que esté alejado de toda realidad y elabore juicios tan subjetivos que
puedan considerarse como ideas personales sin validez universal.
He remarcado que estos abstractos deben reunir la mayor cantidad de datos posibles, es
decir, coincidir o tener consenso con otros puntos de vista de todo el universo humano y esta
universalidad es lo que daría validez a una misma idea abstracta que surge en personas distintas,
sin nexos entre sí, en lugares dispares y en épocas totalmente diferentes. La permanencia del
concepto a través de los siglos y su validez racional al momento de su consideración es lo que da
solidez a la abstracción. Hay abstractos absolutos y abstractos relativos. Dios es un abstracto
absoluto. La belleza y la fealdad son abstractos relativos. La verdad, como abstracto, también es
un absoluto.
Entendemos en este caso que lo absoluto es cuando no puede dejar de ser lo que es
(necesidad o forzosidad) y es siempre lo mismo (identidad e inmutabilidad). Si un concepto
absoluto puede cambiar deja de ser absoluto. Hemos acudido a esta digresión porque como lo
plantea Heidegger, “un pensamiento radical vuelto hacia lo real debe insistir en establecer, en
primer término y sin rodeos, la verdad real, que nos da hoy medida y base contra la confusión
de las opiniones y los cálculos. ¿Frente a la indigencia real qué importa la pregunta „abstracta‟
64
Martín Heidegger – SER, VERDAD Y FUNDAMENTO, Montes Ávila Editores, Venezuela, 1968
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por la esencia de la verdad, que prescinde todo lo real?” Este pensamiento funciona como si
Heidegger tomara al concepto real como lo perteneciente a la realidad y siguiendo la
connotación académica del diccionario, real es sólo todo lo que es verdad. Ya impugné esta
definición por sus imprecisiones, sobre todo porque deja la idea de que la realidad sólo sería la
objetividad del mundo sensible. En esa forma de pensar, la subjetividad quedaría relegada de
esta realidad.
Prefiero aplicar el término “realidad”, según antelé, al conjunto de todas las cosas, sean
éstas subjetivas u objetivas, pues ambas tienen existencia en sus respectivos ámbitos (físico y
metafísico o espiritual). Luego, si coexiste lo objetivo, como lo subjetivo, en cuanto a la
independencia de las cosas y no al punto de vista del hombre como observador e interpretador de
lo objetivo (dupla sujeto-objeto), tema al que analicé anteriormente.
Tanto la subjetividad como la objetividad pueden ser considerados desde diferentes
puntos de vista: el conjunto de objetos o el conjunto de ideas o conceptos subjetivos, pero
también como la cosa que está fuera del hombre (objeto) que debe ser conocida e interpretada
por el hombre (sujeto). La dupla sujeto-objeto se aplica a la particularidad de cada objeto y
hombre como individuos singulares, mientras que la objetividad-subjetividad es la consideración
del conjunto de objetos y de la generalidad de juicios subjetivos. Varía considerablemente el
punto de vista desde la singularidad con el de la generalidad. De la singularidad salen los casos
relativos, de la generalidad puede surgir el consenso o concordancia y la universalidad.
Por otro lado, la realidad como objetividad sin subjetividad es la “indigencia” que señala
Heidegger, pues carece de un horizonte abarcador o englobador de todo lo existente, es decir, de
todos los “datos” de información para el conocimiento en general.
De estas consideraciones y las relatividades e indigencias observadas y conocidas, es lo
que puede llevar a plantearse la pregunta que formula Heidegger: “¿la pregunta esencial no es
lo más inesencial y lo menos comprometedor que se puede preguntar en general?”. El autor
piensa que son objeciones del “sano” entendimiento humano. Esto es, el sano entendimiento
humano común. Pero este entendimiento se rebela contra la esencia del ente como saber esencial
que es propio de la filosofía, porque ella no cubre la “exigencia de la utilidad aprensible
(aprehensible)”. Como no “entiende” las razones filosóficas frente a su propia necesidad afirma
su presunto derecho, apelando a la “evidencia” de sus pretensiones y objeciones.
Probablemente, para Heidegger, el desacuerdo entre “entendimiento común” y
“filosofía” se debiera a que el entendimiento común es “ciego” para lo que la filosofía considera
“mirada esencial”. Esta “mirada esencial” sería el punto de vista de la meditación o pensamiento
crítico trascendente que va más allá de lo meramente físico para quedarse en lo metafísico,
mientras que la “inteligibilidad” del “entendimiento común” se queda sólo con “verdades
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concretas” y que son creídas como “las más seguros” y estas verdades son las que surgen de la
“experiencias de la vida”, “de la experiencia de la acción”, “de la investigación, la creación y la
fe”. Al hablar de la “esencia de la verdad” intervenimos en la polémica desatada entre “la
sublevación de lo evidente” contra “toda exigencia de lo digno de ser puesto en cuestión”
(Heidegger). La indiferencia del entendimiento común, hoy nos lleva a replantear la pregunta
por la esencia de la verdad para alejarnos de un “saber aproximativo” que es lo realmente
indigente frente al conocimiento de la esencia de la verdad.
Heidegger considera que el sólo hecho de pronunciar la palabra o término verdad
estamos evocando algo que opera como fetiche: desgastado y casi hueco por estar desprovisto de
su verdadero sentido. Este hecho nos lleva a replantear la pregunta para volver a encontrar el
sentido del término y llenar de contenido y significado a una palabra que cuando deba ser usada
se lo haga con el peso de su valor y no sea un símbolo sofista. Algo que cualquiera puede apelar
para designar lo que es y lo que no es o caer en la contradicción de llamar verdadero a lo que es
falso. Para esto debemos saber “qué es lo verdadero”.
La idea de falso y verdadero nos lleva irremediablemente al concepto de real e irreal,
teniendo por base que lo irreal es lo opuesto a lo real y que la “apariencia” siempre es irreal. Pero
repasando el concepto de realidad, veremos que si apelamos a una cosa en concreto, por ejemplo,
la más usada por los filósofos al tratar el tema de la verdad, que es el oro, éste tendrá dos
planteamientos. O es oro verdadero o es oro falso. Pero resulta que ambos son reales pues
existen en el conjunto de cosas o realidad y también en la realidad como objetividad sensible.
Precisamente, la sensualidad o sensoriedad (perceptibilidad por los sentidos) de ambos los hace
reales y verdaderos en cuanto a su existencia. Luego, acá la cuestión no es saber si son reales o
irreales, pues ambos son reales. Para determinar la verdad o la falsedad debemos acudir entonces
a la autenticidad. Será verdadero el oro auténtico y el otro que parece oro pero no es, sería el
falso o inauténtico. Vista así, como antes afirmé, en la realidad coexisten verdad y falsedad.
Para Heidegger, la autenticidad es la propiedad de la cosa. El oro auténtico es
propiamente el oro y no otra cosa. Pero lo verdadero y lo auténtico, como lo falso, depende de
nuestros enunciados sobre un ente concreto, que, según su especie, puede ser auténtico o
inauténtico, falso o verdadero. Acá Heidegger sentencia: “un enunciado es verdadero cuando lo
que mienta (evoca) y dice coincide con la cosa sobre la que enuncia. También en este caso
decimos: concuerda. Pero ahora no concuerda la cosa, sino la proposición. Lo verdadero, sea
una cosa verdadera o una proposición verdadera, es lo que concuerda, lo concordante. Ser
verdadera y verdad significan concordar y, por cierto, de un doble modo: por un lado la
concordancia de una cosa con lo que se presume acerca de ella y por otro, la coincidencia de lo
mentado en el enunciado con la cosa”. Esto es lo que ha llevado a la clásica definición o
concepto de la tradición filosófica en el concepto verdad: verdad es la adecuación de la cosa al
conocimiento o intelecto.
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Empero Heidegger indica que puede verse desde otra forma: la verdad es la adecuación
del conocimiento a la cosa. Luego, habría que interpretar que la verdad es la adecuación entre
conocimiento y cosa, sea desde un punto de vista o de otro, puesto que sea la cosa adecuada al
conocimiento o el conocimiento adecuado a la cosa, siempre la verdad implicará la intervención
de ambos y, en última instancia, dependerá de la significación que el intelecto dé a la cosa. Si
esta significación se adecua a los modos de ser de la cosa, a su “modalidad” como conjunto de
pareceres, de la congruencia de estos pareceres surgirá el ser. Siempre la cosa “aparece” frente al
intelecto y éste con su herramienta de la inteligencia es el que deberá indagar sobre esa
apariencia para llegar a la esencia.
Por consiguiente, parte de la apariencia o modos de presentación de la cosa, que en
definitiva, al analizar la totalidad de esos modos de aparecer o mostrarse, saldrá el modo de ser.
Así el oro falso parecerá auténtico a la vista, pero se mostrará inauténtico a las pruebas a que será
sometido para determinar su autenticidad. En la apariencia visual parece auténtico, pero en la
apariencia analítica de la investigación instrumental o por aparatos, se comprobará que es
inauténtico.
De ahí saldrá el concepto final que dirá: parece auténtico pero es inauténtico y esta será la
verdad del oro falso. Pero el oro verdadero, parece verdadero a la vista y será verdadero al
examen analítico, luego su enunciado de que parece auténtico y es auténtico es la verdad del oro.
Este análisis presupone, entonces, dos cosas: parecer ser y demostrarse que se es. En las cosas
objetivas de la realidad, la ciencia es uno de los modos de comprobar determinados puntos de
vista, pero no puede llegar al enunciado absoluto debido a la relatividad o aspectualidad de
sus análisis. Lo meramente científico debe traspolarse (traspasarse) a la epistemología
filosófica y así podrá alcanzar con la globalidad de todos los puntos de vista científico sobre
una cosa, una cierta validez de verdad que le quita la relatividad y lo acerca más a la absoluto
al lograr enunciados generales, universales, concordantes, trascendentes e inmutables. A
veces, la ciencia expresa muchas de estas cosas como “leyes naturales”, ejemplo, la materia
está constituida por partículas sensibles (pues material es lo que impresiona a los sentidos).
La comprobación, es parte del fundamento de la verdad de la cosa, esto es, someter la
cosa a la verificación para hacer evidente la autenticidad. Luego, para escapar a la mera
enunciación medieval de la verdad como adecuación entre cosa e intelecto, debemos concluir
que hay que diferenciar entre el intelecto del entendimiento común de la evidencia física y el
intelecto filosófico o entendimiento trascendente realizado con el pensamiento crítico que es el
instrumento de comprobación o verificación de la verdad de un enunciado (pensamiento
trascendental de Kant). Como se observará, filosofar exige reiterar las mismas cosas desde
diferentes maneras o modos. De ahí la aparente iteración de lo mismo.
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Planteada así la cosa, caemos ahora en otra cuestión filosófica: la autenticidad del
intelecto. Hemos destacado que el intelecto es el instrumento de la inteligencia que opera a
través de facultades mentales, siendo el cerebro el órgano principal de estas operaciones o
facultades. Este mecanismo o proceso intelectual trabaja de dos maneras: una simple, directa o
fisiológica que es recoger el dato de los sentidos y formar una idea y luego un concepto que se
expresa con un símbolo gráfico o el signo lingüístico. Este es el pensamiento procesal o
mecanismo del pensamiento. Así el hombre ve un objeto natural y se pone de acuerdo con otros
hombres y le llaman flor. Este símbolo lingüístico es una abstracción hecha mediante la
aprehensión del objeto por los sentidos, la formación de una idea del mismo o imagen mental y
luego el concepto: todo lo que produzca una planta que lleve pétalos, tenga determinadas formas
y colores, y puede tener o no un perfume y puede generar o no un fruto, se llamará flor.
Esta convención sobre el símbolo y el concepto es lo que Sartori considera el mundus
inteligibilis y es el que opera cotidianamente como pensamiento práctico o común para instaurar
una primera trascendencia del ámbito estimúlico y establecer un ámbito de sentido o mundo. Es
el pensamiento que se forma sobre la apariencia de las cosas y el que conduce a la opinión o
mera doxa y determina verdades relativas. La flor existe, es un objeto sensible, producto de una
planta, que puede ser la formadora del fruto y la semilla o bien sólo representar un objeto de
adorno, según la intención del observador y usuario del objeto.
Pero la verdad y el conocimiento profundo de la esencia de las cosas exigen otra forma de
pensamiento diferente al que se estructura sobre el pensamiento procesal. Al contenido de este
pensamiento diferente se le somete a una meditación más profunda, a un análisis crítico y
abstracto, que va más allá de lo meramente físico (a lo metafísico) y entabla un nuevo horizonte
de comprensión y de significado. Es el nuevo significado que he comentado y con el que el
hombre vuelve al mundo y establece el orden filosófico, esto es buscar y dar el sentido esencial
de las cosas y las cuestiones. Es un pensamiento, que basado en el pensamiento procesal, a los
conocimiento que ese pensamiento procesal le proporciona (datos), lleva esos datos a un
panorama global para encontrar no sólo el sentido de las cosas, sino de todo su entorno. Es un
pensamiento con sentido. Este ir y venir de lo físico a lo metafísico y volver a lo físico para
entenderlo metafísicamente, es lo que se denomina trascendencia. He aquí las iteraciones que
referí, que se hacen necesarias para ir ilando (forma de verbalizar ilación) la coherencia de los
pensamientos.
Ahondando más en la facultad intelectual del hombre para averiguar la verdad o la
esencia de las cosas o lo que las cosas son en sí, se nos plantea dos nuevas cuestiones: el espíritu
y el intelecto como cosa creada. El intelecto, como proceso intelectual procesal, es perteneciente
al hombre en forma inherente. Pero si se considera que el hombre es una criatura, luego el
intelecto y las ideas de ese intelecto (intellectus humanus) también son entes creados (ens
creatum). Por lo tanto, como creaturas o criaturas, son siempre contingentes. Para alcanzar el
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grado de absoluto o necesario (es eterno y no puede ser otra cosa que lo que es), esto es, alcanzar
la esencia de la verdad, exigiría no ser un ente creado. Acá se cae en la cuestión del espíritu
como soplo divino y la inteligencia sería entonces la prolongación de otro espíritu eterno e
increado y, por lo tanto, un abstracto absoluto: Dios. Si el espíritu humano es insuflado como
parte del espíritu divino, luego habría un intelecto también divino (intellectus divinus).
Este intelecto divino es el que se manifiesta por la revelación o inspiración, el que tiene
cosas extrasensoriales que llevan a dudar de la “materialidad” del espíritu del hombre (en tanto y
en cuanto sólo depende de la vida del cuerpo y necesita de sus órganos para manifestarse). Pero
como esta concepción de intelecto creado y de intelecto divino como herencia directa del espíritu
divino que se manifiesta a través de la revelación, en el orden metafísico concuerdan sobre dos
cosas distintas: el pensamiento crítico o trascendental o el plano de la fe o mera creencia por
inspiración que da certeza o convicción o emoción de certeza interior que erradica toda duda y
exige una firme adherencia al enunciado de fe.
De todos modos, de una forma u otra, los enunciados tanto en lo creado como en lo
divino, cuando son productos del hombre concreto, ambos deben tener un margen de
coincidencia entre objeto e intelecto para ser considerado verdad o razón universal de ser de las
cosas.
Esta razón universal es lo que Heidegger considera como “la planificación de todos los
objetos por la razón universal, que se da a sí misma la ley y por eso reclama también la
inmediata inteligibilidad de su manera de proceder (aquello que se tiene por “lógico”). El
hecho de que la esencia de la verdad proposicional consista en la conformidad del enunciado,
no requiere ya una fundamentación especial. Aun cuando se hacen esfuerzos para explicar, con
notable infructuosidad, cómo debe establecerse esa conformidad, ya está ella presupuesta como
la esencia de la verdad. Así, la verdad de la cosa significa siempre la concordancia de la cosa
fáctica con su concepto esencial racional. Nace entonces la apariencia de que esta
determinación de la esencia de la verdad, sería independiente de la interpretación de la esencia
del ser de todo ente, incluye siempre una interpretación correspondiente de la esencia del
hombre como soporte y realizador del intellectus. Así, la fórmula de la esencia de la verdad
obtiene enseguida su validez general evidente para cualquiera. Bajo el imperio de la
autocomprensibilidad – apenas tomada en cuenta en sus fundamentos esenciales – de este
concepto de verdad, se acepta como igualmente autocomprensible que la verdad tiene un
contrario y que hay la no-verdad. La no-verdad de la proposición (no conformidad) es la noconcordancia del enunciado con la cosa. La no-verdad de la cosa (inautenticidad) significa el
desacuerdo del ente con su esencia. La no-verdad, se puede comprender en cada caso como un
no-concordar. Esto cae fuera de la esencia de la verdad. Por eso, la no-verdad, como lo opuesto
a la verdad, puede dejarse de lado cuando lo que importa es la esencia pura de la verdad”.
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Otra cuestión a plantear, aunque parezca obvia, es que el enunciado siempre es
inmaterial, mientras que la cosa sobre la que se emite el enunciado puede ser material. Esto
traería la cuestión abstracta de cómo puede una cosa inmaterial adecuarse a lo material. Pues esto
se resuelve al considerar que la adecuación es solo una relación indeterminada, pues si el
enunciado se volviera material ya no concordaría sino sería igual y por lo tanto se transformaría
en la misma cosa sin decir nada sobre el significado. No sería un significante sino la cosa misma.
Luego, todo enunciado no es la presentación de la cosa en sí, sino la representación de la
cosa, como apertura de la conciencia hacia la cosa para formar de ella la idea y el concepto
significante. Esta apertura significa ponerse frente a la cosa (tenerla ante los ojos y a la mano,
esto es como objeto) y al abrirse la conciencia “aprehende” a la imagen de la cosa
representándola ante el intelecto. El parecer de la cosa ante los ojos y como objeto a la mano, es
decir, enfrentando la conciencia a la cosa, exige esa apertura pero que no es creada por el
representar sino a la inversa: la apertura permite la representación, pues funciona como ámbito
de relación. La apertura permite relacionar la cosa con el intelecto.
Por ende, para Heidegger, “la relación del enunciado representante a la cosa, es el
cumplimiento de aquella referencia que originariamente, y siempre, se pone en vibración como
comportamiento. Pero todo comportamiento se caracteriza por el hecho de que, estando en lo
abierto, se atiene a lo patente „como tal‟. Sólo lo patente en sentido riguroso, se experimentó en
los primeros tiempos del pensamiento occidental como la „presencia‟ y se lo llamó, desde hace
mucho, „el ente‟. El comportamiento está abierto al ente. Toda relación que está abierta es
comportamiento. El estado de apertura del hombre es siempre distinto, según la especie del ente
y el modo de comportamiento. Todo trabajo y ejecución, toda acción y cálculo están y se
mantiene en lo abierto de un ámbito, dentro del cual el ente, en lo que es y cómo es, se pone
propiamente y se vuelve expresable. A esto se llega sólo cuando el ente mismo se vuelve
representable en el enunciado representante, de modo tal que éste se somete a la orden de decir
el ente „así-como es‟. En la medida que el enunciado sigue esa orden, se rige por el ente. Ese
decir que se ordena de ese modo, es conforme (verdadero). Lo dicho así, es lo conforme
(verdadero)... se plantea la cuestión por el fundamento de la posibilidad intrínseca del
comportamiento abierto, que se da previamente una medida patrón, única posibilidad que presta
la apariencia de que la conformidad de la proposición lleva a cabo la esencia de la verdad”
¿Qué significa la apertura del comportamiento? Nosotros podemos asimilar este concepto
a la idea de la existencia, a la cual concebimos como que el hombre sale de su yoidad o
mismidad, de sí mismo o sistencia, para comunicarse con el mundo exterior. Este “salir de la
sistencia” o “estar fuera de la sistencia” es lo que origina el concepto de “ex – sistencia”. Es
como si el hombre permitiera abrir su interior al exterior y hacer que éste se extiende desde
dentro afuera, es decir, sin abandonar el interior tiende un puente con lo exterior y hay una
especie de fusión entre interior y exterior que permite la instauración del mundo o ámbito de
122
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
comprensión y significación para luego llegar a la trascendencia metafísica del saber filosófico o
verdad. Si no existiera esa apertura, el hombre quedaría ensimismado, esto es, “encerrado en sí
mismo”.
Por lo tanto, la apertura es una abstracción del ser (extracción del ser que se separa de su
mismidad para conocer la exterioridad). Ese salir del ser de su encierro del sí mismo, es lo que se
considera como la apertura y en eso consistiría la esencia de la libertad. En este caso, “la esencia
de la verdad es la libertad”. El “ser libre” es “la apertura del comportamiento como posibilidad
interna de la exactitud”. Es en lo que “se funda la libertad” (Heidegger) (La verdad os hará
libre de Jesús)
Consecuentemente, libertad no es dejar la esencia de la verdad al criterio del arbitrio del
hombre. La libertad no es una arbitrariedad. Es simplemente la posibilidad de dejar ser al ente.
“Dejar – al ente, como el ente que es – significa comprometerse en lo abierto y su apertura, en
la que habita todo ente, que la lleva, en cierto modo, consigo. Lo abierto fue concebido por el
pensamiento occidental en sus comienzos, como lo desoculto”.
Acá, Heidegger entiende a lo desoculto o desocultamiento como un des-velar o develar,
es decir, quitar el velo de la apariencia de las cosas para llegar a su esencia. Por lo tanto, el dejar
ser es exponer al ente como tal y transferir todo comportamiento hacia lo abierto. Esto quiere
decir que la esencia de la libertad, como esencia de la verdad, “se muestra como la exposición en
el desvelar del ente”. Según en la opinión de un profesor de filosofía amigo es como “dejar
verdadear al ser” es decir, dejar que el ser se identifique con la verdad.
La libertad, por consiguiente, no es una licencia para hacer o no- hacer. No es una mera
facultad de elección. Esencialmente es el compromiso con el desvelamiento del ente como tal,
manifestar la verdad de las cosas a la vez que es la verdad del ser del hombre. Es dejar ser al ser
del hombre. Es lo que permite al hombre mostrar los modos de ser. Este concepto de libertad se
corresponde con el de la responsabilidad. El hombre es libre en la medida que deja ser a su ser.
Tiene la responsabilidad de dejar ser al ser. Esta responsabilidad es el responder a esa
necesidad. La respuesta del hombre a dejar ser su ser es lo que hace a su libertad. Si no dejar ser
a su ser, no es libre, pues no hay respuesta.
La libertad o existencia es propiedad del ser humano. Cuando no se responde por esto,
queda un hombre privado de su libertad y de manifestar su ser y por lo tanto no hay calidad de
ser humano. Lo que tiene forma de hombre, pero no manifiesta o expresa libremente su ser, la
esencia de su ser, esto es la verdad de su ser que es la esencia de la verdad en sí misma, podrá ser
formalmente un hombre pero esencialmente no se manifiesta como humano (inhumanidad o
deshumanización).
123
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
De esto deducimos que la deshumanización es el ocultamiento del ser, la falsedad, la noverdad, la inesencia o inexistencia, la ausencia de la libertad auténtica, la que es reemplazada por
un falso concepto de libertad, no como liberación del ser, sino como un comportamiento del
hombre que somete su conducta al arbitrio de su razón o a la irracionalidad del instinto, con una
aparente facultad de elección de objetos exteriores para someterlos a su uso indiscriminado. Esto
no es libertad sino libertinaje, es decir, la deformación del concepto de libertad, que deja su
esencialidad para transformarse en una mera formalidad, donde no hay respuesta al dejar ser del
ser y por lo tanto hay irresponsabilidad absoluta. Para frenar el daño del libertinaje, el hombre se
defiende del hombre mismo creando la norma o ley humana que pone frenos haciendo al hombre
“responsable por sus actos”. Es decir, la responsabilidad, en la inautenticidad se traslada de la
facultad de responder por dejar ser al ser, a la obligación de responder por los actos que se
realizan. Nada tiene que ver esta concepción de libertad con la verdadera o auténtica libertad.
El concepto de que la esencia de la verdad está en la esencia de la libertad, siendo ambas
cosas prácticamente lo mismo, está muy bien sintetizado en la frase cristiana: “la verdad les
hará libres”. En este punto Heidegger nos dice: “la libertad entendida como dejar-ser al ente,
cumple y realiza la esencia de la verdad en el sentido del desvelamiento del ente. La verdad no
es una nota de la proposición adecuada, que se enuncia de un “objeto” por un “sujeto” humano
y que luego “vale” en alguna parte (no se sabe en qué ámbito); la verdad es el desvelamiento
del ente por el cual cobra presencia una apertura. En lo así abierto, se expone todo
comportamiento humano y su actitud. Por eso, el hombre es en el modo de la existencia”.
La contrapartida de la verdad, en Heidegger, es el ocultamiento del ser y el error. El
ocultamiento es no dejar ser al ente lo que es y cómo es. El ente, en el ocultamiento, se encubre y
se altera y en este caso sólo se muestra la apariencia, la cual, en esta circunstancia cobra tanto
poder que suplanta a la verdad y deja salir a luz la no-esencia de la verdad. El ocultamiento niega
al desvelar. Deja al ser en el misterio. Cuando el hombre va y vuelve sólo en la apariencia del ser
y no en su esencia, a pesar de su existencia “persiste aferrándose a aquello que ofrece, como por
sí y en sí, el ente abierto. A pesar de esa existencia como apariencia, sigue imperando el misterio
y la esencia de la verdad queda olvidada por lo inesencial. Este ex – sistente del “ser-ahí”
aparente es insistente. Es como un vuelco insistente hacia lo corriente, es decir, hacia un
alejamiento del misterio. “Ese trajinar del hombre que lo aleja del misterio hacia lo corriente,
va de una cosa habitual a una más próxima y pasa de largo junto al misterio, es el errar”. Al
ocultar el ser, quedar en el misterio y solo mostrar la apariencia, en un “permanente volverse de
aquí para allá” (insistencia) es el error. La existencia es apariencia mera y “ocultación de lo
oculto” que opera como “ocultación del ente en su totalidad”. Esa existencia como apariencia,
es un desvelamiento con ocultación y en insistir en ella consiste el error. En esta circunstancia el
ser-ahí “está sometido, a la vez, al imperio del misterio y a la opresión del error”.
124
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
El resumen del pensamiento de Heidegger sobre la verdad, lo realiza el propio
Heidegger: “La pregunta decisiva por el sentido, es decir, por el ámbito del proyecto, es decir,
por la patencia,65 es decir, por la verdad del ser y no sólo del ente, sigue intencionalmente sin
desarrollarse. El pensamiento se mantiene según la apariencia, en la vía de la metafísica y, sin
embargo, en sus pasos decisivos, que llevan desde la verdad como conformidad hacia la libertad
ex – sistente y de ésta hacia la verdad como ocultación y error (no-verdad), realiza una
transformación de la metafísica. El pensar se cumple en la experiencia esencial de que sólo a
partir del ser (el ser del hombre), en el que el hombre puede ingresar, se prepara para el
hombre histórico una proximidad a la verdad del ser. No sólo se abandona toda especie de
antropología y toda subjetividad del hombre como sujeto, y se persigue la verdad del ser como
fundamento de un cambio de posición histórica fundamental, sino que se dispone a pensar desde
otro fundamento (el ser del hombre). Los sucesivos pasos del preguntar son el camino de un
pensar que en vez de ofrecer representaciones y conceptos, se experimenta y se prueba como
transformación de la referencia del ser”. Creo positivo haber analizado estos conceptos de
verdad porque el médico tendrá en lo personal y en lo científico, el problema de la autenticidad,
esto es, lograr que la medicina sea afecta a buscar la verdad y evitar así el error y la ocultación de
un fenómeno para satisfacer doctrinas o teorías médicas inauténticas. El error mayor de las
ciencias médicas es aceptar determinados enunciados que parten de ciertas escuelas médicas, que
si bien predominan por su influencia en un ámbito científico puro, muchos de esos enunciados
no son compartidos por estudios multicéntricos (hechos en varios países o centros científicos de
escuelas médicas diferentes), de manera tal que cuando se obtiene un enunciado éste haya sido
supervisado por varios investigadores que evidencien la certeza segura del mismo. Esa certeza,
cuando es compartido por todos los centros de investigación médica del mundo, adquiere el
carácter de consenso científico universal y es raro que sea abandonado o se mute. Nadie, en el
ámbito científico médico discute que la célula es la base anatomofisiológica del cuerpo humano,
que el bacilo de Koch produce tuberculosis, que el infarto de miocardio es la necrosis del
músculo cardíaco, etc. Sin embargo, como hemos advertido y advertiremos luego, no todos los
conceptos de los enunciados médicas tienen igual aceptación y contundente certeza. Además de
los ejemplos de la artrosis, la hernia discal y la confusa “enfermedad degenerativa” (no probada
por estudios prospectivos), el concepto de hipertensión arterial sigue plagado de ideas y
conceptos cambiantes que influyen en su tratamiento, pero esas ideas varían muy seguido y los
vaivenes de los tratamientos no permite erradicar ni curar la hipertensión arterial. Hay épocas en
que predomina el concepto de usar diuréticos, otro momento se impone la dieta hiposódica, se
cambian las drogas hipotensoras, o bien se acude a betabloqueantes y otros medicamentos o a la
combinación de ellos. Incluso hay escuelas médicas que integran dos o más criterios e imponen
un tratamiento multifacético. Esto prueba la inconsistencia del método de pensar y de buscar la
verdad que existe en las ciencias médicas, razón por la cual he insistido en forma extensa y
tediosa sobre aspectos filosóficos muy abstractos y complejos, a fin de que el médico en primer
lugar, el científico médico y las ciencias médicas en general busquen la excelencia en la
65
Lo que es patente
125
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
filosofía. Para esto debe ser libres y abiertos para buscar la verdad. Especialmente en algunas
formas de la filosofía que expongo en este trabajo. Seguiré ampliando otros puntos de vista sobre
la verdad.
Pensamiento de Berdiaeff sobre la verdad66
Frente a los planteamientos filosóficos de existencialistas, marxistas, materialistas,
cristianos y otras corrientes de pensamientos que hablan sobre la verdad, Berdiaeff hace su
propio planteamiento. Por sobre todas las ideas subjetivistas y objetivistas acerca de la verdad y
las afirmaciones de algunas doctrinas de que en el mundo hay mucho azar, vacío de sentido y
mucho de absurdo, Berdiaeff piensa que “hay una verdad más profunda en la idea de que el
mundo no es absurdo y vacío de sentido sino que se encuentra en un estado de no-sentido”. Con
esto se refiere a la visión negativa de mundo que algunos autores sostienen como “mundo caído,
en el que triunfa la muerte, absurda y desprovista de sentido”. Este pensador difiere con este
punto de vista y cree que debe verse desde otra forma, como un mundo de sentido y de libertad.
Pero no es sólo un mundo de cosas objetivas o subjetivas sino un mensaje que se encuentra y
revela mediante la experiencia espiritual. Si bien, no se puede negar del todo que hay cosas que
justifican el absurdo y el no-sentido, pero también hay una esencia espiritual ampliamente ligada
a la libertad y a una forma de sentido que es superior al no-sentido advertido hasta ahora.
Berdiaeff cree que este sentido es el que “transfigurará al mundo” del futuro. Encara a la
cuestión de la verdad, como a otras cuestiones metafísicas, con un análisis de lo material y de lo
espiritual que él llama Reino del Espíritu y Reino del César, tomando como base la frase de
Cristo: “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Se declara existencialista
pero como creyente cristiano, con fe en Dios. Sostiene que la verdad absoluta está en el Reino
del Espíritu y sobre este fundamento debe establecerse la verdad absoluta, la cual triunfará sobre
la mentira y todas las verdades parciales o fragmentarias que intentan instalarse como verdaderas
o dominantes. Alaba la intención de tener amor a la verdad y buscar con esfuerzo encontrar esa
verdad. Él considera que existe una Verdad (con mayúscula) y que para que sea reconocida
como verdad auténtica e integral debe buscarse por la vía divina, pues termina convencido de
que la Verdad Absoluta es sólo Dios. Todas las otras doctrinas sobre la verdad, que descartan a
Dios serían “verdades particulares, que pretenden una significación universal, lleva a la
idolatría y a la esclavitud”. No obstante, también cree que el conjunto de estas “verdades
parciales” constituye una “participación inconsciente” de la Verdad suprema que es Dios.
Por lo tanto, la verdad no es patrimonio meramente humano o únicamente divino sino un
“conocimiento divino-humano” que el hombre busca y elabora como actividad creadora humana.
Justifica esta creencia en lo afirmado en la Biblia de que Dios hizo el hombre a su imagen y
semejanza, por lo que, como criatura divina, participa del espíritu de Dios. Como lo señala
Cristo, la mejor manera de reconocer el elemento divino en lo humano es reconociendo al
66
Berdiaeff, Nicolás – REINO DEL ESPÍRITU Y REINO DEL CÉSAR, Editorial Aguilar, Madrid, 1964
126
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
propio hombre como obra de Dios, esto es, al prójimo. Afirma que “el conocimiento de la
verdad a que aspira la filosofía, es imposible por intermedio de la razón abstracta, que opera
con ayuda de los conceptos; no es posible más que por intermedio de la razón espiritual
integral, por intermedio del espíritu y de la experiencia espiritual”. Con estas ideas trata de
enlazar a la razón con el espíritu como si fueran dos cosas separadas o antagónicas.
Probablemente Berdiaeff se ha impresionado en la forma como el hombre usa su razonamiento
para alejarse o excluir a Dios y a su propio espíritu. Pero yo pienso que los extravíos racionales
de las doctrinas filosóficas, políticas, económicas, sociales, históricas, etc., que se alejan de la
idea de espíritu o tratan de explicar a la verdad como algo exclusivo de la razón humana, se debe
a cuestiones, en parte semánticas o lingüísticas y en parte a creencias o ideas apriorísticas de
cada pensador. Como bien lo remarca Berdiaeff no es posible hacer totalmente objetiva la
cuestión de la existencia y del espíritu. Son materias más subjetivas que objetivas. Por esta
razón, el conocimiento filosófico basado en el puro razonamiento se vería entorpecido si
pretende objetivar lo que es subjetivo, y viceversa. Este autor sostiene que la existencia y el
espíritu sólo pueden ser conocidos a través del conocimiento espiritual. Este conocimiento es un
hecho en la historia del hombre, dado que existen experiencias e ideologías basadas
estrictamente sobre la experiencia espiritual. Esto es claro en el pensamiento oriental,
especialmente el de la cultura de la India antigua. Pero el conocimiento espiritual, que él propone
como conocimiento divino-humano, también es posible a través de la doctrina occidental con
raíces en la fe en Dios. Creo, como antes lo dije y referí como “intelecto divino” que existe una
inspiración más allá de lo considerado meramente material y humano, que puede llevarnos a un
plano considerado supranatural. Pero no es necesaria estrictamente la idea de Dios para
fundamentar lo sobrenatural o considerado como sobrenatural. No hay que mezclar religión y
filosofía, aunque no existe un impedimento formal para que un creyente desarrolle ideas
filosóficas desde su cosmovisión de lo divino, es decir, en orden a un dios. Lo sobrenatural es
un fenómeno percibido y concebido como tal. Sólo que unos lo ven como eso: algo que escapa a
lo conocido como natural, mientras que otros incluyen la fe y apuntan a Dios. Estimo que cuando
un fenómeno acaece, lo discutible no es si es divino o no es divino, sino que la razón debe
aplicarse con la simpleza de su fin absoluto: conocer lo que el fenómeno es en sí. Esto sería la
pura verdad, independiente de que si la causa de la verdad es un dios o la naturaleza. La verdad,
etimológicamente, era conocer lo que las cosas son y este conocimiento es patrimonio exclusivo
del hombre concretamente. Si la facultad de conocer le es dada, o no, por Dios, es una cuestión
que constituye harina de otro costal. Lo importante de Berdiaeff es su apego al orden espiritual
y esto es lo válido para la filosofía de la medicina: reconocer la existencia de lo material y lo
espiritual y que ambos fenómenos están en el hombre, en su realidad, en su esencia, en su
verdad. El verdadero arte médico está en la espiritualidad de la medicina, la que complementa lo
estrictamente científico e, insisto, hace que la ciencia médica sea una ciencia exclusiva y nada
comparable a otras ciencias, en lo relativo a su esencia. El hombre, además de todos los
fenómenos físicos de su cuerpo, manifiesta fenómenos no corporales que la medicina atribuye a
lo mental. Pero considera a lo mental como fruto del trabajo del cerebro y desconoce que algunos
127
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
de esos mismos fenómenos se manifiestan en el hombre con prescindencia del trabajo cerebral.
Sin embargo, la ciencia médica se resiste a aceptar muchos fenómenos considerados espirituales
y a incorporarlos a la ciencia médica. Si lo hace es con una tremenda lentitud y no siempre con
un firme consenso científico universal.
El pensamiento de Berdiaeff se puede sintetizar parcialmente en este pasaje: “en el
hombre hay un principio activo al que se encuentra ligado el conocimiento. Este principio activo
es un principio espiritual. Incluye un elemento teúrgico...67 Si no se admite esta actividad del
espíritu en el hombre, no puede comprenderse nada de este último; no se puede ni siquiera
admitir la posibilidad de su existencia... Pero ni la razón ni el entendimiento son capaces de
descubrir la posibilidad del conocimiento de la Verdad; esto es cosa del espíritu únicamente. En
griego nous, no solamente significa intelecto, sino también espíritu. El espíritu no se encuentra
en la oposición de lo racional y lo irracional.”
Si nosotros retomamos la idea de Bertrand Russell de que el espíritu está constituido por
la trilogía de razón o inteligencia, afecto, sentimiento o emoción y voluntad, es evidente la
afirmación de Berdiaeff, puesto que para buscar la verdad, la guía es la inteligencia, pero para
acceder a ella se necesita del sentimiento y la voluntad. La acción de buscar la verdad no es un
acto meramente intelectivo sino que involucra toda una intención y con ella a la voluntad. La
verdad se integra cuando se aplica también el sentimiento o la emoción o el afecto, puesto que
toda la mente del hombre opera con estas tres variables. Es imposible decir que razonaré sin
poner una pizca de sentimiento o de voluntad, apelando exclusivamente a la razón. La búsqueda
de la verdad por la vía del espíritu, engloba a todo el ser del hombre, a pesar de que parezca que
sólo la inteligencia es el instrumento más hábil. Hemos sostenido hasta el cansancio que un
hombre meramente intelectual es un hombre incompleto, pues su naturaleza trabaja en bloque
con razón, afecto y voluntad. En cuanto al concepto de espíritu ligado a lo divino, Berdiaeff
coincide con Brunton y otros pensadores: la verdad abarca lo material (objetivo) y lo inmaterial
(subjetivo, espíritu, Dios, etc.)
Conclusiones
Paul Brunton nos dice que la vida ha creado al hombre pero no le reveló todos los
misterios que implicaba su creación. Por esto el hombre debe vivir constantemente preguntando
por esos misterios: “preguntar es la puerta que conduce a la revelación”. Esto confirma lo que
Heidegger piensa sobre el preguntar por el ser del hombre. Siempre se ha insistido, aún en el
primer pensamiento, sobre el conocimiento del yo o del uno mismo. Pero ese yo es un misterio
como el hombre mismo, por lo que el hombre llega a saber menos de sí mismo que de las cosas
67
Teúrgico es lo relativo a la teúrgia: “especie de magia de los antiguos gentiles mediante la cual pretendían tener
comunicación con sus divinidades y operar prodigios”. Probablemente Berdiaeff quiere significar que el espíritu es
un medio de comunicación con Dios y cuando opera plenamente en el hombre lo hace en forma prodigiosa.
128
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
que le rodean. Por esta ignorancia está condenado a preguntarse una vez y otra y seguir
preguntando eternamente acerca de sí mismo.
Esto lo afirma Brunton así: “cada vez que (el hombre) tiene el valor y la iniciativa para
interrogar la vida y seguir interrogándola para interpretar su experiencia humana sin
preconceptos previos, le sorprenderá su incapacidad para comprender la Verdad, la auténtica
verdad que concierne a sus relaciones como individuo con la gran Fuerza Vital en la cual todas
las cosas viven, se mueven y tienen su ser y de la cual él es únicamente una simple expresión”.
Sigue su análisis para concluir que la suprema manifestación visible en el universo cósmico es el
reino humano “cuyo complejo carácter engloba la mayor parte de los elementos y principios que
son hallados en las manifestaciones más simples. Así en un análisis logrado del hombre
podemos tener la esperanza de hallar la primera clave del universo mismo”. Lo importante del
pensamiento de Brunton está en su afirmación, para explicar el yoga, de cómo el hombre puede
lograr un “ensimismamiento de la mente del hombre hacia su yo semejante a Dios interior”. Esto
es parte del consenso universal sobre la existencia del espíritu como soplo divino en el hombre.
Si esto fuese así, la verdad verdadera (valga la frase a pesar de su figura controvertible) estaría
siempre en el interior del hombre y por esta razón debe interrogarse y explorarse a sí mismo.
Conociéndose a sí mismo, comprenderá los misterios del universo, pues, en alguna medida, él es
el centro de ese universo. Su inteligencia patente es la mejor prueba de esta afirmación pues
constituye un fenómeno único en todo el universo conocido. Los antiguos buscaban conocerse o
conocer a sí mismo mediante la evasión o reclusión (anacoretismo, eremitismo, ermitañismo,
etc.). Era un evadirse del mundo, saliendo fuera del mismo. Para Brunton esto no es aconsejable
en la vida actual y el estilo occidental. Los que se preocupan por indagar sobre su espíritu y el
camino que conduce a una vida más elevada, “puede y debe ser hallado, en el mundo y a través
de él, pero no fuera del mundo”. Esta idea es la que sustenta la santidad como omnia munda
mundis. El verdadero santo vive en el mundo y dentro de él “todo es santo”. En referencia a su
propio ser, el hombre sufre el “fenómeno del iceberg”: vive sin darse cuenta de las grandes
honduras y el tamaño de la profundidad que hay bajo la superficie de su ser, del cual sólo
aparece una mínima parte, mientras todo el resto queda oculto. Por esto Heidegger insiste en
“desocultar” el ser.
Si bien Brunton es un pensador occidental inglés educado en el mundo oriental de India,
coincide con un pensador alemán metódico y academicista para llegar a las mismas
conclusiones, con un lenguaje diferente pero con el mismo punto de vista. Son estas
coincidencias las que universalizan los conceptos que deben ser considerados como verdaderos.
Desde esta faceta, se advierte la intención de Brunton que yo he resaltado muchas veces: la de
conseguir una síntesis entre pensamiento oriental y pensamiento occidental, cosa que muchos
autores persiguieron pero no lograron una forma aceptable de sintetizar ambos mundos.
Brunton, en su medida, logra un acercamiento de lo oriental y lo occidental de una manera o
modo que mucho después de su obra, puede comprenderse, especialmente a la luz de la filosofía
129
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
occidental, en especial la sostenida por existencialistas, Berdiaeff, Heidegger, Ortega y Gasset
y otros.
La síntesis tiende a evitar a considerar al hombre únicamente como un fenómeno de
razón e inteligencia, para considerarlo como una luz en la tierra, que con su espiritualidad
ilumina todo el universo, al llenarlo de sentido, pero también con la intención de resaltar que lo
inteligente es la verdad y la verdad es pura bondad. Fuera de ella no hay humanidad.
Brunton concluye con un gran pensamiento; “debido a la infinita diversidad de los
individuos, no hay ningún método que pueda satisfacerlos a todos. Por consiguiente, el hombre
sabio no discutirá sobre la mejor manera de alcanzarlo; dejará a todos en perfecta libertad de
elegir el modo que mejor les convenga, pues sabe que el verdadero logro final es, y debe ser,
siempre el mismo. No hay sino un solo poder elevado en todo el universo, y quienquiera que se
ponga en contacto con él, hoy hallará que es exactamente el mismo que era hace dos mil años,
como lo será dentro de los miles de años que vienen. La esencia divina no cambia, pero sí las
ideas del hombre acerca de ella”. Esto equivale a decir que la verdad, en sí misma, es única e
igual para todos, o sea, que hay una sola verdad para todos y no verdades relativas para cada uno.
Conocer y aceptar esto es el fundamento de la sabiduría o prudencia para el recto vivir.
Resumiendo, un poco, todo lo visto, comprobamos que el pensamiento contiene el saber,
el creer, el sentir y el comprender. La relación ente-pensamiento surge de lo que se siente frente
a ese ente, de lo que se sabe o conoce o se cree de él y cómo se le comprende o abarca, según la
presencia o los modos de mostrar su esencia. La concordancia entre el fenómeno real del ente, el
poder abarcar y sentir su presencia y aprender a comprender cabalmente los modos con qué él se
expresa, nos acerca a su esencia, a su verdad y a la trascendencia metafísica tanto del ente mismo
observado y de quién lo observa y piensa sobre él. El médico y la medicina están obligados a
buscar el pensamiento propio a la esencia de la medicina. Éste es, precisamente, el pensar
filosófico que se debe intentar “repensando” todo lo dicho filosóficamente sobre el médico y la
medicina. Si no se realiza este esfuerzo de repensar metódicamente, difícilmente se encuentre la
veta filosófica de la ciencia médica. En este caso, repensar la medicina involucra que el médico,
asistencial o investigador, debe saber discernir entre creencia, sentimiento, comprensión y
verdadero conocimiento.
El científico médico nunca estará involucrado en esta minuciosa disección que acabo
de hacer sobre los distintos pensamientos filosóficos de la verdad. La ciencia médica como
todas las otras ciencias, nunca será absoluta. Cada descubrimiento o concepto será siempre
relativo y verdad relativa en tanto y en cuanto el experimento se ajuste a determinados
parámetro. Pero todo este esfuerzo de investigación del concepto de la verdad es para que el
médico tenga noción de que no siempre podrá esgrimir como definitivo y verdadero un
concepto o un principio médico.
130
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
La verdad de la medicina está en reconocer su relatividad. También la verdad en la
ciencia médica y para el médico debe ser la aceptación de que todo concepto de enfermedad o
de una enfermedad debe ser repasado desde todo punto de vista a fin de no caer en el mito o
en el fundamentalismo, que tarde o temprano será desmentido. La filosofía del investigador
médico debe ser aceptar como verdad que todo lo que descubre es relativo y que hay otros
puntos de vista que pueden contradecir o negar lo que hoy se sabe. También la verdad del
investigador médico es que la interpretación de todo fenómeno que investiga debe ser
interpretado dentro de un contexto relativo y no absoluto, a fin de no creer que el descubrimiento
de un factor genético, de una enzima o de un llamado marcador de enfermedades es la panacea
médica. Aunque parezca un accesorio no tan útil, el conocimiento de conceptos filosóficos que
hemos vertido, debe ser un patrimonio permanente de todo científico de la medicina y de todo
profesional médico. De no ser así, la medicina corre el riesgo de seguir manejando elementos
que no permiten el fin de curar un enfermo, de seguir teniendo por absoluto principios relativos y
de crear mitos que no benefician ni a la ciencia médica, ni al médico asistencial ni al enfermo.
El pensar filosófico como método de pensar
Quiero finalizar este largo parágrafo sobre el método de pensar, abordando algunos
conceptos sobre el pensamiento filosófico al que he considerado como el más pertinente,
obviamente, para referir una filosofía de la ciencia médica. Quizás la base de aprender a pensar
y, de alguna manera, ser creativo, está en el pensar filosófico. Ese pensar que utiliza la
meditación crítica para dilucidar con mayor certeza lo que las cosas son, esto es, encontrar lo
más certeramente posible, la verdad de todas las cuestiones. Últimamente se ha fortalecido la
idea del predominio de un pensamiento filosófico, sobre este mundo dominado por
interpretaciones económicas y análisis políticos coyunturales. Esta coyuntura es la que me lleva
a creer que estamos en la búsqueda de un “pensar filosófico” para contrarrestar el exceso de
pragmatismo económico, científico y político que no alcanza a equilibrar la vida humana actual,
la cual tiene más carencias y conflictos que en otras épocas en que había menos tecnología y
confort.
El pensamiento pragmático conlleva la instalación de un pensamiento que hace crítica de
los errores sociales, pero una cosa es pensamiento que hace crítica y otra muy distinta el
pensamiento crítico en sí, en el cual la función crítica no radica en el comentario de un objeto,
sino en el proceso de formación del pensamiento. Muchos de los llamados filósofos actuales son,
en su esencia, pensadores que hacen crítica, sin dilucidar lo esencial de lo formal y
circunstancial. Esto es lo que mueve a pensar o creer que el hombre de la llamada
posmodernidad anda errante en la búsqueda de un pensar filosófico basado en la excelencia
131
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Apoyo mi idea por la acción desarrollada por Savater (y otros pensadores), en defensa de
enseñar en la escuela y en la universidad, la forma de pensar filosóficamente. No enseñar la
historia de la filosofía, ni la síntesis de la obra de cada filósofo, sino implementar un método para
que cada alumno aprenda a pensar como filósofo. Adquiera el hábito del pensamiento filosófico.
Pero, a su vez, si bien en apariencia es lógico postular que se debe enseñar a pensar
filosóficamente, para que ello ocurra, además de un “curso” académico o escolar, es necesario el
medio social propicio para desarrollar un pensamiento agudo. Precisamente es lo que carece el
hombre que inicia el siglo XXI, el cual no sólo está inmerso en un mundo tecnológico banal, sino
que esta circundado por una sociedad que cada vez habla menos porque ha perdido la habilidad
del lenguaje y el conocimiento de la palabra y, también cada vez pierde más la capacidad de
pensar con un conocimiento certero. Esto conduce a esa sociedad a crear un relativismo absoluto
de todo, para justificar lo que no puede alcanzar razonablemente.
Manuel Cruz68 sostiene que el filósofo, por definición, en esta particular circunstancia,
no está en un lugar de privilegio, desde el punto de vista del saber o del discurso. Hay un
principio sencillo que asimilar: un filósofo maneja las mismas herramientas que cualquier
hombre común:
la razón
y las palabras
Sólo que al enfrentarse al mundo con ellas, lo diferencia del resto de los hombres, el
modo cómo usa dos sencillas y modestas herramientas. Es decir, no las emplea sólo porque las
tiene y de la forma que venga. Busca en ellas la excelencia más posible, que contenga un razonar
más profundo, realista y que abarque la mayor cantidad de puntos de vista. Un raciocinio
englobador o globalizante. Las palabras deben ceñirse a su mejor y más estricto significado, lo
que implica conocer su etimología para llenarlas de contenido, del que fueron despojadas por el
uso lúdico o indebido.
Nadie duda que sin palabras no hubiera filosofía ni otras formas de conocer, saber y
comunicar o expresar. Pero también es harto conocido como el manejo inadecuado del lenguaje
transforma la realidad y su percepción y la interpretación de la misma. Es cierta la observación
que algunos filósofos posmodernistas han hecho, como Mario Bunge, en el sentido de que
algunos filósofos como los que integraban la escuela de la prefilosofía, representada por
Wittgenstein (y muy usada por Heidegger) aparentemente “se limita al significado de las
palabras y pretende que la gramática dictamine sobre la legitimidad de las preguntas y las
respuestas”. Pese a esta dura crítica es evidente que una filosofía lingüística en forma exclusiva
68
Catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona, España, y autor de varios libros, entre
ellos LOS FILÓSOFOS Y LA POLÍTICA, FCE, Madrid, 1999 y DEL PENSAR Y SUS OBJETOS, Tecnos, Madrid
1988
132
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
no tiene mayor sentido pues la cuestión sería filosofar sobre palabras y no sobre realidades.
Incluso, la lingüística en sí es una ficción científica para analizar un lenguaje ya dado sin generar
nuevas palabras.
Empero, es necesario reconocer que si no filosofamos sobre el concepto y sentido que
las palabras encierran, nunca podríamos llegar a un acuerdo sobre la interpretación de la
realidad. Hemos insistido hasta el cansancio de que, nos guste o no, a la realidad la
interpretamos mediante palabras. Acordar el sentido y concepto que daremos a las palabras,
especialmente atendiendo a su origen prístino o etimología, es un paso también estrictamente
necesario para llegar a un acuerdo sobre la verdad de los hechos y su interpretación, evitando el
subjetivismo, las influencias ambientales sociales y culturales y las limitaciones de las lenguas.
Esto no es una cuestión lingüística solamente, sino más bien una cuestión semántica en la que
prima la teoría del “ad sensum” (por el sentido que se quiere buscar o dar). Es sabido que una
mala o incompleta traducción cambia todo el significado de una palabra o texto. También es
evidente que la polisemia puede alterar por completo la interpretación de un hecho o realidad.
En consecuencia, no se trata de filosofar sobre la lingüística, el lenguaje, la gramática, sino que
es un ejercicio mental de un “ponerse de acuerdo” sobre lo qué queremos decir en forma
absoluta y no relativa, con las palabras que usamos.
Bunge, en cierto modo, descree en la importancia de analizar el lenguaje y su
gramática,69 pero para poder elucidar esta cuestión debemos poner ejemplos claros, aunque
groseros. Es obvio que no es lo mismo decir “un perro muerde a un hombre” (hecho común,
cotidiano y universal) que enunciar “un hombre muerde a un perro” (hecho inusual). El uso
incorrecto o erróneo de la gramática puede generar la incorrección de un mal manejo de situar el
sujeto de la oración. De igual modo ocurre con el significado de las palabras. Esta trasgresión,
que no es infrecuente, cambia completamente el sentido de la frase y de una realidad. La
preocupación de Heidegger era encontrar un lenguaje que permitiera entender lo metafísico,
pero empleando términos de valor absoluto y no relativo, es decir, usados etimológicamente y no
connotativamente (lo que cada uno cree que una palabra dice o significa).
La unidad del pensar en la unidad del lenguaje probablemente fue una exageración de
Heidegger que le acarrea la justa crítica de Bunge y de otros pensadores, porque Heidegger
abusó del lenguaje muy abstracto y con la introducción de conceptos superelaborados sobre la
temporalidad y la esencia del hombre. Quedó encerrado en el círculo del ser, al que no pudo
abrir adecuadamente, pero no dejó de elaborar ideas también precisas y profundas. Debido a esto
69
Personalmente concuerdo con Bunge en el sentido de que no es posible fundar una escuela o sistema filosófico en
la exclusividad de desmenuzar cuestiones lingüísticas de etimología y gramática, pues sería una exageración por sí
rechazable. Pero tampoco hay que ir al extremo del fundamentalismo de un rechazo total, sin aceptar que es
necesario, para filosofar, delinear claramente el alcance del sentido y significado de las palabras que usaremos y el
contexto lingüístico que las insertaremos, porque de otros modos, en una comunicación de puras connotaciones,
estaríamos en un “diálogo de sordos” semánticos
133
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
entiendo que no hay que llegar a fundamentalismos de total rechazo o total adhesión a las
filosofías que se ocupan y preocupan del lenguaje, sino simplemente tomar de ellas lo valioso y
descartar aquello que no hace totalmente a la cuestión a dilucidar.
Todo esto nos lleva a admitir hechos reales que testimonian:
1. las malas o incorrectas traducciones han generado conceptos, interpretaciones e
ideas equívocas
2. la polisemia lleva a conclusiones divergentes, diversas y contradictorias
3. la formulación indebida de frases u oraciones puede trastocar o trastrocar muchos
significados
4. el abuso de neologismos oculta la existencia de palabras mejor acuñadas y de
excelente etimología
5. la ignorancia o la falta de lenguaje no permite la correcta expresión de una
interpretación
6. una interpretación incorrectamente formulada a través del lenguaje deforma la
realidad y la verdad
Luego, sin caer en excesos, dado estos fenómenos que alteran significados, expresiones,
interpretaciones y forman ideas falsas o equivocadas, es indudable que afinar el lenguaje, las
palabras y el modo de decir, nos ayudará a conseguir consenso, entender una realidad y
acercarnos a la verdad, evitando subjetivismos, relativismos y puntos de vista parciales.
Por lo expuesto, es innegable que:
la realidad es un conjunto de fenómenos totales o sistemáticos
pueden ser aprehendidos parcialmente (puntos de vista)
que el significado de la realidad es unívoco y no equívoco (verdad)
la aprehensión de la realidad es equívoca usualmente y en lo general
la interpretación correcta exige, en lo particular, un consenso universal
(integración de todos los puntos de vista correctos) y un lenguaje ajustado y
aceptado también universalmente
Sólo así el conocimiento de esa realidad será la verdad completa y no una interpretación
correcta parcial o una versión irreal o falsa.
El conocimiento filosófico de la realidad
El uso de la razón filosófica necesita una forma de análisis determinada. Quizá lo que
hace que los análisis racionales filosóficos puedan diferir de otros análisis, es el hecho de poseer
134
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
una cierta voluntad de tomar distancia de lo común y buscar la mejor perspectiva o proyección
de un hecho, un fenómeno o una cuestión. Para Cruz, el filósofo no es alguien que tenga una
especie de rayos X en los ojos, es decir, no atraviesa la realidad con una mirada mágica que
permite ver a través de las cosas lo que las cosas son o parecen ser. Tampoco es una mirada
sobre cosas que otros no ven. Todo lo contrario. El filósofo es alguien que ve exactamente el
mismo fenómeno o cuestión que los demás. No ve nada excepcional. Lo que cambia no es sólo el
modo de percibir la cosa, sino que hay una actitud diferente para observar, percibir e interpretar.
Esa actitud se basa en una voluntad férrea y entrenada para mantener una mirada lo más
panorámica posible, diríamos con un gran angular, de forma tal que pone el máximo de atención
para captar la realidad en la mayor dimensión posible. La forma más sencilla para hacerlo, según
dijimos, era un “tomar distancia” que significa “echarse hacia atrás”, en palabras de fotografía,
correrse un poco más, para tener un ángulo mayor y más preciso de visión o percepción. Pero no
todo consiste en una mera espacialidad sino que ese punto de vista también tiene una
temporalidad: se detiene más tiempo a develar el significado de lo que aprehende.
Luego hay tres elementos fundamentales para una visión filosófica de la realidad:
 la voluntad aplicada, un verdadero querer, para observar en forma pensante al
mundo
 saber tomar distancia y darle espacio a las cosas para que éstas se muestren lo
mejor posible y con más cantidad de detalles: una perspectiva en cantidad y
profundidad y una visión global o lo más completa posible
 tomarse el tiempo necesario ante la cosa o cuestión para analizarla y pensar sobre
ella hasta encontrar un mejor y más profundo significado de la misma
Todo esto quiere decir que el filósofo debe introducir también, en su reflexión, el punto
de sosiego necesario para que sus análisis no sean una mera reverberación de lo que, ahora y
antes, el mundo pensó y dijo del fenómeno o cosa que observa, sino que la búsqueda del mejor
significado (excelencia del significado), le permite una visión creativa o recreativa, más global y
menos particular. Los otros puntos de vista no son meras reflexiones a las que debe acudir para
confrontar opuestamente con ellos, sino que esas perspectivas deben colocarse bajo el lente
analizador de su conciencia y hallar en ellos la concordancia posible con lo que él observa, para
tener una visión holística e integradora. Lo que él no alcanza a percibir o pensar, es posible que
sea una pieza que contribuye a comprender un todo, al cual sólo se puede acceder parcialmente.
De ahí la importancia de volcar todos los puntos de vista posibles de una cosa sobre una especie
de mesa de rompecabezas y luego tratar de armar el todo con lo que mejor ensamble de las
partes, dentro de la realidad vivida u observada.
135
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
De este análisis filosófico e integrador pueden surgir diferentes resultados, del mismo que
una perinola:70 en oportunidades la faceta de observación y reflexión le dirá: “ponga todo”
adentro y en otra podrá ocurrir lo opuesto: “deje todo” afuera. Del acierto y equilibrio entre lo
que se debe poner y se debe sacar, saldrá a luz la faceta más oportuna y mejor integradora.
Sabemos sobradamente que toda realidad es cambiante y aleatoria. De no ser así, vivir y pensar
sería más sencillo para todos los hombres. Si hay diferentes puntos de vista y, como colofón,
diferentes formas de pensar, es precisamente porque esa realidad nos da distintas posibilidades
en el tiempo y en el espacio. Tampoco es menos cierta la variabilidad de cada observador de la
realidad. Si ambas cosas (realidad y observador) son variables a modo de un paralaje, ahí radica
la dificultad de las conclusiones universales válidas. La validez de la filosofía consiste en que esa
variabilidad sirva para obtener más puntos de vista (los puntos de vista varios) a fin de extraer de
ellos, lo que contenga el mayor consenso y universalidad (aquellos puntos de vista coincidentes
en diferentes observadores de una misma realidad).
Cada momento en que vive la humanidad (cambio en el tiempo) introduce también
modificaciones en las sociedades (cambios en el espacio). Los modos con qué o cómo el hombre
enfrenta los cambios espaciales y temporales es lo que hace a su verdadero ser o naturaleza. Por
esto Heidegger propone como notas fundamentales el espacio y el tiempo pero, asimismo,
estudiar los modos del ser más que una forma determinada y única del ser. Conociendo el total
de la modalidad, tendremos un mejor acceso al fenómeno del ser del hombre, el cual de otra
manera, es totalmente inaccesible en su misterio material y espiritual.
Si la sociedad en general descansa en un esquema social de quietud (cosa un tanto rara en
esta actualidad que analizamos), la reflexión filosófica también es pausada y más fija, menos
cambiante y esto permite afirmar mejor la certidumbre del momento. Algo así fue posible en una
Edad Media (y en una medida menor en la Antigüedad). Pero la cosa cambia con el Modernismo
y el Renacimiento y mucho más con la Contemporaneidad y la Posmodernidad. Los grandes
cambios económicos, sociales y políticos, tecnológicos, llevaron a una realidad con menos
certidumbre y mayor incertidumbre, sobre todo, coyuntural.
El pensamiento filosófico cambia en algunos puntos de vista, pero el eje principal del
mismo, el filum filosófico, está siempre sentado en el fenómeno humano de hecho (factum)71 y
esto le permite seguir un hilo coherente que arranca desde la Antigüedad y va remozando y
recreando la profundidad de los puntos de vista. Mientras política y economía buscan
70
Peonza pequeña que a manera de trompo se hace girar con los dedos de la mano y consiste en un prisma de cuatro
caras que llevan inscriptas diferentes opciones, la que muestra en una de sus caras cuando deja de girar y cae. Se usa
como juego de azar.
71
Al que algunos filósofos llaman el primun cognitum (el conocimiento primero). Para mí, estas frases latina (o en
griego) fueron frases hechas para denominar una determinada cuestión filosófica básica o expresar un método de
pensar o una escuela filosófica. Pero poco ilustra al lector común tanta introducción de lenguas muertas cuyo uso es
propio del académico formado en ellas, mas, no dicen nada si no se acompañan de su traducción, a quien no sabe
latín o griego (que son la mayoría de los lectores a quienes debería llegar la filosofía)
136
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
significados y acciones coyunturales, la filosofía en su conjunto, afirma y mejora sus
razonamientos, acercándose cada vez más a la esencia del hombre. Naturalmente, son
acercamientos relativos, nunca absolutos, pero la imagen del ser humano es cada vez es más
nítida y mejor entendida para el saber filosófico, si el filósofo sabe comprender e integrar todo el
conocimiento del hombre, tanto de sí como del universo.
La filosofía, como actividad englobadora e integradora ya no sólo exigirá saber y tener un
método para pensar, una habilidad para interpretar la realidad y sus hechos y fenómenos, las
cuestiones abstractas, sino que deberá tender a poseer mayor cantidad de datos y poseer la rara
virtud de saber seleccionar esos datos y de ensamblarlos de modo tal que se constituya un
modelo o un sistema integral verdadero y no sean partes meras de una realidad pero
desconectadas del todo.
En otras palabras: un filósofo no debe ser, académicamente, sólo filósofo, sino debe
participar del conocimiento de las ciencias, las artes y otras disciplinas que hacen a la cultura y a
la tradición social e histórica, pero también coyuntural, de un hombre concreto. Por eso, no es
inusual que los mejores puntos de vistas sean filosóficamente obtenidos por físicos, médicos y
otros profesionales no filósofos, que se entrometen a filosofar. Este fenómeno es posible porque
la realidad no sólo es mera abstracción sino también un conglomerado de entes concretos. Por
ejemplo, si se quiere filosofar sobre la cuestión de la materia, indeclinablemente habrá que
conocer todas las teorías y las investigaciones a nivel molecular y de partículas que hoy se saben.
El actual momento del mundo es vivido con extraordinaria incertidumbre por la mayoría
de la gente, mientras la filosofía ordena los temas cotidianos y los transcendentes con mejor
detalle. Para el común de la gente, se ha perdido de vista muchas cuestiones existenciales y
filosóficas de fondo (fundamentales) y se vive coyunturalmente. Tanto es así, que hay filósofos
posmodernista que claman por una filosofía de la cotidianeidad (Sloterdijk) Esta tentación de
una filosofía más pragmática que meramente abstracta y muy metafísica, es, en cierto modo,
haber perdido la profundidad para captar dentro de lo particular y temporal, la universalidad de
los fenómenos sociales de un momento, que luego serán pura historia. Es interesante captarlos,
como diría Heidegger, como un simple conocer de algunos “modos de ser” del hombre (o diría
yo: algunos “modos de ser de la humanidad” o “modos de pensar de la humanidad” porque
históricamente se repiten los hechos y fenómenos, aunque cambien las formas de expresión).
Todos los cambios culturales que se introducen son tecnológicos, de la moda, de usos y
costumbres, económicos, políticos y sociales. Pero no hay cambios esenciales para el hombre.
A escala masiva hay una degradación espiritual, un apagamiento del espíritu del hombre. En el
ámbito filosófico, el hombre produce más y mejores obras de pensamiento, que no sólo analizan
el momento coyuntural, sino que van perfilando mejor a la esencia del hombre. Pero esta obra
filosófica se pierde, de alguna manera, en el maremágnum intelectual del posmodernista.
137
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
El filósofo de este comienzo de siglo XXI se reparte entre las notas esenciales y los
fenómenos coyunturales, a los cuales debe tener en el foco de reflexión permanentemente debido
a los grandes y rápidos cambios que se suceden en el mundo y en la sociedad. Hay
transformaciones sociales, económicas y políticas que cambian no sólo los mapas, sino la
sociedad misma. Mientras algunas cosas se ordenan en un rumbo progresivo definido y
predecible, otras se sumen en una especie de caos y de confusión, que según Cruz, llevan a un
extendido discurso de inalteridad: “esto no hay quien lo cambie”, “esto ya sí es definitivo”. El
caos y la desorganización política, económica y social de una sociedad que sufre cambios hacia
la decadencia general, conllevan esta especie de fatalismo con casi tres siglos de reflotamiento de
las mismas cuestiones económicas y políticas.
La cuestión social de la economía, los trabajadores, el empleo y desempleo, los salarios
justos, el mercado, la distribución de la riqueza, la justicia social, etc., sufren vaivenes desde el
siglo XIX con la revolución industrial, hasta la actual globalización del mercado neoliberal. Esto
hace que las sociedades fluctúen por períodos de grandes cambios donde se entremezcla la
prosperidad relativa con los conflictos. En los comienzos del siglo XXI se reflota algo de los
problemas del trabajo y la producción vividos desde mediados del siglo XIX hasta comienzos
del XX y que fueron parcialmente superados. Hoy son pocas las naciones que mantienen la
estabilidad del trabajador, un trabajo permanente, digno y con una distribución social justa de la
riqueza. La mayoría de las sociedades están en decadencia política, económica y social, viviendo
la opresión, la guerra, la guerrilla, el terrorismo y los fantasmas del hambre y la enfermedad y la
depresión económica (desempleo, caída de mercados, producción insuficiente de lo necesario
como es alimentos, inestabilidad de planes y doctrinas económicas, etc.). Hay pestes modernas
que diezman más población que la peste del siglo X, pero como la demografía mundial es mayor,
se relativiza el número de afectados y muertos. No obstante hay pandemias que aniquilan
progresivamente un gran número de personas (SIDA y la reaparición de otras pestes como la
sífilis, la tuberculosis, etc.).
El hambre y la pobreza afectan más de dos tercios de la humanidad, la cual tiene crisis
culturales y espirituales. La paradoja social va desde un gran progreso tecnológico como nunca
conoció la humanidad, a la negación del uso de ese progreso en forma pareja para el confort de
todos. Sólo algunos pueden adquirir y gozar el privilegio tecnológico. De igual modo, la riqueza
es de algunos grupos minúsculos mientras el conflicto del hambre, la enfermedad y la pobreza es
de grupos mayúsculos. Cuando más que nunca el hombre puede prolongar artificialmente su vida
combatiendo la enfermedad y la vejez, enfrenta la paradoja de que cada vez es menor el grupo
que puede acceder a esa calidad de vida. Y aquellos que llegan a viejos por la virtud de la ciencia
y la técnica, tienen en su mayoría, una calidad de vida peor que si hubieran muerto más jóvenes.
La senectud privilegiada tiene el mismo número estadístico que tuvo tradicionalmente la
humanidad: muy pocos viejos llegan a una longevidad natural, estable y tranquila. Políticamente,
138
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
las sociedades se bambolean de la izquierda a la derecha o al centro y así los grupos políticos
llegan al poder alternativamente. Hay épocas de democracia, hay épocas de dictadura, hay
regímenes liberales o seudoliberales (bajo el mote de neoliberales), hay regímenes totalitarios de
fundamentalismos políticos o religiosos, hay regímenes que no saben cuál rumbo tener.
Todo se entremezcla del mismo modo que el tango argentino CAMBALACHE, escrito
por Discépolo, lo describe: así como en un local de compraventas todo se mezcla (la Biblia y el
calefón), así en la sociedad todo se cubre de un barniz de falsedad y los valores se pierden a tal
punto que como dice la letra tanguera, da lo mismo ser sabio o profesor que ladrón o timador o
ignorante.
No hay un concepto claro de ética y moral y los principios religiosos son ritualistas o
fundamentalistas o llevan el blanqueo del sepulcro (según el Evangelio). Hay países que en su
territorio son campeones de todos los derechos del hombre, pero en su política exterior los
avasallan en su conjunto. Esta hipocresía es la doctrina final que parece imperar en todos los
órdenes sociales. Todo opera como aquel clásico “Haz lo que yo digo, pero no lo que hago”. Es
la política del “doble discurso” de decir una cosa y hacer lo contrario. Ocurre en la religión, en la
política, en la economía, en la justicia, en las instituciones en general. Tarde o temprano aquello
que parecía ser impoluto, se “destapa la olla” y aparece algo de podredumbre. El poder se
transforma en podre72 (valga el juego de palabras). Todo poder social (político, económico, etc.)
a los postres resulta algo dañino para alguien, de alguna forma y ya casi sin excepciones. No hay
una forma de poder totalmente auténtica y lícita, y que no desemboque en algo indebido. Todo
poder sobrelleva una carga de inmoralidad o ineficacia, en sí mismo o en sus acciones.
Frente a los hechos coyunturales, que son fruto de algunos modos de ser del hombre, pero
que de ninguna manera en sí mismos significan el ser absoluto del hombre, el filósofo puede
introducir lo que siempre ha introducido en todas las sociedades en que intervino: la cuestión de
la cuestión misma, en el momento en que esta cuestión está en vigencia. El trabajo filosófico es
cuestionar la cuestión. Pero este cuestionar no es una mera opinión, sino la reflexión profunda
tratando de explicar “tal cual” es la naturaleza de lo que ocurre. Ya sea introduciendo la duda
sobre aquello que se cree incuestionable, o interrogando sobre las aseveraciones que se realizan
en forma magistral (ex – cátedra) como doctrina indiscutible.
Según Cruz, el filósofo de este principio de siglo XXI, casi como una especie de
Sócrates mezclado con Diógenes, anda errabundo en esta sociedad cambiante insertando puntos
de sospecha, con una capacidad para hacer preguntas que interfieren, en forma muy inocente,
sobre cuestiones severas. Estas preguntas de hoy, como las de Sócrates ayer, pueden ser: “¿está
72
Podre es un término que la 21ª edición del Diccionario de la Real Academia Española señala como “putrefacción
de algunas cosas” o como sinónimo de pus (secreción putrefacta de ciertas heridas infectadas). Es el sufijo de
podrecer, podredumbre y podredura, todo referido a lo podrido o putrefacto.
139
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
seguro?,” “¿por qué no?,” “¿no podría ser de otra manera?”. Sócrates, mediante el método de
preguntas iladas de acuerdo a lo que sucesivamente iba respondiendo su interlocutor, llevaba las
cuestiones tratadas a un nivel de absurdo que le permitía hacer que la persona que conversaba
con él recapacitara sus ideas. Diógenes, a otro nivel, también usaba la exageración para
demostrar lo equívoco de algunas costumbres y pensamientos. Pero la exageración y el absurdo y
la estupidez ya instalada definitivamente en las conductas de la humanidad, superan todo método
filosófico, a tal punto que son totalmente impermeables a la razón auténtica y se conforman con
los autorrazonamientos que inventan para justificar su existencia y persistencia, incluso, su auge.
Empero, no debe confundirse a la captación de una realidad coyuntural con un cambio del
modo de pensar filosófico. Se puede pensar filosóficamente sobre la economía, la política y los
hechos sociales, culturales, etc., lo que no significa que necesariamente debamos caer en el error
de filosofías estancas (filosofía de la historia, filosofía de la ciencia, filosofía de la economía,
filosofía de la política, filosofía de…, etc.) Es posible desarrollar un pensamiento filosófico
sobre una cuestión, lo que no es factible es pretender que esa determinada cuestión sea el
fundamento de toda la filosofía. Cuánto más discrimina el pensamiento filosófico una cuestión
concreta particular, menos trascendencia tiene.
El pensamiento filosófico trascendente, como el de la antigüedad, en especial el griego,
quedó para siempre en la historia porque abordaba cuestiones generales y simples, con
pensamientos concretos que abarcaban todas las posibilidades de acceso a la esencia o verdad de
un ente o una cuestión. Si no fuera así, no seguiríamos citando y analizando a Aristóteles,
Platón (y con él a Sócrates) y a otros filósofos griegos. Fíjense qué poco se cita a los latinos y
quizás se recuerde más a los orientales, especialmente los chinos (quienes fundaron más una
escuela de espiritualismo que de filosofía). He desarrollado este parágrafo porque encuentro en
él un valor muy especial y cercano al fenómeno llamado ciencia médica. Luego, muchos de estos
conceptos (o todos ellos) son fundamentos ciertos para una filosofía médica (de la ciencia
médica y del médico en sí) puesto que, obviamente, filosofar exige buscar el pensamiento
filosófico y no sus mitos.
Los “mitos” filosóficos
Fernando Savater, al evocar la obra filosófica de Juan Nuño,73 analiza un libro de este
autor74 en el cual expone cinco modelos de mitos filosóficos que según el autor encuadran todas
las filosofías:
1. el narcisista de la salvación personal
2. el de la revelación clarividente e inspirada de lo más oculto
73
74
Fernando Savater – UN FILÓSOFO EXPATRIADO, artículo publicado en marzo del 2008
Juan Nuño – LOS TIPOS FILOSÓFICOS, Editorial Reverso
140
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
3. el que desentraña la totalidad y el destino
4. el que prohíbe las transgresiones intelectuales y vigila los límites del saber
5. el que pone la filosofía al servicio de la teología y de la ciencia
Savater señala: “Estos mitos sirven como referencia tanto del pasado como de la
combinatoria especulativa en el futuro. El reiterado anuncio de la muerte de la filosofía suele
ser en realidad señal de un cambio de mito filosófico, el traslado a otra figura del tarot de la
sabiduría porque, como dice Nuño, „contra lo que puedan pensar progresistas y sistemáticos, los
auténticos problemas filosóficos ni siquiera se disuelven: reaparecen, vuelven a plantearse”.
Mi idea, insisto aunque sea tedioso, es encontrar un método de pensar lo más correcto,
exacto, eficaz, que permita conclusiones auténticas y veraces. Todo el esfuerzo de este trabajo es
conseguir evitar un modo de pensar errático que aleje de la verdad en lugar de encontrarla. Puede
que mi intento sea considerado, y de hecho lo será, como utópico y merezca críticas muy
similares a las efectuadas a los filósofos en los que he encontrado coincidencias (Descartes,
Heidegger, Balmes, etc.) y que cito en este escrito. Pero, a pesar de toda crítica posible, sigo
insistiendo en la necesidad y en la vocación irrenunciable de buscar la verdad de la medicina.
De otro modo no sería imposible encontrar una verdadera filosofía de la ciencia médica y de la
medicina en general.
141
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
VI
CUESTIONES FUNDAMENTALES DE LA MEDICINA
¿Qué debemos entender por cuestiones médicas?
e acuerdo a lo que ya he establecido como una conducta ineludible, empezaré por
definir qué entiendo por el vocablo “cuestión”. Apelo a lo más útil, objetivo y
lógico como es acudir al diccionario de la Real Academia Española, lengua en la
cual me expreso. Este diccionario, en la primera acepción opta por lo
etimológico y enseña que cuestión proviene del latín y significa pregunta
(también indagación) por lo que es “pregunta que se hace o propone para averiguar la verdad
de algo controvirtiéndolo”. En principio, el diccionario acepta que cuestión es una pregunta para
averiguar la verdad de algo. Lo que no me termina de cuadrar es el agregado de
“controvirtiéndolo” dado que la controversia o polémica es precisamente las opiniones
contradictorias sobre una misma cuestión. Si decimos que la controversia lleva a la verdad,
estamos usando indebidamente al vocablo controversia, el cual, denotativamente, es “discusión
de opiniones contrapuestas”. Esto tiene coincidencia con la acepción que indica a cuestión como
“oposición de términos lógicos o de razones respecto a un mismo tema, que exigen detenido
estudio para resolver con acierto”. La controversia, por su naturaleza, es precisamente eso:
contradicción, lo que implica que no discute sino que parte directamente en el enclaustramiento o
encierro de dos definiciones opuestas de un mismo fenómeno. Creo que la contradicción es lo
opuesto a la verdad por un razonamiento elemental: un fenómeno o es negro o es blanco (o es
gris que no es negro ni blanco sino una mezcla de ambos). La verdad, dije antes, necesita del
consenso, pues no es posible definir la esencia de un ente con proposiciones opuestas. Quizás la
tercera acepción del mismo diccionario nos lleve al tema de que la cuestión a considerar es
“punto o materia dudoso o discutible”. En este caso una discusión parte de puntos de vistas
distintos o dudosos, pero puede llegar a un punto de consenso, lo que no ocurre con la
controversia. Luego, hay que distinguir entre cuestiones controvertibles o cuestiones discutibles
y cuestiones incontrovertibles e indiscutibles. Si se pregunta qué es un árbol, la respuesta
inmediata es “ente del reino vegetal” y esto no merece ninguna duda ni polémica ni discusión.
Otras acepciones del diccionario sindican a cuestión como “materia o asunto” y esto, si bien no
cuaja con lo etimológico, por lo menos deja una idea de que se debe cuestionar algo objetivo
como una materia o asunto. Finalmente, creo oportuno resaltar otra acepción del diccionario del
término cuestión como es “problema que debe ser resuelto por métodos científicos”. Dejo así un
panorama semántico de la palabra cuestión que en el caso de la ciencia médica, puede involucrar
dos tipos de cuestiones distintas: la pregunta que se indaga por la verdad de la naturaleza de un
ente (en este caso, filosofía sobre qué es la ciencia médica) o bien una cuestión estrictamente
científica como es un fenómeno médico que debe investigarse con métodos científicos.
Indudablemente y sin hesitaciones, en este trabajo se busca tratar la cuestión médica de la
D
142
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
pregunta filosófica que ayude a mejor definir qué es la ciencia médica y cuál es la esencia del
médico.
He hecho, también como acostumbro, un rodeo extenso para mejor expresar y comunicar
mi intención, dado que he leído otros trabajos filosóficos sobre la medicina que insertan
preguntas que son más problemas que deben ser resueltos por métodos científicos y no
cuestiones semánticas o filosóficas.
Se me ocurre que en la cuestión de la filosofía de la medicina, lo primero a preguntarse
es: ¿cuál es el estado en que se encuentra el pensamiento filosófico actual? Esto lo considero
imprescindible puesto que si no tenemos una idea del transcurso del pensamiento filosófico
actual, difícilmente podremos insertar conceptos de filosofía en cualquier nivel. Dentro de este
tema es conveniente considerar a la filosofía antropológica como uno de los instrumentos que
mejor se avienen al tratamiento de la filosofía de la medicina. Una vez que se diluciden estas
cuestiones filosóficas, recién estaré en condiciones de enfrentar las cuestiones filosóficas propias
de la medicina y los médicos.
Ideas sobre tradición y actualidad en el pensamiento filosófico
La inmediatez de un problema no debe hacer perder de vista la continuidad del
pensamiento filosófico histórico. La tradición cultural tiene sus bemoles y problemática, pero es
la única cosa que nos une en un destino común y la base sobre la cual se ha construido el mundo
actual. Es probable que estas cosas filosóficas, por ser básicas, subyacen ocultas a la visión
superficial de un mundo ocupado en cambiar segundo a segundo, sin la posibilidad de detenerse
a conocer lo que fue y lo que está siendo. Pero esa tradición genuina que está como “encostrada”,
recubierta por una costra o un espeso velo, es la que tiene que ser explicada por la filosofía
actual.
Para Cruz, el trabajo filosófico es doble:
1. mantener vigente y actualizada la tradición auténtica
2. filosofar sobre la actualidad existente
En lo relativo al cuidado de la herencia recibida (me refiero a la herencia de las “cosas
buenas”), esto es insoslayable. Todo filósofo y educador, de algún modo, tiene la tarea de
representar la tradición y mantener esa herencia para transmitirla a las generaciones siguientes.
Pero esa transmisión no es automática, fija, tal cual, sino que debe ser sometida a una crítica
conforme al progreso intelectual de las épocas. Un educador o un filósofo actual no podrán tratar
a Nietzsche, a Kant o a Hegel, como se lo hizo en generaciones anteriores, inmersas en otros
contextos sociales e históricos distintos.
143
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
El progreso cultural y del pensamiento filosófico moderno, permite interpretar a esos
filósofos en otros aspectos, no menos interesantes ni efectivos, con que se lo hizo anteriormente.
No sólo es recordar a esos pensadores, sino integrarlos a ese filum filosófico que antes aludimos
y que arranca históricamente en la antigüedad y se va manteniendo y perfeccionando con el
devenir histórico. La esencia filosófica es la misma. Cambian las formas de expresarla. Y no
puede ser de otro modo, pues cambiar la esencia de la filosofía, sería como pretender cambiar la
esencia del hombre. La filosofía, como la ciencia y el arte, son formas de expresión cultural de lo
que el hombre es. Pretender la extranjería humana de las mismas, es la ilógica en que ya
fracasaron varias teorías materialistas. Los puntos de vista filosóficos tradicionales son
discutibles, por su esencia, como los puntos de vista actuales.
La naturaleza de la filosofía es el pensamiento crítico y esto conlleva la tarea de
repensar en forma continua todo aquello que se piensa en un momento histórico coyuntural.
Las formas de expresión y de aceptación de esas expresiones podrán ser mutables, pero la
esencia de la cuestión que se debate es inmutable.
El quehacer de filosofar sobre la actualidad no es algo despegado de la función de
mantener vigente la tradición filosófica, sino de recrear la misma, para adaptarla a la forma de
pensar sobre lo que está ocurriendo ya. Es casi seguro que todo lo que ocurre, de algún modo,
está dentro de la esencia humana. Por lo tanto, tiene un modo filosófico de expresión. En esto
creemos que no hay mayor disentimiento. El disenso puede surgir de la forma de filosofar. Y eso
es parte del trabajo filosófico, para crear escuelas de pensamiento, cuya vigencia puede ser
mayor o menor, de acuerdo a la afinidad que demuestre en relación con la realidad que critica.
También en relación con la forma de llegar y de provocar cambios. Lo que se debe evitar es la
tendencia actual a teorías filosóficas pragmáticas inauténticas, relativistas, materialistas y al
sofismo (imperante aún en los centros científicos académicos de más alto nivel).
El filósofo tiene la misión de ejercer su capacidad de reflexionar a partir y sobre lo
existente, pensar lo que está pasando ya y luego poner el resultado de su reflexión al servicio de
su comunidad. En esta tarea de comunicar no pueden influir factores ajenos a la comunicación
auténtica. No se comunica para halagar o despreciar una comunidad. No se trata de buscar
aquello que convenga y no lo qué es realmente una cosa. La función del filósofo es pensar él y
hacer pensar a los demás y para esto intenta dar qué pensar a los otros. No se filosofa sólo para
halagar o decir a la gente lo que le gustaría escuchar. Hay que transmitir la verdad y la realidad
lo más fielmente posible en la esencia de las mismas. Esto no significa que hay que buscar
elementos que están en esa realidad para utilizarlos para el halago o la agresión de nuestros
interlocutores. Lo filosófico está en integrar todos los puntos de vista, tanto negativos como
positivos, halagadores como agresivos, para mostrar lo que el mundo y la sociedad son en la
144
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
estricta realidad. Incluso, de superar los prejuicios personales del que filosofa. De otro modo, la
filosofía no es un instrumento útil, sino algo que puede resultar nocivo o inútil.
Para integrar estos puntos de vista hay que comunicarse con todos los que desean
filosofar y juntamente con ellos debatir cual es la mejor forma de dilucidar una cuestión. La
filosofía, para ser tal, no es patrimonio de un pensamiento individual, el cual puede ser muy
original y creativo y despertar inquietudes o nuevos criterios. Sólo cuando las cuestiones
filosóficas se integran a un grupo de pensadores y se universalizan es así como puede adquirir el
consenso que la integre como conocimiento certero trascendente. Tampoco se trata de
“vulgarizar” la filosofía para hacerla más comprensiva para quienes no han estudiado las ciencias
filosóficas, pues no es posible hacer entender lo abstracto a quienes aún no pueden abarcar lo
concreto.
Sólo son admisibles dos cuestiones:
a. filosofar sobre “lo vulgar” para distinguir lo trascendente de lo
intrascendente
b. y que todas las cuestiones filosóficas abstractas actuales cobren un
lenguaje asequible para transformarlas de manera tal que puedan llegar a
convertirse en cuestiones efectivas sobre una especie de pragmatismo (en
el buen sentido) social real y auténtico.
Esto permitiría que cada sociedad, en un determinado momento histórico, reflexione
sobre sus propias cuestiones del “aquí y ahora” mediante procesos intelectuales definidos,
certeros y centrados en la problemática verdad-realidad. La otra cuestión, de la cual Saramago
se vuelve el principal predicador en España, es actuar para despertar en otros, en lo posible en la
mayoría de la gente, un “pensar filosófico cotidiano” (teoría de Sloterdijk), o como dijera
Barylko, “enseñar a pensar”. Esto, también, es oficio de filósofos más que de pedagogos.
Filosofía como “arte de vida”
Desde otra perspectiva, la filosofía en la actualidad es vista por algunos filósofos como el
“arte de aprender a vivir”75. La sensación es que hoy la filosofía debe dejar de ser patrimonio de
un grupo intelectual o de un academismo universitario para llegar a constituir un modo de pensar
auténtico, propio del hombre inteligente. Es como “afinar” el pensamiento concentrándolo en las
cuestiones fundamentales que hacen a la vida del hombre como es el amor, el bienestar, la
educación del sentir, del hacer y del pensar. El hombre, a través del correcto razonar, debe
encontrarse consigo para extraer lo mejor de sí. Debe recuperar la espiritualidad como un retorno
a todos aquellos valores que dan sentido a la vida y felicidad, la verdadera satisfacción de un
75
Luc Ferry – APRENDER A VIVIR, Editorial Taurus, España
145
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
buen vivir. La razón es el instrumento más poderoso y eficaz para volver, paradójicamente, a la
fe religiosa sin fundamentalismos, ni leyes de vida rígidas y sin sentido (como vestir de una
forma determinada, no comer ciertos alimentos, no tomar algunas bebidas, la prohibición del
libre albedrío, etc.). Irónicamente, hoy la filosofía, para ser total u holística, completa, debe dejar
de ser un juego de mera intelectualidad, para rodearse de la afectividad y la volitividad de forma
tal que el pensar filosófico no sólo abarque las cuestiones metafísicas y abstractas, sino que vaya
desde lo abstracto a lo concreto. Debe pontificar el pensamiento ideal con la realidad personal de
manera que la inteligencia, a través de la razón puede llegar a lo espiritual y a lo considerado
material, es decir, la buena forma pragmática del vivir. La realidad cotidiana debe dejar de ser
una entidad amorfa para el pensar filosófico y cada individuo debe aprender a pensar con
filosofía su propia existencia. No hay una filosofía general como tampoco ninguna filosofía
individual puede ser universal, salvo que se base en valores inherentes al hombre o sobre la
vacuidad de los lugares comunes del pensamiento relativo o superficial. Así como la inteligencia
es patrimonio de todos los hombres, la estupidez es algo instalado en el planeta lo que la vuelve
muy común a todos. Sabemos que hay bien y que hay mal y que hay más disposición para hacer
las cosas negativas, que buscar, sentir y vivir lo positivo. Muchas buenas intenciones enuncian
ideas positivas, pero las conductas reales se basan más en la negatividad destructiva que la
positividad constructiva.
Goleman y otros autores hablan de emociones positivas o constructivas y emociones
negativas o destructivas, coincidiendo con un pensamiento histórico de la humanidad que desde
Buda, los filósofos griegos y Jesús, han venido desarrollando cuando el hombre se volvió
historia. El imperativo de superar la estupidez y la negatividad imperantes desde siempre en el
mundo,76 pero hoy más exaltadas porque hay una demografía mayor, exige que el pensar
filosófico sea enseñado por aquellos que lo poseen. Ésta es la tesis de Saramago que clama
porque en la escuela se enseñe filosofía, pero no la historia de la filosofía ni el recitado de textos
filosóficos ni el repaso frío de las principales doctrinas filosóficas que la humanidad ha
elaborado en el transcurso de los tiempos, sino la tendencia a educar en el pensar filosófico.
Se está pidiendo una filosofía activa y no pasiva, a través de un aprendizaje del manejo
del pensamiento crítico, de la razón auténtica e inteligente, para lograr el control de las
emociones, los sentimientos y la voluntad. Ese control es necesario para recuperar una ética o
una moral no sólo basada en preceptos y costumbres huecas, sino en el impulso genérico y
natural de aceptar que la buena vida consiste en el amor a sí y a los otros, en la convivencia
cordial y urbana y en la adopción de valores basados en la bondad. La religión, el arte y las
ciencias son pilares de la actividad humana muy importantes, pero el desarrollo de la vida diaria
personal es un propósito superior a toda otra meta, pues si no se lleva una vida armónica,
ordenada e inteligente, mal podrá comprenderse y gozarse a todas las otras actividades
materiales y espirituales. Todo ello conlleva, desde luego, un estado de buena salud.
76
Esto lo remarca muy bien Erasmo de Rotterdam en su ELOGIO A LA LOCURA
146
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Bailar un rock o escucharlo puede parecer una actividad artística, pero también se
transforma en una herramienta de disconformidad y de agresión (independientemente de si la
música de una determinada composición de rock es buena o no. Muchas piezas de rock
instrumentadas para ser tocados como simple melodía han dado excelentes composiciones
musicales). Si no, no se explica las extravagancias de una música de percusión dañina al oído y a
la mente y a la presentación de esa música con actos groseros, a veces pornográficos y otras
decadentes. Nada de esto tiene que ver con el verdadero arte y el buen espíritu aunque se base en
notas musicales que supuestamente deben considerarse artísticas. Cuando la letra de una canción
o su ritmo son hostiles, operan como los grafitti ofensivos (literatura soez o barata), los
espectáculos degenerados (caricatura de teatro o espectáculo) y todas las otras manifestaciones
que usan de la palabra, la música y la representación corporal para promocionar la violencia, el
vicio y la desviación sexual en todas sus formas. Ser diferente no involucra, necesariamente, la
propaganda de la diferencia ni la imposición brutal de la misma. Una cosa es eludir la
discriminación y otra muy distinta pretender que el resto del mundo piense como el diferente o
admita la diferencia. Tampoco no aceptar la diferencia significa discriminarla. Tanto el diferente
como los otros, pueden convivir sin invadir espacios ajenos o tratar de imponer ideas, creencias y
costumbres.
De ahí, que para evitar lo destructivo y decadente, se deba recuperar una actitud mental y
espiritual de educar el pensamiento y los sentimientos y de fortalecer la voluntad para guiarlos
hacia lo que realmente es necesario y satisfactorio. La autenticidad debe desplazar a la ilusión
que crean los malos hábitos como es pensar que la droga es gratificante sólo porque me evade de
la realidad o me produce sensaciones que se consideran placenteras, cuando en realidad
únicamente se obnubila la razón y se degrada el cuerpo. El modo de un pensar crítico es lo que
marcaría la diferencia entre la vida disoluta o disipada y la vida sabia que conlleva la felicidad, la
verdad y el auténtico placer de vivir. Y esto no se manifiesta espontáneamente, a menos que se
sea un verdadero iluminado o “fuera de serie”. Lo común es que en las circunstancias actuales y
pasadas, el control personal debe aprenderse y surge de la educación y ello implica nuestras
ganas de querer educarnos y de elegir el camino más correcto a nuestra realidad personal.
Debemos dejar de ser borregos que en manada son conducidos por los “pastores” de la
corrupción, la moda vacua y las costumbres estúpidas. El reencuentro con Dios (en algunos
casos), con nosotros y la naturaleza no es un milagro (aunque puede llegar a ocurrir) sino el fruto
de nuestro deseo vehemente de ser mejores y de lograr el manejo de una vida consciente e
inteligente y no de la inconsciencia de costumbres dañinas y vanidades de las modas. El marcar
los caminos a todo esto, la herramienta de la educación y la formación, en este contexto, es el
pensamiento filosófico, ergo, la filosofía misma. De esta forma, como lo fue en sus comienzos,
la esencia de la filosofía es la educación auténtica del hombre. Repasaré algunas tendencias
filosóficas actuales.
147
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
La filosofía alemana de Sloterdijk
El filósofo alemán Peter Sloterdijk ha editado una obra filosófica que ha titulado
ESFERAS y de la cual ha publicado tres tomos. El primero de los tomos se refiere a la CRÍTICA
DE LA RAZÓN CÍNICA fue publicado en 1983.77 El libro está prologado por otro filósofo
alemán posmodernista, Rüdinger Safranski. En su prólogo, Safranski refiere a la obra de
Sloterdijk como “una nueva frontera del pensamiento alemán” e intenta comparar a Sloterdijk
con Spengler, quien en 1918 consideró que había una especie de “decadencia de Occidente”
puesto que caía derribada la cultura europea imperante en el siglo XIX para entrar en forma
“cruenta y caótica” en lo que se ha dado en llamar modernidad (período muy fugaz del siglo XX,
porque ya en el siglo XXI se habla de posmodernidad). Para Safranski, la modernidad es una
especie de “crisis perpetua” que ha originado muchas corrientes dispares en todas las disciplinas
humanas, especialmente la filosofía. Aunque también afectó las artes y las ciencias. Esa
modernidad crítica derrumbó muchas bases filosóficas que parecen haber degenerado el
concepto de “razón”. Quizás como una ironía de la obra de Kant, CRÍTICA DE LA RAZÓN
PURA, Sloterdijk se propone poner en relieve una nueva modalidad filosófica, que ya no trata
las formas de buscar un razonamiento matemático o perfecto.
Safranski hace notar en su prólogo, que Sloterdijk se ha preocupado en disecar lo
relativo a la conciencia moderna, buscando desenmascarar su esencia y sus efectos mediante una
serie de interesantes ilustraciones. El resultado de todo esto se puede resumir como que “la
conciencia moderna tomó conciencia de sí”, esto es, pareció que había hallado el camino, o por
lo menos, el conocimiento de lo que sería una “correcta conciencia”. No obstante,
paradójicamente mientras la filosofía modernista revela esa “correcta conciencia” por un lado,
por otro, las conclusiones a que llega son “incorrectas”. Es decir, la filosofía modernista toma
una “correcta conciencia” de sí, pero obra en forma incorrecta. Este “obrar incorrecto” con una
“conciencia correcta” es lo que ha llevado a Sloterdijk a buscar la “razón cínica”. No olvidemos
que el cinismo, como corriente filosófica, fue iniciado por los discípulos de Sócrates y fundado
por Antístenes, cuando esos discípulos se separaron ideológicamente del maestro. Uno de los
más importantes representantes del cinismo, como escuela filosófica, fue Diógenes
(inmortalizado como el griego desnudo que habitaba un tonel y que recorría las calles griegas de
día con un farol encendido, diciendo que andaba buscando un hombre, o bien, criticaba a quien
se le ponía por delante porque “le tapaba el sol”).
Según la Real Academia Española, cinismo significa “desvergüenza en el mentir o en la
defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”. A esta definición se llegó, por lo que
sucedió con los filósofos cínicos y que Balmes resume magistralmente en su HISTORIA DE LA
77
Peter Sloterdijk – ESFERAS, Tomo I: CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA, Alemania, 1983
148
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
FILOSOFÍA.78 Balmes refiere cómo el pensamiento de Sócrates influye en los griegos, de tal
forma que suma adeptos como Platón y Aristóteles. Pero después de Sócrates “hormiguean”
diferentes sectas debido al “carácter curioso y disputador de los griegos”. Según Balmes, no
puede inferirse que todas las doctrinas que aparecieron después de Sócrates son fruto de sus
enseñanzas, sino que muchas doctrinas surgieron debido al “impulso comunicado al espíritu
griego por el genio de aquel hombre extraordinario”. Muchas escuelas que se formaron después
de Sócrates eran contradictorias a sus doctrinas y, en algunos casos, como el cinismo, surgieron
por exagerar los principios de Sócrates.
El principio socrático fundamental consistía en que el bien supremo era la virtud por lo
cual a ésta debía posponer todo, en especial lo que no concordara con ella. Su discípulo
Antístenes se apartó de los otros y predicó una exageración de la doctrina de Sócrates al afirmar
que “el hombre sólo debe cuidar de la virtud, despreciando todo lo demás, inclusas las
consideraciones de buena crianza” Esta exageración resultó ser también una adulteración de la
doctrina socrática. Como consecuencia de tan tremenda conclusión, Antístenes “empezó, pues,
por vestirse pobremente, se dejó crecer la barba y, armándose de cayado y zurrón, emprendió la
vida filosófica”. Enseñaba su doctrina en el lugar llamado Cynosarges, que en griego significaba
templo del “Perro Blanco” (de cynos, perro en griego, derivó cínico). Los griegos le llamaban
perros a los discípulos de Antístenes no sólo por el lugar en que se reunían sino porque
empezaron a distinguirse por expresarse en una lengua mordaz y adquirir hábitos y costumbres
desvergonzados para la época, por lo que eran rechazados.
Así, deambulaban desnudos, vivían en la calle en toneles, y para sus necesidades vitales
no debían atenerse a las normas de la ética y la decencia de las relaciones sociales. Junto a una
pobreza absoluta con privaciones y sacrificios de toda clase, estaban sus costumbres
desvergonzadas por completo, de manera tal que la “virtud cínica” se transformó en una “virtud
imprudente e indecente” que le quitaba, irónicamente, toda condición de virtud real. Para
Balmes, “bajo las exageraciones cínicas se ocultaba un gran fondo de orgullo: la vanidad de
despreciarlo todo es una vanidad peligrosa”.
Es probable que hoy, bajo otras formas y costumbres y otros estilos literarios esté
primando una especie de “razón cínica” que si bien arranca con postulados racionales y
aceptables termina cobijando acciones y obras “desvergonzadas” y aceptando abiertamente usos
y costumbres antinaturales. El raciocinio tiende a justificar, en nombre de la moral y la ética,
comportamientos inmorales y antiéticos que alteran las relaciones sociales del hombre y alucinan
su vida cotidiana.
Es evidente que si bien la filosofía denota la degradación de la educación, no es mucho lo
que hace para explicar qué es educar y cómo debe hacerse, salvo algunos destellos lúcidos y
78
Jaime Balmes – HISTORIA DE LA FILOSOFÍA, Editorial Iberia, Barcelona, 1952
149
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
parciales. No hay un enfoque englobador filosófico sobre los problemas actuales cotidianos. El
moralismo y las costumbres relajadas que devienen en la denominada “moralina” (se dice una
cosa y se hace otra, “doble discurso”, etc.) o en la racionalidad relativista que explica que todo es
posible porque no hay nada absoluto. De esto puede deducirse que da lo mismo ser recto que
incorrecto porque ambas cosas se dan en la realidad, y que también es lo mismo lo natural que lo
antinatural porque los dos están presentes en la realidad cotidiana.
Se ha perdido la falta de discernimiento en lo que básicamente es bueno y lo que es malo
(dos principios que no pierden vigencia) y de ahí la confusión de que “da lo mismo” y “es igual”.
Luego, la laxitud espiritual acepta todo en un criterio equívoco de que si las cosas están ahí o así,
es porque así debe ser. El “debe ser” de la ética apriorística, en el sentido de lo que “debe ser
bueno”, hoy juega a dos vertientes de manera tal que las cosas “deben ser” buenas o malas y
ambas juegan un rol idéntico por lo que son aceptables. La exageración del “debe ser” y que “si
las cosas están por algo ha de ser” y que “bastan que sean, para tenerse por aceptables”; de que
“no hay nada absoluto, pues todo es relativo”, etc., es lo que ha llevado a un “nuevo cinismo”
según la percepción de Sloterdijk. La falta de acierto del pensamiento filosófico modernista o
posmodernista y sus vaivenes entre polos opuestos, ha roto toda regla lógica y ha vuelto al mito
adámico del derecho a conocer el bien y el mal, aceptando que la filosofía puede ser paradójica y
que es válido todo concepto apoyado en racionalidades más o menos aceptables y posibles,
incluyendo al relativismo y al absolutismo. Es decir, se ha caído en el sofismo que padeció la
filosofía griega y que marcó su decadencia.
Este fenómeno conduce a Sloterdijk a afirmar: “desde hace un siglo, la filosofía se está
muriendo y no puede hacerlo porque todavía no ha cumplido su misión. Por esto, su
atormentadora agonía tiene que prolongarse indefinidamente. Allí donde no pereció
convirtiéndose en una mera administradora de pensamientos, se arrastra en una agonía
brillante en la que le va ocurriendo todo aquello que olvidó decir a lo largo de su vida. En vista
del fin próximo, quisiera ser honrada y entregar su último secreto: los grandes temas fueron
verdades a medias”.
La tesis final de la obra de este filósofo alemán actual es que la vida social actual se
desarrolla como si el hombre viviera dentro de “esferas”. Estas “esferas” semejan “espacios no
menos delimitados” que el que posee la jaula de las fieras en el zoológico. Si bien el hombre
advirtió que el “espacio zoológico artificial” de la jaula no permitía la perpetuación de una
especie animal, intentó conservar o recrear un “espacio natural” que le permita a las “especies en
extinción” sobrevivir y conservarse en el reino natural, de una forma tal cual lo impone su
verdadera naturaleza o esencia. Luego, si el hombre se preocupa por los animales, del mismo
modo debiera asir su vida y enfrentarla sin prejuicios ni falsas razones o razones deformadas,
exageradas y desvergonzadas, incluso, dispares y contradictorias.
150
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Sobre esta recta conciencia de sí, debe construir un “nuevo espacio” que supere sus
actuales “esferas” y le devuelva la universalidad de su ser y su verdadera esencia de criatura
inteligente, esto es, creado más para vivir el bien que autodestruirse con el mal. Desterrar todo
sofismo que acepte y justifique lo antinatural y “malo” y recuperar “conceptos absolutos” que
den solidez a principios que a su vez fundamenten los postulados básicos de una vida natural
que tienda a una sociedad armónica y que deje la utopía del hambre, la guerra, la violencia, el
vicio y la degeneración, para planificar la utopía de una sociedad humana universal que aspire la
paz, la satisfacción real de sus necesidades naturales y no las necesidades creadas artificialmente,
para que recupere el equilibrio de la salud física y mental y destierre todo otro factor letal y
dañino.
Es lo que básicamente da a entender Sloterkijk en su aspiración de “crear sociedades
capaces de preservar nuestros saberes, potenciar nuestras esperanzas, y conducirnos al
reencuentro de nuestra común humanidad”. Volver al criterio de la virtud y la bondad universal
es una verdadera utopía, pero el hombre inteligente y que no ha perdido su esencia natural de tal,
debe imponerse la esperanza de alcanzar esa utopía y hacerla realidad. Para eso debe “preservar
sus saberes” reales, intrínsecos y no aquellos impuesto por el desvío de su razón “natural”.
El “saber vivir naturalmente” es más importante que un “saber científico tecnológico” o
que un “saber filosófico relativista” que se acomoda a cualquier realidad, en lugar de preguntar
qué es lo debido, lógico y correspondiente y proceder a expresar “lo que corresponde” en lugar
de “lo que conviene” decir. Hay que recuperar el “espacio social” de la convivencia que todos
claman en voz alta pero que luego en las conductas personales desarrollan palabras, hechos y
actitudes de “hostilidad social encubierta o expresa” que imposibilita todo convivir. El “espacio
natural”79 no es una esfera sino una infinitud abierta a toda posibilidad de expansión cierta. Y,
naturalmente, la expansión exige evitar la destrucción o el retroceso. La vieja y denostada teoría
del progreso, bien pensada en términos no sofísticos, en realidad sería propulsar todo aquello
que le permita al hombre avanzar sobre sí mismo para solucionar sus problemas vitales. No sé
si el hombre podrá enfrentar tamaña responsabilidad y evitar toda conciencia desviada,
incluyendo la cínica. Esta meditación debe ser uno de los fundamentos del médico como sanador
o curador, en donde “lo natural” no es sólo una aspiración científica, sino también ética,
entendiendo por “natural” lo que corresponde a la naturaleza o esencia del hombre.
Hasta ahora, la historia ha demostrado que las comunidades que lograron algún grado de
perfección han sido mínimas y muy restringidas constituyendo otras “esferas excepcionales” y
poco transcendentes, en cuanto a la acción efectiva. Algunas trascendieron en lo intelectual y en
la anécdota histórica. Pero el mundo o universo humano, en su conjunto, nunca alcanzó la vida
humana ideal: la que predicó Jesús, Buda, los filósofos griegos como Sócrates, Aristóteles y
79
“Lo natural” también puede entenderse como lo estrictamente relativo a la esencia (naturaleza) humana
151
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Platón, verdaderos maestros, entre otros no menos importantes, que marcaron los senderos de la
vida humana digna.
El desafío propuesto por Sloterdijk es recuperar la buena senda y perfeccionarla,
completando “las verdades a medias” que trató lo que él considera la “buena filosofía”. Para esto
debemos evitar todo relativismo que no conduzca a un pensamiento certero y positivo, que pueda
tener efectos verdaderos y no ser meros enunciados de brillantes teorías, sin fin alguno. La
filosofía no es para explicar una realidad, sino para modificarla cuando esa realidad se sale de
sus cauces naturales. Las grandes preguntas y cuestiones filosóficas son para indagar lo que es la
verdad, esto es, los que las cosas son y no lo que parece ser. Precisamente, el “parecer ser” es lo
que ha llevado a la confusión actual. Si seguimos insistiendo en explicar lo que “parece ser” y
desistimos de buscar “lo qué se es”, jamás se saldrá del círculo vicioso. Es más fácil detenerse a
describir que a indagar y hallar respuestas inéditas pero reales, pues no todo lo inédito (lo que se
presenta como nuevo) es verdad. Cuando advertimos un fenómeno, aquello que se nos hace
patente, es cuando se inicia la tarea de interrogar al “factum” sobre su esencia, en lugar de
explicar como “aparece”, pues una mera descripción no sirve para dilucidar lo que el fenómeno
es en sí. Esta cuestión la vengo desarrollando e iterando hasta el cansancio cada vez que rozo el
tema del pensamiento certero y, en este caso, del pensamiento filosófico. Más aún, creo que es
fundamental para el científico médico, no sólo usar y admitir la filosofía de la mera descripción,
sino indagar el meollo de un fenómeno médico, ya sea una enfermedad o un acto médico.
He advertido, quizás como Sloterkijk pero desde otro punto de vista, la inconsistencia
del llamado “pensamiento filosófico actual” (entendiendo por “actual” lo que pasa entre fines del
siglo XX y principios del siglo XXI). El pensador alemán cree que se ha caído en un cinismo
muy elaborado, lo que comparto parcialmente por ser un punto de vista cierto, por lo que postula
su proposición de “devolver a la filosofía su capacidad de meditación cotidiana. Una filosofía
de renovada apertura que se atreva a confesar sus perplejidades”. Yo agregaría: y sus
contradicciones o las formas de pensamiento abstracto muy elaborado que resulta indescifrable o
permite ser explicado de diferentes modos, incluso contradictorios, o, como ya ha ocurrido en
algunos pensadores, a negar sus razones por no entenderlas. Ergo, la filosofía debe recuperar un
estilo llano pero recto. La sencillez no excluye la profundidad. Tampoco la verdad.
Contrariamente, cuando hay buena y recta voluntad, así como un intelecto bien guiado, todo lo
bueno y verdadero se transforma en algo muy sencillo. Tan sencillo que la mente muy elaborada
lo rechaza porque confunde a la sencillez con falta de grandeza intelectual y de brillo mental.
Empero, como lo remarca Safranski, Sloterdijk se transformaría en una especie de
“recalcitrante discípulo de Diógenes que sufre su época” y la ética que propone, a la que
califica de “agónica”, “si no nos puede guiar por el laberinto de nuestros errores, al menos
ayuda a evitar el canibalismo”.
152
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Uno de los sentidos de la nueva filosofía que propone Sloterdijk radica en el postulado
de que si los hombres se divorcian o distancian de lo natural (la Naturaleza), se convierte
prácticamente en una especie de “animal fracasado”. Podría entenderse esto como que el hombre
al alejarse de lo estrictamente natural y biológico, deja de comportarse como un animal, pero
tampoco alcanza el nivel de inteligencia suficiente como para distinguirse netamente de un
animal puro, sin el intelecto humano. Si bien biológicamente es un animal, al no poder vivir
como tal, pero tampoco como corresponde a su dignidad de hombre, fracasa en lo más elemental:
su vida esencial o natural o genuina. Este fracaso lo aleja de su condición estrictamente animal,
en el sentido de seguir el camino de la naturalidad y no le permite alcanzar la perfección de la
mente humana. No se realiza ni como animal ni como hombre.
En su tesis de los lugares de la Humanidad que el divide en dos regiones bien
diferenciadas que denomina Necesitania y Posibilitania,80 marca bien los límites que hay entre
las necesidades naturales del hombre (recordando que necesario es lo que no puede dejar de ser)
y las posibilidades que el hombre establece con su capacidad racional de modificar sus
necesidades y transformarlas en otra cosa. Hacer posible que establezca prioridades que nada
tienen que ver con la necesidad primaria, o bien, satisfacer esa necesidad primaria de forma tal
que escapa a todo criterio lógico de natural para ingresar en un terreno no sólo artificial sino
meramente inteligible, sin conexión con lo primordial. Sujetar la necesidad a las posibilidades
que crea subjetivamente no es otra cosa que desear el cambio de lo natural por otras cosas que si
bien se relacionan con la necesidad, pero no son estrictamente el modo de satisfacer
naturalmente lo natural. Así, el mundo humano ha buscado ir más allá de las fronteras de los
impulsos instintivos naturales primarios (hambre, sed) por ejemplo, para sumergirse en la
búsqueda de elementos artificiales dirigidos ya no a satisfacer esos impulsos, sino incluso a
modificarlos recreando o modificando esas necesidades de forma tal que cae en excesos o en
faltas. La anorexia y la bulimia son conductas antinaturales que el hombre se impone, como lo es
la gula. La fabricación de bebidas que nada tienen que ver con la sed sino con otras tendencias
hedonistas, le ha llevado a inventar diferentes tipos de líquidos con alcohol, gases, sustancias
colorantes, saborizantes, azúcares o edulcorantes, etc. Todas ellas son fruto de un mero deseo
que lo hace factible la posibilidad del cambio (de la bebida y de las costumbres).
Debemos aprender a distinguir, entonces, entre necesidad como impulso natural instintivo
primario, el deseo y otros impulsos o motivaciones. Denotativamente (por Diccionario) deseo es
un movimiento enérgico de la voluntad hacia el conocimiento, posesión o disfrute de una cosa.
Hemos tomado deliberadamente el término deseo porque en él interviene un signo distintivo:
movimiento enérgico de la voluntad. Si aceptamos que la voluntad es la fuerza de acción, es
aquello que nos lleva a hacer algo, tendremos que convenir que el deseo es la sal de la voluntad,
lo que empuja a la voluntad a una determinada acción. La voluntad es una facultad sujeta al
control mental. Pero también puede actuar irrefrenablemente cuando es empujada por lo
80
Peter Sloterdijk –NORMAS PARA EL PARQUE HUMANO, Alemania, 2007
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
instintivo y en lo instintivo, el deseo es protagónico. Primero se debe desear para luego actuar.
En cuanto a lo instintivo, Canton Duarte,81 en referencia a instintos y motivaciones, prefiere
usar el término “pulsiones” (que no existe en el idioma castellano) pero que nos impresiona que
está muy cerca del término “impulso” que sí existe en el idioma. Debemos entender que impulso
es lo que empuja, incita o estimula, sugestiona para proceder bajo una determinada impresión
del momento, casi en forma automática, sin reflexión ni cautela. Cuando esta acción se
transforma en irresistible, irracional, incluso en contra la voluntad de quien la ejecuta (obligación
de hacer lo que no se quiere) es lícito de hablar de una compulsión. Con fines académicos y
prácticos, para ilustrar nuestro concepto de acto instintivo, podemos distinguir a impulso como la
idea, la sugestión, la estimulación o la incitación para realizar un acto, mientras que compulsión
es la fuerza irresistible, irracional e involuntaria que obliga a realizar el acto.
También creemos que es necesario establecer algún tipo de distinción entre motivo
estrictamente e instinto, dado que las motivaciones en el hombre tienen mucho que ver con su
intelectualidad, mientras que lo instintivo va más contra ella. Los motivos pueden ser inducidos
por el hombre; los instintos no, puesto que los hereda genéticamente. Salvada esta distinción y,
afirmándonos en los conceptos dados de impulso y compulsión, haremos un análisis de los
instintos, como intento de aproximación a su conocimiento. Así, podemos dar un punto de vista
diciendo que nuestros instintos pueden ser impulsivos o compulsivos.
¿Cuáles serían los instintos compulsivos? Por lógica son aquellos que están relacionados
con la necesidad (conviene recordar que lo necesario es “aquello que no puede dejar de ser”).
Luego son necesarios los instintos conservadores de la vida: los instintos biológicos del hambre,
la sed, el acto sexual procreativo, la defensa de la vida (como lucha o huida frente a un peligro).
Estos instintos son estímulos básicos que generan conductas para obtener respuestas
satisfactorias a los mismos. No obstante la naturaleza esencial de estos instintos básicos, las
respuestas para satisfacerlos pueden ser diferentes para distintas personas o para una misma
persona en ocasiones diversas.
Motivación e instinto
Cuando hay una misma ocasión para diferentes personas, las respuestas son disímiles
porque dependerán de las condiciones de entrenamiento y la capacidad individual de respuesta.
Si las condiciones y capacidades son iguales para todos los presentes pero igual hay respuestas
distintas, entonces es cuando interviene la motivación82 para variar la respuesta. Los motivos
pueden ser:
Canton Duarte – LOS INSTINTOS Y LA EMOCIÓN, Editorial Quórum, Madrid, 1980
Motivación es un ensayo mental preparatorio de una acción para animar o animarse a ejecutarla con interés y
diligencia. Es también motivo como causa de algo, es decir, motivo como causa o razón que mueve para una cosa,
dado que motivo es lo relativo a movimiento, a “aquello que mueve algo para hacer algo”
81
82
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
1. Primarios o fisiológicos: se originan en las necesidades primarias o fisiológicas y
son procesos de autorregulación del organismo. Acompañan los instintos
primarios y por lo tanto, son innatos junto con esos instintos, a los cuales regulan
mediante el aprendizaje de costumbres relativas a la satisfacción de los instintos
primarios. Es una motivación básica en el hombre.
2. Sociales o secundarios: en su mayor parte son adquiridos en el curso de
socialización en una cultura determinada. Se forman con respecto a relaciones
interpersonales, los valores sociales ya establecidos, las normas o las
instituciones. También pueden servir para regular instintos afectivos como el
amor, el odio o favorecer, o no, el instinto gregario, en el caso del hombre la
empatía y la sociabilidad.83
Para ilustrar lo expuesto, tomemos como ejemplo de motivo fisiológico que regula el
hambre en el acto de comer. Si este acto lo realiza una familia compuesta por varios miembros,
veremos que ellos pueden estar conformados con las mismas condiciones de entrenamientos
(referidas a horarios, forma de comportarse en la mesa, tipos uniformes de menús, etc.), pero hay
capacidades individuales distintas de respuestas. Unos comerán disciplinadamente, otros lo harán
más desordenamente. Algunos ingerirán más rápidamente, otros lentamente. Muchos
completarán el rito en familia, otros lo finalizarán primero o mucho después (sobremesa).
¿Cuáles son los motivos de esas conductas dispares? En primer lugar los horarios:
quienes llevan mayor cantidad de horas de ayuno tendrán mayor hambre y, por lógica, apuro por
comer. Otra razón es el cumplimiento estricto de determinados horarios que obliga a comer en
corto lapso. Esto determinará una ingesta rápida y desordenada, incluso incompleta. Por el
contrario, quienes tengan ayuno menor y horarios complacientes, disfrutarán de una comida
pausada, ordenada y completa (entrada, plato principal, postre) e incluso puede quedarse en un
tiempo complementario de sobremesa.
Otros factores que intervienen en las conductas de respuestas son: diferencias
metabólicas, necesidades dietéticas, apetencias, etc. Esto referido a un instinto: comer. Esas
mismas personas en otras condiciones pueden variar sus hábitos. Si nos explayamos en otros
instintos básicos obtendremos resultados similares, de lo que se infiere que el despliegue de
instintos en el hombre no se realiza del modo constante y estereotipado que se observa en la
conducta animal.
En referencia a lo que hemos llamado instintos impulsivos, veremos que este tipo de
instinto no conlleva una conducta imperativa, es decir, son instintos en alguna manera
regulables, ya sea por motivaciones fisiológicas o sociales. “Todos los cambios importantes de
83
Cruz Álvarez Merino, Ana – MOTIVACIÓN Y VOLUNTAD, Editorial Quórum, Madrid, 1987
155
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
la conducta humana se sitúan al nivel de la motivación”.84 El médico no puede desconocer esto,
en primer lugar, porque él como hombre, tiene instintos impulsivos. Debe conocer y comprender
sus propios instintos y motivaciones, para poder llegar a empatizar con los de sus pacientes, pues
el paciente al igual que el médico son hombres impulsados por motivos. Pero el médico debe
superar en conocimiento a su paciente para poder ayudarle y curarlo. Si el médico yerra en sus
motivaciones y desconoce también las de sus pacientes, es indudable que no habrá un encuentro
armonioso entre enfermo y curador, sino un desencuentro que impedirá toda sanación.
Los instintos del hombre
¿Cuántos instintos posee el hombre? No hay una lista taxativa pero algunos autores como
William James85 creían que el hombre tiene “muchos instintos” con relación a los animales. Así
considera como instintos a: la locomoción, la vocalización, la imitación, la emulación, la
pugnacidad, la simpatía, la hostilidad, el miedo, la adquisitividad, la aptitud para construir, el
juego, la curiosidad, la sociabilidad, la inclinación al secreto, la limpieza o aseo, la modestia, el
amor (en todas sus formas: pareja, filial, fraternal, paternal, etc.).
Para James todas estas tendencias son instintivas y coloca en el rango de instinto las
manifestaciones de la esfera volitiva y afectiva. McDougall, del mismo modo que James,
sostiene que los instintos del hombre son varios y los llama “propensiones”, es decir, que un
instinto es una “propensión a...”. Afirma que los instintos son “los móviles principales” de toda
la actividad humana, la cual sin instintos carecería de significación. Cataloga como instintos a: la
huida, la repulsión, la curiosidad, la pugnacidad, la auto-degradación, la autoafirmación, la
reproducción, lo gregario, la adquisición y la construcción. McDougall asocia la emoción al
instinto, coincide con James en algunos instintos y su idea abarca dos conceptos distintos:
1. los instintos “excitan” la actividad
2. los instintos “dirigen” la actividad para satisfacerse.
Watson y Morgan no admitían los instintos sino hablaban de “reacciones emocionales
primarias” y sostenían que eran sólo tres:
1. el miedo,
2. la ira y
3. el amor.
Salvando los instintos que hemos llamados compulsivos, el resto de los nombrados serían
impulsivos. Sobre estos términos de compulsión e impulsión para denominar a aquellos instintos
84
85
Nuttin, J. – LA MOTIVACIÓN, Editorial Proteo, Bs. As., 1969
James, William – COMPENDIO DE PSICOLOGÍA, Emecé Editores, Bs. As., 1947
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que pueden ser o no controlables con la voluntad y la inteligencia, los psicólogos en general,
distinguen entre pulsiones e incentivos, los que, primariamente, serían emociones. O sea, que
prefieren más hablar de emociones que de instintos.
Así definen a las pulsiones como “excitaciones que mueven a la acción” y las clasifican
en primarias y secundarias. Serían primarias las biológicas y secundarias las adquiridas a través
del aprendizaje. Mientras que incentivos son “aspectos o condiciones que se encuentran en el
ambiente y que estimulan la conducta”. Inducen a actuar con menos imperativo que las
pulsiones. Hay interacción entre incentivo y pulsión, de forma tal que cuando no existe una
pulsión, un incentivo puede promover una acción conductual. Por ejemplo, si no tenemos
hambre, la vista de un manjar delicioso puede despertar apetito.
Todas estas definiciones, en síntesis, son cuestiones meramente semánticas, dado que
pulsión tiene los mismos atributos del instinto:
1. está asociada a la noción de “propósito”
2. también implica un imperativo o “urgencia”
3. tiene un “patrón de conducta” relativamente fijo (por ejemplo: el hambre
promueve la acción de comer, invariablemente).
Mientras que la no-satisfacción de las compulsiones primarias indefectiblemente conduce
a la muerte, como ser el hambre y la sed, la no-satisfacción de otras compulsiones secundarias o
aprendidas, sólo conducen a la frustración,86 la que cuando es crónica produce graves
alteraciones emocionales o psíquicas, generando muchas veces la ira que puede desembocar o no
en una tendencia tanática (asesinato y/o suicidio) (compulsión homicida). Cuando no se llega al
impulso homicida, se producen alteraciones de angustia, ansiedad o distrés o alguna psicopatía,
dependiendo del tipo de frustración y del motivo de la misma, como asimismo, de la
personalidad del frustrado.
La RAE define a agresión como “acción y efecto de agredir”, “acometer” lo que
significa acometer a alguien para herirle, matarlo o hacerle algún tipo de daño. Puede decirse que
de algún modo la agresión “significa el acto opuesto o contrario al derecho de otro”.
Psicológicamente la agresión “es una manifestación de la personalidad dirigida hacia un objeto
y que implica un ataque, y a menudo un intento hostil y destructivo”.
Alonso Fernández remarca que la agresividad específica del hombre, alcanza
frecuentemente grados de ferocidad y violencia muy raros entre los animales. En este sentido
Portman señala que “no hay animales que hagan a sus congéneres lo que se hacen unos
hombres a otros”.
86
Frustración como acción de “privar a uno de lo que esperaba o dejar sin efecto algo o malograr un intento”
157
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Bruno87 destaca que la manera habitual de la conducta del hombre “lo conduce
suavemente hacia satisfacciones acostumbradas y genera muy pocos o ningún impulso de
agresividad, pero si los obstáculos surgen en los senderos habituales de los esquemas
establecidos, habrá un fuerte impulso correspondiente a la conducta agresiva.” Sintetiza la
secuencia en la tríada siguiente: frustración = ira = agresión, en la que ubica a la agresión como
“un intento de eliminar la fuente de la frustración y así dejar libre el sendero hacia el objetivo
deseado”.
La agresividad puede manifestarse de diferentes formas o actos, entre los que se incluyen
desde la agresión verbal (gritos, insultos, difamación, mentiras, etc.) hasta la agresión física
(golpe, herida, tortura, muerte, etc.). Incluso, determinadas formas de la agresión social, como el
mobbing o el bulling conllevan la agresión psíquica.
La agresividad se cataloga más como pulsión aprendida que biológica, dado que el
hombre se manifiesta en formas opuestas: mientras hay comunidades que son esencialmente
agresivas, hay otras que tienen vocación pacifista. Igualmente ocurre con las personas: las hay
agresivas en distintos grados y otras pacíficas, también en distintos grados. Una cosa es evidente:
no todos los hombres son agresivos. Otra nota es que la agresividad nace con motivaciones y una
vez que surge, si el motivo no cesa, la agresividad se expande. Raramente hay agresividad “sine
materia” en hombres normales.
Otros instintos naturales
El hambre y la sed
El instinto humano siempre se manifiesta como “ganas de algo” y por esto los instintos
básicos o naturales nos inducen a sentir esas ganas y a satisfacerla. Entre las “ganas” naturales y
auténticas, además del instinto sexual se encuentra el instinto del hambre al cual, en forma
simple, podemos indicar como las “ganas necesarias de comer”. ¿Por qué esta distinción de
necesaria? Pues sabemos que lo instintivo puede ser manifestado en forma natural y auténtica,
pero también puede pervertirse cuando se liberan en forma apasionada los instintos. Así, el
hambre como necesidad fisiológica natural es un instinto primario en defensa de la vida. Si no se
come se muere de hambre. Nuestro cerebro posee neuronas que regulan un centro de hambre
(centro activador del hambre), pero también hay otro centro que es el centro de la saciedad
(centro inhibidor del hambre) que nos indica “hasta cuándo” hay que comer y “cuánto hay que
comer” para satisfacer la necesidad elemental de mantenerse vivo.
Bruno, Antonio Horacio – CONNOTACIONES MÉDICO-LEGALES DE LA AGRESIVIDAD: 38-39 Rev.
AMA, Bs. As., marzo-abril 1981
87
158
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
El instinto del hambre está dirigido por el apetito de comer que es un impulso instintivo
que nos lleva a satisfacer deseos o necesidades, en este caso, el hambre. Pero no es lo mismo
apetito que hambre. El hambre es el instinto natural, el apetito una función reguladora. El apetito
tiene un centro regulador en el hipotálamo, en el núcleo ventromedial. El daño de este núcleo
despierta hambre y apetito y el afectado come todo lo que esté a su alcance (hiperorexia). El
centro parece actuar frente a la disponibilidad de alimentos pero no en función de necesidades
calóricas, pues si no hay alimentos disponibles, el afectado no se manifiesta hambriento. El
hambre, en cambio, tiene un centro en hipotálamo lateral y es el que responde a necesidades
calóricas y, a su vez, regula el centro del apetito. El daño de este centro también provoca
hiperorexia. En cambio, la anorexia parece estar regulada por factores psíquicos, del mismo
modo que la bulimia. El hambre es regulado por el nivel de glucosa en sangre, aunque la vista de
alimentos apetitosos induce a comer, pero no por hambre sino por exacerbación del apetito.
El hombre es un ser omnívoro, es decir, naturalmente está condicionado para comer todo
lo que no le produce daño. Su dieta debe incluir vegetales y carnes. No puede ni debe cambiar
esto. La educación auténtica debe contemplar que nos formemos con un folklore gastronómico
amplio, que tenga equilibrio en cantidad, calidad y oportunidad. No se debe comer por comer,
sin pautas ni pausas. Hay un biorritmo que nos dice: comer cuando se tenga hambre, en cantidad
que no indigeste ni altere las otras funciones. Los horarios de las ingestas tradicionales
(desayuno, almuerzo y cena) tienen alguna razón de ser y deben ser respetados. En cuanto a la
calidad de alimentos y bebidas, demás está decir que deben de estar en un orden equilibrado,
natural. Evitar todo lo artificioso y desequilibrado. No dejarse seducir por dietas dañinas e
incompletas. Respecto de otras necesidades instintivas como es la sed, el dormir y regulación de
excretas, debemos condicionar nuestros hábitos a respetar el ritmo propio y no alterarlos. La
necesidad social debe ser regulada para que no se sobreponga a las necesidades fisiológicas. Se
debe trabajar, pero el trabajo no debe ser motivo de alterar el biociclo. La sed es un instinto de
supervivencia elemental como el hambre. Nuestro cuerpo es 65% agua y pierde más de tres litros
diarios entre excretas y transpiración. La deshidratación natural es la que impulsa a beber
mediante el instinto de la sed.
El impulso de la sed se dirige siempre a buscar líquidos, siendo el principal el agua. El
centro de la sed radica en el área supraóptica del hipotálamo en un grupo de células llamadas
osmorreceptoras porque controlan la concentración sanguínea. Tanto la falta de ingesta como el
exceso de la misma, alteran la concentración de sales en el agua (especialmente sodio y potasio).
Cuando la sangre se concentra mucho, se estimulan los osmorreceptores y estos envían mensajes
a la hipófisis desencadenando la sed. Además, los riñones regulan la excreción urinaria mediante
la hormona antidiurética (ADH) que secreta la hipófisis. La ADH impide la pérdida de agua
cuando la ingesta no es normal. Una sangre muy concentrada estimula una mayor secreción de
ADH y viceversa. Las hormonas mineralcorticoides secretadas por la corteza suprarrenal regulan
159
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
los niveles de sodio y potasio eliminados por la orina y así mantienen el equilibrio de la
concentración sanguínea.
Salvo una gran excepción o necesidad ineludible, el hombre debe buscar ejercer
profesiones u oficios que le permitan sustentarse pero sin dañar su cuerpo ni su mente. Si este
daño ocurre, se vive inadecuadamente y esto es inauténtico. El hombre auténtico tiende a
respetar el ciclo natural de luz / sombra, que es propio del ciclo día / noche: el día es para la
actividad, la noche para el reposo. Lo contrario le lleva a la alteración de su ciclo circadiano, a la
enfermedad y a la inautenticidad. Con lo expuesto queremos dejar bien examinado lo relativo a
lo instintivo: debe respetarse los ciclos naturales, la alimentación natural, las bebidas naturales,
el uso correcto de las sensaciones instintivas, mediante el ejercicio de la inteligencia y la razón, a
la luz del afecto y con el control férreo de la voluntad. Esto se extiende a los instintos
protectores de la vida como pueden ser el miedo (prevención del peligro), instinto de defensa
(lucha o huída), etc. Razón, afecto y voluntad son los únicos atributos firmes del hombre
auténtico y educarse es poseerlos en su plenitud.
Los instintos alterados
Con los mismos criterios que aplicamos al instinto sexual, debemos enfrentar a los otros
instintos. Una sensación de sed o hambre no nos debe inducir a conductas desordenadas que nos
provoquen daño. El acto de alimentarse debe ser estudiado por el hombre a la luz de su
inteligencia para comprender hasta qué punto come para nutrirse y hasta qué punto come por una
sensación de gula. Igualmente debe proceder con la bebida. Debe beber lo necesario, sin
excesos. Cuando se transgrede las reglas del equilibrio aparecen desvíos como la anorexia y
bulimia, como expresión de perversión de una válida sensación de hambre y de dipsomanía
cuando es sed patológica. En cuanto a la calidad de alimentos y bebidas, demás está decir que
deben de estar en un orden equilibrado, natural. Evitar todo lo artificioso y desequilibrado. No
dejarse seducir por dietas dañinas e incompletas. La educación auténtica debe contemplar que
nos formemos con un folklore gastronómico amplio, que tenga equilibrio en cantidad, calidad y
oportunidad. No se debe comer por comer, sin pautas ni pausas.
Como corolario es necesario destacar el incremento de la tendencia al instinto de
agresión o violencia. Está ligado a los instintos primarios de odio e ira y el factor
desencadenante es la frustración. La agresión, si bien puede estar motivada o impulsada por
instintos primarios, siempre es una conducta aprendida y un resultado social. La agresión, más
que instintiva, es una reacción condicionada culturalmente. Se es agresivo porque el medio
condiciona esa agresividad. Todo ocurre a tal punto se ha llegado a hablar de que existe
actualmente una “cultura de la violencia” en donde lo agresivo es el condimento principal.
Quizás dentro del instinto de la violencia pueda incluirse el instinto de matar, el que puede ser
despertado por pasiones violentas o estados de emoción violenta, estados psicóticos o estados de
160
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
estrés crónico. El instinto de matar se manifiesta como compulsión homicida. Otras veces, hay
manifestaciones de instintos sanguinarios que llevan al sadismo como es torturar sin motivos,
con torturas físicas cruentas o, en el caso de relaciones sexuales desviadas, al sadomasoquismo
también violento. Una de las variaciones de este instinto está en el llamado “hombre golpeador”
que tiene por hábito o costumbre golpear. Sobre todo, a seres más débiles e indefensos como son
ancianos, mujeres y niños y normalmente, este caso se encuentra dentro de la llamada violencia
familiar. Otros casos pueden ser hallados dentro de fuerzas policiales o militares o carcelarias.
He efectuado esta larga digresión entre las diferencias de pulsiones o impulsos naturales y
su diferencia entre las motivaciones y los deseos del hombre que hacen posible cambiar lo
natural por conductas diferentes, incluso, antinaturales. Esto puede afectar la conducta personal
de un médico y aunque parezca de Perogrullo es necesario conocer estos aspectos porque
omitirlos no ayuda a conformar un concepto filosófico de la medicina puesto que esta ciencia
involucra insoslayablemente a la persona del médico como una de las cuestiones fundamentales
para su ejercicio. El correcto conocimiento de todos estos temas, que explican en parte los
fenómenos medico-sociales actuales, permite, en primer lugar, que el médico aprenda a
conocerse y controlarse personalmente como hombre que tiende a lo naturalmente bueno. Sólo
así podrá extender a sus pacientes un ejemplo de conducta y dar las indicaciones precisas y
coherentes y no contradictorias. También estos conocimientos son aplicables fundamentalmente
al paciente, el cual, obviamente, enferma por sufrir un desmanejo de instintos, deseos,
motivaciones, etc.
El mensaje de Sloterdijk sintetiza, desde un punto de vista cultural más literario y menos
científico, cómo el hombre por tener posibilidades, ha transformado por sus motivaciones y
deseos, todas las necesidades primigenias. Pero esto lo aleja de su función trascendente para
dejarlo fijo en un plano, que los existencialistas catalogan como “abyecto”. Si tenemos en cuenta
que el sufijo “yecto” significaría, como antes lo expliqué y ahora itero, más o menos, “llevar
a…” “tirar a…”, “impulsar a…”, es decir, el impulso que mueve en una dirección determinada,
“proyecto” sería “impulsar hacia delante” y “abyecto” es “impulsar hacia abajo”. Mientras el
hombre natural está estructurado en su esencia para realizar proyecto, el “animal fracasado”
sufre una caída en su escala natural (abyección), de forma tal que no está ni en lo animal ni en lo
humano, en lo que se refiere a genuinidad o autenticidad.
Esto lo resume Sloterdijk, en sus conceptos de Necesitania y Posibilitania, que el
hombre actual está inmerso más en Posibilitania: “es un continente en el que nos complicamos
la vida con listas de posibilidades que te obligan a tener deseos que antes desconocías”. En
cierto modo, la Posibilitania, quizá, fue antelada por León Tolstoy cuando afirmó que el hombre
de hoy le interesa más “tener que ser”. Pero la posibilidad de Sloterdijk no es la posibilidad de
Heidegger, en el sentido de que la vida del hombre es un repertorio de posibilidades para
construir un proyecto existencial. Las posibilidades de Sloterdijk son, precisamente, todo lo
161
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
contrario a las posibilidades de Heidegger. Mientras las primeras conducen al hombre a un nivel
artificial y lo alejan de toda condición humana y animal y lo transforman en un mero ente de
costumbres vacuas, las segundas le marcan el camino de su esencia auténtica.
Antes que Sloterdijk, la psicología de la motivación había advertido la presencia de las
motivaciones lúdicas o hedonistas que creaban en el hombre nuevas y desconocidas
“necesidades”, fundamentalmente debido a las propuestas que la tecnología y el uso de modas y
nuevas costumbres imponía por diversos medios, entre ellos, los medios de comunicación
masiva o social. El consumismo feroz que hoy azota a la humanidad que puede adquirir algo fue
antelado, por ejemplo, por Nuttin y colaboradores88, quienes advirtieron que la publicidad
dirigida con mensajes subliminales imponía modas de ropas, bebidas, elementos para comer y,
sobre todo, la comida prefabricada. Así, la necesidad de vestirse y comer es modificada al
exacerbar tendencias a ingerir lo que se publicita. Otro tanto sucede con el instinto sexual, el cual
ya no es un mero medio para la simple procreación sino que por refinadas técnicas pornográficas
se magnifica el impulso erótico y una excesiva erotización llega a costumbres sexuales
antinaturales o a vicios marcados de degeneración física y psíquica. El sexópata ya no es una
excepción sino la regla.
En síntesis: Sloterdijk pone el dedo en una llaga ya conocida. Pero lo hace proponiendo
que la cuestión entre en una especie de filosofía de lo cotidiano a fin de corregir los excesos y
anomalías que sobre las necesidades naturales ha tejido el simple hecho de tener posibilidades de
hacer otras cosas, incluso las artificiales que adquieren un fuerza de pulsión mayor que las
naturales. Todo ocurre a tal punto que se suplanta completamente lo natural por lo artificial en
grado que le causa mucho daño pues lo desnaturaliza en su propio ser. Éste es el quid de la
filosofía de Sloterdijk, que lleva casi a dudar a Safranski de que el intento del filósofo alemán
logre su objetivo en una humanidad autística para el pensamiento filosófico, concluyendo que la
ética que sostiene no tiene suficiente vitalidad para imponerse (“ética agónica”)
La conjunción de la “filosofía abierta” (que muchos autores actuales usan) con los
conceptos científicos psicológicos y médicos que hoy se conocen, producen una mixtura entre
ciencia y filosofía, que si bien es ingeniosa y de cierta utilidad, lleva al pensamiento filosófico a
una dimensión desconocida para el mismo, puesto que le es muy difícil bajar de su pedestal
abstracto y estrictamente intelectual a un nivel pragmático. La filosofía tradicional ha evitado
todo pragmatismo porque entendía que su misión era el pensamiento crítico y no la enseñanza de
conductas correctoras de los desvíos morales, éticos, etc. Las cuestiones del meollo que hacen al
conocimiento del ser del hombre, su rol de animal inteligente y el desarrollo del potencial mental
de pensar lo más correctamente posible son las funciones que se autoasignaron todos los
filósofos de la humanidad, desde que el hombre comenzó a filosofar. El hombre de hoy, perdido
en su propia confusión de todo lo que culturalmente aprendió e instauró a través de los siglos,
88
Nuttin, J, op. cit.
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
genera también una camada de “filósofos” que buscan “su propio destino” para encausar el caos
mental, espiritual y social que aflige cada vez más a la humanidad (y a los mismos filósofos, ya
que los diálogos de Platón señalan como mentes muy inteligentes convivían con la pederastia, lo
que hoy se considera poco ético).
Pero este complejo ser humano, que se expresa de modos tan diversos y diferentes, es
reacio a conformarse con su autenticidad y en cada generación oscila entre el equilibrio y el
desvío, terminando más en el desequilibrio que en la armonía. No obstante, creo sinceramente
que todo esfuerzo es válido, pues marca profundamente que todavía hay hombres que no
naufragan en el delirio y que puede sobrenadar en la existencia que lo ahoga, para mantenerse
lúcido y vivir bien, como lo manda su orden natural y genuino.
En este tema del estado actual de la filosofía no puede dejarse de lado la tendencia
filosófica reinante, hacia un exagerado relativismo, el cual llega a las ciencias médicas para dar
lugar a conceptos contradictorios debido a las discrepancias sobre los métodos científicos y sus
resultados.
El relativismo clásico
En parágrafo anterior habíamos dicho que la mutabilidad de un concepto, por nuevos
puntos de vista o la mera imposibilidad de demostrar la inmutabilidad absoluta de un concepto,
lleva a escepticismo llamado relativismo. El relativismo sostenía que todo conocimiento puede
ser percibido de modos distintos, de acuerdo a las características de cada persona.
Para Fatone, la doctrina relativista o relativismo clásico es una forma especial de pensar
que deriva del escepticismo, para el cual todos los conocimientos son relativos, lo que impide un
conocimiento absoluto, puesto que todo conocimiento lo es en relación con el sujeto que tiene
caracteres propios que condicionan todo conocimiento, por lo que ahí se establece lo relativo.
Todo conocimiento es, en última instancia, una relación entre sujeto y objeto y esa relación no
depende sólo del objeto sino también del sujeto, ergo, todo conocimiento por ser una mera
relación es relativo.
Se atribuye a Protágoras la introducción del principio de relatividad. El relativismo no
sólo es filosófico sino que se extiende a todas las ciencias y actividades del hombre e incluso a
todos “los modos de pensar” aparecidos en cada era de la humanidad. Así, todo conocimiento
dependerá de las condiciones sociales, económicas, culturales del medio, de la situación
histórica, de la profesión, de la edad, del sexo, etc. Los relativistas se apoyan, de algún modo, en
los agnosticistas, para los cuales todo conocimiento absoluto escapa a la posibilidad de
conocimiento humano, lo que convierte, tácitamente, a todo conocimiento humano como
conocimiento relativo.
163
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Esto llevó a Protágoras a afirmar que el hombre es la medida de todas las cosas. Así lo
que uno pueden considerar absolutamente verdadero, otros podrán negarlo o decir que es una
verdad a medias. Luego, las cosas no son en sí algo absoluto, sino que dependen de la
posibilidad de conocimiento de cada hombre. Las cosas son porque el hombre indaga sobre su
ser y propone su esencia. Esta escuela, llevada a su máxima expresión sería como enunciar “nada
es absoluto, todo es relativo” y el conocimiento no es una entidad independiente, sino algo que
siempre dependerá del hombre, pero no con uniformidad y universalidad absoluta, sino relativa,
pues dependerá de la capacidad de conocimiento de cada hombre en particular.
Luego el principio de relatividad establece que todo es verdad, lo que equivale a decir
que la verdad, por sí misma no existe, sino es una entidad que cada hombre establece para su
criterio personal. Ergo, todas las opiniones y creencias serán verdades relativas para todos
aquellos que así lo acepten. De ahí, que todo es verdad.
Sócrates fue quien rebatió a Protágoras diciendo que no está bien que lo que a cada uno
le parezca, así sea para él y que sólo es irrebatible o verdadero lo que todos pueden ver por igual.
Por lo tanto, supeditar la verdad a los sentidos no da al hombre la supremacía de la verdad a
través de la inteligencia, y esto traslada la cuestión a que la verdad también podría ser mejor
patrimonio de los animales que tienen más desarrollados sus sentidos.
Es evidente que el sensismo, o doctrina del conocimiento sólo posible a través de lo
sensible o captable por los sentidos, soslaya la función principal del hombre: su inteligencia, la
que no depende de los sentidos estrictamente sino de la capacidad de razonar, esto es, formar
juicios que puedan dar sentido y significado a las cosas visibles e invisibles, a los objetos
sensoriales y a las sensaciones extrasensoriales.
Así puede analizar lo que ve y capta por los sentidos, pero también sus sentimientos,
emociones, y abstractos racionales propios de la mente del hombre. A un cerdo no se le ocurriría
detenerse a considerar si una margarita es bella o fea. Simplemente es un vegetal comestible y
nada más. El instinto primario es el que impera sobre toda otra posibilidad de consideración de
su relación con los entes ambientales. El cerdo no establece un mundo. Las cosas están ahí y sólo
le serán interesantes si les sirve para algo en particular. Los vegetales son alimentos, el suelo es
cama y otros animales pueden ser algo que les lleve a luchar o huir. ¿Para qué pensar? Todo está
resuelto con el instinto. Por eso es animal. Su verdad es sólo esa realidad.
Los relativismos son diversos, según el punto de vista de cada relativista. Habría un
relativismo humanista porque postula que el conocimiento es sólo conocimiento humano y por lo
tanto no absoluto, pues en este caso las cosas son lo que el hombre quiera que sean. También
habría un relativismo histórico: las cosas son o dependen siempre de la situación histórica en que
el hombre se encuentra. Así la Tierra es plana en la medievalidad pero se vuelve redonda en la
modernidad. El relativismo social cree que un conocimiento está supeditado siempre a las
164
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
exigencias del grupo humano al cual se pertenece. Esos grupos ejercen una especie de presión
sobre el individuo y les obligan a pensar de una manera determinada. Otros puntos de vista
ubican un relativismo económico para el cual todo conocimiento será influenciado por las
condiciones económicas del medio y de la clase social a la que el individuo pertenezca.
Si se quiere seguir esta tendencia a relativizar según el punto de vista que se quiera
enfocar, llegaríamos a infinitas posibilidades. Naturalmente, en este caso, el conocimiento que
manifiesta el relativismo, es relativo (referido) al conocimiento del particular objeto puesto en
el punto de vista, pero no del mecanismo del conocimiento en general. No busca ninguna
verdad, sino que establece de antemano y sin mayor profundidad de pensamiento que “todo es
verdad”, por lo que, según esta tesis, no hay indagar sobre nada ni establecer diferencias.
El deseo de conocer la verdad
La búsqueda de la verdad y la excelencia es una tarea en términos bizantinos o, mejor
dicho, discusión bizantina, puesto que los puntos de vista tienden a ser más pesimistas que
optimistas cuando no pueden ponerse de acuerdo sobre qué es la verdad. Hay un desencuentro
entre la tendencia al denominado absolutismo, y al relativismo, porque las razones que se
exponen en pro de una u otra tendencia no conforman las expectativas de uno u otro bando. El
sofismo o seudofilosofía actual y sus galimatías siembran el camino del pensamiento con una
retórica retorcida y cargada de un barroquismo muy especial.
Los “rococoes” retóricos tratan de ocultar la descomposición social, la disociación de la
sociedad y del hombre de hoy y cubrir con un barniz espeso, el tremendo vacío cultural y
espiritual. A la pregunta socrática (interrogante que sondea sobre la verdad y su encuentro a
través del absurdo) se responde con el “discurso de la pavada” que va el discurso de la
inalteridad que ya aludimos, con aquello de que esto no cambia más, hasta el triunfalismo o
exitismo coyuntural del “todo está bien” o “todo está en orden”, “las cosas siguen el rumbo
normal y lógico”. Con ambos extremismos se explican o se busca fundamentar todas las
calamidades desatadas en la actual caja de Pandora y todas las desesperanzas que quedan dentro
de esa caja.
En la opinión de Cruz, sobre la posibilidad de que la filosofía actual es escasa, para que
sea capaz de poner en crisis a la razón y de justificar el relativismo, llamar la atención sobre los
excesos de la razón, introducir las necesarias dosis de escepticismo, tomar distancia respecto al
carácter último de los valores, aunque todo esto es de algún modo, apetecible y saludable.
El problema no consiste en la forma de plantear sino en la de concluir. Cuando todo el
método de revisionismo filosófico termina desembocando, como si fuera una especie de
conclusión inevitable, en una negación absoluta de la posibilidad de elaborar y no de
165
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
fundamentar, sino simplemente hacer posible todo proyecto Es otra forma de fatalismo del
discurso de la inalteridad (lo que no puede ser alterado), pero con visos filosóficos.
El relativismo contemporáneo, luego de señalar que no hay posibilidad de fundamentar
ningún valor, concluye en que tanto da defender una cosa como otra, defendamos lo que
defendamos, nunca podremos justificar hasta el final nuestra preferencia. Caemos en la filosofía
del cambalachismo discepoliano que antes comentamos.
Todo esto opera, según Cruz, como una abdicación de la facultad crítica por excelencia,
propia de la filosofía. El relativismo filosófico, en sus orígenes, era casi todo lo contrario a esta
postura de abdicación actual. Era la reivindicación de que todo debe ser sometido a la crítica
porque no disponemos de ninguna certeza previa. Ejerciendo esta crítica, iremos obteniendo
elementos modestos o humano, pero por sobre todo, elementos de algún tipo de certidumbre.
En consecuencia, este relativismo posmoderno de ahora proporciona una inversión del
signo del debate y esto lo hace en un sentido paralizador. No se cuestiona para buscar certeza,
sino directamente la actitud es no hacer nada, no cuestionar (en el sentido estricto de esta
palabra, pues lo que se está dando son seudocuestiones bajo la forma de cuestiones agudas o
refinadas).
Con relación al supuesto caos o desorden que significaría admitir el absolutismo del
relativismo, Umberto Eco,89 como semiólogo por excelencia, nos propone que en un momento
las palabras parecen valer muy poco, o confundirse unas con las otras, por lo que hay que
precisar las diferencias, argumentando que ello es esencial para entender una realidad concreta.
Como un eterno retorno caemos nuevamente en la cuestión del lenguaje para interpretar la
realidad, cosa que ya analizamos más extensamente antes.
Eco resalta que ciertos debates (incluso entre personas que presumiblemente algo saben
de filosofía) impresionan como que se desarrollan a porrazos, sin finura alguna, usando términos
delicados como si fueran piedras (tirar pedradas para lapidar otras formas de pensar, entender o
interpretar). Esta situación es lo que llevó a interpretar todo bajo el aspecto del relativismo. Eco,
como buen semiólogo, propone analizar el significado de la palabra relativismo para mejor
comprender y explicar este fenómeno en sí.
Gramaticalmente arrancamos con un serio problema, dado que relativo es:
1. lo hace relación a una cosa o cuestión
2. lo que no es absoluto
89
Umberto Eco – EL RELATIVISMO Y EL FUNDAMENTALISMO, El Mundo, 20-8-2005
166
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Estas concepciones distintas han generado, según la RAE, dos doctrinas filosóficas diversas:
1. El relativismo “según el cual el conocimiento humano sólo tiene por objeto
relaciones, sin llegar nunca a lo absoluto”
2. El relativismo “según el cual la realidad carece de sustrato permanente y
consiste en la relación de los fenómenos”
Desde esta perspectiva connotativa, Eco postula que relativismo, en filosofía, quiere decir
que nuestras representaciones del mundo no agotan su complejidad, sino que se trata siempre de
visiones con diferentes perspectivas y cada una de ellas contiene un germen de verdad. De ser así
volvemos a la cuestión, entonces, de que llegar a la verdad sólo consistiría en integrar los
diferentes puntos de vista o perspectivas individuales que sean correctas, para llegar al
conocimiento completo, integrado, holístico y casi absoluto de una realidad (fenómeno o
cuestión). Para obtener el holismo es precisar fijar paradigmas y toda proposición será verdadera
si se inserta en el paradigma. Desde otra perspectiva: el conjunto de relativismos positivos
pueden ayudar a conformar lo absoluto de un fenómeno. Me parece que esta sugestión puede
ofrecer una posibilidad de solución al caos del relativismo actual pero implica una actitud muy
rebuscada y de dudoso éxito. Aun, con relativismos positivos no se subsana la cuestión de fondo
que es el relativismo en sí. Ordenar o cambiar al relativismo con relativismos no es muy
comprensible ni ofrece un método esclarecedor.
Pero puede ocurrir que una determinada cuestión o realidad sea aprehendida de acuerdo a
representaciones de correspondencia a exigencias histórico-culturales (como acontece con la
interpretación o hermenéutica de hechos históricos). Esta forma de aprehender e interpretar no
busca ni tiene nada que ver con la verdad sino con necesidades coyunturales (pragmatismo
filosófico de Rorty).90 Es patente que esta postura filosófica responde a una cuestión de decisión
y elección totalmente voluntaria de acomodar la realidad a un interés social, político o cultural
determinado, pero no tiene nada que ver con la verdad.
En otro orden de cosas, eso de interpretar la realidad según un bagaje cultural previo, es
otra cuestión ya abordada por Kant cuando sostiene que el relativismo significa que lo que
conocemos es relativo al modo en que cada sujeto lo conoce. Es también probable y posible que
algunas cuestiones, como la ética y la axiología sean siempre relativas a una determinada cultura,
usos y costumbres de una sociedad (así el canibalismo y el incesto es normal para ciertas tribus
primitivas mientras que sociedades desarrolladas rechazan ambas costumbres).
Quizá todas estas cuestiones llevan a Nietzsche a pensar que no hay hechos sino sólo
interpretaciones.
90
Richard Rorty – CONSEQUENCES OF PRAGMATISM, University of Minnesota Press, 1982
167
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Pero, forzosamente debemos admitir:
1. La realidad es un conjunto de hechos, cuya fenomenalidad es no controvertible:
las cosas se muestran y están ahi
2. Que esos hechos están sujetos a las interpretaciones subjetivas e individuales,
dentro de las cuales juegan el grado de inteligencia, la perfección del lenguaje, la
objetividad y corrección de la percepción y el bagaje cultural previo
Estas proposiciones ya las formulamos con otro esquema pero esencialmente es lo
mismo. No se trata de discutir la realidad y las formas de percepción y expresión, lo cual como
fenómeno dado es por todos conocido. La intención de analizar todo esto es llegar a conclusiones
que armonicen “lo que ocurre” con la idea de “cómo debiera ocurrir” para llegar a la conclusión
de que “ocurre como debiera ser”, o no, para lograr la verdad de la realidad. Esa verdad será
conocida porque admite un consentimiento universal y es igual para diferentes concepciones e
independientemente del modo a que se llegan las conclusiones e, incluso, llegar a esas
concepciones sin que las personas que las sostienen se hayan comunicado entre sí.
Cuando una realidad es percibida del mismo modo por sociedades desconocidas entre sí y
sin relación con el tiempo y el espacio (tiempo y espacios diferentes), estamos ante la cuestión de
aprehender más ceñidamente un fenómeno por su idéntica percepción e interpretación en
circunstancias diferentes. Sin dudas, hay una vía común final para explicar e interpretar las
cuestiones esenciales e inherentes a la naturaleza del hombre. De otro modo tendríamos que
admitir que existen diferentes cuestiones y esencias humanas y que no existe la vía común final.
La idea del relativismo filosófico ha rondado muchas épocas históricas con distintas
connotaciones y denotaciones. Pero el relativismo referido en la actualidad ha surgido por las
formas del pensamiento moderno o posmoderno que a veces está en contraste recíproco con sus
formulaciones. El relativismo no es un análisis del pensar, sino más bien, como dice Eco, un
“ímpetu polémico” nacido de las concepciones filosóficas, políticas o religiosas opuestas.
Cuando dos posiciones contradictorias tienden a ser absolutistas, se trata de zanjar la cuestión
apelando al relativismo (o al fundamentalismo).
Pero, también, como sostiene Eco, todo parece terminar en una mera “cuestión de
palabras”, mas este pensador cree que no es así porque realmente “es una cuestión de
sutilísimos debates filosóficos, teológicos y políticos que no ganan nada en verse reducidos, ni
por una parte ni por la otra, en un apedreamiento de palabras fetiches”.91 En síntesis: el mejor
estilo de un puro sofismo.
91
Fetiche, para Eco, es lo que está vacío de contenido o significado
168
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Volvamos ahora a las cuestiones pragmáticas del relativismo posmoderno. Frente a las
posiciones que postulan que la noción de derechos humanos no puede hallar fundamentos
racionales y que sólo quedaría el arte de educar nuestros sentimientos, Cruz sustenta algunos
principios. Comienza su análisis desde un punto de vista de los procesos históricos para destacar
que la dimensión de la socialización colectiva se vehiculiza de muchas maneras, y suponer que
los ciudadanos van interiorizando una serie de valores sólo porque se dedican a leer tratados
filosóficos del derecho, es una teoría completamente absurda.
El modo en el que los individuos van incorporando y construyendo esa cosa llamada
identidad o sentimiento de pertenencia a un grupo, circula por múltiples vías. Sin ninguna duda,
existe una educación sentimental que llega a través de las novelas y del cine. De algún modo esto
permitiría que alguien pensara que Estados Unidos ha elaborado un sentimiento de pertenencia a
través de ver películas del Far West, y esto puede ser parcialmente cierto en algunas
mentalidades norteamericanas.
Pero si la teoría sólo se sustenta en ese principio de formación de sentimiento de
pertenencia exclusivamente a través del cine y la literatura, sería una afirmación simplista más
que ridícula. Es posible que muchas afirmaciones de un orden mayor tengan un carácter
histórico. Esto no significa en modo absoluto, que cualquier cosa que podamos defender,
incluyendo los derechos humanos, es una afirmación meramente histórica. Decir que algo tiene
afirmación histórica no es una forma de quitarle valor a ese algo, sino, precisamente, una forma
de intentar puntualizar su valor. Sin embargo, hay fenómenos sociales que nada tienen que ver
con el devenir histórico y social y si alguien adopta un sistema de vida similar a lo que ve en el
cine o en la televisión, es porque previamente admitía o tenía tendencia a tal estilo o,
simplemente, es un autómata que adopta costumbres nada más porque las ve en la realidad o
en la ficción. No es muy convincente que una persona adopte un estilo de vida simplemente
porque lo vio y sin recapacitar. Si esto sucede es porque esa persona tiene un vacío total de
pensamiento y espíritu, a tal punto que sólo vive según las circunstancias, reales o ficticias,
que se le proponen.
Los valores pueden presentarse en un desarrollo histórico. Pero no es el devenir puro de
la historia que los produce, sino un desarrollo espiritual propio del pensamiento filosófico del
hombre. Los valores pueden formarse a través de una cultura determinada, en la que influya la
literatura o los medios audiovisuales, pero el valor en sí no es fruto de la actividad literaria o
audiovisual, sino de un pensamiento que se vehiculiza por la literatura y los medios
audiovisuales.
Es probable, y fácticamente es real, que los medios de comunicación actuales, la
tecnología actual y quizás la antigua comunicación por medios escritos, ha influido e influye en
el pensamiento colectivo. Pero es posible que esa influencia sea efectiva, porque había una
169
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
predisposición para aceptarla. Esto quiere decir que un determinado valor “penetra” en una
sociedad, porque de algún modo, previamente, esa sociedad lo admite o ha contribuido a
crearlo. No es el medio en sí exclusivamente el que produce el cambio, aunque contribuye a él.
Es la predisposición personal para el cambio, el que hace que una sociedad sea permeable al
mismo (Young)92 El medio sólo refuerza y justifica lo que ya es tendencia preexistente. Este
fenómeno es al que asistimos en lo relativo a ciencias médicas cuando se recurre a Internet como
fuente de conocimiento o buscando respuestas a determinadas preguntas médicas. La pantalla de
la computadora se “inunda” con decenas de trabajos sobre el tema consultado y puede ocurrir,
como yo lo comprobé, que 32 trabajos traten a un tema desde un determinado punto de vista y
basado en “lo que más se acepta o se cree” que en la experiencia médica real, mientras que 3
trabajos se ocupaban de ubicar correctamente el conocimiento y su respuesta. Es decir, el médico
tiene tendencia a aceptar por verdad lo que él previamente ha creído que es así y no trata de
investigar cuál es la “verdad verdadera” o la recta certeza de un conocimiento, indagando todas
las experiencias y puntos de vistas y no sólo acudiendo a una repetición interminable de falsos
conocimientos o conocimientos contradictorios, de los cuáles antes he dado ejemplos concretos.
La conducta común en medicina, es seguir la corriente de la mayoría, sin cuestionarse que si es
buena o mala, falsa o verdadera. Basta que estadísticamente sea la más usada o aceptada.
El otro fenómeno médico es que la ocurrencia frecuente de un error o un accidente o una
iatrogenia, funciona cómo que la frecuencia y repetición de los hechos vuelvan “natural”,
“corriente”, “aceptable”, o peor aún: “inevitable” el error, el accidente y la iatrogenia médica.
Esto conlleva la aceptación tácita de la mal praxis médica en algunos medios, que consideran a
tal malpraxis como un hecho posible de admitir y difícil de evitar. El mejor ejemplo es la
infección intrahospitalaria dónde un germen es multirresistente a antibióticos, pero no al formol,
a la lavandina y a otros antisépticos. La mala costumbre, o mejor dicho, la pérdida de la buena
costumbre de la antisepsia, permiten el fenómeno. De este modo, por razones pragmáticas
(económicas, mayor cantidad de cirugías, otros factores) un quirófano no se desinfecta
completamente después de una intervención quirúrgica, una cama de sala tampoco se desinfecta
antes de introducir otro paciente, techos, paredes, ventanas y pisos de las salas de enfermo no son
desinfectadas diariamente y en debida forma. Tampoco las UTI por la razón de la permanente
asistencia de enfermos. Si se volviera al antiguo concepto de asepsia rigurosa que por muchos
años liberó al nosocomio público y privado, de infecciones, se abandonaría un poco la teoría del
porcentaje inevitable de infección intrahospitalaria y se intentaría erradicarla con una costosa,
compleja pero eficaz antisepsia. De igual modo, la elasticidad moral de aceptar la mala praxis
como algo natural e imparable, desaparecería si todo profesional tiene en cuenta las causas
sabidas de las malas praxis también conocidas y codificadas por las estadísticas o la casuística
médica. Estos es: tener en cuenta la tendencia a la aceptación de conductas y conceptos médicos
dentro de un pensamiento relativo, moralmente relajado y rechazar esa tendencia, para volver a
Kimball Young – PSICOLOGÍA SOCIAL DE LA OPINIÓN PÚBLICA Y DE LOS MEDIOS DE
COMUNICACIÓN, Paidós, Bs. As, 1969
92
170
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
aceptar determinados principios médicos menos relativos y más absolutos, especialmente en lo
ético.
El pensamiento filosófico antiguo y su inserción en la actualidad
Cuando decimos que la ética griega, de Platón y Sócrates, es una ética histórica, no
queremos manifestar que es algo obsoleto, sino que tiene el valor de la permanencia a través del
tiempo y no fue algo coyuntural que surge de la mente de estos filósofos, sino fue la expresión
histórica de un modo de ser del hombre, expresado a través del pensamiento escrito y conservado
en los anales históricos.
Por ende, la supervivencia histórica es el fundamento del valor en sí, como un hecho
valioso producido por el hombre y su pensamiento trascendente. Surgió en un momento histórico
de necesidad de ordenar el pensamiento humano y permaneció en la historia como testimonio de
lo que es inmutable e inherente al hombre.
Esto significa, lisa y llanamente, puntualizar y reforzar dicho valor. No es hacerlo
relativo. Y si hubiese esa intención, esto sería francamente inviable porque con sólo enunciar su
relatividad y minimizar su dimensión, no se puede hacer desaparecer un valor. Se podrá lograr en
mentes desprevenidas y no cultivadas introducir una idea de depreciación y de obsoletismo. Esto
influye en el devenir social de esas personas y su entorno que pasará a existir sin esos valores.
Pero de ninguna manera destruye al valor en sí.
La relatividad es un método que puede ser útil para determinados análisis. Hay cosas,
precisamente las cosas relativas, que, obviamente necesitan “ser vistas con relatividad”. Pero las
cosas o cuestiones cuya naturaleza es absoluta, no es posible someterlas a la relatividad sin caer
en la irracionalidad. Tanto lo absoluto como lo relativo deben estar insertos en lo racional para su
análisis. De otro modo, no es posible razonarlos, ni mucho menos filosofar con conclusiones
válidas. Esto quiere decir que nos asiste todo el derecho a relativizar todo, incluyendo al propio
relativismo. Pero una cosa es lo que podemos hacer y otra cosa son los resultados de nuestro
hacer.
Si nuestras conclusiones no alcanzan el grado de validez universal y de pleno consenso,
por muy razonables que parezcan, dejan de ser tales por no presentarse con la debida convicción
que trascienda lo meramente personal, para alcanzar a la convicción de otros. El relativista
parece conformarse con el derrumbe dialéctico presunto de lo absoluto, pero padece un aparente
autismo cuando no acepta otros razonamientos o los trata de desmerecer simplemente por no
estar de acuerdo con sus criterios.
171
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Tanto lo relativo como lo absoluto debe estar fundamentados en criterios aceptables a la
razón y a la experiencia de todos. Salvo que se trate de algo muy exclusivo, creativo e innovador,
que por desconocido no alcance una dimensión de aceptación plena. Pero es el tiempo y la
evolución lo que hará que lo aparentemente relativo se torne verdadero o lo aparentemente
absoluto se vuelva relativo o falso. El tiempo decanta todos los falsos positivos y todos los falsos
negativos y confirma lo que realmente es positivo o negativo, verdadero o falso.
Ya hemos comentado la actitud de algunas naciones desarrolladas de la actualidad, en el
sentido de que cultivan para sí una forma de ser pero no permiten que ésta trascienda a otras
sociedades, negándoles el derecho de tener los mismos principios. Para Cruz, debemos delimitar
las cuestiones a fin de evaluar si las sociedades tienen derecho a imponer algún tipo de
restricciones, por ejemplo, a la circulación de personas por el territorio del mundo, con la sola
intención de una supuesta defensa de los intereses de su ciudadanía. Especialmente de la
ciudadanía que en un momento histórico determinado está ahí.
Si un país con un enorme atractivo deja sus puertas abiertas, es posible y probable que
eso pueda generar unas corrientes migratorias masivas, que puedan llegar a desestabilizarlo de
un día para otro. El temor de esta desestabilización es la que genera la restricción del acceso en
general. Esto conlleva algún grado de legitimidad y debe ser separado de otra cuestión más
teórica, ligada a la ilegitimidad de que una organización excluya y genere humillación a otra
organización social. En un momento determinado de su historia, muchos países optaron por un
modelo de cohesión fundado en la sangre o en el linaje y esto ahora está revelando profundas
insuficiencias sociales. Pero el problema social de la migración masiva no es un problema elitista
de sangre o linaje, aunque pueda tener algunos visos de ello.
En una época de relativa estabilidad social, es posible que uno no perciba los efectos que
puedan tener, estas restricciones de ingreso por sangre, raza, linaje u otros motivos. Pero cuando
opera una situación mundial de conflicto social, que abarca a gran parte de los países del mundo,
especialmente a los subdesarrollados, la gente de esos países comienza a ir de aquí para allá,
buscando simplemente sobrevivir. Es ahí cuando estallan todos los problemas. No es legítimo
fundamentar la cohesión de una sociedad o una nación moderna, fundándose en el derecho de
sangre o linaje porque esto lleva a la patología del nacionalismo fundamentalista, como ha
ocurrido en la ex -Yugoslavia y en la Alemania nazi.
En el proyecto moderno de las sociedades, la condición de ciudadano de un país tiene que
ver con los derechos y la organización de lo público y no con la antigüedad de permanencia en el
territorio. Es decir, no puede ser que alguien sea considerado un ciudadano de primera por el
hecho de que todo su linaje lleve en ese territorio no sé cuántas generaciones, mientras que el
recién llegado, o el hijo del recién llegado, se hace un ciudadano de segunda o de tercera. Ahí
hay algo que previamente ha estado mal diseñado. El derecho de ciudadanía, intrínsecamente, es
172
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
igual para todos los que habitan una nación. El problema de la migración masiva no reside en la
diferenciación social de la clase de ciudadano, sino en la capacidad de contención económica,
política y social que una nación tiene. Cuando la superpoblación por aumento migratorio
imprevisto y masivo crea el posible peligro potencial de una desestabilización, esto puede
generar un derecho legítimo de restringir el ingreso a una nación. Pero si el ingreso se admite, la
situación no se regula con otorgar por papeles, la condición de legales e ilegales, ciudadanos de
primera o ciudadanos de segunda, basados en una discriminación racial o social.
La discriminación racial es otro problema distinto al creado por el conflicto de la
migración masiva. Pero esta migración hace que estallen los conflictos latentes y se confunda el
derecho legítimo de restricción de ingreso, con la selección discriminatoria del ingreso. Usar el
derecho de restricción de acceso a un país, basado en la discriminación racial, es un gesto de
incultura y de retroceso. La xenofobia es una reacción de un pueblo inmaduro. Frente a esta
conflictividad coyuntural de sociedades marcadas por fenómenos de exclusiones y migraciones,
un filósofo debe conservar la esencia de su pensamiento para no constituir un mero crítico no
comprometido con el proceso. En medicina no debe imperar ninguna discriminación de sexo,
raza, religión, edad o condición social. Sin embargo muchos sistemas médicos usan la
discriminación como un arma y dejan de asistir a un enfermo sólo porque éste pertenece a
una raza, una etnia o una nacionalidad despreciada o devaluada socialmente en un país y esto
lo convierte en un verdadero paria social fuera de su nación o su tribu. Frente a un enfermo,
especialmente grave o moribundo, ningún médico de ningún país debe sobreponer la ley sobre
la salud afectada. Un enfermo es un enfermo y no un ente que debe medirse por su raza, sexo o
nacionalidad o extranjería, su tiene, o no, seguro social. Hay una obligación moral y científico de
todos los médicos del mundo, que se consideren como tales, de atender a cualquier enfermo, en
todas las situaciones, que se le requiera atención. No es lícito admitir que sólo pagando puede
saltar por sobre las leyes (cómo ocurren en EE.UU., Brasil y otro países que no aceptan atender
en hospitales públicos a nadie que no esté cubierto por un seguro social). El seguro social
protege los medios económicos para solventar los gastos de permanencia del sistema, pero de
ningún modo es un óbice para dejar morir un enfermo sin ningún tipo de asistencia o cobertura
médica, estando el servicio médico habilitado para atender.
Esta cuestión práctica del servicio de medicina discriminatorio de diversas maneras,
forma parte de la cuestión médica filosófica. No se puede dejar de costado o alejarse de dicha
cuestión. Si el filósofo toma una cierta distancia, debe hacerlo en función del servicio de algo.
Está al servicio de hacer participar al resto de la ciudadanía de esta cuestión que él percibe, de lo
que él cree más razonable y que puede ser mejor para todos. No se trata de tomar distancia y
quedarse en esa distancia, sino que tomar distancia es algo como el primer movimiento del
filósofo, para poder captar la dimensión real del problema, poderse concentrar en él
debidamente, en el tiempo y espacio suficiente para abarcarlo correctamente. Luego de realizada
su observación debe volver a la sociedad para poner y exponer su pensamiento al servicio de esa
173
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
comunidad. Ese es el trabajo filosófico de antes y de ahora. La filosofía muy intelectual, retórica,
sumamente teórica, es atractiva desde un punto de vista intelectual, académico y en una especie
de ludismo intelectual, pero no tiene vigencia real puesto que no comunica al hombre con su
realidad.
El relativismo como crítica a la filosofía: pensamiento de Mario Bunge
El sistema filosófico científico
Mario Bunge es un físico y filósofo que nació en la Argentina (Buenos Aires) pero que
se radicó en Canadá y allí residió por vida como profesor de filosofía en la MacGill University
de Montreal, habiendo obtenido el Premio Príncipe de Asturias por sus obras. He hecho esta
amplia descripción para destacar por qué este filósofo prefiere pensar y escribir en inglés, más
que en castellano. Quizá esto lo marque por su tendencia, en mi opinión, al clásico pragmatismo
norteamericano, hijo propio del inglés. Esto no significa una connotación discriminatoria, sino
resaltar la anglofilia notoria del autor. No soy anglofóbico. De ninguna manera. Comparto con
Bunge la admiración por la tradición inglesa, su orden político y económico (no su colonialismo)
y en el orden intelectual, el pragmatismo realista, el cual admiro mucho en Bertrand Russell.
La visión filosófica de Bunge es esencialmente pragmática y su crítica arremete contra
todo aquello que no se expresa en completa claridad al alcance de todos, sino que queda en la
literatura académica llena de vericuetos de frases no muy entendibles a una primera lectura,
debiendo ser sometidas a todos los vericuetos del academismo para ser aceptadas en la categoría
de “frases profundas”. Para Bunge esta pretendida profundidad es realmente una abstracción
ininteligible e inútil que más que ayudar a comprender termina llevando a la confusión y a la
descomprensión de las cuestiones abordadas. Critica, asimismo, la filosofía que se pierde en el
laberinto de discriminar etimologías y aclarar gramáticas, constituyendo esta tarea el grueso de
una obra filosófica en particular. Descree así, en corrientes filosóficas existencialistas,
posmodernistas y la hermenéutica. Tampoco acepta lo que él llama “seudociencias” en las que
incluye, por ejemplo, el psicoanálisis y la homeopatía.93
En síntesis: como todo inglés pragmático, su postulado principal es que el pensamiento
filosófico debe ser adaptado a un método científico y abandonar la dialéctica pura, especialmente
93
Personalmente, como médico, he observado que la psicología y la psiquiatría y dentro de ella, el psicoanálisis se
han desbordado en conceptos y teorías que deforman al ser humano normal natural y sólo saben dimensionar un ser
humano artificial y enfermo. No hay una psicología de la normalidad. Ni la psiquiatría ni el psicoanálisis han
definido un ser humano normal. Lacan y Ey advirtieron esto, pero no profundizaron mucho para cambiar los
conceptos y los rumbos desviados, a pesar de que obtuvieron algunos cambios positivos. En cuanto a la homeopatía,
ciencia empírica, puede que tenga alguna razón en determinados casos, pero realmente funciona como una medicina
de charlatanes más que de científicos y las recetas homeopáticas actuales son verdaderos (a veces peligrosos)
cócteles de drogas potencialmente dañinas, aún en las denominadas dosis homeopáticas. No es este trabajo el ámbito
para mostrar mi casuística de los errores de la homeopatía actual, pero existen muchos ejemplos que demuestran la
poca eficiencia y seriedad de algunos tratamientos homeopáticos. Incluso hay diversos casos de iatrogenia.
174
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
aquella que se embarca en teorías y expresiones que poco tienen que ver con una realidad
concreta y sólo expresan un modo particular de captar la realidad, pero con la pretensión de ser
la verdad única. Tal cual se sintetiza todo esto, mi primera tentación es aceptar el pensamiento de
Bunge, pero yendo a detalles, en forma general, pero también sintética, no todo es como Bunge
pretende plantearlo. No puede basar un pensamiento filosófico en datos parcialmente ciertos,
para concluir desde esa parcialidad, que el todo es inútil.
Ya hemos analizado superficialmente algunos pensamientos de Bunge en otros
parágrafos de este trabajo. Creo que este autor merece un párrafo aparte dentro de la
consideración global del pensamiento filosófico, porque representa una corriente de pensamiento
que brega, desde muchos puntos de vista, para que haya una “ciencia filosófica”. Pero mi
impresión personal es que Bunge, como otros pensadores adeptos a su teoría, parecen olvidar
que la misma ciencia está en una crisis de valores, virtudes e intelectualmente ofrece más
incertidumbre que certeza permanente y trascendente.
Ninguna de las llamadas ciencias ha logrado insertar cuestiones trascendentales en sí
mismas. Han constituido hitos importantes del saber humano, que permitieron mediante un
encadenamiento sistemático, llegar a un progreso del conocimiento. Pero hete aquí que cada
etapa de ese conocimiento, torna relativo al pensamiento de la etapa precedente e incluso lo
considera en algunos aspectos como contradictorio. Luego, si una cuestión es relativa, a ojo
vista, y contradictoria en su aspectualidad, no es algo bueno para la intención filosófica de llegar
a la verdad certera, es decir, universal y consensuada como tal. Obviamente, a menos que
aceptemos totalmente, y sin cortapisas, un relativismo irracional, una cosa no puede ser
unívoca y equívoca a la vez. O es una cosa o es otra. La ciencia se ha mostrado y demostrado
que es más equívoca que unívoca en su devenir. Esto lo vemos en todas las consideradas
ciencias. A medida que la tecnología cambia, varía el concepto científico. Antes se habló
“científicamente” de una física empírica basada en leyes que se creían inmutables, del mismo
modo que las matemáticas y la biología.
Hoy, todos los conceptos antiguos, medievales y modernos cambiaron radicalmente: la
tierra no es más plana sino redonda (y tampoco totalmente redonda), la materia no es absoluta,
como tampoco la energía, pues ambas son intercambiables, a tal punto que hoy se sabe que
ambas pueden ser lo mismo porque están constituidas por las mismas partículas y subpartículas.
La biología molecular ha cambiado todos los conceptos que hasta ahora había sustentado la
biología clásica. Y las matemáticas, que siempre alardearon de ser ciencias exactas como la
física, hoy son tan relativas que ningún científico, después de Einstein y otros investigadores, se
animan a postular una completa exactitud de las mismas. Ni hablar de los cambios de las ciencias
médicas. La pregunta esencial es ¿cuál es la ciencia actual absoluta y predecible y, sobremanera,
trascendental? No hay respuesta. La tecnología, con sus avances, puede en veinticuatro horas, o
en cada segundo que transcurre, cambiar su obra e inventos, a tal punto de tornar obsoleta un
175
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
producto en cuestiones de horas. Igualmente ocurre con la incorporación y desactualización de
datos (aprender y desaprender). ¿Es posible filosofar verdaderamente en esta coyuntura?
Si Bunge desea despojar a la ciencia y a la filosofía de los “yuyos” intelectuales de las
teorías rebuscadas y expresadas en un lenguaje inalcanzable, para lograr un “sistema de
expresión” compatible con un “sistema para pensar con lógica, coherencia y comprensibilidad
absoluta”, estoy totalmente de acuerdo con él. Pero el criticismo intelectual que produce un vacío
de cuestiones concretas, convierte a su propia teoría en otro mito filosófico más. A menos que
Bunge cambie el concepto de ciencia y logre un “sistema filosófico” que esté más allá de una
crítica pura y de un relativismo sin salida. Espero que su obra94 logre este afán, pero soy
escéptico parcial de que en el concepto actual de ciencia pueda fundarse una “filosofía
científica”, pues hasta donde llega mi conocimiento, no es mucha la compatibilidad entre el
pensamiento filosófico y el científico si lo enfocamos en todos los detalles. En lo que sí estoy de
acuerdo total es que ambos pensamientos debe incorporar un método sistemático, de forma tal
que se eviten desvíos que han llevado a dichas disciplinas (filosofía y ciencias) a la situación de
ser objeto de críticas válidas. Como corrección de esta situación ahora existente entre filosofía
y ciencia, en este trabajo he propuesto el análisis completo de los modos de pensar posibles en
filosofía y como intentar que el pensamiento aspectual de la ciencia logre un pensamiento
holístico dentro de la filosofía.
Sin embargo, una cosa es criticar con fundamento y otra es descalificar todo porque una
parte ha fallado. Debemos concentrarnos en encontrar una solución factible y un camino
(método) (o sistema en la idea de Bunge) que permita ubicar exactamente a cada cosa en el lugar
en que debe estar para cumplir con el fin que se ha propuesto. La ciencia tiene que dejar
devaneos de completa artificialidad que cada vez daña más al hombre y hace que el presunto
confort creado se transforme en un gigante que devora a la inteligencia y la vida del hombre. La
filosofía, a su vez, también tiene que lograr desprenderse de una retórica (de apariencia
corrección académica y profundidad abstracta intelectual) para ser una forma de pensar la vida
que puede llegar a todos y ser el instrumento del cambio, hoy utópico: llevar los vacíos
espirituales, crear el espacio de reflexión y cordura que desplace la insensatez y la estupidez
actual, dejar fluir la bondad para contrarrestar la maldad de la violencia irracional y la bestialidad
que crece geométricamente.
En otras palabras: ciencia y filosofía deben complementarse mutuamente, no asimilarse
en un falso mimetismo, para mejorar la vida humana y evitar el Apocalipsis de esta humanidad
del siglo XXI que no ha extirpado sino agravado el hambre, la peste, la guerra y la muerte
masiva, con sus exageraciones de la corrupción completa y el auge delictivo de la drogadicción,
la mafia, el proxenetismo que incluye en su esclavitud sexual a la pedofilia bestial. Ni hablar de
fundamentalismos ideológicos (políticos, religiosos y otras doctrinas).
94
Mario Bunge – TRATADO DE FILOSOFÍA
176
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Bunge postula la doctrina de un “sistema para estudio de las cosas” que debe aplicarse a
la ciencia y a la filosofía y que está conformado por cuatro pilares básicos:
1.
2.
3.
4.
la composición de la cosa
su entorno
su estructura
su mecanismo
Si bien es comprensible lo de composición y entorno de una cosa, no lo es tanto lo de
estructura y mecanismo, puesto que “composición” sobreentendería, desde una determinada
perspectiva, estructura y mecanismo. Pero también composición implica un método analítico y,
transportado a la filosofía, sería la llamada “cuestión del ser”, es decir, lo que las cosas son en sí
mismas. Pero no todo quedaría en un mero análisis de composición, estructura, entorno y
mecanismo pues estaríamos ante cuatro objetivos propios de toda ciencia, cuyo fin primario es el
análisis y secundariamente la síntesis con el objeto de artificializar lo natural. Cuando la ciencia
hace síntesis, está encuadrando lo natural en una estructura artificial. Por ejemplo, a los
fenómenos naturales del universo los somete a leyes; desmenuza los entes naturales para
“fabricarlos” sintéticamente, etc. La síntesis científica no es sólo el ordenamiento apretado de
conocimientos sino el ordenamiento artificial de moléculas naturales. Pero esto no es el objeto
del pensar filosófico. Por lo menos hasta lo que hasta hoy se ha aceptado como filosofía.
Si bien la filosofía puede partir de un análisis (ya lo confirmó Hegel) lo hace para obtener
una síntesis, pero a la inversa de la ciencia porque la síntesis filosófica es comprensión holística
o cosmovisión de una cuestión determinada. Naturalmente lo hace a través del lenguaje y el
pensamiento, el que debe estar sometido a un método para evitar desviaciones (lógica o
dialéctica). No hay laboratorios filosóficos que permitan reproducir una cuestión filosófica. La
filosofía se ocupa, necesariamente de las cuestiones metafísicas y abstractas de los entes
materiales e inmateriales. Se ocupa de lo objetivo y lo subjetivo.
Si seguimos la idea de Bunge ¿cómo sería la sistematización de lo subjetivo? Por
ejemplo, ¿cómo puede sistematizar los conceptos de bondad, maldad, fealdad, belleza, alma,
espíritu, etc.? Al menos, en lo poco que conozco de la totalidad del pensamiento de Bunge, he
alcanzado a saber que habla mucho de “objetos”. “Los objetos, lejos de ser simples o aislados,
son siempre sistema o parte de un sistema. Por eso tratar de entenderlos desde punto de vista
sectorial o, por el contrario, global, es condenarse al error, como aquella conductora que se
lamentaba que su coche funcionaba muy bien, pero, por algún oscuro motivo, se atascaba en el
tráfico”. Curiosamente, Bunge usa una metáfora similar a la que yo propuse para las
neurociencias. Si un conductor cruza el semáforo en rojo, no tiene razón detenerse en estudiar
rigurosamente todos los elementos que constituyen el auto, tanto desde el punto de vista
177
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
mecánico, como molecular, pues llegaríamos a esfuerzos interminables, pues cada nueva
tecnología nos llevaría a nuevos análisis y seguiríamos sin despejar la incógnita principal: el
paso indebido del semáforo en rojo. Si bien fue el auto el que cruzó en rojo, es evidente que la
acción no es de su incumbencia, sino de quien maneja el auto. Cuando formulé esta metáfora me
reí de mi infantilismo de una conclusión absurda (o abstrusa, diría Bunge). Pero compruebo, no
sin cierta sorpresa, la caída en un lugar común con otro pensador totalmente opuesto.
Es decir, lo que hemos observado en la realidad es tan válido para mí como para Bunge:
la interpretación estúpida de los hechos y los objetos (como también de la subjetividad) que
realizan científicos y, de algún modo, presuntos filósofos. Ciencia y filosofía yerran así en lo
que precisamente buscaban todo lo contrario: la verdad. Y no se puede llegar a la verdad
mediante la falsedad o punto de vista equívoco que se considera como veraz.
No se trata de ser un científico o un filósofo, al decir de Bunge, individualista o
globalista. La realidad parte de entes individuales pero buscando el conocimiento global. No es
que haya que optar por una u otra posición. Simplemente hay que saber aceptar que ambas
coexisten (y a veces en un mismo bloque). Para que haya bosque debe haber árboles y para poder
definir al bosque hay que definirlo como un conjunto de árboles. Sin árbol no hay bosque. Es
válida la cuestión que plantea Bunge de que no es posible, ante un bosque, sólo hablar de un
árbol, o pretender describir el bosque ignorando al árbol (“Unos ven los árboles, pero se les
escapa el bosque, los otros ven el bosque pero no los árboles”)
Lo que no es aceptable en Bunge es su rechazo taxativo a doctrinas como el
existencialismo, la fenomenología y las ideas de Heidegger.95 No voy a defender a quien no
conocí personalmente. Pero acepto que Heidegger (liberado de su lenguaje “abstruso”) hizo
proposiciones válidas si se las simplifica en un lenguaje menos anfibológico. No llegó a
conclusiones trascendentales ni logró develar el ser humano. Pero él mismo aceptó su limitación
y explicó claramente que sólo podía acceder a la cuestión de la esencia del ser humano por sus
“modos de ser”. Esto y otros conceptos más simplificados hacen valioso el aporte de Heidegger,
despojándolo de algunas teorías no muy claras ni aceptables y de una biografía personal
deplorable. Pues, una cosa es su biografía y otra su pensamiento. Puede que haya sido un “pillo”
histórico y académico. Un racista nazi. Eso no lo sé. Sólo me importa del filósofo alemán
algunas “originalidades” innegables de su obra escrita, que es lo único a lo que tuve acceso
personal. Coincido con Bunge en el rechazo de su lenguaje académico anfibológico. Igualmente,
deploro los desvíos de la fenomenología y el existencialismo, pero no dejo de aceptar sus
aspectos positivos para explicar claramente que hay hechos que son puro fenómeno y conductas
De Heidegger ha criticado Bunge su obra con frases irónicas como las siguientes: “un mundo que sólo mundea y
una nada que sólo nadea” “Heidegger tiene todo un libro sobre EL SER Y EL TIEMPO. ¿Y qué dice sobre el ser?
„El ser es ello mismo‟. ¿Qué significa? ¡Nada! Vea cómo define el ser: „es la maduración de la temporalidad‟ ¿Qué
significa eso? Pero la gente piensa que debe ser muy profundo” (extraído de la entrevista realizada a Bunge por
Ignacio Vidal-Folch en abril del 2008 donde Bunge afirmó que Heidegger era un pillo)
95
178
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
humanas que se ofrecen como fenómeno, entendiendo por fenómeno lo que aparece a la luz y se
da de hecho, sin otras denotaciones ni connotaciones. El fenómeno en sí, no tiene nada que ver
con la interpretación del fenómeno. Acepto la fenomenología como explicación de cosas que se
presentan como fenómeno. Acepto al fenómeno como punto de partida para introducir una
comprensión e interpretación del mismo, que sea acorde no sólo con lo qué es realmente, sino
que ese punto de vista, además de sensato, sea comprensible a todos y obtenga consenso.
De igual modo, acepto a la existencia como la facultad del hombre de proyectar su
subjetividad sobre la objetividad a fin de generar conocimiento. Esto es otro “fenómeno”
aceptado no sólo por los existencialistas, sino, de alguna manera por los filósofos griegos y otros
pensadores anteriores a dicha escuela y algunos posteriores. Las ideas orientales trabajan mucho
sobre el concepto filosófico de existencia. Claro que no lo hacen con los términos de Sartre.
Pero Bunge debe aceptar, aunque no sea de su gusto, que Ortega y Gasset logró superar mucho
el lenguaje meramente académico, para introducir un estilo más llano y directo para explicar en
forma racional, el existencialismo. Jasper, menos sencillo y también un poco más complicado,
pero no tanto como Heidegger, logró explicar su punto de vista, como médico filósofo, de lo que
entendía por existencia.
Por ende, lo racional es no tomar posiciones fundamentalistas de aceptación o rechazo
absoluto, sino de buscar el camino intermedio que concilie mi idea personal con lo aceptable de
otras ideas. Más aun: tratar un poco de redondear las aristas filosas que no permitan la
congruencia de ideas sobre determinadas cuestiones. No debe perderse de vista que tanto la cosa
como la cuestión - las vea Bunge, yo o Heidegger u otros - seguirán siendo en sí mismas una
sola cosa que no admite contradicciones. Le guste, o no, a Bunge la simpleza de la ecuación
“una cosa es lo qué es y no puede ser otra” (principio de identidad), la realidad es así. Si no
estaríamos inmersos en mundos distintos con las mismas cosas y cuestiones. Y habría un
universo individual para cada mundo que no es el mismo de otros. ¿Cómo se ve esta perspectiva?
Admiro a Bunge en su claro planteamiento de las falencias que él señala, pero no
comparto su “sistema filosófico científico” ni admito la total inutilidad del existencialismo, la
fenomenología y algunos conceptos filosóficos de Heidegger. Una cosa es la forma y otra el
fondo de la cuestión. Una cosa es la forma de los entes y otra su esencia. Una cosa es la verdad
unívoca y otra, muy distinta, el relativismo equívoco. Aunque entiendo ampliamente la postura
de Bunge de “cientifizar sistémicamente” a la filosofía, no comparto este criterio por las
presuntas incompatibilidades que he señalado entre lo que aceptamos universalmente como
ciencia y lo que creemos que es la filosofía.
La idea de Bunge de que la filosofía es una ciencia, ya ha rondado en muchos
pensadores. Pero una cosa es ver la cientificibilidad filosófica, la que se ha pretendido involucrar
de algún modo en la llamada epistemología, y otra muy distinta, según lo señalé bien
179
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
taxativamente en el texto precedente, es creer que la filosofía es pasible de ser sometida a
ensayo, análisis, deducción e inducción en forma objetiva, con parámetros fijos y reproducibles a
nivel de laboratorio. No se puede concebir de otra forma a la ciencia y los cuatro postulados de
sistema de Bunge confirman esta presunción sobre el modo de “hacer ciencia”. En el fondo me
impresiona como que a Bunge le molesta la idea de “espiritualidad” dentro de las ciencias
médicas. Le ocurre lo mismo que durante muchas décadas han preocupado a otros científicos
médicos que tratan por todos los medios de negar la existencia independiente de un alma o
espíritu dado que esto es una entidad “invisible”. Todo lo que es invisible o no manipulable es
nulo para el sentido científico. Pero lamentablemente la energía espiritual es un fenómeno
innegable que también innegablemente produce fenómenos reales, del mismo modo que la
energía física, también “invisible” pero que es pasible de estudiar por diversos métodos. El
problema de la energía física es que puede ser producida por el hombre experimentalmente, cosa
que no ocurre con la energía espiritual, la cual sólo se manifiesta naturalmente con la mera
presencia de una persona humana. Los fenómenos espirituales que se detectan en el organismo
humano son, como repetiré varias veces, atribuidos al cerebro (escuela abolicionista del alma).
El Dalai Lama ha hablado sobre el “esfuerzo por examinar dos importantes disciplinas
humanas (en referencia a la espiritualidad y la ciencia) con el propósito de desarrollar una
manera más holística e integrada de comprender el mundo que nos rodea, una fórmula que
explore en profundidad lo visible y lo no visible, por medio de la búsqueda de pruebas
refrendadas por la razón. No pretendo escribir un tratado… Más bien creo que la espiritualidad
y la ciencia constituyen aproximaciones analíticas diferentes aunque complementarias entre sí,
que comparten el mismo objetivo ulterior: la búsqueda de la verdad. En este terreno, es mucho
lo que pueden aprender una de la otra, y juntas pueden contribuir a la expansión de los
horizontes del conocimiento y el saber humanos. Es más, por medio del diálogo entre las dos
disciplinas, espero que tanto la ciencia como la espiritualidad puedan llegar a ofrecer un
servicio mejor a las necesidades y al bienestar de la humanidad.”
Me impresiona como que este filósofo argentino-canadiense ha caído en dos de los mitos
filosóficos señalados por Nuño: el que prohíbe las transgresiones intelectuales y vigila los
límites del saber y el que pone la filosofía al servicio de la ciencia. Ergo, salvando los aciertos de
las ideas de Bunge, sus postulados entran en el relativismo filosófico actual por la escasa
trascendencia de sus ideas, aunque cuenten con algún apoyo relativamente masivo (y algún
premio académico).
No olvidemos el consenso general de las ciencias medievales sobre sus creencias, que
posteriormente rebatió el Renacimiento y la contemporaneidad. Pero tampoco debemos excluir
la transformación de los conceptos científicos que trajo la posmodernidad. Y ¡oh sorpresa! la
esencia filosófica persiste incólume a través de los siglos, en su metodología esencial. Se afirma
cada vez más como una disciplina más espiritual y abstracta (en el buen sentido de la palabra)
que como un quehacer pragmático, objetivo y material. Precisamente, ahora abordaré una
180
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
escuela filosófica que parece haberse sido concebida un poco, con un criterio existencialista (en
el buen sentido de la palabra), como es la filosofía antropológica.
La cosmovisión antropológica
La filosofía ha abordado siempre el conocimiento del hombre, fundamentalmente, en las
cuestiones que atañen a ubicación en el tiempo y espacio, en sus costumbres y en sus ideas.
Raras veces se ocupó de cuestiones extrahumanas (salvo la filosofía escolástica que impuso la
teodicea, una forma de demostrar la existencia de Dios y que constituyó una especie de “filosofía
teológica”, principalmente impulsada por Santo Tomás) (Tampoco los griegos escaparon a la
tentación mezclar a sus dioses en sus discursos filosóficos como hacía habitualmente Platón).
La base de la filosofía siempre fue la razón o raciocinio, considerado el instrumento
fundamental del pensar humano cuando ese raciocinio se pulió lo suficiente para alcanzar las
características de abarcador, englobador, crítico, sensato, lógico, etc.
Pero la filosofía evolucionó en cada época y se adaptó a las ideas circundantes. En la
antigüedad fueron las ideas humanas plasmadas en la propia filosofía, la política y la forma de
captar la realidad. En la Edad Media la idea filosófica rondaba en torno al hombre y Dios pero
con criterio teocentrista. En el Renacimiento se centra en el humanismo, regresando al estudio
exclusivo de ideas humanas con criterio estrictamente antropocéntrico. La era contemporánea
centró a la filosofía en la razón y los sentimientos más importantes del hombre.
La posmodernidad vuelve al hombre, en parte analizando “sus circunstancias” para
señalar los “vacíos existenciales” o la relevancia de la “existencia”, pero el trabajo más intenso
es buscar la respuesta a la esencia del hombre y su origen. Esto lleva a la filosofía a bucear en la
historia, la antropología, la psicología y otras ciencias, rastreando datos que orienten hacia el ser
humano y de donde proviene. Incluso se discuten temas religiosos en ese sentido.
Este interés que configura nuevos humanismos generados en las concepciones
precedentes inmediatas, llevan a la idea de la dimensión filosófica que ha imperado en todas las
épocas, regiones y las cuestiones tratadas. Abarcar todo esto constituye una especie de
cosmovisión (Weltanschauung). La filosofía debía dejar de centrarse en cuestiones parciales para
llegar a enfocar un todo, evitando el error de la filosofía antigua y de la filosofía cartesiana, al
considerar al hombre como un ente constituido por un soma o cuerpo y una psique o alma. Esto
también conllevaba lo material y lo inmaterial.
Así, el hombre no es un todo compacto, una unidad perfecta como lo concebía la filosofía
oriental del uno, sino era un complejo de manifestaciones físicas y espirituales, materiales e
inmateriales. Había un mundo visible y uno invisible. Esta dualidad inevitable de todo el
181
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
pensamiento filosófico, que Santo Tomás intentó sintetizar pero no pudo en su Suma Teológica,
es lo que hoy se busca superar una verdadera cosmovisión o visión holística, integradora que
lleve a un monismo filosófico de la naturaleza del hombre y no se diluya en los meandros de las
diferentes realidades en que se pretende estudiar el ser del hombre. No es lo mismo la visión
prehistórica, que la antigua, la medieval, la moderna y la posmoderna. Son puntos de vistas que
en algunos casos son relativos y aspectuales y en otros casos ven un bulto uniforme, pero no
distinguen lo qué es.
La filosofía antropológica es uno de los medios con que el hombre de hoy pretende
realizar la síntesis completa del ser del hombre, con lo cual, la filosofía de la posmodernidad,
además de ubicarse antropocéntricamente, desmenuza todo fenómeno relacionado con la esencia
humano. Hegel intentó concretar este empeñó pero no contó con los datos y los instrumentos que
hoy se poseen. No obstante, inició un pensar filosófico centrado en las grandes cuestiones
históricas y religiosas y la dialéctica.
La cuestión del “ser” del hombre y sus “circunstancias” espaciales y temporales - con los
temas preferidos de los comienzos de la filosofía posmodernista y los existencialistas juntos - y
pensadores como Heidegger, Ortega y Gasset y otros, se ocupan de la esencia de ese ser
(ontología) y de la espacialidad y temporalidad como notas fundamentales de esa esencia,
quedando la inteligencia o razón al trasfondo. Para instaurar un mundo lleno de transcendencias,
el hombre debe existir lo que instala en la filosofía antropológica la cuestión de la existencia.
En la profundización del ser se indaga sobre los mitos de su origen y así se trata la idea de
la inmortalidad o de la eternidad y otras cuestiones inherentes a la indagación de ese misterio
ontológico que es el hombre. Muchas tendencias se preocupan por el llamado humanismo
espiritualista, donde la cuestión del hombre se traslada más a la cuestión espiritual que a la
cuestión de la inteligencia.
Uno de esos intentos es la llamada filosofía antropológica que indaga sobre el
conocimiento de todas las grandes tradiciones culturales, ya sean las que emergen de las culturas
de las llamadas civilizaciones primitivas, como de las culturas intermedias y las actuales. Esta
integración tiende a reconstituir un “todo” en lo relativo al hombre y sus manifestaciones
espirituales, a las que Heidegger denominó los modos del ser humano.96
Sobre la base de estos datos podemos concluir que la filosofía antropológica es,
genéricamente, una verdadera “filosofía del ser” humano, buscando conocer más acabadamente
lo que el hombre es intrínsecamente.
96
El tema principal de Heidegger en su obra EL SER Y EL TIEMPO
182
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
No obstante, muchos de estos estudios posmodernistas no hablan propiamente del
espíritu. Se diluyen en lo tecnológico, lo económico y lo social, en particular lo político y lo
religioso, que ha trascendido tanto de las culturas prehistóricas o ágrafas, como las históricas que
nacen con la escritura y el lenguaje sistémico. El estudio del pasado histórico del hombre, basado
en las ciencias más modernas y actuales, es lo que da fundamento al modelo de lo denominado
“filosofía antropológica”, pero que también abarca un estudio del hombre y la filología de su
lenguaje traducidos en lenguas e idiomas de todo el mundo y de las civilizaciones antiguas y
actuales. La filología preocupa mucho a los pensadores antropológicos, dado que todo el secreto
cultural se ha codificado con palabras. Incluso, el pensamiento mismo en todas sus dimensiones,
entre ellas la filosófica, está materializado por los vocablos.
Esta singularidad, como antes señalé y ahora reitero, mueve a Heidegger a preocuparse
mucho por la etimología de las palabras y la elaboración de neologismos basados en frases cortas
(ser-ahí, estar-ahí, ser-en-el-mundo, etc.) En el panorama de la filosofía antropológica no sólo
entra todo lo relativo a lo material en cuanto a las formas de las expresiones culturales y lo que
las mismas sugieren, sino que también hay un elemento espiritual que debe ser integrado para
entender, completar y comprender lo que son dichas culturas y su trascendencia en el tiempo y
en el espacio. Es la principal preocupación e intento de la filosofía antropológica, la cual no llega
a constituir en sí una disciplina delimitada sino que constituye una “ópera abierta” en la que cada
autor pone una perspectiva personal, que surge de la elaboración de una cosmovisión personal.
En esto, la filosofía antropológica no sólo es algo dirigido al conocimiento profundo del hombre,
sino que en sí es una expresión antropológica, pues permite resumir los distintos “modos de ser
del pensamiento humano”.
Desarrolla todo el arsenal filosófico posible para develar el ser del hombre, pero también
indaga sobre los principales mitos del pensamiento humano, tratando de usar un método
dialéctico que se estructura sobre una base racional ajustada a un pensamiento crítico y lógico,
de manera que no se yerre con desvíos conceptuales muy abstractos que nos alejan de la realidad
y de la expresión o comportamiento del hombre en su mundo. Incluso, el concepto de “mundo”
es uno de los pilares de la filosofía antropológica porque describe como mundo al espacio lleno
de sentido donde mediante instrumentos el hombre elabora su cultura. De este modo también
define a cultura como una verdadera “instrumentalización del universo”, donde el hombre busca
instaurar un mundo, cualquiera sea el lugar o el tiempo en que lo intenta y la diversidad de sus
instrumentos.
¿Filosofía antropológica o antropología filosófica?
Se ha planteado la cuestión entre denominarse filosofía antropológica o antropología
filosófica. Algunos autores piensan que es lo mismo. Otros diferencian a la filosofía
antropológica que abarca todo lo relativo al hombre en todas las épocas, mientras que la
183
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
antropología filosófica sería la que trata tradiciones espirituales extraeuropeas. Pero
académicamente no se ha definido nada. Lo que resalta en lo académico es que no hay “apertura
filosófica” en los “historiadores académicos” ni en los “antropólogos” ni en los “arqueólogos”,
ciencias que quedan en una especie de autismo científico para enclaustrase en normas rígidas y
temas muy específicos, ajenos a toda especulación abstracta como no sea la exégesis de
escrituras o la heurística o la hermenéutica.
La antropología histórica, arqueológica sólo se ocupa de lo analítico, tecnológico y
ambiental, en las inferencias sociales y en visión exclusivamente externa del mundo simbólicoreligioso. La filosofía antropológica, contrariamente, si bien toma rasgos de la antropología, su
misión es la completa comprensión de todos esos fenómenos, pero a nivel filosófico y espiritual.
Esa fue la base de uno de los aspectos de la filosofía antropológica que constituyó el
existencialismo filosófico, o filosofía de la existencia. Esto permite ingresar a muchos médicos al
pensamiento filosófico, por ser los que más están en contacto con el hombre tanto en lo físico
como en lo espiritual y algunos de estos médicos llegaron a crear la antropología médica, donde
se analizan los problemas médicos concretos desde un punto de vista filosófico.
Lo real es que tanto la filosofía antropológica, como la antropología filosófica, son
tendencias denotadas por los autores de esas obras y en la práctica funciona como que ambas son
lo mismo. Si bien la filosofía antropológica introduce conceptos que involucran una especie de
rastreo de la evolución del hombre, lo hace principalmente en el orden de la inteligencia, a la
cual, de algún modo, considera pasible de una evolución tipo darvinista lo que llevaría a aceptar
que el hombre actual, del cual se dice que sólo usa de un 5% a un 10% de sus neuronas, pueda en
un futuro progresar a un mayor despliegue de esa inteligencia y desentrañe los misterios del
poder mental. Sus facultades mentales o mente propiamente dicha, es la residencia de la
inteligencia, y, en mi particular manera de pensar, el principal instrumento mediante el cual se
expresa la inteligencia. La inteligencia, en sí mismo, sería la expresión del espíritu, según lo he
explicado en otros trabajos, mientras que el espíritu no es otra cosa que la manera de expresarse
del alma, la cual, si bien reside en todas las células del cuerpo, sólo mediante la neurona puede
mostrarse. Ahí, es donde distingo entre alma y espíritu, a pesar de que etimológicamente son
iguales.
A la antropología filosófica, no le importa cómo fue el homínido inicial o el Cromañón,
sino directamente arranca del homo sapiens, no como expresión de una criatura evolucionada
físicamente, sino siguiendo el filum de la inteligencia. En esto se diferencia a la ciencia
antropológica pura que sólo rastrea en la arqueología y en la etología o comportamiento del
hombre desde su aparición en la tierra, a través de la prehistoria e historia. Tampoco es una
filosofía de la cultura, sino que intenta ocuparse de la esencia de las cosas, más que del
desarrollo histórico, al que sólo alude para ejemplificar algunos modos de ser de esas esencias
aún desconocidas en su totalidad. Quizás uno de los logros que surgieron, en parte, de la filosofía
184
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
antropológica, fue la medicina antropológica de la cual se hicieron representantes importantes la
llamada “escuela de Heidelberg” bajo la inspiración de Ludolf von Kreh97l y Viktor von
Weizsäcker, en España el profesor Laín Entralgo98 y en alguna medida, el médico filósofo
Karl Jasper.
Al rever algunos criterios filosóficos convenientes para mejor entender las cuestiones
filosóficas de la medicina me he visto obligado a un largo rodeo sobre el estado actual del
pensamiento filosófico, el relativismo imperante y la aparición de filosofías más ajustadas al
hombre tanto en su condición espiritual como física. Esto permite ubicar mejor las presuntas
cuestiones para una filosofía de la medicina, ya que muchos problemas médicos han sido
encarados en diversos aspectos. El conocimiento de esos conceptos filosóficos impide repetir
ideas ya expresadas y ayudan a centrar mejor la atención en problemas muy específicos que debe
repensar la medicina. Ahora ingresaré de lleno a cuestiones que han sido tratadas como tópicos
pasibles de filosofar en medicina, pero que a mí no me cuadran mucho como tema específico,
sino más bien como temas semánticos en algunas perspectivas o como temas más susceptibles de
pertenecer al orden técnico o científico, que filosófico.
Algunas cuestiones consideradas como base de una filosofía médica
He leído los trabajos del Dr. César Lorenzano, médico y académico muy ocupado y
preocupado por la filosofía de la medicina. Su esfuerzo es loable y representa a un grupo médico
argentino cuyos propósitos es mejorar la ciencia médica y la práctica médica, a fin de evitar los
manifiestos desvíos que actualmente sufre tanto la ciencia médica en sí como todos los médicos
que están dedicados a su práctica. En uno de esos trabajos,99 el Dr. Lorenzano manifiesta: “La
medicina se hace tres grandes preguntas, que hacen a la misma supervivencia del ser humano, y
que han sido respondidas de diversas maneras a lo largo de la historia:
i. ¿qué es la enfermedad?
ii. ¿cómo se enferma?
iii. ¿cómo se cura la enfermedad?
A lo que agregamos una cuarta pregunta:
iv. ¿cómo se detecta, cómo se diagnostica la enfermedad?
La primera pregunta se responde desde la clínica médica, una disciplina que sintetiza el
conocimiento acerca de la enfermedad, y en la que concurre -dándole sustento- un abanico de
97
Ludolf von Krehl (1861-1937) subrayó en la clínica, la UNICIDAD y ESPIRITUALIDAD (Ludolf von Krehl PATHOLOGISCHE PHYSIOLOGIE, Book on Demand, 1911)
98
Pedro Lain Entralgo - CUERPO Y ALMA. ESTRUCTURA DINÁMICA DEL CUERPO HUMANO. EspasaCalpe, 1996
99
Dr. César Lorenzano – EL DEVENIR DE LA MEDICINA: UNA MIRADA EPISTEMOLÓGICA, Congreso
Internacional Extraordinario de Filosofía, San Juan (Argentina), julio de 2007
185
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
disciplinas biomédicas. La caracterizamos como perteneciente a la ciencia básica, similar en
este sentido al conocimiento de la física, o de la química. La respuesta a segunda pregunta,
cómo se enferma –etiología, en la terminología médica se encuentra menos desarrollada desde
el punto de vista científico, y contiene en sus explicaciones elementos provenientes de
investigaciones sociológicas y psicológicas, además de las estrictamente biológicas. La
pregunta por la curación –que se responde desde una disciplina médica llamada terapéuticaorigina investigaciones que llamaré tecnológicas, puesto que intentan corregir el curso natural
de un proceso –la enfermedad-, como sucede con cualquier tecnología, y diseñando y utilizando
o no instrumentos específicos. No es necesario insistir demasiado para que sea evidente que no
siempre el conocimiento básico brinda los elementos para que la intervención humana sea
exitosa en lograr la curación. Ambos conocimientos –diagnóstico y tratamiento- sintetizan los
elementos pragmáticos de la medicina, mientras que los que se derivan de las primeras dos
preguntas, contienen sus elementos teóricos. Una vez establecidas estas instancias diferenciales
de conocimiento, encontramos en la medicina elementos de ciencia básica, de ciencia aplicada,
y de tecnología, tal como sucede con otras ramas del conocimiento. El paso siguiente en nuestra
caracterización del conocimiento fue la elucidación de la clínica médica, entendida como la
estructura teórica central de la medicina” (cita extraída de Internet).
Si se tiene en cuenta que el eje fundamental de la ciencia médica es el estado de salud, el
estado de enfermedad y el médico como parte de la díada indestructible que es la bipolaridad
ciencia médica-médico, la cual conlleva otras bipolaridades como es la relación médico-paciente
(enfermo-curador), es indudable que lo que más interesa es conocer qué es la salud, la
enfermedad y, por ende, el diagnóstico y tratamiento (cura). Pero como antes dije, la cuestión
salud, enfermedad, diagnóstico y tratamiento están más inmersos en un problema semántico más
que filosófico como es definir qué es salud y qué es enfermedad. La cuestión diagnóstico y
tratamiento, naturalmente, es de orden tecnológico y científico más que filosófico. La medicina
antropológica ha hecho hincapié en cómo enferma el hombre al aclarar que mientras un animal
tiene un trauma de su cuerpo, dicho ser viviente se centra sólo en la parte del cuerpo afectado.
Una planta o vegetal, cuando enferma una de sus partes se limita a desprenderse de ella y a
reemplazarla con un nuevo brote. El hombre enfermo, cualquiera sea la naturaleza de su
afección, no sólo enferma una parte de su cuerpo sino que involucra en la dolencia todo su ser
(sufrimiento psicofísico). Al mejor estilo de Depak Chopra, yo pienso que hay ciertas
obviedades que evitan detenerse en planteamientos ya resueltos. Si bien el devenir histórico ha
ido demostrando cómo se desarrolla el arte médico y la medicina en sí, actualmente ya no es una
cuestión no resuelta el saber cómo enferma el hombre y qué se entiende por salud y enfermedad.
La ciencia médica atravesó todas las experiencias materialistas, biologistas, positivistas y
ensayó cientos de intentos para obtener definiciones múltiples, las cuáles pueden convenir a
ciertas convencionalidades de algunas ramas médicas, pero no hacen a la esencia del fenómeno
médico. Por eso, la Organización Mundial de la Salud determinó sabiamente que el estado de
186
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
salud no era un mero “equilibrio instable de todas las funciones orgánicas” o la simple ausencia
de malestar psicofísico, que la salud conlleva mucho más que el cuerpo humano como eje único
y se traslada al ámbito social, del modo gasseriano: el hombre y sus circunstancias. Esto permitió
una definición muy amplia y ajustada a la realidad humana en lo relativo al tema de salud y
enfermedad: “salud es el completo bienestar físico, mental y social y no sólo la ausencia de
afecciones y enfermedades”. A la enfermedad, la OMS la describe como “alteración o
desviación del estado fisiológico en una o varias partes del cuerpo, por causas en general
conocidas, manifestada por síntomas y signos característicos, y cuya evolución es más o menos
previsible”. Pero no encuentro a esta definición como algo completo e inclusivo de todos los
puntos de vistas del fenómeno “enfermedad”. La OMS debió definir a la enfermedad del mismo
modo que hizo con “salud” y podría decirse que enfermedad sería cuando hay completo malestar
físico, mental y social y no sólo la falta de salud. Esto puede parecer una simpleza algo boba, no
lo niego, pero intentar definiciones como “alteración o desviación del estado fisiológico del
cuerpo” o “amenaza de la salud identificada por la ciencia”, etc., se me antojan más bobas
porque puede haber un enfermo sin demasiada alteración del estado fisiológico y físico y hay
personas con malestares no identificados por la ciencia. Si bien la misión de la ciencia médica es
conocer e identificar todos los malestares o afecciones psicofísicas del hombre, ¿cuántas veces la
ciencia médica se declaró incompetente para diagnosticar y tratar innumerables afecciones a
través de la historia e, incluso, actualmente? Si bien en muchas ocasiones la ciencia médica
investigó y dilucidó infinidades de dolencias, no es menos cierto que aún quedan en la zona gris
cuadros como el llamado “muerte súbita” de lactantes o de adultos, los cuales tienen variadas y
cuantiosas definiciones y explicaciones, pero ninguna conclusión eficaz. Incluso, si se pretende
introducir o agregar a la definición de salud de la OMS, el concepto “estar en armonía con el
medio ambiente”, esto favorece mi tesis de que enfermedad también es cuando no se vive en
armonía con el medio ambiente (menos hoy que el medio ambiente de todo el mundo sufre algún
tipo de contaminación). Quizás el mejor detalle de la falencia de definir qué es la enfermedad
reside precisamente en la diversidad de denotaciones que se han dado de ella.
Con todo esto quiero resaltar que pretender que es una cuestión filosófica la salud, la
enfermedad, el modo de enfermar, el diagnóstico y el tratamiento, no es lo adecuado puesto que
son cuestiones temporales y sujetas a “criterios de época”. Lo que es innegable es la existencia
del fenómeno enfermedad100 y hombre enfermo y esto no es una cuestión filosófica, sino el mero
acaecer de un fenómeno, del cual se desprende el otro fenómeno ineludible como es la aparición
del hombre curador. Todo esto es inherente a la ciencia médica. Pero en este siglo XXI, la
cuestión filosófica de la medicina tiene otros ejes los cuales necesitan coordinar no los aspectos
formales de las ciencias médicas, sino la esencia misma de la medicina. Y esto radica en el modo
de pensar de científicos médicos y de médicos asistenciales. Este es el punto que todos los
intentos filosóficos no han abordado extensivamente, sino tocado tangencialmente algunas
100
Entendiendo por enfermedad esa sensación de sufrimiento que puede surgir tanto de lo físico como de lo
psíquico, o del medio ambiente, o de la vida en sociedad
187
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
referencias a escuelas de pensamientos filosóficos (biologista, cientificista, materialista,
existencialista, etc.) en lo referente a la medicina.
De ahí mi preocupación por ahondar lo más que sea posible esa cuestión, aunque ello me
demande un trabajo farragoso y complejo que puede llevar a creer que me he excedido de mi
propósito y he hecho una “mescolanza” azarosa de conceptos y escuelas filosóficas. Reconozco
que esto puede deberse al defecto de no poseer la suficiente fluidez literaria y académica para
lograr una expresión más ajustada, que sea bien comprendida y logre ser comunicativa. También
reconozco que en el maremágnum de conceptos filosóficos actuales, una síntesis resulta utópica
(una síntesis al menos que abarque todo el problema y lo resuma en conceptos contundentes).
Sin embargo, estimo que todas estas dificultades formales no son impedimento para insertar la
idea esencial de que todo pensamiento filosófico de la ciencia médica (y de otras ciencias) debe
ser holístico o lo suficientemente abarcador para alcanzar la trascendencia certera y el consenso
universal que le favorezca la permanencia en el tiempo y no sea sólo una expresión fugaz. En el
caso particular de la medicina, sirva para corregir los desvíos que la ciencia padece actualmente
tanto en la investigación médica como en la práctica y en todo lo concerniente a la investigación
genética, en la concepción artificial o guiada, en la investigación de drogas farmacológicas, en la
donación de órganos y en los problemas bioéticos como el aborto y la eutanasia, la ciencia
médica tiene progresos y fracasos que le produce vaivenes dañinos, para el prestigio de la ciencia
en sí y para la vida humana.
La conversación filosófica no debe versar sobre si el aborto es pertinente o no, si la
eutanasia es conveniente, si drogas no totalmente conocidas deben salir al mercado, si
corresponde o no la donación órganos, etc. El problema fundamental de la ciencia médica es:
la ética de las investigaciones y no el interés comercial o económico, sino la
autenticidad en encontrar drogas efectivas sin efectos colaterales desconocidos
que puedan dañar o matar a quienes las usa o manejar los precios de forma tal
que determinadas medicinas no lleguen nunca a quien las necesita.
La cuestión médica fundamental del respeto absoluto por la dignidad de la vida
humana en todos sus niveles, desde la concepción hasta la muerte.
Asimismo, la integridad profesional del médico asistencial, es decir, la praxis
médica ortodoxa.
Este es el meollo filosófico de la ciencia médica que, a través de sus fundamentos como
es la enfermedad y su curación, esta ciencia ha incursionado caminos dudosos sobre sus fines
auténticos. En cuanto a la ética, es viable la gran pregunta del Dalai Lama Tenzin Gyatso:
“¿Tiene la ética un lugar en la ciencia? Yo creo que sí. En primer lugar como a cualquier otro
instrumento, a la ciencia se le puede dar un uso bueno y un uso malo”.101 De este modo sencillo
de plantear la cuestión de la ética de la ciencia, el Dalai Lama considera a la ciencia como un
101
Dalai Lama – EL UNIVERSO EN UN SOLO ATOMO, Sudamericana, Bs. As., 2013
188
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
mero instrumento humano, concepto evidente e incontrovertible. En lo relativo al “uso” de la
ciencia esto puede verse desde dos perspectivas:
la generación de un instrumento o producto científico propiamente dicho (invento,
tecnología, métodos)
y el uso de ese producto o instrumento científico.
Mi idea es que tanto la generación del producto o instrumento científico conlleva tanta
ética como el uso del mismo. Si yo creo (invento o descubro) científicamente un instrumento
como es un arma sofisticada o una bomba, ambas letales y mortíferas, es evidente que su uso
será relativamente siempre malo puesto que está destinada a matar o destruir un ser vivo. Puede,
que en defensa de tal artefacto científico, se diga que no siempre habrá un uso ofensivo, sino que
puede usarse como medio defensivo o simplemente un medio disuasorio o disuasivo.
Lógicamente primero hay que demostrar la efectividad de un arma antes que sólo tenga un
aspecto de mera disuasión. No habrá disuasión si no se teme lo que es efectivamente mortífero.
En el caso de un arma, la efectividad se demuestra usando el arma y demostrando que mata.
Mata en lo ofensivo y mata en lo defensivo. Luego, la cuestión no debe centrarse en la necesidad
del uso de un arma, sino en la posibilidad de una convivencia social universal no conflictiva, de
manera tal que no desemboque fatalmente en la agresión por armas. Sé que esto es utópico,
pues, a manera de harta frase hecha, el hombre usa armas “desde que es hombre”. Sin
embargo, obviamente, también reconocerse que el arma es un instrumento primitivo puesto que
el hombre no tenía otro medio para superar la hostilidad de su ambioma (hostilidad tanto por
parte de bestias, como de otros hombres hostiles). Precisamente la ocupación y la preocupación
por erradicar la hostilidad que resulta mortal para el hombre, pensadores como Buda y Jesús,
pelearon por implantar una doctrina de amor al prójimo de manera tal que no se atentara contra
su vida. A pesar de los millones de adeptos a las ideas budistas y cristianas, nunca se erradicó esa
hostilidad mortífera en el hombre. Incluso, en nombre de ideas religiosas, se emprendieron
grandes guerras con miles o millones de víctimas. Pienso que, al menos, sería un gran triunfo
lograr que la mayoría de las comunidades humanas fueran pacíficas y desapareciera la guerra
que usa armas. Sería menos utópico que erradicar definitivamente la hostilidad guerrera. Y acá,
objetivamente, cabría una verdadera idea de ética para la generación de productos científicos
dañinos para la vida del hombre y otros seres viviente, de una forma u otra. La ética siempre se
basa en el buen uso y el buen uso sería no generar esos productos científicos dañinos. En este
caso concreto de las armas, la ética del “uso del producto” no existe porque en este ejemplo
puntual, el uso es siempre malo. ¿Es claro?
Es indudable que el fin primordial de la medicina es la preservación de la vida del
hombre. Esto es incontrovertible, pues pretender otra cosa no es hablar de medicina. El
problema de la vida humana se origina en el momento de la concepción y culmina con la
muerte. En todos los casos, la verdadera ética sería la protección total de la vida humana en
189
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
cualquiera de sus formas. La aplicación del relativismo del uso de la medicina para eliminar una
vida humana, ya sea aduciendo derechos personalísimos, o evitar el daño social que la vida a
suprimir puede provocar en forma potencial o real, es una especie de fundamentalismo científico
(médico, jurídico y social) que atenta contra el absolutismo de la defensa sin cortapisas de la vida
humana. Parte de la humanidad ha comprendido en forma esencial este principio y trata de
erradicar toda de supresión artificial mediante instrumentos tecnológicos, de cualquier vida
humana. La ciencia médica tiene que habérsela con que esta vida siga carriles naturales y evite
situaciones y fenómenos que menoscaben la calidad y la dignidad de esa vida. Para eso debe
proponerse enfrentar el problema mayor que es la enfermedad y la muerte no natural.
Pero el devenir social ha planteado otros dilemas que afectan el curso normal o natural de
la vida humana y ha cambiado los parámetros para definir qué es enfermedad. Hay otras formas
de alterar el curso normal de las funciones normales del cuerpo humano, tanto en lo orgánico
como en lo psíquico. Hoy, el problema no son las herencias genéticas, los gérmenes y otros
factores etiológicos tradicionalmente reconocidos por la ciencia médica. Hay otras etiologías
más sutiles. Los problemas sociales han cambiado el ritmo natural de la concepción y el
embarazo, lo que ha planteado la necesidad de confrontar las malformaciones congénitas, el
problema de embarazos no deseados, la prolongación de la vida amenazada por la enfermedad o
problemas socioeconómicos, la judicialización de los problemas médicos, etc. Aparecen
conflictos sobre el aborto (que plantea el dilema de cuando debe considerarse persona humana al
grupo de células germinativas, si el aborto es asesinato o no, los derechos de la mujer sobre su
cuerpo), sobre la infertilidad (que genera la discusión de los bebés de probeta y el manejo de
gametos), sobre el uso de la tecnología en la prolongación vegetativa de la vida, en provocar una
muerte asistida, la donación de órganos (que trae como planteamiento cuando se debe
considerarse muerta a una persona, a fin de no extraer órganos a un moribundo o a quien tiene
alguna chance de sobrevivir y el llamado “comercio de órganos” que implica asesinar para
obtener órganos que se venden a precios altos), el mal ejercicio de la profesión que causa el
fenómeno denominado “mala praxis” y la relación del problema de la salud enfocado por obras
sociales y seguros médicos que ha originado una verdadera “industria de la salud” que maneja
cuantiosos capitales y ha creado un poder económico que maneja el “mercado médico” a tal
punto que obliga a cambiar las normas médicas para asegurar un menor gasto en salud. Esto se
refleja en el manejo de cuáles son las cifras normales de la tensión sanguínea, la concepción
etiológica de patologías que deben ser indemnizadas, el cambio de los diagnósticos médicos, etc.
De igual modo, la aparición del marketing o gerenciamiento de la medicina que pretende que los
pacientes sean “clientes de mercado” y no simples enfermos.
Estos son complejos problemas médicos que no corresponde a la órbita filosófica en
cuanto a su formalidad particular. Sólo corresponde filosofar sobre principios fundamentales de
la praxis médica, es decir, la conducta de los médicos que permiten que se instalen tales dilemas,
muchos de ellos creados por los propios médicos que acceden a las presiones sociales o
190
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
económicas para presentar el problema médico bajo una forma inadecuada para la medicina
auténtica. Lo más grave de todo esto es que la alta frecuencia de los desvíos ha permitido a la
sociedad admitir como normal o aceptable lo que en realidad sería estrictamente inadmisible
para el buen médico y la correcta medicina. Pero el problema ético está tan desvalorizado como
lo están los imperativos kantianos de la ética del “deber ser”. La ética se tiñe con conceptos
religiosos o políticos y rebota en algunos filósofos que soslayan el problema con conclusiones
relativistas. Ya señalé como el relativismo se ha enseñoreado no sólo en lo filosófico, sino en
todos los órdenes humanos. Incluso, se ha llegado a negar lo absoluto y la verdad. Se han
impuesto más las formas que la esencia. El imperio del llamado “derecho personalísimo” se ha
transformado en un absoluto que justifica cualquier cosa como un hecho aceptable y hasta
normal. En lo judicial, esta teoría del absolutismo de los derechos crea una corriente de derecho
denominada “garantismo” donde los abogados, bajo el imperio de determinadas leyes, pretenden
la aceptación de absurdos como es la liberación de delincuentes incorregibles que una vez
sueltos reinciden en dañar al prójimo por todos los medios, siendo el más frecuente el asesinato.
Ni hablar del garantismo político que admite todos los fundamentalismos que destruyen a la
sociedad digna, al favorecer que con el nombre de “democracia” se establezcan gobiernos
despóticos y corruptos, se generalice la impunidad por los daños cometidos y se degrade no sólo
una nación o país, sino a la sociedad general, sólo porque el poder político corrupto o dañino está
avalado por el voto masivo o mayoritario. Nadie puede discutir que en general, la sociedad
humana del siglo XXI ha “globalizado” más defectos que virtudes, más degradaciones que
perfecciones. Nadie puede negar que hay una verdadera “era de fundamentalismos” de todo tipo
que provoca no sólo conflictos bélicos y violencia social, sino que cambia los conceptos
fundamentales que hacen al ser humano.
No quiero parecer “oscurantista”, “apocalíptico”, “trementista”, “negativo”, “pesimista”
ni otro calificativo que se me quiera endilgar por remarcar hechos y fenómenos que “están” y no
son supuestos. Claro que no los veo con punto de vista conformista para relativizarlos a tal punto
de aceptar que no es como yo lo estoy describiendo o interpretando. Tampoco he omitido referir
estas circunstancias reales para que no se diga que estoy idealizando las cuestiones filosóficas al
margen de lo que ocurre en la sociedad actual y al margen del “avance”, “adelanto”, “progreso”,
de las actuales concepciones éticas y políticas, incluso, filosóficas. Me considero bien plantado
en la realidad y no como afirmación de soberbia, pedante, ilusa o estúpida, sino como conclusión
lúcida de lo que me está ocurriendo y de lo que estoy viviendo. Incluso hablo como testigo, actor
y no espectador. Me enferma la actitud de algunos pensadores que se colocan en un pedestal
intelectual para hablar de la realidad como si fueran los únicos que tienen el patrimonio de la
interpretación correcta. He dicho y lo reitero que personalmente respeto todas las opiniones pero
esto no significa que comulgue con ellas. Juzgo que las actitudes personales son fruto de la
convicción individual de que “se está haciendo lo que se debe” porque yo lo siento así. Pero la
objetividad de las conclusiones del pensamiento individual no se mide por los sentimientos sino
por la confrontación estricta con los fenómenos y su naturaleza (es decir no lo formal, lo que
191
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
parece ser, sino por lo que son en realidad y no por lo que se cree que deben ser). Entiendo que la
conformidad ética no es tanto con lo que se “debe ser” puesto que esta concepción está atada al
subjetivismo del que piensa, sino por la investigación profunda de la verdad, es decir, saber lo
que las cosas son.
Aunque se crea o parezca que me he desviado del tema de este trabajo, no es así. He
reflexionado una vez más dando una vuelta interminable sobre las cosas que pasan para mejor
entender cuáles son las cuestiones que urgen a un pensar filosófico, el cual además de sus
posibles formas académicas, no debe desprenderse de lo que está sucediendo, sino se transforma
en anacrónico y desubicado. Cómo la mayoría de los problemas sociales de este siglo XXI
centran en las personas que son los actores de los hechos, el médico es el principal actor
(como investigador o como curador) de lo que ocurre en la ciencia médica. La ciencia médica,
además de lo técnico y científico estrictamente, sufre embates de otra naturaleza. Luego,
filosofar sobre estas cuestiones es aferrarse a lo primordial: la esencia de la ciencia médica y el
protagonismo del médico como curador.
Curiosamente apelo a la cuestión de la esencia de la ciencia médica porque últimamente
la denominada mala praxis ha introducido en defensa de los médicos imputados el concepto de
que la medicina no es una ciencia exacta. Esto me ha interesado mucho porque a esa conclusión
se llega por la simpleza de la premisa de que necesariamente el uso de medios adecuados de
diagnóstico y tratamiento garantiza la curación de la enfermedad y la preservación de la vida.
Incluso se introduce una tesis jurídica (Demogue)102 que predica que el ejercicio de la medicina
debe garantizar el uso de los medios adecuados pero no los resultados, especialmente los
satisfactorios. Yo me pregunté al conocer esto ¿acaso no se acude al médico en busca de la
curación y para evitar la muerte? Si el médico no puede estar seguro de que va a curar algo ¿para
qué prosigue la asistencia de un enfermo? Estos interrogantes pueden parecer pueriles pero
quienes hemos tenido que enfrentar el dilema de curar un enfermo, sabemos muy bien hasta qué
punto se puede llegar y en cual decidir nuestra impotencia como curadores.
El problema no reside en si se cura o no una dolencia. El problema está en primer lugar
en la capacidad profesional del médico, en segundo lugar en la naturaleza de la enfermedad y en
tercer lugar en el uso de medios adecuados. Es muy difícil que un solo médico tenga todo el
conocimiento científico requerido. Esto lo dije y lo itero porque es una realidad que no se puede
ignorar. Partiendo de este sencillo y claro concepto, cuando un médico tiene dificultades para
diagnosticar y curar debe necesariamente acudir en ayuda de otros profesionales mediante la
interconsulta o la derivación. Aunque parezca de Perogrullo, esta máxima elemental es la menos
practicada. Un médico suele encerrarse en la porfía de persistir en la asistencia de un paciente
con el que no “da en el clavo” y lo mantiene hasta una situación límite en la que el cambio de
102
René Demogue -TRAITÉ DES OBLIGATIONS EN GÉNÉRAL. Publicación Arthur Rousseau, Paris 1923
192
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
actitud es tardío e ineficiente. A pesar de que el profesional haya solicitado estudios pertinentes
o haya prescripto drogas acordes a los signos y síntomas de la dolencia, esto no significa que
el médico ha usado todos los medios idóneos a su alcance, porque si ignoró algún detalle de la
enfermedad es evidente que no cumplió con todos los requisitos de los medios convenientes de
diagnóstico. Pero lo más dañino es que no acertó en solicitar la ayuda de colegas que fueran
idóneos para el tipo de enfermedad o afección que su paciente padeciera. Otro tanto ocurre con el
cirujano que opta por operar a un paciente sin haber llenado todos los recaudos suficientes para
asegurar el éxito de la intervención o la oportunidad de la misma. No es infrecuente que se haya
intentado operar patologías inexistentes o, al menos, en las que no correspondía la cirugía. Pero
lo más grave es cuando el cirujano opera siguiendo la “técnica recomendada” pero descuida
otros detalles elementales como la vitalidad de los tejidos a operar y la seguridad de una
hemostasia completa (la sutura o cierre de los vasos cortados para evitar hemorragias). Luego, si
hay dehiscencias (lazos o puntos de costura de los tejidos operados que se desprenden) o
hemorragias postoperatorias, la frecuencia de las mismas no se atribuye a errores del cirujano,
sino se califican de accidentes imprevisibles. La casuística se usa como pretexto para justificar
el error y hacerlo parecer como un hecho natural o propio del riesgo quirúrgico. Incluso, los
libros médicos citan a los daños colaterales como dando a entender que es lógico que ocurran
hemorragias postoperatorias o que el paciente muera debido a la intervención. Claro que en
esto hay muchas consideraciones técnicas a realizar como saber si el operado era un enfermo
terminal en el que la operación podía mejorar situaciones menores o podía ser causa de muerte.
Incluso, los anestesistas han conformado una escala de riesgos (ASA) de forma tal que una
escala V es paciente moribundo que de ser operado puede morir en las próximas 24 horas
después de la operación. No obstante, bajo el pretexto de la esperanza de vida (de supervivencia)
muchos cirujanos operan y luego justifican a la muerte postoperatoria como algo natural,
ignorando que de no haberse operado el paciente seguiría enfermo pero no moriría
inmediatamente.
Esto que estoy planteando superficialmente parece algo fabulado, pero las historias
clínicas son la prueba de que no es algo irreal sino cotidiano. Luego, la gran pregunta es: ¿para
qué opera si va a morir con un alto margen de seguridad? He aquí el misterio de la
intencionalidad de las UTI (unidad de terapia intensiva). ¿Es tan profunda la convicción del
cirujano de que puede salvar la vida del moribundo operándolo? ¿O entran en juego otros
intereses? (operar un famoso, cobrar honorarios, justificar una labor, etc.) Muchos justifican el
hecho aduciendo la presión del interesado o de sus familiares que mediante el consentimiento
informado permiten o inducen a que el cirujano opere sea cual fuere las consecuencias. El dilema
ahora es ¿qué es más importante: el deseo o los intereses del paciente o sus familiares o el
proceder correcto del cirujano? Se dice que de no ceder a las presiones de paciente e interesado
el cirujano se hace pasible de una denuncia jurídica por “abandono del paciente”, pero en la
mayoría de los casos, la muerte del paciente, a pesar del presunto consentimiento informado,
también lleva al cirujano a un juicio de mal praxis.
193
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Todos estos problemas no son filosóficos, sino prácticos y bioéticos. La Bioética ha
tratado todo lo relativo al aborto, a la eutanasia, a la mala praxis y todos los problemas médicos
que entran en el terreno de la controversia científica y ética, más que de la filosófica. No son
problemas esenciales de la medicina, sino problemas coyunturales. Luego no es patrimonio de la
filosofía ocuparse de ellos. Sin embargo son fenómenos reales y existentes que delatan una
especie de crisis de la medicina.
Anteriormente, al comienzo de este trabajo, destaqué otros problemas del ejercicio de la
medicina. Obviamente, reitero, los problemas planteados surgen más de la conducta de los
médicos que de la ineficiencia de la ciencia médica. También señalé que la ciencia médica
dentro de sus posibilidades es muy completa y difícilmente no tenga una respuesta para
infinidades de afecciones. Todo depende del manejo que el médico realice de la práctica de la
ciencia y de aplicación debida. Las grandes dificultades no residen tanto en la ciencia médica
en sí, sino en la habilidad y artesanía del médico.
Si no perdemos de vista esto, la conclusión inevitable es que la filosofía de la ciencia
médica reside más en la conducta médica que en la ciencia en sí. Comenzaré a abordar la
cuestión de la ciencia médica en lo relativo a si es, o no, una ciencia exacta. Aclaro que esto es
para seguir el modo con que se denominan las cosas, pero personalmente creo que lo de la
exactitud de las ciencias en general es más una entelequia que una realidad, puesto que como
antes comenté, ni aún las consideradas ciencias exactas han sido tales porque todos sus
postulados fueron primero relativizados y finalmente se comprobó que la exactitud lo era sólo
dentro de parámetros previamente fijados pero no ocurría así en la realidad (salvo en algunas
ciencias abstractas como son las relativas a cálculos matemáticos no aplicados a entes reales).
La medicina, ¿es ciencia inexacta?
Conductas médicas correctas e incorrectas
Consideramos oportuno que antes de explicar qué es la Medicina como ciencia y en qué
consisten los fundamentos de la praxis u ortopraxis médica, puesto que he explicado que esta
cuestión se planteó debido a conductas médicas indebidas. Entenderemos por ortopraxis médica,
la conducta correcta del médico en todo acto médico, conducta que debe ajustarse
estrictamente a lo definido como praxis médica. Aunque aclaramos que la palabra praxis
automáticamente era entendida como una eupraxis o práctica buena, nosotros agregamos
también el sinónimo de este término que es ortopraxis que etimológicamente significa conducta
médica correcta. Usamos estos términos obligadamente para poder explicar lo que
impropiamente creemos que se ha denominado mala praxis médica y que propusimos que se
llamara impraxis (o impraxia) médica a la ausencia absoluta de conducta médica.
194
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
La conducta médica, además de llenar los requisitos mínimos que antes enunciamos, debe
ser una conducta de vigilia permanente. El médico no puede ser una persona dispersa sino
concentrada, muy especialmente, cuando realiza un acto médico. Es primordial tener presente en
toda su dimensión lo ético y lo jurídico, puesto que el paciente no sólo es el fin de la prestación,
el ser propio de la medicina, porque sin enfermos, obviamente, no hay medicina. Pero también
todo paciente es sujeto titular de derechos, principalmente el derecho a la salud, el derecho a la
vida y el derecho a su integridad psicofísica. Son los tres pilares de una médica ética y
jurídicamente adaptada y en ellos debe estar contenido el gran principio de la buena medicina: lo
primero es no hacer daño (primun non nocère).103
Desde este punto de vista, todo médico tenderá a que su comportamiento como
profesional debe llenar todas las condiciones de calidad total (excelencia) en cuanto a:104
1. La mejor relación médico-paciente en la faz de relación persona-persona
2. La mayor aplicación para conseguir un buen diagnóstico y el tratamiento más
adecuado, previo tomar todos los recaudos para que de la terapéutica o de los
estudios no surja daño alguno para el paciente. Hay que recuperar el viejo
concepto clínico de que al enfermo hay que someterlo a un buen examen físico
cuidando de utilizar las principales maniobras semiológicas (anamnesis,
inspección, palpación y auscultación). Esto parece de Perogrullo pero, la realidad
que observamos es que, precisamente, es lo que menos se hace. Las omisiones de
cosas gruesas son la principal causa de error médico. Tampoco hay que olvidar el
ejercicio del diagnóstico diferencial. Cuando no se ejercen todas estas
precauciones no se cumple con el deber de cuidado que tiene el médico con un
paciente cualquiera que es sometido a su acción médica.
3. Ocuparse y preocuparse de que el paciente sea asistido continuamente en todo el
proceso que dure la asistencia de una afección determinada, de forma tal, que
debe seleccionar el estudio más adecuado y económico, el medicamento más
eficaz y barato y procurar que el paciente pueda poseer la medicación. Si lo
deriva, previamente coordinará con el destino a derivar, la correcta recepción del
paciente por el centro o el profesional al cual se deriva. Diligenciar
personalmente el traslado y la atención de los enfermos graves. Si lo opera debe
acompañarlo hasta la sala del postoperatorio y asegurarse de que es asistido
correctamente en el postoperatorio y no confiar en que el “sistema” realizará lo
correcto.
4. Ejercer la docencia médica, es decir, enseñar e instruir claramente, tanto oral
como por escrito, todas las indicaciones terapéuticas, indicando dosis, duración
103
Del latín nocèo, es (daño)
Antonio Paolasso – HUMANIZACIÓN DEL ACTO MÉDICO, obra premiada y publicada por el Círculo
Médico de Mendoza
104
195
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
del tratamiento, la mejor forma de ingerir medicamentos (en ayunas, juntos o
separados de otros medicamentos), la mejor forma de alimentarse durante y
después de la enfermedad, cómo prevenir sus dolencias y, si es posible, cuál sería
el estilo de vida que mejor le conviene de acuerdo a sus circunstancias y
características de personalidad. Acá se propone que la cura realizada por el
médico es “pastilla y algo más”, teniendo en cuenta que la palabra es un medio
curativo mejor que las drogas.
5. Las relaciones con otros colegas siempre tienen que ser de cortesía, urbanidad y
amabilidad (aunque un colega resulte “intragable”). Si se debe acudir a la
medicina interdisciplinaria, donde un paciente exige la participación de más de un
médico, el médico de atención primaria o de cabecera (que nosotros
consideramos mejor llamarlo “médico personal” y así lo proponemos), deberá
seleccionar a los colegas a los cuales derivará, previo “ponerse de acuerdo” con
“lo que se va a hacer con el paciente”. Pero, por sobre todo, reservándose el
primer médico el derecho de controlar, supervisar y seguir atentamente todo el
proceso de la acción interdisciplinaria, a fin de evitar superposición de drogas que
puedan tener efectos de sumación (suma) o de antagonismo, de realizar prácticas
no aconsejables para un determinado paciente o evitar que el paciente se sienta
“desplazado” de su médico de confianza. Acompañar al paciente en su dolencia
(asistencia) es uno de los nortes principales de la conducta profesional médica.
La formación del equipo médico interdisciplinario exige a todos los médicos la
mayor voluntad y afecto para conseguir una buena relación médico-médico, para
no dañar al paciente con conductas dispares o dañinas. Las opiniones diferentes o
el disenso profesional deben limarse de la mejor forma posible, tratando de
encontrar el “camino medio” para acercar opiniones dispares. Nunca un médico
debe ser tajante: “o se hace lo que digo, o no se hace nada”. Los puntos de vista
distintos no deben discutirse sino analizarse en forma conjunta, considerando sólo
aspectos estrictamente técnico-racionales y no expresándose “ex cátedra”.105
Jamás un médico debe negarse a escuchar a otro o desplazarlo violentamente de
un lugar determinado (ni aún teniendo razones irreprochables para ello). Si la
conducta de otro colega es inadecuada, debe determinar los medios más dignos
para zafar de situaciones violentas o indebidas. Pero jamás bajar al nivel de
perder la compostura, la dignidad y la educación (por más tentado que se sienta).
¡Los peores colegas son los que más necesitan de nuestra caridad y asistencia,
pues son otros enfermos más! Pero si se constata que un colega es abierta y
comprobadamente un delincuente, se tienen abiertos todos los caminos sociales
y legales para lograr su expulsión de la profesión. En este caso la denuncia
médica es obligatoria.
105
método del Papa cuando apela a su infalibilidad para determinar dogmas de fe, los que no pueden ser discutidos
por la razón
196
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
6. Cuando en el sistema que se está trabajando hay serias falencias, que pueden
atentar contra la salud o la vida del médico y de los pacientes, es obligación
moral y legal del médico poner en conocimiento de los responsables todas las
fallas más importantes y cuya solución es impostergable. Cuando no se le atiende
en sus reclamos, debe persistir en forma escrita ante superiores en toda la escala
de los mismos, desde el más inmediato al más encumbrado, siguiendo los pasos
administrativos pertinentes. Pero también puede acudir a las asociaciones
gremiales o científicas. Nunca un médico debe desistir de luchar para mejorar el
sistema de salud. Si no hay batalla, no hay solución. Pero hay otra cosa más
sagrada aún: las fallas del sistema no son pretexto para abandonar o atender
indebidamente a un paciente. Todo médico debe agotar debidamente todas las
posibilidades para que el paciente alcance un tratamiento eficaz o satisfactorio
por el mal que consulta. Jamás un médico debe decir al paciente: no puedo hacer
nada por usted. Su actitud permanente debe ser: veré cuánto puedo hacer por
usted, y hacerlo. Las buenas intenciones pasivas son loables pero no eximen de la
inconducta médica, en cambio hasta la más magra acción salva al médico de la
inoperancia. El médico debe ser siempre creativo y operativo. No puede “seguir
la corriente” del clásico “no te metas” propio del argentino cómodo que practica
la complacencia con el sistema fallado, para no comprometerse con su acción
personal. ¡Todo médico es siempre una persona comprometida consigo, el
enfermo y con la sociedad en general! Como dijera Erasmo:106 nada de lo
humano debe serle extraño.
7. Aunque sea legal, pero no ético, un médico jamás puede darse el lujo de padecer
el síndrome de Poncio Pilatos (lavarse las manos) siendo un eterno derivador. La
derivación de un paciente debe ser oportuna y pertinente. Debe tener un motivo y
éste debe explicarse claramente en la hoja escrita de derivación (porque toda
derivación para ser válida desde todos los puntos de vista, debe ser escrita y
firmada por el médico derivador). Las derivaciones deben coordinarse entre el
que deriva y el receptor de la derivación. Nunca un médico debe derivar a ciegas,
sin tener la certeza de que el paciente llegará al destino y que éste es el adecuado.
No es cuestión de derivar “cualquier cosa” a “cualquier lado”. Un pediatra no
puede derivar un niño a un médico de adultos (salvo que éste acredite idoneidad
para la patología que se deriva) ni de un centro de alta complejidad a un centro de
baja complejidad (a menos que la patología derivada así lo amerite claramente).
El camino es a la inversa: se deriva a especialistas específicos y a centros de
mayor complejidad. Últimamente, la demanda excesiva de los hospitales públicos
ha generado la psicosis de “derivar sin más” y los médicos adoptan el sistema de
“derivar sin atender” (sin ver al paciente, examinarlo, interrogarlo, etc.). Este
sistema de “derivación a la deriva” hace que un paciente sea desviado a centros
106
En su obra ELOGIO DE LA LOCURA
197
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
que no corresponde o a médicos que no tienen competencia en la enfermedad
derivada. Las ambulancias o los autos particulares comienzan una peregrinación
de nosocomio a nosocomio u otros centros asistenciales, de los cuales se les
rechaza la atención “por no corresponder” (pero ¡cuidado!: el rechazo de la
atención tiene que tener comprobadamente la acreditación fehaciente de que no
corresponde o carece de medios para atender lo derivado). También ha ocurrido
que algún médico, por distintas razones, niegue indebidamente atender a un mal
derivado. Si tiene la posibilidad de prestar una atención primaria adecuada, debe
arbitrar todos los medios a su alcance para brindar esa atención, sobre todo si el
enfermo es grave, ya sea mediante un estudio de urgencia, una medicación
sintomática o la consecución del centro adecuado para atender ese paciente y, en
consecuencia, realizar una nueva derivación pertinente. Pero nunca debe
“rechazar por rechazar” una interconsulta o derivación. Si el paciente o enfermo
resulta dañado, es tan responsable el que deriva mal como el que rechaza la
derivación errónea sin corregirla. En pocas palabras: le está vedado al médico, en
absoluto, “lavarse las manos” cuando un paciente le pide atención. Está en la ley,
en la esencia de su profesión y en el juramento hipocrático.
Pero la conducta médica no se agota con la conducta médica profesional. Abarca también
la conducta personal en lo familiar, lo social y toda su conducta pública. Hay tres cosas que un
médico no puede dejar de aplicar en su conducta global (personal, profesional, pública) que son
las reglas de oro de la conducta médica:
1. no dañarse a sí mismo
2. no dañar a otros
3. no provocar escándalo
El principio que siempre se nos enseñó en la Facultad de Medicina de primun non nocère
(lo primero es no dañar), si bien se aplicaba en relación con el enfermo, hoy es un imperativo, no
sólo de la razón, sino del afecto y la voluntad, para ser apriorístico tanto para el propio médico
como para el paciente. ¡Cómo puede un médico decir al paciente que la obesidad es un riesgo,
cuándo él es obeso; que el cigarrillo es tóxico, cuando él se lo dice fumando; que la droga o el
alcohol son dañinos, si él usa a uno de ellos o a ambos! Esto opera como si un inmoral
pretendiera enseñar moralidad. Acá, y en otras conductas menos perceptibles, el médico se daña
a sí mismo, daña al paciente al no dar credibilidad a lo que dice y provoca el escándalo: ¡cómo el
médico hace lo que él dice que no debe hacerse! Ya no se trata sólo de iatrogenia. Estamos
hablando de conductas de ética y de moral, de autoridad y autenticidad profesional. El médico
que contradice sus indicaciones, por ser su primer agresor, no es confiable para el paciente, pues
carece de autoridad científica y moral para recetar lo que él con su ejemplo, no considera
pertinente. Esto en lo relativo a la relación médico-paciente.
198
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Pero las reglas de oro también lo son para la vida personal del médico. Un médico soez,
libertino, zafado no es una persona de “buena imagen” ni para la familia, ni la sociedad ni el
paciente, pues causa escándalo y el escándalo en sí es una forma de daño. Un médico puede ser
homosexual, pero si ejerce su homosexualidad de manera que no lo dañe física ni espiritualmente
y su conducta no cause escándalo, en esto como en todas las otras acciones íntimas que cumplan
las reglas de oro, sólo debe responder ante su conciencia y ante Dios (si es creyente). De
ninguna manera ningún juez, otro hombre, ni sus colegas, ni los pacientes, podrán
enrostrarle una conducta íntima que no causa daño a nadie ni escandaliza.
Un médico enfermo, por su descuido personal, con enfermedades prevenibles, tampoco
será un ejemplo social ni profesional, pues si no puede prevenir sus propias enfermedades, mal
podrá ayudar a la sociedad y a sus pacientes a prevenir en ellos. Un médico poco afecto al aseo o
muy desaliñado, no tendrá buena imagen social ni profesional. No hay una ley escrita que
castigue usar “aritos”, ponerse tatuajes, hablar zafadamente o a gritos, no saludar, no tratar
cortésmente a la gente. Pero hay reglas sociales que no perdonan que un médico haga estas cosas
por más que sean “lo que normalmente se estila”. Esto no significa que yo no comprenda que
una moda determinada, no afecta el correcto desempeño científico, pero un buen desempeño
técnico y profesional debe acompañarse de una buena impresión de la imagen externa.
Nada tiene que ver un arito con que un médico sea un excelente profesional desde el
punto de vista perito. Pero es indudable que a muchos pacientes que no sean “jóvenes de la
misma onda” vean con desconfianza el uso de aditamentos que en determinados círculos pueden
llegar a tener connotaciones de identificaciones con alguna costumbre non sancta (desvíos
sexuales, droga, etc.). No es necesario ser “acartonado” (andar de frac todo el día), pero sí es
conveniente bañarse a menudo, lavarse las manos antes de realizar un contacto con la comida u
otra persona (principalmente antes de revisar todo paciente), no despedir olores fétidos que
ofendan a los que les rodean. Precisamente, la “ropa informal” de muchos médicos actuales ha
desmejorado la imagen profesional, porque aunque parezca una sandez, muchos pacientes
rechazan al médico desaliñado. No hay que confundir ropa cómoda con desaliño, ni informalidad
con desastres en la vestimenta o en el aspecto físico. Una barba mal crecida (no la barba
expresamente trabajada), estar despeinado o tener signos de falta de aseo de la piel,
especialmente de la cara, son actos agresivos para mucha gente, particularmente el paciente.
La soberbia, el trato irónico, la falta de urbanidad, la desconsideración en general, es
moneda corriente entre muchos médicos actuales, por diferentes causas. También es moneda
corriente en la generalidad de los usos sociales actuales, incluyendo a los pacientes violentos y,
también, mal educados. Pero un enfermo es una persona muy sensible y cualquiera de estas
actitudes por parte de un médico, pueden afectarle más que la enfermedad misma. Y el paciente,
199
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
por más violento y mala persona que sea tampoco puede dejar de ser asistido ya que está
enfermo doblemente: la patología por la que consulta y la enfermedad psíquica y moral.
Así como hay actitudes positivas que sirven o actúan como placebos (“sólo ver al médico
mejoró al paciente”), así también las actitudes negativas tienen un efecto de sumación a los
trastornos de su afección (“el trato del médico lo empeoró”) Estos magros y parciales ejemplos,
son sólo aspectos mínimos de un repertorio más amplio que hace al folclore de la conducta
médica actual. Lo cierto es que no hay paradigmas sociales que aconsejen las formas más
convenientes, no sólo para la conducta médica, sino para la conducta del hombre en general.
Pero esto no es una justificación para que los médicos abandonen todo esfuerzo para mejorar sus
conductas personales.
Se cree que el médico, además de ser un hombre que ha cursado una escuela primaria y
secundaria y haber pasado por la universidad, debe poseer una formación académica sólida, pero
también haber adquirido un lenguaje más correcto. El “roce social” debe haberle dejado algunos
ejemplos salvables dentro del caos actual. Es misión de todo buen médico rescatar los mejores
ejemplos y modelos percibidos en su vida y desechar los incorrectos. Si no hay capacidad de
discernimiento, no habrá corrección de defectos. El médico afectado por la inconducta médica,
es una especie de enfermo. Todos sabemos que para comenzar la cura de una afección lo
primero que debe existir es el reconocimiento, por parte del afectado, de que está lesionado.
La incapacidad de reconocer que no tiene el debido estado, es lo que he dado en llamar la
miopía del error, pues se ha perdido la capacidad de autocrítica o se ha caído en una anestesia
intelecto-afecto-volitiva que si bien permite reconocer que hay error, se pierde el interés por
corregirlo (anestesia emocional). Otro defecto es la soberbia, en la cual el médico sabe que está
en error, pero cree que son los demás los equivocados y que él posee la verdad. Por lo tanto,
piensa que son los otros los que deben adecuarse a él y él no debe cambiar. Otro elemento es la
conducta caprichosa-egocéntrica: “hago lo que hago porque se da las ganas y me importa nada
lo que la gente piense o diga”. Finalmente tenemos a los corruptos y perversos, que tiene una
personalidad previa al ejercicio de la medicina que los hace proclives a la maldad y la
delincuencia. Estos cometen errores a sabiendas, para sacar de ellos un provecho secundario
(lucro, favores sexuales, daño a quienes odian, etc.) o bien pueden raya en la psicopatía
ocasionando daño sólo por el placer de hacerlo.
El famoso dicho latino errare humanun est (es propio del hombre errar), es un aforismo
que se refiere al error-accidente, es decir, al error que se comete accidentalmente. El error es
inesperado, imprevisible, abrupto, etc. y no por causa de una omisión o un desconocimiento. Este
error involuntario está por sobre toda consideración legal, moral, social y ética. Es el clásico
“margen de error” admisible. Pero este error, para ser accidente, tiene que escapar a toda regla.
El hecho de que un médico “olvide” un procedimiento médico o no lo conozca, no es un error
200
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
que está dentro del margen de error aludido. Es un error previsible, porque el médico no puede
estar disperso ante un paciente, ni puede tener defectos por descuido. Si no tiene claro un
diagnóstico o un signo, debe consultar inmediatamente (a una literatura cualquiera o a otro
colega) pero nunca puede errar por omisión o ignorancia. No puede aducir “estaba distraído” o
“no lo pensó” ni mucho menos decir que “un cuadro es difícil” y peor aún: “que es banal”.
Otra cosa distinta es cuando un médico está sometido a una alta demanda continua y
durante muchas horas (como ocurre con los médicos de guardias, actualmente). Acá la fatiga o la
saturación y la escasez de tiempo pueden dar lugar a un error, que sí está contemplado dentro del
margen de error, porque es un error accidental. Ha fallado el organismo del médico. Pero este
caso debe ser probado y no meramente aducido como justificación o defensa ante un error, de
manera especial, que causa daño irreversible. El error es atribuible al sistema médico que no ha
previsto la contingencia del médico sobresaturado de trabajo, al haber sido rebasado por la
demanda. Aun así, el médico debe arbitrar todos los medios posibles para impedir que el exceso
de trabajo rebase su capacidad de atención correcta. Siempre, un médico de guardia “saturado”
debe tratar de usar medios válidos como una derivación en tiempo y forma, ante cuadros
dudosos. Más vale errar en el criterio de derivación que errar en el diagnóstico. De todos modos,
salvo que una conducta sea repetitiva y sea signo de real impericia o negligencia, una demanda
de mala praxis no debe recaer en el médico sino en el sistema. Se demanda a la institución y a los
responsables de la misma, sea privada o pública, cuando el sistema es la causa del error en el
médico.
Siempre se ha manifestado que “la medicina es un estudio de por vida”. Esto significa,
lisa y llanamente, que el médico mientras realice el ejercicio de su profesión, debe estudiar
permanentemente los temas alusivos a su especialización profesional.107 No es una tarea
esporádica, por ejemplo, proponerse cada tres años hacer un “repaso” o efectuar una
“actualización”.
Si la medicina de fines del siglo XIX y la desarrollada durante la primera mitad del siglo
XX se vieron sometidas a cambios importantes en pocas décadas o lustros, la segunda mitad del
siglo XX introdujo cambios fundamentales y a una velocidad inimaginable. Casi puede afirmarse
que las dos últimas décadas „90 y „00, el conocimiento cambiaba segundo a segundo. Así como
el siglo XX puede considerarse el “siglo del átomo”, desde el último lustro del siglo XX y lo
poco que va del siglo XXI, hace prever que el siglo XXI sea el “siglo de la biología”.
La Medicina Molecular, el fármaco por diseño y la Genética con la transgenia y la
epigenia, están cambiando los conceptos biológicos aceleradamente y modificando las
perspectivas terapéuticas. Patologías tales como la hipertensión arterial, cambian mes tras mes
los esquemas terapéuticos según los nuevos conceptos fisiopatológicos y la inclusión de nuevas
107
Aunque no parezca muy correcto “permanentemente” implica las 24 hs. del día y los 365 días del año.
201
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
drogas. Ni hablar de la diabetes, enfermedades hereditarias y el propio cáncer. Tal avalancha de
cambios bruscos y opuestos, hacen que el médico sea uno de los pocos profesionales que
necesita una “puesta al día”, “todos los días”. Una semana o un mes sin leer o estudiar “lo
nuevo”, vuelven anacrónicos todos los conocimientos adquiridos.
Pero hay otro problema insalvable: el médico actual no puede abarcar todo el
conocimiento que se le ofrece en los libros, folletos, cursos, revistas, Internet, etc. Ni aún dentro
de la súper especialidad. Mucho menos en la especialidad. Y ya es utópico totalmente tan solo
pensar que un solo médico puede dominar todo el saber básico de la medicina en general.
Conocer todo de todo es una “misión imposible”.
Pero lo más grave no está sólo en lo estrictamente científico. El médico de hoy debe
también conocer normas de relaciones interpersonales, nociones de las leyes que regulan su
carrera, ética y bioética, nociones de mercado, informática, etc. Esto obliga ineludiblemente a
que tenga conocimientos psico-filosóficos, aprenda a ser un buen relacionador social y manejar
las normas legales y ética-morales que regulan la profesión.
Los aspectos que hemos remarcado sobre la formación profesional llevan sin hesitación, a
considerar que el médico de hoy debe estar sometido a una actualización profesional continua.
Esto equivale a decir que debe estudiar, “todos los días” del año y durante todos los años que
dure su carrera, lo concerniente a la actualización de los conocimientos que debe poseer. Todos
los libros de medicina, en especial los más renombrados, de una forma u otra, además de las
actualizaciones científicas, incluyen aspectos legales y éticos y la forma de llevar una buena
relación médico-paciente.
La sumatoria de: los errores de procedimiento, la pésima educación y urbanidad, el
descuido de los enfermos, ha conformado una figura negativa del médico, sobre todo de los
médicos de hospitales o establecimientos públicos o de las mutuales, donde los pacientes sufren
del síndrome del mutualizado: no puede acceder a un médico personal sino debe ser
obligadamente atendido por el que “está de turno”, “tiene números” o el “único de la lista”. Así
el paciente llega a la institución médica y allí consulta el listado de “médicos disponibles del día”
y debe aceptar el que pueda atenderlo. Esto lo hace un “paciente errante” involuntario de un
médico a otro. No es un “paciente propio” y se ve sometido al trato diverso de los médicos, el
cual, por regla general, es negativo. Si alguien duda de lo que acá se afirma, no discuta ni diga
que le parece exagerado. Simplemente concurra un día cualquiera a un hospital público o a un
centro de salud y pida ser atendido, sin identificarse en especial ni como médico ni como
funcionario o profesional. Solamente un paciente común. Verá con sorpresa que tiene que
“sacar” número desde las 5 AM, para ser atendido a las 9 AM o a las 14 PM, porque el médico
“no llega hasta esa hora”. Si el médico está obligado o ha consentido atender más de 15
pacientes en la consulta del día, la demora escala unas cuatro horas más de espera. Pero lo peor
202
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
ocurre en la consulta misma, cuando el médico agobiado por la demanda, sólo alcanza a hacerle
medicina del síntoma, sin revisarlo, sin mucha simpatía y, la mayoría de las veces, con trato
descortés. O bajo el pretexto de “horario cumplido”, busca o inventa un motivo y se retira sin
atender a los que les esperan.
Todo esto crea la iatrofobia (fobia al médico), un sentimiento muy particular en que se
mezcla el temor irracional con aspectos emotivos que van desde el resentimiento, a la ira, e
incluso al odio. ¿Cómo puede un médico atender a un paciente que lo odia abiertamente?
Obviamente, mal. Y así la cadena va creciendo y las relaciones entre médico y pacientes
terminan siendo violentas. El trato desconsiderado de ambas partes se agota con discusiones de
alto tono y baja calidad, con agresiones verbales donde el insulto soez es lo menos grave, hasta
lesiones por ataques físicos. Lo peor de todo esto es que: no es el paciente el que ha generado la
situación, sino el médico. Pretender negar o minimizar esta realidad y no prestar oídos para
realizar una autocrítica y un examen de conciencia que lleve a un sincero mea culpa, sigue
siendo el peor error del médico. Los médicos se “urtican”108 cuando se les enrostra lo que está
ocurriendo y, como los políticos, acuden a la gastada frase “no todos son iguales”. Correcto.
Hay excepciones, pero por el transcurrir de los hechos no son muchos los que escapan al
fenómeno. Más aún: a los culpables se les identifica sin problemas. Los inocentes están en el
anonimato.
Hay un dato muy ilustrativo que llama a reflexión: casi más del 80% de los juicios de
mala praxis o daño por mala praxis son para médicos de instituciones privadas (clínicas,
sanatorios) y de nosocomios públicos (hospitales, centros de salud). La demanda de médicos
privados (consultorios privados o personales) es mínima. Esto se debe a que los médicos
“particulares” o personales establecen una relación médico-paciente mejor y la atención suele ser
de mejor calidad, lo que disminuye la posibilidad de errores groseros o fatales.
Luego, debemos establecer otras tres reglas de oro en relación con la bondad del médico:
1. no sólo hay que ser bueno
2. sino también parecerlo
3. y demostrarlo
Un buen médico que no da muestras de serlo ni lo demuestra, con sólo ser bueno, no
salva la situación. El paciente agresivo y sensibilizado no distingue “de entrada” a los buenos
médicos. Lleva grabada la imagen de que “todos los médicos son iguales”. Es verdad que esto no
afecta a la bondad del médico, pero sí a su imagen, pues si no borra la mala impresión del
paciente, éste se irá creyendo que “le tocó otro médico igual”. Hay que recordar que muchos
108
Término análogo a urticante (lo que produce comezón similar al contacto con la ortiga) pero empleado aquí con
la connotación de molestarse, enojarse o inquietarse.
203
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
delincuentes, incluyendo al delincuente médico, apelan a la formalidad de parecer honestos e
íntegros para despertar la confianza de quienes van a defraudar o engañar. Por eso insistimos que
una simple formalidad no da la bondad que no se tiene. Tampoco la bondad y la formalidad en
sí mismas son útiles sino se demuestran a ambas a través de hechos continuos, auténticos.
Por estas razones, el médico debe saber y poder someterse siempre a una autocrítica
continua. La autocrítica es una actitud que usa la introspección para observarse a sí mismo con
un pensamiento crítico, el que se basa en el criterio que es “una norma para conocer la verdad”,
“juicio o discernimiento” que permite la crítica o “arte de juzgar de la bondad, verdad y belleza
de las cosas”. Un buen criterio o crítica debe estar conformado por el juicio que es una facultad
del alma, por la que el hombre puede distinguir el bien del mal, lo verdadero de lo falso en un
estado de sana razón para que la operación del entendimiento pueda comparar dos o más ideas
o conceptos y determinar sus relaciones a fin de emitir una sentencia, opinión, crítica, etc. Es el
proceso que permite instaurar un proceso de pensamiento crítico”. El pensamiento crítico o
filosófico o metafísico, dijimos, es el que intenta llegar a la verdad absoluta de las cosas por lo
que penetra en la cosa desde todos los puntos de vista para comprenderla como un todo. Este
pensamiento está dirigido a lo necesario (aquello que no puede dejar de ser lo que es) y por lo
tanto se acerca a lo absoluto, es decir, tiene plena certeza (pensamiento certero). La autocrítica
tiene como base la introspección que es una operación llevada a cabo por un mecanismo de
reflexión, que implica una especie de auto-inspección “hacia dentro” que con nuestro
pensamiento crítico nos realizamos. Es como “observación interior de los propios actos o
estados de ánimo o de conciencia” a lo que conviene agregar un concepto de la definición de
introversión: “acción y efecto de penetrar dentro de sí mismo, abstrayéndose de los sentidos”.
Conviene tener presente los conceptos de Monsalve que interpretaba a la introspección como
una “capacidad para el diálogo interno” y establecía que dicho diálogo es posible “en virtud de
al menos tres cualidades de la persona” las cuales serían: una capacidad de introyección de la
realidad (que consiste en incorporar los elementos externos a su esquema referencial o mundo
interno) con capacidad para el manejo de entidades abstractas o simbólicas (ética y praxis) y
capacidad de reflexibilidad (tomarse a sí mismo como objeto de percepción). La autocrítica es
acá una capacidad de reflexibilidad para adquirir el manejo de entidades abstractas o simbólicas
como es la ética en sí y la propia bondad, a la luz de las cuales podremos saber si nuestros actos
como médicos son buenos o malos. Luego la autocrítica es otra facultad del hombre, dependiente
de todas sus facultades mentales, para poder juzgar sus propios actos. Si no se adquiere o no se
tiene esa capacidad, difícilmente uno pueda “ver” si hay conducta errada o correcta en su praxis.
Lo que hemos llamado “miopía del error” es la ausencia de la capacidad de autocrítica.
Me he visto obligado, una vez más, a introducir fenómenos médicos que no hacen a una
filosofía estrictamente, pero no se puede filosofar sobre lo que se ignora. En estos términos, es
necesario acudir a una integración de problemas bioéticos con problemas científicos, para
entender mejor sobre qué corresponde filosofar. Filosofar, en estas circunstancias, obliga a
204
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
reconocer los defectos de la ciencia médica, para resaltar virtudes esenciales, es decir, aquellas
que van más allá de lo meramente coyuntural. La filosofía de la ciencia médica es resaltar el arte
de esta ciencia, lo que involucra sin rodeos, conocer la conducta médica auténtica. Para esto, es
necesario también reconocer lo inauténtico a fin de descartarlo y lograr sólo lo auténtico.
Repensar la medicina
Todas estas cuestiones llevan a repensar la medicina. ¿Qué significa repensar la
medicina?109 Es comenzar filosóficamente a formular problemas allí donde todo parece tener
“respuestas a la mano”, cuestionar las aparentes evidencias, retomar las ideas instituidas de las
cosas a las que se les atribuye el “ser” de las cosas mismas. Es decir, no confundir la “idea” que
nos hemos formado sobre una cuestión, con la cuestión misma. La idea es útil para acercarnos al
conocimiento de una cosa, pero de ninguna manera esta “idea” reemplaza a esa cosa. Acá, lisa y
llanamente se propone una “revisión de las ideas actuales”. La medicina no es ajena a la cultura
sino que es una experiencia universal de la salud y la enfermedad, las que están inmersas en el
tiempo en que se vive en un momento dado y no fuera de él. Luego, son parte de la cultura
coyuntural. Cómo vivir y pensar la medicina y cuáles son las prácticas sociales que le
corresponden, depende de la particularidad concreta de cada cultura o del momento cultural por
el cual atraviesa una comunidad. En otras palabras: la medicina está indisolublemente unida a
ese momento cultural que se vive y por lo tanto “piensa y obra”, tal cual se piensa y obra en esas
determinadas instancias o circunstancias, situación que puede obrar más como un defecto que
como una virtud.
Por esto, la medicina cambia junto con la sociedad. En alguna manera este concepto es
paradójico, porque si se piensa que la medicina está dirigida al organismo del hombre y a su
correcto funcionamiento, es de suponer que ese organismo “es el mismo de siempre”. A pesar de
esta verdad incuestionable, al repasar los “cambios” de las ciencias médicas, se cae
irremediablemente en la cuestión de que, si bien el organismo humano es el mismo de siempre,
la “idea” que se tiene de él no es la correcta y va cambiando a medida que emerge una nueva
perspectiva o punto de vista del conocimiento médico. Y, y como antes dije, este conocimiento
depende de “instrumentos” y la instrumentalidad es la base de la cultura. No hay cultura sin
instrumentos. Cuando el hombre perfecciona sus instrumentos, cambia su momento cultural.
Pero hay algo que “siempre” existe para que la medicina “sea lo que es”, de modo tal que sin ese
algo la medicina no tendría existencia: la relación médico-paciente. Precisamente uno de los
objetos a repensar es la “idea” sobre esa relación.
¿Cómo repensar la relación médico-paciente? La relación médico-paciente es una
relación de persona a persona (interpersonal) pero cada persona tiene una existencia, es un ser
109
En la cuestión de repensar la medicina seguiremos los conceptos y criterios de la Pfsora. Lasala vertidos en el
PROAMI
205
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
existente y por esto, la relación médico paciente es también una relación existencial, es decir, un
vínculo de existencia a existencia: cuando un órgano está enfermo, siempre es una persona, un
yo, quien ha enfermado. La cabeza no duele, como una entidad en sí, sino que le duele a alguien,
a otro ser “igual a mí” o sea que me duele a mí. Si no se comprende esta relación como “un igual
a mí” al que debo empatizar110, ser un poco el otro, para comprender qué es lo que le pasa, cómo
le pasa y por qué le pasa, no hay relación médico-paciente auténtica. Cuando yo, el médico, esté
“dentro del otro” como si el otro fuera yo, para amarlo y no manipularlo, es cuando comienza
una relación médico-paciente hominizada, auténtica.
Así, la relación médico-paciente se constituye cuando un existente sufriente (el paciente)
interpela a otro existente (el médico), en una actitud sodálica, pidiendo su ayuda para superar la
enfermedad. Este intento de solicitud de ayuda, en su calidad de un igual a mí, invocando su yo
como un ser único, irrepetible que constituye “un todo sin partes”, constituye un acto “a priori”
que impide que el médico intente manipular a su prójimo como a un objeto, al que se puede
desmenuzar, fragmentar o tocar, sin consideración ninguna de ese todo, porque conforma un
verdadero bloque inteligencia-afecto-voluntad-sentimiento-cuerpo. Creer que el cuerpo es
independiente de los otros atributos es volver al viejo dualismo de “cuerpo y alma”; “cuerpo y
mente”.
Un paciente terminal o exánime, por más que parezca un “cuerpo muerto” sigue siendo
una persona “en estado de inconsciencia” pero persona al fin. Interpretar o formarse la idea de
que un cuerpo en coma ya no es un hombre sino una “cosa” que no manifiesta inteligencia,
sentimiento o voluntad, que ya no siente porque es insensible, es interpretar falsamente, que el
cuerpo es una entidad separada de otros atributos, a la que se puede manipular
irresponsablemente. De ahí que el acuñamiento del término “estado vegetativo” sea un
equivalente prácticamente de que el enfermo inconsciente, en coma prolongado, “vegeta”, es
decir, se transforma en un vegetal (un ser viviente inexpresivo) ¿Quién puede afirmar
taxativamente que un comatoso no siente ni sufre? Pensar así es groseramente interpretar que
como un cuerpo no puede manifestar sufrimiento, luego, no sufre. La incapacidad de manifestar
dolor o angustia, de ninguna manera exime del padecimiento de esos males. Simplemente es eso:
incapacidad de manifestar (no de sentir).
Esta relación existencial médico-paciente es infinitamente compleja: en ella se revela el
carácter paradójico esencial de la vida humana, hecha de conflictos, muchos de ellos insolubles,
como lo es la enfermedad extraña y la muerte. El médico, para ejercer su función, debe estar
dispuesto a reconocer y sobrellevar esos conflictos. ¿Pero por qué empezar a analizar la relación
médico paciente por la situación de la agonía, lo que equivale a decir, por la situación límite de
110
Empatizar no siempre significa amar al paciente. La empatía puede realizarse como un acto de amor, pero también puede ser
una manera de colocarse en el lugar del paciente para manipularlo con fines distintos a los que exige una buena y auténtica
relación médico-paciente. Empatía y simpatía pueden ser armas esgrimidas por los médicos corruptos con intenciones de lucro,
favores sexuales y otras tendencias.
206
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
la muerte? Justamente porque, ante el enfermo en agonía, es imposible evadir esas paradojas que
permanecen ocultas y latentes, tanto en las prácticas médicas de prevención como en la situación
transitoria y reversible de enfermedad que constituye el marco de la acción médica corriente.
¿Pero qué es lo trágico, cuyo olvido sería preciso remontar? El hombre nace destinado a
padecer enfermedades y a morir. Esto es tan obvio que no precisa mayor extensión filosófica.
Pero lo que más causa dolor al hombre es la desgracia azarosa (azar como desgracia) y la
muerte como algo inevitable y lleno de incertidumbre. Siempre, en la cotidianeidad de todos, el
riesgo azaroso y la muerte funcionan como que son ajenos para mí. No puedo asumir plenamente
que “a mí me puede pasar” una desgracia o “a mí me va a caer la muerte”. La tendencia natural
es pensar (por lógica mientras no ocurren las cosas) “a mí no me pasará” como una especie de
fórmula que le protege de que “le vaya a pasar”. Igualmente (por lógica mientras se está vivo)
también lo común es pensar “que mueren los otros” como una especie de escudo o talismán que
me asegure que yo “no voy a morir”.
Esto opera como la figura que da Jankélévitch:111 la muerte es la única puerta que el
hombre no puede cerrar, pero la incertidumbre de no saber cuándo va a morir, sumado a su deseo
íntimo de “no morir”, obran en el sentido de empujar el hombre a mantener esa puerta entornada,
de forma tal que no la cierra, pero tampoco la tiene a la vista completamente abierta. Es algo así
como la joroba: se lleva a cuesta, pero como está en la espalda y no se tiene a la vista, es como si
no existiera. Este es el quid de la paradoja: para el ser humano vivo (“vivito y coleando”) y que
posee el “don de un futuro”, no asume (no acepta) de que la muerte existe (de que es un “ser para
la muerte”) pero, precisamente y paradójicamente, su condición de mortal e inteligente, le obliga
intelectualmente a aceptar que la muerte es, existe. Su corazón rechaza la muerte, su mente le
obliga a aceptarla: estoy forzado a admitir intelectualmente, lo que mi sentimiento se niega
rotundamente a aceptar.
Por esto el hombre tiende, a través de su cultura y dentro de ella con su ciencia, a
sublimar (esto es: hacer más asimilable) el concepto de su muerte. Usa todo lo que está a su
alcance y vela (encubre) su memoria e inteligencia, dándole ideas de transfiguración de lo
trágico, para negar o suprimir en su conciencia, a fin de no tenerla presente ni reconocer esa
paradoja trágica. Velar (poner un velo) a una realidad es volverla no-visible (invisible) y oculta
su “imposibilidad de aceptar” bajo el popular refrán de “ojos que no ven, corazón que no siente”.
Esta situación de “tapar los ojos para ignorar al sol” o la de “esconder la cabeza” como el ñandú,
libera al hombre común de la angustia de aceptar su muerte. Pero el médico, hombre que al
igual que los otros congéneres, si bien puede “esconder la cabeza” para sí, no puede hacerlo
para otros. Un médico, frente a otros, no puede liberarse de la realidad de la muerte porque su
misión es enfrentarla. Por la naturaleza de su función (misión) está indisolublemente ligado a la
111
Vladimir Jankelevitch – LA MUERTE, Pre –Textos, Valencia, 2002
207
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
muerte, lo que le obliga inexcusablemente a ser testigo (espectador) y, a la vez, actor en la
tragedia, es decir, que inevitablemente debe intervenir (compromiso absoluto).
La aceptación del rol espectador-actor del médico nunca puede ser pasiva, sino que se le
“exige” que sea activa. Esto transforma a la intervención en “algo incómodo”: no es un
espectador impertérrito ni un espectador “involucrado pero retenido” por el reconocimiento de lo
inevitable. Él sabe que el sufrimiento y la muerte son inevitables, pero de ninguna manera su rol
de actor es meramente el de alguien que sólo se conforma con señalar la imposibilidad de actuar.
Todo el mundo, y su propia conciencia, le exigen actuar activamente y en forma perentoria:
debe proceder en tiempo y forma y desarrollar un acto idóneo y comprometido en “sacar a flote”
al sufriente o moribundo. Esto se conoce como el deber de cuidado. En un dictamen judicial de
los tribunales de Mendoza112 la juez falló: “... La medicina, como ciencia que es, impone a
quienes la practican una diligencia que despeje la negligencia o impericia con que se
conduzcan, valoradas no solamente por sus obligaciones deontológicas, sino también por el
juicio de sus pares, el Código Penal y el de Ética que rige su actuación. La culpa resulta ser una
violación al deber de cuidado y a la precaución que debe asumirse en su consecuencia. El
médico que al actuar descuidadamente somete a sus pacientes a riesgos evitables y les causa
daño a la salud física, tipifica el delito culposo. Los médicos, imputados en autos, han violado
el deber de cuidado, toda vez que el mandato legal que determina el deber de cuidado les
imponía extremar el deber de prudencia con la complejidad que el caso requería y efectuar
una evaluación ponderadora y solícita de los riesgos que pudieran pesar sobre la paciente al
ser sometidas a prácticas, seleccionando para este fin la tecnología y los recursos terapéuticos,
apreciados éstos cautelosamente y afrontarlos adecuadamente.” El “deber de cuidado” implica:
1. un buen examen físico extenso e intenso
2. interpretación adecuada, desde todo punto de vista, de signos y síntomas que
recoge en el examen y una correcta interpretación de los resultados de exámenes
complementarios. Si algo no está claro, repetir los estudios complementarios o
complementarlos con otros estudios afines. Por ejemplo, si hay fiebre o sospecha
foco séptico debe pedir todo tipo de cultivo si no tiene clara una patología
(hemocultivo seriado, urocultivo, cultivo seriado de esputo, cultivo de todo tipo
de secreción anormal que se detecte, ya sea de herida o por cavidades
anatómicas). No debe considerarse exagerado pedir todo esto porque es posible
que muchos focos sépticos tengan gérmenes distintos in situ (sitio de lesión) y
tengan una bacteriemia con otros gérmenes. Incluso, si un laboratorio no detecta
gérmenes en los cultivos, se debe acudir a otros laboratorios como doble o triple
prueba. No detectar todos los gérmenes patógenos puede hacer estéril una
determinada terapéutica antibiótica que en lugar de ser politerapéutica, por error
112
Fallo 708 del Sexto Juzgado Correccional, juez Sofía Carolina Rivera caso Blanco c/ Piatelli y Morales, Poder
Judicial de Mendoza, Argentina
208
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
se realiza monoterapia o se utilizan antibióticos a los cuales los gérmenes pueden
resultar insensibles.
3. ejercer todas las posibilidades de diagnósticos diferenciales en caso de dudas. Si
aun así no despeja dichas dudas, debe internar el paciente y aconsejar su estudio
inmediato, e indicar la urgencia de los mismos y convocar interconsultas con los
especialistas que considere pertinentes para el caso concreto
4. no incurrir en demora bajo ningún aspecto. Más vale exagerar una premura que
dañar por demora. No debe demorarse en pedir estudios, en indicar terapéuticas y
el modo de atención del paciente (si es deambulatorio o para internar)
5. pedir toda la gama de estudios posibles y presuntamente necesarios en un
paciente y no omitirlos por creerlos innecesarios, sobre todo cuando no hay un
diagnóstico claro. Muchas veces en signos neurológicos, por ejemplo, una
hemiparesia se pide una TAC de cerebro pero no una RMN. Puede resultar una
TAC normal y el paciente haber tenido un cavernoma cerebral que no es
perfectamente detectable por TAC. No es, en estos casos, una exageración pedir
RMN y TAC de cerebro.
Como dije antes, el paciente y sus familiares acuden sodálicamente a pedir el auxilio del
médico y, en cierta forma, este pedido no es una mera súplica (aunque puede efectuarse en
términos suplicantes) sino es una “exigencia” que le “arranca” al médico una promesa de
salvación (o, por lo menos, así se lo atribuyen), aún a pesar de tener la certeza de que es una
promesa incumplible. Lo importante de esta tragedia es que el médico sepa actuar
auténticamente desarrollando una conducta ética e idónea y con amor al prójimo sufriente,
porque no es suficiente solamente ser un buen científico y poseer mucha ética, si se carece del
don de poder transmitir serenidad y afecto hacia el paciente, que el paciente “sienta” la
dedicación amorosa y no sólo “una correcta intervención”. Debe acompañar a su paciente en
todo el curso de su dolencia. Esta premisa conlleva la máxima de que el médico, si bien no puede
salvar lo insalvable, debe tratar piadosamente al sufriente haciéndole menos árido el camino del
sufrimiento (terapia paliativa) y, si la muerte es inminente, debe “dejar operar a la
naturaleza”113 y no provocar más daño o prolongar inútilmente el curso de la enfermedad,
sopretexto de “mantener vivo a cualquier precio” al moribundo, o aumentar el sufrimiento con
tecnologías que no curan pero permite la vida en estado de latencia. Esta idea de disminuir o
evitar el sufrimiento, es más acorde con la función esencial del médico, que la actitud de tomar
decisiones que incrementan o producen daño y dolor por lo que se debe interpretar la
“disminución del sufrimiento” la toma de medidas que conduzcan a aliviar el dolor crónico
penoso, o la obstrucción mecánica de una función (ej. un tumor que produce daño mecánico por
compresión de otro órgano u obstrucción de la luz de un órgano hueco (vías respiratorias, vía
digestiva, luz vascular, etc.
113
Este concepto significa que el médico debe luchar para que su paciente muera digna y naturalmente. No debe
detener la muerte en el enfermo terminal, ni provocarla con el eufemismo “eutanasia”
209
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
La esencia de la ética médica es absoluta y correcta atención prestada al sufrimiento
ajeno. Desde este punto de vista, es imposible que la relación médico-paciente sea “fuente de
problemas morales” puesto que si el médico procede según la naturaleza (y no contranatura), ni
Dios ni el hombre ni su propia conciencia le formularán culpa alguna. Contrariamente, la
conducta irresponsable, arbitraria, caprichosa o tozuda en tratar de corregir lo incorregible será
condenada por todos.
La vida es un don dado y quitado, a través de la naturaleza. No es competencia del
médico quitarla, crearla o prorrogarla artificialmente más allá de los límites fijados por la
naturaleza. Proceder de otra forma es dar la idea de que “el médico se cree un Dios” (cuando en
realidad, al asumir esta postura, es “un pobre diablo”). Toda ética, en el terreno médico, reside en
la vida, pero en la vida del paciente. De ahí la ética se hace patente en la relación médicopaciente. Si el hombre intenta manipular la vida y al cuerpo humano para darle salud y bienestar
evitando el sufrimiento innecesario, se justifica su intervención. Pero si sus deseos son suplantar
o superar a Dios y la naturaleza y manipular la vida y el cuerpo humano, aunque obtenga una
pizca de beneficio, no puede justificar el daño o la muerte que su conducta generó.
Definitivamente: ningún acto médico o científico puede dañar, ni siquiera un pelo de ningún
ser humano y, muchos menos, provocarle la muerte o la incapacidad, pretextando con ello
curar un mal o prolongar la vida. No se debe experimentar médicamente con nadie. Todo acto
médico debe tener la certeza plena de que es viable y que de ningún modo dañará ni matará.
Se podrá aducir que muchas veces el médico se ve urgido a actuar con premura para
salvar una vida y si así no lo hace, la muerte es segura. Pero la premura conlleva el riesgo de un
error o de un accidente. Por lo tanto, es función del médico el cálculo completo del riesgo
posible y si de este cálculo surge que el riesgo de actuar es mayor que la ausencia de
intervención, la regla es no actuar. Estos conceptos son como reglas. Pero Medicina es
experiencia y si la experiencia en determinadas prácticas da cifras de porcentajes mayores de
errores que de aciertos, nunca el médico debe jugar una práctica azarosa, tipo “tiro de escopeta”
o “por si le pega”, en especial en lo referido al enfermo terminal. No debe confundir “lo debido”
con “lo usual”. No siempre lo debido va de la mano con lo usual. Lo más frecuente es que “lo
usual” no sea “lo debido” en lo referente a ciertas prácticas médicas. Filosóficamente he dicho y
repito hasta el cansancio, no todo lo que está en la realidad es la verdad. La falsedad y la mentira
son tan reales como la verdad misma. Además, nuestros sentidos y nuestra forma de concebir la
realidad nos juegan trampas mortales, haciendo “aparecer” las cosas “pareciendo” de una forma,
cuando “son” de otra. Parecer es sinónimo de “parece ser” pero no de que “lo que realmente es”.
El médico, como el filósofo, debe ocuparse más en averiguar lo que “las cosas son realmente” y
no “lo que parecen ser”. Sin esta actitud de pensamiento trascendental, de meditación profunda,
ni el saber ni la ciencia progresaría hacia un acercamiento a la verdad absoluta (la cual siempre
es esquiva y relativamente impenetrable).
210
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Recuerdo que no hay verdad absoluta en la ciencia. Hay “puntos de vista” que por
lógica son cambiantes en la medida en que el hombre modifique la posición desde la cual
observa pero esos cambios deben ubicarse siempre lo más próximos posibles a lo que es la
verdad absoluta. Especialmente, en la medicina.
Pero esto no es óbice ni impedimento para que el médico busque “su verdad” coyuntural
(dentro del contexto de búsqueda) También se ha dicho que el paciente moribundo que sufre en
forma horrible clama a los médicos que se le quite la vida. En este caso, lo primero que el
médico debe tender es a buscar la posible solución del sufrimiento o del dolor, antes que tomar la
posición facilista de acceder al pedido del enfermo sufriente practicando la eutanasia. Acá no se
trata de polemizar sobre religión o ética, sino al derecho de la salud y de la vida que todo
enfermo conlleva. La medicina tiene cada vez más un arsenal de medicamentos y métodos para
aliviar el sufrimiento y el dolor. La buena práctica, hoy llamada “medicina paliativa” ha
demostrado sin dudas que el paciente aliviado del dolor o del sufrimiento no clama por ser
matado, sino que muere naturalmente siguiendo el curso natural de una enfermedad mortal, en la
cual el médico cumple su rol acompañando al sufriente y tomando todos los medios posibles
para aliviar al que muere sufriendo. La experiencia estricta ha demostrado esta posibilidad.
Cuando el médico comprende que es totalmente falible, ha dado el primer paso para
acercarse a la verdad y estará en condiciones de analizar la relación médico-paciente en su
verdadera dimensión obviando, al menos, los extravíos groseros. Nunca estará exento del error
o del accidente, pero si se esfuerza en evitarlos tendrá un menor margen de ellos. Si el médico
aprende a repensar la medicina y a dimensionar correctamente la relación médico-paciente, está
en el camino de recobrar la esencia de su función y de llevar el rumbo correcto. Lo opuesto será
caer en el vacío del cual difícilmente se regresa y que sin dudas nos hará llegar al fondo del error
y del acto médico inauténtico.
Por otro lado, no es conveniente confundir lo social con lo comunitario. Sociedad (de
socius = compañero, partícipe) significa una relación entre la gente donde alguien acompaña a
otro en algo, coparticipando con él lo obtenido. Es decir, es una relación entre dos
individualidades, de interés en algo. En cambio, comunidad (de communio o communionis =
participación en común) da la idea de dos personas se funden en una sola, para compartir
mancomunadamente de algo. Comunidad da la idea de que “lo compartido” no es entre dos
individualidades, como ocurre en la sociedad, sino que es algo de todos por igual. No hay
individualidades sino dos personas iguales, donde el “otro” es un “igual a mí”. Si bien la ética
está en lo social, la bioética está más en lo comunitario. Es social en cuanto hay una relación
intersubjetiva, pero es comunitaria por la unión en común de dos personas, por encima de las
individualidades y con un máximo respeto del uno por el otro.
211
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Medicina: verdadera ciencia
Hasta ahora hemos venido hablando, prácticamente, del acto médico correcto y
analizamos los detalles de lo incorrecto. ¿Por qué esta introducción? Porque debo volver a iterar
que la Medicina como ciencia tiene dos aspectos:
1. La ciencia médica en sí o técnica médica que es el conjunto de conocimientos
sobre los método científicos que usa la medicina, la semiología, el diagnóstico y
la terapéutica y en medio de todo ellos, principalmente los métodos semiológicos
como el algoritmo de síntomas, el diagnóstico diferencial y el uso de la Medicina
de la Evidencia, en busca del diagnóstico certero y desplazamiento de los
diagnósticos presuntivos o de las meras impresiones clínicas
2. El arte médico que consiste en la ortopraxia médica o conducta médica para
aplicar los conocimientos técnicos con precisión, corrección, ética y comprensión
total del paciente y la enfermedad
Se ha dicho hasta el hartazgo que la medicina no es una ciencia exacta. Esta frase hecha,
transformada en aforismo, nace del concepto que los métodos médicos no están preparados para
asegurar certeramente la curación de una enfermedad. Es un aforismo acuñado por los propios
médicos en virtud de justificar el fracaso de un diagnóstico y un tratamiento médico. El
fenómeno dado de la litigiosidad en incremento por los casos denominados de mala praxis,
trasladó este concepto, impulsado por las compañías aseguradoras y los estudiosos del Derecho
que se ocupan de defender a los médicos en los juicios de malpraxis, no sólo a la defensa judicial
de la contestación de la demanda, sino que ha sido introducido en todos los libros que se han
escrito ad hoc como tratados jurídicos de mala praxis. Incluso, la repetición reiterada del
concepto ha convencido a los propios jueces que lo esgrimen en los considerandos de sus
dictámenes. Como corolario del aforismo, surge la teoría jurídica (Demogue) de que el médico
está obligado legalmente a los medios pero no a los resultados de su acción profesional. Este
precepto va en claro detrimento del principio consagrado tanto legalmente como éticamente, que
es el derecho a la salud (derecho del paciente) que obliga al médico al deber de cuidado
(cuidado correcto y perito). El deber de cuidado también obliga a una especie de deber de
obtener un buen resultado. De no ser así, pierde todo sentido tanto la ciencia médica como la
profesión médica, pues si el médico y la medicina no son capaces de buscar un resultado
satisfactorio ¿qué sentido tienen ambos, especialmente si al daño natural de la afección o
enfermedad se puede agregar, de acuerdo a esta incertidumbre, el daño del mal acto médico?
En el análisis de los resultados del “obrar científico” se ha esgrimido estos
razonamientos: “los complejos fenómenos del organismo hacen que el desencadenamiento de un
daño sea el resultado de varios factores, ya que el cuerpo humano es cambiante y está
permanentemente expuestos a riesgos al acaecimiento de daños, ya sea por el margen razonable
212
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
de imprevisibilidad que todo tratamiento implica o como consecuencia del normal obrar médico,
lo que hace que no todo resultado sea atribuible al accionar del profesional. Aquí tenemos dos
circunstancias condicionantes que exceden el conocimiento científico: la complejidad del
organismo (causa de la víctima) y sus distintas reacciones. Difícilmente el médico pueda
ordenar un tratamiento con certeza absoluta acerca de su resultado, precisamente por la
intervención de distintos factores y riesgos que le son ajenos y que impiden asegurar una
determinada evolución. De allí que las actuaciones diagnósticas terapéuticas y pronósticas sean
con frecuencia efectuadas en condiciones de incertidumbre más que de certeza. Debe tenerse en
cuenta además que el médico actúa sobre un hecho inicial que el paciente trae y que es su
propia enfermedad (causalidad natural) y que de ordinario la consecuencia de su evolución es
irreversiblemente el daño, en cualquiera de sus formulaciones, esto es, dolor, lesiones y hasta el
fallecimiento”.114
He citado textualmente este parágrafo extraído de una obra jurídica que pertenece a todo
un tratado de Derecho Médico que centra en la responsabilidad profesional de los médicos y las
alternativas ajenas al accionar profesional como puede ser una respuesta no prevista a un
tratamiento dado, un accidente completamente fortuito ajeno al accionar médico, o un desenlace
fatal inevitable a pesar de un tratamiento correcto; y postula la posibilidad aceptable del error
médico como corolario de la “imprevisibilidad” de la presentación de la enfermedad en cada
paciente en particular o de la “falibilidad” de la ciencia médica inexacta.
El texto realiza una presentación con apariencia racional y con un principio de
razonabilidad correcto. Pero para conocer si realmente es tan así como se argumenta, es
necesario recurrir a los conceptos de un correcto accionar científico de los médicos, puesto que
es verdad que la Medicina en sí, tal cual se enseña y está escrita en los textos médicos, no es una
ciencia que con sólo la mera aplicación de sus conceptos y postulados, den automáticamente un
resultado favorable a una enfermedad o afección que interrumpe el estado de “buena salud”. Para
que esto del buen resultado y buena salud ocurra es necesario en forma absoluta que el médico,
intérprete necesario de la ciencia médica e instrumento directo de su aplicación, requiera de
ciertas cualidades para ejercer su profesión y realizar los “actos médicos” que vuelven
prácticos los conocimientos científicos teóricos de la Medicina. Ergo, la calidad científica de la
Medicina es más responsabilidad del médico que la aplica que de la ciencia en sí. En cuanto a las
condiciones individuales de cada paciente, es también responsabilidad profesional del médico
determinarlas, en todos los casos, antes de realizar un diagnóstico, un tratamiento y un
pronóstico. Por ende, debe determinar en primer lugar si es una afección curable o si es algo fatal
o incurable. Este es el nudo gordiano de la primera consulta. Sólo de este modo, la medicina
pierde su carácter de ciencia inexacta y su supuesta condición de ciencia de resultados
imprevisibles. La falla de estas premisas es la que origina todos los otros defectos médicos, que
114
Ghersi-Weingarten – HISTORIA CLÍNICA, Editorial Jurídica Nova Tesis, Santa Fe, Argentina, 2005
213
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
no pueden justificarse con la mera manifestación de que la ciencia médica no es exacta y el
que el curso de una enfermedad es imprevisible.
Queda así perfectamente claras dos situaciones bien reales, extraídas de la distinción que
acabamos de realizar entre ciencia médica y arte médico:
1. La ciencia médica formulada en la enseñanza teórica y práctica, por sí o en sí
misma, no garantiza sus fines: curar absolutamente un enfermo
2. La eficiencia de la ciencia médica está supeditada a la pericia y al arte del
profesional médico, el que hace factible la correcta y excelente aplicación del
conocimiento médico (acto médico perito) para que el resultado de dicho acto sea
lo más certero posible, en cuanto a diagnóstico, tratamiento y curación o
superación de la afección sometida a consulta y tratamiento por parte del paciente
Estas dos premisas están también, notoria y taxativamente, dirigidas a las afecciones que
de por sí no son previsiblemente fatales o incurables. Hablo de “afecciones comunes” que el
médico común debe enfrentar, estudiar y tratar. Tanto es así que la propia ciencia busca la
excelencia del camino para evitar las fallas y encontrar una mejor manera de una curación certera
y no imprevisible. Además del desarrollo tecnológico de métodos semiológicos, la ciencia
médica ha creado otras disciplinas como el diagnóstico diferencial y, últimamente, la Medicina
de la Evidencia, de la cual he hablado y dicho que es formidable manual de indicaciones y de
conductas a tomar por parte del médico para obtener un diagnóstico certero. La certeza del
diagnóstico lleva automáticamente al tratamiento adecuado y todo esto a la presunta curación de
males comunes no fatales. No estoy hablando de SIDA (AIDS), ni de cáncer ni de afecciones
conocidamente irreversibles (pero que aún siendo así la medicina ha adelantado tanto que ha
cambiado el curso de estos males de manera espectacular). Hablo de que un paciente joven y
sano y que padece una simple apendicitis y se somete a una operación, no puede morir por sepsis
que no padecía antes de la operación, o hemorragia postoperatoria. De que un parto de evolución
normal termine con la muerte del feto o de la madre por determinadas acciones médicas (mal
parto) o el descuido para realizar un parto en tiempo y forma (embarazo excedido en el término o
parto prematuro inducido por drogas o cesárea, uso de instrumentos dañinos que deforman al
feto o producen nacimientos con anormalidades como defectos mentales, parálisis braquial, etc.),
o la aplicación de medicinas potencialmente dañinas. También traigo a colación de los que
fallecen por una vulgar colecistectomía (extracción de la vesícula biliar) en una afección
vesicular no complicada; la del paciente que muere por defecto de intubación en la anestesia
(ruptura de esófago) al intentar la reparación de una fractura simple de maxilar inferior. Tengo
una lista más larga, y cada vez más extensa, de esta casuística de “muertes absurdas” debido a
actos médicos indebidos. Y esto no es infrecuente sino que muchos casos trascienden en la
noticia de los medios de información, o en la crónica policial o en las noticias de algunos juicios.
214
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Si establecimos que la responsabilidad de la aplicación de una ciencia médica correcta es
absoluta para el médico, esto nos llevó a que en la introducción a este trabajo tratáramos en
detalle las diferencias entre una buena y una mala conducta médica, entre un buen ejercicio y un
mal ejercicio de la medicina. Luego, no es el carácter supuestamente imprevisible del curso de
una enfermedad y del resultado de un medicamento, debido a las “variables” propias de cada
enfermedad y cada cuerpo enfermo, sino la imprevisibilidad de la conducta médica la que
ocasiona el daño y la muerte. Abogados y médicos se conjuran para emitir razonamientos falsos
bajo el falso criterio de una supuesta estricta razonabilidad jurídica o conceptos seudocientíficos,
y “tapar” o “disimular” o cambiar el aspecto auténtico de un hecho médico (lo que es en sí) por
otro que se fundamenta en “lo que parece ser”. El texto de derecho médico antes citado, desde el
punto de vista estrictamente médico científico, conlleva un “parecer ser” basada en la supuesta
total imprevisibilidad de la enfermedad, de las condiciones personales de cada enfermo y de los
resultados de un tratamiento. Tratan de imponer un concepto con el avasallamiento de la
“mayoría”. Un juez me retó porque me atreví a poner en tela de juicio un dictamen de una
comisión médica compuesta por varios médicos, usando el argumento de que no podía saber yo
más que la cantidad de médicos que componían la comisión. Le respondí que la certeza de un
conocimiento no depende de un falso consenso de mayoría, sino de fundamentos científicos
basados en estudios multicéntricos y de reconocido consenso universal (es decir de médicos de
varios o todos los países del mundo) y no de un grupo que sin ningún fundamento emite
diagnósticos y opiniones basadas más en intereses personales que en la autenticidad de la ciencia
médica. Un buen médico lo primero que intenta es el diagnóstico correcto y evaluar el estado del
enfermo, lo que evita toda “imprevisibilidad”, puesto que previene lo supuestamente
imprevisible pero que, realmente, es posible prevenir. Si no fuera así, el ejercicio de la medicina,
insisto, sería imposible porque el médico no es capaz de prever el desarrollo de la enfermedad, el
resultado del tratamiento y la evolución del cuerpo y funciones de una enfermedad. Peor aún: no
tendría o negaría toda capacidad y probabilidad de curar. Un buen médico evita todo esto y es el
que suele llevar a buen puerto a los dolientes, logrando mitigar su mal o, más aún, curar su
enfermedad.
Veamos ahora otros aspectos de la ciencia médica. La ciencia médica se basa en un pilar
fundamental que es la ciencia de la semiología que fundamenta el examen físico médico. En
estos basamentos está afirmada la “certidumbre” de la ciencia médica. La semiología es el
estudio acabado de signos y síntomas que llevan a descifrar lo que el paciente padece y su
aplicación reside en el examen físico, el cual contiene todo un proceso o pasos ineludibles:
1. Anamnesis: es la clave del examen pues en su aplicación el médico despliega toda
su ciencia o conocimiento médico en la aplicación práctica de la semiología que
es la indagación o recogimiento de todos los signos y síntomas del paciente. La
anamnesis (palabra derivada del griego que significa “recuerdo”) son “los datos
proporcionados por el paciente sobre ambiente y el comienzo de la enfermedad
215
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
hasta el momento en que comienza la exploración” (Diccionario Médico Salvat).
La Real Academia Española la define como: “conjunto de datos clínicos
relevante y otros del historial de un paciente”. También es la base de datos
relevantes, en especial sintomatología, para “la historia clínica o psiquiátrica”
(Diccionario Médico Dorland). Dentro de las denominadas “bases clínicas”
(conjunto de todas las maniobras semiológicas que conforman el examen físico
completo (anamnesis, exploración física, exámenes complementarios,
diagnósticos) la anamnesis es la primera y más importante “base clínica”. “Al
elaborar los antecedentes de una enfermedad es necesario incluir los
acontecimientos clínicamente relevantes del paciente. En general, debe prestarse
mayor atención a los hechos recientes… Cualquier hecho vinculado al paciente,
por insignificante o distante que parezca, podría ser la clave de la solución de su
problema clínico. En términos generales… suministrarán la información
completa. Unos antecedentes informativos son algo más que una lista ordenada
de síntomas. Siempre se obtendrá una información adicional si se presta atención
a la forma en que los pacientes describen su síntomas, ya que las inflexiones de la
voz, la expresión facial y la actitud proporcionan muchas veces indicios
importantes para entender el significado que tienen los síntomas para el paciente.
La anamnesis generalmente permite obtener abundante información. Los
pacientes presentan grandes variaciones en la sofisticación con la que describen
sus problemas y su capacidad para recordar los hechos. Por tanto, siempre que
sea posible es necesario corroborar los antecedentes médicos… Al escuchar los
antecedentes narrados por el propio paciente, el médico descubre no solamente
algo de la enfermedad, sino también algo acerca del paciente. El proceso de
anamnesis constituye una oportunidad excepcional para observar el
comportamiento del paciente y valorar diversas características que se evalúan de
manera más concienzuda durante la exploración física”. “No hay nada que pueda
sustituir una anamnesis detallada, ordenada y concienzuda, ya que es mucho más
valiosa que un estudio analítico o radiográfico… en la mayor parte de los casos
se puede realizar un diagnóstico bastante acertado con base en la sola
anamnesis“.115 Es un interrogatorio que debe ser hábil, minucioso y orientador del
paciente en cuanto a la expresión oral o descripción de signos y síntomas,
debiendo el médico realizar el máximo esfuerzo por acomodar el lenguaje común
del paciente a la traducción en términos médicos. Así, si el paciente dice que
siente “malestar” el médico debe investigar a fondo en qué consiste tal malestar
(dolor, inestabilidad, trastorno psíquico, etc.). Igualmente si dice que es dolor, el
médico debe aplicar el algoritmo del dolor para objetivarlo en términos médicos
de diagnóstico o de ubicación como síntoma de una dolencia en particular. De no
Harrison – PRINCIPIOS DE MEDICINA INTERNA: 2 y 97, 16ª edición, McGraw-Hill Interamericana,
México, 2007
115
216
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
ser así, tendría validez la frase falaz que algunos médicos esgrimen cuando
afirman que la subjetividad del dolor impide saber si existe y qué significa. Hay
medios semiológicos que permiten no sólo diagnosticar un dolor sino saber que si
es simulado o disimulado (palpación, escala visual, características del dolor, etc.).
Asimismo, si el paciente refiere “mareos” debe averiguarse si es mareo
propiamente dicho o es un vértigo o es otra afección de inestabilidad posicional.
Y, de esta forma, sucesivamente, irá desgranando cada signo y síntoma. En esto
reside “lo formidable” de la anamnesis como principal instrumento o herramienta
médica para llegar a un diagnóstico certero y que no queda en un simple
diagnóstico presuntivo. Muchas veces, la mera anamnesis permite el “diagnóstico
correcto de entrada”, el que luego se someterá al resto de las maniobras del
examen físico. La anamnesis es el único método semiológico que permite
detectar trastornos psíquicos.
2. Observación o inspección: esta parte del examen consiste en la mera inspección
visual del paciente que hace posible recoger datos sobre las condiciones de la piel
(color, particularidades como lunares, pecas, etc.; cicatrices o heridas o
excoriaciones, manchas, erupciones, reacciones vasculares como palidez o rubor,
sudoración, secreción grasa u otras secreciones anormales); las facies o
expresiones del rostro; la marcha; el estado general corporal (deformaciones o
posiciones anormales), la audición, la visión, el estado de ánimo (depresivo,
alegre, nervioso, agresivo, inquieto, estático, etc.), síntomas audibles (respiración,
tos, estornudos); si hay limitación funcional de movimientos activos normales y
forzados y el estado trófico del cuerpo. Un médico buen observador, sólo con la
inspección puede hacer determinado diagnósticos y saber si hay simulación o
disimulación. Ayuda a objetivar trastornos psíquicos (actitud del paciente,
movimientos repetitivos como los tics, temblores, gestos de obsesión compulsiva,
etc.)
3. Palpación: consiste en la exploración manual del cuerpo, especialmente de las
zonas afectadas. La palpación puede consistir en un simple contacto táctil
superficial que permite apreciar temperatura, humedad, asperezas, deformaciones;
en maniobras de compresión y descompresión, en maniobras de percusión, en
maniobras de detección de pulsos periféricos, choque de punta del corazón,
inspección manual mediante la introducción de la mano o dedos en determinadas
cavidades, determinar formas y flexibilidad de formaciones tumorales. La
palpación también acude a la antropometría o medición de las formas del cuerpo
(diámetro del cráneo, estatura, talla, perímetro y longitud de miembros, ángulos
de los movimientos activos y forzados de las articulaciones, etc.) Para esto acude
a instrumentos que miden la altura, al goniómetro y a la cinta métrica (que en lo
posible debe ser metálica para evitar el factor de flexibilidad o estiramiento de la
cinta confeccionada en hule o material plástico). La palpación exige el uso del
217
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
dorso y la palma de la mano y de los dedos. Es un método semiológico que recoge
signos y objetiva síntomas como el dolor, la fiebre, otros malestares subjetivos,
etc. Dentro de la palpación y la observación se ubica el examen neurológico.
También es un acto semiológico que ayuda a confirmar o descartar simulación y
disimulación.
4. Auscultación: en este procedimiento semiológico el órgano principal de
investigación es el oído y los aparatos de extensión (estetoscopios y otros
similares), que permite escuchar y analizar ruidos audibles del cuerpo. También
hay auscultación directa, sin necesidad del uso de aparatos, de ruidos evidentes
(borborigmos, crujidos, expulsión de gases, etc.) Mediante el uso del estetoscopio
se detectan ruidos normales o patológicos del sistema cardiovascular (corazón y
vasos), la tensión arterial (aunque ahora puede conocerse con los nuevos
tensiómetros por computadoras), ruidos pulmonares y de vías respiratorias y del
tórax, ruidos abdominales, etc. Es otro método semiológico muy certero para
individualizar ruidos normales y patológicos.
5. Estudios complementarios: son los estudios realizados por prestadores
especializados en ramas de las ciencias médicas como es el diagnóstico por
imágenes (radiografía, TAC, RMN, ecografías, SPECT, densitometría, videos
etc.); audiometría, EMG, ECG, EEG, PET, etc.; análisis bioquímicos y químicos;
biopsias y estudios anatomopatológicos; cultivos para infecciones, exámenes
invasivos (cateterismos, endoscopías, laparotomías, etc.), estudios psicológicos o
psiquiátricos (test, informes); otros estudios especializados (genéticos,
electrofisiológicos, etc.). El problema de los estudios complementarios, que
atentan en general en su confiabilidad, es: los falsos negativos o positivos, los
artefactos de imágenes, el método usado, el estado de los aparatos usados y su
grado de perfeccionamiento y actualización, el criterio de los interpretadores o
informadores de resultados, si el estudio está realizado por un paramédico o un
médico especialista, etc. Por estos motivos se ha establecido el aforismo de que
“la clínica es soberana” sobre todo si hay una disociación evidente entre el
resultado del examen complementario y el resultado del examen clínico.
6. Diagnóstico: es el corolario de todo el proceso semiológico para reconocer en
forma certera o presuntiva, la enfermedad o afección. El diagnóstico debe ser
claro y completo (por ejemplo, si se diagnostica distonía neurovegetativa debe
agregarse si es hipotónica o hipertónica, si es adrenal o simpática, colinérgica o
parasimpática y aclararse los estudios de descarte de otros diagnóstico para dar la
certeza y evitar la presunción), extenso (abarcar todo lo que el paciente siente o
tiene. Por ejemplo, en lugar de escribir politraumatismo deben consignarse en qué
consiste cada traumatismo, pues de lo contrario se priva al paciente de un
diagnóstico y un pronóstico y de posibles secuelas no previstas) indicar si es
diagnóstico de signos y síntomas (indica síndromes, signos o síntomas) o
218
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
diagnóstico de una enfermedad o afección puntual (da el nombre de la
enfermedad o de la afección), indicar si es definitivo o presuntivo. Precisar los
métodos por los cuales se llega al diagnóstico: por clínica, por estudios
complementarios, etc. En la formulación del diagnóstico debe obligatoriamente
ejercerse el diagnóstico diferencial y usar la Medicina de la Evidencia. Ambos
confieren el grado de certeza y de confiabilidad y permiten un pronóstico
adecuado. La Medicina de la Evidencia exige establecer claramente el agente
etiológico mediante el consenso universal obtenido de estudios multicéntricos y la
bibliografía especializada (libros, revistas) reconocidos fehacientemente por los
medios científicos (por ejemplo, un estudio o trabajo publicado sólo por Internet
carece de todo valor científico, a menos que sea la transcripción o copia de un
estudio certificado por un medio científico reconocido y confiable)
Se completa con estos conceptos, el criterio de que la ciencia médica, a través del acto
médico correcto y perito, no es una ciencia azarosa totalmente, sino es una ciencia que goza de
un amplio margen de certeza y previsibilidad en lo atinente a una afección y a las condiciones
personales del paciente, para esperar un resultado favorable. Esa es la esencia de la Medicina y
su razón de ser. Si este criterio es desechado o soslayado, la Medicina deja de ser un logro
científico para convertirse en un acertijo indescifrable, tanto para el médico como para el
paciente. Deja de ser ciencia (del latín scientia = conocimiento inteligente), porque este
conocimiento inteligente no es obtenido por observación y razonamiento y estructurado en
principios generales objetivos, sometidos a experimentos cuyos resultados sean comprobados
fehacientemente bajo determinados parámetros.116
El método riguroso que hemos expuesto para detectar la enfermedad y tratarla evita la
subjetividad y da valor a su aplicabilidad a cualquier ser humano, puesto que de no ser así, no
tendría carácter de conocimiento científico. El fin fundamental de la Medicina y todos sus
procedimientos científicos, vuelvo a reiterar, es corregir y mejorar las afecciones de la salud y
lograr el restablecimiento parcial o total de la misma. El derecho a la salud del paciente obliga a
la Medicina al deber de sanación. Por estos principios de razonabilidad, y por su naturaleza
científica, la Medicina es una ciencia no sólo de medios y procedimientos sino también de
resultados.
Ergo, el médico está obligado absolutamente en lo atinente a medios y procedimientos
correctos y tiene una obligación relativa de resultados. No está exento absolutamente de buenos
resultados. De estarlo, pierde su carácter de profesional médico en lo relativo al saber y al arte
médico, pues los buenos resultados siempre dependen, indefectiblemente de ambas condiciones.
Un médico erudito, pero sin la habilidad o arte para aplicar su conocimiento, no es un buen
médico y es un profesional irresponsable, pues no tiene autoridad para responder por el ejercicio
116
Fatone – LÓGICA Y TEORÍA DEL CONOCIMIENTO, Editorial Kapeluz, Bs. As., 1960
219
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
de su profesión. Por eso siempre sostuvimos el aforismo latino bonus et peritus, es decir, además
de saber, debe ser muy bueno para aplicar ese saber. Polemizar sobre el absolutismo de la
completa responsabilidad del ejercicio de la profesión médica para entrar en un relativismo que
contradice la esencia de la ciencia médica y del médico, no es filosofar sino crear sofismos con
visos de ciencia y razonabilidad jurídica pero que son inauténticos por no corresponde a la
verdad de la medicina.
Es sabido que las ciencias médicas, como todas las ciencias (aún las consideradas
exactas) son de un saber relativo. Relativo en cuanto a que es mutable y relativo porque no está
sujeto a una única posibilidad sino a un repertorio de posibilidades. En medicina, la condición
de mutabilidad se supera con la actualización permanente que permite corregir el equívoco.
La condición de posibilidades está referida a métodos alternativos, tanto para el estudio como
para el tratamiento de una afección. Pero esto no torna a la medicina en una ciencia
inaplicable eficazmente, puesto que es parte del conocimiento y del arte del profesional
médico, saber elegir el método más correcto y propio para cada afección y cada paciente en
particular. La adecuación del conocimiento y de los métodos son vigentes, científica y
legalmente, mientras probada y universalmente no se cambien los mismos por otros más
excelentes y efectivos y se desechen los que hay uso por ser comprobadamente erráticos. Esto
hace que el médico siempre debe optar por los medios y procedimientos menos erráticos y los
que son fehacientemente comprobados por su eficacia y aplicación debida.
Esta responsabilidad personal del profesional médico para el ejercicio de la medicina, le
conduce a tres alternativas de conducta médica:117
 Discrecionalidad científica: esta conducta está tipificada por dos presupuestos: el
presupuesto objetivo en el cual el médico usa de las posibilidades de los métodos
alternativos para elegir el mejor aceptado; el presupuesto subjetivo es que la
selección se debe hacer conforme a una correcta adecuación a la naturaleza de la
patología a tratar, a las características individuales del paciente, y a los recursos
materiales y económicos existentes (rigor científico). En todos los casos debe
justificar con conceptos claros y precisos, las razones de su selección y las
variables de la individualidad del paciente y de los recursos materiales
empleados.
 Arbitrariedad: la conducta arbitraria reside en una elección o selección de
métodos que carece de todo rigor científico, esto es, usa métodos que están
incluidos en el marco de la ciencia médica, pero que no están debidamente
117
Ghersi-Weingarten – HISTORIA CLÍNICA, Editorial Jurídica Nova Tesis, Santa Fe, Argentina, 2005
220
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
adecuados a las circunstancias condicionantes del paciente y su patología en
particular.118
 Autoritarismo: la conducta autoritaria es prácticamente una conducta caprichosa
del médico donde realiza una selección antojadiza de métodos, justificando su
acción sólo en una presunta autoridad profesional como única razón, pero
totalmente desconectada y sin relación con postulados científicos razonables.
También usa métodos aceptados por la medicina, pero los aplica sin rigor
científico
La cuestión de que la medicina no es ciencia exacta presupone la pregunta: ¿Se cree que
la Medicina es una ciencia improvisada y desprovista de medios para diagnosticar con certeza?
El falso concepto de que no es una ciencia exacta (no lo es en sentido matemático) no le quita su
carácter de ciencia certera. Quede, entonces, bien esclarecido que la Medicina119 no es una
ciencia inexacta, sino una ciencia en mayúsculas que posee todos los elementos científicos y
tecnológicos para cumplir una misión bien específica: estudiar, investigar, conocer y curar las
enfermedades y afecciones que dañan la salud humana. La aplicación correcta y estricta de
todos los preceptos y reglas de la ciencia médica, la convierte en una ciencia acertada, no errática
y bastante exacta dentro de los parámetros competentes en que debe desarrollarse.
El fin fundamental de la Medicina es conocer las enfermedades y dolencias del hombre
para atenuarlas o curarlas. Por lo tanto, es una ciencia que obliga a usar todos los medios
correctos y a esperar un resultado favorable. Es una ciencia con obligación de medios y
resultados, aunque esto repugne a determinados tratadistas y médicos, quienes pretenden
irrazonablemente afirmar que la Medicina carece de toda obligación de resultados. De ser así,
no tendría lugar ninguna demanda judicial por el daño médico o la mala praxis. ¿Cómo
demandar por el resultado a quien no tiene ninguna obligación del mismo? Ninguna lite por
inconductas médicas es meramente por el mal uso o la omisión de medios. Se demanda por un
resultado dañoso. Por ende, teniendo en cuenta el fin último de la Medicina que es buscar la
sanación y no producir ningún daño (primun non nocère) y la razón principal de las demandas
judiciales (indemnizar un daño), es notorio que se está frente a una determinada forma de
obligación de resultados. De otro modo, no se indemnizaría un resultado dañino (que
automáticamente evoca contrapuestamente la obligación de un buen resultado).
Si bien el hombre es un fenómeno biológico no sujeto a normas de vida exactas e iguales
para todos (como tampoco su fisiología es exactamente la misma para todos en cuanto a la forma
de manifestarse), obviamente es un ente pasible de ser estudiado y obtenerse patrones de
118
Arbitrario en el idioma español, según la Real Academia Española, significa acto o proceder contrario a la
justicia, la razón o las leyes, dictado sólo por la voluntad o el capricho
119
Por definición, Medicina es “arte y ciencia de conocer y tratar las enfermedades” y tratamiento es “conjunto de
medios de toda clase que se ponen en práctica para la curación o alivio de las enfermedades” (Diccionario Médico
Salvat, 2ª edición, Salvat Editores S.A., Barcelona, 1974)
221
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
consenso general (universalidad) en lo relativo a usos, costumbres, conductas y desarrollo
personal y social como, asimismo, la evolución de una enfermedad y las condiciones
individuales de cada enfermo. La Medicina es una de las tantas ciencias biológicas y
antropológicas que se dedica particularmente a la anatomía y fisiología normales, pero la
intención de esa ciencia está centrada en la etiología (causa de enfermedad) fisiopatología
(desarrollo y manifestaciones de la enfermedad) y terapéutica (tratamiento de la enfermedad).
Realiza los llamados estudios multicéntricos que se ajustan a normas con estándares, precisas,
que fijan parámetros para tener un mismo patrón ante casos diferentes, de manera tal que el
conocimiento abarque las contingencias normales o de la mayoría y las excepciones o
singularidades. Esto la diferencia de las llamadas ciencias exactas como las matemáticas, porque
el objeto de estudio es un ente concreto, dinámico, inestable y no abstracto.
Todas estas razones lógicas dan por tierra aquello de que la Medicina no es una ciencia
exacta, porque no existen las ciencias exactas en forma absoluta. Todas las ciencias, incluyendo
la Medicina, dentro de determinados parámetros, son ciencias relativamente exactas para un
punto de vista determinado. Cambia el punto de vista, cambia también la ley, normas o un
precepto científico. Hay un determinismo tecnológico que condiciona toda ciencia: a mayor
perfección tecnológica, mejor conocimiento de las cosas. Un mejor y mayor conocimiento, a su
vez, condiciona todo principio absoluto objetivo, porque al depender de un objeto de
conocimiento, toda modificación de los medios de conocer, introduce un cambio en el dato del
conocimiento del objeto en cuestión. Por eso, todo absolutismo científico subjetivo, con el
avance tecnológico se torna en un relativismo objetivo cierto. Debido a esto, es muy importante
considerar el impacto tecnológico en la ciencia médica.
La tecnología en la ciencia médica
Los conceptos, ideas y creencias
Por diferentes razones, hoy está en juego una serie de cuestiones relacionadas con la
tecnología, la eutanasia y el estado vegetativo. La tecnología, etimológicamente, se forma con
técnica y el estudio o tratado de la misma y técnica son los métodos y materiales que se usan
para construir algo, ya sea un instrumento, una acción (científica, artística, intelectual) y originar
un producto. En general, el concepto de tecnología está aplicado denotativamente al conjunto de
los conocimientos propios de un oficio mecánico o arte industrial y al conjunto de instrumentos y
procedimientos industriales de un determinado sector o producto. Así, se habla de “tecnologías”:
del arte, de la comunicación, de la medicina, de la industria, etc.
La tecnología industrial es la que más aparatos ha aportado a la sociedad e inventos
sofisticados que rayan en la ciencia ficción. Esa tecnología se ha aplicado prácticamente a la
producción industrial y a todas las investigaciones científicas, en especial, las biológicas y
222
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
médicas. Pero también ha contribuido al desarrollo de la llamada “inteligencia artificial” que rige
para ordenadores de última generación y la robótica, conformando ambos la mecatrónica.
En el orden de la medicina y la biología se han desarrollado aparatos y métodos que
permiten la reproducción de la vida y tejidos a partir de elementos orgánicos vivos y
preexistentes. La vida en sí sin células ni genes previos, aún no es generada tecnológicamente.
Dentro de la tecnología médica están los aparatos de estudios complementarios que permite
conocer imágenes hasta ahora desconocidas y estudiar funciones que de otro modo no podrían
ser aprendidas. La cirugía ha desarrollado instrumentos de alta precisión y la prolongación de las
funciones vitales también cuenta con aparatología de última elaboración o de “primera agua”. La
tecnología aparatológica ha revolucionado la capacidad de diagnóstico, de tratamientos
quirúrgicos, reparación de tejidos y genes dañados, elaboración de medicamentos y preservación
de las funciones vitales. Pero los resultados, si bien en algunos casos son espectaculares, en
otros constituyen grandes fracasos que hacen dudar a muchos de los beneficios amplios de la
tecnología. Esto ha llevado a pensar en que los beneficios tecnológicos ciertos son los que
justifican el uso y la existencia de la misma, pero sus fracasos le hacen despreciable y dañina.
Según el campo de estudio y el punto de vista, se forman criterios de aceptación o rechazo de la
tecnología y esto ha creado grandes cuestiones éticas, filosóficas, actitudes personales y
polémicas, como así mismo neologismos que, además, de los generados por los productos
tecnológicos, se agregan a problemas anexos. Se habla de:
1.
2.
3.
4.
tecnofobia
tecnofilia
tecnolatría
tecnocracia
Así, los que rechazan de plano la tecnología son tecnófobos, las que la aceptan sin
reparos tecnófilos y los que apoyan incondicionalmente a la tecnología y la defiende contra toda
crítica son los tecnófilos que en su grado máximo de expresión se convierten en idólatras
tecnológicos o tecnólatras (fundamentalistas de la tecnología). Los que poseen conocimientos
tecnológicos y lo aplican en el campo de la ideología y la política son los tecnócratas. De esta
forma, la tecnocracia es una especie de “ejercicio del poder por los tecnócratas. Mientras que el
que sólo se dedica a estudiar y ejercer la tecnología es un tecnólogo. De la tecnocracia ha
surgido un sistema político característico de países industrializados, que postula la
conveniencia de que la dirección de los distintos ministerios (energía, industria, salud, etc.) sea
ocupada por especialistas en la materia, desplazando de esas tareas de la administración
pública a los políticos profesionales. Esto origina un verdadero régimen social donde la
estructuración y la configuración deseada de la sociedad se rige por los principios de la técnica;
los políticos tradicionales son desplazados por los tecnócratas; los altos puestos directivos son
ocupados por economistas, administradores y analistas de sistemas. Cuando lo anterior ocurre
223
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
se habla de la existencia de un gobierno de tecnócratas, cuyos esfuerzos se encaminan a la
maximización de la eficiencia técnica, la competencia a tratar la gestión de asuntos humanos, de
manera semejante a cómo se conduce una máquina. La concepción tecnocrática se basa en un
tipo de cientificismo que menospreció la política, pues la considera completamente subjetiva”.120
El concepto fue acuñado por Burnham.121
Se habla de “educación tecnológica” pero en realidad se alude a la enseñanza y ejercicio
de la tecnología y esto es únicamente una “instrucción tecnológica” que se enseña, se aprende, se
aplica. La tecnología subrepticia se refiere a la tecnología aplicada a instrumentos o aparatos
que se diseñan y fabrican para actividades ocultas y a escondidas. Un ejemplo es el “avión
furtivo” diseñado para no ser detectado por los radares. De igual modo, abarca todos los
instrumentos destinados a funciones de espionaje o de acciones sorpresivas indetectables.
La tecnología negativa y agresiva. La vida vegetativa humana tecnológica.
Mi cuestión en particular va destinada a resaltar algunos aspectos negativos de la
tecnología, archiconocidos, como es la fabricación de armas letales que han diezmado a la
humanidad mucho más de lo que ha se ha logrado para mejorar y salvar vidas. La tecnología del
confort nadie la discute en cuánto a beneficios y usos personales. La tecnología industrial que
permite una mejor y mayor producción también es bien recibida. La tecnología médica
correctamente usada, en cuanto a la obtención de resultados óptimos, es alabada, pero el uso
indebido de esa tecnología es lo que últimamente ha sido criticado desde las perspectivas
bioéticas, morales, religiosas e incluso, científicas. El diseño de medicamentos de costos
altísimos a tal punto que no pueden ser aplicados a todos los que los necesitan, la iatrogenia de
drogas de última generación, es una de las vertientes de la polémica. La otra, la más llamativa, es
la prolongación artificial de la vida. Es la aplicación de aparatología y técnicas sofisticadas para
prolongar la vida, en forma ineficiente, de enfermos terminales o en estado vegetativo. En esta
cuestión, la denominada “terapia agresiva” donde se le insertan a los terminales y vegetativos
una serie de tubos y se les conecta a aparatología tecnológica, prolonga una “vida artificial” sin
ningún sentido para el enfermo, ni los familiares, ni la sociedad, ni la ética. Cuando el reloj
biológico determina que una vida debe terminar, ya sea por un ciclo natural, una enfermedad
incurable o un accidente o traumatismo, tratar de prolongar algo que no tiene un fin cierto,
resulta irracional. En el caso de ancianos y enfermos terminales, hay que “dejar operar la
naturaleza” y no ir contra ella. Los estados vegetativos han sido creados por la medicina y no por
la naturaleza. Un enfermo que se desconecta del comando natural del sistema nervioso y pierde
las funciones vitales de respirar, circulación sanguínea y control voluntario de su cuerpo, en
forma irreversible, no tiene ninguna racionalidad hacerlo sobrevivir artificialmente. Otra cosa es
el paciente que tiene una probabilidad cierta de recuperación. En estos casos se justifica una
120
121
Ang – DICCIONARIO ILUSTRADO DE CULTURA ESENCIAL
James Burnham – REVOLUCIÓN DE LOS DIRECTORES, 1942
224
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
acción terapéutica y no una agresión terapéutica. Además, debe imponerse un tiempo prudencial
de supervivencia artificial. Los casos concretos de Karen Quinlan y Terri Schiavo que han
conmovido la opinión pública y movilizado ideologías religiosas y bioéticas, son dos paradigmas
de una supervivencia sin sentido y sin ningún fin concreto, salvo el falso orgullo del poder
científico que significa mantener vivo un cuerpo humano por decenas de año, aunque dicho
cuerpo sea un ente inerte y tendido en una cama y sin ninguna esperanza de volver a la
normalidad.
Los estados de vida vegetativa naturales se dan en algunas especies de animales que
invernan o en semillas de vegetales que germinaron después de miles de años de estar guardadas
en algún recipiente. Pero en el ser humano no se han descripto casos naturales de vida
vegetativa. Los estados vegetativos transitorios en seres humanos, tras una enfermedad o un
traumatismo o un accidente, son muy contados y apenas han pasado no más allá de un trienio y,
excepcionalmente, un lustro. La medicina no registra casuística importante o abundante de
estados vegetativos que se recuperaron y volvieron a la normalidad. Han sido casos
excepcionales.
Ergo, no se trata de ser tecnófilo o tecnófobo, sino se aplicar la sensatez o sentido común
de que debe regir aún en lo científico y tecnológico, para utilizar una tecnología determinada. En
general, de hacerse un balance global de beneficios y perjuicios, en término de beneficio para la
vida humana, la tecnología global lleva las de perder. Son más las vidas humanas perjudicadas
por la contaminación ambiental que genera la tecnología, los accidentes, las guerras
tecnológicas, etc. que las vidas salvadas por la tecnología. Más aún: la “confortabilidad
tecnológica” no está exenta de secuelas. La contaminación lumínica y electromagnética persigue
a los edificios “inteligentes”, a los hogares plagados de tecnología (TV, computadoras,
microondas, aire acondicionado, control por pantallas, tubos lumínicos, etc.) que cargan la
atmósfera de iones dañinos o radiaciones deletéreas y que determinan estados o trastornos físicos
y psíquicos, también de difícil diagnóstico y explicación etiológica.
Los “avances tecnológicos” en todos los campos están sujetos a diferentes factores
negativos. La transgenia en medicamentos y alimentos han elevado los costos a tal punto que
más de dos tercios de la humanidad no pueden gozar de los transgénicos. Se habla de la “ventaja
transgénica” de producir más y mejores alimentos para paliar el hambre que azota a algunas
regiones de América, Asia y África, pero sin embargo, debemos hacer notar que ningún
habitante de Biafra (primer país africano que afligió al mundo con la imagen de sus niños
desnutridos que parecían esqueletos caminando con su abdomen abultado) come transgénicos
debido a sus altos costos. Los índices estadísticos de la geopolítica del hambre han aumentado
junto con la demografía y a pesar del auge de alimentos transgénicos.
225
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Los medicamentos obtenidos por transgenia bacteriana (caso del interferón) tienen
precios astronómicos y casi imposibles de alcanzar para la mayoría de los enfermos, los cuales
deben ser subsidiados por alguna institución o el gobierno para alcanzar los beneficios
terapéuticos. No hay estadísticas de los que mueren por no poder adquirir medicamentos. Los
“medicamentos de diseño” obtenidos por planificación molecular a través de computadoras,
además de cambiar en forma permanente las fórmulas, cada nueva droga obtenida aumenta el
precio y llega a duplicarse o triplicarse en algunos casos, en relación a la droga original (caso del
captopril y las moléculas similares)
Algo parecido ocurre con la tecnología médica compleja. No está a disponibilidad de
pobres sino de quienes pueden pagarlas y acceder a ellas sin restricciones. Obtener una TAC o
una RMN simple, obliga a los usuarios de obras sociales a llenar cantidad considerables de
papeles y algunos de ellos no alcanzan ni a pagar los coseguros. Incluso, muchas obras sociales
terminan por no realizar estos estudios. Mucha gente agrava o muere por falta de esta tecnología.
Ni hablar de operaciones como los trasplantes u otras más complicadas que si debe desplazarse
de un país a otro, alcanza sumas siderales en relación a las posibilidades económicas normales.
Aún, la tecnología local de un país no llega a todos los que la necesitan y sólo un bajo porcentaje
mantiene su salud o salva su vida si logra llegar a los beneficios de esa tecnología.
La última reflexión sensata, que no tiene nada que ver con ideologías personales, es la
que surge del balance ecológico general, donde los estudiosos están demostrando que la
contaminación ambiental lleva a fenómenos como el “agujero del ozono” y el “efecto
invernadero”, entre otros, que superaron el clásico “smog” y que ahora se superponen a la
contaminación electromagnética y la lumínica. Ni hablar de contaminaciones espirituales122 ni de
los alimentos123 que cada día enferman más. El fracaso de experimentos genéticos es mayor que
el de los “logros”. Los animales clonados pioneros han muerto por progeria (vejez prematura) o
artritis (inflamación de las articulaciones). Se han informado más fracasos que beneficios con la
transgenia terapéutica (implantación de genes que suplantan a los genes enfermos) y sólo
constituye una gran esperanza, sin conocerse los resultados ciertos y a futuro. Todo opera como
si la naturaleza “pasara factura” (sanciona con fracasos) a la artificialidad tecnológica.
He leído un comentario realizado por Darío Fo124 en un reportaje periodístico, donde
afirma que la sentencia divina de prohibir el conocimiento científico, es interpretada como que
“Adán sabe que paga con su vida su posibilidad de acceder al conocimiento”. Ésta, a nuestro
criterio, es una afirmación muy parcial, porque Dios no negó al hombre el acceso al
conocimiento, pues de otro modo, no le hubiera dotado de inteligencia. Lo único que Dios
122
Ideas dañinas, modas insustanciales, vacío cultural y conductas anómalas que surgen con el uso indiscriminado
de aparatos electronícos (TV, juegos, celulares, etc.)
123
Denominados “comida chatarra”
124
Autor, actor y Director teatral, de origen italiano, y ganador del Premio Nóbel de Literatura de 1997, que de ateo
se convirtió en católica y escribe sobre la Biblia
226
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
prohibió125 fue el conocimiento “de la ciencia del bien y del mal”, pero no el conocimiento en sí,
el cual es una facultad propia de la esencia humana inteligente. La gran pregunta es por qué
Dios habla de ciencia y qué significa ciencia del bien y del mal. Fo interpretó a la ciencia del
bien y del mal, directamente como a la ciencia en sí, esto es, al conocimiento científico. La
ciencia no pretende conocer la verdad de la esencia de las cosas, sino sólo cómo esas cosas están
constituidas. Es un conocimiento “material” y “físico”. Además de parcial. La real facultad de
conocimiento es la que se preocupa por el conocer la verdad, esto es, lo que las cosas son en sí y
no su apariencia o conformidad material. El conocimiento real o conocimiento en sí mismo, es
siempre “metafísico”. Y esto Dios no lo prohíbe en ningún lado sino que lo prohíja al darle al
hombre el poder de la sabiduría y el don del espíritu que lo hace “a imagen y semejanza suya”.
La sabiduría humana, entonces, no es el saber de la molécula, sino el de la esencia, lo Absoluto.
Pero, irónicamente, ese Absoluto es mera idea intelectual y todo funciona como que el hombre
sólo puede acceder a conocer apariencias. Pero no es tan así. Quienes se preocuparon de buscar
la senda correcta del conocimiento espiritual nunca dudaron de la certeza de lo Absoluto, y lo
comprendieron perfectamente. El hecho de que no puedan explicarlo con términos “científicos”,
(esto es, probando fehacientemente su existencia mediante la experimentación en un laboratorio),
no significa que no se haya alcanza y abarcado ese Absoluto.
Como vemos, (esto no significa que yo comparta creencia religiosa alguna, ni aceptación
de creencias, sino que es el relato de un mero fenómeno dado y conocido) últimamente se ha
puesto en el tapete la posibilidad de una “prohibición divina de la ciencia”. Es una tesis no
sustentada totalmente ni difundida mayormente, pero que deja un cariz reflexivo sobre el
fenómeno que analizamos. Cuando leemos el Génesis averiguamos que el primer pecado original
que marcó a la humanidad, fue el cometido por Adán y Eva, al desobedecer a Dios. También es
considerado el primer drama de la humanidad, pues la soberbia del hombre pudo más que el
mandato de Dios. Pero, después de la caída y la desobediencia, quizás el mayor castigo no fue la
expulsión del Edén, ni la condena a la muerte y al esfuerzo y al sufrimiento, sino que la primera
sentencia que prevenía, que en caso de no cumplir lo mandada por Dios, el hombre conocería la
ciencia del bien y el mal. Estas eran las principales prohibiciones. No negaba Dios el
conocimiento al hombre en general, sino que le pidió no acceder al conocimiento en el sentido
del bien y del mal.126 En el estado natural según la Biblia o la exégesis teológica, para el hombre
todo era el Bien puro, absoluto. Pero al desobedecer pierde su esencia natural de bondad pura, el
derecho a la eternidad y a la completa felicidad que supuestamente le esperaba de haber sido fiel
al primer mandato divino. No es posible saber por qué Dios prohíbe (o si realmente lo prohibió)
En Génesis 2:15 “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal, no comerás en modo alguno, porque, el día en
que comieres, ciertamente morirás”. Más adelante, le llama el “árbol de la vida”
126
En el supuesto caso de que la palabra “ciencia” esté correctamente traducida y no sea otro el vocablo usado en la
Biblia, la recomendación divina de no conocer la “ciencia del bien y del mal” es anfibológica, pues no es claro si se
refiere al concepto actual de “conocimiento científico”. La otra condición teológica es que vivir en el Edén o paraíso
original no permitía jamás el mal. Saber cuál era la diferencia entre bien y mal necesariamente presupone conocer el
mal. Esto obra como que al desobedecer a Dios, Adán y Eva abren la “caja de Pandora” del mal y son castigados
con el hambre, la muerte, la soberbia, el crimen, etc.
125
227
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
el conocimiento científico. Pero, sin ser retrógrado y observando imparcialmente la historia y los
resultados de la ciencia, veremos que realmente, cuando una civilización alcanzaba la cúspide
del saber científico, propiamente dicho, con esto comenzaba su decadencia. Sin embargo, la
atracción por la ciencia es un hecho innegable y el fanatismo científico impide razonar sin pasión
lo negativo y lo positivo de esa ciencia. Se ha usado varias explicaciones para justificar la
ciencia. En este contexto, la ciencia, en un concepto absoluto de los tecnolatras, es progreso
porque alivia el esfuerzo humano, mejora las condiciones de vida, trae confort, ayuda a combatir
las enfermedades, prolonga la vida, da la posibilidad de aumentar la cantidad de alimentos, etc.,
por lo que es “imparable” e “imprescindible”, o sea, absolutamente necesaria.
Según los tecnófilos, no se debe ni pensar que alguien vaya a afirmar que la ciencia es
retrógrada. Quién lo intente será él considerado y tildado de retrógrado y, seguramente, a una
opinión negativa anticiencia, saldrían millones de respuestas denostando tal posición
anticientificista. Es lo que, de algún modo, hoy asistimos al debate de una parte de la humanidad
que en defensa de la ecología se opone a toda acción científica artificial y a la otra parte, que
aduciendo la bioética, no quiere la transgenia ni la clonación. A quienes sustentan la posición
ecologista y bioética se les ha anatematizado al mejor estilo de la Inquisición porque se piensa
que son personas desquiciadas, sospechosas de sostener principios degradantes para el “saber
humano” y el progreso de la civilización. Civilización y ciencia son las palabras claves que
impulsan al hombre actual a “hurgar” todo el Universo en busca del total “conocimiento
científico” del mar, de las entrañas de la tierra, del espacio sideral y de toda la superficie
terrestre. No hay molécula existente que no sea analizada, destruida con el pretexto de acceder a
su conocimiento. La ciencia molecular es el principal objeto de muchas disciplinas “científicas”
con la idea de acceder al poder de recrear todo lo que naturalmente estaba hecho. Ese afán de
recreación se escuda tras el pretexto de “perfeccionar” lo natural en aras de un mayor
rendimiento y eficiencia. Así la transgenia justifica su fin para “crear” mejores alimentos,
mejores medicamentos, obtención de células y genes “sanadores” de males congénitos, etc. Los
intentos de clonación no llegan a lograr los fines propuestos para iniciar tal programa científico,
sino que se manifiesta como un “conocer lúdico” muy interesante y emocionante, pero que no
prolonga la vida de ningún ser viviente ni mejora su esencia natural, ni cura ninguna
enfermedad.127 En cuanto a la “esencia artificial” de los seres clonados, hasta el presente de este
inicio de siglo XXI, no ha rendido el fruto del cual se espera mucho y se obtiene nada y poco. La
creación de la poderosa tecnología de aparatos es impresionante. Pero no es la panacea de los
males de la humanidad, sino que, paradójica e inversamente, mucha de esta tecnología
contribuye más a la degradación, a la contaminación y a la destrucción directa, que al bienestar
real del hombre. La exploración del espacio es un juego también apasionante que ha cautivado a
la humanidad. Pero hasta ahora ha sido un proyecto muy costoso que ha privado de asistencia de
comida, medicina y vivienda para una gran parte de la humanidad que yace en la peor miseria, y
127
Últimamente se clonan animales, por ejemplo vacas, en cuya leche se introducen factores que ayudan a evitar o
curar determinadas afecciones
228
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
que el “conocimiento del espacio” es una entelequia que no ha logrado modificar la atmósfera
terrestre, no ha modificado al espacio en sí y no ha significado ningún provecho real al bienestar
personal del ser humano. Puede explicar fenómenos cósmicos de causa desconocida, pero no
afecta ni modifica el ciclo natural del universo.
El lema orgulloso y soberbio de que “a la ciencia nadie la para” es el grito de guerra de
los “científicos triunfadores” que creen que poseen el poder de dominar a la naturaleza y de
ponerla a su servicio. Los “triunfos” logrados les llenan de ínfulas y de petulancia. Pero la
realidad es otra. Esa ciencia “avanzada” ha creado “productos extraordinarios”, pero cada vez
que obtiene una molécula maravillosa artificial, debe correr a buscar otra porque la primera no
solucionó “todo” el problema para la cual se inventó.
Apoyemos a la ciencia y la tecnología dentro de un margen razonable. Pero no
perdamos el sentido crítico de lo sensato. La creación y la aplicación tecnológica será un bien
irrefutable cuando sus beneficios queden exentos de dudas y secuelas ciertas. La inteligencia será
recuperar a la tecnología exclusivamente para lo bueno, pero sabemos también que esto es
utópico. Siempre habrá alguien que aspire por soberbio, beneficio económico, fama o maldad, a
usar de la ciencia y la tecnología para fines no santos.
Se me ocurre, como muy oportuno, transcribir parcialmente y con aclaraciones
intercaladas el artículo de la periodista Norma Morandini128 que expresa: “El hombre
desarrolla la ciencia y la tecnología con que después se humilla. Una vejación que Freud
desarrolló como la tesis de las tres heridas narcisistas: a) la cosmológica (cuando Copérnico
demostró que la Tierra, esto es, el hombre no era el centro del Cosmos sino el sol): b) la
biológica cuando Darwin con su teoría de la selección natural y la supervivencia de las
especies, hizo del hombre no una semejanza de Dios sino del animal; c) la psicológica del siglo
XX con la teoría del inconsciente que demostró que tampoco el hombre es dueño de su morada:
un hombre descentrado (del universo, de su cuerpo y de su espíritu) ¿Y ahora qué?. La exaltada
revolución cibernética, que está cambiando nuestra forma de vivir y sentir, nos vaticina ya no
una herida al narcisismo sino, directamente, una supresión de lo humano... La gran revolución
de los robots se presenta bajo la tres R: reciclar, reutilizar y reducir. Así, podemos imaginar la
reutilización de un hombre que se ahogó en su humanidad cuando se definió como consumidor y
que ahora debe reciclarse, antes de que la naturaleza lo reduzca a la extinción. Después de
albergar las reuniones del Protocolo de Kyoto para que las naciones desarrolladas se
comprometan a disminuir los gases de la contaminación, Japón presenta una nueva opción: el
eco-desarrollo. A mitad del camino entre capitalismo norteamericano y el Estado protector de
los países europeos, la tercera vía nipona defiende la tecnología sin destruir el entorno. Es aquí
donde vale la sentencia de Confucio: „estudia el pasado si quieres conocer el futuro‟. Lo que
vemos por todos lados es una naturaleza insurgente que llora en las inundaciones y se
128
Norma Morandini – EL HOMBRE HUMILLADO, Rev. Rumbos, edición 10/4/05
229
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
convulsiona con los temblores, frente a las barbaridades (tecnológicas) que cometió el hombre
cuando la codicia del dinero impulsó el consumismo masiva a expensas de una producción que
se llevó los bosques, secó los ríos, elevó las temperaturas, convirtió en desiertos lo que eran
vegetales y demostró que el planeta es una gran nave espacial que, si se hunde, no dejará a
nadie salvo. De modo que en Occidente se inventan clones humanos y en Oriente, robots que nos
remplacen. Ellos ofician, en la infantilizada sociedad de consumo, como juguetes de adultos, sin
que las innovaciones tecnológicas se reconozcan como una herida. Sin embargo, a las
humillaciones de las tesis de Freud habría que agregar, tal vez, la última: no ya la que desplaza
lo humano del centro del Cosmos y de la naturaleza, sino la que lo torna superfluo porque,
directamente, lo elimina” Si bien esta opinión puede estar teñida por alguna ideología,
desprendiéndose de ella, considero que debe tenerse en cuenta de ella, los conceptos objetivos de
la tecnología.
He querido agregar a este largo tema de las cuestiones médicas, otro aspecto de las
ciencias médicas como es la tecnología. Aunque, en el filosofar sobre medicina, se debe
intercalar obligadamente pasajes estrictamente técnicos o científicos, a manera de ejemplos
concretos, esto no va en desmedro de una reflexión estrictamente filosófica, sino que ayuda a
comprender mejor las conclusiones que se forman en torno a estas cuestiones médicas. Empero,
si bien pueden molestar a algún lector, creo oportuno aclarar la intención de haber insertado
todos estos pasajes absolutamente técnicos. Esto ayuda a ubicar tanto a los médicos, a los
filósofos, como a un lector lego en medicina.
Estoy de acuerdo con Bunge en es muy oportuno realizar en forma práctica una “filosofía
para médicos” que hablar de una “filosofía de la ciencia médica” propiamente dicha. He
remarcado que los polos inherentes a la ciencia médica son, indefectiblemente, la ciencia en sí y
el médico. He abordado muchos aspectos del médico en sí pero queda reiterar algo que he
observado como una especie de frustración para el “buen médico” y voy a resaltar ciertas
iteraciones en este aspecto, por considerar muy necesaria la repetición, no tediosa, sino que
tiende al permanente recuerdo de lo importante y real.
La frustración del médico: sus causas
Abordaremos el tema de la frustración médica, o mejor dicho, la frustración del médico,
por ser una cuestión que tiene un incremento diario y cada vez mayor en este principio del siglo
XXI. Pero creemos que previamente hay que dejar bien claro qué entenderemos por frustración
del médico. Denotativamente129 frustrar es “privar a uno de lo que esperaba”, “dejar sin efecto,
malograr un intento”, “dejar sin efecto un propósito contra la intención del que procura
realizarlo”. Hemos decidido a propósito dar la definición de frustración o acción de frustrar,
para entender mejor lo que consideramos la frustración del médico.
129
Definición de diccionario
230
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Para entender mejor qué es y lo que lleva a esa frustración, es necesario también realizar
una digresión previa sobre la intencionalidad del trabajo profesional del médico. En primer lugar
vamos en busca del fin de un acto médico. Es de Perogrullo que la función del médico es tratar la
enfermedad de un paciente o enfermo. Partiendo de esta premisa fundamental, suponemos que el
médico orienta su vocación a este fin, lo que significa que primariamente el estudio de la
medicina es cumplir una vocación profesional y de servicio. Pero la realidad es que cuando
alguien decide estudiar Medicina, sus intenciones pueden ser varias:
Realizar una vocación
Tener un “medio de vida”, algo que le dé ingresos pecuniarios, dinero,
para vivir
Dedicarse a la investigación científica
Buscar prestigio social
Seguir una tradición familiar profesional (familia de médicos)
Analizando la primera intención, a la cual ya adelantamos como la intención primaria o
básica, que una persona realiza para prestar un servicio a su prójimo. Es vocación profesional en
cuanto está orientada a una profesión (la profesión médica) y es de servicio porque se supone
que elige la carrera para curar enfermos, es decir, prestar un servicio a quien lo necesita.
Naturalmente, toda profesión debe cobrar honorarios o prestarse por un pago de servicios, para
que el profesional pueda sustentar sus necesidades básicas (vivienda, comida, vestimenta,
educación, esparcimiento, salud, etc.) tanto en lo personal como en lo familiar. Pero acá, el
cobro de servicios es la consecuencia del acto y no la finalidad del mismo.
En cambio, en la segunda intención, lo básico no es prestar un servicio por la necesidad
del paciente, sino lucrar con la profesión. No importa el paciente en sí, el cual es el mero
instrumento de la intencionalidad, sino que éste sea una fuente de ingresos segura e importante,
se solucione o no, el problema de su enfermedad. El cobro de servicios o de prestaciones
técnicas es lo fundamental y esto lleva a que la enfermedad sólo sea el pretexto. Si el paciente no
tiene medios económicos ciertos o una obra social sólida que lo respalde, el médico no le dará la
prestación que necesita. Cuando decide aceptar al paciente, trata por todos los medios de
“abultar” sus servicios o prestaciones, para poder obtener la mayor cantidad posible de dinero.
Esto queda bien definido con sólo decir que la intención de estudiar Medicina, no es únicamente
tratar de curar el enfermo, sino que la causa principal es tratar de obtener la mayor cantidad
posible de dinero del paciente, para lo cual no importa si una prestación corresponde o no,
simplemente se presta para cobrarse. De igual modo pueden “simularse” o “inventarse”
tratamientos no pertinentes, siempre y cuando los mismos sean ampliamente rentables. Es el caso
concreto de cirugías innecesarias, de uso de medicamentos que no corresponden, pero que el
laboratorio que los produce da un buen porcentaje por cada receta, etc.
231
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
En cuanto al estudio de la Medicina, sólo con la intención de obtener el título que lo
habilitará para ingresar a medios científicos (laboratorios, universidades, centros de
investigación), no conlleva la vocación profesional de atender pacientes o enfermos. Es probable
que estos médicos nunca lleguen a tener una relación médico-paciente y su vida transcurre
dentro de gabinetes de experimentación y estudio. La intención puede deberse a una vocación
indirecta de servicio (solucionar causas de enfermedades como es el caso del cáncer, las
infecciones, etc.) o bien simplemente dar curso a una vocación de científico como mero acto de
conocimiento o curiosidad, sin pensar en la consecuencia que puede traer a un enfermo (por
ejemplo, investigar exclusivamente la fisiología del cuerpo humano).
Finalmente, está el caso del que estudia medicina sin vocación estricta por la salud del
enfermo, ni la ciencia médica, ni el lucro personal. Simplemente, la mayoría de las veces, es una
imposición familiar. O bien se estudia para “tener un título” que le dé un cierto prestigio social.
La mayoría de estos casos se dedica, después de obtener el título, a otras actividades que nada
tienen que ver con el título profesional (administrar campos, empresas, etc.).
La frustración del médico no está en los últimos casos de intencionalidad del estudio de la
Medicina (lucro, investigación, prestigio social) pues ninguno de estos casos suele sufrir
frustración. El fenómeno de la frustración médica afecta al médico cuya vocación es el ejercicio
profesional para tratar de asistir a enfermos. En este caso, la frustración es producto de diversas y
múltiples causas, algunas manifiestas, otras no expresadas. Las causas conocidas y patentes son
las generadas según los objetivos esperados por el médico, por ejemplo, si se dedicará a ejercer
en forma privada o lo hará dentro de un nosocomio público, privado u oficial (del gobierno). Los
sistemas de salud de prestación individual y privada tienen una problemática muy distinta del
sistema de salud pública en nosocomios privados o en nosocomios oficiales o del gobierno.
Analizaremos el sistema individual privado. Describiré al médico urbano común de
cualquier barrio o ciudad. Hay excepciones en los médicos rurales, en los de grupos o poblados
reducidos y otros similares. Acá, como primera medida, el médico debe contar con una
infraestructura profesional:
o Consultorio
o Vehículo de transporte
El consultorio de un médico clínico, básicamente, necesita un moblaje: escritorio, sillas,
camilla y un negatoscopio (pantalla iluminada para lectura de radiografías, tomografías,
resonancias magnéticas, etc.). Además, debe contar con instrumentos médicos: bajalenguas,
tensiómetro, martillo de reflejos, estetoscopio, linterna, lupa, centímetro, aparatos exploradores
(otoscopio, instrumento para fondo de ojos, etc.). A esto hay que agregar los elementos
232
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
administrativos: secretaria, teléfono, papelería (recetarios, formularios), elementos para escribir
(lapiceras, computadoras, etc.). Si hará cirugía menor, a lo anterior debe agregar un equipo para
cirugía (anestesia, instrumentos quirúrgicos, guantes, barbijos, uniforme esterilizado, etc.). Si se
dedicará a prácticas especiales debe obtener los aparatos tecnológicos respectivos (aparatos de
Rx, electrocardiógrafo, espirómetro, endoscopios, etc.), según la profesión que desee ejercer. Si
desea tener un instituto particular, a todo lo expresado debe agregar el edificio adecuado y la
cantidad de auxiliares técnicos, profesionales y administrativos. El vehículo de transporte es un
elemento de trabajo sobre todo cuando el profesional realiza atenciones médicas a domicilio o
debe trasladarse a su trabajo cuando el consultorio está alejado de la vivienda. Si el médico tiene
trabajos en los cuales debe cumplir horarios, especialmente los que exigen marcación de tarjeta
con un horario fijo de entrada, y vive alejado de su medio laboral, viajar en colectivos implica un
gasto de tiempo y desgaste físico entre la espera y los sinsabores del viaje. Es el caso de líneas de
colectivos de muy poca frecuencia cuya espera demora, a veces, más de media hora. Otro
problema horario del viaje en colectivo es que si el médico debe ingresar a las 7 hs. (AM) y entre
espera y viaje demanda más de una hora o debe utilizar dos colectivos para trasladarse,
prácticamente debe salir de su casa a las 5 hs. (AM) Esto demanda menos horas de descanso. El
otro problema es que muchas líneas comienzan a trabajar después de ese horario y llegan a los
barrios a las 5.30 hs. En ese horario es probable que los colectivos estén abarrotados de
empleados públicos, de obreros, de estudiantes y pueda perder un colectivo lo que le exigen
viajar de pie, apretado y padecer empujones, pisotones, etc. Esto se complica en grado sumo los
días de lluvias o tormentas o de temperaturas bajo cero. De ahí que el vehículo particular no es
un lujo sino un medio de trabajo muy necesario para que el médico cumpla sus obligaciones sin
perjuicio de su salud ni de la efectividad de su trabajo. El médico, más que ningún otro
profesional no puede llegar a su trabajo adormecido, agotado, y con malestares físicos que le
impidan concentrarse en atender a sus pacientes. De su buen estado físico depende la excelencia
de su servicio. Si yerra, no daña una máquina o demora un proyecto para rehacerlo, o pierde
unos pesos. Su error puede costar una vida humana. Ésta es la esencia que lo distingue de toda
otra profesión (salvando aquellas como los conductores de vehículos o los que controlan
funciones de las cuales depende la vida de personas que se transportan o trabajan en medios
laborales altamente riesgosos)
Con las primeras consideraciones, anteriores a la explicación del uso del vehículo,
queremos decir que si el objetivo es la atención personal y privada, de acuerdo a la especialidad
que se elija, la infraestructura es de por sí onerosa, sino se tienen medios económicos previos
para montar el consultorio o instituto personal. Una vez montado, después debe mantenerse en
funcionamiento y esto ocasiona un gasto diario fijo, trabaje o no, que consiste en pago de
servicios (luz, gas, teléfono), impuestos, limpieza del local, sueldos u honorarios de secretaria,
mucamas, etc. En el caso de tener aparatos tecnológicos, tendrá un gasto latente que es el
“service” o servicio de reparación y manutención de esos aparatos y un gasto a plazo fijo (largo
o corto, según la intensidad del uso) que significa la reposición de los instrumentos o aparatos
233
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
tecnológicos. Naturalmente esto ocasiona un costo básico del servicio a prestar que es la suma de
gastos diarios, gastos latentes o gastos a plazo. A ello debe agregarse el honorario del médico, el
cual dependerá de la demanda de actualización que la profesión exija: a mayor demanda de
actualización, mayor costo del honorario.
Si el médico con este objetivo logra instalarse y supera todas sus metas y obtiene el
trabajo suficiente con el ingreso adecuado, no habrá frustraciones sino satisfacciones. Pero todo
médico que trabaja en esta forma sabe que siempre tiene el problema o especie de espada de
Damocles que son los costos del servicio que presta y la oferta de ese servicio y por otro lado la
demanda (y en Argentina la presión tributaria de una exacción impositiva). En las épocas de
crisis económicas (hiperinflacionarias o recesivas), la demanda de estos servicios baja en forma
calamitosa y, en ese caso, las pérdidas superan ampliamente a las ganancias. Luego, la demanda
de servicios es la primera frustración que se instala, cuando la demanda es nula o es menor a la
necesitada o esperada.
Otro problema es el cobro de honorarios. Esto dependerá del medio social en que el
médico se instala. Si logra hacer en medios sociales de altos ingresos, generalmente no tendrá
conflictos en fijar honorarios particulares y en efectivo, acordes a sus gastos y necesidades
personales o a su prestigio profesional. Seguramente tendrá demanda adecuada. Pero si el
médico se dedica a atender a obras sociales, lo deberá hacer a través del sistema de pago de
honorarios o prestaciones que dichas obras impongan. Esta forma de trabajo es la que genera la
mayor cantidad de frustraciones por varias causas: la primera es el atraso formidable de pagos,
los que suelen extender a varios meses; la segunda son los bajos honorarios que se establecen
para consultas y prestaciones, los cuales no cubren ni los gastos básicos y, finalmente, los
cambios continuos de reglas o el no cumplimiento de reglas pactadas. Son muy pocas las obras
sociales que pagan lo justo o algo más, que lo hacen en tiempo y forma y que cumplen todo lo
pactado con el médico prestador. Salvo que un médico tenga un contrato directo con una obra
social o acceda a un gran porcentaje de la demanda de mutualizados o afiliados de esas obras
exitosas, el resto de los médicos no captan la demanda de esas obras y lo más normal es que la
oferta y demanda sea por parte de obras sociales engañosas o con déficit, para poder usufructuar
un servicio que no pagarán o lo harán tarde, o a medias. Demás está decir que si el médico se
instala en un medio social bajo o pobre, un gran porcentaje de su trabajo será gratuito y el resto
de muy magros ingresos, los cuales a veces, son en “especies” (verduras, aves, embutidos,
bebidas o trueque de servicios).
Otra cuestión de esta medicina privada y personal es la actualización profesional.
Generalmente el costo de dicha actualización es muy alto debido a la velocidad y progreso
continuo de los conocimientos médicos. En el caso de superespecialidades ya es un problema
estar al día con el conocimiento, y esto que acá el conocimiento está mucho más restringido.
Entre el costo, el tiempo que demanda dedicarse a la actualización y lo inalcanzable de los
234
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
conocimientos, el médico actual vive una permanente frustración: o se dedica a actualizarse o se
dedica a trabajar. Lo probable es que ambas cosas lo haga a medias en el mejor de los casos,
salvo que sus ingresos sean lo suficientemente altos como para darse el lujo de no atender su
consultorio por varios meses y poder viajar a centros de información de avanzada. Hoy, como
mínimo, un médico para mantenerse medianamente actualizado debe adquirir libros, suscribirse
a revistas y otras publicaciones especializadas o pagar un servicio especializado de Internet. Los
costos de estas cosas generalmente son en divisa extranjera (en Argentina lo es en dólares o
euros) y si el médico no tiene ingresos acordes, se le hará imposible conseguir actualizarse (un
tipo de frustración). Si no se actualiza corre el riesgo de ejercer una medicina de praxis incierta o
inefectiva (otro tipo de frustración), pero el peor de los casos es cuando la desinformación es
causa de impraxis (mala praxis) y esto, además del daño al paciente, le cuesta una acción judicial
que le puede llevar a la cárcel, a la pérdida de sus bienes, a la privación del derecho de ejercer la
profesión o al desprestigio profesional personal (o a todo esto junto). Esta es la peor frustración
del médico.
La medicina, como toda otra profesión, está inserta socialmente, dentro de un mercado
laboral. Como todo mercado se rige por la oferta y la demanda. En un esquema sencillo un
primer modelo de mercado laboral médico es la relación médico-paciente, donde hay dos
facetas:
1. la demanda del paciente por el servicio
2. la oferta del médico por sus servicios
Pero hay otros modelos de mercado laboral médico que es la medicina de mercado y éste
es un concepto introducido por profesionales no médicos (generalmente especialistas en ciencias
económicas o contaduría), los cuales para perfeccionar el gerenciamiento de servicios médicos
institucionales o nosocomiales, directamente imprimen un modelo de empresa comercial común.
Así el médico pasa a ser un prestador de servicios y el enfermo es el usuario o cliente de esos
servicios. La premisa principal no es la atención de la salud en sí y bajo los principios rigurosos
de la medicina, sino que la atención estará condicionada a costos y ganancias, de forma tal que
no haya pérdidas. La forma de gerenciar, presentar y organizar estos servicios es el mercadeo
(marketing) médico. Y acá el servicio es un producto sometido a control de calidad y el
gerenciamiento institucional está sometido a control de gestión. Como toda norma de empresa
comercial, el producto debe adecuarse al cliente y a sus posibilidades económicas para evitar el
déficit. En este modelo, el cliente debe tener medios económicos propios, o a través de un seguro
médico o de una obra social para erogar los gastos de la atención. Sin pago, no hay atención, así
le vaya la vida al paciente, pues la ética médica y la ley de las empresas no obligan a la empresa
a suministrar productos a los clientes no solventes. El Código de Ética dice que existiendo un
centro de atención médica gratuita y pública a pocos metros del consultorio o la institución
médica de la cual se demande un servicio, tanto el médico como la institución pueden negarse a
235
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
prestar el servicio con gratuidad, pues el paciente está protegido por la cercanía de otra
institución que puede atenderlo adecuadamente. Por lo tanto, no hay abandono de persona. Esta
medicina de mercadeo trabaja bajo estricto contrato expreso y firmado y el paciente deberá llenar
decenas de formularios para que la institución asegure el cobro del servicio, o en su defecto dejar
un valor (cheque o dinero o tarjeta de crédito) como depósito adelantado, a cuenta del servicio a
prestar, o, lo más probable es que se exija su pago por adelantado cuando no hay garantías de un
cobro posterior.
Este concepto de medicina de mercado o mercado de la medicina, surge de otros
aspectos de la tecnociencia. La globalización y la expansión tecnológica llevan a las empresas a
tener nuevos conceptos de mercadotecnia o mercadeo o “marketing”, en donde impera los
conceptos de “costos”, “eficiencia”, “rendimiento”, “producto”, “cliente”, etc. Acá, como ya lo
describimos, el “servicio médico” es el producto mientras que el enfermo deja de ser paciente
para ser cliente y así el acto médico ingresa como “bien de mercado” sujeto a “estrategias de
control” y pasible de una “atención gerenciada”. Estos conceptos, naturalmente, se intentan
aplicar (o se aplican de hecho) en diversas instituciones médicas (aseguradoras, medicina del
trabajo, obras sociales e, incluso, hospitales públicos y privados).
Han aparecido cientos de tratados que hablan del “marketing médico” del
“gerenciamiento de la medicina” y se incorporan conceptos como “productividad” que, en el
caso del gobierno de Mendoza, se traduce en un ítem o plus del sueldo para que los médicos de
sus instituciones trabajen “unas horas más” aumentando el cupo de “números” para consultas y
evitando la “demanda rechazada” o no atendida, por “falta de números”.
Acá el médico pierde el concepto de ser un profesional artesanal, para convertirse en un
mero “obrero” más, que debe responder a un “rendimiento”. Pero se olvida, en el caso de la
medicina gerenciada, que el “mayor rendimiento” va contra la “calidad del servicio”. Esto no
interesa principalmente al “gerente médico” al cual sólo le “importa” que sus subordinados
atiendan la mayor cantidad de enfermos en el menor tiempo que sea posible.
La imposibilidad del médico de “zafar” de este sistema, dado que necesita el empleo, le
transforma en un rehén del sistema, del mismo modo que al paciente que necesita servicios y
ambos quedan entrampados en el “mercado” médico, el cual, a la inversa del mercado de otros
productos industriales, el “mayor rendimiento” o “eficiencia en la administración de los medios”
significa menor calidad del producto ofrecido: el servicio médico. Este tipo de medicina, reglada
por la tecnociencia de la economía, provoca iatrogenias, abandono de persona, diagnósticos y
tratamientos que ponen en directo peligro, no sólo la salud, sino también la vida. ¿Cuántos casos
ha publicado la prensa y otros medios de información, de pacientes que testimonian haber
acudido a uno de esos servicios “gerenciados” y un mal diagnóstico o tratamiento les ocasionó
daño irreparable e, incluso, la muerte?
236
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
En estos casos del médico contratado para ejercer la medicina de mercado, tiene una
doble condición: por un lado es el profesional médico que siempre debe estar atado a la ética y
a la fidelidad hacia el paciente y por otro lado, el “empleado” o “contratado” por la “empresa
médica” que le obliga imperiosamente a una medicina de “marketing” en el sentido de rendir
más en el menor tiempo y de desatender los reclamos de los pacientes o de negarles la asistencia
correcta como ocurre, en la Argentina, con las famosas ART (Aseguradoras de Riesgos del
Trabajo) (Ley 24557 de Riesgos del Trabajo), so pretexto de que determinadas lesiones están
“fuera de la ley” (inculpables).
Etcheverry130 llama a esto la doble lealtad del médico mercadista, que para un médico
ético resulta muy traumática y deberá violar el contrato. En cambio para el médico lucrador, lisa
y llanamente abandona al paciente en aras de “mantener el cargo” siendo fiel “al que paga sus
servicios”. A este médico lucrador debemos recordarle que la única lealtad posible a un médico
es la sola lealtad al paciente como excluyente de cualquier otra lealtad (Juramento Hipocrático:
“¿Juráis hacer de la salud y de la vida de vuestro enfermo la primera de vuestras
preocupaciones?”).
El sistema de medicina de mercado es otra frustración más del médico, el cual ubica, por
su “necesidad de pan”, como sujetado compulsivamente al sistema, al cual acata; o queda, lisa y
llanamente, sin “fuente de trabajo”.
Un “buen médico”, naturalmente trata de oponerse “por todos los medios” a este tipo de
medicina, e igualmente, los pacientes afectados deberían iniciar su propia lucha. El esquema sólo
puede ser reformado o desechado únicamente con la acción mancomunada de los dos ejes más
importantes: médicos y pacientes. El médico no aceptando condiciones que afectan su ética y su
responsabilidad social, el paciente no aceptando condiciones que lucren sobre su salud y no le
garanticen la cura de una dolencia.
Por último, rescato nuevamente el hecho de la formación del médico. Los costos siderales
que implica “mantenerse al día”, la imposibilidad de adquirir libros y revistas y de asistir a
congresos y otros eventos de actualización de conocimientos, constituyen otra frustración muy
difícil de superar. Se habla de lo mucho que Internet ha aportado para que los médicos tengan un
acceso fácil, rápido y barato a la actualización de conocimiento. Pero es útil reconocer que la
calidad del 90% de los trabajos médicos de Internet carece de la excelencia debida. En primer
lugar son trabajos no sometidos a una investigación exhaustiva y seria, no llevan firmas, no
indican si fueron presentados o publicados por foros científicos de fuste ni si cuentan con el
consenso científico universal. Otros trabajos desarrollan una gran erudición y suelen ser fuentes
de datos médicos científicos reconocidos, pero también caen en el error de reproducir conceptos
130
Guillermo Jaim Etcheverry – LA TRAGEDIA EDUCATIVA, Bs.As. 1999
237
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
de textos médicos de renombres, sin haber comprobado que las aseveraciones o teorías son
fehacientes. La ventaja más formidable de Internet, cuando es posible, es el acceso directo a una
obra médica importante y relevante.
Por otro lado, muchos pensadores médicos, entre ellos el Dr. Lorenzano, Echeverry,
etc., han denunciado las deficiencias de la enseñanza universitaria de la medicina y la formación
deficiente de profesionales médicos. El médico recién egresado debe completar su experiencia
con un internado o con una residencia o con cursos de posgrado. Asimismo, ciertas
especialidades requieren una formación de posgrado específica. No obstante, ninguno de estos
estudios académicos asegura que los egresados de ellos son completamente idóneos. Del mismo
modo que el poeta asegura “caminante no hay camino” sino al camino hay que hacerlo, al
médico le ocurre que no hay excelencia sin experiencia. Por lógica, con la debida experiencia,
porque una mala o deficiente experiencia obra como si la misma no existiera. La idoneidad es
una cualidad que emerge de una correcta y oportuna experiencia. Pero la ocasión de esa “buena
experiencia” no es lo común para el médico recién egresado de un claustro académico.
Generalmente, se termina haciendo lo que “comúnmente se hace en el ejercicio de la profesión”
y esto significa aprender más errores que aciertos, o conformarse con las carencias actuales en el
ejercicio práctico de la medicina.
Por los conflictos y hechos que voy señalando en cuanto a logros y desventajas de la
ciencia médica, considero que hay que dedicar un párrafo a esto que se denomina “medicina del
tercer milenio” (aunque el título ignore los antecedentes médicos anteriores a este tercer milenio
del almanaque cristiano).
¿Sanar o curar?
He aquí una distinción que parece sutil pero que en realidad es una cuestión casi de fondo
de la ciencia médica. Pocas veces nos hemos detenido a reflexionar qué significa curar y qué
significa sanar. Acudiré, como de costumbre, a las definiciones denotativas del diccionario, en
este caso, de la lengua española que es en la que me expreso. La Real Academia Española aclara
que cura viene del latín cura que significa cuidado o solicitud y curar deriva del latín curare
que significar cuidar y lo define como: “aplicar con éxito a un paciente los remedios
correspondientes a la remisión de una lesión o dolencia”, “disponer o costear lo necesario para
la curación de un enfermo”, “sacar las dolencias o pasiones del alma”, “remediar un mal”.
Como de costumbre la Real Academia intenta definir a curar usando el término curación, es
decir, redunda en la misma palabra para definirla. Si se lee atentamente las definiciones del
diccionario parece que curar, desde el punto de vista médico, es sólo aplicar con éxito un
medicamento o “disponer lo necesario” para la remisión de una dolencia o una lesión. No habla
específicamente de enfermedad, ni da a entender que se recupera totalmente el estado de salud,
es decir, la completa desaparición de una afección, a la cual alude como que sufre remisión.
238
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Pero remisión, en español, en este caso sólo cabe la definición de dejar, diferir o
suspender con lo cual queda muy poco claro cuál es el efecto de una curación. Para mejor
entender que significa remisión en medicina hay que abandonar el diccionario de la lengua para
usar el diccionario médico y éste nos dice que remisión es sólo “disminución de la intensidad de
los síntomas” (Diccionario Médico Salvat) (El diccionario médico Dorland agrega la palabra
cesación con lo que remisión puede significar disminución o cesación de síntomas). Literalmente
los diccionarios médicos hablan de síntomas pero no definen si se recupera, o no, totalmente la
salud. En medicina se usó siempre a “curar” como sinónimo de sanar con lo que se daba por
sentado que curar es sanar. Pero semánticamente veremos que no es así. La denotación del
diccionario no concuerda con la connotación personal de los que usan los términos sanar y curar.
En mi concepto, además de lo que dicen los diccionarios, curar está definitivamente
asociado a la obligación del médico del llamado deber de cuidado, esto es, “disponer lo
necesario” para aliviar las afecciones que perjudican la salud de un paciente. En esta
circunstancia, lo necesario no es sólo indicar estudios, realizar un diagnóstico y prescribir
medicamentos, sino que también involucra acompañar al enfermo en la evolución de la
enfermedad y asistirlo no sólo en lo material sino también en lo espiritual. Lisa y llanamente,
“mantener el ojo encima del paciente todo el tiempo” que dura su malestar (recordando que curia
en latín significa cuidado).
Aclarado que curar no es sanar, veamos ahora qué es sanar. La Real Academia Española
define a sanar como “restituir a alguien la salud que había perdido”, “dicho de un enfermo:
recobrar la salud”. El diccionario distingue sanar de sanación, siendo sanación en primer lugar
“el efecto de sanar” pero también “curación por medio de prácticas esotéricas o terapias
alternativas”. Con estas palabras, el diccionario indica que sanar no sólo es patrimonio de la
medicina, sino de cualquier persona que disponga de otros medios para restituir a pleno la salud.
En este caso se incluye a las sanaciones milagrosas de santos y sanadores religiosos, a los
curanderos y a los hechiceros.
Considerando todo esto, tendremos que el médico común, el que se limita a aplicar la
mera técnica de la medicina es el que logra curar a sus pacientes, mientras que el médico que
ejerce el arte de la medicina es el que puede lograr la sanación de su paciente. En el arte de
curar, dije antes que no sólo entra el correcto manejo y conocimiento de la técnica médica
científica, sino también el modo del médico para cuidar a su paciente y acompañarlo en su
enfermedad y lograr que la enfermedad se alivie o desaparezcan sus signos y síntomas ya sea por
los medios estrictamente científicos como por medicinas alternativa o sólo con el poder de su
palabra (sana de palabra) según la tesis de Laín Entralgo. En cambio, sanar es la desaparición
definitiva de la enfermedad y el retorno al completo estado de salud. La sanación es también la
239
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
obra milagrosa de un santo, quien para ser considerado así por la iglesia católica, casi en el 100%
de los casos se tiene en cuenta la sanación milagrosa de una enfermedad.
Ergo: curar es lograr atenuar o desaparecer el síntoma de una enfermedad, sanar es hacer
que el enfermo consiga la restitutio ad integrum (recuperación por completo) de su estado de
salud, es decir, la ausencia completa de todo malestar físico, psíquico o social. Esta interesante
diferencia es lo que hace a la cuestión filosófica de la medicina, la cual debe definir si el sentido
último de la medicina es curar o sanar. Creo que ambas cosas son parte del sentido y de la
misión de la medicina y corresponde al médico decidir cuál será su intención al tratar un
paciente. Pero está claro que la sanación presupone la curación pues para que desaparezca la
enfermedad, primero tienen que ir extinguiéndose signos y síntomas y para ello significa aplicar
el método médico de examen y estudios para un diagnóstico, el uso de medicamentos o
tratamientos no medicamentosos y, por lógica, tal procedimiento involucra acompañar al
enfermo. Es evidente que lo inmediato es aliviar el sufrimiento y el dolor y en este caso curar
tiene preponderancia, y por ello la presunta sanación se inicia con la curación aunque en el
destino final del actor médico siempre debe rondar la idea de la sanación. Ergo: la medicina
involucra curar y sanar por igual cuando hay acto médico completo. Sin embargo, es común que
el médico se dedique más a curar que a sanar.
Medicina del tercer milenio
Por estar inmerso en un medio que se rige por un almanaque que recién ha cumplido dos
mil años, nos vemos en la necesidad de decir, para entendernos, “medicina del tercer milenio”,
cuando en realidad tendríamos que hablar la “medicina de este milenio” que bien puede ser el
quinto, sexto o sabe Dios cuantos más, pues podríamos metafóricamente decir que la medicina
nace con el hombre, como se ha dicho de tantas otras cosas. Lo concreto es que desde que se
instaura la historia hay anales de más de cinco mil años documentados, por lo que tendríamos
que decir, con propiedad, “medicina del quinto milenio”. Pero como a la medicina no la rigen,
precisamente, los mejores criterios, dejemos estas delicias de juegos semánticos para aquellos
que aun discuten si entramos al siglo XXI en el 2.000 o en el 2.001. A ellos les encanta el
ludismo semántico (a nosotros también, pero no es tema de este trabajo). Para guiarnos en el
comienzo de este parágrafo, seguiremos a un grupo de autoras profesionales de la Universidad de
Buenos Aires131 quienes comienzan resumiendo los roles de médico y paciente. El paciente
recurre al médico en busca de alivio para sus sufrimientos y el requerimiento involucra a una
persona que refiere sus quejas, dolencias, con una versión particular de aquello que refiere, pues
no hay maneras universales de sufrir, sobre todo, las enfermedades. El médico, ante la demanda,
siempre asumió la función de dar respuestas a las quejas, según las culturas y las épocas. “El
más antiguo principio de la medicina dice que rara vez curar, a menudo aliviar el sufrimiento
131
Laura Monczor, Liliana Rocca, Susana Sujarchuk (licenciadas en psicología) y Sara Wajnsztejn (psiquiatra)
(UBA) RELACIÓN MÉDICO-PACIENTE EN EL FIN DEL MILENIO – Fasc. 1 del Segundo Ciclo de PROAMI
240
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
y siempre consolar. En este siglo hemos tergiversado esa tarea, muchos médicos creen que su
labor consiste en curar, en lugar de cuidar”132
He destacado la modalidad de algunas escuelas médicas de pregonar mucho sobre temas
que de algún modo devienen en abstracto, especialmente cuando se habla de azar y probabilidad
en las adquisiciones de algunas enfermedades. Los conceptos de azar y probabilidad de la
medicina clásica era que en algunos casos, adquirir una enfermedad puede ser cuestión de azar,
dado que en condiciones iguales, hay individuos que enferman y otros no. En cuanto a las
probabilidades los conceptos eran muy claros y simples: toda persona que se contacta con una
circunstancia en que suelen enfermar las personas, era muy probable que adquiriese una
dolencia. Esto era lo clásico para las infecciones: si un individuo ubicaba en un lugar donde
existía un foco de infección, tenía altas probabilidades de infectarse. Pero la ciencia moderna
empezó a incursionar en ramas matemáticas como la estadística y entonces los criterios de azar y
probabilidad ya no era una cuestión sencilla de simple razonamiento de sentido común, sino el
fruto de complicadas elaboraciones matemáticas científicas, donde azar y probabilidad en el
lenguaje médico ya era patrimonio de laboriosos conceptos médicos científicos estrictamente en
los que nada tenía que hacer el sentido de común. Por eso Bunge dice: "Sólo los hechos al azar y
los escogidos al azar tienen probabilidades. La moraleja de lo anterior para la práctica del
diagnóstico médico es que las frases de la forma «la probabilidad de que el paciente sufra la
enfermedad X» no tienen sentido, porque la contraer una enfermedad es un proceso causal, no
aleatorio. Cuando ven enfermos, los médicos examinan a individuos que sufren o no sufren de X.
Análogamente, no tiene sentido preguntar por la probabilidad de que el vecino sea el Presidente
de la nación, porque este cargo no se juega a la lotería. El azar puede ser real pero no es
ubicuo". Es posible que la estadística y los cálculos de azar y probabilidad en sus actuales
conceptos en lo médico, puede tener algún valor para llevar a pensar cuando aparece una
enfermedad rara o poco frecuente, no muy conocida o, posiblemente, totalmente desconocida, en
su probable diagnóstico e etiología, pero muchas epidemias y plagas que castigan a la sociedad
del siglo XXI no son previstas ni diagnosticadas sino sólo después de padecidas y, en este caso,
puede tener lugar un estudio de cálculos de azar y probabilidades que concuerden con las
dolencias acontecidas pero que efectivamente no tuvieron ni valor predictivo ni valor diagnóstico
para evitar dichas plagas y epidemias. Estas cosas son las que me llevan a pensar que no todos
los actos médicos estrictamente científicos, objetivos con fines de búsqueda de presunta
exactitud, tienen la oportuna necesidad de una ciencia destinada a curar más que a especular
científicamente. Y el siglo XXI arrastra su tradición de especulaciones con visos científicos,
nada más que esta vez se apoya en la tecnología y en cálculos sofisticados. Pensar de este modo,
de ninguna manera significa que yo esté menospreciando las experiencias y los hechos
132
David Spiegel, profesor médico Universidad de Stanford, autor del MITO DE CURAR, Diario LA NACIÓN,
Bs. As. 24/1/1994:7 (aclaramos que etimológicamente curar es lo mismo que cuidar. Probablemente el autor quiere
significar que el médico debe preocuparse más por asistir en todos los aspectos al paciente que limitarse sólo a
resolver la dolencia, pues el sufrimiento es dolencia más secuelas de la dolencia y las circunstancias que producen,
agravan o prolongan esa dolencia)
241
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
científicos que han llevado a la medicina de este siglo XXI al conocimiento y diagnóstico de
enfermedades muy raras que quizás se desconocía por no haberse advertido en tiempo y forma.
Pero cada vez que se relata cómo un médico descubre el diagnóstico de una enfermedad rara, es
notorio que se debe al altísimo fracaso de otros médicos y de una particular dedicación personal
del médico que acierta, lo que demuestra una vez más que la medicina, más que una ciencia de
medios y de sistemas ultracientíficos, sigue siendo una ciencia técnica cuyo manejo exige un arte
personal, puesto que el conocimiento común de la técnica médica que teóricamente está al
alcance de todos los médicos no siempre lleva a que cualquier médico haga siempre y en todos
los casos, el diagnóstico y el tratamiento correcto. La realidad es la mejor prueba racional,
independiente de todo proceso filosófico o especulativo, de que esto es así.
Podríamos aducir que el arte personal es fruto de la mente de esa persona. Pero si
admitimos esto, tangencialmente estamos hablando de una “mente individual” que tiene una
preparación especial. Si pensamos que la mente es igual para todos los hombres basados en el
concepto genérico de que todos los hombres son iguales, entonces no sería prudente aceptar una
mente especial. De negar esa mente especial no común a todos los hombres estamos diciendo
que todos pueden pensar lo mismo. Ahora, hay científicos que piensan que "La mente es una
propiedad emergente del cerebro". Esta es una conclusión obvia de la escuela médica biologista
materialista, que ingenuamente concibe a la mente como un invento del cerebro, es decir, la
mente es producto exclusivo del cerebro. Si aceptamos esta proposición, por carácter transitivo
caemos también en la premisa de que si todos los hombres son iguales, también sus cerebros son
iguales. Yo admito la igualdad genérica de todos los hombres en el sentido de entidad dotada de
inteligencia, pero también es notorio y evidente, no sujeto a ninguna especulación racional,
metafísica u objetiva, que no todos los hombres piensan igual, viven igual, sienten igual y
constituyen un grupo homogénea de entidades. Se comparte el género de especie humana dotada
de la misma facultad de inteligencia. Pero la expresión individual de la entidad genérica crea
muchos “modos” distintos de expresar el ser. Y esas diferencias no dependen estrictamente de la
mente y del cerebro, puesto que de ser así, en la práctica si tenemos la misma mente y el mismo
cerebro todos deberíamos tener el mismo modo de ser. Las neurociencias están demostrando que
el cerebro ejecuta todas las funciones mentales y esto no deja ninguna duda de que el cerebro es
el instrumento para que la mente se exprese. Pero que acciones que dependen de las facultades
mentales, en los experimentos neurocientíficos, exigieron que la persona decida o se le sugiere
qué debe pensar antes de conectarse al SPECT, sugieren que todas las reacciones detectadas por
ese instrumento no fueron creadas por el cerebro sino por la intención previa de la persona de
determinar la reacción.
Si el cerebro fuese la causa del pensamiento, éste no dependería de la voluntad ni del
modelaje de la persona en sí sino de su cerebro. Asimismo es notorio que los pensamientos están
modelados por una cultura e idioma previos, más que por inspiración espontánea del cerebro. Si
el cerebro fuese la causa de todos los actos mentales, no tendría mucha razón de ser la existencia
de la inmensa diversidad que demuestran los actos mentales de todas las personas del mundo
242
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
actual, ni de las descollantes en la historia de la humanidad. A menos que admitamos sin más
vueltas que Einstein tenía un cerebro diferente del resto de la humanidad. En este caso tendría
lugar que el postulado de que no todas las mentes ni todos los cerebros humanos son iguales. A
su vez, esto también explicaría, sin muchas elucubraciones, la diferencia entre las mentes de
Buda, de Cristo, de Atilas y de Hitler. Naturalmente, de admitir que la mente es producto del
cerebro, debemos aceptar que esos personajes tenían cerebros diferentes. Sin embargo, la
anatomía y la fisiología y las neurociencias de ninguna manera han demostrado fehacientemente
de que hay cerebros diferentes en lo esencial (puede variar en algo el peso, el tamaño, la forma
de circunvoluciones, etc.) pero estas formalidades no hablan de una naturaleza distinta.
Entonces, no es descabellado, aunque a los materialistas y biologistas no les guste mucho,
pensar que es cierto que la mente y el cerebro son iguales en todos los hombres, pero hay algo
que hace que funcionen en forma diferente. Se puede aducir que ese algo puede ser fruto de un
gen (cosa no demostrada aún), de una cultura, de una formación personal o de un entrenamiento
individual. Esto es posible, pero de ser así significaría que ese algo procedente de una cultura,
una educación o formación o de un entrenamiento, es factible para cualquier persona que se lo
proponga. Pero no conozco ningún ser humano que tratando de imitar a esas mentes
sobresalientes (sobresaliente en el sentido de su trascendencia histórica, independiente de la
calidad de su contenido) y que se preocuparon por usar los mismos métodos culturales,
formativos y educativos y practicando el mismo entrenamiento, lograron el mismo resultado.
Luego, visto todo esto, no es tan fácil concluir que la mente es un producto del cerebro, sino más
bien admitir, porque no hay dudas de ello, que el cerebro es el instrumento que permite que la
mente se exprese, según las experiencias que vengo citando.
Pero la naturaleza de la mente no es el fruto de reacciones neurofisicoquímicas de
neurotransmisores y neuronas con sus axones, dendritas y sinapsis, sino que todo esto es el
resultado del impacto de la mente en el cerebro, cuando lo usa para manifestarse. Es más
racional pensar que hay algo que causa el funcionamiento de la mente y es ahí donde la incógnita
lleva al científico a buscar en el cuerpo ese algo, mientras que otros científicos prueban y
comprueban que no en todos los casos los experimentos demuestran “algo” corpóreo, sino que
no se puede individualizar la entidad de ese “algo” que en muchos experimentos se ha mostrado
como extracorpóreo, siendo el caso más fehaciente todos los actos mentales comprobados en un
cerebro inactivo biológicamente (SPECT u ondas de EEG inactivas) y en un estado de
inconsciencia. Me veo obligado a citar estas experiencias neurocientíficas reales, siendo muy
reconocidas las de Penfield, quien tras rigurosos experimentos científicos, concluye que existe
ese “algo” incorpóreo que maneja la mente. Todo esto sin ninguna connotación religiosa o de fe,
sino como mera conclusión de explicación de un fenómeno que no puede explicarse
científicamente de otra forma. Queda así rebotando la pelota sin dar la razón a los biologistas
materialistas y sin definir la tesis espiritualista (al menos dentro de pretendidas normas
científicas). Traje todo esto a cuentas, para demostrar que quienes hemos ejercido y ejercemos la
243
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
medicina, no siempre podemos obtener resultados sólo con métodos sistemáticos científicos, sino
que hay “algo” que ayuda a curar cosas que los métodos científicos médicos no pudieron
resolver. Señalo esto no como intención de polemizar sino simplemente dejar sentado el
testimonio de hechos analizados tangencialmente en los textos y contextos médicos científicos,
pero no ausentes en la casuística médica pragmática.
En el cambio de la medicina sencilla a la medicina de alta complejidad, que ya hemos
explicado, el papel del médico, la semiología, los aciertos y los errores clínicos han sido
remplazados paulatinamente por la tecnología de los estudios complementarios modernos y de
este modo, el paciente puede llegar a saber qué se le ha hecho, pero no siempre puede conocer
para qué, ni qué es lo que padece, si tiene cura o no, quien lo conduce o trata, ni con quién tiene
que hablar. 133 La precisión tecnológica ha reducido al paciente a ser un simple informante de
datos de forma tal que cuando están más allá de cualquier posibilidad de curación, permanecen
internados en salas de terapia intensiva sometidos a procedimientos dolorosos, en soledad,
alejados de sus seres queridos, sin poder hablar, intubados o traqueotomizados, o con sueño
ininterrumpido y su privacidad violentada. Acá el problema no es aliviar el dolor y consolar, sino
simple terquedad bajo la forma de encarnizamiento terapéutico que transforma al paciente en
una máquina, cuyo comando de los mecanismos fisiológicos alterados no depende de él sino del
aparataje y de los técnicos operadores de ellos. Así, la muerte, en este contexto, no es inherente a
la lógica de la vida sino un fracaso de la medicina.134
La moda, tirana de nuestra sociedad actual impuesta por la industria y el comercio o la
tecnología, conlleva en nuestra cultura de hoy una exigencia de eficacia que involucra en modo
especial a médicos y pacientes cuando esa moda propone la ilusión de vivir siempre jóvenes,
productivos, sanos y sin quebrantos, lleva a un discurso único y con él condiciona toda relación
médico-paciente, donde en lugar de práctica de medios, se le exige responsabilidad de
resultados. Por esto es importante la visión del relato de una enfermedad como una versión
siempre particular que engloba al hombre y sus circunstancias, en la realidad plena propuesta por
Ortega y Gasset, debido a que el médico cada vez se encuentra con mayor dificultad para
introducir la singularidad de cada persona en el campo de las clasificaciones, porque esas
clasificaciones no incluyen todas las singularidades, pues sólo se limitan a especificar
padecimientos por un lado y por el otro obligan a no reconocer las circunstancias que no pueden
tener la validez que la ciencia médica ofrece, con lo que su práctica queda científica y
socialmente desvalorizada. Esto se resume diciendo que el conocimiento biológico del cuerpo
humano cada vez más perfecto, no siempre se acompaña de un alivio del sufrimiento, cuestión
que nos lleva a considerar que el padecer responde a coordenadas distintas de las que rigen el
conocimiento biológico.
Francisco Fernández Soricetti – RUPTURA DE LA RELACIÓN MÉDICO-PACIENTE, Claves en
Psicoanálisis y Medicina, Bs. As., 1991
134
Carlos Del Bosco – DILEMAS DE LA TERAPIA INTENSIVA. LOS MÉDICOS Y LA MUERTE: 12, Bs. As.
1994
133
244
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Tanto el hombre como sus circunstancias, no son cosas generalizables sino hechos
individuales, espaciales y temporales 135 Luego, el médico debe saber considerar el contexto que
rodea y del cual emerge la persona del paciente (momento vital, entorno familiar, condiciones
económicas y culturales, etc.) porque de la evaluación y atención correcta de esos factores
dependerá un mejor éxito de su intervención. Esto revertirá un poco el cuadro actual de pérdida
de prestigio para tornarse en algo confiable para el paciente. Para esto, el médico debe saber
comunicar eficazmente al paciente el sentido y significado de sus conclusiones, las cuales deben
estar correctamente insertadas en el código y el entorno sociocultural de dicho paciente. Además,
el poder de su palabra, como lo antelamos, será parte del tratamiento porque la persona del
paciente no sólo es susceptible a las medicinas físicas o químicas, sino también a las que
influyen la psiquis como es la calidez afectiva y la palabra oportuna. Cuando esto se consigue se
instala un estado de confianza previo, en provecho de la praxis médica, y el decir médico deja
de ser una cháchara hueca llena de tecnicismo pero carente de emoción, para ser una palabra
rectora que penetra con profundidad y cala dejando huellas indelebles. Contrariamente, la
“seudo” despreocupación que el médico cree infundir al paciente cuando le dice en forma
apresurada o imprudente, “no tiene nada”, “no se preocupe”, “ya se le va a pasar”, no dejan de
ser frases hechas que por el uso trillado se han vaciado de contenido y produce más fastidio que
satisfacción. No contribuyen de ninguna manera a la autosugestión en pro de una curación o
alivio efectivos.
El pedido de ayuda (demanda de consulta) que recibe el médico sobre un terreno de
difícil respuesta y que excede sus posibilidades terapéuticas, lleva a diferenciar entre lo que es la
demanda, que es lo que se pide y deseo que es lo que se espera que el médico haga como
beneficio para el paciente descompensado. La práctica diaria nos muestra que no hay una
relación directa como coincidencia entre lo que se demanda y lo que se desea obtener. El deseo
de obtener una respuesta positiva afecta tanto al médico como al paciente pues ambos esperan
obtener ese resultado. Pero puede ocurrir que por más eficiencia técnica que tenga el médico y
por más obediencia y adhesión total del paciente al procedimiento médico, el algunos casos no
hay respuesta adecuada a ambos esfuerzos porque en el paciente opera como una fuerza interior
inconsciente de resistencia a ser curado. Freud intentó explicar esto como una posible
complicidad del sujeto con el dolor pues su enfermedad es una especie de escudo de reclamo de
estima ajena o una dependencia de su enfermedad como una cierta consistencia y seguridad que
Freud denominó como beneficio secundario. Este fenómeno de resistencia a curarse es muy
propio de personas necesitadas de estima o de sectores económicos muy deprimidos, que hacen
una especie de dependencia médica o del nosocomio, lo que se conoce como hospitalismo.
El ejercicio médico como arte puede ser considerado cuando el médico puede conservar
la originalidad de su función tradicional hacer algo con tal o cual síntoma, presentado por tal o
cual paciente, esclarecer ese síntoma con el discurso del paciente y no ya leerlo a través del
135
Agrest – REFLEXIONES INEXACTAS DE UN OBSERVADOR MÉDICO
245
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
encasillado científico que reduce cada cuerpo a un cuerpo anónimo.136 Todo paciente nuevo es
un desafío porque siempre, frente al enfermo, no a la enfermedad, no hay una única decisión
terapéutica y esto abre el campo de la práctica médica a una actividad creativa permanente. El
arte es eso: creatividad. El médico que sabe plantear la situación real de un paciente frente a su
enfermedad y que cuenta con los recursos personales para lograr una buena comunicación y
saber educar a través de la docencia médica, puede recrear situaciones inéditas en cada paciente
para lograr el alivio del sufrimiento. El médico que logra ese alivio, por cualquier medio válido
dentro de la ley y la ética, es el artista paradigma del arte médico.
Es probable que en el transcurso de un tratamiento, diversas razones puedan llevar a usar
métodos medianamente aceptados, en las llamadas medicinas alternativas. La polémica alopatía
vs. homeopatía ha sido sedimentada a través del tiempo y hoy se está en condiciones de afirmar
que es lo real y cuál es la especulación de esa polémica. Consideremos los puntos siguientes:
* La medicina alopática suele tener aciertos puntuales en cosas objetivas: una
infección se cura con antibióticos, un tumor con cirugía y así sucesivamente. El
fracaso de la alopatía es el uso excesivo e indebido de drogas y la escasa
concentración del médico en la relación médico paciente. La homeopatía clásica
excluye la cirugía y tratamiento de enfermedades infecciosas, la
ginecoobstetricia, la oncología y la pediatría, carencias que la tornan de dudosa
efectividad.
* Hay drogas que en dosis excesivas son tóxicas y en dosis mínimas son
terapéuticas. Este principio general rige para todas las drogas prácticamente. La
homeopatía nace con el concepto de que las drogas venenosas o tóxicas, usadas
en dosis tan pequeñas que no evidencien su efecto ponzoñoso, como por ejemplo
ocurre con la estricnina y el arsénico, pueden tener efectos beneficiosos sobre la
salud. Esta es una verdad parcial y los adelantos de la ciencia de hoy hacen
prácticamente innecesaria este tipo de medicina si la medicina alopática
procediera con los criterios debidos y no se produjera efectos iatrógenos sino
resultados curativos.
* El ejercicio actual de la homeopatía, en un gran porcentaje de médicos, se reduce
a unas recetas medulosas donde se usan las drogas alopáticas tradicionales, no
homeopáticas, en subdosis tal que su efecto quede ligeramente por debajo del
mínimo indicado. Este cóctel de drogas donde se mezclan indiscriminadamente
psicofármacos, antihistamínicos, hormonas, etc. hace una especie de “tiro de
escopeta” que bajo una receta magistral y previa combinación entre un médico y
un farmacéutico, deja pingüe ganancias a ambos, al repartírselas. En un gran
136
Ginette Raimbault - EL PSICOANÁLISIS Y LA FRONTERA DE LA MEDICINA
246
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
porcentaje de quienes ejercen esta medicina, no en todos, predomina el efecto
lucro de la praxis mientras que en los pacientes que dicen obtener alivio se
produce un efecto placebo por autosugestión. ¿Por qué afirmo esto? Porque en mi
experiencia con el 95% de esos pacientes que he tratado tras una primera gestión
homeopática, he encontrado patologías cuya evolución no fue detenida por la
homeopatía y determinó la interconsulta clínica. En otros pacientes derivados de
la homeopatía no había patologías objetivas sino trastornos psíquicos,
generalmente de ansiedad.
* Luego, no hay competencia de campos médicos entre medicina alopática y
homeopática y está bien comprobados que las patologías orgánicas objetivas y las
metabolopatías en boga (osteoporosis, diabetes, dislipidemias graves) no están en
el campo homeopático. La homeopatía queda relegada a las medicinas de
alternativas que actúan en cosas muy puntuales y que son útiles mientras no
provoquen el fenómeno de sustracción o exclusión de un paciente propio de la
alopatía, a tal punto que distraigan la patología y provoquen secuelas o
agravamientos irrecuperables por demora de tratamiento. En este caso, si la
medicina alternativa es ejercida por profesional habilitado, es materia de
malpraxis.
Es de hacer notar que en este tercer milenio conviven armoniosamente la alopatía con
determinadas medicinas alternativas como la acupuntura, ejercicios yoga, etc.
Otro punto fundamental de esta medicina de tercer milenio que se comienza, es la patología
signada por los trastornos de ansiedad y angustia, que han trastocado la vida del hombre a través
de diferentes estreses, especialmente el distrés. La ansiedad provoca un verdadero “miedo a
vivir” que psicosomáticamente se traduce por diversos malestares condicionados por el distrés y
cuya lista cada día se torna más gruesa y larga debida a los nuevos casos que se van presentando
día a día. El vaciamiento espiritual y la falta de sentido de la vida que va ganando a todos los
estratos sociales, son causa evidente de enfermedad física y espiritual. Este es el nuevo desafío
de la medicina que deberá correrse más hacia las ciencias de la comprensión o del espíritu que
hacia la ciencia médica tradicional y en esto va avanzando la Medicina Holística que trabaja en
el campo de la tríada mente-espíritu-cuerpo.
El médico del tercer milenio, le guste o no, tiene que ser prototipo o paradigma de un buen
hombre antes que buen médico para dar el ejemplo a sus pacientes. Un médico angustiado mal
puede servir a otro hombre-paciente angustiado de igual modo. Y como antes dije, un médico
fumador no podrá aconsejar con autoridad no fumar, un médico obeso no podrá recetar
adelgazamiento y así continua la lista de todo lo que quita al médico la genuinidad del ejercicio
profesional o praxis. Aunque a muchos le parezca una futilidad, un gran número de pacientes
247
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
prestan una atención exagerada a lo que el médico dice por un lado y hace por el otro. Además
de persona correcta y profesional eficiente, el médico de hoy, en cierto modo, deberá ser
psicólogo, educador y filósofo.
De igual modo, la situación económica que llega con la globalización sume a los sistemas
médicos en una situación de quiebra económica y social prácticamente al borde del colapso. El
médico deberá aguzar todo su ingenio para poder realizar terapéuticas que garanticen el mínimo
imponible de alivio de las dolencias que le consultan, pero más que nunca cobra vigencia la
Medicina Preventiva, pues más vale prevenir lo que no se puede curar o sanar.
Otra cuestión es que la tecnología de ciencia- ficción que ha invadido al mundo ha
provocado un cambio total de conductas. El médico no sólo ha tenido cambios veloces y en gran
número en lo relativo a la ciencia médica en sí, a los instrumentos de diagnóstico y tratamiento,
sino que también ha cambiado el modo y el sistema de estudiar medicina. La información
médica que ahora es por vía satelital, Internet, medios informáticos (programas o base de datos,
DVD, etc.), programas de actualización médica continua a distancia y otros “chiches” de la
tecnología, obligan al médico del tercer milenio a ser tecnológico e incorporar a su mundo la
computadora con todos sus agregados que le permiten acceder a bases de datos e Internet e,
incluso, conectarse con la vía satelital al instante, si quiere gozar de todo esto en su domicilio.
De lo contrario deberá desplazarse a centros o cursos que cuenten con esa tecnología. El clásico
“libro” de medicina sigue existiendo pero cada vez se complica más por los grandes volúmenes
que demanda y que, generalmente, cuando sale a luz muchos de sus conocimientos ya han sido
superados o hay agregados muchos más que los que proporciona el libro.
La medicina es una carrera que nunca alcanzará la meta a pesar de la agilización que las
técnicas modernas permiten una edición más avanzada en menor tiempo. La velocidad y el
número de cambios de la información, segundo a segundo, hacen estériles todas las formas de
información escrita, porque mientras se escribe y se edita, el conocimiento es otro. Por eso la
imagen o letra “instantánea” de la antena satelital o de Internet, es el único modo de tener “ya”
un conocimiento que va pasando, de la misma forma que se lee o se adquiere. Esto obliga al
médico a ser un consumado atleta de la velocidad y correr la maratón sin meta (se debe correr en
forma permanente y sin descanso alguno, tras algo que nunca se alcanza) que le propone la
hazaña de querer “estar al día” en su praxis.
Hoy la exigencia sería “estar al segundo” lo cual significa que se prepara para nada, pues
el esfuerzo de perseguir el conocimiento le impide físicamente la praxis. Este nuevo síndrome
de frustración de la praxis conduce al médico a una especie de depresión que le condiciona su
praxis. O trata inútilmente de correr con la prisa que se le exige o se conforma con un ejercicio
mediocre y medianamente eficaz, con un ejercicio “a la defensiva” para cometer malpraxis
susceptible del castigo legal. Por todas estas circunstancias negativas y la imprevisión e
248
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
impredecibilidad de la profesión, que siempre será de medios y no de resultados, la malpraxis es
la compañera inseparable desde el punto de vista técnico. No así desde el ético y moral, el que
puede manejarse por ser una materia “siempre igual”. La ética y la moral, como el hombre, son
inmutables en su esencia, aunque cambien las formas y apariencias. Por esto y porque el
enfermo necesita más de un ordenador de su vida que un técnico, el médico del tercer milenio
deberá ser más filósofo que médico, a tal punto que la Antropología Filosófica Médica deberá
una materia tanto o más importante que la Patología, la Terapéutica y la Anatomía y Fisiología.
Sé que muchos descreen en esto, pero todo médico que haya practicado la idea, sabe que no es
algo subjetivo, inmaterial, sino un medio concreto y efectivo para la mayoría de las
enfermedades actuales.
En este mosaico que nos plantea el tercer milenio para la praxis médica, otro concepto
que deberá conocerse muy bien es el relacionado con el medio o ambiente (medio ambiente).
Hasta ahora en la etiología o causalidad de las enfermedades se buscaban agentes etiológicos
puntuales. Cuando no había una etiología clara se recurría a entelequias como la “diátesis”, la
predisposición, la genética, etc. Hoy se sabe que hay una “contaminación ambiental” que está
causando muchos males físicos y espirituales y dentro de esta contaminación están los llamados
factores ambientales que a manera de los llamados agentes o factores desencadenantes van
condicionando la aparición de diversos cuadros clínicos.
Ya aclaramos que Alberto Solari, un destacado estudioso argentino de la genética
humana, investigador superior del CONICET, en un breve comunicado firmado, con relación a
la nueva genética que la Biología Molecular ha permitido tras el conocimiento del Genoma
Humano, nos dijo: “un cambio tan notable y profundo no podría dejar de traer aparejados
posibles o previsibles perjuicios, entre los cuales se menciona el menoscabo de factores
ambientales en la enfermedad, porque el excesivo protagonismo de la genética puede oscurecer
los factores dietarios, infecciosos, tóxicos y ocupacionales de la enfermedad. Sin embargo, el
mayor perjuicio es en la esfera social y política, donde se arriesga despreciar el valor de la
educación y la transmisión de valores culturales en general”.
El mensaje de Solari encierra conceptos muy valiosos, pues la alteración del medio
producida especialmente por el hombre, trae como consecuencia la enfermedad y, aunque se
comprueben factores genéticos en la patogenia o etiopatogenia, no hay que olvidar que hoy se
están probando las llamadas mutaciones genéticas adquiridas a través de factores ambientales
que pueden llevar al distrés y uno de estos distreses son el ahora conocido “distrés respiratorio”
que altera a las mitocondrias y quizás otros tejidos, aumentando los factores oxidantes que dañan
a la célula mutando su genoma. Felizmente estas mutaciones no son hereditarias en la mayoría
de los casos, pero han contribuido al aumento de la hipertensión arterial, a las cardiopatías, a las
metabolopatías, especialmente diabetes del adulto y la dislipidemias, en personas que nunca
habían tenido antecedentes heredofamiliares, pero que ahora tienen genes alterados o mutados.
249
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
La existencia de esos genes alterados no debe confundir al médico que “sin más” atribuye la
patología a la falla genética que presupone como predisposición heredada y deja de lado el factor
ambiental. Es más importante, en estos casos, el factor ambiental como causa real de
enfermedad y no la falla genética en sí que es consecuencia y no causa de la enfermedad.
Conceptos de este estilo son los que marcan la medicina del tercer milenio y son a los que tiene
que estar abierto el médico de hoy con una verdadera “antena existencial” (además de la
satelital). Desde otro punto de vista, lo antepuesto hace válido el criterio de Bunge: "El entorno
influye pero no crea, no hay red sin nodo, todo proceso es una asociación de estados". Siempre,
desde lo estrictamente médico, el entorno, como medio de influencia en la formación de un
estado patológico, es una “asociación de estados”, puesto que el medio mismo no es una entidad
con un solo factor sino que constituye un verdadero “grupo de factores” que interactúan y que no
son agentes individuales de acciones aisladas.
Desde otra perspectiva, la despersonalización y la deshumanización de la sociedad y del
hombre actual en general, es como una epidemia más contagiosa que los modernos virus letales
(HIV, Ébola, etc.). Se contagia velozmente y los estragos son totales. El médico que no sepa
prevenirse de esta pandemia, caerá en las generales de las circunstancias y pecará por falta de
humanidad. Un médico deshumanizado es la antítesis del paradigma que venimos pregonando.
Todos los fenómenos que han mal alterado las relaciones personales del médico con todos los
otros congéneres, incluyendo sus colegas y pacientes, son los que el médico del tercer milenio
debe evitar a toda costa. No puede “bajar la guardia” y “entregarse” a la desesperación, porque el
destino final, además de la malpraxis, será su destrucción personal y será una víctima más de la
depresión profesional que en mayor o menor grado afecta a todos los médicos del tercer
milenio. Para poder interrelacionarse con el medio, consigo y la vida, el médico de este tercer
milenio tiene las únicas armas efectivas para superar todos los males ambientales que hemos
descrito y que son su espada de Damocles, y estas armas son:
1. su inteligencia
2. su afectividad
3. su voluntad
con las tres juntas en bloque, deberá comenzar una etapa de educación existencial, que además
de las materias del espíritu, incorpore la materia de aprender a vivir, para alcanzar el
pensamiento trascendente que le permita profundizar dentro de él y de los otros y extraer lo
mejor de cada uno para que con la afectividad del amor a sí mismo (autoestima) y de amor al
prójimo (caridad), aplique toda su voluntad a aprender y enseñar a vivir.
Se debe resucitar al buen hombre y sobre él construir el buen médico. Creo, con las
salvedades propias del caso y descartando determinadas concepciones religiosas, que el discurso
250
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
de Erixímaco137 sobre el amor y la medicina: “es bello también, en el caso de los cuerpos
(humanos) complacer las tendencias buenas y saludables de cada cuerpo, y así se debe hacer, y
esto a lo que se dado el nombre de medicina. En cambio, es vergonzoso complacer a las
tendencias malas y morbosas y es preciso mostrarse con ellas intransigente, si se pretende ser
médico con el dominio del arte. Pues en la medicina, para definirla brevemente, el conocimiento
de las tendencias amorosas del cuerpo138con respecto a llenarse y a vaciarse,139 y el que
diagnostique en esas tendencias el amor bello y el morboso es el médico mejor capacitado”. La
tesis filosófica de Erixímaco es que la medicina debe tender a buscar y mantener la armonía de
las funciones orgánicas respetando el ritmo natural de las mismas (acuerdo), sin cometer excesos
ni errores (desacuerdo). Alaba la morigeración sin excesos y que debe buscarse el placer sin
excesos (para lo cual hace alusión a “los apetitos relativos al arte culinario”, considerando así
que un buen médico debe saber qué es una buena alimentación, como base de la salud, para
poderla enseñar a sus enfermos. Otro tanto hará después con el uso del alcohol y de las
conductas sexuales (recordemos que en EL BANQUETE se alude y alaba el amor homosexual
por mancebos jóvenes y bellos y la pederastia).
Luego, ante el panorama oscuro de algunos aspectos de la medicina actual, que la
desesperación no se apodere de nosotros, porque nos puede ocurrir lo que le pasó al bueno,
inefable y siempre recordado Dr. Renée Favaloro, quien se suicidó, no por que estuviera mal,
sino porque había perdido las esperanzas de estar mejor.
Otro factor muy importante en el ejercicio de la medicina de este tercer milenio es
reencontrar el “arte médico” que consiste en una especie de virtuosismo personal puesto en
acción cuando se realiza el acto médico. Esta cualidad artesanal empieza con el famoso “ojo
clínico”140 o capacidad de deducir, a través de la simple observación, la presencia de signos o
síntomas compatibles con un cuadro clínico de una determinada patología. Es el famoso
“diagnóstico a primera vista”. Evidentemente la artesanía médica no sólo depende de una
habilidad y predisposición personal, sino también de un correcto y amplio conocimiento médico.
No hay arte sin pericia.
Otro componente del arte médico es la obtención de la cura por el medio adecuado, ya
sea por la ortodoxia de la alopatía o como fruto de aplicar una medicina alternativa. También
cuenta aquello de la imagen o figura del médico que tiene un magnetismo individual que lleva a
decir “con sólo mirar al médico, ya se siente mejoría”. Es la imagen del médico que despierta un
Platón – EL BANQUETE, Ediciones Orbis, España, 1983,
De acuerdo a los conceptos de los traductores es posible que Erixímaco usara la palabra amor en referencia a lo
que sería “deseo”, es decir, prefiere decir tendencias amorosas del cuerpo en lugar de deseos del cuerpo
139
Erixímaco usa términos “llenarse” y “vaciarse” que Hipócrates refirió como “repleción” y “evacuación”
(vocablos actualmente muy usados en medicina) según explican los traductores
140
Yo agregaría el “olfato clínico” ya que muchas enfermedades del riñón, la ocena, la impregnación alcohólica, se
diagnostican con solo sentir el olor del cuerpo o del aliento
137
138
251
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
sentimiento de empatía-simpatía que genera una fe apriorística al comienzo del acto médico y
que obra como una especie de placebo o “cura por autosugestión”. La medicina actual y la del
futuro, de este tercer milenio, exigirá más que nunca, el arte médico. La definición denotativa de
arte engloba todas las cualidades del vocablo: virtud, disposición, habilidad, actividad personal
con una visión desinteresada, maña, astucia (en el buen sentido de estas palabras). Ya he referido
algunos detalles del arte médico, pero creo que lo que más resalta en este arte, además de la
habilidad y predisposición personal, es algo imprescindible a todo médico: cada vez que un
paciente consulta por su mal, al médico se le plantea una situación de investigación del paciente.
Naturalmente realizará todos los actos semiológicos técnicos.
Sin embargo, el arte no consiste en la acción mecánica sino en una fina sintonía con una
interpretación científica y fehaciente de lo que advierte a través de la técnica. Más aún: como
verdadero detective detallista no se quedará con el mero concepto de un libro o de una escuela
médica, sino que indagará, de acuerdo a preceptos de la Medicina de la Evidencia, cuánto trabajo
o estudios tenga a mano o pueda conseguir por sus propios medios. Cotejará todas las teorías y
resultados de las investigaciones, con el caso concreto, para arribar a conclusiones precisas del
origen y la modalidad de la dolencia que le es consultada. Muchos médicos diagnostican “a
priori” y sobre la base de la modalidad en boga para realizar diagnósticos, pues el hábito impone
“seguir la corriente”. El médico con arte escapa a la tentación facilista y cómoda de usar medios
habituales para el diagnóstico e interpretación, e indaga más allá de lo ritual para obtener certeza
y seguridad. Busca eliminar la falla no sólo a través de la buena técnica sino en pos de una fina
intuición. El arte es siempre intuición y creatividad. El médico con arte se destaca por su
capacidad de intuir y su facultad de crear, prescindiendo de lo rutinario. Se cree que el artista
nace, pero no confío en tal adagio y por experiencia propia sé que un arte se puede adquirir con
tesón, trabajo y “transpiración”, pero por sobre todo, con la contracción permanente y la atención
prolongada en buscar ese arte. Es una decisión personal del médico adquirir el arte. Luego, un
artista o nace o se hace. Todo depende de la vocación, del deseo y de las ganas que se tenga por
conseguir un arte. Los grandes maestros de la medicina no sólo eran grandes eruditos o
profesores galardonados, sino fueron verdaderos creativos de la medicina, los que les llevó a
destacarse y trascender.
Bunge critica con suma razón a algunos de los filósofos que se ocupan de temas médicos,
a los que consideran que las enfermedades son “construcciones sociales” (en el sentido de que el
hombre forma un concepto abstracto, una idea, sin fundamento ni entidad). Es evidente que en
este siglo XXI no es la peste ni las plagas las que intimidan a la medicina, sino otros malestares
que sí constituyen construcciones sociales (“productos exclusivos de la sociedad”) como la
drogadicción, la disforia de género, las hambrunas (no sólo de pueblos africanos y de casos de
desnutrición severa sino también de las villas miserias o de los núcleos sociales del submundo de
la indigencia que padece subnutrición). El médico, de algún modo tiene que habérselas con estos
malestares de la sociedad porque tarde o temprano es consultado por terapias para curar la
252
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
drogadicción, las enfermedades venéreas de homosexuales o los problemas psíquicos de los
mismos o la subnutrición infantil. La violencia social, ya sea por la delincuencia, la violencia
familiar o los piquetes de saqueos de comercios o cortes de ruta o simple manifestaciones de
protesta sindical o por problemas sociales (falta de servicios, falta de seguridad, falta de sistema
de salud, barras bravas deportivas, pandillas barriales, etc.). Todo ello genera traumatizados,
trastornos psíquicos y muertos. Y en todos estos hechos debe siempre se requiere la presencia de
la ambulancia y del médico. El accidente vial, el accidente de trabajo es otro fenómeno de
construcción (origen) social que afecta a la medicina. La medicina debe crear nuevas ramas
como la medicina deportiva, la medicina del trabajo, la accidentología o infortunística, etc.
Con esto quiero decir que el panorama de la medicina del tercer mileno ya no es la
enfermedad natural que considera Bunge y los médicos en general, pues la ciencia médica tiene
armas para resolver de algún modo las consideradas patologías naturales, pero está inerme con
los malestares construidos por la sociedad (los hechos inducidos por las conductas humanas
desviadas), es decir, por el propio hombre como es el distrés y los otros malestares ya señalados.
El distrés (término aceptado oficialmente por un congreso médico mundial recientemente y que
yo señalé a fines del siglo pasado en un artículo en una revista médica)141 es como especie de
degeneración del fenómeno de estrés que Hans Selye comenzó describiendo como “reacción de
alarma” y que consiste en la secreción de neurotransmisores, como las catecolaminas (adrenalina
y noradrenalina) que el organismo animal secreta para preparar al cuerpo a enfrentar un conflicto
que le obliga a luchar o huir.
Posteriormente Selye con otros autores describieron al fenómeno que genera la reacción
de alarma y que llamaron estrés agudo, al que consideraron como reacción natural del organismo
animal (y posiblemente vegetal) ante situaciones de confrontación que exigen una respuesta o
una adaptación. Pero con el tiempo, la investigación del fenómeno en los humanos demostró que
el hombre, a diferencia del animal, en el estado de estrés no sabe huir ni luchar y queda
entrampado. Este fenómeno de atrapamiento sin salida genera también una reacción estresante
pero no natural y que es el estrés crónico o estrés trivial cuya adaptación es anormal y no reside
en la homeostasis, sino en la llamada alostasis. Entonces, se propuso el nombre de distrés para
denominar este “estrés patológico” (que en alguna medida es el que describe el diccionario de la
Real Academia Española). El fenómeno estrés, por sus características fisiológicas y
fisiopatológicas, tomó desprevenida a la ciencia médica, en un momento en que todavía no se
dilucidaban mecanismos de neurotransmisores y la relación de cerebro y función orgánica y se
desconocía el sistema APUD de células extracerebrales que reaccionaban por impulso locales
pero terminaban siendo reguladas por reacciones cerebrales.
141
Antonio Paolasso - CLASIFICACIÓN O TIPOS DE ESTRÉS, Revista Argentina de Psiquiatría Biológica,
Publicación de la Asociación de Psiquiatras Argentinos, Vol. V Nº 41, Buenos Aires, 1998
253
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Hoy que la biología y la psiquiatría han develado mucho de lo que ocurre en situaciones
denominadas estresantes, recién comienza a difundirse el fenómeno del distrés, el cual si bien
parte de una función orgánica natural de defensa del cuerpo, el hombre con su mente lo ha
transformado en otra construcción social, dado que la enfermedad psicosomática radica en
cuadros médicos conocidos por otras causas ajenas a la mente (gastroenteritis, cardiopatías,
broncopatías, etc.) que ahora se imbrican con lo endocrino, lo inmunológico, lo genético y lo
psíquico y da lugar a afecciones provocadas exclusivamente por el mal manejo mental que el
hombre hace de su vida individual y social.
Es probable que Bunge no desconozca esta situación pero evidentemente su visión
filosófica de la misma no es la de un médico que es el que enfrenta y actúa en ella, como actor y
no como espectador. Es verdad que los médicos ven a las enfermedades o malestares o
afecciones de causas naturales (infecciones, cáncer, malformaciones, etc.) pero desconocen
mucho sobre la etiología o causa de las enfermedades autoinmunes, de algunas afecciones
osteoarticulares, de enfermedades psicosomáticas. Aún hay médicos escépticos sobre los factores
ambientales que producen enfermedades, no por causas muy naturales, sino por equívocos en la
conducta humana. Debemos admitir, malgrado, que en este tercer milenio coexisten malestares
naturales y malestares de construcción social (insisto: no construcción social no en el sentido de
formación de una idea sin entidad por obra de la razón humana, sino construcción de un hecho a
través de la conducta social humana). Por eso entiendo que la función de la filosofía en la
medicina no es definir qué es enfermedad, qué es un diagnóstico, qué es un tratamiento, cosas
que la medicina ya tiene resuelto. El problema se suscita cuando los médicos no tienen
conocimientos semánticos profundos y dan demasiadas connotaciones que producen más
confusión que esclarecimiento. Es cuestión de bucear todo lo escrito en nombre de esta ciencia.
La propia medicina ha creado la bioética para contrarrestar los efectos del mal uso de la
tecnología, ha creado la medicina antropológica, la medicina de la evidencia y otros instrumentos
que regulan y conforman la conducta médica correcta y la comprensión exacta del fenómeno
considerado enfermedad o malestar o dolencia.
Los fenómenos del aborto inducido por el hombre y la eutanasia y el uso de drogas no
son problemas naturales. Son fenómenos nacidos y criados en la sociedad y que el propio
hombre ha planteado contra el orden natural. Por supuesto, la aceptación o el rechazo dependen
de la voluntad humana, pero no debe confundirse al conformismo social con lo no natural,
como un derecho a cualquier cosa. Los derechos personalísimos aceptados social y legalmente
por el hombre son actitudes positivistas (derecho escrito) que no surgen del derecho natural.
Incluso esos derechos se contraponen cuando se enfrentan los que sostiene el derecho
personalísimo al aborto o el derecho personalísimo a defender la vida en todas sus formas,
incluyendo la fetal. La opción por ser abortista, eutanasista o drogadicto o de apoyo a esos
derechos personalísimos, no significa de ningún modo que la actitud sea inteligente, natural y
completamente racional. Es conocido que el hombre tiene tendencia a las dualidades como
254
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
modos de ser, pero el fenómeno en sí no es causa para denominarlo “natural” simplemente
porque existe.
La tecnología es un fenómeno que también existe pero de ningún modo es obra del orden
natural. Es obra del hombre. Si no podemos distinguir esto con claridad mental suficiente, de
nada valdrá filosofar porque no se está usando el sentido común o la sensatez, sino simplemente
se enuncian las preferencias personales, aunque para ello debe recurrirse a raciocinios que
operan más como filosofemas (que obran como filosofismo o abuso de la filosofía con fines de
falsedad, sofismos, entelequias). Hay silogismos que guardan apariencia de razonamiento bien
estructurado pero que sus conclusiones no son reales o verdaderas, sino que pueden resultar
falsas o equívocas o contradictorias. En este sentido, hay tres aspectos bien definidos sobre los
silogismos:
1. el filosófico o lógico: analiza la naturaleza y la estructura del silogismo
2. el lingüístico: indica su denotación, connotación y etimología y cómo se usa el
lenguaje
3. el psicológico: la intención o la idea con la cual se usa el silogismo
La falacia y el paralogismo es una especie de razonamiento válido sólo en apariencia
porque el juicio presentado como conclusión no corresponde una conclusión real o verdadera.
Etimológicamente, falacia proviene del latín fallacia que significa falso, engañoso y fraudulento.
Con esto, tendremos que falacia puede significar algo falso, o algo engañoso o algo fraudulento o
las tres cosas a la vez. Fattone distingue cada una de estas intenciones:
1. sofisma: es cuando la falacia responde al propósito de engaño o dolo
2. paralogismo: la falacia indica únicamente una falsedad sin propósito de engaño
Los sofismas142 fueron estudiados por Aristóteles143 cuando debió analizar el
pensamiento de corrientes que guardaban la forma de ser filosóficas, pero en realidad eran
meramente sofisticas144 y los que sostenían o militaban en dichas corrientes fueron llamados
sofistas. La intención de Aristóteles fue estudiar, además del razonamiento y el lenguaje con que
se los traducía, los procedimientos de los sofistas, como así también la forma de discutirlos, que
pasó a ser considerada el arte de la discusión. Discutir era oponerse a las falsedades sofistas,
evitando las sutilezas para emplear razonamientos contundentes basados en el sentido común y la
La Real Academia Española define a sofisma como “razón o argumento aparente con que se quiere defender o
persuadir sobre lo que es falso”
143
Aristóteles - ORGANO
144
El sofístico es un movimiento cultural de la antigua Grecia del siglo V a. de C., que intentaba renovar los hábitos
mentales tradicionales mediante el análisis del lenguaje y su utilización para influir en los ciudadanos, pero que
terminó siendo un movimiento que se apartó del sentido común y usaba silogismos de refinada sutileza pero que sus
conclusiones no eran reales ni verdaderas. De ahí que sus dichos o silogismos pasaron a ser llamados sofismas,
sinónimo de razonamiento engañoso
142
255
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
certeza, evidencia y verdad. Evitar sólo lo aparente para ir a lo esencial, pues lo aparente es
diverso y equívoco, mientras lo esencial es unívoco y único. Aristóteles clasificó a los sofismas
en:
1. Resultantes del lenguaje: acá el error surge del uso del lenguaje en sentido
confuso. Esa confusión puede provenir del sentido de las palabras o del sentido
que se les quiere dar a las mismas, pero que se usa una frase ambigua. En el
primer caso, Aristóteles habla de equivocación y es cuando el sentido de las
palabras es equívoco porque no se cuida explicitar cuál es el significado con qué
se emplea. Sucede con los parónimos y con las cosas que tienen el mismo
nombre. Fattone pone por ejemplo de equivocación, a la palabra Venus que bien
puede referirse al nombre de un planeta o al de una diosa. De igual modo puede
suceder con llama que puede ser la del fuego, o el animal o el verbo. En cambio,
Aristóteles habla de anfibología que se aplica al sofisma que contiene una
expresión con sentido confuso. Fattone emplea la frase libro de fulano, en donde
fulano puede ser el autor o el propietario del libro.
2. No resultantes del lenguaje: el error del sofisma no está en el lenguaje o palabra o
forma de usar las palabras, sino en la materia misma que se está discutiendo; es un
sofisma por ignorancia del asunto. El error del sofisma es que lo que dice puede
ser no contradictorio pero por la forma en que se expresa pueden pasar por
contradictorio. Según Fattone es un sofisma muy frecuente en las discusiones
cotidianas y comunes. Un ejemplo puede ser: “la ciencia no es beneficiosa para
la humanidad, pues ha conducido a la bomba atómica” La aparente contradicción
entre “ciencia no beneficiosa para la humanidad” y la existencia real de beneficios
que la ciencia aporta y aportó a la humanidad, en este caso se debe a que la
ciencia, en general, contiene aspectos paradójicos o contradictorios. La tecnología
biológica puede hacer milagros con nuevas técnicas quirúrgicas o descubrimiento
de biología molecular que ayudan en mucho al bienestar, a la salud y a la vida,
pero también, en lo genético, contiene hechos pocos claros como la clonación
humana y la genoterapia. Asimismo, por un lado mejora la vida humana y por
otro produce elementos que la conducen a la muerte prematura o artificial.
Otros aspectos de los sofismas son los llamados:
* Petición de principio
* Círculo vicioso
La petición de principio es un sofisma que recurre, como prueba, a aquello que se quiere
probar. Por ejemplo: las tentativas de demostrar el V postulado de Euclídes o el uso de la frase
256
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
“si lo castigaron es porque ha hecho algo”, es decir, no se prueba lo que ha hecho, sino que se
presume que fue hecho por haber recibido un castigo (sobre todo si no se dan las causas que
llevan a tal castigo). Es lo sucedido en el período de represión política bajo regímenes militares
donde se castigaban a determinadas personas por pertenecer a una idea política, religiosa, a una
etnia o a una determinada condición social, sin que se demostrara que había un hecho delictivo
puntual que ameritara un castigo.
El círculo vicioso, en cambio, es una variante de la petición de principio. Se invoca como
prueba de lo que se quiere probar, precisamente, aquello que se quiere probar, ocultando el
procedimiento o recurriendo a palabras que lo disimulan. Siguiendo el ejemplo anterior de
petición de principio, se arguye: “si lo castigaron es porque ha hecho algo, y si ha hecho algo,
es bueno que sea castigado”. El razonamiento contiene una construcción de apariencia lógica,
pero carece de toda prueba de que habría “hecho algo”, lo cual no es afirmado sino supuesto.
Esta suposición la introduce el si condicional que encabeza la frase.
En la paradoja, la intención genérica de todo juicio es que necesariamente tiene que ser
verdadero o falso, lo que conduce a que no hay término medio entre verdad y falsedad. Este
carácter absoluto de los principios de la lógica clásica suele tener algunas excepciones en cuanto
a que no se pueden aplicables a ciertas proposiciones, lo cual plantearía un cierto grado de
relatividad al aparente absolutismo lógico clásico. Un ejemplo de estas excepciones son las
paradojas o razonamiento correcto cuya particularidad es: partir de una proposición
aparentemente no contradictoria y que tiene sentido pero que conducen a una conclusión
contradictoria y sin sentido. Las galimatías consiste en un discurso o escrito embrollado, oscuro,
desordenado, con frases impropias e ideas confusas.
Nuevamente he usado una digresión para entender que las razones aducidas para defender
determinadas posiciones individuales frente a problemas creados en la sociedad (no por la
naturaleza), pueden no ser verdaderos, sino el uso de un relativismo filosófico para amparar una
idea o gusto personal mediante los recursos dialécticos descritos. Este fenómeno no sólo es
patente en lo referente a determinadas ideas personales, doctrinas políticas o religiosas,
cuestiones filosóficas, sino que se encuentra en las ciencias médicas, en muchísimas hipótesis
médicas consideradas como principios verdaderos.145 No soy opositor violento o compulsivo de
los relativistas, pero no admito que se pretenda que lo relativo tiene el mismo nivel que lo
absoluto (en el sentido de verdad). Esto ya lo expliqué antes porque un fenómeno,
ontológicamente, nunca es relativo sino absoluto puesto que no puede tener entidades diferentes
Es el caso de las presuntas enfermedades hereditarias bajo el nombre de “predisposición familiar”, “diátesis”, etc.
(várices, artrosis, etc.) donde no hay un gen o partícula genética que cumpla las leyes mendelianas de la herencia
genética, ni árbol genealógico comprobado. Los cambios genéticos (deleciones) que puedan encontrarse se deben a
la epigénesis inducida por factores ambientales y que producen lo que hoy se conoce como mutaciones genéticas
adquiridas no hereditarias, pues los genes cambiados están en el DNA somático pero no en el de las gónadas. En
estas mutaciones falla el DNA mitocondrial pero no el DNA nuclear.
145
257
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
y contradictorias. Es verdad que un ratón pueda tener genes similares a los del hombre, pero esto
no significa que el ratón comparta la esencia humana ni el hombre asimile la esencia del ratón.
El hombre es hombre y el ratón es ratón. Esto es pensar sensatamente y con sentido común y no
necesita mucha preparación académica ni una brillantez mental de supergenio para
comprenderse.
Si vamos a filosofar debemos hacerlo en base a una estricta sensatez. De lo contrario
aceptaremos como bueno tanto la verdad como la falsedad, la esencia como la forma, lo que
parece ser pero no es. Chersteton146 aludió a la insensatez como la actitud del que se arroja al
mar en bote y en pleno océano agujerea la embarcación para hundirla. ¿Para qué usó el bote y lo
agujereó si simplemente podía suicidarse arrojándose al mar? En realidad lo que el autor hizo es
una comparación que sirve para plantear la cuestión de para qué nos casamos si estamos
pensando en divorciarnos (esto especialmente dedicado al matrimonio católico que no admite el
divorcio habitual). En virtud de estos razonamientos he resaltado en este parágrafo como el
sentido común es la oposición a la necedad o estupidez.
El sentido común sería el instrumento o herramienta que todo hombre posee
esencialmente, a modo de facultad interior que permite interpretar debidamente no sólo la
percepción exterior que llega a través de los sentidos sino también de la percepción interior de
todos los fenómenos intelectuales o emocionales conscientes e inconscientes que nos ocurren,
para evitar la conducta desviada y manejarse con la conducta racional, correcta, auténtica y
sabia. Lo que sería su verdadera “razón de ser”. La racionalidad nos lleva no sólo a la
conducta inteligente, sino al manejo afectivo y emocional contenido y positivo y a la expresión
de una voluntad férrea de “hacer lo debido”. Nos impide entrar en la irracionalidad de la vida
instintiva negativa, de caer en conductas erradas, licenciosas y dañinas para nosotros y los
otros. Como sentido es una facultad de percibir, pero no a través de sentidos, sino en forma de
sentimiento: sensación de percibir lo obvio, lo correcto y lo necesario en sentido absoluto. Es
el nexo interior obligado del pensamiento inteligente con la correcta y simple interpretación de
la realidad circundante. Es la visión no distorsiva de las cosas, sino tal cual éstas son.
De ahí la necesidad inmediata e insoslayable de que la filosofía se convierta en una
filosofía de la sensatez, para ayudar al hombre de hoy a recuperar su dignidad humana y le
permita el reencuentro con su esencia auténtica para desligarlo de la inautenticidad que lo
desnaturaliza y le quita el sentido a su vida. Es probable que de poder realizar la posibilidad de
corregir la mente y la conducta humana descarriada, se pueda obtener una mejoría generalizada
de los problemas acuciantes de la humanidad actual de este siglo XXI. Los pueblos que han
apelado a la sensatez han mejorado no sólo su estándar de vida social y económica, sino que han
elevado su nivel cultural y espiritual, permitiendo instalar un mundo más estable y confortable,
146
G. K. Chesterron - LA SUPERSTICIÓN DEL DIVORCIO
258
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
no perfecto, pero al menos más aceptable. La perfección sigue siendo utópica. Pero el deseo de la
misma siempre es lícito y vigente.
Personalmente creo que si la perfección es posible, la única forma de alcanzarla es a
través de la espiritualidad. Y ésta está en el dominio de la razón y “lo razonable”. La conjunción
de razón, sentimiento y voluntad es el fruto de esa espiritualidad y su totalidad. Y a todo esto lo
preside la inteligencia. Ergo, si la filosofía auténtica es, de algún modo, la expresión completa de
la inteligencia, transitivamente sería el instrumento ideal de la espiritualidad, en cuanto a que el
alcance de la misma puede lograrse a través de la inteligencia y de la perfección de la razón
obtenida con el buen juicio o pensamiento correcto.
El pensamiento médico filosófico no debe alejarse de la sensatez o sentido común, el cual
nos dice que ante una intervención médica dudosa o incorrecta, es mejor “dejar operar a la
naturaleza” que oponerse a ella. Luego, lo que afecta al orden natural, al orden que impone la
naturaleza en la vida humana, nunca será sensato. La solución humana al problema natural debe
surgir siempre de la pura inteligencia puesta al servicio del sentido común y de la verdad, con un
pensamiento crítico que contenga todos los puntos de vistas posibles. La conducta del médico
siempre debe ajustarse a su función de protector de la salud y la vida humana y curador de las
dolencias. El desvío de esta simple sentencia o una conducta que afecte el primun non nocère
(que puede causar daño al médico, al paciente o ser escandalosa) no es el paradigma de una
filosofía de la medicina (aunque se pretenda ser realista, materialista y cientificista). El realismo
es tener conciencia de realidad, es decir, saber darse cuenta de lo que los fenómenos son y no
imaginarlos en forma de apariencia sino pensar en su esencia. El materialismo debe residir en la
conducta apropiada y práctica frente al problema y en el uso de instrumentos pertinentes y
eficaces.
Coincido con Bunge que una dolencia o enfermedad no se cura con el idealismo, sino
necesita de la acción material de la ciencia médica, pero con la premisa de una buena y correcta
praxis. La conducta científica reside en el espíritu certero para investigar la etiología o causa de
un malestar médico, a fin de determinar un buen diagnóstico y un mejor tratamiento.
Naturalmente, en lo relativo a la medicina, lo científico o técnico debe acompañarse del arte
médico. Lo del “arte médico” puede resultar abstracto o abstruso a quien no sea médico o al
médico que no llegó a conseguir ese arte, pero de ningún modo lo es para aquellos grandes
maestros de la medicina o los médicos reconocidos por la humanidad e, incluso, los médicos
desconocidos que mueren rodeados del cariño y reconocimiento de sus pacientes que reconocen
todo el bien que esos profesionales hicieron y que no consiguen encontrar en otros galenos.
Dicho de otro modo, filosofar sobre medicina es repensar todo lo conocido y dicho sobre
la ciencia médica, pero apuntando a conclusiones metafísicas relevantes, transcendentes, de
consenso universal y de permanencia en el tiempo. Por eso se debe apuntar al modo correcto de
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
pensar del médico y de los científicos médicos para que su obra se ajuste a la sensatez del orden
natural y a la esencia de la ciencia médica, que es curar y no dañar o matar a un paciente. E
insisto que la filosofía del médico de este tercer milenio va más allá de lo meramente técnicocientífico, para introducirse en los fenómenos sociales que desvirtúan a la naturaleza humana y le
causan completo malestar físico, psíquico y social, a fin de comprenderlos en lo que son y no lo
que parecen ser. El pensamiento médico necesita ser crítico y holístico para afinar la conducta o
praxis tanto en el ejercicio de la medicina, como en la investigación médica y en la docencia
médica, que debe rehuir de todo principio seudocientífico y no probado certeramente con
correctos estudios multicéntricos, insisto, de amplio consenso científico universal. Los
fenómenos médicos de la práctica de la medicina, actualmente centran más en la conducta o
praxis del médico que en el conocimiento científico, dado que como dije, las ciencias avanzan y
se perfeccionan a un nivel que exige una excelencia del acto médico, pero que en la práctica esa
excelencia queda muy lejos de una inmensa (cada vez mayor) cantidad de médicos asistenciales.
He remarcado que los desvíos de las ciencias, en particular de la praxis médica, no sólo
reciben sanción moral y legal sino que la misma naturaleza castiga por los errores cometidos.
Las filosofías equívocas sobre la medicina, lejos de ayudar, pueden profundizar la crisis, por no
advertir las verdaderas cuestiones o por soslayarlas por otras no tan pertinentes. Dejo a mis
colegas médicos y a los filósofos no médicos de todas las layas, esta inquietud mía sobre lo que
podría ser un pensamiento filosófico médico. Hay temas que no he abordado más
profundamente, dado que he escrito sobre bioética, un tratado de praxiología médica y sobre la
mal praxis, en lo que enfoco todos los temas hasta el presente considerados como filosofía de la
medicina. Pido que todos mis ambiciosos deseos sean considerados como genuina tendencia a
mejorar los aspectos no dilucidados de la ciencia médica y mis aseveraciones no se consideren
como nacidas de la soberbia o la pedantería. Lejos de mí tales intenciones. Como ya lo expresé,
intento, a pesar de todas mis imperfecciones, de comunicar la idea de alcanzar un punto de
excelencia para la investigación médica, la práctica de la medicina y la docencia médica, cuyo
lado negativo ha sido remarcado por miles de autores. No quiero que mi trabajo sea una crítica
más, sino que la crítica que realizo es para resaltar ciertos aspectos del enfoque de la medicina
que llevó a las frustraciones y fracasos que he señalado.
Creo sinceramente que la filosofía médica no reside en dar definiciones sobre los asuntos
propios de la ciencia médica y del médico, sino en cambiar el “pensamiento médico”, por lo que
he estructurado casi el 80% de mi proyecto en describir los diferentes modos de pensar y he
arriesgado analizar el pensamiento en sí, en cuanto al modo en que la mente humana llega a
formular un pensamiento. No sé si he logrado lo propuesto o sólo he conseguido escribir un texto
farragoso y plagado de las mismas falencias que critico. Si es así pido perdón a mis lectores. Si
no resulta de ese modo, hago una profunda petición a mis colegas médicos para lograr el cambio
personal que permita encontrar la excelencia preconizada para toda la ciencia médica, su
desarrollo y su práctica.
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
COROLARIO
He elegido algunos textos para apoyar mucho de lo que he dicho en este trabajo, a fin de
que no se pueda concluir que he exagerado o tergiversado algunas realidades médicas que he
descrito. Iré agregando los textos que encuentre, aún después de terminado este trabajo. La
intención de este corolario es mostrar la coincidencia del pensamiento filosófico universal
surgido de personas distintas y que no se han conocido entre sí.
“Convertirse en un buen clínico debería ser un objetivo inaplazable de cualquier
estudiante de medicina. Convertirse en un mejor clínico ha de ser una ambición de cualquier
médico en ejercicio. „En el cuidado del paciente, el médico necesita conocimientos científicos, el
adiestramiento técnico y comprensión humana‟ (Harrison). Sólo cuando las tres facetas citadas
se han adquirido convenientemente y se mantienen con adecuada calidad, el médico puede
recibir legítimamente el calificativo de buen clínico o buen profesional. En efecto, las
disociaciones entre las tres facetas citadas ocasionan notables distorsiones entre en las
características de numerosos profesionales que, de este modo, dejan mucho que desear. Hay
médicos, particularmente jóvenes, en la época de la vida caracterizada por la especial brillantez
memorística, que citan de modo apabullante para el auditorio síntomas y signos pertenecientes
a los síndromes más raros o filiados por epónimos difíciles de retener. Sin embargo, su
brillantez de conocimientos teóricos está trágicamente disociada con una falta total de
adiestramiento técnico o de capacidad de aproximación al enfermo, necesarios para recoger
con objetividad la existencia de signos y síntomas, a partir de los cuales poder construir las
hipótesis relativas a la existencia de un síndrome o entidad nosológica concretos. Todavía más
penosa es la situación de aquel facultativo que, si bien sabe establecer correctamente el
diagnóstico de la mayor parte de los trastornos orgánicos de un enfermo, es sin embargo
incapaz de ofrecer a su paciente el mínimo grado de simpatía y calor humanos, con lo cual
fracasa estrepitosamente en la imprescindible relación médico-enfermo y, evidentemente, no
puede recibir el calificativo de buen médico, pues es rechazado por sus pacientes. El objetivo
del médico es el cuidado de los enfermos. Éstos deben ser los protagonistas de nuestra
profesión. Toda la actividad del clínico debe estar presidida por un pensamiento central: el
261
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
bienestar de nuestros pacientes. El ejercicio médico emplea obviamente métodos científicos para
resolver sus problemas, pero es evidente también que la práctica clínica no ha de ser tan sólo
científicamente perfecta, sino que es preciso que esté impregnada de comprensión humana,
madurez y sabiduría, para determinar en cada momento qué camino es el más beneficioso para
un paciente concreto” (Farreras-Rozman – MEDICINA INTERNA: 7, 14ª edición, Vol. I,
Harcourt, España, 2000, en el capítulo “Fundamentos de la práctica médica hoy y mañana”
escrita por Rozman, pág.7)
“La inventiva y la especulación son las primeras cualidades del espíritu humano, también en el
campo de la ciencia. Pero el hombre de ciencia, antes que inventar o descubrir algo nuevo,
necesita realizar un gran trabajo de purificación de lo conocido, de lo viejo. Ante el enfermo el
valor de la ciencia es relativo; depende del sentimiento del artista, de la justeza y del tacto en la
aplicación de las teorías. Puede que la desconfianza cada vez mayor que le tiene el público a la
Medicina, la ineficacia y tal vez lo ridículo de algunas terapéuticas, se deba a la confusión de
los símbolos indispensables para la ciencia médica y de un paciente concreto. Los médicos, por
el contrario, ven en sus enfermos las enfermedades descriptas en los tratados de Medicina y
confunden los conceptos de espíritu y de método, de ciencia y de técnica. No conciben,
prácticamente, que el ser humano es un todo, que las funciones de adaptación se hacen
extensivas a todos los sistemas orgánicos y que las divisiones anatómicas son artificiales. La
división del cuerpo en cierta cantidad de partes hasta hoy ha sido ventajosa para el médico,
pero dañina y costosa para el enfermo; y de seguir así, resultará también perjudicial para el
médico. Es preciso que la Medicina tenga en cuenta la naturaleza del hombre, su unidad y su
unicidad. Su única razón de ser es la de aliviar el sufrimiento del enfermo y curarlo. Hay que
apelar a los métodos científicos y valerse del espíritu; pero la Medicina no puede ser
parangonada con otra ciencia; y quien la enseña no puede ser un profesor cualquiera o como
cualquier otro. Los médicos especializados en anatomía, fisiología, química, patología, etc.,
tienen un limitado conocimiento de acción, pero el médico necesita de conocimientos
universales. Debe tener seguridad de juicio, una gran resistencia física y una capacidad de
actividad incesante. Si otros hombres de ciencia pueden moverse en el mundo de los símbolos
solamente, los médicos casi siempre deben enfrentar realidades concretas y pocas veces ante
abstracciones científicas. Les es necesario conocer simultáneamente los fenómenos y los
símbolos, examinar los órganos y la conciencia del enfermo, penetrar en el mundo tan variado
de cada individuo. Hay médicos que acostumbran a aplicar a todos sus enfermos los mismos
conocimientos científicos; del mismo modo que si hiciera endosar un mismo traje a personas de
talle diferente. El éxito no puede depender solamente de la ciencia, sino de la habilidad que se
tenga para conocer las características que hacen de cada ser humano un individuo en sí”
(Alexis Carrel – LA INCOGNITA DEL HOMBRE, Joaquin Gil Editor, Bs. As, 1940)
“El que cura, el que realiza el acto supremo de restituir la vida o la salud a un semejante, debe
hallarse en una situación psicofísica superior, o por lo menos, distinta a la del común de la
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
gente. No todos pueden llegar a ser médicos, aun cuando hayan logrado poseer conocimientos
adecuados. Antes era frecuente comprobar que de generación en generación se transmitían el
arte y la ciencia de curar, de padres a hijos; y eso, a medida del tiempo, producía una afinación
y una selección de cualidades psicofísicas, con las que el médico se identifica, por así decirlo,
con el enfermo, de modo que no considera al paciente como un algo ajeno a la enfermedad, o a
ésta aisladamente del paciente, para ponerla en el frío y árido cuadro nosológico, como un
trabajo exclusivamente cerebral.
La misma iglesia católica, para poder colocar en el altar a un santo, exige el milagro; y nueve
veces sobre diez el milagro consiste en una curación. Es, entonces, necesario que entre médico y
enfermo medie una cierta distancia, como en la antigüedad, distancia que hasta tiene la sanción
irónica de Balzac: „el médico es un hombre que casi siempre está vestido de negro, que
administra drogas desconocidas a un cuerpo más desconocido aún‟
En estos tiempos standard, como se acostumbra a decir, también el médico ha seguido la
corriente. Se ha acercado demasiado al público, y, mediante la denominada vulgarización de la
ciencia, ha hecho daño a los pacientes y se lo ha hecho a sí mismo. Los pacientes creen saber
cosas que en realidad no saben, han perdido la fe y no consideran con respeto y devoción al
médico; los médicos, a su vez, han desnaturalizado su ministerio, han perdido la austeridad de
su sacerdocio, no tienen cultura general ni hábitos de observación, carecen de capacidad para
la meditación filosófica y de un sentimiento superior de humanidad, aun rozándose con tantas y
tantas miserias. Descienden cada vez más, perdiendo el sentido hierático de ese arte divino, lo
que hace que el médico sea empujado cada vez más hacia el mercantilismo.
Hoy las relaciones entre médico y enfermo constituyen una relación comercial, un libro de
partida doble; cada uno de los dos… contendientes busca la manera de adulterar los números a
su favor.
Es una lucha a cuchillo, especialmente si se trata… ¡de casos quirúrgicos! El cliente recurre a
todos los procedimientos astutos para huirle al médico, quien lo está acechando como el gato a
la rata. Y quienes tienen a su alcance el teléfono hacen preguntas y más preguntas al médico,
que en verdad resultan otras tantas consultas.
Las páginas especiales de los diarios, el consejo del médico de las revistas populares; la
enciclopedia, que provee el conocimiento de la terminología abstrusa; el cachet famoso, los
sellos de aspirina, la sugestión del boticario – no siempre desinteresada – completan la obra.
¡Cosa extraña! Estos expedientes son menos utilizados cuanto más pobre es el cliente. Llegan al
máximun en los grandes hombres de negocios o, mejor dicho, en los hombres de grandes
negocios.
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
Acostumbradas a conocer la potencia del dinero, que concede todas las satisfacciones y permite
todas las imposiciones, adquieren una envalentonada seguridad de sí mismos, llevando al plano
de la defensa de la salud los métodos que utilizan las grandes empresas comerciales.
Un médico digno es puesto brutalmente en la puerta, porque el dinero permite llamar a otro, o a
otros más, y si es necesario, o no lo es, permite también ir a París, a Berlín o cualquier otra
parte para consultar a los más célebres profesores. La enfermedad, para esta gente, ya no
consiste en errores dietéticos y malos hábitos, ni es debida a ansias desordenadas en la carrera
alocada hacia la riqueza, o por una constante sucesión de placeres, de la mañana a la noche y
de ésta al siguiente día. Para ellos la enfermedad y el remedio son hechos externos, que no
tienen nada que ver con las personas enfermas, sino que depende de la habilidad del médico y
de la acertada elección del método curativo. Y el resultado no puede ser más desastroso. Esta
gente es la que paga el mayor tributo al sufrimiento humano. El dinero se evapora en las manos
de esos desgraciados, a medida que disminuye la eficacia de la medicina y de los médicos
consultados.
La muerte, para un pobre diablo es la liberación del infierno de la vida, para esta gente
constituye una preocupación atrozmente atormentadora, que contribuye a la destrucción de las
últimas resistencias. La Némesis severa e implacable avanza para restablecer el equilibrio de
las cosas humanas. Y demasiado tarde advierten que la salud no puede ser tratada como un
negocio cualquiera, lo que el primitivo siente como castigo, expiación o advertencia, ya no halla
consuelo en una fe adquirida por necesidad, o la que ha llegado a ser como una nueva actividad
comercial de la empresa Inútiles las plegarias, vanas las donaciones a la iglesia y sin resultados
las bendiciones especiales del Papa. Desgraciadamente, no se puede llegar al paraíso en
aeroplano. Y hay que seguir la trayectoria: desde las inyecciones de aceite alcanforado hasta
las unciones de los santos óleos, y por fin el elogio fúnebre al ilustre extinto.
Podría parafrasearse el enunciado maquiavélico y decirse que los pueblos tienen los médicos
que se merecen. Unos y otros se baten en el mismo terreno, con las mismas armas, aun cuando
posean rasgos psicológicos opuestos, que se deben encontrar por necesidad. Controlando las
diversas fases de este duelo, con ánimo sereno y sin preconceptos, terminamos por hallarnos
ante las más desconcertantes comprobaciones.
Casi siempre un enfermo no es en el comienzo sino un pobre de espíritu, sin curiosidad por la
vida, aburrido, por motivos diversos, desde los más fútiles hasta los más graves. Un hombre de
la calle diría que el enfermo es un sujeto que no tiene ganas de trabajar, porque el que trabaja
no tiene tiempo de enfermarse. Y, en efecto, se observa frecuentemente la existencia de algunos
de un sentimiento de pudor o de vergüenza por su enfermedad, como si se creyeran culpables. Y
se comprueba también en el público en general una indiferencia, por no decir desprecio, hacia
las personas que no gozan de buena salud.
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
En la vida espiritual de los mediocres (que constituye la gran mayoría) existe, entre los
elementos más activos, un mal disimulado deseo de sufrir, para llamar la atención sobre sí
mismos y hacerse interesantes. Conscientes de su propia inferioridad volitiva, tratan de lograr
una situación a expensas de la energía y de la piedad de los demás, desarrollando como una
especie de vampirismo que le absorbe al médico las cualidades superiores de su inteligencia y la
asistencia fraternal. La costumbre que tienen muchos de cambiar de médico como de vestido o
traje, según las variaciones del tiempo, no es un simple capricho, sino más bien la necesidad
instintiva, vampiresca, de ir a la búsqueda de un sujeto fresco, para substituirlo después, y
sucesivamente, por otros. (Evelino Leonardi – LA CRISIS DE LA MEDICINA, Joaquín Gil,
editor, Buenos Aires, 1941) (Nótese que es un libro escrito por un médico, antes de la época de
antibióticos y tecnología avanzada, donde el mayor invento médico era la radiografía y el
microscopio)
“Aunque existen campos de la vida y del conocimiento que no entran en el dominio de la
ciencia, he visto que muchas personas se guían por la suposición de que la visión científica del
mundo debería constituir la base de todo conocimiento y de todo aquello que es cognoscible.
Este es el materialismo científico. Mientras que no conozco ninguna corriente de pensamiento
que propague explícitamente dicha noción, parece ser un presupuesto común que se da por
sentado. Esta visión sostiene la fe en un mundo objetivo, independiente de la contingencia de sus
observadores. Presupone que los datos analizados por un experimento son independientes de las
preconcepciones, percepciones y experiencias de los científicos que los analizan. Subyace a esta
visión la suposición de que, en última instancia, la materia, tal como la describe la física y la
gobiernan las leyes de la naturaleza, es lo único que existe. En consonancia, dicha visión
sostendría que la psicología se puede reducir a la biología, ´la biología a la química y la
química a la física. Mi preocupación aquí no es tanto argumentar en contra de esta posición
reduccionista (aunque yo mismo no la comparto) cuanto llamar la atención a un punto de
importancia vital: que estas ideas no constituyen un conocimiento científico sino un
posicionamiento filosófico, metafísico, para ser más precisos. La teoría según la cual todos los
aspectos de la realidad son susceptibles de quedar reducidos a la materia y sus diversas
partículas es, a mi modo de ver, tan metafísico como la que contempla la existencia de una
inteligencia organizadora, que creó la realidad y la controla. Uno de los problemas principales
que pueden derivar del materialismo científico es la estrechez de miras que resulta de él y el
potencial de nihilismo al que podría dar lugar. El nihilismo, el materialismo y el reduccionismo
so, sobre todo, problemas desde un punto de vista filosófico y, en especial, humanista ya que
pueden llegar a empobrecer nuestra manera de entendernos a nosotros mismos. Por ejemplo,
que nos consideremos criaturas biológicas nacidas del azar o seres especiales dotados con la
dimensión de la conciencia y la capacidad moral, tendrá un impacto en nuestra forma de vernos
y de tratar a los demás. En este contexto, muchas dimensiones de la plena realidad de la
existencia humana – el arte, la ética, la espiritualidad, la bondad, la belleza y, por encima de
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
todo, la conciencia – quedan atribuidas a las reacciones químicas de nuestras neuronas en
acción o son consideradas manifestaciones de constructos puramente imaginarios. El peligro
consiste en reducir a los seres humanos a nada más que a máquinas biológicas, productos
azarosos de la combinación aleatoria de genes, cuyo único propósito en la vida es cumplir el
imperativo biológico de la reproducción. Resulta imaginar cómo acomodar en el seno de tal
cosmovisión cuestiones como el sentido de la vida o el bien y el mal. El problema no son los
datos empíricos de la ciencia, sino la concepción de que dichos datos, y ellos únicamente
constituyen el terreno legítimo para el desarrollo de una cosmovisión integral o el único medio
apropiado para responder a los problemas del mundo. La existencia humana y la propia
realidad abarcan más de lo que puede explicar la ciencia actual.” 147 (Dalai Lama – EL
UNIVERSO EN UN SOLO ATOMO, Sudamericana, Bs. As. 2014)
147
La ciencia siempre dependerá de la existencia humana y la propia realidad y no al revés
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MILENIO – Fasc. 1 del Segundo Ciclo de PROAMI
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
INDICE
INTRODUCCIÓN, 1
I – CIENCIA Y SENTIDO, 17
II – LA MEDICINA COMO PENSAMIENTO ASPECTUAL, 31
III – PENSAMIENTO HOLISTICO VS. PENSAMIENTO ASPECTUAL, 45
IV – PENSAMIENTO CRITICO, 55
V – PENSAMIENTO Y METODO DE PENSAR, 73
VI – CUESTIONES FUNDAMENTALES DE LA MEDICINA, 141
COROLARIO, 256
BIBLIOGRAFIA
(Primera publicación marzo del 2013)
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
PREFACIO
La Medicina en una ciencia desconcertante. Aún, los que la elegimos como profesión nos
sentimos en ellas como si estuviéramos sobre un flan o una gelatina. No hay un punto de
equilibrio de firmeza y estabilidad. Podemos descollar como intelectuales médicos con un
currículo brillante, un diploma con medalla de oro y otros honores pero frente a un paciente
común y concreto, con un malestar concreto que puede ser común, o no, no es posible
enfrentarlo con convicción y seguridad. No hay dudas de que no hay dos enfermos iguales.
Podrán existir casos similares. Pero aún dentro de la similitud hay alguna diferencia. Toda
actividad médica práctica, asistencial, varía de un médico a otro. Todo funciona como si
existiese “cada médico con su librito”. Es evidente la diferencia de conceptos médicos de un
profesional a otro, de conductas médicas y de métodos médicos. Si bien la Medicina es una
ciencia de “escuelas” – grupo de conceptos e ideas sobre la etiología y tratamiento de las
enfermedades – no es menos cierto que muchas de esas “escuelas médicas” (sajona, española,
etc.) sustentan principios contradictorios (a veces equívocos). Pero como la Medicina es una
profesión de opciones (se elige la especialidad, la escuela a seguir, el modo de ejercer o si se
hará docencia o investigación) por lo que la diferencia de pensar y obrar en cada médico puede
reflejarse como caótica. No ocurre lo mismo cuando un médico con clara vocación de servicio y
de amor a la ciencia se prepara intelectualmente y prácticamente, con las ideas y conceptos bien
claros y buscando aplicar la medicina de la mejor manera o del modo más acertado. Son los
médicos que en el anonimato se destacan por sus aciertos y el amor que sus pacientes le tienen o
son los que llegan a trascender a la historia por sus obras y trabajo. Esta realidad hace de la
profesión médica una profesión también desconcertante, como la medicina misma. Nunca se
puede saber a ciencia cierta cuál es el profesional adecuado. Muchos trascienden por su habilidad
para operar, pero tras su carrera no es el amor a la medicina y a los pacientes el móvil de su
habilidad, sino la prosperidad económica profesional. Es cierto que una gran especialización,
sobre todo la quirúrgica, exigen poseer una cierta fortuna para viajar y estudiar, adquirir el
instrumental quirúrgico, pero los honorarios no sólo cubren esos gastos sino que originan
fortunas personales. En algunos casos, muchos profesionales no comparten esa fortuna
accediendo a intervenir sin honorarios u honorarios mínimos para ayudar al enfermo que necesita
de ellos. Sin embargo, otros crean fundaciones que de alguna manera hace que su habilidad
llegue a los que no pueden costear los altos honorarios. Pero como es vox populi es indudable
que aquél que paga más y al contado (con el eufemismo de “privado”) nunca tendrá el mismo
trato que el paciente de “obra social” o el “sin recursos”.
El “médico de batalla” (obra social, hospital, centro de salud) de bajos honorarios y alta
demanda de servicios, de modo tal que el sistema sólo le da diez minutos por paciente, es
evidente que no podrá nunca realizar “medicina en serio”. No puede dedicar a su paciente una
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
consulta adecuada, extensa y con un examen completo porque las exigencias de la cantidad y el
horario le impiden atender al paciente por más de los diez minutos. Debe limitarse al síntoma
(medicina sintomática), al azar (pruebe esta pastilla y vuelva) o a la interconsulta o derivación a
otro especialista. Muchos de esos médicos terminan siendo indiferentes, irónicos, descuidados o
“mañosos” creando un servicio médico pésimo. Están “atados” económicamente al “puesto” y no
tienen el valor de “luchar contra el sistema” por lo que terminan con conductas pésimas que
denigran la figura del médico y el respeto del paciente hacia el médico. He descrito otros tipos de
conductas profesionales en un parágrafo de este trabajo pues hay una lista larga de
desprolijidades en el ejercicio de la profesión.
Pero también he aclarado que los defectos surgen de las personalidades previas de
muchos médicos que no saben distinguir lo que es separar lo individual de lo profesional. No se
puede trasladar al trato con los pacientes los defectos personales. Esto implica otra faceta de la
medicina: el profesional médico que la ejerce. Luego, lo desconcertante de la medicina está en
todo lo que le es esencial: en la enfermedad en sí, en la propia ciencia médica y en lo personal
del profesional médico asistencial.
El médico asistencial auténtico tiene grandes problemas. Al tomar contacto personal con
los pacientes, se encuentra, que aunque aplique toda la técnica médica en forma correcta (buen
examen físico, solicitud de estudios, diagnósticos acertados y tratamiento correcto), con que el
paciente “es refractario” al tratamiento o “no responde al tratamiento” y curiosamente persiste
enfermo. O bien: da el trato personal y profesional correcto pero el paciente no cumple lo que
debe para curarse (no hace caso al médico). Suele ocurrir con el fumador que no quiere dejar el
vicio, el obeso o el diabético que no quiere perder sus costumbres gastronómicas, el hipertenso
que no cambia su estilo de vida, etc. También está la paradoja: el que acude por un mal y luego
comenta, misteriosamente, que “sólo al ver y conversar con el médico” lo mejoró. El paciente
que concurre con un cáncer y lo cura espontáneamente. El paciente con cáncer terminal y ya
completamente en estado de inanición que “resucita” porque el médico le autorizó a “hacer lo
que quiera y le plazca”. Es larga la lista de los resultados paradojales e inexplicables para la
ciencia médica y el médico.
No siempre la correcta aplicación de la técnica médica garantiza la curación de un mal o
enfermedad. Siempre hay “algo” que escapa tanto al médico como a la ciencia médica e influye
para mal o para bien en la salud del paciente que consulta. Esto es lo que ha llevado al aforismo
médico: “no hay enfermedades sino hombres enfermos”. Y éste es el mayor desafío no sólo de la
ciencia médico sino del propio médico. Conocer, descubrir ese “algo” que va más allá del
conocimiento científico y profesional es lo que demanda al médico auténtico una preocupación
inquietante para interpretar cómo es y funciona ese “algo” que interfiere en la correcta práctica y
en la obtención del “resultado eficiente” de un tratamiento. Si el médico logra descifrar algo de
ese “algo” no es precisamente por el conocimiento científico o la erudición perital sino porque el
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
médico desplegó también “algo” especial que no estaba en el estudio académico de su profesión.
Es lo que tradicionalmente se ha conocido como el “arte médico”. Esa extraña habilidad personal
de un médico para “comprender” al enfermo y “tener la respuesta adecuada” “dando en el clavo”
es lo que transforma al médico en un verdadero artesano de la medicina dado que no sólo sabe
aplicar la ciencia médica sino que logra entablar la suficiente empatía con su paciente para
adecuar el tratamiento a su personalidad con el “talle justo de su camiseta”.
Esta cuestión ha llevado al dilema actual de la responsabilidad del médico. Se ha emitido
la teoría de una responsabilidad profesional que sólo consiste en que el médico sólo es
responsable por la correcta aplicación de medios y no por los resultados de esa aplicación
correcta. He explicado que no siempre esa “correcta aplicación” da el “resultado correcto”. Es
conocido el caso de los cirujanos que realizan un “correcto acto quirúrgico” pero el paciente
fallece por causa de la cirugía a pesar de la corrección de la misma. Y así sucesivamente con
otros tratamientos dados con aparente “diagnóstico y estudio correcto” pero que finalizan con
secuelas graves o la muerte del paciente. En estos casos “correctos” que no curan sino empeoran
o matan es la causa de la ahora llamada “malpraxis” o “mala praxis”. Pero Demogues logra
imponer en los medios judiciales la teoría de “medios correctos” y la exclusión de los resultados
para defender la presunta responsabilidad de los médicos. Por otro principio jurídico (el de
razonabilidad) se sabe que el enfermo no acude al médico para que le aplique “medios correctos”
sino para que lo cure por “cualquier medio”. No es el fin del médico y de la medicina aplicar
sólo medios correctos, sino lograr el fin último que es curar. Acá se cumple a rajatablas el
aforismo “no importan los medios sino el fin”. ¿Para qué sirve el medio correcto si el enfermo se
agrava o muere? O más bien: ¿Es correcto el medio que agrava o mata a un paciente? La
razonabilidad nos dice que no hay que confundir el fin con el medio. Y en medicina lo razonable
no es el medio considerado técnicamente correcto, sino el medio adecuado para lograr curar. No
es la corrección técnica del medio lo que vale sino que ese medio sea el que cura y no el que
enferma más o mata. Si no es así, ningún medio es correcto sino logra sanar al enfermo o aliviar
su enfermedad. En el criterio de la justicia o de la legalidad, en medicina, no debe prevalecer lo
formal sino lo esencial: la salud del enfermo. Dar prioridad a la formalidad de un procedimiento
médico en detrimento de la salud o la vida de una persona no es justo ni razonable.
Finalmente, vamos a la esencia científica de la ciencia médica. Como toda ciencia no es
perfecta ni exacta. Cambia la tecnología y el punto de vista, cambia el concepto científico. Esta
sola verdad es tremenda. La falta de certeza absoluta y la implantación de una verdad relativa no
sólo desconcierta sino que apabulla. El llamado conocimiento científico, base del empirismo y
del materialismo de la ciencia médica es confuso y tambaleante dado que cambia a medida que
cambian los parámetros científicos, no hace, precisamente, que la ciencia médica sea totalmente
confiable y sólo deba aceptarse en la ciencia médica el principio llamado “estrictamente
científico”. Si no existe el cientificismo absoluto sino relativo, ¿qué garantía me ofrece tal
cientificismo objetivo y materialista? El hombre no es roca ni animal ni vegetal. Es un ser vivo
273
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
muy especial que enferma de un modo totalmente distinto a cómo enferma un animal o un
vegetal. El animal, se ha dicho, enferma por partes pero queda totalmente invalidado: una herida
en una pierna y puede considerarse animal muerto sino deambula. Igualmente le ocurre con una
infección o una enfermedad orgánica. Cualquier cosa parcial de su cuerpo enfermo le invalida
totalmente únicamente en lo físico y lo coloca al borde de la muerte sino es asistido. El vegetal,
contrariamente, se ha dicho que enferma por partes: si una rama o un tallo enferma, el vegetal se
puede desprender de él y seguir su vida eficazmente. Incluso, se le corta la parte enferma y la
vuelve a reproducir. No ocurre esto con el animal. Incluso, muchos vegetales afectados
totalmente y muertos aparentemente, pueden volver a emitir nuevos brotes y “resucitar”.
Difícilmente un animal enterrado resucite. En cuanto al hombre puede enfermar parcial o
totalmente. Pero su mente no vive la enfermedad como el animal o el vegetal. El hombre se
preocupa por su parte enferma y a veces un simple dolor le invalida todo el cuerpo. Esto
significa que la mente del hombre enfermo, no el cuerpo, le afecta en forma total. Pero el hombre
busca movilizarse con un cuerpo no herido mortalmente a diferencia del animal que tiene uno o
varios miembros heridos. De todos modos, el hombre, cualquiera sea su afección, “vivencia” su
enfermedad mentalmente y no actúa por instinto como el animal ni completamente por
mecanismos reparadores automáticos. Puede sobreponerse a su dolencia o desmoronarse por la
misma a tal punto de “morir por preocupación intensa” o “curar por autosugestión”. ¿Cómo
puede la ciencia médica meter esto en un laboratorio y procesarlo científicamente en forma
empírica, objetiva y material? ¿Cómo puede la ciencia médica objetiva y materialista entender y
estudiar por medio matemático, deductivo o la simple reproducción en laboratorio, de ese “algo”
que recién expliqué y que modifica todo intento científico puro?
Estas preguntas no son capciosas o mal intencionadas ni equívocas ni fantasiosas. Son
dudas auténticas ante el “fenómeno médico real”. La preocupación de los nuevos científicos
médicos les llevó a investigar todos esos “fenómenos inmateriales” que escapan a los parámetros
científicos objetivos, matemáticos y materialistas. No podían ubicar esos fenómenos en el
laboratorio ni reproducirlos artificialmente. La tecnología les proveyó últimamente de aparatos
tecnológicos extraordinarios como el S.P.E.C.T.148 que permite ver como el cerebro reacciona
frente a los fenómenos inmateriales, pero de ninguna manera la instrumentología tecnológica
permite conocer esencialmente y reproducir el fenómeno inmaterial en un laboratorio. Pero lo
importante, científicamente, es que esa instrumentología ha permitido saber con certeza que
el fenómeno inmaterial existe. Ya no se puede negar. Sobre la base de la certeza de la existencia
del fenómeno inmaterial en la salud del hombre que puede condicionar o causar una dolencia
física, muchos investigadores médicos buscaron encontrar y sistematizar científicamente al
fenómeno inmaterial que calificaron de “fenómeno espiritual”. Primariamente se habla de
148
Este método de tecnología de imágenes se denomina SPECT (sigla inglesa donde S = escáneo; P = positrones; E
= emisión, C = computarizado; T = tomográfico) y se puede traducir como escáneo tomográfico computarizado por
emisión de positrones. Es un método superior a la RMN y se hace en base a sustancias radiactivas y las imágenes
recogidas se procesan por computadora.
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
psicología en general y psicología en particular. Freud introduce su teoría del “aparato mental”
que luego sus seguidores principales (Jung y Adler) intentarán sistematizar en teorías
psicológicas. Nacen las llamadas ciencias médicas como la Psiquiatría y de ellas el psicoanálisis,
la Psicología Experimental que pretende materializar con testes y otras pruebas las
manifestaciones mentales o espirituales y medir los fenómenos intelectuales (inteligencia) y los
afectivos-instintivos como también los volitivos. Alguien llamó a esto las “ciencias espirituales”
de la medicina. Pero pronto la escuela filosófica del materialismo entró a negar la cientificidad
de esas disciplinas y a considerarlas una especie de “charlatanería médica” seudocientífica.
Es verdad que muchas de estas ciencias crearon escuelas con algunos errores y
especulaciones no felices, crearon una mente patológica y perdieron de vista la mente normal del
hombre. Sus tratamientos tienen efectos erráticos y no siempre eficientes. Pero no es menos
cierto que al menos se ocuparon plenamente de captar el fenómeno espiritual y encauzarlo en
métodos de una especulación con formalidad científica que creara conceptos de consenso
científico universal a través de estudios multicéntricos. Contrariamente, los materialistas optaron
por abogar por la corriente “abolicionista del alma” con la mera, lisa y llana negación de la
existencia del alma y nada más. Para ellos no existe ni el alma ni el espíritu porque ningún
aparato médico ha reconocido y medido la “energía espiritual”. Yo me preguntó: ¿se puede
medir la autosugestión sanadora? ¿Cómo se prueba la fisiología de la remisión espontánea de un
cáncer comprobado? ¿Cuál es el medio científico para darle sustento con método a la explicación
de la recuperación de un coma prolongado en años o meses donde los aparatos habían probado la
muerte cerebral y la respiración y circulación sanguínea era sostenida mecánicamente por otros
aparatos y la nutrición era completamente artificial? No conozco ningún texto científico que
justifiquen “científicamente” estos fenómenos ciertos e innegables. Más aún: son los propios
científicos materialistas como Penfield, los que han sugerido la existencia de la energía
espiritual.
Los avances más espectaculares, en lo científico de estas ciencias médicas fue en la parte
farmacológica, pues la creación de los psicofármacos permitió atenuar o ayudar a encontrar la
forma de superar las dolencias mentales o psicológicas y los llamados cuadros psiquiátricos, que
las ciencias médicas básicas (clínica, cirugía, pediatría, obstetricia y sus especialidades como
cardiología, neumonología, neurología, etc.) no podían estudiar ni diagnosticar ni tratar. Por este
motivo, a pesar de sus imprecisiones e imperfecciones, las ciencias médicas incorporaron la
especialidad de la Psicología, la Psiquiatría y el apéndice del psicoanálisis clínico y
experimental. Lejos están esas disciplinas de ser completamente eficientes y de solucionar todos
los males que tratan. Esta frustración científica es lo que lleva a sus modificaciones constantes
hoy apoyadas en la rama médica nueva de las neurociencias que comienzan a englobar todas esas
afecciones en el estudio directo del cerebro, de los neurotransmisores, de las reacciones
fisicoquímicas que esos neurotransmisores realizan y en los circuitos neuronales y sinápticos de
los sistemas nerviosos central y autónomo. Sin embargo, la fragilidad científica de las ciencias
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Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
médicas espirituales y de la nueva neurociencia, no significan que no tengan ningún valor
científico, a tal punto de que se pregone su abandono o su extinción. Lo que esas ciencias deben
buscar y obtener es un método objetivo que las acerque más a la realidad del fenómeno espiritual
del hombre y su salud y no les haga producir teorías científicas absurdas como puede ser la teoría
de que el cerebro es la fuente del alma o espíritu (e incluso, el fundamentalismo de que es el
órgano de la vida). El extremismo de tratar de “materializar” el fenómeno espiritual en un órgano
en un intento biologista materialista, no justifica de ninguna manera que esa ciencia médica haya
encontrado y solucionado el misterio del fenómeno espiritual. Sólo ha logrado equivocar el
medio y el concepto científico, al tratar de materializar lo inmaterial.
La filosofía de la ciencia médica, de existir, debe ser una filosofía ortodoxa como método
racional perfecto. La razonabilidad de la filosofía de la ciencia médica consiste, valga la
redundancia, en “razonar” el fenómeno médico tal cual es. Esta cuestión nos dice que esa
filosofía no debe imponer cánones o reglas de cómo tiene que ser la ciencia médica, sino
indicarnos cómo es actualmente, cuáles son sus virtudes y defectos, no perder de vista la esencia
de la ciencia médica y debe abarcar lo material y lo inmaterial de la salud del hombre, para que
la ciencia médica conozca y trate ambos fenómenos por igual, buscando la certeza de sus
conocimientos y reconociendo la temporalidad de los conceptos científicos médicos. No hay una
ciencia médica absoluta. Pero la filosofía de la ciencia médica no puede ser aspectual y relativa
como esa ciencia, sino que la profundidad filosófica debe tender a la búsqueda del concepto
absoluto que se acerque a la esencia y no a la formalidad de la ciencia médica y de toda la
medicina en sí. Una cosa es el fenómeno médico de la dupla hombre enfermo-hombre sanador y
otra cosa es el medio conocido como ciencia médica al cual debe apelar el hombre sanador para
atender al hombre enfermo.
La formalidad del medio debe concordar con la esencialidad del hombre enfermo. Ese
hombre enfermo, según lo he resaltado, es algo más que un fenómeno material y su enfermedad
tiene un componente material y mucho de inmaterial. Esto explica que el mero materialismo
médico no pueda abarcar toda la efectividad de una sanación. Se necesita algo más que meros
medios materiales para curar las enfermedades del hombre. Esto es lo que obliga al razonador
filosófico a abarcar globalmente al fenómeno e incluir lo material y lo inmaterial de la
enfermedad humana para considerar la esencialidad de la ciencia médica. No es cuestión de
apresuramientos filosóficos que intenten en forma absoluta decir que la ciencia médica es
únicamente una ciencia material, porque falta a la verdad. Y toda filosofía que evada la verdad
no es filosofía puesto que no es amiga del conocimiento veraz. Ninguna filosofía es tal si se basa
en una falta a la verdad. Y la verdad absoluta es que el fracaso de la ciencia médica materialista
(alopática) es la que lleva a la ciencia médica alternativa (homeopatía, psicología, psiquiatría,
psicoanálisis, etc.). La tarea del presunto filósofo de la ciencia médica no es negar los fenómenos
que presenta lo que hoy se conoce como enfermedad humana ni criticar aciertos o errores
científicos ni describir lo que ocurre con la medicina actual. Lo primero es reconocer la
276
Antonio Paolasso – EN BUSCA DE UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÉDICA
existencia de fenómenos ya innegables como es lo material y lo inmaterial de la enfermedad
humana, lo segundo es realizar un análisis crítico de la realidad médica actual y lo último es
alcanzar un concepto filosófico esencial que no haga perder de vista lo material, lo inmaterial y
la relatividad de la actual ciencia médica, relatividad que es parte de todas las ciencias humanas
conocidas. Hasta ahí llega el trabajo de razonar la verdad de la ciencia médica actual. Este
razonar será trascendental filosóficamente si logra encuadrar debidamente al fenómeno médico
real y sentar las bases fundamentales de la esencia de la ciencia médica y no de las formas de la
misma. Las formas de las ciencias médicas actuales es lo que ha llevado a la gran polémica de
científicos y de filósofos. Pero esa polémica de las formas es sólo eso y nada más. Si no busca lo
esencial (lo invisible a los ojos de las formas) será otra polémica estéril de nunca acabar y de
meras refutaciones.
La filosofía de la medicina no reside en la ciencia en sí, en los medios ni en las
definiciones o conceptos de los factores que involucra la ciencia médica. La filosofía de la
medicina, como toda filosofía, reside en el pensar médico que se ejerce en cada etapa del
desarrollo de la ciencia médica, que no es perfecta sino perfectible. El pensar médico obra, no
sobre lo material de la medicina que es siempre temporal y cambiante y no da lugar a conceptos
filosóficos definitivos, sino sobre la inmutable esencia de la medicina y esa esencia está más en
el médico que aplica la ciencia médica o en el que la investiga. En eso Bunge tiene toda la razón
al pensar en una filosofía de la ciencia médica para médicos.
Humildemente es lo que este opúsculo imperfecto que propongo, pretende hacer. ¡Ojalá
pueda alcanzar algún objetivo!