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La lámpara de Diógenes, revista de filosofía, números 26 y 27, 2013; pp. 185-200.
La historia de la filosofía
¿método, campo de estudio
o única vía?1
Jorge Ordóñez Burgos
“¿Cuando intentamos hacer historia científica hacemos acaso algo científico
o también adaptamos a nuestra propia mitología esa tentativa
de hacer historia pura?
Mito y significado,
Claude Lévi-Strauss
Aspectos fundamentales de la cuestión
Construir una definición de lo que es la filosofía es uno de los temas que
ha presentado grandes encrucijadas a los filósofos de todos los tiempos. A
primera vista, parecería que se trata de dar con una simple explicación que
capte las actividades disciplinares llevadas a cabo por profesionales, empero,
no es sencillo abordar siquiera un asunto que, históricamente ha resultado
polémico y marcado por la falta de consenso. Al revisar lo hecho en el pasado,
se verá la frecuencia con la que una escuela de pensamiento descalifica a la
otra, en ocasiones llegando al extremo de ni siquiera considerarla filosófica.
Cuando revisamos las ideas de filósofos específicos, tampoco encontramos
muchas coincidencias; por ejemplo, poco tienen en común Vico y Comte, a
pesar de ello, a los dos se les considera filósofos. La “disparidad filosófica” de
manera alguna es una nota que debilita la transcendencia e importancia de la
filosofía, por el contrario, da noticia de la inquietud de quienes la cultivan;
a la par, brinda retos importantes a quienes pretenden hacer un ejercicio
de comprensión en el que se proponga, en líneas generales, qué ha sido la
filosofía al pasar de los siglos.
La permanencia de la pregunta ¿qué es la filosofía?, podría conectarse con
el ejercicio abierto del pensamiento, un proceso de liberación de dogmas y
prejuicios; no obstante, un examen de esta clase puede verse entorpecido
por escuelas y corrientes cerradas al diálogo que entronizan a sus fundadores,
otorgándoles la dignidad de cuasi profetas. En el Occidente, la filosofía, al
lado de la ciencia y la tecnología, es una de las grandes tradiciones culturales;
a través de ella se exalta la vocación crítico-racional, cimiento y bandera de
una identidad que nos “distingue” como pueblos civilizados y progresistas.2
185
Lo cierto es que, cuestionar qué es la filosofía es una investigación histórica,
cuyas respuestas serán siempre provisionales. Posiblemente, el día que se
concluya qué es la filosofía de manera consensada, clausurando la posibilidad
a réplicas, en ese momento la filosofía habrá terminado. De entrada, pues,
es importante apuntar que la concepción de lo que es la filosofía está sujeta
a las necesidades, limitaciones y posibilidades temporales. La filosofía es un
producto cultural identificado con diferentes prácticas, dependiendo de la
época y el espacio en los que se desarrolle. Bajo “filosofía” suelen abstraerse
varias ideas, actitudes, creencias y conductas. Por ejemplo, hay quienes se
rehúsan a considerar siquiera la existencia de una filosofía popular dentro de
la gran historia de la filosofía; otros reducen el filosofar a ser una tradición
escrita en la que la única manera de trascender e ingresar en la discusión de
ideas es mediante la producción de libros y artículos.
Hay una marcada tendencia a desvincular la historia de la filosofía de la
historia en general, de la historia social y cultural, apelando, fundamentalmente, a la naturaleza conceptual y abstracta de un historiar muy peculiar.
¿Qué se pretende con dicha separación? Eso depende del ángulo en el que esté
parado aquél que responde, algunos podrían decir que es consecuencia de la
autonomía de la filosofía como área de conocimiento, provista de métodos,
lenguaje e historia propios. Otra justificación consistiría en afirmar que la filosofía muestra uno de los puntos de máxima madurez intelectual del hombre,
por ello, la mente puede volverse sobre sí misma para comprender el mundo,
de lo externo y mudable puede prescindirse. La idea hegeliana de historia de
la filosofía es quizá una de las más arraigadas en la mentalidad occidental de
los últimos dos siglos, las Lecciones sobre historia de la filosofía son un manifiesto, una declaración de principios. Fijación del deber ser de una disciplina.
„Man hätte bei solchem Verfahren mit der Geschcite der Philosophie
keinen anderen Leitfaden, als dasjenige aufzusuchen und aufzunehmen,
denn irgendwo und irgendje der Name der Philosophie gegeben worden
ist. In der Tat aber, wenn der Begriff der Philosophie auf eine nicht
willkürliche, sondern wissenschaftliche Weise festgestellt werden soll,
so wird eine Abhandlung die Wissenschaft der Philosophie selbts; denn
bei dieser Wissenschaft ist dies das Eigenschaftliche, daß ihr Begriff nur
scheinbar den Anfang macht und nur die ganze Abhandlung dieser Wisseschaft der Erweis, ja kan man sagen, selbst das Finden ihres Begriffes
uns dieser wesentlich ein Resultat derselben ist. In dieser Einleitung
ist daher gleichfalls der Begriff der Wisseschaft der Philosophie, des
Gegenstandes ihrer Geschichte vorauszusetzen“3 (Hegel, 1993: B 70-82)
Es de subrayarse el carácter efímero que tiene la historia y la banalidad
de su objeto de estudio, en contraste con la historia de la filosofía plena de
significado y trascendencia.
186
Una de las muchas lecturas que puede hacerse de la historia de la filosofía
consiste en valorarla como un instrumento de gran ayuda para desenmarañar
el complejo entramado de ideas, pensadores y corrientes que han existido
a lo largo de los siglos. Empero, de poco o nada sirve la herramienta si al
usarla no se parte de una noción más o menos clara de lo que es la filosofía,
en otras palabras, si no es nítido aquello que se historiará. Dicha búsqueda se
refleja en que gran cantidad de historias de la filosofía mantengan al margen
de su catálogo a Newton, Darwin, Paracelso, Freud, Bretón, Poe o Kandinski,
sin ofrecernos razones de peso que justifiquen tal elección; el casi unánime
entendido de que la filosofía nació en el siglo VI a.C. en Grecia, subestima los
problemas historiográficos que implica incluir a Pitágoras, Empédocles y Plotino
en recuentos que se jactan de captar el pensamiento racional de la Antigüedad
por encima de tradiciones religiosas y supersticiosas; o, por mencionar tan
sólo una nota más, la frecuencia con que se tilda a los bizantinos de filósofos
menores de la Edad Media. La construcción de la historia de la filosofía se
desarrolla entre dos polos, el primero de ellos consiste en adherirse a una
de tantas historias ya hechas y, seguirla apenas cuestionando sus métodos,
catálogos y esquemas de validación. El otro exige de mucho más esfuerzo y
dedicación, consiste en hacer una historia crítica de la filosofía; un recuento
en el que se justifique por qué se incluyen y excluyen escuelas, cuáles son los
límites de la idea de filosofía que servirá de directriz para la revisión histórica.
Entre los extremos se producen cientos de historias, unas más, otras menos
reflexivas y críticas. Hacer historia de la filosofía es la actividad con la que la
sociedad identifica el quehacer de la disciplina, al menos a eso se le reduce
en los programas de preparatoria, recurso de divulgación mediante el cual las
personas se forjan una idea de lo que es la filosofía, no importando cuan cerca
o lejos estén de tener un conocimiento profundo sobre el tema, ésta noción
sobre lo que es y representa la filosofía las acompañará a lo largo de su vida.
De tal manera que, para aquellos que han tenido un acercamiento mínimo,
sólo vislumbrarán un limitado florilegio de nombres de sabios y escuelas.
Adscribirse a cierta historia de la filosofía —provista de supuestos disciplinares, metodología de investigación, esquema argumentativo e historiografía— implica no sólo configurar de cierta manera el quehacer del pasado, sino
condicionar la admisión de futuras maneras de filosofar. Por ello, la historia
de la filosofía va mucho más allá de la inquietud por saber más de cómo se
ha desenvuelto un área de conocimiento al paso del tiempo, significa dictar
el deber ser del filosofar por venir.
Historia de la filosofía: sociedad y política
El cultivo, investigación, divulgación y enseñanza de la filosofía no son temas
prioritarios en la agenda política de ningún gobierno del mundo. Lo más cercano a ello han sido las discusiones sobre la pertinencia de la enseñanza de
la filosofía en preparatorias y universidades —excepcionalmente, en algunos
países se desarrollan proyectos de filosofía para niños—,4 la legitimidad de
187
Facultades y Departamentos de filosofía en universidades e institutos de investigación, o, bien, la formación ética que debe impartirse antes y durante
la educación superior. En realidad, el debate, si así puede llamársele, no toca
el asunto a fondo; la filosofía sale a relucir porque es un tema periférico que
se vincula con las finanzas públicas y la política educativa o, como en el caso
concreto de nuestro país, la “educación ética” se ha usado como parte de la
cortina de humo con la que el gobierno pretende responder integralmente a
los problemas de seguridad nacional. Si quisiera llegarse a la raíz de las cosas,
se preguntaría con verdadera intensión de saber: ¿Qué es la filosofía? ¿Qué
naturaleza tiene? ¿Qué clase de producto cultural es? ¿Qué trato se le ha dado
en las aulas? Se la pensaría no sólo como parte de la retícula del bachillerato
y la preparatoria, sino también en términos de campo disciplinar autónomo,
provisto de líneas y comunidades de investigación, con impacto y personalidad
propios. Todos los interrogantes anteriores son ineludibles para determinar
si la filosofía, si nuestra filosofía, en América Latina, México y Chihuahua,
tiene algún papel social. Y con ello, explorar sus límites y alcances, contar
su historia y calcular su provenir. La filosofía como tema público es abordada
de forma muy poco filosófica, su función suele minimizarse a una especie de
parche con que se quiere camuflar la paulatina deshumanización de nuestro
sistema educativo.
Es comprensible, mas no justificable, que en el ámbito político la filosofía
carezca de importancia. En las últimas décadas, la educación mexicana, de
todos los niveles, ha sufrido una serie de recortes, no sólo en materia presupuestal; también los contenidos, métodos de trabajo y la concatenación de
temas dentro y fuera de cada área de conocimiento, han sido simplificados a
niveles ridículos. Si este proceso lo han sufrido “asignaturas prioritarias” (v.
gr. las ciencias naturales, las matemáticas y las ciencias administrativas), ¿qué
podemos esperar de la filosofía y las letras? Sin embargo, cabe preguntarnos
¿hace cuánto que no se reflexiona a fondo sobre la manera en que enseñamos
la filosofía? Se necesita una revisión que trascienda los formalismos de la
política educativa vigente consistentes en adoptar el léxico oficial y diseñar
programas con miras a aprobar certificaciones burocráticas. ¿Hace cuánto
que no nos enfrentamos a la incómoda pregunta de qué es la filosofía? Un
cuestionamiento de esta clase deriva en temas diversos, tiene recovecos a
los que sólo se puede llegar si se identifican notas sutiles del pensamiento.
La filosofía y la historia de la filosofía
En primer lugar, es importante aclarar cuáles son los propósitos de la filosofía,
ya como área de conocimiento de programas de pre y postgrado, ya como
oficio que se ejerce en sociedad. Si la filosofía se reduce a ser una tradición
ineludible en la que se decreta —con diferentes grados de profundidad— a
legos e iniciados lo que pensaron y dijeron personajes ilustres del pasado,
entonces, no hay más que discutir sobre este particular, dado que la filosofía
es historia de la filosofía. En cambio, si consideramos que la filosofía es una
188
disciplina reflexiva dedicada a producir ideas, entonces, indagar sobre la
relación que existe entre dicha actividad y su historia es un acto necesario
para comprender lo que hacemos aquí y hoy, además de un motivo para vislumbrar el futuro de nuestro oficio. Jorge García (1998: 195-196) apunta una
serie de aspectos incómodos de la filosofía y su historia, comparándola con
otras áreas del saber:
“... en algunos casos, los artistas y escritores encuentran motivos de
inspiración en las obras del pasado: Picasso rehízo Las Meninas y Bernstein ofreció una nueva versión de Romeo y Julieta, por ejemplo. Pero lo
que los artistas y escritores hacen con el pasado no puede compararse
con la tarea del historiador de la filosofía. Los artistas se vuelven al
pasado, sobre todo, en busca de inspiración. Se utiliza la obra histórica,
con mayor frecuencia, como punto de partida para una composición
nueva y original en la que el autor contemporáneo da rienda suelta
a la expresión artística. Esto contrasta, claramente, con la atención
cuidadosa que el historiador de la filosofía le dedica a las fuentes filosóficas, cuyo interés principal es ofrecer una relación precisa de las
ideas del pasado. El trabajo del historiador de la filosofía es semejante
al del historiador del arte y la literatura, pero no al del artista o del
escritor literario. Y en ninguno de los casos parece que exista una razón
apremiante, por parte de las disciplinas no históricas, para ahondar
en su historia. Por tanto, debemos preguntarnos lo siguiente: ¿tiene la
historia de la filosofía algo que ofrecer a la filosofía que la historia de
la física, del arte y de la literatura no le ofrezcan a la física, al arte y
a la literatura? En definitiva, ¿existe una justificación del estudio, que
llevan a cabo los filósofos, de la historia de la filosofía?”
¿Para qué estudiamos, enseñamos y hacemos historia de la filosofía? La
pregunta abre tres esferas distintas, a saber: el cultivo, la pedagogía y la
investigación de nuestra disciplina. Si el estudio de la historia de la filosofía
es una herramienta didáctica para brindar los rudimentos esenciales tanto
para quienes no se dedicarán a ella como para aquellos que se convertirán
en profesionales, surge la duda: ¿qué tan pertinente es esa “historia” que
por decreto se enseña? Una pincelada del mundo griego, un tímido trazo del
Medioevo, notas del Renacimiento, la consabida apología de la Ilustración y las
menciones telegráficas de los siglos XIX y XX. ¿Hasta qué punto es didáctica y
filosófica la introducción histórica a la filosofía? ¿Qué tan capacitados estamos
para problematizar, por ejemplo, sobre el pensamiento de la Edad Media, la
Antigüedad o la Ilustración misma? En términos pedagógicos actuales, ¿qué
tan pertinente resulta dicho recuento?
Si revisamos la estructura de los estudios universitarios de filosofía, desde
licenciatura, pasando por maestría y doctorado, hasta postdoctorados y profesorados, se verá que el eje central de todos ellos es la historia de la filosofía.
189
En el caso del pregrado, es abrumadoramente notoria la existencia de un hilo
conductor que cruza las licenciaturas en filosofía de primero a último semestre,
representando mucho más que un vínculo de unidad temática o metodológica.
De apegarnos a los contenidos, las licenciaturas tendrían que ser en historia
de la filosofía, sin embargo, casi todas carecen de un fuerte armazón histórico
e historiográfico que soporte el recuento del pensamiento. ¿Cómo se lleva a
cabo la selección de autores, escuelas y fuentes que son revisados a lo largo
de la carrera? ¿Qué idea o ideas de historia y de filosofía imponen límites a
una serie tan larga? ¿Cuáles son las corrientes más representativas que han
interpretado y problematizado los períodos del pensamiento? ¿Qué hace tan
distinto al pensamiento del Occidente respecto al oriental? ¿En qué marco
espacio-temporal se inserta la historia de la filosofía que nos enseñaron y
enseñamos? ¿Es lo más óptimo iniciar con el pensamiento antiguo y avanzar
gradualmente hasta llegar a la época contemporánea? Partir de Grecia para
alcanzar el presente, ¿es la única secuencia posible para aprender y enseñar
historia de la filosofía? ¿Por qué no se estudia historia regional de la filosofía
en el sur, centro o norte de México? Cierto es que un licenciado en filosofía no
tiene por qué ser experto en construcción de la historia, pero, tampoco puede
excusársele que pase completamente de lado de las nociones y meditaciones
historiográficas más elementales.
En cada período del pensamiento nos enfrentamos, alumnos y profesores,
a cuestiones de fondo, por ejemplo, responder por qué se incluye dentro del
“canon filosófico” a determinada corriente, o, yendo más allá, por qué se
consideran a x, y y z, integrantes de una escuela. ¿Y qué sentido historiográfico tiene el término “escuela” dentro de nuestras tradiciones?, la “escuela”,
¿es una “unidad métrica” para hacer historia del pensamiento, así como las
yardas lo son para medir la distancia en el mundo anglosajón? Tampoco es
fácil responder por qué se excluye sistemáticamente al filosofar bizantino,
tan sólo por poner un ejemplo, de nuestras historias de la Edad Media. Y una
cuestión más, ¿qué nos hace mantener al margen de la historia universal del
pensamiento a la filosofía mexicana?5 Si tenemos razones de sobra para explicar
el bajo nivel que tiene y ha tenido a lo largo de los años ¿por qué no se exhiben
dichos argumentos? El silencio marca nuestra historia categórica, una historia
de la filosofía que, salvo contadas excepciones, suele ser muy poco filosófica.
Es imposible conocer el pensamiento universal en su conjunto, para hacerlo habría que iniciar una labor titánica que requeriría de varios grupos de
investigación provistos de múltiples especialistas en diversas áreas del saber
humano, así como de décadas de trabajo arduo. Lo que sí puede hacerse es
adoptar una actitud filosófica ante la inmensidad y no asumir, no equiparar,
no emprender juicios sumarios sobre lo que no se conoce siquiera de nombre.
La cultura filosófica es una meta que todos debemos acariciar, por desgracia
es alcanzada plenamente por muy pocos. Sin demeritar la formación histórica
que de una u otra manera debe ser constante en nuestro oficio, es igualmente
importante fomentar la creación de filosofía nueva. Invitar a que se produzca
190
pensamiento personal y “original”. Si bien es cierto que es muy difícil para un
estudiante de licenciatura del norte de México proponer reflexiones filosóficas
propias y que es casi imposible que no diga cosas que antes fueron ya dichas por
otros, también es verdad que el desconocimiento de los predecesores puede
fomentar la reflexión espontánea, a diferencia de la “ilustrada”, que podría
estar cargada de lastres y prejuicios intelectuales. Un espacio de meditación
importante puede abrirse dentro de los cursos monográficos dedicados al
estudio particular de áreas filosóficas. En Ética, Estética, Antropología Filosófica, Filosofía de la Filosofía, Metafísica, Filosofía de la Cultura, Filosofía de
Educación, Filosofía Política o Filosofía de la Religión pueden darse algunas
zonas francas en las que la creatividad tenga el papel central. En los hechos,
las asignaturas apuntadas, son un apéndice de la gran historia de la filosofía;
en Filosofía Política se revisa la concepción kantiana del estado, la postura
de Bergson ante el poder político o las reflexiones de Ortega y Gasset sobre la
democracia. En otras palabras, son historias focalizadas, consagradas a temas
específicos, en las que la fórmula “x decía que...” constituye principio y fin por
sí misma. Quizá consideremos poco académico motivar a nuestros estudiantes
a atreverse a escribir sus ideas, tal vez percibamos que su pensamiento es
inmaduro para hacer propuestas propias, asumiendo que el nuestro está tan
maduro como para enseñarles el oficio. Pero, ¿no es a partir de atrevimientos,
irreverencias y blasfemias como se ha constituido buena parte del filosofar
de la humanidad?
¿Qué actitud tenemos ante la historia de la filosofía que enseñamos y
aprendemos? ¿Somos repetidores acríticos, usuarios o investigadores? Se han
ensayado muchas opciones para plantear la historia de la filosofía, v. gr.:
concentrada en períodos más o menos arbitrarios, orientada por problemas,
por nacionalidades, por metodologías, o, entre muchos más, por la clase de
textos producidos. Sin embargo, el problema de fondo persiste, ¿qué argumentos tenemos para incluir a Pico della Mirandola y excluir a Paracelso de
nuestros recuentos? ¿Identificamos los dogmas que inspiran la composición de
toda historia de la filosofía o ni siquiera suponemos su existencia? El problema
no radica en tener presupuestos que no son examinados, la dificultad estriba
en no saber que se tienen. ¿Por qué enseñamos historia de la filosofía? ¿Por
costumbre, porque así lo hicieron con nosotros, porque reconocemos su valor?
Considero pertinente referir dos problemas históricos de la filosofía, entre los
cientos existentes, que invitan a reflexionar respecto al canon de nuestros
recuentos. Con los casos citados, no busco demeritar o destruir las historias
convencionales que estudiamos y enseñamos, sólo me interesa proponer puntos de reflexión que pueden mostrarnos un sesgo diferente de las actividades
académicas desempeñadas. El primer caso se vincula con la filosofía antigua.
Es “cosa juzgada” el origen griego de la filosofía, salvo por algunos detalles
en los que se ubica su inicio más atrás en el tiempo, o se excluyen o incluyen
ciertos pensadores en los recuentos6, un número importante de investigadores
ni siquiera pone en tela de juicio que otro pueblo más antiguo o no europeo
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haya podido hacer filosofía. Entre los sumeriólogos se ha discutido mucho
respecto a la existencia de un pensamiento filosófico en Mesopotamia. No
hay consenso sobre el tema, sin embargo, es importante que se conozcan los
puntos de vista de los implicados en el debate. Leo Oppenheim y Samuel Noah
Kramer, dos de los especialistas más reputados del siglo XX, nos comparten
sus reflexiones.
“Be he philosopher or teacher, historian or poet, lawyer or reformer,
statesman or politician, architect or sculptor, it is likely that modern
man will find his prototype and counterpart in ancient Sumer.” (Kramer, 1963: 5)7
“Los asiriólogos, no obstante, han enfocado siempre, y, de hecho, siguen
enfocando estos textos desde un ángulo harto distinto. Buscan cosmogonías profundamente significativas, la sabiduría prístina, la ostentación
de proezas mitológicas, el encanto o aspereza de modelos sociales y
económicos que supuestamente reflejan el desarrollo de ideas fuera
del alcance de la historia, así como leyendas e historiae, y costumbres
tan distintas como excitantes. En resumen, buscan aquellos que los que
se han dedicado en Occidente al “estudio del hombre” desde Heródoto
esperaron descubrir en la periferia de su propio mundo, claramente
normativo. Y, al parecer, algunas de esas expectativas se han acabado
cumpliendo, a juzgar por los libros sobre la civilización mesopotámica que
han producido los vulgarizadores. Este tipo de actitud afecta a la labor de
la investigación asiriológica hasta cierto punto.” (Oppenheim, 2003: 40)
“Si las nuevas direcciones que hemos analizado aquí significan que la
asiriología acabará alejándose de las humanidades y acercándose a la
antropología cultural, no seré yo quien derrame una sola lágrima. Las
humanidades no han logrado nunca ningún éxito cuando se ha tratado
de estudiar civilizaciones extrañas con la delicadeza y respeto profundo
que requieren. Sus estructuras conceptuales tienden a la integración
con arreglo a sus propias condiciones, y a la asimilación según criterios
occidentales.” (Op. Cit.: 47)
Sería de gran ayuda, para formarnos un juicio más crítico del pensamiento
de la antigua Hélade, estar al tanto de discusiones como ésta. Independientemente de la opinión y conclusiones a las que se llegue después de valorar la
cuestión sumeria, sería racional abrir los horizontes de nuestra historiografía.
El segundo caso se conecta con el estudio del pensamiento contemporáneo.
Existe una fuerte tendencia a revisar sólo algunas áreas de la filosofía que se
han producido en los últimos cien años. Volteamos la mirada hacia Alemania,
Austria, Inglaterra, Francia e Italia.8 Lamentablemente, lo producido en
otras partes del mundo impacta casi nada la historiografía filosófica. Aún los
192
Estados Unidos, a pesar de su abrumadora presencia tecnológica, comercial
y militar, nos despiertan poco interés filosóficamente hablando. México, en
tanto que su vecino, debe tener cierta opinión respecto al pensamiento norteamericano; es importante subrayar que en modo alguno pretendo ubicar
ciertas escuelas como modelos de nuestro quehacer intelectual. El estudio
de esa filosofía significa tener consciencia del mundo que vivimos. Entre las
formas de pensamiento que sugiero revisar están algunas no tan convencionales y académicas.9 Por ejemplo, la recuperación del pensamiento indígena
norteamericano a partir de los esfuerzos de descendientes directos de etnias,
así como de antropólogos especializados en el tema.
Resulta ocioso aclarar que las ideas de las comunidades autóctonas no
tenían ni tienen los mismos propósitos, métodos, lenguaje o estructura que
la filosofía occidental. Es discutible si puede considerárseles dentro del contexto de la filosofía universal, sin embargo, antes de la “deportación”, no
está de más conocer las propuestas de primera mano. En Estados Unidos, se
le ha denominado “red power” al activismo político de diversos líderes de
comunidades indígenas que han exigido se reconsidere el tratamiento recibido desde tiempo atrás. Junto con dicha labor, se han desarrollado esfuerzos
importantes de preservación y difusión cultural, uno de ellos, consiste en
presentar los mitos, símbolos y creencias de tribus ancestrales como parte de
la sabiduría de la humanidad. Un texto clásico para estudiar este proceso es
God is red. A native view of religion de Vine Deloria Jr. Algunas palabras del
autor se traducen en problemas historiográficos interesantes:
“Our perception of the physical World is in rapid change today, and
many of the old stories about separate physical dimensions in which
spirituality reigned supreme now sound possible if not probable. I can
find now justification —and a possible explanation— for the old stories
that say a tribe came from the stars or emerged from some mysterious
underground location. As i have gained knowledge and seen others share
their vision with me, I conclude that our ancestors lived in a strange
condition in which they were in touch with the spirits constantly, and
I see that as a goal for our present activities.” (2003: xvii)
La invitación que se hace a revisar otras formas de pensamiento indígena
americano, en modo alguno desdibuja a las comunidades del sur, centro y
nuestra porción del norte del continente; sólo se coloca un problema historiográfico sobre la mesa. No menos trascendencia tendría explorar las ideas de
pimas, rarámuris, tepehuanes o de los grupos llamados apaches que vivieron
en el septentrión mexicano.
Dentro del filosofar norteamericano poco convencional del que se habló
arriba, se encuentra la publicación de una amplia serie de libros, cuyo fin primordial es divulgar ideas filosóficas, pero que no deben desestimarse a la hora
de hacer una historia de la filosofía de nuestro tiempo y su cultura globalizada.
193
Algunos académicos norteamericanos, entre ellos William Irwin,10 Jerold J.
Abrams,11 Mark Conrad,12 George A. Reisch13 y Aeon Skoble14 han utilizado de
pretexto series de televisión, personajes de tiras cómicas, cine de todo tipo o
la música y letra de bandas de rock para hacer digerible a un amplio público
lector las meditaciones de Aristóteles, Nietzsche y Kierkegård; o bien, hacer
explícitos algunos principios reflexivos que según ellos pueden ubicarse en
productos culturales de gran difusión. Como he referido anteriormente, es
cuestionable si ésta es una manera de hacer filosofía, empero, es parte de la
asimilación del pensamiento que tenemos a la mano.
La historia de la filosofía y la tolerancia
En la filosofía académica de casi todo el mundo, es indispensable echar mano
de la historia de la filosofía para ser reconocido por la comunidad; llamémosle
marco teórico, estado de la cuestión o sólo antecedentes; sin embargo, la
revisión de lo que otros dijeron es un ejercicio que ocupa gran parte de los
espacios que se nos brindan en cátedras, congresos y revistas especializadas.
Ya sea el pensamiento contemporáneo o el de antaño, el andamiaje histórico
es esencial; retomo de nuevo la pregunta sobre nuestra posición ante una herramienta de la que nos valemos constantemente ¿somos repetidores acríticos,
usuarios o investigadores? Podríamos salir del problema diciendo que emprender una revisión de tal envergadura implicaría un enorme esfuerzo, además
de la evidente carencia de especialistas en filosofía que tenemos, en nuestro
caso particular, en el norte de México. Sin embargo, ¿quién dijo que hacer
filosofía es sencillo? ¿Las grandes tradiciones filosóficas empezaron sin tener
grandes vicios y limitaciones? ¿Qué tanta apertura tenemos para los colegas
que piensan la historia de manera diferente a la nuestra? En otras palabras,
¿qué tan filósofos somos en este particular? Peter Kingsley (2008: 18) señala:
“...la crítica es cada vez más consciente de que Aristóteles y la escuela
aristotélica no sólo incurrieron en la malinterpretación de los postulados
básicos del pensamiento presocrático, sino que también abusaron, de
manera sistemática, del malentendido y la tergiversación para silenciar
así las aportaciones de sus predecesores. En otras palabras, Aristóteles y Teofrasto no resultan ser en absoluto guías fiables para nuestra
interpretación de los presocráticos.”
En algunos círculos intelectuales, se rechazaría primero el principio de
no contradicción como cimiento de la razón que escuchar siquiera la crítica
de Kingsley. En los parajes dorados de la racionalidad, el cuestionamiento de
ciertos supuestos tiene la dimensión de blasfemia en el sentido dogmático más
puro. ¿Por qué es Aristóteles un sabio canónico? ¿Porque lo dicen las historias
que hemos estudiado desde siglos atrás? En lo personal creo que el Estagirita
tiene peso específico en la historia universal de la humanidad, pero, también
considero que no debe desecharse del todo la reflexión citada. Una historia
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filosófica de la filosofía debe considerar al menos la posibilidad de contar el
pasado de manera diferente; en nuestro caso, el pensamiento tarahumara,
yaqui o el de los pueblos apaches, debe ser revisado sin tener preparado de
antemano nuestro dictamen que lo considera mítico y primitivo. No invito a
una hipócrita postura indigenista, sino al estudio de lo que nos rodea.
Algunas reflexiones finales...
Hace tiempo escuché a un colega profesor de la universidad cuestionar con
desencanto la tarea de los académicos mexicanos, ¿qué estaban haciendo los
investigadores del SNI cuando se desató la epidemia del virus A H1N1? Dejando
de lado la discusión sobre la existencia real de la epidemia, no es del todo
descabellada su pregunta. Así como se piden explicaciones a los especialistas
en biología y medicina ¿por qué no se nos van a pedir a nosotros? ¿Dónde están
los filósofos ahora que las condiciones del país exigen reflexionar sobre la
naturaleza del estado, la esencia del poder, la validez real de la democracia,
la dimensión cotidiana de la libertad, el sentido de la historia nacional, los
problemas de género, los manoseados Derechos Humanos, la antropología
del mexicano; así como la trascendencia de la educación y la tan llevada y
traída importancia de los valores cívicos? Nuestra formación, por llamarla de
alguna manera, nos conduce a reaccionar mediante el reflejo consistente en
repetir lo que se dijo antes sobre problemas sociales: “Hannah Arendt, Victor
Frankl, Adorno, Habermas, Vattimo, Foucault, Derrida, Wittgenstein, Savater,
Nussbaun, Rohrty, Popper, Hobbes, Kant, Santo Tomás, Heidegger o Rousseau
decían que la libertad consiste en...”. ¿Hasta qué punto la historia de la filosofía puede nublar la creatividad filosófica? ¿Ya no hay nada nuevo por pensar
y por decir en este mundo? Sin duda, los políticos no abarrotarán las puertas
de nuestras facultades y departamentos buscando “sabias respuestas” a los
problemas que aquejan al país, tampoco nuestra filosofía será inspiración
para programas sociales, pero lo importante es pensar con impulso propio,
dejando evidencia de la inquietud del espíritu. La función social de la filosofía
no se reduce a generar el modelo lógico del mejor de los mundos, sino que es
convivir con el imperfecto medio que nos rodea. El norte de México tiene hoy
una responsabilidad enorme, existe la obligación de hacer una filosofía de la
guerra, de la crueldad, de la destrucción. De cara a la historia de la filosofía
mexicana, ¿trascenderemos como los apáticos, los repetidores de ideas del
extranjero o como los grandes mudos?
Notas
1
Trabajo presentado originalmente como ponencia el 26 de abril de 2013, dentro
del II Encuentro Regional de Filosofía en el Norte de México, “La responsabilidad
del futuro”, desarrollado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
Autónoma de Chihuahua. El texto leído en aquella ocasión fue modificado para
su publicación.
195
2
Hobson (2004:39) explica algunas raíces que tiene dicha concepción del Occidente:
“...caracterizada por la existencia de un Occidente adelantado y de un Oriente
atrasado, y explorar después el pasado para “poner de manifiesto” los factores que
dieron lugar a dicha situación. El problema está en que al proyectar al pasado la
idea de un Oriente atrasado se comete un desliz sutil, pero gravemente erróneo:
al “poner de manifiesto” los diversos impedimentos que provocaron el atraso de
Oriente, el eurocentrismo acaba por atribuir a Oriente una “férrea ley de no desarrollo” permanente. Y por encima de todo, como el eurocentrismo ve a Oriente
sólo a través de la culminación de Occidente y su desembocadura en el capitalismo
moderno, todos los desarrollos tecnológicos o económicos realizados en Oriente
son desdeñados de inmediato y considerados intrascendentes”. Sólo para esbozar
la complejidad que engendra el enfrentamiento maniqueo de Occidente contra
Oriente, citaré unas palabras de Ibn Jaldún (2011:129) sobre su concepción de la
historia y los fines que ésta persigue: “...es indispensable que el historiador conozca
los principios fundamentales de la política, del arte de gobernar, de la verdadera
naturaleza de las entidades, el carácter de los acontecimientos, las diversidades
que ofrecen las naciones, los países, la naturaleza geográfica y las épocas en lo que
se refiere a las costumbres, usos, modalidades, conducta, opiniones, sentimientos
religiosos y todas las circunstancias que influyen en la sociedad humana y su evolución”. Nótese que la idea de “evolución” como factor central de la comprensión
y construcción de la historia no es exclusiva del cuño occidental decimonónico.
3
El subrayado es mío.
4
En México hay algunos filósofos dedicados a investigar, reflexionar y discutir
sobre filosofía para niños; muchas de sus aportaciones han sido serias y valiosas.
Lamentablemente no se han traducido en una política educativa efectiva tendiente
a inculcar nuevas formas de entender, plantear y construir el conocimiento desde
la escuela primaria pública. Esporádicamente, se echa mano de la enseñanza de la
filosofía para niños como parte de las estrategias electorales en las que se arman
“paquetes de propuestas-promesas” destinados a complacer a todos los votantes
y que jamás se materializan en acciones. Como muestra de lo que se desarrolla en
nuestro país sobre este tema, son de mencionarse: 1) la Federación Mexicana de
Filosofía para Niños, A.C. (cf. http://www.fpnmexico.org/), establecida en 1993,
organismo preocupado por investigar y difundir nuevos esquemas educativos, así
como de generar espacios de discusión e investigación. En el sitio de la Federación puede encontrarse mayor información sobre las instituciones educativas en
las que se imparte filosofía para niños —por desgracia, todas ellas son privadas—,
documentos y convenios de afiliación, así como invitaciones para participar en
diplomados, coloquios y symposia. 2) Del 15 al 18 de julio del presente año, se
desarrolló en Ixtapan de la Sal, el 3er. Congreso Internacional de Filosofía para
Niños: “La filosofía como una forma de vivir y convivir con los demás”. Actividad
organizada por el Centro Educativo para la Creación Autónoma y Pedagógica en
Filosofía para Niños. 3) Por último, es de referirse el texto Génesis de la noción
del dinero en el niño, de Guillermo Delahanty (1993) una publicación elaborada
a partir de los resultados obtenidos por pedagogos y psicólogos; aunque no es un
196
texto propiamente filosófico, sí plantea una serie de reflexiones críticas que pueden
proponérseles a los niños para concienciarlos acerca del significado del dinero, el
trabajo y la economía.
5
Todavía prevalece la creencia, entre algunos círculos filosóficos, de que se carece
de materiales suficientes para poder evaluar la existencia de una filosofía mexicana. Como mero muestrario de textos sobre el particular se sugieren los siguientes
trabajos: Méndez Plancarte (1941), Díaz de Gamarra (1946), Navarro (1998), Beuchot (2007) y (1995), Hernández de León Portilla (2009), Durán Amavizca (2002),
Vasconcelos (2011), (2009) (20091) y (20092) (La última obra es de especial interés,
puesto que representa la versión vasconceliana de la historia del pensamiento, cabe
destacar que se dedica un brevísimo apéndice para estudiar la filosofía mexicana,
pp. 399-417) y Gaos (1953), (1982) y (2008), especialmente la sección “Pensamiento
hispanoamericano”, pp. 92-144, donde se plantean problemas historiográficos de
nuestra filosofía. También son de mencionar García Álvarez (1997), Larralde (2011),
Hurtado (2006), Beller (2009), Gómez Alonso (1953), Muro (1986) y Fuentes Mares
(1949) y (2012) (en este texto aparece el artículo “Trayectoria del pensamiento
filosófico en el Méjico de nuestros días”, publicado originalmente en 1948), Mues
de Manzano (1953) y Caso (1927), (1941), (1944), (1985) y (1987). De los contados
filósofos chihuahuenses es de citarse Rico (2000), (2001) y (2008) y Ordóñez (2005),
(2008), (2010) y (2014).
Un ejemplo es el trabajo de Gigon (1985: 14-15), quien considera que Hesíodo
6
fue una de las raíces de la filosofía helena.
7
En otro texto del mismo autor, se dice explícitamente que los sumerios produjeron
filosofía (2010: 21 y 27). Empero, Kramer matiza su comentario: “Los sumerios no
lograron elaborar una filosofía sistemática con el significado que le damos actualmente a esta palabra. Jamás se les ocurrió plantear ninguna cuestión relativa,
por ejemplo, a la naturaleza fundamental de la realidad y del conocimiento; por
eso no crearon prácticamente nada análogo a esa subdivisión de la filosofía que se
designa corrientemente hoy en día con el nombre de epistemología. No obstante,
los sumerios especularon y reflexionaron sobre la naturaleza del universo, especialmente sobre su origen, y también sobre su modo de funcionar” (Op. Cit.: 111).
No está de más referir estudios como el de Olson y Paul (1972), en el que se
8
revisan las ideas producidas en países europeos de primer mundo muy poco conocidos para nosotros.
9
Cfr. Muelder y Sears (1940), uno de tantos manuales que presenta esquemática-
mente parte del filosofar norteamericano, además de los principios historiográficos
empleados para seleccionar y exponer filósofos y escuelas.
10
Entre los títulos que ha publicado son de mencionarse: House and Philosophy.
Everybody lies: (2008) Malden, Blackwell, publicado en colaboración con Henry
Jacoby, Black Sabbath & Philosophy. Mastering reality: (2013) Malden, WileyBlackwell, y The Simpsons and Philosophy: The D´oh! of Homer: (2001) Nueva
York, Open Court.
11
Publicó The Philosophy of Stanley Kubrik: (2009) Lexington, The University Press
of Kentuky. Colaboró con Irwin en la edición y escritura de varios libros, entre
197
ellos el de The Simpsons.
12
Autor de Woody Allen and Philosophy: You mean my whole facility is wrong:
(2004) Nueva York, Open Court; y de The Philosophy of Martin Scorsese: (2010)
Nueva York, Open Court.
13
Escribió Pink Floyd and Philosophy: take care with that axiome Eugene!: (2008)
Nueva York, Open Court.
14
Ha publicado The Philosophy of TV noir: (2008) University of Kentucky Press, y
The Philosophy of Michael Mann: (2014) University of Kentucky Press.
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