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THÉMATA
Revista de Filosofía
T
THÉMA
TA
Reviista de Fiilosofía
Número 44
Sevilla, 20
011
Esta reevista es accessible on-line en
e el siguientee portal:
www.instituciional.us.es/reevistas/revista
as/themata/httm/presentaciion.htm
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Número 44
THÉMATA
Revista de Filosofía
2011
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Directores: Jacinto Choza, Juan Arana. Secretario: Francisco Rodríguez Valls
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8 Thémata. Revista de Filosofía
Depósito Legal: SE-72-2002
ISSN:0212-8365
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CBulletin signaletique. Philosophie, CNRS,
France.
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CIndice español de humanidades. Filosofía,
CINDOC, Madrid
y
ÍNDICE
Homenaje a Isabel Ramírez Luque
Presentación, Manuel Barrios. Universidad de Sevilla…………………………………………..11
Despedida a Isabel, Juan Arana. Universidad de Sevilla………………………………………..12
Recuerdos de Isabel, Jacinto Choza. Universidad de Sevilla…………...……………………….16
Urbanización y ciudadanía en la sociedad global, Isabel Ramírez Luque.
Universidad de Sevilla…………………………………………………………………...……………24
Última lección de cátedra
La primera palabra y la última palabra, José María Prieto Soler. Universidad de
Sevilla……………………………………………………………………………………………………53
Estudios
Relatividad especial y teoría cuántica: ¿Son realmente compatibles?, Rafael
Andrés Alemañ Berenguer. Universidad Miguel Hernández de Elche……………………..…65
La fisiología del saber de la experiencia y los frutos de su posesión, José
Barrientos Rastrojo. Universidad de Málaga……………………..…...………………………….79
¿Por qué es placentera la risa y por qué es perceptible desde fuera?, Teresa
Bejarano. Universidad de Sevilla…………………………………………...………………….……97
Temporalidade e atemporalidade na experiência musical. A música como metáfora
da existência humana, José Bettencourt da Câmara. Universidade de Évora………..…….114
Hacia una definición hegeliana del arte, Carlos Blanco, Harvard University………..…….126
La escena del Fedro de Platón: Un ejemplo de thíasos filosófico, Nemrod
Carrasco. Universidad de Barcelona……………………………………………….…...…………147
La ética periodística como ética aplicada, José Manuel Chillón Lorenzo.
Universidad de Valladolid……………………………………………………………………..……163
El símil del espejo como la contemplación de la imagen en la verdad en Nicolás
de Cusa, Catalina Cubillos. Universidad de Navarra……….……………………………….…184
Religión y misticismo en Russell, Antoni Defez. Universitat de Girona……………………..199
El joven Heidegger y los presupuestos metodológicos de la fenomenología
hermenéutica, Jesús Adrián Escudero. Universidad Autónoma de Barcelona……………...213
Los componentes últimos del universo, Miguel Espinoza. Université Strasbourg………….239
La lógica de la oposición en la física de Anaximandro, Pitágoras y Heráclito,
Gustavo Fernández Pérez. IES. Isabel de Castilla (Ávila)……………………………………..262
De la autonomía del arte y la epistemología: Sobre héroes y tumbas como marco
de un «Informe sobre ciegos» metaliterario, Enrique Ferrari. Universidad
de Valladolid………………………………………………………………………………….…….....290
Para una lectura de Kierkegaard. Comunicación edificante y existencia, Diego
Giordano. Søren Kierkegaard Forskningscenteret. København………………………………301
La oposición de pasiones y su superación en el trato social según Hume: familia,
castidad y cortesía, Ana Marta González. Universidad de Navarra………………………….308
Jerarquía temporal en Bergson y Whitehead, Pete A. Y. Gunter. University
of North Texas……………….…………………………………………………………………..……326
La prudencia epistemológica cartesiana, Salvador Jara Guerrero. Universidad
Michoacán de San Nicolás de Hidalgo…………………………………………………………….343
El espíritu de la materia. Meditaciones poético-filosóficas, Martín López
Corredoira. Instituto Astrofísico de Canarias………………………….…………………….…..353
Una aportación en torno al habla política: fraseología, habladuría y sincerismo,
Alicia María de Mingo Rodríguez. Universidad de Sevilla…………………………………….387
El papel político de la asociación. Tocqueville y la adaptación democrática de los
poderes intermedios de Montesquieu, Alfonso Osorio. Universidad de Navarra……….…..406
La importancia del cuerpo como “constitutivo formal” de todo viviente en la
filosofía de Schopenhauer, Javier Pérez Jara. Universidad de Sevilla………………………424
Yuxtaposición e inferencia, Jesús Portillo Fernández. Universidad de Sevilla……….…….439
Una protobioética en la España del siglo XVIII: el caso del Padre Feijoo y sus
escritos médicos y biológicos, José Manuel Rodríguez Pardo. Gijón………….…………..…..454
El Frankenstein de Mary Shelley (1797-1851), Francisco Rodríguez Valls.
Universidad de Sevilla……………………………………………………………………………....473
Marx y el marxismo, César Ruiz Sanjuán. Universidad Complutense de Madrid………....485
Max Scheler y Leonardo Polo: Dos caminos distintos con muchas afinidades,
Alberto Sánchez León. Riga (Letonia)……………………………………………………………..505
Richard Rorty: La franqueza del filósofo, Manuel Sánchez Matito, Universidad
de Sevilla……………….……………………………………………………………………………...517
El reduccionismo fisicalista en la obra Biológica de Linus Pauling, Francisco
Javier Serrano Bosquet. Instituto Tecnológico de Monterrey…..………………………….….532
Una concepción moderna de la Virtud Cívica, Jordi Tena-Sánchez. Universitat
Autònoma de Barcelona……………………………………………………………………………..554
Sección Bibliográfica
Realidad, arte y conocimiento. Luis Álvarez Falcón. Barcelona, Horsori, Barcelona, 2009
(César Moreno Márquez); El abuso del mal. Richard J. Bernstein. Buenos Aires, Katz, 2006
(Maximiliano E. Korstanje); Ludwig Wittgenstein (1889-1951). El Cuerpo. La Religión. La
Política. Mario Boero Vargas. Madrid, Revista “Estudios”, 2009 (Joaquín Jareño Alarcón);
Contra Natura. El desafío axiológico de las nuevas tecnologías. José A. Marín Casanova.
Sevilla, Paso-Parga, 2009 (Reyes Gómez González); Heidegger de camino al holocausto.
Julio Quesada Martín. Madrid, Biblioteca Nueva, 2008 (Víctor González Osorno);
Antropología y utopía. Francisco Rodríguez Valls, Sevilla/Madrid, Thémata/Plaza y Valdés,
2009 (José Antonio Cabrera Rodríguez); Paz, guerra y violencia. Luís G. Soto. A Coruña,
Espiral maior, 2006 (Oscar Horta); Libertad, objeto práctico y acción. La facultad del juicio
en la filosofía moral de Kant, José M. Torralba. Hildesheim, Olms, 2009 (Javier Pérez
Jara); ¿Qué es la naturaleza? Introducción filosófica a la historia de la ciencia. Héctor
Velázquez Fernández. México, Porrúa, 2007 (Martín López Corredoira)…………….……..567
Noticias y Comentarios
Testamento fallido. Más sombras que luces en el último libro de Eduardo Punset,
Juan Arana. Universidad de Sevilla……………………………………………………………….599
Raimundo Pánikkar, In Memoriam, Jacinto Choza. Universidad de Sevilla……………….605
Dos simposios. Reseña crítica, José Domingo Vilaplana Guerrero. Paterna del
Campo…………………………………………………………………………………………………..613
HOMENAJE A
ISABEL RAMÍREZ
Thémata. Revista de Filosofía. Número 44. 2011
PRESENTACIÓN
La profesora Isabel Ramírez Luque entró a formar parte del claustro de la
Facultad de Filosofía en el año 1980, recién concluidos sus estudios de
licenciatura. Pertenecía a la primera promoción de alumnos que cursaron la
especialidad de Filosofía entre 1975 y 1980, en la que, en aquel entonces, era la
“Sección de Filosofía” de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la
Universidad de Sevilla. Siempre supo mantener la jovialidad de sus años de
estudiante y combinarla con la seriedad de su dedicación a la tarea intelectual a
lo largo de los treinta años en que ejerció su actividad académica en nuestro
Centro.
Como docente supo ganarse la admiración de sus alumnos por el nivel de sus
lecciones y por el tono vital tan positivo con que las impartía. Su idea de la
Universidad le llevó constantemente a enseñar más allá de las aulas y a convertir
su hogar en foro de debate y de transmisión de ideas.
Como investigadora centró su atención desde muy temprano en el área de
conocimiento a la que se adscribiría como Profesora Titular: la Estética y la
Teoría de las Artes. Sus estudios sobre la estética de Antonio Machado y de Hegel
inauguraron una forma de trabajar la disciplina que la profesora Ramírez supo
aplicar hasta sus intereses intelectuales más recientes, como fueron la teoría
estética del arte fotográfico, del diseño o de la arquitectura y el urbanismo. Fue
paradigmático su interés por estar al día de las últimas manifestaciones
artísticas de las post-vanguardias.
Hasta su jubilación por motivos de enfermedad, la doctora Isabel Ramírez fue
Vicedecana de Estudiantes y Actividades Culturales. Por su carácter juvenil y
siempre abierto a la sorpresa fue un cargo que supo desempeñar con gran
solvencia. Además de múltiples proyectos de administración ordinaria, organizó
innumerables actividades que llenaron de inquietudes la, a veces, monótona vida
de la docencia reglada, apoyando a la Delegación de Alumnos.
Por todo ello, por su actividad profesional encomiable, por su profunda
humanidad, cálida y generosa, la Facultad no le debe más que reconocimiento y
gratitud.
Sevilla, Noviembre 2010
Manuel Barrios Casares
Decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla
[11]
Thémata. Revista de Filosofía. Número 44. 2011
DESPEDIDA A ISABEL RAMÍREZ
Juan Arana. Universidad de Sevilla
Es cruel y paradójico que un profesor tenga que escribir la nota necrológica de
quien se contó en sus alumnos. El orden natural de las cosas hubiera preferido la
situación inversa. Sin embargo, como en algún lugar dice Borges, la realidad
carece de escrúpulos literarios: se permite todas las libertades... Y así se ha dado
el caso de que, tras enterrar hace pocos años al que fue su marido, Manolo,
tengamos que lamentar ahora la desaparición de Isabel, una de las personas más
admirables y queridas que han pasado por las aulas de la Facultad de Filosofía
de la Hispalense. Persona de talla poco común, ha dado una lección de coraje a
todos los que la conocimos y soportado con entereza un abrumador catálogo de
padecimientos. A lo cual ha sabido añadir una sorprendente habilidad para
disfrutar las buenas cosas de la vida, que abundan incluso en existencias tan
probadas como la suya.
Veo que esta inconexa semblanza ha adquirido muy pronto un tono
hagiográfico, pero no lo lamento, pues en verdad creo que Isabel, mujer de recia fe
religiosa, supo hacer justicia a la vocación de alcanzar la santidad personal no a
costa sino por medio de su propia felicidad y a través de un esfuerzo constante en
pro de la dicha ajena. Pero no voy a competir a la hora de recordar sus virtudes y
hechos con los muchos que la conocieron mejor que yo. Tan sólo rescataré tres o
cuatro momentos de su biografía, momentos que presencié y que han dejado en
mi memoria (que no es nada del otro mundo) huellas indelebles.
El primer episodio se remonta al año en que terminó la carrera, hacia 1980.
Recuerdo que vino a mi despacho entre mayo y junio para comentar algo que he
olvidado. La anécdota se ha desdibujado, pero en cambio es muy viva la
impresión que me produjo su ilusión y lozanía. Estaba llena de entusiasmo por la
filosofía y por la vida; Manolo y ella acaban de saber que se les abrían las puertas
para trabajar en la Facultad (tenían los mejores expedientes de nuestra primera
promoción de licenciados); los dos iban a unirse ante Dios y ante los hombres
para afrontar juntos los desafíos vitales, cualquiera que fuera su signo... Era fácil
contagiarse de sus ganas de no dejar piedra sin remover, de su avidez por
derrochar con generosidad las energías de la juventud y realizar un montón de
cosas grandes y buenas... Sentí que la pareja recién fichada nos devolvería con
creces cualquier beneficio que hubiera recibido de nosotros, que sacudiría muchas
telarañas, que introduciría un espíritu de sana emulación dentro de un colectivo
que ya empezaba a mostrar cierta tendencia a empantanarse en problemas de
escasa envergadura...
Pocas semanas después tuvo lugar la cena de fin de carrera, a la que
asistimos el cuerpo docente en pleno —aquéllos eran otros tiempos—. Isabel
demostró entonces que, si era la primera a la hora del trabajar, tampoco se
quedaba atrás cuando tocaba el jolgorio. En el fin de fiesta repartió a cada
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Thémata. Revista de Filosofía. Número 44. 2011
profesor una caricatura de su mano con una letrilla alusiva. Todavía conservo la
mía:
«De Aristóteles a Newton
y de Descartes a Planck,
dirán las generaciones:
¡qué bien lo ha hecho este hombre!
Ahora —¡cachis en la mar!—
tendremos más que estudiar.»
El colectivo académico es proclive a celillos profesionales y envidiejas
cicateras: que si tu despacho es más grande que el mío, que si me has robado una
idea, un becario, una silla... ¡Peste de enanismo mental! Los alemanes dicen que
Dios derrochó sabiduría y poder a la hora de crear der Professor, pero lo
compensó haciendo que surgiera a la vez der Kollege. Sin embargo, no tiene que
resultar así siempre. Isabel fue un ejemplo vivo de que la propia satisfacción
puede encontrar bases mucho más firmes que el simple pisoteo de las
pretensiones del vecino. Se alegraba sin reticencia alguna de estar rodeada de
personas que pudieran merecer su admiración y apoyo. Diría incluso que
encontraba cosas que admirar y apoyar donde no era nada obvio conseguirlo. Con
desenfado y sin darse importancia animaba a que cada cual sacara adelante lo
mejor de sí. Al tiempo, ella y Manolo impulsaban sin agobios sus carreras, sin
descuidar ninguna de sus vertientes: investigación, docencia, gestión,
intercambio académico... Si hubiera que destacar alguna, yo elegiría la tutorial:
los despachos de los dos se convirtieron en punto de encuentro para la consulta,
la confidencia, la búsqueda de ánimo y consejo. Aquella labor de acogimiento no
terminaba en el recinto universitario, sino que se prolongaba de manera natural
en su domicilio particular, que pronto se convirtió en el «hogar del filósofo».
Profesores, alumnos y postgraduados encontraron allí el ambiente propicio para
abrir el corazón, vaciar el alma de penas, reencontrar ilusiones perdidas, reforzar
motivaciones languidecientes... Manolo e Isabel supieron ejercer de buenos
samaritanos en innumerables ocasiones, y en la ayuda al prójimo encontraron la
fuerza para sobrellevar sus propios quebrantos. Porque éstos no dejaron de
presentarse: el hijo que no llegó, la adopción que del modo más injusto e
incomprensible les fue negada, la poca comprensión y apoyo de algunos colegas
(el dicho alemán no carece después de todo de cierta base)... Isabel y Manolo
tuvieron que vivir en calidad de eslabón más débil (desde el punto de vista de la
jerarquía universitaria) los tiempos más turbulentos que atravesó la Facultad de
Filosofía en toda su historia. Sólo por su grandeza humana y excelencia
profesional consiguieron salir adelante a pesar de todo. Y además sin perder el
buen humor: el de Manolo no dejaba de estar sazonado con notas de negro
pesimismo y vitriólica ironía; el de Isabel nacía de la simple grandeza de alma,
pues no encontraba dentro de la suya indicios para sospechar estrechez en
ninguna otra.
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Thémata. Revista de Filosofía. Número 44. 2011
Por otra parte, nunca faltó a ninguno de los dos el afán aventurero. Al igual
que se arriesgaban a abrirse a los demás, emprendían valerosamente los más
insospechados periplos, que hubieran desanimado a quien no padeciera las
limitaciones físicas de Manolo. Retengo como otro de los momentos estelares de
nuestra relación un encuentro en la terraza del Hotel Stanley de Nairobi: ella,
Manolo, Jacinto, Marita y yo habíamos desembarcado allí con el motivo —por no
decir que con el pretexto— de un Congreso Mundial de Filosofía. Sin acordarnos
apenas de nuestras ponencias, nos sentíamos exploradores de lo ignoto:
únicamente hablamos de guepardos y jirafas, restaurantes donde ofrecían filetes
de cocodrilo, carreteras embarradas y enormes lagartos en los aledaños de los
lodges: ¡qué buena salsa para acompañar un guiso de juicios sintéticos a priori,
círculos hermenéuticos o criterios de demarcación! No nos hacía falta ser fieros
cazadores ni potentes creadores de sistemas para sentirnos absolutamente
felices, porque sabíamos —Isabel la primera— que la exclusividad y la
prepotencia eran del todo prescindibles para que nuestros descubrimientos
geográficos, filosóficos y —en definitiva— humanos fueran genuinos.
Con el tiempo pudimos celebrar la superación de todas las contrariedades y la
feliz obtención del rango de Profesor Titular tanto de Manolo como de Isabel.
También sufrimos con dolor (pero a la vez con la entereza que sabían infundirnos)
los interminables problemas de salud que les salieron al paso. En cierta ocasión
visitó Sevilla el profesor Rafael Alvira y se mostró interesado en saludar al
matrimonio. Isabel estaba ingresada porque le acababan de extirpar un riñón (a
causa no sólo de padecimientos «naturales», sino en parte como consecuencia de
una desafortunada acción terapéutica). La visitamos en el hospital, sin que los
dolores y la rabia de sufrir por causa de un error ajeno hubieran dejado en su
omnipresente sonrisa un gesto de amargura. Estaba tan alegre y llena de
proyectos como siempre. Unos años después, al volver de un viaje a México,
Marita me comunicó la trágica noticia de la muerte de Manolo. La impresión más
viva que me ha quedado de aquel suceso fue el acto de homenaje que se celebró
poco más tarde en la Facultad. Isabel se encargó de cerrarlo y a todos nos
maravilló su canto de amor al compañero desaparecido y de fe en la plenitud de
aquella vida truncada, canto que ni siquiera improvisó porque, aun no teniendo
delante papel alguno, le salió de lo más hondo. Su corazón, partido por la mitad,
seguía latiendo con más fuerza que nunca. Y bien que la necesitaría luego. Sola y
a la vez acompañada del ausente recorrió el largo camino que aún tenía por
delante. Aquí habría mucho que contar, pero sólo añadiré una anécdota. Hace un
año o así le llamé por teléfono. «Isabel, ¿cómo estás?» «¡Bien, bien! Pero los del
hospital me han hecho una faena. Han pasado la quimioterapia del viernes al
martes, y el miércoles tengo billetes para viajar a Laponia con mi sobrina. ¡Le
hace tanta ilusión! Pero, claro, después de cada sesión necesito tres o cuatro días
para reponerme...» Quedé pasmado de lo que me contaba y no supe qué decir. Al
cabo de un mes volví a hablar con ella: «¿Cómo te ha ido, Isabel?» «¡Estupendo,
estupendo! Viajamos en trineo, vimos manadas de renos, auroras boreales...» «¿Y
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Thémata. Revista de Filosofía. Número 44. 2011
la quimioterapia?» «¡Oh, sí! Me la pusieron el día anterior, pero prácticamente no
tuve reacción. La semana que viene me dan otro chute...»
¿Quién necesita indagar el sentido de la existencia después de haber tenido
amigos como Isabel? Como se supone dijo Aristóteles, el movimiento se demuestra
andando.
[15]
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RECUERDO DE ISABEL
Jacinto Choza, Universidad de Sevilla
Manuel Pavón Rodríguez, Profesor Titular de Filosofía de la Naturaleza de la
Facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla, murió el 14 de febrero de
2003, en su casa de la calle Goya en Sevilla, y le hicimos un homenaje el 10 de
abril de 2003 en la misma Facultad. Entre los diversos participantes en el acto,
yo pronuncié y escribí una semblanza de Manolo, que se publicó en la revista
Thémata, n1 32, 2004, pp. 17-18 (http://institucional.us.es/revistas revistas/
themata/ pdf/32/02%20choza.pdf ).
AConocí a Manolo e Isabel el año de mi incorporación como profesor Agregado
a la Facultad de filosofía de Sevilla, 1981-82. Estudiaban entonces quinto curso, y
formaban parte de la primera promoción de licenciados de esta Facultad, que
realizaron sus estudios en el antiguo edificio de la escuela de Bella Artes Santa
Isabel de Hungría, en la calle Gonzalo Bilbao 7. Esta Facultad estaba entonces en
fase constituyente, y yo me sumé en calidad de vicedecano al equipo gestor,
compuesto por don Jesús Arellano, como Decano, José Luis López López como
Secretario primero y como Decano después, y que contaba con Pepe Villalobos
como único catedrático joven, que con don Jesús y don Patricio Peñalver
formaban el trío de máximo rango académico.
Manolo e Isabel eran ya novios e iban a casarse al terminar la carrera, pues
ambos tenían perspectivas de quedarse a trabajar como ayudantes en la
Facultad, y así fue. Ese año yo no di clases en quinto curso y no establecí una
relación muy estrecha con ellos. El curso siguiente, tras acceder a catedrático de
universidad en noviembre de 1982, lo pasé fuera por completo, hasta que me
incorporé de nuevo en octubre de 1983. Y ahí es donde empieza la historia de una
amistad entre nosotros tres, de la cual quiero destacar los aspectos adecuados
para perfilar los rasgos más característicos de la vida y la personalidad de
Manolo. Esa vida y esa personalidad, él mismo, más que sus escritos y acciones,
son los que merecen esa eternidad que nosotros ahora remedamos con nuestra
conmemoración.@
Isabel Ramírez Luque, su inseparable compañera de curso, luego esposa y
más tarde viuda, nuestra compañera en la Facultad de Filosofía desde mediados
de los 80, falleció el pasado agosto en Sevilla, después de una pelea con un cáncer
que había empezado años antes de la muerte de Manolo.
Me resulta un tanto extraño, cercana ya la edad de mi jubilación, hablar
también del paso de Isabel por esta vida, como hablé del de Manolo. Porque lo
normal es que los más jóvenes recuerden a los más mayores y no al revés, y
porque es engañoso pensar que uno puede abarcar la vida de otra persona porque
puede medir los años de la de ella con los propios. Yo abarco los cincuenta y pico
años de Isabel. Su vida medía eso en tiempo, y se puede contar en palabras. Pero
esa vida, como la de todos los seres humanos, es infinita. En este caso, haberla
[16]
Thémata. Revista de Filosofía. Número 44. 2011
compartido en muchos momentos me permite asomarme a puntos donde esa
infinitud se abría en direcciones asombrosas.
Me gustaría relatar algunos recuerdos sobre su noviazgo y matrimonio, su
tesis, oposiciones y vida intelectual, y su dedicación a las actividades religiosas.
1.- Noviazgo y matrimonio
Por lo que se refiere a su noviazgo y matrimonio, hay que dejar constancia de
que era una de las chicas más guapas de su curso, con un cuerpo espléndido, y
una cara y una melena maravillosas. Pero eso irradiaba inteligencia, simpatía,
comprensión, y un montón más de cualidades, cada una de las cuales eclipsaba a
las demás, de manera que era una fiesta estar hablando con ella de lo que fuese.
Desde el principio de la carrera ella se sintió muy atraída por Manolo, y formaron
muy pronto una pareja familiar para profesores, alumnos y personal de
administración y servicios (PAS) de la facultad, cuando estábamos en la calle
Gonzalo Bilbao y cuando nos vinimos a la Avenida de San Francisco Javier.
Todos la adorábamos, y especialmente Álvaro y Antonia, que llevaron el bar de la
Facultad durante toda la vida de Manolo e Isabel, y que lo siguen llevando
después de la muerte de ambos.
La pareja era inseparable y persistente. Se les notaba que querían estar
siempre juntos y que lo estarían.
— Sí, pero tuve que declararme yo, porque él no soltaba palabra. Y cuando
comprendí que no la iba a soltar nunca, entonces decidí hablar yo.
— Claro, Jacinto. Cómo iba yo a decirle nada a ella. En mi silla de ruedas. Un
hombre así no puede decirle a una mujer que la quiere ni...
— Claro, claro, lo entiendo, y... )qué le dijiste Isabel...?
— Pues eso... que podíamos casarnos... y seguir haciendo la vida juntos...
— Sí así fue...
Luego Manolo me contó las condiciones que se había puesto a sí mismo y las
promesas que se había hecho a sí mismo al plantearse casarse con Isabel, para no
ser un lastre para ella y para darle toda la felicidad que se merecía. — Lo
primero que me juré es Aantes muerto que enfermo@, porque la enfermedad es la
manera más canalla de retener y dominar a una persona, especialmente si es
buena y te quiere.
Manolo cumplió esa promesa, y la alentó y apoyó en todos sus proyectos.
Pero los proyectos de Isabel no eran proyectos normales. Entre ellos estaba
dar la vuelta al mundo, visitar los cinco continentes, desde Canadá a Chile y la
Tierra de Fuego, desde Mombasa a Casablanca y El Cairo, desde Moscú a
Glasgow, desde Lisboa a San Petersburgo, desde Atenas a Pekín, y no solamente
una vez, sino, en algunos casos, varias veces.
Yo nunca he conocido a una mujer más libre para hacer planes a pesar de
estar casada que Isabel. Y nunca he conocido poliomielítico que haya viajado
tanto como Manolo. Los planes de Isabel eran permanentes. En las vacaciones de
Navidad, en las de Semana Santa, en las de verano, porque Isabel hacía amigos
[17]
Thémata. Revista de Filosofía. Número 44. 2011
en todas partes (al igual que Manolo), y luego volvían porque les invitaban. Y
además, nunca he visto viajes que requirieran tanta preparación.
Isabel buscaba rutas aéreas, formas de transporte de los aeropuertos a los
hoteles, y se aseguraba de que todo eso pudiera hacerse con una silla de ruedas.
Podría haber creado una agencia de viajes para minusválidos, señalando las
rutas que tenían facilidades de acceso en todo el mundo. Porque ir a Inglaterra y
a los países anglosajones del primer mundo se puede hacer con los ojos cerrados,
pero a los del tercer mundo... eso es otra cosa.
Esa actitud de los dos presidía siempre sus relaciones matrimoniales, pero eso
no significa que todo fuera siempre un camino de rosas. El momento más duro de
su vida quizá fue aquél momento en que supieron que no podían tener hijos y,
después del trago que supuso para los dos encajar esa certeza, iniciar el calvario
del proceso de adopción de un niño. Baterías de tests psicológicos para ambos,
entrevistas, encuestas, viajes, visitas, planes a dos años, a tres años, a más...
Posibilidades de niños con 3 años, con 6 años, con 9. Más tarde, nuevos
obstáculos, y, finalmente, cancelarse toda posibilidad. No hay nada más impío
que relatar esto en cinco líneas cuando ha significado noches sin dormir, días sin
dirigirse palabra, tardes llorando, nudos en la garganta sin poder hablar. Pero
tras un hundimiento y otro, y otro y otro, la pareja volvía a salir como los corchos
que caen por una catarata en un abismo y luego se reúnen en el primer remanso
a la salida de los remolinos. Vivieron muchos momentos así. Yo viví algunos con
Isabel, y también con Manolo.
Cuando murió Manolo yo estaba de viaje. Llegué al día siguiente y fui a su
casa de la calle Goya. Isabel estaba sentada en una butaca, ya con los ojos secos
de lágrimas y la mirada completamente perdida y dolorida. No nos dijimos nada.
Solo nos abrazamos un buen rato. Allí estaba el padre de Manolo y los padres de
Isabel, y su hermano.
Luego Isabel fue recuperándose. Regaló los libros de Manolo a los amigos que
los quisieron recoger como recuerdo (yo cogí, entre otros, Anatomía del poder, de
Galbraith, que no tiene su ex libris), y los que quedaron los entregó a la biblioteca
de la facultad. Luego hizo lo mismo con los suyos cuando su jubilación por
enfermedad se hizo obligatoria. Es una bendición muy grande para cualquier
persona que se marcha al otro lado de la muerte, tener algo que dejar para otras
o para una institución, de entre las cosas que estaban integradas en su vida.
Porque lo que vivieron unos años se capitalizó y sigue dispensando vida para
otros un tiempo más.
Al otro lado de la muerte era el título de uno de los libros míos que les regalé.
El subtítulo era Las elegías de Rilke. Cuando Isabel terminó de leerlo me comentó
con una leve sonrisa de comprensión. —Es tu autobiografía. Me quedé muy
sorprendido porque no me lo esperaba. Ni me había pasado por la cabeza que ese
libro pudiera tener ese significado. Pero pronto comprendí que era verdad. Me di
cuenta de que ella me había comprendido a mí y mi vida de un modo muy intenso
(mi vida hasta los 50 años). Podía comprender a las personas mejor de lo que
ellas se comprendían a sí mismas
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Thémata. Revista de Filosofía. Número 44. 2011
2.- Tesis y oposiciones. Vida intelectual.
Cuando regresé a Sevilla en 1983 Isabel estaba haciendo su tesis sobre la
estética de Hegel. Se la dirigía José Luis López. No pocas de las tardes que me
pasé en su casa dándole vueltas a la tesis de Manolo sobre la Crítica del juicio de
Kant, le dimos vueltas a la suya también. Era tan idealista y tan ingenua en lo
que se refiere al trabajo académico que le escandalizaban algunos de los trucos
que yo le enseñaba y le parecían una forma de ser deshonesto.
— Eso no es deshonesto. Si tú conoces un texto que ves citado por otro, y te
interesa mucho, pero no puedes consultar el texto en el libro original, puedes
citarlo como Acitado por... el autor del que has tomado el texto@, y ya está, sin
problemas.
Manolo asentía y entonces ella consideraba moralmente aceptable la
propuesta.
Después de la tesis vinieron la publicación y la preparación de artículos para
las oposiciones. Luego las oposiciones. Luego el tomar en propiedad la plaza que
tenía en la Facultad como interina. Luego la adscripción al área de estética
dejando la de filosofía, cuando se hicieron nuevas demarcaciones administrativas
en las asignaturas de la carrera. Luego, la adscripción al departamento de
Estética e Historia de la Filosofía. Luego las clases en la facultad de filosofía y en
la de periodismo.
Estudió mucho la historia de la pintura, y con frecuencia hacía viajes con los
alumnos a Madrid o a otras ciudades donde se celebraban exposiciones de
pintores de primera fila. También le gustaba mucho la fotografía, y
posteriormente se dedicó a la arquitectura y al urbanismo. En 2007 formamos con
Jesús de Garay un equipo para hacer un trabajo con el Departamento de Filosofía
de la Universidad Católica de Chile sobre AVirtudes públicas y diálogo social@,
donde ella presentó un estudio sobre urbanismo. No le dio tiempo acabarlo del
todo. Jesús, Nacho Salazar y yo estuvimos muy pendientes de ella, porque hizo el
viaje con muchas molestias abdominales. Pero seguía sin quejarse nunca.
A la vuelta organizó una exposición de fotografías sobre AEl cuerpo vivido@.
Una visión completamente inédita del cuerpo de la mujer. El cuerpo femenino ha
sido y es objeto de culto en la historia de la pintura, la escultura y la poesía.
Cuerpo desnudo y siempre divinizado. Cuerpo para ser adorado, contemplado,
imitado, celebrado, deseado, acariciado e incluso relatado y cantado. Pero las
mujeres reales tienen otro cuerpo. También femenino, en el que se perciben
huellas de cesáreas, de golpes, de hambre, de soledad, de vejez. También esos
cuerpos son cuerpos de almas femeninas, también esas almas están presentes y
se expresan en esos cuerpos. También esos cuerpos son amables y también
necesitan ternura. Esa exposición fue un éxito. Y tuvo que repetirla en diversos
lugares.
En la semblanza de Manolo Pavón, conté cómo era la dedicación de él y de
Isabel a los alumnos. Cómo formaban grupos de estudiantes de quinto curso, o
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que ya habían acabada la carrera, para ayudarles a preparar oposiciones, cómo
celebrábamos con ellos comidas y reuniones de diverso tipo en su casa, y cómo se
formó la tradición de hacer torrijas para los alumnos entre Manolo, Isabel y yo en
la semana de pasión. Eso también formaba parte de su actividad profesional y de
su vida intelectual. Y en ese aspecto de atención humana a los compañeros y
alumnos ninguno de los dos sobresalía sobre el otro. Su casa era un hogar para
muchos de nosotros porque era la casa de los dos.
3.- Dedicación a las actividades religiosas.
Desde que yo la conocí, y seguramente desde su infancia, Isabel era una mujer
muy religiosa, muy volcada en las tareas de la parroquia, en la asistencia a
marginados, en los estudios teológicos, y en las prácticas religiosas católicas, Aen
la periferia progre de la Iglesia Católica@, como decía Manolo. Vivía mucho sus
creencias y las cuidaba y pulía, tanto a nivel práctico como a nivel teórico. Por eso
compartíamos muchos puntos de vista desde que nos conocimos, aunque yo nunca
había estado en grupos de catequesis de primera comunión, de confirmación o de
matrimonio, ni había participado como actor o como organizador en las liturgias
de las eucaristías dominicales, ni me había comprometido en la asistencia a
enfermos terminales, inmigrantes, prostitutas o mendigos.
Algunas veces nos contaba a Manolo y a mí algunos de los problemas que se
encontraba con algunos de eso grupos, si eran problemas especialmente
dramáticos o increíbles, y también nos contaba algunas conversaciones con sus
compañeras o con sus amigas teresianas, con las que siempre tuvo una estrecha
relación. Al final de su vida esa relación de afecto y cooperación llegó a adquirir la
forma de un cierto vínculo oficial entre ella y la institución teresiana.
Disfrutaba de los diálogos teológicos entre Manolo y yo, porque a los dos nos
gustaba conversar mucho sobre problemas teológicos. Uno de nuestros temas
recurrentes era la otra vida. La vida eterna, la felicidad eterna y la desgracia
eterna. Otros eran la redención, la eucaristía, algunos sacramentos, algunos
preceptos morales y la moralidad en general. Algunos aspectos de la historia del
cristianismo o de la política vaticana. Y ella normalmente se quedaba
escuchándonos y disfrutaba cada vez que yo salía airoso ante alguna de las
objeciones Aimpías@ que ponía Manolo. Había algo así como una especie de
solidaridad o complicidad de los dos creyentes ante el ateo, aunque el ateo sabía
de asuntos religiosos tanto o más que nosotros y era de una calidad espiritual
insuperable.
Algunas veces hablábamos también de corrientes de espiritualidad. Como
tenían amigos en casi todas las familias religiosas, conversábamos sobre el estilo
de los dominicos, los franciscanos, los jesuitas, el opus, los neocatecumenales, y
algunos más.
Conforme iba tratando más a Isabel iba admirando cada vez más su
tolerancia, comprensión y apertura hacia todas las formas de vivir el cristianismo
y cualquier religión. También cualquier forma de irreligiosidad, de agnosticismo o
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Thémata. Revista de Filosofía. Número 44. 2011
de ateísmo. Y yo aprendí de ella en eso. No hay nada más respetable y sagrado
que el modo en que cada persona se relaciona con la trascendencia. Nada más
respetable quería decir para ella que esos modos son siempre para proteger, para
alimentar, para cobijar, y que el dolor, la esperanza y la alegría que surge de ellos
merecen siempre solidaridad, amparo, acompañamiento, discreción y no
injerencia.
Isabel no tenía muchas imágenes ni objetos religiosos en su casa, que, sin
embargo, estaba bien surtida de objetos de arte, aunque no abarrotada: cuadros,
láminas, fotografías, telas, algunos jarrones, y, por supuesto, muchos libros de
pintura, escultura y arquitectura, y muchos discos de música sinfónica desde el
siglo XV al XX.
Cuando la enfermedad empezó a cebarse sobre ella, su temperamento
entusiasta, aventurero, alegre, positivo, afable, solidario y cariñoso no se resintió
para nada. Seguía trabajando, viajando, cuidando a sus grupos de catequesis, sus
clases, sus alumnos, seguía con sus prácticas religiosas y con todo el conjunto de
prácticas profanas que le divertían, como el teatro, el cine, el baile, las
exposiciones, la semana santa, algunos mítines políticos y asambleas
universitarias.
Y no es que no tuviera dolores. No es que no fueran insufribles las secuelas de
la quimioterapia, que lo eran. No es que no pasara momentos de llanto amargo y
solitario, que los pasaba. Y no es que no sintiera rechazo hacia la muerte, que lo
sentía. Pero no lo manifestaba.
Cuando iba a verla al hospital siempre respondía a las preguntas: — Pues...
bien. Aquí vamos tirando. O también: — Pues nada hijo, que no hay manera, que
la quimio no ha hecho el efecto que se esperaba.
Así un día y otro. Una semana y otra. Un mes y otro. Un año y otro. Quizá
diez años así.
Una de las veces que fui a verla al hospital Virgen del Rocío y había pasado
muy mala noche, después de algunos meses con mucha incertidumbre sobre las
posibilidades de salir adelante, la vi a punto de echarse a llorar. Estaba en la
habitación con su madre y alguien más. La cogí del brazo y salimos a pasear por
el pasillo. Y entonces rompió a llorar. No le dije nada. La abracé hasta que se le
pasó el llanto. — Jacinto, yo no soy fuerte. Yo no soy valiente. La abracé y le di un
par de besos. Luego se calmó y volvimos a la habitación.
Cuando le daban el alta volvía a casa, y volvía a hacer vida normal. Vida
normal para ella significaba hacer un pequeño viaje a Nueva Delhi o a Buenos
Aires, pasarse allí una semana o diez días y volver a Sevilla. — Es que yo vivo al
día. Y tengo que aprovechar los minutos. Porque nunca se sabe. — Claro, nunca
se sabe. Además, si no hicieras eso no serías tú.
Cuando la conciencia de la muerte es muy viva, porque la muerte está muy
cercana y puede llegar en cualquier momento, y porque se ha escapado de ella en
varios momentos en que se pensaba que no había escapatoria, el modo en que la
persona así mira las cosas y el modo que los demás miran a esa persona tienen
un punto de excepcionalidad, de extrañeza, y de admiración si se trata de alguien
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que puede reír, disfrutar, hablar, bromear, viajar... Las cosas normales se
vuelven cosas llenas de misterio, y las personas también.
Algunas veces iba a su casa a verla y casi siempre había allí compañeros de
los grupos de catequesis, de la parroquia, de la institución teresiana o de la
facultad. Yo me sentía muy a gusto en esos grupos los ratos que pasaba con ellos,
y experimentaba un tipo de solidaridad y compañía muy entrañables.
En parte se puede creer que lo que se vivía allí era espíritu de comunidad
cristiana (Aprogre@, como diría Manolo). Estoy seguro de que lo que más amaba
Isabel era la filosofía y su enseñanza, el arte y su enseñanza, la religión y su
enseñanza. Eso que algún filósofo llamaría el espíritu absoluto, y su enseñanza. Y
estoy seguro de que le gustará que yo aproveche estos momentos en que la
recordamos para ensalzar esos amores suyo.
Con sumo gusto lo hago porque esos amores de ella son también los míos. Pero
quiero tomar una precaución, y es la de aclarar que aborrezco las manifestaciones
de duelo por quienes nos dejan, que toman ocasión de esa partida para ensalzar
ideológicamente la filosofía, el arte o la religión. Y las aborrezco porque
instrumentalizan el momento solemne de la partida, colocan en un segundo lugar
a la personan y proclaman la grandeza y superioridad de la ideología.
Lo he visto, y por eso quiero aclarar que Isabel no tenía ese sentido alegre y
positivo de la vida porque fuera cristiana, o porque fuera santa, cosa que
seguramente era. Porque puede haber personas con un profundo sentido cristiano
de la vida, y con una profunda santidad, que no son alegres ni positivas. Es decir,
que la altura de las cualidades morales y religiosas de las personas, aunque
tengan sus manifestaciones perceptibles siempre, no están dadas en esas
manifestaciones, y que esas manifestaciones positivas pueden ser de muchos
tipos, aunque no se cuenten entre ellas la alegría y el entusiasmo.
Isabel era tan alegre y positiva, resultaba tan confortable estar con ella, y
podía uno tener la sensación de que se perdía algo si no la trataba más, no porque
fuera cristiana, o artista, o filósofa, sino porque era Isabel. Porque hay muchos
cristianos, artistas y filósofos de los que no decimos eso, aunque tengan otras
cualidades positivas.
Desde luego para Isabel ser así era un don. Un don para ella y para los demás.
Y un don que se puede pensar proveniente de un donante divino. Como es un don
ser así para el Himalaya, para la bahía de Cádiz o para las camelias. Creo que
este es el sentido cristiano de las cosas que ella y yo compartíamos, y el que a ella
le puede alegrar que yo proclame como nuestro.
En la misa de funeral que se ofició antes de su incineración en el tanatorio de
la S-30, completamente abarrotado de gente, estaba su amigo el sacerdote
dominico Pedro León, amigo también de Manolo desde hacía muchos años. El no
pronunció la homilía. Lo hizo el oficiante, cuyo nombre ignoro. En esa homilía,
glosó las palabras de San Pablo en la Epístola a los Romanos 8, 31-35: A¿Qué
diremos después de todo esto? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra
nosotros? 32 El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos
nosotros, )no nos concederá con él toda clase de favores? 33 ¿Quién podrá acusar
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a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién se atreverá a
condenarlos? ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y
está a la derecha de Dios e intercede por nosotros? 35 ¿Quién podrá entonces
separarnos del amor de Cristo?@
Como podéis comprender, comentó, ahora sabemos que no hay juicio y
condenación, que no puede haberlo, que eso son creencias antiguas, superadas.
Sin duda habrá enfoques desde los cuales estas palabras resulten excesivas. Pero
son las más adecuadas para el funeral de Isabel. Porque dan la medida del
corazón de Isabel.
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URBANIZACIÓN Y CIUDADANÍA
EN LA SOCIEDAD GLOBAL1
Isabel Ramírez. Universidad de Sevilla
Plantear los problemas de habitar y organizar el espacio en una sociedad
global, supone partir de la aceptación de que vivimos tiempos de profundas
transformaciones, de incertidumbre e incluso de caos. Los cambios que están
teniendo lugar en nuestras sociedades desde hace algunos años, que afectan a
todas las manifestaciones culturales y al mundo de la vida, están modificando
radicalmente el alcance del conocimiento, el universo de las relaciones
interpersonales y el concepto de ciudadanía. Somos testigos de la aparición de
sociedades cada vez más plurales que exigen nuevas alternativas de convivencia
para paliar una mayor conflictividad social, de economías y políticas cada vez
más interdependientes que posiblemente buscan una mayor eficacia pero que
tienen ante sí el reto de construir un mayor igualitarismo.
Precisamente la evidencia de estos cambios provocó en las últimas décadas del
siglo XX una serie de debates en torno a la crisis de los principios axiales del
ideal Moderno, que se veía sobrepasado, cuestionado. Ya conocemos las distintas
posiciones que mantuvieron en este duelo autores como Habermas y Touraine,
Lyotard, Derrida y Foucault, Vattimo, Jameson, Tolfler o Bell, que centraron sus
diatribas, y estoy simplificando mucho, en torno a la cuestión de si la Modernidad
estaba definitivamente agotada, y en ese caso cuáles serían los nuevos
parámetros de nuestra cultura, o si aquella aún podía ser fuente de inspiración
para vertebrar nuestra sociedad.
De ahí que aparecieran calificativos como postmoderno, neomoderno,
postindustrial o postsocial, para hacer referencia a la conciencia finisecular de
que nuestro tiempo era otro, a la convicción de que una época había concluido
para dar lugar a otra que abordamos desde la indeterminació