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EL FUEGO
I.
TIERRA ELEGIDA

ACERCÁNDONOS AL SÍMBOLO FUEGO
El fuego, al que San Francisco de Asís, llamaba “hermano fuego”, ha sido uno de los
primeros descubrimientos de la humanidad. Imprescindible desde entonces para nuestra vida
cotidiana, forma parte de la vida diaria de todos los hogares. A él tienen acceso todos: ricos y
pobre. Desde siempre ha acompañado al hombre.
El fuego sugiere calor, fuerza, purificación, brillo, luz, claridad...podemos buscar entre
nosotras sugerencias, todo aquello que este símbolo provoca y evoca en nosotras.
A fuego se forja el hierro y a fuego lento se prepara la comida. Fuego desprende el sol,
y fuego sale de una humilde cerilla.
El fuego quema, destruye, reduce a cenizas, pero también calienta, caldea,
ablanda...tiene distintas intensidades. A él nos podemos acercar cuando no es muy intenso,
pero nunca tocar.
El símbolo del fuego tiene tantas aplicaciones que para la vida del Espíritu se recurre
a él para expresar una vivencia, un encuentro, una manifestación de Dios.
Busquemos juntas más elementos que nos sugiere la palabra / símbolo fuego.
Trabajemos y cultivemos este símbolo con experiencias de la vida cotidiana.
Ayudemos a las personas a ir distinguiendo dos niveles en este símbolo – fuego: el
externo y el interno...el que se ve, pero sobre todo, llevémosla por los caminos de aquel fuego
que ardía en los corazones de los dos discípulos de Emaús, y que les hizo regresar a la
comunidad para contar todo lo que habían visto y oído y cómo reconocieron a Jesús al partir
el pan.

RESONANCIAS BÍBLICAS DEL FUEGO
El fuego es la Biblia un símbolo poderoso de la presencia y acción divinas. Presencia y acción
que pueden ser:
A) Protectoras y Benefactoras:

Dan 7,9-10; Lc 3,16; Lc 12, 49.
B) Temibles y purificadoras:

Ex 19, 16-18; Jer 20,9; Jer 23, 29.
C) Vengadoras y Castigadoras

Gen 19, 24; Is 66, 24; Mt 3,10-12.
Resulta curioso que sin embargo, siempre que en la Biblia, o casi siempre, que hace
referencia no al fuego como tal, sino a la luz, nos encontramos con que usa este símbolo de
manera positiva.
1
En la Biblia la luz es como todas las cosas, incluidas las tinieblas, una criatura de
Dios: (Gen 1,3-5) pero una criatura excelsa, privilegiada, que sirve para evocar de manera
especial la presencia de Dios, de ahí que la luz se convierta en símbolo de todo lo bueno, lo
grande, lo hermoso, en símbolo de protección y compañía, de liberación y salvación, en
símbolo de alegría y felicidad plenas: de ciencia, justicia y rectitud ;es símbolo incluso de Dios
mismo (Is 10, 17) .De ahí que Jesús, encarnación de Dios, sea proclamado sin mas como la luz
(Lc 2,32) y a los discípulos de Jesús, se les llama “hijos de la luz”.
Son numerosísimas las ocasiones en que el símbolo fuego / luz aparece en la Palabra,
usado como manifestación de la presencia de Dios, otras como purificación, en otras, o como
el castigo por no haber amado al hermano.
Desde el Antiguo Testamento hasta los Evangelios, el fuego recorre las páginas de la
Biblia y nos ayuda a ahondar más en la experiencia de Dios.
Sería tarea ardua recoger todas las referencias bíblicas en que aparece el símbolo
fuego, bien como llama, bien como luz, brillo o calor. Lo importante para nosotras es
adentrarnos en los escritos de M. Carmen y ver cómo usaba ella esta símbolo, que resonancia
tiene para ella y cómo lo usó en su afán de transmitir el carisma concepcionista a sus hijas.
Queda para un trabajo personal seguir buscando pequeñas o grandes “llamas” a lo
largo de la Palabra.
II. TIERRA CULTIVADA

EL FUEGO EN M. CARMEN
En las cartas y escritos de m. Carmen, nos encontramos con ciertas referencias a este
símbolo fuego, luz, calor. Vamos a saborearlas:
 “ Brille en nosotras un amor grande hacia el Esposo celestial”
 “ Seamos nobles y generosas (...) unidas por los lazos de la caridad,
trabajemos por su lustre y brillo”
 “ El corazón es como un horno que se caldea con la oración”
 “ Ojalá nuestros corazones estén ardiendo de amor a Cristo”
 “ Que las llamas suban mas alto que los tejados”
Quizá M. Carmen cuando escribe y utiliza el símbolo de fuego como ese horno que se
calienta, ese caldear, arder, hacer brillar...no pretende ir mas allá o usar el símbolo con otro
fin que el de animar a las religiosas a orar y poner en Dios el corazón. Pero si es cierto que usa
ésta imagen con toda la carga que evoca, como medio para expresar el deseo y anhelo que
tiene y quiere transmitir.
M. Carmen nos quiere brillantes...pero no es el brillo que viene de la fama y el éxito,
sino el brillo del amor, de quien ha puesto su corazón en Dios. “¡Brille en nosotras un amor
2
grande hacia Jesús”, nos hace recordar el gemido del salmista cuando exclama: “ Haz brillar
sobre nosotros el resplandor de tu rostro Señor”.
Este es el brillo que M. Carmen pide para cada una: el brillo de la entrega sin
condiciones, cortando en nosotras todo aquello que no nos conduce a Dios y haciendo de El,
nuestra única luz y nuestro todo.
Brillo, que nos dice m. Carmen, solo se podrá mantener en ese contacto intimo, diario,
constante y personal con Jesús a través de la oración, que será la que nos caldee por dentro,
“¡El corazón es un horno que se caldea con la oración!”.
M. Carmen sabe que no es fácil la fidelidad al Señor y menos el cumplir su voluntad.
No es cuestión de permanecer, sino de permanecer en su amor, ni de resistir, con el fuego
medio apagado, sin sentirnos agraciadas. La experiencia de Cristo es por tanto el principal
puntal de nuestra vida concepcionista, sin esta convicción, es inútil trabajar en la
espiritualidad porque falta la condición fundamental para la fidelidad. Es importante caldear
el corazón desde los inicios, serenarlo, luchar por “el más” y crecer.
M. Carmen sabe por experiencia que sólo desde el encuentro con el Amor, podremos
amar...solo dejándonos iluminar por El, podremos brillar. “Feliz el alma que logra la unión con
Dios!” exclamará. No es fácil. Vivimos en una sociedad donde lo que cuenta es la eficacia.
Sólo lo tangible y palpable, lo productivo, es lo importante. Demasiado fácil se junta el
sentimiento a lo provisorio y no se advierte que para durar, es necesario querer y poner afecto
en aquello que se promete. En esta cultura de nuestras jóvenes, cuenta mucho lo desechable,
y los cambios frecuentes y numerosos. Se pone relatividad en todo.
Esta fidelidad del corazón que quería M. Carmen, supone adhesión e identificación a
unos valores, y esto supone fe.
Nos puede pasar como a los discípulos de Emaús, que tras un postulantado y noviciado
estupendo, luego resulta que todo se hace cuesta arriba, y comenzamos a caminar
apesadumbradas...se nos va apagando el fuego del amor primero.
M. Carmen nos quiere concepcionistas de ardiente corazón, capaces de dar testimonio
que ilumine a los demás. Ella fue la primera, y ella nos dejó el ejemplo... nada la separó del
amor de Dios..Supo caldear el corazón y mantener el fuego hasta el final y transmitirlo a las
demás. Ni las dificultades en las Adoratrices, ni las luchas y desánimos en las Dominicas
fueron capaces de desviar su corazón del querer de Dios.
M. Carmen sabe bien que el alma de quien ha puesto a Dios como centro de su vida no
esta exenta de peligros. Por ello para caldear el corazón y lograr el brillo del alma, es preciso
trabajar nuestra tierra...de ti depende...”de nosotras depende tal distinción”, nos dirá en su
carta de 1900. Si nos trabajamos, si ponemos empeño en fomentar lo que nos une con Jesús, si
apartamos todo lo que apaga en nosotras el brillo de Dios, todo lo que enfría el corazón, solo
entonces nos dice M. Carmen, arderá nuestro corazón de amor a Cristo y podremos ser
llamadas hijas de Dios.
No podemos perder de vista que el fin de estas fichas, es trabajar de tal manera que a
través de los símbolos concepcionistas, puedan ir captando un poco mas nuestra tierra,
nuestra vida, nuestra misión y colaborar desde lo que son y como son a mejorar entre todas el
jardín concepcionista.
Es necesario saberse relacionar con el Misterio y ponernos en relación con la totalidad,
propia y de los otros. Dejarse encontrar por Cristo y hacer experiencia de El, ya desde el
postulantado, es imprescindible para caminar como los dos discípulos de Emaús. El mismo
Pablo, se lo suplicaba a sus discípulos de Efeso: “comprended la amplitud, la extensión, la
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altura, la profundidad, del amor de Cristo, que sobrepasa todo conocimiento”; en otras
palabras...” dejad que vuestros corazones ardan de amor a Cristo”, eso suplicaba M. Carmen
a sus discípulas también.
Es posible. Hay que presentar la belleza de una relación con Jesús que llena y
plenifica por dentro, es acompañar a la joven en la vida de oración y rezar con ella y por ella.
Es preparar la liturgia, es tomarnos en serio el proyecto personal de oración y de vida. Es
ayudarle a ver la historia de cada día, en la rutina y lo cotidiano, como historia de salvación,
y allí hacer espacio real en el cual el misterio se torna visible, no siempre de manera evidente.
Este caldear el corazón en la oración, este iniciar a la joven en una relación intima,
personal y constante con Jesús, no siempre es una marcha triunfal progresiva, un crecimiento
acumulativo de elementos positivos, una formación “genial” en la que no se siente la dureza
del trabajo de la propia tierra, sino que por lo general es un choque, una perdida, una derrota.
Creo que es necesario ya desde el principio, presentar a las jóvenes, no solo al Jesús dulce y
tierno, que nos llena de paz a ritmo de guitarra, sino sobre todo al Jesús que sube a Jerusalén
y muere en cruz, como expresión concreta de un amor sin limites por el hombre. Hacer que se
identifique, poco a poco en ese caldear el corazón, con Jesús, en su totalidad, en Nazaret, y en
Jerusalén, sin miedos, fiada de su palabra.
Todo esto lo vivió también M. Carmen. Ella nos alienta en el camino y nos ayuda a
seguir alimentando y cuidando el horno interior a través de la oración.
Volvamos a las raíces, prendamos primero en mi, después en mi comunidad, ese fuego
que M. Carmen quería..., incluso a las novicias las quería de corazón ardiente, que las llamas
de su amor por Jesús suban mas altas que los tejados...y todo ello para que se ilumine esta
tierra bendita que es la Congregación, para que ardamos mas y mejor por Cristo y para
Cristo...” de ti depende”.
 REFLEXION PERSONAL SOBRE EL FUEGO
Haz un chequeo personal de tu ilusión, de tu entusiasmo, tu vitalidad por seguir a
Jesús:

¿Qué aspectos de mi vida han de pasar por la experiencia FUEGO?

¿Qué necesito purificar?

¿Está frío mi corazón? ¿Cómo puedo caldearlo?

¿Qué brillo quiere M. Carmen para mí? ¿Hay otros brillos en mi vida que
oscurecen el Amor?

¿Cómo ser luz para el S. XXI?

¿Qué arde dentro de mí? ¿Por quién ardo? ¿Por quién camino y vivo, a quién
anuncio?
4
III.
TIERRA BENDECIDA
(CELEBRACIÓN)
 Se puede comenzar a oscuras, con una vela, (incluso un pequeño fuego, o una linterna,
podemos poner una cerilla)... que ilumine y rompa un poco la oscuridad, para hacer
aun mas patente la importancia del fuego o la luz...recorrer dentro de nosotras
nuestras sombras y dejarnos iluminar por la Palabra para que se caldee nuestro
corazón.
 Se puede comenzar con una monición que nos motive sobre el símbolo.
 Música de fondo, mientras recorro mi propia historia, mis zonas oscuras y me dejo
iluminar por El.
¿Que será el fuego para quien tiene frío?, ¿Qué será la luz para quien no ve? ¿Qué
significa el brillo en la oscuridad? ...
Si así de deseable es el fuego externo para el hombre, ¿cómo avivar el interno, como
quería M. Carmen? ¿Qué puedo hacer para caldear mi vida? ¿Cómo brillar más en
comunidad con el brillo que M. Carmen me pide? ¿Cómo progresar en este amor
ardiente por Jesús? ¿Dónde siento que mi experiencia de Dios, mi consagración se va
enfriando?, ¿Cómo reaccionar, calentar y caldear el corazón para que arda en amor a
Cristo?
 Elegir la Palabra que queremos meditar: la Transfiguración, la zarza ardiente, el ciego
Bartimeo...etc.
 CELEBRACIÓN DEL CIEGO BARTIMEO.
“Fueron a Jericó. Y al salir de Jericó con sus discípulos y mucha gente, el hijo de Timeo
(Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al oír que pasaba Jesús el
Nazareno comenzó a gritar: « ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!». La gente le
reprendía para que se callase, pero él gritaba con más fuerza: «¡Hijo de David, ten compasión de
mí!». Jesús se detuvo y dijo: « ¡Llamadlo!». Y llamaron al ciego diciéndole: « ¡Ánimo!
Levántate, que te llama». Él, tirando su manto, saltó y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: « ¿Qué
quieres que te haga?». El ciego respondió: «Maestro, que vuelva a ver». Jesús le dijo: «Anda, tu
fe te ha curado». Inmediatamente recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.” (Mc 10, 46-52.
Bartimeo, (YO), era un mendigo, estaba ciego y desde el borde del camino, sentía que
Jesús, la vida y luz verdadera, pasaba a su lado, mientras el ( yo) atrapado en sus tinieblas, ni
siquiera podía verlo.
Ponte a gritar como el, una y otra vez: “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mi” .
No dejes que nada ni nadie sofoque tu grito. Escucha las palabras que te dicen de su parte:
“Animo, levántate: te llama”.
Y lo mismo que el ciego da un brinco, arroja lejos el manto que te envuelve y ponte tal
como eres delante de Jesús, que te pregunta:
 “¿Qué quieres que haga por ti? “
5

“Señor, que vea”...que mi vida tenga luz, que entre brillo en mis tinieblas, que se
caldee mi corazón...
Pon todas tus tinieblas y frialdades en manos de Jesús, créete de verdad que puede
curarte, restaurarte la vista y la luz en tu vida, pídele que prenda fuego en ti, en nosotras
para que el mundo arda, para que la Congregación sea tierra de bendición, iluminada por la
vivencia y experiencia que tenemos de Dios.
Y después... a seguirle por el camino.
Y seguirle al estilo de M. Carmen, sin miedo a caer en el cansancio, la emigración
interior, el recurso a la distancia o al endurecimiento, para evitar que nos alcance la herida de
la incomprensión, de la indiferencia o del no aprecio. Y junto a El, ir aprendiendo
precisamente lo contrario: que el amor es fecundo también en sus fases de “latencia”, y que es
entonces cuando se enraíza y se cimienta y se verifica: que, aunque resulte una locura, hay
que seguir intentando vivir abiertas y vulnerables; y que en ese querer y esperar, y echar
raíces en tierra concepcionista, en la voluntad de entrega, esta el camino escondido por el que
podemos llegar a “ver la luz”.
Todo esto esta fuera del alcance de nuestras fuerzas, pero Alguien lo ha vivido antes
que nosotras.
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