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SITUACIÓN ECONÓMICA MÁS RECIENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS Características más sobresalientes de la reciente expansión de la economía norteamericana - La economía norteamericana avanza hacia su sexto año consecutivo de recuperación económica, hasta el tercer trimestre de este año se han registrado 64 meses consecutivos de crecimiento económico (ver gráfico 1). Todavía muy por debajo del récord de 120 meses consecutivos de la administración Clinton e incluso de la larga reanimación del período de Reagan durante los años ochenta. Gráfico 1. Evolución trimestral del PIB de Estados Unidos (en %) Fuente: U.S. Bureau Economic Analysis (BEA), 2007 Sin embargo, se aprecian dos tendencias claramente definidas (ver gráfico 2): Entre el 2001 y el 2004, una tendencia progresivamente creciente que lleva el dinamismo del PIB desde 0,8% en el 2001 hasta 3,6% en el 2004 (en el 2002 fue 1,6% y en el 2003 fue 2,5%). Ahora, a partir del 2004, comienzan a manifestarse síntomas de cansancio en la recuperación y en el 2005 el crecimiento económico cae a 3,1% y ya en el 2006 siquiera alcanza el 3%. 1 Ello coincide con la agudización del proceso de desaceleración que, desde hace cuatro años, experimenta la productividad del trabajo cuyo dinamismo descendió hasta 1,57% en el 2006, el peor registro en una década (ver gráfico 2). Gráfico 2: ACTIVIDAD ECONÓMICA (Tasas de crecimiento anual) Fuente: La inversión residencial y el consumo desmedido de los estadounidenses han sido las fuerzas fundamentales de la recuperación (ver gráfico 3). La participación del consumo privado en el PIB del país se elevó hasta 71% y su aporte al dinamismo económico, entre el 2003 y el 2006, fue, incluso, algo superior (72%). En contraste, las inversiones no residenciales, sobre todo en bienes y equipos, han tenido un comportamiento muy inestable y apenas se han recuperado de la caída del 2001-2002, incluso prácticamente no han cesado de retroceder desde el primer trimestre del 2006. En este contexto, la tasa de desempleo ha tendido a bajar desde el nivel de más de 6% alcanzado en el 2003 y se estabilizó en torno al 4,5% a partir del 2006. Sin embargo, los niveles de desempleo y capacidad productiva ociosa, aun habiéndose reducido ampliamente durante la fase expansiva (gráfico 4), no han llegado a los mínimos del ciclo anterior. Así, la utilización de la capacidad productiva, tras alcanzar valores superiores al 84.5% hace una década, no ha superado el 82.5% en la presente expansión. En el mismo sentido, la tasa de desempleo ha tocado su mínimo del ciclo en el 4.4%, algo alejado del 4.0% de media en la primera mitad del año 2000. 2 Gráfico 3: Participación sectorial en el PIB de Estados Unidos (en %) Fuente: En los últimos meses del presente año, el desempleo ha comenzado a subir y en octubre pasado, último dato disponible se elevó hasta 4,7%. Más de 8 millones de norteamericanos continúan desocupados (sin tener en cuenta los desempleados dentro de 12 millones de indocumentados), pero no todos tienen derecho a recibir susidios. Entre los jóvenes (15,1%), los negros (8,5%) y los hispanos (4,8%), la tasa de desempleo registra los niveles más altos. Existen 6 millones de estadounidenses con empleos precarios y no menos de 45 millones trabajan a tiempo parcial, en empleos de duración determinada y sin seguros sociales. A pesar de ello, el fantasma de la inflación se ha mantenido bajo control (gráfico 5). El índice de precios al consumidor creció 3,3% en el 2004; 3,4% en el 2005 y 2,5% en el 2006. Incluso la inflación ha registrado elevaciones sólo moderadas, pese a los factores que han presionado al alza sobre la misma. La Fed mostraba también su convencimiento de que, aun con los existentes riesgos al alza, la inflación permanece, y lo haría en un futuro, contenida. Pero no está garantizada una reducción de la tasa de inflación, pues los mercados laborales relativamente ajustados implican que las compañías podrían trasladar los mayores costos a los consumidores. 3 Gráfico 4: Utilización de la capacidad productiva en el sector industrial (%) y tasa de desempleo (%, escala derecha). Medias trimestrales Gráfico 5: Comportamiento de la inflación (en %) 4 Las ganancias de las corporaciones han crecido de manera importante, superando con creces los ritmos de crecimiento económico. Las ganancias venían creciendo 20% al año, hasta finales de 2006, pero distintos analistas venían señalando su retraimiento. Algunos por ejemplo afirmaban que "tal crecimiento de las ganancias podría no ser sostenible, especialmente si los costos laborales siguen aumentando a causa de las concesiones en convenios salariales o una desaceleración en el crecimiento de la productividad " Gráfico 6 Ganancias corporativas Más de 5 años de recuperación constituye una oportunidad adecuada para hacer una retrospectiva histórica y comparar esta recuperación con el promedio de las cinco recuperaciones anteriores ocurridas desde la Segunda Guerra Mundial. Ello arrojaría luz sobre la efectividad de las políticas aplicadas por la actual Administración. Como se aprecia claramente en el gráfico 7, la presente expansión económica ha sido más débil que la media de las vividas en el medio siglo anterior en variables como: crecimiento económico, empleo, consumo, inversión, riqueza neta y salarios. 5 Gráfico 7 Comparación con el promedio de las recuperaciones anteriores Por el contrario, el incremento de las ganancias corporativas en el actual ciclo recuperativo, ha superado en más de dos veces el paso de las ganancias en el pasado. En resumen, la presente reanimación ha sido muy débil a juzgar por todos los elementos apuntados, excepto las ganancias de las corporaciones. Ello se corrobora cuando se analiza el comportamiento de la participación de Estados Unidos en el PIB mundial y se compara con otras naciones, que están entre los llamados países emergentes. Toda esta realidad se explica, en parte, por la política económica aplicada por el gobierno de Bush para salir de la recesión, la cual tuvo tres frentes fundamentales: . Política fiscal expansiva consistente, básicamente, en una aumento de los gastos militares y una reducción de impuestos diseñada para beneficiar a los estadounidenses más ricos. (Claro de aquí solo la primera parte) porque la segunda no tiene nada que ver con sacar a la economía de la recesión. Con ello también se acentuaba la política imperialista de recolonización en los países dominados: su muestra más dramática es la invasión a Irak. Por supuesto, hay que señalar que aquí había superavit fiscal. Que permitía todo eso. 6 Gráfico 8: Participación de algunos países en el PIB mundial Participación en el PIB mundial Programas de recortes fiscales de magnitud excepcional (especialmente en 2001 y 2003), que pretendidamente debían compensarse con el incremento de la recaudación que se produciría gracias al estímulo a la actividad de tales recortes fiscales (es decir, el regreso de la “Curva de Laffer”). El sesgo de esos recortes fue de tal calibre que, mientras los perceptores de rentas superiores al millón de dólares anual ahorraron en 2006 gracias a los mismos 118000$ (7.5% de su renta), los ciudadanos en el 20% central de la distribución de la renta ahorraron 740$ (el 2.3% de sus ingresos), y los situados en el 20% de menor renta ahorraron una media de 20$! . El descenso de los salarios y en general, un empeoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora estadounidense. . La reducción de las tasas de interés hasta llevarla a mínimos históricos de 1%. Para muchos autores, esta fue la medida clave de política económica, que explica el más reciente ciclo de crecimiento económico que involucró a todo el mundo capitalista sin excepción. Por ello, voy a detenerme un tanto aquí. Lo que sucede es que el crédito barato incentivado por esta política de tasas de interés bajas de la FED en tiempos de Alan Greenspan, no tuvo como consecuencia el endeudamiento para inversión en EE.UU. "Funcionó, pero de un modo fundamentalmente distinto a como funciona normalmente la política monetaria. Por lo general, las tasas bajas hacen que las empresas pidan más préstamos para invertir, y el aumento del endeudamiento trae aparejados más activos productivos". Lejos de esto, el crédito sirvió para alimentar una vorágine de endeudamiento para la especulación, que multiplicó la masa de capital 7 líquido que circula en busca de ganancias rápidas, por la falta de oportunidades para obtener ganancias en la producción de bienes y provisión de servicios. ¿Por que no se dieron estas oportunidades? Lo que sucede, es que, gracias a la política de dinero barato de Greenspan, cuyo objetivo fue contener la crisis luego del estallido de la burbuja de las empresas de alta tecnología especialmente las punto com) se evitó que hubiera una quiebra importante de empresas. Estuvieron los escándalos de ENRON y WorldCom, y desaparecieron un montón de empresas tecnológicas, especialmente las punto com, que nunca iban a ser rentables. Pero la sobreinversión, que llegaba a muchas otras ramas de la economía, no fue resuelta mediante quiebras importantes y una liquidación más masiva de capital constante. ¿Y que importancia tiene para las posibilidades de realizar inversiones rentables, el hecho de que se haya mantenido la situación de sobreinversión? Si hay sobreinversión, lo que sucede es hay superabundancia de capital constante, es decir de medios de producción (y también materias primas e insumos). Y esto tiende a bajar la tasa de general de ganancias. En la sociedad capitalista, el capital constante debe combinarse con el capital variable, el trabajo vivo de los obreros, para generar plusvalía. La plusvalía, como dijimos, sólo surge del valor generado por los obreros. Es la diferencia entre lo que el capitalista desembolsa como salarios, y el mayor valor generado por los obreros durante la jornada. En términos generales, podemos decir que las crisis capitalistas resuelven esta situación de sobreinversión, llevando a la quiebra a una multitud de empresas capitalistas, y haciendo que desaparezcan grandes masas de valor invertido en maquinarias e instalaciones, y que otras tantas se desvaloricen enormemente, Sin embargo, esta situación estructural de sobreinversión en que se encontraban las principales economías mundiales, especialmente -pero no sólo- la norteamericana, cuando comenzó la recesión de comienzos del milenio, no fue resuelta de este modo, como ya señalamos. Hubo una política de salvataje para que sólo quebraran las empresas más comprometidas. Por eso, no hubo nuevas oportunidades de obtener grandes ganancias, justamente, porque en la mayoría de las áreas -particularmente telecomunicaciones por ejemplo- no había habido saneamiento. El costo de esta política, ha sido poner un techo a las posibilidades que tiene la burguesía para valorizar su capital mediante un proceso que implique la extracción de plusvalía. Eso explica que la inversión haya sido tan baja en los últimos años, especialmente en EE.UU., Japón y Alemania. "La baja de las tasas de interés no estimuló mucho la inversión". La única excepción ha sido China, que por los bajos costos de la fuerza de trabajo y los beneficios otorgados por la burocracia en materia impositiva, sigue siendo un imán para la inversión capitalista. Esto lo ha reconocido el propio Fondo Monetario Internacional, que en su pronóstico anual para 2007 planteaba "Es interesante señalar que el aumento reciente de la inversión está concentrada casi enteramente en China, donde las trasformaciones económicas han generado amplias oportunidades." 8 Bases de la expansión Pero en este marco, ¿cómo explicar el último ciclo de crecimiento que involucró a todo el mundo capitalista sin excepción? Por un lado, frente a la falta de alternativas, la masa de dinero que buscaba oportunidades de valorización, se volcó especialmente a la especulación inmobiliaria. Así, alimentó una burbuja que hizo subir por las nubes los precios de las propiedades (en EE.UU. y en todo el mundo) y recién comenzó a desinflarse a fines del año pasado. Volviendo a Stiglitz: "La economía creció, pero principalmente debido a que las familias estadounidenses se decidieron a endeudarse más para refinanciar sus hipotecas y gastar parte del excedente. Y, mientras los precios de las viviendas subieron como efecto de las menores tasas de interés, los estadounidenses pudieron no darse por enterados del creciente endeudamiento". Pero incluso señala que "ni siquiera eso estimuló lo suficiente a la economía. Para que más gente pidiera préstamos, se ablandaron las condiciones de los créditos, lo que promovió el crecimiento de las hipotecas basura, las llamadas ’subprime’". En virtud de esa política de dinero barato, y despojados de todo tipo de regulación y control, los “tiburones” del sector bancario y financiero ávidos de obtener grandes beneficios y con la expectativa de vender el riesgo de impago a un tercero, generaron un diluvio de créditos para el sector inmobiliario (sustentado por una emisión masiva de dinero por parte de la Reserva Federal, el Banco Central de Estados Unidos). Cada año subían los precios de las viviendas y se inflaban hasta un 20% anual en los mejores lugares. Así, se puso en marcha una especulación descomunal: entre el 2001 y el 2006, la nueva burbuja creada en el sector inmobiliario llegó a alcanzar más de 3 millones de millones de dólares de pura espuma financiera, sin algún contacto con la economía real productora de bienes y servicios tangibles. Se concedieron préstamos hipotecarios de todos los “colores”, incluso hasta para personas con bajo poder adquisitivo y/o con un historial de crédito problemático y/o que no aportaban toda la documentación necesaria (prueba sobre sus fuentes de ingreso, por ejemplo). Estas llamadas hipotecas basura1 (o “subprime”), al tener un mayor riesgo de impago, implican un tipo de interés más elevado en comparación con los préstamos normales (2% o 3% más). La Este mercado se desarrolló a partir de mediados de los años noventas en Estados Unidos para atender a una parte de la población que tenía calificaciones crediticias bajas y que, para acceder a una vivienda en propiedad, u obtener un crédito con la garantía de una vivienda, necesitaban o bien destinar una parte importante de sus ingresos al pago del servicio de la deuda hipotecaria (algo más de un 55%), o bien hipotecarse por una cantidad elevada del valor de la vivienda que adquiría (superior al 85%). 1 Hasta finales del decenio de los noventas, la mayoría de los préstamos los garantizaba una institución pública denominada la Asociación Federal de Vivienda que aplicaba criterios estrictos para asegurarse que los parámetros de riesgo no fueran excesivos. Ante lo limitado de su financiación, irrumpieron agencias estatales como Fannie Mae y Freddie Mac que compraban hipotecas de este segmento con riesgos acotados y homogéneos. Este esquema, que fue el corazón del mercado de hipotecas de alto riesgo hasta el 2003, permitió que familias con bajos ingresos pudieran disponer de viviendas en propiedad, al tiempo que construían una historia que les permitía mejorar su calificación crediticia si cumplían con los pagos en el tiempo. Entre 1995 y el 2003, el porcentaje de familias que poseen vivienda en propiedad subió de 64% a casi el 68%, y esto ocurrió especialmente entre colectivos de menores ingresos. A partir del 2003, llegaron los cambios y los bancos de inversión, las agencias calificadoras de riesgo y otros actores más, atentos a la jugada, se metieron en el mercado hipotecario. 9 venta de estas hipotecas de alto riesgo llegó a su nivel record en el 2005, cuando su volumen superó los 500 mil millones de dólares, casi un 10% del mercado hipotecario estadounidense. Como se contaba con la constante y continua elevación de los precios de las casas – prácticamente única garantía de los préstamos– y, en consecuencia la posibilidad de poder volver a refinanciarlas, ¡Qué importaba la capacidad de pago de las familias, o el importe de la hipoteca respecto al valor de la vivienda, o la comprobación de los ingresos de los clientes!. Y la supervisión de ese mercado, alejado del negocio bancario tradicional, se durmió; en un entorno donde, además, muchas de estas entidades no eran supervisadas por instituciones federales, sino estatales, sin criterios homogéneos. En la práctica, la economía norteamericana entera pasó a depender, directa e indirectamente, del negocio lucrativo en el sector inmobiliario. El auge de ese sector se convirtió, de hecho, en la locomotora del consumo y el crecimiento económico de Estados Unidos durante el 2001-2006. El alza creciente y sin fundamento de los precios de las casas parecía hacer realidad el milagro de “multiplicar los panes y los peces”, en la medida en que posibilitó casi la mitad del gasto en consumo de los norteamericanos. Se estima que, aproximadamente, el 80% del incremento del empleo y casi las dos terceras partes del incremento del PIB de Estados Unidos, en los últimos seis años, se originó, directa o indirectamente, del sector inmobiliario. Bancos, sociedades financieras, promotores inmobiliarios y constructoras, compañías automovilísticas, alcanzaban beneficios astronómicos, a costa de una transferencia masiva de los salarios de los trabajadores, cada vez más entrampadas. Era el esplendor del parasitismo. Los “hedge funds” (“sociedades de gestión de riesgo”) “hacían su agosto”. Estas sociedades, con domicilio en paraísos fiscales y en su mayoría creadas por los grandes bancos, se dedicaban a comprar los préstamos hipotecarios para volverlos a vender por grandes márgenes por todo el mundo. Eran los llamados “derivados financieros”. Todos querían participar en la fiesta. Más aún, los bancos europeos y asiáticos, directamente o por medio de sus “hedge funds”, compraban para luego volver a vender otra vez con ganancia. Las agencias de calificación (“rating”) bendecían las operaciones, mientras los bancos centrales y las autoridades financieras callaban complacidos. Una monumental burbuja financiera se alzaba sobre la ya enorme burbuja hipotecaria. La economía mundial depende de un descomunal “juego de casino” en torno a las casas: el crédito barato ha impulsado auges de la vivienda en casi todo el mundo. En la actualidad, la deuda hipotecaria de Estados Unidos alcanza unos 10 millones de millones de dólares, casi igual al PIB del país y el 80% del total de la deuda de los consumidores norteamericanos (12 millones de millones de dólares). De esos 10 millones de millones, el 13% corresponde a las hipotecas basura, que hacen además un 9% del PIB del país. 10 La otra pata, es el gran desarrollo de distintos instrumentos financieros, que involucraron los créditos hipotecarios, pero también incluyeron la especulación con los precios de hidrocarburos y las commodities agrarias. Sobre esta base, se produjo un amplio desarrollo de mercados de derivados. Pero también se desarrollaron las estrategias de valorización de las acciones empresarias, a través de las fusiones y adquisiciones. Aprovechando el dinero barato, grandes empresas recurrían al crédito para la adquisición de otras firmas importantes. De esta forma, esperaban que el resultado, en términos de cotización accionaria, de la empresa fusionada, fuera mayor a la suma del valor accionario de las dos empresas por separado. Así, empresas que no tenían necesariamente gran rentabilidad, lograban incrementar el valor de sus acciones, y por ende beneficiar a sus accionistas. De esta forma, el capital financiero, que como tal, no participa de la generación de plusvalía, puede sin embargo permitir la realización de ganancias, que son una promesa de plusvalía futura, en potencia. Este mecanismo llevado hasta límites insospechables previamente, permitió el crecimiento exponencial del capital ficticio, y permitió que la mayoría de las grandes corporaciones pudieran presentar buenos resultados de ganancias. Fue la combinación entre la burbuja inmobiliaria y estos mecanismos financieros (que generaban un "efecto riqueza" que incentivaba un consumo de la clase media norteamericana más allá de sus posibilidades actuales), la base para el boom de consumo y el febril desarrollo de la construcción. Entre el 2002 y el 2006, se estima que la riqueza neta de las familias norteamericanas, que ha sustentado el aumento del consumo ante una evolución no satisfactoria de la renta, se incrementó en casi 45% (17,2 millones de millones de dólares)2; en comparación con el incremento record anterior de 11 millones de millones de dólares durante 1997-1999, justamente, en la antesala del colapso de la burbuja del sector de alta tecnología (OCEI, 2007). Por otra parte, las grandes corporaciones, encontraron en China un paraíso de mano de obra barata, y en el cual el capital tenía todo un territorio virgen por colonizar. La inversión productiva se ha concentrado en esa región del planeta en magnitudes nunca vistas anteriormente, y con posibilidades de rentabilidad que no ofrecía ninguna otra en estos últimos años De esta forma se pudo mantener un ciclo "virtuoso" a nivel mundial, donde EE.UU. era el gran consumidor de las exportaciones del resto del mundo, alimentando su déficit comercial, junto con su déficit fiscal. Pero como ya señalamos, esto no puede durar indefinidamente. Este capital ficticio acrecentado, debe en algún momento acreditar que su mayor valor, acrecentado por la vía de la especulación, es una parte de la plusvalía extraída por el capital productivo. En los momentos de inquietud, los inversores bursátiles, que normalmente aceptan como buenas las afirmaciones más disparatadas sobre posibles rendimientos de títulos, exigen pruebas más fehacientes. Y como todo el capital, el financiero no puede reclamar más que La riqueza neta de las familias norteamericanas pasó de 38,8 millones de millones de dólares en el 2002 a 55,6 millones de millones de dólares en el 2006 (de 3,7 veces el PIB a 4,1 veces el PIB) (OCEI, 2007). 2 11 una porción del valor generado diariamente por los obreros en sus jornadas. Una porción proporcional a su monto, dependiente de la tasa general de ganancias. La "exuberancia irracional", como dijo alguna vez Greenspan, muestra entonces su carácter efímero, bajo la forma de abruptas caídas bursátiles y "corralitos" -como el que instrumentó el BNB Paribas, reconociendo que tres de sus fondos de inversión, no tienen ni remotamente el valor que afirmaban. Ahí, es cuando la superabundancia de liquidez se transforma en iliquidez. En algún momento, las turbulencias financieras de los últimos días iban a tener lugar, para sacudirse masas de valor acrecentado que sólo existían en las pizarras de las cotizaciones bursátiles. Cambio de las condiciones de la economía de Estados Unidos Pero el escenario cambió, progresivamente, a partir del 2004, cuando la amenaza de la inflación obligó a la Reserva Federal a dar el giro hacia una política monetaria restrictiva y elevar la tasa de interés en 17 ocasiones consecutivas hasta llevarla de 1% a 5,25% en el 2006 (ver gráfico 9). Se abrió la puerta de la morosidad y durante el último trimestre del año pasado, los atrasos en los pagos de hipotecas en Estados Unidos aumentaron a su nivel más alto en tres años y medio mientras los embargos se elevaron a niveles históricos, debido a la incapacidad de las personas con problemas de crédito para mantener al corriente los pagos de sus casas. Gráfico 9: Comportamiento de las tasas de interés Después de 10 años de alzas continuadas y espectaculares (excepto la breve pausa del 2000-2002), los precios de las casas comenzaron un descenso sostenido desde el 2005 y cayeron estrepitosamente en agosto del 2007 (Ver gráfico 10). La burbuja inmobiliaria había explotado, se había acabado la fiesta. Las familias norteamericanas endeudadas comenzaron a poner a la venta unas casas que ya no podían pagar: se estiman en más de cinco millones las 12 viviendas en esta situación, las ventas de casas retrocedieron y la construcción entró en un profundo letargo. Uno de los ciclos hipotecarios más prolongados de la postguerra (1995-2005), ha devenido, hoy, el peor desplome del sector en los últimos 30 años. Por primera vez, desde la Gran Depresión de los años treinta, los precios de las casas han caído durante dos años consecutivos. Y todo parece indicar que los precios caerán al menos 15% en los próximos dos años. Gráfico 10 Empleo en el sector de la construcción: variación trimestral neta (personas; escala derecha). Precios: variación interanual, según el índice OFHEO para el conjunto del país (%) Vivienda iniciada y vendida: variación interanual, media móvil 12 meses (%) Y en agosto de este año, finalmente la burbuja explotó y se acabo la fiesta. Los precios de las casas cayeron sensiblemente. Esta es la crisis inmobiliaria más severa de los últimos 30 años: por primera vez, desde la Gran Depresión, los precios de las casas han estado cayendo durante dos años consecutivos. Y todo parece indicar que los precios caerán mucho más en los próximos dos años, al menos 15%. Como consecuencia, (los créditos se han congelado) muchas instituciones crediticias que financiaron durante años el boom inmobiliario se han visto afectadas: decenas de empresas de créditos hipotecarios, suman más de 70 agencias, han cerrado y muchas otras han suspendido totalmente los préstamos, lo cual ha comenzado ha afectar a otros sectores del país, incluso de la economía real. Se han perdido más de 35 mil empleos y la industria financiera estadounidense ha anunciado el recorte de más de 87 mil empleos este año, un 75% más que en todo el 2006. Más de 2 millones de estadounidenses pobres han perdido sus viviendas o están bajo amenaza de perderla ante la imposibilidad de pagar las deudas. Muchos Fondos de cobertura de riesgo, diseñados supuestamente para proteger han quebrado 13 Han entrado en bancarrota 114 firmas de hipotecas, 17 fondos especulativos que cargaban con las obligaciones de deudas de esas firmas hipotecarias – suspendieron sus negociaciones y diez han sido volatilizados. Se considera que la contracción del crédito por los problemas que enfrentan las hipotecas subprime en Estados Unidos ha generado una crisis de confianza en el sistema financiero internacional. La crisis de confianza actual viene de que los inversionistas, pero sobre todo las autoridades regulatorias y los bancos, no saben con exactitud ni la dimensión de las pérdidas en los mercados de créditos, ni quienes son los principales implicados en los riesgos. Es como caminar en un campo minado, sin saber donde están las minas, por donde quiera aparece un fantasma. Hasta la fecha, se han afectado por falta de liquidez más de una decena de fondos de Inversión, que en su conjunto han comprometido recursos por unos 34 mil millones de dólares. Se esperan pérdidas a nivel mundial entre 50 mil millones de dólares y 200 mil millones de dólares, suponiendo un deterioro del 10%-20% del mercado subprime. Medidas aplicadas recientemente - La rebaja, en dos ocasiones de la tasa de interés, que desde hacia cuatro años se había congelado en 5,25%. En septiembre la Reserva Federal recortó la tasa de interés hasta 4,75%, una movida que sorprendió a muchos analistas. En su pasada reunión de octubre, como es ampliamente conocido, la Reserva Federal decidió rebajar su tipo de referencia por segunda vez consecutiva, y la llevó a 4,50%. Sin embargo, tal decisión, al contrario que la anterior, no fue unánime: el gobernador de la Reserva Federal de Kansas City, Thomas M. Hoenig, votó en contra, ofreciendo argumentos a favor de mantener el tipo de interés en el entonces vigente 4.75%. Se espera que estos descensos faciliten el acceso al crédito para los consumidores, las empresas y los inversionistas y disminuya el riesgo de recesión. - Los Bancos Centrales de Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, Canadá, Suiza y Australia, en conjunto inyectaron más de 300 mil millones de dólares a sus sistemas financieros, a fin de darles liquidez, tranquilizar a los mercados y evitar una fuga masiva de inversiones. Los objetivos esenciales de sus intervenciones han sido: primero, reducir la incertidumbre, la desconfianza y la volatilidad en los mercados monetarios. Una vez logrado lo anterior, de acuerdo con nuestras reflexiones previas, frenar cualquier atisbo de restricción crediticia generalizada a consumidores y empresas. Con ello, la economía real quedaría libre de verse arrastrada por la crisis financiera. Con relación a la primera medida hay que decir que al reducir la tasa de interés, mucho antes de lo que el Banco Central de Estados Unidos realmente quería, se ha revivido otro temor: el fantasma de la inflación, en la medida en que se mantienen elevados los precios del petróleo y de las materias primas, y 14 la inyección de más dinero en la economía, facilitaría un alza en los precios del consumidor. También, estas reducciones de la tasa de interés, conducen a una mayor debilidad del dólar. Un dólar más débil aumenta los precios de las compras externas de Estados Unidos, de productos tales como el petróleo. Por lo tanto, a menos que Estados Unidos reduzca sus importaciones, un dólar más débil tenderá a agravar la inflación. También, se afecta el papel del dólar como principal moneda de reserva y con ello la hegemonía de Estados Unidos. En los últimos días de este mes de septiembre, el dólar ha sufrido una caída estrepitosa frente al euro, una caída solo comparable con la experimentada en 1976 cuado igualó su valor al dólar canadiense. La Reserva Federal se mueve en una especie de cuerda floja, intentando mantener el equilibrio. Puede que haya bajado mucho o con demasiada antelación la tasa de interés y despierte el fantasma de la inflación. O puede que haya bajado demasiado tarde las tasas, por que subestimó el riesgo de explosión de la burbuja inmobiliaria. La segunda medida: ¿Qué efectos puede tener la inyección de liquidez hecha por los bancos centrales frente a la crisis? En efecto, medidas de relajación monetaria que permitan a quienes han especulado (y ganado) con el precio de determinados activos salir indemnes del inevitable estallido de la burbuja, pueden dar pie a nuevos procesos, aún más desmedidos, de especulación en un futuro no muy lejano. Dicho de otra forma: ahora estamos viendo las consecuencias (por segunda vez) del “Greenspan´s put” y podemos estar incubando un “Bernanke´s put”13 de repercusiones análogas. El riesgo moral que se asume al rescatar a entidades que han actuado de forma opaca e irresponsable es de gran magnitud. Es más, los gobernadores de los tres grandes Bancos Centrales occidentales (Bernanke, Trichet y King), han subrayado que en ningún caso sería admisible. El problema es que parece dudoso que sus actos hayan respaldado sus palabras, particularmente en Estados Unidos. Desde luego, hay analistas que consideran que, al contrario que en la época Greenspan, las entidades 13 ¿Y un “Trichet´s put”? afectadas por la crisis son muchas más, que no todas tienen una responsabilidad nítida en la generación del problema (quizás su conocimiento de los nuevos productos y sus implicaciones no era siquiera suficiente en muchos casos) y que, de cualquier manera, la mayor parte ya ha sufrido serias pérdidas en el proceso. En resumen, los potenciales daños futuros del cambio de orientación de la política monetaria, en opinión de quien suscribe, exceden los beneficios a corto plazo de haber adoptado ese cambio. Y no olvidemos que, si algo debe caracterizar la política monetaria, es ser “forward looking”. Para poner las cosas en perspectiva, hay que señalar que las ocasiones anteriores en que habían tenido que recurrir a medidas similares fueron en 15 contextos de alarma mundial. La última vez que la Reserva federal de Estados Unidos tuvo que lanzar mensajes tranquilizantes a los mercados fue tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, y anteriormente solo lo había hecho en octubre de 1987 – después del llamado lunes negro, cuando la bolsa de Wall Street sufrió la peor caída de su historia, así como en 1929, al inicio de la Gran Depresión estadounidense. La gravedad y relevancia histórica de los tres sucesos mencionados hace suponer que la reciente reacción de las autoridades financieras mundiales podría ser uno de los primeros síntomas de una crisis global. Pero, ¿se trata de una crisis de liquidez o de solvencia?. Si es lo primero, el problema es de una mala coordinación entre pagos y cobros, y eso se resuelve con cierta facilidad, fue lo que pasó en el 1987 cuando casi colapso el mayor Fondo de Cobertura de riesgo de Estados Unidos pero la economía estaba creciendo y estaba en la fase alta de la burbuja del sector de alta tecnología. En cambio, el problema de insolvencia es más complicado porque detrás de él asoma su cabeza el feo monstruo de las bancarrotas. Sus implicaciones económicas pueden ser devastadoras. Desafortunadamente, el diagnóstico se acerca más a una situación de insolvencia. Es un problema de insolvencia porque tu tienes ahora millones de norteamericanos cerca de la insolvencia y con moratoria de sus pagos, decenas de agencias hipotecarias en bancarrota, decenas de compañías constructoras bajo tensión, muchas instituciones financieras en Estados Unidos y en el extranjero están de regreso de la fiesta, y la elevación de la amplitud del crédito pudiera conducir a las bancarrotas corporativas. Muchos bancos norteamericanos, se encuentran nadando en un mar de préstamos de mala calidad, irrecuperables. Más aún, si el problema fuera sólo de liquidez, esas medidas podrían tener cierta lógica. Pero desgraciadamente el diagnóstico se acerca más a un cuadro de insolvencia que de liquidez. En este contexto, la inyección de liquidez puede provocar un incendio mayor. De todos modos, aumenta el riesgo moral, pues es un premio a los especuladores (aquí hay más plata para que puedan seguir haciendo sus fechorías). Al final, lo único que se logar es posponer el ajuste. Bajo estas condiciones el aterrizaje no será suave y las repercusiones serán muy graves. El consumidor norteamericano es prisionero de muchas fuerzas en contra del consumo: la caída del valor de las casas lleva a una disminución de la riqueza, contracción o congelamiento de los créditos, una elevación del servicio de la deuda, altos precios de la gasolina, el comienzo de una fuerte debilidad en el mercado laboral. PROBLEMAS FUNDAMENTALES - La tasa de ahorro personal, en el 2006, fue de -1%, la menor desde hace 74 años, los estadounidenses no solo gastaron todo el dinero que ganaron sino que recurrieron a sus ahorros o aumentaron sus deudas para financiar sus 16 adquisiciones (EFECOM, 2007). La tasa de ahorro personal ha sido negativa todo el año, solamente en cuatro ocasiones: el 2005 y 2006 y en 1932 y 1933. Es decir, la situación actual solo es comparable con la de la Gran Depresión de los años 30, cuando el 25% de la fuerza de trabajo carecía de empleos y el público recurrió a sus ahorros para satisfacer sus necesidades vitales de techo y abrigo (EFECOM, 2007). - Por otra parte, han resurgido con inusitada fuerza los llamados déficit gemelos: el déficit fiscal y el déficit comercial externo han batido todos los record históricos bajo la actual administración republicana. El déficit presupuestario se ha disparado con la actual administración republicana, que heredó de Clinton un superavit en las cuentas del gobierno, y ya acumula un récord de más de 1,5 millones de millones de dólares en los últimos cinco años, incluido el déficit de 248 mil millones de dólares del 2006 (CBO, 2007). El desbalance comercial, que en el año 2000 era de 378 mil millones de dólares, en el 2005 llegó a 716 mil millones de dólares y en el 2006 se impuso la nueva marca de 765,3 mil millones de dólares (BEA, 2007). Las compañías estadounidenses tienden a comprar cada vez mucho más bienes y servicios de los que pueden vender en el exterior. Otro hecho preocupante es que, en el 2006, por primera vez en noventa años, el saldo de los beneficios de las empresas norteamericanas en el exterior contra los beneficios de las empresas extranjeras en Estados Unidos, resultó negativo. En consecuencia, el déficit en cuenta corriente se ubicó en 856,6 mil millones de dólares en el 2006 y se acercó al 7% del PIB de Estados Unidos (BEA, 2007). En estos casos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) considera la economía gravemente enferma y receta la aplicación de un programa de ajuste neoliberal. 17 Así pues, la economía de Estados Unidos ha continuado dependiendo de los capitales externos que, actuando como una gran aspiradora, necesita absorber diariamente para sostener su funcionamiento deficitario, consumista, importador y de creciente endeudamiento. Sin el ingreso diario de entre 2000 y 3000 millones de dólares, los consumidores no podrían continuar su carrera consumista, las empresas no podrían mantener sus inversiones y el gobierno no podría balancear los déficits (BEA, 2007). Muy asociado con todo lo anterior está el proceso de endeudamiento creciente y generalizado de la sociedad norteamericana. La deuda del Gobierno Federal se eleva a 8,7 millones de millones de dólares, casi cuatro veces el presupuesto federal del 20063. La deuda del sector privado asciende a 37,7 millones de millones de dólares (las deudas hipotecarias, las del sector no financiero y las del sector financiero) (Hodges, 2007). En suma, la deuda total de Estados Unidos (pública, empresarial y personal) ha crecido hasta 48,4 millones de millones de dólares (161 287 dólares percápita o 645 148 dólares por cada familia de 4 integrantes), más de tres veces el PIB de Estados Unidos (Hodges, 2007). La inclusión en el computo de varias contingencias legales (de la Seguridad Social, del Medicare), no previstas en el presupuesto y estimadas en casi 50 millones de millones de dólares, elevaría las obligaciones totales de Estados Unidos hasta 98 millones de millones de dólares (327 425 dólares por persona o 1 millón 300 mil dólares por persona) (Hodges, 2007). Este total, supera en más de 4,5 veces al ingreso nacional El gobierno de Estados Unidos estuvo técnicamente en quiebra (default técnico), desde mediados de febrero hasta marzo del 2006, debido a que se rebasó el límite de la deuda autorizada por el Congreso. Se tuvo que cancelar la emisión de una serie de bonos del Tesoro hasta que el Congreso aprobó la elevación del techo de la deuda pública en 800 mil millones de dólares (10% del entonces techo de la deuda de 8,2 millones de millones de dólares, el cual ya había sido elevado dos veces durante los tres años anteriores). 3 18 neto, una relación record, indicativa de que la economía depende de la deuda más que nunca. Cada año que pasa, se necesita más deuda para producir un dólar de ingreso nacional, es una especie de “productividad negativa” (Hodges, 2007). En definitiva, como reconocen muchos prestigiosos especialistas, de las más diversas tendencias, el flujo de fondos externos que sostiene a la superpotencia no puede mantener de manera indefinida su ritmo actual, mucho menos puede acelerarse, incluso antes de declinar podría sufrir algunas fluctuaciones que harían crujir a un sistema económico sumamente frágil. También resulta harto llamativa (e igualmente preocupante en términos de inflación, aunque en este caso estimula el crecimiento estadounidense vía exportaciones) la acelerada depreciación del dólar (gráfico 8). Ciertamente, hay factores de sobra para explicar la debilidad de la divisa de Estados Unidos en los últimos tiempos. Algunos, como los déficit “trillizos” (exterior, público y de ahorro), no parecían haber causado el efecto esperado en años previos. A lo largo de 2007 se han sumado otros: las dudas sobre el crecimiento económico, la extensión de la idea de que los avances de la productividad de la pasada década no van a repetirse en el futuro próximo o las expectativas de rebajas de tipos por parte de la Fed. Desde luego, la depreciación ha sido mucho más marcada respecto a las divisas europeas (en especial, el euro) que respecto a la de las asiáticas (singularmente, el yuan) o las de otros emergentes, cuyas intervenciones en los 19 mercados cambiarios han limitado la amplitud del movimiento. No es de extrañar que el tono de las recriminaciones, las más recientes entre representantes de la zona euro y del gobierno chino, vaya elevándose. Conclusión Sintetizando, en la economía estadounidense de finales de 2007 coexisten riesgos de desaceleración pronunciada con factores que presionan al alza sobre precios. Para ambos aspectos, sin embargo, existen también ciertos elementos compensatorios. En nuestra opinión, los riesgos están más equilibrados de lo que muchos analistas (preocupados casi en exclusiva por el crecimiento) señalan, y de lo que la Fed parece creer, más allá de sus comunicados oficiales. Sin duda, el desplome de la confianza de los consumidores puede decantar la balanza en contra del crecimiento y a favor de una menor inflación. Pero una política monetaria de creciente laxitud, que tanto desean los mercados principios (Conviene recordar de vez en cuando que lo bueno para ciertos segmentos de los mercados financieros no necesariamente lo es para la economía real, como se ha constatado con la crisis de las subprime), no implica una recuperación de esa confianza (¿no podría incluso jugar en sentido contrario?), amenazaría el anclaje de las expectativas de inflación y, con el regreso de los excesos de liquidez, pondría el germen de nuevas “burbujas”, cuyos costes no es necesario ya explicar. Sería pues de agradecer una cuidadosa gestión de recortes adicionales de tipos de interés por parte de la Reserva Federal. Volver a bajarlos a de diciembre no respondería a esa tendencia. 20